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PBL 3 - Conflicto armado interno en Colombia

Durante los últimos 50 años el territorio colombiano ha sido el campo de batalla donde se
ha librado una guerra, que ha contrapuesto a grupos guerrilleros y al Estado colombiano. No
obstante, en primer lugar, este largometraje de medio siglo cuenta con más actores, como lo son,
los grupos paramilitares, el narcotráfico, el contexto internacional de la Guerra Fría, la población
civil y la tierra; y, en segundo lugar, cuenta con una precuela titulada La Violencia, en la cual se
sientan las bases para lo que sería la guerra más antigua del hemisferio occidental. Ahora bien,
este ensayo tiene como objetivo analizar los orígenes y el desarrollo de dicha guerra, para,
primero, determinar si existe o no un conflicto armado interno en el territorio colombiano y,
segundo, establecer cuál es la posición del Estado social de derecho para afrontar tal
determinación.

Problema jurídico:
Teniendo en cuenta los orígenes y el desarrollo de la guerra entre el Estado colombiano
y la guerrilla de las FARC-EP ¿se debería reconocer que en el territorio colombiano hay un
conflicto armado interno o, por el contrario, solo se está frente a una amenaza terrorista a la
democracia? dependiendo de la denominación que se le dé ¿cuáles deben ser las disposiciones
del Estado social de derecho para afrontar este problema?

Para empezar, la violencia en Colombia, tiene sus orígenes en el siglo XIX e inicios del
XX, cuando tomaba lugar el enfrentamiento entre los partidarios liberal y conservador, este
periodo de confrontación bipartidista se conoce como la génesis de La Violencia. Como
consecuencia de dicha dinámica, muchos campesinos de tendencia liberal fueron desplazados
hacia las zonas rurales del centro del país, en donde conformaría en 1966 las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia, guerrilla comunista de inspiración marxista-leninista, influenciada
por la tensión ideológica de la Guerra Fría. Posteriormente, en los inicios de los 80, las FARC
decidirían como objetivo explícito tomar el poder político y, por ende, pasarían a llamarse FARC-
EP, auto catalogándose como el ejército del pueblo. Así pues, causarían que, a finales de esa
década, surgieran los grupos paramilitares, los cuales buscaban ayudar a brindar seguridad en
los territorios donde “gobernaba” las FARC, sin embargo, con ellos se terminaría recrudeciendo
la violencia al intensificar los combates entre las FARC, el ejército y los paramilitares, situando a
la población civil en medio del fuego cruzado. Además, también a finales de los 80, el negocio
del narcotráfico comenzaría a tener mayor influencia en la violencia colombiana, ya que,
permitiría financiar las actividades armamentistas tanto de la guerrilla como de los grupos
paramilitares.
Por otro lado, el conflicto armado, en sentido general es un enfrentamiento violento entre
dos grupos humanos de tamaño masivo y que generalmente, tendrá como resultado muertes y
destrucción material (UNHCR ACNUR, 2018). Así pues, en el protocolo auxiliar II de 1977 se
establece que un enfrentamiento es considerado como conflicto armado interno si (i) existen
confrontaciones entre el Estado y fuerzas armadas disidentes, las cuales (ii) tienen mando
responsable para (iii) ejercer control territorial suficiente para ejecutar operaciones militares y (iv)
poder aplicar el DIH. Ahora bien, como lo analiza Rodrigo Uprimny, estos elementos se cumplen
en Colombia, ya que, las FARC tienen una estructura jerarquizada suficiente para hablar de un
mando responsable. Han tenido igualmente el control territorial señalado por el DIH, pues éste
no exige que el Ejército no pueda entrar en la zona de influencia guerrillera, sino que ésta tenga
una presencia territorial suficiente para realizar operaciones militares organizadas. Y las FARC
siguen realizando operaciones militares continuas y durante años han tenido secuestrados a
numerosos militares y civiles (Uprimny, R. 2011). Así pues, se evidencia que si hay un conflicto
armado interno en el territorio colombiano.
Ahora bien, un factor fundamental el cual contribuye a que Colombia haya sido socava
por el conflicto armado es el hecho de que los conceptos de poder y violencia se hayan
confundido durante décadas. Esta confusión tan prolongada ha generado que la línea que
diferencie un concepto de otro sea tenue, tanto para la sociedad civil como para el Estado. Ahora
bien, cabe preguntarse ¿Cómo poder y violencia se han confundido durante tanto tiempo? Desde
el principio del conflicto armado, con la violencia bipartidista, que le sigue el frente nacional, la
conformación de guerrillas, el origen de las autodefensas y el actual proceso de paz, no ha sido
posible llegar a acuerdos entre las distintas ideologías políticas que se contraponen entre sí
(poder). Por el contrario, Colombia ha estado supeditada a un desenvolvimiento en el cual, en
pro del “desarrollo” se imponen fines mediante la violencia y se ejecutan por medio de
instrumentos bélicos. De esta manera, el Estado y los distintos actores del conflicto armado no
han logrado establecer acuerdos de manera legítima, sino que, han recurrido a distintos
instrumentos de violencia para lograr la obediencia y un fin en específico, ya sea establecido por
el Estado, por grupos subversivos al margen de la ley o por otros actores del conflicto.
Un ejemplo de lo anteriormente dicho es la política de seguridad implementada por el
gobierno del presidente Álvaro Uribe Vélez (seguridad democrática), en donde las ideologías y
luchas políticas de los grupos armados no eran reconocidas, sino que, por el contrario, estos
grupos eran simplemente denominados terroristas enemigos del Estado. De esta forma,
durante ese gobierno, el opositor ideológico debía ser destruido y no existía forma en la cual se
podía llegar a consensos en pro de la nación colombiana. Por ende, fue mediante las armas que
el Estado buscó suprimir a sus opositores y lograr su obediencia mediante instrumentos de
guerra. No obstante, sería ingenuo pensar que las guerrillas, los grupos paramilitares y otros
grupos subversivos se abstuvieron de recurrir a la violencia para lograr sus fines, es más, desde
los inicios del conflicto armado hasta la actualidad estos grupos han recurrido en mayor instancia
a las armas y a la violencia para satisfacer sus intereses, que al poder mismo.
Es en este círculo vicioso entre el Estado y los grupos subversivos, en donde la más fuerte
gana, en donde el que más destrucción cause triunfa, y en donde quien tenga a su disposición
mayores mecanismos bélicos lograra alcanzar su fin, mediante la imposición del mismo. De esta
manera, todo tipo de acuerdos legítimos y concesos entre oposiciones políticas es desdibujado
y pasado a un segundo plano, siendo así imposible salir de un conflicto armado. Ahora bien, cabe
la pregunta ¿Con el actual proceso de paz que está teniendo lugar en Colombia podría llegar
verdaderamente la paz? Esta pregunta tiene múltiples matices. En primer lugar, a partir de la
instauración del gobierno Santos los grupos subversivos serian reconocidos por su lucha política
y habría un intento por llegar a acuerdos legítimos en La Habana. Sin embargo, mientras exista
el más mínimo rasgo de violencia ya sea al interior del Estado o fuera de este, Colombia nunca
alcanzará la paz. Estos rasgos de violencia tales como los secuestros de ELN, la parapolítica, la
inclusión de militares a la esfera política, etc. generan que nuestra nación no pueda progresar y
la condenan a seguir bajo la excusa de que la paz es sinónimo de utopía.
Actualmente vemos que la realidad del país es muy distinta a la de un país en paz: 10
secuestrados por el ELN no han sido liberados, escándalos de parapolítica, la posesión del
Contralmirante Juan Francisco Herrera leal como gobernador encargado de San Andrés y 123
líderes sociales asesinados en lo que va del 2018. Estos son ejemplos claros y actuales de
porqué Colombia no consigue la paz. Mientras este país siga viendo a su opositor como un
enemigo, mientras el país siga usando la violencia para alcanzar medios y obediencia, mientras
la rama militar sea la que gobierne y ejecute dentro de este país, y mientras la obediencia civil
sea conseguida mediante instrumentos bélicos, Colombia seguirá estando en un conflicto
armado interno. Únicamente mediante los acuerdos legítimos entre opositores políticos y el
Estado es que se llegara a la erradicación de la violencia y, por tanto, el poder será quien acabe
con el conflicto armado interno colombiano.
En ese orden de ideas, Colombia aún no logra materializar el denominado estado social
de derecho, consolidado jurídicamente en la Constitución de 1991. Por la deuda estatal actual,
que se remonta a lo largo de la historia, en materia de inclusión social, disminución de la brecha
de pobreza y el intento de garantizar el derecho al trabajo y al bienestar social. Por este motivo,
en el marco de la ponencia de la Ley de víctimas, se incluyó un aspecto innovador para la
situación del país. El presidente Juan Manuel Santos reconoció, por primera vez en la historia, la
existencia de un conflicto armado en el país. Si bien en Colombia no se ha logrado consolidar el
estado social de derecho, se ha progresado en materia de conflicto armado. El estado
colombiano, concorde a lo promulgado en la Constitución Política, ha dado un paso fundamental
para la finalización del conflicto armado como lo fue el Acuerdo de Paz alcanzado con las FARC-
EP. Aunque este es un paso importante para construir un país moderno, democrático y
participativo en un marco pacífico, no significa que el conflicto armado haya terminado en
Colombia.
El estado, como máximo garante de los derechos de los ciudadanos y conforme con los
deberes constitucionales a él asignados, debería garantizar el derecho universal a la paz
estipulado en el artículo 22 de la Constitución. El estado colombiano, desde una perspectiva
actual y hacía el pasado, ha incumplido su deber de asegurar a sus ciudadanos el derecho
fundamental a la Paz, como este derecho no ha sido garantizado, es decir, se viola actualmente
el artículo 22 de la Constitución por un grupo armado al margen de la ley y también por parte del
estado ya que, como se estipula en la carta magna, este es un derecho, pero también un deber
de obligatorio cumplimiento. La paz es un derecho fundamental, que, al ser violado, como ocurre
actualmente, suscita la violación de otros derechos, es decir, además de la Paz se vulneran
inmediatamente otros derechos consagrados en la constitución. Por cuestiones de orden público,
causados por el conflicto armado en Colombia, también se violan los artículos 24, 11 y 12, es
decir, se vulnera el derecho a la libre circulación por el territorio nacional (artículo 24), el derecho
a no ser sometido a desaparición forzada (artículo 12) y principalmente el derecho a la vida
(artículo 11).
En conclusión, teniendo en cuenta los orígenes y el desarrollo de la guerra entre el Estado
colombiano y la guerrilla de las FARC-EP, si se debería reconocer que en el territorio colombiano
hay un conflicto armado interno y no se está solo frente a una amenaza terrorista a la democracia.
Además, Colombia, con miras a consagrar el Estado Social de Derecho, debe buscar el fin del
conflicto armado para establecer una paz estable y duradera como se cataloga en los acuerdos
de Paz de La Habana, pero esta vez involucrando a la totalidad de los grupos armados del
territorio nacional. Para así materializar lo que alguna vez fue solo un derecho de papel, es decir,
una utopía irreal e imposible de materializar fruto del sueño de Paz del constituyente Diego Uribe
Vargas en medio de la incesante violencia guerrillera, paramilitar y del narcotráfico de inicio de
los años 90.
Bibliografía:

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[cited 16 November 2018]. Available from: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-
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recuperado de https://www.elespectador.com/opinion/sobre-el-conflicto-armado-en-
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Salamanca, Manuel Ernesto. Violencia Política y Modelos Dinámicos: Un Estudio Sobre el


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Rueda Bedoya, Rafael. El desplazamiento forzado y la pacificación del país. Universidad


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