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2. EN LA TRADICIÓN
Para entender la doctrina de los Padres podemos utilizar como introducción lo afirmado por
Mons. Ricardo Ferrara, en su libro El misterio de Dios. Correspondencias y paradojas,1 que nos
permitirá tener un marco conceptual del desarrollo de este dogma trinitario:
En primer lugar, debemos tomar conciencia que este camino no fue ni fácil ni sencillo, sino
con mucho esfuerzo la Iglesia fue precisando su doctrina.
La revelación bíblica puso los fundamentos para la afirmación dogmática del misterio trinitario,
puesto que afirmó netamente tanto la distinción real de las personas del Padre, del Hijo y del
Espíritu santo como la unidad e identidad de su ser, aun cuando enunciara menos claramente los
orígenes o generación eterna del Hijo y, tanto menos, la eterna procesión del Espíritu santo (al
menos implícita sólo en su misión temporal). Ello quiere decir que a partir del dato bíblico la
Tradición eclesiástica todavía debió recorrer un largo proceso de formación o elaboración del
dogma trinitario que podemos condensar en el desarrollo de dos líneas paralelas: la que va de la
unidad y distinción de las personas divinas a la formulación de la consubstancialidad del Hijo
con el Padre (DH 150) y la que va de la obra creadora de las personas divinas a la teología de
las procesiones inmanentes. Para introducir en la complejidad de este doble proceso gestado en
los primeros siglos del cristianismo, anticipamos sintéticamente estas dos grandes líneas.
El camino se recorrió en dos grandes líneas: una, que va desde la distinción de las Personas
divinas hasta su consubstancialidad numérica y especifica; y otra, desde la unidad de la divina
esencia hasta la distinción de las Personas divinas.
El esfuerzo de los primeros siglos cristianos consistió en mostrar que el Hijo y el Espíritu santo
eran tan Dios como el Padre. Por cierto, este problema no se vivió excesivamente en el nivel de
la vida cristiana y de las fórmulas de la regla de fe, la catequesis y la liturgia (cf. CCE 249). En
cambio, en el nivel de la comprensión teológica de esas fórmulas, debió transcurrir mucho
tiempo para que se eliminara todo resto de subordinacionismo. Tan sólo paulatinamente la
palabra «Dios» evocó de modo igualitario a las tres personas divinas. Por eso cabe decir que
toda la teología trinitaria antenicena – no solo griega sino también latina – avanzó desde la
«monarquía» del Padre hacia la igualdad y consubstancialidad de las tres personas divinas,
procediendo en consecuencia de las personas divinas a la esencia divina. La distinción real de
las personas divinas del Padre, del Hijo y del Espíritu santo era lo indiscutido, mientras que su
unidad o identidad esencial era el problema que se debía resolver. En cambio, una vez
solucionado este problema en el «consubstancial» niceno, el proceder de la patrística postnicena
– no solo latina sino también griega – será inverso: irá de la esencia divina a las personas. En
este proceso la fe trinitaria tuvo que avanzar evitando las dos principales desviaciones: la de
tipo modalista y la de tipo subordinacionista. Para llegar a la afirmación explícita del
«consubstancial» fue necesario un proceso tanto más complicado cuanto más se tardó en llegar
a las raíces que permitían una solución correcta del problema trinitario.
En la primera línea el peligro fue subordinar las Personas del Hijo y del Espíritu Santo a la
Persona del Padre.
Primeras herejías. Entre los convertidos había judíos que no iban más allá de las categorías del
Antiguo Testamento y no veían en Jesús sino a un maestro, un profeta, o a lo sumo un ángel.
Por otro lado, había griegos que, apoyándose en la mera especulación (valentinianos) o en la
1
Ricardo Ferrara, El misterio de Dios. Correspondencias y paradojas, Sígueme, Salamanca 2005, pág. 378-381.
crítica de la Biblia (marcionitas), separaban al Dios del Antiguo Testamento (el Creador) del
Dios del Nuevo Testamento (el Padre). Este planteamiento iba a incidir en el problema
trinitaria. Porque, por una parte, la tradición ortodoxa mantuvo la unidad de ambos
Testamentos, condenó al dualismo gnóstico e identificó al Dios creador con el Dios Padre. Pero
por otra parte, pronto surgieron herejías que inferían que el Padre era el mismo Hijo
(monarquianos, patripasianos, sabelianos).
En este contexto se desarrollaron las primeras teologías, que por no tener un lenguaje
adecuado e influenciadas por las filosofías reinantes (fundamentalmente platónica) dieron una
deficiente solución a los problemas planteados.
Primeras teologías. Contra éstos procedieron diversamente los latinos y los alejandrinos. Los
primeros (Tertuliano) afirmaron la «consubstancialidad» de las personas divinas de modo
imaginativo y material, apoyándose en el realismo ingenuo, con concesiones al estoicismo. Los
alejandrinos (Clemente, Orígenes) trascendieron las imágenes, pero adaptaron la tradición
trinitaria al sistema platónico. Ahora bien, en la misma medida en que los contenidos trinitarios
se volcaron en los moldes del platonismo, se acrecentó el peligro de subordinacionismo, más o
menos latente en todos los padres antenicenos. Es lo que ocurrió con Orígenes cuando dijo que
el Hijo dista mucho más del Padre que de las creaturas (Contra Celsum 5, 39; cf. 7, 42). En el
platonismo lo «divino» es participado del bien al Logos del mundo inteligible y de éste al
Pneuma que anima al mundo sensible (cf. B. Arnou, Platonisme des Pères, en DTC XII, 2230s).
Luego a Orígenes le bastaba denominar Padre al Bien, Hijo al Logos, la imagen del Bien, y no
necesitó inventar otro nombre para designar al Espíritu. La unidad de las hipóstasis divinas no
se mantenía sino mediante un ambiguo concepto de «participación»: el Padre es Dios
verdadero, mientras que el Hijo es Dios participado. Pero en la esencia divina hay identidad, no
la participación propia de las esencias creaturales. Luego los Padres antenicenos no acertaron en
la solución del problema de la unidad de la esencia divina.
La primera herejía fue la arriana, que simplemente extremó las anteriormente herejías
nombradas, afirmando que el Hijo era una creatura.
La herejía arriana. El progreso fue ocasionado por las controversias arrianas. Porque el
arrianismo criticó las consecuencias a las que llevaba el realismo ingenuo, reveló la
inconsistencia del sistema origeniano, desplazando el acento de la categoría platónica de
participación a la categoría cristiana de «creación de la nada», de donde sacó la consecuencia,
impensada por Orígenes, de que el Hijo no era Dios participado, sino creado de la nada.
El concilio de Nicea. Ante las argucias arrianas, el concilio de Nicea enseñó que el Hijo no era
Dios participado, sino Dios verdadero de Dios verdadero, consubstancial con el Padre; descartó
la consubstancialidad material del realismo ingenuo; afirmó la consubstancialidad especifica y
numérica de las personas divinas superando la imaginación, el nivel del juicio, en conformidad
con la regla atanasiana: «Del Hijo hay que afirmar lo mismo quo afirmamos del Padre, salvo el
nombre (o propiedad) de Padre».
De este Concilio derivó toda la teología de los Padres Capadocios que siguieron iluminando
a la Iglesia a lo largo de toda su historia.
La teología postnicena. Desde la condenación del arrianismo por el concilio de Nicea, los
compromisos platonizantes de la teología origenista (Eusebio de Cesarea) se tomaron cada vez
más discutibles. Se imponía la tarea de pensar el dogma trinitario de una manera más
independiente de los moldes de la filosofía vigente. Esa fue la contribución de los Padres
capadocios: ellos entendieron la esencia divina (ousia) como algo único y concreto, poseído
distinta y enteramente por cada una de las personas divinas, no como una forma participada
según un más y un menos por aquellas. Así, cada una de las personas divinas se distinguía de
las otras tan sólo por el diverso modo de subsistir (tropoj thj uparxeoj) en ellas la única
esencia concreta. Dado que ese modo no es algo absoluto, sino relación, el principio distintivo
eran las propiedades tomadas de las relaciones de origen: así el Padre se distingue por la
innascibilidad (agennhsia), el Hijo por la nascibilidad (gennhsia) y el Espíritu por la
procedencia (ekporeusij). Así, los Capadocios llegaron al resultado capital de disponer de
categorías que significaban lo común (la ousia) y lo propio (la upostasij) de las personas
divinas, acuñando la fórmula «una esencia y tres personas» (mia ousia treix upostaseix).
Desde aquí partirá la especulación trinitaria posterior. Pero ya Gregorio de Nisa nos dejó un
primer esbozo en su Theologia, donde expone al griego la unicidad de la esencia divina antes de
proponer al judío la Trinidad de las personas (Oratio catechetica magna, Prol; caps. T-TV; PG
45, 9-20).
La otra línea, la que va desde la unidad de la divina esencia hasta la distinción de las
Personas divinas tenía el peligro de presentar a las Personas divinas como simples modos de Dios.
(HEGEL)
La via negationis. Tanto los filósofos griegos (platonismo medio y neoplatonismo) como los
pensadores cristianos (eclesiásticos y gnósticos) de esta época privilegiaban la vía de negación
para salvar la trascendencia divina. Así, el principio y término de todo el proceso permanecía
envuelto en el misterio de su invisibilidad e inefabilidad: si no era absolutamente desconocido
(agnwstoj), como pretendían los gnósticos, a lo sumo era conocido sólo negativamente, como
ingénito (agennhtoj). Así, los rasgos de la persona de Dios Padre quedaban desdibujados en
la medida en que sólo era conocida por la vía de negación.
La primera herejía en este orden era el gnosticismo, que hacia de la Personas divinas simples
emanaciones de la divinidad.
Los gnósticos. Esta tendencia logra su expresión más sistemática en los gnósticos,
particularmente en los discípulos de Tolomeo: inactivo, reservado en lo absoluto de su
inefabilidad abismal, él trascendía, en cuanto superprincipio y superpadre (proarch y
propathr), las mismas propiedades de principio y de padre. Estas pasaban a la segunda
hipóstasis, al Unigénito, quien, en algunos casos, llega a ser simultáneamente Padre, Madre e
Hijo. Estas consecuencias fueron evitadas por los autores eclesiásticos, aun por aquellos que
usaron expresiones de los gnósticos.
Las procesiones inmanentes. Llegados a este punto las nociones de paternidad y de principio
quedaban referidas unívocamente a la creación libre de las cosas, reducidas a ella, sin
distinguirse de ella. Las confesiones de fe no separaban estos dos aspectos pero tampoco los
distinguían. Tocaba a la teología distinguir sin separar. Y ella lo hizo en la medida en que fue
capaz de elaborar la noción de una generación eterna del Verbo como palabra interior del Padre,
mediante el camino de la analogía del espíritu. Correspondió a Tertuliano el mérito de haber
propuesto en AdvPrax 5 esta analogía que los apologistas apenas vislumbraron.
Concepto de eternidad. En los pensadores cristianos de esta época, tanto eclesiásticos como
heréticos, era corriente distinguir los orígenes del Verbo de los orígenes de la creatura mediante
una deficiente concepción de la eternidad divina: suponiendo que en la eternidad hubo un
momento en el que el Padre estaba sólo, entonces se podía decir que el Verbo fue generado en
«un momento de la eternidad», anterior al tiempo en el que habían comenzado a existir las
creaturas. Corresponde a Orígenes el mérito de haber impugnado esta concepción en el De
principiis IV 28.
San Ireneo representa la Tradición apostólica y la teología más cercana a la doctrina trinitaria de
la regla de fe y de la catequesis impartida en las Iglesias, «pues todos profesan a un solo y
mismo Dios, el Padre, todos creen en la misma economía de la encarnación del Hijo de Dios y
todos reconocen el mismo don del Espíritu» (AdvHaer V, 20, 1). Por un lado, enseña la
consubstancialidad del Padre y del Hijo en el nivel del juicio y no de la mera imagen:
El Padre es Señor y el Hijo es Señor. El Padre es Dios y el Hijo es Dios, porque el que
ha nacido de Dios es Dios. Luego por la esencia misma de su ser, se demuestra que no
hay sino un solo Dios, aunque, según la economía de nuestra redención, hay un Hijo y
un Padre (Demostración, 47).
Por otro lado, evita las especulaciones imaginativas de los gnósticos sobre las procesiones. Ante
la pregunta por lo que hacía Dios antes de la creación del mundo, Ireneo afirma que la Escritura
calla, mientras que los gnósticos colman ese silencio asignando a Dios multitud de emisiones
tontas, descontroladas y blasfemas (AdvHaer II, 3, 86s). Contra la multiplicación gnóstica de
eones, acentúa la simplicidad de Dios con fórmulas que parecen cerrar el camino a toda
especulación sobre las procesiones trinitarias, aunque no dejan de reconocer la generación del
Hijo a partir de la Mente paterna.
Dios es todo mente, todo razón, todo espíritu operante, todo luz, siendo siempre el
mismo... Su pensamiento es su Logos, éste es su Mente, y el Padre mismo es la Mente
que abarca todo. Luego quien habla de mente de Dios y le adjudica la emanación
(prolationem) propia de la mente afirma que es compuesto, como si una cosa fuera Dios
y otra cosa su Mente fontal... Si alguien nos pregunta cómo el Hijo ha sido proferido por
el Padre, le responderemos que esta prolación, o generación, o pronunciación, o
revelación, o finalmente esta generación inefable, cualquiera sea su nombre, nadie la
conoce... sino sólo el Padre que ha engendrado al Hijo y el Hijo quo ha nacido
(AdvHaer II, 28, 5).
También podemos encontrar la doctrina de san Ireneo,3 en las diversas lecturas que nos
ofrece la Liturgia de las Horas. En la fiesta de San Marcos (25 abril).
La predicación de la verdad
2
Ricardo Ferrara, El misterio de Dios. Correspondencias y paradojas, Sígueme, Salamanca 2005, pág. 384-385.
3
Nació en el año 130 y fue educado en Esmirna, fue discípulo de San Policarpo, obispo de aquella ciudad. El año 177
era presbítero en Lyón (Francia), y poco después ocupó la sede episcopal de dicha ciudad. Murió mártir en el año 200.
La Iglesia, esparcida por el orbe hasta los confines de la tierra, ha recibido de los
apóstoles y de los discípulos de los mismos aquella fe cuyo objeto es: un solo Dios, Padre
todopoderoso, que hizo el cielo y la tierra, el mar y cuanto hay en él; y un solo Hijo de Dios,
Jesucristo, que por nuestra salvación se hizo hombre; y el Espíritu Santo, que, por boca de los
profetas, anunció de antemano los designios de Dios; y la venida al mundo, la encarnación en el
seno de María, la pasión y resurrección de entre los muertos, la ascensión corporal del amado
Jesucristo, Señor nuestro, así como su futura venido desde el cielo, en la gloria del Padre, para
recapitular todas las cosas y resucitar corporalmente a todo el género humano, para que, según
ha dispuesto el Padre invisible, ante Cristo Jesús, nuestro Señor y Dios, salvador y rey, toda
rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo y toda lengua lo proclame, y él juzgue a
todos con justicia.
La Iglesia, habiendo recibido, como hemos dicho, esta predicación y esta fe, aunque
esparcida por todo el mundo, la guarda con diligencia, como si todos sus hijos habitaran en una
misma casa; y toda ella cree estas mismas verdades, como quien tiene una sola alma y un solo
corazón, y, en consecuencia, las predica, las enseña y las transmite, como quien tiene una sola
boca. Porque, si bien en el mundo hay diversidad de lenguajes, el contenido de la tradición es
uno e idéntico para todos.
Y lo mismo creen y transmiten las Iglesias fundadas en Germania, así como las de los
iberos, las de los celtas, las del Oriente, las de Egipto, las de Libia y las que se hallan en el
centro del mundo; pues, del mismo modo que el sol, creatura de Dios, es uno e idéntico en todo
el mundo, así también la predicación de la verdad brilla en todas partes e ilumina a todos los
hombres que quieren llegar al conocimiento de la verdad.
Y ni el que posee dotes oratorias, entre los que presiden las Iglesias, enseñará algo
diverso a lo que hemos dicho (ya que nadie está por encima de su maestro), ni el que está
privado de estas dotes aminorará por ello el contenido de la tradición. En efecto, siendo la fe
única e idéntica para todos, ni la amplía el que es capaz de hablar mucho sobre ella, ni la
aminora el que no es capaz de tanto.
En la Solemnidad de Pentecostés.
El Señor dijo a los discípulos: Id y sed los maestros de todas las naciones; bautizadlas
en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Con este mandato les daba el poder de
regenerar a los hombres en Dios.
Dios había prometido por boca de sus profetas que en los últimos días derramaría el
Espíritu sobre sus siervos y siervas, que éstos profetizarían; por esto descendió, el Espíritu
Santo sobre el Hijo de Dios, que se había hecho Hijo del hombre, para así, permaneciendo en él,
habitar en el género humano, reposar sobre los hombres y residir en la obra plasmada por las
manos de Dios realizando así en el hombre la voluntad del Padre y renovándolo de la antigua
condición a la nueva, creada en Cristo.
Y Lucas nos narra cómo este Espíritu, después de la ascensión del Señor, descendió
sobre los discípulos el día de Pentecostés, con el poder de dar a todos los hombres entrada en la
vida y para dar su plenitud a la nueva alianza; por esto, todos a una, los discípulos, alababan a
Dios en todas las lenguas, al reducir el Espíritu a la unidad los pueblos distantes y ofrecer al
Padre las primicias de todas las naciones.
Por esto el Señor prometió que nos enviaría aquel Abogado que nos haría capaces de
Dios. Pues, del mismo modo que el trigo seco no puede convertirse en una masa compacta y en
un solo pan, si antes no es humedecido, así también nosotros, que somos muchos, no podíamos
convertimos en una sola cosa en Cristo Jesús, sin esta agua que baja del cielo. Y, así como la
tierra árida no da fruto, si no recibe el agua, así también nosotros, que éramos antes como un
leño árido, nunca hubiéramos dado el fruto de vida, sin esta gratuita lluvia de lo alto.
Nuestros cuerpos, en efecto, recibieron por el baño bautismal la unidad destinada a la
incorrupción, pero nuestras almas la recibieron por el Espíritu.
El Espíritu de Dios descendió sobre el Señor, Espíritu de sabiduría y de inteligencia,
Espíritu de consejo y de fortaleza, Espíritu de ciencia y de temor del Señor, y el Señor, a su vez,
lo dio a la Iglesia, enviando al Abogado sobre toda la tierra desde el cielo, que fue de donde dijo
el Señor que había sido arrojado Satanás como un rayo; por esto necesitamos de este rocío
divino, para que demos fruto y no seamos lanzados al fuego; y, ya que tenemos quién nos acusa,
tengamos también un Abogado, pues que el Señor encomienda al Espíritu Santo el cuidado del
hombre, posesión suya, que había caído en manos de ladrones, del cual se compadeció y vendó
sus heridas, entregando después los dos denarios regios para que nosotros, recibiendo por el
Espíritu la imagen y la inscripción del Padre y del Hijo, hagamos fructificar el denario que se
nos ha confiado, retornándolo al Señor con intereses.
El Verbo de Dios se hizo hombre y el Hijo de Dios se hizo Hijo del hombre para que el
hombre, unido íntimamente al Verbo de Dios, se hiciera hijo de Dios por adopción.
En efecto, no hubiéramos podido recibir la incorrupción y la inmortalidad si no hubiéramos
estado unidos al que es la incorrupción y la inmortalidad en persona. ¿Y cómo hubiésemos
podido unirnos al que es la incorrupción y la inmortalidad, si antes él no se hubiese hecho uno
de nosotros, a fin de que nuestro ser corruptible fuera absorbido por la incorrupción y nuestro
ser mortal fuera absorbido por la inmortalidad, para que recibiésemos la filiación adoptiva?
Así pues, este Señor nuestro es Hijo de Dios y Verbo del Padre por naturaleza, y también es
Hijo del hombre, ya que tuvo una generación humana, hecho Hijo del hombre a partir de María,
la cual descendía de la raza humana y a ella pertenecía.
Por esto el mismo Señor nos dio una señal en las profundidades de la tierra y en lo alto
de los cielos, señal que no había pedido el hombre, porque éste no podía imaginar que una
virgen concibiera y diera a luz, y que el fruto de su parto fuera Dios con nosotros, que
descendiera a las profundidades de la tierra para buscar a la oveja perdida (el hombre, obra de
sus manos), y que, después de haberla hallado, subiera a las alturas para presentarla y
encomendarla al Padre, convirtiéndose él en primicias de la resurrección. Así, del mismo modo
que la cabeza resucitó de entre los muertos, también todo el cuerpo (es decir, todo hombre que
participa de su vida, cumplido el tiempo de su condena, fruto de su desobediencia) resucitará,
por la trabazón y unión que existe entre los miembros y la cabeza del cuerpo de Cristo, que va
creciendo por la fuerza de Dios, teniendo cada miembro su propia y adecuada situación en el
cuerpo. En la casa del Padre hay muchas moradas, porque muchos son los miembros del
cuerpo.
Dios se mostró magnánimo ante la caída del hombre y dispuso aquella victoria que iba
a conseguirse por el Verbo. Al mostrarse perfecta la fuerza en la debilidad, se puso de
manifiesto la bondad y el poder admirable de Dios.
Nadie puede conocer al Padre sin el Verbo de Dios, esto es, si no se lo revela el Hijo,
ni conocer al Hijo sin el beneplácito del Padre. El Hijo es quien cumple este beneplácito del
Padre; el Padre, en efecto, envía, mientras que el Hijo es enviado y viene. Y el Padre, aunque
invisible e inconmensurable por lo que a nosotros respecta, es conocido por su Verbo, y, aunque
inexplicable, el mismo Verbo nos lo ha expresado. Recíprocamente, sólo el Padre conoce a su
Verbo; así nos lo ha enseñado el Señor. Y por esto el Hijo nos revela el conocimiento del Padre
por la manifestación de sí mismo, ya que el Padre es conocido por la manifestación del Hijo:
todo es manifestado por obra del Verbo.
Para esto el Padre reveló al Hijo, para darse a conocer a todos a través de él, y para que
todos los que creyesen en él mereciesen ser recibidos en la incorrupción y en el lugar del eterno
consuelo (porque creer en él es hacer su voluntad).
Ya por el mismo hecho de la creación el Verbo revela a Dios creador, por el hecho de
la existencia del mundo al Señor que lo ha fabricado, por la materia modelada al artífice que la
ha modelado y a través del Hijo al Padre que lo ha engendrado; sobre esto hablan todos de
manera semejante, pero no todos creen de manera semejante. También el Verbo se anunciaba a
sí mismo y al Padre a través de la ley y de los profetas; y todo el pueblo lo oyó de manera
semejante, pero no todos creyeron de manera semejante. Y el Padre se mostró a sí mismo,
hecho visible y palpable en la persona del Verbo, aunque no todos creyeron por igual en él; sin
embargo, todos vieron al Padre en la persona del Hijo, pues la realidad invisible que veían en el
Hijo era el Padre, y la realidad visible en la que veían al Padre era el Hijo.
El Hijo, pues, cumpliendo la voluntad del Padre, lleva a perfección todas las cosas
desde el principio hasta el fin, y sin él nadie puede conocer a Dios. El conocimiento del Padre
es el Hijo, y el conocimiento del Hijo está en poder del Padre y nos lo comunica por el Hijo. En
este sentido decía el Señor: Nadie conoce al Hijo sino el Padre, como nadie conoce al Padre
sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar. Las palabras se lo quiere revelar no
tienen sólo un sentido futuro, como si el Verbo hubiese empezado a manifestar al Padre al nacer
de María, sino que tienen un sentido general que se aplica a todo tiempo. En efecto, el Padre es
revelado por el Hijo, presente ya desde el comienzo en la creación, a quienes quiere el Padre,
cuando quiere y como quiere el Padre. Y por esto, en todas las cosas y a través de todas las
cosas, hay un solo Dios Padre, un solo Verbo, el Hijo, y un solo Espíritu, como hay también una
sola salvación para todos los que creen en él.
El sábado de cenizas.
Nuestro Señor, aquel que es la Palabra de Dios, primero nos ganó como siervos de
Dios, mas para liberarnos después, tal como dice a sus discípulos: Ya no os llamo siervos,
porque el siervo no sabe lo que hace su señor; os he llamado amigos, porque todo cuanto me ha
comunicado el Padre os lo he dado a conocer. Y la amistad divina es causa de inmortalidad para
todos los que entran en ella.
Así, pues, en el principio Dios p1asmó a Adán, no porque tuviese necesidad del
hombre, sino para tener en quien depositar sus beneficios. Pues no sólo antes de la creación de
Adán, sino antes de toda creación, el que es la Palabra glorificaba a su Padre, permaneciendo en
él, y él, a su vez, era glorificado por el Padre, como afirma él mismo: Glorifícame tú, Padre, con
la gloria que tenía junto a ti antes que el mundo existiese.
Y si nos mandó seguirlo no es porque necesite de nuestros servicios, sino para que
nosotros alcancemos así la salvación. Seguir al Salvador, en efecto, es beneficiarse de la
salvación, y seguir a la Luz es recibir la luz. Pues los que están en la luz no son los que
iluminan a la luz, sino que la luz los ilumina y esclarece a ellos, ya que ellos nada le añaden,
sino que son ellos los que se benefician de la luz.
Del mismo modo, el servir a Dios nada le añade a Dios, ni tiene Dios necesidad alguna
de nuestra sumisión; es él, por el contrario, quien da la vida, la incorrupción y la gloria eterna a
los que lo siguen y sirven, beneficiándolos por el hecho de seguirlo y servirlo, sin recibir de
ellos beneficio alguno, ya que es en sí mismo rico, perfecto, sin que nada le falte.
La razón, pues, por la que Dios desea que los hombres lo sirvan es su bondad y
misericordia, por las que quiere beneficiar a los que perseveran en su servicio, pues, si Dios no
necesita de nadie, el hombre, en cambio, necesita de la comunión con Dios.
En esto consiste la gloria del hombre, en perseverar y permanecer en el servicio de
Dios. Por esto el Señor decía a sus discípulos: No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo
os he elegido a vosotros, queriendo indicar que no eran ellos los que lo glorificaban al seguirlo,
sino que, siguiendo al Hijo de Dios, él los glorificaba a ellos. Por esto añade: Quiero que ellos
estén conmigo allí donde yo esté, para que contemplen mi gloria.
Uno es Dios, quien por su palabra y su sabiduría hizo y dispuso todas las cosas.
Su Palabra es nuestro Señor Jesucristo, que en los últimos tiempos se hizo hombre
entre los hombres para reunir el término con el comienzo, es decir, el hombre con Dios.
Los profetas, que habían recibido el don de la profecía de la misma Palabra,
anunciaron su venida según la carne: Por esta venida se realizó la unión y comunión de Dios y
el hombre, conforme a la voluntad del Padre. En efecto, la Palabra de Dios había anunciado de
antemano que Dios sería visto por los hombres, que viviría con ellos en la tierra; había
anunciado que hablaría y que estaría con su creatura para salvarla, que ella lo conocería; y había
anunciado también que, librándonos de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos
odian, es decir, de todo espíritu de pecado, nos haría servirle con santidad y justicia, en su
presencia, todos nuestros días, a fin de que el hombre, unido al Espíritu de Dios, glorificara al
Padre.
Los profetas anunciaban que Dios sería visto por los hombres, y así lo proclamó el
mismo Señor cuando dijo: Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Pero
nadie puede ver a Dios en su grandeza y en su gloria inenarrable y seguir viviendo: el Padre es
inaccesible. Sin embargo, porque ama al hombre y porque todo lo puede, aun este don concedió
a los que lo aman: ver a Dios; y esto también lo anunciaron los profetas: Lo que para los
hombres es imposible es posible para Dios.
El hombre por sí mismo no puede ver a Dios; pero Dios, si quiere, puede manifestarse
a los hombres: a quien quiera, cuando quiera y como quiera. Dios, que todo lo puede, fue visto
en otro tiempo por los profetas en el Espíritu, ahora es visto en el Hijo gracias a la adopción
filial y será visto en el reino de los cielos como Padre. En efecto, el Espíritu prepara al hombre
para recibir al Hijo de Dios, el Hijo lo conduce al Padre, y el Padre en la vida eterna le da la
inmortalidad, que es la consecuencia de ver a Dios.
Pues así como los que ven la luz están en la luz y reciben su claridad, así también los
que ven a Dios están en Dios y reciben su claridad. La claridad de Dios vivifica y, por lo tanto,
los que ven a Dios reciben la vida.
La gloria de Dios consiste en que el hombre viva y la vida del hombre consiste en la visión de
Dios
La claridad de Dios vivifica y, por lo tanto, los que ven a Dios reciben la vida. Por esto
aquel que supera nuestra capacidad, que es incomprensible, invisible, se hace visible y
comprensible para los hombres, se adapta a su capacidad, para dar vida a los que lo perciben y
lo ven.
Vivir sin vida es algo imposible, y la subsistencia de esta vida proviene de la
participación de Dios, que consiste en ver a Dios y gozar de su bondad.
Los hombres, pues, verán a Dios y vivirán, ya que esta visión los hará inmortales, al
hacer que lleguen hasta la posesión de Dios. Esto, como dije antes, lo anunciaban ya los
profetas de un modo velado, a saber, que verán a Dios los que son portadores de su Espíritu y
esperan continuamente su venida. Como dice Moisés en el Deuteronomio: Aquel día veremos
que puede Dios hablar a un hombre, y seguir éste con vida.
Aquel que obra todo en todos es invisible e inefable en su ser y en su grandeza, con
respecto a todos los seres creados por él, mas no por esto deja de ser conocido, porque todos
sabemos, por medio de su Verbo, que es un solo Dios Padre, que lo abarca todo y que da el ser a
todo; este conocimiento viene atestiguado por el Evangelio, cuando dice: Nadie ha visto jamás a
Dios; el Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, es quien nos lo ha dado a conocer.
Así, pues, el Hijo nos ha dado a conocer al Padre desde el principio, ya que desde el
principio está con el Padre; él, en efecto, ha manifestado al género humano el sentido de las
visiones proféticas, de la distribución de los diversos carismas, con sus ministerios, y en qué
consiste la glorificación del Padre, y lo ha hecho de un modo consecuente y ordenado, a su
debido tiempo y con provecho; porque donde hay orden allí hay armonía, y donde hay armonía
allí todo sucede a su debido tiempo, y donde todo sucede a su debido tiempo allí hay provecho.
Por esto el Verbo se ha constituido en distribuidor de la gracia del Padre en provecho de los
hombres, en cuyo favor ha puesto por obra los inescrutables designios de Dios, mostrando a
Dios a los hombres, presentando al hombre a Dios; salvaguardando la invisibilidad del Padre,
para que el hombre tuviera siempre un concepto muy elevado de Dios y un objetivo hacia el
cual tender, pero haciendo también visible a Dios para los hombres, realizando así los designios
eternos del padre, no fuera que el hombre, privado totalmente de Dios, dejara de existir; porque
la gloria de Dios consiste en que el hombre viva, y la vida del hombre consiste en la visión de
Dios. En efecto, si la revelación de Dios a través de la creación es causa de vida para todos los
seres que viven en la tierra, mucho más lo será la manifestación del Padre por medio del Verbo
para los que ven a Dios.
Los Padre apologistas, frente a las especulaciones gnósticas, nos señala Mons. Ferrara, 4
afirmaban que Dios estaba solo en cuanto era único, en cuanto que ninguna potencia o materia o
naturaleza ajena coexistía con él, pero sí su esencial Logos o Sabiduría.
5 (6). Porque el Padre del universo, ingénito como es, no tiene nombre impuesto, como
quiera que todo aquello que lleva un nombre supone a otro más antiguo que se lo impuso. 2.
Los de Padre, Dios, Creador, Señor, Dueño, no son propiamente nombres, sino denominaciones
tomadas de sus beneficios y de sus obras. 3. En cuanto a su Hijo, aquel que sólo propiamente se
dice Hijo, el Verbo, que está con El antes de las criaturas y es engendrado cuando al principio
creó y ordenó por su medio todas las cosas, se llama Cristo por su unción y por haber Dios
ordenado por su medio todas las cosas, nombre que comprende también un sentido
incognoscible, a la manera que la denominación "dios" no es nombre, sino una concepción
ingénita en la naturaleza humana de una realidad inexplicable. 4. "Jesús", en cambio, es nombre
de hombre que tiene su propia significación de "salvador". 5. Porque, como antes dijimos, el
Verbo se hizo hombre por designio de Dios Padre y nació para la salvación de los creyentes y
destrucción de los demonios. Y esto lo podéis comprobar por lo que ahora mismo está
sucediendo ante vuestros ojos. 6. Porque por todo el mundo y en vuestra misma ciudad imperial
muchos de los nuestros, es decir, cristianos, conjurándolos por el nombre de Jesucristo, que fue
crucificado bajo Poncio Pilatos, han curado y siguen aún ahora curando a muchos
endemoniados que no pudieron serlo por todos los otros exorcistas, encantadores y hechiceros,
y así destruyen y arrojan a los demonios que poseen a los hombres.
61. Os voy a presentar, ¡oh amigos! — dije —, otra testimonio de las Escrituras sobre
que Dios engendró, principio antes de todas los criaturas, cierta potencia racional de si mismo,
la cual es llamada también por el Espíritu Santo Gloria del Señor, y unas veces Hijo, otras
Sabiduría; ora Ángel, ora Dios; ya Señor, ya Palabra; y ella misma se llama a si misma Capitán
General, cuando se aparece en forma de hombre a Josué, hijo de Nave. Y es así que todas esas
denominaciones le vienen de estar al servicio de la voluntad del Padre y de haber sido
engendrada por querer del Padre.
[2] ¿Y no vemos que algo semejante se da en nosotros? En efecto, al emitir una
palabra, engendramos la palabra, no por corte, de modo que se disminuya la razón que hay en
nosotros al emitirla. Algo semejante vemos también en un fuego que se enciende de otro, sin
que se disminuya aquel del que se tomó la llama, sino permaneciendo el mismo. Y el fuego
encendido también aparece con su propio ser, sin haber disminuido aquel de donde se encendió.
[3] Mas será la palabra de la sabiduría la que me prestará su testimonio, por ser ella ese mismo
4
Ricardo Ferrara, El misterio de Dios. Correspondencias y paradojas, Sígueme, Salamanca 2005, pág. 386-387.
Dios engendrado del Padre del universo, que subsiste como palabra y sabiduría y poder y gloria
del que le engendró y que, por boca de Salomón, dice así: Después de anunciaros lo que sucede
cada día, me acordaré de enumeraros las cosas que son desde la eternidad. El Señor me fundó
principio de sus caminos para sus obras. Antes del tiempo me cimentó, en el principio, antes de
hacer la tierra, antes de crear tos abismos, antes de brotar las fuentes de las aguas, antes de
asentar las montañas: antes de todos los collados me engendra a mí. [4] El Señor hizo las
regiones, la tierra inhabitada y los montes que se habitan bajo el cielo. Guando preparaba el
cielo, yo estaba en su compañía, y cuando colocaba su trono sobre los vientos, cuando hacia
sólidas las nubes de arriba y como suelo firme las fuentes del abismo; cuando afirmaba los
cimientos de la tierra, junto a él estaba, ajustando. Yo era con quien El se alegraba; día a día me
regocijaba en su presencia en todo tiempo, porque El se regocijaba acabando la tierra y se
regocijaba en los hijos de los hombres. [6] Ahora, pues, hijo, escúchame. Bienaventurado el
varón que me escuche y el hombre que guarde mis caminos, vigilando día a día sobre mis
puertas y observando los umbrales de mis entradas. Porque mis salidas son salidas de vida, y
preparada esta complacencia de parte del Señor. Mas los que contra mí pecan, son impías contra
su propia alma; los que me aborrecen, aman la muerte.
62. Eso mismo, amigos, expresó la palabra de Dios por boca de Moisés al indicarnos
que el Dios que nos manifestó, habló en ese mismo sentido en la creación del hombre, al decir
estas palabras: llagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Y mande sobre tos peces del
mar y sobre las aves del cielo, y sobre las bestias, y sobre toda la tierra, y sobre todos los
reptiles que reptan sobre la tierra. E hizo Dios al hombre; a imagen de Dios le hizo; macho y
hembra los hizo. Y los bendijo Dios diciendo. "Creced y multiplicaos, y llenad la Tierra, y
dominad sobre ella".
[2] Y porque no torzáis las palabras citadas y digáis lo que dicen vuestros maestros,
que Dios se dirigió a si mismo al decir "hagamos", del mismo modo que nos-otros, cuando
vamos a hacer algo decimos "hagamos", o que habló con los elementos, es decir, con la tierra y
demás de que sabemos se compone el hombre, y a ellos dijo el "hagamos"; os voy a citar ahora
otras palabras del mismo Moisés, por las cuales, sin discusión posible, tenemos que reconocer
que conversó Dios con alguien que era numéricamente distinto y juntamente racional.
[3] Helas aquí Y dijo Dios: He aquí que Adán se ha hecho como uno de nosotros para
conocer el bien y el mal. Luego, al decir "como uno de nosotros", indica el número de los que
entre si conversan, y que por lo menos son dos. Porque no puedo yo tener por verdadero lo que
dogmatiza la que entre vosotros se llama herejía ni los maestros de ellas son capaces de
demostrar que habla Dios con los Ángeles o que el cuerpo humano es obra de Ángeles. [4] Sino
que este brote, emitido realmente del Padre, estaba con El antes de todas las criaturas y con ése
conversa el Padre, como nos lo manifestó la palabra por boca de Salomón, al decirnos que antes
de todas las criaturas fue por Dios engendrado como principio y progenie este mismo que por
Salomón es llamado sabiduría. Y lo mismo — añadí — se dice por la revelación he-cha a Josué,
hijo de Navé. Y para que también por este pasaje veáis claro lo que digo, escuchad lo que se
cuenta en el libro de Josué, [5] que es lo siguiente: Y sucedió cuando estaba Josué sobre Jericó
que, levantando sus ojos, vió a un hombre de pie delante de sí y adelantándose Josué, le dijo:
"¿Eres nuestro o de los contrarios?" Y El le contestó: Yo soy el capitán general del ejército del
Señor, que he venido ahora. Y Josué se postró rostro por tierra y le dijo: "Señor, ¿qué ordenas a
tu siervo?" Y dijo el capitán general del Señor a Josué: "Desata los calzados de tus pies, porque
el lugar en que estás es tierra santa." Y Jericó estaba cerrada y fortificada, y nadie salía de ella.
Y dijo el Señor a Josué: "Mira que te entrego sometida a Jericó y su rey, que está en ella, por
más que son poderosos por la fuerza"
63. Y Trifón:
— Con fuerza — dijo — y copiosamente has demostrado ese punto, amigo. Demuestra ahora
que ése se dignó nacer hombre de una virgen según la voluntad de su padre, ser crucificado y
morir, y pruébanos, en fin, que después de eso resucitó y subió al cielo.
[2] Y yo respondí:
— También eso está ya demostrado por las palabras de las profecías por mi citadas, que por
consideración a vosotros voy a citar y comentar nuevamente, a ver si logro también nos
pongamos en esto de acuerdo. La palabra por lo menos que dijo Isaías: Su generación, ¿quién la
contará? Porque es arrebatada de la tierra su vida, ¿no te parece haber sido dicha en el sentido
.de que no tiene su linaje de hombres Aquel que Dios dice haber sido entregado a la muerte por
las iniquidades de su pueblo? Y de su sangre, corno antes dije, dijo Moisés, ha-blando
misteriosamente, que había de lavar su vestidura en la sangre de la uva, dando a entender que su
sangre no vendría de germen humano, sino de voluntad de Dios. [3] Y las palabras de David: En
los esplendores de tus santos, del vientre, antes del lucero de la mañana, te engendré: Juró el
Señor y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec, ¿no
significan para vosotros que desde lo antiguo y por vientre humano había de engendrarle el que
es Dios y Padre del universo? [4] Y en otro pasaje también anteriormente citado dice: Tu trono,
¡oh Dios!, por el siglo del siglo. Para de rectitud, la vara de tu reino. Amaste la justicia y
aborreciste la iniquidad; por eso te ungió, ¡oh Dios!, tú Dios con el óleo de regocijo, más que a
tus compañeros. Mirra, áloe y casia exhalan tus vestidos, de las moradas de marfil, por las que
te regocijaron. Hijas de tos reyes en tu cortejo. Se presentó la reina a tu derecha, vestida de
vestidura recamada de oro y en variedad de colores. Escucha, hija, y mira, e inclina tu oído:
Olvídate de tu pueblo y de la casa de tu padre, y codiciará el rey tu belleza. Porque El es tu
Señor y tú le adorarás. [5] Expresamente nos dan a entender estas palabras que hay que
adorarle, que es Dios y Cristo, atestiguado por el Hacedor de este mundo. Y no menos
claramente nos pregonan que el Verbo de Dios habla como con hija suya con los que creen en
El, como si formaran una sola alma, una sola congregación, una sola Iglesia—la Iglesia que de
su nombre nace y de su nombre participa, pues todos nos llamamos cristianos—, a par que nos
enseñan a olvidarnos de nuestras antiguas costumbres, que nos vienen de nuestros padres, allí
donde dice: Oye, hija, y mira, e inclina tu oído, y olvídate de tu pueblo y de la casa de tu padre,
y codiciará el rey tu belleza; porque El es tu Señor y tú le adorarás,
64. Y Trifón:
— Allá vosotros — me replicó — que procedéis de las naciones, reconocedle como Señor,
como Cristo y como Dios, conforme lo significan las Escrituras; vosotros, digo, que de su
nombre habéis venido todos a llamaros cristianos; pero nosotros, servidores del Dios mismo
que a éste le hizo, no tenemos necesidad alguna ni de confesarle ni de adorarle.
Sabemos que El es el principio del mundo; pero se produjo no por división, sino por
participación. Porque lo que se divide queda separado de lo primero; mas lo que se da por
participación, tomando carácter de una dispensación, no deja falto a aquello de donde se toma.
Porque a la manera que de una sola tea se encienden muchos fuegos, mas no por encenderse
muchas teas se disminuye la luz de la primera, así también el Verbo, procediendo de la potencia
del Padre, no dejó sin razón al que había engendrado. Y es así que yo mismo estoy hablando y
vosotros me escucháis, y, ciertamente, no porque mi palabra pase a vosotros me quedo yo vacío
de palabras al conversar con vosotros, sino que al emitir mi voz, me propongo ordenar la
materia que está en vosotros desordenada. Y a la manera que el Verbo, engendrado en el
principio, después de fabricar la materia, engendró a su vez El mismo para sí mismo nuestra
creación, así yo, regenerado a imitación del Verbo y comprendido que he la verdad, trato de
organizar la confusión de la materia, cuyo origen participo. Porque no es la materia sin
principio, como Dios, ni por ser principio es igual en poder a Dios, sino que ha sido creada, y
no por otro ha sido creada, sino por el que es Creador de todas las cosas.
22. Ahora, pues, me dirás: "Tú dices que no hay que circunscribirle a Dios en un lugar;
pues, ¿cómo dices ahora que Dios se paseaba en el jardín?" Escucha mi respuesta. Dios, si, el
Padre del universo, es inmenso y no se halla limitado a un lugar, pues no hay lugar de su
descanso; mas su Verbo, por el que hizo todas las cosas, como potencia y sabiduría suya que es,
tomando la figura del Padre y Señor del universo, ése fue el que se presentó en el jardín en
figura de Dios y conversaba con Adán. Y, en efecto, la misma divina Escritura nos enseña que
Adán dijo haber oído su voz. Y esa voz, ¿qué otra cosa es sino el Verbo de Dios, que es también
hijo suyo? Hijo, no al modo que poetas y mitógrafos dicen que nacen hijos de los dioses por
unión carnal, sino como la verdad explica que el Verbo de Dios está siempre inmanente en el
corazón de Dios. Porque antes de crear nada, a éste tenia por consejero, como mente y
pensamiento suyo que era. Y cuando Dios quiso hacer cuanto había deliberado, engendró a este
Verbo proferido, como primogénito de toda creación, no vaciándose de su Verbo, sino
engendrando al Verbo y conversando siempre con El. De ahí que nos enseñan las santas
Escrituras y todos los inspirados por el Espíritu, de entre los cuales Juan dice: En el principio
era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios; dando entender que en los comienzos estaba Dios solo
y en Él su Verbo. Y luego dice: Y Dios era el Verbo. Todo fue hecho por Él, y sin Él no fue
hecho nada. Siendo, pues, Dios el Verbo y nacido de Dios, cuando el Padre del universo quiere,
le envía a algún lugar, y Él, allí llegado, es oído y visto, enviado por Él, y se halla en un lugar.
Otro autor de la misma época, es san Hipólito de Roma 5. Sus escritos los encontramos en la
Liturgia de las Horas, en la feria del 23 diciembre del tiempo de Adviento.
El agua y el Espíritu
Jesús acude a Juan y es bautizado por él. ¡Cosa admirable! El río infinito que alegra la
ciudad de Dios es lavado con un poco de agua. La fuente inconmensurable e inextinguible,
origen de vida para todos los hombres, es sumergida en unas aguas exiguas y pasajeras.
Aquel que está presente siempre y en todo lugar, incomprensible para los ángeles e
inaccesible a toda la mirada humana, llega al bautismo por voluntad propia. Se le abrieron los
cielos y se oyó una voz que venía del cielo que decía: «Éste es mi Hijo amado, en quien tengo
mis complacencias.»
El amado engendra amor, y la luz inmaterial una luz inaccesible. Éste es el que es
tenido por hijo de José, y es mi Unigénito según la esencia divina.
Éste es mi Hijo amado: el que pasa hambre y alimenta a muchedumbres innumerables,
el que se fatiga y hace las fuerzas de los fatigados, el que no tiene dónde reclinar su cabeza y lo
gobierna todo con su mano, el que sufre y remedia a todos los sufrimientos, el que es
abofeteado y da la libertad al mundo, el que es traspasado en su costado y arregla el costado de
Adán.
Mas prestadme mucha atención, porque quiero recurrir a la fuente de la vida y
contemplar la fuente de la que brota el remedio.
El Padre de la inmortalidad envió al mundo a su Verbo e Hijo inmortal, el cual vino a
los hombres para purificarlos por el agua y el Espíritu; y, queriendo hacerlos renacer a la
incorrupción del alma y del cuerpo, inspiró en nosotros un hálito de vida y nos revistió de una
armadura incorruptible.
Por tanto, si el hombre ha sido hecho inmortal será también divinizado, y, si es
divinizado por el baño de regeneración del agua y del Espíritu Santo, tenemos por seguro que,
después de la resurrección de entre los muertos, será coheredero de Cristo.
Por esto proclamo a la manera de un heraldo: Acudid, pueblos todos, al bautismo que
nos da la inmortalidad. En él se halla el agua unida al Espíritu, el agua que riega el paraíso, que
da fertilidad a la tierra, crecimiento a las plantas, fecundidad a los seres vivientes; en resumen,
el agua por la cual el hombre es regenerado y alcanza nueva vida, el agua con la cual Cristo fue
bautizado, sobre la cual descendió el Espíritu Santo en forma de paloma.
El que se sumerge con fe en este baño de regeneración renuncia al diablo y se adhiere a
Cristo, niega al enemigo del género humano y profesa su fe en la divinidad de Cristo, se despoja
de su condición de siervo y se reviste de la de hijo adoptivo, sale del bautismo resplandeciente
como el sol, emitiendo rayos de justicia, y, hijo de Dios y coheredero de Cristo.
A él sea la gloria y el poder, junto con su Espíritu santísimo, bueno y dador de vida,
ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
Qué opinó Fotino sobre el Hijo de Dios, y su N. Quid opinatus sit Photinus de filio dei, et eius
refutación improbatio.
Algunos hombres perversos; presumiendo abarcar N.1 Huius autem doctrinae veritatem quidam
con su inteligencia la verdad de esta doctrina, perversi homines suo sensu metiri praesumentes,
concibieron acerca de lo dicho algunas opiniones de praemissis vanas et varias opiniones
equivocadas. conceperunt.
Algunos de ellos creyeron que la Escritura N.2 Quorum quidem consideraverunt hanc esse
acostumbraba llamar “hijos de Dios" a quienes Scripturae consuetudinem, eos qui divina gratia
son justificados por la gracia divina, según los iustificantur, filios dei dici: secundum illud Ioan.
textos siguientes: "Les dió potestad de venir a ser 1-12, dedit eis potestatem filios dei fieri, his qui
hijos de Dios a aquellos que creen en su nombre". credunt in nomine eius. Et Rom. 8-16, dicitur:
"El Espíritu mismo da testimonio a nuestro ipse enim spiritus testimonium reddit spiritui
espíritu de que somos hijos de Dios”. "Ved qué nostro quod sumus filii dei. Et 1 Ioan. 3-1: videte
amor nos ha mostrado el Padre, que seamos qualem caritatem dedit nobis pater, ut filii dei
llamados hijos de Dios y lo seamos". — A los nominemur et simus.
males tampoco olvida la Escritura llamarlos Quos etiam a deo genitos esse Scriptura non tacet.
"engendrados por Dios". Porque se dice: "De su Dicitur enim Iac. 1-18: voluntarie genuit nos
propia voluntad nos engendró por la palabra de la verbo veritatis. Et 1 Ioan. 3-9, dicitur: omnis qui
Verdad"; y también: "quien ha nacido de Dios no natus est ex deo, peccatum non facit, quoniam
peca, porque la simiente de Dios está en él". — Y semen ipsius in eo manet.
lo que es más admirable, se les atribuye el nombre Et, quod est mirabilius, eiusdem nomen divinitatis
de la "divinidad". Así dijo el Señor a Moisés: "Te adscribitur. Dominus enim dixit ad Moysen: ego
he puesto como dios para el Faraón"; y, asimismo, constitui te deum Pharaonis.
en el libro de los Salmos: "Yo dije: Sois dioses, y Et in Psalmo: ego dixi, dii estis, et filii excelsi
todos vosotros sois hijos del Altísimo”; y también, omnes; et, sicut dominus dicit, Ioan. 10-35: illos
como dijo el Señor: "Llamó dioses a aquellos a dixit deos ad quos sermo dei factus Est.
los que fue dirigida la palabra de Dios”.
De este modo, opinando que Jesucristo es un puro
hombre y que procede originariamente de Maria N.3 Per hunc ergo modum, opinantes iesum
Virgen y que por el mérito de su santa vida christum purum hominem esse, et ex maria
alcanzó más que nadie el honor de la divinidad, lo virgine initium sumpsisse, et per beatae vitae
creyeron hijo de Dios por el espíritu de adopción, meritum divinitatis honorem prae ceteris fuisse
igual quo los demás hombres, y engendrado por adeptum, aestimaverunt eum, similiter aliis
El mediante la gracia; y que es llamado Dios en la hominibus, per adoptionis spiritum dei filium; et
Escritura por cierta semejanza con Dios, pero no per gratiam ab eo genitum; et per quandam
por su naturaleza, sino por una participación de la assimilationem ad deum in Scripturis dici deum,
bondad divina, tal cual sé dice de los santos: non per naturam, sed per consortium quoddam
“Para hacernos participantes de la divina divinae bonitatis, sicut et de sanctis dicitur II Petr.
naturaleza, huyendo de la corrupción que por la 1-4: ut efficiamini divinae consortes naturae,
concupiscencia existe en el mundo". fugientes eius quae in mundo est concupiscentiae
Y trataron de confirmar esta opinión con la corruptionem.
autoridad de la Sagrada Escritura. N.4 Hanc autem positionem sacrae Scripturae
[Opiniones] auctoritate confirmare nitebantur.
Porque el Señor dice: "Me ha sido dado todo
poder en el cielo y en la tierra'". Ahora bien, si El N.5 Dicit enim dominus, matth.
fuese Dios eternamente, no hubiese recibido el Ult.: data est mihi omnis potestas in caelo et in
poder en el tiempo. terra. Quod si ante tempora deus esset, potestatem
Asimismo se dice del Hijo que "fue hecho para él ex tempore non accepisset.
(es decir, para Dios), de la descendencia de David N.6 Item, Rom. 1, dicitur de filio quod factus est
según la carne", y que "fue constituido Hijo ei, scilicet deo, ex semine David secundum
poderoso de Dios". Mas lo que es constituido y carnem; et quod praedestinatus est filius dei in
hecho, parece no ser eterno. virtute. Quod autem praedestinatur et factum est,
Dice el Apóstol: "Se hizo obediente hasta la videtur non esse aeternum.
muerte, y muerte de cruz, por lo cual Dios le N.7 Item. Apostolus dicit, ad philipp. 2-8: factus
exaltó y le dio un nombre sobre todo nombre". Lo est obediens usque ad mortem, mortem autem
cual parece demostrar que, en recompensa de su crucis: propter quod deus exaltavit illum, et dedit
obediencia y de los sufrimientos, se le hizo illi nomen quod est super omne nomen. Ex quo
merced de un honor divino y fue ensalzado sobre videtur ostendi quod propter obedientiae et
todas las cosas. passionis meritum divino sit honore donatus, et
Asimismo dice Pedro: "Tenga, pues, por cierto, super omnia exaltatus.
toda la casa de Israel, que Dios le ha hecho Señor N.8 Petrus etiam dicit, Act. 2-36: certissime ergo
y Cristo a este Jesús a quien habéis crucificado". sciat omnis domus Israel quia dominum eum et
Luego parece ser que fue hecho Dios en el christum deus fecit hunc iesum, quem vos
tiempo, y no nacido antes de todo tiempo. crucifixistis. Videtur igitur ex tempore deus esse
Aducen también en apoyo de su la opinión cuanto factus, non ante tempora natus.
en la Escritura parece importar alguna N.9 Adducunt etiam in fulcimentum suae
imperfección en Cristo, tal como el ser llevado en opinionis ea quae in Scripturis de christo ad
un seno de mujer, el que creciese en edad, el que defectum pertinere videntur: sicut quod femineo
padeciese hambre, se fatigase por el cansancio y portatur utero, et profectum aetatis accepit,
se sometiese a la muerte; el progresar en esuriem passus est, et lassitudine fatigatus, et
sabiduría; el confesar que ignoraba el día del morti subiectus; quod sapientia profecit, iudicii se
juicio; el turbarse por el terror de la muerte, y nescire diem confessus est, et mortis terrore
otras cosas semejantes que no pueden convenir a concussus est; et alia huiusmodi, quae deo per
quien es Dios par naturaleza. De donde concluyen naturam existenti convenire non possent. Unde
que en recompensa alcanzó por gracia el honor concludunt quod per meritum honorem divinum
divino y no que fuese de naturaleza divina. adeptus est per gratiam, non quod esset naturae
Los inventores de esta opinión fueron algunos divinae.
herejes antiguos, Cerinto y Ebión. Después, Pablo N.10 Hanc autem positionem primo adinvenerunt
de Samosata la renovó; afirmándola, por Fotino, quidam antiqui haeretici, cerinthus et ebion; quam
de manera que los que defienden se llaman postea Paulus Samosatenus instauravit; et postea a
fotinianos. Photino est confirmata, ut qui hoc dogmatizant,
photiniani nuncupentur.
Opinión de Sabelio sobre el Hijo de Dios, y su N. Opinio Sabellii de filio dei, et eius improbatio.
refutación
N.1 Quia vero omnium de deo recte sentientium
Puesto que es doctrina invariable para todos los haec est fixa mentis conceptio, quod non possit
que juzgan rectamente de la Divinidad que no esse nisi unus deus, quidam, ex Scripturis
puede haber sino un solo Dios, algunos, concipientes quod christus sit vere et naturaliter
descubriendo por la Escritura que Cristo es en deus ac dei filius, unum deum esse confessi sunt
verdad y por naturaleza Dios e Hijo de Dios, christum dei filium et deum patrem: nec tamen
declararon que Cristo, el Hijo de Dios, y Dios quod deus filius dicatur secundum suam naturam
Padre son un solo Dios; y no que Dios sea aut ab aeterno, sed ex tunc filiationis nomen
llamado Hijo por razón de su naturaleza o desde accepit ex quo de maria virgine natus est per
la eternidad, sino que recibió el titulo de filiación incarnationis mysterium.
cuando nació de María Virgen por el misterio de Et sic omnia quae christus secundum carnem
la encarnación. Y así, todo lo que Cristo soportó sustinuit, deo patri attribuebant: puta esse filium
según la carne lo atribuían a Dios Padre; por virginis, conceptum et natum esse ex ipsa,
ejemplo, el ser hijo de una virgen, el ser passum, mortuum et resurrexisse, et alia omnia
concebido y nacido de ella, el haber padecido, el quae Scripturae de christo secundum carnem
haber muerto y haber resucitado y todas las demás loquuntur.
cosas que la Escritura atribuye a Cristo según la
carne.
Además, intentaron confirmar esta opinión con N.2 Hanc autem positionem confirmare nitebantur
autoridades de la Escritura. Scripturae auctoritatibus.
Porque se dice: "Oye, Israel: Yahvé nuestro Dios N.3 Dicitur enim Exod. 20: audi, Israel, dominus
es solo Yahvé". — Y también: "Ved, pues, que soy deus tuus deus unus est. Et Deut. 32-39: videte
yo, yo solo. Y que no hay Dios alguno más que quod ego sum solus, et non est alius praeter me.
yo". — Además: "El Padre, que mora en el Hijo, Et Ioan. 5: pater in me manens, ipse facit opera et
El es quien hace las abras". Y: "El que me ha visto 14-9 qui videt me, videt et patrem; et, ego in
a mi ha visto al Padre". — Yo estoy en el Padre y patre, et pater in me est. Ex quibus omnibus
el Padre en mí. Por todo esto declararon se había concipiebant deum patrem ipsum filium dici ex
de decir que Dios Padre es el mismo Hijo que virgine incarnatum.
tomó carne de la Virgen.
Y ésta fue la opinión de los sabelianos, que N.4 Haec autem fuit opinio sabellianorum, qui et
también fueron llamados patripasianos, porque patripassiani sunt dicti, eo quod patrem passum
confesaban el Padre padeció, al afirmar que el esse confitentur, asserentes ipsum patrem esse
mismo Padre es Cristo. christum.
Pero esta opinión, aunque difiera de las anteriores N.5 Haec autem positio, etsi a praedicta differat
(c. prec.) en cuanto a la divinidad de Cristo, ya quantum ad christi divinitatem, nam haec
que confiesan que Cristo es en verdad y por christum verum et naturalem deum esse
naturaleza Dios, cosa que negaba la primera, sin confitetur, quod prima negabat; tamen quantum
embargo, está de acuerdo con ellas en cuanto a la ad generationem et filiationem, utraque est
generación y filiación; puesto que así como la conformis opinio: nam sicut prima positio asserit
primera afirma quo la filiación y la generación, filiationem et generationem qua christus filius
por las cuales Cristo es llamado Hijo, no existió dicitur, non fuisse ante mariam, ita et haec opinio
antes de María, así también lo confiesa esta. Por confitetur. Neutra igitur positio generationem et
lo tanto, ninguna de las dos relacionan la filiationem ad divinam naturam refert, sed solum
generación y filiación con la naturaleza divina, ad naturam humanam.
sino sólo con la humana. — Esta opinión sostiene Habet etiam et hoc proprium ista positio, quod,
también algo característico, y es que, cuando se cum dicitur filius dei, non designatur aliqua
dice "Hijo de Dios", no se designa alguna persona subsistens persona, sed quaedam proprietas
subsistente, sino una propiedad añadida a la superveniens praeexistenti personae: nam ipse
persona ya subsistente; así el mismo Padre, al pater, secundum quod carnem sumpsit ex virgine,
tomar carne de la Virgen, recibió el nombre de filii nomen accepit; non quasi filius sit aliqua
Hijo; no siendo el Hijo otra apersona subsistente subsistens persona a persona patris distincta.
distinta de la persona del Padre.
En este contexto histórico encontramos las primeras teologías de las procesiones eternas,
realizadas por Tertuliano y Orígenes.
Mons. Ricardo Ferrara, en su libro El misterio de Dios. Correspondencias y paradojas,6
expone estos autores del siguiente modo.
En primer lugar presenta: Las «prolaciones» y los orígenes eternos en Tertuliano en su
discusión con Práxeas y Hermogenem.
Fue la refutación del modalismo lo que permitió a Tertuliano poner de relieve el «en-si» de la
Trinidad y llegar a una teología de las procesiones eternas. Su problema era cómo perduraba la
unidad divina cuando el Verbo sale de Dios en el comienzo de la creación y en la encarnación.
Su genialidad consistió en intuir que el problema tenía solución tan sólo si la unidad divina
estaba «dispuesta» en pluralidad ya antes de ese momento, en Dios mismo. «Dispositio» es la
categoría clave de Tertuliano, la base de todas sus respuestas.
Cuando Práxeas dice que el Padre se hizo Hijo mediante la encarnación, Tertuliano apela a la
dispositio por la que el Hijo era tal antes de la encarnación (Advprax 16). Aquí, dispositio
designaba la constitución eterna del ser divino, previa a toda dispensatio temporal. Tertuliano
apeló a la dispositio para resolver el problema del número y de la unidad en Dios en un plano
ontológico. En virtud de ella, todo lo dicho de las personas divinas en la perspectiva temporal
de la oikonomía es trasladado a la eternidad de Dios, pero no de la misma manera. Porque en la
eternidad las personas divinas son numéricamente distintas según el número ordinal «segundo»,
no según el número cardinal «dos»: la pluralidad es real, pero radica en un individuo
«numeroso», el Padre. En la eternidad el Hijo y el Espíritu son subsistentes y «personas» en el
sentido ontológico de la dogmática, pero no en el sentido fenomenológico de Tertuliano, en
cuanto sujeto manifestado por el habla.
6
Ricardo Ferrara, El misterio de Dios. Correspondencias y paradojas, Sígueme, Salamanca 2005, pág. 390-398.
Esta dinámica del concepto de dispositio debía llevar a Tertuliano a elaborar la primera teología
de la procesión inmanente del Verbo, análoga a una operación intelectual.
Si eso que estaba dentro del Señor no careció de comienzo, a saber su propia Sabiduría,
nacida y creada en el momento en que ella comenzó a ser agitada en el pensamiento de
Dios para disponer de las obras del mundo, tanto menos pudo carecer de comienzo lo
que existe fuera de Dios (AdvHerm 18).
En cambio, en Advprax 5 Tertuliano soslaya Prov 8, 22s, que ocasionaba la confusión relativa
aun «comienzo» de la Sabiduría. Ahora, la Razón (Ratio) o Palabra (Sermo) o Sabiduría (Sofía)
existe en Dios como algo subsistente y personal, sin que pueda asignarse un «instante» de la
eternidad en el que no hubiera existido. Antes de ser pronunciada ad extra, en orden ala
creación, la Palabra es generada ad intra, por una operación intelectual.
Algunos dicen que el Génesis en hebreo comienza así: «En el principio Dios hizo al
Hijo». Que esto no sea seguro, me lo prueban otros argumentos [tomados] de la misma
disposición en la que Dios existió desde antes de la constitución del mundo hasta la
generación del Hijo. Porque antes de todas las cosas Dios estaba solo y era por si mismo
mundo, lugar y todo... pero, en realidad, no estaba solo ni aun entonces, porque ya
estaba con él aquella que estaba dentro de él: su propia Razón... Esta Razón (Ratio) es
su Sentido (Sensus), aquello que los griegos llaman lógon, vocablo por el que
habitualmente designamos a la Palabra (Sermonem)... Desde el principio Dios es
racional, pero no sermonal... Sin embargo, aun cuando Dios no hubiera enviado todavía
a su Palabra, la tenia dentro de si mismo, dentro de su Razón y con ella, meditando
silenciosamente y disponiendo consigo lo que luego diría con su Palabra. Meditando y
disponiendo por su Razón la convertía en Palabra tratándola por el discurso... Observa
que lo mismo ocurre en ti cuando mediante tu razón te encuentras silenciosamente
contigo mismo: ella acude a ti con un discurso en cada movimiento de tu reflexión
(cogitatu)... Así el discurso (Sermo) por el que hablas pensando y por el que piensas
hablando es en ti segundo y es otro (alius). ¿Con cuánta mayor plenitud ocurrirá esto en
Dios de quien eres imagen y semejanza, en Dios, quien, aun callándose, tiene dentro de
si a la Razón y, en ella, a la Palabra?».
Llegado a esta cumbre, el pensamiento de Tertuliano se complica en los capítulos 6-7 porque
retorna la perspectiva de Prov 8, 22s. Pero ni siquiera entonces da pie a la teoría de los tres
estados del Sermo, porque la Sabiduría o Palabra existe en Dios como algo personal desde
siempre, y el paso de su existencia eterna a su condición personal no es el de la potencia al acto,
sino el del ser a su manifestación, de la dispositio necesaria y eterna a la oikonomía libremente
inaugurada en
el tiempo:
Tú [Práxeas] dices: «¿Qué es la palabra sino una voz vacía, inconsistente e incorporal?,.
Pero yo sostengo que nada inconsistente y vacío pudo salir de Dios. ¿Quién negará que
Dios sea «cuerpo» aun cuando es espíritu?.. ¿Cómo lo que ha emanado de la substancia
de Dios mismo seria vado de substancia? Luego, cualquiera haya sido la substancia de la
Palabra, yo digo que ella es una persona, y reivindico para ella el nombre de Hijo y,
reconociéndola como Hijo, sostengo que es segunda a partir del Padre (AdvPrax 7).
Práxeas sostenía que la Palabra divina era mera voz para pasar a negar su realidad individual y
personal. Luego Tertuliano debía sostener que la Palabra es realidad substancial, que en Dios
hay pluralidad de individuos y que se llaman personas.
Tertuliano usa a veces la palabra substantia para pensar al ser individual existente (la substantia
prima de Aristóteles), pero de hecho imagina el sustrato material de ese ser (estoicos), su
materia inteligible, su extensión (Moingt II, 333-338). En teología trinitaria designa el sustrato
divino del que los tres reciben realidad. Con substantia, lo mismo que con «cuerpo», quiere
atribuir realidad subsistente a las personas divinas. Ahora bien, esta concepción «material» de la
substancia es lo que lo llevará al subordinacionismo, al menos en las fórmulas: «EI Padre es la
substancia total, mientras que el Hijo es una derivación y porción del todo» (AdvPrax 9). Junto
a este uso deficiente, hay uno acertado: la substancia no es sólo la substantividad de los tres,
sino también lo común a los tres, la comunidad de naturaleza, no afectada por la propiedad de
las personas. Así, la pasibilidad del Hijo no afecta ala substancia divina, poseída en común con
el Padre: «si la agitación perturba al río no llega hasta la fuente; y aunque sea el agua de la
fuente la que padece en el río... no es la fuente la que padece sino el río» (AdvPrax 29).
Lo que luego se designó como «tres personas», Tertuliano lo expresa con otros vocablos que
designan al individuo particular (species, forma; cf. AdvPrax 2; 8) y distinto (proprietas; cf.
AdvPrax í1, 24s). Luego Tertuliano designa la «persona» en sentido boeciano con la palabra
«forma». Sólo un par de veces entiende por «persona» un ser subsistente en el contexto de una
reflexión ontológica (AdvPrax 7; í2). Habitualmente la emplea en sentido «económico»: la
trinidad es persona por darse a conocer en la historia salutis. Así, Padre, Hijo y Espíritu santo se
distinguen por nombres distintos (De Baptismo 6), lugares distintos (cielo, tierra; AdvPrax 23)
o funciones distintas. Pero Tertuliano confiere a persona un sentido ontológico cuando la asocia
a res, res substantiva, substancia alicuius.
Para que Práxeas no lo acusara de dualismo gnóstico, Tertuliano prefería el número ordinal
segundo, sabiendo que incluía el número cardinal dos, sin dejar de agregar que en Dios no hay
dualidad pero sí trinidad, porque hay un tercero: el Espíritu.
El Espíritu es el tercero a partir de Dios y del Hijo, así como tercero a partir de la raíz es
el fruto que sale de la rama, y tercero a partir de la fuente es el arroyo que sale del do, y
tercero a partir del sol es el ápice que sale del rayo. Pero ninguno de ellos se aparta de la
matriz de don-de cada uno saca lo que los constituye en su propiedad. Así, la Trinidad
que fluye del Padre por grados entretejidos y conexos no daña a la Monarquía y protege
el estatuto de la economía. El Hijo es otro que el Padre por la distribución, no por la
diversidad; por la distinción, no por la división (AdvPrax 8-9).
Como en AdvPrax 4, aquí la cuestión es económica: trata del poder que en el mundo ejercen
conjuntamente (monarchia) el Padre, el Hijo y el Espíritu. Según Moingt, Tertuliano no piensa
en la procesión eterna del Espíritu santo. Para él, el Espíritu santo sale de Dios al mismo tiempo
que la Palabra, cuando el hombre es creado; vuelve a salir como «espíritu de profecía» para
anunciar su venida, entra en la Palabra cuando esta se encarna, y vuelve a salir de ella, como
«espíritu de santidad» desde la ascensión hasta la consumación de la historia (cf. AdvPrax 12;
8).
En segundo lugar, La teología trinitaria de Orígenes, señalando como este autor alejandrino
se arraigaba en la Tradición de la Iglesia pero a la vez realizaba una profundización teológica del
Misterio de la Trinidad usando le filosofía platónica de la época.
a) Su arraigo en la tradición
No hay sino un sólo Dios, Creador y ordenador de todo, que hizo el mundo de la nada... En
segundo lugar, Jesucristo, el mismo que vino a este mundo, nació del Padre antes de toda
creatura... La tradición apostólica asocia al Espíritu santo con el Padre y el Hijo en honor y
dignidad. ¿Es engendrado o ingenerado? ¿Debe o no considerarse Hijo de Dios? Eso no aparece
claramente: es una cuestión a resolver por el estudio atento de la Sagrada Escritura y por el
esfuerzo del raciocinio teológico... (Praefatio).
Orígenes combatió al modalismo, enseñando que el Padre y el Hijo se distinguen como «dos
realidades hipostáticas» (De oratione 15), en contra de quienes consideran que ellos «no se
distinguen numéricamente (ariqmw), sino que son uno en cuanto al sujeto (upokeimenon)
y no sólo en cuanto a la esencia (ousia), de modo que sólo difieren por una distinción de razón
(epinoian)» (In Jn 10, 21).
Más correctamente que sus predecesores, Orígenes concebía la generación eterna del Hijo
excluyendo que hubiera ocurrido en un algún «momento» de la eternidad:
Así como jamás pudo darse la luz sin el resplandor, tampoco puede entenderse el Hijo sin el
Padre. Luego, ¿cómo puede decirse que hubo un tiempo en el que no había Hijo? (De principiis
IV, 28).
Además, se enfrentó al gnosticismo y lo superó al presentar esa generación del Hijo como una
emanación puramente espiritual, como el querer emana de la mente:
No decimos... que una parte de la substancia divina se derramó en el Hijo o que el Hijo fue
procreado por el Padre a partir de la nada (ex nullis substantiis), esto es, fuera de su substancia,
como si hubiera un tiempo en el que él no existía, sino que, dejando de lado todo sentido
corporal, decimos que el Verbo y la Sabiduría fueron engendrados del Dios invisible e
incorpóreo, sin ninguna pasión corporal, como cuando la voluntad procede de la mente (De
principiis IV, 28; cf. I, 2, 6).
Afirmó la consubstancialidad del Hijo con el Padre:
Así, la Sabiduría que procede de Dios es engendrada de la misma substancia de Dios. Aun
según la semejanza corporal es llamada hálito puro y sincero de la gloria del Omnipotente.
Ambas semejanzas muestran la comunión de substancia del Hijo con el Padre, pues el hálito
parece omoousioj, esto es, consubstancial con aquel cuerpo de donde emana el vapor (In Hb
1, 3; citado por Pánfilo, PL 15, 580s).
Si hemos de dar fe a estos textos, Orígenes niega expresamente que el Hijo sea creado de la
nada, y excluye de antemano el arrianismo. Jerónimo elevó sospechas contra Orígenes al relatar
que el arriano Cándido sostenía que el Hijo es creatura por influjo de Orígenes (Apologia
adversus Rufinum II, 19). Por cierto, Orígenes dice que el Hijo es criatura (ktisma) con
ocasión de Prov 8, 22. Pero, siguiendo a Padres anteriores, interpreta al creó (ektise) del v. 22
como sinónimo del engendró (genna) del v. 25 y entiende kticw en sentido amplio, y no en el
sentido riguroso de creación de la nada, como lo harán después los arrianos.
Pero quienes creemos que nada hay ingenerado salvo el Padre, decimos en conformidad con la
piedad y la razón, que, todo vino a la existencia por medio del Verbo y que el Espíritu santo es
la primera y más digna de las cosas que han recibido el ser del (upo) Padre por medio de (dia)
Cristo (In Jn 2, 6).
b) Su especulación platonizante
Más que del dicho «el Padre es mayor que yo» (In 14, 28), el subordinacionismo de Orígenes
resultaba del hecho de acomodar la Sagrada Escritura a los esquemas de la filosofía platónica:
el Padre es el bien que está «más allá de la esencia» o de las ideas (Republica 509b), mientras
que el Hijo es la esencia o la idea o la imagen del bien. Desde estos esquemas Orígenes
interpreta de modo subordinacionista diversas expresiones bíblicas. Así, respecto a las palabras
imagen y resplandor de Heb 1, 3, afirma:
El Salvador y el Espíritu santo no pueden compararse a ninguna de las cosas creadas, sino que
las sobrepasan con una trascendencia sobreeminente, pero al mismo tiempo son sobrepasados
por el Padre en esa misma medida y más aún. En efecto, él es la imagen de la bondad [del
Padre], y no es resplandor de Dios, sino de su gloria y de su luz eterna, no es emanación del
Padre, sino de su poder, hálito genuino de su gloria omnipotente, espejo inmaculado de su
actividad (In Jn 13, 25).
Otro tanto ocurre con las palabras el Dios (o qeoj) y dios (qeoj) en Jn 1, 1s:
San Juan pone u omite el articulo definido (o) ante las palabras Dios y Verbo, con precisión
admirable, no ajena a las sutilezas de la lengua griega. Pone el articulo cuando Dios designa el
principio ingenerado de todas las cosas, lo omite cuando se trata del Verbo... el Dios de suyo es
el Dios con articulo... Todo lo que no es el Dios por esencia, siendo Dios por participación
(metoxe) de la divinidad, no es el Dios (o qeoj), sino meramente dios (qeoj). Por este
nombre hay que entender al Primogénito de toda criatura, quien, por ser el primero ante Dios,
atrayendo hacia sí la divinidad, es más honorable que los restantes dioses que están fuera de
Dios, de quienes éste es El Dios (In Jn 2, 2).
Habría que investigar si Dios «está más allá del ser en dignidad y poder» [Platón, República
5096] haciendo participar en el ser tanto a aquellos que lo participan según su Logos cuanto al
Logos mismo, o bien, si Dios mismo es ser, aun cuando sea dicho invisible por naturaleza...
Habría que investigar también si el unigénito y primogénito de toda creatura ha de ser llamado
ser de los seres, idea de las ideas y principio, mientras que su Padre y Dios está más allá de todo
esto (Contra Celso VII, 42s).
Orígenes concibe esta procesión como una emanación espiritual, «como la voluntad procede de
la mente», como una facultad espiritual emana necesariamente de la substancia del alma
espiritual, no como el acto voluntario emana libremente de la facultad volitiva. Pero cuando
pregunta por qué el Logos es Dios responde que está en la divinidad porque contempla el
abismo, no porque procede de él:
El Logos siempre es Dios porque está delante de Dios, y no lo seria si no estuviera delante de
él... si no perseverara en la incesante contemplación del abismo paterno (In Jn II, 2; cf. De
principiis IV 55, 5s).
Este pasaje «parecería decir que, fuera del acto por el que contempla al Padre, el Hijo podría
existir sin ser Dios». La teología clásica piensa las cosas de otra manera: «Por el hecho de que
el Padre se entiende, su Verbo está en él» (Tomás, SCGent IV, I I). Según Arnou, aquí Orígenes
se inspira en la procesión de las hipóstasis de Plotino. El Uno en su simplicidad es incompatible
con una inteligencia que produjera su verbo por un pensar consciente. La inteligencia (Nouj)
emana necesariamente del Uno, pero en un primer estadio está fuera del Uno, y sólo después
participa del Uno retornando a él, convirtiéndose a él y contemplándolo. Orígenes elimina el
primer estadio – porque el Logos no puede ser indigente ni exterior al Padre – para retener el
segundo: «el Hijo es, propiamente hablando, el que conoce al Padre; dejarla de ser Dios si
dejara de contemplarlo»". Aquí el único sujeto que contempla es el Logos, mientras que el Dios
Verdadero es solo objeto de contemplación.
A. Orbe considera más decisiva la confrontación con la gnosis que con Plotino. El Nouj de
Tolomeo en cuanto individuo, en cuanto hipóstasis distinta del Abismo, procede de su Querer
adventicio, mientras que en cuanto dios o hipóstasis divina, procede únicamente de la Mente.
En Orígenes, el Logos es Dios subsistente; pero es un subsistente distinto por el Querer del
Padre, mientras que es Dios por la Mente paterna y por contemplar el Abismo paterno. Pero
entonces deberíamos entender el tanquam a mente voluntas como el acto voluntario emana
libremente de la facultad volitiva (!). En esta otra interpretación Orígenes se acercaría
peligrosamente al arrianismo.
En este el ámbito cultural alejandrino, surge la sombría herejía arriana, cuya síntesis también
la presentaremos siguiendo a Santo Tomás en su Summa Contra Gentiles, en el libro IV, capítulo 6.
Opinión de Arrio acerca del Hijo de Dios N. De opinione Arii circa filium dei.
Y como no está de acuerdo con la Sagrada N.1 Cum autem doctrinae sacrae non congruat
Doctrina quo el Hijo de Dios recibiese el ser quod filius dei a maria initium sumpserit, ut
original de María, como afirmaba Fotino (cf. Photinus dicebat; neque ut is qui ab aeterno deus
capitulo 4), como tampoco que quien es Dios fuit et pater est, per carnis assumptionem filius
desde la eternidad y es Padre comenzase a ser hijo esse coeperit, ut Sabellius dixerat: fuerunt alii
por la asunción de la carne, como había dicho hanc de divina generatione quam Scriptura tradit
Sabelio (cf. c. 5), otros, fundándose en lo que opinionem sumentes, quod filius dei ante
enseña la Escritura sobre la generación divina, se incarnationis mysterium extiterit, et etiam ante
apropiaron esta opinión: que el Hijo de Dios mundi conditionem; et quia iste filius a deo patre
existió antes del misterio de la encarnación y aun est alius, aestimaverunt eum non esse eiusdem
antes de la creación del mundo; y como el mismo naturae cum deo patre; non enim intelligere
Hijo es distinto de Dios Padre, creyeron que El no poterant, nec credere volebant, quod aliqui duo,
era de la misma naturaleza que el Padre; porque secundum personam distincti, habeant unam
no podían entender ni querían creer que dos cosas essentiam et naturam. Et quia sola natura dei
distintas, en cuanto personas, tengan una sola patris, secundum fidei doctrinam, aeterna creditur,
esencia y naturaleza. Y como, según la doctrine crediderunt naturam filii non ab aeterno extitisse,
de la fe, créese que la sola naturaleza del Padre es licet fuerit filius ante alias creaturas.
eterna, creyeron que la naturaleza del Hijo no Et quia omne quod non est aeternum, ex nihilo
existió desde la eternidad, aunque fuera Hijo antes factum est et a deo creatum, filium dei ex nihilo
que todas las criaturas. Y como todo lo que no es factum esse, et creaturam praedicabant.
eterno es de la nada y creado por Dios, afirmaban Sed quia auctoritate Scripturae cogebantur ut
que el Hijo de Dios fue hecho de la nada y que era etiam filium deum nominarent, sicut in
una criatura. Pero, come la .autoridad de la superioribus est expressum, dicebant eum unum
Escritura los forzaba a llamar Dios también al cum deo patre, non quidem per naturam, sed per
Hijo, como se vio anteriormente, decían que era quandam consensus unionem, et per divinae
uno con Dios Padre, pero no por naturaleza, sino similitudinis participationem super ceteras
por una cierta unión de consentimiento y por una creaturas.
participación de la divina semejanza, superior a la Unde, cum supremae creaturae, quas Angelos
de las demás criaturas. De aquí que, las criaturas dicimus, in Scripturis et dii et filii dei nominentur,
superiores, que denominamos ángeles, sean secundum illud iob 38-4 ubi eras cum me
llamadas dioses 'hijos de Dios" en la Escritura laudarent astra matutina, et iubilarent omnes filii
según aquello: “¿Dónde estabas cuando me dei? et in Psalmo, deus stetit in synagoga deorum,
aclamaban los astros matutinos y me aplaudían hunc dei filium et deum prae aliis dici oportebat,
los hijos de Dios?" y también: “Esta Dios en el utpote nobiliorem inter ceteras creaturas, in
consejo de los dioses” preciso es llamar Hijo de tantum quod per eum deus pater omnem aliam
Dios y Dios con preferencia a los demás; a la más condiderit creaturam.
noble de las criaturas, ya por El creó Dios Padre
todas las demás criaturas.
E intentaran consolidar su opinión con N.2 Hanc autem positionem confirmare nitebantur
testimonios de la Sagrada Escritura, a saber: sacrae Scripturae documentis.
Porque dice el Hijo, hablando a su Padre: "Esta es N.3 Dicit enim filius, Ioan. 17-3, ad patrem
la vida eterna, que te conozcan a ti, único Dios loquens: haec est vita aeterna, ut cognoscant te
verdadero". Luego solamente el Padre es solum deum verum. Solus ergo pater deus verus
verdadero Dios. Por tanto, como el Hijo no es el Est. Cum ergo filius non sit pater, filius deus
Padre, el Hijo no puede ser verdadero Dios. verus esse non potest.
Además, dice el Apóstol: "Que te conserves sin N.4 Item. Apostolus dicit, I ad tim. Ult.: serves
tacha, sin culpa en el mandato hasta la mandatum sine macula irreprehensibile usque in
manifestación de nuestro Señor Jesucristo, a adventum domini nostri iesu christi, quem suis
quien hará aparecer a su tiempo al bienaventurado temporibus ostendet beatus et solus potens rex
y solo monarca, Rey de reyes y Señor de los regum et dominus dominantium, qui solus habet
señores, el único inmortal que habita una luz immortalitatem et lucem habitat inaccessibilem,
inaccesible". En cuyas palabras se ve la distinción in quibus verbis ostenditur distinctio dei patris
entre Dios Padre, que da a conocer, y el Hijo ostendentis ad christum ostensum.
conocido. Por lo tanto, solamente Dios Padre, que Solus ergo deus pater ostendens est potens rex
da a conocer, es el poderoso Rey de los reyes y el regum et dominus dominantium, et solus habet
Señor de los que dominan solo El tiene immortalitatem et lucem habitat inaccessibilem.
inmortalidad y habita en luz inaccesible. Luego Solus ergo pater deus verus Est. Non ergo filius.
solo el Padre es verdadero Dios y no el Hijo.
Además, dice el Señor: "El Padre es mayor quo N.5 Praeterea. Dominus dicit, Ioan. 14-28: pater
yo"; y el Apóstol también que el Hijo está maior me est; et apostolus dicit filium patri esse
sometido al Padre: "Cuando le fueren sometidas subiectum, I ad Cor. 15-28: cum omnia subiecta
todas las cosas, entonces el Hijo se someterá a illi fuerint, tunc ipse filius subiectus erit illi,
quien — esto es, al Padre — todo se lo sometió". scilicet patri, qui sibi subiecit omnia. Si autem
Ahora también si el Padre y el Hijo tuvieran una esset una natura patris et filii, esset etiam una
misma naturaleza, también tendrían una misma magnitudo et maiestas: non enim filius esset
grandeza y majestad, porque el Hijo no sería minor patre, nec patri subiectus. Relinquitur ergo
menor que el Padre ni le estaría sometido. Luego, ex Scripturis quod filius non sit eiusdem naturae
según la Escritura, el Hijo no es — según ellos cum patre ut credebant.
creían de la misma naturaleza que el Padre.
Aún más; la naturaleza del Padre no sufre N.6 Adhuc. Natura patris non patitur indigentiam.
indigencia. Pero en el Hijo hay indigencia. Porque In filio autem indigentia invenitur: ostenditur
se ve por la Escritura que el Hijo recibe del Padre enim ex Scripturis quod a patre recipit; recipere
y el recibir es de indigentes. Así se dice: "Todo autem indigentis est. Dicitur enim Matth. 11-27:
me ha sido entregado por mi Padre"; y también: omnia tradita sunt mihi a patre meo, et Ioan. 3-35:
“El Padre ama al Hijo y ha puesto en sus manos pater diligit filium, et omnia dedit in manu eius.
todas las cosas". Luego parece que el Hijo no es Videtur igitur filius non esse eiusdem naturae cum
de la misma naturaleza que el Padre. patre.
Además, ser instruido y ayudado es de indigentes. N.7 Amplius. Doceri et adiuvari indigentis Est.
Mas el Hijo es instruido y ayudado par el Padre. Filius autem a patre docetur et iuvatur. Dicitur
Porque se dice: "No puede el Hijo hacer nada por enim Ioan. 5-19: non potest filius a se facere
el mismo, sino lo que ve hacer al Padre". Y quicquam, nisi quod viderit patrem facientem; et
después: "El Padre ama al Hijo y le muestra todo infra: 20 pater diligit filium, et omnia demonstrat
lo que El hace"; y dice el Hijo a sus discípulos: ei quae ipse facit; et Ioan. 15-15, filius dicit
"Todo lo que oí de mi Padre os lo he dado a discipulis: omnia quaecumque audivi a patre meo,
conocer". Luego no parece que sean de la misma nota feci vobis. Non igitur videtur esse eiusdem
naturaleza el Hijo y el Padre. naturae filius cum patre.
Es más: recibir un mandato, obedecer, orar y ser N.8 Praeterea. Praeceptum recipere, obedire,
enviado parece propio de un inferior. Ahora bien, orare, et mitti, inferioris esse videtur. Haec autem
todo esto se lee del Hijo. Así dice el Hijo: ''Según de filio leguntur. Dicit enim filius, Ioan. 14-31:
el mandato que me dió el Padre así hago". Y sicut mandatum dedit mihi pater, sic facio. Et
también: "Hecho obediente al Padre hasta la philipp. 2-8: factus est obediens patri usque ad
muerte". E igualmente.: "Yo rogaré al Padre y os mortem. Et Ioan. 14-16: ego rogabo patrem, et
dará otro abogado". Y el Apóstol dice también: alium Paracletum dabit vobis. Et Galat. 4-4, dicit
“Mas al llegar la plenitud de los tiempos envió apostolus: cum venit plenitudo temporis, misit
Dios a su Hijo". Luego el Hijo es menor que el deus filium suum. Est ergo filius minor patre, et ei
Padre y está sometido a El. subiectus.
Igualmente, el Hijo es glorificado por el Padre, N.9 Item. Filius clarificatur a patre: sicut ipse
como Él mismo dice: “Padre; glorifica tu dicit, Ioan. 12-28: pater, clarifica nomen tuum; et
nombre"; y sigue: Llegó entonces una voz del sequitur: venit vox de caelo, et clarificavi, et
cielo: Le glorifiqué y de nuevo lo glorificaré”; y iterum clarificabo. Apostolus etiam dicit, ad Rom.
también dice el Apóstol que "Dios resucitó a 8-11, quod deus suscitavit iesum christum a
Cristo Jesús de entre los muertos". Además, dice mortuis. Et Petrus dicit, Act. 2-33, quod est
Pedro que fue "exaltado a la diestra de Dios". Por dextera dei exaltatus. Ex quibus videtur quod sit
lo cual parece quo el Hijo Sea inferior al Padre. patre inferior.
Además, en la naturaleza del Padre se puede N.10 Praeterea. In natura patris nullus defectus
haber detecto alguno. Mas en el Hijo se halla falta esse potest. In filio autem invenitur defectus
de poder, pues se dice; "Sentarse a mí diestra o a potestatis: dicit enim Matth. 20-23: sedere ad
mi siniestra no me toca mi otorgarlo; es para dexteram meam vel sinistram, non est meum dare
aquéllos para quienes está dispuesto por mi vobis, sed quibus paratum est a patre meo.
Padre"; y también falta de ciencia, porque El Defectus etiam scientiae: dicit enim ipse, Marc.
mismo dice: "Cuanto a ese día o esa hora, nadie la 13-32: de die autem illa et hora nemo scit, neque
conoce, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sino Angeli in caelo, neque filius, nisi pater.
sólo el. Padre". — También se encuentran en El Invenitur etiam in eo defectus quietae affectionis:
falta de una afección tranquila, al decir la cum in eo Scriptura asserat tristitiam fuisse, et
Escritura que El tuvo lugar la tristeza, la ira y iram, et alias huiusmodi passiones.
otras pasiones semejantes. — Luego parece que el Non igitur videtur filius esse eiusdem naturae
Hijo no es de la misma naturaleza que el Padre. cum patre.
Otra prueba: expresamente se halla en la Escritura N.11 Adhuc. Expresse in Scripturis invenitur quod
que el Hijo de Dios es criatura. Así dice: "El filius dei sit creatura.
creador de todas las cosas me ordenó, mi Hacedor Dicit enim Eccli. 24-12: dixit mihi creator
fijó el lugar de mi habitación"; y también: "Desde omnium, et qui creavit me, requievit in
el principio y antes de los siglos me creó". Luego tabernaculo meo. Et iterum: ab initio et ante
el Hijo es criatura. saecula creata sum. Est igitur filius creatura.
Además, el Hijo se cuenta entre las criaturas. N.12 Praeterea. Filius creaturis connumeratur.
Porque se dice en persona de la Sabiduría: "Yo Dicitur enim Eccli. 24-5, ex persona sapientiae:
salí de la boca del Altísimo como primogénita ego ex ore altissimi prodii, primogenita ante
antes que toda criatura". Y el Apóstol dice del omnem creaturam. Et apostolus, ad Coloss. 1-15,
Hijo que es "primogénito de toda criatura". Luego dicit de filio quod est primogenitus creaturae.
parece que el Hijo entra en el orden de las Videtur ergo quod filius ordinem cum creaturis
criaturas, como ocupando el primer lugar entre las habeat, quasi primum inter eas obtinens gradum.
mismas.
Además, dice el Hijo, orando al Padre por los N.13 Amplius. Filius dicit, Ioan. 17-22, pro
discípulos: "Yo les he dado la gloria que tú me discipulis ad patrem orans: ego claritatem quam
diste, a fin de que sean uno, como nosotros somos dedisti mihi, dedi eis, ut sint unum, sicut et nos
uno". Así pues, el Padre y el Hijo son uno, como unum sumus. Sic igitur pater et filius unum sunt
quería que fuesen sus discípulos. Ahora bien, no sicut discipulos unum esse volebat. Non autem
quería que los discípulos fuesen uno por esencia. volebat discipulos esse per essentiam unum. Non
Luego tampoco son uno por esencia el Padre y el ergo pater et filius sunt per essentiam unum.
Hijo. Se sigue, pues, que es una criatura sometida Et sic sequitur quod sit creatura, et patri subiectus.
al Padre.
Esta es la opinión de Arrio y Eunomio, derivada, N.14 Est autem haec positio Arii et eunomii. Et
al parecer, de las doctrinas platónicas que videtur a Platonicorum dictis exorta, qui ponebant
establecían un Dios sumo, Padre y creador de summum deum, patrem et creatorem omnium
todas las cosas, de quien decían emanó en un rerum, a quo primitus effluxisse dicebant
principio cierta “inteligencia” superior a todas las quandam mentem, in qua essent omnium rerum
cosas en de cual estaban las formas de todas ellas formae, superiorem omnibus aliis rebus, quam
la que llamaron “entendimiento paterno”; y paternum intellectum nominabant; et post hanc,
después el alma del mundo; luego, las demás animam mundi; et deinde alias creaturas.
criaturas. Según esto aplicaban a dicha Quod ergo in Scripturis sacris de dei filio dicitur,
inteligencia lo que se dice en la Escritura del Hijo hoc de mente praedicta intelligebant: et praecipue
de Dios. Y principalmente porque la Sagrada quia sacra Scriptura dei filium dei sapientiam
Escritura llama al Hijo de Dios "Sabiduría" y nominat et verbum dei.
Verbo de Dios. — También está en consonancia Cui etiam opinioni consonat positio Avicennae,
con esto la opinión de Avicena, quien coloca qui supra animam primi caeli ponit intelligentiam
sobre el alma del primer cielo una primera primam, moventem primum caelum, supra quam
inteligencia que lo mueve; y sobre ella ponía a ulterius deum in summo ponebat.
Dios en lo más alto.
Así, pues, loa arrianos opinaron que el Hijo de N.15 Sic igitur Ariani de dei filio suspicati sunt
Dios era una criatura superior a todas las otras, quod esset quaedam creatura supereminens
mediante la cual Dios creó todo; principalmente omnibus aliis creaturis, qua mediante deus omnia
porque también algunos filósofos supusieron que creasset: praecipue cum etiam quidam philosophi
las cosas habían procedido del primer principio posuerunt quodam ordine res a primo principio
con cierto orden, de modo que por el primer ser processisse, ita quod per primum creatum omnia
creado fueron oreados todos los otros. alia sint creata.
Arrio fue excomulgado por el Sínodo alejandrino (318) y por el Concilio de Nicea (325);
afirmaba que el Hijo era creatura, hecho de la nada, no de la substancia del Padre. El luchador
incansable contra herejía fue sin duda San Atanasio, que con sus escritos sostuvo la verdadera fe
católica en momentos muy difíciles para la historia de la Iglesia, junto con San Basilio el Grande,
San Gregorio Nacianceno y San Gregorio de Nisa, en Oriente, San Hilario y San Ambrosio en
Occidente. Por su incansable defensa del símbolo de la fe promulgado en el Concilio de Nicea, se le
denomina Padre de la ortodoxia y columna de la fe.
También podemos encontrar la doctrina de san Atanasio, 7 en las diversas lecturas que nos
ofrece la Liturgia de las Horas. El jueves de la primera semana durante el año.
Ninguna cosa de las que existen o son hechas empezó a ser sino en el Verbo y por el
Verbo, como nos enseña el evangelista teólogo, cuando dice: Ya al comienzo de las cosas existía
el Verbo, y el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios. Por él empezaron a existir todas las
cosas, y ninguna de las que existen empezó a ser sino por él. Así como el músico, con la lira
bien templada, ejecuta una armonía, combinando con los recursos del arte los sonidos graves
con los agudos y los intermedios, así también la Sabiduría de Dios, teniendo en sus manos el
universo como una lira, une las cosas de la atmósfera con las de la tierra, y las del cielo con las
de la atmósfera, y las asocia todas unas con otras, gobernándolas con su voluntad y beneplácito.
7
Nació en Alejandría de Egipto, en el año 295, aquí recibió su formación filosófica y teológica. Fue ordenado diácono a
los 24 años. Hacia el 320, el joven escritor había redactado su primera obra: "Contra los paganos y la encarnación del
Verbo". La controversia arriana alcanza su culmen en el 323, Atanasio; que es ya secretario episcopal, lleva tres años de
diácono, apoya y defiende al obispo contra los errores de Arrio, presbítero de la archidiócesis. El joven diácono,
ordenado sacerdote, defenderá durante 3 años esta " fe de Nicea". Cuando cumpla los treinta y cinco será nombrado
obispo (en el año 328) en la sede de Alejandría, entre proclamaciones de alegría de las gentes. Falleció en el 373, ocho
años antes de que el – Concilio I de Constantinopla, 2º ecuménico, reafirmará solemnemente la fe de Nicea y diera
término a la herejía arriana.
De este modo produce un mundo unificado, hermosa y armoniosamente ordenado, sin que por
ello el Verbo de Dios deje de permanecer inmutable junto al Padre, mientras pone en
movimiento todas las cosas, según le place al Padre, con la invariabilidad de su naturaleza.
Todo, en definitiva, vive y se mantiene, por donación suya, según su propio ser y, por él,
compone una armonía admirable y verdaderamente divina.
Tratemos de explicar esta verdad tan profunda por medio de una imagen: pongamos el
ejemplo de un coro numeroso. En un coro compuesto de variedad de personas, de niños,
mujeres, hombres maduros y adolescentes, cada uno, bajo la batuta del director, canta según su
naturaleza y sus facultades: el hombre con voz de hombre, el niño con voz de niño, la mujer con
voz de mujer, el adolescente con voz de adolescente, y sin embargo de todo el conjunto resulta
una armonía. Otro ejemplo: nuestra alma pone simultáneamente en movimiento todos nuestros
sentidos, cada uno según su actividad específica, y así, en presencia de algún estímulo exterior,
todos a la vez se ponen en movimiento: el ojo ve, el oído oye, la mano toca, el olfato huele, el
gusto gusta, y también sucede con frecuencia que actúan los demás miembros corporales, por
ejemplo, los pies se ponen a andar. De manera semejante acontece en la creación en general.
Ciertamente, los ejemplos aducidos no alcanzan a dar una idea adecuada de la realidad, y por
esto es necesaria una más profunda comprensión de la verdad que quieren ilustrar.
Es decir, que todas las cosas son gobernadas a un solo mandato del Verbo de Dios, de
manera que, ejerciendo cada ser su propia actividad, del conjunto resulta un orden perfecto.
En nosotros y en todos los seres hay una imagen creada de la Sabiduría eterna. Por
ello, no sin razón, el que es la verdadera Sabiduría de quien todo procede, contemplando en las
creaturas como una imagen de su propio ser exclama: El Señor me creó al comienzo de sus
obras. En efecto, el Señor considera toda la sabiduría que hay y se manifiesta en nosotros como
algo que pertenece a su propio ser.
Pero esto no porque el Creador de todas las cosas sea él mismo creado, sino porque él
contempla en sus creaturas como una imagen creada de su propio ser. Ésta es la razón por la que
afirmó también el Señor: El que a vosotros recibe a mí me recibe, pues aunque él no forma
parte de la creación, sin embargo en las obras de sus manos hay como una impronta y una
imagen de su mismo ser, y por ello, como si se tratara de sí mismo, afirma: El Señor me creó al
principio de sus tareas, al comienzo de sus obras.
Por esta razón precisamente la impronta de la sabiduría divina ha quedado impresa en
las obras de la creación para que el mundo, reconociendo en esta sabiduría al Verbo, su Creador,
llegue por él al conocimiento del Padre. Es esto lo que enseña el apóstol san Pablo: Son
manifiestas a ellos las verdades que se pueden conocer acerca de Dios. Bien claro se las
manifestó él. Así, desde la creación del mundo, lo invisible de Dios es conocido mediante las
obras. Por esto, el Verbo, en cuanto tal, de ninguna manera es creatura, sino el arquetipo de
aquella sabiduría de la cual se afirma que existe y que está realmente en nosotros.
Los que no quieren admitir lo que decimos deben responder a esta pregunta: ¿existe o no alguna
clase de sabiduría en las creaturas? Si nos dicen que no existe, ¿por qué arguye, san Pablo
diciendo que, en la sabiduría de Dios, el mundo no lo conoció por el camino de la sabiduría? Y
si no existe ninguna sabiduría en las creaturas, ¿cómo es que la Escritura alude a tan gran
número de sabios? Pues en ella le afirma: El sabio, lleno de temor, se aparta del mal y con
sabiduría edifica su casa.
Y dice también el Eclesiastés: La sabiduría del hombre hace brillar su rostro; y el
mismo autor increpa a los temerarios con estas palabras: No digas: ¿cómo es que el tiempo
pasado fue mejor que el presente? Pues no es de sabios preguntar sobre ello.
Que exista la sabiduría en las cosas creadas queda patente también por las palabras del
hijo de Sirac. La derramó sobre todas sus obras, la repartió; entre los vivientes, según su
generosidad, la regaló a los que lo aman; pero esta efusión de sabiduría no se refiere, en,
manera alguna, al que es la misma Sabiduría por naturaleza, el cual existe en sí mismo y es el
Unigénito, sino más bien a aquella sabiduría que aparece como su reflejo en las obras de la
creación. ¿Por qué, pues, vamos a pensar que es imposible que la misma Sabiduría creadora,
cuyos reflejos constituyen la sabiduría y la ciencia derramadas en la creación, diga de sí misma:
El Señor me creó al comienzo de sus obras? No hay que decir, sin embargo, que la sabiduría
que hay en el mundo sea creadora; ella, por el contrario, ha sido creada, según aquello del
salmo: El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos.
El Verbo de Dios tomó la descendencia de Abraham, como dice el Apóstol; por eso
debía ser semejante en todo a sus hermanos, asumiendo un cuerpo semejante al nuestro. Por eso
María está verdaderamente presente en este misterio, porque de ella el Verbo asumió como
propio aquel cuerpo que ofreció por nosotros. La Escritura recuerda este nacimiento, diciendo:
Lo envolvió en pañales; alaba los pechos que amamantaron al Señor y habla también del
sacrificio ofrecido por el nacimiento de este primogénito. Gabriel había ya predicho esta
concepción con palabras muy precisas; no dijo en efecto: «Lo que nacerá en ti», como si se
tratara de algo extrínseco, sino de ti, para indicar que el fruto de esta concepción procedía de
María.
El Verbo, al recibir nuestra condición humana y al ofrecerla en sacrificio, la asumió en
su totalidad, y luego nos revistió a nosotros de lo que era propio de su persona, como lo indica
el Apóstol: Esto corruptible tiene que vestirse de incorrupción, y esto mortal tiene que vestirse
de inmortalidad.
Estas cosas no se realizaron de manera ficticia, como algunos pensaron -lo que es
inadmisible-, sino que hay que decir que el Salvador se hizo verdaderamente hombre y así
consiguió la salvación del hombre integro; pues esta nuestra salvación en modo alguno fue algo
ficticio ni se limitó a solo el cuerpo, sino que en el Verbo de Dios se realizó la salvación del
hombre integro, es decir, del cuerpo y del alma.
Por lo tanto, el cuerpo que el Señor asumió de María era un verdadero cuerpo humano,
conforme lo atestiguan las Escrituras; verdadero, digo, porque fue un cuerpo igual al nuestro.
Pues María es nuestra hermana, ya que como todos nosotros es hija de Adán.
Lo que dice Juan: La Palabra se hizo carne, tiene un sentido parecido a lo que se
encuentra en una expresión similar de Pablo, que dice: Cristo se hizo maldición por nosotros.
Pues de la unión íntima y estrecha del Verbo con el cuerpo humano se siguió un inmenso bien
para el cuerpo de los hombres, porque de mortal que era llegó a ser inmortal, de animal se
convirtió en espiritual y, a pesar de que había sido plasmado de tierra, llegó n traspasar las
puertas del cielo.
Pero hay que afirmar que la Trinidad, aun después de que el Verbo tomó cuerpo de
María, continuó siendo siempre la Trinidad, sin admitir aumento ni disminución; ella continúa
siendo siempre perfecta y debe confesarse como un solo Dios en Trinidad, como lo confiesa la
Iglesia al proclamar al Dios único, Padre del Verbo.
En primer lugar, san Basilio Magno. En la Liturgia de las Horas encontramos sus escritos el
martes séptimo del tiempo Pascual.
¿Quién, habiendo oído los nombres que se dan al Espíritu, no siente levantado su
ánimo y no eleva su pensamiento hacia la naturaleza divina? Ya que es llamado Espíritu de Dios
y Espíritu de verdad que procede del Padre; Espíritu firme, Espíritu generoso, Espíritu Santo
son sus apelativos propios y peculiares.
Hacia él dirigen su mirada todos los que sienten necesidad de santificación; hacia él
tiende el deseo de todos los que llevan una vida virtuosa, y su soplo es para ellos a manera de
riego que los ayuda en la consecución de su fin propio y natural.
Fuente de santificación, luz de nuestra inteligencia, él es quien da, de sí mismo, una
especie de claridad a nuestra razón natural, para que conozca la verdad.
Inaccesible por su naturaleza, se hace accesible por su bondad; todo lo llena con su
poder, pero se comunica solamente a los que son dignos de ello, y no a todos en la misma
medida, sino que distribuye sus dones a proporción de la fe de cada uno.
Simple en su naturaleza, diverso en su virtualidad, está presente todo él en cada uno,
sin dejar de estar todo él en todas partes. De tal manera se divide, que en nada queda
disminuido; todos participan de él, aunque él permanece intacto, a la manera del rayo de sol, del
que cada uno se beneficia como si fuera para él solo y, con todo, ilumina la tierra y el mar y se
mezcla con el aire.
Así también el Espíritu Santo está presente en cada uno de los que son capaces de
recibirlo, como si estuviera en él solo, infundiendo a todos la totalidad de la gracia que
necesitan. Gozan de su posesión todos los que de él participan, en la medida en que lo permite
la disposición de cada uno, pero no en la medida del poder del mismo Espíritu.
Por él, los corazones son elevados hacia lo alto, los débiles son llevados de la mano,
los que ya van progresando llegan a la perfección; iluminando a los que están limpios de toda
mancha, los hace espirituales por la comunión con él.
Y, del mismo modo que los cuerpos límpidos y transparentes, cuando les da un rayo de
luz, se vuelven brillantes en gran manera y despiden un nuevo fulgor, así las almas portadoras
del Espíritu y por él iluminadas se hacen ellas también espirituales e irradian a los demás su
gracia.
De ahí procede el conocimiento de las cosas futuras, la inteligencia de los misterios, la
comprensión de las cosas ocultas, la distribución de dones, el trato celestial. la unión con los
coros angélicos; de ahí deriva el gozo que no termina, la perseverancia en Dios, la semejanza
con Dios y, lo más sublime que imaginarse pueda, nuestra propia deificación.
Al que ya no vive según la carne, sino que es llevado por el Espíritu de Dios, se lo
llama hijo de Dios, se convierte en imagen de su Unigénito y recibe el nombre de espiritual. Y
de la misma manera que la facultad de ver actúa en el ojo sano, así actúa también en esta alma
purificada la fuerza del Espíritu.
Y a la manera como la palabra está en la mente, unas veces como simple pensamiento
del corazón, otras veces como palabra proferida por los labios, así también el Espíritu Santo
habita en nosotros, unas veces dando testimonio a nuestro espíritu y clamando en nuestros
corazones: ¡Abba! (Padre), otras veces hablando por medio de nuestros labios, según aquello
del Evangelio: No seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por
vosotros.
Ahora bien, de la misma manera que el todo está en cada una de las partes, hay que entender
que el Espíritu está íntegro en cada uno de los dones que distribuye; pues todos somos
miembros, los unos de los otros, aunque tengamos dones diferentes según las diversas gracias
que hemos recibido de Dios.
Por eso no puede el ojo decir a la mano: «No tengo necesidad de ti»; como tampoco la
cabeza a los pies: «No os necesito para nada» Por el contrario, todos los miembros -reunidos
constituyen el cuerpo íntegro de Cristo, en la unidad del Espíritu, y se prestan mutuamente los
servicios necesarios, según los dones que cada uno ha recibido.
Pues Dios colocó los diversos miembros del cuerpo, a cada uno de ellos según quiso. Y
los miembros, por su parte, son solidarios unos de otros, en virtud del amor mutuo, nacido de su
comunión en el mismo espíritu. De manera que cuando un miembro sufre, todos sufren con él;
cuando un miembro es honrado, todos le felicitan.
Y así como las partes están en el todo, así cada uno de nosotros está en el Espíritu,
porque todos los que formamos un único cuerpo hemos sido bautizados en un mismo Espíritu.
Y de la misma manera que podemos contemplar al Padre en el Hijo, así también
podemos ver al Hijo en el Espíritu. Por ello adorar a Dios en el Espíritu es lo mismo que
adorarlo en la luz o en la verdad, como se puede deducir de las palabras que el Señor dijo a la
Samaritana. Pues ella, engañada como estaba por el error de su pueblo, creía que debía adorarse
a Dios en un lugar determinado, pero el Señor la instruyó, diciéndole que Dios debía ser
adorado en Espíritu y en verdad, designándose, sin duda, a sí mismo como la verdad.
Por lo tanto, de la misma manera que decimos que hay que adorar al Hijo, como
imagen de Dios Padre, también debernos decir qué hay que adorar al Espíritu, pues posee y
refleja en sí mismo la divinidad de Cristo. Así pues, por la iluminación del Espíritu
contemplamos propia y adecuadamente la gloria de Dios; y por medio de la impronta del
Espíritu llagamos a aquel de quien el mismo Espíritu es impronta y sello.
En segundo lugar, san Gregorio de Nacianzo, en la feria del 6 de enero del tiempo de
Navidad.
Cristo es hoy iluminado, dejemos que esta luz divina nos penetre también a nosotros;
Cristo es bautizado, bajemos con él al agua, para luego subir también con él.
Juan está bautizando, y Jesús acude a él; posiblemente para santificar al mismo que lo bautiza;
con toda seguridad para sepultar en el agua a todo el viejo Adán; antes de nosotros y por
nosotros, el que era espíritu y carne santifica el Jordán, para así iniciarnos por el Espíritu y el
agua en los sagrados misterios.
El Bautista se resiste, Jesús insiste. Soy yo quien debo ser bautizado por ti, le dice la
lámpara al Sol, la voz a la Palabra, el amigo al Esposo, el más grande entre los nacidos de mujer
al Primogénito de toda creatura, el que había saltado de gozo ya en el seno materno al que había
sido adorado también en el seno de su madre, el que lo había precedido y lo precederá al que se
había manifestado y se manifestará. Soy yo quien debo ser bautizado por ti; podía haber
añadido: «Y por causa de ti.» Él, en efecto, sabía con certeza que recibiría más tarde el
bautismo del martirio y que, como a Pedro, le serían lava- dos no sólo los pies, sino todo su
cuerpo.
Pero, además, Jesús sube del agua; lo cual nos recuerda que hizo subir al mundo con él
hacia lo alto, porque en aquel momento ve también cómo el cielo se rasga y se abre, aquel cielo
que Adán había cerrado para sí y para su posteridad, como había hecho que se le cerrase la
entrada al paraíso con una espada de fuego.
El Espíritu atestigua la divinidad de Cristo, acudiendo a él como a su igual; y una voz
bajó del cielo, ya que del cielo procedía aquel de quien testificaba esta voz; y el Espíritu se
apareció en forma corporal de una paloma, para honrar así el cuerpo de Cristo, que es también
divino por su excepcional unión con Dios. Muchos siglos atrás fue asimismo una paloma la que
anunció el fin del diluvio.
Honremos hoy, pues, el bautismo de Cristo y celebremos como es debido esta
festividad.
Procurad una limpieza de espíritu siempre en aumento. Nada agrada tanto a Dios como
la conversión y salvación del hombre, ya que para él tienen lugar todas estas palabras y
misterios; sed como lumbreras en medio del mundo, como una fuerza vital para los demás
hombres; si así lo hacéis, llegaréis a ser luces perfectas en la presencia de aquella gran luz,
impregnados de sus resplandores celestiales, iluminados de un modo más claro y puro por la
Trinidad, de la cual habéis recibido ahora, con menos plenitud, un único rayo proveniente de la
única Divinidad, en Cristo Jesús, nuestro Señor, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de
los siglos. Amén.
En tercer lugar, san Gregorio de Nisa, hallamos sus escritos en la Liturgia de la Horas, el
jueves de la duodécima semana durante el año.
Lo mismo que suele acontecer al que desde la cumbre de un alto monte mira algún
dilatado mar, esto mismo le sucede a mi mente cuando desde las alturas de la voz divina, como
desde la cima de un monte, mira la inexplicable profundidad de su contenido.
Sucede, en efecto, lo mismo que en muchos lugares marítimos, en los cuales, al
contemplar un monte por el lado que mira al mar, lo vemos como cortado por la mitad y
completamente liso desde su cima hasta la base, y como si su cumbre estuviera suspendida
sobre el abismo; la misma impresión que causa al que mira desde tan elevada altura a lo
profundo del mar, la misma sensación de vértigo experimento yo al quedar como en suspenso
por la grandeza de esta afirmación del Señor: Dichosos los limpios de corazón, porque ellos
verán a Dios.
Dios se deja contemplar por los que tienen el corazón purificado. Nadie ha visto jamás
a Dios, dice san Juan; y Pablo confirma esta sentencia con aquellas palabras tan elevadas: A
quien ningún hombre vio ni puede ver. Asta es aquella piedra leve, lisa y escarpada, que aparece
como privada de todo sustentáculo y aguante intelectual; de ella afirmó también Moisés en sus
decretos que era inaccesible, de manera que nuestra mente nunca puede acercarse a ella por más
que se esfuerce en alcanzarla, ni puede nadie subir por sus laderas escarpadas, según aquella
sentencia: Nadie puede ver al Señor y seguir viviendo.
Y, sin embargo, la vida eterna consiste en ver a Dios. Y que esta visión es imposible lo
afirman las columnas de la fe, Juan, Pablo y Moisés. ¿Te das cuenta del vértigo que produce en
el alma la consideración de las profundidades que contemplamos en estas palabras? Si Dios es
la vida, el que no ve a Dios no ve la vida. Y que Dios no puede ser visto lo atestiguan, movidos
por el Espíritu divino, tanto los profetas como los apóstoles. ¿En qué angustias, pues, no se
debate la esperanza del hombre? Pero el Señor levanta y sustenta esta esperanza que vacila.
Como hizo en la persona de Pedro cuando estaba a punto de hundirse, al volver a consolidar sus
pies sobre las aguas.
Por lo tanto, si también a nosotros nos da la mano aquel que es la Palabra, si,
viéndonos vacilar en el abismo de nuestras especulaciones, nos otorga la estabilidad,
iluminando un poco nuestra inteligencia, entonces ya no temeremos, si caminamos cogidos de
su mano. Porque dice: Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
La promesa de Dios es ciertamente tan grande que supera toda felicidad imaginable.
¿Quién, en efecto, podrá desear un bien superior, si en la visión de Dios lo tiene todo? Porque,
según el modo de hablar de la Escritura, ver significa lo mismo que poseer; y así, en aquello
que leemos: Que veas la prosperidad de Jerusalén, la palabra «ver» equivale a tener. Y en
aquello otro: Que sea arrojado el impío, para que no vea la grandeza del Señor, por «no ver» se
entiende no, tener parte en esta grandeza.
Por lo tanto, el que ve a Dios alcanza por esta visión todos los bienes posibles: la vida
sin fin, la incorruptibilidad eterna, la felicidad imperecedera, el reino sin fin, la alegría
ininterrumpida, la verdadera luz, el sonido espiritual y dulce, la gloria inaccesible, el júbilo
perpetuo y, en resumen, todo bien.
Tal y tan grande es, en efecto, la felicidad prometida que nosotros esperamos; pero,
como antes hemos demostrado, la condición para ver a Dios es un corazón puro, y, ante esta
consideración, de nuevo mi mente se siente arrebatada y turbada por una especie de vértigo, por
la duda de si esta pureza de corazón es de aquellas cosas imposibles y que superan y exceden
nuestra naturaleza. Pues si esta pureza de corazón es el medio para ver a Dios, y si Moisés y
Pablo no lo vieron, porque, como afirman, Dios no puede ser visto por ellos ni por cualquier
otro, esta condición que nos propone ahora la Palabra para alcanzar la felicidad nos parece una
cosa irrealizable. ¿De qué nos sirve conocer el modo de ver a Dios, si nuestras fuerzas no
alcanzan a ello? Es lo mismo que si uno afirmara que en el cielo se vive feliz, porque allí es
posible ver lo que no se puede ver en este mundo. Porque, si se nos mostrase alguna manera de
llegar al cielo, sería útil haber aprendido que la felicidad está en el cielo. Pero, si nos es
imposible subir allí, ¿de qué nos sirve conocer la felicidad del cielo sino solamente para estar
angustiados y tristes, sabiendo de qué bienes estamos privados y la imposibilidad de
alcanzarlos? ¿Es que Dios nos invita a una felicidad que excede nuestra naturaleza y nos manda
algo que, por su magnitud, supera las fuerzas humanas?
No es así. Porque Dios no creó a los volátiles sin alas, ni mandó vivir bajo el agua a los
animales dotados para la vida en tierra firme. Por tanto, si en todas las cosas existe una ley
acomodada a su naturaleza, y Dios no obliga a nada que esté por encima de la propia naturaleza,
de ello deducimos, por lógica conveniencia, que no hay que desesperar de alcanzar la felicidad
que se nos propone, y que Juan y Pablo y Moisés, y otros como ellos, no se vieron privados de
esta sublime felicidad, resultante de la visión de Dios; pues, ciertamente, no se vieron privados
de esta felicidad ni aquel que dijo: Ahora me aguarda la corona merecida, que el Señor, justo
juez, me otorgará, ni aquel que se reclinó sobre el pecho de Jesús, ni aquel que oyó de boca de
Dios: Te he conocido más que a todos. Por tanto, si es indudable que aquellos que predicaron
que la contemplación de Dios está por encima de nuestras fuerzas son ahora felices, y si la
felicidad consiste en la visión de Dios, y si para ver a Dios es necesaria la pureza de corazón, es
evidente que esta pureza de corazón, que nos hace posible la felicidad, no es algo inalcanzable.
Los que aseguran, pues, tratando de basarse en las palabras de Pablo, que la visión de Dios está
por encima de nuestras posibilidades se engañan y están en contradicción con las palabras del
Señor, el cual nos promete que, por la pureza de corazón, podemos alcanzar la visión divina.
La salud corporal es un bien para el hombre; pero lo que interesa no es saber el porqué
de la salud, sino el poseerla realmente. En efecto, si uno explica los beneficios de la salud, mas
luego toma un alimento que produce en su cuerpo humores malignos y enfermedades, ¿de qué
le habrá servido aquella explicación, si se ve aquejado por la enfermedad? En este mismo
sentido hemos de entender las palabras que comentamos, o sea, que el Señor llama dichosos no
a los que conocen algo de Dios, sino a los que lo poseen en sí mismos. Dichosos, pues, los
limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Y no creo que esta manera de ver a Dios, la del que tiene el corazón limpio, sea una visión
externa, por así decirlo, sino que más bien me inclino a creer que lo que nos sugiere la
magnificencia de esta afirmación es lo mismo que, de un modo más claro, dice en otra ocasión:
El reino de Dios está dentro de vosotros; para enseñar nos que el que tiene el corazón limpio de
todo afecto desordenado a las creaturas contempla, en su misma belleza interna, la imagen de la
naturaleza divina.
Yo diría que esta concisa expresión de aquel que es la Palabra equivale a decir: «Oh
vosotros, los hombres en quienes se halla algún deseo de contemplar el bien verdadero, cuando
oigáis que la majestad divina está elevada y ensalzada por encima de los cielos, que su gloria es
inexplicable, que su belleza es inefable, que su naturaleza es incomprensible, no caigáis en la
desesperación, pensando que no podéis ver aquello que deseáis.»
Si os esmeráis con una actividad diligente en limpiar vuestro corazón de la suciedad
con que lo habéis embadurnado y ensombrecido, volverá a resplandecer en vosotros la
hermosura divina. Cuando un hierro está ennegrecido, si con un pedernal se le quita la
herrumbre, en seguida vuelve a reflejar los resplandores del sol; de manera semejante, la parte
interior del hombre, lo que el Señor llama el corazón, cuando ha sido limpiado de las manchas
de herrumbré contraídas por su reprobable abandono, recupera la semejanza con su forma
original y primitiva y así, por esta semejanza con la bondad divina, se hace él mismo
enteramente bueno.
Por tanto, el que se ve a sí mismo ve en sí mismo aquello que desea, y de este modo es
dichoso el limpio de corazón, porque al contemplar su propia limpieza ve, como a través de una
imagen, la forma primitiva. Del mismo modo, en efecto, que el que contempla el sol en un
espejo, aunque no fije sus ojos en el cielo, ve reflejado el sol en el espejo, no menos que el que
lo mira directamente, así también vosotros -es como si dijera el Señor-, aunque vuestras fuerzas
no alcancen a contemplar la luz inaccesible, si retornáis a la dignidad y belleza de la imagen
que fue creada en vosotros desde el principio, hallaréis aquello que buscáis dentro de vosotros
mismos.
La divinidad es pureza, es carencia de toda inclinación viciosa, es apartamiento de todo
mal. Por tanto, si hay en ti estas disposiciones, Dios está en ti. Si tu espíritu, pues, está limpio
de toda mala inclinación, libre de toda afición desordenada y alejado de todo lo que mancha,
eres dichoso por la agudeza y claridad de tu mirada, ya que, por tu limpieza de corazón, puedes
contemplar lo que escapa a la mirada de los que no tienen esta limpieza, y, habiendo quitado de
los ojos de tu alma la niebla que los envolvía, puedes ver claramente, con un corazón sereno, un
bello espectáculo. Resumiremos todo esto diciendo que la santidad, la pureza, la rectitud son el
claro resplandor de la naturaleza divina, por medio del cual vemos a Dios.
En el ámbito latino encontramos San Hilario, sus escritos los encontramos en la Liturgia de
las Horas, el 13 de enero, en la memoria de este santo.
Te serviré predicándote
Yo tengo plena conciencia de que es a ti, Dios Padre omnipotente, a quien debo ofrecer
la obra principal de vida, de tal suerte que todas mis palabras y pensamientos hablen de ti.
Y el mayor premio que puede reportarme esta facultad de hablar, que tú me has concedido, es el
de servirte predicándote a ti y demostrando al mundo, que lo ignora, o a los herejes, que lo
niegan, lo que tú eres en realidad: Padre; Padre, a saber, del Dios unigénito.
Y, aunque es ésta mi única intención, es necesario para ello invocar el auxilio de tu
misericordia, para que hinches con el soplo de tu Espíritu las velas de nuestra fe y nuestra
confesión, extendidas para ir hacia ti, y nos impulses así en el camino de la predicación que
hemos emprendido. Porque merece toda confianza aquel que nos ha prometido: Pedid, y se os
dará; buscad, y encontraréis; llamad, y se os abrirá.
Somos pobres y, por esto, pedimos que remedies nuestra indigencia; nosotros ponemos
nuestro esfuerzo tenaz en penetrar las palabras de tus profetas y apóstoles y llamamos con
insistencia para que se nos abran las puertas de la comprensión de tus misterios; pero el darnos
lo que pedimos, el hacerte encontradizo cuando te buscamos y el abrir cuando llamamos, eso
depende de ti.
Cuando se trata de comprender las cosas que se refieren a ti, nos vemos como frenados
por la pereza y torpeza inherentes a nuestra naturaleza y nos sentimos limitados por nuestra
inevitable ignorancia y debilidad; pero el estudio de tus enseñanzas nos dispone para captar el
sentido de las cosas divinas, y la sumisión de nuestra fe nos hace superar nuestras culpas
naturales.
Confiamos, pues, que tú harás progresar nuestro tímido esfuerzo inicial y que, a
medida que vayamos progresando lo afianzarás, y que nos llamarás a compartir el espíritu de
los profetas y apóstoles; de este modo, entenderemos sus palabras en el mismo sentido en que
ellos las pronunciaron y penetraremos en el verdadero significado de su mensaje.
Nos disponemos a hablar de lo que ellos anunciaron de un modo velado: que tú, el
Dios eterno, eres el Padre del Dios eterno unigénito, que tú eres el único no engendrado y que el
Señor Jesucristo es el único engendrado por ti desde toda la eternidad, sin negar, por esto, la
unicidad divina, ni dejar de proclamar que el Hijo ha sido engendrado por ti, que eres un solo
Dios, confesando, al mismo tiempo, que el que ha nacido de ti, Padre, Dios verdadero, es
también Dios verdadero como tú.
Otórganos, pues, un modo de expresión adecuado y digno, ilumina nuestra
inteligencia, haz que no nos apartemos de la verdad de la fe; haz también que nuestras palabras
sean expresión de nuestra fe, es decir, que nosotros que por los profetas y apóstoles te
conocemos a ti, Dios Padre, y al único Señor Jesucristo, y que argumentamos ahora contra los
herejes que esto niegan, podamos también celebrarte a ti como Dios en el que no hay unicidad
de persona y confesar a tu Hijo, en todo igual a ti.
El Señor mandó bautizar en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, esto
es, en la profesión de fe en el Creador, en el Hijo único y en el que es llamado Don.
Uno solo es el Creador de todo, ya que uno solo es Dios Padre, de quien procede, todo;
y uno solo e1 Hijo único, nuestro Señor Jesucristo, por quien ha sido hecho todo; y uno solo el
Espíritu, que a todos nos ha sido dado.
Todo, pues, se halla ordenado según la propia virtud y operación: un Poder del cual
procede todo, un Hijo por quien existe todo, un Don que es garantía de nuestra esperanza
consumada. Ninguna falta se halla, en semejante perfección; dentro de ella, en el Padre y el
Hijo y el Espíritu Santo, se halla lo infinito en lo eterno, la figura en la imagen, la fruición en el
don.
Escuchemos las palabras del Señor en persona, que nos describe cuál es la acción
específica del Espíritu en nosotros; dice, en efecto: Tendría aún muchas cosas que deciros, pero
no estáis ahora en disposición de entenderlas. Os conviene, por tanto, que yo me vaya, porque,
si me voy, os enviaré el Abogado.
Y también: Yo rogaré al Padre y él os dará otro Abogado que esté con vosotros para
siempre, el Espíritu de verdad, él os conducirá a la verdad completa, porque no hablará por
cuenta propia, sino que os dirá cuanto se le comunique y os anunciará las cosas futuras, él me
glorificará, porque tomará de lo que es mío.
Esta pluralidad de afirmaciones tiene por objeto darnos una mayor comprensión, ya
que en ellas se nos explica cuál sea la voluntad del que nos otorga su Don, y cuál la naturaleza
de este mismo Don: pues, ya que la debilidad de nuestra razón nos hace incapaces de conocer al
Padre y al Hijo y nos dificulta el creer en la encarnación de Dios, el Don que es el Espíritu
Santo, con su luz, nos ayuda a penetrar en estas verdades.
Al recibirlo, pues, se nos da un conocimiento más profundo. Porque, del mismo modo
que nuestro cuerpo natural, cuando se ve privado de los estímulos adecuados, permanece
inactivo (por ejemplo, los ojos, privados de luz, los oídos, cuando falta el sonido, y el olfato,
cuando no hay ningún olor, no ejercen su función propia, no porque dejen de existir por la falta
de estímulo, sino porque necesitan este estímulo para actuar), así también nuestra alma, si no
recibe por la fe el Don que es el Espíritu, tendrá ciertamente una naturaleza capaz de entender a
Dios, pero le faltará la luz para llegar a ese conocimiento. El Don de Cristo está todo entero a
nuestra disposición y se halla en todas partes, pero se da a proporción del deseo y de los méritos
de cada uno. Este Don está con nosotros hasta el fin del mundo; él es nuestro solaz en este
tiempo de expectación; él, con su actuación en nosotros, es la garantía de nuestra esperanza
futura; él es la luz de nuestra mente, el resplandor de nuestro espíritu.
Unidad natural de los fieles en Dios por la Encarnación del Verbo y por la Eucaristía
Otro Padre de la Iglesia de esta época es san Cirilo de Alejandría. 8 Sus textos en el Oficio de
las Horas los hallamos en la feria del 10 de enero del tiempo de Navidad.
Del Comentario de san Cirilo de Alejandría, obispo, sobre el evangelio de san Juan
(Libro 5, Cáp. 2: PG 73, 751-754
El Hacedor del universo determinó instaurar con admirable perfección todas las cosas
en Cristo y restituir la naturaleza humana a su estado primitivo; para este fin prometió darle en
8
Nació en el año 370, acompañó a su tío, obispo de Alejandría siendo presbítero y luego lo sucedió, en el año 412.
Murió en el año 444.
abundancia, junto con los demás bienes, el Espíritu Santo, condición necesaria para reintegrarla
a una pacífica y estable posesión de sus bienes.
Así pues, habiendo establecido el tiempo en que había de bajar sobre nosotros el
Espíritu Santo, esto es, en el tiempo de la venida de Cristo, lo prometió diciendo: En aquellos
días -a saber, en los del Salvador-, derramaré mi Espíritu sobré toda carne.
Por consiguiente, cuando llegó el tiempo de tan gran munificencia y liberalidad -y
puso a nuestra disposición en el mundo al Unigénito hecho carne, es decir, a aquel hombre
nacido de mujer de que hablan las Escrituras-, nuestro Dios y Padre nos dio también el Espíritu,
y Cristo fue el primero en recibirlo, como primicias de la naturaleza restaurada. Así lo atestigua
Juan Bautista con aquellas palabras: Vi al Espíritu Santo bajar del cielo y posarse sobre él.
Se afirma de Cristo que recibió el Espíritu en cuanto que se hizo hombre y en cuanto
que convenía que lo recibiera el hombre; y, del mismo modo -aunque es Hijo de Dios Padre,
engendrado de su misma substancia ya antes de la encarnación, más aún, desde toda la
eternidad-, no pone objeción al escuchar a Dios Padre que proclama, después que se ha hecho
hombre: Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy.
De aquel que era Dios, engendrado por el Padre desde toda la eternidad, dice que lo ha
engendrado hoy, para significar que en su persona hemos sido adoptados como hijos, ya que
toda la naturaleza está incluida en la persona de Cristo, en cuanto que es hombre; en el mismo
sentido se afirma que él Padre comunica al Hijo su propio Espíritu, ya que en Cristo alcanzamos
nosotros la participación del Espíritu. Precisamente por esto se hizo hijo de Abraham, como está
escrito, y fue semejante en todo a sus hermanos.
Por lo tanto, el Unigénito recibe el Espíritu Santo no para sí mismo, ya que él lo posee
como algo propio y, en él y por él se comunica a los demás, como ya dijimos antes, sino que lo
recibe en cuanto que, al hacerse hombre, recapitula en sí toda la naturaleza para restaurarla', y
restituirle su integridad primera. Es fácil, pues, de como prender, por lógica natural y por el
testimonio de la Escritura, que Cristo recibió en su persona el Espíritu, no para sí mismo, sino
más bien para nosotros, ya que por él nos vienen también todos los demás bienes.
Me extraña, en gran manera, que haya alguien que tenga duda alguna de si la
Santísima Virgen ha de ser llamada Madre de Dios. En efecto, si nuestro Señor Jesucristo es
Dios, ¿por qué razón la Santísima Virgen, que lo dio a luz, no ha de ser llamada Madre de Dios?
Esta es la fe que nos trasmitieron los discípulos del Señor, aunque no emplearan esta misma
expresión. Así nos lo han enseñado también los santos Padres.
Y, así, nuestro padre Atanasio, de ilustre memoria, en el libro que escribió sobre la
santa y consubstancial Trinidad, en la disertación tercera, a cada paso da a la Santísima Virgen
el título de Madre de Dios.
Siento la necesidad de citar aquí sus mismas palabras, que dicen así: «La finalidad y
característica de la sagrada Escritura, como tantas veces hemos advertido, consiste en afirmar
de Cristo, nuestro salvador, estas dos cosas: que es Dios y que nunca ha dejado de serlo, él, que
es el Verbo del Padre, su resplandor y su sabiduría; como también que él mismo, en estos
últimos tiempos, se hizo hombre por nosotros, tomando un cuerpo de la Virgen María, Madre de
Dios».
Y, un poco más adelante, dice también: «Han existido muchas personas santas e
inmunes de todo pecado: Jeremías fue santificado en el vientre materno; y Juan Bautista, antes
de nacer, al oír la voz de María, Madre de Dios, saltó lleno de gozo». Y estas palabras
provienen de un hombre absolutamente digno de fe, del que podemos fiarnos con toda
seguridad, ya que nunca dijo nada que no estuviera en consonancia con la sagrada Escritura.
Además, la Escritura inspirada por Dios afirma que el Verbo de Dios se hizo carne,
esto es, que se unió a un cuerpo que poseía un alma racional. Por consiguiente, el Verbo de Dios
asumió la descendencia de Abrahán y, fabricándose un cuerpo tomado de mujer, se hizo
partícipe de la carne y de la sangre, de manera que ya no es Dios, sino que, por su unión con
nuestra naturaleza, ha de ser considerado también hombre como nosotros.
Ciertamente el Emmanuel consta de estas dos cosas, la divinidad y la humanidad. Sin
embargo, es un solo Señor Jesucristo, un solo verdadero Hijo por naturaleza, aunque es Dios y
hombre a la vez; no un hombre divinizado, igual a aquellos que por la gracia se hacen partícipes
de la naturaleza divina, sino Dios verdadero, que, por nuestra salvación, se hizo visible en
forma humana, como atestigua también Pablo con estas palabras: Cuando se cumplió el tiempo,
envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban
bajo la ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción.
Del Comentario de san Cirilo de Alejandría, obispo, sobre el evangelio de san Juan
(Libro 10: PG 74, 434)
Habían sido ya cumplidos los designios de Dios sobre la tierra; pero era del todo
necesario que fuéramos hechos partícipes de la naturaleza divina de aquel que es la Palabra,
esto es, que nuestra vida anterior fuera transformada en otra diversa, empezando así para
nosotros un nuevo modo de vida según Dios, lo cual no podía realizarse más que por la
comunicación del Espíritu Santo.
Y el tiempo más indicado para que el Espíritu fuera enviado sobre nosotros era el de la
partida de Cristo, nuestro Salvador.
En efecto, mientras Cristo convivió visiblemente con los suyos, éstos experimentaban
-según es mi opinión- su protección continua; mas, cuando llegó el tiempo en que tenía que
subir al Padre celestial, entonces fue necesario que siguiera presente, en medio de sus adictos,
por el Espíritu, y que este Espíritu habitara en nuestros corazones, para que nosotros, teniéndolo
en nuestro Interior, exclamáramos confiadamente: «Padre», y nos sintiéramos con fuerza para la
práctica de las virtudes y, además, poderosos e invencibles frente a las acometidas del demonio
y las persecuciones de los hombres, por la posesión del Espíritu que todo lo puede.
No es difícil demostrar, con el testimonio de las Escrituras, tanto del antiguo como del
nuevo Testamento, que el Espíritu transforma y comunica una vida nueva a aquellos en cuyo
interior habita.
Samuel, en efecto, dice a Saúl: Te invadirá el Espíritu del Señor, te convertirás en otro
hombre. Y san Pablo afirma: Y todos nosotros, reflejando como en un espejo en nuestro rostro
descubierto la gloria del Señor, nos vamos transformando en su propia imagen, hacia una gloria
cada vez mayor, por la acción del Señor, que es Espíritu. Porque el Señor es Espíritu.
Vemos, pues, la transformación que obra el Espíritu en aquellos en cuyo corazón
habita. Fácilmente los hace pasar del gusto de las cosas terrenas a la sola esperanza de las
celestiales, y del temor y la pusilanimidad a una decidida y generosa fortaleza de alma. Vemos
claramente que así sucedió en los discípulos, los cuales, una vez fortalecidos por el Espíritu, no
se dejaron intimidar por sus perseguidores, sino que permanecieron tenazmente adheridos al
amor de Cristo.
Es verdad, por tanto, lo que nos dice el Salvador: Os conviene que yo vuelva al cielo,
pues de su partida dependía la venida del Espíritu Santo.
Del comentario de san Cirilo de Alejandría, obispo, sobre el evangelio de san Juan
Libro 10, Cáp. 2
El Señor, para convencernos de que es necesario que nos adhiramos a él por el amor,
ponderó cuán grandes bienes se derivan de nuestra unión con él, comparándose a sí mismo con
la vid y afirmando que los que están unidos a él e injertados en su persona, vienen a ser como
sus sarmientos y, al participar del Espíritu Santo, comparten su misma naturaleza (pues el
Espíritu de Cristo nos une con él).
La adhesión de quienes se vinculan a la vid consiste en una adhesión de voluntad y de
deseo; en cambio, la unión del Señor con nosotros es una unión de amor y de inhabitación.
Nosotros, en efecto, partimos de un buen deseo y nos adherimos a Cristo por la fe; así llegamos
a participar de su propia naturaleza y alcanzamos la dignidad de hijos adoptivos, pues, como lo
afirmaba San Pablo, el que se une al Señor es un espíritu con él.
De la misma forma que en un lugar de la Escritura se dice de Cristo que es cimiento y
fundamento (pues nosotros, se afirma, estamos edificados sobre él y, como piedras vivas y
espirituales entramos en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio
sagrado, cosa que no sería posible si Cristo no fuera fundamento), así, de manera semejante,
Cristo se llama a sí mismo vid, como si fuera la madre y nodriza de los sarmientos que
proceden de él.
En él y por él hemos sido regenerados en el Espíritu para producir fruto de vida, no de
aquella vida caduca y antigua, sino de la vida nueva que se funda en su amor. Y esta vida la
conservaremos si perseveramos unidos a él y como injertados en su persona; si seguimos
fielmente los mandamientos que nos dio y procuramos conservar los grandes bienes que nos
confió, esforzándonos por no contristar, ni en lo más mínimo, al Espíritu que habita en nosotros,
pues, por medio de él, Dios mismo tiene su morada en nuestro interior.
De qué modo nosotros estamos en Cristo y Cristo en nosotros nos lo pone en claro el
evangelista Juan al decir: En esto conocemos que permanecemos en él y él en nosotros: en que
nos ha dado de su Espíritu.
Pues, así como la raíz hace llegar su propia savia a los sarmientos, del mismo modo el
Verbo unigénito de Dios Padre comunica a los santos una especie de parentesco consigo mismo
y con el Padre, al darles parte en su propia naturaleza, y otorga su Espíritu a los que están
unidos con él por la fe: así les comunica una santidad inmensa, los nutre en la piedad y los lleva
al conocimiento de la verdad y a la práctica de la virtud.
Del Comentario de san Cirilo de Alejandría, obispo, sobre el evangelio de san Juan
(Libro 11, 11: PG 74, 559-562)
Todos los que participamos de la carne sagrada de Cristo alcanzamos la unión corporal
con él, como atestigua san Pablo, cuando dice, refiriéndose al misterio del amor misericordioso
del Señor: El misterio que no fue dado a conocer a las pasadas generaciones ahora ha sido
revelado por el Espíritu a los santos apóstoles y profetas: esto es, que los gentiles son
coherederos, miembros del mismo cuerpo y coparticipes de las promesas divinas, en Cristo
Jesús.
Y si somos unos para otros miembros de un mismo cuerpo en Cristo, y no sólo entre
nosotros mismos, sino también para aquel que está en nosotros por su carne, ¿por qué, entonces,
no procuramos vivir plenamente esa unión que existe entre nosotros y con Cristo? Cristo, en
efecto, es el vínculo de unidad, ya que es Dios y hombre a la vez.
Siguiendo idéntico camino, podemos hablar también de nuestra unión espiritual,
diciendo que todos nosotros, por haber recibido un solo y mismo Espíritu, a saber, el Espíritu
Santo, estamos como mezclados unos con otros y con Dios. Pues, si bien es verdad que
tomados cada uno por separado somos muchos, y en cada uno de nosotros Cristo hace habitar el
Espíritu del Padre y suyo, este Espíritu es uno e indivisible, y a nosotros, que somos distintos el
uno del otro en cuanto seres individuales, por su acción nos reúne a todos y hace que se nos vea
como una sola cosa, por la unión que en él nos unifica.
Pues, del mismo modo que la virtualidad de la carne sagrada convierte a aquellos en
quienes actúa en miembros de un mismo cuerpo, pienso que, del mismo modo, el único e
indivisible Espíritu de Dios, al habitar en cada uno, los vincula a todos en la unidad espiritual.
Por esto nos exhorta también san Pablo: Sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos
por mantener la unidad del espíritu, con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu,
como una sola es la meta de la esperanza en la vocación a la que habéis sido convocados. Un
Señor, una fe, un bautismo. Un Dios. Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo y
lo invade todo. Al estar en cada uno de nosotros el único Espíritu, estará también, por el Hijo, el
único Dios y Padre de todos, uniendo entre sí y consigo a los que participan del Espíritu.
Y el hecho de nuestra unión y comunicación del Espíritu Santo, en cierto modo, se
hace también visible ya desde ahora. Pues, si, dejando de lado nuestra vida puramente natural,
nos sometimos de una vez para siempre a las leyes del espíritu, es evidente para todos nosotros
que -por haber dejado nuestra vida anterior y estar ahora unidos al Espíritu Santo, y por haber
adquirido una hechura celeste y haber sido en cierta manera transformados en un nuevo ser- ya
no somos llamados simplemente hombres, sino también hijos de Dios y hombres celestiales,
por nuestro consorcio con la naturaleza divina.
Por tanto, somos todos una sola cosa en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; una sola
cosa por la identidad de condición, por la asimilación que obra el amor, por la comunión de la
carne sagrada de Cristo y por la participación de un único y Santo Espíritu.
Otro autor alejandrino Dídimo de Alejandría, que lo hallamos en la Liturgia de las Horas el
lunes de la sexta semana del tiempo Pascual.
El Espíritu Santo, en cuanto que es Dios, junto con el Padre y el Hijo, nos renueva en
el bautismo y nos retorna de nuestro estado deforme a nuestra primitiva hermosura, llenándonos
de su gracia, de manera que ya nada nos queda por desear; nos libra del pecado y de la muerte;
nos convierte de terrenales, esto es, salidos de la tierra y del polvo, en espirituales; nos hace
partícipes de la gloria divina, hijos y herederos de Dios Padre, conformes a la imagen del Hijo,
coherederos y hermanos de éste, para ser glorificados y reinar con él; en vez de la tierra nos da
el cielo y nos abre generosamente las puertas del paraíso, honrándonos más que a los mismos
ángeles; y con las aguas sagradas de la piscina bautismal apaga el gran fuego inextinguible del
infierno.
Hay en el hombre un doble nacimiento, uno natural, otro del Espíritu divino. Acerca de
uno y otro escribieron los autores sagrados. Yo voy a citar el nombre de cada uno de ellos, así
como su doctrina.
Juan: A cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, dio poder de llegar a ser
hijos de Dios, los cuales traen su origen no de la sangre ni del deseo carnal ni de la voluntad del
hombre, sino del mismo Dios. Todos los que creen en Cristo, afirma, han recibido el poder de
llegar a ser hijos de Dios, esto es, del Espíritu Santo, y de llegar a ser del mismo linaje de Dios.
Y, para demostrar que este Dios que nos engendra es el Espíritu Santo, añade estas palabras de
Cristo en persona: Te aseguro que el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el
reino de Dios.
La piscina bautismal, en efecto, da a luz de manera visible al cuerpo visible de la
Iglesia, por el ministerio de los sacerdotes; pero el Espíritu de Dios, invisible a todo ser
racional, bautiza espiritualmente en sí mismo y regenera, por ministerio de los ángeles, nuestro
cuerpo y nuestra alma.
Juan el Bautista, en relación con aquella expresión: De agua y de Espíritu, dice,
refiriéndose a Cristo: Él os bautizará con el Espíritu Santo y con fuego. Ya que nosotros somos
como una vasija de barro, por eso necesitamos en primer lugar ser purificados por el agua,
después ser fortalecidos y perfeccionados por el fuego espiritual (Dios, en efecto, es un fuego
devorador); y, así, necesitamos del Espíritu Santo para nuestra perfección y renovación, ya que
este fuego espiritual es también capaz de regar, y esta agua espiritual es capaz de fundir como el
fuego.
También el Papa san León Magno nos habla de este Misterio, pero más que nada en relación
con el Misterio de la Encarnación, del cual fue una luz para toda la Iglesia. Sus textos en el Oficio
de las Horas los encontramos en la fiesta de Nuestra Señora del Carmen, el 16 de julio.
Dios elige a una virgen de la descendencia real de David; y esta virgen, destinada a
llevar en su seno el fruto de una sagrada fecundación, antes de concebir corporalmente a su
prole, divina y humana a la vez, la concibió en su espíritu. Y, para que no se espantara,
ignorando los designios divinos, al observar en su cuerpo unos cambios inesperados, conoce,
por la conversación con el ángel, lo que el Espíritu Santo ha de operar en ella. Y la que ha de ser
Madre de Dios confía en que su virginidad ha de permanecer sin detrimento. ¿Por qué había de
dudar de este nuevo género de concepción, si se le promete que el Altísimo pondrá en juego su
poder? Su fe y su confianza quedan, además, confirmadas cuando el ángel le da una prueba de
la eficacia maravillosa de este poder divino, haciéndole saber que Isabel ha obtenido también
una inesperada fecundidad: el que es capaz de hacer concebir a una mujer estéril puede hacer lo
mismo con una mujer virgen.
Así, pues, el Verbo de Dios, que es Dios, el Hijo de Dios, que ya al comienzo estaba
con Dios, por quien empezaron a existir todas las cosas, y ninguna de las que existen empezó a
ser sino por él, se hace hombre para librar al hombre de la muerte eterna; se abaja hasta asumir
nuestra pequeñez, sin menguar por ello su majestad, de tal modo que, permaneciendo lo que era
y asumiendo lo que no era, une la auténtica condición de esclavo a su condición divina, por la
que es igual al Padre; la unión que establece entre ambas naturalezas es tan admirable, que ni la
gloria de la divinidad absorbe la humanidad, ni la humanidad disminuye en nada la divinidad.
Quedando, pues, a salvo el carácter propio de cada una de las naturalezas, y unidas ambas en
una sola persona, la majestad asume la humildad, el poder la debilidad, la eternidad la
mortalidad; y, para saldar la deuda contraída por nuestra condición pecadora, la naturaleza
invulnerable se une a la naturaleza pasible, Dios verdadero y hombre verdadero se conjugan
armoniosamente en la única persona del Señor; de este modo, tal como convenía para nuestro
remedio, el único y mismo mediador entre Dios y los hombres pudo a la vez morir y resucitar,
por la conjunción en él de esta doble condición. Con razón, pues, este nacimiento salvador
había de dejar intacta la virginidad de la madre, ya que fue a la vez salvaguarda del pudor y
alumbramiento de la verdad.
Tal era, amadísimos, la clase de nacimiento que convenía a Cristo, fuerza y sabiduría
de Dios; con él se mostró igual a nosotros por su humanidad, superior a nosotros por su
divinidad. Si no hubiera sido Dios verdadero, no hubiera podido remediar nuestra situación; si
no hubiera sido hombre verdadero, no hubiera podido damos ejemplo.
Por eso, al nacer el Señor, los ángeles cantan llenos de gozo: Gloria a Dios en el cielo,
y proclaman: y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Ellos ven, en efecto, que la
Jerusalén celestial se va edificando por medio de todas las naciones del orbe. ¿Cómo, pues, no
habría de alegrarse la pequeñez humana ante esta obra inenarrable de la misericordia divina,
cuando incluso los coros sublimes de los ángeles encontraban en ella un gozo tan intenso?
Otro testimonio es san Máximo Confesor, que lo hallamos en la feria del 4 de enero del
tiempo de Navidad.
El Verbo de Dios nació según la carne una vez por todas, por su bondad y
condescendencia para con los hombres, pero continúa naciendo espiritualmente en aquellos que
lo desean; en ellos se hace niño y en ellos se va formando a medida que crecen sus virtudes; se
da a conocer a sí mismo en proporción a la capacidad de cada uno, capacidad que él conoce; y
si no se comunica en toda su dignidad y grandeza no es porque no lo desee, sino porque conoce
las limitaciones de la facultad receptiva de cada uno, y por esto nadie puede conocerlo de un
modo perfecto.
En este sentido el Apóstol, consciente de toda la virtualidad de este misterio, dice:
Jesucristo es el mismo hoy que ayer, y para siempre, es decir, que se trata de un misterio
siempre nuevo, que ninguna comprensión humana puede hacer que envejezca.
Cristo, que es Dios, nace y se hace hombre, asumiendo un cuerpo y un alma racional,
él, por quien todo lo que existe ha salido de la nada; en el Oriente una estrella brilla en pleno día
y guía a los magos hasta el lugar en que yace el Verbo encarnado; con ello se demuestra que d
Verbo, contenido en la ley y los profetas, supera místicamente el conocimiento sensible y
conduce a los gentiles a la luz de un conocimiento superior.
Es que las enseñanzas de la ley y los profetas, cristianamente entendidas, son como la
estrella que conduce al conocimiento del Verbo encarnado a todos aquellos que han sido
llamados por designio gratuito de Dios.
Así pues, Dios se hace perfecto hombre, sin que le falte nada de lo que pertenece a la
naturaleza humana, excepción hecha del pecado (el cual, por lo demás, no es inherente a la
naturaleza humana); de este modo ofrece a la voracidad insaciable del dragón infernal el
señuelo de su carne, excitando su avidez; cebo que, al morderlo, se había de convertir para él en
veneno mortal y causa de su total ruina, por la fuerza de la divinidad que en su interior llevaba
oculta; esta misma fuerza divina serviría, en cambio, de remedio para la naturaleza humana,
restituyéndola a su dignidad primitiva.
En efecto, así como el dragón infernal, habiendo inoculado su veneno en el árbol de la
ciencia, había corrompido al hombre cuando éste quiso gustar de aquel árbol, así también aquél,
cuando pretendió devorar la carne del Señor, sufrió la ruina y la aniquilación, por el poder de la
divinidad latente en esta carne.
La encarnación de Dios es un gran misterio, y nunca dejará de serlo. ¿Cómo el Verbo,
que existe personal y substancialmente en el Padre, puede al mismo tiempo existir personal y
substancialmente en la carne? ¿Cómo, siendo todo él Dios por naturaleza, se hizo hombre todo
él por naturaleza, y esto sin mengua alguna ni de la naturaleza divina, según la cual es Dios, ni
de la nuestra, según la cual es hombre? únicamente la fe puede captar estos misterios, esta fe
que es el fundamento y la base de lodo aquello que excede la experiencia y el conocimiento
natural.
Y por último, en el siglo VII, a San Columbano, que el Oficio de las Horas lo hallamos el
jueves de la septima semana durante el año.
Dios está en todas partes, es inmenso y está cerca de todos, según atestigua de sí
mismo: Yo soy -dice- un Dios cercano, no lejano. El Dios que buscamos no está lejos de
nosotros, ya que está dentro de nosotros, si somos dignos de esta presencia. Habita en nosotros
como el alma en el cuerpo, a condición de que seamos miembros sanos de él, de que estemos
muertos al pecado. Entonces habita verdaderamente en nosotros aquel que ha dicho: Habitaré
en medio de ellos y andaré entre ellos. Si somos dignos de que él esté en nosotros, entonces
somos realmente vivificados por él, como miembros vivos suyos: Pues en él -como dice el
Apóstol- vivimos, nos movemos y existimos.
¿Quién, me pregunto, será capaz de penetrar en el conocimiento del Altísimo, si
tenemos en cuenta lo inefable e incomprensible de su ser? ¿Quién podrá investigar las
profundidades de Dios? ¿Quién podrá gloriarse de conocer al Dios infinito que todo lo llena y
todo lo rodea, que todo lo penetra y todo lo supera, que todo lo abarca y todo lo trasciende? A
Dios ningún hombre vio ni puede ver. Nadie, pues, tenga la presunción de preguntarse sobre lo
indescifrable de Dios, qué fue, cómo fue, quién fue. Éstas son cosas inefables, inescrutables,
impenetrables; limítate a creer con sencillez, pero con firmeza, que Dios es y será tal cual fue,
porque es inmutable.
¿Quién es, por tanto, Dios? El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un solo Dios. No
indagues más acerca de Dios; porque los que quieren saber las profundidades insondables
deben antes considerar las cosas de la naturaleza. En efecto, el conocimiento de la Trinidad
divina se compara con razón a la profundidad del mar, según aquella expresión del Eclesiastés:
Profundo quedó lo que estaba profundo: ¿quién lo alcanzará? Porque, del mismo modo que la
profundidad del mar es impenetrable a nuestros ojos, así también la divinidad de la Trinidad
escapa a nuestra comprensión. Y por esto, insisto, si alguno se empeña en saber lo que debe
creer, no piense que lo entenderá mejor disertando que creyendo; al contrario, al ser buscado, el
conocimiento de la divinidad se alejará más aún que antes de aquel que pretenda conseguirlo.
Busca, pues, el conocimiento supremo, no con disquisiciones verbales, sino con la
perfección de una buena conducta; no con palabras, sino con la fe que procede de un corazón
sencillo y que no es fruto de una argumentación basada en una sabiduría irreverente. Por tanto,
si buscas mediante el discurso racional al que es inefable, estará lejos de ti, más de lo que
estaba; pero, si lo buscas mediante la fe, la sabiduría estará a la puerta, que es donde tiene su
morada, y allí será contemplada, en parte por lo menos. Y también podemos realmente
alcanzarla un poco cuando creemos en aquel que es invisible, sin comprenderlo; porque Dios ha
de ser creído tal cual es, invisible, aunque el corazón puro pueda, en parte, contemplarlo.
San Agustín, escribe su Tratado sobre la Trinidad, entre los años 400 y 416. Es una obra
cumbre del pensamiento latino, sobre este augusto misterio. Aquí no intentaremos hacer un resumen
de esta obra, sino simplemente presentar el índice de este libro que, por una parte, nos da un
panorama de los principales temas que desarrolla San Agustín; y por otra parte, nos proporciona el
contexto de un conjunto de textos que hemos extraído de esta obra. Estos textos, nos permitirán
cuando veamos a Santo Tomás, profundizar ciertas temáticas centrales del Misterio del Dios Uno y
Trino.
LIBRO I
CAPITULO V CAPUT V.
EL HIJO ES CONSUSTANCIAL AL PADRE. 9. Filium esse verum Deum ejusdem cum Patre
NO SOLAMENTE EL PADRE, SINO TAMBIÉN substantiae. Non solus Pater, sed Trinitas dicta
LA TRINIDAD ES INMORTAL. TODAS LAS immortalis. Non ex solo Patre omnia, sed etiam
COSAS HAN SIDO HECHAS POR EL PADRE ex Filio. Spiritum sanctum esse verum Deum
Y EL HIJO. EL ESPÍRITU SANTO ES DIOS Patri et Filio aequalem. Qui dixerunt Dominum
VERDADERO, IGUAL AL PADRE Y AL HIJO nostrum Jesum Christum non esse Deum, aut non
esse verum Deum, aut non cum Patre unum et
9. Los que dijeron que nuestro Señor Jesucristo solum Deum, aut non vere immortalem, quia
no era Dios, o que no era Dios verdadero, o que mutabilem, manifestissima divinorum
no era un Dios con el Padre, o que por ser testimoniorum et consona voce convicti sunt;
mudable no era inmortal, pueden ser convencidos unde sunt illa: In principio erat Verbum, et
por el testimonio acordado y unánime de los Verbum erat apud Deum, et Deus erat Verbum.
libros divinos, de donde están tomadas estas Manifestum est enim quod Verbum Dei, Filium
palabras: En el principio existía la Palabra, y la Dei unicum accipimus, de quo post dicit, Et
Palabra estaba en Dios, y la Palabra era Dios. Es Verbum caro factum est, et habitavit in nobis,
manifiesto que nosotros reconocemos en el Verbo propter nativitatem incarnationis ejus, quae facta
de Dios al Hijo único de Dios, del cual dice est in tempore ex Virgine. In eo autem declarat,
luego: Y la Palabra se hizo carne y habitó entre non tantum Deum esse, sed etiam ejusdem cum
nosotros, a causa del nacimiento de su Patre substantiae, quia cum dixisset, Et Deus erat
encarnación, acaecido, en el tiempo, de una Verbum: Hoc erat, inquit, in principio apud
Virgen. Deum; omnia per ipsum facta sunt, et sine ipso
En este pasaje declara San Juan no sólo que factum est nihil (Joan. I, 1, 14, 2, 3) . Neque enim
Cristo es Dios, sino que es consustancial al Padre, dicit, omnia; nisi quae facta sunt, id est omnem
pues habiendo dicho que la Palabra era Dios, creaturam. Unde liquido apparet ipsum factum
continúa: En el principio estaba en Dios. Todas non esse per quem facta sunt omnia. Et si factus
las cosas fueron hechas por El, y sin El nada ha non est, creatura non est: si autem creatura non
sido hecho. En el omnia se incluyen todas las est, ejusdem cum Patre substantiae est. Omnis
criaturas. Luego consta con evidencia que no ha enim substantia quae Deus non est, creatura est; et
sido hecho aquel por quien fueron hechas todas quae creatura non est, Deus est. Et si non est
las cosas. Y si no ha sido hecho, no es criatura; y Filius ejusdem substantiae cujus Pater; ergo facta
si no es criatura, es una misma sustancia con el substantia est: si facta substantia est, non omnia
Padre. Toda sustancia que no es Dios, es criatura; per ipsum facta sunt: at omnia per ipsum facta
y la sustancia que no es criatura, es Dios. Si el sunt; unius igitur ejusdemque cum Patre
Hijo no es una misma sustancia con el Padre, es substantiae est. Et ideo non tantum Deus, sed et
criatura; y si es criatura, ya no han sido hechas verus Deus. Quod idem Joannes apertissime in
por El todas las cosas. Pero está escrito: Todo ha Epistola sua dicit: Scimus quod Filius Dei venerit,
sido hecho por El; luego es una misma sustancia et dederit nobis intellectum ut cognoscamus
con el Padre, y, por consiguiente, no sólo es Dios, verum Deum, et simus in vero Filio ejus Jesu
sino también Dios verdadero. Christo. Hic est verus Deus, et vita aeterna (I
El mismo San Juan dice con gran claridad en su Joan. V, 20) .
Carta: Sabemos que el Hijo de Dios vino y nos
dio inteligencia para que conozcamos al Dios
verdadero y estemos en su verdadero Hijo,
Jesucristo. Este es el verdadero Dios y la vida
eterna.
LIBRO II
PREFACIO
PRÓLOGO: Por qué escribe sobre la Trinidad. Qué desea Agustín a sus lectores. Resumen del libro
segundo.
1. Cuestiones a examinar.
2. La voluntad divina, causa eficiente de toda mutación. Ejemplo.
3. Sobre el mismo argumento.
4. La voluntad de Dios, ley suprema de todo lo existente.
5. Naturaleza del milagro.
6. La variedad hace el milagro.
7. Milagros y magia.
8. La creación, obra exclusiva e Dios.
9. Dios, causa, eficiente universal.
10. La criatura, al servicio del Omnipotente. La Eucaristía.
11. Invisibilidad de la esencia divina. Las teofanías hechas a los Padres tuvieron lugar por
medio de los Ángeles. Dificultad y solución. Dios se sirve del ministerio angélico para
manifestarse a Abraham y Moisés. Se prueba esto mismo por la ley dada a Moisés por
medio de los ángeles. Resumen y apunte.
PRÓLOGO PROEMIUM.
1. Apoyado y sostenido en lecturas de obras ya 1. Ex his igitur quae ab aliis de hac re scripta jam
divulgadas sobre este tema, emprendo la legimus, plurimum adminiculati et adjuti, ea quae
búsqueda de cuanto juzgo se puede piadosamente de Trinitate, uno summo summeque bono Deo,
investigar y escribir referente a la Trinidad, único pie quaeri et disseri posse arbitror, ipso exhortante
Dios sumo y Bien soberano, contando siempre quaerenda atque adjuvante disserenda suscepi: ut
con su estímulo en la búsqueda y con su ayuda en si alia non sunt hujusmodi scripta, sit quod
la exposición, para que, si no existen otros habeant et legant qui voluerint et valuerint; si
escritos similares, puedan apagar su sed los que lo autem jam sunt, tanto facilius aliqua inveniantur,
deseen y puedan; y si ya existen, con tanta mayor quanto talia plura esse potuerint.
facilidad puedan encontrar ciertas verdades
cuanto mayor es la abundancia. 2. Sane cum in omnibus litteris meis non solum
2. Anhelando, en verdad, en todos mis escritos un pium lectorem, sed etiam liberum correctorem
piadoso lector y un crítico imparcial, con mayor desiderem, multo maxime in his, ubi ipsa
empeño en esta mi obra, donde la ingente magnitudo quaestionis utinam tam multos
magnitud del problema ojala encuentre tantos inventores habere posset, quam multos
investigadores cuantos son los adversarios. Y así contradictores habet. Verumtamen sicut lectorem
como no deseo un lector incondicional, tampoco meum nolo mihi esse deditum, ita correctorem
suspiro por un crítico pagado de sí mismo. Aquél nolo sibi. Ille me non amet amplius quam
no prefiera mi autoridad a la fe católica, éste no se catholicam fidem, iste se non amet amplius quam
ame a sí mismo, anteponiéndose a la verdad catholicam veritatem. Sicut illi dico, Noli meis
católica. litteris quasi Scripturis canonicis inservire; sed in
Digo al primero: No utilices mis escritos cual si illis et quod non credebas, cum inveneris,
fueran las Escrituras canónicas; en éstas cree sin incunctanter crede, in istis autem quod certum
vacilar si comprendes ahora lo que antes non habebas, nisi certum intellexeris, noli firmiter
ignorabas; en aquéllas suspende tu juicio, a no ser retinere: ita illi dico, Noli meas litteras ex tua
que lo incierto pase a ser en ti certeza. Y digo al opinione vel contentione, sed ex divina lectione
segundo: No critiques mis libros según tu opinión vel inconcussa ratione corrigere. Si quid in eis
o animosidad, sino al tenor de las Sagradas veri comprehenderis, existendo non est meum, at
Escrituras y de la recta razón. Si en mis tratados intelligendo et amando et tuum sit et meum: si
encuentras alguna verdad, en sí misma no es mía, quid autem falsi conviceris, errando fuerit meum,
pero en tu comprensión y amor es tuya y mía; si, sed jam cavendo nec tuum sit nec meum.
por el contrario, descubres algún error, mío es el
dislate; pero tú, al evitarlo, haces que no sea tuyo 3. Hinc itaque tertius hic liber sumat exordium,
ni mío. quousque secundus pervenerat. Cum enim ad id
3. Enhebre este mi tercer libro su exordio en el ventum esset, ut vellemus ostendere non ideo
mismo punto en que finalizaba el segundo. minorem Patre Filium, quia ille misit, hic missus
Llegado habíamos a aquel pasaje donde se asienta est, nec ideo minorem utroque Spiritum sanctum,
que el Hijo no era inferior al Padre por el hecho quia et ab illo et ab illo missus in Evangelio
de enviar uno y ser el otro enviado: ni el Espíritu legitur: suscepimus hoc quaerere, cum illuc
Santo era inferior al Padre y al Hijo, aunque se missus sit Filius, ubi erat, quia in hunc mundum
diga en el Evangelio que es por los dos enviados. venit, et in hoc mundo erat (Joan. I, 10) ; cum
Tratamos de averiguar también dónde se illuc etiam Spiritus sanctus, ubi et ipse erat,
encontraba el Hijo al ser enviado, porque, si vino quoniam Spiritus Domini replevit orbem
a este mundo, ya en este mundo estaba; y cómo el terrarum, et hoc quod continet omnia scientiam
Espíritu Santo vino a donde también se habet vocis (Sap. I, 7) : utrum propterea missus
encontraba, porque el Espíritu del Señor llenó la sit Dominus, quia ex occulto in carne natus est, et
redondez de la tierra, y El, que todo lo abarca, de sinu Patris ad oculos hominum in forma servi
tiene noticia de la palabra. tanquam egressus apparuit; ideo etiam Spiritus
Y queríamos saber si el Señor se dice enviado sanctus, quia et ipse corporali specie quasi
porque de lo recóndito nació en carne mortal y se columba visus est (Matth. III, 16) , et linguis
apareció como salido del seno del Padre a los ojos divisis velut ignis (Act. II, 3) : ut hoc eis fuerit
de los humanes en figura de esclavo; y si se puede mitti, ad aspectum mortalium in aliqua forma
decir lo mismo del Espíritu Santo, visible en corporea de spirituali secreto procedere; quod
figura de paloma o en lenguas divididas como de Pater quoniam non fecit, tantummodo misisse,
fuego; y si para ellos ser enviados es salir de la non etiam missus esse dictus sit. Deinde
recámara secreta de su ser espiritual y quaesitum est cur et Pater non aliquando dictus sit
manifestarse en forma corpórea a los mortales, missus, si per illas species corporales quae oculis
cos, que jamás hizo el Padre, y por eso es mitente, antiquorum apparuerunt ipse demonstrabatur. Si
pero no enviado. autem Filius tunc demonstrabatur, cur tanto post
Se preguntaba después por qué el Padre no se dice missus diceretur, cum plenitudo temporis venit, ut
enviado, si es que alguna vez se apareció a los ex femina nasceretur (Galat. IV, 4) ;
ojos de los antiguos bajo el velo de una forma quandoquidem et antea mittebatur, cum in illis
corpórea. Y si entonces se manifestaba el Hijo, formis corporaliter apparebat. Aut si non recte
¿por qué sólo se le dice enviado cuando, llegada missus diceretur, nisi cum Verbum caro factum est
la plenitud de los tiempos, nace de una Virgen, si (Joan. I, 14) ; cur Spiritus sanctus missus legatur,
ya antes era enviado al aparecerse en aquellas cujus incarnatio talis non facta est. Si vero per
formas corporalmente? Y si el Verbo sólo cuando illas antiquas demonstrationes, nec Pater, nec
se humanó se dice con verdad enviado, ¿por qué Filius, sed Spiritus sanctus ostendebatur; cur
del Espíritu Santo se lee que ha sido enviado, etiam ipse nunc diceretur missus, cum illis modis
aunque no se encarnó? Y si en las antiguas et antea mitteretur. Deinde subdivisimus, ut haec
epifanías no se manifestaba el Padre ni el Hijo, diligentissime tractarentur, et tripartitam fecimus
sino sólo el Espíritu Santo, ¿por qué ahora se dice quaestionem, cujus una pars in secundo libro
enviado, si ya anteriormente se reveló bajo explicata est, duae sunt reliquae, de quibus
aquellas apariencias simbólicas? deinceps disserere aggrediar. Jam enim quaesitum
Luego, para proceder con mayor orden, atque tractatum est, in illis antiquis corporalibus
subdividimos en tres cuestiones el argumento. formis et visis, non tantummodo Patrem, nec
Queda la primera analizada en el libro segundo, y tantummodo Filium, nec tantummodo Spiritum
las dos restantes lo serán sucesivamente. sanctum apparuisse, sed aut indifferenter
Hemos visto y comprobado cómo en las vetustas Dominum Deum qui Trinitas ipsa intelligitur, aut
apariciones y formas corpóreas no se reveló el quamlibet ex Trinitate personam, quam lectionis
Padre solo, ni el Hijo solo, ni el Espíritu Santo textus indiciis circumstantibus significaret.
solo, sino el Señor Dios, que es la Trinidad, o
también alguna de las personas de la Trinidad
excelsa, insinuada en el texto por ciertos indicios
circunstanciales.
LIBRO IV
IGUALDAD DEL QUE ENVÍA Y DEL 27. Mittens et missus aequalis. Filius cur dicitur
ENVIADO. POR QUÉ SE DICE EL HIJO missus a Patre. De missione Spiritus sancti,
ENVIADO POR EL PADRE. CÓMO Y POR quomodo et a quo missus sit. Pater totius deitatis
QUIÉN FUE ENVIADO EL ESPÍRITU SANTO. principium. Si autem secundum hoc missus a
EL PADRE, PRINCIPIO DE LA DEIDAD Patre Filius dicitur, quia ille Pater est, ille Filius,
nullo modo impedit ut credamus aequalem Patre
27. Si, pues, el Hijo se dice enviado por el Padre, esse Filium et consubstantialem et coaeternum, et
porque éste es Padre y aquél es Hijo, nada impide tamen a Patre missum Filium. Non quia ille major
creer que el Hijo sea igual, coeterno y est, ille minor: sed quia ille Pater, ille Filius; ille
consustancial al Padre, aunque el Hijo sea genitor, ille genitus; ille a quo est qui mittitur, ille
enviado por el Padre. Y no porque uno sea mayor qui est ab eo qui mittit. Filius enim a Patre est,
e inferior el otro, sino porque uno es Padre y el non Pater a Filio. Secundum hoc jam potest
otro es Hijo; aquél el engendrador, éste el intelligi, non tantum ideo dici missus Filius quia
engendrado; aquél el que envía, éste el enviado. Verbum caro factum est (Id. I, 3, 18, 14) , sed
Es el Hijo quien procede del Padre, no el Padre ideo missus ut Verbum caro fieret, et per
del Hijo. En este sentido hemos de entender la praesentiam corporalem illa quae scripta sunt
misión del Hijo, pues fue enviado no sólo porque operaretur; id est, ut non tantum homo missus
el Verbo se hizo carne, sino también porque fue intelligatur quod Verbum factum est, sed et
enviado para que se hiciera carne y con su Verbum missum ut homo fieret: quia non
presencia corporal obrara cuantas cosas estaban secundum imparem potestatem vel substantiam
escritas de El; es decir, no sólo para que se vel aliquid quod in eo Patri non sit aequale missus
entienda que el Verbo es el hombre enviado, sino est; sed secundum id quod Filius a Patre est, non
también para dar a entender que el Verbo ha sido Pater a Filio. Verbum enim Patris est Filius, quod
enviado para que se encarnase.(EL ENVIO et Sapientia ejus dicitur. Quid ergo mirum si
VISIBLE NOS REVELA AL INVISIBLE) Y es mittitur, non quia inaequalis est Patri, sed quia est
enviado no porque sea de inferior jerarquía manatio quaedam claritatis omnipotentis Dei
sustancial o porque no sea igual al Padre en algún sincera? Ibi autem quod manat et de quo manat
otro atributo, sino porque el Hijo procede del unius ejusdemque substantiae est. Neque enim
Padre y no el Padre del Hijo. sicut aqua de foramine terrae aut lapidis manat;
El Verbo es el Hijo del Padre y su Sabiduría. ¿Qué sed sicut lux de luce. Nam quod dictum est,
maravilla, pues, si ha sido enviado, no porque sea Candor est enim lucis aeternae; quid aliud dictum
desemejante al Padre, sino porque es una est, quam, Lux est lucis aeternae? Candor quippe
emanación pura de la claridad del Dios lucis, quid nisi lux est? Et ideo coaeterna luci, de
omnipotente? Allí el caudal y la fuente son una qua lux est. Maluit autem dicere, Candor lucis,
misma sustancia. No como agua que salta de los quam, Lux lucis; ne obscurior putaretur ista quae
veneros de la tierra o hendiduras de la moca, sino manat quam illa de qua manat. Cum enim auditur
como luz de luz. Cuando se dice esplendor de luz candor ejus esse ista, facilius est ut per hanc
eterna, ¿qué otra cosa queremos significar sino lucere illa, quam haec minus lucere credatur. Sed
que es Luz de luz eterna? ¿Qué es el esplendor de quia cavendum non erat, ne minor lux illa
la luz sino luz? En consecuencia, coeterno a la luz putaretur quae istam genuit (hoc enim nullus
de la que es esplendor. Prefirió decir esplendor de unquam haereticus ausus est dicere, nec
luz a decir luz de luz, para que nadie creyese más credendum est aliquem ausurum), illi cogitationi
oscura la luz que emana que la luz de la cual occurrit Scriptura, qua posset videri obscurior lux
emana. Al oír esplendor de luz es fácil imaginado ista quae manat, quam illa de qua manat: quam
como haz de luz que no creer que no brille con suspicionem tulit, cum ait, Candor est illius, id
igual claridad (ningún hereje osó proferir tamaño est, lucis aeternae; atque ita ostendit aequalem. Si
absurdo, y creo que nadie se atreverá a ello), enim haec minor est, obscuritas illius est, non
acude solícita la Escritura a disipar nuestras candor illius. Si autem major est, non ex ea
dudas, declarando imposible que la luz que emana manat: non enim vinceret de qua genita est. Quia
sea más tenue que aquella de la cual emana, y así ergo ex illa manat, non est major quam illa: quia
dice esplendor de aquélla, esto es, de la luz vero non obscuritas illius, sed candor illius est,
eterna; y con ello queda su igualdad demostrada. non est minor; aequalis est ergo. Neque hoc
Si fuera más tenue, sería oscuridad de la luz, no movere debet, quia dicta est manatio quaedam
su esplendor; si fuera más viva, no emanaría de claritatis omnipotentis Dei sincera: tanquam ipsa
aquélla, pues no es posible superar en claridad la non sit omnipotens, sed omnipotentis manatio.
luz de la que ha sido engendrada. Y pues emana Mox enim de illa dicitur, Et cum sit una, omnia
de la luz, no puede ser más intensa; y como no es potest (Sap. VII, 25 27) . Quis est autem
su oscuridad, sino su esplendor, no puede ser omnipotens, nisi qui omnia potest? Ab illo itaque
menor. Luego es igual. mittitur, a quo emanat. Sic enim expetitur ab illo
Ni debe embarazar la expresión una emanación qui amabat eam et desiderabat. Emitte, inquit,
pura de la claridad del Dios omnipotente, como si illam de sanctis coelis tuis, et mitte illam a sede
el esplendor no fuera omnipotente, sino magnitudinis tuae, ut mecum sit, et mecum
emanación del Todopoderoso; porque acto laboret (Id. IX, 10) , id est, Doceat me laborare,
seguido dice: Siendo una, todo lo puede. ¿Quién ne laborem. Labores enim ejus virtutes sunt. Sed
es omnipotente sino aquel que lo puede todo? Es aliter mittitur ut sit cum homine, aliter missa est
enviado por aquel de quien emana, He aquí la ut ipsa sit homo. In animas enim sanctas se
invocación de su apasionado amante: Envíala, transfert, atque amicos Dei et Prophetas constituit
dice, desde los santos cielos y desde el trono de tu (Id. VII, 27) , sicut etiam implet sanctos Angelos,
gloria para que me asista y comparta mis trabajos. et omnia talibus ministeriis congrua per eos
Que es decir: para que me enseñe a trabajar y no operatur. Cum autem venit plenitudo temporis
trabaje. Sus trabajos son las virtudes. Pero de una missa est (Galat. IV, 4) , non ut impleret Angelos,
manera es enviada para que esté con el hombre, y nec ut esset Angelus, nisi in quantum consilium
de otra para que sea hombre". Se transfunde en las Patris annuntiabat, quod et ipsius erat; nec ut esset
almas santas y hace de ellas amigos de Dios y cum hominibus aut in hominibus, hoc enim et
profetas; como también se comunica a los ángeles antea in Patribus et Prophetis: sed ut ipsum
buenos y por ellos obra cuanto se armoniza con Verbum caro fieret, id est, homo fieret: in quo
sus ministerios. futuro revelato sacramento, etiam eorum
Pero cuando llegó la plenitud del tiempo fue sapientium atque sanctorum salus esset, qui
enviada no a colmar a los ángeles, ni a hacerse priusquam ipse de virgine nasceretur, de
ángel, a no ser en el sentido de anunciar el mulieribus nati sunt, et in quo facto atque
consejo del Padre, que es también el suyo; ni a praedicato salus sit omnium credentium,
morar en los hombres o con los hombres, así sperantium, diligentium. Hoc enim magnum
estuvo con los patriarcas y profetas, sino para que pietatis est sacramentum, quod manifestatum est
el Verbo se encarnase, es decir, se hiciese hombre; in carne, justificatum est in spiritu, apparuit
y en este futuro sacramento radica la salvación de Angelis, praedicatum est in gentibus, creditum est
aquellos santos y sabios nacidos de mujer antes in mundo, assumptum est in gloria (I Tim. III,
que Cristo naciera de una virgen; y esperando en 16) .
El y creyendo este misterio encontrarán la salud
cuantos esperan, creen y aman. Este es aquel gran
sacramento de piedad que se ha manifestado en la 28. Ab illo ergo mittitur Dei Verbum, cujus est
carne, justificado en el espíritu; se apareció a los Verbum; ab illo mittitur de quo natum est: mittit
ángeles, fue predicado a las naciones, creído en el qui genuit, mittitur quod genitum est. Et tunc
mundo y ensalzado en la gloria. unicuique mittitur, cum a quoquam cognoscitur
28. El Verbo de Dios es enviado por aquel cuyo atque percipitur, quantum cognosci et percipi
Verbo es, enviado por aquel de quien es nacido. potest pro captu vel proficientis in Deum, vel
Envía el que engendra, es enviado el engendrado. perfectae in Deo animae rationalis. Non ergo eo
Y es a cada uno enviado cuando se le conoce y se ipso quo de Patre natus est, missus dicitur Filius:
le recibe según puede ser conocido y percibido sed vel eo quod apparuit huic mundo Verbum caro
por el alma racional que tiende hacia Dios o es ya factum; unde dicit, Exivi a Patre, et veni in hunc
en Dios perfecta. Por el hecho de nacer del Padre mundum (Joan. XVI, 28) : vel eo quod ex
no se ha de afirmar que el Hijo haya sido enviado, tempore cujusquam mente percipitur, sicut dictum
sino que lo es únicamente cuando viene a este est, Mitte illam, ut mecum sit, et mecum laboret.
mundo y se hace carne. Salí, dice, del Padre y Quod ergo natum est ab aeterno, aeternum est:
vine a este mundo; o también cuando la mente Candor est enim lucis aeternae. Quod autem
percibe en el tiempo su asistencia, según está mittitur ex tempore, a quoquam cognoscitur. Sed
escrito: Envíala para que me asista y comparta cum in carne manifestatus est Filius Dei, in hunc
mis afanes. Lo que nace en la eternidad es eterno. mundum missus est, in plenitudine temporis,
Esplendor de luz eterna. El que es enviado en el factus ex femina. Quia enim in sapientia Dei non
tiempo, de todos es conocido. poterat mundus cognoscere per sapientiam Deum;
Pero cuando el Hijo de Dios se manifiesta en la quoniam lux lucet in tenebris, et tenebrae eam
carne, entonces es enviado, venida la plenitud del non comprehenderunt: placuit Deo per stultitiam
tiempo, nacido de mujer. Pues en la sabiduría de praedicationis salvos facere credentes (I Cor. I,
Dios no podía el mundo conocer a Dios por la 21) ; ut Verbum caro fieret, et habitaret in nobis
sabiduría; porque la luz luce en las tinieblas y las (Joan. I, 5, 14) . Cum autem ex tempore cujusque
tinieblas no la acogieron, plugo a Dios por la profectus mente percipitur, mitti quidem dicitur,
necedad de la predicación salvar a los creyentes; y sed non in hunc mundum: neque enim sensibiliter
para ello el Verbo se hizo carne y habitó entre apparet, id est, corporeis sensibus praesto est.
nosotros. Cuando percibe la mente la partida de Quia et nos secundum [0908] quod mente aliquid
alguien en el tiempo, es enviado, pero no a este aeternum, quantum possumus, capimus, non in
mundo, pues no se manifiesta en forma sensible, hoc mundo sumus: et omnium justorum spiritus,
es decir, no está en presencia de los sentidos etiam adhuc in hac carne viventium, in quantum
corpóreos. Tampoco nosotros, cuando percibimos divina sapiunt, non sunt in hoc mundo. Sed Pater
con la mente lo eterno, en cuanto es posible, cum ex tempore a quoquam cognoscitur, non
estamos en este mundo; y las almas de todos los dicitur missus: non enim habet de quo sit, aut ex
justos, aun viviendo en carne mortal, en cuanto quo procedat. Sapientia quippe dicit, Ego ex ore
paladean la dulcedumbre de las cosas divinas no Altissimi prodivi (Eccli. XXIV, 5) ; et de Spiritu
están en este mundo. sancto dicitur, A Patre procedit (Joan. XV, 26) :
Pero el Padre, aunque sea conocido por alguien en Pater vero, a nullo.
el tiempo, no se dice enviado, porque no tiene de
quien proceder ni por quien ser enviado. Empero, 29. Sicut ergo Pater genuit, Filius genitus est: ita
la Sabiduría exclama: Yo salí de la boca del Pater misit, Filius missus est. Sed quemadmodum
Altísimo; y del Espíritu Santo se lee: Del Padre qui genuit et qui genitus est, ita et qui misit et qui
procede; pero el Padre, de nadie procede. missus est unum sunt; quia Pater et Filius unum
29. Así como el Padre engendró y el Hijo fue sunt (Id. X, 30) . Ita etiam Spiritus sanctus unum
engendrado, así el Padre envía y el Hijo es cum eis est; quia haec tria unum sunt. Sicut enim
enviado. Pero el que envía y el enviado, así como natum esse est Filio, a Patre esse; ita mitti est
el engendrador y el engendrado, son uno, porque Filio, cognosci quod ab illo sit. Et sicut Spiritui
el Padre y el Hijo son una misma cosa. Y uno con sancto donum Dei esse, est a Patre procedere ita
ellos es el Espíritu Santo, porque los tres son mitti, est cognosci quia ab illo procedat. Nec
unidad. Nacer es para el Hijo ser del Padre: por el possumus dicere quod Spiritus sanctus et a Filio
Padre fue engendrado; y ser enviado es conocer non procedat: neque enim frustra idem Spiritus et
su procedencia del Padre. Para el Espíritu Santo, Patris et Filii Spiritus dicitur. Nec video quid
ser don de Dios es también proceder del Padre; y aliud significare voluerit, cum sufflans in faciem
ser enviado es reconocer que procede de El. Y no discipulorum ait: Accipite Spiritum sanctum
podemos afirmar que el Espíritu Santo no proceda (Joan. XX, 22) . Neque enim flatus ille corporeus,
del Hijo, porque no en vano se le dice Espíritu del cum sensu corporaliter tangendi procedens ex
Padre y del Hijo. No veo qué otra cosa puede corpore, substantia Spiritus sancti fuit; sed
significar aquella sentencia que el Hijo de Dios demonstratio per congruam significationem, non
pronunció al soplar sobre el rostro de sus tantum a Patre, sed et a Filio procedere Spiritum
discípulos y decirles: Recibid el Espíritu Santo. sanctum. Quis enim dementissimus dixerit, alium
Aquel hálito material, procedente de la sustancia fuisse Spiritum quem sufflans dedit, et alium
terrena y actuando sobre los sentidos corpóreos, quem post ascensionem suam misit (Act. II, 1-
no podía ser sustancia del Espíritu Santo, sino un 4) ? Unus enim est Spiritus Dei, Spiritus Patris et
símbolo para demostrar que el Espíritu Santo no Filii, Spiritus sanctus, qui operatur omnia in
sólo procede del Padre, sino también del Hijo. omnibus (I Cor. XII, 6) . Sed quod bis datus est,
¿Quién habrá tan escaso de juicio que ose afirmar dispensatio certe significationis fuit, de qua suo
ser uno el Espíritu que dio en este soplo y otro loco, quantum Dominus dederit, disseremus.
muy distinto el que envió después de su Quod ergo ait Dominus, Quem ego mittam vobis
ascensión? Luego uno es el Espíritu de Dios, a Patre (Joan. XV, 26) ; ostendit Spiritum et
Espíritu del Padre y del Hijo, Espíritu Santo, que Patris et Filii. Quia etiam cum dixisset, Quem
obra todas las cosas en todos. mittet Pater, addidit, in nomine meo (Id. XIV, 26)
Esta doble donación no carece de misterioso ; non tamen dixit, Quem mittet Pater a me:
sentido, del cual hablaré, con la ayuda del Señor, quemadmodum dixit, Quem ego mittam vobis a
en otro lugar. Cuando Cristo dice: El que yo os Patre: videlicet ostendens quod totius divinitatis,
envíe de parte del Padre, demuestra que es vel, si melius dicitur, deitatis, principium Pater
Espíritu del Padre y del Hijo. Como dijese: Que el est. Qui ergo a Patre procedit et Filio, ad eum
Padre os envía, añadió en mi nombre. Observa refertur a quo natus est Filius. Et quod dicit
que no dice: «Que el Padre os envía de mi parte», evangelista, Spiritus nondum erat datus, quia
como dijo arriba: Que yo os enviaré de parte del Jesus nondum erat glorificatus (Id. VII, 39) :
Padre, afirmando con estas palabras que el Padre quomodo intelligitur, nisi quia certa illa Spiritus
es principio de toda la divinidad, y con expresión sancti datio vel missio post clarificationem Christi
más exacta, de toda la deidad. El que procede del futura erat, qualis nunquam antea fuerat? Neque
Padre y del Hijo hace ciertamente referencia a enim antea nulla erat, sed talis non fuerat. Si enim
aquel de quien nació el Hijo. antea Spiritus sanctus non dabatur, quo impleti
Y ¿cómo entender esta frase del evangelista: Aún Prophetae locuti sunt? cum aperte Scriptura dicat,
no había sido dado el Espíritu Santo, porque Jesús et multis locis ostendat, Spiritu sancto eos locutos
aún no había sido glorificado, sino en el sentido fuisse: cum et de Joanne Baptista dictum sit,
de que aquella dádiva o misión del Espíritu Santo Spiritu sancto replebitur jam inde ab utero matris
había en el futuro de comunicarse, después de la suae: et Spiritu sancto repletus Zacharias
glorificación de Cristo, como jamás lo había sido invenitur pater ejus, ut de illo talia diceret; et
antes? Dádiva ya lo era, pero no como lo fue Spiritu sancto Maria, ut talia de Domino quem
después. Si antiguamente no se daba el Espíritu gestabat utero, praedicaret (Luc. I, 15, 41-79) ;
Santo, ¿por quién fueron inspirados en sus Spiritu sancto Simeon et Anna, ut magnitudinem
vaticinios los videntes? En innúmeros pasajes de Christi parvuli agnoscerent (Id. II, 25-38) :
la Escritura se dice con claridad que hablaron quomodo ergo Spiritus nondum erat datus, quia
movidos por el Espíritu Santo, Así, de San Juan Jesus nondum erat clarificatus; nisi quia illa datio,
Bautista se profetiza que sería lleno del Espíritu vel donatio, vel missio Spiritus sancti habitura
Santo desde el seno de su madre; y lleno también erat quamdam proprietatem suam in ipso adventu,
del Espíritu Santo encontramos a su padre, qualis antea nunquam fuit? Nusquam enim
Zacarías, al pregonar las grandezas de su hijo; y legimus, linguis quas non noverant homines
llene estaba María del Espíritu Santo al locutos, veniente in se Spiritu sancto, sicut tunc
magnificar las obras del Señor, que llevaba en sus factum est, cum oporteret ejus adventum signis
entrañas, como lo estaban también Ana y Simeón sensibilibus demonstrari, ut ostenderetur totum
al reconocer la majestad de Jesús en aquel orbem terrarum atque omnes gentes in linguis
parvulillo. ¿Cómo, pues, no había sido aún dado variis constitutas, credituras in Christum per
el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún donum Spiritus sancti; ut impleretur quod in
glorificado, sino porque aquella entrega, donación Psalmo canitur, Non sunt loquelae neque
o misión del Espíritu Santo había de tener una sermones, quorum non audiantur voces eorum; in
propiedad muy singular en su venida, hasta omnem terram exivit sonus eorum, et in fines
entonces ignorada? orbis terrae verba eorum (Psal. XVIII, 4, 5) .
En efecto, jamás antes se había oído a los
hombres hablar lenguas extrañas al descender 30. Verbo itaque Dei ad unitatem personae
sobre ellos el Espíritu Santo, como aconteció copulatus, et quodam modo commixtus est homo,
cuando era menester manifestar su venida por cum veniente plenitudine temporis missus est in
medio de signos sensibles para que en todo el hunc mundum factus ex femina Filius Dei, ut
orbe pudiera ser conocido, y las naciones, esset et filius hominis propter filios hominum.
escindidas y separadas por mil idiomas, habían de Hanc personam angelica natura figurare antea
creer todas en Cristo mediante la gracia del potuit, ut praenuntiaret; non expropriare, ut ipsa
Espíritu Santo, para que tuviese cumplimiento lo esset.
que se canta en el Salmo: No hay discursos ni
palabras que no se perciban sus voces: en toda la
tierra repercutió su sonido, y hasta los confines
del orbe sus palabras.
30. Al Verbo de Dios se unió, y en cierto modo se
mezcló, el hombre en unidad de persona, cuando,
llegada la plenitud del tiempo, fue enviado a este
mundo el Hijo de Dios, nacido de mujer,
haciéndose Hijo del hombre por amor a los hijos
de los hombres. Pudo la naturaleza angélica
representar antes esta persona, como
preanunciándola; pero no pudo sustituirla
expropiándola de su ser.
LIBRO V
1. Que pide a Dios Agustín y qué a sus lectores. En Dios nada mudable y corpóreo se ha de
pensar.
2. Sólo Dios es esencia inmutable.
3. Argumento de los arrianos contra la consustancialidad del Padre y el Hijo.
4. La mutación es a todo accidente esencial.
5. Relaciones divinas.
6. Sale al paso a ciertas cavilaciones de los herejes sobre las palabras «engendrado» e
«ingénito».
7. La negación no altera el predicamento.
8. Todo lo que sustancialmente se dice de Dios se predica en singular de cada una de las
personas y también de toda la Trinidad. En Dios hay una esencia y tres personas, según los
latinos, o una esencia y tres hipóstasis, según los griegos.
9. Impropiedad e indigencia del humano lenguaje.
10. Lo absoluto en Dios se predica de la Trinidad en singular.
11. Lo relativo en la Trinidad.
12. Para expresar la relación mutua falta a veces la palabra correlativa.
13. Principio en sentido relativo.
14. El Padre y el Hijo, principio único del Espíritu Santo.
15. ¿Es el Espíritu Santo don antes de ser dado?
16. Cuanto de Dios se dice en el tiempo es relativo, no accidente.
CAPITULO V CAPUT V.
IMPROPIEDAD E INDIGENCIA DEL Personae tres non proprie dictae.Sed quia nostra
HUMANO LENGUAJE loquendi consuetudo jam obtinuit, ut hoc
intelligatur cum dicimus essentiam, quod
Mas como en nuestra habla corriente se toma en intelligitur cum dicimus substantiam: non
el mismo sentido la palabra esencia y la de audemus dicere unam essentiam tres substantias;
sustancia, por eso no nos atrevemos a decir una sed unam essentiam vel substantiam, tres autem
esencia y tres sustancias, sino que decimos una personas; quemadmodum multi Latini ista
esencia o sustancia y tres personas. Así dijeron tractantes et digni auctoritate dixerunt, cum alium
nuestros latinos, y dignos son de todo crédito, al modum aptiorem non invenirent, quo enuntiarent
tratar de estas cuestiones, los cuales no verbis quod sine verbis intelligebant. Revera enim
encontraron en su Léxico palabras más apropiadas cum Pater non sit Filius, et Filius non sit Pater, et
para expresar lo que ellos sin palabras entendían. Spiritus sanctus ille qui etiam donum Dei vocatur,
En efecto, pues el Padre no es el Hijo, y el Hijo nec Pater sit nec Filius, tres utique sunt. Ideoque
no es el Padre, y el Espíritu Santo, llamado Don pluraliter dictum est, Ego et Pater unum sumus
de Dios, no es ni el Padre ni el Hijo, luego son (Joan. X, 30) . Non enim dixit, Unum est, quod
ciertamente tres. Por eso se dijo en plural: Yo y el Sabelliani dicunt; sed, unum sumus. Tamen cum
Padre somos uno. No dijo, como pretenden los quaeritur quid tres, magna prorsus inopia
sabelianos, es uno», sino somos uno. Sin humanum laborat eloquium. Dictum est tamen,
embargo, cuando se nos pregunta qué son estos Tres personae, non ut illud diceretur, sed ne
tres, tenemos que reconocer la indigencia taceretur.
extremada de nuestro lenguaje. Decimos tres
personas para no guardar silencio, no para decir lo
que es la Trinidad.
CAPITULO X CAPUT X.
PARA EXPRESAR LA RELACIÓN MUTUA 13. In relativis mutuis interdum desunt vocabula.
FALTA A VECES LA PALABRA Nec movere debet, quoniam diximus relative dici
CORRELATIVA Spiritum sanctum, non ipsam Trinitatem, sed eum
qui est in Trinitate, quia non ei videtur vicissim
13. Y nadie debe inquietarse porque hayamos respondere vocabulum ejus ad quem refertur. Non
dicho que «Espíritu Santo» expresa relación, pero enim, sicut dicimus servum domini et dominum
no la Trinidad, sino uno de la Trinidad, aunque servi, filium patris et patrem filii, quoniam ista
observe la falta del término correlativo a esta relative dicuntur, ita etiam hic possumus dicere.
referencia. Decimos esclavo del señor y señor del Dicimus enim Spiritum sanctum Patris, sed non
esclavo, hijo del padre y padre del hijo, pues éstos vicissim dicimus Patrem Spiritus sancti, ne filius
son nombres correlativos; mas no podemos ejus intelligatur Spiritus sanctus. Item dicimus
aplicar este modo de expresarnos a nuestra Spiritum sanctum Filii, sed non dicimus Filium
materia. Decimos, es cierto, Espíritu del Padre, Spiritus sancti, ne pater ejus intelligatur Spiritus
pero no es licito decir Padre del Espíritu Santo, sanctus. In multis enim relativis hoc contingit, ut
para que no se crea que el Espíritu Santo es hijo. non inveniatur vocabulum, quo sibi vicissim
Decimos también Espíritu del Hijo, pero nunca respondeant quae ad se referuntur. Quid enim tam
Hijo del Espíritu Santo, para que nadie imagine al manifeste relative dicitur quam pignus? Ad id
Espíritu Santo como padre. En muchos conceptos quippe refertur cujus est pignus, et semper pignus
relativos se nota esta diferencia, pues no existe la alicujus rei pignus est. Num ergo cum dicimus
palabra que indique esta correlación. ¿Hay por pignus Patris et Filii (II Cor. V, 5, et Ephes. I, 14),
ventura palabra tan palmariamente relativa como possumus vicissim dicere Patrem pignoris aut
arra? Siempre hace referencia a un donante y es Filium pignoris? At vero cum dicimus donum
siempre prenda de donación. Cuando decimos Patris et Filii, non quidem dicere possumus
arra del Padre y del Hijo, ¿nos está también [0920] Patrem doni, aut Filium doni; sed ut haec
permitido decir Padre del arra o Hijo del arra? sibi vicissim respondeant, dicimus donum
Decimos Don del Padre y del Hijo, pero nunca donatoris, et donatorem doni: quia hic potuit
podemos decir Padre del Don o Hijo del Don; y inveniri usitatum vocabulum, illic non potuit.
para que estas expresiones se correspondan
mutuamente, se dice Don del dador y dador del
Don; pues aquí podemos encontrar una palabra en
uso; allí no.
EL PADRE Y EL HIJO, PRINCIPIO ÚNICO 15. Pater et Filius unicum principium Spiritus
DEL ESPÍRITU SANTO sancti. Ad se autem invicem in Trinitate, si
gignens ad id quod gignit principium est, Pater ad
15. Si el que engendra es, en la Trinidad, principio Filium principium est, quia gignit eum [1 [0920]
de la persona engendrada, el Padre es principio In Mss., quia genuit eum.] . Utrum autem et ad
del Hijo, pues lo engendró. No es, empero, liviano Spiritum sanctum principium sit Pater, quoniam
problema averiguar si el Padre es también dictum est, De Patre procedit, non parva quaestio
principio con relación al Espíritu Santo, pues se est. Quia si ita est, non jam principium ei tantum
dijo: Del Padre procede. De ser así, no sólo es rei erit quam gignit aut facit, sed etiam ei quam
principio de lo que engendra o hace, sino también dat. Ubi et illud elucescit, ut potest, quod solet
de la persona a quien da. Y aquí es posible reciba multos movere, cur non Filius sit etiam Spiritus
alguna luz la cuestión que a muchos suele sanctus, cum et ipse a Patre exeat, sicut in
preocupar, a saber: por qué el Espíritu Santo no es Evangelio [0921] legitur (Joan. XV, 26) . Exiit
Hijo, siendo así que salió del Padre, según se lee enim, non quomodo natus, sed quomodo datus; et
en el Evangelio. Salió como don, no como nacido, ideo non dicitur filius, quia neque natus est sicut
y por esto no se le llama Hijo, pues no es nacido, Unigenitus, neque factus ut per Dei gratiam in
como el Unigénito, ni renació por la gracia adoptionem nasceretur, sicuti nos. Quod enim de
adoptiva, como nosotros. Patre natum est, ad Patrem solum refertur cum
Lo que del Padre nace al Padre solo dice relación, dicitur Filius, et ideo Filius Patris, non et noster:
como Hijo, y por eso se le llama Hijo del Padre y quod autem datum est, et ad eum qui dedit
no nuestro. Por el contrario, lo que se da dice refertur, et ad eos quibus dedit; itaque Spiritus
relación al dador y a aquellos a quienes se da. Así, sanctus, non tantum Patris et Filii qui dederunt,
el Espíritu Santo se dice Espíritu del Padre y del sed etiam noster dicitur qui accepimus: sicut
Hijo, que lo dieron, y también nuestro, pues lo dicitur, Domini salus qui dat salutem (Psal. III,
recibimos. El que da la salud se llama salud del 9), eadem etiam nostra salus est qui accepimus.
Señor, y es también nuestra salud, porque la Spiritus ergo et Dei est qui dedit, et noster qui
recibimos. El Espíritu es Espíritu de Dios, porque accepimus. Non ille spiritus noster quo sumus,
lo otorga, y nuestro, porque lo recibimos. No se quia ipse spiritus est hominis qui in ipso est: sed
trata del espíritu fuente de nuestra existencia, pues alio modo iste noster est, quo dicimus et, Panem
éste es espíritu del hombre y en el hombre vive; nostrum da nobis (Matth. VI, 11) . Quanquam et
mas aquél se dice Espíritu nuestro en un sentido illum spiritum qui hominis dicitur, utique
análogo al de aquellas palabras: Damos el pan accepimus. Quid enim habes, inquit, quod non
nuestro. Aunque, a decir verdad, don es también accepisti (I Cor. IV, 7) ? Sed aliud est quod
el espíritu del hombre. ¿Qué tienes, pregunta el accepimus ut essemus, aliud quod accepimus ut
Apóstol, que no lo hayas recibido? sancti essemus. Unde scriptum est et de Joanne,
Pero uno lo recibimos para existir, el otro lo quod in spiritu et virtute Eliae veniret (Luc. I, 17)
recibimos pan ser santos. De San Juan está escrito : dictus est Eliae spiritus, scilicet Spiritus sanctus
que vino en el espíritu y virtud de Elías. Se llama quem accepit Elias. Hoc et de Moyse
aquí espíritu de Elias al Espíritu Santo, que intelligendum est, cum ait ei Dominus, Tollam de
recibió Elías. Esto mismo se ha de entender de spiritu tuo, et dabo eis (Num. XI, 17) : hoc est,
Moisés cuando le dice el Señor: Y tomaré del dabo illis de Spiritu sancto, quem jam tibi dedi. Si
espíritu que hay en ti y se lo daré a ellos. Esto es, ergo et quod datur, principium habet eum a quo
les daré del Espíritu Santo, que antes te había datur, quia non aliunde accepit illud quod ab ipso
dado a ti. Si el don tiene su principio en el procedit; fatendum est Patrem et Filium
donante, pues de él recibe cuanto tiene, hemos de principium esse Spiritus sancti, non duo principia:
confesar que el Padre y el Hijo son un solo sed sicut Pater et Filius unus Deus, et ad
principio del Espíritu Santo, no dos principios. creaturam relative unus creator et unus Dominus,
Pero así como el Padre y el Hijo son un solo Dios, sic relative ad Spiritum sanctum unum
y respecto a la criatura son un solo Creador y un principium; ad creaturam vero Pater et Filius et
solo Señor, así con relación al Espíritu Santo son Spiritus sanctus unum principium, sicut unus
un solo principio; y con relación a las criaturas, el creator et unus Dominus.
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un solo
principio, como uno es el Creador y uno el Señor.
LIBRO VI
1. Cristo, sabiduría y poder de Dios. Silogismo de católicos contra los arrianos primitivos.
Dificultad: ¿El Padre es sabiduría o sólo es Padre de la sabiduría?
2. Térmica sustancial y relativo en Dios.
3. Unidad de esencia en las palabras «Uno somos».
4. El Hijo, igual al Padre en sabiduría.
5. Consustancialidad del Espíritu Santo con el Padre y el Hijo.
6. Cómo Dios es simple y múltiple sustancia.
7. Dios es trino, pero no triple.
8. En la naturaleza de Dios no hay aumento.
9. Un solo Dios en tres personas.
10. Los atributos divinos según San Hilario. La Trinidad se refleja en la creación.
LIBRO VII
1. Vuelve sobre la cuestión si cada una de las personas de la Trinidad es por sí misma
sabiduría. Solución, y en qué se funda.
2. Unicidad de esencia y sabiduría en el Padre y en el Hijo, aunque los dos no sean un Verbo.
3. Por qué el Hijo se insinúa en las Escrituras con el nombre de sabiduría, siendo también
sabiduría el Padre y el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es, juntamente con el Padre y el
Hijo, una sabiduría.
4. Tres hipóstasis o personas. Silencio de la Escritura.
5. Nuestra fe sobre la Trinidad. Por qué en la Trinidad no se dice que hay una persona y tres
esencias. El hombre, imagen y a imagen de Dios.
TRES HIPÓSTASIS O PERSONAS. SILENCIO 7. Qua necessitate Graeci tres hypostases dixerint;
DE LA ESCRITURA Latini, tres personas. Scriptura nullibi dicit tres
personas in Deo. Itaque loquendi causa de
7. Al discurrir sobre lo inefable, para expresar de ineffabilibus, ut fari aliquo modo possemus, quod
algún modo lo que es imposible enunciar, effari nullo modo possumus, dictum est a nostris
nuestros griegos dicen una esencia y tres Graecis una essentia, tres substantiae: a Latinis
sustancias; los latinos, una esencia o sustancia y autem, una essentia vel substantia, tres personae;
tres personas 6, pues en el idioma latino, según quia, sicut jam diximus, non aliter in sermone
queda dicho, esencia y sustancia son términos nostro, id est, latino, essentia quam substantia
sinónimos. Y plugo hablar así para dar a entender, solet intelligi (Lib. 5, capp. 2, 8) . Et dum
al menos en enigma, lo que expresar se intentaba intelligatur saltem in aenigmate quod dicitur,
y para responder cuando se nos preguntaba qué placuit ita dici, ut diceretur aliquid cum
cosa eran estos tres; pues que son tres nos lo quaereretur quid tria sint, quae tria esse fides vera
asegura la fe verdadera, al decirnos que el Padre pronuntiat, cum et Patrem non dicit esse Filium,
no es el Hijo y que el Espíritu Santo, Don de et Spiritum sanctum quod est donum Dei nec
Dios, no es ni el Padre ni el Hijo. Patrem dicit esse nec Filium. Cum ergo quaeritur
Cuando se nos pregunta qué son estos o estas tres, quid tria, vel quid tres, conferimus nos ad
nos afanamos por encontrar un nombre genérico o inveniendum aliquod speciale vel generale
específico que abrace a los tres, y nada se le nomen, quo complectamur haec tria, neque
ocurre al alma, porque la excelencia infinita de la occurrit animo, quia excedit supereminentia
divinidad trasciende la facultad del lenguaje. Más divinitatis usitati eloquii facultatem. Verius enim
se aproxima a Dios el pensamiento que la palabra, cogitatur Deus quam dicitur, et verius est quam
y más la realidad que el pensamiento. cogitatur. Cum enim dicimus non eumdem esse
Cuando decimos que Jacob no es Abrahán, y que Jacob qui est Abraham, Isaac autem nec Abraham
Isaac no es ni Jacob ni Abrahán, confesamos que esse nec Jacob, tres esse utique fatemur, Abraham,
son tres: Abrahán, Isaac y Jacob. Mas cuando se Isaac et Jacob. Sed cum quaeritur quid tres,
nos interroga qué son estos tres, respondemos que respondemus tres homines, nomine speciali eos
tres hombres, si empleamos un nombre especifico pluraliter appellantes; generali autem, si dicamus
en plural, y tres animales, si empleamos el tria animalia: homo enim, sicut veteres
genérico, porque el hombre, según definición de definierunt, animal est rationale, mortale: aut sicut
los antiguos, es un animal racional y mortal'. Y si Scripturae nostrae loqui solent, tres animas, cum a
nos place emplear la terminología de las parte meliore totum appellari placet, id est, ab
Escrituras divinas, diremos que son tres almas, anima, et corpus et animam, quod est totus homo.
significando por la parte más noble el compuesto; Ita quippe dictum est in Aegyptum descendisse
es decir, el alma y el cuerpo, lo que es todo el cum Jacob animas septuaginta quinque, pro tot
hombre. Así se lee que descendieron con Jacob a hominibus (Gen. XLVI, 27, et Deut. X, 22) . Item
Egipto setenta y cinco almas, esto es, setenta y cum dicimus equum tuum non eum esse qui meus
cinco personas. est, et tertium alicujus alterius nec meum esse nec
Item, cuando decimos: «Tu caballo no es el mío, y tuum, fatemur tres esse: et intorroganti quid tres,
el de un tercero no es ni mío ni tuyo», confesamos respondemus tres equos nomine speciali, generali
que son tres; y si se nos pregunta qué son esos autem tria animalia. Item cum dicimus bovem non
tres, respondernos, usando un nombre especifico: esse equum, canem vero nec bovem esse nec
tres caballos, y si empleamos un término equum, tria quaedam dicimus: et percontantibus
genérico, decimos: tres animales. Asimismo, quid tria, non jam speciali nomine dicimus tres
cuando decimos: «Un buey no es un caballo, un equos, aut tres boves, aut tres canes, quia non
perro no es ni buey ni caballo», decimos que son eadem specie continentur; sed generali, tria
tres; y a los que nos interrogan qué son esos tres, animalia; sive superiore genere, tres substantias,
no podemos contestar, empleando una vel tres creaturas, vel tres naturas. Quaecumque
denominación especifica, que son tres caballos, o autem plurali numero enuntiantur specialiter uno
tres bueyes, o tres canes, pues no se encuadran nomine, etiam generaliter enuntiari possunt uno
dentro de una jerarquía especifica; sino en general nomine. Non autem omnia quae generaliter
decimos que son tres animales, o en un grado nomine uno appellantur, etiam specialiter
superior, tres sustancias, tres criaturas, tres appellare uno nomine possumus. Nam tres equos,
naturalezas. quod est nomen speciale, etiam animalia tria
Todo cuanto puede ser designado con un nombre dicimus: equum vero et bovem et canem, animalia
específico plural puede también enunciarse tria tantum dicimus vel substantias, quae sunt
mediante un término genérico; pero no todo lo generalia nomina, et si quid aliud de his
que expresarse puede por una palabra genérica se generaliter dici potest; tres vero equos, aut boves,
puede designar con un nombre especifico. Así aut canes, quae specialia vocabula sunt, non ea
podemos llamar a los tres caballos, denominación possumus dicere. Ea quippe uno nomine quamvis
especifica, tres animales; al caballo, al buey y al pluraliter enuntiamus quae communiter habent
perro sólo podemos llamarles tres sustancias, o illud quod eo nomine significatur. Abraham
tres animales; mas no podemos decir que son tres quippe et Isaac et Jacob commune habent id quod
caballos, o tres bueyes, o tres canes, porque éstos est homo; itaque dicuntur tres homines: equus
son nombres específicos. Enunciamos con un quoque et bos et canis, commune habent id quod
término en plural las cualidades comunes est animal; dicuntur ergo tria animalia. Ita tres
designadas por dicho término. aliquas lauros, etiam tres arbores dicimus; laurum
Abrahán, Isaac y Jacob tienen de común la vero et myrtum et oleam, tantum tres arbores vel
humanidad; por eso se dice que son tres hombres; tres substantias, aut tres naturas: atque ita tres
el caballo, el buey y el can tienen común la lapides, etiam tria corpora; lapidem vero et
animalidad, y por eso se dice que son tres lignum et ferrum, tantum tria corpora, vel si quo
animales. Decimos también que tres laureles son etiam superiore generali nomine dici possunt.
tres árboles; un laurel, un arrayán y un olivo sólo Pater ergo et Filius et Spiritus sanctus, quoniam
pueden llamarse tres árboles, tres sustancias, tres tres sunt, quaeramus quid tres sint, et quid
naturalezas. Y tres piedras son tres cuerpos; pero commune habeant. Non enim commune illis est id
la piedra, el boj, el hierro, sólo pueden ser quod Pater est, ut invicem sibi sint patres; sicut
designados con el término genérico de tres amici, cum relative ad alterutrum dicantur,
cuerpos o mediante alguna otra expresión aún possunt dici tres amici, quod invicem sibi sunt.
más general. Non autem hoc ibi, quia tantum Pater ibi pater;
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, puesto que nec duorum pater, sed unici Filii. Nec tres filii,
son tres, investiguemos qué tres son y qué tienen cum Pater ibi non sit filius, nec Spiritus sanctus.
de común. No es común ciertamente el ser Padre, Nec tres spiritus sancti, quia et spiritus sanctus
de manera que mutuamente sean padres. De los propria significatione qua etiam donum Dei
amigos se puede decir que son tres, pues lo son dicitur, nec Pater nec Filius. Quid igitur tres? Si
relativa y recíprocamente. No así en la Trinidad, enim tres personae, commune est eis id quod
donde sólo el Padre es padre y no es Padre de dos persona est: ergo speciale hoc aut generale nomen
hijos, sino de un Hijo único; ni son tres los hijos, est eis, si consuetudinem loquendi respicimus.
porque en la Trinidad el Padre no es hijo, ni lo es Sed ubi est naturae nulla diversitas, ita generaliter
tampoco el Espíritu Santo; ni son tres los espíritus enuntiantur aliqua plura, ut etiam specialiter
santos, pues ni el Padre ni el Hijo son Espíritu enuntiari possint. Naturae enim differentia facit ut
Santo, Don de Dios en sentido personal. ¿Qué laurus et myrtus et olea, aut equus et bos et canis,
son, pues, estos tres? Si decimos que son tres non dicantur speciali nomine, istae, tres lauri; aut
personas, la cualidad de persona es allí común. illi, tres boves: sed generali, et istae, tres arbores;
Esta sería, conforme al lenguaje corriente, su et illa, tria animalia. Hic vero ubi nulla est
denominación genérica o específica. essentiae diversitas, oportet ut speciale nomen
Mas donde no existe diversidad de naturaleza habeant haec tria, quod tamen non invenitur. Nam
puede emplearse en la enunciación del plural un persona generale nomen est, in tantum ut etiam
nombre genérico o especifico. La diferencia de homo possit hoc dici, cum tantum intersit inter
naturaleza hace que el arrayán, el laurel y el olivo, hominem et Deum.
o el caballo, el buey y el can, no sean designados
con una palabra específica, llamando tres laureles
a los primeros y tres bueyes a los segundos, sino 8. Deinde in ipso generali vocabulo, si propterea
que es menester designarlos con un nombre dicimus tres personas, quia commune est eis id
genérico, diciendo tres árboles o tres animales. quod persona est (alioquin nullo modo possunt ita
Mas aquí, donde no existe diversidad de esencia, dici, quemadmodum non dicuntur tres filii, quia
conviene que tengan una denominación específica non commune est eis id quod est filius); cur non
estas tres personas, denominación que no etiam tres deos dicimus? Certe enim quia Pater
encontramos. Persona es término muy genérico, e persona, et Filius persona, et Spiritus sanctus
incluso se aplica al hombre a pesar de la distancia persona, ideo tres personae: quia ergo Pater Deus,
que media entre Dios y el mortal. et Filius Deus, et Spiritus sanctus Deus, cur non
8. Además, insistiendo en esta expresión genérica, tres dii? Aut quoniam propter ineffabilem
si decimos tres personas, por serles esta cualidad conjunctionem haec tria simul unus Deus; cur non
de persona común — de otra suene no se podrían etiam una persona, ut ita non possimus dicere tres
denominar así, coma no se puede decir tres hijos, personas, quamvis singulam quamque appellemus
pues la filiación no es común en la Trinidad —, personam, quemadmodum non possumus dicere
¿por qué no decir tres dioses? Ciertamente hay tres deos, quamvis quemque singulum appellemus
tres personas, porque el Padre es persona, el Hijo Deum, sive Patrem, sive Filium, sive Spiritum
es persona y persona es el Espíritu Santo; si el sanctum? An quia Scriptura non dicit tres deos?
Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo Sed nec tres personas alicubi Scripturam
es Dios, ¿por qué no hay tres dioses? Y si, en commemorare invenimus. An quia nec tres, nec
virtud de su inefable unión, los tres son un solo unam personam Scriptura dicit haec tria (legimus
Dios, ¿por qué no una sola persona, de modo que enim personam Domini, non personam
no podamos afirmar que son tres, aunque demos a Dominum), propterea licuit loquendi et disputandi
cada uno en particular el nombre de persona, necessitate tres personas dicere, non quia
como no podemos decir que son tres dioses, Scriptura dicit, sed quia Scriptura non contradicit:
aunque en particular llamemos Dios al Padre, al si autem diceremus tres deos, contradiceret
Hijo y al Espíritu Santo? ¿Será acaso porque en la Scriptura, dicens, Audi, Israel; Dominus Deus
Escritura jamás se mencionan tres dioses? tuus, Deus unus est (Deut. VI, 4)? Cur ergo et
Pero tampoco encontramos que hable la Escritura tres essentias non licet dicere, quod similiter
de tres personas. ¿O será porque, si la Escritura Scriptura, sicut non dicit, ita nec contradicit? Nam
no habla de una o de tres personas —habla, sí, de essentia si speciale nomen est commune tribus,
la persona del Señor, pero no dice que el Señor cur non dicantur tres essentiae, sicut Abraham,
sea persona—(la realidad existe, por más de que Isaac, et Jacob, tres homines, quia homo speciale
el vocablo no esté), ya nos está permitido, nomen est commune omnibus hominibus? Si
obligados por la necesidad de la disputa, autem speciale nomen non est essentia, sed
enumerar tres personas, no porque lo diga la generale, quia homo, et pecus, et arbor, et sidus, et
Escritura, sino porque no lo contradice, mientras, angelus essentia dicitur; cur non dicuntur istae
si decimos que son tres dioses, nos impugnarían tres essentiae, sicut tres equi dicuntur tria
las Escrituras, que claman: Escucha, ¡oh Israel! el animalia, et tres lauri dicuntur tres arbores, et tres
Señor tu Dios es un Dios único? lapides tria corpora? Aut si propter unitatem
¿Y por qué no es lícito hablar de tres esencias, Trinitatis non dicuntur tres essentiae, sed una
pues la Escritura, si no lo dice, tampoco lo essentia; cur non propter eamdem unitatem
impugna? Si la esencia es nombre específico Trinitatis non dicuntur tres substantiae vel tres
común a las tres divinas personas, ¿por qué no personae, sed una substantia et una persona?
decir tres esencias, así como se dice que Abrahán, Quam enim est illis commune nomen essentiae,
Isaac y Jacob son tres hombres, por ser la palabra ita ut singulus quisque dicatur essentia, tam illis
específica hombre común a los tres? Y si el commune est vel substantiae vel personae
nombre esencia no es término especifico, sino vocabulum. Quod enim de personis secundum
genérico, siendo el hombre, la oveja, el árbol, el nostram, hoc de substantiis secundum Graecorum
astro y el ángel esencia, ¿por qué no se dicen tres consuetudinem, ea quae diximus, oportet intelligi.
esencias, así como de tres caballos se dice que son Sic enim dicunt illi tres substantias, unam
tres animales, y tres laureles tres árboles, y tres essentiam, quemadmodum nos dicimus tres
piedras tres cuerpos? Y si en virtud de la unión personas, unam essentiam vel substantiam.
íntima de la Trinidad no se dicen tres esencias,
sino una esencia, ¿por qué a causa de esta misma
unión de la Trinidad no se dicen tres sustancias o 9. Quid igitur restat, nisi ut fateamur loquendi
personas, sino una sustancia y una persona? Tan necessitate parta haec vocabula, cum opus esset
común es en la Trinidad el nombre de esencia copiosa disputatione adversum insidias vel errores
como el de sustancia o persona. Lo que nosotros, haereticorum? Cum enim conaretur humana
siguiendo la costumbre, decimos de la persona, lo inopia loquendo proferre ad hominum sensus,
entienden los griegos, conforme al genio de su quod in secretario mentis pro captu tenet de
idioma, de la sustancia. Ellos dicen tres sustancias Domino Deo creatore suo, sive per piam fidem,
y una esencia. Nosotros, tres personas y una sive per qualemcumque intelligentiam, timuit
esencia o sustancia. dicere tres essentias, ne intelligeretur in illa
9. ¿Qué nos testa, pues, sino confesar que estas summa aequalitate ulla diversitas. Rursus non
expresiones son panes de la indigencia, al hablar, esse tria quaedam, non poterat dicere, quod
en numerosas disputas, contra las insidias y Sabellius quia dixit, in haeresim lapsus est.
errores de la herejía? Al afanarse la pobreza Certissime quippe de Scripturis cognoscitur quod
humana por poner al alcance de los sentidos del pie credendum est, et aspectu mentis indubitata
hombre, mediante el lenguaje, lo que opine en el perceptione perstringitur, et Patrem esse, et
secreto de su pensar del Señor Dios, su Creador Filium, et Spiritum sanctum; nec Filium esse
—ora sea creencia piadosa, oía una cierta eumdem qui Pater est, nec Spiritum sanctum
inteligencia—, temió decir tres esencias, no fuera eumdem esse vel Patrem vel Filium. Quaesivit
a sospecharse diversidad en aquella igualdad quid tria diceret: et dixit substantias sive personas,
suprema. quibus nominibus non diversitatem intelligi
Además, no se puede negar sean tres, pues voluit, sed singularitatem noluit; ut non solum ibi
Sabelio, al negarlo, se despeñó en la herejía'. De unitas intelligatur ex eo quod dicitur una essentia,
la Escritura se deduce con plena certeza lo que sed et trinitas ex eo quod dicuntur tres substantiae
piadosamente creemos, y la mente con claridad lo vel personae. Nam si hoc est Deo esse quod
percibe; esto es, que existe el Padre, el Hijo y el subsistere, ita non erant dicendae tres substantiae,
Espíritu Santo; que el Hijo no es el Padre, ni el ut non dicuntur tres essentiae: quemadmodum
Espíritu Santo es el padre o el Hijo. Buscó, pues, quia hoc est Deo esse quod sapere, sicut non tres
la pobreza cómo expresar estas tres cosas, y las essentias, ita nec tres sapientias dicimus. Sic enim
llamó sustancias o personas, no queriendo quia hoc illi est Deum esse quod est esse, tam tres
significar con estas palabras diversidad alguna ni essentias quam tres deos dici fas non est. Si autem
tampoco nada singular o concreto, dando a aliud est Deo esse, aliud subsistere, sicut aliud
entender la unidad al poner en Dios una esencia, y Deo esse, aliud Patrem esse vel Dominum esse;
la Trinidad al distinguir tres sustancias o personas. quod enim est, ad se dicitur, Pater autem ad
Porque si en Dios el ser y el subsistir se Filium et Dominus ad servientem creaturam
identifican, no se han de imaginar tres sustancias, dicitur: relative ergo subsistit, sicut relative gignit
como no se dicen tres esencias; y siendo para et relative dominatur. Ita jam substantia non erit
Dios una misma realidad el ser y el saber, no se substantia, quia relativum erit. Sicut enim ab eo
dice que haya en El ni tres esencias ni tres quod est esse appellatur essentia, ita ab eo quod
sabidurías. Y como en Dios se identifica el ser y est subsistere substantiam dicimus. Absurdum est
el ser Dios, no está permitido decir tres esencias o autem ut substantia relative dicatur: omnis enim
tres dioses. Si para Dios una cosa es el ser y otra res ad se ipsam subsistit; quanto magis Deus?
el subsistir, como es una cosa el ser Dios y otra el
ser Padre o Señor, ser se predica del sujeto, Padre
dice relación al Hijo, Señor al siervo; luego la
subsistencia sería término relativo, como relativo
es el término engendrar y relativo también el
señorío.
Y entonces la sustancia no sería sustancia, sino
relación. Así como la palabra esencia se deriva
del verbo ser, el término sustancia trae su origen
del verbo subsistir. Es, pues, un absurdo dar un
sentido relativo a la palabra sustancia; porque, si
todo ser es subsistente en sí mismo, ¿con cuánta
mayor razón no lo será Dios?
CAPITULO V CAPUT V.
NUESTRA FE SOBRE LA TRINIDAD. POR 11. Cur in Trinitate non dicatur una persona, et
QUÉ EN LA TRINIDAD NO SE DICE QUE tres essentiae. De Trinitate quid credere debet qui
HAY UNA PERSONA Y TRES ESENCIAS. EL supra dicta non capit. Homo et ad imaginem et
HOMBRE, IMAGEN Y A IMAGEN DE DIOS imago Dei. Sed ne nobis videar suffragari, hoc
quoque requiramus. Quanquam et illi, si vellent,
11. Y para que no parezca que voto en favor de sicut dicunt tres substantias, tres hypostases,
los nuestros, estudiemos este extremo. Los possent dicere tres personas tria prosopa. Illud
griegos, si quisieran, podían llamar a las tres autem maluerunt, quod forte secundum linguae
personas tres prósopa, lo mismo que llaman a las suae consuetudinem aptius diceretur. Nam et in
tres sustancias tres hipóstasis. No obstante, personis eadem ratio est: non enim aliud est Deo
prefieren emplear la mencionada expresión, quizá esse, aliud personam esse, sed omnino idem. Nam
por estar más en consonancia con el genio de su si esse ad se dicitur, persona vero relative; sic
idioma. Por otra parte, en las personas existe este dicamus tres personas, Patrem et Filium et
mismo razonar. En Dios es una misma cosa ser y Spiritum sanctum, quemadmodum dicuntur aliqui
ser persona. Si ser es término absoluto, persona lo tres amici, aut tres propinqui, aut tres vicini, quod
es relativo. sint ad invicem, non quod unusquisque eorum sit
Decimos tres personas: Padre, Hijo y Espíritu ad se ipsum. Quapropter quilibet ex eis amicus est
Santo. Y decimos también tres amigos, tres duorum caeterorum, aut propinquus aut vicinus,
parientes, tres vecinos, porque no lo son con quia haec nomina relativam significationem
relación a sí mismos, sino con relación a los habent. Quid ergo? num placet ut dicamus Patrem
demás. Cada uno de ellos es amigo, pariente o personam esse Filii et Spiritus sancti, aut Filium
vecino de los otros dos; pues dichas palabras personam esse Patris et Spiritus sancti, aut
significan siempre relación. ¿Qué? ¿Llamaremos Spiritum sanctum personam esse Patris et Filii?
al Padre persona del Hijo y del Espíritu Santo, y Sed neque persona ita dici alicubi solet, neque in
al Hijo persona del Espíritu Santo y del Padre, y hac Trinitate cum dicimus personam Patris, aliud
al Espíritu Santo persona del Padre y del Hijo? dicimus quam substantiam Patris. Quocirca, ut
Jamás la palabra persona se emplea en este substantia Patris ipse Pater est, non quo Pater est,
sentido; ni en esta trinidad, cuando nombramos la sed quo est; ita et persona Patris, non aliud quam
persona del Padre, queremos significar otra cosa ipse Pater est: ad se quippe dicitur persona, non
que la sustancia del Padre. Y así como el Padre es ad Filium vel Spiritum sanctum; sicut ad se
sustancia del Padre, no en cuanto Padre, sino en dicitur Deus et magnus, et bonus, et justus, et si
cuanto ser, así la persona del Padre es el Padre quid aliud hujus modi. Et quemadmodum hoc illi
mismo, porque en sí mismo es persona y no con est esse quod Deum esse, quod magnum, quod
relación al Hijo o al Espíritu Santo, como es en sí bonum esse; ita hoc illi est esse, quod personam
mismo Dios, grande, bueno, justo, etc. esse. Cur ergo non haec tria simul unam personam
Y así como para El es idéntico ser y ser Dios, dicimus, sicut unam essentiam et unum Deum,
grande, bueno, así en El se identifican el ser y la sed tres dicimus personas, cum tres Deos aut tres
persona. ¿Por qué, pues, no llamar a estas tres essentias non dicamus; nisi quia volumus vel
realidades una persona, como decimos una unum aliquod vocabulum servire huic
esencia y un Dios, sino que afirmamos la significationi qua intelligitur Trinitas, ne omnino
existencia de tres personas, siendo así que no taceremus interrogati, quid tres, cum tres esse
decimos tres dioses o tres esencias? ¿Quizá fateremur? Nam si genus est essentia, species
porque nos place emplear una palabra que exprese autem substantia sive persona, ut nonnulli
la Trinidad, para no permanecer en silencio sentiunt, omitto illud quod jam dixi, oportere
cuando se nos pregunta qué son estos tres, pues appellari tres essentias, ut appellantur tres
hemos confesado que son tres? substantiae vel personae, sicut appellantur tres
Porque si, como algunos opinan, la esencia es el equi, eademque animalia tria, cum sit species
género y la sustancia o persona la especie — equus, animal genus. Neque enim species ibi
omitiendo lo que ya dije —, habría que admitir pluraliter dicta est, et genus singulariter, tanquam
tres esencias, como se admiten tres sustancias o diceretur tres equi unum animal: sed sicut tres
personas. Decimos siempre tres caballos o tres equi speciali nomine, ita tria animalia generali
animales, siendo el caballo la especie y el género nomine. Quod si dicunt substantiae vel personae
el animal. Jamás se emplea el término específico nomine non speciem significari, sed aliquid
en plural y el genérico en singular, como si singulare atque individuum; ut substantia vel
dijéramos que tres caballos son un animal; sino persona non ita dicatur sicut dicitur homo, quod
que decimos tres caballos, con nombre especifico, commune est omnibus hominibus, sed quomodo
y tres animales, con nombre genérico. Si afirman dicitur hic homo, velut Abraham, velut Isaac,
que el término sustancia o persona no indica la velut Jacob, vel si quis alius qui etiam digito
especie, sino el individuo singular, y así la praesens demonstrari possit: sic quoque illos
sustancia o persona no es equivalente a la palabra eadem ratio consequetur. Sicut enim dicuntur
hombre, común a todos los seres humanos, sino Abraham, Isaac et Jacob tria individua, ita tres
que concreta un hombre singular, por ejemplo, homines, et tres animae. Cur ergo et Pater et
Abrahán, Isaac o Jacob, o algún otro cuya Filius et Spiritus sanctus, si secundum genus et
presencia se pueda señalar con el índice, aun en speciem et individuum etiam ista disserimus, non
este sentido afirmamos que urgiría el mismo ita dicuntur tres essentiae, ut tres substantiae seu
razonamiento. Abrahán, Isaac y Jacob son tres personae? Sed hoc, ut dixi, omitto: illud dico, si
individuos, tres hombres, tres almas. ¿Por qué, essentia genus est, una essentia jam non habet
aceptando la noción de especie, género e species; sicut quia genus est animal, unum animal
individuo, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no jam non habet species. Non sunt ergo tres species
se denominan tres esencias, como se denominan unius essentiae, Pater et Filius et Spiritus sanctus.
tres sustancias o tres personas? Si autem species est essentia, sicut species est
Pero, como ya dije, omitiendo esto, me limito a homo, tres vero illae quas appellamus substantias
notar que, si la esencia es el género, una esencia sive personas, sic eamdem speciem communiter
única carecerá de especies. Así, siendo animal el habent, quemadmodum Abraham, Isaac et Jacob
género, un animal no puede pertenecer a varias speciem quae homo dicitur, communiter habent;
especies. En consecuencia, el Padre, el Hijo y el non sicut homo subdividitur in Abraham, Isaac et
Espíritu Santo no pueden ser tres especies de una Jacob, ita unus homo et in aliquos singulos
misma esencia. Si, empero, la esencia es la homines subdividi potest: omnino enim non
especie, como lo es el ser hombre, las tres potest, quia unus homo jam singulus homo est.
realidades que llamamos nosotros sustancias o Cur ergo una essentia in tres substantias, vel
personas tienen una sola especie común, como personas subdividitur? Nam si essentia species est
común es en Abrahán, Isaac y Jacob la especie sicut homo, sic est una essentia sicut unus homo:
humana; cierto que si la especie humana es an sicut dicimus aliquos tres homines ejusdem
indivisible y se encuentra en Abrahán, Isaac y sexus, ejusdem temperationis corporis,
Jacob, no lo es el individuo denominado hombre. ejusdemque animi, unam esse naturam; tres enim
Esto implica imposibilidad absoluta, pues un sunt homines, sed una natura: sic etiam ibi
hombre será siempre un hombre. ¿Por qué razón dicimus tres substantias unam essentiam, aut tres
una esencia se ha de subdividir en tres sustancias personas unam substantiam vel essentiam? Hoc
o personas? Si la esencia es la especie, como lo es vero utcumque simile est, quia et veteres qui
la humanidad, una es la esencia y uno el hombre latine locuti sunt, antequam haberent ista nomina,
singular. De tres hombres del mismo sexo, de la quae non diu est ut in usum venerunt, id est
misma constitución temperamental, del mismo essentiam vel substantiam, pro his naturam
espíritu, de idéntica naturaleza, decimos que son dicebant. Non itaque secundum genus et species
tres hombres y una sola naturaleza: ¿diremos en ista dicimus; sed quasi secundum communem
este sentido tres sustancias y una esencia, o tres eamdemque materiam. Sicut ex eodem auro si
personas y una sustancia o esencia? fierent tres statuae, diceremus tres statuas unum
Sin duda existe aquí una cierta analogía, pues los aurum, nec tamen diceremus genus aurum,
antiguos que hablaban latín, antes de conocer species autem statuas; nec aurum speciem, statuas
estos nombres de sustancia o esencia, de reciente vero individua. Nulla quippe species individua
invención, empleaban el de naturaleza. Nosotros sua transgreditur, ut aliquid extra comprehendat.
empleamos estos términos para indicar una Cum enim definiero quid sit homo, quod est
realidad común e idéntica, pero nunca en el nomen speciale, singuli quique homines qui sunt
sentido de género o especie. Es como si, al hablar individua eadem definitione continentur, nec
de tres estatuas sacadas de un mismo lingote de aliquid ad eam pertinet quod homo non sit. Cum
oro, dijéramos tres estatuas y un pan de oro, sin vero aurum definiero, non solae statuae, si aureae
denominar género al oro y especie a las estatuas, fuerint, sed et annuli, et si quid aliud de auro
ni al oro la especie ni individuos a las estatuas. La fuerit, ad aurum pertinebit, etsi nihil inde fiat,
especie no se extiende más allá de las fronteras aurum dicitur, quia etiamsi non sint aureae, non
del individuo como en busca de perfección fuera ideo non erunt statuae. Item nulla species excedit
del sujeto. Cuando defino al hombre, término definitionem generis sui. Cum enim definiero
específico, comprendo en la definición a todo animal, quoniam generis hujus species est equus,
individuo de la especie humana; y no existe omnis equus animal est, non autem statua omnis
elemento específico que no se encuentre en el aurum est. Ideo quamvis in tribus statuis aureis,
hombre. Cuando defino lo que es el oro, mi recte dicamus tres statuas unum aurum; non
definición es aplicable a las estatuas de oro, a los tamen ita dicimus, ut genus aurum, species vero
anillos y a todos los objetos hechos de dicho statuas intelligamus. Nec sic ergo Trinitatem
metal: el oro subsiste aunque no se forme de 61 dicimus tres personas vel substantias, unam
ningún objeto; como las estatuas, aunque no sean essentiam et unum Deum, tanquam ex una
de oro, son siempre estatuas. materia tria quaedam subsistant, etiamsi quidquid
Asimismo, la especie jamás traspasa la definición illud est, in his tribus explicatum sit. Non enim
de su género. Defino lo que es un animal; el aliquid aliud ejus essentiae est praeter istam
caballo es una especie dentro de este género, y así Trinitatem: tamen tres personas ejusdem
todo caballo es un animal; pero no toda estatua es essentiae, vel tres personas unam essentiam
oro. Por consiguiente, aunque en las tres estatuas dicimus: tres autem personas ex eadem essentia
de oro decimos rectamente que son tres estatuas y non dicimus, quasi aliud ibi sit quod essentia est,
un oro, no queremos dar a entender que el oro sea aliud quod persona; sicut tres statuas ex eodem
el género y la estatua la especie. Cuando decimos auro possumus dicere; aliud enim illuc est esse
que en la Trinidad existen tres sustancias o aurum, aliud esse statuas. Et cum dicuntur tres
personas y una esencia y un Dios, no pretendemos homines una natura, vel tres homines ejusdem
significar que las tres personas sean en cierto naturae, possunt etiam dici tres homines ex eadem
modo de una misma materia subsistente, si bien natura, quia ex eadem natura et alii tres tales
dicha materia — sea la que sea — se encuentre en homines possunt existere; in illa vero essentia
las tres personas. La esencia divina no es otra Trinitatis, nullo modo alia quaelibet persona ex
cosa que la Trinidad; con todo, decimos que las eadem essentia potest existere. Deinde in his
tres personas son una esencia o de una misma rebus non tantum est unus homo, quantum tres
esencia; pero no podemos decir que estas tres homines simul; et plus sunt aliquid homines duo,
personas hayan sido formadas de una misma quam unus homo: et in statuis aequalibus plus
esencia, como si en la Trinidad fuera una cosa la auri est tres simul quam singulae, et minus auri
esencia y otra la persona 14. Podemos muy bien est una quam duae. At in Deo non ita est: non
decir tres estatuas formadas de un mismo oro, enim major essentia est Pater et Filius et Spiritus
pues una cosa es el oro y otra la estatua. Cuando sanctus simul, quam solus Pater aut solus Filius;
se dice tres hombres son una naturaleza, o de una sed tres simul illae substantiae sive personae, si
misma naturaleza, se puede también decir que ita dicendae sunt, aequales sunt singulis: quod
estos tres hombres han sido plasmados de una animalis homo non percipit. Non enim potest
misma naturaleza, y de la misma materia pueden cogitare nisi moles et spatia, vel minuta vel
surgir otros tres más; pero en aquella esencia que grandia, volitantibus in animo ejus
es la Trinidad no es posible pueda existir otra phantasmatibus tanquam imaginibus corporum.
persona más de esa misma esencia.
En estas cosas de aquí abajo, un hombre solo no
es lo que son tres hombres juntos, y dos son más 12. Ex qua immunditia donec purgetur, credat in
que uno; y en estatuas de igual tamaño y solidez, Patrem et Filium et Spiritum sanctum, unum
más oro hay en las tres juntas que en una de ellas, Deum, solum, magnum, omnipotentem, bonum,
y menos en una que en las dos restantes; pero en justum, misericordem, omnium visibilium et
Dios no es así, pues la esencia en el Padre, en el invisibilium conditorem, et quidquid de illo pro
Hijo y en el Espíritu Santo juntos no es mayor que humana facultate digne vereque dici potest.
en el Padre solo o en el Hijo solo, sino que Neque cum audierit Patrem solum Deum, separet
aquellas tres sustancias o personas — si ésta es su inde Filium, aut Spiritum sanctum: cum eo quippe
denominación usual — son iguales a cada una de solus Deus, cum quo et unus Deus est; quia et
ellas en particular. Verdad que el hombre animal Filium cum audimus solum Deum, sine ulla
no comprende, pues es capaz de imaginar tan sólo separatione Patris aut Spiritus sancti oportet
moles y espacios de grandes o pequeñas accipere. Atque ita dicat unam essentiam, ut non
dimensiones, a través de los fantasmas que existimet aliud alio, vel majus, vel melius, vel
revolotean en su alma, como imágenes de los aliqua ex parte diversum. Non tamen ut Pater ipse
cuerpos. sit et Filius et Spiritus sanctus, et quidquid aliud
12. Y mientras de esta impureza no se purgue el ad alterutrum singula dicuntur; sicut Verbum quod
hombre, crea en el Padre, en el Hijo y en el non dicitur nisi Filius, aut Donum quod non
Espíritu Santo, un solo Dios, grande, dicitur nisi Spiritus sanctus: propter quod etiam
omnipotente, bueno, justo, misericordioso, pluralem numerum admittunt, sicut in Evangelio
creador de todo lo visible e invisible y cuanto la scriptum est: Ego et Pater unum sumus (Joan. X,
humana inteligencia sea capaz de pensar digno de 30) . Et unum dixit; et, sumus: unum, secundum
Dios. Y cuando oiga decir que el Padre solo es essentiam, quod idem Deus; sumus, secundum
Dios, no separe al Hijo y al Espíritu Santo, porque relativum, quod ille Pater, hic Filius. Aliquando et
con aquél son un solo Dios; y cuando oímos decir tacetur unitas essentiae, et sola pluraliter relativa
que el Hijo es un solo Dios, conviene entenderlo commemorantur: Veniemus ad eum ego et Pater,
sin exclusión del Padre y del Espíritu Santo, y si et habitabimus apud eum (Id. XIV, 23) .
habla de una esencia, que no imagine que uno es Veniemus [0946] et habitabimus, pluralis
superior a otro en grandeza o virtud o diversidad numerus est, quia praedictum est, Ego et Pater, id
de elementos. Sin embargo, no piense que el est, Filius et Pater, quae relative ad invicem
Padre es el Hijo o el Espíritu Santo, o cualquiera dicuntur. Aliquando latenter omnino, sicut in
otra cosa que diga relación a la persona singular. Genesi: Faciamus hominem ad imaginem et
Por ejemplo, Verbo sólo se dice del Hijo, y Don, similitudinem nostram (Gen. I, 26) . Et faciamus,
sólo del Espíritu Santo; y por esto se admite el et nostram, pluraliter dictum est, et nisi ex
número plural, como en aquel pasaje del relativis accipi non oportet [1 [0946] Sic Mss.
Evangelio donde se dice: Yo y el Padre somas Editi vero, non potest.] . Non enim ut facerent dii,
uno. aut ad imaginem et similitudinem deorum; sed ut
Uno, dice, y somas: Uno en la esencia, Dios facerent Pater et Filius et Spiritus sanctus, ad
único; somas según la relación, por la que es imaginem Patris et Filii et Spiritus sancti, ut
Padre el primero y éste Hijo. Se silencia a veces subsisteret homo imago Dei. Deus autem Trinitas.
la unidad esencial y en plural se mencionan los Sed quia non omnino aequalis fiebat illa imago
términos relativos. Yo y el Padre vendremos a él y Dei, tanquam non ab illo nata, sed ab eo creata,
habitaremos en él. Vendremos y habitaremos, en hujus rei significandae causa, ita imago est ut ad
número plural, pues antes había dicho: Yo y el imaginem sit: id est, non aequatur parilitate, sed
Padre, es decir, el Hijo y el Padre, términos ambos quadam similitudine accedit. Non enim locorum
de mutua relación. Otras veces se insinúan las intervallis, sed similitudine acceditur ad Deum, et
personas de una manera velada e indirecta, como dissimilitudine receditur ab eo. Sunt enim qui ita
en el Génesis: Hagamos al hombre a nuestra distinguunt, ut imaginem velint esse Filium:
imagen y semejanza. Hagamos, se dice, y nuestra, hominem vero non imaginem, sed ad imaginem.
en plural, lo que sólo en sentido de relación es Refellit autem eos Apostolus dicens: Vir quidem
inteligible. No se trata de que los dioses formen al non debet velare caput, cum sit imago et gloria
hombre a su imagen y semejanza, sino de que el Dei (I Cor. XI, 7.) . Non dixit, Ad imaginem; sed
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo hagan al hombre imago. Quae tamen imago, cum alibi dicitur, Ad
a semejanza e imagen del Padre, del Hijo y del imaginem, non quasi ad Filium dicitur, quae
Espíritu Santo, para que así subsista el hombre imago aequalis est Patri; alioquin non diceret, ad
como imagen de Dios. Y Dios es Trinidad. Mas imaginem nostram. Quomodo enim nostram, cum
como esta imagen no era en un todo igual a la Filius solius Patris imago sit? Sed propter
Imagen de Dios ni de El nacida, sino creada por imparem, ut diximus, similitudinem dictus est
El, por eso se dice imagen hecha a semejanza; homo ad imaginem: et ideo nostram, ut imago
esto es, que no llega a la paridad, pero es hasta un Trinitatis esset homo; non Trinitati aequalis sicut
cierto punto parecida. Nos aproximamos o Filius Patri, sed accedens, ut dictum est, quadam
distanciamos de Dios no mediante intervalos similitudine; sicut in distantibus significatur
espaciales, sino que nos aproximamos por la quaedam vicinitas, non loci, sed cujusdam
semejanza y nos alejamos por la disparidad. Hay imitationis. Ad hoc enim et dicitur, Reformamini
quienes distinguen y dicen: la Imagen es el Hijo, in novitate mentis vestrae (Rom. XII, 2) : quibus
el hombre sólo es a imagen. Pero el Apóstol los item dicit, Estote itaque imitatores Dei, sicut filii
refuta al decir: El varón no debe cubrir la cabeza, charissimi (Ephes. V, 1) . Novo enim homini
porque es imagen y gloria de Dios. No dice a dicitur: Qui renovatur in agnitionem. Dei,
imagen, sino imagen. Por consiguiente, cuando en secundum imaginem ejus qui creavit eum
aquel otro pasaje se dice a imagen, no se trata del (Coloss. III, 10) . Aut si jam placet propter
Hijo, Imagen igual al Padre; porque entonces no disputandi necessitatem, etiam exceptis
diría a nuestra imagen. nominibus relativis, pluralem numerum admittere,
¿Cómo nuestra, siendo sólo el Hijo imagen del ut uno nomine respondeatur, cum quaeritur, quid
Padre? Pero, a causa de la imperfecta semejanza tria, et dicere tres substantias sive tres personas;
— como dijimos —, el hombre se dice hecho a nullae moles aut intervalla cogitentur, nulla
imagen; y se añade nuestra para que el hombre distantia quantulaecumque dissimilitudinis, ut ibi
sea imagen de la Trinidad, no imagen igual a la intelligatur aliud alio vel paulo minus,
Trinidad, como el Hijo lo es al Padre, sino sólo quocumque modo minus esse aliud alio potest: ut
imagen parecida y como por semejanza. En los neque personarum sit confusio, nec talis distinctio
objetos distantes puede existir sólo cierta qua sit impar aliquid. Quod si intellectu capi non
contigüidad imitativa, no espacial. En este sentido potest, fide tencatur, donec illucescat in cordibus
se dice: Reformaos por la renovación de la mente. ille qui ait per prophetam, Nisi credideritis, non
Y de nuevo: Sed, pues, imitadores de Dios, coma intelligetis (Isai. VII,9).
hijos muy amados. Y al hombre renovado se le
dice: Renovaos en el conocimiento de Dios, según
la imagen del Creador. Y si, por exigencias de la
disputa, place admitir, amén de estos nombres
relativos, el número plural, con el fin de
responder con una sola palabra cuando se nos
pregunta qué son estos tres, y se contesta diciendo
que son tres sustancias o personas, en este caso
conviene alejar de la mente toda idea de cuerpo o
espacio, ni se pueden imaginar distancias o
desemejanzas, ni inferioridad alguna de uno con
relación al otro, ni se crea que hay confusión de
personas o distinción que implique desigualdad. Y
si esto la inteligencia no lo comprende, lo retenga
la fe, hasta que brille en los corazones la
presencia de aquel que dijo por su profeta: Si no
creéis, no podéis entender.
LIBRO VIII
PRÓLOGO: Epilogo de lo dicho anteriormente y regla que ha de observarse en las cuestiones más
difíciles de la fe.
PROLOGO PROOEMIUM.
IGUALDAD SUMA DE LAS TRES DIVINAS 2. In Deo non esse majus quid tres quam unam
PERSONAS. ARGUMENTO DE RAZÓN personam, ratione monstratur. Dicimus enim non
esse in hac Trinitate majus aliquid duas aut tres
2. Decimos, pues, que en esta Trinidad dos o tres personas quam unam earum: quod non capit
personas no son más que una de ellas; aserto consuetudo carnalis, non ob aliud, nisi quia vera
inteligible para nuestra experiencia carnal, que quae creata sunt sentit ut potest; veritatem autem
sólo comprende, como puede, las verdades ipsam qua creata sunt non potest intueri: nam si
creadas; mas la Verdad misma, causa eficiente de posset, nullo modo esset lux ista corporea
la creación, no es capaz de comprenderla, pues, si manifestior quam hoc quod diximus. In substantia
esto pudiera, nuestra afirmación seria para él más quippe veritatis, quoniam sola vere est, non est
clara que esta luz corporal. En la esencia de la major aliqua, nisi quae verius est. Quidquid autem
verdad, la única que es, ser mayor equivale a ser intelligibile atque incommutabile est, non aliud
más verdadero. Todo cuanto es inteligible e alio verius est, quia aeque incommutabiliter
inconmutable no admite grados en la verdad, aeternum est: nec quod ibi magnum dicitur,
porque es igual e inconmutablemente eterno; y lo aliunde magnum est, quam eo quo vere est.
grande se identifica allí con la verdadera Quapropter ubi magnitudo ipsa veritas est,
existencia. quidquid plus habet magnitudinis, necesse est ut
Por consiguiente, donde la grandeza es la misma plus habeat veritatis: quidquid ergo plus veritatis
verdad, cuanto más tenga de grandeza más tiene non habet, non habet plus etiam magnitudinis.
de verdad, y cuanto menos tiene de verdad menos Porro, quidquid plus habet veritatis, profecto
tiene también de grandeza. El ser que posee más verius est, sicut majus est quod plus habet
grados de verdad es, sin duda, más verdadero; magnitudinis: hoc ergo ibi est majus quod verius.
como es mayor el que participa más de la Non autem verius est Pater et Filius simul, quam
grandeza; allí ser mayor es ser más verdadero. El singulus Pater, aut singulus Filius. Non igitur
Padre y el Hijo juntos no superan en verdad al majus aliquid utrumque simul, quam singulum
Padre o al Hijo solos. Luego los dos juntos no son eorum. Et quoniam aeque vere est etiam Spiritus
mayores que uno de ellos en particular. Y como el sanctus, nec Pater et Filius simul majus aliquid est
Espíritu Santo es igualmente verdadero, no quam ipse, quia nec verius est. Pater quoque et
pueden ser mayores que Él el Padre y el Hijo, Spiritus sanctus simul, quoniam veritate non
porque no son más verdaderos. Y el Padre con el superant Filium; non enim verius sunt; nec
Espíritu Santo, al no superar al Hijo en verdad, no magnitudine superant. Atque ita Filius et Spiritus
son más verdaderos, ni le vencen en grandeza; y sanctus simul tam magnum aliquid sunt quam
el Hijo y el Espíritu Santo juntos son iguales al Pater solus, quia tam vere sunt. Sic et ipsa Trinitas
Padre en grandeza, porque son iguales en verdad; tam magnum est, quam unaquaeque ibi persona.
y toda la Trinidad es igual en grandeza a cada una Non enim ibi major est, quae verior non est, ubi
de las personas. Donde la verdad es grandeza, lo est ipsa veritas magnitudo. Quia in essentia
que no es más verdadero no puede ser mayor. En veritatis, hoc est verum esse quod est esse; et hoc
la esencia de la verdad, ser y ser verdadero se est esse quod est magnum esse: hoc est ergo
identifican, como se identifican el ser y el ser magnum esse, quod verum esse. Quod igitur ibi
grande; luego ser grande es ser verdadero. En aeque verum est, etiam aeque magnum sit necesse
conclusión, lo que es igual en verdad, es, est.
necesariamente, igual en grandeza.
CAPITULO X CAPUT X.
LIBRO IX
1. En busca e la Trinidad.
2. Análisis de la caridad. Sus elementos.
3. La imagen de la Trinidad en el alma que se conoce y ama. Conocimiento del alma por el
alma.
4. Tres cosas iguales que son unidad: la mente, su conocimiento y el amor. Estas tres cosas
son sustancia y dicen relación. Las tres son inseparables, y las tres son, sin trabazón ni
mezcla, una sustancia y también términos relativos.
5. Inmanencia y circumincesión de las tres facultades.
6. Conocimiento de las cosas en si mismas y en la eterna verdad. De las cosas corpóreas se ha
de juzgar según la regla de la eterna Verdad.
7. Concebimos y engendramos interiormente un verbo al contemplar las cosas en la eterna
Verdad.
8. Concupiscencia y amor.
9. La palabra en el amor casto y en el amor culpable.
10. Palabra del alma lo es solamente el conocimiento amado.
11. Imagen en un alma que se conoce.
12. Por qué el conocimiento del alma es su prole y no es su parto el amor. Solución del
problema. La mente, su conocimiento y su amor, imagen de la Trinidad.
No dudemos como los infieles de las verdades De credendis nulla infidelitate dubitemus, de
que se han de creer ni afirmemos con temeridad intelligendis nulla temeritate affirmemus: in illis
sobre las verdades a comprender: en aquéllas auctoritas tenenda est, in his veritas exquirenda.
hemos de seguir la autoridad, en éstas se ha de Quod ergo ad istam quaestionem attinet,
buscar la verdad. Por lo que a nuestra cuestión se credamus Patrem et Filium et Spiritum sanctum
refiere, creamos que el Padre, el Hijo y el Espíritu esse unum Deum, universae creaturae conditorem
Santo son un solo Dios, Creador y Rector de todo atque rectorem: nec Patrem esse Filium, nec
lo existente; que el Padre no es el Hijo, ni el Spiritum sanctum vel Patrem esse vel Filium; sed
Espíritu Santo es el Padre o el Hijo, y que la Trinitatem relatarum ad invicem personarum, et
Trinidad consiste en una mutua relación personal unitatem aequalis essentiae. Hoc autem
y en la unidad de esencia. Tratemos de quaeramus intelligere, ab eo ipso quem intelligere
comprender esto implorando el auxilio de aquel a volumus, auxilium precantes, et quantum tribuit
quien comprender intentamos, con la ilusión de quod intelligimus explicare tanta cura et
poder explicar — en la medida que El nos lo sollicitudine pietatis cupientes, ut etiam si aliquid
otorgare —, con diligencia suma y piedad solícita, aliud pro alio dicimus, nihil tamen indignum
cuanto entendamos, para que, si afirmamos una dicamus. Ut si quid, verbi gratia, de Patre
cosa por otra, nada indigno digamos. Por ejemplo, dicimus, quod Patri proprie non conveniat, aut
si decimos del Padre lo que en sentido estricto al Filio conveniat, aut Spiritui sancto, aut ipsi
Padre no conviene, que al menos sea aplicable al Trinitati: et si quid de Filio, quod Filio proprie
Hijo, o al Espíritu Santo, o ala Trinidad; y si algo non congruat, saltem congruat Patri, aut Spiritui
afirmamos del Hijo y no conviene propiamente al sancto, aut Trinitati: item si quid de Spiritu
Hijo, que se pueda aplicar al menos al Padre, o al sancto, quod proprietatem Spiritus sancti non
Espíritu Santo, o a la Trinidad; y si algo deceat, non tamen alienum sit a Patre aut a Filio,
aseveramos que no armonice con la apropiación aut ab uno Deo ipsa Trinitate. Veluti nunc
del Espíritu Santo, no sea, sin embargo, ajeno al cupimus videre utrum illa excellentissima charitas
Padre, o al Hijo, o al Dios uno y trino. proprie Spiritus sanctus sit: quod si non est, aut
Deseamos ahora saber si el Espíritu Santo es en Pater est charitas, aut Filius, aut ipsa Trinitas;
sentido propio caridad incomparable, pues si no lo quoniam resistere non possumus certissimae fidei,
es, entonces lo será el Padre, o el Hijo, ola et validissimae auctoritati Scripturae dicentis,
Trinidad; porque no podemos contradecir la Deus charitas est (I Joan. IV, 16) : non tamen
certeza de la fe ni la autoridad inconcusa de la debemus deviare sacrilego errore, ut aliquid de
Escritura, que nos dice: Dios es caridad. Pero Trinitate dicamus quod non Creatori, sed
nunca cometamos el sacrílego error de atribuir a creaturae potius conveniat, aut inani cogitatione
la Trinidad lo que conviene a las criaturas, no al fingatur.
Creador, o lo que es tan sólo un vano engendro de
la imaginación.
TRES COSAS IGUALES QUE SON UNIDAD: 4. Tria unum et aequalia, mens ipsa, et amor, et
LA MENTE, SU CONOCIMIENTO Y EL notitia ejus. Tria eadem substantialiter esse, ac
AMOR. ESTAS TRES COSAS SON relative dici. Tria eadem esse inseparabilia. Tria
SUSTANCIA Y DICEN RELACIÓN. LAS TRES eadem non partium instar juncta et commixta
SON INSEPARABLES, Y LAS TRES SON, SIN esse; sed esse unius essentiae, ac relativa. Sicut
TRABAZÓN NI MEZCLA, UNA SUSTANCIA autem duo quaedam sunt, mens et amor ejus, cum
Y TAMBIÉN TÉRMINOS RELATIVOS se amat; ita quaedam duo sunt, mens et notitia
ejus, cum se novit. Igitur ipsa mens et amor et
4. Cuando el alma se ama existen dos cosas, el notitia ejus, tria quaedam sunt, et haec tria unum
alma y su amor, y cuando el alma se conoce hay sunt; et cum perfecta sunt, aequalia sunt. Si enim
también dos realidades, el alma y su minus se amat quam est, ut verbi gratia, tantum se
conocimiento. Luego el alma, su amor y su amet hominis mens, quantum amandum est
conocimiento son como tres cosas, y las tres son corpus hominis, cum plus sit ipsa quam corpus;
unidad'; y si son perfectas, son iguales. Si el alma peccat, et non est perfectus amor ejus. Item si
no se ama en toda la extensión de su ser: por amplius se amat quam est, velut si tantum se
ejemplo, si el alma humana se ama como se ha de amet, quantum amandus est Deus, cum
amar el cuerpo, siendo ella superior al cuerpo, incomparabiliter minus sit ipsa quam Deus; etiam
peca, y su amor no es perfecto. Y si se ama más sic nimium peccat, et non perfectum habet
allá de las fronteras del ser, es decir, si se ama amorem sui. Majore autem perversitate et
como sólo Dios ha de amarse, siendo ella iniquitate peccat, cum corpus tantum amat,
infinitamente inferior a Dios, peca en exceso y no quantum amandus est Deus. Item notitia si minor
se ama con amor de perfección. Y su malicia y est, quam est illud quod noscitur, et plene nosci
perversidad es completa si ama a su cuerpo como potest, perfecta non est. Si autem major est, jam
sólo a Dios se ha de amar. superior est natura quae novit, quam illa quae
Asimismo, si el conocimiento es inferior al objeto nota est: sicut major est notitia corporis, quam
conocido, cuando éste es plenamente cognoscible, ipsum corpus quod ea notitia notum est. Illa enim
no es perfecto. Empero, si es más excelente, vita quaedam est in ratione cognoscentis: corpus
entonces la naturaleza que conoce es superior ala autem non est vita. Et vita quaelibet quolibet
naturaleza conocida; así es superior el corpore major est, non mole, sed vi. Mens vero
conocimiento de un cuerpo al cuerpo mismo, cum se ipsam cognoscit; non se superat notitia
objeto de dicho conocimiento. El conocimiento es sua; quia ipsa cognoscit, ipsa cognoscitur. Cum
una especie de vida en la mente del que conoce; el ergo se totam cognoscit, neque secum quidquam
cuerpo no es vida; y una vida cualquiera es aliud, par illi est cognitio sua: quia neque ex alia
siempre superior al cuerpo, no en mole, sino en natura est ejus cognitio, cum se ipsam cognoscit.
virtud. Pero el alma, cuando se conoce, no es Et cum se totam nihilque amplius percipit, nec
superior a su conocimiento, pues ella conoce y se minor nec major est. Recte igitur diximus, haec
conoce. Y cuando se conoce toda ninguna otra tria cum perfecta sunt, esse consequenter
cosa con ella, su conocimiento es igual a ella, aequalia.
pues cuando se conoce, su conocimiento no lo 5. Simul etiam admonemur, si utcumque videre
saca de otra naturaleza; y cuando totalmente se possumus, haec in anima existere, et tanquam
conoce y ninguna otra cosa percibe, no es ni involuta evolvi ut sentiantur et dinumerentur
mayor ni menor. Con razón, pues, dijimos que substantialiter, vel, ut ita dicam, essentialiter, non
estas tres cosas, cuando son perfectas, son, en tanquam in subjecto, ut color, aut figura in
consecuencia, iguales. corpore, aut ulla alia qualitas aut quantitas.
5. Y si somos capaces de verlas, nos damos al Quidquid enim tale est, non excedit subjectum in
mismo tiempo cuenta que estas cosas existen en el quo est. Non enim color iste aut figura hujus
alma, y, cual si ovilladas estuviesen, se corporis potest esse et alterius corporis. Mens
desenvuelven y se dejan percibir y numerar, no autem amore quo se amat, potest amare et aliud
como accidentes de un sujeto, como el calor y la praeter se. Item non se solam cognoscit mens, sed
figura en los cuerpos, ni como la cualidad o et alia multa. Quamobrem non amor et cognitio
cantidad, sino de una manera sustancial y, por tanquam in subjecto insunt menti; sed
decirlo así, esencialmente. Todo accidente no substantialiter etiam ista sunt, sicut ipsa mens:
excede en extensión al sujeto en que radica. El [0964] quia et si relative dicuntur ad invicem, in
color y la figura de un cuerpo determinado no sua tamen sunt singula quaeque substantia. Nec
puede ser el color y la figura de aquel otro cuerpo. sicut color et coloratum relative ita dicuntur ad
Pero el alma puede amar otras cosas fuera de sí invicem, ut color in subjecto colorato sit, non
con el mismo amor con que se ama a sí misma. Y, habens in se ipso propriam substantiam; quoniam
del mismo modo, el alma no se conoce solamente coloratum corpus substantia est, ille autem in
a sí misma, sino otras muchas cosas. Luego el substantia: sed sicut duo amici etiam duo sunt
amor y el conocimiento no radican en el alma homines, quae sunt substantiae; cum homines non
como en un sujeto, sino que son, al parigual de la relative dicantur, amici autem relative.
mente, sustancia; pues, aunque tengan un sentido
de mutua relación, en sí son sustancia. Porque 6. Sed item quamvis substantia sit amans vel
esta relación no es como la del color respecto del sciens, substantia sit scientia, substantia, sit amor,
cuerpo colorado, pues el color está en el cuerpo sed amans et amor, aut sciens et scientia relative
como en propio sujeto y no tiene en sí ad se dicantur sicut amici; mens vero aut spiritus
subsistencia, porque sustancia es el cuerpo non sint relativa, sicut nec homines relativa sunt:
colorado, pero el color está en una sustancia. non tamen sicut amici homines possunt seorsum
Mas nuestra habitud es como la que existe entre esse ab invicem, sic amans et amor, aut sciens et
dos amigos, que son dos hombres y, en scientia. Quanquam et amici corpore videntur
consecuencia, dos sustancias. En cuanto hombres, separari posse, non animo, in quantum amici sunt:
no indican relación, sí en cuanto amigos. verumtamen fieri potest ut amicus amicum etiam
6. Pero aunque sustancia es el que ama y conoce, odisse incipiat, et eo ipso amicus esse desinat,
sustancia es la ciencia, sustancia el amor; mas el nesciente illo, et adhuc amante. Amor autem quo
amante y el amor, el sabio y la ciencia, entrañan, se mens amat, si esse desinat, simul et illa desinet
como el amigo, mutua habitud; la mente o el esse amans. Item notitia qua se mens novit, si esse
espíritu no son términos relativos, como tampoco desinat, simul et illa nosse se desinet. Sicut caput
lo son los hombres; con todo, el que ama y su capitati alicujus utique caput est, et relative ad se
amor, el que conoce y su ciencia, no pueden dicuntur, quamvis etiam substantiae sint: nam et
existir separados, sí los amigos. Mas, aunque los caput corpus est, et capitatum; et si non sit caput,
amigos puedan estar distanciados físicamente, no nec capitatum erit. Sed haec praecisione ab
parece puedan estarlo en el alma, en cuanto invicem separari possunt, illa non possunt.
amigos. No obstante, es posible que el amigo
empiece a odiar al amigo, y desde este momento 7. Quod si sunt aliqua corpora quae secari omnino
deja de ser amigo, aunque el otro lo ignore y siga et dividi nequeunt; tamen nisi partibus suis
profesándole amor. Pero si el amor con que el constarent, corpora non essent. Pars ergo ad totum
alma se ama deja de existir, cesa el alma de amar; relative dicitur; quia omnis pars alicujus totius
como cesa el conocimiento por el que conoce si pars est, et totum omnibus partibus totum est. Sed
cesa el alma de conocerse. quoniam et pars corpus est, et totum; non tantum
Un ejemplo: la cabeza es cabeza de algún ser ista relative dicuntur, sed etiam substantialiter
cabezudo, y, aunque sustancias, dicen entre si sunt. Fortassis ergo mens totum est, et ejus quasi
relación, pues cuerpo es la cabeza y el ser con partes amor quo se amat, et scientia qua se novit,
cabeza, y de no existir la cabeza, tampoco el ser quibus duabus partibus illud totum constat? An
con cabeza; pero, mediante un simple tajo, puede tres sunt aequales partes, quibus totum unum
la cabeza separarse del cuerpo; en el alma esto es completur? Sed nulla pars totum, cujus pars est,
imposible. complectitur: mens vero cum se totam novit, hoc
7. Y si se trata de cuerpos no divisibles ni est perfecte novit, per totum ejus est notitia ejus;
seccionables, con todo, si no constasen de partes, et cum se perfecte amat, totam se amat, et per
no serían cuerpos. La parte dice relación al todo; totum ejus est amor ejus. Num ergo sicut ex vino
porque toda parte es parte de algún todo, y el todo et aqua et melle una fit potio, et singula per totum
lo es con todas sus partes. Pero, como la parte y el sunt, et tamen tria sunt (nulla enim pars est
todo son cuerpos, tienen no sólo valor relativo, potionis, quae non habeat haec tria; non enim
sino también sustancial. ¿Acaso es el alma el juncta, velut si aqua et oleum essent, sed omnino
todo, y sus cuasi panes el amor con que se ama y commixta sunt; et substantiae sunt omnes, et totus
la ciencia con que se conoce, de cuyas dos partes ille liquor una quaedam est ex tribus confecta
se compone aquel todo? ¿O son tres partes iguales substantia); tale aliquid arbitrandum est esse
las que completan el todo? simul haec tria, mentem, amorem, notitiam? Sed
La parte nunca puede abrazar el todo cuya es non unius substantiae sunt, aqua, vinum, et mel,
parte; el alma, empero, cuando se conoce toda, quamvis ex eorum commixtione fiat una
esto es, cuando se conoce perfectamente, su substantia potionis. Quomodo autem illa tria non
conocimiento es total, y cuando se ama con amor sint ejusdem substantiae, non video; cum mens
de perfección, totalmente se ama. ¿Hemos ipsa se amet, atque ipsa se noverit; atque ita sint
entonces de razonar, cuando se trata de estas tres haec tria, ut non alteri alicui rerum mens vel
realidades: alma, conocimiento y amor, como se amata vel nota sit. Unius ergo ejusdemque
razona de una bebida compuesta de vino, agua y essentiae necesse est haec tria sint: et ideo si
miel, bebida en la que cada uno de sus tanquam commixtione confusa essent; nullo modo
componentes se extiende por toda la masa y, sin essent tria, nec referri ad invicem possent.
embargo, son tres, pues la parte más diminuta de Quemadmodum si ex uno eodemque auro tres
esta poción contiene estos tres elementos, y no annulos similes facias, quamvis connexos sibi,
superpuestos cual si fuera agua y aceite, sino referuntur ad invicem, quod similes sunt; omnis
mezclados, y los tres son sustancias, y todo el enim similis alicui similis est; et trinitas
liquido aquel una sustancia compuesta de tres? annulorum est, et unum aurum: at si misceantur
Pero el vino, el agua y la miel no son de una sibi, et per totam singuli massam suam
misma naturaleza, aunque de su mezcolanza conspergantur, intercidet illa trinitas, et omnino
resulte una sustancia potable. non erit; ac non solum unum aurunt dicetur, sicut
Mas no veo cómo aquellas tres realidades no sean in illis tribus annulis dicebatur, sed jam nulla
de una misma sustancia, sobre todo cuando el aurea tria.
alma se conoce y se ama, y se compenetran de tal
suerte estas tres cosas que el alma no es conocida
ni amada por otro. Luego es necesario que estas
tres cosas sean de una misma sustancia; pues de
existir en mezcla informe, no serian ya tres ni
podrían relacionarse entre sí. Es como si de un
mismo pan de oro haces tres sortijas semejantes y
entrelazadas: dicen siempre mutua habitud, pues
se asemejan, y lo semejante es semejante a alguna
cosa; existe en este caso una trinidad de sortijas y
un pan de oro. Pero si se las sometes a fusión y
cada anillo se mezcla y confunde con la masa
total, perece la trinidad y no puede ya subsistir. Se
podrá entonces hablar de la unidad del oro, pero
no de una trinidad áurea, como en el ejemplo de
las tres sortijas.
CAPITULO V CAPUT V.
LIBRO X
LIBRO XI
LIBRO XIII
1. Trata de discernir los oficios de la sabiduría y de la ciencia a la luz de las Escrituras. Por el
exordio de San Juan demuestra cómo unas sentencias se refieren a la sabiduría y otras a la
ciencia. Algunas cosas de las qué allí se narran sólo con el auxilio de la fe se conocen.
Cómo vemos la fe que en nosotros existe. En la misma narraci6n de San Juan hay cosas
que se conocen por los sentidos del cuerpo y otras sólo por la razón del Espíritu.
2. La fe, renuevo del corazón, no del cuerpo, es una en todos los creyentes.
3. Quereres universales. Ennio el poeta.
4. Unidad y variedad de quereres respecto a la bienandanza.
5. Las dos condiciones de la felicidad.
6. ¿Por qué se ama la vida feliz y se elige lo que nos aleja de su posesión?
7. La fe es necesaria para que el hombre pueda ser un día feliz en la patria. Ridícula y
miserable ventura de los hinchados filósofos.
8. Sin inmortalidad no hay dicha completa.
9. No apoyados en argumentos de razón, sino en el auxilio de la fe, aseveramos que la
bienandanza futura es verdaderamente eterna. Por la encarnación del Hijo de Dios se hace
creíble la inmortalidad de la dicha.
10. La encarnación del Verbo, remedio de nuestra miseria. Nuestros méritos son dones de Dios.
11. Justificados por la sangre de Cristo.
12. Bajo el poder de Satanás.
13. La redención acto de la justicia de Dios, no de su poder.
14. La muerte inmerecida de Cristo es salvación para los condenados a muerte.
15. Continuación.
16. La muerte y los males de este siglo ceden en bien de los elegidos. Qué sea la ira de Dios.
17. Otros bienes de la encarnación.
18. Cristo toma carne de la estirpe de Adán y nace de una virgen.
19. Sabiduría y ciencia en el Verbo encarnado.
20. Recapitulación. Cómo gradualmente se ha llegado a una cierta Trinidad que se encuentra en
la ciencia activa y en la fe verdadera.
LIBRO XIV
1. Qué sea la sabiduría de la que aquí se va a tratar. Origen de la palabra «filósofo». Qué se ha
dicho ya acerca de la distinción entre sabiduría y ciencia.
2. La trinidad de la fe no es imagen de Dios.
3. Dificultad y solución.
4. La imagen e Dios en el alma inmortal e intelectiva. Cómo apareció la trinidad en la mente.
5. El alma de los niños.
6. La trinidad en el alma que se piensa a sí misma.
7. Símil en ayuda del lector.
8. La imagen e Dios en la parte superior del alma.
9. ¿Desaparecerán las virtudes en la vida futura?
10. La trinidad en el alma que se recuerda, conoce y ama.
11. ¿Existe recuerdo de las cosas presentes?
12. La trinidad en el alma es imagen e Dios cuando lo conoce, recuerda y ama. Sabiduría e
imagen.
13. Recuerdo y olvido de Dios.
14. Cuando el alma se ama rectamente, ama a Dios; y si no ama a Dios, se dice que se odia a sí
misma. El alma, aunque enferma y errabunda, se recuerda, se conoce y se ama. Conviértase
a Dios para que, recordándolo, conociéndolo y amándolo, sea feliz.
15. El alma, aunque espere la bienandanza, no recuerda la felicidad perdida, pero sí se acuerda
de Dios y de las reglas de la justicia. Las normas inmutables de un honesto vivir son
también conocidas por los impíos.
16. Reforma de la imagen de Dios en el hombre.
17. Renovación de la imagen de Dios en el alma hasta alcanzar una perfecta semejanza en la
gloria.
18. Interpretación de un pasaje de San Juan.
19. Nuestra perfecta semejanza con la Trinidad en la vida feliz. La sabiduría será perfecta en la
patria.
LIBRO XV
CAPITULO V CAPUT V.
LA IMAGEN DEL PADRE, DEL HIJO Y DEL 40. De proposita similitudine Patris et Filii in
ESPÍRITU SANTO EN NUESTRA MEMORIA, memoria et intelligentia nostra. De similitudine
ENTENDIMIENTO Y VOLUNTAD Spiritus sancti in voluntate seu amore nostro.
Sane Deum Patrem, et Deum Filium, id est, Deum
40. Puse interés en hacer ver — como pude —, no genitorem qui omnia quae substantialiter habet, in
en visión y a cara descubierta, sino en esta coaeterno sibi Verbo suo dixit quodam modo, et
semejanza y en enigma, a través de las tenues ipsum Verbum ejus Deum, qui nec plus nec minus
conjeturas de la inteligencia y de la memoria de aliquid habet etiam ipse substantialiter, quam
nuestra mente, al Dios Padre y al Dios Hijo, es quod est in illo qui Verbum non mendaciter sed
decir, al Dios que engendra, y cuanto de veraciter genuit; quemadmodum potui, non ut
sustancial tiene lo dice de una manera misteriosa illud jam facie ad faciem, sed per hanc
en su Verbo coeterno, Verbo que es Dios, pues similitudinem in aenigmate (I Cor. XIII, 12)
posee sustancialmente, ni más ni menos, todo lo quantulumcumque conjiciendo videretur in
que existe en el que lo ha, no falsa, sino en memoria et intelligentia mentis nostrae,
verdad, engendrado como Verbo, atribuyendo a la significare curavi: memoriae tribuens omne quod
memoria cuanto sabemos, aunque no pensemos scimus, etiamsi non inde cogitemus, intelligentiae
en ello, y a la inteligencia la información del vero proprio modo quodam cogitationis
pensamiento de una manera peculiar y propia. informationem. Cogitando enim quod verum
Entender es descubrir la verdad pensando, y luego invenerimus, hoc maxime intelligere dicimur, et
el recuerdo se archiva en la memoria. Pero existe hoc quidem in memoria rursus relinquimus. Sed
también una profundidad más abstrusa en la illa est abstrusior profunditas nostrae memoriae,
memoria, donde descubrimos, al pensar, esta ubi hoc etiam primum cum cogitaremus
primera realidad, y donde se engendra aquel invenimus, et gignitur intimum verbum, quod
verbo íntimo que no pertenece a idioma alguno, nullius linguae sit, tanquam scientia de scientia, et
como ciencia de ciencia y visión de visión, y una visio de visione, et intelligentia quae apparet in
inteligencia que se revela en el pensamiento, cogitatione, de intelligentia quae in memoria jam
procedente de la intelección que ya existía, fuerat, sed latebat: quanquam et ipsa cogitatio
aunque oculta, en la memoria. Pero, a decir quamdam suam memoriam nisi haberet, non
verdad, si el pensamiento no contara con una reverteretur ad ea quae in memoria reliquerat,
cierta reminiscencia, no volvería, cuando ha cum alia cogitaret.
estado pensando en otras cosas, sobre lo que ha
dejado en su memoria. 41. De Spiritu autem sancto nihil in hoc
41. Referente al Espíritu Santo, nada hay en este aenigmate quod ei simile videretur ostendi, nisi
enigma que se le asemeje, fuera de nuestra voluntatem nostram, vel amorem seu dilectionem
voluntad, amor o dilección, que es el querer de quae valentior est voluntas: quoniam voluntas
más valía; pues la voluntad, parcela natural de nostra quae nobis naturaliter inest, sicut ei res
nuestro ser, experimenta afectos varios a medida adjacuerint vel occurrerint, quibus allicimur aut
que los objetos que la solicitan le salen al offendimur, ita varias affectiones habet. Quid
encuentro, con los que se adelicia o se ofende. ergo, est? Numquid dicturi sumus voluntatem
Pero ¿qué? ¿Diremos que nuestra voluntad, nostram, quando recta est, nescire quid appetat,
cuando es recta, ignora lo que ha de apetecer o quid evitet? Porro si scit, profecto inest ei sua
evitar? Y si lo conoce, posee una ciencia propia, quaedam scientia, quae sine memoria et
ciencia que no podría existir sin la inteligencia y intelligentia esse non possit. An vero audiendus
sin la memoria. ¿Daremos, pues, oídos al que est quispiam dicens, charitatem nescire quid agat,
afirma que la caridad, obradora del bien, ignora lo quae non agit perperam? Sicut ergo inest
que hace? Dotada de inteligencia esta memoria intelligentia, inest dilectio illi memoriae
prócer, posee también una facultad volitiva, y en principali, in qua invenimus paratum et
la memoria encontramos preparado y oculto reconditum ad quod cogitando possumus
cuanto puede ocupar nuestro pensamiento; pervenire; quia et duo ista invenimus ibi, quando
encontramos estas dos potencias cuando pensando nos cogitando invenimus et intelligere aliquid et
descubrimos que entendemos y amamos algo que amare, quae ibi erant et quando inde non
ya existía, aunque no pensábamos en ello; y esta cogitabamus: et sicut inest memoria, inest dilectio
inteligencia, informada por el pensamiento, está huic intelligentiae quae cogitatione formatur;
dotada de memoria y amor; y este verbo quod verbum verum sine ullius gentis lingua intus
verdadero lo expresamos en nuestro interior, sin el dicimus, quando quod novimus dicimus; nam nisi
auxilio de idioma alguno, cuando decimos lo que reminiscendo non redit ad aliquid, et nisi amando
sabemos; porque la mirada de nuestro redire non curat nostrae cogitationis intuitus: ita
pensamiento no vuelve sobre sus recuerdos sin la dilectio quae visionem in memoria constitutam, et
memoria, y sólo el amor la hace volver. Así, el visionem cogitationis inde formatam quasi
amor que une, cual padre a su hijo, la visión parentem prolemque conjungit, nisi haberet
asentada en la memoria con la visión que surge en appetendi scientiam, quae sine memoria et
el pensamiento, si no tuviera apetencia de saber, intelligentia non potest esse, quid recte diligeret
lo cual supone memoria y entendimiento, ignoraret.
ignoraría lo que en buena ley debería amar.
47. Donde el tiempo no existe, ¿podemos acaso 47. Numquid ergo possumus quaerere utrum jam
inquirir si el Espíritu Santo procedió del Padre processerat de Patre Spiritus sanctus quando natus
antes del nacimiento del Hijo, o si no había aún est Filius, an nondum processerat, et illo nato de
procedido, y, una vez nacido el Hijo, pudo ya utroque processit, ubi nulla sunt tempora; sicut
proceder de ambos: a la manera como, donde la potuimus quaerere ubi invenimus tempora,
duración existe, podemos examinar si es la voluntatem prius de humana mente procedere, ut
voluntad la primera en proceder del alma humana quaeratur quod inventum proles vocetur; qua jam
para buscar luego lo que encontrado se llama su parta seu genita, voluntas illa perficitur, eo fine
prole, y nacida ésta, la voluntad recibe su requiescens, ut qui fuerat appetitus quaerentis, sit
perfección y descansa en su fin, convirtiendo el amor fruentis, qui jam de utroque, id est, de
anhelo de la búsqueda en el amor gozoso de la gignente mente et de genita notione tanquam de
posesión, amor que procede de la mente que parente ac prole procedat? Non possunt prorsus
engendra y de la noción engendrada, como de ista ibi quaeri, ubi nihil ex tempore inchoatur, ut
padre y de prole? Tales cuestiones no pueden consequenti perficiatur in tempore. Quapropter,
proponerse allí donde nada se inicia en el tiempo, qui potest intelligere sine tempore generationem
y, en consecuencia, nada en el tiempo se Filii de Patre, intelligat sine tempore
perfecciona. processionem Spiritus sancti de utroque. Et qui
Por lo cual, el que pueda entender la generación potest intelligere in eo quod ait Filius, Sicut habet
intemporal del Hijo en el seno del Padre, entienda Pater vitam in semetipso, sic dedit Filio vitam
también la procesión intemporal del Espíritu habere in semetipso (Joan. V, 26) ; non sine vita
Santo de ambos. Y quien pueda entender lo que el existenti jam Filio vitam Patrem dedisse, sed ita
Hijo dice: Como el Padre tiene vida en si misma, eum sine tempore genuisse, ut vita quam Pater
así dio al Hijo tener vida en sí mismo, no lo Filio gignendo dedit, coaeterna sit vitae Patris qui
interprete como si el Padre diese la vida al Hijo, dedit: intelligat sicut habet Pater in semetipso ut
que ya existía, pero carecía de vida, sino que de illo procedat Spiritus sanctus, sic dedisse Filio
entienda que lo engendró fuera del tiempo, para ut de illo procedat idem Spiritus sanctus, et
que la vida que el Padre dio al Hijo utrumque sine tempore; atque ita dictum Spiritum
engendrándolo sea coeterna a la vida del Padre, sanctum de Patre procedere, ut intelligatur, quod
dador de la vida; quien esto comprenda, vea cómo etiam procedit de Filio, de Patre esse Filio. Si
el Padre tiene en sí mismo el que de El proceda el enim quidquid habet, de Patre habet Filius; de
Espíritu Santo; así dio al Hijo el que de El Patre habet utique ut et de illo procedat Spiritus
proceda el mismo Espíritu Santo, y ambos sin sanctus. Sed nulla ibi tempora cogitentur, quae
intervalo de tiempo; y así se dice que el Espíritu habent prius et posterius: quia omnino nulla ibi
Santo procede del Padre para que se entienda que sunt. Quomodo ergo non absurdissime filius
al Hijo le viene del Padre el que proceda también diceretur amborum, cum sicut Filio praestat
del Hijo. essentiam sine initio temporis, sine ulla
Si cuanto el Hijo tiene, del Padre lo recibe, del mutabilitate naturae de Patre generatio; ita
Padre recibe el que proceda de Él el Espíritu Spiritui sancto praestet essentiam sine ullo initio
Santo. Pero nadie imagine aquí noción alguna de temporis, sine ulla mutabilitate naturae de utroque
tiempo, antes y después, porque allí el tiempo no processio? Ideo enim cum Spiritum sanctum
existe. genitum non dicamus, dicere tamen non audemus
¿No sería absurdo muy grande llamarle hijo de ingenitum, ne in hoc vocabulo vel duos patres in
ambos, pues el proceder de los dos proporciona al illa Trinitate, vel duos qui non sunt de alio
Espíritu Santo una esencia sin principio de tiempo quispiam suspicetur. Pater enim solus non est de
y sin mutación de naturaleza, como la generación alio, ideo solus appellatur ingenitus, non quidem
proporciona al Hijo una esencia sin inicio de in Scipturis, sed in consuetudine disputantium, et
tiempo y sin mutación de sustancia? Por esta de re tanta sermonem qualem valuerint
razón, aunque no digamos que el Espíritu Santo proferentium. Filius autem de Patre natus est: et
ha sido engendrado, no osamos llamarle ingénito, Spiritus sanctus de Patre principaliter, et ipso sine
para que nadie malicie en dicha palabra dos ullo temporis intervallo dante, communiter de
padres en aquella Trinidad soberana o dos utroque procedit. Diceretur autem filius Patris et
personas sin procedencia de origen. Sólo el Padre Filii, si, quod abhorret ab omnium sanorum
no procede de otro; por eso es el único que se sensibus, cum ambo genuissent. Non igitur ab
denomina ingénito, no en las Escrituras, sino en el utroque est genitus, sed procedit ab utroque
lenguaje usual de los que tratan de tan amborum Spiritus.
encumbrado misterio y se expresan como pueden.
El Hijo es nacido del Padre, y el Espíritu Santo
procede originariamente del Padre, y por don del
Padre, sin intervalo de tiempo, procede de los dos
como de un principio común. Se le podría llamar
hijo del Padre y del Hijo si, lo que el buen sentido
rechaza con horror, ambos le hubieran
engendrado. De los dos procede el Espíritu de
ambos, pero por ninguno de ellos fue engendrado.