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LA DOMUS MARTA, LA CASA DE LA SEÑORA

Marta la dama de la casa en Bethania

Publicado en la Revista Vinculum, N° 252. Julio-septiembre 2013. pp. 87 -93.

INTRODUCCIÓN

¿Por qué no hacer una lectura algo diferente de la


tradicional, en la que María resulta siendo la
privilegiada? Soy dominica y en algo heredera del
legado de Maitre Eckhart, gran maestro espiritual de la
Orden de Predicadores del siglo XIV, por ello inspirada
en su sermón titulado Marta y María1, y de una lectura
personal del texto evangélico, quisiera relevar la figura
de Marta sin detrimento de la de María a quien siempre
hemos tomado como modelo de vida espiritual.

Si observamos el icono de santa Marta vemos que ella


porta un maforión, velo que cubre a las santas mujeres y
es signo de obediencia a Dios, de color azul. En su
mano izquierda lleva la cruz que la identifica como
seguidora de Cristo y en la derecha un frasco de
aromas, los mismos que llevan las mujeres cuando van
a la tumba del Señor a ungirlo. Todo en Marta, tanto la
iconografía como los textos bíblicos hablan de una
mujer dispuesta al servicio.

La Escritura es tan maravillosa que ella permite que la abramos desde diferentes
puertas. Los textos evangélicos son relatos plenos de simbolismo y se prestan a
diferentes interpretaciones que dependen en gran parte de nuestra perspectiva como
lectores. De aquí que la lectura que hago a continuación pretende detenerse en una
figura particular del texto. Marta es única en la Biblia y los personajes únicos están allí
para que escuchemos lo que quieren decirnos, algunas veces por falta de atención los
dejamos pasar velozmente.

MARTA LA SEÑORA DE LA CASA

Haciendo nuestra propia traducción del texto de Lucas en el capítulo 10,38-42 y


escrutándolo con detención, he pensado que deberíamos detenernos con mayor solicitud
en la figura de Marta, ella es relevante en este pasaje, creo que algo más quiere decirnos
Lucas. Él insiste en que hagamos una parada para contemplar con atención al personaje
y su actitud.

1 Maestro Eckhart, el fruto de la nada. Madrid: 2008. Ediciones Siruela. 103-111

1
Marta es nombrada diez veces en los evangelios, Lucas en este corto pasaje de 5
versículos la nombra cuatro veces. Juan la nombra seis veces, cinco en el texto de la
resurrección de Lázaro (Jn 11) y una en el texto de la unción de Bethania2 (Jn 12,2), en el
que curiosamente nos dice que ella servía la cena.

Ella es, como su nombre significa en arameo, la Señora de la Casa, Señora en palabra de
la misma raíz de Mar, Maran, que significa Señor. El texto nos abre a un juego de
palabras en el que el Señor, como ella lo llama, llega a la casa de la Señora y es acogido.
Podríamos llamarla también la dama o la matrona. Ningún texto nos dice que la casa de
Bethania fuera de Lázaro, su hermano y el hombre de la familia, Marta aparece como la
dueña y administradora. La que dice lo que hay que hacer y se pone ella misma a la
tarea.

Tradicionalmente ubicamos la casa de Marta en Bethania, que en hebreo quiere decir la


Casa de los pobres, y allí la Señora de la Casa abre sus puertas para recibir al digno
huésped que la visita. Pero este visitante no llega solo, seguramente va con todos los
discípulos, hombres y mujeres, que Lucas nos ha anunciado que están en camino hacia
Jerusalén. Oigamos cómo nos lo narra el evangelista.

38
Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; una mujer, llamada Marta, le
recibió.
39
Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor,
escuchaba su Palabra, 40 mientras Marta estaba absorbida por múltiples
servicios.
Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje servir
sola? Dile, pues, que me ayude».
41
Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas
cosas; 42 y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la
parte mejor, que no le será quitada».

Sin duda la responsabilidad de la acogida y el ministerio diaconal de Marta es grande,


ella es presentada como una diaconisa que prepara la mesa del Señor y de sus amigos,
en su casa, casa de los pobres que saben acoger.
Marta sirve, Lucas y Juan son recurrentes cuando nombran a Marta, siempre la colocan
sirviendo y bien sabemos que el servir y el hacerlo a la mesa va más allá de un simple
trabajo doméstico, es el servicio diaconal de quien prepara la Mesa, el altar. Como dice
Xavier Picaza:

Una simple criada no recibe en casa al Señor (quien le recibe es la señora);


además, el sentido principal de servir (diakonein, diakonía) en el NT y sobre todo
en Lucas (Lc – Hch) no es atender a la mesa a modo de simple criado/a, sino
realizar una tarea ministerial en nombre de o por encargo de la comunidad o de
sus autoridades. El diakonos o servidor es ante todo un representante o mensajero,
alguien que realiza unas tareas oficiales, para bien de los demás3.

2
Escribiremos siempre Bethania teniendo en cuenta la transliteración del griego tomado del hebreo beth-anyyah.
3
Gómez – Acebo, Isabel. Relectura de Lucas. Bilbao: 1998. Desclée de Boruwer. 145.

2
Según esto, dicho ministerio no es para cualquiera, es para la señora, la mujer madura,
la dueña de sí, la que cumple una misión dentro de la comunidad.

Precedentemente Lucas nos ha puesto en escena a Jesús en camino hacia Jerusalén,


acaba de contarnos la historia del “Buen samaritano” que descendía hacia Jericó, lo
curioso es que el Maestro va de subida hacia Jerusalén. En la Escritura las ciudades
amuralladas y habitadas, son comparadas a una madre que protege sus hijos, como
Jerusalén (Salmo 87). Jesús viene justo de vivir la experiencia junto con sus discípulos
de no ser acogidos en algunas ciudades. En esta subida, el Maestro y sus discípulos
necesitan un lugar que los acoja, en el que ellos puedan tomar fuerzas antes de llegar a
la gran prueba que los espera, es el pueblo de los pobres, Bethania, que los acoge; y es
la casa de una mujer la que los nutre como una madre.

La casa simboliza en ella misma el refugio y el seno materno, el ser interior. En hebreo
existe una gran cercanía entre la palabra casa “Bet” y la palabra hermana “Bat”.
Podríamos decir que la casa de Marta es la casa de la hermana, de la incondicional, de la
que acepta al hermano y a sus amigos. Toda casa tiene por vocación anidar la
fraternidad y la sororidad.

Maitre Eckhart tomando el versículo 38 hace una traducción y un comentario original,


él afirma que así sonaría este versículo en alemán:

“Nuestro Señor Jesucristo subió a una ciudadela y fue recibido por una virgen,
que era mujer” Lc 10,38.
Quien recibió a Jesús tenía que ser necesariamente virgen. Virgen significa
alguien que está vacío de toda imagen extraña, tan vacío como cuando todavía no
era (…) Una virgen que es mujer es libre y está despegada de lo propio y siempre
se halla tan cerca de Dios como de sí misma4.

Solo existe una Marta en toda la Escritura, Marías hay muchas. Solo la Señora de
Bethania, la diaconisa pone la mesa. Esta mujer es la que va siempre delante de las
personas y de las cosas, la que hace lo que debe hacer con una fe inquebrantable en Dios
y en la vida. Ella afronta la realidad de la muerte y cree que todo es posible. Jesús la
ama, es la primera de los tres que Juan nombra: Y Jesús amaba a Marta y a su hermana
y a Lázaro5.

Jesús contaba con ella, la conoce, para saber que podía llegar con un grupo de
seguidores, ¡imaginémonos la intendencia! Tanto que organizar, es un servicio
complicado. A los huéspedes es importante ofrecerles agua para la purificación,
alimentarlos y servirles. ¿Cuántos eran? No lo sabemos, pero por los evangelios
sabemos que un buen grupo de hombres y mujeres siguieron a Jesús desde Galilea hasta
Jerusalén. En cualquier caso, según Lucas, la situación que afronta Marta es
suficientemente complicada para hacer mención explícitamente.
Siguiendo con la idea de la parábola del buen samaritano, narrada hacia poco por Jesús,
vemos que éste coloca todos sus recursos al servicio del viajero malherido. Marta lo
representa, está atenta a los viajeros, pone a su disposición no solo su persona sino
también sus recursos. La entrada a Bethania pareciera ser la continuación de un camino
4
Maestro Eckhart, el fruto de la nada. 41 - 43
5
Jn 11,5.

3
emprendido a partir de la pregunta: ¿quién es mi prójimo? En su historia, Jesús
afirmaba la proximidad del que tomó cuidado, con total libertad, del herido. En la
parábola el que hace lo que debe hacer es puesto en relieve, no el que escucha la palabra
y reflexiona sobre su sentido.

Marta, hace lo que es necesario y sin embargo Jesús invierte todo: Marta cuida a Jesús y
María escucha, y la mejor parte va de nuevo a María. ¿Por qué?

Jesús nos desinstala, nuestras constataciones parecen caer frente a la lógica del Señor.
Pareciera que el problema de Marta es que hace lo que es necesario pero además dice lo
que piensa. Y lo que piensa no va dirigido a María, sino a Jesús: ¿Eso no te hace nada
que mi hermana me deje sola haciendo el servicio? ¡Dile que me ayude!

Cosa rara en una Dama, dueña de casa y de sí, pedir a un varón, amigo y de confianza,
que arregle los problemas entre hermanas. ¿Un signo de amistad? ¿Un signo de libertad
interior? A Marta no le interesa que la vean tal cual es, no está contenta y lo dice. Marta
sabe que necesita ayuda y que Jesús está solicitando demasiada atención de parte de
María, ¡es genial esta Marta!, nos enseña a actuar libremente delante de los amigos.

Quizás hay un problema relacional entre las hermanas, y Marta pretende colocar a Jesús
como el arregla problemas. Marta y María, se sienten amadas por el mismo Señor y las
dos de una manera u otra reclaman su atención, Nos recuerdan a Raquel y Lea,
hermanas y esposas de Jacob peleándose6.
Pero, el Maestro habla a Marta y solamente a Marta. La llama dos veces “Marta,
Marta”, repetición de afecto, el Maestro quiere que ella lo escuche. “Por qué te
preocupas por muchas cosas y te agitas”. Jesús está atento a Marta y a su servicio, sabe
de sus afanes y preocupaciones, no es indiferente, la conoce y quizás quiere que se
siente un momento a sus pies y lo escuche. Jesús sabe que Marta es inteligente y que
comprende su llamado a parar, a detenerse, a abandonar las avenencias y los conflictos
interiores para unirse a su hermana y encontrarse en la palabra del maestro.
Eckhart dice que si Jesús llamó dos veces a Marta es porque ella es un ser integrado,
unificado:
¿Por qué nombró a Marta dos veces? Con ello daba a entender que Marta poseía
completamente todo lo que una criatura debe poseer en el hecho de un bien
temporal y eterno. La primera vez que dijo Marta mostró su perfección en las
obras. La segunda vez que nombró a Marta, mostró que no le faltaba nada de lo
que es necesario para la salvación eterna7.

Asegura el Maestro Eckhart que por ello Jesús le dijo, no te preocupes. Jesús no invita a
Marta a dejar de ser Marta para transformarse en María. Ella debe seguir haciendo lo
necesario pero sabiendo que lo necesario se realiza desde una vida interior integrada y
armonizada.

6
Gn 29-30.
7
Maestro Eckhart, el fruto de la nada. 105.

4
CONCLUSIÓN
Que bella lección nos da Lucas a quienes vivimos atareados pues consideramos y
sabemos que debemos hacer lo necesario en nuestra tarea diaconal, de servicio activo en
la comunidad, pero que muchas veces nos olvidamos de darle unidad a la vida desde la
interiorización. A nosotros el Maestro y Señor también nos llama dos veces, como dice
Echkart, una para que recordemos nuestra vocación y otra para que nos centremos
siempre en él.
Afinemos el oído para no dejar pasar este doble llamado y escuchemos al Señor que nos
invita a no dejar jamás de estar dispuestos a servirlo en los otros. Que nuestro afán sea
el afán del servicio a la comunidad sin la presunción de que todo lo tenemos que hacer y
sin la vanidad de sentirnos los únicos que hacemos. Que como Marta seamos dueños de
nosotros mismos, señores y señoras de nuestra casa interior donde las relaciones
fraternas y sororales reinen.

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