You are on page 1of 2

Capítulo IV:

En este capítulo se quiere resaltar en particular aquellas decisiones estatales que ponen en
serio peligro a la naturaleza y los bienes comunes no sólo de la faja del Orinoco, sino del cuerpo
orgánico del territorio venezolano; y las que representan la posibilidad de apertura al Nuevo
Imperialismo y la acumulación por desposesión por la vía del endeudamiento, en nombre del
desarrollo.

Bajo el título de “Desarrollo” la PDVSA ha realizado y empezado un megaproyecto de


extracción petrolera en la cual el estado buscaba ser potencia energética a nivel mundial, no
obstante bajo este objetivo se ha justificado la forma irresponsable de trabajo con la que esta mega
empresa, por ejemplo, ha lidiado con el medio ambiente. En este capítulo se llama a una
concientización con respecto a los principios que se han perdido como estado en la denominada
“Revolución Bolivariana”, y a las consecuencias que esto ha traído a nivel ambiental en la Faja del
Orinoco.

Este proyecto planteaba ser el más ambicioso de toda la historia, pero asimismo como
promete llevar a Venezuela a un auge económico mundial, promete ser una verdadera amenaza
para el ambiente, ya que “las amenazas a la biorregión de la faja del Orinoco no sólo han sido
denunciadas por grupos ecologistas y diversos activistas, sino que incluso aparecen reflejadas en los
propios estudios ambientales del Ministerio del Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables
realizados a principio de la década de los ochenta, en el marco del lanzamiento de la faja luego del
descubrimiento de las enormes reservas contenidas en ella a fines de la década del sesenta, y la
posterior concreción de la nacionalización del petróleo en 1976. Estos informes, junto a una serie
de estudios actuales, dan cuenta de algunas advertencias y peligros concretos del desarrollo de esta
zona petrolífera.” (Terán Mantovini, 2014, pp 232).

En efecto, dicho proyecto implica la eliminación integral de la vegetación de miles de


hectáreas, haciéndose evidente la presencia de grandes superficies “desnudas”, ocasionando un
impacto que provocaría una fuerte dificultad para la “auto-recuperación” de la vegetación natural.
Incluso, en áreas aparentemente poco sensibles de la faja, como las sabanas abiertas de mesas
arenosas, las consecuencias de esta eliminación integral de miles de hectáreas de vegetación
también ocasionaría una desertificación vegetal con un costo elevado de restauración artificial, así
como la desaparición definitiva de especies con un modo de reproducción vegetativo
predominante.

Según el presidente de la PDVSA, Rafael Ramírez, la técnica de extracción de esta empresa


va aminorar el daño ambiental, pero si se observa en cada discurso de representantes de la PDVSA
siempre se menciona que habrá daño ambiental y aun sabiendo que es un hecho el daño que esta
provocará, se sigue en pie el proyecto. Asimismo, una forma fácil de comprender lo que este
proyecto significa es tomando el siguiente ejemplo, como los crudos no convencionales no son
directamente comercializables debido a su alta viscosidad, alto contenido de azufre y de metales
pesados, es necesario “que éstos pasen por un proceso de “mejoramiento” denominado “crudo
sintético”, en el cual, para obtener 125 mil barriles de crudo sintético, se emplean unos tres mil
litros de agua dulce por segundo (El Reventón 1980, noviembre, p. 397). Diversos cálculos plantean
que de cada barril de petróleo extraído se requieren de tres a 4,5 barriles de agua. Por ejemplo,
para el módulo de Petrourica, que tiene como meta la extracción de 400 mil B/D de petróleo, se
tendría una producción de 190 millones 800 mil litros de agua contaminada cada día ” (Terán
Mantovini, 2014, pp 235 ), lo cual permite observar el impacto de la extensión de este tipo de
proyectos.

Para lograr proyectos como este, Venezuela como estado ha necesitado adquirir deudas
millonarias con el fin de mantenerse relativamente estable, como se observa en “ el informe de
balance de la petrolera para el año 2011 se planteaba que los activos y el patrimonio –$ 182.154
millones y $ 73.883 millones respectivamente– «representan una estructura financiera adecuada
para soportar los actuales niveles de inversión y financiamiento que apalanquen el Plan Siembra
Petrolera» (Pdvsa 2012, p. 7), mientras que el ministro Ramírez consideraba la deuda de Pdvsa
“confortable” en relación con el patrimonio de la compañía (cf. De Abreu 2012, 25 de enero). No
obstante, y sumado a la deuda, el balance financiero de Pdvsa 2012 mostraba que el servicio de la
deuda creció 82,7% –de $ 2.396 millones en 2011 a $ 4.379 millones en 2012–, lo cual es una
tendencia negativa porque supone destinar cada vez más recursos del presupuesto ordinario de la
empresa en el mantenimiento de la deuda, que en términos reales se va haciendo más grande
“(Terán Mantovini, 2014, pp 249 ) , motivo por el cual se dice que Venezuela enfrenta grndes
desafíos que parecían ser exclusivos para Estados capitalistas, por lo cual deben apuntar a una
acción política que vaya de simples tareas de vigilancia, a la movilización social que logre revertir
estas muy preocupantes tendencias, pues finalmente el respaldo de esta operación imperialista son
los activos y patrimonios de PDVSA, motor del petro-Estado y prácticamente de la recreación de la
sociedad venezolana. El reto es evitar que una situación hipotecaria, reconfigure radical y
regresivamente un orden social como el que se tiene actualmente en la Revolución Bolivariana,
hacia uno donde predomine la acumulación por desposesión.

You might also like