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IGLESIA
En el séptimo de los diez principios directivos para la revisión del CIC 1917, se pedía,
entre otras cosas: «que se distingan claramente las diversas funciones de la potestad
eclesiástica, es decir, la legislativa, la administrativa y la judicial».
l. La función legislativa
La función legislativa consiste en dictar, con carácter obligatorio, las normas generales
por las que se organiza una comunidad en orden al bien común, y por las que se rige la
conducta de los miembros de esa comunidad en cuanto tales. Los actos propios de esta
función son: generales, obligatorios (son normas) y su contenido es abstracto.
2. La función jurisdiccional
3. La función administrativa
«La razón de que la función administrativa tenga en la Iglesia tanta importancia estriba
en una cualidad característica única de ella: en su carácter sacramental, pues es signo
eficaz de la presencia de Dios en el mundo, y ella se cuida del fin sobrenatural de los
hombres y dispone de los medios indispensables para lograrlo (...) precisamente por su
carácter de administradora de los medios instituidos y ordenados por Cristo a la
salvación de los hombres» (LABANDEIRA).
El séptimo principio directivo para la reforma del CIC solicitaba la distinción, no solo
de las funciones legislativa, administrativa y judicial de la potestad eclesiástica, sino
también «de los órganos que ejercen cada una de ellas».
El poder público, que permite vincular jurídicamente con decisiones y mandatos a los
miembros de la sociedad y que va anejo a la misión de la autoridad, presenta diversas
facetas, caracterizadas por la eficacia típica de los respectivos actos de potestad. Hoy es
común en la ciencia jurídica y en la legislación comparada la distinción entre el poder
legislativo, el ejecutivo y el judicial. Esas tres manifestaciones del poder público pueden
ser ejercidas por un mismo sujeto o por sujetos diversos.
La filosofía política moderna, para impedir los abusos de la concentración absoluta del
poder, elaboró, con distintas versiones, el principio de separación de poderes, en cuya
virtud no solo se distinguen los tres poderes, sino que se dividen y se atribuye en
exclusiva el ejercicio de cada uno de ellos a órganos separados, estableciendo
mecanismos jurídicos de control y equilibrio entre ellos.
En la Iglesia, impera en esta materia uno de los principios esenciales e inmutables de su
constitución: por derecho divino, la potestad de gobierno se transmite personalmente al
Papa y a los obispos en comunión con él; y cada uno de estos oficios capitales posee
radicalmente toda la potestad legislativa, ejecutiva y judicial en su ámbito. En la Iglesia
rige el principio de unidad de potestad, por lo que no cabe en modo alguno aplicar en
ella la separación de poderes tal como ha sido descrita. Sin embargo, ese principio no
obliga a que la potestad de gobierno se ejerza en la Iglesia de un modo confuso y sin
regulación jurídica, o con una organización jurídica deficiente.
Potestad ordinaria: es aquella que va aneja de propio derecho a un oficio eclesiástico (c.
131 § 1), se recibe al ser investido de ese oficio: puede ser propia o vicaria (c. 131 § 2).
Es propia la que se ejerce en nombre propio por el titular del oficio. Es vicaria la que se
ejerce en nombre ajeno, es decir, la que va aneja a un oficio que participa de la potestad
del oficio capital.
Potestad delegada: es la que se otorga a la persona, no a través del oficio (c. 131 § 1); se
recibe por un acto especial del titular de la potestad propia o vicaria y se rige por las
condiciones del acto de delegación (c. 133).
Mientras que la delegación, cuando se trata de la potestad legislativa o de la judicial,
está muy restringida por el derecho (cfr. cc. 135 §§ 2-3), su uso en el ámbito de la
potestad ejecutiva es muy frecuente, y se dedican varios cánones a su regulación. En la
línea de la potestad delegada existen dos figuras en las que la delegación se vincula
especialmente a los titulares de ciertos oficios: el mandato especial, las facultades
habituales, que se rigen por las normas de la potestad delegada (c. 132 § 1). Es de
interés tener presente que el c. 129 prevé la posibilidad de que los fieles laicos cooperen
en el ejercicio de la potestad de gobierno a tenor del derecho.
1º. Unidad de potestad en los oficios capitales: por institución divina, éstos concentran
las tres dimensiones de la potestad de gobierno.
2º. Inalienabilidad de la potestad radicada en los oficios capitales: no es posible
transferir en exclusiva ninguna faceta de la potestad a oficios subordinados, de tal modo
que el oficio capital la pierda.
3º. Posibilidad de transferencia y participación de la potestad de los oficios capitales por
otros oficios y personas. Los cauces principales son la vicariedad y la delegación
(desconcentración).
4.º) Descentralización y autonomía de la potestad en las Iglesias particulares: Se habla
de centralización y descentralización cuando se considera la relación de distribución de
competencias entre los órganos centrales y los que gobiernan en otros ámbitos o niveles
de una organización administrativa. La descentralización es peculiar (los obispos
diocesanos no gobiernan como vicarios del Papa, sino como vicarios de Cristo).
5º. Subsidiariedad: es una consecuencia del principio anterior, que aparecía subrayada
también en el 5º principio directivo para la reforma del Código.
6º. Comunión eclesial, en sus distintos aspectos y niveles: communio fidelium,
communio hierarchica y communio ecclesiarum.
IV. EL DERECHO ADMINISTRATIVO CANÓNICO
l. Concepto
3. Caracteres
Constituye una rama autónoma del derecho canónico, en la medida en que se articula
como sistema unitario con unos principios, recursos técnicos y normas propios y
específicos.
LECCIÓN II: EL PRINCIPIO DE LEGALIDAD Y LA ADMINISTRACIÓN
ECLESIÁSTICA
Lograr la eficacia de la naturaleza ministerial del gobierno eclesiástico (LG 24), suponía
unos niveles sucesivos de formalización o concreción técnico-jurídica. Los trabajos de
reforma del CIC de 1917 son el inicio del plasmar esta doctrina magisterial en el
derecho canónico. Se da un reconocimiento explícito: el sentido ministerial de la
potestad es un principio informador del ordenamiento.
La labor de reforma se visibiliza en la descripción del CIC de 1983, que S. Juan Pablo II
hizo en la Constitución Apostólica Sacrae disciplinae leges: instrumento que se ajusta
perfectamente a la naturaleza de la Iglesia; el gran esfuerzo por traducir a lenguaje
canónico la doctrina eclesiológica conciliar; la imagen eclesial es modelo original de
referencia para el CIC, éste debe reflejar las directrices eclesiásticas; elementos
epifánicos de la verdadera y propia imagen de la Iglesia: Iglesia como Pueblo de Dios
(cf. LG 2) y autoridad jerárquica como servicio.
a) Exclusión de la arbitrariedad.
Sabiendo que toda la actividad de la Iglesia, así como el ejercicio de aquella potestad
que recibió del Señor, es un servicio, del cual se debe excluir toda arbitrariedad,
podemos decir que el principio de legalidad es un instrumento al servicio de la
justicia, por lo tanto, la legalidad no es un valor absoluto, sino relativo a la justicia. Por
ejemplo, puede que haya leyes injustas que se apliquen conforme a derecho
(legalmente), y se cometa una injusticia; o bien, que al aplicarse automáticamente una
ley, se produzca un resultado contrario a la justicia. Esto sucede porque la ley humana,
al ser abstracta y general (según la definición tomasiana), no puede abarcar cada una de
las situaciones reales y concretas que se suscitarán en el futuro.
Por esta razón, el Derecho Canónico posee una racionalidad que se expresa en la
flexibilidad al momento de crear leyes y de aplicarlas. Lo contrario a esta racionalidad
sería el legalismo, que no busca la justicia ni el fin de la Iglesia, que es la salvación de
las almas. Por ello, en el momento de aplicar la ley, la Iglesia recurre a la equidad
canónica, a la tolerancia, a la disimulación, y para favorecer casos particulares emplea
las concesiones como privilegios o dispensas, porque la salus animarum consiste en la
salvación de cada una de las almas.
Por último, lo que motiva el principio de legalidad en la Iglesia, no es una tensión o
desconfianza hacia quienes gobiernan, sino un sentido de comunión y servicio que,
mediante manifestaciones jurídicas expresa la naturaleza de la función de gobierno en la
Iglesia.
B. Legalidad y discrecionalidad
1. La discrecionalidad en el CIC
Con frecuencia, las normas delimitan de manera precisa el supuesto que justifica la
actuación administrativa; pero otras veces lo enuncian de manera imprecisa, usando
conceptos indeterminados, que es necesario interpretar. No siempre que aparece un
concepto jurídico indeterminado nos hallamos ante una potestad discrecional. Los
conceptos jurídicos indeterminados no permiten elegir (esto es discrecionalidad), sino
que hacen necesario juzgar o interpretar si se verifican o no en el caso.
El tribunal administrativo no puede entrar a valorar el contenido de una decisión
discrecional legítima de la Administración; pero sí puede juzgar si se dieron
efectivamente en el caso los presupuestos de hecho que condicionaban la legitimidad de
la actuación, y que la ley enunciaba de manera indeterminada.
La Admón. actúa persiguiendo el interés general. Esto requiere, a veces, sacrificar, total
o parcialmente, intereses particulares lícitos de los fieles, cuando su satisfacción resulte
incompatible con el interés general. Este principio elemental de la vida social no debe
llevar a pensar que se dé una exclusión radical de todo interés particular legítimo en la
Iglesia.
El derecho administrativo canónico regula ciertos actos jurídicos de la autoridad que se
ordenan inmediatamente a satisfacer algún interés particular en armonía y coordinación
con el interés general: concesiones de dispensas, privilegios y otras gracias.
La Admón. debe procurar no afectar innecesariamente a los derechos, intereses y
legítimas expectativas de los fieles. Cuando el interés general exija adoptar medidas que
puedan afectar negativamente a algún fiel, debe procurar salvaguardar en la mayor
medida posible los intereses particulares. En este aspecto interviene la equidad, como
limite interno de la actividad discrecional. El juego de la equidad lleva a aplicar las
normas buscando la justicia del caso concreto: viendo sus circunstancias particulares.
5. El contencioso-administrativo
Una manera posible y sencilla de distinguir los actos administrativos de las normas
administrativas, sobre la base de la regulación del CIC 1983, es fijarse en los criterios
de la singularidad o generalidad y concreción o abstracción de las disposiciones de la
autoridad ejecutiva.
Comprenderemos dentro de la categoría del llamado «acto administrativo singular»
todos los actos dirigidos a un destinatario concreto y todos los dados para un caso o para
un tiempo determinados (aunque afecten a todos los miembros de la comunidad).
Llamaremos «norma administrativa» a la que emite la autoridad ejecutiva, dirigida a
toda la comunidad, para regular situaciones consideradas abstractamente.
l. La función legislativa
El c. 30, haciendo referencia al c. 29, dispone que quien goza solamente de potestad
ejecutiva puede dar un «decreto general» con fuerza de ley en los casos particulares en
que le haya sido concedido expresamente por el legislador competente (normalmente
será solo la autoridad suprema), respetando las condiciones establecidas en el acto de
concesión. LABANDEIRA entre otros suele referirse a este tipo de normas con el nombre
de «decretos legislativos».
Los decretos legislativos se caracterizan por ser normas generales dadas por la autoridad
ejecutiva en virtud de una delegación de la potestad legislativa, que tienen el mismo
rango de la ley: los decretos legislativos pueden dar normas nuevas, independientes de
otras leyes, o sea, pueden crear nuevas obligaciones o atribuir nuevos derechos,
establecer nuevas normas de conducta. Los decretos legislativos, puesto que tienen
rango de ley, pueden contener disposiciones contrarias a leyes anteriores, derogándolas
(con tal que esto pertenezca al ámbito de competencia de la potestad recibida por
delegación: cfr c. 131 § 1). Los decretos legislativos «son propiamente leyes y se rigen
por las disposiciones de los cánones relativos a ellas» (c. 29).
c) Autor: Afirma el c. 31 que pueden dar decretos generales ejecutorios quienes gozan
de potestad ejecutiva, dentro de los límites de su competencia. La posibilidad de dar
decretos generales ejecutorios forma parte de la potestad ordinaria ejecutiva de la que
gozan los órganos vicarios. Pueden dar este tipo de decretos los vicarios generales y los
vicarios episcopales, a no ser que medie alguna reserva (c. 479 §§ 1 y 2); también
pueden darlos los dicasterios de la Curia romana (RGCR, art. 125 § 1). La competencia
se define por los límites de la comunidad de fieles sobre la que se ha de ejercer la
potestad y por la materia de la que se trate. Si una autoridad con potestad legislativa
quisiera dar un decreto general ejecutorio (porque tiene también potestad ejecutiva), el
decreto tendrá como contenido y finalidad la ejecución de una ley anterior, pero el
rango formal será el de ley, es decir, será una ley de contenido ejecutorio, de manera
que es irrelevante en este caso decir que es un decreto general ejecutorio.
d) Forma de producción: Como toda norma estable dada para una comunidad, es
necesario que sean conocidos, es decir, que sean promulgados. El c. 31 § 2 afirma
expresamente que en lo que atañe a la promulgación de los decretos generales
ejecutorios habrá de seguirse la misma norma que el c. 8. También se aplica a los
decretos generales ejecutorios el criterio previsto para las leyes respecto a la
«vacación». Los decretos generales ejecutorios pueden ser promulgados bajo otro
nombre. En cuanto al procedimiento de producción, hay que señalar la norma del c.
480, relativa a la actuación del vicario general y del vicario episcopal, los cuales deben
informar al Obispo diocesano sobre los asuntos más importantes y nunca actuarán
contra la voluntad e intenciones del Obispo diocesano. Respecto a la producción de este
tipo de normas por parte de los dicasterios de la Curia romana, hay que estar a lo
establecido por la Const. Pastor Bonus (arts . 17 y 18) y por el RGCR (art. 131).
2. Las instrucciones
a) Noción: Mediante las instrucciones «se aclaran las prescripciones de las leyes, y se
desarrollan y determinan los modos en que ha de realizarse su ejecución». Se trata de
una norma interna de la Administración: norma dada para todos aquellos a quienes
compete cuidar de que se cumplan las leyes, que quedan obligados a ejecutar las leyes
del modo prescrito por la instrucción (c. 34). Puesto que las instrucciones no están
dirigidas a todos los destinatarios de la ley, no necesitan ser promulgadas: basta que
lleguen a conocimiento de los destinatarios obligados. Conviene aclarar que las
instrucciones pueden ser calificadas con todo rigor de normas, en el sentido de que son
generales y abstractas.
a) Los estatutos
b) Los reglamentos
Desde el punto de vista jurídico lo que importa es que toda la actividad de gobierno sea
justa. En cuanto a la actividad normativa, lo que se pide es que ésta sea racional (que
sea una ordinatio rationis de la vida social para conseguir el bien común). La norma, por
tanto, ha de estar de acuerdo con la realidad de las cosas y no contradecir el derecho
divino (natural o positivo), ni ser contraria a la realidad social, ni ir contra el bien
común, pues, de lo contrario, la norma sería irracional y no sería en rigor norma, no
vincularía jurídicamente (con un vínculo de justicia).
2. La jerarquía normativa
b) El objeto
El objeto es aquello sobre lo que las partes consienten, la materia del acuerdo, que en
nuestro caso será siempre algo relacionado con la vida y la misión de la Iglesia. Los
requisitos esenciales que ha de reunir el objeto contractual se han sintetizado
tradicionalmente en la teoría general diciendo que ha de ser posible, lícito y
determinado.
c) La causa
La causa es el fin que las partes se proponen al contratar y, a la vez, la razón por la que
el derecho canónico reconoce la juridicidad del tipo de obligaciones asumidas en virtud
de ese contrato.
La causa «adquiere todo su sentido cuando se reconduce a los otros dos elementos del
contrato: el consentimiento de las partes y el objeto. La "causa" se manifiesta en el
consentimiento como finalidad que mueve a cada una de las partes a contratar. Y se
manifiesta en el objeto en cuanto que es conforme con la ley, la moral y el orden
público» (BLANCO).
a) Agregación de clérigos
El c. 271 prevé que un clérigo de una Iglesia particular se traslade por un tiempo
determinado a desempeñar su ministerio sagrado en otra, sin dejar de estar incardinado
en su diócesis de origen. Para estos supuestos de agregación, el mismo canon dispone
que se alcance un acuerdo escrito entre el Obispo propio y el de la diócesis a la que el
sacerdote se traslada, en el que se determinen los derechos y obligaciones.
Las normas de la Instr. Postquam Apostoli, publicada por la Congregación para el clero
el 25.III. 1980 señalan que se harán contratos similares a los de agregación, con las
debidas adaptaciones, para el envío a lugares de misión de auxiliares laicos (o
religiosos, teniendo en cuenta también las constituciones de su orden o congregación).
Mediante ese tipo de contratos algunos laicos se comprometen a realizar específicas
tareas apostólicas o misioneras, muchas veces conforme a su profesión (médicos,
enfermeras, maestros, etc.).
El c. 296 establece que «mediante acuerdos establecidos con la prelatura, los laicos
pueden dedicarse a las obras apostólicas de la prelatura personal; pero han de
determinarse adecuadamente en los estatutos el modo de esta cooperación orgánica y
los principales deberes y derechos anejos a ella».
e) Encomienda de parroquias
El c. 738 considera el supuesto de una sociedad de vida apostólica que no tenga facultad
de incardinar, por lo que los clérigos de la sociedad estarán incardinados en una
diócesis. «Las relaciones de un miembro incardinado en una diócesis con su Obispo
propio [es decir, el de la diócesis de incardinación] se determinan por las constituciones
o mediante acuerdo s particulares». El contrato se utiliza aquí como medio de
determinación del régimen de desempeño del ministerio sagrado de los sacerdotes:
deberes ministeriales para con la diócesis, régimen de la encomienda de oficios
diocesanos, etc.
h) Organización de la actividad en territorios de misión
El c. 790 § 1 dispone que «en los territorios de misión compete al Obispo diocesano: 1º.
promover, dirigir y coordinar las iniciativas y obras que se refieren a la actividad
misional; 2º. cuidar de que se hagan los oportunos convenios con los Moderadores de
los institutos que se dedican a la tarea misional, y de que las relaciones con ellos
redunden en beneficio de la misión».
A. Presupuestos
Aunque toda pena canónica es medicinal, este aspecto está especialmente subrayado en
las censuras (cc. 1331-1333). Son, por orden ascendente de gravedad, la suspensión
(solo para clérigos), el entredicho y la excomunión.
Por su propia naturaleza, solo pueden imponerse a los contumaces (delincuentes que
persisten en su actitud despreciando otros medios puestos para obtener su enmienda) o a
quienes han cometido delitos especialmente graves que están castigados con una pena
latae sententiae, y no pueden ser perpetuas, sino que el reo debe ser absuelto cuando
abandona la contumacia.
b) Penas expiatorias
d) Otras sanciones
Además de las contenidas en el Libro VI, el CIC prevé en diversos lugares otras
actuaciones sancionadoras de diversa naturaleza; y distintas normas extracodiciales
establecen sanciones disciplinarias o de otro tipo (cc. 193; 253 § 3; 318 § 2 ).
2. Otras clasificaciones de interés
La ley o el precepto que establece una pena puede disponer que se incurra en ella de
manera automática, por la sola comisión del delito con los requisitos establecidos (penas
latae sententiae; de lo contrario, la norma general es que las penas han de imponerse
formalmente después del correspondiente proceso (penas ferendae sententiae).
Las sanciones pueden ser determinadas (si se indica con exactitud cuál es la sanción
correspondiente a un concreto acto ilícito) o indeterminadas (cuando se deja en manos
del juez o del superior determinar la pena en el momento de imponerla). ·
Se habla de pena preceptiva en los casos en que, de resultar punible una conducta, debe
sancionarse obligatoriamente con la pena establecida. Cuando se permite que, en
algunos supuestos y con ciertas condiciones, la autoridad competente se abstenga de
imponer la sanción, se dice que la pena es facultativa.
d) Momento extintivo: Algunas penas y otras sanciones cesan una vez cumplido el
tiempo para el que se impusieron o realizadas las obras mandadas. En los demás casos,
para que el reo deje de estar sujeto a la pena es necesaria una intervención expresa de la
autoridad.
a) El precepto penal
b) Requisitos y límites
El c. 1321 § 1 establece como principio general que nadie puede ser castigado con una
pena si no consta que ha cometido la infracción externa de una ley o precepto (elemento
objetivo); y que esa infracción externa le es gravemente imputable, por dolo (intención
deliberada de violar la ley o el precepto) o por culpa (omisión de la debida diligencia)
(elemento subjetivo).
En el momento impositivo de la pena se trata de establecer si se ha dado efectivamente
el elemento objetivo y en qué medida resulta imputable, para tomar la decisión que
corresponda sobre la posible sanción de esa conducta.
a) La investigación previa
Los cc. 1717-1719 regulan una serie de aspectos de la investigación previa que permiten
identificarla como una actividad propiamente administrativa, que corresponde al
Ordinario competente. Esas normas se refieren a lo que debe hacer el Ordinario cuando
tiene noticia, al menos verosímil (c. 1717 § 1 ), de un posible delito, por cualquier
medio atendible: la vox populi, una denuncia formal o una reclamación, una
advertencia, su propia percepción de ciertos indicios, etc. En ese caso el Ordinario debe:
1º. Decidir si se lleva a cabo una investigación sobre esos posibles hechos o si es
absolutamente superflua (c. 1717 § 1), bien por tratarse de un delito público y notorio,
bien por tratarse de una denuncia evidentemente falsa.
2º. Si decide comenzar la investigación, debe hacerlo por decreto formal (c. 1717).
Decreto singular en el que se debe nombrar también al investigador que se encargará de
esas diligencias, si no las lleva a cabo personalmente el Ordinario (c. 1717 § 1).
3.º) Dirigir la investigación, que ha de llevarse a cabo con cautela y discreción (c. 1717
§ 1), y teniendo cuidado de evitar que se ponga en peligro la buena fama de alguien (c.
1717 § 2), sobre todo del investigado.
4º. Cuando el Ordinario estime que ya hay elementos suficientes para decidir, debe
emitir un nuevo decreto con el que se pone fin a la investigación (c. 1718). En ese
decreto se decide: a) si se pone en marcha o no el proceso para imponer una pena y b) si
conviene hacerlo así, atendiendo al c. 1341.
5º. En caso de decidir que se debe proceder, el Ordinario determinará también en ese
decreto si se procede por vía judicial o, en casos en que la ley no lo prohíba, por vía
administrativa.
6º. Si decide que no se ha de proceder, porque de la investigación resulta la inocencia
del investigado, o porque no se han obtenido pruebas suficientes para iniciar un proceso,
el decreto debe concluir ordenando que se archiven las actas de la investigación.
La declaración se refiere solamente a las penas latae sententiae. En este tipo de penas, se
incurre por la sola comisión del delito con las condiciones requeridas, aunque su
situación no sea conocida públicamente. Sin embargo, en ocasiones, el bien público
requiere que la autoridad declare formalmente que el sujeto está incurso en la pena de
que se trate. Esta declaración tiene también una eficacia jurídica específica en cuanto a
los efectos de la pena (cc. 1331, 1332, 1335, 1338 § 3, 1352 § 2) y en cuanto a su
remisión (cc. 1355-1357).
La declaración de la pena se realiza, según el c. 1341, después de un proceso judicial o
de un procedimiento administrativo promovido especialmente para ese fin, en el que se
siguen sustancialmente los mismos pasos que acabamos de enumerar.
Entre otras garantías jurídicas, vale la pena mencionar aquí la norma del c. 36 § 1, que
dispone la interpretación estricta de los actos administrativos que se refieren a la
conminación o a la imposición de penas.
A esos actos se les aplica también el régimen general de impugnación de los actos
administrativos mediante el recurso jerárquico y, posteriormente, mediante el recurso
contencioso-administrativo ante el tribunal supremo de la Signatura Apostólica.
El c. 1353 añade una garantía adicional al recurso contra el decreto por el que se impone
o se declara una pena: a diferencia de lo que establece la norma general (c. 1736), la
interposición de este recurso suspende automáticamente la ejecución de la pena de que
se trate.
LECCIÓN V: EL ACTO ADMINISTRATIVO SINGULAR
I. INTRODUCCIÓN
2. Dictado por una autoridad ejecutiva: El autor del acto administrativo ha de estar
dotado de potestad ejecutiva. No se trata de cualquier autoridad eclesiástica sin más,
sino de una autoridad con potestad ejecutiva.
3. Acto unilateral: Porque el acto adquiere su eficacia jurídica sin necesidad de otra
voluntad que la de la autoridad competente. Se excluyen los actos bilaterales y
plurilaterales (contratos).
4. Acto singular: Porque su eficacia es concreta afecta una situación precisa y a una(s)
persona(s) determinada(s). No todo acto jurídico de la potestad ejecutiva es un acto
administrativo singular, es decir, existen también normas generales ejecutivas
(generales y abstractas, cfr. cc. 31-34: decretos generales ejecutorios, inferiores a las
leyes). Por esta razón, se denomina acto administrativo a los actos singulares; y norma
administrativa a las disposiciones generales procedentes de la autoridad ejecutiva.
1. Sujeto del acto administrativo: Es el autor del acto administrativo. Debe tener estas
características:
a) Legítimamente constituido en autoridad: El sujeto debe haber recibido
legítimamente esa potestad de los modos previstos por el derecho: ya sea por oficio
(potestad ordinaria), o ya sea por delegación (potestad delegada).
b) Dotado de potestad ejecutiva: El sujeto del acto administrativo no sólo debe tener
autoridad ejecutiva, sino que actúe ejerciendo la potestad ejecutiva.
c) Con competencia en el caso del que se trate: la autoridad debe poder ejercer la
potestad ejecutiva en el caso del que se trate. La competencia se determina conjugando
simultáneamente estos criterios: Competencia material: según la materia. Competencia
territorial: según el lugar/territorio. Competencia personal: según la categoría de
personas. Competencia funcional: según la intervención de funciones de la autoridad.
2. Contenido del acto administrativo
El contenido (u objeto) es lo que se dispone (incluyendo las cláusulas) a través del acto
administrativo. El contenido del acto debe ser: a) Posible, material y jurídicamente; de
lo contrario sería nulo. b) Lícito, moral y jurídicamente; de lo contrario, sería ilegítimo
(por ser inmoral, ilegal o antijurídico). c) Determinado, de lo contrario, el acto sería
ineficaz. El contenido del acto puede ser:
a) Contenido esencial: Son los elementos necesarios sin los cuales no existiría lo que se
dispone. Por ejemplo: un precepto que indique qué manda, a quién manda, y en qué
fechas manda.
a) Exigencia de forma escrita: Es el requisito formal de todos los actos que afectan al
fuero externo (c. 37: “El acto administrativo que afecta al fuero externo debe
consignarse por escrito…”). La forma escrita pretende garantizar la certeza y seguridad
de las situaciones jurídicas, fija con precisión el contenido de los actos, y es una prueba
documental.
b) Excepciones: Están excluidos de esta exigencia los actos que producen efectos en el
fuero interno. (Fuero interno/externo no es el fuero de la conciencia, sino el ámbito de
ejercicio de la potestad de gobierno que actúa con cierto grado de publicidad jurídica, ya
sea mínima u ordinaria).
c) Consecuencias de la ausencia de la forma escrita: Por regla general, el acto puede
ser anulable1 (impugnable y denunciado por el interesado) y rescindido2 (anulado) por
la autoridad ejecutiva competente. Pero para que un acto sea inválido/nulo3, la norma
debe decirlo expresamente (c. 10).
A. Concepto
1
Anulabilidad: Situación del acto jurídico afectado por algún vicio que no lleva aparejada su
nulidad radical, pero que si es denunciado por alguno de los interesados dentro del plazo previsto por el
derecho, puede dar pie a que el juez o la autoridad ejecutiva competente lo anule. Ese acto de la autoridad
se llama en derecho canónico rescisión.
2
Rescisión: En derecho canónico es el acto por el que la autoridad competente deja sin efecto
(anula) un acto administrativo afectado por un vicio que no implica su nulidad radical, a instancia de un
interesado.
3
Nulidad: Sanción que el derecho impone al acto jurídico que carece radicalmente de aptitud
para desplegar su eficacia, por falta de un elemento esencial o por estar afectado de un vicio sancionado
explícitamente con nulidad por disposición de la ley.
de los actos.
1. Iniciación
c) Forma y elementos esenciales: La forma adecuada del acto de iniciación puede estar
determinada por normas concretas. Si no consta este tipo de determinaciones legales, el
principio de formalidad adecuada compagina la libertad de forma con la escritura o
documentalidad de los actos del procedimiento (c. 37). En estos primeros pasos se
podría prescindir de la forma escrita, ya que la norma solo la exige para el acto final, en
la última fase del procedimiento. Sin embargo, si en esta primera fase está indicada la
formalización es porque se tiene en cuenta la actividad de instrucción de la fase
sucesiva: a través de la escritura de las distintas intervenciones, podrán ser tomados en
consideración los intereses que se hayan manifestado.
Gran parte de los procedimientos incluyen la forma escrita ya en los actos de iniciación,
aunque no se requieran otras formalidades mientras esos actos contengan los elementos
esenciales. Esos elementos serían, al menos: a) indicación tanto de la autoridad a quien
se dirige la instancia como del sujeto que insta la iniciación del procedimiento; b)
indicación, en su caso, del autor de la actividad de instrucción; c) especificación de la
decisión que se solicita o se propone; d) una breve descripción de los presupuestos y
motivos que hacen justa y oportuna la decisión; y e) la firma de la propuesta o instancia,
así como su localización geográfica y temporal.
2. Sustanciación
Conocida también como Instrucción, sirve para determinar, comprobar y analizar los
datos necesarios para el estudio del asunto y para la ponderación de los bienes
implicados en la decisión final.
3. Conclusión
La conclusión es la fase final donde la autoridad competente debe adoptar una decisión
una vez que ha llevado a cabo la actividad de verificación acerca de los presupuestos.
En esta fase, se determina la voluntad del órgano administrativo, que resultará positiva o
negativa con respecto al acto de iniciativa.
d) Redacción del texto: A la hora de redactar el texto final, se ha de tener en cuenta que
entre la motivación (razones de la decisión) y la misma decisión debe haber una
coherencia lógica. Muchas veces resultará oportuno que lea el borrador del acto un
colaborador, o incluso que sea examinado por el mismo afectado antes de que lo firme
la autoridad. El texto de la decisión debe ser claro. La claridad de un texto se puede
valorar adecuadamente si se tiene en cuenta la relación entre el texto y los destinatarios.
4. Actuaciones complementarias
En algunos casos, son necesarias ciertas actuaciones complementarias para que el acto
llegue a producir los efectos previstos (por ejemplo, actos de control sucesivo o de
sanación o de convalidación).
La notificación del acto y su eventual impugnación no son fases del procedimiento de
formación del acto administrativo. Se trata de procedimientos posteriores a la emisión
del acto perfecto.
La notificación del acto normalmente es obligatoria y resulta necesaria, no solo para la
eficacia del acto, sino también para dar a los interesados la oportunidad de presentar
posibles respuestas e impugnaciones.
En algunas ocasiones, además de su notificación a los interesados, resulta muy
conveniente la publicación del acto administrativo.
LECCIÓN VI: EFICACIA DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS
Hemos definido la eficacia del acto administrativo como la aptitud actual para producir
sus efectos propios. El acto eficaz es el que ya cumple todos los requisitos necesarios
para desplegar su fuerza de crear, modificar o extinguir situaciones jurídicas de los
administrados, por lo que puede exigirse su cumplimiento y los destinatarios quedan
vinculados.
La validez y la eficacia están relacionadas, pero deben distinguirse: para que un acto sea
eficaz, es condición necesaria, aunque no siempre suficiente, su validez; pero puesto
que los actos aparentemente válidos están protegidos por la presunción de legitimidad,
basta la apariencia de validez como fundamento de la eficacia, que se mantendrá si el
acto no es impugnado. Al denunciar la invalidez de un acto lo que se pretende es
conseguir su ineficacia, mediante la declaración de nulidad o la rescisión.
A. Duración de la eficacia
La regla general es que los rescriptos dados en forma simple surten efectos desde el
momento en que se emite el documento en que se contienen (c. 62); y los decretos
singulares desde su notificación al destinatario (c. 54) .
Puede suceder que, tanto el rescripto como el decreto singular se den en forma
comisoria: el comienzo de su eficacia se suspende hasta el momento de la aplicación del
acto, que lleva a cabo el propio autor o una persona distinta (ejecutor), a quien se
encomienda (committitur) esa misión .
a) Concepto y necesidad
La ejecución es la actividad del autor del acto administrativo, o de otra autoridad, que
tiene por fin poner el acto en práctica, haciendo que produzca los efectos que le son
propios.
b) La ejecución como actividad pública y accesoria
c) El ejecutor
El ejecutor debe atenerse en todo caso al mandato recibido, que es la regla fundamental
de la ejecución. Para actuar válidamente, al menos ha de respetar las condiciones
esenciales señaladas en el mandato y la forma sustancial de proceder, según el caso (c.
42).
Posee el derecho-deber de denegar la ejecución: a) si le consta que el acto es
manifiestamente nulo o que no podrá ser sostenido en el futuro; b) si advierte que no se
han cumplido las condiciones, si fueron puestas; c) si considera que la ejecución es
inoportuna. En estas situaciones debe suspender la ejecución e informar al autor del acto
(c. 41).
En algunos casos, dispone de un poder más amplio que el de la mera ejecución (c. 70),
si el autor del acto principal le confía la ejecución y también la decisión de si se ha de
emitir o no el acto administrativo principal.
3. Cesación de la eficacia
La índole propia y peculiar de las situaciones, relaciones y bienes jurídicos que son
objeto de regulación por el ordenamiento canónico hace que, en ocasiones, no se
requiera que sus efectos posean una especial relevancia externa y pública, o incluso sea
conveniente que no la posean. El c. 37, acogiendo la previsión general contenida en el c.
130 para el ejercicio de la potestad de gobierno, admite implícitamente la posibilidad de
que, entre los actos administrativos singulares, haya algunos que solo posean eficacia en
el fuero interno.
Respecto a las personas, situaciones y asuntos a los que afecta el acto administrativo, el
c. 36 § 2 dispone que «no debe extenderse a otros casos fuera de los expresados». Esta
norma, común a todos los actos, se reitera explícitamente en el c. 52, para los decretos
singulares. Es característica esencial de los actos administrativos la limitación de su
eficacia al caso del que tratan.
El c. 36 se refiere también a la situación que se produce cuando, tras la lectura del tenor
literal de un acto administrativo, se suscitan dudas acerca de su exacto sentido o de su
alcance. Para esos casos establece, según sea el contenido de los actos, dos criterios
contrapuestos, que responden a la antigua regla «favorabilia amplianda, odiosa
restringenda».
En ocasiones pueden darse supuestos en los que actos distintos e incompatibles entre
sí afectan a la misma situación.
En esos casos, es norma general para los actos administrativos (cc. 53 y 67 § 1) que el
más peculiar prevalece sobre el más general, en aquello que se establece peculiarmente.
En cambio, si los actos en conflicto son igualmente peculiares o generales, se aplica el
criterio cronológico, de manera distinta según se trate de decretos singulares o de
rescriptos: en el primer caso prevalece el de fecha posterior, y en el segundo el de fecha
anterior.
La validez del acto administrativo es una cualidad jurídica que depende de que posea
sus elementos constitutivos esenciales y de su conformidad con las normas jurídicas
(comunes y específicas) que lo regulan . La disconformidad del acto con una norma
constituye un vicio o irregularidad, denominado ilegalidad, ilegitimidad o también
ilicitud, que, cuando reviste la suficiente importancia, causa el efecto conocido como
invalidez.
La invalidez es sancionada por el derecho de distintos modos (se suele hablar de
nulidad, anulabilidad, rescindibilidad) que, dependiendo del tipo de anomalía que la
produce y de su importancia, eliminan, limitan o hacen precaria la eficacia jurídica del
acto.
El derecho vigente prevé solo dos tipos de sanciones para los actos cuya irregularidad es
tal que determina su invalidez: la nulidad y la rescindibilidad.
El c. 124 § 1 dispone que, «para que un acto jurídico sea válido, se requiere que haya
sido realizado por una persona capaz, y que en él concurran los elementos que
constituyen esencialmente ese acto, así como las formalidades y requisitos impuestos
por el derecho para la validez del acto».
Interpretado en relación con el c. 10, pueden extraerse los tres tipos genéricos de
nulidad ipso iure previstos por el derecho canónico. Un acto administrativo será nulo de
pleno derecho: a) Cuando haya sido realizado por persona incapaz. b) Cuando carezca
de alguno de sus elementos constitutivos esenciales. c) Cuando incumpla alguna de las
formalidades o requisitos que el derecho exige «ad validitatem».
3. La rescindibilidad
Los cc. 125 y 126, tratando de la influencia del miedo, la ignorancia y el error respecto
a los actos jurídicos en general, establecen la distinción entre unos supuestos en que el
acto es irritum, o pro infecto habetur (nulo) y otros en que valet (produce efectos), pero
es rescindible.
Una vez agotada la vía administrativa, se abre el paso a la interposición del recurso
contencioso-administrativo ante el tribunal competente. La motivación admisible acoge
sin excepción a todos los actos irregulares, ya que cabe interponerlo «siempre que se
pretenda que el acto impugnado haya violado alguna ley en el procedimiento o en la
decisión» (Const. Ap. Pastor Bonus, art . 123 § 1).
El contencioso-administrativo «generaliza la sanción de invalidez para todo acto ilegal o
ilegítimo» (LABANDEIRA). Todo acto irregular puede ser llevado al tribunal
administrativo que, al apreciar una violación de ley que no lleve expresamente
aparejada la nulidad, puede, no solo rescindirlo, sino también condenar al resarcimiento
de los daños ilegítimamente causados (Const. Ap. Pastor Bonus, art. 123 § 2).
El c. 128 establece: «Todo aquel que causa a otro un daño ilegítimamente por un acto
jurídico o por otro acto realizado con dolo o culpa, está obligado a reparar el daño
causado»; el c. 57 § 3 declara que la norma del c. 128 es aplicable también a la
actividad de la Administración eclesiástica.
Todo acto ilegítimo hace injusto el daño que cause; y todo acto que cause un daño
injusto es, por ello, también ilegítimo, aunque cumpla, los requisitos formales de
legitimidad. El concepto de ilegitimidad del daño ha de entenderse en sentido amplio: es
ilegítimo, injusto, porque priva al afectado de algo que le es debido en justicia. La
ilegitimidad no solo se da cuando se viola una ley positiva, sino también siempre que se
viole un derecho ajeno.
I. EL DECRETO SINGULAR
2. Sujeto: El sujeto del decreto singular es «la autoridad ejecutiva competente» (c. 48).
4. Causa
5. Forma: son dos las exigencias relativas a la forma de los decretos singulares: la
forma escrita y la motivación (c. 51).
6. Procedimiento
a) Duración de la eficacia
C. El precepto singular
2. Características
b) Preceptos que urgen una obligación legal preexistente y preceptos que imponen
obligaciones «praeter legem»: El inciso final del c. 49 establece que la función
principal de la imposición de un precepto singular es «sobre todo, urgir la observancia
de la ley». La autoridad ejecutiva, en ámbito de su competencia, puede también imponer
obligaciones particulares que no estén previamente establecidas por la ley: no significa
que el precepto posea naturaleza legislativa, o que vulnere el principio de legalidad.
4. El precepto oral
II. EL RESCRIPTO
1. Concepto
3. Caracteres específicos
b) Se otorga en forma de respuesta: De ahí que la concesión del rescripto suponga por
regla general su impetración: requiere de una petición o «preces».
l. Sujeto
2. Contenido
En sentido estricto, el rescripto es la respuesta escrita con la que se concede una gracia
(c. 59 § 1). En sentido más amplio, sería la mera respuesta escrita que supone una
concesión (incluye también las licencias). Un tercer sentido, aún más amplio: rescripto
es la respuesta escrita de concesión o de denegación de la concesión solicitada.
3. Causa
Al conceder un rescripto, la autoridad aprecia unos motivos, aducidos por el orador, que
justifican la concesión, porque la hacen razonable. El concedente considera esos
motivos por medio del procedimiento administrativo y, después de las necesarias
verificaciones, los hace propios y los convierte en la causa del rescripto. La
terminología tradicional alude a la causa o a las causas motivas refiriéndose a aquellos
motivos alegados que de por sí son suficientes para obtener la concesión. Impide la
validez del rescripto el vicio de obrepción: exposición de falsedades en las causas
motivas de un rescripto. Tener en cuenta el c. 63.
4. Forma
a) Inicio de la eficacia:
b) Ejecución de rescriptos
1º. El ejecutor. Los rescriptos dados en forma comisoria se diferencian de los dados en
forma simple por las autoridades que deben intervenir para que el acto sea eficaz: en los
simples la eficacia depende solo de la autoridad concedente, en los comisorios está
prevista además la intervención de un ejecutor.
Tradicionalmente, se ha distinguido entre los meros ejecutores (realiza una mínima
actividad de instrucción) y los ejecutores mixtos (se le confiere potestad delegada para
conceder la gracia o no concederla.
d) Conflicto de rescriptos
f) Cesación de la eficacia
Los rescriptos no cesan al extinguirse la potestad de quien los emitió (c. 46), ni quedan
automáticamente revocados por una ley contraria posterior (c. 73). La autoridad
competente puede disponer su revocación, siempre respetando la justicia, o puede haber
establecido al concederlos la fecha o las circunstancias que determinarán la cesación de
su eficacia. En estos supuestos cabría la concesión de una prórroga que extendiese la
eficacia del rescripto. En el caso de un rescripto de la Santa Sede sometido a término, el
Obispo diocesano podría conceder prórroga por un tiempo determinado, no superior a
tres meses a partir del día en que expiró el rescripto (c. 72).
g) Impugnación de rescriptos
a) La licencia
Tanto la licencia como las figuras afines, tienen como fin la regulación por parte de la
autoridad del ejercicio de los derechos en atención al bien común (c. 223). Quien pide
una licencia no solicita que le sea concedido un derecho, sino la posibilidad de ejercerlo
efectivamente en armonía con el bien común. Puesto que la licencia también tiene
carácter concesivo, se asemeja en ese aspecto a las concesiones de gracias que son
contenido propio de los rescriptos.
Una licencia se diferencia de una concesión graciable en sentido estricto en el alcance
de la valoración discrecional que lleva a cabo la autoridad: libera de una limitación,
permitiendo el ejercicio lícito o válido (según los casos) de una facultad.
Los oráculos de viva voz mediante los que se conceden o deniegan gracias se rigen
también por las normas de los rescriptos, a no ser que conste otra cosa. Los oráculos de
viva voz en el fuero externo son una excepción.
El ordenamiento jurídico prevé ciertos actos de control y exige la prueba de la
concesión cuando el oráculo, además de producir efectos en el fuero interno, vaya a
tener también eficacia en el fuero externo: en esos casos el beneficiado por la concesión
«tiene obligación de probarla para el fuero externo cuantas veces se le exija esto
legítimamente» (c. 74).
LECCIÓN VIII: EL CONTENIDO DE LOS RESCRIPTOS: GRACIA,
PRIVILEGIO Y DISPENSA
A. Gracia y derecho
El uso de las concesiones de gracia plantea problemas: eventual lesión del principio de
igualdad o la posible arbitrariedad en su otorgamiento o denegación. La resolución de
tales dificultades requiere: entender correctamente que «a todos los fieles se les debe
trato igual; pero esta igualdad tiene en cuenta la proporción. No significa dar a todos lo
mismo, sino dar a todos lo que les corresponde. Aquí se encuentra una razón más de la
importancia que tiene la verdadera discrecionalidad en la función eclesiástica de
gobierno, que, asumiendo el principio de legalidad, aleja el riesgo de la arbitrariedad.
Como toda decisión de gobierno, la concesión de una gracia debe ir precedida de una
actividad de instrucción. El recto ejercicio de la discrecionalidad, junto al respeto de los
aspectos reglados, en el procedimiento de concesión permite que se puedan atribuir
gracias sin dejar de tutelar las exigencias de justicia.
Las gracias aparecen junto a otras situaciones jurídicas subjetivas, como los derechos o
las facultades (c. 1336 § 1 CIC y c. 1430 CCEO); se conceden (cc. 59 § 1 y 70 CIC; cc.
848 § 2, 1522 § 2 y 1527 CCEO), se usan y en ocasiones requieren ser probadas (c. 74
CIC). Se consideran gracias la dispensa (c. 59 § 1 CIC), el privilegio (cc. 59 § 1, 76 y
77 CIC), la convalidación (c. 1161 § 1 CIC), la disolución del matrimonio rato y no
consumado (c. 1704 § 1 CIC), e incluso el Código oriental considera que la licencia
participa de los rasgos propios de una gracia (c. 1510 § 2, 3º CCEO).
II. EL PRIVILEGIO
CIC 1917: Primera categoría: privilegios de los clérigos, cardenales, abades, canónigos,
religiosos, etc., contenidos en los propios cánones («privilegia clausa in corpore iuris»).
Junto a estos, se regulaba el régimen jurídico de aquellos otros concedidos por rescripto
(cc. 63-70). El primer tipo de privilegios, establecidos a través de una ley o una
costumbre, tenían rango de ley, aunque se consideraban leyes especiales. Los
privilegios del segundo tipo, concedidos mediante acto peculiar de la autoridad, también
eran considerados leyes especiales si la autoridad concedente era el Papa.
4
Cfr. Definición de San Isidoro en D. 3.3.
2. El privilegio no es acto administrativo, sino contenido de un acto administrativo
3. Caracteres específicos
El privilegio, como los demás contenidos posibles de los rescriptos, asume las
características comunes de ese tipo de acto administrativo, pero presenta rasgos
específicos en dos de los elementos: el autor y la causa.
1º. Extinción por acto revocatorio de la autoridad competente (c. 79). La autoridad
competente (el autor, su sucesor o superior) sólo puede revocar el privilegio porvun
motivo proporcionado y razonable, respetando los derechos adquiridos y las demás
exigencias de justicia. La revocación se realiza mediante un acto administrativo
contrario al privilegio en vigor (c. 47).
2º. Extinción por el transcurso del tiempo fijado. El privilegio puede extinguirse una
vez transcurrido el tiempo para el que fue dado o agotado el número de casos para el
que fue concedido (c. 83).
3º. Extinción por circunstancias relacionadas con el autor. Como regla general, no se
extingue el privilegio al cesar la potestad de quien lo ha concedido, a no ser que lo haya
dado con la cláusula «según nuestro beneplácito» u otra similar (c. 81).
4º. Extinción por renuncia. El privilegio puede extinguirse por la renuncia del
privilegiado, que requiere siempre aceptación por parte de la autoridad competente (c.
80 § 1).
2º. Extinción por cambio de circunstancias (c. 83 § 2). En este caso no se requiere un
acto de revocación, sino la simple declaración por parte de la autoridad de que se ha
producido la extinción por ese motivo.
III. LA DISPENSA
A. Noción de dispensa
1. La definición legal
3. Objeto de la dispensa
4. La nota de la excepcionalidad
Es una nota esencial de la dispensa que la relajación de la ley que se concede mediante
un acto singular se refiera a un caso particular, agota su eficacia en un caso
determinado. La particularidad que se menciona como elemento definitorio de la
dispensa es aquélla que se contrapone a la generalidad, o a la abstracción, propia de la
ley.
La particularidad del caso no viene dada por la cantidad de situaciones jurídicas o de
personas afectadas por la dispensa, sino por el carácter de determinación, de concreción,
de la dispensa, que permite que la ley siga existiendo, operando eficazmente en la
comunidad para la que ha sido dada.
La doctrina ha admitido que la dispensa pueda ser: a) «simplex» (referida a una sola
persona, física o moral, para unvsolo acto); b) «simplex cum tractu successivo» (para
una persona, pero no se agota en un solo acto); c) «multiplex» (dirigida a varias
personas respecto a un solo acto); y d) «multiplex cum tractu successivo» (para varios
sujetos, sin que se agote en un solo acto).
El c. 92 establece que la dispensa ha de interpretarse estrictamente a tenor del c. 36 §
1(el acto administrativo, cuando es contrario a una ley a favor de particulares, ha de
interpretarse estrictamente). El carácter de excepción a la ley, propio de la dispensa, es
el factor que postula una interpretación estricta en caso de duda y el que rechaza
cualquier interpretación extensiva.
B. El autor de la dispensa
1. La potestad de dispensar
a) El régimen actual: Además del el Papa (c. 331), los Obispos diocesanos pueden
dispensar de las leyes universales, promulgadas para su territorio o para sus súbditos (c.
87 § 1), salvo que se trate de leyes procesales o penales, o de leyes cuya dispensa haya
sido reservada especialmente a la Sede Apostólica o a otra autoridad. El texto del c. 87
§ 1 recoge sustancialmente el principio proclamado por CD 8/b y responde a lo
propuesto en los principios 5º y 6º para la reforma del Código.
C. El acto de concesión
1. Forma
El acto de concesión será, por tanto, un acto administrativo singular; y, a tenor del
canon 59, lo habitual será que se trate de un rescripto. que la dispensa se conceda de
viva voz, como se ha estudiado al tratar de los rescriptos, pero, en ese caso, tendrá la
dificultad de la prueba. Las concesiones de viva voz podrán ser más o menos frecuentes
en aquellos supuestos en los que la relevancia social de la dispensa sea muy escasa.
2. Causa
3. Cesación
Una dispensa sin causa justa y razonable es claramente ilícita (c. 90), añadiendo que, si
fue concedida por una autoridad distinta al legislador o a su superior, es además
inválida.
Tanto para declarar su nulidad como para rescindir el acto de concesión por ilicitud, se
requiere el correspondiente recurso que, en caso de prosperar, llegará al mismo
resultado práctico, independientemente de que la dispensa hubiese sido concedida por el
legislador o no. Es en este punto donde se puede observar la mayor ventaja de la
tipificación del acto de concesión de la dispensa como acto administrativo: aquel que se
sienta perjudicado puede recurrir el acto.
LECCIÓN IX: EL RECURSO JERÁRQUICO
Los actos administrativos poseen eficacia ejecutiva inmediata. Cuando el afectado por
un acto administrativo se considera perjudicado por la resolución de la autoridad, la
justicia exige que exista la posibilidad de revisarla. La revisión del acto administrativo
puede hacerse como respuesta a una simple petición, solicitud o súplica, de carácter
gracioso, basada en el derecho de petición del interesado (c. 212 § 2) y en la obligación
de la autoridad de ejercer un buen gobierno. Puede ser también consecuencia de una
impugnación: reclamación prevista y regulada por el derecho, por la que el acto es
jurídicamente atacado y se entabla una nueva relación jurídica de tipo contenciosa. Hay
entonces una autoridad que resuelve el conflicto imponiendo jurídicamente la solución a
las partes.
En aplicación del 7º principio directivo para la reforma del CIC 1917, se introdujo en el
Código la Sección I de la Parte V del Libro VII, que regula el «recurso contra los
decretos administrativos» (cc. 1732-1739). Este recurso es el único que cabe incluir en
la categoría genérica de «recursos administrativos» y su nombre propio es el de
«recurso jerárquico» (cc. 1734 § 3, 2º, 1736 § 1).
«Lo que se establece en los cánones de esta sección sobre los decretos, ha de aplicarse
también a todos los actos administrativos singulares que se producen en el fuero externo
extrajudicial, exceptuados aquéllos que procedan directamente del propio Romano
Pontífice o del Concilio Ecuménico» (c. 1732).
a) Los actos dados para el fuero interno: Las normas sobre el recurso se aplican a
todos los actos administrativos «que se producen en el fuero externo» (c. 1732). El
propósito no es establecer que esos actos no sean susceptibles de remedio jurídico
alguno, sino simplemente excluir que ese remedio sea el recurso jerárquico.
1. El recurrente
a) Capacidad: Tiene capacidad para recurrir toda persona humana, bautizada o no,
mayor de dieciocho años. También, por medio de sus representantes legítimos, las
personas jurídicas, públicas o privadas.
b) Legitimación activa: El c. 1737 § 1 expresa el requisito de la legitimación
estableciendo que puede interponer el recurso jerárquico «quien se considera
perjudicado» (c.1733) por el acto administrativo y, por tanto, está interesado en su
revocación o enmienda (c. 1734).
2. La parte resistente
Además del sujeto o los sujetos directamente afectados por el acto administrativo,
podrían existir otras personas interesadas en su modificación o revocación. es la figura
de los «coadyuvantes», no prevista explícitamente por el Código en este ámbito, pero
perfectamente posible.
4. El superior jerárquico
El recurso jerárquico debe ser motivado. A tenor del c. 1737 § 1, el interesado puede
recurrir «por cualquier motivo justo»: expresión muy amplia que solo excluye
absolutamente los recursos que se presenten sin motivo alguno, o por un motivo que no
pueda ser calificado de justo.
1. Intento de conciliación
e) Efectos: 1º. A veces, implica ipso iure la suspensión automática del acto (c. 1736 §
1). 2º. En los demás casos, constituye una solicitud implícita (c. 1734 § 1) de suspensión
de la ejecución del acto administrativo. 3º. Pone en marcha los intentos de conciliación
a los que se refiere el c. 1733. 4º. Marca el día inicial (c. 203 § 1) en el cómputo del
plazo de treinta días para que el autor del acto responda a la petición. Transcurrido ese
plazo, queda expedita para el interesado la vía del recurso jerárquico (c. 1735).
f) Plazo de respuesta y reacciones posibles del autor del acto: El c. 1735 prevé dos
posibilidades de reacción:
1º. Emisión y notificación de un nuevo decreto: éste puede tener diversos contenidos:
- rechazo de la petición , que supone la confirmación del acto anterior;
- revocación del acto administrativo, y restauración de la situación anterior a él;
- emisión de un nuevo acto administrativo que enmiende en algunos aspectos el
anterior. En este caso, la enmienda puede satisfacer al afectado por el primer acto
administrativo; pero también podría suceder que continuase considerándose perjudicado
por el nuevo acto y mantuviese su interés en recurrirlo.
g) Actos que pueden recurrirse sin petición previa: El c. 1734 § 3 enumera los casos.
1º. Cuando se interpone recurso ante el Obispo contra actos de autoridades subordinadas
a él.
2º. Cuando el decreto que se pretende impugnar se haya emitido en resolución de un
recurso (por tanto, ya hubo petición previa), salvo que quien lo haya resuelto sea el
Obispo: en este caso, habrá que pedir previamente al propio Obispo la revocación o
enmienda de su decreto.
3º. Cuando se recurre en virtud del silencio administrativo, en el supuesto general del c.
57 (tres meses), o en el supuesto específico de silencio ante la petición de revocación o
enmienda (treinta días: c. 1735).
4º. Cuando se responde a la petición previa con un nuevo acto que enmienda el anterior,
pero no llega a satisfacer al afectado.
1. Plazo
2. Aspectos formales
A pesar del orden en que se expresa el c. 1736, puede decirse que, por regla general, el
recurso jerárquico sólo produce efecto suspensivo, salvo en algunos casos expresamente
determinados por la ley. Las reglas sobre la suspensión de los actos administrativos son
las siguientes:
Tratar del recurso jerárquico ante un dicasterio de la Curia romana, que actúa con
potestad vicaria del Papa, significa referirse a la actividad de control sobre la legalidad y
sobre la oportunidad de los actos administrativos que se realiza en la última instancia de
la Administración pública eclesiástica. La decisión del dicasterio al resolver el recurso
agota la vía administrativa, puesto que, si alguna de las partes continúa considerándose
perjudicada tras la decisión del dicasterio, la vía de impugnación será la del recurso
jurisdiccional, ante el tribunal de la Signatura Apostólica.
La decisión del dicasterio que resuelve un recurso jerárquico es presupuesto necesario
para pasar a la vía jurisdiccional; a no ser que, en algún caso poco frecuente, el Papa o
un dicasterio trasladen una controversia administrativa directamente a la Signatura
Apostólica, según la previsión del art. 123 § 3 PB.
B. Las partes
El principio general es que puede recurrir cualquier persona física o jurídica que se
considere perjudicada por la decisión contenida en un acto administrativo. El art. 138
del RGCR aplica a los recursos jerárquicos que se interponen ante los dicasterios de la
Curia romana la disposición del c. 1738, sobre el derecho del recurrente al patrocinio de
un abogado o procurador. Aunque ninguna disposición normativa exija el patrocinio
forense en este tipo de recursos, debe subrayarse la conveniencia de la representación
por medio de abogado o procurador. Debe ser designado entre los abogados admitidos
en el elenco de abogados habilitados para ejercer en la Curia romana (PB, art. 183).
3. Otros interesados
No puede extrañar, por tanto, que alguna vez un tercero interesado se sume a la
impugnación del recurrente, con tal que su interés tenga las cualidades necesarias para
legitimarle.
C. El dicasterio competente
Recibe el recurso jerárquico el dicasterio competente por razón de la materia (PB, art.
19 § 1). Otras normas atribuyen competencias a las Congregaciones para las Iglesias
Orientales (PB, art. 60) y para la Evangelización de los Pueblos (PB, art. 89) siguiendo
un criterio territorial. En caso de que el objeto de la controversia sea competencia de
más de un dicasterio, el recurso se tratará conjuntamente por los dicasterios interesados
(PB, art. 21 § 1 ).
1. Actuaciones preliminares
b) Intento de conciliación: Una vez que el recurso haya sido admitido por el dicasterio,
y sobre todo si durante el primer examen del recurso se manifiesta la apariencia de una
lesión jurídica producida al recurrente por el acto administrativo impugnado, y dicho
perjuicio se va confirmando a medida que se completa la sustanciación, el dicasterio
suele escribir a la autoridad que emitió el acto recurrido, haciéndole partícipe de los
resultados parciales de la sustanciación, y sugiriéndole que revoque el decreto o que lo
modifique para salvar las situaciones jurídicas que eventualmente hayan sido
lesionadas, tal y como se han manifestado en el recurso.
El dicasterio debe notificar su decisión a las partes, con una notificación o enviando una
copia del decreto. Esta comunicación se lleva a cabo mediante una carta certificada con
acuse de recibo, que da al dicasterio la seguridad de que las partes han recibido la
notificación del decreto. En otras ocasiones, el dicasterio envía la comunicación a la
autoridad que emitió el acto impugnado para que, a su vez, la dé a conocer al recurrente.
La parte que considera necesario impugnar el decreto del dicasterio debe pedirle, en el
plazo de diez días desde la recepción de la notificación oficial, que revoque o modifique
su decisión (RGCR art. 119 § 1). Puede interponerse recurso contencioso-administrativo
contra la decisión del dicasterio ante la Signatura Apostólica dentro del plazo de treinta
días útiles a contar desde la recepción de la notificación oficial de la respuesta del
dicasterio a la petición (RGCR art. 119 § 2 y PB art. 123 § 1). Si el dicasterio hubiera
confirmado la decisión original, el recurso a la Signatura puede hacerse contra el acto
tal cual; y sólo la parte que recurrió al dicasterio en contra del acto de la autoridad
resistente puede recurrir a la Signatura Apostólica contra la decisión del dicasterio.
LECCIÓN X: EL RECURSO CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO
I. LA JURISDICCIÓN CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVA
1. El recurrente
a) Actos dados originariamente por los dicasterios: El acto del dicasterio agota la vía
administrativa, ya que no es posible interponer contra él recurso jerárquico. Estará
legitimado «quien se considera perjudicado» por el acto administrativo, sea persona
física o jurídica, pública o privada. Sin embargo, la motivación admisible en el recurso
contencioso-administrativo es mucho más restringida: es necesario que la legitimación
activa se ponga en conexión necesariamente con vicios de ilegitimidad del acto.
2. Parte resistente
El dicasterio adopta la posición de parte resistente, pero será también parte resistente el
autor del acto originario o quien originariamente fue recurrente.
El art. 79 de la LPSA manda que, una vez recibido el recurso, se notifique al dicasterio
autor del acto impugnado y a cuantos intervienen legítimamente ante ese dicasterio (§
1). Dispone además que se proceda del mismo modo, congrua congruis referendo,
respecto a otros posibles interesados en el recurso (§ 2), dándoles así la posibilidad de
intervenir en el proceso en la medida en que les afecte. Cabe también perfectamente
admitir en la parte activa la intervención de terceros como coadyuvantes del recurrente
principal, o actuando en litisconsorcio con él (cc. 1596-1597).
El art. 16 de la LPSA establece que las partes solo pueden actuar en juicio ante la
Signatura Apostólica representadas por patrono (procurador-abogado), de tal modo que
si el recurrente no tiene patrono admitido por la Signatura Apostólica, el Secretario le
instará a que lo designe en un tiempo determinado, y declarará la perención de la causa
si no lo designa sin aducir excusa legítima o haber obtenido el patrocinio gratuito.
Los art. 31 y 73 § 2,2° se refieren a la concesión del beneficio de patrocinio gratuito,
que puede ser total o parcial, a la parte que lo solicite.
El art. 80 dispone que, si la parte resistente (el dicasterio correspondiente) no ha
designado patrono, lo designará de oficio el Prefecto.
5. El tribunal competente
Por lo que se refiere a los motivos del recurso, PB art. 123 § 1 y LPSA art. 34 § 1 se
expresan en los siguientes términos: «siempre que se discuta si el acto impugnado violó
alguna ley en el procedimiento o en la decisión». Entonces, el único motivo posible del
recurso es la «violación de ley»; aunque se trata de un motivo que puede aparecer bajo
formas diversas. El motivo del recurso contencioso-administrativo se encuentra
expresado con una fórmula a la vez taxativa y genérica, puesto que incluye en sí misma
diversidad de supuestos y excluye solamente el recurso que no pueda basarse en
motivos de legitimidad.
Queda de manifiesto que la Signatura Apostólica no interviene del mismo modo que lo
haría el superior jerárquico en un recurso administrativo: no está gobernando de manera
inmediata, sino administrando justicia, y por tanto no puede acudir a criterios propios de
la actividad inmediata de gobierno.
¿Qué tipo de resoluciones puede esperar el recurrente del tribunal administrativo?:
recursos objetivos, o de mera legitimidad (el tribunal se ciñe a la anulación del acto en
el que aprecia ilegalidad); y los subjetivos o de plena jurisdicción (el tribunal reconoce
los derechos que están en juego y restablece las situaciones jurídicas subjetivas
afectadas).
La PB art. 123 § 2 estableció: «En estos casos, además del juicio acerca de la
ilegitimidad, [ el tribunal] puede entrar también a conocer, si el recurrente lo pidiere,
sobre la reparación de los daños causados con el acto ilegítimo». Idéntica disposición
contiene el art. 34 § 2 de la LPSA, de 2008. Así, el Tribunal no tiene que limitarse al
mero juicio sobre la ilegitimidad, sino que puede pronunciarse sobre la responsabilidad
de la Administración.
A. Introducción
Se limita a excluir del examen aquellos recursos que manifiestamente no puedan ser
tramitados. En cualquier caso no se impide el eventual recurso contra la decisión del
Secretario, que es resuelto por el Prefecto en el Congreso de la Signatura.
c) Recepción del recurso: Si considera que el recurso reúne las condiciones mínimas
para que pueda procederse al juicio de admisión ante el Congreso, el Secretario,
mediante decreto, dispone acerca de los extremos que aparecen en LPSA, art. 79 § 1.
Si, junto con el recurso, se hubiera solicitado la suspensión de la ejecución del acto
impugnado se lleva a cabo un examen preliminar del acto impugnado (LPSA arts. 95-
100). La solicitud de suspensión total o parcial de la ejecución del acto administrativo
impugnado, que debe ir acompañada de las razones que la sostienen, puede ser
presentada en cualquier etapa del proceso. En casos graves, esa cuestión puede ser
propuesta por el Promotor de Justicia. Si se plantea una cuestión relativa a la suspensión
del acto, debe examinarse tan pronto como sea posible.
2. Últimos pasos antes del examen por parte del Congreso de la Signatura
Apostólica
Solo si puede demostrarse que la decisión fue sustancialmente infundada, puede existir
la base para que se reconozca la alegada violación de la ley en la decisión impugnada.
Si, en cambio, la ley canónica requiere razones específicas para un tipo particular de
decisión (cc. 17 40 17 41 relativos a la remoción de un párroco), y puede demostrarse
que dichos requisitos no fueron observados, resulta más sencillo discernir si existe
fundamento o no para apreciar una violación de la ley.
El Prefecto preside la sesión del Colegio de jueces (LPSA, art. 5 § 2, 1º), siendo él
mismo uno de los jueces que componen el Colegio (salvo que deba abstenerse o haya
sido recusado: LPSA, arts. 23 § 2 y 24 § 2). Participan cuatro jueces más de entre los
miembros del Tribunal, a menos que el Prefecto, a la vista de las particularidades del
caso, no haya convocado el Pleno (LPSA, art. l § 3). En virtud de las disposiciones
combinadas de los arts. 6 § 2, 4 ° y 47 § 2 LPSA, el Secretario podrá estar presente en la
reunión para explicar los detalles del caso, pero deberá ausentarse en el momento de la
decisión de los jueces. (más detalles pp. 333-334).
G. Ejecución de la sentencia
Si no se establece otra cosa, el Dicasterio que dio o aprobó el acto impugnado debe
ejecutar la sentencia, por sí o por otro (LPSA art. 92 § 1).
El ejecutor (ya sea el dicasterio que emitió o aprobó el acto impugnado o, con carácter
excepcional, la misma Signatura Apostólica) ha de llevar a cabo la ejecución de la
sentencia conforme al significado propio de sus palabras considerado en el texto y en el
contexto (LPSA, art. 93 § 1) y atendiendo al art. 93 §§ 2-4 LPSA.