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Perestroika
En una sección plenaria de junio de 1987 del Comité Central del PCUS, Gorbachov
presentó las bases políticas de la reforma económica que sería conocida
como perestroika y que intentaba mantener la existencia de la URSS.
Glásnost
La glásnost (En ruso Гласность, 'apertura', 'transparencia' o 'franqueza') se conoce
como una política que se llevó a cabo a la par que la perestroika por el líder del
momento Mijaíl Gorbachov, desde 1985 hasta 1991.1 En comparación con la perestroika,
que se ocupaba de la reestructuración económica de la Unión Soviética, la glásnost se
concentraba en liberalizar el sistema político. En esta se estipulaban libertades para que
los medios de comunicación tuvieran mayor confianza para criticar al gobierno.
La meta de Gorbachov con la glásnost era en parte ejercer presión sobre los
conservadores del Partido Comunista que se oponían a la perestroika. En agosto
de 1991 la «línea dura» del Partido realizó un fallido golpe de Estado contra Gorbachov
buscando revertir su plan de reformas, que consideraban una simple maniobra para volver
al capitalismo y destruir al Estado socialista. Al fracasar dicha revuelta aumentó
considerablemente la impopularidad de los líderes conservadores que habían apoyado el
golpe contra Gorbachov, siendo que como reacción los elementos más derechistas del
PCUS asumieron el mando en medio de la acelerada descomposición del aparato político
soviético. Las Repúblicas de la URSS empezaron a proclamarse como independientes en
forma sucesiva, sin que desde Moscú se pudiera impedir dicho proceso. El 24 de
diciembre de ese mismo año Gorbachov abandonó el poder y disolvió oficialmente a la
Unión Soviética en un sencillo acto de unos 30 minutos de duración. Borís Yeltsin,
opositor por derecha de Gorbachov y uno de los artífices del contragolpe, se convirtió
entonces en presidente de la Federación Rusa.
Formación de la CEI
Los miembros de la CEI actúan como estados independientes. A una unidad central
formada a imitación de la Comunidad Europea (actualmente denominada Unión
Europea) se le confirió una limitada autoridad, incluida la de establecer una esfera
económica común y coordinar la política extranjera y de inmigración, la protección
medioambiental y la lucha contra el delito. La URSS se disolvió formalmente y los
estados asumieron la propiedad de sus instalaciones. Los líderes pusieron las armas
nucleares y estratégicas de largo alcance bajo el control conjunto del presidente ruso
Borís Yeltsin (1991- ) y el comandante y jefe de las Fuerzas Armadas de la CEI, el
mariscal Evgeni Shaposhnikov, aunque el presidente ucraniano Leonid Makarovich
Kravchuk (1991-1994) insistió en conservar el derecho de cancelar los lanzamientos de
armas desde el territorio ucraniano. Los líderes de las repúblicas acordaron aceptar los
acuerdos internacionales de la URSS, incluida la política de desarme nuclear. Rusia
tomó el asiento en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que había pertenecido
a la URSS. Estados Unidos reconoció la independencia de las repúblicas y todas ellas
se convirtieron en miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en
1992.
Pero la verdadera razón fue otra. Hasta ese día, casi tres millones de alemanes del Este
habían abandonado el Estado comunista para refugiarse en la República Federal
Alemana, una huida masiva que resultaba verdaderamente insoportable para los
comunistas, ya que afectaba gravemente a las estructuras social y económica de la RDA
por un doble motivo: por la sangría demográfica que suponía y porque, en general,
quienes abandonaban el país eran los profesionales más cualificados.
El muro, uno de los símbolos más patentes de la denominada “Guerra Fría”, el conflicto
no declarado entre Estados Unidos y la Unión Soviética que dividió política y económica
en dos grandes bloques al mundo entero, se extendió a lo largo de 45 kilómetros,
dividiendo a la ciudad de Berlín en dos partes, además de 115 kilómetros que separaban
a la parte occidental de la ciudad del territorio de la RDA. Su pared medía más de cinco
metros de altura y estaba coronada por un tubo de 40 centímetros de diámetro que
impedía aún más la posibilidad de atravesarla. Aparte de ello, existía la llamada “franja de
la muerte” o tierra de nadie, un área de aproximadamente dos metros de anchura, limitada
por una verja de dos metros de altura que, en algunos tramos, estaba minada y
electrificada y se encontraba permanentemente vigilada por soldados armados y perros
adiestrados.
En la práctica el muro, que comenzó a ser llamado “el muro de la vergüenza” por los
propios alemanes, dividió a Alemania en dos partes, separando a la RDA de la República
Federal Alemana, obligando a los alemanes que quedaron en la Alemania del Este a vivir
bajo un férreo y opresor sistema socialista, impidiéndoles de paso que pudieran transitar
libremente hacia Occidente.
Los alemanes del este reaccionaron de inmediato. Miles de berlineses, tanto del lado
oriental como occidental, se aglomeraron frente al muro y sus barreras fronterizas
tomando parte ese mismo día en una de las acciones político-sociales más relevantes del
siglo XX: la caída del muro de Berlín.
Muchos jóvenes alemanes orientales, con pequeñas mochilas al hombro, vacilaron antes
de saltar el Muro. Una hora antes, sólo aventurarse cerca de la barrera habría significado
la muerte inmediata. Pero ahora muchas manos desde el otro lado se extendieron para
ayudarlos. Como tantos otros, esa larga noche del jueves 9 de noviembre, saltaron
finalmente las barreras que fueron completamente inútiles, paseándose felices por las
iluminadas calles de Berlín Occidental.
Otros, en tanto, con martillos e improvisadas picas en las manos, compartieron desde
arriba del muro la alegría de derribarlo trozo a trozo, muy cerca de la imponente puerta de
Brandenburgo. Desde lejos los sombríos policías de la ex RDA observaban recelosos,
pero por el otro lado los improvisados anfitriones occidentales se fundieron en un
emocionado abrazo con sus visitantes. El canciller de Alemania Federal, habiendo
interrumpido abruptamente su viaje a Polonia, acompañado de Willy Brandt y otras
personalidades, se mezclaron con la multitud para dar la bienvenida a los recién llegados.
La guerra fría, el enfrentamiento que había marcado las relaciones internacionales desde
el fin de la segunda guerra mundial, va a terminar de una forma que nadie se hubiera
atrevido a pronosticar unos años antes, por el derrumbe y desintegración de uno de los
contendientes. El fin de la guerra fría y la desaparición de la Unión Soviética son dos
fenómenos paralelos que cambiarán radicalmente el mundo.
Reunificación alemana
Los prerrequisitos internos de la reunificación los estipuló el Programa de los Diez Puntos,
que perseguía la democratización y la estabilidad económica en Alemania Oriental. El
convenio entre los representantes de los partidos de oposición y el gobierno de la RDA
concluyeron tras la celebración de las primeras elecciones democráticas y pluripartidistas
el 18 de marzo de 1990. El Tratado de la Unión Monetaria, Económica y Social el 1 de
julio fue aprobado luego de convenir con los gobiernos de la RDA, la RFA y
el Bundesbank (banco central de la RDA).