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La ciencia del Derecho Constitucional es la rama de la ciencia canónica cuyo objeto es el estudio
de la constitución de la Iglesia, es decir, la formación del Pueblo de Dios y su estructura y su
organización primarias y fundamentales.
2. LA CONSTITUCIÓN DE LA IGLESIA.
La constitución de la Iglesia abarca una serie de factores que trascienden sus elementos y aspectos
jurídicos; pero esas estructuras jurídicas constituyentes existen. ¿Qué se entiende por constitución de la
Iglesia?
b) La noción de constitución que hemos delineado nos indica ya a qué elementos dentro del orden
jurídico de la Iglesia se aplica.
Sólo son elementos constitucionales aquellos que pueden ser calificados de primarios y
fundamentales, sean de origen divino, sean de origen humano. Como tales pueden considerarse aquellos
factores jurídicos que: a) establecen, originan y determinan la misma formación de la Iglesia, sus elementos
constitutivos y su forma histórica concreta; b) establecen la modalidad y competencia de sus órganos
CAPÍTULO I: DERECHO CONSTITUCIONAL Y CONSTITUCIÓN DE LA IGLESIA DERCEHO CONSITUCIONAL - RESUMEN | 2/4
fundamentales con sus relaciones recíprocas; y c) regulan la situación fundamental de los fieles y sus
relaciones con la jerarquía.
La constitución de la Iglesia no abarca sólo las normas y principios constitucionales dados por Cristo.
El Derecho positivo vigente no lo forman sólo los principios o las normas más radicales y últimas, sino
también aquellas otras que representan su conformación histórica. Es más, no puede separarse el principio
o la norma radical de su conformación histórica. En el orden constitucional el Derecho humano concreta,
determina y da una configuración histórica a los principios y normas radicales de Derecho divino. La
constitución de la Iglesia, en su sentido total, abarca normas y estructuras de origen divino y de origen
humano.
Análogamente, la ciencia del Derecho Constitucional tiene por objeto la constitución de la Iglesia
considerada como orden jurídico constitucional históricamente vigente. En consecuencia, abarca tanto los
factores divinos como los factores humanos constitucionales.
La fuente primaria de la constitución del Pueblo de Dios está en la acción y en la voluntad fundacional
de Cristo. Sin embargo, el irreformable y perenne núcleo divino de la constitución de la Iglesia puede ser
completado y determinado en varios aspectos, así como puede recibir y ha recibido una forma histórica
concreta a lo largo de las distintas épocas, en virtud de la acción del propio Pueblo de Dios: en virtud del
Derecho humano.
a) La voluntad fundacional de Cristo: El Pueblo de Dios tiene su origen en la libre voluntad de Dios
y en la acción salvífica de la Trinidad (LG 2-4). Este núcleo primario, en cuanto contiene un Derecho
positivado, es el punto central para el estudio del Derecho constitucional de la Iglesia, del que el canonista
debe necesariamente partir.
b) La acción constitucional del Pueblo de Dios: En un doble sentido: 1º. concretando y determinando
ciertos aspectos del Derecho constitucional divino que así lo requieren; 2º. adoptando una forma histórica
concreta de realización del contenido sustancial y permanente del Derecho divino. Esta acción
constitucional del Pueblo de Dios se ha desarrollado y se desarrolla a través de: la acción de los Apóstoles,
los hechos históricos, la legislación, la costumbre, los usos y —con otra fuerza— la jurisprudencia y las
ciencias canónica y teológica.
Los recursos de la técnica jurídica constitucional no son radicalmente diferentes de aquellos que
utiliza la técnica jurídica general. La diferencia estriba en la peculiaridad que adoptan en el Derecho
constitucional, como consecuencia de la característica más propia de este sector del orden jurídico: su
carácter primario y fundamental.
- Una fijación, por ley, de los aspectos principales o más importantes de la cosntitución en un
momento histórico determinado.
- La constitución se formaliza dando a las leyes constitucionales el carácter de superley: ley dotada
de un valor superior a las demás leyes (leyes ordinarias), traduciendo así en una técnica jurídica impecable
el carácter primario y fundamental de la constitución.
- Las leyes constitucionales se distinguen por su más arduo y solemne proceso formativo o de
revisión. Con ello se consigue su mayor estabilidad y protegerlas más fuertemente contra las posibles
veleidades del legislador ordinario.
De esta formalización deriva la conocida distinción entre constituciones materiales (la constitución
de la Iglesia) y constituciones formales o leyes constitucionales.
c) Control de la congruencia constitucional. El tercer recurso técnico, en íntima conexión con los dos
anteriores, es el control de la congruencia. Se trata de un control judicial, pues la función del control de la
congruencia es típicamente judicial al tratarse de un juicio de congruencia.
Los tres recursos técnicos señalados son interdependientes, de manera que sólo a través de su conjunta
utilización se logra una ordenación constitucional completa y congruente con su sentido de Derecho
primario y fundamental.
a) El Pueblo de Dios tiene actualmente una constitución material, es decir, un Derecho constitucional
vigente no formalizado por ley. ¿Es aplicable la técnica legal al ordenamiento canónico? Siendo una técnica
aplicable a diversos contenidos y dada su finalidad de evitar posibles situaciones de injusticia o de
incongruencia dentro del orden jurídico, no adoptarla representa un estadio de imperfección técnica, que
poco tiene que ver con las características peculiares del Derecho canonico y sí bastante con sus defectos.
La formalización del Derecho constitucional de la Iglesia contribuirá sin duda a la perfección técnica
del ordenamiento canónico al servir a su plena coherencia, a la mejor defensa de los derechos de los fieles
y a la mejor consecución de los fines de la jerarquía al contribuir a la racionalización de la función
jerárquica.
b) Cuestión distinta de la anterior es si, supuesto que no existe una ley fundamental de la Iglesia, que
recoja su constitución, la técnica jurídica constitucional puede aplicarse al ordenamiento canónico por vía
de jurisprudencia y doctrina. La respuesta es afirmativa. El principio de prevalencia, así como el principio
de congruencia, son postulados de racionalidad y de justicia, que deben ser asumidos por la jurisprudencia
y la doctrina canónicas.