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HOTEL QUITO-(GUASPETE HOTEL)

A los que ya se fueron: Marylin Monroe, Janis Joplin, Lady Di, Frida Khalo, Selena , Whitney
Houston, León Trosky, Jim Morrison, Kurk Kobain, Malcom X, John Lennon, Fredy Mercury.

Manuscrito reconstruido en base a apuntes de entrevistas a los parroquianos y al sacerdote


gallero.

Si te quieren lavar la mula, dejaraste nomas, haraste el mudo.

Estaban: el Escalante, el Avión, el Seco, el Anselmo, el Waynandero, el Acertijo, el Gustafa, el


Agalludo, el Patatoi, el Abeja, el Tolon, el Pollo, el Tondolo, el Ventolero, el Cotelias, el Waype,
el Guacachino, el Paputas, el Yoshi, el Maclovio, el Chinchinal, el Roly, el Pantionero, el Limoso,
el Gato, el Cristo de Oro, el Guanchaca, el Carantigua, el Tinterillo, el Pastaburros, el Toro, el
Gago, el Chushuccho, el Mamoro, el Chiloso, el Pelador, el Buchilanga, el Pavo, el Borolas, el
Capulina , el Campesino, el Filtro, el Shucsha, el Pacharaco, el Cone, el Cananvalle, el Puerco,
el Laureano jr, el Guarisney, el Tontovias, el Tieso, el Guillo, el Prospiti, el Tucas, el Pescuezo, el
Samuelito, el Mugroso, el Mario sexi, el Chico, el Orejon, el Dormido, el Chamo, el Gatica, el
Trompudo, el Diablo Castro, el Bujingo, el Canguil, el Borrego, el Vodka, el Quilico, el
Cucaracha, el Lobo, el Chambon, el Pailón, los tres cuyes, el Pápalo, el Paliña, el Loro, el
Cuchufo, el Pucho, el Vidal, el Kinsiño, el Fabiolo, el Fofo, el Pulga, el Piojo, el Chalo, el Ruco, el
Ojobago, el Chez sucres, el Balito, el Nisho, el Jua Jua, el Mamita, el Rebeco, el Chicle, el Barba,
el Mamilazo, el Robin Hood, el Guaspete, el Tuerto, el Pambahacienda, el Cocheche, el Longo
Sherman, el Chochillas, el Longo Arias, el Babota, el Primo, el Tartoso, el Gualilon, el Danger, el
Clavillazo, el Chino, el Coyoyayo, el Huevillas, el Capacho, el Negro Beto, el Madronio, el
Mafafas, el Yulay, el Sargento, el Tórtola, el Shunshoarepa, el Tibilo, el Beegees, el Mamba, el
que preguntaba si ya repartiste yogurt, el Cafuringa, el Gringo, el Inquietoso, la Ritiña, la
Chipica, la Chirlazo, la Bozota, la Paca, la Tiesa, la Pancrasia, la Mandrake, la Gualilona, la
Culebra, la Chilindrina, la Chozona, la Pan de leche y las Teranas que con una apoteósica
risotada festejaban la frenética danza flamenca que el bailador realizaba sobre una
destartalada pero, maciza mesa, del “hotel quito”, al más puro estilo de “Sandro”, ni pensó en
que fue lo que le impulso a subirse, tal vez por no dejarse amilanar por las burlas o las ruidosas
carcajadas, in situ se podía ver con demasiada claridad, “full HD” sus encías y dientes
amenazantes, todos con sus ojos entrecerrados del éxtasis, dentro de una pesadillesca
humareda, entre las paredes de adobe de dos ambientes y el patio lleno de juerguistas, ad hoc,
jamás supo que fue lo que le hizo empinar el vuelo.

El aterrizaje no fue tan rápido ni tan lento, más bien fue a una velocidad insospechada, como si
lo estuvieran monitoreando cronometrada mente, filmando por escenas , pausándose ante el
aparecimiento de algunos personajes, vio el instante en que los platos humeantes de “31” al
fin llegaban entre codazos y empujones de la “Luisa” y el voraz apetito de los juerguistas
arranchaba de las manos de las demás “Pillajas” un charol con las papas, habas con queso y el
aji, mientras otros seminconscientes daban la última pitada a su cigarrillo, la música y los
Oooleeee!!! se perdían entre el griterío de los pokaristas, y un el grupo de galleros, donde el
más omoto, metía bulla y hacia relajo y desafiando al resto, a gritos, describiendo las
cualidades de su gallo, junto a ellos estaba el que con sus confesiones y tragando abundante
saliva, entre lagrimeos lastimeros y puteadas se desahogaba de su fatalidad y trágica
existencia, puro moco y baba, vio al que vociferaba al resto “soy licenciado” vos no eres nadie,
“rupango”, mientras otro que no era muy agraciado, luego de brindar unas cervezas a sus
panas, nunca perdía el control, al contrario se volvía más dócil, y amable, susurrando se ponía
a contar algunas de sus travesuras indiscretas, jamás perdía su caballerosidad, tal vez eso
explicaba su éxito con las mujeres, ya llevaba como tres matrimonios, otro personaje se
mantenía estático y luego de mirarte fijamente un buen rato gritaba de pronto “ yo soy la ley”,
con su mano cadavérica levantada, a punto de propinar un bofetón, también estaba el que
bajo el efecto de guaro, a punta de abrazos, cuchicheos y besos, hallaba parentesco con todo
el que se encontraba a su lado, no faltaba el que sin dejar hablar al resto de su grupo,
alardeaba de su éxito con las mujeres y describía con lujo de detalles, con total falta de
caballerosidad, sus encuentros íntimos en chongos, moteles hostales, en la loma o en la huaca,
en medio de la maleza, y al que ponía cara de incrédulo le mostraba una selfie, con la
susodicha en cueros, mientras tanto otro convencía a los de su grupo a poner una cuota para ir
a traer un trago más caro y exclusivo, para luego desaparecerse con el dinero, ahí mismo
estaba el que, muy jovial con todos, esperaba que algún parroquiano se chume bien para
luego hacerse el que le ayuda a orinar, manosearle y ver si el individuo se excita le deja hacerle
otros favores, poco usuales, mas allacito, también vio declamando “por qué no bebo más” a un
policía retirado, que en su cleptómana juventud, coleccionaba bicicletas, y las escondía bajo de
su cama, a menudo canturreaba la canción de Piero, “en un mundo de fruta encendida”,
cuando descubrió su afición al guaspete ya no pudo parar, contaban, que invitaba a otros
borrachitos a su cuarto “la peñita” y ahí mismo les hacía marchar, ahí mismo, andaba el que no
dejaba de agradecer al comandante Chávez en su perfil de Facebook, por enviarle chicas
bonitas ,a su desértica vida, en cambio otro, nadie sabía cómo se las arreglaba para presenciar
todos y cada uno de los eventos de la parroquia, y por medio de su actitud humilde y servicial,
ganarse el derecho de estar en todos los chupes, gratuitamente, también estaban los que eran
adoptados, uno de ellos llego de visita para las fiestas de Cristo Rey y le gusto tanto el
ambiente que empezó a venir con más frecuencia, pronto se mudó a vivir acá, lo mismo
sucedió con el primo del jugador de casino, más vicioso y apostador, pero a la vez un gran
deportista, se convirtió en huésped permanente de la casa de otro amigo, al punto que el
sobrino más pequeño, se encariño tanto que con el tiempo ya era parte indispensable de la
familia, y del barrio, cuando regreso del extranjero vino expresamente a visitarlo a él, más allá
estaba el que a punta de gritos sin paraguas, intentaba convencer a su interlocutor, casi
dormido de la urgencia de la reivindicación de la clase proletaria, de la vigencia del marxismo y
de las evidencias inobjetables del materialismo histórico, ufanándose de su ateísmo, fue justo
ahí cuando la pata apolillada de la mesa de caoba cedió, produciendo un ruido seco, como al
chocar un coco, la caída fue de espaldas, pero antes de topar el suelo, extendió sus brazos y se
entregó a un planeo de golondrina, como si nadara de espaldas y el agua lo recibiera entre
burbujas, hizo el ademan de agarrarse del pálido bombillo, y fue como si la luz lo atara con
microscópicos hilos de colores y le permitieran levitar por una fracción de segundo,
sintiéndose como un gladiador en un coliseo romano cuando el vencedor es ovacionado y el
monarca le perdona la vida, pero esta vez el estrepitoso descenso lo saco de la irrealidad
cayendo finalmente sobre unas viejas tablas que hacían de asientos y que inertes lo recibieron
como a una marioneta blandengue, la gravedad hizo lo suyo y lo jalo, hasta que su cabeza
empujo unos vasos con puro y un cenicero con colillas y gargajos, su hombro dio con el
clavijero de una vieja y llorona guitarra, con cuerdas metálicas manufacturada por don
Enrique, partiéndola en dos, de cuyas entrañas minutos antes salieron las canciones: “si vos te
vas”, “noches de boca grande”, “pueblo mío”, “ave maría” y “ojala” de Silvio Rodríguez que
eran las preferidas del Cuellaje y su hermano gemelo, y las interpretaba uno dado a
revolucionario, con pelo largo que recién había entrado a la universidad en la capital, pero
cuando se pasaba de tragos se ponía malcriado y relajoso, poco antes la Luisa lo boto, mientras
que las piernas cayeron cual redoble de tambor, sobre la viruta que cubría el piso, de tierra, ad
hoc, el silencio sepulcral que vino a continuación solo duro un par de segundos, y solo los más
cercanos auxiliaron al caído, mientras el resto volvía al frenesí brindando por la copa obtenida
per se en el campeonato de la esperanza y por la ventura de estar bajo el mismo techo entre
personajes tan verracos para el trago e incansables para la diversión.

En realidad estaban más, pero el resto eran como menudencia de pollo, shungos sin mapavira
ni sal, los fieles y asiduos clientes adictos al “joaquinazo”, los extras los invisibles, los
anónimos, que curiosamente siempre estaban de buen humor.

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