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UNA CUESTIÓN
DE INTERPRETACIÓN O DE RECONOCIMIENTO
RESUMEN: El presente artículo establece una aproximación sobre el reconocimiento del derecho humano
al agua en los instrumentos internacionales. Inicia con una aclaración conceptual para entrar al análisis
de la génesis de este derecho, continúa con el avance que ha tenido en diferentes documentos para
llegar a aquellos que lo abordan, pero que no cuentan con la importancia necesaria para señalar en
ellos su reconocimiento, contrario a los estudiados en seguida que sí la incluyen.
Palabras clave: derechos humanos, derecho humano al agua, reconocimiento del derecho humano al
agua.
ABSTRACT: The purpose of the present article is to establish an approach to the recognition of the water
human right in international instruments. It begins with a conceptual clarification of human rights and
continues with the analysis of this right genesis. The text continues analyzing the progress this right has
had in different documents until finding those that contain it, but do not have the required importance
to recognize it. Finally, it finishes with the analysis of the documents that include this right.
1
Actualmente realiza una estancia posdoctoral adscrita al Doctorado en Derecho en la División de Estudios de Posgrado de
la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma del Estado de México, con el apoyo del Consejo Nacional de Ciencia y
Tecnología (Conacyt), y es catedrática en dicha Facultad.
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Director y profesor investigador de tiempo completo en la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma del Estado de
México e investigador nacional nivel 2 del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).
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However, such recognition has encountered interpretation issues, the debate focuses on the importance
of the water right recognition and its effects regarding satisfaction and guarantee. So, it is necessary to
determine whether this right is fully recognized or it is a right of a non-binding document.
Descriptors: human rights, human right to water, recognition of the human right to water.
I. APROXIMACIONES CONCEPTUALES
Los derechos humanos mantienen un especial interés en el ámbito teórico ante su creciente
reconocimiento en las normas jurídicas; bajo este contexto y con el afán de dejar sentada la base
conceptual que nos ocupa, vamos a realizar algunas precisiones.
Tradicionalmente los derechos humanos han sido analizados desde la corriente que los ubica
como parte de los seres humanos por su concepción natural, y aquella en la que el Estado los otorga
en su orden jurídico, de ahí que podamos situarlos en el iusnaturalismo o en el iuspositivismo.
Sin ánimo de entrar a dicho estudio, basta decir que bajo el derecho natural se encuentra aquel
derecho inherente a la persona a través del cual logra tener derechos y obligaciones,3 mientras que
para el derecho positivo es el Estado el que otorga la calidad de persona, por lo que éste es quien
decide qué derechos reconoce y garantiza.
En conjunto, los derechos humanos precisan ser naturales, iguales y universales, pero para que
sean derechos humanos, “todos los seres humanos de todo el mundo deben poseerlos por igual y
sólo por su condición de seres humanos”.4 Además, cobran sentido bajo un contenido político,5 ya
que son los derechos de los seres humanos en sociedad, en relación con sus semejantes, por tanto,
garantizados en dicho contexto.
El contenido de los derechos humanos tiene sustento en el concepto de la dignidad humana que
distingue a la persona per se, tomando en cuenta sus atributos y características; deriva del propio
actuar en donde se unen el autorrespeto y la autenticidad,6 distinta a aquella de los demás seres
3
Cfr. Carpizo, Jorge, “Derechos humanos: naturaleza, denominación y características”, Cuestiones Constitucionales. Revista
Mexicana de Derecho Constitucional, México, núm. 25, julio-diciembre de 2011, pp. 4 y 5.
4
Hunt, Lynn, La invención de los derechos humanos, trad. de Beltrán Ferrer Jordi, España, Tusquets, 2009, p. 19.
5
Cfr. ibidem, pp. 19 y 20.
6
Cfr. Dworkin, Roland, Justice for hedgehogs, Cambridge, Harvard University Press, 2011, pp. 204 y ss.
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vivos. En ella se “reconoce una calidad única y excepcional a todo ser humano que debe ser
respetada y protegida íntegramente sin excepción alguna”.7
Valadés la considera como “la suma de las potestades reconocidas a la persona, que le dan el
carácter de integrante de la voluntad general y, por ende, autor último de las decisiones del
Estado”.8 Jurídicamente corresponde al fundamento del “ordenamiento político, jurídico y social de
una comunidad ...[que] asegura su vigencia mediante la defensa y protección de los derechos
humanos de la más diversa naturaleza, reconocidos en la Constitución y en los instrumentos
internacionales que ese Estado ha ratificado”.9
De ahí que los derechos humanos implican “la expresión jurídica de la dignidad humana”.10
Cabe puntualizar que de entre las denominaciones que se han dado a los derechos humanos, se
encuentra la de derechos fundamentales, que si bien, en el plano teórico, también se relacionan con
los derechos humanos en lo general, tienden a referirse a aquellos derechos humanos reconocidos
en los ordenamientos jurídicos nacionales e internacionales, y los que en consecuencia generan una
obligación a su respeto y garantía por los Estados que los reconocen.
El derecho humano al agua es un tema fundamental al tener una relación estrecha con los
estándares de una vida digna; su contenido ha encontrado desarrollo bajo dos tendencias: una que
lo considera como una condición previa necesaria para otros derechos que no se pueden alcanzar
sin el acceso equitativo a las necesidades mínimas de agua potable, y otra que le da sustento por sí
mismo ajeno a su relación con el disfrute de otros derechos humanos.
No obstante, este derecho tiene su origen como consecuente de otros, pues a pesar de ser un
tema tan importante, no se requería su reconocimiento por considerarse como parte del contexto,
un elemento cuya precisión era innecesaria ante su carácter fundamental.
Así, se le ha relacionado con derechos como a la vida, enfocado a factores que permitan brindar
una manera digna mediante la satisfacción de necesidades básicas, aspecto que aborda la
7
Ferrer, Eduardo et al. (coords.), Derechos humanos en la Constitución: comentarios de jurisprudencia constitucional e
interamericana I, México, SCJN-UNAM-Fundación Konrad Adenauer, 2013, p. 5.
8
Carpizo, Jorge y Valadés, Diego, Derechos humanos, aborto y eutanasia, Madrid, Dykinson, 2010, p. 141.
9
Carpizo, Jorge, op. cit., nota 1, pp. 12 y 13.
10
Martínez Bullé-Goyri, Víctor, “Reflexiones sobre la dignidad humana”, Boletín Mexicano de Derecho Comparado, México,
nueva serie, año XLVI, núm. 136, enero-abril de 2013, p. 55.
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Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW),
pues establece el derecho a las mujeres a "gozar de condiciones de vida adecuadas, particularmente
en las esferas de... el abastecimiento de agua" (artículo 14, párrafo 2, inciso h), y en la Conferencia
del Cairo sobre Población y Desarrollo celebrada en 1994, en la que se indicó que el derecho a un
adecuado nivel de vida contiene, entre otros, servicios adecuados de agua y saneamiento.
Con el derecho a un medio ambiente sano se relaciona ya que implica contar con condiciones
sanitarias básicas, suministro adecuado de agua y de factores ambientales que contribuyan a
mejorar la salud, tema en el que destacan principios como el derecho fundamental del hombre a la
libertad, igualdad y disfrute de condiciones de vida adecuadas en un medio de calidad que permita
una vida digna…, y el deber de preservar los recursos naturales de la tierra, incluida el agua, en
beneficio futuro, contenidos en la Declaración de Estocolmo de la Conferencia de Naciones Unidas
sobre el Medio Ambiente (1972).
Finalmente, se relaciona con el derecho a la libre determinación de los pueblos debido a que
éstos pueden utilizar de este modo sus riquezas y recursos naturales, pues en “ningún caso podrá
privarse a un pueblo de sus propios medios de subsistencia”, de acuerdo con el Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP), artículo 6o., párrafo 1.
Ahora bien, podemos decir que su contenido parte de las cuestiones que lo ubican como un bien
social en el mundo, al ser necesaria para la vida, por su relación con la pobreza, con el incremento
poblacional en las zonas marginadas, por la falta de igualdad en su acceso, y por el régimen de
propiedad en que se ubica; de ahí que pueda hablarse del agua como un bien común, público o
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privado, comunitario, nacional o mundial, y como patrimonio de la humanidad,11 lo que remite a su
concepción acorde con la dignidad del hombre, o como una mercancía, sujeto a la privatización, y a
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la regulación global de las instituciones internacionales, e incluso, como uno posible en una
simbiosis en que conviven ambos.
Asimismo, puede observarse, desde el análisis de la crisis hídrica mundial, como un bien escaso
físicamente,13 sujeto a una extrema explotación y contaminación, o bien desde la problemática para
su acceso, su calidad y cantidad, que aqueja a buena parte de la población a nivel mundial, en la que
768 millones de personas no cuentan con acceso a mejores fuentes de agua.14 De ahí que en
palabras de Petrella, “la solución de la crisis mundial del agua lleva a la creación de una nueva
arquitectura político-institucional mundial”.15
El tema ha tomado gran fuerza y presencia discursiva; sin embargo, al contar también con un
componente importante de carácter político y económico, ha sido —de cierto modo— paulatino su
avance, y más aún la controvertida determinación de su existencia. De esta forma es que varios
documentos internacionales se encuentran relacionados con este recurso, algunos de ellos
constituyen la plataforma para su eventual reconocimiento.
En 1977 se llevó a cabo la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Agua, realizada en Mar de
la Plata, Argentina, en la que se precisó que todos los pueblos tienen el derecho de acceder al agua
11
Petrella, Ricardo, “Pour un Pacte sociale d´leau”, Anduli: Revista Andaluza de Ciencias Sociales, España, núm. 8, 2009, pp.
12-16.
12
Cfr. García, Aniza, El derecho humano al agua, Madrid, Trotta, 2008, pp. 57-70, y Petrella, Ricardo, “Entrevista a Petrella,
Ricardo, la coca-colización del agua, Riccardo Petrella: las guerras por el oro azul ya han comenzado", Cafebabel, 10 de
octubre de 2008, http://www.cafebabel.es/politica/articulo/riccardo-petrella-las-guerras-por-el-oro-azul-ya-han-
comenzado.html, consulta: 15 de agosto de 2014.
13
Cfr. Raskin, P. et al., Water futures: Assessment of long-range patterns and prospects, Suecia, Instituto Ambiental de
Estocolmo, 1997.
14
Cfr. ONU, Nota informativa. Agua y salud, Programa de ONU-Agua para la Promoción y la Comunicación en el Marco del
Decenio (UNW-DPAC), 2014, p. 2.
15 “[l]a solution de la crise mondiale de l´eua passe para la mise en place d´une nouvelle architecture político-
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potable en cantidad y calidad apropiada para satisfacer sus necesidades básicas, ajeno a sus
condiciones económicas o sociales y su desarrollo.
En esa ocasión se mencionó por primera vez a nivel mundial el derecho de todas las personas a
tener acceso al agua potable en cantidad suficiente, y se trató la evaluación y el uso de los recursos
hídricos en el mundo para el aseguramiento del bienestar de las personas, pues se impulsó a los
Estados a efectuar revisiones al interior en materia hídrica para establecer planes y políticas
enfocadas en satisfacer las necesidades de agua potable y saneamiento.
Lo anterior dio pauta para que el decenio de 1981-1990 fuera proclamado Decenio Internacional
del Agua Potable y del Saneamiento Ambiental, con el objeto de proporcionar agua potable y
saneamiento en los lugares que no contaban con dicho acceso.
Para 1992 tuvo lugar la Conferencia Internacional sobre el Agua y el Medio Ambiente en Dublín,
Irlanda, que buscó un enfoque radicalmente nuevo en cuanto a la evaluación, aprovechamiento y
gestión de los recursos de agua dulce; de esta Conferencia surgió la Declaración de Dublín sobre el
agua y el desarrollo sostenible de 1992, así como el informe de la Conferencia.
1) El agua dulce es un recurso finito y vulnerable, esencial para sostener la vida, el desarrollo y el
medio ambiente.
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4) El agua tiene un valor económico en todos sus diversos usos en competencia a los que se destina
y debería reconocérsele como un bien económico.
Es importante destacar el carácter económico del recurso que se introduce en este documento,
pues ya no sólo se habla del acceso al agua y el saneamiento, sino del valor que a este bien debe
dársele.
En ese mismo año se realizó la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el
Desarrollo, conocida como la Cumbre de la Tierra o la Cumbre de Río, celebrada en Río de Janeiro
del 3 al 14 de junio. Este evento se destaca como uno de los acontecimientos ecológicos y de
protección a la naturaleza más importantes, en el que se buscó adoptar un enfoque de desarrollo
que protegiera el medio ambiente y se asegurara el desarrollo económico y social.
En materia de agua dio lugar a la aprobación del Programa 21, también conocido como Agenda
21, que corresponde a un plan de acción mundial exhaustivo en todos los aspectos del desarrollo
sostenible, con la finalidad de establecer metas ambientales y de desarrollo en el siglo XXI y atender
los problemas presentes para asegurar un futuro sustentable; exalta la participación de los
gobiernos y la cooperación internacional, junto con la participación de las organizaciones no
gubernamentales y de los ciudadanos. Entre sus ámbitos de acción se encuentra la lucha contra la
contaminación de la atmósfera, el aire y el agua.
En su contenido incluye una sección para la conservación y gestión de los recursos para el
desarrollo, en la que aborda la protección de la calidad y el suministro de los recursos de agua dulce
a través de la aplicación de criterios integrados para su aprovechamiento, ordenación y uso; en ella
destaca como objetivo global satisfacer las necesidades de todos los países respecto de este recurso
para su desarrollo sostenible. Finalmente, dentro de los programas que propone en esta sección,
aborda el de abastecimiento de agua potable y saneamiento, en la que plasma cuatro principios
rectores:
a) Protección del medio ambiente y de la salud mediante la ordenación integrada de los recursos de
agua y los desechos líquidos y sólidos;
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b) Reformas institucionales para promover un criterio integrado, incluidos cambios en los
procedimientos, las actitudes y la conducta, así como la plena participación de la mujer en todos
los niveles de las instituciones del sector;
c) Administración comunitaria de los servicios, con el apoyo de medidas para fortalecer las
instituciones locales en su tarea de ejecutar y sostener los programas de abastecimiento de agua
y saneamiento, y
d) Prácticas financieras racionales, logradas mediante una mejor administración de los activos
existentes, y utilización amplia de las tecnologías adecuadas.
Por otro lado, se encuentra la Declaración Ministerial de La Haya sobre la Seguridad del Agua en
el Siglo XXI, celebrada en Holanda en 2000, que estableció como meta común lograr la seguridad
hídrica en el siglo XXI, que consiste en que se preserve y mejore el agua dulce y los ecosistemas, y se
trabaje en el desarrollo sostenible y en la estabilidad política, con acceso suficiente y costo del agua
al alcance de todos. Este documento contiene once desafíos en los que desarrolla las acciones a
cumplir, como lograr la cobertura de las necesidades humanas básicas, el suministro de alimentos a
través del uso eficaz del agua, su valoración y precio, así como su administración de manera
responsable.
En 2000 se llevó a cabo la Cumbre del Milenio de las Naciones Unidas, en la que se adoptó la
Declaración del Milenio, que dio lugar al establecimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio
(ODM) y metas enfocadas a evitar la sobreexplotación de los recursos hídricos y lograr el acceso
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Cfr. García, Aniza, op. cit., nota 10, pp. 153 y 154.
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equitativo y adecuado. Buscó el avance en el disfrute de diversos derechos humanos con igualdad,
así como el apoyo a los países menos desarrollados.
Entre los objetivos establecidos destaca el lograr para 2015 la reducción a la mitad de la
población que para ese año no contaba con acceso al agua potable o bien que no podía costearlo.
Este objetivo ha sido uno de los más referidos en documentos posteriores.
En 2001 se reiteró la importancia del agua para la vida y la salud en la Conferencia Internacional
sobre el Agua Dulce, celebrada en Alemania, en la que también se puntualizó este recurso como
bien económico y social necesario para satisfacer las necesidades humanas básicas. Su tema central
fue el agua como clave del desarrollo sostenible.
Así, se analizaron documentos previos y tendencias para nuevos eventos, como la Cumbre
Mundial sobre el Desarrollo Sostenible que tendría lugar en Johannesburgo y el Tercer Foro Mundial
del Agua en Kyoto.
Los acuerdos planteados fueron con base en el avance de foros previos, como los de las cumbres
de Medio Ambiente y Desarrollo de Estocolmo y de Río de Janeiro. Su objetivo principal se basó en la
adopción de compromisos del Programa 21, y el logro del desarrollo sostenible.
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En 2003 tuvo lugar el Decenio Internacional para la Acción, "El agua, fuente de vida" (2005-2015)17
proclamado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su resolución 58/217 del 23 de
diciembre. Su objetivo era ocuparse de manera sustancial de las cuestiones del agua a todos los
niveles y de la ejecución de programas con el fin de ayudar a alcanzar los objetivos relativos al agua
acordados a nivel internacional, y contenidos, de nuevo, en el Programa 21, en la Declaración del
Milenio y en el Plan de Johannesburgo.
El Pacto contempla, en el artículo 11, párrafo 1, el “derecho de toda persona a un nivel de vida
adecuado para sí y su familia, incluso alimentación, vestido y vivienda adecuados, y a una mejora
continua de las condiciones de existencia”, y en el 2o. el derecho de toda persona a estar protegida
contra el hambre, para lo que exige tratamiento en materia alimentaria en aspectos agrarios,
utilización de las riquezas naturales y distribución de alimentos, mientras que en el artículo 12,
párrafo 1, establece el derecho al disfrute del más alto nivel posible de salud física y mental.
Este Pacto incorpora derechos necesarios para un nivel de vida adecuado —de manera
enunciativa y no limitativa— en que se relaciona el derecho al agua con aquel al más alto nivel
posible de salud, vivienda, alimentación adecuadas, y otros, como la vida y la dignidad humana.
De manera paralela al PIDESC, encuentran especial relevancia las observaciones efectuadas por el
Comité de los derechos económicos sociales y culturales relativas a la vivienda, alimentación, salud y
demás relacionadas, aunque de manera directa se encuentre la Observación General núm. 15 que
realiza una interpretación y desarrollo jurídico del derecho al agua.
Bajo este panorama, la génesis del derecho al agua nos lleva a encontrarnos con posturas sobre
la naturaleza del recurso, la justificación de la necesidad para su acceso y su establecimiento inicial.
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Después de abordar la génesis del derecho al agua desde un desarrollo documental sobre
cuestiones enfocadas en materia de gestión del recurso, medio ambiente, desarrollo y derechos
humanos, se encuentra el avance a su reconocimiento en instrumentos enfocados propiamente al
derecho al agua.
De los más importantes, en primer lugar, advertimos la Observación General núm. 6 (1995),
artículo 11, párrafo 1, que ampara al agua como un derecho humano; no obstante, es la núm. 15
(noviembre de 2002) la que constituye una interpretación oficial sobre la aplicación de los artículos
11 y 12 del PIDESC respecto del derecho al agua, ya referidos.
Esta Observación, además de destacar la importancia del agua como recurso natural y bien con
carácter público, indispensable para una vida digna y necesaria para el ejercicio de otros derechos,
define a este derecho en su párrafo 2 como aquel de “disponer de agua suficiente, salubre,
aceptable y accesible y asequible para el uso personal y doméstico”.
En la segunda sección desarrolla el contenido normativo del derecho al agua, en el que refiere
que el derecho al agua supone tanto libertades como derechos, en cuanto a su acceso, injerencias,
abastecimiento y gestión. Puntualiza el carácter del agua como un bien social y cultural, y no como
uno económico, adecuado y ejercido de manera sostenible.
Precisa como factores necesarios para asegurar el derecho al agua: la disponibilidad, por lo que
su abastecimiento debe ser continuo y suficiente para los usos personales y domésticos; la calidad,
pues debe ser salubre, y la accesibilidad, ya que tanto el agua como las instalaciones y servicios
deben tener tal carácter y prestarse sin discriminación.
Respecto de la accesibilidad, incluye la física, que implica una al alcance físico de todos los
sectores de la población; la económica, que tenga costos y cargos asequibles, sin poner en peligro el
ejercicio de otros derechos; la no discriminación, al ser accesible a todos de hecho y de derecho, y el
acceso a la información, relativa al derecho de cualquier persona a solicitar, recibir y difundir
información en la materia.
Ahora bien, en la tercera sección establece las obligaciones de los Estados parte, y en especial la
obligación de garantizar el disfrute o ejercicio de este derecho sin discriminación. Pero precisa la
atención especial a quienes comúnmente han tenido dificultades para ejercer el derecho, como
grupos vulnerables, especiales o minorías.
Con un carácter general reitera la obligación de garantizar el derecho sin discriminación alguna,
de avanzar en su realización de manera viable y practicable, con la prohibición en la adopción de
medidas regresivas; mientras que con un carácter específico establece las mismas obligaciones que
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para el resto de los derechos humanos, esto es, respetar, relativa a que se abstengan de injerirse de
alguna forma en el ejercicio del derecho al agua; de proteger, que impidan a terceros el menoscabo
del disfrute del derecho, para lo cual establece la creación de un sistema regulador eficaz acorde
con el PIDESC y esta OG, y de cumplir, obligación que divide en facilitar, promover y garantizar el
ejercicio pleno de este derecho mediante la adopción de medidas que permitan y ayuden a
ejercerlo, a través de la difusión de información adecuada acerca del uso higiénico del recurso, con
la protección de las fuentes de agua y los métodos para reducir los desperdicios y garantizar su
ejercicio.
Bajo el título de obligaciones con un carácter internacional, establece aquellas derivadas del
PIDESC relativas al reconocimiento de la cooperación y asistencia entre los diversos Estados, y a la
adopción de medidas conjuntas o individuales.
Finalmente, señala como obligaciones básicas para los Estados el asegurar por lo menos la
satisfacción de niveles esenciales de los derechos enunciados en el PIDESC, y en materia del agua,
garantizar el acceso mínimo, asegurar el derecho sin discriminación, garantizar el acceso físico, velar
por la seguridad personal de quienes tienen que acudir a obtener agua, y por una distribución
equitativa, adoptar y aplicar una estrategia y plan de acción nacionales en la materia, vigilar el grado
de realización de este derecho, poner en marcha programas para proteger a grupos vulnerables y
adoptar medidas para prevenir, tratar y controlar enfermedades asociadas con el recurso y su
saneamiento.
En la siguiente sección, dedicada a las violaciones, establece la forma de identificar las del
derecho al agua, a partir de la aplicación del contenido normativo de este derecho. Por ello, señala
que al determinar qué acciones u omisiones corresponden a una violación es conveniente
diferenciar entre la incapacidad y la renuencia de los Estados a cumplir con el derecho.
Señala que las violaciones a este derecho pueden generarse por actos de comisión en la acción
de los Estados partes y otras entidades no reglamentadas correctamente, como en la adopción de
medidas incompatibles con las obligaciones básicas, la revocación o suspensión formal de la
legislación necesaria para el continuo disfrute del derecho, o la promulgación de legislación o
adopción de políticas incompatibles con las obligaciones jurídicas nacionales o internacionales
preexistentes sobre el derecho. Por actos de omisión pueden generarse al no adoptar medidas
adecuadas para el ejercicio del derecho, como el no contar con una política nacional sobre el agua o
no hacer cumplir las leyes pertinentes.
Finalmente, enlista una serie de violaciones que pueden considerarse típicas de acuerdo con los
niveles de obligación.
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En la quinta sección se enfoca a establecer medidas para dar cumplimiento al PIDESC al interior
de los Estados partes, para lo que señala la facultad con que cuentan para lograr dicho
cumplimiento de acuerdo con sus necesidades específicas; asimismo, incluye la obligación de
adoptar las medidas requeridas para el disfrute inmediato del derecho al agua, sin afectar el de
otros derechos.
Expresa el deber de los Estados de adoptar una estrategia para lograr el disfrute del derecho,
establece los requisitos para su elaboración y destaca la cooperación de la asistencia técnica y de los
organismos especializados de las Naciones Unidas, así como la aprobación de una legislación
“marco” en el tema.
Dedica un apartado a los recursos judiciales y a la rendición de cuentas para los casos de
violación al derecho al agua.
Finalmente, en la sexta sección, se refiere a las obligaciones de agentes que no son Estados
partes, como los organismos de las Naciones Unidas y las organizaciones internacionales que se
encargan del recurso.
Ahora bien, en 2004 tuvo lugar el “Informe definitivo sobre la promoción del ejercicio del derecho
de todos a disponer de agua potable y servicios de saneamiento” E/CN.4/Sub.2/2004/20 del 14 de
julio, que elaboró el relator especial El Hadji Guissé, presentado a la Subcomisión de Promoción y
Protección de los Derechos Humanos de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas,
en el que resalta el derecho de todos los pueblos de disponer de agua potable en cantidad y calidad
de acuerdo con las necesidades básicas y con independencia del desarrollo social y económico en
que se encuentren.
Entre las sugerencias que establece para aplicar tanto este derecho como el saneamiento señala
que los Estados deben establecer planes y programas a fin de evitar cualquier actividad que
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obstaculice ese derecho, entre los que incluye elementos sobre el trato al usuario, el respeto y la
justicia.
Propone el mejoramiento de la calidad del agua, la fijación de precios razonables con base en la
capacidad contributiva de los sujetos sin superar el límite considerado como asequible y sin
discriminación, el acceso sin restricciones, el establecimiento de procedimientos para la rendición
de cuentas, y la asistencia jurídica a los usuarios para la defensa de sus derechos.
Resalta la participación activa que deben tener los Estados en el establecimiento tarifario, y la de
la cooperación internacional para apoyo al financiamiento.
Respecto de la privatización de los servicios de agua, exalta el deber de los Estados de permitir y
fomentar la gestión comunitaria, de asegurarse de garantizar la opinión de las comunidades,
considerar en las concesiones la participación de organismos competentes para regular los servicios
y realizar la planificación de la concesión, regular y supervisar las privatizaciones, e imponer multas
por incumplimiento. Finalmente, considera que en los contratos de privatización los riesgos de
devaluación que generan el aumento en los precios no deben recaer sobre los consumidores con
menor capacidad contributiva, y destaca la necesidad de incorporar a los mismos fianzas de
cumplimiento.
Por otro lado, se encuentra el “Informe del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los
Derechos Humanos sobre el alcance y el contenido de las obligaciones pertinentes en materia de
derechos humanos relacionadas con el acceso equitativo al agua potable y el saneamiento que
imponen los instrumentos internacionales de derechos humanos”, A/HRC/6/3, de 16 de agosto de
2007 que se presentó al Consejo de Derechos Humanos de la Asamblea General de las Naciones
Unidas.
Aborda temas como el planteamiento del acceso al agua potable como un derecho por sí mismo
o como resultado de otros, y la afectación que esto produce al reconocimiento del acceso al recurso
como un derecho humano, el contexto normativo de las obligaciones de derechos humanos en
correlación con el acceso a las instalaciones sanitarias y al saneamiento, la aclaración sobre el
alcance de una estrategia nacional de derechos humanos respecto de las obligaciones de los
Estados, la delimitación de las consecuencias, respuestas y exigencias de la prestación de servicios
de suministro de agua potable y saneamiento por entes privados y la regulación que sobre ellos
deben establecer los Estados. Además, cuestiones como las obligaciones de las autoridades locales,
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la interrupción del servicio y garantías del debido proceso, prioridades de los diversos usos del agua
y obligaciones en el comercio e inversión.
Finalmente, hace hincapié en la falta de atención específica del tema en el plano internacional
ante la gran cantidad de aspectos a abordar, derivados del mandamiento de los tratados y de
cuestiones específicas de acceso al recurso y el saneamiento.
En este informe la experta destaca la obligación de los Estados de garantizar el acceso a servicios
de saneamiento que sean “inocuos, higiénicos, seguros, asequibles, social y culturalmente
aceptables, que proporcionen intimidad y garanticen la dignidad de una manera no discriminatoria”,
y apoya el reconocimiento del saneamiento como un derecho independiente a otros derechos
humanos; por ello, recomienda a los Estados el reconocimiento jurídico y el respeto al saneamiento
como un derecho humano, y su cumplimiento aun en situaciones de emergencia, así como el deber
que tienen de recabar información sobre el saneamiento para el establecimiento de políticas y
asignación de presupuestos.
Señala la obligación de los Estados de adoptar planes y políticas en materia de saneamiento para
ampliar o mejorar el acceso al mismo, sin discriminación y con la participación conjunta de todos los
interesados, instituciones y expertos, así como asignar las responsabilidades institucionales en todos
los niveles sobre este tema.
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Establece para los organismos internacionales el deber de dar prioridad al saneamiento, apoyar
en los planes de acción nacionales, y revisar la legislación en la materia, y para el sector privado,
respetar y apoyar la realización de los derechos humanos relacionados con el tema.
Puntualiza la necesidad de que todas las medidas que se realicen sobre el saneamiento se
enfoquen en eliminar las desigualdades basadas en la riqueza, sexo y ubicación,19 entre otros, y que
garanticen la asequibilidad. Sin embargo, sugiere en ello adoptar un enfoque con perspectiva de
género sobre necesidades especiales de mujeres y niños.
Busca la adopción de medidas para mejorar la imagen de la tarea y velar por la salud, la
seguridad y la dignidad de los trabajadores de saneamiento; el deber de sensibilizar y movilizar a la
comunidad para contrarrestar los tabúes sobre el tema y la higiene personal; así como dar
seguimiento a los planes y políticas en la materia y establecer mecanismos de rendición de cuentas
a los agentes involucrados.
Por último, llegamos a la Resolución 64/292, sobre el derecho humano al agua y al saneamiento,
aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 28 de julio de 2010, documento que
literalmente “reconoce que el derecho al agua potable y el saneamiento es un derecho humano
esencial para el pleno disfrute de la vida y de todos los derechos humanos”, y exhorta a que tanto
los Estados como las organizaciones internacionales contribuyan financiera y tecnológicamente con
la asistencia y la cooperación internacionales, sobre todo a los países en desarrollo, “a fin de
intensificar los esfuerzos por proporcionar a toda la población un acceso económico al agua potable
y el saneamiento”, así como a continuar el trabajo de la experta independiente sobre las
obligaciones de derechos humanos relacionadas con el acceso al agua potable y el saneamiento.
Si bien el derecho al agua ha sido mencionado en los textos señalados, y reconocido como un
derecho humano esencial para la vida en la Resolución 64/292 de la Asamblea General de Naciones
Unidas, la discusión radica en considerar si esta resolución logra un reconocimiento pleno con
efectos de garantía y satisfacción enfocado al ámbito interno de los Estados, al ser éstos quienes
deben observarlo, respetarlo, protegerlo y cumplirlo, o si tal reconocimiento es insuficiente,
requiriendo acudir a otros textos a través de una interpretación que lo mantendría limitado
únicamente al plano internacional.
19
Nos parece importante destacar que la experta incluye dentro de esta sugerencia mejorar las medidas de acceso al
saneamiento incluso para los que viven en zonas remotas y los asentamientos urbanos no estructurados, con
independencia de su régimen de tenencia, resaltando aquí el sentido de no discriminación en su máxima expresión.
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Para empezar, los derechos humanos pueden y deben ser precisados por los Estados mediante
sus facultades legislativas y reglamentarias; no obstante, su actuación debe tener, entre otros, un
límite conocido como el contenido mínimo esencial “que supone la existencia de un núcleo básico
en cada derecho… inaccesible para los poderes públicos… [cuyo objetivo es] garantizar que el Estado
quede siempre obligado a asegurar una protección mínima indispensable de cada derecho”;20 así es
considerado como el ámbito básico a cumplir y punto de partida para protegerlo.
Por ello, es fundamental acudir a otros textos que desarrollan aspectos clave de la esencia de
este derecho para revisar su contenido, alcance y aplicación, como la OG núm. 15, interpretación de
los artículos 11 y 12 del PIDESC, el Informe del alto comisionado de Naciones Unidas para los
derechos humanos sobre el alcance y el contenido de las obligaciones pertinentes en materia de
derechos humanos relacionadas con el acceso equitativo al agua potable y el saneamiento que
imponen los instrumentos internacionales de derechos humanos, el Informe definitivo sobre la
promoción del ejercicio del derecho de todos a disponer de agua potable y servicios de
saneamiento, o el Informe de la experta independiente, Catarina de Albuquerque, sobre la cuestión
de las obligaciones de derechos humanos relacionadas con el acceso al agua potable y el
saneamiento.
Así pues, los derechos humanos establecidos en instrumentos internacionales deben garantizarse
eficazmente —lo que implica contar con mecanismos de protección que lo permitan y promuevan—,
por lo que el tener la necesidad de acudir a otros instrumentos de manera interpretativa conlleva a
limitar su exigibilidad.
Cabe señalar que la obligatoriedad de los instrumentos internacionales reside en el alcance que
formalmente tenga determinado texto para vincularse a su aceptación y cumplimiento por los
Estados; la vinculación radica entonces en el proceso de adopción de un instrumento, así como del
de su creación e incluso contenido.
20
Pérez, Mariana (coord.), Cinco miradas sobre el derecho a la salud. Estudios de caso en México, El Salvador y Nicaragua,
México, Centro de Análisis e Investigación, 2010, p. 21.
21
Cfr. Tello, Luisa, “Resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas sobre el derecho humano al agua y al
saneamiento”, Revista del Centro Nacional de Derechos Humanos, México, nueva época, año 6, núm. 17, 2011, pp. 153-
158.
19
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El derecho internacional de los derechos humanos considera que cualquier instrumento puede
ser vinculante, siempre y cuando sea firmado y ratificado por el Estado a aplicarlo, ya que no se
satisface con que los Estados lo firmen, sino que se comprometen hasta que ratifiquen el acuerdo, el
que pasa a ser obligatorio mediante su aceptación formal.
De acuerdo con el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), los “tratados
internacionales firmados y ratificados por los gobiernos, que establecen obligaciones en el marco
del derecho internacional con los que los Estados Partes de las convenciones se comprometen a
cumplir” son al final los que consideran como vinculantes; contrario a aquellos en el orden de “las
conferencias de UN o de otros organismos, y acuerdos o declaraciones adoptados por consenso
intergubernamental”, que se quedan como parte de las fuentes consuetudinarias del derecho
internacional.
Bajo este entendido, la resolución en comento tiene el carácter de una mera recomendación, y
por consiguiente no cuenta con la característica de ser vinculante, lo que le resta presencia, y
dificulta su adopción por los Estados.
De ahí que estimemos que aun cuando el derecho al agua se encuentre reconocido en la
Resolución 64/292, la ausencia de su declaración en un instrumento internacional vinculante es un
obstáculo para justificar su inaplicabilidad, junto con el desarrollo de su contenido mínimo en un
instrumento vinculante, lo que conlleva a encauzar su cumplimiento a enfoques meramente de
interpretación.
IV. CONCLUSIONES
22
Ibidem, p. 156.
23
Cfr. García, Aniza, op. cit., nota 10, pp. 82-131, y cfr. Veraza, Jorge, Economía y política del agua, México, Itaca, 2007, pp.
66-68.
20
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El reconocimiento del derecho humano al agua es un tema que fue tomando fuerza en la medida en
que su contenido se destacaba ajeno a un entorno en que el acceso al recurso se daba por sentado.
Bajo este panorama, el camino al surgimiento del derecho al agua conlleva un trabajo constante:
establecer su justificación como un derecho per se o como parte importante para el disfrute de
otros derechos, componente específico para la realización de una vida digna; las razones son varias:
formar parte de una las mayores crisis mundiales, gestadas desde los años sesenta, junto con la
alimentaria, la energética y la “crisis estructural de nuestro sistema económico mundial (la
globalización de la economía capitalista de mercado) fundada sobre el principio o creencia de la
maximización de la creación del valor para el capital privado, la que hoy en día es sobre todo de
naturaleza financiera, y es razón de ser de nuestras sociedades”, 24 así como la inequitativa
distribución del recurso en el mundo, que corresponde a una de las grandes cuestiones sociales del
siglo XXI junto con la pobreza, entre otras, y ser un elemento indispensable para la vida, considerado
como la vida misma.
24
“crises struturelles de notre système économique mundial (la globalisation de l´économie capitaliste de marché) fondé
sur le príncipe/croyance que la maximisation de la création de valeur pour le capital privé, quie est aujourd´hui surtout de
nature financiére, est la raison d´être de nos sociétés” [traducción personal]; Petrella, Ricardo, “Pour un Pacte…”, cit., nota
9, p. 11.
21
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El adelanto que en materia jurídica se tiene, en el marco de la Organización de Naciones Unidas,
sentó las bases para lograr el reconocimiento del derecho a este recurso; la Resolución 64/292 de la
Asamblea General de UN lo establece; no obstante, tiene el carácter de una recomendación, aunado
a que no cuenta con el contenido mínimo esencial de un derecho humano en dicho documento, lo
que abre la puerta a requerir de otros textos, vía interpretación, que sí lo desarrollan, pese a que
tampoco son vinculantes.
La importancia, contenido mínimo y reconocimiento del derecho al agua existen, aunque no con
un carácter vinculante; su desarrollo permeará más en el plano interno de los Estados con el que
hagan en sus Constituciones y legislación secundaria, como en el caso de nuestro país con la
reforma en 2012 del artículo 4o. de nuestra carta magna, en la que reconoció este derecho; no
obstante, se mantendrá pendiente en aquellos Estados y sectores que no tienen un interés directo
en considerarlo.
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