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Jefrey Gamarra Carrillo.

Literatura e historia regional de Ayacucho

BUSCANDO LA COMUNIDAD IMAGINADA REGIONAL :


ENTRE LA LITERATURA Y LA HISTORIA REGIONAL DE AYACUCHO EN LA PRIMERA
MITAD DEL SIGLO XX

Jefrey Gamarra Carrillo1


Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga, Ayacucho
jefgam2@msn.com

Recibido: 15/01/2012
Aprobado: 13/05/2012

Resumen
El trabajo forma parte de una investigación realizada el año 2008 sobre las
construcciones de la Historia Regional de Ayacucho en la primera mitad del siglo XX.
Lo que se pretende es mostrar cómo la hegemonía intelectuales instituida desde Lima en
el Perú republicano se expresa en la manera cómo se escribía la historia nacional y
regional desde los espacios interiores de la sierra como Ayacucho. Los límites
impuestos por esta hegemonía llevaron a buscar otras maneras y canales de
representación de la comunidad imaginada regional (usando el concepto de Benedict
Anderson) en este caso a través de la literatura. Una novela bilingüe de circulación
regional como “Huambar, Poetastro, Acacau Tinaja” escrita en los años 30 por un
hacendado Andahuaylino, constituye esa manera alternativa de imaginar esa comunidad
regional.
Palabras clave: Ayacucho historia local; Ayacucho intelectualidad; Ayacucho
historiografía; Ayacucho literatura

LOOKING FOR THE REGIONAL IMAGINED COMMUNITY: BETWEEN LITERATURE AND


REGIONAL HISTORY OF AYACUCHO IN THE FIRST HALF OF THE 20TH CENTURY

Abstract
The essay is part of a research work developed in 2008 on the constructions of the
Ayacucho Regional History in the first half of the twentieth century. What I intend to
show is how the intellectual hegemony established from Lima in the Peru´s national
period was expressed in the way how national and regional history was written from the
interior spaces such as Ayacucho. The limits imposed by this hegemony led local
intellectuals to look other ways and channels for the imagined regional community
representation (using Benedict Anderson’s concept) in this case through literature. A
bilingual regional novel such as "Huambar, Poetastro, Acacau Tinaja" written in the
1930s by an Andahuaylino landowner is the alternative way to imagine that regional
community.
Key words: Ayacucho local history; Ayacucho intellectuality; Ayacucho
historiography; Ayacucho literature

1
Antropólogo cusqueño egresado de la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco y con
estudios de postgrado en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París. Su actividad docente
la realiza en la Universidad de Huamanga Ayacucho en la Facultad de Ciencias Sociales y ha sido
profesor visitante en la Universidad de Roskilde en Dinamarca. También ha participado como
investigador asociado en instituciones académicas de Canadá y Dinamarca. Sus estudios se enfocan en el
tema de la violencia, las elites intelectuales y las relaciones entre poder y cultura en el Perú. Su
perspectiva de análisis es sobre todo regional vinculando historia y antropología. Uno de sus trabajos más
recientes es un estudio sobre memoria y generación en la Universidad de Huamanga donde aborda el
tema del radicalismo político entre los estudiantes.

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INTRODUCCIÓN

Cuando creíamos que el siglo XX había sido el siglo de la consolidación de las


naciones-estado en los Andes y que el siglo XXI correspondería al proceso de
construcción de democracia y ciudadanía, he aquí que al voltear la página del tiempo
nos encontramos frente a un proceso de eclosión de autonomías, nacionalismos étnicos
y regionalismos. Fragmentación inevitable e irreversible dirán algunos, replanteamiento
y construcción de nuevas identidades y hegemonías dirán otros. Los casos más
emblemáticos como los de Bolivia y Ecuador nos interpelan respecto al grado de
consolidación de la nación moderna especialmente en los andes y sobre las fuerzas
centrífugas presentes en estos procesos. En el Perú de hoy también empezamos a vivir
los conflictos entre el Estado y las sociedades regionales y los grupos que se
autoproclaman como nacionalidades.

El tema nos conduce al problema de la identidad y la construcción histórica en el


contexto de las sociedades andinas del siglo XX. Entonces, las nacientes repúblicas
mostraban dificultades para consolidar las comunidades nacionales en contextos
atravesados por diferencias socio-culturales donde tiempo y espacio sociales son
importantes para explicarlas. La ideología republicana de unidad enfrentada a las
representaciones sobre la heterogeneidad es una constante que caracteriza la historia de
las repúblicas andinas.

La perspectiva desde la que usualmente se ha abordado el tema es aquella centrada en la


Nación. Diríamos que el eje de análisis ha sido esta última y la problemática tratada ha
sido la de las dificultades o tropiezos para la construcción nacional. Este
“nacionalcentrismo” se plantea interrogantes respecto al grado de consolidación de la
nación, la existencia o no de “una” identidad y conciencia nacionales. Sin embargo,
relativamente pocos han sido los estudios que sin dejar de plantearse el tema nacional,
han abordado el problema desde la perspectiva de entidades más bien menores a la
nación: sociedades campesinas y regionales, etnias, etc2. Entidades ubicadas al interior
de los estados nacionales aunque no necesariamente reconocidas como parte la nación y
mucho menos incorporadas en tanto tales. ¿De qué modo estas comunidades “menores”
se perciben, representan y más concretamente imaginan, su relación con la nación en
tanto comunidades imaginadas?3

Las perspectivas locales y regionales nos conducen a observar otras maneras de


entender la construcción de la nación. En países como el Perú, donde el estado nacional
es casi sinónimo de hipercentralismo; es necesario avanzar en el conocimiento de esas
OTRAS maneras, descentralizadas de imaginar la nación y otras entidades similares.
Esta ponencia pretende mostrar un período de la historia cultural de la región de
Ayacucho y explicar dos aspectos esenciales en el proceso de formación del
regionalismo de este espacio: la manera cómo la narrativa histórica es utilizada en
función de la construcción de una identidad y el modo en que esta narrativa se relaciona
a la literatura en el proceso de construir la comunidad imaginada regional.

2
Para el caso peruano cito los importantes aportes hechos por Nelson Manrique (1981) sobre los
campesinos y la guerra con Chile, José Luis Rénique (1992) respecto a los intelectuales cusqueños y
Cecilia Méndez (2005) en torno a las revueltas iquichanas contra el estado republicano.
3
Utilizo la definición de Nación en tanto “Comunidad Imaginada” de Benedict Anderson (1993:46).

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La Historia Regional: Entre el silencio y las narrativas formales

Podemos decir, de modo genérico, que existen dos perspectivas para analizar las
historias subalternas en relación a la nación y su narrativa histórica. La primera presta
atención a la confrontación y a la comprensión de esas relaciones como fuerzas
excluyentes. Los nacionalismos/regionalismos españoles y balcánicos son tal vez los
casos más paradigmáticos. En América Latina, el caso más notorio correspondería al
autonomismo cruceño en Bolivia cuya narrativa histórica busca denunciar la
permanente expoliación y abusos de los altoperuanos4. La segunda, que parece
caracterizar a la nación en los andes, es la búsqueda, desde las sociedades regionales, de
un espacio en la comunidad imaginada nacional mediante la inclusión en la gran
narrativa sobre la nación. Diríamos también que esta demanda de inclusión no deja de
ubicarse en una compleja trama de sentidos de pertenencia y al mismo tiempo de
autonomía5. La pertenencia ha configurado el producir una historia regional que guarde
no solo los cánones y pautas de la historia nacional pero al mismo tiempo que su trama
corresponda a la de la nación. La lucha por la inclusión en el discurso sobre la nación
desde las sociedades locales y regionales ha sido parte de una historia silenciada -para
usar un término de Ralph Trouillot (1995)- por el centralismo. ¿Cómo se ha producido
esta historia por la inclusión desde el ámbito regional? ¿De qué modo el juego entre
inclusión y exclusión ha caracterizado la construcción de los discursos históricos y las
representaciones de la nación desde estos espacios locales y regionales en la primera
mitad del siglo pasado?

Respondamos de entrada que esas otras perspectivas, descentralizadas, visiones del


“interior”, del país profundo dirán algunos, demandan tomar en cuenta dos aspectos
centrales: el primero, es la importancia de analizar estas historias como producto de
construcciones sociales y el segundo, relevar la importancia de la HISTORIA en la
construcción de la nación. Podríamos añadir un tercer aspecto: estas perspectivas
pueden considerarse casi siempre como subalternas respecto a un centro productor de
Historia al mismo tiempo que hegemónicas si tomamos en cuenta el sector social
principalmente mestizo-urbano que la escribió y que intenta imponer dicha visión al
conjunto de la sociedad regional.

La historia regional de Ayacucho fue producida, especialmente durante los años 30 del
siglo pasado, bajo una permanente tensión entre lo hegemónico y lo subalterno. Su
fuerza, así como su debilidad narrativa descansan en su carácter liminal o de frontera.
Este es el punto neurálgico de esta historia que busca legitimarse en medio de estas dos
dimensiones: en tanto subalterna buscaba adecuarse a una narración histórica mayor o
nacional y, al mismo tiempo, buscar una narrativa histórica regional. En relación a lo
hegemónico, al interior de la región, pretendía construir una historia propia donde sus
intelectuales “orgánicos” pudieran imponer su propia visión a los grupos considerados a
su vez, como subalternos pero con los mismos cánones y reglas de la narrativa histórica
nacional y centralista6.

4
Ver por ejemplo la página web de Conciencia Ciudadana: cruceños por historia o descendientes
adoptivos de Bolivar.
http://www.alminuto.com.bo/content/cruce%C3%B1os-por-historia-o-%C2%BFdescendientes-adoptivos-
de-bolivar
5
Susana Aldana estudia el caso de las sociedades regionales del norte del Perú.
6
Pierre Bourdieu (2006) muestra el problema de la construcción de representaciones entre los grupos
académicos (científicos) y los grupos regionalistas para el caso de Francia.

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Por otro lado, en la primera mitad de siglo la tensión también se expresaba en el modo
cómo quienes escribieron la historia nacional eran de un grupo académico, mientras que
la producción social de la historia regional correspondía a intelectuales regionales que
no provenían del mundo académico sino que básicamente formaban parte de un grupo
letrado con diferentes ocupaciones, maestros y abogados (Trouillot R: op.cit.23). En
tanto proceso, implica la producción histórica de quienes las escriben como agentes,
actores y sujetos.

Luis Carranza, (1843-1888) fue uno de los primeros ayacuchanos en construir una
narración sobre la historia regional de Ayacucho. En 1883 escribe un artículo sobre un
viaje que hace de Huancayo a Ayacucho pasando por Lircay en Huancavelica. La
manera cómo el autor describe, desde una mirada ayacuchana, su sociedad inmersa en el
tiempo y el espacio nos muestra una perspectiva a tener en cuenta.

Carranza inicia su artículo dando a conocer la composición física del suelo de la ciudad
de Ayacucho. Luego hace una reseña histórica del origen y fundación de la ciudad, los
personajes (religiosos y laicos que más conocidos) para finalmente trabajar la
arquitectura citadina (casas y templos) y mostrar algunos elementos de la vida
ayacuchana de los años 80 del siglo XIX. Sin embargo, su texto nos muestra aspectos
interesantes para mirar los orígenes de la producción histórica regional.

Señalemos de entrada que Carranza inicia su artículo describiendo la morfología del


suelo ayacuchano; sitúa su narración histórica sobre-enfatizando el espacio a partir del
cual va a proyectar unir pasado y presente: «…Ayacucho se levanta sobre rocas
volcánicas que “al S. de la ciudad forma hiladas (estratas?) poderosas y casi
horizontales…». Lo interesante es que casi copió literalmente el trabajo de Paz Soldán
sobre la geografía peruana (1862) quien a su vez, cita a un geólogo francés M. León
Crosnier que publicó un informe de viaje por Ayacucho y Huancavelica7. Carranza no
produce la información histórica, utiliza la ya existente, aquella generada como parte de
un esfuerzo por registrar positivistamente los recursos naturales y ponerla a disposición
de un capitalismo que se expande hacia los espacios interiores del país8 o –y esto es lo
más importante- utiliza la información histórica producida desde una mirada como la de
Paz Soldán que escribió sobre Ayacucho sin pertenecer a la sociedad local. En otras
palabras, la materia prima utilizada por el autor todavía era importada y, probablemente
no se consideraba necesario construir una narración histórica acudiendo a la
información propia9.

La escasa producción impresa sobre Ayacucho hecha por ayacuchanos y el postivismo


intelectual de la época llevó a un viajero como Harry Franck (2004:193) a escribir lo
siguiente en 1917:

«…pocos habitantes de la ciudad tenían alguna noción de su historia más allá de su


propia vida, ni ningún interés en colaborar con mis investigaciones, aunque todos

7
El texto de Crosnier: Noticia Geológica sobre los departamentos de Huancavelica y Ayacucho fue
publicado como parte de los Annales des Mines de París en 1853.
8
Esta es una característica del positivismo de fines del XIX y de la primera mitad del siglo XX. La
producción intelectual de Ayacucho siguió el mismo modelo. Jefrey Gamarra (1998)
9
No niego el hecho que haya existido producción histórica local; pero esta no tenía ni la finalidad, ni los
medios de convertirse en información sobre historia regional dirigida hacia el ámbito nacional.

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pretendían bullir de entusiasmo. Una completa indiferencia recubre como musgo todos
los registros del pasado a través de todos los Andes, y el viajero curioso se informará
más yendo de un lado a otro hasta se topa con aquellos[sic], que preguntando. No solo
los nativos ignoran todos los puntos de interés histórico, sino que son además
extremadamente incapaces de distinguirlos de lo que carece de valor. Es tan inútil
como recurrir a los “hombres representativos”, pues las mentes de estos se diferencian
sólo por un mínimo grado de la de la gente del pueblo…».

Los trabajos de Luis Carranza bastarían para refutar a Franck, sin embargo, todavía en
la época que éste escribe sus impresiones sobre la ciudad y sus habitantes la historia
producida en la región aún era esporádica. Tendría que venir el centenario de la Batalla
de Ayacucho, los actos de conmemoración y la participación de algunos “notables”
ayacuchanos como Pío Max Medina en el gobierno del presidente Leguía para encontrar
esta vez sí, y con nitidez, la búsqueda de una historia regional.

Ciertamente ésta no es producción solamente ayacuchana; es la sierra peruana como


Cusco o Puno que comenzaron a plasmar en impresos sus propias producciones10. Pero
lo que llama la atención es el uso esta vez de información elaborada por los propios
letrados. La necesidad de definir un “espacio natural” a partir del cual se debe fijar el
tiempo resulta una constante en esta producción. Divisiones administrativas,
demografía, hidrografía, producciones, comercio e industrias y ferias preceden por lo
general a las descripciones temporales11. El espacio además resulta indispensable para
presentar la existencia de un todo socialmente común. Hacia los años 20 empiezan a
aparecer tímidamente no solo los personajes “notables” sino una sociedad regional
compartiendo elementos comunes: «el carácter de sus habitantes se distingue por ser
esencialmente hospitalario; amables y sinceros, atraen con sus bellas cualidades….El
pueblo, alegre siempre, es un detalle del huamanguino…» Ruiz Fowler (1977 [1924]).
Al igual que el tiempo, una historia regional requiere de un espacio homogeneo social
independientemente de cuáles sean los factores que explican la delimitación de sus
fronteras (sean estas divisiones administrativas, intercambios económicos, etc.). El
huamanguinismo que posteriormente devendrá en el ayacuchanismo es parte de este
proceso de imaginar una sociedad homogénea a partir de rasgos, conductas y
costumbres comunes.

El indigenismo ayacuchano, a diferencia del cusqueño es probablemente un reflejo


“provinciano”, distorsionado, del limeño además de tardío. Así como los ayacuchanos
en un primer momento, debieron contentarse con información producida por el
cientifismo criollo, limeño; así también debieron asumir en un primer momento las
ideas sobre los otros sectores sociales del espacio social regional. Este indigenismo no
fue tan radical como el cusqueño de los años 20; el peso intelectual de Lima era mayor
en Ayacucho. Es probable que los escritos de Riva Agüero influyeran con más fuerza en
los intelectuales ayacuchanos de la primera mitad del siglo XX.

La imagen de Ayacucho y su población indígena descrita por Riva Agüero fue


reproducida, diríamos que internalizada, por quienes produjeron una historia regional.
En su texto Paisajes Peruanos, hallamos dos componentes que se repiten en los trabajos
de historia regional: el primero resalta la decadencia del espacio ayacuchano a partir de
la migración de las familias nobles a Lima (Millones: 2005:200):

10
Para el caso de Cusco, ver el texto de José Luis Rénique (1991).
11
Por ejemplo, el texto de Alejandro Ruiz Fowler (1977 [1924]).

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«…aún se ven muchas señales de la difunta vida hidalga: antiguas cocheras, convertidas
en pulperías y tendejones; grandes patios, que se han trocado en corrales…el área de la
población resulta demasiada holgada para el vecindario actual…» Riva Agüero (2004:
[1914]: 184).

En segundo lugar, aparece aunque muy tímidamente, la población indígena en la


historia de Ayacucho. Riva Agüero señala que «….los ponchos y vestidos de los indios
ponen sus notas de colores exaltantes…algunos indios completamente ebrios entonaban
cantares tristes…» (Riva Agüero, 2004: 181, 188).

Respecto a lo primero, Ayacucho encaja en la representación moderna pero al mismo


tiempo criollo señorial de lo que era la sierra en el Perú: un espacio lejano (los confines
de la nación) en el espacio y el tiempo sociales. Lugar donde todavía es necesario
extender la nación según unos o allí donde se puede constituir el proyecto de una nueva
nación, según otros12. En relación a lo segundo, el indio todavía aparece como parte del
paisaje, una imagen exótica, vista desde la urbe moderna, al mismo tiempo que en un
estado de indefensión y abandono.

La importancia de estas representaciones es que fueron en un inicio apropiadas por los


productores locales de la historia regional. Así, un intelectual ayacuchano como Manuel
Antonio Hierro, escribía en 1938 un artículo con el título de “La decadencia de
Huamanga y su Resurgimiento”13. Pero a diferencia de la imagen pesimista de los
intelectuales limeños, se espera el renacimiento regional: ¿Ayacucho, principia a tener
ya vida económica? Corresponde al título de un libro escrito por un intelectual
ayacuchano, Manuel Jesús Pozo en la Revista Huamanga.

De igual modo, el indio aparece con mayor nitidez en la producción histórica sobre el
espacio regional a partir de los años 20. «…Seres humillados e ignorantes, carecen de
iniciativas…» eran las voces de intelectuales ayacuchanos en los años 30 14, pero años
más tarde, otro intelectual regional escribía «…en la base de la estructura social se
encuentra la enorme población indígena, analfabeta y miserable, que en las haciendas y
en los campos perpetúa el régimen feudal de los siervos y hombres de la gleba...»
(Galván, 2004: 320). En líneas generales podemos decir que estas percepciones fueron
cambiando desde aquellas de componente psicológico a aquellas sociológicas; desde la
mirada religiosa a una basada en el progreso. Es probable que estos cambios fueran
aquellos que se produjeron en el “imaginario nacional”; el indigenismo ayacuchano no
quiso tocar el tema abiertamente, prefirió dejarse llevar por la producción limeña, la que
era recibida a veces muy tardíamente.

Sin embargo, esta producción cuyos cánones, moldes historiográficos para ser más
precisos, no habían sido producidos ni local ni regionalmente actuaban en cierto modo

12
A pesar de las diferencias ideológicas entre Riva Agüero y Mariátegui, ambos comparten la misma
imagen de la sierra decadente aunque éste último consideraba que la nación peruana era un proyecto a
lograrse con ayuda del sector más moderno del país: «…el indio en el congreso [se refiere a un congreso
realizado en Lima] se ha comunicado además, con los hombres de vanguardia de la capital. Su acento es
nuevo, su lenguaje es nuevo también…» (Mariátegui: 1970:34)
13
M.Antonio Hierro: La decadencia de Huamanga y su Resurgimiento. Huamanga, Año IV. Vol.15.
Centro Cultural Ayacucho, 1938.
14
Manuel Jesús Pozo: Ayacucho principia a tener ya vida económica. En Morote Best, op.cit. pag.371.

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como grilletes que dificultaban expresar e imaginar con más propiedad la comunidad
imaginada regional y su historia. La literatura era el canal donde esto se lograría.

Huambar, poetastro, Acacau tinaja una novela regional

En 1934 es publicada una novela con el título de Huambar, Poetastro, Acacau Tinaja,
escrita por un hacendado andahuaylino pero de origen parinacochano (al sur de
Ayacucho). Su autor Juan José Flores que, al parecer, financió su impresión, fue
distribuida en territorio de la provincia de Andahuaylas que, por entonces, a pesar de
pertenecer al Departamento de Apurimac, formaba parte del espacio económico, social
y cultural de Ayacucho. Por ello, su distribución se hizo entre Andahuaylas y Ayacucho
y parece que rápidamente ganó lectores entre los propietarios letrados de estos
territorios. No resulta extraño entonces que el prólogo haya sido escrito por uno de los
más importantes intelectuales regionales: Juan José del Pino15.

Pocas novelas como esta muestran una singularidad tal así como una condición
paradigmática que no se presenta en otros contextos. A decir de Víctor Flores (op. cit:
41) sólo se le encuentra un simil en El Pez de Oro de Gamaliel Churata, novela que
también hibrida el castellano, el quechua y el aymara.

Según los estudios literarios hechos sobre Huambar se trata de una novela que incorpora
varios géneros literarios. En ella podemos hallar lo dramático, lo lírico, poético y
picaresco; es decir, aparece como una novela perturbada en su estructura formal16. Sin
embargo, ese aparente desorden parece más bien informar sobre una búsqueda y
experimentación del autor cuya intencionalidad sería la de llegar a lectores letrados
formados en una tradición educativa ecléctica en términos de géneros literarios.
Podemos añadir a lo anterior la influencia de la novela del siglo de oro español, donde
el Quijote resulta el paradigma de la combinación de géneros al interior de una novela.

Otra de las características literarias relacionadas a lo anterior y analizadas por los


literatos corresponde a su estilo carnavalesco. Flores (op. cit.: 53), utilizando los
planteamientos de Mikhail Bakthin califica la novela de carnavalesca en el sentido del
uso del humor, de lo público como un modo de oponerse y dialogar con la cultura
oficial. La objeción que nosotros hacemos del texto de Flores es que no explicita, en el
caso de esta novela, dónde radica lo oficial así como lo popular; teniendo en cuenta que
tanto el autor como el personaje central son de origen hacendario enfrentados a un
personaje clerical que también forma parte del grupo de poder local.

El carácter carnavalesco del texto adquiere si una dimensión importante no solo como
un modo de oponerse en este caso, a una cultura nacional formal y, diríamos, acartonada
en esos tiempos, que no reconoce lo local o regional. Lo carnavalesco, en tanto
exaltación y festejo de la policromía permite incorporar la diversidad de situaciones,
personajes y realizar las inversiones y licencias que la cultura dominante y hegemónica
de esos tiempos no aceptaba sino justamente en circunstancias especiales como los

15
La primera vez que tuvimos la oportunidad de acceder a un ejemplar de esta obra fue en el año 1981a
través de un miembro perteneciente a una familia de la provincia de La Mar que lo guardaba como
recuerdo familiar.
16
Ver al respecto: el estudio realizado por Elmer Aliaga y Gedeón Palomino (1999) en la reedición del
libro de J. J. Flores.

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carnavales. Así, el humor que encierra lo carnavalesco era el modo cómo los sectores
subalternos de la cultura nacional podían expresarse creativamente.

La diversidad, la inversión de roles, el humor y la burla respecto del poder que


encontramos en esta novela, hizo posible entonces que ésta incorporase algo no
reconocido por la cultura nacional: la diversidad lingüística y la relación dialógica entre
culturas. En este sentido, dicha novela constituye una ruptura respecto a los cánones
formales y oficiales y la contrapone al indigenismo literario poco afecto al bilingüismo.
Solo la hibridación lingüística hacía posible entonces hacer visible una realidad
caracterizada por la existencia de más de una cultura en momentos en que en el Perú se
trabaja en la perspectiva de un Estado y Cultura Nacionales homogéneos que
correspondía a la nación moderna. El quechua no podía ser incorporado sino bajo la
forma dialógica de ensamblaje y de ruptura de los cánones establecidos17.

Pero desde lo literario existe algo más, la informalidad carnavalesca de esta novela
expresa además la transición de la oralidad a la escritura; aspecto no abordado en los
estudios literarios citados y realizados en torno de Huambar. Algunos lingüistas como
Street (2004:88) sostienen que la literacidad esta relacionada a las estructuras culturales
y de poder de la sociedad. Por tanto, el paso de la oralidad a la escritura significa en
algunos casos desafiar el poder hegemónico y en otros, asimilarlo. Una novela como
Huambar, podemos decir que se inscribe en el primero, en tanto, la escritura bilingüe
estaría planteándose como un desafío al poder de una cultura nacional oficial. Esta
doble vertiente, la del bilingüismo y la literacidad creciente que sustituye la oralidad
constituye uno de los aportes de la novela en la comprensión del tema regional y la
construcción de una comunidad imaginada como veremos a continuación.

En busca de la comunidad imaginada regional

Desde una perspectiva socio-antropológica, esta novela es tomada en cuenta no solo por
la diversidad que expresa sino porque Huambar es una novela de la que pueden hacerse
múltiples lecturas (García Miranda, 2002: 43). Para dicho autor la novela no solo ofrece
información etnográfica importante sobre la región Ayacucho/Andahuaylas sino que
mantiene su vigencia al mostrar el mundo andino en el contexto de un proceso
migratorio.

Sin embargo, a pesar del optimismo de García Miranda sobre su vigencia y realismo, es
más bien el imaginario regional y simbólico lo que le concede peculiaridad a la obra. Al
retomar los planteamientos de Benedict Anderson encontramos que Huambar puede ser
leída en términos de la construcción de una comunidad imaginada regional. Analicemos
cada uno de los elementos señalados por Anderson para mostrar nuestros
planteamientos.

Literacidad y escritura en Huambar

Podemos decir, a partir de Anderson, que el regionalismo que hallamos en Huambar


solo es posible a partir de la palabra escrita que autores como J.José Flores buscan

17
Como lo mostraremos más adelante, allí donde no era posible una Historia regional que rompiera con
los formalismos positivistas, se produjo en forma restringida una literatura como la novela de Huambar y
formas musicales también bilingües. Hasta donde tenemos conocimiento, no conocemos de formas
pictóricas parecidas y tampoco de estudios realizados en torno al tema.

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plasmar. Es probable que dicho autor al buscar introducir el modo quechua de hablar y
convertirlo en escritura, no se diera cuenta del paso importante que daba. Su interés por
hacer entendible (decodificable) su historia lo llevó a escribir frases y expresiones
quechuas como las siguientes: kukucha, hischacha, pinchan-pinichán, añacha,
pankalán (op. cit: 95-96). Expresiones al mismo tiempo afectivas para lectores que
rápidamente se sitúan en la narración en tanto haber sido socializados en quechua o en
ambientes bilingües.

Al mismo tiempo, el quechua utilizado forma parte de un habla regional que está
delimitado al departamento de Ayacucho y parte de Apurímac. Aquí nuevamente, el
autor, sin proponérselo o, mejor dicho, sin ser siquiera consciente de ello, traslada al
lenguaje escrito un habla regional que al mismo tiempo, establece diferencias culturales
respecto de regiones vecinas.

Pero la transición a la literalidad no se reduce sólo a ello, el bilingüismo introduce una


nueva diferenciación (inclusión/exclusión) que sirve para establecer un NOSOTROS
regional. Frente a lectores que no conocen el quechua, la obra es prácticamente
inabordable e “insípida”. La intención del autor entonces está dirigida a un lector
bilingüe que puede desenvolverse tanto en quechua como en castellano. Huambar es
una novela para los “masis” ayacuchanos y no aquellos provenientes de espacios
urbanos criollos donde lo “quechua” no tiene cabida o es visto de manera exótica. El
indigenismo “urbano-limeño” no es del interés del autor. Al mismo tiempo, los
monolingües quechuas que por su condición de tales no acceden a la lectura, tampoco
entran en la categoría de probables lectores. El autor se referirá a éstos como “qawaq
ñawsa” (op.cit.: 72).

La literacidad exigida por el autor como pertenencia a este NOSOTROS regional es


distinta de aquella que se atribuye desde fuera a los sectores dominantes regionales. Sin
negar las adversas condiciones económicas de dominación que los monolingües
quechuas podían tener en espacios rurales y citadinos de la región; parece ser que
culturalmente la población indígena estaba sujeta a procesos simultáneos de inclusión y
exclusión. En la novela Huambar podemos encontrar el sentido de funcionamiento de
ambos procesos: una población indígena que forma parte del entramado de la obra que
es incorporada y valorada en tanto su aporte cultural pero al mismo tiempo, excluida en
tanto iletrada de acceder al producto cultural: la novela. La educación aparece por
tanto, como la condición sine qua non para participar de la comunidad imaginada
regional.

En Huambar encontramos finalmente el tipo de lector al que va dirigida la obra: un


propietario de tierras, “ilustrado” (Gamarra, 1996: 138) incorporado al mundo
“occidental” básicamente por su literacidad al mismo tiempo que formando parte del
mundo “andino” no solo por participar de los ritos, tradiciones y costumbres locales y
regionales pero también por razones culturales e incluso biológicas18. Es justamente el
perfil que encarna su personaje principal SARDANIEL HUAMBAR LÓRDIGO lo que
rápidamente podía generar la identificación de los lectores los que apenas alcanzaban el
16% de la población departamental de Ayacucho, según el Censo de Población de 1940.

18
Según Aliaga y Palomino, el autor J.José Flores es hijo de una mujer indígena y de padre hacendado
mestizo. Aunque sus datos biográficos son escasos, la trayectoria de vida que muestra es similar a la de
José María Arguedas: socializado inicialmente en un medio quechua.

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Espacio y tiempo regionales

En la construcción de una comunidad imaginada nacional y por extensión regional, el


espacio y el tiempo constituyen dos categorías vitales a partir de las cuales la narrativa
sobre un NOSOTROS impone su hegemonía frente a narrativas consideradas distintas.
La novela Huambar expresa justamente estos dos elementos y los procesa e imbrica.

En relación al espacio, Huambar establece los límites socio-geográficos y culturales de


lo que era la región (imaginada) de Huamanga a principios del siglo XX. El personaje
principal narra sus desplazamientos entre Andahuaylas y el sur de Ayacucho (Puquio)
en busca de Aledaida su pareja. Casi en el epílogo describe su viaje a la capital de la
región: la ciudad de Ayacucho donde debe conversar con el Arzobispo del
Departamento.

Si tomamos en cuenta el correlato histórico de esta región, hallamos que a principios del
siglo XX el espacio económico, social y cultural, regionalmente hablando, se halla
delimitado por el triángulo Ayacucho/Andahuaylas/Puquio. A fines del siglo XIX el eje
Parinacochas Andahuaylas/Ayacucho mostraba un importante dinamismo económico: el
puerto de Caravelí hacía posible que las mercaderías traídas del extranjero y que tenían
un consumo regional transitaban hacia Andahuaylas y Ayacucho. Las principales casas
comerciales así como una incipiente industria local de fideos y cerveza ubicadas en
Cora-Cora formaban parte de la articulación económica regional. En la novela
encontramos varias referencias a este consumo suntuario venido del extranjero.

En relación a lo anterior, el tiempo regional establecido en la novela corre a partir del


año 98 del siglo XIX: «…Han pasado muchos años, sin embargo, todo lo recuerdo bien.
Era la gran fiesta de la Virgen de la Candelaria, el 2 de febrero del año 1898, en mi
pueblo ‘Mojadobamba’ (Uqupanpa)…» Este año que marca la cronología de la novela
señala también la historicidad del relato escrito. A diferencia del relato oral donde la
fecha y el año exacto no importan, fijar el tiempo cronológico histórico permite también
ubicar a los lectores en una historia que los incluye.

Pero a partir del tiempo cronológico, la novela genera lo que Anderson (op.cit.:46)
denomina un tiempo homogéneo vacío donde la simultaneidad está marcada por la
coincidencia temporal y, medida por el reloj y el calendario. Podemos deducir entonces
cómo la novela Huambar establece una comunidad de lectores que rápidamente se
sitúan en el tiempo y se identifican con el espacio de los sucesos narrados por el autor.
Los lectores no necesitan conocerse para identificarse en términos de espacio y tiempo;
por ejemplo, podemos decir que aquellos que vivían en provincias como Cangallo
podían reconocer rápidamente los acontecimientos sucedidos en Andahuaylas sin
necesidad siquiera de haber estado presentes en este último lugar.

El quechua como lengua vernácula

La construcción de la idea de nación en Europa se hizo a partir de la recuperación de las


lenguas vernáculas y el progresivo desplazamiento de lingüas francas como el latín.
Este proceso tampoco fue ajeno a culturas nacionales como la japonesa. En el caso de
la construcción de una comunidad imaginada regional como Ayacucho, Huambar es un
intento de generar dicha comunidad a partir de la recuperación de una lengua vernácula:
el quechua.

Escuela de Historia. Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Lima Página 10


Jefrey Gamarra Carrillo. Literatura e historia regional de Ayacucho

Sin embargo, el bilingüismo de la novela expresa la exploración por hallar nuevos


caminos para el uso de una lengua vernácula bilingüe y no propiamente nativa como el
quechua. Desde el Perú Oficial, no se reconocía al quechua como lengua nacional y, a
pesar de las poses pro-indígenas de intelectuales como Gonzales Prada y Mariátegui, la
cuestión del idioma no era parte de esta reivindicación19. Por otro lado, el bilingüismo,
como lo señalamos anteriormente, era la práctica comunicativa cotidiana de un 16% de
la población especialmente mestizo-hacendaria.

La obra escrita paradigmática

En un trabajo anterior (Gamarra, 2008) hemos analizado las dificultades para la


construcción de una Historia Regional de Ayacucho. Como mencionamos en páginas
anteriores una empresa de este tipo, a cargo de la pléyade de intelectuales locales en la
primera mitad del siglo XX básicamente en la ciudad de Ayacucho, mostraba
rápidamente sus limitaciones porque la construcción de una Historia regional estaba
basada en los cánones de un positivismo formal establecidos de antemano por autores
foráneos como Mariano Paz Soldán, José de la Riva Agüero y otros que marcaron las
pautas para que los historiadores locales las continuaran. Una Historia Regional desde
Ayacucho y hecha por ayacuchanos hubiera significado romper con el formalismo de la
estructura y la narración históricas al precio de no ser reconocida como parte de la
historiografía nacional.

Por ello, un intelectual ayacuchano como Juan José del Pino, al prologar la novela
Huambar, escribe sobre el autor y su trabajo lo siguiente:

«…Flores no es precisamente un escritor. Es un hombre de acción que, a golpe de


voluntad y perseverancia, ha domeñado a la fortuna…un hombre de acción, inteligente e
instruido, dotado de agudo espíritu burlesco, que ha sabido captar los aspectos cómicos
del incipiente medio social en que vive….Huambar es eso: trozo de vida serrana,
volcado en el papel…relata sus aventuras en un castellano bárbaro y pintoresco…»
(Prólogo de Huambar).

Sin embargo, ese aparente caos, ambiente burlesco y castellano “bárbaro” según la
opinión de J. J. del Pino expresaba con mayor vitalidad el imaginario regional y
apuntaba a convertirse en la novela que sustentara la idea de región; del NOSOTROS
frente a los OTROS.

La obra de J. José Flores no tuvo el impacto que se esperaba de un texto tal. Su


anticlericalismo influenciado por las contradicciones locales entre los grupos locales de
poder y un indigenismo que incorporaba lo “indio” como subalterno y objeto de
filantropía y asistencialismo impidieron convertir a Huambar en la novela regional.

ALGUNAS CONCLUSIONES PRELIMINARES

La Historia hecha a nivel regional era pensada y trabajada siguiendo las pautas y reglas
de la historiografía positivista de la época y desde una perspectiva más bien criolla y

19
El estructuralismo marxista de Mariátegui priorizaba la cuestión económica para resolver el problema
del indio y dejaba de lado finalmente, la cuestión cultural. A esto último, dicho autor no le dedica sino
algunas reflexiones generales, superficiales.

Nueva corónica 1 (Enero, 2013) ISSN 2306-1715 Página 11


Quinto Congreso Nacional de Historia 2012

centralista. Esta manera pensar y escribirla expresa más bien el interés de los
intelectuales locales por incorporar a Ayacucho en el gran discurso sobre la nación
peruana. En este sentido, la Historia Regional no pudo liberarse de la hegemonía
cultural ejercida desde la capital de la república.

Frente a la rigidez de los cánones y pautas de hacer la Historia de Ayacucho se tenía


como alternativa la creación artística como la música y sobre todo aquella relacionada a
la Literatura. Lo regional y la comunidad imaginada regional se expresó mejor a través
de esta última.

Analizada desde una perspectiva cultural y sociológica; la novela “Huambar, Poetastro,


Acacau Tinaja” expresaría más bien una manera de percibir la comunidad imaginada
regional de Ayacucho. Su propósito es de inclusión no solo lingüística sino social y
cultural que conduce a establecer un NOSOTROS regional a diferencia de OTRO
principalmente limeño.

Su abierto anticlericalismo y los reducidos niveles de literacidad entre la población


regional dificultaron su difusión hasta abarcar al conjunto de la sociedad regional.

Sin embargo, su importancia recién comienza a ser entendida en la actualidad cuando


las formas escriturales posmodernas y un mundo cada vez más cambiante, globalizado e
intercultural permiten trascender los estrechos marcos de las literaturas nacionales y
mas bien recuperar esas otras de carácter regional y subalterno.

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