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En este capítulo se quiere resaltar en particular aquellas decisiones estatales que ponen en
serio peligro a la naturaleza y los bienes comunes no sólo de la faja del Orinoco, sino del cuerpo
orgánico del territorio venezolano; y las que representan la posibilidad de apertura al Nuevo
Imperialismo y la acumulación por desposesión por la vía del endeudamiento, en nombre del
desarrollo.
Este proyecto planteaba ser el más ambicioso de toda la historia, pero asimismo como
promete llevar a Venezuela a un auge económico mundial, promete ser una verdadera amenaza
para el ambiente, ya que “las amenazas a la biorregión de la faja del Orinoco no sólo han sido
denunciadas por grupos ecologistas y diversos activistas, sino que incluso aparecen reflejadas en los
propios estudios ambientales del Ministerio del Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables
realizados a principio de la década de los ochenta, en el marco del lanzamiento de la faja luego del
descubrimiento de las enormes reservas contenidas en ella a fines de la década del sesenta, y la
posterior concreción de la nacionalización del petróleo en 1976. Estos informes, junto a una serie
de estudios actuales, dan cuenta de algunas advertencias y peligros concretos del desarrollo de esta
zona petrolífera.” (Terán Mantovini, 2014, pp 232).
Para lograr proyectos como este, Venezuela como estado ha necesitado adquirir deudas
millonarias con el fin de mantenerse relativamente estable, como se observa en “ el informe de
balance de la petrolera para el año 2011 se planteaba que los activos y el patrimonio –$ 182.154
millones y $ 73.883 millones respectivamente– «representan una estructura financiera adecuada
para soportar los actuales niveles de inversión y financiamiento que apalanquen el Plan Siembra
Petrolera» (Pdvsa 2012, p. 7), mientras que el ministro Ramírez consideraba la deuda de Pdvsa
“confortable” en relación con el patrimonio de la compañía (cf. De Abreu 2012, 25 de enero). No
obstante, y sumado a la deuda, el balance financiero de Pdvsa 2012 mostraba que el servicio de la
deuda creció 82,7% –de $ 2.396 millones en 2011 a $ 4.379 millones en 2012–, lo cual es una
tendencia negativa porque supone destinar cada vez más recursos del presupuesto ordinario de la
empresa en el mantenimiento de la deuda, que en términos reales se va haciendo más grande
“(Terán Mantovini, 2014, pp 249 ) , motivo por el cual se dice que Venezuela enfrenta grndes
desafíos que parecían ser exclusivos para Estados capitalistas, por lo cual deben apuntar a una
acción política que vaya de simples tareas de vigilancia, a la movilización social que logre revertir
estas muy preocupantes tendencias, pues finalmente el respaldo de esta operación imperialista son
los activos y patrimonios de PDVSA, motor del petro-Estado y prácticamente de la recreación de la
sociedad venezolana. El reto es evitar que una situación hipotecaria, reconfigure radical y
regresivamente un orden social como el que se tiene actualmente en la Revolución Bolivariana,
hacia uno donde predomine la acumulación por desposesión.