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La clase media y su consolidación a mediados del siglo XX.

El caso que mejor representa los cambios sociales que vivió Chile a mediados del siglo XX es el de
la clase media. Si bien el suyo es un proceso que comienza con el siglo, es en esta época que se concreta y
consolida como la más evidente transformación social. Como bien señala Simon Collier “si el período
parlamentario había sido la Belle Epoque de la clase alta, los años posteriores a la década de 1930 vieron el
florecimiento de la clase media”.

La clase media profundiza su “proceso de autoestima y de conciencia propia” a partir de 1938 con la
elección presidencial y el consiguiente control del creciente aparato estatal. Su influencia, fuerza y hegemonía
posteriores radican en los liderazgos políticos y en los partidos políticos (radicales y socialistas
especialmente), en las Fuerzas Armadas, en la administración pública, en el comercio y la banca gracias a su
vinculación con la elite tradicional, en la industria a propósito del cambio de estrategia de desarrollo
económico, en la ampliación de la educación y en la vida intelectual. Las vinculaciones económicas, eso sí,
llevaron a que algunos sectores de la clase media adoptaran patrones de conducta del sector alto lo que
“tendió a producir el quiebre de aquel consenso político y cultural que había caracterizado a la clase media en
las décadas anteriores”.
Como lo señala Sofía Correa “esta movilidad social corrió a la par de la consolidación de los grupos
medios como actores sociales de enorme gravitación. “La ampliación e intensificación de la función
proveedora del Estado – continúa - les reportó importantes mejorías en sus condiciones de vida y de trabajo,
al igual que la legislación laboral aplicada desde los años treinta, la cual privilegiaba a los empleados por
sobre los obreros. De todas maneras, la diversidad interna de la clase media, en términos ocupacionales, pero
también valóricos, dificulta cualquier caracterización global. En ausencia de investigaciones acuciosas, no
resulta fácil formular un perfil que haga justicia a las singularidades de los profesionales liberales, los
comerciantes minoristas, los pequeños y medianos empresarios, los funcionarios públicos, los empleados
particulares y los medianos propietarios agrícolas.
En términos generales, se puede afirmar que su afianzamiento no se entiende sin el crecimiento de la
burocracia pública y privada derivado del desarrollo económico y del progresivo aumento de las
competencias del Estado, así como de la expansión del sistema fiscal de enseñanza, típico canal de ascenso
social. Federico Gil ha estimado que hacia 1949 la clase media constituía un quinto de la población chilena,
porcentaje correspondiente a 1.100.000 personas, cifra tanto más gravitante en tanto que comprendía al 90%
de los profesionales”. Especialmente célebre es el caso de la CORFO que “con su demanda por competencia
técnica elevó el prestigio de los profesionales – en particular ingenieros – habilitados para constituirse en
agentes de modernización. Tanto gremios como agrupaciones profesionales – la Asociación Médica, el
Colegio de Abogados, el Instituto de Ingenieros – hablan de la creciente capacidad para organizarse que
tuvieron los sectores más ilustrados de los estratos medios, y de sus consiguientes avances a la hora de incidir
en la opinión pública, interactuar provechosamente con los representantes del Estado, y aunar intereses con
aquellos integrantes de la elite que también formaron parte de las asociaciones profesionales”.
“En relación con la política – continúa Sofía Correa - se acostumbra a identificar a los sectores
medios con el radicalismo y los partidos de izquierda, en especial el socialista. La verdad es que el cuadro es
más complejo. De la clase media salieron líderes de todas las corrientes políticas, así como miembros de las
Milicias Republicanas y la oficialidad de las Fuerzas Armadas, sobre todo del Ejército y la Aviación. Según
fueran las ocupaciones, la formación y la ubicación en la jerarquía social, los miembros de los grupos medios
se inclinaron a la derecha o a la izquierda del espectro político, lo que suponía optar por la seguridad del
cambio gradual o por la incertidumbre de las transformaciones radicales, pronunciándose a favor del
entendimiento con la elite o de la convergencia de intereses con los obreros organizados. Esto conllevó una
particular falta de coherencia de los estratos medios en cuanto clase con una identidad social de perfiles
claros. Por lo mismo, el catolicismo que caracterizó a amplios sectores de la clase media y de varias de sus
personalidades más destacadas, convivía con el anticlericalismo de las logias masónicas. Éstas fueron
agrupaciones preferentemente mesocráticas, con presencia en partidos políticos y asociaciones profesionales,
en la administración pública y el poder judicial, en las compañías de bomberos, en militares y carabineros, en
cenáculos intelectuales, grupos de industriales, organizaciones estudiantiles y educacionales. Masones fueron,
por añadidura, todos los presidentes elegidos entre 1920 y 1952”.
En el análisis de la clase media no puede dejarse de lado el aporte de los inmigrantes. A mediados del
siglo XX merecen especial atención los erróneamente llamados “turcos”. Este grupo, que más bien eran
libaneses, sirios y palestinos y de religión mayoritariamente cristiana con pocas ganas de relacionarse con el
entorno “chileno”, fue progresando económicamente y en su organización en torno a asociaciones de apoyo,
estadios y escuelas. A mediados del siglo XX “los árabes se habían transformado en un grupo económico
poderoso que, además, de contar entre sus filas con acaudaladas familias, sobresalían a nivel nacional por su
papel protagónico en el desarrollo de la industria textil”.
En otro ámbito, desde 1938 las tareas de “desarrollo y mejoramiento de la educación” fueron
impulsadas fundamentalmente por el Estado y así, a través de éste, las capas medias se convirtieron en las
principales beneficiarias de la expansión educacional. La tasa de escolaridad del segmento 7-18 años aumentó
desde un 40% (1940) a un 56% (1956). En el creciente grupo de alumnos de la educación secundaria,
profesional y universitaria, la clase media estuvo fuertemente representada. Si se toma en consideración sólo
la ampliación de la matrícula universitaria (226% entre 1940-1956) puede llegar a entenderse el calibre de la
transformación. No era ninguna novedad que la educación era un eficiente vehículo de cambio, mejoramiento
y ascenso social.
En relación a esto, dos ejemplos explican la aparición de nuevos liderazgos mesocráticos asociados a
la formación universitaria y que se pusieron a la par de los grupos tradicionales sumándose a la elite
económica, política y cultural de Chile.
Desde los años 30 la Universidad Católica se abrió al reclutamiento de alumnos de clase media, la
que ya venía produciendo parte de la mejor intelectualidad joven y renovadora. Estos jóvenes mesócratas ya
no egresaban sólo del liceo, sino que también de colegios católicos. “Fue así – indica Cristián Gazmuri - que
la ampliación de la universidad, las nuevas carreras que comenzaron a ofrecerse, el enriquecimiento de la
discusión intelectual y académica, atrajeron hacia la UC a los mejores elementos de la juventud católica de
Chile”. En esta época se educó en la Universidad Católica, especialmente en la Escuela de Derecho, “una
generación particularmente brillante de la cual saldrían políticos e intelectuales del más alto relieve nacional y
de los más diversos signos doctrinarios”.
La tradicional rival no se quedó atrás, porque de la Universidad de Chile surgió el grupo de
ingenieros que fundó y dirigió, en su primera etapa, la CORFO, entidad que “conllevaba un modelo de
desarrollo” en el cual la clase media es protagonista y beneficiaria al poder administrarlo. “Estos ingenieros –
explica Cristián Gazmuri - fueron hombres formados en la Universidad de Chile y que ingresaron al aparato
estatal durante del primer gobierno de Carlos Ibáñez del Campo”. Este grupo de profesionales se “sentía
llamado a una misión política modernizadora, progresista y nacionalizadora” y le otorgaba al Estado moderno
“un papel de colaborador, aunque fundamental, de la actividad privada”. A juicio de Sofía Correa, la
incorporación de este contingente de ingenieros “fue uno de los hechos más innovadores y de mayor
relevancia respecto a la gestión de políticas económicas” ya que algunos “permanecieron por mucho tiempo
en la administración pública dándole continuidad al contenido tecnocrático en las políticas económicas”.

De lo anterior se desprende que la “clase media” es uno de los temas fundamentales del análisis
social de mediados del siglo XX, tomando en cuenta que se convirtió en el paradigma de los cambios y
nuevos equilibrios en los más variados ámbitos que se fueron estableciendo al promediar la centuria pasada.

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