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Artículos

LA RUEDA DE MOTIVOS: HACIA UNA TABLA PERIÓDICA DE LA MOTIVACIÓN HUMANA

Beatriz Valderrama bvalderrama@altacapacidad.com

Doctora en Psicología. Alta Capacidad, España

LA RUEDA DE MOTIVOS: HACIA UNA TABLA PERIÓDICA DE LA MOTIVACIÓN HUMANA

Papeles del Psicólogo, vol. 39, núm. 1, 2018

Consejo General de Colegios Oficiales de Psicólogos

Resumen:

El objetivo de este artículo es presentar un nuevo marco teórico de clasificación de la


motivación humana que dé una explicación empírica a la variabilidad humana y que sea
aplicable al ámbito laboral y la orientación vocacional. El modelo Rueda de Motivos propone
10 dimensiones relativamente independientes entre sí, que se estructuran en dos áreas,
Aproximación y Evitación, dando lugar a 5 motivos y otros 5 “contramotivos” que modulan o
contrarrestan la expresión de los motivos opuestos. Se aporta la fundamentación teórica de la
estructura propuesta, así como evidencias empíricas mediante el cuestionario APM construido
a partir del modelo.

Palabras clave:

Motivación, Motivación laboral, Motivos, Necesidades psicológicas, Valores.

Abstract:

The aim of this paper is to present a new theoretical framework for the classification of human
motivation in order to provide an empirical explanation to human variability that may be
applicable in the labor field and for career guidance. The Wheel of Motives model proposes 10
relatively independent dimensions, which are organized into two areas, Approach and
Avoidance, giving rise to 5 motives and 5 other “countermotives” that modulate or counteract
the expression of the opposing motives. The theoretical basis of the structure of the model is
provided, as well as empirical evidence through the APM questionnaire built from the model.

Keywords:
Motivation, Work motivation, Motives, Psychological needs, Values.

La motivación es uno de los constructos fundamentales en psicología, puesto que proporciona


el motor de la conducta. A pesar de este papel clave para comprender la conducta humana e
influir en el desempeño y otros comportamientos laborales, diversos autores han señalado la
falta de nuevos marcos teóricos globales que aporten claridad conceptual en el área de la
motivación (Steers, Mowday y Shapiro, 2004; Arrieta y Navarro, 2008).

La motivación es el proceso que inicia, guía y mantiene el comportamiento orientado a


objetivos. Es el proceso por el que un individuo se mueve a la acción (Deckers, 2010), el
proceso por el que se coloca la energía para maximizar la satisfacción de necesidades
(Pritchard y Ashwood, 2008). En cuanto a la motivación laboral, es el conjunto de fuerzas
energéticas que inician las conductas laborales y determinan su forma, dirección, intensidad y
duración (Pinder, 2008).

Las teorías de motivación se han clasificado en teorías de contenido y teorías de proceso. Las
teorías de contenido exploran el aspecto direccional, es decir, el tipo de necesidades que los
individuos tratan de satisfacer con su comportamiento, los objetivos que seleccionan en
función de sus necesidades o motivos. Las teorías de proceso explican cómo funciona la
motivación (Campbell, Dunnette, Lawler y Weick, 1970).

La motivación laboral no ha seguido el ritmo de desarrollo conceptual de otros constructos


ligados a la gestión como el liderazgo, la toma de decisiones, la negociación, los grupos y
equipos y el diseño organizacional (Steers, Mowday y Shapiro, 2004). Estos autores señalan
que las teorías de motivación que se incluyen en las ediciones más recientes de los libros de
texto sobre gestión y comportamiento organizacional datan de la década de 1960, en clara
referencia al modelo de McClelland (1961). Por ello, invitan a los investigadores a desarrollar
nuevos modelos de motivación laboral y desempeño acordes con los requerimientos de la
nueva era.

En la abundante literatura científica existente sobre motivación se percibe una dificultad para
integrar los modelos teóricos, ya que parecen proyectarse hacia objetos de interés distintos.
Con el fin de ofrecer una visión global de la motivación, Navarro y Quijano (2003) proponen un
modelo integrador de las diferentes teorías que pone a los motivos como punto de partida
clave para iniciar el proceso de motivación. Este modelo aporta siete elementos para entender
las principales influencias en la motivación laboral. El primero es averiguar lo que motiva a los
trabajadores, cuáles son sus intereses y necesidades (Navarro, Ceja, Curioso y Arrieta, 2014).

Los motivos son las causas o razones que impulsan y dirigen la conducta de las personas para
obtener ciertas metas. Tienen una participación vital en los procesos de configuración de la
conducta de los individuos para la consecución de sus objetivos. Los motivos influyen de modo
transversal en el proceso de generación del comportamiento, en tanto afectan a la percepción
del estímulo o incentivo como tales; aportan valencia a los mismos generando una emoción o
tensión proactiva a la acción; influyen sobre el comportamiento en calidad y cantidad
(compromiso, perseverancia); y aportan significado y valor a la recompensa o refuerzo que se
deriva del comportamiento (Valderrama, 2012).

La selección natural ha favorecido la existencia de ciertos motivos básicos íntimamente


relacionados con la supervivencia (alimentación, reproducción, escape y evitación de peligros)
y otra serie de motivos secundarios que responden a necesidades psicológicas para garantizar
la integridad y crecimiento de los individuos y la especie humana (Palmero y Martínez, 2008).

LAS TAXONOMÍAS CLÁSICAS

Los primeros acercamientos teóricos al concepto de motivación se realizaron desde la


perspectiva del contenido. Fue durante la primera mitad del siglo XX cuando se propusieron las
tres taxonomías básicas de las necesidades humanas. La primera fue propuesta por Murray
(1938), que elaboró una lista de 20 necesidades asociadas cada una de ellas a un deseo, una
emoción y una tendencia a la acción. Una década después, Maslow (1954) propuso su
pirámide, jerarquizando la satisfacción de necesidades desde las fisiológicas y de seguridad
hasta las de autorrealización, pasando por las de pertenencia y estima.

Por último, McClelland (1961) omitió el concepto de jerarquía y se centró especialmente en el


estudio de la motivación de logro, de afiliación y de poder (Tabla 1).

Este último modelo se está utilizando todavía como el paradigma de referencia en las
empresas, debido a su ligazón con el enfoque de competencias generado por el mismo autor
(McClelland, 1973). El Cuestionario de Valores Personales (McClelland, 1991) en su versión
española se sigue utilizando para evaluar el perfil motivacional de los directivos, bajo el
supuesto de que, para ser efectivos, han de puntuar alto en la escala de Poder. Esta escala
mide sólo Poder Personal, con ítems donde se valora la importancia concedida a “Poseer
bienes materiales que impresionen a los demás”, “Ocupar un puesto de prestigio” o “Disponer
de oportunidades de ser muy conocido”.

Sin embargo, según McClelland, es el Poder Social el que ejercen los líderes más efectivos y
especialmente las mujeres directivas. Se basa en empoderar a otros, haciéndoles sentir fuertes
y capaces para conseguir las metas de la organización. Este planteamiento es coincidente con
los enfoques actuales que derivan del “liderazgo de servicio” (Greenleaf, 1976) cuyos
practicantes usan su liderazgo como un medio para ayudar a otros, en vez de utilizarlo para
obtener poder personal.
La aplicación del Cuestionario de Valores Personales perjudica a las personas con mayor
potencial directivo, que muestran estilos de liderazgo de servicio. Y afecta especialmente a las
mujeres, que puntúan más bajo en la escala de Poder del cuestionario. En consecuencia, los
mejores candidatos pierden oportunidades de promoción o incorporación a la empresa, y por
ende, también las empresas resultan perjudicadas, al promover a puestos de mando a líderes
con mayor ambición de poder personal, con el consiguiente impacto negativo en la cultura y el
clima laboral (Valderrama, 2012).

A pesar de la insuficiencia de la teoría de las tres necesidades para explicar las diferencias
individuales en motivaciones personales, a partir de 1980 desciende el interés por la
investigación de las teorías centradas en el contenido, mientras que se producen
investigaciones recurrentes sobre los mismos paradigmas dominantes, como la teoría del
establecimiento de metas (Ambrose y Kulik, 1999). Arrieta y Navarro (2008) señalan que el
sesgo de los propios investigadores y su interés por encontrar evidencias que apoyen sus
propios modelos puede haber provocado una huida de las taxonomías clásicas. De este modo,
las teorías dominantes en la década del cambio de siglo han sido la teoría del establecimiento
de metas, la teoría social cognitiva y la teoría de justicia organizacional (Latham y Pinder,
2005).

Otro paradigma dominante en las últimas décadas es la teoría de la autodeterminación de Deci


y Ryan (2000). Para estos autores, la motivación es un continuo que discurre por tres estadios:
desmotivación, motivación extrínseca y motivación intrínseca. La motivación extrínseca lleva a
ejecutar una actividad con el fin de lograr una recompensa externa. Por el contrario, la
motivación intrínseca está relacionada con el placer que se experimenta al realizar una
actividad y sin recibir una recompensa externa. Las necesidades psicológicas básicas
(competencia, autonomía y relación) son sólo mediadores psicológicos que influyen en los tres
principales tipos de motivación.

La distinción entre factores intrínsecos y extrínsecos tiene un atractivo intuitivo considerable


para las empresas, especialmente en tiempos de escasez (Ambrose y Kulik, 1999). Sin
embargo, ante la proliferación de publicaciones científicas sobre la motivación intrínseca, Reiss
(2004) considera que nada justifica clasificar los objetivos finales en una categoría unitaria y
global. Afirma que, frente a lo que llama la “teoría unitaria de la motivación intrínseca”, la
teoría evolutiva sugiere un modelo multifacético de motivación.

TABLA 1

TABLA 1

TEORÍA DE LAS TRES NECESIDADES. MCCLELLAND (1961)

LA NECESIDAD DE UNA NUEVA TAXONOMÍA DE MOTIVOS


Las ciencias necesitan taxonomías para apoyar el desarrollo teórico. Austin y Vancouver (1996)
propugnaron la construcción de taxonomías útiles para la investigación y la práctica. Para estos
autores, una taxonomía basada en un modelo teórico aportaría las mismas ventajas que
reportó la tabla periódica de los elementos al campo de la química.

Hasta ahora, no disponemos de un marco conceptual ampliamente aceptado que aporte


claridad sobre cómo se estructuran y organizan los motivos humanos. Así, muchos autores han
abogado por el desarrollo de una taxonomía científica que pueda promover el desarrollo del
campo, permitiendo la comunicación entre los investigadores, la integración de los hallazgos y
teorías y la generación de modelos causales (Ford y Nichols, 1987; Austin y Vancouver, 1996;
Chulef, Read y Walsh, 2001; Reiss, 2004, Kanfer, 2009).

Esta taxonomía de motivos podría contribuir también a la ciencia del liderazgo, pues los
nuevos modelos de liderazgo incorporan los motivos como una variable fundamental,
específicamente los de afiliación, poder y logro (Martí, Gil y Barrasa, 2009). Completar el
modelo de motivos obviamente enriquecería estos estudios de liderazgo.

Las taxonomías deben ser comprensivas, parsimoniosas e internamente consistentes. Los


intentos previos de desarrollar dicha taxonomía (e.g., Wicker, Lambert, Richardson y Kahler,
1984; Ford y Nichols, 1987; Reiss, 2004), muestran algunas limitaciones, por lo que no han
conseguido instaurarse como un modelo básico sobre el que apoyarse para la investigación y
experimentación. Según Forbes (2011) estas limitaciones son:

Mezclan motivos básicos derivados de necesidades fisiológicas y motivos sociales o cognitivos.

Se inscriben en un paradigma teórico dominante o en una estrecha área de interés.

Tratan los motivos como fuerzas discretas, sin examinar las relaciones entre ellos.

En consecuencia son necesarios nuevos modelos de motivación que organicen la


desconcertante variedad de constructos teóricos existentes. Reiss (2004) señala que identificar
y clasificar los fines de la conducta humana debe ser un tema central para la Psicología.

EL MODELO RUEDA DE MOTIVOS


La nueva taxonomía de motivos que se presenta explica la variabilidad individual y puede
aportar información adicional a lo que sucede en los procesos de motivación, así como
alternativas más ajustadas para su gestión en el campo laboral.

El modelo multidimensional Rueda de Motivos (Valderrama, 2010) se estructura en dos áreas,


Aproximación y Evitación, con un total de 10 dimensiones: 5 motivos y otros 5 “contramotivos”
que modulan o contrarrestan la expresión de los motivos opuestos (Figura 1, Tabla 2, Tabla 3).

FIGURA 1

FIGURA 1

RUEDA DE MOTIVOS

TABLA 2

TABLA 2

MOTIVOS Y CONTRAMOTIVOS

TABLA 3

TABLA 3

DIMENSIONES DEL MODELO RUEDA DE MOTIVOS

FUNDAMENTACIÓN TEÓRICA DEL MODELO

Con el fin de aportar evidencias de validez de contenido, se analizaron los modelos teóricos
previos que dan soporte a cada motivo establecido en el modelo de Rueda de Motivos. Para
ello se acudió a teorías de motivación, así como a otros constructos relacionados (metas,
valores y deseos como sustrato de las motivaciones), que pueden apoyar la taxonomía de
motivos que se propone.

En la Tabla 4 se resumen las taxonomías de los diversos autores que aportan evidencias para
fundamentar teóricamente los motivos. Vemos que cada uno de los motivos de la taxonomía
propuesta cuenta con un amplio soporte teórico previo. El que cuenta con menos
antecedentes es el motivo de Cooperación, que se puede asimilar a la meta de Equidad
consignada por Ford y Nichols (1987) y al valor de Universalismo de Schwartz (1994).
Como se resume en la Tabla 4, aparte de las tres taxonomías clásicas, el modelo Rueda de
Motivos encuentra soporte teórico en otros cuatro modelos posteriores: Ford y Nichols (1987),
Schwartz (1994), Schein (1996) y Reiss (2004)

Dentro de la corriente de la teoría de metas (Ford y Nichols, 1987), presentan una taxonomía
de las metas que persiguen los seres humanos, clasificándolas en dos grupos, metas
personales o asertivas y metas de interrelación o integración social. Estos autores ya tienen en
cuenta la distinción entre metas de evitación o de aproximación. En la Tabla 5 se muestran las
ocho metas junto con su definición tanto en términos de aproximación como de evitación.
Curiosamente parecen haber olvidado el motivo de logro.

El modelo Rueda de Motivos, construido a partir del modelo de McClelland, muestra una gran
coincidencia con la taxonomía de valores que propone Schwartz (1994) desde un enfoque
psicosocial (Tabla 6).

Desde el campo de la psicología organizacional, Edgar Schein (1996) sugiere que cada persona
tiene una orientación particular hacia el trabajo y lo aborda con un cierto conjunto de
prioridades y valores. Lo que llama un “Ancla de Carrera” es una combinación de capacidades,
intereses, motivos y valores que influyen en las elecciones y decisiones laborales. Son un
conjunto de fuerzas impulsoras y restrictivas respecto de las decisiones y elecciones
profesionales, por lo que dan estabilidad y dirección a la carrera de una persona. El modelo
Rueda de Motivos muestra coincidencia con siete de estos impulsores o anclas (Tabla 7).

Como se vio en la Tabla 4 una de las escasas aportaciones relativamente recientes a las teorías
de contenido es la de Reiss (2004), que propone una clasificación de 16 deseos o motivos
básicos que responden a necesidades de supervivencia diferentes, y que posiblemente sean
controlados por diferentes genes. Este modelo incluye también algunas necesidades
fisiológicas. Otra limitación es que tampoco contempla el motivo de logro.

TABLA 4

TABLA 4

FUNDAMENTACIÓN TEÓRICA DEL MODELO RUEDA DE MOTIVOS

TABLA 5

TABLA 5

TAXONOMÍA DE METAS. FORD & NICHOLS (1987)

TABLA 6
TABLA 6

TAXONOMÍA DE VALORES UNIVERSALES. SCHWARTZ (1994)

TABLA 7

TABLA 7

ANCLAS DE CARRERA. SCHEIN (1996)

EVIDENCIAS EMPÍRICAS DE VALIDEZ DE CONSTRUCTO

Con el fin de validar empíricamente el modelo Rueda de Motivos y establecer el perfil


motivacional de las personas con respecto a la actividad laboral, se construyó el cuestionario
“APM. Análisis del Perfil Motivacional” (Valderrama, 2012). Consta de 10 escalas con 8 ítems
cada una. El sujeto ha de valorar en qué medida le resultan importantes una serie de aspectos
relacionados con el trabajo.

El análisis de la validez de contenido empieza con la definición operacional del dominio. La


Tabla 8 muestra la especificación de contenidos elaborada para representar los diferentes
constructos derivados del modelo Rueda de Motivos. Se tuvo en cuenta para ello, además de
los objetivos, necesidades y valores, los comportamientos laborales que dichos motivos
suscitan, etiquetados como competencias, de modo que el modelo fuera directamente
aplicable a la selección y desarrollo de talento. También se incluyeron las expectativas
profesionales, es decir, los incentivos o recompensas organizacionales a los que son sensibles
las personas en función de sus motivos dominantes. De este modo pueden alinearse las
políticas de atracción, vinculación y compromiso del talento con los diversos perfiles
motivacionales (Tabla 9).

La validez de contenido de un instrumento indica el grado en que los ítems son relevantes (si
son todos los que están) y representan el dominio de contenidos o comportamientos de la
variable que se pretende medir (si están todos los que son). El procedimiento habitual es
juzgar la relevancia de los ítems por un grupo de expertos a los que se pide que emparejen los
ítems con el dominio que, en su opinión, están evaluando. Para evaluar la validez de contenido
del APM se pidió la colaboración de un panel de seis expertos, compuesto por psicólogos
profesores de universidad y profesionales del ámbito de los recursos humanos. En promedio,
los expertos fueron capaces de clasificar correctamente el 85% de los ítems que forman parte
del APM, un porcentaje especialmente elevado teniendo en cuenta que el instrumento tiene
10 escalas. Los porcentajes más altos de ítems correctamente clasificados corresponden a
Autonomía (100%), Poder (100%), Logro (94%) y Exploración (90%). Cooperación (67%) y
Hedonismo (75%) son las escalas menos reconocidas (Valderrama, Escorial y Luceño, 2015).
El cuestionario APM fue completado por una muestra de 1529 mujeres y 1085 hombres en
diversas situaciones laborales y sectores variados. El rango de edad de los participantes estuvo
entre los 17 y los 72 años. Los valores de consistencia interna para las escalas del APM varían
de 0.70 a 0.90 para la muestra global (Tabla 10), con valores muy similares para varones y para
mujeres y para la mayoría de los grupos de edad. Los menores valores de alfa se observan en
la escala de Cooperación que, sin embargo, supera el valor límite de 0.70 (Valderrama, Escorial
y Luceño, 2015).

La validez de constructo interna se refiere al grado en que las relaciones entre los ítems o
escalas reproducen la estructura prevista. Las teorías de rasgo latente conciben la
unidimensionalidad como la existencia de un único rasgo subyacente a las respuestas de los
sujetos a un ítem, para lo cual se utilizan técnicas de Análisis Factorial Confirmatorio (AFC). Con
el fin de validar la estructura hipotetizada se realizaron en primer lugar una serie de AFC para
determinar si la contraposición de un motivo con su correspondiente contramotivo está
reflejando una única dimensión bipolar en la que saturan algunos ítems en positivo y otros en
negativo (modelo de un factor) o si el motivo y su contramotivo reflejan dos dimensiones
inversamente correlacionadas. El modelo de dos factores fue el que presentó el mejor ajuste
en todas las dimensiones (Valderrama, Escorial y Luceño, 2015).

Debido al elevado tamaño muestral, al número de ítems por factor y a las dificultades que esto
plantea para la obtención de factores claros, se procedió a la construcción de parcelas o
subconjuntos de ítems, formando tres parcelas de la misma dimensión. En la Tabla 11 se
presentan los índices de bondad de ajuste de los modelos de dos factores estimados
definiendo cada factor a partir de tres parcelas (tres conjuntos de los ítems que las definen
originalmente). En todos los casos el CFI supera el 0.95 y el RMSEA está en todos los modelos
estimados por debajo de 0.08 y en algunos casos incluso por debajo de 0.06 (Valderrama,
Escorial y Luceño, 2015).

Finalmente, se procedió a contrastar un modelo global que reproduce el modelo de la Rueda


de Motivos. Los 5 motivos y los 5 contramotivos estarían definiendo dos factores de orden
superior denominados “Aproximación” y “Evitación”, que estarían inversamente relacionados
(Figura 2). El ajuste de este modelo global es aceptable, estando el CFI por encima de 0.95 y el
RMSEA por debajo de 0.08.

Los resultados obtenidos en este estudio aportan evidencia favorable a la interpretación de las
puntuaciones del APM en términos de los constructos teóricos propuestos por el modelo
Rueda de Motivos (Valderrama, Escorial y Luceño, 2015).

TABLA 8

TABLA 8

ESPECIFICACIÓN DE CONTENIDOS DEL MODELO


TABLA 9

TABLA 9

RELACIÓN ENTRE LOS MOTIVOS Y LOS FACTORES DE COMPROMISO

TABLA 10

TABLA 10

CONSISTENCIA INTERNA (ALFA DE CRONBACH) DE LAS ESCALAS DEL APM

TABLA 11

TABLA 11

ESTADÍSTICOS DE BONDAD DE AJUSTE DE LOS MODELOS PARCELADOS

FIGURA 2

FIGURA 2

MODELO GLOBAL ESTIMADO A PARTIR DE LAS PARCELAS

Figura 2. Chi-Square=4647.9 gl=394 CFI=0,96 RMSEA=0.06. Tomado de “APM. Análisis del perfil
Motivacional” por Valderrama, B., Escorial, S. y Luceño, L. Copyright 2015 por TEA Ediciones.

ÁMBITOS DE APLICACIÓN

El modelo Rueda de Motivos y el APM tienen aplicación en diversos ámbitos dentro del
contexto laboral (Tabla 12).

El APM es un instrumento de aplicación breve mediante el cual la persona puede conocer su


perfil de motivos, sus expectativas profesionales, los estilos de dirección, las recompensas y
cultura más acordes para que pueda alcanzar un rendimiento óptimo. Es muy útil en procesos
de orientación vocacional, coaching, mentoring y desarrollo de competencias.

El modelo Rueda de Motivos tiene una gran utilidad a la hora del diseño de políticas de
atracción y retención de talento y la gestión del compromiso organizacional, entendido como
la disposición del trabajador para alinear su comportamiento con las prioridades y las metas de
la organización, contribuyendo con sus capacidades a alcanzar la misión de la empresa o
institución. Para que exista compromiso es necesario que exista un equilibrio entre la
motivación (disposición y esfuerzo de los empleados) y la satisfacción (recompensas
organizacionales). Para que los trabajadores tengan expectativas positivas y confíen en que
serán recompensados es necesario establecer recompensas alineadas con sus verdaderas
expectativas, lo que requiere conocimiento de su perfil de motivos, sus intereses y sus
necesidades actuales (Valderrama, 2010).

Es importante también tener en cuenta en las políticas de selección la búsqueda de los


profesionales con mayor propensión a comprometerse. El análisis de la matriz de correlaciones
entre el APM y DECORE (Cuestionario de Evaluación de Riesgos Psicosociales; Luceño y Martín,
2008) mostró que las personas con mayor motivo de Conservación, que expresan un mayor
deseo de protegerse a sí mismas, ganar dinero y conservar sus bienes materiales, perciben un
entorno laboral más aversivo, valorando peor las relaciones que mantienen con compañeros y
supervisores, las recompensas que reciben por su trabajo, el control que tienen sobre el
mismo y el esfuerzo cognitivo que les supone. A la inversa, las personas más altruistas, que
puntúan alto en motivo de Contribución, valoran de forma positiva los retos cognitivos de su
trabajo, el apoyo de sus compañeros y jefes y las recompensas que perciben (Valderrama,
Escorial, Luceño y Martín, 2012).

Los resultados obtenidos en la muestra de tipificación del APM arrojan diferencias


significativas en la variable sexo. El tamaño del efecto (d de Cohen) es pequeño en todos los
casos excepto en Cooperación (.355) y Poder (-.418), mostrando que los varones tienen mayor
motivo de Poder y las mujeres mayor motivo Cooperación (aversión al poder). Este es un dato
importante a tener en cuenta a la hora de diseñar políticas de igualdad para promover el
acceso de mujeres a puestos de dirección.

TABLA 12

TABLA 12

CAMPOS DE APLICACIÓN DEL MODELO RUEDA DE MOTIVOS

CONCLUSIONES

Dada la importancia de la motivación laboral y la ausencia de taxonomías universalmente


aceptadas que permitan la comunicación entre los investigadores y la integración de los
hallazgos, se ha presentado el modelo Rueda de Motivos junto con su fundamentación teórica
y las evidencias empíricas de validez obtenidas mediante el cuestionario APM construido a
partir del modelo.

Es un modelo útil tanto para los profesionales de Recursos Humanos, como para los
investigadores a la hora de profundizar en las relaciones de los perfiles motivacionales con
otras variables relevantes en el ámbito de la Psicología Organizacional, tales como el
rendimiento, el estrés laboral, el compromiso, los estilos de liderazgo, la cultura y el clima
laboral.

Conflicto de intereses

No existe conflicto de intereses.

Referencias

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Notas de autor
Beatriz Valderrama. Alta Capacidad. Narváez, 51. 28009 Madrid. España.

Revisiones Reviews

Psicología Basada en la Evidencia: algunas cuestiones básicas y una aproximación a través de


una revisión bibliográfica sistemática.

Evidence Based Psychology: Basic concepts and literature review.

Lilian R. Daset

Universidad Católica del Uruguay

Cecilia Cracco

Universidad Católica del Uruguay

Resumen: La comunicación tiene como objetivo desarrollar el concepto de Evidencia aplicada a


la praxis psicológica, partiendo de un breve recorrido por aspectos conceptuales y sobre
procesos, actores e instituciones científicas, a través de los cuales se gestionan y acreditan las
propuestas de intervenciones -expresadas en Guías y Protocolos- en salud, educación,
formación, entre otros campos.

Se presentan, además, los resultados de una revisión bibliográfica sistemática de artículos


presentados entre 2003-2013, en publicaciones arbitradas e indizadas, recogidas en el
SocIndex, Medline, Eric, Academic Search Complete; en español e inglés; con la exclusión de
aquellos estudios que usaron la nominación de Evidencia en forense, legal o cuando el término
era tomado en tanto prueba, certeza y otros trabajos que comparten el uso genérico de la
palabra y no el del concepto que aquí se estudia.
Los hallazgos arrojaron 196 publicaciones, 41 de las cuales cumplen con los criterios señalados.
Fueron agrupadas según campo de aplicación de la Psicología, registrando un 49% en el área
de Psicología Clínica, 24% en Psicología Educacional y del Desarrollo, 15% referidas a
Formación en Psicología y 12% en Psicología de la Salud.

Los resultados de este acercamiento exploratorio indican que, se amplía el ámbito de estudio
bajo la modalidad de la PBE, no obstante se observan las dificultades y diferencias en el uso del
constructo y en la consolidación de las metodologías más eficaces; con un énfasis marcado de
publicaciones que contienen discusiones a nivel conceptual.

Palabras Clave: Psicología basada en la Evidencia, guías, protocolos, Práctica basada en la


Evidencia.

Abstract: This article aims to discuss the concept of evidence as used in the psychological
practice, starting with a brief tour of basic issues. It analyzes the processes, actors and
scientific institutions that manage and validate the proposed interventions in the health,
education and training fields.

The results of a systematic literature review of articles published both in English and Spanish,
in the period 2003-2013, are presented. Only articles published in referred journals included in
SocINDEX, Medline, Eric and Academic Search Complete, were considered. Articles in which
the term evidence was used with a different meaning (e.g. legal or forensic evidence) were not
included in the present literature review.

The database search yielded 196 articles, 41 of which met the selection criteria. These
publications were classified in the following categories Clinical Psychology (49%), Education
and Developmental Psychology (24%), Psychology Training (15%) and Health Psychology (12%).

The results of this exploratory study show an extending scope of the evidence based
psychology field. We note, however, some inconsistencies and problems both in the use of this
construct and in the consolidation of the most effective methods, as well as an over
representation of papers discussing conceptual aspects.
Keywords: Evidence based Psychology, guidelines, protocols, Evidence based Practice.

Correspondencia: Lilian Daset. Facultad de Psicología, Universidad Católica del Uruguay.

Correo Electrónico: ldaset@ucu.edu.uy

Recibido: 03/2013

Revisado: 09/2013

Aceptado: 10/2013

Introducción

A través de esta comunicación se hace un exordio al tema de la Evidencia en la práctica


psicológica, a partir de: un breve recorrido por algunos hitos centrales en su desarrollo; una
esquematización sobre los principales componentes a considerar en un abordaje desde este
modelo; el señalamiento de algunas de las entidades que acopian y revisan estudios sobre
Evidencia -fundamentalmente en Salud Mental- y finalmente, una Revisión Bibliográfica
Sistemática -acotada en tiempo y publicaciones científicas- con el fin materializar este
acercamiento a una parcela del actual estado de la cuestión, según los diversos campos de
acción de la Psicología.

Algunas notas históricas y definición


El tema de la Psicología basada en la Evidencia (PBE) puede ser abordado de muchas maneras,
dos especialmente claras y direccionadas por los fines que persigue, pero ambas -y algunas
otras contextuales relevantes- parecen contener una aspiración común: contar con la mayor y
mejor información en formato de pruebas -evidencia- que avale una forma específica de
intervención en salud mental y en psicología, para el caso (Chambless et al., 1996; Chambless
& Ollendick, 2000; Daset, en prensa). Una de estas formas es la que deviene de lo que la
ciencia se propone como objetivo ante los problemas que se le presentan: encontrar una
respuesta con el mayor ajuste y el menor costo de recursos de todo orden, es decir, al alcance
de las posibilidades de muchos y con la mayor simplicidad.

Una segunda vía de acercamiento al tema de la Evidencia, es aquella que generalmente es más
comprensible para todos los profesionales y refiere a sus directas necesidades de respuesta -
no ya de la propia ciencia- en su labor cotidiana (Echeburúa, Salaberría, de Corral y Polo-López,
2010). Ambas parecen ser segmentos de una sola línea, que pone de manifiesto ese sitio justo
donde la práctica de la profesión lleva a la misma encrucijada que los desarrollos de la ciencia y
entonces, una vez más se muestra lo indisolublemente juntas que ambas discurren, pero
también se ponen de manifiesto las “sorderas” mutuas.

Los dos tópicos señalados en los párrafos que anteceden, transcurren como toda “gestalt”, una
figura sobre un fondo donde, entre otras variables intervinientes, comienzan a tener una
fuerte incidencia los sistemas de salud y las legislaciones nacionales e internacionales y las
prácticas que de ellas devienen, como es el caso de los seguros, de las coberturas de los
servicios de atención, de los sistemas de ayuda social y educativos (Echeburúa et al., 2010;
Fernández-Hermida, 2012; López Soler, Martín Sancho y Garriga Puerto, 2012), los que cada
vez más utilizan criterios de eficacia y eficiencia para medir las intervenciones.

La gran mayoría de los actuales logros de la investigación en Psicología llevan a pensar en tres
asuntos centrales de discusión para la profesión, por un lado los insumos necesarios para dotar
de consistencia y veracidad a las explicaciones que las teorías dan a los fenómenos psíquicos;
por el otro, contar con algún tipo de certeza para orientar la búsqueda de formas de
intervención, según ciertas condiciones antecedentes. Un tercer tema es la profusión de
información sobre intervenciones, instrumentos, procedimientos profesionales, etc. de que se
dispone en la actualidad (Fernández-Álvarez, 2003; Fernández-Hermida, 2012), lo que crea la
directa necesidad de tener algún tipo de criterio supraordenador que, además de filtrar la
información, lo haga de forma tal que los estudios que decanten sean los de mejor calidad y
esto, científica y socialmente, implica el que puedan ser discriminadas aquellas respuestas a
problemas de personas o instituciones, más eficaces (Fernández-Álvarez, 2011). Las
propuestas de la PBE aportan alguna luz a la discusión planteada.
El término Evidencia hace referencia a prueba, indicio y en español también representa a la
certeza que se tiene sobre algún asunto (Frías Navarro y Pascual Llobell, 2003); nos
encontramos entonces también con algunas dificultades de orden semántico, pero
sustancialmente cuando se habla de Evidencia bajo este constructo, se coincide en que la
investigación sistemática provee unas pruebas, que son las de “mejor calidad” que puede
ofrecer el actual estado de desarrollo del área de ciencia, sobre un asunto específico. Es dable
notar que la abreviatura PBE es utilizada también para hacer referencia a la Práctica Basada en
la Evidencia, un concepto más globalizador y que es de uso en otras áreas de ciencia
(Medicina, Enfermería, Ciencias Sociales, etc.); a los efectos de esta comunicación se utilizará
para hacer referencia a la Psicología Basada en Evidencia o en Pruebas, pero se entiende se
incluyen mutuamente.

Los antecedentes conceptuales de la PBE no son ajenos a los desarrollos de la Medicina basada
en la Evidencia (MBE) en la que muchos encuentran sus raíces y con la que transcurre la
discusión de los modelos explicativos (Haynes, Sackett, Gray, Cook, & Guyatt, 1996; Sackett,
Rosenberg, Gray, Haynes, & Richardson, 1996) y como plantean, no se trata de “un libro de
cocina”, ya que por buena que sea la manualización sobre una intervención (e.g. Guía de
Práctica Clínica), la experiencia del profesional o las preferencias del paciente pueden hacer
tambalear y hasta anular el peso de las pruebas que arrojara la investigación. A partir de esa
mirada crítica, con inclusión de diferentes Actores -pacientes, expertos, sistemas,
investigadores, etc.- es que se van construyendo los diferentes modelos, avanzando en cada
uno hacia una mirada más inclusiva y contextual.

Para la American Psychological Associaton (APA, 2005), el propósito de la EBPP (por sus siglas
en inglés de Evidence Based Psychology Practice) es el desarrollo de una práctica profesional
en Psicología efectiva; incorporando criterios sustentados empíricamente a todos los niveles
de acción: evaluación, intervención y también en lo que refiere a la relación terapéutica. Todo
ello está en concordancia con lo que señala el Código de Etica de la propia asociación (APA,
2002) y tiene como colofón las Buenas Prácticas Profesionales, donde subyace sin duda más
profundamente una “ética del conocer” según lo expresa Rovaletti (2002).

La propuesta de la APA es fruto de varios aportes de distintos grupos de trabajo; ya en 1993 se


enfatizaba la necesidad de aunar fuerzas, profesionales y de investigación, para promover las
mejores formas de intervención por parte de la División XII de la APA (1993a) lo que se ve
plasmado en las Directrices para la elaboración de Guías, del Grupo de Trabajo sobre Guías de
Intervención (APA, 1993b); años después tales discusiones se harían más específicas, como es
el caso del trabajo del Comité sobre Práctica profesional (APA, 2007)o la contribución concreta
del Grupo de Trabajo en Práctica Basada en la Evidencia con Niños y Adolescentes (APA, 2008).
Una cronología que perfila cómo se fueron concentrando los esfuerzos y permite contar hoy
con algunos productos, tanto para profesionales como para investigadores, entre los que
destacan los de orden metodológico -las formas para obtener Evidencia- y los que tienen un
carácter más operativo como las Guías de Práctica Clínica, Guías de Tratamiento y Protocolos;
así como planes y programas de formación.
Modelos y actores de la PBE

En un escenario con necesidad de rigorismo y caracterizado por la subjetividad inherente a los


procesos humanos y los múltiples problemas a dilucidar, una aproximación metodológica
desde la Evidencia se presenta -además de atrayente- como una lógica consecuencia del
conocimiento acumulado en Psicología. Y desde las conocidas formas de obtener evidencia
como la observación, hasta la construcción de modelos complejos para delimitar variables, se
va potenciando su capacidad explicativa.

La Evidencia ha dejado de ser un coto de caza exclusivo de los investigadores, para


transformarse en un espacio donde convergen éstos y los profesionales. Los expertos están
cada vez más exigidos por los sistemas que integran y por la sociedad misma, por las
respuestas que deben dar en una nueva témporo-espacialidad y en el marco de un abordaje
multidisciplinar, que les insume también conocer y construir lenguajes comunes y el
entramado de intervenciones que se solapan y concatenan.

La Práctica Basada en la Evidencia en Psicología, que es definida por la Division XII como
aquella que busca integrar la investigación clínica experta de mejor calidad, con el contexto y
cultura del paciente, así como con sus preferencias (APA, 2005); promueve la recogida,
interpretación e integración de la evidencia válida y más importante, que surge tanto de la
investigación como del juicio clínico, así como de la opinión del paciente. Y al decir de Sackett
et al. (1996): “el uso consciente, explícito y juicioso de la mejor evidencia disponible en la toma
de decisiones sobre el cuidado de los pacientes individuales" (p.72-73). Lo que se plasma en
criterios como los de Eficacia y Utilidad Clínica, donde Eficacia implica contemplar las
relaciones causales posibles entre una determinada intervención y el trastorno que aborda.
Cuando se hace referencia a la Utilidad, se evalúan el tipo de pruebas de que se dispone, la
generalización, los niveles de aceptación del paciente y la relación costo-beneficio de esas
intervenciones (APA, 2002).

El objetivo es por sobre todas las cosas poder delinear intervenciones eficaces (APA, 2007;
Sackett et al., 1996); entre ellas tienen un lugar preponderante los Tratamientos Basados
Empíricamente o con Apoyo Empírico (TAE’s en español; EST’s por sus siglas en inglés; o
Tratamientos Psicológicos Eficaces como mayormente se los conoce en España), una meta que
dirige el sentido de las acciones que comienzan a generarse en derredor de cómo conseguir la
evidencia necesaria para planificar una intervención, cómo evaluarla, valorarla, sobre la
ineludible base de una investigación. Para los Sistemas la finalidad es clara, incorporar listado
de tratamientos en sus programas que se caractericen por su eficacia, eficiencia y efectividad
(Barlow, 1996; Becoña et al., 2004; Moriana y Martínez, 2011; Seligman, 1995; Shapiro, 1996).

Los criterios vienen de la MBE y es así que, se presentan los primeros grupos de tratamientos
psicoterapéuticos diferenciando entre Empíricamente sustentados y Probablemente eficaces
(Chambless et al., 1996; Chambless, & Hollon, 1998). Una categorización esencial si se tiene en
cuenta que, los empíricamente sustentados, son los que han cumplido con todos los requisitos
que la investigación y los expertos en la práctica pueden proveer, generalmente producto de
estudios multicéntricos, con robustos resultados estadísticos y verificables bajo diversas
formas y en el tiempo; en tanto los que aún no reúnen todas la condiciones señaladas, pero
prometen y cuentan ya con estudios de buena calidad son considerados Probablemente
eficaces. Una distinción que a la hora de tomar decisiones clínicas es determinante,
especialmente en el campo médico, de donde provienen las primeras diferenciaciones.

El estudio de la práctica basada en la evidencia, en el ámbito de la Psicología, examinó los


aspectos planteados por los modelos aportados por la MBE y añadió algunos asuntos a la
discusión como, las variables relacionadas con los valores y creencias de los pacientes, el
contexto en que transcurren los tratamientos y de donde provienen los casos, factores
socioculturales, demográficos, redes sociales, motivación para el cambio, capacidades
funcionales, entre otros. Sin dejar de lado la limitación que acompaña a la experiencia del
clínico, en cuanto a persona pasible de los mismos sesgos. Además del análisis de los
elementos que proponía el modelo de la MBE, la APA trabaja especialmente sobre las
competencias que deben ser incluidas en la formación de los profesionales en psicología, en
los procesos que implican la Toma de Decisiones en la Práctica Profesional (APA, 2003;
Satterfield et al, 2009).

Desde los Modelos explicativos iniciales a la actualidad, se fueron integrando no sólo actores
sino también la consideración de procesos y la jerarquía de algunos de los conglomerados, que
en su expresión gráfica denotan un enfoque cada vez más complejo (Goodheart, 2006). Con la
finalidad de ilustrar estas agrupaciones o conglomerados de Actores y Procesos que debe -
mínimamente- considerar cualquier Modelo que se sustente en una PBE, se presenta la
propuesta en el Diagrama 1.
Los Actores que se proponen a partir de los modelos más recientes refieren a:

- Paciente, Cliente, Demanda: que puede estar representada por un Individuo o un grupo de
ellos, que está inmerso en un contexto y que tiene un tipo particular de demanda que
transcurre en un momento histórico -personal y global-, con unos recursos y unas condiciones
antecedentes y una estructura con sus alcances y limitaciones. En este Actor también deben
incluirse muchas veces otras personas o grupos, tal el caso de la Familia, los Cuidadores, los
Pares, etc., sobre los que se han de generar un cierto tipo de acciones concretas, que
generalmente deben estar consignadas en los estudios para obtener evidencia primero y en las
Guías posteriormente.

- Profesional, Experiencia Clínica, Formación: En este grupo se incluye al profesional, la


experiencia clínica del mismo y también a la formación; en el último caso no sólo la que se
relaciona directamente con el grado de experto para llevar adelante una intervención, sino sus
conocimientos para incorporar el modelo de Guías y Protocolos sustentados en evidencia. Esto
último implica que sea capaz de generar acciones de “ida y vuelta” con los investigadores,
según las pautas de éstos pero también con un sentido crítico, resultado de su capacidad de
evaluar acciones y resultados.

- Investigadores y Productos de la Investigación Sistemática: Estos actores son los que


provienen habitualmente de los ámbitos académicos y tienen como horizonte el validar las
evidencias que surgen de los estudios empíricos y reevaluarlas a la luz de los demás actores del
sistema. Son generadores de métodos, que deben ser probados y aquilatados en la práctica y
están en constante tensión entre lo que los Sistemas proponen y limitan, lo que los
profesionales requieren y lo que los pacientes demandan. De todos son los que deben
“conocer todos los lenguajes”, por lo menos comprensivamente. También dentro de esta
categoría se encuentran los organismos que acopian y evalúan estudios sobre evidencia, tal es
el caso de las Colaboraciones Cochrane y Campbell, que se mencionan más adelante.

- Sistemas de Salud, Sociales y Educativos, nacionales, regionales e internacionales. Aunque


han estado entre los últimos en ser incorporados al Modelo, su presencia ha sido inmanente
aún en los casos en que las estructuras son muy escasas; las políticas marcan líneas sobre las
que se agrupan las acciones de los profesionales. En algunos casos estos sistemas han tomado
bajo su responsabilidad el desarrollo de Guías y Protocolos, una práctica que ha sido
controversial para muchos. La Psicología cada vez más se incorpora en los Sistemas,
especialmente los públicos, por lo que se ve impulsada a trabajar sobre el tema de las prácticas
basadas en la evidencia, en la lucha por unos recursos siempre escasos y unas demandas que
se acrecientan. Son varios los estudios que tienen como objetivo los Sistemas, en tanto Actor
de esta escena a la que nos enfrenta la ciencia por estos días. Los Sistemas de Salud y de Salud
Mental como marco de este trabajo, cada vez se hacen más activos y no sólo incorporan la
manualización en sus programas de prevención, tratamiento y rehabilitación, sino que también
se han convertido en un generador de Guías y Protocolos o en administradores de los mismos.
Esta cuestión tiene mucho de favorable, pero también genera polémicas, en tanto el sistema
per se generalmente tiene dificultades para contener a todos los actores necesarios para el
desarrollo, implementación, evaluación, seguimiento y revisión de la modelización (Satterfield
et al., 2009). En el sistema educativo en los últimos años han aumentado los trabajos que
buscan aplicar el modelo de práctica basada en la evidencia, donde las conclusiones empiezan
a ser también de interés para los profesionales no solo de la educación sino especialmente de
la Psicología (Lyon, Borntrager, Nakamura, & Higa-Mc Millan, 2013).

El Flujo de Evidencia que contiene los conglomerados expuestos en párrafos anteriores, a nivel
operativo requiere cumplir con una serie de pasos, los que no solo deben ser conocidos por los
investigadores sino también por los profesionales, a saber:

- formular el problema clínico,

- localizar en la literatura científica los estudios relevantes,

- valorar críticamente la evidencia encontrada,

- aplicar los hallazgos a la práctica clínica,

- incorporar los resultados a las entidades que acreditan modelos de intervención -Guías o
Protocolos-.

El Diagrama1 comienza y finaliza su trayectoria en la Demanda, una teleología -en su


concepción más contemporánea- que subyace a Actores, escenarios y metodologías y contiene
la complejidad -a la vez que la simplicidad- de aquellas cuestiones esenciales a un área de
ciencia y que requieren además, una mirada que las trascienda.

Administración y seguimiento de prácticas basadas en la evidencia


Cuando se analiza el tema de la Práctica Basada en la Evidencia, surge la pregunta sobre Quién,
Cómo y de Qué manera se considera la calidad de la Evidencia obtenida o Qué soporta tal o
cual intervención, Cuál es una “Buena Evidencia”. Se trata entonces de la confianza y por tanto
de su fiabilidad; todo lo que preocupa al Profesional y al Investigador, también al Sistema y
fundamentalmente a quien genera la demanda.

Se han hecho importantes esfuerzos por ir bosquejando respuestas a las cuestiones centrales
planteadas y desde ámbitos que, en sí mismos, se constituyen en resguardo de
procedimientos, con una presencia menos conocida de lo esperado en los ámbitos
profesionales. Son un Actor que recoge y revisa evidencia bajo criterios preestablecidos y
sobre unas pautas muy ligadas a las que rigen la investigación, a la vez que son fuentes de
información para los expertos y para el público en general, entre ellos se encuentran:

- La Colaboración Cochrane, especialmente dedicada a la medicina -aunque incluye algunos


trabajos en salud mental- recoge fuentes de información sobre evidencia, bajo criterios
explícitos y es un referente a nivel mundial. Actualmente se puede acceder a esta entidad en
idioma español, además del inglés a través de las Bibliotecas Virtuales en Salud (Sackett,
Straus, Richardson, Rosenberg, & Haynes, 2000).

- También en Salud y con énfasis en las áreas médicas, pero con cada vez mayor presencia en
la salud mental, se encuentra el Centro para la Salud Mental basada en la Evidencia de la
Universidad de Oxford; también la Unidad de Investigación sobre Salud de la Universidad de
McMaster (quien fuera la pionera desde Canadá en el tema Evidencia) y los servicios de la
Secretaría de Salud de España (López Soler et al., 2012).

- La Colaboración Campbell, que dirige sus esfuerzos en pos de recoger estudios rigurosos con
gran soporte estadístico, como el meta-análisis y también de revisiones sistemáticas;
enfocándose especialmente sobre efectos de tratamientos (Petrosino, Boruch, Soydan,
Duggan, & Sánchez-Meca, 2001; Sánchez-Meca, Boruch, Petrosino y Rosa-Alcázar, 2002).

- Otros organismos acopian y realizan seguimiento de prácticas basadas en la evidencia y hay


publicaciones científicas que dedican un importante espacio a los trabajos que contienen
pruebas sobre intervenciones, donde la condición más frecuente es que cuenten con una
revisión sistemática o un meta-análisis, con más de un centro de aplicación de un modelo de
intervención y Guía o Protocolo, con pautas bien establecidas apriorísticamente y cada vez
más, con la incorporación de la experiencia del clínico y la voz de los usuarios.

En general, algunas de estas organizaciones, tras el análisis minucioso y con metodología que
rigurosamente revisa los estudios que son presentados para su consideración, generan algún
tipo de valoración, por ejemplo del tipo que señalan Turner, Beidel, Spaulding y Brown (1995)
sobre los tratamientos, diferenciándolos según se atengan a los criterios de eficacia en:
Eficaces, cuando las pruebas demuestran que los resultados han sido positivos para los
destinatarios; Efectivos, a aquellos que han demostrado una utilidad en la práctica clínica
habitual pero no cuentan aún con evidencia empírica sobre ello y Eficientes, para los que
logran mayores beneficios a un costo más bajo. La anterior no es la única evaluación que se
realiza, como ya se señalara. En todos los casos tienden a compartir un criterio común, el de
las pruebas que se ofrecen, resultados, seguimiento de los mismos, calidad y actualización.

Estas valoraciones, las entidades que las generan y la conjunción de esfuerzos de todos los
actores han supuesto un cambio sustancial que, con diferentes ritmos, para algunos muy
lentamente (Jensen, 2003), se han ido instaurando como un aporte fundamental para el
cambio. Todo ello implica lo que Sánchez-Meca y Botella (2010) señalan como los dos grandes
avances metodológicos de estos días: el enfoque de la Psicología Basada en la Evidencia y el
desarrollo metodológico de las Revisiones Sistemáticas y el Meta-análisis. Parece estar
aconteciendo el tan necesario acercamiento entre práctica profesional e investigación,
entonces, se estaría frente a una mayor comprensión y ajuste entre las demandas de la
sociedad y grupos profesionales y la universidad (por donde discurriría el nuevo estado de la
Psicología que señalara Babione, 2010).

A modo de ejemplo de uno de estos avances y de las diferentes aristas analizadas por este
enfoque, se encuentran los instrumentos que evalúan no solo la Evidencia, sino la Actitud de
los profesionales para la incorporación de nuevos tratamientos surgidos de la investigación.
Entre esos instrumentos se encuentra la escala desarrollada por Aarons (Evidence-based
Practices Attitude Scale, [EBPAS], 2004), con la que indaga las creencias que el profesional
tiene respecto a la controversia sobre evidencia versus experiencia clínica. La EBPAS ofrece
una puntuación general - valoración positiva o negativa del ETB’s- y luego tres escalas
específicas, una que mide aspectos de orden más subjetivo como lo atractivo que pueda ser
para el profesional un determinado tratamiento; además se objetivan los requerimientos que
el mismo exige y la disposición ante la manualización de las intervenciones. La escala permite
colaborar en la evaluación de aspectos referidos a los servicios de salud mental como
organización y los que tienen que ver con las diferencias individuales (Aarons, 2005). Solo una
muestra de los diferentes ángulos de estudio que se van incluyendo en la PBE.

Desarrollos Metodológicos

La PBE, como señalan Sánchez-Meca y Botella (2010), tiene como uno de los pilares
fundamentales los desarrollos metodológicos, entre ellos destacan los estudios meta-analíticos
y las revisiones sistemáticas. En este trabajo, se utiliza una Revisión Sistemática con la finalidad
de acercarnos a las producciones en este enfoque a partir de publicaciones científicas.

Para circunscribir la metodología utilizada y el carácter que la misma adquiere, especialmente


en los estudios de PBE, se plantea a continuación una definición sencilla de ésta y también de
lo que implica el Meta-análisis.

Siguiendo a Frías Navarro y Pascual Llobell (2003), cuando se habla de Meta-análisis se hace
referencia a un tipo de estudios estadísticos que apunta a conocer el tamaño del efecto medio,
producido por la intervención que se realiza. Para ello, los expertos en este tipo de
metodología reúnen trabajos de calidad, todos los que encuentran sobre un tópico en
particular -con criterios a priori para su inclusión o exclusión-, hacen un minucioso análisis
sustentado en estadísticos sobre los resultados obtenidos y estiman así su efecto. Hay
múltiples formas para trabajar con los sesgos que surgen de este tipo de procedimientos. Se
podría resumir entonces que el Meta-análisis, a partir de una serie de procedimientos
estadísticos, permite trabajar con múltiples estudios y concluir sobre los efectos de los mismos
y sus sesgos; metodología que va cobrando espacio no solo en Psicología sino en otras áreas,
especialmente a partir de los años 90.

Las Revisiones Sistemáticas, son estudios de tipo secundario que procuran hacer una síntesis
de las mejores pruebas con que se cuenta, con una metodología rigurosa, explícita y con un
alto nivel de sistematización con el objetivo de identificar, seleccionar, analizar y hacer una
valoración crítica de los estudios empíricos, sobre un tópico específico claramente definido y
conceptuado a priori, para proveer información sobre una pregunta formulada con claridad -al
decir de Sánchez-Meca y Botella (2010)-. Estas Revisiones suponen que el estudio de la
literatura científica debe ser hecho con igual rigorismo que en la investigación aplicada
(Perestelo-Pérez, 2013; Sánchez-Meca y Botella; 2010).

Las revisiones sistemáticas poseen relevancia en el mundo científico y en particular en


Latinoamérica, por contribuir- en primer término- a la fundación de conocimiento y la
delimitación del estado de la cuestión en un tema de la Psicología y en segunda instancia, por
posibilitar -a partir de esos estudios- la construcción de Evidencia en nuestra región, con sus
particularidades y posibilidades (Urra Medina & Barría Pailaquilén, 2010).

A continuación se plantea la Metodología utilizada, así como, las Fases que formaron parte del
proceso de Revisión Sistemática, que fuera utilizado como base para la elaboración de esta
comunicación.
Metodología

Se realizó una Revisión Bibliográfica Sistemática con el objetivo de lograr una aproximación al
estado actual de la cuestión de la PBE y conocer campos de aplicación, énfasis de los estudios
analizados, concentración en cuanto a publicaciones y años.

Materiales

Se consultaron las bases de datos señaladas con los criterios de búsqueda que figuran en la
Tabla 1.

Procedimiento

Fase 1

Se consultaron las bases de datos SocIndex, Medline, Eric y Academic Search Complete, con los
descriptores y criterios de inclusión y exclusión mencionados en la Tabla 1.

Se extrajeron 196 trabajos.


Fase 2

De las 196 referencias obtenidas se seleccionaron aquellos Resúmenes que cumplieran con los
siguientes criterios:

- Que el uso del término Evidence refiriera al constructo del enfoque de la PBE

- Que no fuera utilizada como prueba o certeza desde un punto de vista coloquial

- Que no formara parte de notas editoriales o comentarios generales de actividades sobre el


tema.

Se extrajeron 41 trabajos.

Fase 3

Se analizó la información obtenida de la búsqueda organizándola según los siguientes


apartados: nombre de la publicación, año, tipo de trabajo y campos de aplicación.

Resultados
Los resultados obtenidos, a partir de los 41 trabajos extraídos tras las búsquedas bibliográficas
(ver Apéndice), organizados según los parámetros y procedimiento expuestos anteriormente,
indican un número acotado de estudios específicos bajo el enfoque de la PBE. A continuación
se discriminan los resultados según los diferentes aspectos estudiados.

En cuanto a las publicaciones con mayor cantidad de trabajos en PBE, la concentración que
figura en la Tabla 2, indica la preponderancia de las de tipo periódico -Journals, Revistas- en el
ámbito de la Psicología Clínica, tal el caso del Journal of Clinical Psychology.

La búsqueda consideró el período enero 2003-setiembre 2013; distribución por años que se
presenta en la Figura 1.

Es en el año 2007 donde se registra una mayor concentración de publicaciones, con un 20% del
total de los trabajos encontrados. Puede observarse una presencia sostenida de trabajos sobre
PBE a partir del año 2006 (en el 2013 se toman sólo los meses de enero a mediados de
setiembre, lo que, a nivel editorial es menos de un semestre).

Objetivo de la publicación

Se consideraron los objetivos centrales de la publicación y se diferencian tres grandes


categorías:
- Conceptuales: donde se inscriben todos aquellos trabajos de tipo teórico, que discuten tanto
aspectos referidos al enfoque y sus componentes, como así también a las controversias que
surgen sobre algunos asuntos de orden metodológico y de aplicación.

- Revisiones Sistemáticas y Meta-análisis: estos trabajos tienen como objetivo la discusión de


los resultados obtenidos -a nivel de pruebas- con alguna de estas metodologías medulares
para la PBE o sobre las propias metologías.

- Estudios de Campo sobre PBE: en este caso el objetivo principal refiere a los efectos de
Intervenciones, Evaluaciones o Encuestas a los Profesionales o Estudiantes sobre aspectos del
ejercicio desde un enfoque sustentado en Evidencias, entre otros.

Los resultados del Gráfico 1 muestran que el 56% de los trabajos revisados son de tipo
Conceptual, el 24% se trata de Revisiones o Meta-análisis y el restante 20% refiere a Estudios
de Campo sobre PBE.

Campo de Aplicación

Finalmente, los trabajos fueron analizados en función del campo de aplicación al que refieren;
los datos encontrados se presentan en el Gráfico 2.
Un 15% de los estudios se concentran en la Formación en Psicología; un 12% en Psicología de
la Salud; un 24% en Psicología Educacional y del Desarrollo y el mayor guarismo -49%- en
Psicología Clínica.

Los resultados obtenidos muestran un énfasis en estudios en el ámbito clínico, lo que sigue la
línea de imposición desde la demanda -por ejemplo los Sistemas y los grupos profesionales
que requieren intervenciones probadas- y en consonancia con la incorporación de los
productos de la PBE a la práctica clínica por parte de algunos Sistemas de Salud, en países con
alta inversión en las metodologías que sustentan la PBE. Entre los trabajos analizados,
destacan los relativos a Guías de Tratamiento de Trastornos específicos, Guías de Intervención
en general -más ligadas a Programas, por ejemplo que refieren a Adolescencia, Adicciones,
entre otros-. También se pone de manifiesto el lento, pero sostenido ingreso del enfoque al
ámbito de la Psicología Educacional, con estudios tanto a nivel de Counseling, de formación y
de las aplicaciones de la PBE en programas de apoyo (e.g. programas de intervención en niños
con dificultades de aprendizaje; con déficit de atención; con capacidades diferentes).

En cuanto a la Psicología de la Salud, los estudios denotan un alto componente de trabajo


multidisciplinario, lo que también redunda en un sesgo en el muestreo de las publicaciones,
porque los trabajos en este campo suelen alojarse con mayor frecuencia en portales y bancos
de datos, fundamentalmente de medicina. De los trabajos a nivel de marco conceptual surge
claramente el importante peso que cobra este enfoque en una Psicología de la Salud basada
en la Evidencia.

La PBE se acrecienta en trabajos más de orden conceptual, a nivel de discusión sobre la


necesidad de incorporación de este enfoque, transversal, donde se analizan y consideran tanto
el nivel donde deben realizarse los entrenamientos en las competencias requeridas para el
ejercicio profesional manualizado, como el tipo de habilidades a desarrollar.

Conclusiones
La Psicología basada en la Evidencia es reconocida como el estado futuro de la Psicología al
decir de Joseph M. Babione (2010), pero ese mañana requiere un acercamiento fundado y
cuidadoso, a la vez que, con más celeridad de la que tiene por estos días, lo que bien dibuja
Jensen (2003) respecto a la formación y competencias en Evidencia, con su planteo "la próxima
generación viene con retraso".

La Revisión Bibliográfica Sistemática que se realizó, sólo como forma de atisbar el estado de la
cuestión en PBE, en una parcela de la vasta producción bibliográfica de estos últimos diez años
en la temática arroja algunos interesantes indicadores; por un lado, que el enfoque va
cobrando fuerza en los diferentes ámbitos, pero lo hace de forma lenta y con concentraciones
muy ligadas al área clínica. La formación en Psicología que aparece más tímidamente
representada, igualmente logra un lugar destacado en casi todos los trabajos cuando se
refieren las necesidades para una PBE. Es allí donde hay una de las más altas coincidencias, no
sólo las vinculadas a los aspectos metodológicos, sino que contienen -explícita o
implícitamente- una discusión sobre Actores y procesos, posibles y aplicables a realidades
concretas, con Profesionales que aún conservan algunos mitos y temores, pero que reconocen
realidades de una complejidad difícil de abarcar.

La aproximación realizada con esta acotada Revisión, pone de manifiesto que se deben ampliar
las bases de búsqueda, los idiomas, los descriptores e incluyendo áreas de frontera; así como
profundizar en el análisis de los trabajos extraídos, procurando elementos para una mayor
diferenciación entre los tipos de estudios y propuestas. Muchos de los asuntos señalados son,
en sí mismos, una limitación de este estudio y acentúan la necesidad de continuar
incursionando en la temática.

Es interesante el resultado del análisis referido a la categoría de los trabajos, donde la


preeminencia está en lo conceptual; lo que parece constituir un indicador de la fase novel en
que se encuentra la PBE, en tanto aún parece ser necesario este tiempo de discusión, a la vez
que de una discriminación más fina de los alcances del constructo y también de las formas y
procesos por los cuales se operativizan y aquilatan sus productos.

En América Latina comienzan a incluirse, muy lentamente, instancias de formación en las


metodologías de soporte y también en lo que refiere al enfoque de la PBE, con escasas
publicaciones sobre las intervenciones o con poco rigorismo en el tema de la eficacia y la
eficiencia, ausencia de organismos que revisen la evidencia, entre otras falencias; no obstante,
se percibe un movimiento incipiente hacia la inclusión de investigaciones empíricas en los
ámbitos de aplicación de la Psicología (Daset, en prensa; Vera-Villaroel y Mustaca, 2006).

Siguiendo a Babione (2010), en la Práctica de la Psicología basada en la Evidencia está el


germen de la Psicología por venir, se plantean cada vez más los temas que refieren a la
formación de los nuevos profesionales e investigadores, además de la obligada actualización
de los grupos de especialistas ya existentes y la necesidad de crear esas vías de comunicación,
para que práctica e investigación se retroalimenten y avancen juntas. Esta escena transcurre
como se decía al principio, en un fondo que enmarcan los Sistemas, que en algunos casos han
desarrollado políticas que incluyen como exigencia que, las intervenciones de elección -
diagnósticas, de tratamiento y aún preventivas-, sean aquellas que cumplen con los criterios
de la Práctica Basada en la Evidencia (Moriana y Martínez, 2011).

Concomitantemente no dejan de sentirse voces en desacuerdo y que objetan los criterios con
los que se evalúan esos tratamientos, enfatizando el tema de la empatía o el vínculo que se
genera entre el paciente y el terapeuta y cuestionando el fuerte componente estadístico que
tiene la propuesta de la PBE. En cualquier caso, el advenimiento de este modelo, transversal,
producto de la acumulación de conocimiento y los avances que posibilitan las TIC’s, supone un
punto de inflexión para profesionales, académicos, pacientes y sistemas. Así como los modelos
se fueron superando y completando y la Psicología hizo relevantes aportes, en el camino por
andar, entre actores y campos de ciencia, se irán delineando las bases para alcanzar unas
Buenas Prácticas desde el lugar en que cada uno actúa su rol. [/body]

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Para citar este artículo:

Daset, L. R. y Cracco, C. (2013). Psicología basada en la Evidencia: algunas cuestiones básicas y


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