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N11
REVISTA DEL MUSEO
ARQUEOLÓGICO DE MURCIA
SEGUNDA ÉPOCA
2008
VERDOLAY
Revista del Museo Arqueológico de Murcia, 11, 2008
Segunda época
Región de Murcia
Consejería de Cultura y Turismo
Presidente
Ramón Luis Valcárcel Siso
Edita:
Dirección General de Bellas Artes y Bienes Culturales
Museo Arqueológico de Murcia
Avda. Alfonso X el Sabio, 7
30008 Murcia
Tlf.: 968 234 602
Consejo de redacción:
Jorge Juan Eiroa García
Sebastián Ramallo Asensio
Antonio Manuel Poveda Navarro
José Miguel Noguera Celdrán
Isabel Izquierdo Peraile
Dirección y coordinación:
Mariángeles Gómez Ródenas
ISSN: 1130-9776
Depósito Legal: MU-1506-1991
Diseño:
Paparajote. Diseño y comunicación
Diseño de cubierta:
Begoña Carrasco Martínez
MAM
Índice
Arqueología e Historia
Secuencias genéticas matrilineales de los restos óseos humanos de la Costa Lloguera (Castellón)
Arturo Oliver Foix // Eduardo Arroyo Pardo // Eva Fernández Domínguez ..................................................................37
Petroglifos en el Molino de Benizar (Moratalla, Murcia) y en la Cresta del Gallo (Murcia). La seducción de la roca
y del agua en el arte rupestre
Juan Francisco Jordán Montés // Marta Rodríguez Gómez ..........................................................................................87
Estudio arqueométrico de los vidrios andalusíes procedentes del taller de la calle Puxmarina (Murcia)
Manuel García Heras ........................................................................................................................................................277
MAM
Museología, restauración y conservación del patrimonio
Estudios funcionales en Prehistoria: ¿qué información nos aportan los útiles líticos?
Ignacio Martín Lerma // Juan A. Marín de Espinosa Sánchez // Carmen Gutiérrez Sáez ........................................303
Recensiones
MAM
Arqueología e
Historia
Ajuares de la necrópolis
tardoantigua de Los Villares
(Baños y Mendigo, Murcia)
RESUMEN ABSTRACT
El descubrimiento de la nueva necrópolis tardoantigua de Los The discovery of the new late antique necropolis Los Villares (Baños
Villares (Baños y Mendigo, Murcia) permite profundizar en el y Mendigo, Murcia) allows to deepen our knowledge of the occu-
conocimiento de la ocupación de esta área central del sureste pation of the central area of the Southeast during this period. Here
durante este período. Analizamos aquí los ajuares recuperados, we analyze the funerary offering, which includes different types of
que incluyen diferentes tipos de ornamenta, como pendientes, ornamenta as pendants, bracelets or necklaces. We conclude that
brazaletes o collares. Consideramos que el yacimiento puede the site dates to the 5th century and the beginning of the 6th century.
datarse en el siglo V y comienzos del siglo VI d.C.
Cerca del 30% de las tumbas cuenta con alguno o varios de estos
elementos, en concreto, 30 de las 104 excavadas. A este respecto, si
bien se trata de una muestra reducida, creemos que resulta suficien-
te para apuntar algunas pautas generales.
Queda claro, por tanto, el predominio de las tumbas con un solo ele-
mento de ajuar, que, en cualquier caso, sí puede registrarse en
variado número. Así, en el conjunto de la necrópolis, el elemento
más numeroso tanto en su representación en las sepulturas (17)
como, sobre todo, en el mismo número de ejemplares documenta-
dos (circa 79), ya que aquéllas suelen contar con varios, es el alfiler,
seguido de cerca por los pendientes, que, con 31 ejemplares locali- 5 Albiach et alii, 2000, p. 80.
Por otro lado, dado que parte de los restos humanos –dentro de las
soluciones para la reutilización de la sepultura– fueron documenta-
dos integrando paquetes óseos desarticulados, por lo general situa-
dos en la cabecera de la tumba, que otro número no despreciable de
inhumaciones se encontraba en pésimas condiciones de conserva-
ción, y que, del mismo modo, aún no se han acometido estudios
antropológicos precisos, no es mucho lo que podemos decir de la
relación de los ajuares respecto a sexos, grupos de edad o poder
adquisitivo.
Para este tipo, la cabeza, aunque casi siempre sigue la forma de cono
invertido, algunas veces adopta una morfología más matizada, de
tendencia esférica. No obstante, los parámetros dimensionales no
varían, de tal forma que homogéneamente dicho remate se encuen-
tra conformado mediante fina lámina de sólo 1 mm de espesor que,
con hasta 6 mm de altura, suele presentar unos 10 mm de diámetro
máximo. Esta cazoleta cumple la función de albergar un cabujón
vítreo, si bien el número de los recuperados, que apenas supera la
veintena, no cubre el total de alfileres de esta tipología. De la misma
forma, no hay que perder de vista que dichos engastes también
pudieron estar destinados en algún caso a otra de las piezas de ade-
rezo del cabello o el vestido, íntimamente ligados a nuestros alfileres,
cualesquiera que sea su tipología, las láminas plegadas de forma
cilíndrica que habrían de asir aquellos. No en vano, en Los Villares
dichas piezas de cierre no escasean, y se hallan en cuatro tumbas
9 No debemos perder de vista
(nº 5, 21, 27, 31), con un esquema fijo cuyo diámetro ronda los 8 mm, la mencionada utilización
en tanto que su altura los 6 mm. El hecho de que en la necrópolis conjunta de tipos, de tal
forma que las cifras que cita-
murciana, en al menos un caso, se documente la presencia de uno de mos a continuación no son
estos cierres sobre el tórax de la inhumada, muestra, al igual que ocu- acumulativas, y como tam-
rre con los mismos alfileres, que su función no se limitaría a prender bién señalamos, sólo son 17
las tumbas que presentan
el tocado, sino cualquier otra prenda corporal. estas piezas.
43 Lo encontramos en necró-
polis como la cordobesa de El
Ruedo, como recoge Carmo-
na, 1998, lám. 30.3, quien lo
incluye en su tipo 3.
2. 2. Pendientes
Tras los alfileres, los objetos de ajuar que cuentan con mayor represen-
tación en Los Villares son los pendientes, documentados en 14 sepultu-
ras, con un total de 31 ejemplares, ya que a los esporádicos casos en
donde sólo se registra uno por tumba (13, 33, 95), y los más comunes
en donde lo hace un par (44, 59, 66, 73, 88, 89, 94), se unen aquellos
otros en los que hay tres (32, 86) o hasta incluso cuatro ejemplares (5,
22). De nuevo, en cualquier caso, las tumbas individuales pueden ofre-
cer una visión más ponderada acerca del comportamiento, mostrando
que estos últimos casos quizás hayan de achacarse a la reutilización de
la sepultura, en tanto en aquellas en donde sólo existe una única inhu-
mación, o bien se da un único ejemplar (tumba nº 33, 95) o, sobre todo,
El primer tipo, el de aro simple (lám. 1), definido por su configuración sen-
cilla, es el segundo mejor representado en Los Villares, apareciendo en
siete sepulturas (13, 22, 32, 59, 66, 86, 88) (figs. 3, 6, 7, 8, 9) con un total
de 11 ejemplares, ya que en tres ocasiones (13, 22, 88) se registra sólo
uno. Para este tipo, elaborado en filamento de sección circular con un
diámetro medio de 2,5 mm, se pueden indicar diversos subtipos en fun-
ción de algunas variantes morfológicas. Así, por un lado, en lo que se
refiere a sus remates, si bien es una constante que uno de los extremos
sea apuntado, el otro ya puede ser romo (tumbas nº 32, 88), también
apuntado (tumba nº 22) o, por el contrario, como se observa claramente
en los pendientes de las tumbas nº 59 y 86, completado mediante mor-
taja hueca, con 3 mm de diámetro. Por otro lado, en cuanto a la forma
general del aro, éste suele ser completamente circular, si bien tampoco
faltan ejemplares más apuntados. En este sentido, por cuanto se refiere
a los primeros, existe también una amplia variedad dimensional, que
abarca desde los ejemplares que apenas superan los 20 mm (tumba
nº 88), a aquellos otros que llegan a un pico de casi 50 mm (tumba
nº 59), si bien la media parece situarse en torno a los 35-40 mm (tum-
bas nº 32, 86). En ocasiones, la simplicidad del esquema se enriquece
mediante la adición de un pequeño arito circular (tumbas nº 32) (fig. 9),
de menor grosor y diámetro, modalidad decorativa a la que también
recurren los tipos rematados con forma geométrica o bucle.
Salvando la sección, que también puede ser aplanada, este tipo sim-
ple cuenta con amplia representación en los conjuntos funerarios del
44 Así, respectivamente, en la
tumba 31000-8 o la 12000- momento, ya del sureste, como vemos tanto en el sector occidental
6. Vid. Madrid y Vizcaíno, de la necrópolis urbana de Cartagena, datado en el siglo V d.C., como
2007, p. 54, fig. 3; e id.,
2006, pp. 95-96, fig. 4.1.
en el posterior oriental de los siglos VI-VII d.C.44; como en otras necró-
45 Pérez et alii, 1992, fig. 1.20; polis del Mediodía, o incluso del centro peninsular, casos, respectiva-
Ripoll, 1985, p. 151, fig. 58.1-2; mente, de Cortijo del Chopo (Colomera, Granada), El Carpio de Tajo
y Méndez y Rascón, 1989,
fig. 4.1-2. o Camino de los Afligidos45.
2. 3. Collares
Por cuanto se refiere a las cuentas de ámbar de tamaño medio que pare-
cen rondar los 10 mm de altura y diámetro, con color naranja-rojizo inten-
71 Madrid y Vizcaíno, 2007, pp.
55-56. so, y en menor, pálido, a pesar de su escaso número (5), se pueden ads-
Quizá, con todo, sean las cuentas de pasta vítrea las que se presten
a una mayor caracterización cronológica. Así, entre ellas debemos
73 Madrid y Vizcaíno, 2007,
destacar aquellas de color verde, con un tamaño mínimo que apenas
p. 55; VV.AA., 2007b, p. 153; sobrepasa el milímetro. Éstas, si bien no exclusivas, son sobre todo
y Almagro, 1975, fig. 32.4. características del siglo V d.C. y comienzos del siglo VI d.C., como
74 Gómez, 2006, p. 127.
75 Para el primero, serían los
deja ver la referida necrópolis urbana de Cartagena, en donde mien-
tipos B.1.2 y B.1.3; en tanto tras que son prácticamente ubicuas en su sector occidental más
que, para el sector datado temprano, desaparecen casi por completo en el oriental más tardío76.
en la segunda mitad del siglo
VI d.C., los tipos B.3.1 y Con todo, como decíamos, no parece del todo posible extraer con-
B.3.2. Vid. respectivamente, clusiones cronológicas de tal circunstancia, en tanto este mismo tipo
Madrid y Vizcaíno, 2007, fig.
2; e id., 2008, fig. 1.
de cuenta se encuentra entre las que integran los collares recupera-
76 Vid. respectivamente, Madrid dos en conjuntos de cronología avanzada, como el de L’Almoina77.
y Vizcaíno, 2007 y 2008. Precisamente, también este cementerio valenciano muestra que el
77 VV.AA., 2007b, p. 153.
78 Así en las tumbas 156 y 205;
empleo de este tipo de cuentas se extiende a otras áreas fuera del
y 3 y 26, respectivamente. sureste, caso así de la zona interior, en donde lo encontramos en las
Sobre ambas, Almagro, 1975; necrópolis de Segóbriga o Camino de los Afligidos78. En cualquier
y Méndez y Rascón, 1989,
pp. 143 y 148. caso, no obstante, en lo que se refiere a este tipo concreto tampoco
Los tipos C.5-7 cuentan también con buena difusión, estando caracte-
rizados por su perfil sinuoso, cercano a la lágrima si tenemos en cuenta
el desarrollo fusiforme de algunos ejemplares (C.5), pero también con
perfiles más rectos, ligeramente bitroncocónicos, con sección hexago-
nal (C.6-7). En este sentido, junto a su presencia en la necrópolis urba-
na de Cartagena, debemos destacar su registro en el interior de la sepul-
tura nº 1 de la necrópolis de La Puerta85.
En cualquier caso, al igual que en Los Villares, donde hay dos ejem-
plares de 14 facetas y aun otro de 26, en el panorama hispano no fal-
tan las soluciones complejas, multiplicando el facetado para dar lugar
a juegos más vistosos, como el que se advierte en cuentas del tipo
de la que integra un variopinto collar depositado en el Museo
Arqueológico y Etnológico de Granada90.
Lo cierto es que los tipos facetados se encuentran entre los que más
atención han recibido por parte de la investigación, habiéndose seña-
lado para los ejemplares manufacturados en cornalina su posible pro-
cedencia de Sarmatia, más allá de la frontera romana de Panonia91.
2. 6. Hebilla
En Los Villares, tan sólo una tumba, la nº 103 (fig. 11), presenta ajuar com-
puesto por elementos asociados a la indumentaria del difunto, en concre-
to, una hebilla y un aplique de cinturón. Dicha tumba se encuentra ubica-
da en el sector meridional de la necrópolis que, como ya comentamos,
109 Cerrillo, 1992, p. 102. En dado que presenta una menor densidad de enterramientos, así como que
cualquier caso, también está en éstos hay menos casos de reutilización, parece ser el más tardío, unido
probado su registro en sepul-
turas masculinas, como ocu-
al septentrional una vez que las posibilidades de empleo de éste queda-
rre, por ejemplo, en Cacera ron limitadas. En este sentido, lo cierto es que encontramos así plasmada
de las Ranas (Ardanaz, 2000, la evolución que se registra en el campo de los ajuares, donde, de la
p. 270).
110 Zeiss, 1934, taf. 25.19a; Abas- misma forma que poco a poco van siendo más escasos, también el pro-
cal et alii, 2004, p. 421, fig. 8.4. tagonismo es acaparado por los elementos asociados a la indumentaria,
Algunas otras piezas llevan fíbulas y, muy especialmente, hebillas en un primer momento y broches
gema o ámbar, como ocurre
en la necrópolis cordobesa de de cinturón, ya rígidos o articulados, en un segundo. Se trata de una
El Ruedo, vid. Carmona, 1998, secuencia que, de hecho, ha podido seguirse en conjuntos funerarios del
lám. 29.
111 Reinhart, 1947, fig. 3.56,
sureste, como el urbano de Cartagena, en donde cada uno de estos ele-
pp. 177-178. mentos, hebillas y broches con placa, aparecen en los sectores occiden-
112 Ardanaz, 2000, p. 76. tal y oriental, datados, respectivamente, a lo largo del siglo V y primera
113 Madrid y Vizcaíno, 2006 y
2007. mitad del siglo VI d.C., y segunda mitad de esta centuria y la siguiente113.
2. 7. Aplique de cinturón
Así las cosas, su cronología abarca desde finales del siglo V d.C. a la
primera mitad de la siguiente centuria, caracterizando a los denomi-
nados niveles II y III.
117 Ripoll, 1986, p. 58.
118 Ardanaz, 2000, p. 178; VV.AA., 3. CONCLUSIONES
2007a, p. 477.
119 Ripoll, 1985, p. 88, fig. 19.3. Como hemos visto, uno de los primeros rasgos a destacar en este con-
120 Zeiss, 1934, taf. 7.14, 15 y 31.
121 Molinero, 1971, pp. 144-145. junto funerario es el moderadamente alto número de tumbas que pre-
122 Molinero, 1971, p. 146, lám. sentan alguno de estos elementos de ajuar, en concreto, 30 de 104, lo
XXXVI.2; XLI.2; XCI.1; y
XCIV.1.
que supone un nada despreciable 29%. En este sentido, si bien se ha
123 Ripoll, 1985, p. 38, fig. 34.7. apuntado que hasta el siglo VII d.C. es usual que de un 30 a un 40%
Por otra parte, no acaban aquí los argumentos que sitúan el cemen-
terio de Los Villares entre el siglo V d.C. y comienzos del siglo VI d.C., 124 Ripoll, 1989, pp. 417-418.
125 Giuntella, 1998, p. 65. A pesar
sino que también insisten en la misma dirección tanto el mismo aná- de que en muchas de estas
lisis de las piezas que componen estos ajuares, como hemos visto, e necrópolis faltan signos de
igualmente la tipología de sus sepulturas o alguna otra pauta del su condición cristiana, no
faltan argumentos para aso-
comportamiento funerario. ciar tales tendencias a esta
religión, en tanto, junto a los
No obstante, hemos de tener presente que el material recogido en los testimonios de las fuentes,
también se comprueba la
silos/basureros del área productiva que se le asocia es algo más tar- práctica ausencia de ajua-
dío, propio de la sexta centuria, como apuntan algunos tipos de la res, en especial de aquellos
compuestos de elementos
vajilla fina africana (Hayes 99 C y 104), cerámica de producción ibi- de indumentaria y adorno
cenca, o las típicas formas de cocina a torno o a mano (Cartagena personal, no tanto ya el de
1.1, series M1 y M2)127. tipo simbólico con jarras y
ungüentarios, en las inhu-
maciones practicadas en el
Así las cosas, este nuevo cementerio murciano, si bien en sus rasgos interior de iglesias, ad sanc-
principales apunta a la quinta centuria y principios del siguiente siglo, tos, donde, al parecer, sólo
una de cada cinco tumbas
en el caso de que aceptemos la vinculación efectiva con la citada lo presenta. Vid. al respec-
área productiva, junto a la que integraría un conjunto habitacional to, Flörchinger, 1998.
126 Madrid y Vizcaíno, 2006,
coetáneo, también podría ilustrar acerca de la perduración de modas p. 207.
en ámbitos rurales hasta cierto punto retardatarios. 127 García y Bellón, 2005, p. 360.
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