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Alysse Ezven Mariana90
Volkov Gerald Myr62
Bella’ Lipi RRZOE
Corazón_de sergeyev Taywong
_tinta Leidy Vasco Tessa
EstherC Maggiih ∞PurpleGirl∞
Correctoras
Bella’
Cherrykeane
Claudiavero
Vickyra

Lectura Final
Bella’

Diseño
Orwzyan
Sinopsis
Ella está marcada por su pasado.
Andrea Evans está traumatizada y cargada de culpa por la muerte
de su prometido. Cansada de la pequeña ciudad chismosa, viaja a la
ciudad de Nueva York para perseguir su sueño de bailar.
Él no está seguro de su futuro.
Cooper Davidson es un famoso fotógrafo y estrella de televisión que
intenta huir de su propia vida llena de paparazzi, clínicas de salud mental
y una esposa infiel que está embarazada
Cuando los caminos de Andrea y Cooper se cruzan, se dan cuenta
de lo dañados y necesitados de escapismo que ambos estan. Los dos
crean un arreglo para explorar el espacio entre el caos y el orden entre
ellos. Las reglas son simples, sin conexiones emocionales, sin hablar del
pasado, sin hablar del futuro, y cuando uno encuentra el orden, el otro se
aleja.
Todo está bien hasta que Cooper se enamora accidentalmente de
Andrea.

Advertencia: La siguiente historia contiene temas maduros, lenguaje


fuerte y situaciones sexuales. Está dirigido a lectores mayores de 18 años.
1
Andrea
Traducido por Alysse Volkov
Corregido por Claudiavero

Tres días, cinco horas y veintidós minutos.


Mamá seguía llorando. Sus ojos hinchados no habían dejado de llorar
por unas pocas horas y apenas podía respirar. Le dije que todo estaba bien,
pero ella siguió abrazándome, frotando mis manos con las suyas. Dijo que
nunca entendería por qué este tipo de cosas le pasarían a la gente, pero
Dios siempre estaba en control. Sentí que eso era solo algo que la gente
decía. Cuando no podían descifrar las palabras, siempre era "En manos de
Dios".
Papá estaba sentado en la esquina de la habitación con sus gafas
de montura gruesa rozando contra sus patillas de cabello canoso. Él era un
hombre tranquilo por naturaleza. Abu decía que cuando nació solo hubo
un susurro para demostrar que estaba vivo. Pero cuando lo sostuvo en sus
brazos por primera vez, él le sonrió. Y no había dejado de sonreír desde
entonces. Hasta hoy. Hoy, estaba sentado allí en la esquina. Mirándome,
sin presionarme para mejorar. Sin empujarme a expresar nada.
Me alejé de mamá mientras yo yacía en la cama del hospital y miré
hacia el cielo. No podía entender lo que estaba sucediendo. Era un mundo
complejo. ¿Cómo podría el sol brillar tan brillantemente y verse tan
acogedor a raíz de tal evento? Los pájaros cantaban y bailaban al otro
lado de la ventana y los niños reían en la calle Jefferson mientras iban a la
feria del condado. Los perros ladraban y la Sra. Jacobson comenzaba a
chismorrear. Fuera, el mundo de Albany, Wisconsin, era completamente
normal. Feliz. Pero dentro de esta habitación fría y oscura, estaba postrada
en la cama de un hospital. Mi pierna izquierda en una honda y mi cuerpo
magullado por fuera, pero el daño interno de mi alma era el peor.
Mamá hizo todo lo posible para silenciar sus lágrimas amortiguadas
cubriéndose la boca, como si no quisiera que la oyera, para evitar mi
sufrimiento. Pero no me importaba. Era mejor escucharla a ella que a las
risas. Ella estaba preocupada por mi seguridad. Mi actitud tranquila la
asustaba más. Pero parecía que se estaba desmoronando lo suficiente por
todos nosotros.
Mis ojos se movieron hacia la cortina cerrada de color mar, que
bloqueaba la entrada a mi habitación de hospital. Miré hacia abajo y vi
dos pares de zapatos: un viejo par marrón desgastado y tacones altos (ya
sabes, del tipo sofisticado con la suela roja, que gritaban: "¡Somos caros!").
Sabía que eran de Eric y Michelle, y vi a papá mover la cortina para dejarlos
entrar.
Ambos estaban en silencio. Michelle estaba de pie con un precioso
vestido blanco de flores y un suéter rojo sobre él. Y allí estaba su novio, mi
hermano, Eric, con su sudadera de la Universidad de Wisconsin Madison,
un par de pantalones y sus zapatos marrones desgastados.
Seguí a mi hermano hasta la Universidad de Wisconsin Madison,
donde conocí a algunos de mis mejores amigos. A diferencia de Eric, no
me había convertido en profesora, pero lo seguí con un buen título en
danza. Soy una bailarina fantástica.
Cuando mis ojos se posaron en mi pierna, mi corazón dio un vuelco.
Yo era una bailarina fantástica.
Di algo. Deseé que hablaran. El mirarme con ojos tristes estaba siendo
demasiado. Así que abrí la boca para hablar y fui agraciada con una
bocanada de aire y palabras vacías. Lo intenté de nuevo, y salieron los
sonidos. Pero las palabras reales fueron las que me abofetearon e hicieron
que mis ojos siguieran a mi madre. Un flujo interminable de lágrimas brotó
de mí mientras le sonreía a mi padre tranquilo y amoroso.
—¿Alguien canceló la cena de ensayo?
En tres días, cinco horas y veintidós minutos, habría estado
caminando por el pasillo con mi vestido blanco dentro de la hermosa
Iglesia de St. Peter. Hubiera estado sonriendo con un tipo de alegría que no
se puede expresar en palabras, sino solo en un sentimiento. Hubiera sido
una cálida sensación saber que, una vez llegara al final del pasillo, Derrick
estaría allí.
Me habría casado con mi novio de la escuela secundaria y
comenzaría un nuevo capítulo. Nos mudaríamos a Nueva York, él para
seguir su carrera como cantante y yo estaría persiguiendo el baile.
Obtendría mi maestría si tuviera suerte, o atendería mesas de camarera
(algo que he hecho en el Mr. Fred’s Diner off Brady Street desde que tenía
dieciséis años). Derrick probablemente sería descubierto antes que yo,
porque era talentoso más allá de sus años, y con mucho gusto me
convertiría en su esposa trofeo y bailarina suplente en sus videos musicales.
¡Con clase!
Pero cometí un error.
—No fue tu culpa —dijo mamá una y otra vez. Pero lo sabía mejor.
Al final del año escolar, siempre me llenaba de alegría cuando
Derrick me recogía. Me estaba despidiendo de mi mejor amiga, Ladasha,
que era la mejor bailarina que había visto en mi vida. Madison había sido
la tercera universidad que había probado en los últimos tres años. No sé
por qué, pero el primer día que la conocí, hicimos clic. La chica caucásica
de pueblo pequeño en mí estaba tan entretenida por la chica
afroamericana de ciudad en ella. Me hacía reír de las cosas más estúpidas
del mundo, pero algunos días se miraba en un espejo y rompía a llorar.
Nunca supe por qué. Nunca pregunté... solo la abracé.
Fue duro decir adiós porque ella estaba en camino a la ciudad de
Nueva York. "Para hacer mis sueños realidad", sonrió. Contando que había
algo en su corazón llamándola. Entonces, antes de que pudiera terminar
su carrera, tuvo que seguir la voz. No tenía ni idea de qué diablos estaba
hablando, pero la abracé con fuerza y prometí mantenerme en contacto.
Siempre era un placer cuando lo veía llegar a mi edificio en su
camioneta verde. Derrick no se quejaría ni una vez mientras me ayudaba
a cargar los artículos del dormitorio de mi último año en el camión. Cuando
todo estaba cargado cada año, hacía el camino de vuelta a casa. Como
un '"gracias " por ayudarme. Eran alrededor de las cuatro y media de la
tarde cuando llegamos a la autopista y sonaba el CD más nuevo que
había grabado.
Ni siquiera había visto el neumático del auto explotar frente a mí
antes de que fuera demasiado tarde para pisar mis frenos. Ni siquiera
recuerdo haber gritado de dolor cuando mi cuerpo se estrelló contra el
volante. No sabía que la camioneta se había volteado y fue golpeada por
detrás con otros tres autos amontonándose. No tuve tiempo de entender
completamente lo que había pasado.
Pero lo había probado, la dulce y salada mezcla de mi sangre goteó
en mi boca mientras estaba sentada en el auto. Me llevó un momento
darme cuenta de que estaba boca abajo. Probé la sensación cobriza que
infestaba mi lengua con sus desagradables sabores. Mis ojos se llenaron de
lágrimas mezclándose con los líquidos rojo oscuro mientras gritaba
angustiada. Mi pierna izquierda estaba maltratada entre la puerta y el
asiento del conductor.
Nada de eso importó al momento en que mis ojos se movieron hacia
el asiento de Derrick. Sus ojos de avellana se abrieron de golpe y perforaron
mi alma al decirme la última palabra que alguna vez me diría a mí, o a
alguien más.
—Andie...
En tres días, me empujarían por el pasillo en una silla de ruedas, con
mi vestido negro, dentro de la hermosa Iglesia de St. Peter. Me sofocaría de
una miseria que no puede expresarse en palabras, sino solo en sentimiento.
Sería una sensación fría de saber que, una vez llegara al final del pasillo,
Derrick estaría allí.
En tres días me estaría despidiendo del único amor que he conocido.
Tres días, cinco horas y veintidós minutos.
Pero, ¿quién estaba contando?

Estar sentada en una silla de metal en la que mi papá me empujaba


era molesto. Mi familia y yo esperamos fuera de la iglesia cuando todos los
habitantes del pueblo se reunieron para decir que lo sentían. Escuché a
algunas de las ancianas chismosas susurrar que podría haber alcohol
involucrado. Ni siquiera tuve la fuerza para poner los ojos en blanco. La
mejor amiga de Michelle, Rachel McLean, se acercó a mí. Sus ojos estaban
llenos de lágrimas mientras sacudía su cabeza hacia adelante y hacia
atrás. Nunca fuimos realmente cercanas, pero parecía como si estuviera
tan destrozada como yo.
—Andrea... —susurró. Esperé a que pensara en algo, pero siguió
llorando, diciendo que lo lamentaba una y otra vez. Mi hermano se acercó
y se llevó a Rachel. Estaba agradecida por eso. No podía ver a nadie más
desmoronarse.
Todos desaparecieron, viajando en una fila de autos de una sola fila
en dirección al cementerio. No podía dejar de tirar de mi vestido de encaje
negro. Me dolía mucho la pierna con ese maldito yeso, pero no me quejé.
Mamá tampoco se quejó cuando me vistió. Era una tarea nueva para ella,
pero nunca dejó que pareciera así. Estaba agradecida por eso, también.
Miré la iglesia. Mi iglesia de bodas. Mamá me miró con los ojos más
suaves y se inclinó para estar más cerca, dado que estaba tan abajo.
—Andrea, deberíamos irnos. Ha sido un largo día. Y si no quieres pasar
por el cementerio, aún debemos pasar por la casa de los padres de
Derrick...
Pude sentir la mano de papá sobre mi hombro. No estaba segura de
cuánto tiempo había estado allí, pero no tenía prisa por quitarla. Eric
también estaba allí con Michelle, que se veía horrible. Ella nunca se sentía
cómoda en situaciones incómodas. ¿Quién podría culparla? La sonrisa
siempre encendida sobre ella fue borrada ese día. Cuando miré a mi
alrededor, me di cuenta de que las sonrisas de todos habían
desaparecido.
Eric no supo qué decirme. ¿Qué podría decir? No había palabras
que pudieran mejorar esto. Las estúpidas lágrimas seguían cayendo. Hubo
muchas veces que ni siquiera sabía que estaba llorando. Eric se inclinó y
me limpió los ojos.
—Está bien, Andie.
—No me llames así —susurré mientras sonreía alegremente hacia
todos ellos—, Escuchen. De verdad. Todos pueden dejar de mirarme como
si estuviera rota. No lo estoy. La gente muere. —No podía dejar de reírme.
»La Abuela Tammy murió y ustedes no tuvieron un ataque. Entonces,
¿por qué deberíamos asustarnos ahora que mi prometido de veintidós años
está siendo enterrado en un profundo agujero en el suelo mientras
hablamos? ¿Saben qué es una situación de mierda? —Observé como los
ojos de mi madre se abrían de par en par. Nunca maldije delante de mis
padres, y podía decir que era una sorpresa para sus oídos. Especialmente
en frente de la iglesia—. Lo siento, mamá... ¿lo saben? A Derrick ni siquiera
le gustaban los cementerios. Él los odiaba. Quería donar sus órganos y ser
cremado.
La forma en que todos permanecieron en silencio mientras veían la
primera de mis muchas rupturas fue bastante divertida. Continué:
—Y quiero decir, ¿cómo es que no sabían eso? Él escribió una
canción sobre eso. "Windy Sunday". Sin embargo, estoy segura de que no
lo escucharon. Pero habló sobre cómo los cementerios eran un desperdicio
de un espacio perfectamente bueno y cómo quería flotar lejos en el viento.
¿Por qué nadie dijo: Hola, Andrea, ¿sabes cómo quería Derrick que lo
tratasen después de que lo mataras? ¿Por qué nadie me preguntó, papá?
Miré a mi padre, cuyos ojos se llenaron de emoción.
—¿Por qué nadie preguntó? ¿Porque yo no era su esposa? ¿Porque
no pude decir cómo enterrar el cuerpo de mi novio muerto?
No pude hablar más. Lloré en los brazos de mi hermano. Estaba
rodeada de amor, pero nunca me había sentido tan sola.
Me senté en mi viejo dormitorio y escuché a mamá y papá despedir
a los invitados que se habían presentado para comprobarme con sus ojos
de lástima. No había llorado desde el funeral, y eso fue hace unas semanas.
Mamá pensó que debería ver a un terapeuta o algo así. Decía que no
estaba lidiando con mis sentimientos de la manera correcta. ¿Quién sabía
que había una manera incorrecta de sentir?
El anillo de compromiso en mi mano izquierda permanecía en su
lugar, brillando por la luz que iluminaba a través de la ventana. Cerré las
cortinas. El anillo ya no merecía brillar de manera tan perfecta; el
significado detrás de eso ahora era vacío. Mientras estaba en mi dormitorio
de la universidad, practiqué mis votos matrimoniales en el espejo,
queriendo perfeccionarlos. Qué pérdida de tiempo. Moví el anillo arriba y
abajo de mi dedo mientras miraba la bolsa blanca con cremallera que
colgaba en la parte superior de la puerta de mi armario. Mi vestido de
novia estaba dentro. No podía enfrentarlo todavía. Estaba casi segura de
que nunca podría lidiar con eso.
Papá estaba parado en la entrada, sus ojos suaves sonriéndome.
—¿Qué estás pensando?
Me encogí de hombros. La respuesta era tan obvia que me
sorprendió que preguntara.
—Derrick.
Caminó hacia mi ventana, abriendo las cortinas. Recórcholis, papá.
Mientras miramos por la ventana, vimos a más personas acercándose a
nuestra casa con esos rostros estúpidos y sombríos que se habían
acostumbrado a ofrecerme. El problema de vivir en un pueblo pequeño
era que era un pueblo pequeño. Un semáforo en el medio del "centro"
junto a la panadería. Una fiesta temática de Navidad todos los años. Fred's
Diner. Una pequeña ciudad, llena de gente de mente pequeña. Y el
accidente era la historia más grande desde que Peter Ericks robó los libros
de historia de la escuela porque dijo que estaban llenos de las enseñanzas
del diablo. Eso fue en 1993.
Papá abrió la ventana y vino la brisa, besando suavemente mis
mejillas. Una ola de culpabilidad me cubrió. Sentí un gran peso en mi alma
por hacer que a mi familia le costara ser feliz. Podía decir que sabían que
todavía estaba en un lío, pero querían darme tiempo para mejorar por mi
cuenta.
Mis ojos se movieron hacia el suelo, incapaces de conectar con los
de papá.
—¿No echas de menos tus manualidades, papá? —Era un jodido
comerciante. Desde la construcción de cortadoras de césped hasta
bombas de agua caseras, papá lo hacía todo. Le encantaba meter las
manos en algo nuevo cada semana. Pero desde el accidente, había
estado atendiéndome sin parar. Él decía “No te preocupes por esas cosas”,
pero me preocupaba de todos modos.
—Mi amiga Ladasha se mudó a la ciudad de Nueva York. —Hice una
pausa, temerosa de su reacción—. Estaba pensando que después de que
me quitaran el yeso podría unirme a ella.
—Andrea... —empezó a estar en desacuerdo con mi idea, pero no
le di mucha oportunidad.
—Todos nos ven, papá. Me miran y me recuerdan que estoy rota. Me
dan ganas de romper a llorar simplemente porque me miran. Susurran,
papá... Tienes que dejarme ir. Ladasha ya dijo que podría conseguirme un
trabajo y todo si lo necesitaba. Quiero decir, me iba a mudar a Nueva York
de todos modos. Bien podría hacerlo ahora.
Suspiró y se quitó las gafas, frotándose entre los ojos. Me miró y se
dejó caer sobre mi colchón.
—Tu madre va a tener un ataque al corazón.
Sonreí. La primera sonrisa en mucho tiempo.
—Sí, bueno, eso no está fuera de su norma, ¿verdad?
2
Cooper
Traducido por myr62
Corregido por Claudiavero

—Estoy embarazada —dijo. Miré a mi esposa, y tenía una mirada de


terror en sus ojos. Iris era hermosa. Delgada, de piel aceitunada, suave
cabello castaño rojizo que le bajaba por los hombros, ojos marrones que
podían hacer el amor con cualquiera. Y me estaba diciendo que estaba
embarazada. Estaba casi seguro de que sabía por qué sus ojos se veían
tan asustados en ese momento.
Iris se cubrió la boca con sus ojos llorosos. Nunca la había visto así
antes; ella debía estar aterrorizada de que este embarazo terminara como
los demás. Supongo que sus hormonas ya estaban interviniendo mientras
caminaba hacia mí y me tocaba la mano. Se sentía como hielo.
—Cooper... di algo.
¿Decir algo? No. No podía. No lo haría. Mi mente estaba ocupada
haciendo cálculos matemáticos. Levanté una ceja.
—¿De cuánto estás?
—Cinco semanas.
Cinco semanas. Mi corazón comenzó a golpear contra mi pecho,
queriendo saltar. Me quité de un empujón sus manos de encima; su toque
me volvía un hombre diferente. No. Esto no tenía sentido. Nada de esto
tenía ningún maldito sentido. ¿Cómo diablos podría estar embarazada de
cinco semanas si no habíamos tenido sexo en cinco meses? Las lágrimas
comenzaron a brotar de sus ojos mientras veía llorar a mi esposa frente a
mí por primera vez. Ni siquiera podía confiar en que sus lágrimas tuvieran
sentido porque estaban cayendo de una red de mentiras. Mis dedos se
estaban endureciendo, y la única manera en que podía controlarlos era
forzando mis manos en puños.
—¿Quién?
—Cooper... —lloró.
—Maldición Iris, ¿quién demonios es él?
—No importa.
—Importa.
Frotó sus patéticos ojos y sollozó en sus manos. Su cuerpo temblaba
incontrolablemente, casi hasta el punto en que pensé que se desmayaría.
Miré su estómago. Quise vomitar. Ella abrió la boca, y al principio, no se
escuchó nada. Tragó una bocanada de aire y la soltó a través de esos
malditos labios que alguna vez estuvieron unidos los míos.
—¡Habla! —le ordené, y cuando lo hizo, me callé.
—Tom Reed.
El nombre no tardó en asentarse en mi cabeza. Sabía quién era él.
Iris y yo acabábamos de terminar de filmar su boda en nuestro reality show,
The Davidson's Weddings, unas semanas atrás. Hace cinco semanas para
ser exacto. Acababa de editar las fotos de la boda de él y la nueva señora
Reed. Y durante ese tiempo él de alguna manera había logrado
embarazar a mi esposa.
—¿Q…qué? ¿Ustedes follaron antes o después de que él cortara su
pastel de bodas? Iris, ¿fue antes o después de su primer baile? ¿Te atrapó
el equipo de cámara? Dios mío. —Estaba caminando de un lado a otro,
pasando mis manos sobre mi rostro, sintiendo el sudor gotear por mi frente.
Paseando de un lado a otro en un hogar del que ya no era parte. Mis raíces
sureñas se estaban escapando en mi forma de hablar mientras más me
enojaba. Mis uñas cavando más profundamente en las palmas de mis
manos. No podía creer que ella me hiciera esto. ¡A nosotros!
—Cooper, todavía te amo —prometió. Ella buscó por mí y no pude
evitar soltar una risa sin humor. La risa fue interrumpida. Sentí algo húmedo
corriendo por mi puño cerrado. ¿Sudor? No. Mis nudillos estaban
sangrando. ¿Por qué mis nudillos sangraban? Mis ojos se movieron hacia la
foto destrozada que colgaba en la pared frente a mí. Había cristales rotos
cubriendo la alfombra y retrocedí, confundido. ¿Yo hice eso? Mierda... El
ADN en la sangre que cubría la fotografía seguramente sería un match
perfecto con el mío.
Iris estaba de pie en la esquina al otro lado de la habitación, en
pánico. La había asustado. El jodido dolor que comenzó a disparar a través
de mi mano me sacudió un poco. Me asusté. Perdí el control de todo lo
que me rodeaba. La habitación comenzó a girar. Mis ojos se nublaron. Mi
mente comenzó a burlarse de mí, gritando dentro de mi cabeza: Tom
Reed, Tom Reed, Tom Reed. Una y otra vez.
—¡CALLATE! —grité, envolviendo mis manos alrededor de mi cabeza,
cubriendo mis oídos y bloqueando todos los sonidos. No estaba seguro de
si hablaba con mi esposa o el maldito Tom Reed, o el cántico que no
paraba de repetirse dentro de mí. Necesitaba irme. Necesitaba salir por la
puerta principal antes de que mi enojo se elevara a un nivel que no estaba
seguro de poder controlar.
¿De verdad dijo eso? ¿Ella dijo que todavía me amaba?
Hija de puta.
Necesitaba el divorcio.

Whisky era el único líquido que permanecía en mi cuerpo en este


momento. Mis manos se mantuvieron apretadas alrededor del vaso frente
a mí mientras me lo llevaba a los labios y bebía mi toxina marrón.
¿Necesitaba otro trago? Cerré los ojos y miré a mí alrededor. La gente
parecía tener dos cabezas, y algunas tenían tres. Miré mi mano a donde
estaba mi anillo de bodas y lo deslicé, tirándolo en mi billetera.
Síp. Necesitaba otra bebida.
—Quizás hayas tenido suficiente. —El camarero se acercó y se llevó
el vaso. Había estado viniendo a este bar por un tiempo, bebiendo y
olvidando. Bueno, tratando de olvidar. Odiaba cómo ella, de alguna
manera, siempre estaba conmigo. Odiaba cómo ella no estaba
físicamente cerca, pero tenía la capacidad de residir en mi cabeza.
Cuando cerraba los ojos, veía su rostro. Cuando me lamía los labios,
probaba su boca. Me enojaba muchísimo.
Conocí a Iris después de haber aceptado fotografiar el compromiso
de una pareja famosa. Nunca había hecho nada relacionado con bodas;
estaba más interesado en el tipo de fotografía enloquecida, cruda, con
conexiones humanas, la verdadera arena de las emociones. Pero la pareja
había sido extremadamente útil cuando mi carrera estaba comenzando,
tuiteando mi nombre a sus seguidores en línea, diciéndoles a otras personas
famosas que me buscaran. Entonces, cuando preguntaban, no tenía
derecho a rechazarlos. Ellos se presentaron en la sesión con esta
impresionante mujer junto a ellos: su planificadora de bodas.
Comenzamos la sesión a las cinco de la mañana. A las cinco de la
tarde era adicto a Iris. Dos semanas después tuvimos nuestra primera cita.
Tres meses después estábamos comprometidos. En menos de un año de
conocernos, nos casamos. Amor instantáneo, lo llamaba la gente. No pasó
mucho tiempo antes de que nos ofrecieran una serie de televisión para
ocuparnos de bodas de lujo.
Si pudiera retroceder en el tiempo, nunca habría aceptado hacer la
sesión de fotos de compromiso. Necesitaba otra bebida. El tipo detrás del
mostrador vaciló.
—Que te jodan. Tráeme otra.
La mirada en los ojos del barman me enojó. Él sentía pena por mí.
Qué se joda. Podía ir a buscar mi whisky a otra parte.
—Cooper... —Se inclinó hacia adelante, con los ojos puestos en mí.
Él tenía cuatro cabezas ahora. Me sacudí e intenté centrarme en el idiota
que no me daría otro trago. Siguió murmurando una mierda que no quería
escuchar: Paparazzi… No vayas… Agua... Bla, bla, bla. Mi teléfono celular
se encendió y vi el nombre de Iris pegado en él. Qué nombre tan estúpido.
¡Glup! En el estúpido vaso de agua cayó mi estúpido teléfono con el
nombre de mi estúpida esposa.
Me puse de pie, permitiéndome unos instantes para encontrar mi
equilibrio. Hurgando en mi billetera, le lancé algunos billetes al asno y
tropecé hacia la salida. Fuera estaba oscuro, pero las calles brillaban. Mi
mano voló para proteger mis ojos de las luces. O flashes, debería decir.
Maldición. El idiota estaba tratando de decirme que los paparazzi estaban
aquí buscando una historia. Deben haber oído hablar de mi esposa
embarazada, mentirosa e infiel.
—¿No tienen a alguien más a quién seguir? Saca la cámara de mi
rostro. —Me abrí paso a través de ellos, furioso. Yo era una maldita estrella
de reality televisivo, no el maldito Brad Pitt. Déjenme en paz. Culpaba a Iris
por esto. Culpaba a Iris por todo. Siguieron siguiéndome, buscando algo
para vender. Me tambaleé hacia adelante y atrás, tratando de mantener
el equilibrio, pero era difícil cuando a todas partes donde giraba, había un
cretino que me empujaba hacia otro lado.
Bien.
Yo volaría.
Aparentemente mis habilidades de vuelo eran escasas. Mis pies
aterrizaron en la parte superior de un taxi estacionado cuando traté de
apresurarme a cruzar la calle para llegar a la habitación de mi hotel. Mi
nuevo hogar. Perdiendo el equilibrio, mi culo aterrizó contra el duro capó
de metal. De pie, con un dolor que me recorría la espalda, jadeé y resoplé.
—¿Están todos felices? ¿¡Obtuvieron sus malditas fotos!? —grité a los
hombres que sostenían las cámaras. Tantas luces. Me quité el zapato y lo
arrojé a uno de ellos. Se rieron, como si de alguna manera estuvieran
disfrutando de mi crisis. Más luces se unieron a la fiesta, esta vez flashes rojos
y azules.
Mis dedos se envolvieron en la parte posterior de mi cuello, tratando
de controlar la locura que estaba ocurriendo. Traté de enfocarme en los
oficiales que se me acercaban. Parecía que había dieciséis de ellos, pero
en realidad solo había cuatro. Maldito alcohol.
—Señor, necesitamos que se baje —gritó uno de los policías. Me reí,
sorprendido de que él me mirara como si yo hubiera causado este
problema.
—¿¡Por qué no haces algo con estos acosadores!? ¡No me dejan en
paz! —Realmente podría haber tomado otro trago. El mundo real todavía
era demasiado real para mí.
—¡Señor! Bájese. ¡Ahora!
Estaba harto de todo. Harto de este estilo de vida. Harto de las
cámaras. Harto de la fama. Y jodidamente harto de mi esposa por
hacerme esto. Miré a los policías y me reí de su serio comportamiento. Uno
tenía su mano en sus esposas y otro su mano en su arma. ¿Qué iba a hacer?
¿Dispararme?
—Soy un tipo tratando de llegar a mi hotel, ¿y soy el malo aquí? ¡¿Es
en serio?! ¿¡No sabes quién soy!? —Salté del taxi, a la calle, donde un gran
grupo había llegado con teléfonos celulares en sus manos, grabándome
como si yo fuera un maldito circo.
Me tambaleé cerca de los policías y golpeé mis manos contra mi
pecho. Tratando de explicar la situación Alguien gritó que parecía
enloquecido. ¿Qué? Que se jodan. Había tenido un jodido mal día.
—Esto se está saliendo de control. Mira, ¿sabes quién soy? —Estaba
molesto ahora, con todos. Los paparazis. La gente al azar. El maldito policía
con su mano en su arma—. ¿Sabes quién soy? ¡Detente con los flashes! —
grité cuando irrumpí contra los paparazzi, listo para arrancar las cámaras
de sus manos. En cambio, me detuvieron. Mi cuerpo comenzó a temblar,
mis manos temblaban involuntariamente. Todos los músculos de mi cuerpo
se pusieron rígidos, y caí de rodillas.
Estaba equivocado. La mano del policía no estaba en su arma.
Estaba en su pistola eléctrica.
Mis palmas estaban sudando mientras las frotaba continuamente
una contra otra. Mis ojos se posaron en los sonidos del reloj. Los sonidos se
burlaban de mí. El tiempo se movía tan malditamente lento y no podía
tolerar mucho más. El aire era difícil de respirar; había estado en este lugar
por mucho tiempo y anhelaba mi escape. Frotándome los labios, miré al
suelo y comencé a contar las baldosas del piso. Eso haría pasar el maldito
tiempo.
—Cooper, ¿qué estás pensando? —me preguntó el viejo doctor con
el portapapeles. La etiqueta que colgaba de su bata blanca decía doctor
Downey. Sus gafas de marco delgado caían levemente por su nariz y sus
ojos marrones estudiaban mi rostro. Me encogí de hombros y miré a mí
alrededor. Estábamos rodeados por otras personas, sentados en círculo,
teniendo nuestra sesión diaria de “terapia grupal”.
Había tres tipos de personas en este infierno. Las personas número
uno: Gente que en realidad estaba loca. Locos como “Veo personas
muertas y hablo con las malditas vacas”. Las personas número dos:
Personas que trabajaban allí, que parecían aún más locos que los locos.
Sin embargo, la única forma de saber si estaban mentalmente locos o eran
empleados del desordenado sistema, era echar un vistazo a sus zapatos
para ver si todavía tenían sus cordones. Los locos no llevaban cordones en
este lugar. Miré los zapatos del Dr. D para asegurarme de que los cordones
estaban allí. A veces era difícil de decir.
Y había personas número tres. Eran personas que estaban rodeadas
por otros que continuamente atacaban a una persona y jodidamente la
golpeaban hasta un punto en el que se quebraban. La gente número tres
se rompía y necesitaba un descanso, unas vacaciones en la tierra de locos,
solo para evitar a las personas realmente locas que estaban caminando
allá afuera, en el mundo real.
Me recliné en mi silla de metal y bajé la mirada a mis zapatos. Yo no
era un empleado. No hablaba con las vacas. Así que supuse que era un
tres. Miré hacia el Dr. D y le pedí que repitiera su pregunta.
—¿Qué estás pensando, Cooper? —preguntó. Me reí a carcajadas
y me encogí de hombros. Apoyé la mano en mi peludo rostro y me reí aún
más fuerte. No me habían permitido afeitarme desde que llegué y me
resultaba extraño sentir el vello crecer cada vez más. Un recordatorio diario
de mi tiempo aquí. ¿Sabes lo que estaba pensando? Pensaba que mi
esposa era una puta embarazada e infiel.
Pero miré al Dr. D, sabiendo que, si declaraba mis verdaderos
pensamientos, pensaría que tenía que estar en la clínica de salud mental
más de lo que quería. Me froté debajo de mi labio inferior y me encogí de
hombros.
—Nada.
Él me estudió por un tiempo. Casi pensé que podía ver a través de
mí. Lo miré fijamente, mis ojos verdes dieron batalla a los suyos marrones.
Se subió las gafas de montura delgada por la nariz y asintió, volviéndose
hacia Claire, la virgen renacida, que era adicta a la cocaína.
—¿Qué hay de ti, Claire? ¿Qué estás pensando?
El tipo más viejo sentado a mi lado sonrió y susurró:
—Estarás bien. —No parecía loco, pero sus desaparecidos cordones,
me dijeron lo contrario—. Solo tienes que pasar por lo que estás pasando
para llegar a lo que vas a lograr.
Miré al tipo más viejo para buscar señales claras de que estaba loco.
Algunas de las personas de aquí se crispaban, algunos gritaban y otros
rompían todo lo que podían conseguir agarrar. Pero este tipo... tenía unos
ojos azules tranquilos y una barba gris que me hacía querer llegar a
conocerlo. Él tenía ojos amistosos. Si tuviera que estar en este lugar por unas
semanas más, necesitaría un aliado. Me volví hacia él y le permití ser mi
nuevo “amigo”.
—Gracias hombre. ¿Cuál es tu nombre?
—La mayoría de la gente de por aquí me llama JC. Pero puedes
llamarme por mi verdadero nombre, Jesucristo.
La mirada en blanco en mi rostro no tenía precio; busqué una señal
de sarcasmo en él, pero no estaba en ninguna parte. Lentamente giré en
mi asiento, quedé aturdido. Jesucristo, ¿dónde diablos estaba?
3
Andrea
Traducido por Bella’
Corregido por Claudiavero

Cuando llegué a Nueva York, me alegré mucho de que Ladasha


viniera corriendo en mi dirección, abrazándome. Me acerqué al abrazo,
sonriendo.
—No sabes lo feliz que estoy de verte.
—Lo mismo digo. ¡Mírate! Ni siquiera puedo decir que estuvieras
enyesada. —Se sentía bien tener esa maldita cosa fuera de mi pierna.
Cada vez que lo miraba, era un recordatorio diario de Derrick, así que ya
no tenerlo era una ventaja. Ojalá pudiera hacer desaparecer mis
recuerdos. Ladasha mordió su labio inferior y entrecerró los ojos—. Escucha,
te quedarás con Kate y conmigo en nuestro apartamento. Espero que
estés bien con un sofá como dormitorio... —Sus ojos suplicantes
aparecieron, esperando que todo estuviera bien, pero ella no tenía nada
de qué preocuparse. No podría importarme menos.
Estaba fuera del pueblo y en la ciudad que nunca duerme. La gente
de la ciudad iba a perderse y encontrarse. Estaba tan dispuesta a dejar a
la vieja Andrea en Wisconsin y redescubrirme, dejando todas las lágrimas y
el dolor en el pasado. Habían pasado cinco meses desde el accidente,
pero sentarme en mi dormitorio en casa de mis padres me hacía sentir
como si fuera ayer. Y estaba tan harta del ayer.
Ladasha acurrucó su cabeza en mi hombro, sujetándome
firmemente. Realmente gané el premio gordo en el departamento de
amistad con ella. Ladasha era un humano hermoso, por dentro y por fuera.
Su vestuario demostraba exactamente quién era. Era sexy con un toque
de flirteo pegado a ella. Siempre llevaba camisetas recortadas y fluidas
que mostraban su estómago plano y su ombligo perforado. Sus vaqueros
estaban tan apretados que parecería ser su propia piel si uno no notara los
bolsillos traseros. Muchas otras muchachas que trataban de usar los
atuendos arriesgados que Ladasha lucía serían tildadas de zorras, pero no
ella. Ladasha hacía que los atuendos tuvieran algo de clase: formaban
parte de su personalidad. Tenía una hermosa piel caramelo y piernas que
podían girar durante días. Era flotante, tanto en el escenario como en la
vida, y sus atuendos siempre le recordaban al mundo eso.
—Oh… y olvidé contarte del trabajo… —La sonrisa de mi mejor
amiga decía: “perdóname” y “trata de entender" mientras procedía a
decirme que ahora era oficialmente stripper—. Quiero decir, no serías una
stripper, por supuesto. ¡Serías una chica de los chupitos! —Su sonrisa de
dientes anchos intentó hacer que el nuevo empleo pareciera un poco
mejor, pero no lo estaba comprando.
—¡Ladasha! ¡¿Desnudista?! ¡¿Estás bromeando?! —lloré. Todo lo que
sabía de strippers involucraba drogas, sexo y Channing Tatum. Bueno, dos
de cada tres no eran terribles, pero, aun así.
—Es una forma de baile... —dijo.
—Está a un paso de la prostitución —me hice eco en el aire.
—Anoche gané trecientos dólares. —Bueno, no podía discutir los
números.
La primera noche en el apartamento fue la más dura para mí. Me
paré frente al espejo del baño con lágrimas corriendo por mi rostro. Lo
echaba tanto de menos que me dolía respirar. Ladasha no me pidió que
hablara de ello. Simplemente me abrazó. Ella se había topado a Derrick
unas cuantas veces durante el año escolar y sabía que estábamos
destinados a estar juntos para siempre. Simplemente yo no sabía lo corto
que era el para siempre.
Me dirigí al sofá y saqué mi reproductor de MP3, me puse los
auriculares en los oídos, y escuché a Derrick cantar mientras lloraba hasta
dormirme.
Los días pasaron, pero los recuerdos no se desvanecieron. Entré en el
club de striptease, vistiendo mi ropa interior con el logo Up and Under
pegado en el culo. Los hombres eran unos cerdos, por supuesto. Siempre
que caminaba con una bandeja de chupitos y uno me alcanzaba, sentía
el impulso de darle una fuerte bofetada en la barbilla. Olían a ron y
suciedad, y no querían más que tocar un par de tetas. Y les estaba
poniendo muy fácil que miraran fijamente las mías.
De regreso a casa, volvía a mi rutina habitual de lágrimas. Me sentía
tan avergonzada de mí misma de que la ausencia de Derrick no se
desvaneciera.
Kate, la otra compañera de cuarto, no me tuvo lástima como
Ladasha.
—¿Va a estar llorando todo el maldito tiempo? Es sumamente
molesto —siseó con su grueso acento de Brooklyn. Ella no ocultaba sus
sentimientos y los expresaba en cualquier oportunidad que tenía—. Hablo
en serio, Ladasha. No puedo soportarlo más. Haz algo. Voy con Ricky a
pasar la noche.
Salió a toda prisa del apartamento, llevándose con ella su mala
actitud. Ladasha puso los ojos en blanco y se me unió en el sofá. Mientras
olfateaba el aire, sus ojos se llenaron de preguntas sobre lo que olía. Puso
la vista en el frasco de colonia de hombre en la mesa de café. Recogiendo
mi almohada, la inhaló, absorbiendo el olor ácido. Era el favorito de Derrick.
Me sentí tan patética. Pero Ladasha sonrió y me echó las piernas encima.
—Si alguna vez quieres hablar... —me ofreció. Me negué.

Derrick envolvió sus brazos alrededor de mi cintura y me giró de un


lado a otro en mi dormitorio.
—Cariño, para, tengo que ir a una clase. —Me encantaba cuando
venía de visita durante la semana, pero me hacía muy difícil llegar a clase
a tiempo. O, bueno, llegar a clase en absoluto.
Sus besos detrás de mi oreja hicieron que mis pasos para asistir a la
conferencia se desvanecieran.
—Te amo, Andie —susurró, sus labios tirando suavemente de mi
lóbulo.
—Lo sé.
Puso su mano en mi barbilla y me acercó más a él, mirándome
fijamente con sus hermosos ojos marrones. Sus largas pestañas
parpadeaban y parecía un poco triste.
—¿Qué pasa?
—Nada. Todo está bien cuando estoy contigo. —Tomó mis manos y
las puso sobre su pecho, sujetándome fuerte—. Tú eres la razón por la que
esto late. Tú eres la razón por la que no me siento solo en este maldito
mundo. Cuando me siento invisible, me ves…
—Derrick… —susurré, colocando mi mano en un costado de su rostro
—¿Quieres casarte conmigo, Andie?
Una risita se me escapó, siempre bromeábamos sobre el matrimonio,
y sabía que iba a suceder, pero no ahora, cinco minutos antes de mi clase.
Me alejé y recogí mis libros.
—Te veré después de clase, bebé. —Besé su mejilla y él sonrió
petulante, metiendo sus manos en sus bolsillos. Abriendo la puerta de mi
dormitorio, le oí llamarme.
—Andie Evans, atrapa. —Me di la vuelta mientras me tiraba una caja.
Mis ojos se llenaron de lágrimas, estudiando la pequeña caja que estaba
en mis manos. Derrick se balanceó de un lado a otro—. Ábrelo.
Mis dedos levantaron la tapa y las lágrimas comenzaron a inundar
mis mejillas.
—D... —Lo miré y ahora estaba de rodillas—. Pregúntame otra vez —
le dije en voz baja, caminando hacia él.
Tomó mi mano y me besó la palma.
—Te quiero. Te necesito. Te amo. ¿Quieres casarte conmigo, Andie?

Cuando llegó noviembre, las respiraciones de la tierra se estaban


enfriando. Me quedé viendo por la ventana del baño y miré la primera
nevada que ocurría ante mis ojos.
Cuando mamá o papá llamaban, les decía que lo estaba haciendo
genial. Trabajando en un buen restaurante en el camino y buscando volver
a bailar. Lo cual era bastante cierto. Después de que Kate se hartó de mi
molestia y se mudó del apartamento, Ladasha y yo necesitábamos más
dinero para el alquiler. Así que me ofreció la oportunidad de subir al
escenario.
—¡Vamos, eres una bailarina fantástica! —aclamó. Agité la cabeza.
Mentiría si dijera que no miraba a las chicas en el escenario y viera que
realmente era una forma de arte. La forma en que movían sus cuerpos y
daban vueltas perfectas boca abajo alrededor del tubo me hacía casi
querer bailar de nuevo.
»Solo piénsalo. Haré que Roger te dé un entrenamiento pronto. Tal
vez unos cuantos bailes eróticos para algunos tipos. Vamos, ¿qué podría
costar? Escucha, tengo que ir a trabajar. Hay algo de comida china en el
refrigerador. Come algo, flaca. Te veré más tarde. —Mi mejor amiga salió
corriendo de la habitación, dejándome allí sola una vez más, con mis
pensamientos.
Odiaba que me llamaran flaca. Principalmente porque ahora
estaba delgada. No era que antes fuera un hipopótamo o algo así; medía
un metro ochenta y pesaba cincuenta y nueve kilos. Demasiado grande
para ser bailarina de ballet, pero perfecta para la danza contemporánea.
Después del accidente perdí seis kilos. La mayoría de las chicas estarían
encantadas, pero no me gustaba en mí; caramba, últimamente no había
mucho que disfrutara de mí.
Puse los ojos en blanco y me levanté para teñirme el cabello en el
baño. Era necesario un cambio, aunque solo fuera físico.
Prometo amarte sin reservas. Confortarte en tiempos de angustia.
Animarte a alcanzar todas sus metas.
—Basta... —siseé mientras me paraba frente al espejo del baño. Mi
reflejo se burlaba de mí. Recordando quién solía ser, la persona que había
dejado en Wisconsin. Cada estúpida peca en mi rostro me recordaba
quién era, dándome un nuevo deseo de no pasar nunca por un espejo.
Reírme contigo y llorar contigo. Crecer contigo en mente y espíritu.
Cerré los ojos y respiré hondo. Para... para... para... Mis manos
formaron puños y golpearon contra el mostrador del fregadero. Lo estaba
perdiendo otra vez. Mi mente viajaba a lugares que deseaba olvidar. Mi
cerebro estaba sacando viejos recuerdos que una vez me hicieron sonreír,
pero ahora estaban manchados de tristeza y arrepentimiento.
Siempre ser abierta y honesta contigo y apreciarte...
—¡PARA! —grité en el espejo mientras me abría los ojos. Miré
fijamente a los ojos azules ahora llenos de lágrimas. Podía huir del resto de
mi pasado con tanta facilidad, pero cada vez que me miraba al espejo
era un recuerdo constante de quién solía ser. Lo que solía ser. Poco a poco
me estaba disgustando por mi incapacidad de seguir adelante con la
vida; simplemente seguía viviendo la misma pesadilla una y otra vez.
Alcanzando el par de tijeras en el mostrador, jalé mis largos
mechones de cabello empapados en oro en la mano y me miré una vez
más al espejo. Por favor...
...Por el tiempo que vivamos los dos. Por el tiempo que vivamos los
dos. Por el tiempo...
Empecé a cortarme el cabello hasta los hombros. Una hebra a la vez.
Dos mechones. Cinco. Diecisiete. Cortando. Arrancando cada capa de
forma más agresiva. Las lágrimas golpearon el suelo a la misma velocidad
que las hebras doradas. Cerré los ojos al cortar las partes finales. Abriendo
los ojos, dejé salir el aliento que había estado aguantando por un tiempo.
Recogiendo la caja de tinte negro, miré el nuevo corte de cabello
de Meg Ryan en You Got Mail que estaba luciendo. El reloj de la pared del
baño se movía con fuerza detrás de mí, recordándome que el tiempo
seguía avanzando mientras me quedaba quieta. Miré el reloj, que decía
que era un poco antes de medianoche, y las calles de Nueva York seguían
vivas. Los sonidos de las sirenas haciendo que mi piel se arrastrara, y vi la
perversidad de la ventana invitando a los vientos a entrar en el
apartamento, soplando las cortinas con la frescura nítida y otoñal.
Suspiré profundamente y empecé a enjuagarme el cabello de la
tinta oscura que corría por mi rostro. Vi como el reloj daba las doce de la
noche.
4
Cooper
Traducido por Bella’
Corregido por Claudiavero

Me paré frente a nuestro apartamento de Nueva York y esperé a que


abriera la puerta. Mentiría si dijera que mi corazón no se saltó un latido
cuando la vi. Se veía increíble. Más que increíble, estaba preciosa. Sonrió
alegremente y me invitó a entrar.
—No, solo quería dejar esto. ¿Recibiste mi correo? —Le di a Iris mi
llave del apartamento y la vi desaparecer para recuperar mi correo.
Cuando Iris volvió al porche, me entregó mis cartas y suspiró.
—Vamos, Cooper. Hablemos. ¿Cuándo saliste? —No escuché y me
di la vuelta para alejarme. Estaba rogando por mi atención—. ¿En serio?
¿Eso es todo lo que consigo?
Volviéndome a ella, estudié su estómago; tenía que estar
embarazada de unos cinco meses y empezaba a aparecer.
—Sí, Iris. Es todo lo que consigues.
Podía sentir mi mente volver a la noche en que descubrí que estaba
embarazada. Era difícil concentrarse en el momento anterior y estaba a
punto de perderlo cuando la vi a ella y su estómago parados frente a mí.
Alcancé mi bolsillo del abrigo y apreté la bola de estrés que me había
acostumbrado a llevar conmigo. Mierda. No debí haber venido aquí.
—Es solo que, cuando llamaste pensé que venías a casa... —susurró.
Tenía un poco de esperanza en sus ojos, esperanza de que le diera el
abrazo que necesitaba desesperadamente, esperanza de que la
perdonara, y esperanza de que volviera a casa.
¿Qué casa? Pensé para mí mismo. Hacía tiempo que no tenía un
hogar y no quería que Iris tuviera la idea equivocada.
—Dije que venía a dejar la llave y recoger mi correo. Eso es todo.
Su mano se extendió y agarró mi muñeca. Levanté una ceja.
—No quieres hacer eso, Iris. —Me soltó instantáneamente. Mirando
por la calle, vi a unas cuantas personas con cámaras tomándome fotos.
Primero, me sorprendí. Eso fue hasta que volteé para ver a Iris y me di
cuenta de lo hermosa que estaba. Incluso más hermosa de lo normal.
Tacones altos para abrir la puerta y ni un solo pelo fuera de lugar—.
¿Llamaste a los paparazzi? —la cuestioné.
Miró en su dirección y hacia mí, susurrando entre dientes.
—Si entras, podemos hablar. Conseguirán sus fotos y podremos
averiguar adónde ir desde aquí. Has estado en todos los tabloides desde
que... —Ella aclaró su garganta—. Desde tus vacaciones.
—Increíble. —Aturdido. Estaba jodidamente sorprendido por las
acciones de mi retorcida esposa—. He terminado, Iris.
Me giré, escogiendo caminar en la dirección opuesta a los
paparazzi, dejando a una mujer desesperada parada allí. Lo último que oí
fue su voz gritando por la calle, hacia mí, asumí.
—¡Está bien! Te quiero.
¿Cómo nos equivocamos tanto? Juro que hubo un tiempo en que
éramos felices, pero eso fue hace mucho tiempo.

Iris entró a la sala de estar con camiseta y bragas. Sonreí satisfecho


mientras editaba imágenes de una sesión de fotos en París.
—Vamos a la cama —ofreció. Seguí trabajando; tenía que conseguir
las ediciones de la revista para el fin de semana. Caminó hacia mí, se
deslizó entre el escritorio y yo. Envolviendo sus piernas alrededor de mi
cuerpo, frotó su rostro contra mí—. Cama. ¿Por favor?
—Ya casi termino... —le expliqué mientras trataba de mirar alrededor
de su sexy cuerpo presionado contra el mío.
Mis manos se alzaron y sus ojos se iluminaron. Dejé de mirar a su
alrededor y me permití asimilar la belleza de mi esposa. Mis manos
levantaron la camiseta tipo tanque y apoyé mi cabeza contra su
impresionante cuerpo, dándole unos besos.
—¿Cama? —ofrecí y ella se rio un poco.
Mientras la levantaba, ella acurrucó su cabeza en mi hombro y me
besó el cuello.
—Estoy embarazada. —Mi caminar se detuvo y ella me miró a los
ojos—. Estamos embarazados. —No lloró, pero estaba feliz. Pude verlo en
su rostro, y ella probablemente pudo ver la alegría en la mío. Lo habíamos
intentado durante tanto tiempo y estábamos oficialmente embarazados.
Cubrí sus labios con los míos mientras continuábamos en el dormitorio
para celebrar nuestros nuevos comienzos.

No pude evitar poner los ojos en blanco detrás de mis gafas de sol
mientras paseaba por las calles de Manhattan con Kyle, mi agente y mejor
amigo. Estaba divagando sin parar por alguna cosa u otra, pero no estaba
realmente en la mentalidad de escucharlo. Mientras pasábamos por
delante de un quiosco de periódicos, vi una foto mía y de Iris pegada en
la portada. La mayoría de las veces, los titulares eran extra locos. Una
mierda total. Pero esta vez, algunas dicen “divorcio”, “clínica de salud
mental” y “escándalo de engaño”. Estaban locos. Por otra parte, siempre
que una pareja famosa se peleaba, era un escándalo de divorcio y trampa
con un chorrito de locura. Kyle me informó que me mantuviera oculto e
ignorara todo.
Era difícil ignorarlo, ya que los paparazzi recorrían las calles de Nueva
York con nosotros, sin darnos apenas espacio para respirar. Estaba cansado
de toda esta mierda. Tirando mi gorra de béisbol más abajo, maldije en voz
baja y continué caminando.
—Te dije que no fueras a verla —me regañó Kyle. Le informé del
intercambio de correo entre Iris y yo, y digamos que estaba menos que
satisfecho—. Quiero decir, en serio. Si esto va a pasar, tenemos que
comunicarnos. ¿Entiendes?
Mi silencio fue suficiente para que se diera cuenta de que estaba
fuera de esto. Suavizó su tono, me dio una palmadita en la espalda,
diciendo que debíamos comer algo. Las preguntas de los paparazzi
resonaban en mis oídos.
¡Oye, Cooper! ¡Por aquí! ¿Dónde está Iris? ¡Coop! ¡Mi hombre!
¿Podemos conseguir una exclusiva? ¿Dónde has estado? Escuchamos que
viajaste a una clínica de salud mental después de tu crisis en el bar hace
unos meses. ¿Estás loco? ¿Tom Reed?
Cuando escuché el nombre de Tom levanté mi cabeza de golpe,
furia corriendo a través de mí. Girando hacia las cámaras, mi ceja se
levantó. Tom Reed. Tom Reed. Ninguno de los labios de los paparazzi se
movía. No preguntaban nada sobre Tom Reed. Mi mente jodida me
recordaba mi vida arruinada.
Los paparazzi se acercaron más. Mi cuerpo se apretó. Fui enjaulado
por los animales salvajes que me perseguían. No paraban. Y esa sensación
que sentí cuando Iris me dijo que estaba embarazada empezó a volver a
meterse en mí. Esto era su culpa después de todo. Ella era la razón por la
que no me dejaban en paz. Ella era la razón...
—Suelta los puños —susurró Kyle con dureza. Ni siquiera sabía que
estaban apretados. Relajando mis dedos, el puño se desvaneció. Kyle
sonrió brillantemente para las cámaras mientras me empujaba en el
costado y me daba una sonrisa confirmadora. Tomé la orden, sonreí hacia
las cámaras y saludé con la mano.
Estaba tan feliz cuando nos sentamos dentro del restaurante. Una
cosa que no se les permitía hacer era seguirme dentro.
—Mi primo tiene una fiesta de Navidad. Recibí la invitación cuando
recogí mi correo de Iris. —Me acobardé cuando dije eso. Incluso oír su
nombre de mis labios me puso enfermo.
—¿Tienes un primo? —preguntó Kyle. Rodeé los ojos y pensé en la
invitación que había recibido. Era muy elegante, las palabras escritas en
hermosa cursiva. Los perfectos tonos rojos y azules. Un lazo perfectamente
atado en la parte superior.
—Me pidieron que fuera el fotógrafo.
Kyle se rio tan fuerte que casi escupe su comida, pero se las arregló
para ahogarla.
—De ninguna manera. ¿Qué, creen que pueden usar tus servicios
cuando quieran? Sean realistas.
Era verdad que la gente tenía la tendencia a tratar de usarme una
vez que lo hice grande, pero no veía a la familia de mi primo como ese tipo
de gente. En los últimos cinco años, mi tío Wayne había creado un brillante
artículo “Visto en TV” que se vendió como un incendio forestal y lo envió
fuera de la pequeña ciudad en la que había criado a su familia.
El tío Wayne hacía gorras retorcidas para latas de cerveza y refrescos
que mantenían la bebida asegurada durante las salidas a eventos
deportivos, parques, picnics, o lo que fuera que la gente hiciera afuera.
¿Necesitas estar afuera? El tío Wayne tenía una gorra para eso. Venían en
colores diferentes. Algunas guardaban objetos refrigerados, otros tenían
insertos para pajitas y déjame ser el primero en decir que no tenía ni idea
de por qué demonios la gente los compraría.
Pero mi tío lo había conseguido, y no tenía miedo de vivir a lo grande.
Por lo tanto, podían tener cualquier fotógrafo experimentado en su fiesta
de vacaciones, y el hecho de que me querían era una especie de elogio.
Pero no había hablado con ellos desde el accidente con mis padres...
Kyle robó unas papas fritas de mi plato.
—Veo que recuperaste tus cordones. —Se rio innecesariamente
fuerte de su estúpido chiste. Elegí ignorar el comentario. Continuó
haciendo preguntas sobre mis últimos meses en una clínica mental para
reagruparme—. Vamos… Dime cómo era allí. ¿Era como esa película con
Jack Nicholson? ¿Loco de ira?
—Vete a la mierda, imbécil. Resultó ser un lugar agradable. Había
mucha gente buena allí. Conocí a Jesús.
Se ahogó con el agua tratando de tragarla. Me reí mucho de eso.
—Disculpa. ¿Qué?
Lo miré como si estuviera loco.
—¿Conoces a Jesús? ¿Jesucristo? Realmente un tipo con los pies en
la tierra. Profundo, también. —Saqué la bola de estrés de mi bolsillo y se la
mostré a Kyle—. En realidad, me dio esto para ayudarme a lidiar con mis
problemas.
Kyle se estaba poniendo incómodo mientras lo veía moverse en su
silla. Nada que no fuera dinero o sexo hacía que Kyle se sintiera incómodo.
—Deberíamos hablar de los próximos pasos para ti. Como, por
ejemplo, reconstruir tu imagen después de este pequeño percance.
Estaba de acuerdo al cien porciento. Le envié un correo electrónico
antes con un mapa de lo que quería hacer. No había mencionado nada
al respecto, así que pensé que debía mencionarlo.
—¿Qué piensas de mi idea?
—Creo que es ridículo. Eso es lo que obtienes por estar cerca de otros
locos durante tanto tiempo. —Después de pasar tiempo en la clínica, Kyle
asumió que mi nueva idea era producto de que los medicamentos para
chiflados se estaban agotando—. Así que como dije antes, deberíamos
hablar sobre los próximos pasos.
Le dije que no quería hablar de sus próximos pasos para mí, pero no
le importaba.
—¡Cooper, estás en la cima de tu carrera! ¡Este pequeño error no
impide que la gente quiera trabajar contigo! ¡Gente GRANDE! ¡Nuestro tipo
de gente! Ganas millones cada año, y no hay razón para que eso cambie.
No me importaba el maldito dinero. Hubo un tiempo en el que tomé
fotografías por puro amor. Kyle debería haberlo sabido ya que me conocía
desde que éramos niños.
—No se trata del dinero. No lo hago por eso. Bueno, por eso lo hice
antes con Iris, pero no es por eso que quiero hacerlo ahora.
Kyle sonrió arrogantemente.
—¿Jesús te dijo que dijeras eso?
No podía hacer que entendiera de dónde venía, pero estaba
decidido a intentarlo.
—Cállate, lo hago por... —Señalé hacia la ventana delantera—. Mira.
—Miramos por la ventana y vimos la experiencia de la vida desde el
restaurante. Había una pareja corriendo, tomándose de la mano para subir
a un taxi. Había un hombre gritando a alguien, probablemente un pobre
pasante, en su celular. Tres chicas extremadamente atractivas de alta
moda pasaron por aquí riéndose entre ellas. Un nivel abrumador de
emoción me llenó el estómago al darme cuenta de que ahora Kyle sería
capaz de entender lo que estaba tratando de conseguir.
—¿Ves? Todo el mundo tiene una historia. La pareja que toma el taxi,
el hombre enojado al teléfono, las chicas felices a la moda. El tipo... —Miré
por la ventana con una vislumbre de asco mientras miraba a un tipo por la
señal de alto—. El tipo lamiendo la señal de stop. Emoción. De todo tipo.
No solo el feliz “día de la boda”. Eso es lo que quiero capturar en cámara.
La vida real. No todo es pastel y primeros bailes.
Kyle asintió.
—Iris realmente te jodió.
—¿Por qué no puedo querer hacer algo diferente?
—Porque ser diferente te convierte en el tipo que viola la señal de
alto. Escucha, lo entiendo. Tú e Iris eran un equipo doble. Esposo y esposa.
Iris, una excelente planificadora de bodas. Tú, un fotógrafo de primera
clase. Tu propio show. ¿Y qué? —Kyle tomó su teléfono y empezó a
desplazarse por sus correos electrónicos, una vez más solo medio prestando
atención.
—No estás escuchando, Ky.
No lo hacía.
Kyle seguía mirando fijamente su celular y agitó la cabeza. Fue a
mandar un mensaje a alguien.
—Es mi maldito trabajo el escucharte, Coop. Y bien, terminaste en la
granja graciosa por unas semanas. Gran cosa. ¿Qué persona famosa no
ha tomado unas vacas en el mundo de la locura? Mira. Las revistas se están
volviendo locas. Ni tú ni Iris están dando entrevistas, y si sales ahí primero,
¡POW! Se girará a tu favor. Sabes que está inventando una historia
desagradable. Siempre fue una puta de los medios.
—¿Estás sordo?
Kyle dejó el teléfono y me miró. Su comportamiento se volvió serio,
algo que no sucedía a menudo.
—Sé que has pasado por mucho este año. Y oí lo del niño...
—No lo hagas.
—Coop, lo siento. Sé cuánto tiempo llevaban intentándolo, y que ella
hiciera ese tipo de cosas...
Puse los ojos en blanco y seguí comiendo mi comida. No quería
pensar en Iris ni en nada que tratara con ella.
El teléfono de Kyle sonó al recibir un mensaje de texto. Después de
verlo, cambió de serio a extremadamente vertiginoso. Se volvió hacia mí y
pude ver por la sonrisa en sus ojos que estaba a punto de decir algo
estúpido.
—¿Adivina qué vas a hacer esta noche? —Esperé pacientemente
escuchar los planes de mi loco agente. Kyle se movía con emoción como
si fuera la mañana de Navidad—. ¡Irás a un club de striptease! —Mi amigo
se sentó en la mesa, tratando de forzarme a digerir su brillante idea. No
estaba funcionando—. ¿No lo ves? Esto es lo que necesitas. Un buen baile
erótico, y tal vez una buena noche si tienes suerte.
No estaba tan interesado.
—Por supuesto, y un poco de herpes en el costado.
Kyle se sentó en su asiento; parecía sorprendido por mi declaración.
¿De verdad? ¿Era tan sorprendente que no quisiera herpes?
—Eres tan crítico que es enfermizo. Realmente lo es, Cooper. Jasmine
es una chica muy agradable.
—Así que déjame ver si entendí bien. ¿Quieres que me acueste con
una prostituta con la que te acostaste? No, gracias.
—Basta, basta. —Kyle estaba indignado. Creciendo
extremadamente protector de esta chica jazmín, se puso furioso
conmigo—. No es una prostituta, idiota. Es una stripper, y no me gusta que
hables de ella. Mi Dios. ¿Cuándo te volviste tan irrespetuoso? Es asqueroso.
Además, es con su amiga con la que te vas a reunir.
—¿Hablas en serio? Pensé que querías que me mantuviera oculto. —
Mis dedos corrieron a través de mis cejas, intentando averiguar si era serio
o no.
—Mira, Coop. Piensa en esto como una renovación de tu vida. Te
llevaré por la entrada trasera. Nadie lo sabrá nunca. Jasmine me acaba
de enviar el número de la chica. ¿Tienes tu nuevo teléfono? Escríbelo. Te
diré una cosa. Si funciona, harás una de las muchas entrevistas para revistas
que llegan. Tratas tus problemas con Iris. Al menos considera las otras
ofertas de televisión que he estado recibiendo. Y haces lo que haces mejor,
y nos haces un montón de dinero.
—¿Y si no funciona? —lo cuestioné.
Kyle bajó las cejas y se frotó los dedos a través del puente de la nariz.
—Si no funciona, probaremos tu fotografía independiente.
—¿En serio? —Eso me despertó bastante interés.
—En serio. Jesús estaría de acuerdo. Escucha, no te pongas tan...
raro. ¿De acuerdo? Como, no le digas a nadie cosas como “Conocí a
Jesús y él cambió mi vida en una sala de psiquiatría”. Consigue un baile
erótico. Quizás ten un poco de sexo. Trata de actuar como el tipo que eras
antes de que descubrieras a tu esposa... —La oración de Kyle se
desvaneció y yo no tardé en continuarla.
—¿Descubriera que mi esposa era una puta embarazada tramposa?
Kyle asintió mientras recogía su panecillo y le daba un mordisco.
—Exactamente.
5
Andrea
Traducido por EstherC y Alysse Volkov
Corregido por Claudiavero

Promesas. Promesas de amarse el uno al otro. De recoger la leche de


camino a casa. De no criar a tus hijos como te criaron tus padres. De seguir
los sueños del otro. Promesas de pelearse por lo menos una vez al mes por
alguna basura mediocre y seguir adelante con excelente sexo de
reconciliación. Estar el uno con el otro por siempre y para siempre. Hasta
que la muerte nos separara. Hasta que la muerte nos separe...
A la mierda las promesas.
Me acaban de ascender.
Olía a mierda en este lugar; un vestidor en miniatura con demasiada
laca para el cabello, demasiados perfumes y una sobrecarga de glitter.
Me paré frente al espejo de cuerpo entero que tenía una boa de plumas
tirada encima y estudié mi cuerpo. No llevaba nada más que un sombrero
de safari, una gabardina negra y tacones de tacón de aguja de doce
centímetros. Ni siquiera me había dado cuenta de que estaba enterrando
mis uñas postizas en las palmas de mis manos hasta que Ladasha se acercó
y puso sus manos sobre mis hombros.
—No tienes que hacer esto, Andrea —dijo. Supuse que podía ver el
miedo en mis ojos. Agité la cabeza. Nuestra renta se estaba quedando
rezagada y ella ya se había estirado para hacerme sentir cómoda en la
ciudad de Nueva York. Además, fui yo quien hizo que se fuera nuestra otra
compañera de cuarto con mis problemas. No iba a defraudar a Ladasha
otra vez.
—No te preocupes, Chica de los Chupitos. Te conseguí uno bueno
esta noche. —Jasmine sonrió mientras se sentaba en su apretada mesa de
maquillaje. Ella era la mejor bailarina de todo el lugar y nuestro jefe, Roger,
se aseguraba de darle siempre el número final en el escenario. Jasmine
ganaba más dinero en una semana que algunas personas que trabajaban
en Hollywood, pero también tenía un trabajo extra que le ayudaba a
aumentar sus ganancias. Su marcado acento de Brooklyn y su voz ronca
llenaron el aire mientras aplicaba más rímel sobre sus pestañas
escandalosamente falsas—. Si tienes suerte, harás que te lleve a su casa
después. Te comerás ese dinero todo el mes.
Mi estómago burbujeó mientras le daba una mirada sucia.
—No me acuesto con chicos. —El solo pensamiento me hizo pensar
en Derrick y la culpa instantánea me golpeó.
Jasmine se levantó de su asiento y se echó a reír mientras caminaba
hacia mí con su cabello negro azabache cayendo hasta la cintura.
—¿No fue ayer cuando ni siquiera te desnudaste, Chica Chupito?
¿Qué estás esperando? ¿Esperas que Dios pague tus cuentas? No sé tú,
pero yo me conseguiré las mías ahora mismo y te sugiero que hagas lo
mismo.
Con eso, me dejó allí parada, llena de una sensación abrumadora
de vómito tratando de escapar de mi estómago. Ladasha puso los ojos en
blanco y me dijo que no escuchara a Jasmine, pero ¿cómo no iba a
hacerlo? Tenía razón... Ayer no era una stripper.
Me miré a mí misma y vi mi labio inferior temblar. Ladasha trató de
convencerme de que había otra manera de conseguir el dinero para el
alquiler y no debería preocuparme por esas cosas. Pero no estaba lista
para retractarme. Yo podía hacerlo. Necesitaba que me diera algunas de
sus palabras reconfortantes para calmar al monstruo que estaba a punto
de ser liberado en el mundo.
Ladasha pudo notar cuán seriamente necesitaba una charla de
ánimo porque ella me dio su mejor discurso.
—Mujer bonita —dijo.
—¿Qué?
—Mujer bonita. Estableció las reglas. Antes de que fuera estúpida y
se enamorara y se hiciera rica y todo eso. —Ella hablaba en serio. La
mayoría de las mejores charlas de ánimo de Ladasha se basaban en las
películas. Ella era adicta a todas las películas y sería una sorpresa si no
supiera lo que estaba presentándose en el cine más cercano.
Asentí al pensar en las reglas de Mujer Bonita.
—Nada de información personal. Nada de besos en la boca. No
segundos encuentros.
—A menos que sea Richard Gere —me interrumpió Ladasha.
—No es Richard Gere.
—Escucha. Entra ahí y sé la versión súper sexy de ti. Sacude el trasero.
Recoge el dinero. Si es un bicho raro, que Frank se encargue de él. Y vete.
¡Fácil!
Claro. Fácil. Las reglas de Mujer Bonita. Agradecí a mi amiga y me fui
del vestuario. Caminando por el club de striptease, ignoré los aullidos de
los hambrientos pervertidos que venían hacia mí. Me sentía como un trozo
de carne a punto de ser arrojado al ring con una manada de leones.
Cuando me acerqué a las salas VIP que tenían a Frank, el guardia de
seguridad, parado frente a la puerta, dejé salir una sonrisa a medio camino.
—¿Estás haciendo una sala VIP, Andrea? —cuestionó. Le dije que era
una prueba; asintió y abrió la puerta—. Tienes quince minutos. Después de
eso, te sacaré. —Cerré los ojos e hice una rápida oración a Dios para que
no fuera un asqueroso. Por favor, Dios. No me envíes a un maldito imbécil.
Entré en la habitación con mis brillantes tacones y Frank cerró la
puerta detrás de mí. Cuando abrí los ojos y miré fijamente al hombre que
estaba sentado frente a mí, jadeé. Era hermoso. Llevaba una camisa de
manga larga negra con botones y pantalones color carbón. Incluso con la
ropa, me di cuenta de lo perfecto que era su cuerpo. Rápidamente se puso
en pie y empezó a hablar.
—Hola —dijo mientras me extendía la mano para estrechar la mía.
Me quedé allí, confundida. ¿Las strippers normalmente le daban la mano
a su "cliente"? ¿Cómo iba a saberlo? Después de todo, solo era una stripper
en entrenamiento—. Correcto. —Tiró su brazo hacia atrás y puso ambas
manos en sus pantalones. Involuntariamente, mis ojos vieron sus caderas
empezar a balancearse de un lado a otro—. Así que, sí. Normalmente no
hago esto, pero... sí —murmuró para sí mismo y maldijo en voz baja—. Mi
representante pensó que sería una buena idea. Un nuevo comienzo, una
nueva perspectiva…
¿No me reconoció? Se veía tan diferente a la última vez que lo vi en
persona. Claro, solo tenía trece años, pero sus hoyuelos no habían
cambiado. Su sonrisa torcida seguía siendo la misma.
Cooper Davidson había sido esculpido por los dioses. Su piel
bronceada y lisa, su cabello rubio y sus ojos verdes e intensos eran como
los de los cuentos de hadas. Sus labios eran capaces de crear una sonrisa
que hacía que cada mujer se derritiera y cada hombre heterosexual se
sintiera celoso. Y para colmo, los dioses le habían dado una voz con un
acento sureño que volvía locas a todas las chicas de mi pueblo natal
cuando venía a visitar a su prima durante los veranos.
—¿No me recuerdas? —susurré mientras me acercaba a él. Claro, mi
cabello estaba pasando por una extraña fase gótico y corto, que era muy
diferente a mis ondas largas y rubias habituales. Pero, aun así. Seguía siendo
yo. ¿En qué estaba pensando? Claro que no me recordaría...
Cooper me miró fijamente y levantó una ceja, su mente rastreando
su pasado. Mis ojos siguieron su boca, viéndole morderse el labio inferior y
acercarse. Miró fijamente a mis ojos azules con tanta curiosidad flotando
en sus ojos verdes. Noté el momento en que recordó quién era yo. Y luego
recordé quién era yo. Era oficialmente stripper en entrenamiento. Una ola
de vergüenza bañó mi rostro. Mis ojos se movieron hacia el suelo. No me
sentía digna de mirar en su dirección. Estaba tan avergonzada del camino
que había recorrido en los últimos meses.
Cooper sacó un dedo, levantó mi barbilla y sonrió ampliamente.
—Andie Evans.
Me estremecí un poco, pero sonreí.
—Andrea. Ahora me llamo Andrea.
Asintió.
—Por supuesto. Santa mierda. ¿Cómo demonios estás? —Me dio un
fuerte abrazo y me sostuvo con fuerza. Me sentí bien al ser abrazada. Había
pasado tanto tiempo desde...
Me alejé y solté una sonrisa triste. Un corto respiro cayó de mis labios
al tacto de sus suaves dedos rozando las lágrimas que empezaron a caer
de mis ojos. Mi corazón aterrizó en mi garganta, lleno de nervios y
preocupación. La idea de que mi mamá y mi papá se enteraran de mi
trabajo era aterradora, pero Cooper rápidamente alivió mis temores.
—Nunca diré una palabra. Te lo prometo. Santa mierda. Andrea
Evans en persona. Han sido, ¿qué? ¿Diez años? —Ambos estábamos en
estado de shock. Tomó asiento y me senté frente a él, quitándome mi
estúpido sombrero de safari.
—Diez años. Tú te fuiste para convertirte en un fotógrafo famoso y yo
fui a convertirme... —Me reí de mí misma. Las paredes rojas de terciopelo
en la habitación con la tenue luz sexual le dijeron exactamente en qué me
había convertido.
—Te ves hermosa —me elogió. No había cambiado nada; era tan
encantadoramente dulce como lo había sido cuando me dio mi primer
beso en la mejilla a la edad de siete años—. La última vez que te vi, estabas
enamorándote de un tipo que no era yo. —Sonrió.
Asentí.
—Derrick Stevens.
—¡Ah! ¡Ese es el nombre del idiota! ¿Cómo está Derrick Stevens hoy
en día? ¿Gordo? ¿Desempleado? ¿Gay? —Se rio en broma.
Negué con la cabeza, apoyando las manos en mi regazo.
—Muerto.
Los ojos de Cooper se abrieron de par en par, horrorizado, cuando
Frank tocó a la puerta y la abrió para informarnos de que nuestro bonito
"baile de regazo" había terminado. Miré a Frank y luego a Cooper. Estaba
congelado con una mirada angustiada. Suspiré, sabiendo que no podía
dejarlo así. No sabía por qué, pero algo dentro de mí sentía que merecía
mi atención. Algo quería que me quedara en la habitación. No podía
ponerle el dedo encima, pero era un impulso del que no quería alejarme.
Aunque mi mente esperaba correr hacia las colinas, mi cuerpo estaba
contento con su paradero.
Me volví hacia el guardia de seguridad y le di mi sonrisa y un guiño
falsos.
—Vamos a necesitar un poco más de tiempo, Frank.
Frank cerró la puerta VIP del club de striptease y mis ojos se quedaron
en Cooper. El pobre tipo parecía como si hubiera matado a Derrick. Casi
me reí, pero sabía que sería inapropiado. Solo una chica que sufriera daños
emocionales en el interior se reiría de tal situación.
—Lo siento, ¿qué es gracioso? —Los ojos de Cooper se llenaron de
preocupación. Arqueé una ceja y me toqué la boca con las puntas de los
dedos. Se encorvaba en una sonrisa donde se escapaban risitas
incontrolables. Me agité y dejé de reírme. Nada era gracioso. No pasó
mucho tiempo hasta que el silencio creció y Cooper reemplazó el aire
muerto con preguntas.
—¿Cuándo? ¿Qué ha pasado? ¿Quieres hablar de ello?
—Hace seis meses. Un accidente de auto. No, nunca.
Lo empujé en la rodilla, necesitando un cambio de tema.
—¿Qué has estado haciendo?
Sus labios se abrieron como si quisiera hablar, pero se callaron. Era
guapo, pero el temblor en su ceja me mostró que también necesitaba ser
reparado por dentro. Una abrumadora necesidad de saber más cayó
sobre mí. ¿Podría ser que alguien estaba tan confundido emocionalmente
como yo? ¿También tenía una historia? Quería saberlo. No, necesitaba
saberlo. Necesitaba no sentirme tan sola por un momento en mi vida. Mis
ojos le rogaron que continuara sus pensamientos. Se aclaró la garganta y
se mordió la punta del pulgar.
—Dejé a mi esposa.
Observé como su rostro se profundizaba en un tono de rojo. Era un
dolor reciente dentro de él, me di cuenta. Sus hermosos ojos contaban una
historia de tristezas y arrepentimientos, algo que entendía. Era mi turno de
hacer las preguntas.
—¿Cuándo? ¿Qué ha pasado? ¿Quieres hablar de ello?
—Hace cinco meses. Tom Reed. No, nunca.
Miré mi mano apoyada en su pierna, que debe haber aterrizado allí
cuando traté de consolarle al enterarme de que se estaba divorciando.
Me alejé rápidamente, sintiéndome como si de alguna manera hubiera
engañado en mi inexistente relación.
Frank golpeó la puerta de la sala VIP y la volvió a abrir.
—Andrea. ¡Ya terminó el tiempo! ¡En serio! —Probablemente estaba
recibiendo calor de Roger. Pude darme cuenta ya que Frank nunca le
levantaría la voz a nadie a menos que su jefe le levantara la voz. Cooper
se levantó, sacó su billetera y le dio a Frank un montón de billetes. El guardia
miró hacia abajo y contó los billetes rápidamente con sus ojos antes de
cerrar lentamente la puerta.
—¿Así que te mudaste a Nueva York? —me preguntó, reclamando
su asiento. Asentí y le expliqué cómo necesitaba alejarme de la pequeña
ciudad. Entendió, recordando en qué lugar chismoso crecí. Hubo silencio
llenando la habitación. Durante mucho tiempo sentí que nos mirábamos
fijamente y una parte de mí estaba extrañamente bien con esa idea.
—¿Quieres salir de aquí? —preguntó Cooper.
Me reí, asintiendo. Debe haber podido ver la necesidad de escapar
en mis ojos. Seguro que lo vi en los suyos.
—Absolutamente.

Mis manos temblaban cuando coloqué la llave en la puerta y giré la


perilla. Cooper estaba detrás de mí, esperando pacientemente. Sé que se
dio cuenta, pero no mencionó la pequeña cojera que tenía en la pierna.
No era tan malo como antes, pero todavía era algo que alguien no podía
pasar por alto. Cuando entramos en el pequeño y abarrotado
apartamento, lo recibí en mi casa.
—Es agradable.
—No lo es. —Me reí. Caminé hacia la cocina y abrí la nevera—.
¿Quieres un trago? ¿Una cerveza?
—No, gracias. No soy un gran bebedor hoy en día. —Miré en la
nevera y me di cuenta de que no había cervezas de todos modos.
Ladasha debe haber tomado la última, lo cual estuvo bien; ella fue quien
las compró. Cerré la puerta de la nevera, bajé la mirada, me di cuenta de
que todavía estaba usando mi gabardina, y recordé que debajo de ella
solo lucía un sujetador y una tanga con estampado de leopardo.
Horrorizada, me di la vuelta, en una misión para ir a cambiarme. Antes de
que pudiera llegar a mi habitación, la mano de Cooper de alguna manera
había encontrado la mía.
Mi cuerpo se estremeció ante su toque, y maldije por permitirme
sentir algo por el estilo. Su acento sureño estaba algo oculto de su vida en
Nueva York, pero escuché que se arrastraba cuando me habló.
—Lamento lo de Derrick. Dios mío, Andrea. No podría imaginarlo. Lo
siento mucho.
Bajé la mirada a nuestras manos y mi corazón tomó velocidad. No
podía dejar de pensar en lo que iba a suceder a continuación. ¿Qué iba
a pasar después? Él me jaló más cerca de él. Tan cerca que pude sentir su
aliento contra mi mejilla... Tan cerca que podría haber jurado que nuestros
labios se tocaban. Permití que mis ojos se cerraran mientras levantaba mi
barbilla. Con cada exhalación que tomaba, inhalé su respiración. El tiempo
siguió moviéndose, pero nos quedamos quietos. Permitiendo que nuestras
respiraciones fueran todo lo que se escuchaba, todo lo que se sentía.
—Estoy rota, Cooper —susurré. Si él dejara ir mis manos, estaba
segura de que me rompería en un millón de pedazos. Su toque era lo único
que me mantenía unida.
—Yo también. —Acercó mi rostro más cerca del suyo, pero no me
besó. No, sus labios se quedaron alrededor de mi rostro mientras yo
separaba ligeramente mi boca. Cuando abrí los ojos, se encontraron con
los suyos. Los intensos ojos verdes en los que me estaba perdiendo hicieron
escapar un pequeño suspiro. Él estudió cada parte de mi rostro. Pasó un
dedo por mi labio superior y luego trazó el inferior. Una y otra vez.
Comenzando desde la izquierda y moviéndose lentamente hacia la
derecha. Puse mis manos contra su pecho, sin querer caer de su simple
gesto. Sí... Era simple, pero poderoso, ese pequeño toque.
Acarició mi cabello corto detrás de mis orejas y me besó en la frente.
Las suaves y cariñosas caricias en mi rostro me hicieron añorar su sabor,
pero sabía que él no haría el primer movimiento, por puro respeto. Acerqué
sus labios a los míos y asentí, concediéndole permiso.
¿Qué estaba haciendo? ¿Qué estaba sintiendo? Todo lo que sabía
era que cada vez que me tocaba, no me sentía sola.
Él protegió mi boca con la suya, que fue suficiente para hacer que
mi cuerpo se debilitara. Sin embargo, él estuvo allí para atraparme. Una de
sus manos viajó a mi espalda baja, sus dedos masajeándome. Cuando su
lengua comenzó a explorar la mía, un leve gemido escapó de mis labios.
Toda mi vida solo había besado a un hombre, pero sabía que podía
acostumbrarme secretamente a besar a la apuesta alma que estaba
frente a mí. Y ese solo pensamiento me aterrorizó.
Él me llevó al sofá, empujando su cuerpo sobre el mío. Su boca
comenzó a viajar hasta mi cuello, besándome con suaves besos y
chupándome suavemente con cada nueva ubicación. Mis dedos de los
pies se acurrucaron en el cojín del sofá y no pude evitar arquear mi espalda
mientras anhelaba más. Puso su mano sobre mi pierna desnuda y comenzó
a viajar bajo la gabardina hasta mi muslo. Todo dentro de mí se calentaba
cada vez más con su toque. Perdí todas las conexiones con el mundo real.
Solo éramos nosotros dos. Muestreo mutuo. Descubriéndonos el uno al otro.
—Coop... —susurré. Inmediatamente, sus ojos se dispararon hacia los
míos y detuvo sus acciones. Un nivel de culpa llenó sus ojos, lo que lo hizo
aún más atractivo. Negué con la cabeza, acerqué su rostro al mío y
murmuré—: Cama. —Su culpa se desvaneció con el sabor de mis labios.
Me levantó y me llevó por el pasillo mientras yo envolvía mis piernas
alrededor de él y descansaba sobre su fuerte cuerpo.
Necesitaba a Cooper esta noche y podía decir que él también me
necesitaba. Era nuestro escape de la realidad. El tiempo no existía cuando
estaba con él. No había ayer ni mañana. No había pensamiento
involucrado, solo pasión. Un beso tras otro. Un abrazo hizo que todo lo
demás pareciera carente de sentido solo por unos momentos. Mi mente
estaba vacía. La sensación de pensar demasiado en cada detalle de la
vida desapareció. La repetición del accidente no estaba sucediendo
dentro de mi cabeza en esos momentos. Sí, los dos necesitábamos algo de
espacio entre nuestras realidades demasiado desordenadas. La vida real
era demasiado difícil de enfrentar, y ahora Cooper estaba olvidando su
drama en el mundo y yo me estaba olvidando de Derrick.
Derrick.
Mis ojos se abrieron lentamente para encontrar a Cooper besando
mi nariz. Habíamos terminado nuestro escape de la realidad. Nuestros
extendidos en mi cama, la ropa esparcida por el suelo, y mis ojos se
apartaron del apuesto hombre que estaba a mi lado. Y lo recordé.
Derrick. Me sentí sucia. La misma suciedad cubrió el rostro de Cooper
mientras estábamos sentados en la cama. La brisa de otoño de la noche
era más fría que la mayoría de las noches, ya que voló más allá de mi
ventana abierta. Rápidamente me puse de pie para cerrarla. Todo el calor
que había atravesado mi cuerpo hace unos minutos había desaparecido
hacía tiempo, y me estaba congelando.
Inclinándome, envolví una sábana alrededor de mi cuerpo y le
entregué su camisa a Cooper. Ni siquiera pude mantener mi sonrisa
mientras lo veía levantarse de la cama. Tenía el culo más perfecto que
jamás había visto. No pude encontrar la fuerza para apartar la mirada
mientras se ponía los calzoncillos, era hermoso. Estaba desgarrada. Mi
corazón estaba llorando ya que los dolores de mis acciones previas ahora
se estaban infiltrando en mi mente, pero al mismo tiempo quería la
segunda ronda de Cooper Davidson.
—No puedo creer que hayamos hecho eso —afirmó mientras
continuaba vistiéndose. Yo tampoco lo podía creer.
Tenía la sensación de que Cooper no era de los que participaban en
aventuras al azar. Y no fue extremadamente aleatorio lo que habíamos
hecho, nos conocíamos después de todo. Crecimos juntos. Bueno, más o
menos.
—No sé si lo sentiste... quiero decir que sentí que... —Hizo una pausa
y negó con la cabeza mientras seguía abrochándose la camisa de manga
larga. Mi expresión ablandada probablemente le mostró que también lo
había sentido. Se sintió como un escape. Una salida por un momento en el
tiempo. Pero el momento pasó, y el tiempo tenía una forma de no
detenerse nunca.
Me miró en mi sábana y estudió mis curvas. Apreté agresivamente la
sábana más fuerte contra mi cuerpo y observé mientras sus ojos se
alejaban de mí. Él claramente podía notar lo incómoda que estaba.
—Déjame llevarte a cenar —sugirió.
—No.
Se giró para mirarme y sonrió, lo que hizo que cada centímetro de mi
piel vibrara una vez más. ¿Cómo hacía eso?
—¿Por qué no?
—Es contra las reglas.
—¿Qué reglas?
Las reglas que ya había destruido bastante. Las reglas de Mujer
Bonita. Nada de información personal. Ese tipo de cosas salieron por la
ventana cuando entré en la sala VIP y lo vi parado frente a mí.
Nada de besos en la boca.
Mierda.
Y no segundos encuentros. Podría mantener esa. Me sentía bastante
tonta al pensar en las reglas, pero Ladasha me las había enseñado, y era
mi deber cumplir con al menos una de las reglas. Y salir a cenar con el
magnífico Cooper Davidson no estaba permitido.
—Vamos dime. ¿Qué reglas? —Se interesó mientras levantaba una
de sus cejas. Todo lo que hacía era sexy. ¿El sudor goteando por su frente?
Sexy. ¿La forma en que mordía la punta de su dedo pulgar? Sexy. ¿La
forma en que gruñó en mi oído mientras mordisqueaba? Dulce madre de
todo lo justo. Podía decirme apodos, ignorar mi existencia, decirme que
me callara, y aun así haría que mi cuerpo quisiera que lo reclamara de
nuevo. Pero, nunca haría esas cosas. Él era demasiado caballero sureño.
Me sonrojé ante los pensamientos que llenaban mi cabeza, y bajé la
voz para responder a su pregunta.
—Las reglas de Mujer Bonita.
Se acercó a mí, luciendo sus hoyuelos perfectamente perfectos.
—Sabes cómo termina esa película, ¿verdad? —Cooper se alejó de
mí y se puso los pantalones. No pude evitar dejar escapar una pequeña
sonrisa de mis labios. Me di cuenta de la expresión de placer pegada a mi
rostro y la sacudí mientras Cooper seguía hablando—. Yo solo... no quiero
ser uno de esos tipos. Quiero llevarte a...
—¡Perra! —Se escuchó desde la sala de estar. Ladasha estaba en
casa—. ¡¿Cómo diablos hiciste que Roger te dejara obtener una maldita
promoción sin siquiera quedarte toda la maldita noche?! ¿Y cómo
demonios conseguiste que alguien pagara seiscientos dólares por un
maldito baile privado?! —gritó.
Mis ojos se agrandaron, mirando a Cooper.
—¿Seiscientos dólares? —Hice una pausa. Bueno, obtuvo lo que
pagó.
—Pasé por una pizza en el camino de vuelta, amiga. Hablando en
serio. Enséñame tu... —Ladasha irrumpió en mi habitación antes de que
tuviera la oportunidad de decirle a Cooper que de alguna manera se
volviera invisible. El pedazo de pizza estilo Brooklyn en la mano de mi
compañera de cuarto se congeló en el aire cuando Ladasha me vio
envuelta en una sábana. Sus ojos se posaron en Cooper y ella terminó su
frase—... misterios...
Sus ojos se abrieron de par en par cuando se dio cuenta de que
había un hombre de pie en mi habitación.
—¿Que me perdí? —cuestionó mientras el queso en su porción de
pizza se deslizaba al suelo.
—Probablemente debería irme —dijo Cooper, y acepté antes de
que terminara de pensar. Pasamos junto a Ladasha, que fue rápida para
seguir detrás de nosotros. Cooper se volvió hacia mí una vez que llegamos
a la puerta principal, sonriendo—. Sin embargo, me gustaría verte de
nuevo, Andrea. Nunca he hecho esto antes. —Hizo una pausa y sus mejillas
se pusieron rosadas por la vergüenza—. Bueno, he hecho esto, pero no así.
¿sabes?
Él era lindo, tratando de encontrar las palabras correctas. Pero no
pude evitar sentir un nudo en el estómago cada vez más grande.
—Coop —susurré, tratando de hacerle entender. Pero sus ojos verdes
se iluminaron al sonido de mi voz. Apoyó su mano en su barbilla y me
estudió.
—Andie —susurró. No lo corregí. A decir verdad, sonaba algo
agradable. Abrí la puerta de entrada y le permití que me besara en la
frente antes de salir—. Te llamaré.
—No —le supliqué.
Sonrió y caminó por el pasillo. Todavía podía ver sus hoyuelos en mi
cabeza mientras se alejaba. Salí al pasillo y miré en su dirección.
—No, en serio Cooper. No lo hagas.
Levantando su mano en el aire, se despidió de mí. Suspiré. Esa
despedida también fue sexy. Y eso probablemente sería un problema.
Entré en mi apartamento, cerré la puerta y me deslicé al suelo. Ladasha se
acercó y se deslizó al suelo para unirse a mí.
—¿Había un hombre extremadamente sexy en nuestro
departamento?
—Sí.
—¿Y tú... pasaste un buen rato con él? —cuestionó.
—Sí.
Un nivel de silencio llenó la habitación. Nos sentamos allí, ambas un
poco aturdidas. Finalmente, Ladasha encontró las palabras ideales para
decir.
—¡Toma eso, Richard Gere! —gritó y se levantó para hacer un baile
victorioso. Implicó una gran cantidad de chocar las caderas contra el aire
y palmadas en un culo invisible. No pude evitar reírme de mi exagerada
amiga. Mientras la miraba, mi sonrisa se desvaneció cuando me di cuenta
de lo que había hecho. Ladasha también descubrió lo que había hecho y
su sonrisa se evaporó.
—Andrea... —Su voz fue suave, llena de preocupación; negué con
la cabeza y miré hacia adelante.
Acababa de tener sexo con Cooper Davidson.
Mierda.

Estaba sucia. Encendí la ducha y entré mientras el agua comenzaba


a golpear mi piel en chorros al azar. Recogiendo el jabón, comencé a frotar
mi pálida piel blanca, fregando cada vez más fuerte, tratando de borrar
las últimas horas de mi memoria.
Prometo amarte sin reservas. Consolarte en tiempos de angustia.
Animarte a alcanzar todos tus objetivos.
No…
Me froté más intensamente, viendo mi piel ponerse roja, tratando de
hacer desaparecer la culpa que de alguna manera se había hundido en
mi alma. Mis lágrimas comenzaron a mezclarse con las gotas de agua. No
había forma de distinguir las corrientes líquidas una de otra. Dejé que mi
cuerpo cayera en la bañera y me senté allí. Lloré en mis manos,
permitiendo que los cristales de agua me abofetearan con la realidad que
ahora estaba enfrentando.

Michelle estaba arrastrando con esfuerzo a un chico con ella


mientras venía a encontrarse con Eric y conmigo. El chico parecía unos
años mayor que yo, tal vez nueve o diez.
—¡Ustedes! Este es mi primo Cooper. Pasará el verano aquí porque su
papá está loco —cantó Michelle, saltando arriba y abajo. Él tenía una
cámara colgando de su cuello y movió los pies en el suelo, sin mirarnos.
—¿Qué pasa con la cámara? —pregunté, viendo como sus ojos se
levantaban para encontrarse con los míos. Mi barriga comenzó a dar
volteretas cuando vi sus labios curvarse en una bonita sonrisa y sus hoyuelos
aparecieron.
—Mi mamá me la dio, antes de irme. ¿Cuál es tu nombre?
—Andie Evans. Este es mi hermano Eric. —Cooper no miró para
reconocer a Eric, simplemente siguió sonriéndome, haciéndome sentir un
poco rara—. ¿Por qué me miras así?
Sus mejillas se enrojecieron y volvió a mirar al suelo, pateando la
tierra.
—Nunca antes había visto algo como tú, eso es todo. —Sus cejas
fruncieron su frente como si se diera una bofetada—. Quise decir eso en el
buen sentido. Salió mal.
Michelle puso los ojos en blanco y comenzó a caminar cerca de Eric.
—Vamos chicos, vamos al parque. ¡El último en llegar compra helado
para todos! —Eric y ella salieron corriendo por la calle.
Cooper se aclaró la garganta y levantó su cámara en mi dirección.
—¿Puedo tomarte una fotografía?
Pasé mis dedos por mi cabello y me preparé para mi primera sesión
fotográfica. Colocando mis manos en mis caderas, me volví hacia Cooper,
rogándole que solo capturara mi lado bueno.
Su mano recorrió su rostro y sus ojos verdes sonrieron en mi dirección.
—No te preocupes. No creo que pueda perderlo.
6
Cooper
Traducido por Bella’
Corregido por Claudiavero

Me senté en la oficina de Kyle mirándolo sonreír de oreja a oreja


como un padre orgulloso.
—¡Claro que sí! ¡Mira! ¿Qué te dije? Una aventura de una noche
puede cambiar la perspectiva de un tipo sobre un tema. Ahora podemos
seguir adelante, y tengo unos papeles para que firmes. ¿A qué revista
quieres llegar primero? ¿Star? ¿Us Weekly? Puedo conseguir la portada de
People. —Kyle fue a buscar en su computadora, con su sonrisa de
satisfacción todavía enmarcando su rostro.
Tenía que admitir que tampoco podía dejar de sonreír.
—Escucha, Ky.
Resopló y asintió mientras seguía metido en su computadora.
—Oh, estoy escuchando. Cuéntamelo todo. ¿Era buena? ¿Usó las
plumas? Jasmine usa las plumas.
—No. Escucha, Kyle. Quiero decir, realmente escucha. —Golpeé mis
manos en su teclado, lo que le hizo llorar como un cachorro adolorido. Se
recostó de nuevo en su silla y levantó las manos derrotado.
—De acuerdo. ¿Qué?
Juntando mis manos, me incliné más cerca de él.
—Me gusta ella. Me gusta mucho.
El cambio repentino de carácter en los ojos de Kyle fue drástico;
sabía a dónde iba esto.
—Cállate.
—Ella es diferente, Kyle. —Mi corazón empezó a latir con fuerza al
pensar en la noche anterior. Andrea era misteriosa y diferente de todo lo
que había sentido con Iris. Había partes de ella que eran la misma Andrea
que conocí cuando era más joven, pero había tanta profundidad en sí hoy
en día que me parecía tan jodidamente atractiva—. Y la manera en que
me besó... —Sus labios... Los labios de Andrea Evans podrían hacer soñar a
cualquier hombre con besarla por el resto de sus vidas.
—Un. Rollo. De. Una. Noche. Eso es, Cooper. ¡Una noche! Nada de
esta mierda de amor instantáneo otra vez. ¿Sabes dónde te puso el amor
instantáneo la última vez? ¡En la sala de psiquiatría! —me gritó, pero no me
interesaba su opinión.
—Es hermosa. No es el tipo de belleza que la mayoría de la gente ve.
Sino un tipo triste de belleza, el tipo de belleza que cambia a la gente. Y...
—Me reí, pensando en lo insensato que sonaba lo que iba a decir
después—. Vas a pensar que estoy loco.
—Ya lo hago. Dímelo de todos modos.
—Pero Jesús… en la clínica de salud mental, me dijo que conocería
a alguien. Y unas semanas después de salir de la clínica, ¡POOF! Maldita
sea, ahí estaba. ¡Y tengo que agradecértelo a ti! Si no fuera porque me
enviaste a ese club, no habría pasado.
Kyle se sentó ahí, aturdido durante bastante tiempo.
—Lárgate de mi oficina. ¡Y toma tus malditas pastillas!
Mientras mi teléfono móvil sonaba con un mensaje de texto, mis ojos
se abrieron de par en par cuando vi aparecer el nombre “Andie”.
Finalmente me respondió después de los pocos mensajes de texto que
parecía decidida a ignorar. Me levanté y asentí, caminando cerca de la
puerta.
—Voy a verla.
Un petardo fue encendido bajo el asiento de Kyle, enviándolo
disparando desde su silla.
—¡Qué! No. Nooooo. Es una stripper, Coop. No puedes ser visto con
ella.
—Te veo luego, Ky.
Volví a echar un vistazo a la oficina de Kyle a tiempo para verlo tirar
sus papeles al aire y patear el costado de su escritorio.
A veces era tan dramático.
Se veía perfecta. Llevaba un par de pantalones y una sudadera, y
de alguna manera se las arreglaba para lucir genial. Sus ojos estaban
escondidos detrás de las gafas oscuras, e instantáneamente me levanté
de la mesa en el café cuando entró. Rápidamente levantó su mano para
que no la saludara. Se sentó frente a mí y me senté de nuevo.
¿Qué había que decir? Pensé que debía arriesgarme.
—Andie, anoche fue…
—Llámame Andrea, Cooper. Y anoche fue un error. —Se quitó las
gafas de sol y se frotó bruscamente las manos sobre su cansado rostro.
Me recosté en mi silla y la miré, notando la hinchazón de sus ojos.
Tenía un pequeño presentimiento de que yo era la causa de su sufrimiento.
No sabía qué hacer o cómo hacerlo mejor. Puse mi mano sobre la mesa
para consolarla, pero ella se negó. Me sentía como un idiota. Se había
abierto a mí anoche y me aproveché de ella.
—Lo siento —fue todo lo que pude decir.
Bajando la cabeza se encogió de hombros.
—No es culpa tuya. Pero si pudieras hacerme un gran favor y fingir
que esto nunca pasó. ¿Por favor? No soy la misma chica que era cuando
me conociste.
—Y yo no soy el mismo tipo, Andrea. —El hecho era que no quería
que fuera la misma chica que conocía. Estaba tan absorto con la criatura
quebrantada que tenía ante mí y quería capturar su sonrisa fuera de este
mundo en mi mente para siempre. Era un hermoso desastre. Era todo lo
que mi futura ex esposa no era. Y quería saber más. Le pedí que me diera
una oportunidad.
No lo haría. Explicó una vez más que ya había roto demasiadas
reglas.
—Por favor. Cooper, confía en mí. Estás mejor así. No me envíes más
mensajes de texto. No aparezcas en el club. No te acerques a mí. Siento
todo lo que está pasando en tu vida, pero ese no es mi problema. Y para
ser honesta, mis asuntos no son tuyos.
Andrea se levantó de la mesa, puso sus gafas de sol y salió del café.
Quería seguirla, pero, ¿qué derecho tenía de hacer tal cosa?
7
Andrea
Traducido por ∞PurpleGirl∞
Corregido por Claudiavero

Agh. Me sentí terrible por lo dura que tuve que ser con Cooper, pero
sabía que, si no hubiera sido así, él seguiría apareciendo. Y tenía que
dejarle en claro que no estaba interesada en conocerlo a él, ni a nadie
más, en el corto plazo. Me quedé afuera del café y literalmente conté los
latidos de mi corazón. Ciento veinte latidos por minuto. Me volví para mirar
por la ventana de cristal a Cooper y golpeé mi puño contra mi cintura.
—Necesitamos reglas —insistí mientras volvía al café y me sentaba
frente a él.
—¿Reglas de Mujer Bonita?
Sonreí ante su tono sarcástico y me quité las gafas de sol.
—Hablo en serio, Cooper. Escucha, soy un desastre. Realmente lo soy.
Y tú estás... —Me detuve, sin querer ofenderlo. Bebió un sorbo de café y
mantuvo sus ojos en mí—. Estás pasando por algunas cosas también.
—Eso es verdad.
—Pero por primera vez en mucho tiempo... anoche... por un
momento, no tuve ganas de morir constantemente. —Me froté los ojos y
solté un gruñido, dándome cuenta de que había delineador de ojos en mis
dedos, lo que significaba que se había corrido por todo mi rostro. Sin
vacilación, Coop tomó una servilleta y limpió el desastre caliente que me
había atacado y convertido en ojos de mapache. Una ráfaga de calor
recorrió mi cuerpo por su toque, una sensación que me daría una paliza
más adelante.
Bajó la servilleta y levantó su dedo índice de su mano izquierda.
—Andrea. Aquí está el caos. Lo cual ambos conocemos bastante
bien. Y aquí... —El dedo índice de la mano derecha voló hacia arriba—.
Aquí está el orden. Asumiré que ambos estamos bastante lejos del orden,
pero ya hemos tocado fondo en el caos. Entonces, ¿qué tal si solo
exploramos el espacio entre los dos?
El espacio intermedio. El lugar en el que no tendríamos que hablar
sobre el pasado o preocuparnos por el futuro. El lugar en el que no nos
volvíamos personales ni hablábamos de nuestros sueños y miedos. El lugar
donde cualquier nivel de afecto y ternura era simplemente una manera de
olvidarse de las heridas del pasado. Un tipo de droga que ahoga al resto
del mundo. Podría hacer el espacio intermedio.
—Podemos tener una palabra clave para que no tengamos que
llamarnos o enviarnos mensajes de texto pidiendo...
—¿Sexo? —Sonrió mientras levantaba una ceja. Pude sentir mis mejillas
enrojecer mientras asentía.
Sus ojos se movieron hacia la mesa junto a nosotros, donde una mujer
sostenía su bebida.
—Refresco.
—¿Refresco?
Mientras bajaba su voz, sus ojos se estrecharon y enfocaron sobre mí.
—El refresco tiene una forma de estar siempre húmedo y con la
cantidad correcta de presión... con la cantidad correcta de sacudidas
constantes, de repente este...
—Explota... —completé suavemente. Él estaba siendo abiertamente
sexual. Se reclinó en su silla y bebió un sorbo de su café. Mierda, ahora
sabía que todo mi rostro era del color de un maldito tomate. Volviendo al
tema en cuestión y no cómo de repente necesitaba una Coca-Cola.
—¿Y cuando uno quiere salir? —pregunté.
—Uno se va. Es así de simple. Sin cadenas. Sin compromiso. Nada de
sentarse junto al teléfono esperando una llamada. Si la persona A
encuentra el orden en su vida primero, entonces la persona B debe
respetar eso y seguir adelante. —Se inclinó sobre la mesa más cerca de mí
y sus sexys sonidos sureños hicieron que mi interior se retorciera—.
Necesitamos otra palabra segura. Si se pone demasiado serio.
—Panda —dije.
Con una ceja levantada, cuestionó mi elección de palabra.
—¿Panda?
—Es mi animal favorito. —Me incliné más cerca de él mientras me
quitaba un mechón de cabello del rostro.
—Eso suena personal.
Mierda. Tenía razón. Antes de que pudiera responder, sus labios
viajaron sobre los míos y dejé que explorara mi paladar por un rato antes
de retroceder. De algún modo, de la noche a la mañana me había vuelto
bastante adicta a sus besos. Quizás fueron sus besos los que me arrastraron
al café. Tomó un palillo de la mesa y se puso de pie y se lo puso entre los
labios.
—Panda funciona para mí. —Me guiñó un ojo y salió del café
dejándome sentada allí, mordiéndome el labio inferior. Quería perseguirlo,
empujarlo contra una pared y deslizar mi lengua contra su cuello. Quería
gimotear su nombre suavemente mientras sus manos viajaban a mi trasero
y lo apretaban ligeramente. Quería que él me levantara. Quería
envolverme a su alrededor mientras susurraba la palabra Refresco en su
oído una y otra vez.
Pero pensé que debería hacerme la indiferente. No quería parecer
necesitada. Esperaría a que él me enviara un mensaje de texto. No había
forma de que yo le enviara un mensaje de texto.
Mierda, mierda, mierda.
Panda, panda, panda.
8
Cooper
Traducido por ∞PurpleGirl∞
Corregido por Claudiavero

Estaban pasando repeticiones de nuestro reality show esa noche. No


pude evitar mirar. ¿Cómo se volvió así mi vida? Apagué la televisión, me
senté en la oscura habitación del hotel y me quedé mirando la mano que
se había estrellado en un marco hacía unos meses. La jodida verdad era
que me parecía mucho más a mi padre de lo que siempre quise. Ese
pensamiento jugaba con mi cerebro. Metiendo la mano en mi billetera,
saqué mi alianza y la pasé entre mis dedos. Seguí pensando en lo que Jesús
me había dicho en la clínica sobre Iris. "Lo que tu esposa hizo no tuvo nada
que ver contigo". ¿Pero era cierto?
Me pregunté si, de haber estado allí para Iris después de los dos
abortos espontáneos, en lugar de beber en el bar, qué diferentes podrían
haber sido las cosas.
Mi madre era artista. Crecer en una casa con un artista y un
alcohólico, fue bastante interesante. Recuerdo que una noche mi padre
quería que dejara de pintar sus "putas piezas de mierda" y le cocinara la
cena. Eran las tres de la madrugada, cuando mamá dijo que había
encontrado inspiración. Mirando hacia atrás, me daba cuenta de que
realmente estaba levantada a las tres de la madrugada para asegurarse
de que el cretino regresara a casa de los bares y no terminara en una zanja
en alguna parte. Me senté y lo vi gritarle, escupirla y menospreciarla desde
lo alto de las escaleras.
—Eres una puta estúpida. Deja de gastar nuestro dinero en esta
basura. —La alejó de un tirón del lienzo y comenzó a decir cosas que
podrían arruinar la mente de cualquiera. Lanzó su pintura y levantó su
mano como si fuera a darle una bofetada en el rostro.
Se me revolvió el estómago mientras veía llorar a mi madre y quien le
suplicaba que dejara de beber. Cuando vi esa mano sobre ella, salté y
grité, alejándolo de ella. El sabor de la sangre que goteaba de mi labio
superior fue una sorpresa para mí cuando me empujó al piso de la sala de
estar. La forma en que los ojos de mi padre se convirtieron en los de una
persona que nunca había conocido me aterrorizó.
—¡Basta! —Escuché a mamá llorar mientras corría hacia mí y me
acariciaba el cabello—. ¿Estás bien, Cooper? —Las lágrimas corrían por mi
rostro y negué con la cabeza. Esa noche y muchas otras noches de
borrachos, fueron capturados para siempre en mi cerebro. Un libro de fotos
de recuerdos que deseaba se desvaneciera.
Ese fue el primer verano que fui a quedarme en Wisconsin. Mi madre
me había empacado y me había enviado en un avión solo. Desde que
conoció al hijo de puta de mi padre, sus conexiones con su familia se
desvanecieron. La alejó de todo lo que conocía y la mantuvo sola en su
estado natal de Carolina del Sur. Mamá no pensó mucho en eso, estaba
enamorada. Pero el día que llamó a mi tío en busca de ayuda, estaba más
que dispuesto a permitirme pasar los veranos en su casa. Antes de que ella
me enviara el primer año, me entregó una cámara Polaroid, esa cámara
cambió mi vida.
Mi padre era el alcohólico, sin embargo, parecía que mi madre era la
que tenía la enfermedad. Papá era su escultura y ella estaba tratando de
darle forma de algo que él no era. Me pregunté si ella habría subido al
avión conmigo, cuán diferentes podrían haber sido las cosas.
Deslicé la alianza en mi billetera; no estaba listo para separarme de
esta todavía. Mierda. Iba a dejar que ella fuera la primera en enviar un
mensaje de texto, pero estar sentado en la oscura habitación del hotel sin
nada más que recuerdos, era demasiado. Necesitaba un poco de olvido.
Carajo.
Refresco.
9
Andrea
Traducido por Gerald
Corregido por Claudiavero

Ligeramente acarició el costado de mi rostro con su mano, mis brazos


y piernas entrelazados con los suyos. Su calor corporal contra el mío me
facilitó no querer moverme de la cama del hotel nunca más. Esta vez fue
diferente. Me besó más fuerte, más profundo. Sus brazos me voltearon con
fuerza mientras su boca cubría cada centímetro de mi cuerpo. Estaba
intentando olvidar tanto esa noche. No me importó. También me hizo más
fácil olvidar.
—Debería ponerme en marcha... —Mi mente comenzó a correr
tratando de descubrir cómo exactamente llegaría a casa. Ladasha y yo
acabábamos de pagar el alquiler y solo me quedaban algunos billetes
después del viaje en taxi hasta aquí. No sabía que eso costaría tanto y
ahora estaba completamente...
Oh mi... Un gemido y mis preocupaciones sobre el dinero
desaparecieron. Cooper comenzó a tocarme de maneras que hicieron
que todo mejorara. La forma en que masajeaba cada centímetro de mi
cuerpo solo con sus pulgares me hizo querer gritar su nombre por el resto
de mi vida. Sus manos viajaron hasta mi estómago, enviando escalofríos
por todo mi cuerpo.
—Coop... —gimoteé mientras cerraba mis ojos. Escuché un gruñido
amortiguado en mi cuello mientras continuaba besándome más y más
abajo... Abajo, abajo, abajo...
Mi espalda estaba lista para arquearse a su orden cuando se colocó
sobre mí. Mis caderas se empujaron hacia él, rogando por más atención.
No quería detenerlo. Pasé las puntas de mis dedos por su espalda,
acercándolo a mi cuerpo. Sus labios se colocaron sobre los míos mientras
levantaba mis muslos.
Sus dulces susurros me excitaban cada vez más.
—Te deseo tanto —siseó mientras su lengua exploraba mis pechos. Mis
labios se abrieron a tiempo para que deslizara su lengua adentro. Levantó
mis manos y las sostuvo firmemente contra el colchón.
Mis gemidos silenciosos se hicieron más fuertes a medida que los dos
nos acercábamos al otro. Sus ojos se encontraron con los míos por un
momento antes de que ambos los cerráramos y dejáramos que nuestro
calor alimentara nuestra conexión. El mundo se volvió un borrón. No había
nada mal en esta tierra en ese espacio y momento. Únicamente por la
sensación de aislamiento, podía verme nunca alejándome de Cooper.
Durante las siguientes dos rondas de Cooper Davidson que ocurrieron
después del apasionado beso, olvidé por completo todas mis
preocupaciones de dinero. Y olvidé todos los demonios que trataban de
comerme todos los días. Pronto todo lo que se escuchó fueron nuestras
ligeras respiraciones de agotamiento.
El mejor maldito refresco de mi vida.
Pero era hora de ir a casa. Antes de que pudiera intentar hacer que
me quedara para unas rondas más, me puse de pie y comencé a ponerme
la ropa de nuevo.
—Desayunemos mañana —propuso. Rodé mis ojos hacia el techo y
seguí vistiéndome—. Vamos, necesitas comer.
—No contigo. —Me reí.
—Vamos, ¿no suena bien? —Se puso de pie y envolvió sus brazos a mi
alrededor, mordisqueando mi oreja mientras mis ojos se cerraban. Eso se
sentía bien—. Huevos, tocino, magdalenas... Vamos, Andie.
Mi mente se llenó con la imagen de Derrick gritando mi nombre por
última vez. Sentí escalofríos recorriéndome, recuerdos desconcertantes
invadiendo mi cerebro. Mis ojos se abrieron y una ola de frialdad me cubrió
mientras susurraba:
—Panda. —Cooper dio un paso atrás, sin saber cómo me había
ofendido. Sonreí y me encogí de hombros mientras me ponía mi
chaqueta—. No es nada personal.
—Definitivamente es personal. —Pudo ver el dolor en mis ojos, pero
ignoré su expresión y caminé hacia la puerta. Mierda. ¿Cómo llegaría a
casa? Todo lo que sabía era que no podía quedarme aquí más tiempo. No
con la forma en que mis emociones se iluminaban. Entré en el pasillo y
comencé a caminar hacia el ascensor, pero me congelé cuando me
agarraron del brazo.
—Aquí, toma un taxi a casa —dijo Cooper, entregándome efectivo.
Me sentí ay sacudí mi cabeza.
—No tienes que pagar por lo que hicimos.
Cooper entrecerró sus ojos y me miró como si estuviera loca.
—No lo hago. Pago por llevarte a casa a salvo. —Envolvió mi cabeza
con sus manos y besó mi frente. Intenté contener las lágrimas. Pero no tomé
su dinero; se sentía demasiado pronto para tomar algo de él.
Lo empujé hacia él y sonreí.
—Gracias, pero estoy bien. —Mi voz se quebró cuando lo dije y seguí
caminando. Un tipo sostuvo el ascensor para mí y tuve la sensación de que
tomaría ese ascensor y haría la caminata de la vergüenza con bastante
frecuencia.

Un suspiro de alivio llenó mi cuerpo cuando salí del edificio del hotel y
vi un taxi esperando en la calle. Caminando hacia allí, tuve que tocar la
ventana. Al parecer, el conductor se había quedado dormido y se
sorprendió cuando abrió sus ojos para verme.
—Hola, lo siento. ¿Estás trabajando? Podría necesitar un viaje.
Se enderezó en su asiento y me sonrió cálidamente. Era un hombre
mayor, probablemente de cincuenta o sesenta años. Asintió hacía mí y me
dijo que me subiera. Me deslicé en la parte trasera del taxi, le di
instrucciones y permití que mi cuerpo se hundiera en los duros cojines
mientras cerraba mis ojos.
—¿Qué pasa?
Abrí mis ojos para encontrar al conductor hablándome. ¿De qué
estaba hablando? Me estaba mirando a través del espejo retrovisor, ojos
llenos de preocupación. Hizo un gesto hacia mis ojos que tenían lágrimas
cayendo. Mierda. Rápidamente las limpié y observé su identificación en la
parte delantera del auto. Su nombre era Joe y era un completo extraño,
preguntándome qué pasaba. ¿Realmente me veía tan rota?
—Lo siento, no fue mi intención entrometerme. Es solo que... eres una
chica tan joven. No hay necesidad de lucir tan triste.
No tenía idea. Le di una breve sonrisa, informándole que estaba bien.
Resultó que era una mentirosa.
—También he estado allí antes. Un lugar oscuro. Te preguntas cómo
van a estar bien alguna vez las cosas, ¿sabes? Pero lo estarán. Tienes que
confiar en el proceso. Nadie puede estar triste para siempre. Ni siquiera tú.
Desearía poder creer eso. Pero sentada en el taxi, estaba
comenzando a enfermarme, viendo la cantidad de dinero acumularse en
el reloj. Cuando Joe se detuvo en mi edificio de apartamentos, suspiré. Me
faltaban cinco dólares. Tendría que subir corriendo para pedirle algo de
dinero prestado a Ladasha.
Salí e iba a entregarle el dinero, diciéndole que volvería con el resto.
Me devolvió el dinero.
—Quédatelo. Cuídate, ¿de acuerdo? Y si alguna vez necesitas
transporte, llama a tu amigo Joe. Sé cuán fácil es perderse en la Gran
Manzana y soy bastante bueno en ayudar a las personas a encontrar su
camino a casa. —Me entregó su tarjeta, me dio una cálida sonrisa y se fue.
Después de esa noche, Joe se convirtió en mi conductor oficial para
mis aventuras nocturnas con Cooper. Nunca me cobró, lo cual era dulce,
pero tampoco nunca me juzgó, lo cual fue aún más dulce. Me habló de su
esposa, de cuánto la amaba, de cuánto se preocupaba por él. Habló de
sus luchas y de cómo resolvían los problemas pasara lo que pasara. Habían
estado casados durante casi cuarenta años y rezaba por estarlo cuarenta
más.
A veces me preguntaba si alguna vez me casaría.

Derrick estaba en el escenario frente al micrófono, luciendo guapo


como siempre. Cuando actuaba, se convertía en la canción,
transformándose en las letras, totalmente comprometido con las palabras.
Acababa de cumplir veintiuno, así que estaba llena de emoción por verlo
actuar por primera vez en un bar. Estaba tan increíble allí arriba. Tal natural.
Algunos de sus amigos entraron y me rodearon, lucían tan orgullosos
como yo de verlo allí arriba. Su mejor amigo Steve me golpeó en el brazo
y antes de que pudiera abofetearlo, me atrajo hacia un abrazo.
—Bienvenida de regreso a casa, futura señora Stevens —dijo Steve
mientras se sentaba junto a mí.
—Gracias. Es bueno estar de vuelta, como siempre. —Miré a Derrick,
quien estaba sonriendo en mi dirección y me volví hacia Steve—. ¿Alguna
vez habla de cuánto me extraña?
Steve levantó su cerveza y rodó sus ojos.
—No hagas eso, Andie. No soy tu mensajero. —Le di a Steve mis
mejores ojos de cachorro y gimoteé—. Te escribió una nueva canción.
Mis ojos se abrieron con emoción. Me encantaba cuando escribía
canciones sobre mí. Mordí mi labio inferior y miré hacia mi bebé.
—Me ama, ¿eh?
Steve aclaró su garganta y asintió, tomando de su bebida.
—De la mejor forma en que sabe cómo.
Derrick terminó su canción y habló por su micrófono.
—Muchas gracias a todos los que salieron esta noche por su amor y
apoyo. Ahora tomaré un pequeño descanso e iré a beber un trago con mi
futura esposa.
Se deslizó junto a mí y besó mi cuello.
—Lo hiciste increíble. —Sonreí con orgullo.
—Estoy tan feliz de que estés aquí. Te llamé antes, pero se fue al buzón
de voz. Imaginé que no ibas a lograrlo. —Sonrió y levantó mi teléfono
celular.
—Por supuesto que iba a lograrlo, no seas tonto. —Le advertí. Besando
mi nariz, buscó algo en mi teléfono—. ¿Qué estás haciendo? —pregunté
en voz alta.
Levantó su dedo hacia mí y comenzó a hablar en mi teléfono celular.
—¡Hola! Estás llamando al buzón de voz de la futura señora Andie
Stevens. No puede responder el teléfono en este momento, pero déjale un
mensaje y te devolverá la llamada ¡Adiós!
Sonreí ante su cursilería y le arrebaté mi teléfono celular.
Señora Stevens. Podría acostumbrarme a eso.

Me senté en el sofá, mirando todas las llamadas perdidas de mi madre


en mi teléfono celular. Siete. Había pasado un tiempo desde que había
hablado con ella, pero ya no podía escuchar su llanto por teléfono. Miré la
cantidad de mensajes de voz en mi teléfono, que también eran
exactamente siete. Rodando mis ojos, me preparé para escuchar a mi
madre suplicarme que volviera a casa.
—Hola, Anders, es tu madre. Solo llamaba para ver cómo te está
yendo. No he tenido noticias tuyas desde hace un tiempo. Quería ver si
pudiste hacer arreglos de venir para Acción de Gracias. Sé que dijiste que
estabas ocupada con tus trabajos... pero... nos encantaría tenerte. Nunca
hemos tenido un Día de Acción de Gracias sin ti...
Coloqué el cuello de mi camiseta en mi boca y lo mordí, como para
contener mis lágrimas.
»Ya es suficientemente triste que la familia de Derrick no se nos una. Su
mamá está bastante perdida. Pero no tenerte en la mesa... —Sus sollozos
se escucharon. Por Dios, mamá...
»Todos te extrañamos. Cada vez que digo que quiero llamarte al
trabajo, tu padre se niega a dejarme. Dice que no es ese tipo de trabajo.
Papá dice que te ama y te mantiene en sus oraciones. También te amo.
Llámame cuando puedas. Y cariño, realmente deberías cambiar tu correo
de voz.
Cerré mi teléfono celular y miré hacia la mesa de café frente a mí.
Ladasha siempre me dejaba su teléfono celular para que lo utilizara por
una razón y solo una razón. Mientras lo levantaba, un nivel de vergüenza
me inundó. Comencé a marcar mi teléfono celular y escuché mi mensaje
de voz. En el momento en que escuché la voz de Derrick hablándome a
través del teléfono, mi corazón se saltó algunos latidos.
—¡Hola! Estás llamando al buzón de voz de la futura señora Andie
Stevens. No puede responder el teléfono en este momento, pero déjale un
mensaje y te devolverá la llamada ¡Adiós!
Terminé la llamada, mordí mi labio inferior y marqué de nuevo. Esto
continuó durante tanto tiempo cuanto pude hasta que tomé mi celular y
envié un mensaje de texto para tomarme un refresco.
10
Cooper
Traducido por EstherC
Corregido por Claudiavero

Es como si poco a poco me estuviera abriendo con Andrea. Cada


noche que nos encontrábamos, más cercanos nos volvíamos. Cada noche
que nos reuníamos, sus ojos se volvían más suaves. Cada noche que nos
reuníamos, nuestros cuerpos permanecían entrelazados durante más
tiempo antes de que ella o yo volviéramos a casa. Nunca hablábamos del
pasado y nunca hablábamos del futuro. Demonios, eso era suficiente para
mí. Resultó que podías aprender más acerca de una persona al acostarte
junto a ella cada noche, escuchando sus respiraciones, viendo lo que les
hacía ponerse nerviosos o felices o enojados.
Sería un mentiroso si dijera que no me estaba enamorando
lentamente de Andrea, pero no podía decírselo. Porque estaba bastante
seguro de que ella huiría. Sería lento con mis acciones, lento con mis
acercamientos y le daría el tiempo que necesitaba para encontrar un
orden. Para encontrarme.
Sin embargo, hoy Kyle encontró la necesidad de tirarme una bomba
enorme cuando llegué a su oficina. No podía creer lo que me estaba
diciendo. Iris había perdido la cabeza si pensaba que podía chantajearme
para que me reuniera con ella.
—No lo estoy haciendo —prometí. No iba a jugar sus sucios juegos
mientras intentaba recuperarme.
—Ella ha estado hablando con la prensa sobre tu padre —me dijo,
mirándome fijamente. No estaba concentrado en otras cien cosas como
siempre, lo que significaba que era serio.
—Él no era mi padre.
—Cooper, sabes lo que quiero decir. Escucha, Iris claramente ha
perdido la cabeza y está hablando de vender las historias. Y me refiero a
todas las historias.
—Está mintiendo. Ella no haría eso. —Tenía que ser. No era malvada;
solo era una puta infiel embarazada.
—¿Realmente quieres correr ese riesgo? —Kyle golpeó los puños uno
contra otro, sus cejas bajaron—. Retén los papeles del divorcio. Habla con
ella. Averigua qué es lo que busca exactamente. Quiere fotos de ustedes
dos juntos, felices delante de los paparazzi.
—Eso es una locura.
—Ésa es Iris. Hazlo, Coop. Y un día todo esto se desvanecerá. —Quería
creerle, pero el estrés que le llenaba los ojos me dijo que ni siquiera él lo
creía. Llevaba semanas diciendo eso. Y nada se había desvanecido. En
todo caso, se estaba volviendo más complicado.

—¿Todo empacado? —preguntó mamá, paseando hacia mí. Me


dirigía a Wisconsin para pasar mi tercer verano con mis primos y estaba
terminando un proyecto importante para llevar conmigo.
—¿Qué es esto? —interrogó, recogiendo el libro que hice.
—Nada —le dije, tratando de quitárselo—. Mamá, vamos, para.
Sus ojos comenzaron a alejarse mientras seguía su reacción
exagerada al libro.
—¿Quién es ella?
—Una amiga. —Sin embargo, quería que fuera más, y esperaba que
el libro la ayudara a notarme más. Estaba lleno de fotos que había tomado
de Andrea y de mí durante los dos veranos pasados. Ella era la chica más
hermosa que había conocido y estaba preparado para pedirle que fuera
mía una vez que mi avión aterrizara en Wisconsin esa noche.
Mis ojos se movieron hacia mi madre y noté nuevos moretones en sus
muñecas.
—Mamá, ¿qué pasó?
Sonrió y agitó la cabeza, ignorando mi pregunta.
—Le encantará, cariño.
Se me rompía el corazón cuando veía a mi mamá herida. Mi voz se
resquebrajó al lanzar un marcador por el suelo.
—No veo por qué te quedas con él... ¡Es un imbécil!
—¡Cooper Michael! ¡Cuida tu lengua! —me regañó. Envolvió sus
manos alrededor de mi rostro y besó la parte superior de mi cabeza—.
Deberías añadir un poco más de cinta.
En el viaje en avión, me senté al lado de la ventana, murmurándome
a mí mismo, tratando de crear las palabras perfectas para pedirle a Andrea
que fuera mía. El anciano sentado a mi lado sonrió y me tocó el hombro.
—Déjame oírlo, hijo —dijo, y su mujer me miró y sonrió, asintiendo de
acuerdo.
Al principio fui cauteloso, pero me vendría bien la ayuda de alguien.
Me aclaré la garganta y me senté derecho.
—Andrea. Sé que solo nos conocemos desde hace dos veranos. Pero
si lo piensas bien, solo hemos experimentado unos diez veranos en nuestra
vida, así que dos veranos juntos es mucho. Y creo que eres bonita. Como
realmente bonita. Si quieres salir conmigo, me gustaría salir contigo. Y si nos
tomáramos de la mano, prometo que nunca la dejaría ir.
La anciana me miró y puso sus manos sobre las mías y sonrió.
—Perfecto.
Perfecto. Estaba listo, la llamaría novia y le besaría la mejilla si ella
quería. Mi corazón estaba en mi garganta mientras me dirigía a la casa de
Andrea con Michelle. Michelle chillaba como siempre, pero no podía
prestarle atención. Sostuve el libro cerca de mi pecho, emocionado por lo
que Andrea diría.
Eso no importó. Nada de eso importó porque cuando llegué a su casa,
vi a otro chico haciéndola reír. Abrazándola. Sosteniendo su mano. Miré a
mi prima y le pregunté quién era.
—Derrick Stevens. Se mudó aquí en diciembre.
Diciembre. Él la reclamó durante el invierno porque yo fui estúpido y
esperé hasta el verano…
11
Andrea
Traducido por Taywong
Corregido por Claudiavero

Ladasha entró al apartamento y me encontró tendida en el sofá y


saltó sobre mis piernas con la chaqueta todavía puesta. Olisqueó el aire y
pareció alarmada.
—Hoy no huele a Derrick. —No huele. No rocié su colonia en el aire…
lo olvidé. Creo que estaba demasiado ocupada pensando en...
…Coop…
Había algo sobre ese chico que me hacía sentir como si algún día,
pudiera ser feliz de nuevo. Luego miraría mi anillo de compromiso y me
odiaría un poco más.
Ella no cuestionó el olor por más tiempo. Su rostro sonreía de oreja a
oreja mientras me miraba.
—Localicé a mi madre —dijo sin esfuerzo. Me levanté de mi posición y
la miré, sorprendida. Ladasha nunca hablaba de su madre, y hasta donde
sabía, ella no tenía una madre.
—¿Qué?
—Es por eso que vine a Nueva York —explicó—, para encontrar a mi
madre. Mi abuela dijo que había terminado por aquí y después de largas
noches de encontrar personas que la conocían, la encontré.
¿Por qué no estaba loca por esto? ¿Cómo estaba tan calmada?
Había tantas cosas que quería saber, tantas preguntas. No podía entender
cómo una persona podía alejarse de Ladasha y no mirar atrás. Ella era muy
especial.
—Ella estaba hecha un manojo de nervios. Borracha, drogada, Dios
sabe qué más. —El rostro sonriente de Ladasha se desvaneció al pensar en
lo que había presenciado—. No me reconoció. No sabía mi nombre. No
sabía mi edad. Pero ella conocía mi rostro y yo conocía el de ella.
Las largas pestañas de Ladasha parpadearon cuando las lágrimas se
formaron y estaban preparadas para caer.
—Y un nudo se formó en mis entrañas porque soy ella. Eso es lo que
voy a ser en unos años.
—Eso no es verdad —siseé. No era así. Ladasha era una mujer fuerte.
Una amiga. Una hermana para mí. Y no se parecía en nada a su madre.
—¿No es así? Mírame. ¡Soy una maldita stripper, Andrea! Sin familia.
Nadie. No hay mucho para mí.
—Me tienes —dije. Limpié sus lágrimas caídas y le recordé que no
estaba sola. Mientras mi corazón latiera, ella nunca estaría sola.
—Miau.
Entrecerré mis ojos y miré a mi amiga, confundida.
—¿Perdón?
—Oh... esa no fui yo. —Ladasha abrió su chaqueta y reveló un
hermoso gato naranja y marrón descansando contra su pecho—. La
encontré en casa de mi madre. Parecía hambrienta y no había comida
allí. Así que la traje a casa conmigo. —Hizo una pausa y me miró con ojos
preocupados—. Está bien ¿no? No quería que pasara hambre...
Reí, tomé el gato en mis manos y escuché su ronroneo. Ladasha era
considerada. Era amorosa. Era talentosa, inteligente y compasiva. No se
parecía en nada a su madre. Pregunté el nombre del gato, y ella sonrió.
—Pecas.
—Bienvenido a casa, Pecas.
Eché un vistazo a la hora en mi teléfono celular junto a mí y miré a
Ladasha.
—Entonces, ¿pensaba que estabas trabajando esta noche?
—Roger me dio la noche libre. Resulta que el idiota más o menos tiene
sentimientos.
Colocando a Pecas en el suelo, aclaré mi garganta.
—Oh, eso es bueno. —Comprobé la hora de nuevo y mordí mi labio
inferior.
—¿Por qué estás actuando raro?
—¿Qué? ¿Yo? No estoy actuando raro. Entonces, ¿tienes algún plan
esta noche? —pregunté rápidamente, y ella me miró como si tuviera tres
cabezas.
Llamaron a la puerta y Ladasha me miró. Giró hacia la puerta y de
regreso a mí.
—No llevas la colonia de Derrick —susurró mientras continuaba
sentada sobre mis piernas.
—Lo sé, olvidé…
—No —me interrumpió rápidamente y olisqueó el aire a mi alrededor.
Hubo otro golpe en la puerta, pero a Ladasha no le importó—. En realidad,
estás usando perfume.
Reí y agité mi cabeza.
—No. Estás usando. Y... no estás usando la sudadera de Derrick. Estás
usando un vestido. Un vestido rojo. —Toc Toc. Debería estar respondiendo
a la puerta, pero Ladasha todavía estaba sosteniendo mis piernas contra
el sofá.
—No es gran cosa —dije mientras trataba de levantarme. Jesucristo,
Ladasha es fuerte.
—Estás usando tus bragas sexys, ¿no? —Se burló de mí cuando mis
mejillas se pusieron rojas como mi vestido. Ella se levantó, fue hacia la
puerta y la abrió. Mi corazón dio un vuelco cuando vi a Cooper parado allí,
con la cámara alrededor de su cuello. Los ojos de Ladasha aterrizaron
sobre él y la cámara antes de empujar ligeramente su hombro—. ¿En qué
tipo de mierda extraña están ustedes dos?
Tapé mi rostro con una almohada y estallé en carcajadas. Vi como
Cooper se volvió aún más rojo que yo y traté de explicar cómo llevaba su
cámara a todas partes. ¡Lo cual era cierto! Ladasha simplemente no lo
estaba comprando.
—No creo que nos hayamos conocido. Solo presencié cómo dejaste
a mi mejor amiga en una sábana. —Ladasha sonrió con su lengua en la
mejilla. Cooper parecía un chico joven que acababa de conocer a los
padres de su chica por primera vez. Lo deseaba tanto cuando era sexy y
agresivo, pero el asustadizo y tímido era igual de delicioso.
—Soy Cooper. —Él le estrechó la mano y Ladasha lo sostuvo por un
momento, mirándolo fijamente a los ojos.
—Te conozco, ¿no?
Se puso un poco incómodo y vi como su cuerpo se ponía rígido.
—No lo creo…
—¡Eres de ese reality show! The Davidson´s Weddings —exclamó
mientras Cooper asentía como si su mayor secreto hubiera sido revelado.
Ladasha soltó su mano, caminó hacia la cocina y agarró un par de
cervezas. Procedió a lanzarme una y arrojó una a Cooper, que se sentó en
el mostrador.
—Odio los reality shows. Les quita oportunidades a los actores reales.
Quiero decir, ¿por qué iba a ver una mierda de reality cuando podría ver
a Joseph Gordon-Levitt o Ryan Gosling durante dos horas? La televisión de
reality está arruinando al verdadero talento. —Ella abrió su lata de cerveza
y bebió un sorbo de ella. Movió sus ojos hacia Cooper—. Quiero decir, sin
ofender.
—Faltaba más. Estoy totalmente de acuerdo contigo. —El nerviosismo
de Cooper comenzó a disminuir a medida que percibía el tipo de
personalidad fuerte que Ladasha tenía dentro de su pequeña figura. Me
levanté del sofá y lo miré, todavía de pie junto a la puerta. Le dije una
disculpa por el repentino cambio de planes, y él sonrió y me guiñó un ojo.
—Te ves increíble —dijo mientras se acercaba y mostraba sus
hoyuelos.
—¿Qué? ¿Este? Simplemente me puse lo primero que encontré.
Ladasha gruñó ruidosamente ante la idea de que yo usara un vestido,
y le lancé una mirada severa, que silenció sus risas.
—¿Y qué hay de tu esposa? ¿Ustedes dos no están juntos? —preguntó
Ladasha. Se acercó y se acomodó en la silla. Tenía la sensación de que iba
a ser una noche larga. Cooper se sentó en el sofá y yo me senté a su lado.
La pregunta de Ladasha era bastante personal, y pude sentir que mi
corazón latía más rápido.
—¿Panda? —susurré en su dirección.
Él sonrió y se encogió de hombros.
—No cuenta si ella pregunta. —Se giró hacia Ladasha y respondió de
la mejor manera que sabía—. Es complicado.
—¿Complicado? ¿Como Nicholas Sparks de complicado? —
cuestionó. Dios mío. Dasha estaba que arde esta noche. Pregunta tras
pregunta.
—No puedo decirlo. Nunca leí sus libros ni vi sus películas —confesó.
¿Me sorprendió que un hombre de veinticinco años no se hubiera tomado
la costumbre de leer novelas de Nicholas Sparks o de ver sus películas?
Realmente no. Pero Ladasha se sorprendió. Su boca cayó al suelo y ella se
disparó, desapareciendo en su habitación.
Mientras ella se había ido, me giré hacia él y me empujó hacia la
curva de su cuerpo. Encajé perfectamente y se sintió bien estar cerca de
él.
—Lo siento mucho. Pensé que estaría en el trabajo, y ella tuvo un día
muy duro, así que no pude pedirle que se fuera, y entiendo totalmente si
quieres decir Panda y salir de aquí y... —dije y seguí hasta que mis palabras
fueron silenciadas con su beso.
—No me importa.
Oh, Dios mío... estaba tan contenta de que no le importara. Ladasha
volvió a entrar con una colección de películas en sus manos. Rápidamente
me alejé del agarre de Cooper y sonreí mientras mi mejor amiga se movía
para sentarse entre Cooper y yo.
—Bueno. Podemos comenzar fácilmente con eso. Comenzaremos
con A Walk to Remember. Luego nos dirigiremos a The Notebook.
Una noche de doble función estaba sucediendo con nosotros tres.
Cooper envolvió su brazo en el respaldo del sofá y los escalofríos me
recorrieron mientras acariciaba suavemente mi brazo sin que Ladasha lo
notara. Sus ojos estaban pegados a la televisión. Y no podía estar segura,
pero estaba bastante convencida de que estuvo llorando durante un par
de escenas.
A mitad de The Notebook, Pecas entró en la habitación y caminó por
el televisor. Cooper chilló como si hubiera visto un fantasma.
—¡Santa mierda! ¡¿Tienes un gato?! —gritó con sus ojos verdes abiertos
de par en par.
—La obtuvimos hoy. ¿No es dulce? —Ladasha sonrió mientras alzaba
a nuestra nueva compañera de piso.
—Yo… yo no soy realmente una persona de gatos —tartamudeó.
—¿Le tienes miedo a los gatos? —pregunté. Aclaró su garganta y dijo
que no. Ladasha acercó a Pecas y Cooper saltó dramáticamente sobre el
respaldo del sofá—. Santa mierda. —Solté una risita—. Le tienes miedo a los
gatos.
Cooper frunció el ceño.
—Tuve una mala experiencia una vez. ¿Recuerdas el gato de mi prima
Michelle? ¿Oscar?
—Sí.
—¿Recuerdas cuando se perdió una noche de verano?
Sí. Recordaba. Eric, Michelle y yo pasamos semanas colgando folletos
en busca de ese gato.
—Sí. Tomé el auto de mi tío y lo llevé a una ciudad diferente después
de que me atacó en la cocina.
Me partí de la risa.
—Pura mierda. —La mirada en el rostro de Cooper no tenía precio;
parecía como si Pecas fuera un león listo para matarlo. Levantó su camisa
y nos mostró a Ladasha y a mí las marcas de su pelea con Oscar el felino.
Entrecerré mis ojos para acercarme a las marcas que Cooper estaba
seguro de que estaban allí, pero no vi nada. Él miró a su costado y señaló.
—¡Vamos, sé que lo ves! —Alzando más su camisa.
Ladasha levantó una ceja mientras miraba las abdominales de
Cooper y murmuró:
—Miau.
Cooper soltó una pequeña risita y bajó su camisa mientras murmuraba
para sí mismo:
—Debe ser la iluminación en esta habitación.
Correcto. La “iluminación” es la culpable de sus cicatrices invisibles.
¿Cómo es que no pensé en eso?
Los ojos de Ladasha se encontraron con los míos y ella se rindió a un
falso bostezo con Pecas en sus brazos.
—Estoy tan cansada. Espero que no les importe que deje la película...
—Me guiñó un ojo y entró en su habitación—. Fue un placer conocerte,
Cooper.
—A ti también, Ladasha. —Sonrió.
La puerta se cerró de golpe. Ladasha se había ido.
—¿Miedo a los gatos? —Sonreí con satisfacción cuando Cooper se
acercó a mí y se sentó en la mesa de café directamente frente a mí. Cada
vez que se acercaba a mí, podía sentir que mi interior se torcía. Me ponía
tan nerviosa de la mejor manera posible.
—No entiendes. A Oscar le gustabas. Eras bonita.
—¿Era bonita? ¿Pasado?
Se inclinó y tomó mis manos en las suyas. Besó mis palmas.
—Sabes a lo que me refiero.
Negué con la cabeza y me puse de pie.
—Voy a tomar una ducha e irme a la cama. Lamento que esta noche
se viniera abajo. —Caminando hacia el baño, pude sentir sus ojos pegados
a mi cuerpo. Sabía que él pensaba que yo era más que bonita.
Cuando lo miré de nuevo, pude verlo pasando sus manos sobre su
rostro.
—Está bien, te hablaré más tarde. —Caminó hacia la puerta de
entrada y la abrió, pero la cerró rápidamente una vez que me escuchó
susurrar.
—Únete a mí.

El vapor caliente llenó la habitación, empañando el espejo del baño


y las ventanas.
—Cooper... —gemí cuando me inmovilizó contra la pared y pasó sus
dedos por mi espalda. Vi como el agua chocaba contra nuestros cuerpos
mojados y nos entregamos con más pasión de la que habíamos
descubierto hasta ahora. Levantó mis labios hacia los suyos y deslizó su
lengua en mi boca, permitiendo que cubriera la mía.
—Coop, por favor... —supliqué mientras él levantaba mi pierna
derecha y masajeaba ligeramente mi parte superior del muslo. Mis gemidos
se hicieron más fuertes y él susurró suavemente cuánto me ansiaba,
poniéndome más y más caliente.
El agua goteó por su nariz mientras besaba su barbilla y gimoteaba
por más. Cuando alcanzó a pasar sus dedos por mi cabello, su brazo
accidentalmente golpeó el estante de jabón y lo envió al suelo, haciendo
un gran sonido estrepitoso. Estallé en carcajadas. Él se unió a mi risa, y
Ladasha comenzó a golpear contra la pared de su dormitorio, que estaba
en el otro lado de la pared del baño, por supuesto.
—¡Manténganlo bajo, raros!
No pude dejar de reír. Estaba claro que el refresco no estaba en el
programa para los eventos de esta noche, por lo que era mejor que los dos
dejáramos pasar esa idea.
El agua seguía cayendo sobre nosotros mientras nos sentábamos en
la bañera. El cuerpo de Cooper detrás del mío se sentía tan bien. No
hablamos. Simplemente nos quedamos allí con nuestros ojos cerrados.
Cooper besó mis hombros, enviando una brisa por mi espalda. Estaba
entrando y saliendo del sueño mientras me susurraba. Asentí, me levanté y
salí de la ducha mientras él seguía mi ejemplo, cerrando el grifo.
Sus hermosos ojos estudiaron mi cuerpo mientras sostenía mis brazos
en el aire. Recogió mi toalla y la envolvió alrededor de mi cuerpo.
Envolviéndome con sus brazos, lo conduje a mi habitación. Nos quedamos
tendidos en la oscuridad uno al lado del otro por lo que pareció una
eternidad.
—Debería irme —susurró a mi oído cuando estaba casi dormida.
—Ya es tarde. Quédate. —Suspiré. Su suave beso en mi oído inferior y
sus brazos envolviéndome me dijeron cuál era su elección.
—Me preguntaba cómo sería, también.
—¿Qué es eso? —pregunté, mirándolo a sus hermosos ojos. Elegí solo
pestañear cada vez que él lo hacía, solo para no perderme esos ojos
mirando los míos.
—Seguir adelante. —Besó la punta de mi nariz y cerró los ojos. Por
primera vez en mucho tiempo, ya no estaba triste. No tenía este
entumecimiento cada vez mayor en mi alma. No estaba vacía por dentro.
Pude sentir de nuevo.
12
Cooper
Traducido por Ezven
Corregido por Claudiavero

Ella dormía cuando desperté a su lado. No quería moverme. Diablos,


era tan bella. Sus brazos se encontraban rodeando una almohada y su
hermoso cuerpo estaba cubierto por una sábana. Sus hombros desnudos
se asomaban por debajo de la misma, y no pude evitar dejar a mis labios
vagar por ellos, dándole besos suaves. Vi cómo sus piernas se enredaban
y por un momento simplemente observé su cuerpo alzándose y
descendiendo. Su respiración era constante, calmada y estable.
Demonios, incluso dormía perfectamente. Si nunca dejábamos este lugar,
si nunca se daba la vuelta para saludarme, si nuestros labios nunca volvían
a encontrarse, estaría bien con ello. Este momento, en este preciso lugar…
Era suficiente.
La recordaba, de cuando era pequeño. Ella probablemente no me
recordaba a mí de la misma manera. Mi yo de nueve años realmente creía
que estaba enamorado de ella.
Era un niño inteligente.
Mi mente vagó hacia mi conversación con Kyle; sabía que tenía que
encontrarme con Iris dentro de poco, pero no podía encontrar la fuerza
para apartar mis ojos de Andrea.
Besé ligeramente su nariz y la observé moverse al tiempo que abría sus
ojos.
—Buenos días —le dije.
Una pequeña sonrisa se posó en su rostro mientras volvía a bajar los
párpados.
—He estado pensando. Huevos y tocino suena bien.
Quería desayunar. Conmigo. Los muros que estaba tan determinada
a sostener se estaban viniendo abajo, y por primera vez, sentí que Andrea
Evans finalmente estaba dejándome entrar en su vida. Y estaba a punto
de quitar la sonrisa de su rostro.
—No puedo. Hoy no.
Sus ojos volvieron a abrirse, y esta vez sus irises azules estaban
avergonzados. Carajo, era una persona horrible.
—No. Estaba bromeando, de cualquier manera. ¿Recuerdas? El
espacio en el medio. Nada más y nada menos. —Se incorporó en la cama
y acercó el edredón a su cuerpo. Mi corazón se encogió al observarla
tensarse.
—No es eso. Quiero desayunar… Solo tengo que ocuparme de
algunos… —Mi móvil comenzó a sonar, por lo que moví mi vista hacia él y
respondí—. ¿Hola?
—Hola, ¿Cooper? —La voz adulta al otro lado del teléfono me era
familiar; era la Señora Wells de mi ciudad natal en Carolina del Sur.
—Señora Wells, ¿está todo bien? —Me alejé de Andrea mientras oía,
pero sabía que sus ojos estaban puestos en mí.
—Oh, todo está bien. Quería ponerte al día respecto a tu madre. Ha
pasado ya un tiempo desde la última vez que llamé. Ha tenido algunas
noches duras este mes pasado, pero pareció mejorar un poco esta
semana.
—¿Está bien?
—Está bien. Sin embargo, debo decirte que ha estado preguntando
por ti.
Me sentí un hijo malditamente malo por no haber encontrado el
momento para visitar a mi madre. Miré a Andrea, que lucía preocupada.
El pensamiento de que no querer alejarla cuando ella había comenzado
a abrirse a mí lentamente apareció en mi mente. La conversación con Iris
podía esperar, pero Andrea no. Tal vez, si le contaba alguna pequeña
parte de mi pasado, ella se abriría aún más.
Regresé a la conversación con la Señora Wells, sabiendo que Andrea
estaba oyendo cada palabra.
—Gracias por llamar, Señora Wells. Estaré allí tan pronto como me sea
posible.
Colgando, pasé mis manos por mi rostro. Este repentino plan podía
terminar fallando totalmente, pero tenía que arriesgarme. Andrea se
levantó de la cama con los ojos llenos de preocupación.
—¿Qué sucede?
—Mi madre. No está muy bien —mentí. Mentí con los dientes
apretados y me prometí a mí mismo que compensaría aquello más tarde—
. Está en Carolina del Sur, y si algo le sucede… Tengo que ir. —Sabía que lo
que iba a decir sonaba loco, pero tenía que preguntar—. ¿Vienes
conmigo? Yo solo… No quiero hacer esto solo. Se lo pediría a alguien más,
pero… —Me reí—. No hay nadie más.
Sus cejas se fruncieron. Por favor, di que sí. Estaba pensando en ello
profundamente y por fin habló.
—Dame unos minutos para empacar —susurró.
Mientras Andrea empacaba, me dirigí hacia el pasillo y llamé a Kyle
para contarle lo que sucedía. Primero, me gritó acerca de reprogramar mi
reunión con Iris. Le dije que tenía que ir a ver a mi madre. Entonces se sintió
terriblemente culpable y me envió buenas vibras. Amaba a mi madre
como si fuera su propio hijo. Mientras crecía, mi madre se aseguró de
cuidarlo tanto como a mí. Nunca lo admitiría, pero sabía que él también
iría a visitarla cuando yo estuviera en una sesión de fotos larga o filmando
un reality show, para asegurarse de que no estuviera sola, y yo se lo
agradecería. Él simplemente rezongaría, diciéndome que estaba loco, y
me regalaría una de sus sonrisas astutas que me diría todo lo que
necesitaba saber.
Deseé que la reunión con Iris no sucediera, pero Kyle comenzó a
planear otro día para el encuentro.
—¿Estás listo? —preguntó Andrea mientras miraba desde su puerta de
entrada hacia el pasillo. Colgué el teléfono y sonreí.
—Sí. Vamos.
13
Andrea
Traducido por Ezven
Corregido por Claudiavero

No tenía idea de lo que hacía. ¿Cómo terminé sentada junto a


Cooper en un avión que se dirigía a otro estado? Si existía un momento
para gritar la palabra Panda, entonces sería exactamente este. Sabía que
Roger se pondría histérico cuando supiera que no iría a trabajar, pero
parecía que la billetera de Cooper lo mantendría callado por tanto tiempo
como fuera necesario.
Lucía totalmente exhausto mientras miraba por la ventana. Podía
notar que su mente trabajaba con rapidez, probablemente imaginando el
peor desenlace posible. Conocía aquella mirada porque yo había estado
en su lugar muchísimas veces antes.
—¿Cómo es ella? —pregunté. Envolví su mano con la mía y lo sostuve
con fuerza, haciéndole saber que no estaba solo.
Cooper se dio la vuelta hacia mí y vi cómo sus ojos se suavizaban,
mitigando la preocupación en su mirada.
—Es divertida. Y artística. Inteligente. Ella me compró esta cámara. —
Cooper observó la cámara que colgaba de su cuello y me tomó una foto
rápidamente. Mis labios se curvaron para formar una sonrisa mientras él
continuaba—: También me compró mi primera cámara. Fue la razón por la
que me involucré en el mundo de la fotografía. Recuerdo cuando me la
dio, y me dijo… —Hizo una pausa. Se estaba perdiendo dentro de su
cabeza de nuevo, pero esta vez con recuerdos agradables. Aguardé
pacientemente a que los compartiera conmigo—. Dijo que un fotógrafo
decente podía capturar un ambiente. Un fotógrafo bueno podía capturar
una expresión. Y un fotógrafo estupendo… Un fotógrafo estupendo podía
cambiar el destino de alguien para mejor. Y se acercó y me besó la frente
y dijo: “Hijo, ¿qué estás esperando? Ve a salvar algunas vidas. Estás
destinado a ser estupendo”.
—Tenía razón.
Él sacudió la cabeza en desacuerdo.
—Tomo fotografías de bodas y tenía un reality show. Vendí mi
grandeza por dinero.
—Si pudieras hacer cualquier cosa, ¿de qué harías fotografías?
—De niños. —Vi una chispa en sus ojos mientras lo decía—. Quiero
trabajar en un proyecto en el que fotografíe expresiones de niños
comparándolas con las de adultos. Estarías sorprendida si vieras que las
emociones no cambian a medida que la vida pasa. La felicidad es la
misma en los ojos de un niño de un año que en los de una persona de cien.
Es hermoso. —Pude oírlo en su voz… Toda su pasión. Era como si ni siquiera
me estuviera hablando a mí… Estaba sintiendo lo que amaba.
Continuó contándome lo interesado que estaba en los seres humanos
en general. Lo complejos que éramos como especie, cuánta oscuridad y
luz había sobre cada uno de nosotros.
—Así que, si pudiera mostrar cualquiera de mis trabajos al público,
sería eso. Nos mostraría a nosotros. —Hizo una pausa y frunció la nariz—.
Bueno, no a “nosotros”, a ti y a mí, sino, ya sabes. A “nosotros” como un
conjunto universal. —Descansó la cabeza contra su asiento y acomodó un
mechón que había caído sobre mis ojos tras mi oreja—. Aunque me
encantaría fotografiarnos a nosotros, también.
—Creo que es una idea brillante. Deberías hacerlo. Y, para que
conste, solo porque pasaste por un período en el cual las cosas eran
complicadas no significa que no estés destinado a cosas estupendas.
Su sonrisa ladeada se hizo presente mientras empujaba mi hombro.
—Ídem. —Subió el apoyabrazos que nos separaba y me observó.
Sabía lo que se preguntaba, y me hizo sonreír porque podía adivinarlo sin
que siquiera tuviera que preguntarlo.
—Un estudio. Quería abrir un estudio de baile.
—¿Querías?
Sonreí mientras él pasaba sus dedos a través de mi cabello corto.
—Quiero abrir un estudio. Mi madre dice que es poco realista y que
debería volver a la universidad para enfocarme en una carrera más
especializada. Pero eso es solo la forma de ser de mi madre. Se preocupa.
Papá dice que lo inspiro a soñar en grande. Es mi mayor fan. —Me reí de
mí misma, pensando en lo torpe que era papá—. Incluso tomó clases de
baile para mi… —Me frené. Mi boda.
Cooper adivinó lo que había estado a punto de decir y me frotó la
nuca. Sus ojos me dijeron que estaba totalmente concentrado en la
conversación. Me oía sin juzgarme de ningún modo. Me revolví en mi
asiento, un poco incómoda por lo relajada que empezaba a sentirme
alrededor de Cooper. Pero no podía evitarlo. Hacía que fuera tan fácil no
estar… triste.
—Me encantaría verte bailar.
—Me encantaría ver tus fotografías. ¿En serio crees en lo que dijo tu
madre acerca de un fotógrafo estupendo? ¿Que podría cambiar el
destino de alguien? —pregunté.
—Totalmente.
Me reí ligeramente.
—Tal vez deberías tomarme una foto. —Bostecé y pensé en la falta de
sueño que había tenido la noche anterior. Cooper me acercó a él con
delicadeza. Me acomodé contra su cuerpo sin esfuerzo alguno y apoyé mi
cabeza sobre su hombro—. Tal vez deberíamos cambiar un poco las reglas
—sugerí. Mordí mi labio inferior, sin estar segura de lo que respondería. Lo
único que sabía era que me gustaba conocer más cosas acerca de quién
era él. Y me gustaba tener a alguien con quien pudiera hablar que no fuera
de mi pequeño pueblo y supera todo sobre Derrick y yo.
—¿En qué piensas?
Mientras estudiaba mi rostro, yo estudié el suyo. Su mandíbula
perfectamente cincelada me hacía derretirme cada vez que lo miraba.
—Tal vez deberíamos ser amigos. —Era como si pudiera sentir su sonrisa
cuando besó la parte superior de mi cabeza.
—Me encantaría ser tu amigo, Andrea Evans. —Hizo una pausa y lo
observé viajar hacia el fondo de su mente, acariciando con sus dedos mi
brazo—. ¿Sabes qué más me dijo mi madre cuando me dio mi cámara? —
preguntó. Aguardé a que respondiera su pregunta y lo escuché con
atención cuando continuó—: Me dijo que la primera foto que tomara tenía
que ser de algo hermoso y que debía permitir que eso me cambiara.
—¿A qué le tomaste la fotografía?
Sus ojos se movieron hacia la ventana. Observó las nubes y su voz se
suavizó:
—A ti.
14
Cooper
Traducido por Ezven
Corregido por Claudiavero

Podía sentir mi corazón latiendo con rapidez mientras entrábamos en


el asilo. Andrea no sabía nada sobre la condición de mi madre. Se sostuvo
de mi brazo durante todo el camino. Me dirigí hacia el escritorio de
entrada, recibiendo una cálida sonrisa de parte de la mujer mayor sentada
allí, leyendo una revista. La mujer era la señora Wells. Su sonrisa me dio la
bienvenida y sus pequeños brazos me rodearon en un abrazo. Mordí la
punta de mi pulgar, dirigiendo la mirada hacia el fondo del pasillo, en
dirección al cuarto de mi madre.
—¿Cómo está?
—Hemos tenido una mañana dura. Pero luego de tomar sus
medicamentos esta tarde, ha estado bien. —Apoyó su mano sobre mi
brazo—. ¿Cómo estás, querido?
Le dediqué una media sonrisa y ella sonrió con comprensión. Al menos
era bueno saber que mamá no estaba en su peor estado.
—¿Qué año?
La señora Wells escapó a su mente. Intentando encontrar el detalle
exacto que le estaba pidiendo. Se pasó las manos por su cabello gris y vi
cómo una chispa brilló en sus ojos al recuperar la información.
—2009. Debe haber sido un tiempo feliz para ella. No ha dejado de
sonreír.
Mierda. Volví la mirada hacia Andrea. Estaba allí parada intentando
comprender qué estaba sucediendo. Diablos, si yo fuera ella no tendría ni
idea de qué pensar. Metiendo la mano en el bolsillo de mis jeans, saqué mi
billetera y tomé mi alianza de boda. El brillo en los ojos de Andrea
desapareció lentamente al tiempo que me sonreía con tristeza.
—Puedes esperarme aquí, si quieres —le dije. No quería meterla
demasiado en la locura que era mi familia. Simplemente quería que me
viera bajo una luz que no fuera la del dormitorio. No fue hasta ese momento
que comencé a arrepentirme de invitarla.
—Me gustaría entrar, si no te molesta.
Diablos. Es perfecta.
Nos dirigimos hacia la habitación de mi madre y comencé a sentir el
peso de la situación crecer sobre mis hombros. Estaba rezando. Rezando
porque estuviera bien. Rezando porque ella supiera lo que pasaba.
Rezando por que hoy fuera mi madre.
Cuando Andrea y yo entramos en la habitación, la vi sentada en la
mesa, trabajando con mucha atención en algo. Alcé mi mano hacia
Andrea como señal de que esperara en la puerta. No quería que mi madre
se conmocionara demasiado al verme entrar con otra persona.
Oyó mis zapatos rechinar al entrar. Suspiré sonoramente cuando se
dio la vuelta para mirarme y no pareció horrorizada. Se veía…
emocionada.
—¡Cooper!
No había nada más dulce que oír mi nombre proveniente de los labios
de mi madre. Hoy me reconocía. Se apresuró a ponerse de pie y acercarse
a mí, rodeándome con sus brazos. Me sostuve de ella por un rato. Tal vez la
señora Wells estaba equivocada. Tal vez de alguna manera la mente de
mamá había regresado al presente. Tal vez no estaba atrapada en la
enferma cápsula de tiempo que no cesaba de dejarla deambulando por
el camino oscuro que era el mundo de los recuerdos.
Pero rápidamente mi sonrisa desapareció.
—Pensé que no regresabas de tu luna de miel hasta la semana
próxima, cariño.
Diablos. Era 2009. Y acababa de casarme con Iris.
Sus ojos se movieron hacia la puerta de entrada y aterrizaron sobre
Andrea.
—Bueno, ¿qué haces ahí, Iris? ¡Entra! ¡Déjenme que les traiga un poco
de café! ¡No puedo esperar a oír todo lo que tengan para contar!
—No, mamá, no hace falta el café. Hemos tomado un poco en el
camino. —Me acerqué a Andrea y le hablé en voz baja—: Lo siento
mucho…
Sacudió su cabeza y sonrió.
—¿Cuál es su nombre?
—Grace.
Andrea se acercó a ella y la rodeó en un abrazo.
—Es genial verte, Grace.
Me reí. Estaba sorprendido por lo bien que se encontraba Andrea ante
todas estas circunstancias. Estaba haciendo lo posible para que la
situación pareciera hasta cierto punto normal. El clima aquí estaba
rodeando los veintiún grados. Era malditamente estupendo salir sin abrigos.
Pero lo que era aún mejor era ver a Andrea en una camiseta sin mangas y
jeans ajustados. Sin maquillaje. No lo necesitaba. Se veía tan simple. Tan
perfecta. Nunca se preocupaba tanto por su apariencia como Iris, lo cual
hacía que fuera fácil enamorarse de su belleza natural.
—Cariño, ¿qué dije sobre eso? ¡No me llames Grace! ¡Dime mamá!
Vengan. Siéntense, siéntense. —Mamá la hizo pasar y nos sentó sobre su
cama. Ella se acomodó en la silla frente a nosotros. Era tan extraño.
Estábamos sentados en un asilo, pero en la mente de mamá estábamos en
su sala de estar. ¿Cómo podía ser? Deseé poder meterme en su cabeza
para ver qué estaba sucediendo allí.
—Así que, ¿cómo estuvo Tailandia? —preguntó.
Andrea me miró y tocó mi brazo.
—Cuéntale tú, cariño.
Comencé a contarle acerca de la belleza de Tailandia. Los increíbles
elefantes que montamos. Los hermosos edificios, los museos, las
maravillosas estructuras de piedra. Los pandas en el Zoológico de Chiang
Mai que eran bastante asombrosos, pero el hecho de que ahora la palabra
panda estuviera tallada en mi corazón para siempre como una conexión
a Andrea lo volvió incluso más extraordinario. Era su animal favorito, y no
me cabía ninguna duda de que era la mujer sentada a mi lado a quien
desearía haber llevado a Tailandia.
Caí en cuenta de que estaba enamorándome cada vez que nuestros
ojos se encontraban. Cada vez que acariciaba mi mano. Sabía que quería
arreglar a Andrea, ayudarla a seguir adelante. Pero lo cierto era que de
alguna manera ella me estaba arreglando a mí.
Mi madre estaba feliz. No la había visto feliz en un largo tiempo. Cada
vez que pedía a Iris que fuera a visitarla conmigo, ella respondía que se
sentía incómoda en asilos. Y que odiaba mentirle a mi madre sobre el
período de tiempo en que nos encontrábamos. Creía que no era sana la
manera en que le seguía el juego a su enfermedad. Pero yo no veía a
mamá como a una persona enferma. La veía como a una persona
perdida. Y si yo estuviera perdido, me gustaría tener a alguien a mi
alrededor que me ayudara a encontrar el camino a casa.
Sus ojos se movieron hacia el dedo anular de Andrea, y jadeó.
—¡¿Dónde está tu anillo?!
Mierda. No había un anillo. O al menos no hasta que Andrea rebuscó
en su bolso, sacó su anillo de compromiso de Derrick, y se lo deslizó en el
dedo. Santa mierda. Estaba igual de jodida que yo, y aquello me pareció
malditamente sexy. Y sabía que eso era perturbador.
Los tres hablamos por horas, discutiendo acerca de historias del
pasado y adentrando a Andrea en mi historia.
—Sabes, yo le compré su primera cámara. —Mi madre sonrió como si
fuera la mujer más orgullosa del planeta. Se sentía maravilloso verla bien.
—Sí, me lo dijo. Y que lo inspiraste a ser estupendo. —Andrea se inclinó
hacia mi madre, su expresión llena de atención y compasión—. Y también
dijo que eres la artista más estupenda que conoce.
—Sí, pero, ya sabes. Cooper es así de mentiroso. —Le guiñó un ojo a
Andrea y todos nos reímos. No podía recordar la última vez que había
podido sentarme y tener una conversación que se sintiera real con mi
madre. Seguro, ella creía que estábamos en el 2009, pero aquél se estaba
volviendo el mejor año de mi vida. ¿Quién dijo que no podías reescribir la
historia?

—¡Estuviste increíble! —exclamé mientras Andrea y yo salíamos del


asilo—. No la he visto así desde hace… siglos. Gracias, Andrea. —
Caminamos hacia el auto alquilado que tomamos en el aeropuerto, y
antes de abrirle su puerta, la observé. Ella apoyó la espalda contra el auto
y sus labios se curvaron en una sonrisa tranquila. Me paré cerca de ella y le
besé la frente repetidamente—. Gracias.
—Gracias por dejarme pasar. —Sus ojos se movieron hacia el piso, y
estaba claro que había algo más en su cabeza.
—¿Qué sucede?
—¿Puedo preguntar qué le sucedió? O aún puedes decir panda, para
esta situación.
Mi pie comenzó a golpear contra el pavimento debajo de nosotros
mientras revivía el accidente. Había sido exactamente después de que
mudara a mi madre de la casa de mi padre. Estaba fuera del estado
haciendo una sesión de fotos para una revista, y recibí una llamada
frenética de parte de ella.
Mi padre se le había aparecido y obligado a subirse a su camioneta
de porquería. Estaba seguro de que su aliento debía estar empapado de
su usual colonia con olor a whiskey. En cierto momento, pude oír a mi
madre gritar. Parecía aterrada y había dejado caer el teléfono en el auto.
—Debería haber estado allí.
—No lo sabías. No había manera de que lo supieras.
—Sí, pero, ¿en serio no lo sabía? Debería haber hecho que se mudara
a otro estado. Lejos de él. —Continué contándole cómo la camioneta
chocó contra un poste y mi madre entró en estado de coma. Mi padre
murió por el impacto. Y cuando finalmente ella despertó, creía que era
1992. Creía que yo era su hermano, Travis, y estaba terriblemente
enamorada de mi padre y muy dolida de que él no estuviese allí.
—Los doctores creyeron que su cerebro comenzaría a desenredarse
con el tiempo, pero luego del primer año, ya no había mucha esperanza.
—¿Es por eso que no bebes?
No. No bebía porque me había hecho terminar en el psiquiátrico. Pero
no quería que supiera eso.
—Esa es parte de la razón.
—Lo siento tanto, Cooper.
Sus ojos se pusieron aún más azules, lo cual sucedía cuando se ponía
emocional por algún tema. La idea de un accidente de auto debía aún
dolerle a su corazón lastimado. Pero este viaje no se trataba de ponerla
aún más triste, así que debía hacerle saber que todo estaba bien.
—Hoy fue un buen día. Vamos a aferrarnos a eso.
Rodeó mi espalda con sus brazos, y me acercó a ella. Nos quedamos
allí por un momento, procesando lo que habíamos sido testigos con mi
madre. Las enfermeras estaban resplandecientes porque habíamos
dejado a mi madre en un mejor estado del que tuvo en un largo tiempo.
Planeaba regresar mañana. Pero por ahora, lo único que quería hacer era
aferrarme a Andrea.
Ella acercó sus labios a los míos, besándome ligeramente, mordiendo
mi labio inferior.
—Tengo hambre.
Alcé la ceja y sentí un repentino tirón en mis jeans.
—¿Hambre de refresco?
Ella echó su cabeza y rio mientras rodaba los ojos.
—Tengo hambre, Cooper. Hambre de comida. —Se subió al auto y yo
cerré la puerta por ella. Dando la vuelta para sentarme en el asiento del
conductor, no pude evitar sonreír ante su reacción ante mi pregunta.
Demonios, uno debía intentar.
15
Andrea
Traducido por Gerald
Corregido por Vickyra

Se sentía bien reír. Estaba sentada frente a Cooper en el restaurante


italiano y estaba muerta de hambre. Por primera vez en un largo tiempo,
sentía que podría comer todo a mi alrededor. La conversación con Coop
era tan fácil; me hacía sentir cómoda y nunca avanzaba demasiado
fuerte. Miré hacia los anillos todavía en nuestros dedos por la visita de
Grace más temprano. Levantando mi mano hacia él, quitó el anillo de
compromiso e hice lo mismo con el suyo.
—Así que mi prima está saliendo con tu hermano.
—Síp. Desde la escuela secundaria.
—Y van a dar una gran fiesta de Navidad.
—Síp. —Mi mamá había estado llamándome sin parar dado que falté
a acción de gracias y ahora se estaba poniendo pesada con mi caso
porque no estaría en casa para Navidad. No estaba lista para regresar.
Sentía que me movía lentamente hacia el orden, pero sabía que al
momento en que regresara a donde Derrick y mi ciudad natal, me deslizara
de regreso al caos. Era la maldición de la ciudad pequeña.
Durante los últimos años, Eric y Michelle habían organizados grandes
fiestas de Navidad en la mansión de la familia de Michelle. Cada año
había un tema para la fiesta. Cada año, me encargaba del baile grupal
que tenía lugar al principio. Este año no. Este año, Rachel estaba a cargo
de eso. Toda la ciudad vendría a beber, reír y chismear. Todo eso era
demasiado para mí. La herida todavía era demasiado dolorosa. Así que
inventé mentiras. Le dije a mi mamá que, si no iba a trabajar, perdería mis
“trabajos”. Le dije que tenía audiciones para escuelas de baile en las
próximas semanas. Le dije que estaba organizando mi vida. Le dije
cualquier cosa y de todo para intentar que retrocediera un poco.
Por supuesto que no le importó. Solo me quería en casa. Así que
siguió molestándome, preguntándome, no, rogándome, que fuera a casa
al menos para las festividades. Ahí fue cuando comenzó a suceder el
ignorar sus llamadas.
—¿Vas a ir? —Sus ojos permanecieron en mí. A veces era difícil ver su
hermoso ser. Observé mientras limpiaba con una servilleta el sudor que caía
por su frente, pensando en cómo me encantaría que me hiciera sudar.
Pero permanecí concentrada en la conversación llevándose a cabo.
—No. No iré. —Lució sorprendido y me encogí de hombros—. ¿Y tú?
—Nah. No los he visto o hablado con ellos en años. Y es una invitación
bastante apresurada para mí… —Eso era bueno. Hubiera sido incómodo
para nosotros asistir a la fiesta. Después de la conexión que habíamos
descubierto, podía ver que regresar a Albany, Wisconsin, era una idea
terrible. Las damas susurrantes y chismosas de la ciudad tendrían un día de
campo con nosotros, inventando desagradables mentiras para mantener
sus mentes ocupadas durante algunas horas cada día.
Por el rabillo de mis ojos, vi a una pequeña niña, tendría alrededor
de diez años, discutiendo con su padre mientras señalaban hacia Cooper.
—Creo que tienes una fan.
Cooper vio al incómodo padre, sonriendo y los saludo a ambos.
Emocionada, la niña vino rebotando hacia la mesa, jalando el brazo de su
papá. La niña jadeó con alegría.
—¡No sé quién eres!
No pude evitar elevar una ceja. Si no sabía quién era Cooper, ¿por
qué estaba tan emocionada por verlo? El papá de la chica rodó sus ojos y
se unió a nosotros.
—Lo siento mucho. Mi hija te vio desde nuestra mesa. Su mamá y ella
son grandes fans de tu programa.
Cooper elevó su encanto a lo máximo y me derretí por dentro
cuando escuché sus suaves tonos sureños dirigidos hacia la chica. Hizo que
la interacción se sintiera completamente cómoda. Un don suyo, supongo,
hacer que cualquiera se sintiera cómodo.
—¿En serio? ¿Te gusta mi programa?
—No sé quién eres —repitió la chica.
Su padre suspiró. Podía decir que estaba exhausto tras un largo día
de padre e hija. Papá solía tener el mismo aspecto cuando era una niña.
—Es día de opuestos. Sabe quién eres. ¿Cierto, April?
Su encantadora sonrisa alumbró la habitación mientras asentía.
—No vas a tomar las fotos de mi boda cuando sea lo suficientemente
mayor para que no me gusten los chicos.
—Por supuesto que no. Bueno, no hagas que tu papá y mamá me
llamen cuando no te vas a casar.
—¿Quién no eres?
Los ojos de Cooper se movieron hacía mí por un breve momento
antes de regresar a la belleza sureña.
—Ella no es mi cita.
Pude sentir mis mejillas enrojeciendo. Era, eh, bueno, no era, su cita.
El padre tomó el brazo de su hija y comenzó a alejarla.
—Está bien, creo que es suficiente. Hora de dejarlos en paz.
Cooper sonrió.
—Feliz Día de Opuestos, April. —Ambos se alejaron y me quedé ahí
sentada sin palabras. Era tan sutil la manera en que manejaba las
situaciones. Tomó mi mano desde el otro lado de la mesa y la besó—. Es
día de opuestos.
—Eso es lo que escuché.

Después de la cena, nos detuvimos en la casa que Cooper tenía en


Carolina del Sur. Era hermosa, una perfecta y gran propiedad sureña.
Estaba cerrada al mundo exterior y tenía césped verde y flores silvestres
adornando el patio delantero. Mientras nos deteníamos en la entrada,
noté que había algunos autos estacionados aquí.
Tuve la fuerte sensación que Cooper era mucho más rico de lo que
yo pensaba. Aun así, parecía que no habérsele subido a la cabeza. No era
más que un tipo de gentil corazón quien además tenía una gran chequera
en su bolsillo.
—Es tan asombroso aquí. —Miré hacia la casa blanca con el gran
porche y las persianas amarillas en las ventanas. Sentía como si hubiera
entrado en una película. Ladasha la hubiera amado, parecía como un
lugar que pertenecía a una película de Nicholas Sparks. Copper salió del
auto y envolvió su brazo alrededor de mi cintura mientras me disolvía en las
curvas de su cuerpo.
—Sí, olvidé lo mucho que me encanta este lugar. Iris y yo solo nos
quedamos aquí durante un rato antes que decidiera que quería mudarse
a Nueva York. Pero esto… —Sus ojos brillaron mientras miraba alrededor y
abría la puerta de la casa—. Esto es un hogar.
Pasamos el resto de la noche en su dormitorio, descubriendo más
gemas el uno sobre el otro. Las únicas cosas sobre las que no hablábamos
eran Iris y Derrick. Esos dos estaban fuera de los límites.
Cooper jugó beisbol cuando era niño. Su segundo nombre era
Michael. Una vez hizo la portada de una revista que involucraba tigres, lo
que fue terrible debido a su miedo a los gatos. Se vio involucrado en una
pelea a golpes con un tipo que insultó a un barman porque cometió un
error en un restaurante. No era religioso, pero creía en Jesús.
Datos poco conocidos acerca de Cooper Davidson.
Él estaba acostado en el colchón, mirando fijamente hacia el cielo.
Yo veía su pecho levantarse y caer cada vez que inhalaba y exhalaba.
—Quiero decir, piensa en ello… —dijo, levantando uno de sus brazos
y descansando su cabeza en la palma de su mano—. ¿Qué pasa si hay
algo o alguien más grande que todo esto? ¿Más grande que nosotros? ¿Y
qué pasa si se nos aparece en nuestros momentos más oscuros? ¿Justo
como una persona que nos da un pequeño empujón extra? Quiero decir,
¿cuáles son las posibilidades? Yo entrando a un club de desnudistas en
Nueva York esa noche en que te conocí. Andrea… esto tiene que significar
algo.
Tal vez tenía razón. Tal vez había algún tipo de poder supremo que
nos juntó a Cooper y a mí esa noche. ¿Quién lo sabía? No creí mucho en
eso después del accidente. Dudaba de todo y de todos. Pero si había algo
ahí afuera… algo más grande, como un gran orden para este loco mundo,
entonces me prometí que le agradecería a ese poder supremo si alguna
vez tenía la oportunidad. Les agradecería por enviarme a Cooper así no
me sentiría tan sola.
Sus ojos encontraron los míos y sonrió, recostándose de nuevo sobre
el colchón.
—Piensas que estoy loco.
Sacudiendo mi cabeza, me acerqué más a él y pasé mis dedos por
su pecho.
—No. Creo que eres apasionado sobre tus creencias. Y creo que me
gusta. Me gusta cómo te pierdes en tus pensamientos algunas veces.
El lado derecho de sus labios se curvó en una media sonrisa. Colocó
sus manos sobre mis costados y me levantó, así que ahora lo montaba a
horcajadas.
—¿Sí? ¿Qué más te gusta de mí?
Sonreí, sabiendo que la lista estaba creciendo diariamente. Mis
dedos trazaron sus labios, sintiéndolo suspirar contra mi toque.
—Me gustan tus labios. Pero no solo porque entregan besos en la
manera más gentil, sino porque cuando se mueven, son sinceros con sus
palabras. Creo en lo que sea que salga de ellos.
Moví mis dedos por su mejilla.
—Me gustan tus hoyuelos, porque solo aparecen cuando estás feliz.
Y me gusta que seas feliz cuando estás a mi alrededor. —Su sonrisa se hizo
más grande y sus hoyuelos se hicieron más profundos, haciendo que mi
corazón se sobresaltara.
Mis manos se envolvieron alrededor de su cabeza y bajé mis labios
hacia su frente, dejándolos descansar ahí.
—Me gustan tus ojos y cómo se enfocan en quien sea que esté a tu
alrededor. Y no simplemente los notas, sino que los observas. Muchas
personas ven, pero no observan.
Y finalmente, me levanté y coloqué mis manos sobre su pecho.
Intente contener las lágrimas mientras aclaraba mi garganta, dándome
cuenta de lo que más me gustaba sobre él.
—Y más importante, me gusta tu corazón. Realmente me gusta tu
corazón. Porque cuando entraste en ese club de desnudistas, no me
juzgaste. Y cuando tu mamá estaba perdida, no la regañaste. Y cuando
esa pequeña niña dijo que era día de opuestos, no demoliste sus creencias.
Cada vez solo sonreíste con esos hoyuelos, nos viste con esos ojos y nos
reconfortaste con eso labios.
La juguetona energía se volvió extremadamente seria mientras
ambos solo nos quedábamos ahí sentados. Sonreí hacia él y él me devolvió
la sonrisa. Empujándolo ligeramente, me bajé de encima de él y me alejé.
Lo picoteé juguetonamente, intentado quitarle la seriedad a todo ello.
—Vamos, claramente este es el punto cuando me dices lo que te
gusta de mí.
Lo sentí enderezarse y colocarse detrás de mí. Cuando comenzó a
darme un masaje en la espalda, casi me muero. Tenía las manos de un Dios
y sabía exactamente cómo trabajar con ellas. Sus manos… también me
gustaban esas. Fui suya en el momento en que me tocó. Mis ojos se
cerraron y permití que mi cuerpo se relajara mientras masajeaba mi baja
espalda.
—¿Qué hora es?
Abriendo uno de mis ojos, volteé hacia la mesita de noche y miré el
reloj.
—11:58. —Mis ojos se cerraron de nuevo, estaba demasiado cómoda
para dejarlos abierto.
—Todavía es día de opuestos.
—Durante dos minutos más.
Pude sentir su aliento en mi nuca mientras me susurraba.
—No me gusta cómo hueles a miel y a algodón de azúcar. No me
gustan tus ojos azules en los que no me pierdo. Realmente no me gustan
las diecisiete pecas que tienes sobre tu rostro. Tú sabes, ¿las ocho en tu
frente, seis en tus mejillas y las tres en la punta de tu nariz? Taaaaan feas. —
Sentí cada palabra que dijo recorrerme mientras seguía hablando.
—No he pensado en ti todos los días desde que nos encontramos
aquella noche. —Besó mi oreja una y otra vez, mis besos favoritos. Sentí
mariposas volando en mi estómago. Me estaba poniendo cada vez más
nerviosa con cada palabra. No estaba segura de cuánto tiempo más
podría aguantar, pero siguió—. En tus ojos no veo las piezas faltantes que
he estado buscando. Y sé que esto no es loco… pero creo que te odio,
Andie.
El aire se me escapó. Abrí mis ojos. No… todo estaba pasando
demasiado rápido. Hacía solo unas pocas horas habíamos decidido que
realmente seríamos amigos. Amigos con beneficios por supuesto, pero solo
amigos. Y ahora estaba diciéndome que me amaba, eh, me odiaba.
Y la primera cosa que vino a mi mente fue Derrick. ¿Cómo podía
estarle haciendo esto? Había pasado solo algunos meses desde que murió.
Y estaba sentada en un dormitorio con otro hombre.
16
Cooper
Traducido por ∞PurpleGirl∞
Corregido por Vickyra

¿Qué CARAJOS estaba pensando? Hijo de puta. Por favor deja de


llorar. Los ojos de Andrea estaban llenos de lágrimas. Ella me dio la espalda
y siguió diciendo que todo estaba bien. Que ella estaba bien.
—Claramente no lo estás, Andrea. —Lo siento. No podía creer que
metí la pata de una manera tan estúpida—. ¡No lo dije en serio! —juré. Sí,
lo dije en serio. La amo. No pude evitarlo. ¿Cómo puede alguien no amar
a una mujer así? Piezas rotas y todo. Pero si decirle que la amaba
significaba que se rompería aún más, entonces me retractaría. Me reiría de
eso. Me gustaría que dudara de que hubiera algo de verdad en el asunto.
Se volvió y se secó los ojos. Riendo, se encogió de hombros.
—Estoy bien. Es mi culpa. No debería haber llegado a ser tan personal
al decir lo que me gusta antes. Lo siento, es solo...
Hizo una pausa y movió los pies en el suelo. Deseé poder envolver mis
brazos alrededor de ella y protegerla de los demonios que atacaban sus
frágiles pensamientos, pero sabía que ahora mismo no sería el momento ni
el lugar. Le di el tiempo que necesitaba para ordenar sus pensamientos.
—Es solo... Todo es una mierda, ¿sabes? Ese “Hasta que la muerte nos
separe” y esa basura de “amor para siempre”. Quiero decir, sé que Derrick
y yo no estábamos oficialmente casados, pero creímos en los votos el
primer día que los pensamos. Y aquí está la cosa... La persona que muere
a causa del accidente de automóvil se va. Ese es el final para ellos. Pero
aún queda la otra persona en este maldito lugar. La persona todavía
apegada a esos votos de mierda. Y estás atrapado. Y no puedes seguir.
Ella estaba abrumada. Sus pobres ojos estaban inyectados en sangre
y su pequeño cuerpo temblaba de tristeza. ¿Qué estaba haciendo? Hace
solo un poco más de seis meses cuando pasó por la peor tragedia que
cualquier persona podría experimentar. Las palabras que habló me
interrumpieron porque nunca me detuve para ver cómo estaba de luto.
—Y de la nada, parece que empiezas a olvidar las pequeñas cosas
sobre él. Sus olores han desaparecido de las almohadas. Su risa es difícil de
imaginar. Y te sientes culpable de que te estás olvidando, por lo que te
esfuerzas por aferrarte a algo que ya no está allí. Y te sientes avergonzado...
Sus ojos se encontraron con los míos y sus piernas temblaron mientras
se mordía el labio inferior, un rasgo que tenía cuando estaba nerviosa.
—Y te sientes avergonzado porque te gustan tantas cosas sobre otra
persona. Y sientes como si estuvieras engañando a tu ser amado.
—Andrea... Derrick querría que fueras feliz.
—No merezco ser feliz.
—¿Por qué no?
Las lágrimas corrieron por sus mejillas y sacudió su cabeza de un lado
a otro. Ella estaba peleando la batalla más grande con su yo interior.
—Porque yo lo maté.
Podría decir que fue ese pensamiento el que la estuvo persiguiendo
desde el accidente. Podría decir que nunca, antes había dicho esas
palabras, pero las pensaba a diario. Y podría decir que lo decía en serio
desde el fondo de su corazón.
—No, no lo hiciste.
Ella asintió frenéticamente, todo sobre su desmoronamiento.
—Sí, lo hice. Lo hice. Debería haber mirado mejor el camino. Debería
haberme concentrado. Si no fuera por mí, él estaría vivo.
Me acerqué a ella y ella dio un paso atrás, sacudiendo la cabeza.
Me encogí un poco al verla calmarse.
—Andrea...
—No merezco estar… —lloró, frotando su rostro con las manos.
—No lo digas —le advertí. Ella no creía que mereciera vivir... Creía
que debería haber muerto. Ese solo pensamiento me hizo morir un poco.
Movió sus ojos al suelo, sacudiendo su cabeza hacia adelante y hacia
atrás, jadeando por aire mientras sus pulmones entraban a toda marcha.
Ella estaba teniendo un ataque de pánico, y yo tenía miedo de que se
desmayara en cualquier momento.
—Andrea, mírame. Ahora —exigí. Cuando sus ojos se encontraron
con los míos, me aseguré de no perderla—. Necesito que hagas algo por
mí. —Su cabeza se inclinó hacia un lado, preguntándose qué pediría. Su
pequeño cuerpo todavía estaba destrozado por la sacudida.
Bajé mi voz y sostuve mi brazo hacia ella.
—Necesito que me dejes abrazarte, ¿sí? ¿Puedes hacer eso por mí?
Necesito rodearte con mis brazos y que llores dentro de mí. Olvida todo lo
que ha sucedido entre nosotros. Olvida todo lo demás en el mundo. Ahora
mismo necesito ser el muro contra el que te apoyas para evitar que te
caigas esta noche.
Un pequeño aliento escapó de mis labios cuando sus dedos se
entrelazaron con los míos. El alivio me llenó, mirándola acercarse a mí. No
podría darle más espacio. Mis brazos se envolvieron alrededor de su
pequeño cuerpo y me agarré. Ella lloró conmigo mientras procedía a
desmoronarse aún más.
—Reduce la velocidad de tu respiración, Andrea... Lento. —Las
lágrimas comenzaron a formarse en mis ojos y parpadeé para contenerlas
antes de que lo notara. Saber que estaba sufriendo de una manera tan
importante rompió todo en mi interior. Nunca me sentí tan impotente en mi
vida.
Me aferré a ella por un largo tiempo después de eso. No me
importaba cuánto tiempo teníamos que estar allí; estaba preparado para
abrazarla por el resto de mi vida si lo necesitaba.

—Puedo dormir en el sofá —ofreció. Negué con la cabeza; ella


necesitaba descansar.
—No claro que no. Quédate aquí. Tomaré una de las habitaciones
de huéspedes.
—¿Estás seguro?
—Andrea. —Sonreí y la empujé hacia la cama. Fue agradable ver
que se había calmado un poco—. Si necesitas algo, estaré dos
habitaciones más abajo.
—Estaré bien.
Me quedé en la puerta, con los ojos clavados en ella. No había nada
que quisiera hacer más que protegerla de cualquier daño. Pero esta noche
hice todo lo que pude. Apagué la luz y salí de la habitación.
—Coop. —Al sonido de mi nombre estaba parado en la entrada,
encendiendo su luz una vez más. Esperé a que siguiera hablando mientras
se frotaba sus ojos cansados con los dedos—. Estaré mejor mañana —
prometió.
Apoyándome contra el marco de la puerta, sacudí la cabeza.
—No, no lo estarás, pero está bien… esperaré.
Suspiró, moviéndose alrededor de las sábanas.
—¿Por cuánto tiempo?
Podría decir que pensó que me había echado, pero no iría a ningún
lado.
—Estoy aquí, Andrea. Estoy aquí. Y no voy a apresurarte. Y ni siquiera
estoy pidiendo nada de ti. Pero estoy aquí cada vez que me necesites.
¿Cuánto tiempo esperaré? Toma para siempre y multiplícalo por infinito. Y
luego esperaré un poco más.
Ver su pequeña sonrisa aparecer me hizo sonreír. Asentí, le dije que
tratara de descansar un poco, y desaparecí por el pasillo para tratar de
encontrar unas pocas horas de descanso para mí.
17
Andrea
Traducido por EstherC
Corregido por Vickyra

Mis sentidos se estaban despertando al olor del café que


permanecía bajo mi nariz. El sol de la mañana bailaba a través de las
persianas y tocaba mis mejillas. Me volteé en la cama, atrapando el
delicioso aroma. Mis ojos permanecieron cerrados por un rato; estaban tan
pesados y cansados.
Me pasé las manos por el cabello, me senté en la cama y miré a mi
alrededor. En la mesilla de noche al lado mío había una bandeja con
huevos, tocino y un panecillo. En un jarrón pequeño habían unas flores
hermosas. Rosadas, amarillas y blancas. Asumí que Cooper las escogió de
la entrada de la casa. Se me escapó un suspiro; incluso después de
anoche, él todavía me recogía flores.
Mientras agarraba la taza de café, respiré los fuertes sabores antes
de tomar un sorbo. Incluso le agregó crema y azúcar. La cantidad
perfecta. El café aún estaba caliente, así que no pudo haber sido hace
tanto tiempo desde que Cooper lo entregó.
Me comí un trozo de tocino y ahí fue cuando noté una nota en la
bandeja, debajo del jarrón.
Andrea Mae,
Mis labios se curvaron al verle llamarme por mi segundo nombre, uno
de los pocos hechos conocidos que había compartido con él la noche
anterior.
Espero que hayas dormido bien. Me fui a visitar a mi madre un par de
horas. Hice el desayuno (no te preocupes, fui al mercado por comida
fresca. No estás comiendo comida vieja del refrigerador). ¡Disfruta! Si
necesitas o quieres ir a algún lado, las llaves de cualquiera de los autos
están contra la pared en el garaje. Llámame si necesitas algo.
Coop

Una parte de mí estaba triste porque le echaba de menos, pero no


quería enfrentarme a él después de mi crisis nerviosa de anoche. No sabía
lo que había pasado; quizás fue el vino o quizá la confesión no
convencional de amor. Posiblemente fueron ambos. Todo lo que sabía era
que estaba bastante avergonzada.
¿Qué haría mientras esperaba a Cooper?

BAILAR.
Me estiré en la pista de tenis de su patio trasero. El sol estaba cubierto
por delgadas nubes y reaparecía sobre mí cada vez que las nubes
viajaban a su próxima ubicación. Colocando mi iPhone en el suelo,
encendí mi estación de música favorita. Los pajaritos cantando, agregaron
su propia banda sonora al momento, haciéndola mucho más especial.
Mi corazón aún me dolía por Derrick cada día. Pero Cooper hacía
que el dolor fuera menos intenso. Cooper me hacía sentir como si estuviera
flotando. Me hacía sentir viva. Y como no estaba aquí en este momento,
me dirigí a la siguiente cosa que me hacía sentir bien sin importar nada.
Bailar.
Rumi dijo una vez: Baila, cuando te sientas quebrarte. Baila, si has
arrancado la venda. Baila en medio de la pelea. Baila en tu sangre. Baila
cuando estés perfectamente libre.
Aún no estaba libre de las garras de Derrick en mi alma. Pero bailaría
de todos modos. La música empezó a sonar en mis pequeños altavoces y
me moví por la pista de tenis. Era mi escenario y yo, la bailarina. Giré, salté
y sentí. Sentí la emoción de perderme en el baile. Era mi droga y estaba
lista para una sobredosis. Daría vueltas hasta que el mundo pareciera
mareado. Doblaría mi cuerpo y haría el amor al movimiento. Mi respiración
estaría en control total. Yo era la instructora y mis piernas eran los
estudiantes. Se movían cuando se les ordenaba. Volaban cuando lo
necesitaba.
Bailé durante horas. Bailé mientras el sol se cansaba. Y luego bailé un
poco más.
Creí haber oído el sonido de su cámara antes de que sucediera, no
dejé de moverme. Continué. Mientras giraba pude verle acercándose
más, tomándome fotos. Posé para él. Salté. Exploré el espacio.
Me dejé ir.
Me dejé ir porque estaba segura de que me atraparía.
Su sonrisa sexy estaba escondida detrás de la cámara, pero sabía
que estaba ahí. Finalmente me detuve. Mis piernas estaban agotadas, así
que les permití acostarse en la pista de tenis. Me recosté boca arriba
mientras el sudor goteaba por mi rostro. Hacía tanto tiempo que no me
permitía detenerme y recordar algo que me encantaba hacer.
Se acostó a mi lado, hombro con hombro. Volviéndome hacia él,
sentí que las mariposas regresaban.
—¿Cómo está tu mamá?
—Tuvo otro buen día. Creo que ayudaste a mejorarla ayer.
Me mordí el labio inferior. Me hacía sentir los mejores nervios.
—Creo que me estás haciendo sentir mejor.
Comodidad instantánea. Miré hacia abajo a nuestras manos; tomó
la mía y los dos permanecimos en silencio con la cabeza volteada hacia
el cielo. Me sorprendió que no estuviera extremadamente asustado por mí.
¿Por qué no huyó después de anoche?
—Gracias por el desayuno.
—Cuando quieras.
Sonreí. Porque sabía que lo decía en serio.
18
Cooper
Traducido por EstherC
Corregido por Vickyra

El sol brillaba intensamente, pero la brisa invernal hizo que los abrigos
fueran necesarios. Me senté frente a Iris fuera de la cafetería, deseando
poder estar en cualquier lugar menos allí. Llevábamos gafas de sol,
sonriéndonos mientras los paparazzi se paraban y tomaban nuestras fotos.
El viaje a Carolina del Sur había llegado a su fin, y en vez de sentarme frente
a Andrea, me quedé con mi esposa.
Iris estaba embarazada de seis meses, usando unos tacones que
parecían cortarle todo el flujo sanguíneo a los pies. ¿Cómo puede ser tan
estúpida?
A través de una sonrisa susurré:
—Eres una perra. —Sonrió y tomó mi mano en la suya.
—¿Cuándo vienes a casa? —preguntó en voz baja. Quise quitarme
la mano y marcharme, no volver a verla nunca más, pero lo que tenía en
mí era grande.
—¿Por qué hablabas de revelar información sobre Ken? —Recurrir al
pasado de mi padre para hacerme volver era lo más bajo que se podía
conseguir. Me pregunté qué había hecho que fuera tan sucio que se volvía
a estas medidas locas.
—Me dejaste. —Su tono era tan sincero y lleno de tristeza que casi
sentía pena por la mujer sentada frente a mí. Casi. Vio a los paparazzi y
supo que no seríamos capaces de mantener la conversación real que
necesitábamos, así que nos ofreció caminar a nuestro apartamento —su
apartamento— para que pudiéramos averiguar adónde ir desde aquí.
Mientras caminábamos, Iris se aseguró de que le envolviera los brazos
alrededor de la cintura. Andrea flotaba en mi mente. Secretamente deseé
que fuera ella en la que mis brazos estuvieran envueltos. Ojalá fuera ella la
que me llevara a casa.
Cuando entramos en el apartamento, la solté y empecé a gritar.
—¡¿Qué demonios intentas hacerme, Iris?!
—Me dejaste, Cooper. Te fuiste y no miraste atrás. ¿Qué se suponía
que debía hacer? No me hablarías —lloró mientras se quitaba los tacones
altos y la chaqueta—. Tom no quiere tener nada que ver con el niño. Está
esperando el suyo con su esposa...
Tom Reed. El hombre que embarazó a mi esposa estaba listo para
negar a su propio hijo para mantenerle una mentira a su esposa. Qué
pedazo de mierda. Pero había un asunto principal que tenía que saber.
—¿Qué tiene que ver eso conmigo?
No fui yo quien fue infiel. No fui yo el que fue embarazado por Tom.
No fui yo quien tomó nuestros votos y los arrojó a un armario en la cena de
ensayo de nuestro último episodio de Las Bodas de Davidson.
Iris se acercó a mí y puso sus manos en las mías. Llevó mis manos
hacia su estómago, haciéndome levantar una ceja.
—Podemos criarla juntos.
Ella. Era una niña. Mentiría si dijera por un momento que no lo
consideré. Esa pobre niña había entrado en una vida loca y no era su
culpa. Se merecía un padre. No un padre que negaría su existencia por el
resto de su vida. Se merecía una madre. No una madre que quisiera mentir
sobre quién era su verdadero padre. Merecía que alguien la tratara como
a una princesa. Merecía ser una princesa. Se merecía un padre.
Pero ese no era yo.
—Has perdido la cabeza. —Aparté sus manos de mí y agité mi
cabeza con desilusión. Estaba desesperada. Pude verlo en su rostro.
—Te daré un mes. Si no vuelves conmigo, expondré todo. Tu estancia
en el hospital psiquiátrico. Tú rompiendo marcos de vidrio en tu casa. Tú
dejando a tu esposa embarazada. Tú dejando a tu madre para filmar un
reality show...
—¡Vete al infierno! —siseé. Había cruzado la línea. No tenía derecho
a meter a mi madre en este tema.
—¡Ya estoy en él, Cooper! —gritó.
—¡Me engañaste, Iris! Tú me engañaste. ¡Yo no! —¿Qué pasaba con
esta criatura que antes amé? No conocía a la persona que estaba delante
de mí y me estaba poniendo enfermo.
Iris desapareció en la cocina y volvió con un sobre. Me lo dio.
—Bueno, eso no es lo que dicen estas fotos. —Cruzó sus brazos y los
apoyó sobre su vientre en crecimiento—. Son solo copias. Tengo más.
Abrí el sobre y pasé la mano por mi boca, suspirando. Mierda.
Escaneé las fotos y miré a Iris.
—¿Hiciste que me siguieran?
—Demonios, sí, te hice seguir, Cooper. ¿Quién es ella?
Increíble. Miré fijamente las diferentes fotos de Andrea y yo en mis
manos y no supe qué pensar. Todo estaba allí, desde el primer momento
en que salimos del club de striptease, hasta nuestra reunión en el café,
hasta el pasillo del hotel cuando traté de darle dinero para el taxi. Incluso
fotos de nosotros yendo al aeropuerto.
—No puedo creerlo de ti justo ahora.
—¡¿De mí?! No puedo creer que hayas caído tan bajo para ir por
prostitutas —gritó mientras mi mano formaba un puño y golpeaba contra
la pared; las venas salían de mi cuello. ¿Cómo se atreve?
—¡Maldita sea, no es una prostituta!
Los ojos marrones de Iris se suavizaron por su ira. Como si tuviera
derecho a estar enfadada conmigo. Dejó salir una pequeña risita y se
produjo un ataque de risa.
—No me digas que te gusta. Santo cielo, te gusta una prostituta.
La sangre estaba hirviendo dentro de mí y sabía que tenía que irme
antes de hacer o decir algo de lo que me arrepentiría. Los recuerdos de la
última vez que estuve en este apartamento volvieron a mi mente. Estaba
maldito. Este maldito lugar tenía que estar maldito.
—Te daré hasta Año Nuevo. Para volver a mí. O voy a los tabloides
—dijo Iris antes de que me fuera.
—Aclárate una cosa, Iris. Nunca volveré contigo. Nunca. —No podía
respirar. No sabía qué hacer. Mientras salía, los paparazzi seguían allí,
golpeándome con preguntas sobre los rumores entre Iris y yo. El sexo del
bebé. La próxima temporada del programa. Intenté hacer todo lo posible
para ignorarlos mientras me deslizaba mis gafas de sol y caminaba más
rápido. Era demasiado para ignorar cuando una niña pequeña, de unos
seis años, que caminaba con su madre, fue empujada por uno de los
paparazzi.
—¡Jesús! ¡Vamos! ¡Están tirando a niños! —siseé mientras ayudaba a
la niña a levantarse.
El hombre que la hizo caer me dio una sonrisa diabólica y me dijo:
—¿De qué estás hablando, Cooper? Tú la empujaste, no nosotros.
¿Has estado bebiendo? Deberías tener más cuidado.
Quería patearle el trasero. Quería envolverle las manos alrededor del
cuello, sacudirlo y gritarle para que despertara. Para que consiguiera un
trabajo de verdad en vez de encontrar una forma de ser un acosador y
que le pagaran por ello. Eran criaturas enfermas que se ganaban la vida
destruyendo vidas, solo para vender una foto.
Pero no pude. Me fui y traté de averiguar qué demonios hacer con
Iris y Andrea.

Anduve alrededor de Central Park con mi cámara, tomando fotos.


Mierda, hacía frío. Apreté más mi abrigo de invierno y envolví la bufanda
alrededor de mi boca para protegerme del frío. Siempre me sentía a gusto
cuando hacía lo que amaba. Lo que realmente amaba. A diferencia de
la basura de los reality shows, de alguna manera fui succionado a hacerlo
por Iris. Dijo que nos haría acercarnos más. Le dije que las parejas que
hacían reality shows estaban condenadas al fracaso. No estuvo de
acuerdo.
Yo tuve razón.
Estaba evitando a Andrea. Me había mandado un par de mensajes
varias veces antes esa semana llamando a Soda Pop, pero no pude. No
quería que me vieran con ella en la ciudad con los paparazzi cubriendo
todos mis movimientos. Era para protegerla. Debí decirle lo de las fotos.
Pero si lo hiciera, seguro que la perdería. Tenía que trabajar esto a través
de mi cabeza, encontrar la mejor manera de manejarlo sin alejarla.
La luz del sol se había desvanecido para la noche. Me dirigí a un
banco y suspiré fuerte. Necesitaba más tiempo para resolver las cosas. Más
tiempo para encontrar una forma de mantener el nombre de Andrea fuera
de los tabloides. En el primer momento que la vi, le prometí que no diría ni
una palabra sobre su trabajo de stripper y ahora Iris amenazaba con
decirle a todo el mundo que era una maldita prostituta.
Mi teléfono se encendió mientras leía el mensaje de texto más
reciente que me dio una bofetada de culpa.
¿Hice algo malo?
Miré fijamente todos los mensajes de texto anteriores antes de éste,
y solo decían "refresco" entre ella y yo.
Nunca había escrito nada más que eso, así que leer esas palabras
me picó. ¿Hizo algo malo? No. Pero no podía decírselo. Todavía no.
19
Andrea
Traducido por Taywong
Corregido por Vickyra

Maldito, lo extrañaba. ¿Por qué no había llamado o enviado un


mensaje? Habían pasado semanas desde la última vez que hablamos.
¿Encontró le orden antes que yo? Me sentía tan estúpida por siquiera
pensar en el asunto. Tal vez lo había asustado con mi crisis sobre Derrick. No
me habría sorprendido. Si fuera él, hubiera corrido también. Ojalá hubiera
un botón de no-enviar mensajes, pero ahí estaba… mi texto necesitado
estaba en su bandeja de entrada.
Céntrate en otra cosa. Necesitaba una distracción. Baile.
Habían pasado algunas semanas desde que tuve mi primer baile en
el escenario. La primera noche fue terrible, la segunda noche fue
embarazosa, y la sexta noche fue un poco mejor. Roger debe haber
estado satisfecho con mis actuaciones, porque cada vez estaba más
cerca de ofrecerme el número de cierre.
—Ya veremos —decía cada vez que preguntaba. Quería una
oportunidad. Jasmine me dijo que no había una posibilidad en el infierno
de que renunciara a su lugar, pero todos sabían que era mejor que ella. Mi
licenciatura en danza estaba realmente dando sus frutos. Gracias,
educación universitaria.
Cuando entraba al escenario cada noche, era como si estuviera en
trance. Traté de no pensar demasiado porque era demasiado deprimente.
Entonces bailaba. Moví mi cuerpo. Y bloqueé mis pensamientos. En cierto
modo, era de alguna manera una forma de arte. Y mover mi cuerpo de
una manera para crear arte estaba bien, de alguna manera retorcida.
La multitud de esta noche parecía más intensa. Hubo fuertes ruidos
que viajaban del club a los camerinos. Despedidas de soltero,
probablemente. Odiaba las despedidas de soltero porque los estúpidos
solteros siempre se olvidaban de que se iban a casar en la maldita
mañana. Demasiado irrespetuoso. Dejé de aplicar mi maquillaje cuando
Ladasha se acercó a mí y saltó sobre mi mesa de maquillaje.
—He estado pensando. Tal vez regrese a la escuela.
—Deberías.
Ladasha sonrió, asintiendo con confianza.
—Debería. Siempre quise ser abogada. O un doctor. O demonios, un
profesor de inglés. Si es el número dos lo deletreas D-O-S1. Como de, “voy
a tener sexo con él y con él también” es DEMASIADO. Ese es mi tipo de
lección de inglés. Incluso podría ser la primera presidenta negra. ¿No sería
oro político? La presidenta una ex stripper. —Agarró sus pechos y sonrió
ampliamente—. ¡Vota por Ladasha! Veré algunas películas de política en
busca de consejos. No puede ser tan difícil, ¿no?
Estaba deslizándose en sus oscuros pensamientos. Podía ver cuándo
sucedía porque siempre trataba de cubrir su tristeza con boberías. Lo sabía
mejor. Ladasha rio suavemente mientras volvía a aplicar su maquillaje, pero
vi la leve visión de decepción deslizarse por sus ojos.
—Puedes hacerlo —le aseguré. Ladasha podría hacer cualquier
cosa si no tuviera la necesidad de correr siempre después de un tiempo.
Realmente yo esperaba que no sintiera la necesidad de correr pronto.
Justo en ese momento, otras dos strippers, Maria y Shelly, entraron a
la habitación y tomaron sus asientos, haciendo lo que mejor saben hacer:
chismorrear. María sacudió la cabeza con incredulidad.
—¿Puedes creerlo?
—Demonios, sí, puedo creerlo. —Se rio entre dientes, levantando una
peluca rosada y brillante para combinar con su tanga rosada y pegajosa.
—¿Qué pasó? —preguntó Ladasha.
—Jasmine fue atrapada haciendo un trabajo de acompañante. Los
policías la recogieron. —Shelly hizo una pausa por un breve momento para
poner los ojos en blanco, y luego continuó hablando—: Es tan estúpida. Es
por eso, que no me meto con esa mierda. Puedo quitarme la ropa, pero
no estoy lamiendo, besando ni chupando nada.
María asintió en acuerdo, subiendo sus medias de red, que serían
“malvadas” en unos veinte minutos.
—Ahora su hijo está en el sistema. Ese niño no tiene la oportunidad
de vivir con una madre prostituta y un padre encarcelado.

1 D-O-S: Juego de palabras en inglés, deletrea el número dos que es TWO y la

palabra TOO, que significa TAMBIÉN.


Ladasha rápidamente dio vuelta para defender la vida del pobre
niño.
—No sabes lo que el niño puede hacer de sí mismo. Dale una
oportunidad. —Todo su ser cambió y estaba en el punto en que el humor
no arreglaría sus emociones.
—La única oportunidad que tiene un niño en esa vida es vender
crack en la esquina a los otros mocosos en mal estado.
Los ojos de Ladasha no pudieron ocultar la autocompasión que se
derramaba. Rápidamente me acerqué a ella y apreté su mano,
ofreciéndole una inyección de consuelo. Entrelazando mis ojos con los
suyos, le envié un asentimiento simple, recordándole que no estaba sola.
Era el mismo recordatorio que me dio cuando me presenté por primera vez
en Nueva York… sin palabras, solo una mirada de comprensión. Su sonrisa
a medias y encogimiento de un solo hombro fue todo lo que obtuve antes
de que volviera a maquillarse. Dirigiéndome a las otras chicas, hice la
siguiente pregunta en mi mente.
—Entonces, ¿quién está haciendo el número de cierre esta noche?
—Jasmine siempre obtenía el número de cierre. Ella y Roger tenían una
relación, cercana, entre empleador y empleado. Yo la llamaba puta,
Ladasha la llamó una mujer de negocios.
Shelly sonrió a través de su espejo en mi dirección.
—Vas a querer añadir un poco más de rubor esta noche, Wisconsin.
De repente, Roger entró irrumpiendo en el camerino, haciendo que
algunas de las chicas chillaran de horror y tiraran cosas en su dirección. Él
puso los ojos en blanco, desinteresado.
—No voy a ver nada que todos los demás en el club no hayan visto.
—Sus ojos se movieron hacia mí. Odiaba cuando me miraba. Roger era un
asqueroso, pero una vez más, yo era una stripper. Supongo que lo hice
venir. Lo vi masticando el extremo de su cigarro corto, lanzando anillos de
humo al aire. Su rostro peludo hacía juego con su pecho peludo que
estaba semi escondido debajo de su camiseta negra sin mangas
demasiado pequeña. Lástima que no estaba completamente oculto.
Asqueroso.
—Andrea, tienes a una persona en una sala VIP que te lo solicita. —
Se giró para irse mientras salía disparada de mi asiento.
—¡Espera! ¿Es cierto que tengo el final esta noche?
—Si sigues trayendo gente que paga cientos durante quince minutos
contigo en las salas VIP, puedes tener todo lo que quieras. —Los ojos de
Roger brillaban como si hubiera ganado la lotería mientras arrastraba los
pies fuera de la habitación.
—¿Quién demonios te está pidiendo un baile de regazo? —preguntó
María.
Ladasha sonrió brillantemente… una sonrisa genuina. Estaba
volviendo a su yo normal y alegre.
—Cooper Davidson.
Mis ojos se iluminaron ante la idea de que Coop estuviera en la otra
habitación. Solo escuchar su nombre de los labios de mi mejor amiga me
hizo querer dar el mejor baile de regazo que haya tenido jamás.
—Bueno, ¿quién diablos es Cooper Davidson? —siseó Shelly mientras
se ponía una sobredosis de laca para el cabello.

—¡Él es mi esposo y estás durmiendo con él! —me gritó. Mi corazón


subió a mi garganta y parecía que todo el aire había sido aspirado de la
sucia sala VIP. El sudor comenzó a brotar de mi frente cuando mis rodillas
comenzaron a temblar. Abrí la boca para hablar, pero aún no salía nada.
Entonces continuó hablando. Algo acerca de que soy una puta
nauseabunda, obscena y vomitiva.
Mis ojos se movieron hacia su estómago. Oh Dios... Cooper no me
dijo que estaba embarazada.
Espera.
Cooper no me contó nada sobre Iris.
—No sé qué decir.
Se rio en un tono burlón.
—No digas una palabra. Solo aléjate de mi marido. —Me giré para
irme y se deslizó frente a la puerta, bloqueándome el acceso—. En serio.
Puedo arruinar tu patética vida en un instante. ¿Me entiendes? En. Un.
Instante. Puedo tomar lo que sea que tengas y destruirlo. No me pongas a
prueba.
—¡Vete al infierno! —grité. La odiaba. No tenía mucho conocimiento
de quién era ella, pero lo que descubrí en los últimos cinco minutos fue que
carecía de habilidades humanas. Y también odiaba que fuera tan
hermosa. Más hermosa que cualquiera que haya visto alguna vez. Su rostro
era impecable, su postura era digna de una bailarina. Por un momento, me
detuve a pensar por qué Cooper vendría a verme cuando la tenía
esperándolo en casa.
Oh Dios mío. Yo era una puta. Una rompe hogares, una indecente y
vomitiva.
—¿Hay algún problema? —Frank abrió la puerta cuando me oyó
gritar, y sus ojos se clavaron en mí, comprobando si estaba bien.
—Sí, realmente hay un problema. —Iris se puso de pie con sus tacones
altos y sostuvo su bolso de Michael Kors cerca de su pecho—. Quiero que
la despidan.
Mis ojos se nublaron cuando miré a la loca psicópata. Busqué algo
de sarcasmo, pero no estaba allí. Lo que sea. No había forma de que me
despidieran por esta mujer. Roger acababa de decirme que era una
creadora de dinero. Los billetes de un dólar brillaron en sus ojos en el
vestidor. No sería un buen negocio deshacerse de mí. Antes de darme
cuenta, estaba teniendo un concurso de gritos con Iris mientras Frank
intentaba controlar el ruido. Pero debería haber sabido que, una vez que
las mujeres se atacan entre sí, es inútil hacer algo al respecto.
—¡¿Qué diablos está pasando?! —gritó Roger, entrando en la
calurosa lucha y jadeando. Estaba sin aliento por el corto trote hacia la
sala VIP.
Iris se cruzó de brazos y lo miró.
—¿Eres el dueño de este lugar? —preguntó.
Lo era. Ella continuó:
—Quiero que la despidan. —Me señaló mientras Ladasha se
acercaba detrás de Roger para ver de qué se trataba toda la conmoción.
Roger arqueó una ceja hacia Iris como si estuviera loca.
—No hay forma en el infierno de despedir a mi mejor empleada.
Lamento que hayan tenido un dilema, pero déjeme conseguirle otra
chica... —Puso su encanto para tratar de que Iris se calmara. Sabía que
Roger no se desharía de mí. Pudo haber sido un imbécil, pero no era un
imbécil desalmado.
—Te pagaré diez mil dólares —insistió Iris.
Oh no. Esta vez Roger levantó ambas cejas. Ladasha dejó caer la
boca mientras saltaba a la conversación.
—Roger, te juro que, si te deshaces de Andrea, saldré con ella. —Esta
vez sus cejas cayeron. No podía perdernos a ambas. Podría haber besado
a Ladasha por defenderme de la forma en que lo hizo.
—Veinticinco mil por despedir a ambas —cantó Iris.
Debe haber cantado la melodía correcta porque lo siguiente que
supe es que Ladasha y yo estábamos caminando a casa, sin trabajo, con
cajas llenas de sujetadores y disfraces, sin ninguna forma de ingresos que
nos respaldara.
—Entonces, tenemos algunas opciones para esta noche —dijo
Ladasha mientras caminábamos en la nieve hacia nuestro apartamento—
. Podemos localizar a Cooper y patearle el culo, podemos ir a llorar en un
rincón y darnos cuenta de que no tendremos un lugar para vivir pronto, o...
podemos ver Mujer Bonita y emborracharnos.
Le sonreí a Ladasha. Toda su vida consistía en dar un paso a la vez,
sin saber dónde estaría al día siguiente. De alguna manera envidié eso. De
modo que la idea de encontrar un nuevo hogar para vivir no le pareció
una situación de vida o muerte. Al menos no lo mostró como una. Uní mi
brazo con el suyo, caminamos en nuestros ridículos tacones y apoyé mi
cabeza sobre su hombro.
Aunque la idea de patear el culo de Cooper parecía prometedora,
secretamente sabía que, si volvía a verlo, una parte de mí querría derretirse
en sus brazos. Y a estas alturas, el llanto parecía ser inútil. Lloré tanto en los
últimos meses que no estaba segura de saber siquiera de qué se trataba.
Así que eso hizo la elección bastante fácil. Nos estábamos
emborrachando y mirando Mujer Bonita.

Caminando a nuestro departamento, parecía haber un extraño


hombre durmiendo al lado de una maleta. Los ojos de Ladasha se
movieron hacia mí.
—¿Tú…?
Me encogí de hombros. No podía decir quién era, así que nos
acercamos con precaución. La cabeza del hombre descansaba en su
regazo cuando Ladasha se acercó y lo golpeó con el talón. Mi corazón se
atascó en mi garganta, notando los viejos zapatos marrones raspados...
sabía quién era.
—Oye, loco. Este no es un refugio para personas sin hogar. Fuera de
aquí antes de que llamemos a la policía, idio... —la voz de Ladasha se
apagó mientras miraba a los ojos que ahora despertaban lentamente.
Oh no.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté, mirándolo levantarse.
—Bueno, después de ir a los restaurantes que no tenían ni idea de
quién demonios eras, y llamar a tu teléfono cien veces, rastreé tu
apartamento. Y he estado esperando aquí desde las seis de la tarde para
encontrarte. Y claramente ahora son... —Se llevó el reloj a los ojos y me
miró—. Son las dos de la mañana.
Contuve mis palabras, negando con la cabeza.
—No. ¿Qué estás haciendo en Nueva York?
—¡Buscándote, Anders! ¡Mamá está enloqueciendo! ¡No viniste a
Acción de Gracias, dijo que no vendrías para Navidad, y no hemos tenido
noticias tuyas en semanas! —Mi hermano mayor, Eric, estaba aquí, en la
ciudad de Nueva York, frente a mi apartamento. Y yo estaba sosteniendo
una caja con sostenes, látigos y cadenas. Esto tenía la posibilidad de ser
extremadamente incómodo.
Sus ojos se posaron en la caja, viajaron a mis uñas postizas, maquillaje
pesado, y luego cambiaron de vuelta a la caja.
—¿Qué demonios está pasando, Andrea?
20
Cooper
Traducido por EstherC
Corregido por Vickyra

HEY, ¿QUE TAL? Escribí en el mensaje. No. Borrar, borrar, borrar.


Deberíamos hablar. ¿Hablar? ¿Hablar de qué? ¿Cómo mi esposa me
chantajeaba para que no volviera a hablar con Andrea? ¿Cómo su
secreto sería noticia mundial si me vieran con ella en público? Eran las dos
de la madrugada y no podía dejar de caminar por la habitación del hotel.
Realmente necesitaba tener mi propia casa lo antes posible.
Caí sobre mi cama, mirando fijamente al móvil. Hijo de perra.
Necesitaba llamar.
—¿Hola? —dijo la voz cansada, pero profunda, en la otra línea.
—Kyle. Necesito consejo. —Estaba desesperado, así que me
acerqué a la única persona que sabía que no me odiaría por llamar a horas
ridículas durante la noche.
—Te odio —se quejó. No lo decía en serio.
—En serio. No sé qué hacer. Iris me está chantajeando. No puedo ver
a Andrea y no tiene ni idea de por qué. Y no puedo decírselo porque Iris
amenaza con revelar sus secretos más oscuros. Y la echo de menos. Y no
me refiero solo al sexo. Me refiero a ella, Ky. —Pasé mis dedos por encima
de mis cejas, permitiendo que se diera cuenta. Extrañaba a Andrea más
de lo que nunca he extrañado nada.
—¿Sabes lo que necesitas?
Mis oídos se levantaron, listos para escuchar su consejo. La última vez
que me aconsejó, me encontré con Andrea. Así que estaba ansioso por
algo de su conocimiento.
—Necesitas estar soltero por un tiempo. Claramente no puedes follar
y dejarlo así. Te enredas en tus emociones como una pequeña perra. —
Hoy ha sido muy duro, debe haber estado muy cansado—. Necesitas tratar
tus problemas con Iris. Ocúpate de los problemas de tu padre. Y me refiero
a un maldito trato. Deja de enterrar esa mierda y deja de pensar que
encontrar una segunda opción lo hará mejor. Escucha, me acosté muy
tarde para ayudar a un amigo a salir de una situación difícil. Estoy cansado,
¿de acuerdo? Me voy a dormir, idiota.
Me senté en mi oscuro cuarto de hotel otra vez. Con mis
pensamientos. Al diablo con mis pensamientos. No quería pensar en ella,
pero no se me iba a salir de la cabeza. Seguro que no quería pensar en él,
pero ahí estaba, en mi mente. Quería que todo sobre mi pasado
desapareciera, pero los recuerdos empezaron a resurgir.

Antes de que mi padre volviera a casa después de una pesada


noche de beber. Se tropezó en la sala de estar, donde mamá se había
quedado dormida esperando su llegada. Pasó junto a mí, empujándome
en el hombro.
—Quítate de mi camino, chico.
Había tenido suficiente; no podía soportar la vacuidad de sus
palabras. Le empujé hacia atrás, diciéndole que sería mejor que él. Nunca
le pondría las manos encima a una mujer, nunca bebería y sería mejor
padre de lo que él podría ser.
Su risa fue oscura cuando me miró a los ojos. Podía oler el ron en su
aliento mientras silbaba una canción. Agarrándome por la barbilla, me
acercó a su rostro y bajó la voz.
—¿Ves lo que estás viendo aquí, Cooper?
Mi cuerpo se tensó y entrecerré los ojos, queriendo golpear al imbécil
en el suelo, pero aun estando borracho, era diez veces más fuerte que yo.
—Mira muy cerca, muy cerca de mis ojos, hijo. ¿Ves lo que hay ahí?
Ese es tu maldito futuro.
—No, no lo es. —Estaba equivocado. Estaba equivocado. Estaba...
Me empujó de nuevo, riéndose entre dientes en un tono perverso.
—Sí, lo es. Eres exactamente el hijo de tu padre. Puedes intentar huir,
pero la manzana no cae lejos del árbol.
Pasé años probándole que estaba equivocado, siendo una mejor
persona, devolviéndole a la comunidad y amando a mi esposa de la mejor
manera que sabía. Y cuando se quedó embarazada, supe que sería mejor
que él. Estaba listo para ser padre. Uno muy bueno en eso. No planeé lo
que pasó después.
La primera vez que tuvo un aborto espontáneo, yo no estaba allí.
Había estado haciendo locuciones para nuestro reality show. Iris
había terminado su trabajo de voz en off más temprano ese mismo día y se
dirigía a su cita con el médico. Siguió llamándome al celular, pero no
contesté. Tenía que hacer el trabajo para que el proceso de edición
pudiera comenzar. El mundo de la televisión trabajaba en un horario, y si
no te presentas y haces tú trabajo, podrías costarle a la cadena un montón
de dinero. Mi esposa podía esperar, viendo cómo me había arrastrado a
este jodido mundo de la televisión real.
Las llamadas seguían llegando y las seguía ignorando. No fue hasta
que me mandó un mensaje de texto con la palabra "911" que mis ojos se
abrieron y me quité los auriculares de los oídos. Todo se ralentizó. Estaba
seguro de que estaba corriendo, pero sentí como si no fuera a ninguna
parte. Cuando llegué al consultorio del médico, Iris estaba sentada en la
sala de espera, drenada, pero no llorosa. Debe haber llorado antes de que
yo llegara. El doctor nos dijo un montón de mentiras que no entendí.
Empecé a gritarle, calificándolo como la causa de mi nuevo sufrimiento.
Mis ojos se volvieron hacia mi silenciosa esposa. Nuestro sufrimiento.
Pedí una verdadera razón.
—¡Mejor arregla esto! ¿Sabes quiénes somos? ¡Mejor que lo hagas
bien! —La había cagado y debería haber sido capaz de arreglar esto.
Arreglarlo o arreglarla.
Arregla a nuestro bebé.
Iris se levantó y empezó a alejarse de mí, acercándose a la salida.
Entrecerré los ojos hacia el médico —ojos llenos de odio injustificado—y le
dije que esto no era el final. Corrí hacia Iris y la rodeé con mi brazo.
—Arreglaremos esto, ¿está bien? —susurré una y otra vez,
acariciándole el cabello.
Para cuando se quedó dormida, ya había tomado una copa. O tres.
La segunda vez que ocurrió, no estuve allí.
Salí a tomar una copa con mi agente cuando recibí la llamada. La
miré en la cama del hospital y sus hombros se encogieron. Miró hacia otro
lado. No dijimos ni una palabra. Cuando fue dada de alta del hospital, le
ofrecí mi mano para sostenerla, pero la rechazó. Fui abofeteado con la
sensación de que las cosas nunca serían iguales. Cuando entramos en el
apartamento, Iris fue al sofá de la sala de estar y permitió que los cojines la
absorbieran. Le pregunté qué necesitaba. Susurró una dura realidad.
—Un marido.
Quería acercarme a ella y envolverla en mis brazos, pero no pude.
—¿Puedes cambiar las sábanas? Quiero irme a dormir. —Se frotó los
ojos hinchados y apoyó sus manos sobre su rostro. Debe haber llorado en
el hospital antes de que llegara. Nunca había llorado delante de mí. Ni
siquiera el día de nuestra boda. Vagué hasta nuestro dormitorio, deseando
al menos llenar uno de sus pedidos. Si no podía ser el marido que
necesitaba en ese momento, podría cambiar las sábanas.
Las manchas rojas en las sábanas de algodón egipcio de
ochocientos hilos me recordaban cómo no había estado allí. Una
vergonzosa cantidad de culpa me invadió mientras mi lengua probaba el
whisky aún en mis labios. Mi esposa se había acostado sola en la cama,
mientras que nuestro segundo hijo no nacido clamó pidiendo que se diera
cuenta. Gritó para que papá despertara a mamá antes de que fuera
demasiado tarde.
Pero papá no había estado allí. Y mami tuvo que despertar con un
dolor insoportable. Mamá probablemente buscó a papá, pero solo
encontró su almohada.
Una semana más tarde, estábamos en una alfombra roja,
apareciendo en un evento benéfico para una celebridad "amiga" nuestra.
"Salva a las ballenas. Cuida el pez dorado. Salva a las malditas moscas de
la fruta". Qué jodida broma. Ninguna de estas personas eran nuestras
amigas, no sabían por lo que habíamos pasado. Ni siquiera habíamos
tenido tiempo de llorar, pero esa noche, en la alfombra roja, envolví mi
brazo alrededor de la cintura de Iris y ella sonrió, mi mano casi tocando su
estómago. Me acobardé ante el pensamiento y acerqué mi mano a su
lado.
Esa fue la conexión más cercana que tuvimos en semanas y todo fue
un acto. Una imagen para que los paparazzi y los medios disfrutaran. La
tercera temporada de nuestro reality show estaba a punto de estrenarse
en unas semanas, así que por supuesto tuvimos que retrasar nuestras
apariciones.
No, no encontramos tiempo para llorar, pero encontré unos
momentos para tomar una copa.
O seis.
Después de haber pasado por los dos abortos espontáneos
anteriores, había sido muy duro para ambos. Ella nunca habló de ello, pero
sabía que comía de su mente. Seguro que comió la mía.
No podía pensar más en ello. Me obligué a dormir, a cerrar mi mente
de todos los problemas que me negaba a afrontar…
21
Andrea
Traducido por Lipi Sergeyev
Corregido por Vickyra

—Eres una stripper. —Eric, con rostro fantasmal, se sentó frente a mí


con la cabeza apoyada en las manos. No podía mirarme. Pero no podía
culparlo. Su hermanita. ¿Una stripper? Podría decir que estaba teniendo
dificultades para conectar esos puntos. Para ser honesta, difícilmente
podría conectarlos yo misma. La habitación estaba llena de aire sucio,
ninguno de nosotros estaba interesado en respirar. En el momento en que
Ladasha se dio cuenta de que era un asunto familiar, ella y Pecas
desaparecieron en su habitación. Diablos. Realmente podría haber usado
su ayuda tratando de explicar.
Necesitaba decir algo. Para darle un poco de comodidad, no era
tan malo como parecía. No era tan malo como él me estaba imaginando.
Tragué y abrí la boca.
—Sé lo que parece.
Me miró como si fuera una completa extraña y negó con la cabeza.
—Mamá y papá van a volverse locos.
—¡No! No puedes decirles. Papá morirá. —Estaba segura de que
papá se caería y no volvería a levantarse nunca más. Casi podía sentir el
dolor de mi madre al enterarse de mí. Sería aún peor si la ciudad conociera
la historia. Todavía seguían chisporroteando por la muerte de Derrick, y este
sería otro plato para agregar a las reuniones del club de lectura de mamá.
Esto era mi culpa. Debería haber llamado más a mamá. Nos
checaríamos y fingiríamos como si todo estuviera bien. Yo inventaría
historias falsas sobre los restaurantes. Le contaría mentiras acerca de ver
espectáculos de Broadway. Me había resbalado. No había pensado. Y
ahora estaba avergonzada —pero en su mayoría enojada— de que no
había pensado en cubrir mejor mis pistas.
—¿Cuánto tiempo has estado trabajando ahí?
Mi voz se suavizó; ya podía escuchar su reacción.
—Desde que me mudé aquí.
Eric se levantó del sofá. Ni siquiera tuvo tiempo para enojarse
conmigo. Todo era tan nuevo para él. Sus dedos seguían cepillando a
través de su frente, tratando de descubrir por dónde empezar. Buscando
respuestas. Fue entonces cuando comenzó a regañarme con preguntas
que podrían haber venido directamente de nuestra madre. Era un hecho
conocido que él era un niño de mamá y yo era la niña de papá. Entonces
vino a mí como un espíritu arraigado, un maestro, un educador. Ni siquiera
me dejó tiempo para responder todas sus preguntas. Siguió divagando.
¿Ni siquiera me detuve a pensar qué tan peligrosa podría ser la vida
que estaba viviendo? ¿No me detuve a pensar cuán degradante era para
mí quitarme la ropa por dinero? ¿Cómo podría ser tan tonta? Muchas
personas tienen problemas, pero no se desmoronan sobre ellos. Él no lo
podía entender. No lo culpé.
—Voy a necesitar que comiences desde el principio porque
definitivamente me estoy perdiendo algo. ¿Cómo pudiste ser tan estúpida,
Andrea?
—No lo entenderás.
—Pruébame.
Derrotada, sacudí mis manos.
—Perdí a mi mejor amigo. Y estaba atrapada en un lugar donde no
podía respirar. Todo me recordaba a él. Todo era él, Eric. Tuve que
alejarme. Tuve que irme de ese lugar.
Sarcásticamente Eric se frotó las cejas.
—Así que, por supuesto, el siguiente paso es desnudarse. ¿Qué tan
fácil es quitarte la ropa todas las noches?
—Recientemente comencé en el escenario, ¿de acuerdo? Es una
forma de baile...
—¡Está a un paso de ser una prostituta!. —Él no sabía cuánto me
dolían sus palabras. Estaba cada vez más disgustada conmigo misma
cuando la pesadez de su decepción entró en foco. Esta era la segunda
vez esa noche que me llamaban prostituta. Una vez por la esposa
embarazada de mi amigo con derechos, y una vez más por mi hermano.
Eric continuó—. Deberías hacerte la prueba.
—¿Por qué? —Levantó sus cejas y rápidamente me di cuenta de lo
que estaba hablando—. ¡No soy una prostituta, Eric! ¡Jesucristo!
Eric se paró contra la pared, golpeando su puño contra su boca
repetidamente, tratando de obtener una visión de mi mente. Pude ver que
se estaba castigando un poco por venir tan duro. Tal vez fueron las lágrimas
que se formaron en mis ojos lo que lo hizo calmarse. Sus ojos se suavizaron
cuando comenzó a darse cuenta de que lo último que necesitaba era ser
disciplinada.
—Ven a casa, Andrea.
—No puedo.
—¿Por qué no? ¡Dijiste que esta noche te despidieron! ¿Qué vas a
hacer? ¿Te echaron? ¿Vivir en las calles? ¿Comenzar una adicción al
crack? —Odiaba lo extremo que era. Pero tenía un buen punto. ¿Qué voy
a hacer?—. Escucha, puedes quedarte con Michelle y conmigo en la casa
de sus padres por un tiempo. Está justo fuera de la ciudad, y nadie te
molestaría allí. Ven a casa y recupérate un momento.
Todo lo que podía pensar era enviar mensajes de texto a Cooper.
Escapar del mundo por un momento. Perderme en sus brazos y olvidarme
de todos los problemas que me rodean. Pero Cooper era la razón principal
por la que estaba sin trabajo. Cooper era la razón por la que había
caminado a casa con esa caja en mis brazos. Y Cooper era la razón por la
que mi hermano pensó que era una prostituta. Tenía un creciente nivel de
odio llenando mi estómago por él. Pero al mismo tiempo quería acurrucar
mi cabeza en su hombro y aferrarme a él porque también sabía lo que era
estar roto.
—Escucha. No quiero hacer esto, pero se lo diré a mamá y papá. —
Estaba hablando en serio. Me enfermaba lo mucho que Eric era como
nuestra madre. Tenía su cabello castaño y su personalidad dramática,
siempre llevando las cosas al extremo. Y lo odiaba porque siempre tenía la
razón.
Ladasha abrió su puerta y entró a la sala de estar con Pecas en sus
brazos.
—Deberías irte, Andrea. —Me miró y me sorprendió que incluso
pensara que todo eso estaba bien. Ella continuó explicando cómo Simba
no quería volver a la roca del orgullo, pero tenía que hacerlo, para tomar
su lugar como rey. A veces deseaba que sus referencias cinematográficas
no encajaran tan perfectamente en las situaciones.
—No eres la misma chica que eras cuando saliste de Wisconsin, pero
quizás por eso es mejor. Quizás encajas allí ahora.
—Lo siento, ¿quién eres tú? —Los ojos de Eric estaban bloqueados
con Ladasha, y pareció estar afectado por ella. Era hermosa, así que no
fue una sorpresa; todos los hombres la miraban como si fuera una diosa.
Fue un poco raro ver a Eric obsesionado con alguien que no era Michelle.
—Eric, esta es mi amiga, Ladasha. Nos conocimos en la universidad.
Eric asintió.
—Hola Ladisha.
—Es Ladasha.
—Deletréalo.
Ladasha puso los ojos en blanco, fue al sofá y se puso cómoda.
—L. A. Símbolo de tablero. A. La-dasha-ah.
Incluso yo estaba sorprendida. Levanté una ceja.
— ¿Seriamente? ¿Un símbolo de tablero?
—Eso es sexy. —Nuestros ojos se dispararon hacia Eric que parecía
encaprichado con la criatura extremadamente diferente ante él. No
ayudó que Ladasha se hubiera puesto los pantalones cortos sexys y una
camiseta sin mangas ajustada para la noche.
—¿Qué? —pregunté.
—¿Huh? Nada. Escucha. Voy a reservar tu vuelo de vuelta conmigo.
—Eric cambió rápidamente de tema cuando apartó sus ojos de Ladasha.
El sudor que le corría por las cejas mostraba lo culpable que se sentía por
incluso haber mirado a alguien que no fuera Michelle.
—Si vuelvo contigo, ¿no se lo dirás a mamá o papá?
—No lo haré. Pero tienes que quedarte un rato, Anders.
—¿Y ayudarás con los pagos del apartamento mientras estoy allí?
Quiero volver a Nueva York, Eric.
—Sí, sí, lo que sea. Nos iremos mañana por la noche. Pero hay una
cosa más. —Eric me miró esperanzado. Sabía que estaba a punto de
preguntarme algo molesto; siempre arrugaba la nariz cuando iba a decir
una mierda molesta—. Tienes que venir a la fiesta de Navidad.
—No. —Eric sacó su teléfono celular y comenzó a marcar, pero no
me iba a empujar. Cruzando mis brazos, me puse de pie, incapaz de
moverme—. No voy, Eric.
—No, está bien. Solo voy a dejar un mensaje rápido para papá.
—Púdrete. Bien. Iré. —Está bien. Me habían empujado, movido e
intimidado.
Alardeándose de emoción, Ladasha se unió.
—¡Y yo también iré! —Un aire de silencio llenó la habitación. Ladasha
pudo ver la preocupación en nuestras rostros. Albany no era realmente un
lugar donde la fuerte personalidad de Ladasha y su estilo sexy y coqueto
pertenecían. Pero comenzó a suplicar.
—Andrea. ¡¿Por favoooor?! —Aparecieron los ojos de cachorro. Pero
seamos honestos, no había forma de que la dejara aquí. Apareció cuando
más la necesitaba, y supe en su corazón, después de encontrar a su madre,
que estaba lista para mudarse. No era un deseo, era una necesidad real.
—Y ella también viene. —Eric estuvo de acuerdo con la idea de que
Ladasha viniera. Personalmente, pensé que secretamente esperaba que
ella se uniera a nosotros.
—Me voy a la cama. —Estaba agotada y necesitaba terminar esta
noche.
Cuando entré en mi habitación y di un portazo de golpe, pude oír a
Eric y Ladasha hablando. Las paredes delgadas como el papel eran mis
enemigos esa noche. Podía escuchar la preocupación en la voz de mi
hermano mayor mientras hablaba con mi mejor amiga.
—Ladasha, pareces una buena chica. Realmente lo eres. No
entiendo por qué ustedes dos se harían eso a ustedes mismas.
—¿Hacer qué?
—Desnudarse.
Hubo un silencio. Pensé que Ladasha estaba en busca de las
palabras correctas para llegar a él. La comparación de la película
correcta. Mi corazón estaba latiendo; ¿sería capaz de hacerle entender?
Por favor hazle entender, Dasha.
—Es como una cometa.
No fue por su explicación de película normal. Me sentí bastante
intrigada, sin saber a dónde conducía esto. Me senté contra la puerta y
escuché el intercambio de diálogo entre los dos.
—¿Qué significa eso?
—Una cometa. Hay millones de cometas en el mundo. Diferentes
formas. Diferentes tamaños. Algunas cometas están hechas para los
vientos locos. Algunas se desgarran un poco. Y algunas ¡plaf! al instante
golpean el suelo directamente desde el paquete. La cometa de Andrea
todavía puede ser reparada. Ella estará bien.
—¿Qué hay de tu cometa? —La voz de Eric se suavizó; sabía lo que
quería decir Ladasha, incluso con su comparación algo aleatoria. Pero eso
era lo de Ladasha; en su mente, todo estaba conectado de alguna
manera. Solo tenías que tomarte el tiempo para descubrir cómo.
—¿Mi cometa? —Pude escuchar la duda en su voz. Era el mismo
sonido que escuché escapar de su voz en el camerino del club. No creía
que su cometa valiera la pena salvarla. Mi corazón se rompió por ella. No
se atrevió a responder a la pregunta—. Déjame agarrarte algunas
almohadas y mantas. Puede hacer frío aquí.
Y ese fue el final de la discusión.
Me fui a la cama, sin poder dormir. La idea de regresar a casa
llenaba mi mente. Podía escuchar los susurros ahora. Podía ver los ojos
tristes mirándome fijamente.
No quería irme a casa.
Pero ¿a dónde más pertenecía?
22
Cooper
Traducido por EstherC
Corregido por Vickyra

—Vete al infierno, imbécil.


Bien. No lo vi venir. Después de una noche llena de recuerdos, tuve
que volver al verdadero tema a mano: encontrar una manera de
mantener el nombre de Andrea fuera de los tabloides. Sabía que no había
respondido a sus mensajes de texto, pero no creía que fuera tan serio para
los insultos. Después de todo, estaba intentando salvar su imagen. Tenía el
teléfono celular en mi oído mientras escuchaba a Andrea llamarme cada
nombre negativo en el planeta.
Cerdo. Vómito. Imbécil. Cabrón. Mentiroso. Idiota. Estúpido. Pendejo.
Fenómeno. Cretino.
Mientras continuaba, metí algunas palabras en la conversación.
—¿Qué está pasando aquí?
—No lo sé, Cooper. ¿Qué tal si le preguntas a tu mujer embarazada
que hizo que nos despidieran a Ladasha y a mí anoche?
Oh no... No lo hizo. No lo haría. Me detuve y pensé en Iris y sus
recientes amenazas y odio. Lo haría. Hija de puta.
—¿Dónde estás? —pregunté. Necesitaba reunirme con ella. Para
tratar de explicarme. Había tanto que Andrea no sabía, y era justo que se
lo dijera yo mismo. Odiaría que lo escuchara de alguien más.
—Señora, ¿podría apagar su teléfono celular? Estamos a punto de
despegar.
Escuché la voz del desconocido en el fondo y sentí escalofríos en mi
columna. Se estaba yendo.
—Andie, espera.
Click.
Pasé mis manos por encima de mi rostro y sentí los vellos espinosos
contra mi palma de la mano; no me había afeitado en días. Mi mente no
había dejado de correr. Necesitaba hablar con Andrea. Y necesitaba
escucharme. Iris seguía cruzando la línea y pronto necesitaba una probada
de la realidad.

—Tratamos de crear las mejores bodas para las parejas. Se necesita


mucho, para casarse. Y es importante tener este día especial para
recordar. —Iris sonrió a las cámaras y cruzó sus largas y sexys piernas.
Estoy totalmente de acuerdo con mi esposa mientras nos sentamos
a filmar una escena confesional para nuestro "reality" show.
—Sí. Es un recordatorio de todas las cosas que uno ama del otro. Pero
algunos no necesitan la gran boda loca para recordar esas cosas.
—¿Qué se supone que significa eso? —Iris me miró con una mirada
confusa mientras yo me encogía de hombros.
—Creo que cuando la gente tiene suerte, puede mirarse para
recordar por qué hicieron las promesas ese día. —Metí su mano en la mía
y la besé suavemente—. Tuve suerte.
Iris sonrió brillantemente y miró directamente a la cámara, apartando
su mano de mí.
—Sí. Pero una boda grande no haría daño.
—¡Y, corten! Tomemos un descanso, todos —gritó director, mientras
el equipo de cámaras dejaba de rodar. La maquilladora de Iris vino y
empezó a empolvarle el rostro.
—¿Qué demonios fue eso, Cooper? —murmuró Iris duramente en mi
dirección. Apartó a su maquilladora y se puso de pie, caminando hacia su
camerino—. Tenemos que volver a filmar eso ahora por tu culpa. Apégate
al maldito guion que nos dieron, ¿de acuerdo? Y la próxima vez preferiría
que no me hagas ver como una perra furiosa, imbécil.
Pasé mis dedos por mi cabello y suspiré.
Bueno, si el zapato le calza.
23
Andrea
Traducido por Gerald
Corregido por Vickyra

Cuando llegamos a la propiedad de Michelle, deslicé mis gafas de


sol hacia abajo, notando al otro automóvil en el camino de entrada.
—¿Qué están haciendo mamá y papá aquí? —siseé a mi hermano.
Se encogió de hombros.
—¿De verdad creías que mamá no querría ver a su hija? Por favor.
Murmuré para mis adentros y me senté de nuevo en mi asiento.
—¿Un poco dominante?
Eric observó mientras deslizaba mis auriculares de vuelta a mis oídos
y lo escuché mientras susurraba a Ladasha.
—Es mucho más ruda de lo que recordaba.
—Oh. Eso es porque no estás mostrándole algo de dinero. —El rostro
de Eric perdió color al instante. No pude evitar reírme entre dientes mientras
veía el rostro de mi hermano colorearse con horror, probablemente
pensando en mí recaudando dinero de hombres desagradables.
Ladasha salió del auto y jadeó. Sus ojos marrones se abrieron con
asombro mientras miraba la mansión frente a ella. La propiedad tenía todo
lo que había visto en las películas. Había una piscina interior, una cancha
de tenis, chimeneas en los baños, un garaje privado... Todo. La nieve recién
caída mejoraba el mágico momento en que se encontraba mi amiga. La
casa tenía más de veinticinco habitaciones, con más de siete dormitorios,
ocho baños y un cine incorporado en casa.
—Santa mierda. ¿La gente vive así? —Ladasha sonrió ampliamente,
mirando alrededor con completo asombro. Salí del auto, rodé mis ojos y
me uní a mi amiga.
—No. Ellos no. Vamos, terminemos con esto.
Ladasha fue a ayudar a Eric con las maletas, pero él le aseguró que
podía manejarlo. Le sonrió y aun así, recogió dos piezas de equipaje.
—¿Vienes, Michelle? —preguntó a su novia. Michelle estaba parada
perfectamente en su par de zapatos de tacón. La luz del sol besaba sus
rizos rubios, pero sus ojos azules estaban escondidos detrás de sus grandes
gafas de sol. Con su teléfono celular pegado a una mano y su bolso
Michael Kors unido a la otra, instantáneamente recordé a Iris y su estúpido
bolso Michael Kors. ¿Mencioné que la odiaba?
La sonora carcajada de Michelle resonó en el aire mientras sostenía
su vientre debido a la conversación que estaba teniendo al teléfono.
—Veo que todavía tiene esa risa única. —Sonreí.
Eric me lanzó una mirada con mucho odio.
—¿De verdad? ¿Realmente crees que tienes derecho a juzgar a
alguien en este momento? No comiences, Anders.
Me callé.
Antes de que siquiera tuviéramos la oportunidad de entrar al
vestíbulo, fui atacada por mi madre, quien envolvió sus brazos a mi
alrededor. La falta de aire llenando mis pulmones era incómoda, pero no
la aparté.
—¡Anders!
—Hola mamá.
Mamá retrocedió y me miró. Noté un nivel de alarma en sus ojos.
—Luces delgada. Estás tan delgada. —Tenía razón.
—No lo estoy. Esta es mi amiga, Ladasha. —Perfecto. Cambia el
tema lejos de mí.
—Encantada de conocerte, cariño. Siempre me olvido cuán grande
es esta casa. ¡Me perdí tratando de encontrar a tu padre más temprano!
—chilló mamá mientras me picaba en el costado, frunciendo el ceño ante
mi reciente pérdida de peso.
—¿Dónde está papá?
—En el estudio. Bueno, uno de los estudios. ¡Este lugar, te digo! —
Como si le dieran una señal, papá entró en la habitación, sosteniendo una
botella de vidrio con un barco hecho a mano dentro de ella.
—Es un lugar agradable. —Miró fijamente el barco a través de sus
gruesas gafas—. ¿Cómo alguien hace estos? Debería intentarlo.
Ver a mi papá me hizo suspirar con un aliento de alivio. Yo era un
montón de cosas, pero antes que nada y lo más importante era la chica
de papá. Me encantaba la sensación de tranquilidad que tenía con su
personalidad. Equilibraba a mi madre siempre al límite tan bien. Papá se
acercó y me dio un abrazo y besó mi frente. Su abrazo no fue tan apretado
como el de mamá, sin embargo, era el tipo exacto de abrazo que
necesitaba. No demasiado dominante. Sin embargo, no inexistente.
—Vamos, vayamos todos a la sala de estar para ponernos al día. —
Mamá movió a todos hacia la otra habitación. Podía sentir los ojos de mi
madre sobre mí mientras hacía mi mejor esfuerzo para mimetizarme en el
cojín del sofá—. Andrea. Realmente espero que tengas hambre. Están
preparando una gran cena para nosotros esta noche.
Estaba demasiado preocupada con mi peso. Estaba bastante feliz
de que en realidad desde que conocí a Cooper comencé a recuperar
algunos kilos. Pero ella no sabía eso. Me veía como una chica
extremadamente delgada que había perdido a su prometido. Apuesto a
que tenía pesadillas por la noche sobre la vida que estaba viviendo en
Nueva York. Supuse que tenía buenas razones para tener pesadillas; no
estaba exactamente haciendo que mamá se sintiera orgullosa.
Michelle entró rebotando y se unió a nosotros con la sonrisa más
grande que había visto en mi vida. Eric le preguntó qué pasaba y ella sonrió
aún más.
—¡Tengo una sorpresa para todos ustedes! ¡Pero tendrán que esperar
hasta la cena de esta noche!
—Perfecto, tal vez iré a descansar por algunas horas. —Fingí un
bostezo para salir de allí y me dirigí a la que iba a ser mi habitación durante
las próximas semanas. Esto era una mierda.

—¿Qué pasa contigo? —pregunté al distante Derrick. Él se encogió


de hombros mientras yacía en la cama de mi dormitorio.
—Solo pensando.
—¿Acerca de? —pregunté. Me ignoró, mirando al techo. Desde que
llegó ese fin de semana, estaba como ido—. Respóndeme.
Se sentó en la cama, rodando sus ojos.
—Andrea, solo estoy desconectado, ¿está bien? Tienes tus días,
déjame tener los míos.
—No tienes que ser idiota, Derrick —susurré. Odiaba cuando se
cerraba a mí de esta manera y parecía estar sucediendo mucho más
desde el compromiso—. ¿No quieres casarte conmigo? —Mis ojos se
movieron hacia el piso, sin querer mirarlo a los ojos. Temerosa de su
respuesta.
Sentí sus brazos envolverme desde atrás. Se hundió en mi hombro y
sacudió su cabeza.
—Por supuesto que quiero casarme contigo. Es solo que...
Me volví hacia él, sintiéndome enferma.
—¿Es solo qué?
—Estás haciendo algo con tu vida. Estás obteniendo un título
universitario. Te estás preparando para tu futuro. Y yo solo estoy aquí.
—Tienes tu música, Derrick. —Era increíble en su música y nunca lo
menosprecié por no ir a la universidad. No era para todos.
—¿Qué pasa si no soy suficiente para ti? ¿Qué pasa si termino
jodiendo todo esto? ¿Jodiendo lo nuestro?
Envolví mis piernas alrededor de él y me agarré con fuerza.
—No hables así, ¿de acuerdo? Siempre serás lo suficientemente
bueno. Estamos en esto juntos, ¿está bien? Tú y yo.
—Tú y yo —suspiró en mi cuello—. Tú y yo.

En el momento en que la cena estuvo siendo preparada, tuve a mi


mamá irrumpiendo en mi habitación para despertarme. El espacio
personal no era algo en lo que ella creía. Y allí estábamos otra vez,
esperando en la sala de estar. Podría haberme dejado dormir un poco más
de tiempo.
—¡Estoy tan feliz de que hayas decidido venir! —La perfecta Michelle
sonrió mientras entraba a la casa con un invitado.
—¡Mierda! —grité cuando mis ojos conectaron con los de Cooper.
—¡Lenguaje! —regañó mamá.
—Lo siento, mamá. Discúlpenme. T-tengo que ir al baño. —Me
levanté de mi asiento y me apresuré a salir. Cómo se atreve.
¿Cómo se atreve a venir aquí? ¿No ha hecho ya suficiente? Fue por
él que estaba en esta maldita situación. Abrí el grifo en el baño y empecé
a salpicar agua contra mi rostro blanco como el de un fantasma. Respirar
se estaba convirtiendo en un problema.
—Debemos hablar.
El sonido de su voz envió escalofríos por mi columna y cuando me
volteé para mirarlo, mi corazón comenzó a golpear contra mi pecho.
Estaba sin afeitar, vistiendo una camisa con botones y un par de vaqueros
azul oscuro. Maldición. Luce bien.
Cerró la puerta detrás de sí y se acercó a mí. Di un paso atrás. Esto
continuó hasta que estuve contra una pared y me estaba mirando
fijamente a los ojos.
—¿Qué estás haciendo aquí? —siseé. Lo había dejado en Nueva
York. Lo llamé sucio, asqueroso, idiota y lo dejé en Nueva York.
—Puedo explicarlo. —Levantó sus manos como señal de paz, pero
mi cuerpo todavía estaba listo para defenderme de su acento suave y sus
fuertes brazos.
—Espero que sepas que lo que estás haciendo es una forma de
acoso, Cooper.
Sus ojos verdes sonrieron con sus labios mientras se reía y buscaba en
su bolsillo trasero.
—No. No entiendes, fui invitado. Me quedaré en el garaje por unos
días hasta la fiesta. —Sacó la invitación a la fiesta de Navidad de Michelle
y Eric y estaba segura de que salía humo de mis orejas. Estaba furiosa.
—Esta es mi vida, Cooper. Esta es mi vida con la que estás jugando.
Y no aprecio que lo tomes como una broma.
—¿Crees que jodería con tu cabeza, Andrea? —Era sincero en sus
palabras, pero eso no cambiaba el hecho de que me había mentido.
—Tu esposa está embarazada.
—Sí, lo sé. Con el hijo de otro hombre.
Oh no. Su mano de alguna manera encontró la mía y sentí que mi
postura de guerrera se desvanecía. Hablé suavemente mientras evitaba el
contacto visual. Esos ojos serían el final de cualquier forma de dignidad a
la que tratara de aferrarme.
—Hiciste que me despidieran. Y a Ladasha.
—De un club de desnudistas. No es por ser grosero, pero creo que
pueden hacerlo mejor. —Podía sentirlo acercándose más a mí.
—Lo dice el hombre que se presentó al club de desnudistas en primer
lugar. —Cerré mis ojos. Intenté luchar contra la sensación de querer que sus
labios se conectaran con los míos, pero no dejaba de oír la palabra
refresco, corriendo por mi cabeza.
Pelea contra ello.
Empecé a mover nerviosamente mis dedos mientras Cooper
hablaba.
—¿Quieres la verdad? Mi agente dijo que lo superara. Que debería
conseguir un baile de regazo. Una aventura de una noche para despejar
mi mente de todo eso. Probablemente no fuera la mejor idea, seiscientos
dólares después.
—Bueno, lamento que hayas desperdiciado tu dinero.
—No quise decirlo de una manera grosera. Es solo que no es lo que
soy.
—¿Y crees que eso es lo que yo soy? —siseé.
—Por supuesto que no, Andrea. Sabes lo que siento por ti.
Mi respiración era pesada, estaba avergonzada de lo que había
sucedido entre nosotros dos la primera noche que nos conocimos y la
culpa de estar en casa, en esta ciudad, pesaba sobre mi alma. Necesitaba
dejarle claro a Cooper que no tenía planes de estar con él.
—Escucha, cosas de mierda suceden. La gente pasa por cosas y
comete errores. Lo que sucedió entre nosotros estas últimas semanas fue
un error y probablemente sea mejor que nunca hablemos sobre ello.
Cooper estuvo de acuerdo con sus palabras, pero sus acciones
hablaban de manera diferente. Rozó ligeramente el costado de mi rostro
con su mano.
—Está bien, entonces nunca sucedió —susurré. Mis ojos se posaron
en las manos de Cooper, que sostenían las mías. Mentiría si dijera que no
sentí un atisbo de comodidad.
Susurró en respuesta:
—¿Qué nunca sucedió?
Mi piel comenzó a calentarse mientras continuaba intentando
permanecer fuerte. Extrañaba sus labios. Quería que sus labios también
extrañaran los míos. Quería que primero besaran mi labio inferior, seguido
por mi labio superior. Mis rodillas lentamente estaban cediendo. Su rostro
estaba barbudo, fuera de su norma. Me pregunté cómo se sentiría su rostro
sin afeitar contra mi rostro. Contra mi pecho. Contra mi estómago. Contra
mí...
No. Tenía que concentrarme. Lo miré a los ojos.
—Éramos dos personas que experimentaron debilidad al mismo
tiempo.
Cooper cerró sus ojos y apoyó su frente contra la mía.
—Un error estúpido.
—Un accidente —estuve de acuerdo. Mis ojos se cerraron de nuevo.
Esto no estaba yendo bien para mí.
—Pero dado que ambos vamos a estar aquí por un tiempo, tal vez
deberíamos al menos mantener una de nuestras reglas.
—¿Ser amigos? —Mis ojos se abrieron cuando se apartó de mí y
extendió su mano para que la estrechara. Podría ser su amiga. Podría
domar mis hormonas y ser su amiga. Estreché su mano y estaba hecho.
Oficialmente éramos amigos. No nos soltamos del apretón de manos. Pude
verlo en sus ojos que él quería exactamente lo que yo estaba anhelando
en secreto. Pasé mi lengua por mi labio superior y lo acerqué más a mí.
—Tal vez un refresco más. ¿Para el camino?
—¿Como un último hurra?
En un instante nuestros labios se conectaron. El calor corriendo desde
mi cuello y bajando por mi columna encendió todos mis sentidos. Todo fue
aumentado. Probé los sabores de menta que quedaban en sus labios. Olí
su shampoo, coco. Pude escuchar su respiración. Vi su pasión, pero lo que
más me gustó fue que pude sentirlo. Lo extrañé más de lo que estaba
dispuesta a admitir. Un gemido escapó de mí mientras él deslizaba su
lengua dentro de mi boca. Me levantó contra la pared y lo siguiente que
supe fue que mis dedos estaban desabrochando sus vaqueros.
Su fuerte cuerpo sosteniéndome contra la pared helada me excitó
en un instante. Su boca comenzó a mordisquear mi cuello, donde su
lengua me lamió arriba y abajo. Izquierda y derecha. Dibujando ochos. Oh,
las cosas que podía hacer con esa boca suya... Mis muslos estaban
palpitando cuando fue a examinar mis vaqueros...
—¿Anders? ¿Estás bien?
Ughhh. Nada podría matar un momento más que tener a tu madre
tocando la puerta del baño cuando tus piernas estaban envueltas
alrededor de un Cooper Davidson. Cooper me bajó al suelo mientras
intentaba ocultar mis risitas en su camisa. Colocando un dedo sobre sus
labios para silenciarlo, sonreí cuando lo sentí besar ese dedo.
—Métete en la ducha —instruí. Obedeció y me miré en el espejo para
arreglarme, abroché mis vaqueros y abrí la puerta del baño para encontrar
a mi entrometida madre allí parada.
—¿Estás bien? —repitió.
—Sí, mamá. Estoy bien. Creo que comí un bagel malo en el avión —
mentí. No había comido un bagel, pero sabía que la idea de que estuviera
comiendo la tranquilizaría.
—Sí, bueno, la cena está lista. ¿Viste a dónde fue Cooper?
—Probablemente a alguno de los otros millones de baños en este
lugar.
—Luce bien. Creció bastante. ¿Te acuerdas de él cuando venía de
visita aquí cuando era niño? Ustedes dos eran cercanos.
Rodé mis ojos, tratando de estar tranquila.
—No, no lo hago. Vamos a comer. —Apuesto a que Cooper estaba
sonriendo ante el cumplido que mi madre le había hecho. La mano de
mamá se posó en mi frente mientras me miraba preocupada. Levanté una
ceja hacia ella.
—¿Qué estás haciendo?
—Tus mejillas están rojas como un tomate. ¿Segura que te sientes
bien?
24
Cooper
Traducido por maggiih
Corregido por Vickyra

Cuando ingresé al comedor, lo primero que noté fue a Andrea


sentada junto a Ladasha, susurrándole algo. Los ojos de Ladasha se
movieron hacia mí y me dio una media sonrisa. Estaba seguro de que
estaba siendo informada para actuar como si nunca nos hubiéramos
conocido.
—¡Cooper, puedes sentarte aquí! —Michelle sonrió y dio unas
palmaditas en el asiento junto a ella. Mi prima era la misma chica feliz
afortunada que era cuando éramos niños. Hay algunas personas que
nacen para ser porristas. Tienen una alegría que a veces puede ser
abrumadora y para algunos parece bastante malditamente molesto, pero
Michelle era tan malditamente pequeña y adorable que era difícil no
amarla.
—Gracias. —Tomé mi silla en la mesa abarrotada. Estaba lleno de
comida, pero nada en la mesa me llenaría el apetito, solo Andrea podría
en este momento.
—Bien, muy rápido. Permítanme presentarles a mi único primo
favorito, Cooper Davidson. Sé que probablemente lo recuerden desde que
éramos más jóvenes, pero desde entonces se convirtió en un fotógrafo
exitoso del que estoy muy orgullosa. —Sonrió con orgullo. La culpa
instantánea se apoderó de mí cuando me di cuenta de que me había
alejado de la familia que me acogía cada verano cuando era niño porque
me había hecho famoso. Le había dado la espalda a las personas que me
cuidaron porque había ganado algunos dólares. Claro, les envié un regalo
de navidad todos los años, pero no fue nada personal. Supongo que olvidé
lo agradable que era estar rodeado de gente que te amaba sin juicios.
Pero después del accidente de mamá, fue difícil mirar hacia atrás. Creo
que podría entender eso con Andrea.
—Es un placer conocerte, Cooper. Soy Ladasha. —Ladasha me
guiñó un ojo y sonreí ampliamente, saludándola como si fuera la primera
vez que nos cruzábamos.
La madre de Andrea, Betty, me dijo lo guapo que había crecido. Le
di las gracias y le informé que Andrea era una viva imagen de ella. Sus
mejillas se enrojecieron y asintió.
—Bueno, lo era, hasta que tuvo este horrible corte de cabello.
Realmente, Anders. Mañana te llevaré a la ciudad y haremos que la Sra.
Sally te ayude.
—Mamá, mi cabello está bien —argumentó Andrea. Rápidamente
aprendí que una discusión con Betty normalmente sería inútil, porque la
mujer puede ser baja y pequeña, pero tenía una gran personalidad con
opiniones a las que no tenía miedo de hablar.
—Es muy agradable tener a todos aquí. Juntos. —Michelle sonrió
mientras me daba palmaditas en el hombro. Apreté su mano en acuerdo.
—Estoy de acuerdo —intervino Betty—. Es una pena que Derrick no
esté aquí... —Bajó la cabeza y mis ojos se posaron en Andrea. Me di cuenta
de que las palabras le dolieron cuando vi la mano de Andrea sostenida por
la de Ladasha.
Betty no terminó. Me miró con lágrimas en los ojos.
—Derrick era el novio de Anders. Falleció a principios de este año, y
esta es la primera navidad sin...
—Mamá, ¿realmente tenemos que hablar de esto? —gritó Andrea a
su madre. El muro de piedra que había pasado las últimas semanas
rompiendo con Andrea estaba reconstruyéndose lentamente.
—Andrea Mae, solo digo. Es diferente, eso es todo. —Betty realmente
parecía sorprendida por la lengua filosa de su hija. Sentí pena por las dos;
trataron sus sentimientos de manera diferente. Betty hablaba y Andrea no.
—Lo siento mucho. —Me aseguré de que mis ojos se fijaran en los de
Andrea, para hacerle saber que no estaba sentada en esta mesa a solas
con su pasado. Tenía a Ladasha y a mí allí ahora—. Lo siento mucho.
Sus ojos se suavizaron y se mordió el labio inferior.
—Gracias. —Si íbamos a ser amigos, planeaba protegerla lo mejor
que pudiera. Tiempo para un cambio de temas. —¿Así que esta fiesta de
navidad es un gran asunto?
El rostro de mi prima se iluminó.
—¡Enorme! Y el tema de este año es Orgullo y prejuicio de navidad.
Entonces, un grupo de mis amigos y Eric están tomando clases de baile.
Oh, Dios mío. —Sus ojos se iluminaron cuando se volvió hacia mí, Andrea y
Ladasha—. ¡Ustedes tres tienen que hacerlo!
—Oh no. No soy bailarín, pero tomaré fotos. —Sonreí, pero sabía que
no me dejaría tan fácilmente.
—¡No! No, ¡tienes que hacerlo! Vamos a tener un ensayo mañana
por la tarde. ¡Tienes que venir!
Bueno, supongo que tenía que ir.
—Andrea, come algo —susurró Betty. El susurro no fue lo
suficientemente silencioso como para evitar que todos escucharan.
—Mamá, dale espacio —solicitó Eric. Verlo intensificarse por su
hermana me dio una idea rápida del tipo de persona que era. Era perfecto
para mi prima. Un buen chico.
—Bueno, estuve hablando con la Sra. Jacobson hace unos días
mientras estábamos trabajando en los disfraces para la fiesta y mencionó
algo que me molestó.
Esto no podría ser bueno.
—Dijo que leyó un artículo sobre cómo los jóvenes que pierden a
alguien sienten que también se han perdido a sí mismos. Y a veces recurren
al alcohol o las drogas o cosas por el estilo. La Sra. Rivers también dijo que
la vida en la ciudad de Nueva York puede ser difícil con su ritmo acelerado.
Y apareces aquí luciendo extremadamente flaca y...
Lo triste era que realmente tenía buenas intenciones. Andrea se
deslizó más abajo en su asiento y entrecerró los ojos mientras estudiaba su
plato frente a ella.
—¿Me estás preguntando si soy drogadicta?
Los ojos de Betty se agrandaron como si su peor pesadilla hubiera
cobrado vida.
—Es solo que dijeron…
—Betty. —Walter, el padre de Andrea, intervino para facilitar la
conversación. Era un hombre callado, pero solo hablaba cuando era
realmente necesario. Sin embargo, temía que fuera demasiado tarde para
apagar el fuego.
Andrea siseó a su madre.
—La Sra. Rivers y la Sra. Jacobson difundieron rumores de que estaba
bebiendo cuando ocurrió el accidente de automóvil. La Sra. Rivers y la Sra.
Jacobson te llamaron una perra a tus espaldas en la fiesta de navidad del
año pasado. ¡La Sra. Rivers y la Sra. Jacobson pueden besar mi culo flaco!
—¡Andrea Mae! —gritó su madre.
Andrea se levantó de su silla y la golpeó contra la mesa.
—Hogar dulce hogar.
Con eso, desapareció a su dormitorio. Ladasha fue rápida en
seguirla. Quería correr hacia ella. Quería decirle que todo estaría bien, pero
sabía que no podía. Así que permanecí sentado. Lo sentí por ella porque
me pareció que la Sra. Jacobson y la Sra. Rivers eran las paparazzi de la
pequeña ciudad de Wisconsin, inventando mentiras para mantenerlos
ocupados.
Michelle hizo todo lo posible para mantener una sonrisa en su rostro.
Todos estaban bastante conmocionados por los eventos que habían
ocurrido, pero mi prima siguió con su felicidad.
—¿Quién quiere el postre?
25
Andrea
Traducido por ∞PurpleGirl∞
Corregido por Vickyra

Menos de dos horas. Había estado en casa menos de dos horas y ya


había tenido suficiente tiempo con la familia. Despedí a Ladasha,
diciéndole que estaba bien y necesitaba descansar un poco. Antes de que
pudiera soltar mi primer aliento de alivio, alguien llamó a la puerta. No tenía
ganas de hablar con nadie. ¿Qué no entendieron sobre eso?
—Adelante.
Cuando la puerta se abrió, solté un suspiro cuando vi a papá parado
allí. Sostenía uno de sus aviones de artesanía en la mano y lo colgaba en
el aire mientras hacía ruidos animados de aviones. Se acercó y aterrizó el
avión en la cómoda antes de sentarse a mi lado y darme palmaditas en la
pierna.
—¿Cómo estás, pequeña?
—Estoy bien.
—Hoy fue interesante, ¿eh? Ella no quería hacerte daño. —Estaba
justificando las acciones de mamá. Por supuesto que sí; él siempre la
respaldaba, incluso cuando estaba fuera de su mente.
—Solo he estado aquí por unas horas y ya me está volviendo loca,
papá. No sé cuánto puedo tomar.
Él se rio entre dientes.
—Ella puede ser problemática a veces.
Con las cejas levantadas, sonreí.
—¿A veces?
Levantando el avión modelo de la cómoda, papá lo estudió y sonrió.
—Siempre pongo mis manos en proyectos locos.
—Tienes talento.
—Estoy loco. Hace unas semanas, construí mi propia máquina
sopladora de nieve, y cuando la estaba usando en la acera, el motor
explotó, derribando el buzón de la vecina.
—¿El buzón de la señora Kathy en forma de perro?
Asintió.
—Una pata salió volando por la calle. Tu madre me dijo que parara
con mis proyectos. Que estaba perdiendo el tiempo, y odiaba cómo la
ciudad se reía de mí. Esa misma tarde, me trajo un kit de avión modelo,
diciendo que lo vio y pensó en mí. Anders, solo quiere protegernos de ...
—El mundo —terminé por él.
Puso el avión en mis manos y se levantó para caminar hacia la
puerta. Mamá entró en el marco de la puerta con mantas en sus brazos.
—Pensé en traerte mantas extra antes de ir a casa. Esta casa parece
un poco ventosa.
Mis ojos se encontraron con los de mi padre y mi corazón se ablandó
un poco.
—Gracias mamá.
Mamá estudió mi rostro. Sonrió y me acarició suavemente el cabello
con los dedos.
—Tendremos arreglado este lío mañana. La Sra. Rivers tendría un día
de campo hablando de esto en nuestro club de lectura. Y realmente te
ves flaca. No sientes la necesidad de tener un determinado tamaño para
avanzar en tu carrera de baile, ¿verdad? ¿No tienes problemas con eso?
Vi a papá fruncir el ceño mientras escuchaba a mamá desgarrar el
precioso momento que previamente había construido conmigo.
—¿Acabas de preguntar si tengo un trastorno alimentario? Primero
soy una drogadicta y ahora soy anoréxica.
Aclarándose la garganta, papá envolvió su brazo alrededor de la
cintura de mamá y la besó en la frente.
—Ya es tarde. Creo que deberíamos irnos. Que tengas una buena
noche, cariño. —Me besó en la frente también y desapareció de la
habitación, arrastrando a mi madre con él.
Me levanté para cerrar la puerta, y justo después de que se cerró
hubo otro golpe. Déjenme sola. ¡En serio! ¿Qué no entendieron estas
personas sobre eso? Abriendo la puerta, esperé a escuchar cómo mi
madre había planeado ofenderme sin saberlo ahora.
—Creo que tu cabello se ve sexy. —Cooper sonrió y se inclinó hacia
la habitación, moviendo un mechón de mi cabello detrás de mí oreja.
26
Cooper
Traducido por Lipi Sergeyev
Corregido por Vickyra

¡Allí estaba! Una sonrisa. Bueno, una sonrisa parcial, pero trabajaría
con lo que fuera que pudiera obtener. Parecía agotada. Le di un codazo
amistoso sobre su hombro.
—¿Puedo entrar? —Abrió más la puerta y eso fue suficiente
invitación. Lo tomé.
Cerré la puerta detrás de mí y me senté en el piso con las piernas
cruzadas. Ella levantó una ceja y suspiró.
—Ya sabes, hay sillas y camas para sentarse. —Palmeé el lugar frente
a mí, y aunque fue reacia, se unió a mí—. ¿Por qué eres tan amable
conmigo?
—¿Por qué nadie sería amable contigo? —le pregunté.
—Vamos, Cooper. Un día estoy sobre ti, y al siguiente estoy llorando
en tu habitación. Entonces estoy necesitada. A continuación, necesito mi
espacio. Estoy enojada. Soy oscura a veces. Si bipolar fuera una persona,
sería yo.
—Desearía que pudieras verte a ti misma de la manera en que yo te
veo.
Se rio entre dientes. Me encantaba ese sonido.
—¿Qué es lo que ves?
Descansé la palma de mi mano debajo de mi barbilla. Me quedé
sorprendido que no se viera a ella misma en absoluto. Me preguntaba qué
veía cuando se miraba en el espejo.
—Veo un alma que se rompió el día en que su ser querido murió. Veo
a alguien que se debate entre ser feliz y sentir culpa por esa felicidad,
atrapada en el espacio entre aferrarse y soltarse. Y veo a alguien a quien
quiero ayudar a recomponerse.
Lo dije en serio. Estaba dedicado a ella. Y lo que sea que necesitara,
quería ser quien se lo diera. Incluso si eso significara que solo seríamos
amigos.
Bajó la cabeza hacia los paneles de madera del piso y pasó los
dedos por las grietas. Comenzó a temblar un poco y me miró con lágrimas
haciendo todo lo posible para mantenerse oculta del mundo.
—¿Qué pasa si no puedo ser reparada?
Eché un vistazo a los paneles del piso y copié el movimiento de sus
dedos a lo largo de las grietas.
—Entonces estaremos rotos juntos.

Orgullo y Prejuicio. Nunca vi la película. Nunca leí el libro. Y no era


que no bailara, no podía bailar. De modo que la idea de ir a un estudio de
baile mañana por la tarde para la fiesta de mi prima me aterrorizó
bastante. Después de dejar el lado de la cansada Andrea, me dirigí a
través de la casa hacia el patio trasero para llegar a la casa del garaje.
Después de pasar por muchas puertas y muchos pasillos diferentes,
vi una puerta de habitación abierta y un gato durmiendo en el suelo. Mi
piel comenzó a sentir como arañas que se arrastraban por todo mi cuerpo.
Odiaba los gatos. No bromeaba. Los ODIABA.
Pero miré hacia la cama para ver a una hermosa dama sentada,
con los ojos pegados a la pantalla del televisor. Sus ojos brillaban como si
despertara temprano en la mañana de Navidad a tiempo para atrapar a
Santa Claus.
—¿Qué estás mirando? —pregunté fuera de la habitación de
Ladasha. Sonrió y me indicó que entrara. Miré hacia el gato dormido y me
acaricié el lóbulo de la oreja—. Estoy bien aquí.
—Insomne en Seattle —respondió mientras se acercaba para
saludarme en la puerta.
—Nunca la he visto.
—No estoy sorprendida, Sr. “Nunca he visto ninguna película de
comedia romántica o romance.” ¿Qué eres? ¿Un hombre? —se burló.
Ladasha era una de las personas más encantadoras con las que me había
cruzado en mi vida. Su habilidad para hacer que las personas se sintieran
cómodas y seguras a su alrededor era increíble. Era inteligente, altamente
educada en el mundo del cine. Era una buena amiga; la forma en que
apretó la mano de Andrea en la mesa del comedor me lo mostró. Seamos
honestos, era sexy como el infierno y era hilarante. Por mi vida, no tenía
idea de por qué esta chica estaba soltera.
—¿Has visto Orgullo y prejuicio? —le pregunté. Necesitaba su ayuda.
Riendo en voz alta, colocó su largo cabello castaño en un moño
desordenado. Su mano encontró la ubicación perfecta en su cadera
mientras me miraba.
—Psh. ¿Alguna vez he visto Orgullo y prejuicio? ¿De verdad acabas
de preguntarme eso?
Mordiendo la punta de mi pulgar, puse mis mejores ojos de perro
cachorro.
—¿Puedes hacerme un favor?

—Está bien. Inténtalo de nuevo.


Mantuvo la calma cuando pisé su pie por quinta vez en los últimos
treinta minutos. Nos quedamos de pie en la sala vacía del garaje mientras
Ladasha intentaba enseñarme algunos movimientos de baile de la Danza
Regional Inglesa. Me dijo que las danzas del siglo dieciocho eran
movimientos simplistas con unos pocos pasos fáciles de seguir. Por alguna
razón, pensé que era ciencia espacial.
—Lo estás pensando demasiado. Deja de pensar. Apaga el lado
izquierdo de tu cerebro y permite que fluya tu creatividad. Como con tus
fotos. Cuando tomas las fotos tu cuerpo no está apretado. No es pensar
demasiado sobre lo que puede resultar ser la foto. Estás permitiendo que la
foto fluya hacia ti.
Tenía sentido. Traté de dejar de pensar en los movimientos y caí en
el arte de la danza.
—Entonces, te gusta mucho —supuso, ya que estaba aprendiendo
los movimientos de baile para impresionar a Andrea. Ladasha no era tonta.
—Lo hago —le dije mientras me deslizaba alrededor de Ladasha. Me
informó que mañana tendríamos que intercambiar parejas, lo que parecía
mucho más complicado de lo que estaba preparado. Así que fingí que
nunca dijo eso. Un paso a la vez.
—Desearía que pudieras haberla conocido antes del accidente.
—Espero conocerla después de ello. —Seguimos bailando en la
noche. Yo no era bueno, no nos volvamos locos. Pero no fui tan horrible
como mis pies pisaron los de ella más de lo que quería admitir, pero era
una gran maestra. Me permitió cometer errores y me animó cuando los
arreglé yo mismo. Una instructora brillante había resultado ser.
Cuando decidimos llamarlo una noche, se quedó para ayudarme a
mover los muebles que previamente habíamos empujado a la cocina, de
vuelta a la sala de estar. Mientras llevábamos el sofá, me dijo que
necesitaba responderle algunas preguntas. Si tuviera planes de estar con
Andrea a largo plazo, primero tenía que pasar el cuestionario de mejores
amigos.
—¿Alguna vez has sido adicto a las drogas? ¿Alcohol?
—No.
Movió la silla azul de gran tamaño en la esquina más alejada de la
habitación.
—¿ETS?
—No.
—¿Están las cosas realmente hechas y terminadas con tu esposa?
Eso era un muy claro “sí”. Menos la confusión de las amenazas de los
paparazzi.
—¿Algún niño que quizás puedes o no saber a cerca de él?
Me quedé callado. Debe haber visto la tristeza en mis ojos, así que
fue rápida en decirme que todo lo dicho durante el cuestionario era
estrictamente confidencial.
—Dos abortos espontáneos y una mentira.
Su mirada de entendimiento fue reconfortante. No me juzgó; solo
escuchó. Diablos, era bueno tener a alguien escuchando por una vez.
Pude ver por qué Andrea hablaba tan altamente de esta singular mujer.
Ella era algo más.
Mientras se preparaba para salir de la habitación, reveló un pequeño
hecho sobre sí misma.
—Mi mamá se preocupó más por sus drogas, y mi papá... Dios sabe
quién es. Y en lo que respecta a abortos involuntarios... —Su voz se apagó
y se perdió en sus recuerdos—. Digamos que sé cómo te sientes —le devolví
la misma mirada comprensiva. Sonrió y volvió a su yo descarado
instantáneamente—. Pero eso es extraoficial.
—Por supuesto.
Le abrí la puerta principal y la acompañé a la casa. Vi cómo se
envolvía con sus brazos para mantenerse caliente en la nieve que caía, y
coloqué mi chaqueta sobre sus hombros. Cuando dijimos buenas noches,
sonrió y me dijo lo más amable.
—Cooper, hubieras sido un gran padre.
Caminé hacia la casa del garaje esa noche con unos nuevos
movimientos de baile y una nueva amiga.
Los padres de Ladasha no tenían ni idea del tesoro que habían
dejado ir.
Idiotas.
27
Andrea
Traducido por Corazon_de_Tinta
Corregido por Vickyra

Estaba teniendo una pesadilla. Estaba sonriendo, bailando y


apoyada sobre Derrick. Nos reíamos de los vecinos, bebíamos en las barras
y vivíamos felices para siempre. Enterraba la cabeza en la curva de su
cuello y encajábamos juntos a la perfección. Sin embargo, cuando miré
hacia arriba, Derrick se había ido. Estaba sola, perdida y confundida,
gritando. ¡Derrick! ¿Por qué me dejaría? Mis respiraciones eran cortas y mis
gritos fuertes, pero nadie podía escucharme. Recorrí la casa, buscando
una explicación, buscando pistas de su escape, buscándolo. Pero se había
ido. Y me dejó llorando.
¿Cómo podía dejarme? Éramos tan felices. Lo teníamos todo. Nos
teníamos el uno al otro. ¿No era suficiente? ¿Cómo podía marcharse sin
mirar atrás? Seguí recorriendo la casa, pensando que me había perdido
una señal. Debía haberme perdido algo, ¿cierto? Las lágrimas seguían
cayendo y seguí buscando y rezando para que estuviera a mi lado.
Entonces fui hasta la puerta frontal y la abrí para revelar la verdad más
oscura.
Otro hombre. Era apuesto, carismático y mío para disfrutar. Él me
observó y no solo me vio, sino que me conoció. Conocía las curvas de mi
cuerpo, conocía los susurros de mi corazón. Y estaba esperando.
Esperando que saliera de la casa. Esperando que caminara por la acera
de piedra con él. No me presionó. Solamente se reclinó contra la barandilla
del porche y sonrió.
Y le cerré la puerta en la cara. No podía irme de la casa. Era mi lugar
seguro. Era el lugar donde encontraba paz. Pero, de alguna manera, y
ante mis ojos, se había convertido en una prisión. Las paredes eran las
cadenas que me sostenían y los recuerdos eran el alimento que ansiaba
tener.
Y me desperté. Podía decir por la humedad en mis ojos que no solo
había estado llorando en mis sueños, sino también mientras yacía
durmiendo en la cama. Me observé en el espejo y estudié mi rostro.
Palmeando suavemente debajo de mis ojos rojos e hinchados, comencé a
derramar la única lágrima que quedaba como evidencia de mi noche
semi desvelada.
Las pesadillas eran lo peor.
—Anders, ¿te encuentras bien? —Ante el sonido de la palabra
Anders, supe que era mi madre. ¿Qué hacía aquí tan temprano? ¿Por qué
no podía tomarme un maldito descanso? Inhalé el aire seco de la
habitación y me volteé hacia la entrada de mi dormitorio.
—Estoy bien, mamá. ¿Qué haces aquí tan temprano? —Observé
mientras sus ojos se ampliaban con más preocupación y me giré hacia el
despertador sobre la mesa de luz. 1:04 p.m. Mierda. No era tan temprano.
—Programé una cita con la Sra. Sally para tu cabello, es en treinta
minutos. Te he llamado durante toda la mañana, pero no respondiste. —
Permanecí en mi asiento en el escritorio y miré a través del espejo como mi
madre comenzaba a ordenar la habitación. La sensación sofocante
siempre parecía surgir cuando mi madre estaba cerca; no sabía cuánto
más podía aguantar. Pero permanecí en silencio y fui a buscar algo que
usar en mi equipaje.
Oí un sorbido detrás de mí, oh, no. Mamá estaba llorando. De nuevo.
Me miró y me atrajo en un abrazo. El tipo de abrazo que necesitaba de mi
mamá, no demasiado apabullante, no demasiado inexistente. Debe haber
aprendido de papá.
—Lo siento, Anders. Sé que esto no ha sido fácil para ti. Para ninguno
de nosotros.
Estuve de acuerdo.
—Lamento haberme perdido el Día de Acción de Gracias, mamá.
Me soltó y me dio un empujoncito en el brazo.
—Te guardé una bandeja en el congelador. Luego del baile de esta
noche, deberías pasar y comer algo.
Me amaba. Estaba loca, era un manojo de nervios y
extremadamente dramática, pero era mi madre. Y estaba tan feliz de
tenerla conmigo.
—Ahora. Hagamos algo con este espantoso cabello tuyo.
La Sra. Sally permaneció detrás de mí, recortando mi cabello luego
de haberlo lavado. La cantidad de cabello que caía al suelo era algo
preocupante. Estaba bastante segura de que estaría calva para cuando
terminara. Pero no emití sonido. Cuestionar las tácticas de la Sra. Sally era
como cuestionar a Dios. Solamente no lo hacías.
Corte corte corte. Chisme chisme chisme. En esa hora, me enteré de
que Rachel había regresado a la ciudad, que la madre de Derrick tomaba
antidepresivos, que la panadería de Fred ofrecía una nueva jalea de
frambuesa y…
—Espera. ¿¡Qué!¡ —Miré a la Sra. Sally, que se detuvo con una mirada
de “oh, mierda” en su rostro. Sus ojos buscaron a mi madre, que sostenía
una revista. Ella, también, tenía la mirada de “oh, mierda” dibujada en su
rostro.
—Oh… pensé, quiero decir, asumí que lo sabías, cariño. —La Sra. Sally
dejó caer su brazo regordete contra su cintura—. Dios mío, Betty, ¡podrías
haberme dicho que Andrea no sabía! Odio chismosear.
—¿Es cierto? —¿Cómo es que mi madre me había ocultado esto?
¿Cómo NO me contó ese gran detalle?
—Bueno… sí. Ocurrió después de Acción de Gracias. Esperábamos
que vinieras, pero, bueno, ¿qué querías que hiciera Eric? ¿Esperar a que
llamaras? Porque nunca lo hiciste —resolló, metiendo excusas de por qué
“olvidó” informarme que mi hermano y Michelle estaban oficialmente
comprometidos.
Regresé a mi asiento. No podía hablar. No quería hablar. Se iban a
casar. Iban a comenzar su viaje de felices por siempre. Y estaba celosa,
amargada y triste por la idea. ¿En qué clase de monstruo me había
convertido?
El resultado del cambio en mi cabello era precioso. La Sra. Sally hizo
un trabajo fantástico. Ahora llevaba un corte pixie y el cabello rubio
platinado que era mucho más yo. Se sentía bien volver al rubio, aunque
mis ojos azules me devolvían la mirada en el espejo como si no conocieran
a quién estaba mirando.
—Eso está mucho mejor. —Mi madre me sonrió a través del espejo y
apretó mis hombros. La mirada de gozo en su rostro probaba que estaba
satisfecha con mi nueva apariencia—. Ahora, es hora de llevarte a tu
ensayo de baile.
Puf. Negué con la cabeza, me levanté, me puse mi abrigo y guantes
y le dije que me gustaría caminar. No estaba tan lejos y el aire fresco me
vendría bien para sacar a la gruñona de mi sistema.

Mi corazón se detuvo cuando llegué al estudio de baile y vi a todos


riendo adentro. Había pocas personas en la habitación, pero mis ojos
aterrizaron en los más importantes. Vi al mejor amigo de Eric, Bobby,
hablando con él y Michelle. Vi a Ladasha sonriendo y conversando con
Steve… el mejor amigo de Derrick. Y vi a Cooper en un rincón con Rachel,
que reía histéricamente. Seguro que nada era tan gracioso. Los celos me
corrompieron mientras observaba a Cooper inclinarse hacia Rachel y su
hermosa sonrisa. No tenía derecho a estar celosa; él era un hombre libre
de hacer lo que le plazca, y solo éramos amigos.
Estaba claro que Cooper era el hombre en mi sueño, esperándome
que diera un paso afuera —o, en este caso, adentro— con él y siguiera
adelante. ¿Qué estaba esperando? ¿Y cuánto debería esperar un chico
por mí? Su cabeza se alzó hacia la ventana y tropecé hacia atrás. Sus
hoyuelos aparecieron mientras me miraba fijo. No aparté la mirada, pero
tampoco me acerqué. Cooper sostuvo un dedo en alto hacia Rachel,
excusándose y, en menos de cinco segundos, estaba parado afuera, en el
aire frío de invierno, junto a mí.
—Hola, tú —dijo mientras veía su respiración golpear el aire frío. Frotó
sus manos y envolvió sus brazos en sí mismo—. Luces fantástica.
Le ofrecí una media sonrisa y pasé mis dedos por mi nuevo peinado.
—Gracias.
—¿Qué estás haciendo? Está helado aquí afuera. Vamos adentro.
Ya estaban por comenzar.
Mi pie se desplazó por la nieve que caía en la acera. Señalé a
Ladasha.
—¿Ese chico que está con Dasha? Es el mejor amigo de Derrick.
—Ahh, ya veo. —Se acercó a mí y observó la sala de baile. Usaba
una camiseta negra de mangas cortas y jeans, y podía ver cómo se erizaba
el vello de sus brazos. Se estaba congelando. Pero no lo demostraría
porque no quería marcharse de mi lado—. Entonces, esto es lo que aprendí
de los bailes de Orgullo y Prejuicio. Se mueven rápido. Cambias de
compañero rápido. Y prácticamente no tienes tiempo para conversar con
nadie. Por ello, dudo que Steve haya tenido tiempo de notarte. Pero allá
tú lo que quieras hacer. ¿Entras o te vas? —preguntó. Sin presión, solo una
pregunta.
Dejé escapar una respiración.
Entro.
Mientras abría la puerta, la sala se llenó de risas que provenían de un
chillido alto. Pasó un tiempo hasta que las miradas desgarradoras y
conmovedoras se detuvieron en mí. Me veían como si fuera un cachorro
triste y abandonado. El aire se llenó de susurros abrumadores. Al menos en
mi mente eso fue lo que escuché. Estaban cuestionando cómo me veía, lo
delgada que estaba, lo sola y desesperada que debo haber estado. Me
estaban juzgando. No lo dijeron, y dudaba que quisieran hacerlo, pero
podía sentirlo.
Me quité mi abrigo y lo dejé en una silla en un rincón. Cooper estaba
equivocado, el baile no comenzó lo suficientemente rápido. Después de
dejar mi abrigo, permanecí frente a Steve. No solo era el mejor amigo de
Derrick, sino que también había sido el mío. No había hablado con él desde
el accidente, y no estoy segura de haberle echado un vistazo en el funeral,
pero aquí estábamos. Cara a cara.
No llores.
Abrí mi boca para hablar, pero me atraganté con el aire. ¿Qué le
decías al mejor amigo de tu prometido muerto? Él me brindó una sonrisa
amable y pasó sus manos por su cabello color arena. Le devolví la sonrisa
y ladeé la cabeza. Él bajó sus cejas y sostuvo una mano hacia mí.
—¿Quieres bailar?
Tomé su mano y nos movimos hacia la pista de baile. La ligereza
regresó a la habitación mientras todos se daban cuenta de que no estaba
muerta. Solo había estado atravesando las emociones de lidiar con la
muerte. Las risas regresaron, lo que era mucho más placentero que el
silencio absoluto. Antes de saberlo, las clases de baile habían comenzado
y no todo era tan malo como mi mente me había hecho creer.
Entonces, ¿qué le dices al mejor amigo de tu prometido muerto?
Absolutamente nada.
Solo se miran y llegan a la conclusión de que las palabras no traerían
mucho confort, pero que el toque de un viejo amigo sí puede hacerlo.
Mientras avanzaba la noche, me sentí más cómoda. Estas personas
seguían siendo mis amigos, y se sentía bien estar a su alrededor. Durante
un receso, me deslicé por la pared y me senté en el suelo. Rachel se acercó
a mí y me tendió una botella con agua. Cooper estaba de pie al otro lado
de la habitación, riendo con Eric y Steve. Le agradecí por la botella y se
sentó a mi lado. Sus ojos deambularon hasta Cooper.
—Es bastante sexy, ¿cierto? ¿Sabes si está soltero? Oí rumores sobre
él y su esposa, pero eso es todo lo que sé…
Rodé los ojos. Rachel pensaba que todo el mundo era sexy. Quería
decirle que estaba fuera de los límites, pero no podía.
Su cabeza cayó y dio un largo trago de agua.
—Nunca pude hablar contigo en el funeral y… —Se puso seria.
Mucho más seria de lo que deseaba. Miré alrededor de la habitación para
buscar una salida, pero todos estaban envueltos en sus conversaciones.
Mierda. Ella continuó—: Quiero decir, sé que nunca fuimos muy unidas,
pero quería decir, es decir, solo quería… —comenzó a tartamudear. Es
como si estuviera buscando las palabras correctas.
—¿Qué ocurre, Rachel? —Algo la estaba molestando, no, algo le
estaba carcomiendo la mente.
—Yo solo… quiero decir, eres una buena persona. —Sus ojos se
humedecieron. Permanecí en silencio—. Y lo que ocurrió con Derrick…
—¿De qué están hablando ustedes dos? —Steve apareció de la
nada y se unió a nosotras en el suelo.
Los ojos de Rachel se encontraron con los de él.
—Andrea y yo estábamos en medio de una conversación. —
Entrecerró los ojos hacia él y le dio una mirada de “sal de aquí”. Él le
devolvió una mirada severa y me sentí confundida.
—¿Qué ocurre?
Apartaron la mirada y me sonrieron. Antes de que Rachel pudiera
hablar, Steve abrió la boca.
—Nada. Rachel, ese chico Cooper de por allá preguntaba por ti.
Quizás deberías ir a saludarlo.
Eso la hizo levantarse de un salto. Y me molestó. Se excusó para ir a
hablar con él y mis ojos la siguieron todo el camino.
—¿Qué le ocurre? Estaba actuando tan extraño —le pregunté a
Steve. Me sonrió y se puso de pie.
—Ya conoces a Rachel. —Tocó un lado de su cabeza—. Está un
poco loca.
Solté una risita, tomé la mano que tendía hacia mí y me levanté, lista
para continuar con el ensayo de baile.
28
Cooper
Traducido por Mave
Corregido por Vickyra

Al momento en que pisé la pista de baile, olvidé todo lo que Ladasha


me había enseñado la noche anterior. Hice mi mejor esfuerzo para no mirar
boquiabierto, pero Andrea se veía tan deslumbrante que no podía evitarlo.
Sus ojos azules realmente me atravesaron con su último peinado. Mis ojos
viajaron por su cuerpo, estudiando cada centímetro de su ser. Tenía un
chaleco de color crema colgando sobre su vestido negro. El vestido la
abrazaba en cada lugar que la he abrazado antes. Era una combinación
perfecta. Hoy parecía más alta, llevaba tacones. Nada demasiado alto,
pero era casi de mi altura, así que me di cuenta.
—¡Ay! —Salí de mi trance mientras me volteaba hacia mi prima y me
disculpaba por pisarle los dedos de sus pies. Mi mente estaba claramente
en otro lado.
—Está bien. Quizás deberíamos terminarlo por esta noche, todos.
Tengo agua y algunos bocadillos en la sala de atrás si alguien quiere tomar
algo antes de que salgamos. —Michelle saltó hasta el sistema estéreo y
apagó la música.
—No eres tan malo para ser un principiante. —Me volví para ser
recibido por una chica alegre que me estaba empujando en el costado.
Rachel era todo un espectáculo para mirar. Sus largos mechones de
cabello marrón habían sido rizados antes de su llegada, y rebotaban
contra sus hombros.
Sonreí.
—Fui terrible.
Se acercó a mí y se apoyó contra la barra unida a la pared llena de
espejos. Me informó que el 'bar' en realidad se llamaba barra y que había
tomado ballet desde la edad de tres años. Supongo que quería que yo
fuera consciente de lo flexible que era. Demonios, realmente no me
importaba. Miré por el espejo y vi a Andrea en la esquina trasera. Estaba
bebiendo una botella de agua y mirándonos a Rachel y a mí. Si no lo
supiera mejor...
Se veía celosa. Mierda, estaba celosa. La abertura de sus fosas
nasales y el entrecerrar de sus ojos eran toda la conformación que
necesitaba. No pude evitar sentirme un poco emocionado por ese hecho.
Eso significaba que, en algún lugar, en el fondo, ella tenía algún tipo de
sentimientos por mí. Antes de que pudiera expresar que no había nada
porque estar celosa, Rachel colocó su mano contra mi pecho y dijo algo.
No estoy seguro de qué era, pero fue suficiente para que Andrea pusiera
los ojos en blanco y se alejara.
—Lo siento, ¿qué? —le pregunté a Rachel, que era muy amigable.
—Dije que todos planeábamos ir a tomar unas cervezas esta noche.
Deberías unirte a nosotros. —Su sonrisa sexy casi me arrastró hacia adentro,
pero mi mente estaba imaginando cómo debía haberle parecido a
Andrea. Mis ojos dieron un paseo por la habitación, ¿a dónde fue?
—Sí. Sí, eso podría ser divertido... —Ahí estaba. Se estaba poniendo
el abrigo, lista para partir. Tomé la mano que Rachel todavía tenía puesta
sobre mi pecho y la retiré. No quería ofender ni avergonzar a la pobre
chica, así que le di mi sonrisa más grande—. Lo siento mucho. Si puedes
disculparme otra vez. —Esa fue la segunda vez que me excusé en
presencia de Rachel para perseguir a Andrea, pero qué diablos, tenía
prioridades. Bueno, tenía una prioridad. Y su nombre era Andrea. Agarré mi
chaqueta, me la arrojé encima y salí del edificio.
—Tienes una forma de desaparecer —le grité de alguna manera
mientras caminaba por la calle. Andrea se giró y me miró. La nieve había
empezado de nuevo y estaba cayendo contra mis pestañas, obligándome
a parpadear sin parar.
—Coop, ¿no estás cansado de perseguirme?
—Nunca.
Se pasó las manos por el cabello corto y movió la nariz mientras me
encontraba a mitad de camino. Las luces de la calle se habían encendido;
cada una decorada con coronas y luces de Navidad blancas. En el
camino, pude ver un gran árbol en el centro del parque decorado con una
estrella grande colocada en la parte superior.
Podría decir que tomaban sus vacaciones con seriedad en esta
ciudad, y mentiría si dijera que no era agradable. No recuerdo la última vez
que tuve un árbol de Navidad, o unas vacaciones en eso. Iris y yo siempre
trabajábamos, ganando dinero en lugar de hacer recuerdos.
—¿A dónde te diriges? —le pregunté en voz alta. No podría haber
estado en camino de regreso a la casa de mi prima. Eso es demasiado lejos
para caminar. Especialmente en este clima.
—Le dije a mi madre que pasaría a cenar.
—¿Ustedes dos están bien?
Esbozó una breve sonrisa y se pasó la mano por la ceja.
—Mejor que ayer. ¿Sabías que Eric y Michelle están comprometidos?
Asentí. Los había felicitado ayer.
—Sí, vi el anillo ahora mismo.
Ella refunfuñó para sí misma y maldijo en voz alta.
—¿Cómo no me di cuenta de eso?
—Para ser justos, estabas consiguiendo tu culo reprendido por tu
madre.
—Verdad. —Movió su cuerpo y apartó sus ojos—. Parecía que Rachel
y tú se llevaban genial.
—Celosa, ¿verdad? —bromeé. Me miró y levantó una ceja.
—Rachel McLean se ha acostado con todos los hombres del equipo
de fútbol de la escuela secundaria al menos cuatro veces. Y estoy segura
de que hizo lo mismo cuando fue a la universidad. Entonces, si eso es lo que
te gusta, adelante.
Sus mejillas se estaban poniendo rojas, y dudaba que fuera por el frío.
—¿Tienes su número? —Me reí cuando vi su boca abrirse por la
sorpresa, y me dio un puñetazo en el brazo. No un pequeño toque ligero.
No, me pegó un puñetazo.
—Cooper Michael, te juro que si… —comenzó a regañarme y
cambié el tema con gracia.
—Déjame darte un aventón —le ofrecí. Tenía el auto rentado del
aeropuerto y no me sentía cómodo con ella caminando sola por la noche.
Claro, este lugar no era la ciudad de Nueva York, pero ¿quién sabía qué
clase de idiotas se arrastra por ahí, por el pequeño pueblo?
—Está justo al final del camino.
—Andie, vamos. No dejes que nuestra amistad sufra así —gimoteé.
Soltó una risita y asintió con la cabeza mientras se unía a mí en el camino
hacia el automóvil—. Realmente te ves increíble. —No podía dejar de
decirle.
Poniendo los ojos en blanco, se mordió el labio.
—No voy a acostarme contigo otra vez, para que puedas dejar de
intentarlo tan duro.
—No estoy buscando sexo.
Dejó de caminar y me miró. Su pequeño cuerpo estaba cubierto de
copos de nieve. Tomé su mano en la mía y la hice girar en el país de las
maravillas del invierno. Hacía una noche maravillosa y tuve mucha suerte
de pasar este momento con ella. Después de girarla, la tomé en mis brazos
y la sumergí antes de acercarla a mí. Tan cerca que nuestros labios casi se
tocaban. Pude ver su respiración mientras trataba de controlar sus nervios.
No se atrevió a mirar hacia otro lado, y mantuvimos la conexión todo el
tiempo que pudimos. Y habló en voz baja.
—Si no estás buscando sexo, ¿qué estás buscando?
Pasé mi dedo por su mejilla y la solté, permitiéndole retroceder si lo
deseaba, pero permaneció cerca de mí. Me incliné más cerca y le susurré
al oído.
—A ti.
Me alejé de ella y seguí hacia el automóvil. Por un momento, no
estaba seguro de que me fuera a seguir. Los sonidos de sus tacones no se
escucharon, pero tuve que confiar en mis entrañas. Tenía que confiar en
Andrea para que se uniera a mí en mi oferta de llevarla con sus padres.
Le tomó un tiempo sus pasos eran tan suaves que apenas la escuché
acercarse, pero cuando abrí la puerta del pasajero y me di la vuelta,
estaba esperando pacientemente a entrar en el vehículo.

—¿Quieres un poco más de relleno?


Preguntó Betty mientras tomaba mi plato que había sido limpiado
después de la segunda ronda y se dirigió a la cocina. Vi a Andrea hurgar
en su comida, todavía estaba en su primer plato. Pude ver que Betty quería
decir algo, pero se lo guardó para sí misma. Una gran mejora con respecto
a la noche anterior, pero supongo que no quería que su hija volviera a
atacar. Vives y aprendes.
Palmeé mi estómago y me recliné en mi silla. Incluso si quisiera más
relleno, no hay forma de que pueda caber en mis entrañas. La Sra. Evans
sabía cómo cocinar. No había tenido una cena de Acción de Gracias tan
maravillosa desde mi madre ...
—No gracias. Estoy lleno de su comida.
Betty volvió a entrar al comedor con un bufido y un puff sosteniendo
un pastel de chocolate. No, no solo un pastel de chocolate. Una torta de
chocolate con chocolate de tres capas y chocolate.
No podría ser positivo, pero estaba bastante seguro de que
babeaba.
—¿Estás seguro amor? ¡Hay torta! La hice esta tarde.
Me froté el rostro con la mano, entrecerré los ojos y saqué el labio
inferior, haciendo que pareciera como si realmente estuviera pensando en
no tener el delicioso postre. Demonios, ni siquiera tenía que probar el pastel
para saber que era excepcional. No había forma de que no fuera a tener
nada de eso. Pero sonreí y asentí.
—¿Sabes qué, Betty? Creo que tendré un pequeño trozo.
Ella sonrió, bastante complacida con mi respuesta, y fue a buscar
platos. Miré a la impresionante chica sentada frente a mí y le guiñé un ojo.
Sus mejillas sonrosadas que seguían mi guiño me hicieron la noche.
Miré al papá de Andrea, que estaba leyendo el manual de un
automóvil. Durante la cena, me contó cómo había planeado aprender a
reparar los automóviles. Andrea me informó que él era el Sr. Arréglalo todo.
Walter solo sonrió y me informó que era el Sr. Intenta-Y-Lo-Rompe-Lo-
Desecha-Y-A-Veces-Lo-Arregla.
Ella amaba a su padre.
Él la amaba tanto.
No hay nada malo con una buena figura paterna.
Cuando Betty volvió a entrar con los platos y nos cortó un trozo a
cada uno, comencé a devorar el infierno.
Sonreí mientras veía a Andrea acariciando con despreocupación el
plato con su dedo, recogiendo los restos de migas de pastel y
comiéndoselos. Los ojos de Betty brillaban de emoción cuando vio esto, y
vio como Andrea buscaba otra pieza. En ese momento, Andrea hizo a su
mamá realmente feliz. Después de que terminamos, Andrea ayudó a su
madre a limpiar la mesa y nos dejaron a los dos hombres solos.
—Walter, tu esposa realmente tiene una forma de cocinar. Esta fue
probablemente la mejor comida que he tenido en mucho tiempo —lo
elogié.
Walter se reclinó en su silla y se quitó las gafas, colocándolas sobre la
mesa.
—Tuve suerte. Una esposa perfecta. —Walter movió la nariz hacia
Betty, que le sonreía desde la cocina.
—¿Cuánto tiempo han estado casados?
—Treinta y seis años. —Sonrió. Estaba orgulloso de llamarla suya. Y ella
estaba igualmente orgullosa de llamarlo suyo. No podría imaginar. Iris y yo
solo estuvimos casados durante cuatro años y nos dañamos el corazón.
—¿Cuáles son sus secretos?
Él pensó por un momento. Se frotó el puente de la nariz y entrecerró
los ojos. Su voz se redujo a un susurro y esperé la sabiduría.
—Whisky.
Me reí a carcajadas mientras él sonreía y continuaba.
—Pero en serio. El secreto es escuchar lo que no dice, ver lo que no
hace, y abrazarla cuando no llore.
Sólido consejo.
—Y, cada noche, dos tragos de whisky. —Me reí de nuevo ante su
broma. Pero me di cuenta rápidamente de su mirada seria y sabía que los
tragos de whisky eran realmente la clave de su matrimonio exitoso. Si
alguna vez me volviera a casar, tendría que descubrir mis propios secretos
para el éxito que no impliquen beber.
Vi a Betty regresar a la habitación y Andrea caminar por el pasillo
con su teléfono celular pegado a la oreja. Walter levantó una ceja,
preguntando no verbalmente a dónde iría su hija.
—Está en el teléfono, hablando con su amiga Ladasha. —Sus labios
se fruncieron cuando dijo el nombre de Dasha y Walter negó con la
cabeza.
—Betty, no comiences.
—¿Qué pasa? —le pregunté. No podía dejar de preguntarme qué
era lo que estaban diciendo exactamente sin decir. Eso debe ser
exactamente lo que Walter había estado diciendo para tener una relación
exitosa, escuchar lo que no está diciendo. Pero no fui entrenado tan bien.
Necesitaba que se explicaran para mí.
—No me siento cómoda con que Anders esté en Nueva York con
esta amiga a la que nunca conocimos hasta ayer. Y parece una buena
chica, pero... —Betty hizo una pausa y colocó sus manos en su regazo—.
No soy racista.
—Por supuesto que no —le dije.
—Y Ladasha parece una buena chica. Pero parece que tiene un
pasado oscuro.
—¿No es así?
—Sí. Es verdad. Pero algunas personas no salen de eso. Y quiero que
Andrea pueda salir del pasado oscuro y tenga un futuro. Y desearía poder
sentir como si Ladasha fuera una buena influencia.
Bajé las cejas y descansé la punta del pulgar entre mis dientes.
—Con el debido respeto, Sra. Evans, tuve la oportunidad de
sentarme y hablar con Ladasha. Y su camino fue tallado en forma antes de
que tuviera la oportunidad de inhalar su primer aliento. Las probabilidades
estaban en su contra, pero sigue sonriendo. Ella no vive en la
autocompasión y no culpa al mundo. Se esfuerza por ser la mejor posible.
Sigue presionándose para ser mejor, y si tuviera que elegir a una mejor
amiga para mi hija, si tuviera una, no habría duda en mi mente de que
elegiría a Ladasha.
Se frotó el labio inferior y lo mordió. Vi de dónde saco Andrea algunos
de sus rasgos.
—Me avergoncé a mí misma —dijo. Lo había hecho, era una mierda
como juzgaba a Ladasha. Pero, le dije que no debería sentirse así. Sus
mejillas se pusieron rojas y tomó un vaso de agua para beber—. Es solo que,
me preocupa, eso es todo.
—Yo también lo estaría. Sobre muchas cosas. Pero si pudiera seguir
adelante y aliviar algunas de sus preocupaciones ahora mismo... Ladasha
no es algo de lo que deba preocuparse. —Sonreí y la vi suspirar de alivio.
—Bien.
—Está bien. —Me levanté para alejarme por un momento—. Ahora,
si me disculpan por favor. Debo usar su baño.
O bien, ir a buscar a Andrea.
Daba lo mismo.
29
Andrea
Traducido por RRZOE
Corregido por Vickyra

Corregido por CherrykeaneNunca había estado congelada en un lugar.


Todo estaba igual. No sabía por qué pensaba que mi mamá había
cambiado algo o se había llevado algo. Ella no manejaba bien el cambio,
supongo que está en la familia.
Las fotos todavía estaban pegadas en mi espejo y en las paredes. Y
al mirarnos a Derrick y a mí sonriendo, me di cuenta de que las fotos seguían
estando unidas a mi corazón. Pero eso no fue lo que me hizo congelar.
Mis ojos se movieron hacia mi armario abierto. Ahí estaba, mi vestido
de novia colgado en el armario, sellado en la bolsa de plástico para
protegerse de cualquier daño. Me aclaré agresivamente la garganta y
murmuré para mí misma:
—No seas estúpida.
Quería orden, y sabía que si seguía dejándome sentir débil y
cayendo en estos momentos de debilidad, nunca lo haría. Tenía que
enfrentar a mis demonios en lugar de dejar que me pisotearan. Era hora de
enfrentarlo.
Un paso más cerca.
Mi corazón comenzó a latir en mi pecho. El flujo de sangre a mi
cerebro debe haber disminuido porque un hechizo vertiginoso me dominó.
Dos pasos más cerca.
Mi lengua presionó contra el paladar mientras envolvía mis brazos
alrededor de mi cuerpo. Se sentía como si las ventanas estuvieran abiertas.
Mis ojos se movieron hacia el marco de la ventana, pero me sorprendí al
encontrarlo cerrado herméticamente. ¿Cómo es posible? Me estaba
congelando.
Tres pasos.
No había vuelta atrás. El armario estaba delante de mí y la bolsa
blanca descansaba pacíficamente en la percha. No había sido movido en
meses. ¿Realmente tenía derecho a abrirla? ¿Qué pasa si no me da
ninguna comodidad mirarlo? Solo me recordaría a él. Solo me empujaría
de vuelta a la casa y, lejos del porche, estaba desesperada por seguir a
Cooper a un nuevo comienzo.
Un paso atrás.
—No te atrevas.
Mi cabeza giró y aterrizó sobre Cooper apoyado contra el marco de
la puerta. Estaba tranquilo, y me pregunté cuánto tiempo había estado allí.
Nerviosamente palmeé mis dedos contra mis labios y miré hacia la bolsa
blanca.
—¿Pero qué pasaría si...? —susurré volviéndome hacia el apuesto
hombre que había encontrado su trabajo asegurarse que estaba bien.
—Nada de “qué pasaría si”. Continúa avanzando. —Asintió hacia el
vestido y dejé escapar un corto suspiro. Avance unos pocos pasos más. El
sonido de la cremallera bajando fue el único ruido que se escuchó, pero
estaba casi segura de que Coop podía escuchar los latidos de mi corazón.
Y ahí estaba. Aún perfecto Todavía blanco. Puro. Todo lo que yo ya
no era.
Y me reí.
Me rompí. Era tan hermoso y yo no era la persona que hubiera usado
ese vestido. Me reí tan fuerte que mi estómago comenzó a sentir
calambres. Era una situación tan divertida en la que me había encontrado
y no pude controlarme. Miré a Cooper para que se uniera a mi risa y me
sorprendió cuando no lo hizo.
Metió las manos en los bolsillos, la mirada severa en su rostro, y
continuó inclinándose.
—Mira otra vez, Andrea.
Mis risas desaparecieron cuando mis ojos viajaron sobre el vestido de
raso. Me permití pasar los dedos por la cintura con cuentas. Acaricié el
escote en forma de corazón. Y me permití recordar.
Las lágrimas siguieron. Me volví hacia Cooper y me pregunté por qué
me había pedido que afrontara la verdad, la pérdida que representaba el
vestido. Se acercó a mí y enjugó mis lágrimas mientras negaba con la
cabeza.
—Me siento como una bebé.
—No hay nada de malo en eso —prometió.
—¿Qué quieres decir? Coop, desde que nos conocimos, me has visto
llorar más que nadie. Hay algo malo con eso.
—¿Por qué lloran los bebés? —No dije nada. Me quedé allí mientras
él colocaba sus manos sobre mis hombros. Sus ojos verdes miraron los
míos—. Los bebés lloran por una razón. No es un signo de debilidad, es un
signo de fortaleza. Es un grito de guerra, diciéndole al universo “Estoy aquí
y estoy jodidamente vivo”. De modo que si estuvieras tranquila y vacía
después del horrible accidente que experimentaste, estaría aterrorizado.
Pero las lágrimas... las lágrimas significan que puedes sentir. Las lágrimas son
un signo de vida. Y estoy tan feliz de que estés viva, Andrea. Porque estoy
casi seguro de que la mayoría de los últimos seis meses has estado muerta.
Él tenía razón.
Después de un rato de hablar, le informé que Ladasha dijo que
deberíamos reunirnos con ella y los demás en el bar. Él estuvo de acuerdo,
diciendo que sonaba como un plan decente y que sería bueno hacerme
una idea de mi pasado para poder comenzar a avanzar hacia mi futuro.
Si no me enfrentaba a las personas, los lugares y los sentimientos de Derrick
y mi ciudad natal, nunca podría seguir adelante.

Un viernes por la noche en un pequeño bar de la ciudad siempre era


como una fiesta de la escuela secundaria. Conocías a todos, y todos
estaban borrachos, ruidosos y bailando. Cuando Cooper y yo entramos,
sonreí al ver a Michelle bailando en la parte superior del bar con Ladasha.
Michelle siguió bailando cada vez más cerca de Ladasha, y Dasha soltó
una risita. Ambas estaban perdidas en sus mentes y parecían estar
pasando un gran momento. Necesitaba un trago.
Caminando hacia el bar con Cooper, sonreí al rostro familiar detrás
del mostrador.
—Bien, bien, bien. ¡Mira lo que arrastró el gato! ¡Andrea Evans, viva y
respirando! —gritó Colin Gates sobre la música mientras se inclinaba hacia
adelante y me besaba en la frente. Por el rabillo del ojo, vi que los ojos de
Cooper se entrecerraban y observé cómo su mandíbula se tensaba.
Oh... mira quién estaba celoso ahora.
—¡Colin! ¡Pensé que te habías mudado a Florida! —grité.
—Sí, bueno, volví para ayudar a mi papá con el bar. Conoces esta
ciudad, tiene una forma de hacerte regresar. —Sabía exactamente a qué
se refería. Colin y yo fuimos juntos a la escuela, y era junto a Derrick el chico
más dulce. Se mudó a Florida justo después de la secundaria y no lo había
visto desde entonces.
Colin bajó las cejas y se inclinó aún más cerca, tomando mis manos
en las suyas.
—Oye, lo siento por...
Sonreí y asentí.
—Lo sé. —Colin llevó mi mano a sus labios y les dio otro beso. Cooper
se aclaró la garganta ruidosamente y me giré para mirar en su dirección—
. Colin, este es mi... —Hice una pausa y me mordí el labio—. Este es Cooper.
Es el primo de Michelle.
Cooper le dio a Colin un gesto varonil y tendió la mano para
saludarlo. Me reí ligeramente mientras veía al león tratar de marcar su
territorio.
—Hola hombre, un placer conocerte. —Su acento sureño era más
espeso de lo normal. Tan sexy.
Colin sonrió y aceptó el apretón de manos de Cooper. El estrecho
apretón de manos de Cooper.
—Encantado de conocerte. Te he visto por televisión. Mi novia ama
tu programa. No quiero sonar homosexual, pero eres un fotógrafo genial
amigo, y me encantaría que fotografiaras mi boda. ¡Así que! Supongo que
ustedes dos no están aquí para hablar, sino para unirse a sus amigos en su
embriaguez. ¿Qué puedo conseguirles?
Cooper se relajó; supuse que la mención de una novia lo consolaba.
—Tomaré una cola.
Apuntando hacia Michelle y Ladasha, que estaban sentadas en la
barra del bar riéndose mutuamente en los hombros de la otra, dije:
—Tomare lo que están tomando.
Cinco tragos de tequila después, fui golpeada. No había estado
ebria desde... mierda. Ni siquiera lo sabía. Pero sí sabía que era hora de
bailar. Traté de llevar a Cooper a la pista conmigo, pero se negó, diciendo
que se reuniría conmigo lo suficientemente pronto. No tuve tiempo para
preocuparme; corrí a la pista de baile con Ladasha y Michelle.
Estas chicas fueron un maldito buen momento. El hecho de que mi
mejor amiga y futura cuñada se llevaran bien era excelente. Eric se unió a
la pista de baile con su baile socialmente incómodo y no podíamos dejar
de reír. Mis ojos se movieron hacia Cooper, quien estaba hablando con
Steve. Parecía que estaban en una conversación profunda, pero no podía
decir sobre qué.
Oh bien.
Hora de bailar.
30
Cooper
Traducido por RRZOE
Corregido por Vickyra

Corregido por CherrykeaneSteve era maravilloso. Mi mente se deslizó al


modo parental mientras pensaba en quién iba a llevar a casa a todas esas
personas borrachas. Claramente, Andrea y Ladasha estaban
conduciendo a casa conmigo. Y Michelle también, si Eric no se ponía sobrio
pronto.
Steve miró hacia la pista de baile conmigo y negó con la cabeza en
dirección a Andrea.
—Es jodidamente triste, hombre. Derrick, él era mi mejor amigo,
¿sabes? —Tomó un sorbo de su bebida mientras un poco se derramaba en
su camisa. Él ni siquiera se dio cuenta—. Y Andie fue una gran amiga para
mí también. Entonces, ¿cómo te permites aferrarte a un secreto por tanto
tiempo?
No tenía ni idea de qué hablaba el señor Borracho, pero cuando
escuché la palabra secreto y supe que Andrea estaba involucrada,
contesté:
—¿Qué quieres decir con secreto?
Los ojos de Steve vagaron por la habitación y aterrizaron sobre
Rachel. Rachel saludó con la mano hacia mí y me guiñó un ojo. Steve hizo
una mueca hacia ella.
—Jodida puta. Ya sabes, cuando dos personas se aman, al carajo
con otras personas. ¿Cierto? Quiero decir, mierda. Sí, cometió un error, pero
como su mejor amigo se suponía que debía pasar por alto esa mierda. Sin
embargo, Andie se merecía algo mejor.
¿Mejor? ¿Mejor que qué?
—Y ahora está sentada llorando por alguien que ni siquiera la amaba
lo suficiente como para ser fiel. —Los ojos de Steve se movieron hacia el
suelo mientras sorbía su bebida—. Pero hombre... él era mi mejor amigo.
Santa mierda.
Derrick había engañado a Andrea. Y por la forma en que Steve siseó
hacia Rachel, estaba bastante seguro de que fue con ella.
Andrea, la belleza borracha que era, se acercó a mí y me palmeó
los lados del rostro. Después de mí, se movió al rostro de Steve. Podía oler
el alcohol en su aliento mientras fruncía los labios y nos silbaba en su mejor
voz de póker:
—¡¿Pooooor qué estás tan serio ?! —Soltó una risita. Le ofrecí mi silla,
sabiendo que no podría soportar mucho más.
Colin caminó hacia nosotros, mirando hacia Andrea.
—Hola tú, ¿qué puedo traerte?
Andrea me miró; sus ojos parecían como si me estuviesen
desnudando de la cabeza a los pies. Si aún no estuviera tratando de
procesar la información que se me acababa de presentar, me habría
encantado que ella me desnudara con más de esos ojos. Se volvió hacia
Colin, se inclinó hacia adelante y susurró lo suficientemente fuerte como
para que la oyera.
—Tomaré un refresco, Colin. Realmente, realmente quiero un
refresco. —Mientras giraba en su asiento, me miró a los ojos. Su yo hiper
borracho parecía desaparecer mientras me miraba. Su mirada era seria y
esperanzada.
—Cooper. ¿Te gustaría un refresco? —Sus largas pestañas
parpadearon una vez y sus hermosos ojos azules resurgieron. Todavía
estaba en una etapa de shock por lo que Steve me había dicho. Andrea
había pasado los últimos meses llorando por alguien que la había
engañado repetidas veces. Había pasado los últimos meses viviendo en su
mente sobre cómo ella y Derrick estaban destinados a estar juntos. Y él
había pasado los últimos días de su vida durmiendo con Rachel.
No lo entendía. Engañar. Si estás tan descontento con alguien, ¿por
qué no te vas? ¿Por qué hacer una situación tan desordenada? Iris podría
haberme dicho que no estaba feliz. Podría haber venido a mí y expresarse
de otra manera en lugar de follar en el armario de escobas.
Dándole una pequeña sonrisa, negué con la cabeza.
—No tengo mucha sed en este momento. Pero voy a correr al baño
y después de eso tal vez todos deberíamos salir. —Me volteé antes de que
pudiera ver su rostro decaer. Estaba seguro de que había una mirada de
decepción porque cuando me alejé oí que Andrea le decía a Colin:
—¡Olvida el refresco! Dos tragos más de tequila.
Después de ir al baño, supe que debía sacar a la chica borracha del
bar. Mis ojos se movieron hacia la pista de baile donde Ladasha y Eric
estaban bailando muy cerca uno del otro. Ni siquiera podía ver una brecha
entre sus cuerpos. Sus ojos estaban cerrados como si estuvieran en una
especie de conexión profunda. Follada-Zombi-bailando. Maldito alcohol.
¿Dónde estaba Michelle?
—Bobby, detente... —Escuché un silbido de la boca de una chica.
La voz sonaba temerosa por la situación que tenía ante ella, y cuando me
volví hacia los baños, vi a Michelle inmovilizada contra la pared del baño
con el mejor amigo de Eric de pie junto a ella.
Parecía que él le suplicaba algo. Pidiéndole algo. Parecía sombrío
como el infierno y lo arranqué con fuerza de ella.
—¿Está todo bien, Chelle? —Miré a mi prima, que estaba tan perdida
con su máscara de pestañas manchada bajo sus ojos inyectados en
sangre. No estaba seguro de si eso se debía a las lágrimas, el alcohol o una
mezcla de ambos.
Ella asintió hacia mí mientras veía a Bobby pasar sus manos por su
cabello.
—Oye, amigo, no estoy seguro de si nos conocimos durante el
ensayo de baile. Soy Bobby. —Tendió su mano hacia mí. La ignore.
—Sí, el mejor amigo de Eric, ¿verdad? —Tiré de Michelle hacia mí y
le susurré—: Estás borracha. Ve a sentarte junto a Andie en el bar y toma
un poco de agua. Volveré y luego nos iremos a casa, ¿de acuerdo? —Sus
ojos de cierva me miraron fijamente, pero ella asintió en comprensión y se
acercó a Andrea con la mejor caminata de zombis borrachos que había
visto en mi vida. Le di a Bobby una breve mirada antes de dirigirme hacia
el baño.
Esta era una ciudad jodida.
31
Andrea
Traducido por RRZOE
Corregido por Cherrykeane
Mis ojos estaban haciendo todo lo posible para mantenerse abiertos
mientras una desastrosa y caliente Michelle estaba sentada a mi lado. Ella
me miró fijamente a los ojos y durante un momento pareció que había dos
de ella... luego tres... bueno, de vuelta a las dos. Me disculpé con ella por
no darme cuenta de que estaba comprometida, y ella me dijo que no
quería arrojarlo a mi cara después del accidente. Me encogí de hombros
y le dije que estaba feliz por ella y Eric. Ya era hora, en realidad. Habían
estado saliendo desde la escuela media como Derrick y yo.
Estaban hechos el uno para el otro, todos lo sabían. Entonces no
había mucho camino diferente por el que pudieran haber viajado.
O eso pensé.
—¿Cómo lo supiste, Andrea? —susurró mientras apoyaba la cabeza
en la repisa de la barra desagradable y pegajosa. A ella no le importaba.
No intenté detenerla. Sus ojos me miraban con verdadera preocupación y
sonreí hacia ella.
—¿Saber qué?
—Que él era el elegido. ¿Que estabas lista para pasar el resto de tu
vida con él? Quiero decir, diablos. ¿Estoy realmente lista para
establecerme por el resto de mi vida? —Ella me estaba mirando, pero ya
no me estaba hablando. Era como si estuviera mirando a través de mí. Sus
ojos estaban llenos de tristeza y no pude evitar serenarme un poco. Las
lágrimas comenzaron a caer de sus ojos y ella se apresuró a limpiarlas.
—Michelle... ¿Estás bien? —Estaba preocupada. Nunca la había visto
en semejante estado de indolencia. Algo estaba muy mal.
Ella parpadeó y giro hacia mí. Negó con la cabeza, puso su brillante
sonrisa y se rio a carcajadas. Su típica risa Michelle. Levantando las manos
en el aire, miró hacia Colin y gritó:
—¡Dos tragos más!
—No más tragos. Es hora de irse. —Me giré en mi silla y miré a Cooper
de pie sobre mí. Le arrojó el abrigo a Michelle y sostuvo el mío para
ayudarme a ponérmelo. Todavía estaba tan avergonzada —borracha,
pero avergonzada— por cómo había rechazado mi oferta de un refresco.
Le arrebaté el abrigo y puse los ojos en blanco.
—Puedo hacerlo sola.
Lo vi fruncir el ceño cuando Eric se acercó a nosotros con un brazo
envuelto alrededor de una borracha Ladasha. Parecía que se había
puesto bastante sobrio, pero Cooper aún dijo que él debería llevarnos a
todos a casa.
Metiéndonos a tres chicas en el asiento trasero del auto, Cooper y
Eric se sentaron en el frente. Tuve la suerte de montar a la perra, también
conocido como sentarme en el asiento más incómodo posicionado entre
Michelle y Ladasha.
—¡Preguntas! —gritó Michelle borracha. Sabía exactamente a qué
se refería cuando lo dijo. Recordé haber tomado muchas caminatas de
borrachos, manejar y correr con Michelle, donde siempre jugamos el juego
de preguntas de camino a casa. Le expliqué a Cooper y a Ladasha que
las preguntas involucraban hacer cualquier pregunta que probablemente
no harías si estuvieras sobrio.
—No creo que sea una buena idea —murmuró Cooper desde el
asiento del conductor. Estaba realmente decidido a ser un aguafiestas.
—¡Es una gran idea! —grité—. Tú primero, Michelle.
—De acuerdo. Pregunta. ¿Es normal oler tu aliento en la palma de tu
mano y luego lamer el aire para probarlo?
Me eché a reír ante la pregunta aleatoria y estúpida de Michelle. Y,
todos nosotros, excepto Cooper, ahuecamos nuestras manos, soplamos en
ellas, y lamimos el aire. Asqueroso.
—Mi turno. —Sonreí y cambié de posición mientras Michelle
acomodaba su cuerpo en el auto—. ¿Prefieres un refresco o un limón
agrio?
Eric sonrió.
—¿Quién demonios lo llama refresco?
Miré a Cooper por el espejo retrovisor y supe que estaba mirando
hacia mí. Me estaba mirando con severidad, y me advirtió que no insistiera
en el tema. Mi corazón dio un vuelco cuando rompí el contacto visual.
—No lo sé. Algunas personas.
Michelle soltó una risita, bostezó contra mi hombro y cerró los ojos.
—Esa es la pregunta más estúpida de la historia. —Se estaba
desvaneciendo para dormir, probablemente la mejor idea.
—Creo que este es el juego más estúpido de la historia —resopló
Cooper. Nunca lo había visto de tan mal humor. Me pregunté qué diablos
le pasaba.
—Está bien, mi turno. —Ladasha se volvió hacia mí, sonriendo
mientras besaba su nariz.
—¿Podría una stripper que era un poco loca y un maestro que era
guapo, inteligente y encantador alguna vez tener una oportunidad el uno
con el otro?
Mi corazón se hundió en mi estómago mientras colocaba mi mano
sobre mi pecho.
—Oh Dasha... —Me sentí tan mal por ella, y miré cuando Eric se volvió
para mirarla desde su asiento. Por suerte, Michelle se había quedado
dormida. De lo contrario, esto tenía la posibilidad de ser una situación
extremadamente incómoda.
Eric se aclaró la garganta y se volvió hacia adelante. Ladasha puso
los ojos en blanco y habló en voz baja. Lágrimas se formaron en sus ojos.
—Soy tan estúpida…
—No lo eres —le prometí. Incluso la mirada de Cooper mostró tristeza.
Ladasha había llevado una vida lo suficientemente dura, y lo último que
necesitaba era prepararse para otra angustia buscando un hombre
comprometido. Mi hermano.
El silencio que llenaba el espacio era pesado, algo manchado. Eric
carraspeó de nuevo y miró directamente a la oscuridad.
—Depende —dijo. Ladasha se sentó y lo miró, esperando a que él le
explicara.
—¿De qué? —preguntó ella.
Eric giró tanto como pudo para mirarnos, listo para iluminarnos.
—Es como una cometa. Hay millones de cometas en el mundo.
Diferentes formas. Diferentes tamaños. Algunos cometas están hechos para
los vientos locos. Algunos se desgarran un poco. ¡Y algunos explotan!
Golpeando el suelo al instante directamente el paquete. —Bloqueo los ojos
en Ladasha mientras continuaba.
»Y luego están las cometas que son increíblemente hermosos. Los
cometas que nunca han intentado volar porque otros cometas malos les
dijeron que no eran lo suficientemente buenos como para volar. Entonces
esa cometa impresionantemente hermosa les creyó. No fue su culpa. Hizo
lo que le enseñaron. Vivía con dudas sobre sí misma. Se mantuvo firme. A
esa cometa se le quitó la oportunidad de ascender desde el suelo y pasar
volando al otro lado de los árboles, hacia el cielo azul.
Oh mierda. Ladasha no era la única que estaba llorando ahora. Eric
continuó:
—Así que tu pregunta era, ¿podría una stripper que era un poco
loca, de la mejor manera posible, y un maestro que era... —dijo, sonriendo
y guiñando un ojo hacia Ladasha—, guapo, inteligente, encantador,
apuesto, fuerte...
—Sí, sí, entendimos. —Ladasha se rio.
—Correcto. ¿Podrían tener una oportunidad el uno con el otro?
Bueno, para empezar, creo que la chica no es una stripper. Ella
simplemente se desnudaba. Hay una gran diferencia. Pero si el tiempo
fuera diferente, y el maestro no estuviera ya envuelto en un plan de acción
diferente, no habría forma en el infierno de que dejara pasar su hermoso
cometa sin enredar sus hilos por siempre. Y para siempre.
Y ese fue el final de eso. Dio media vuelta y todos se callaron. Cooper
se detuvo en la casa y Ladasha salió rápidamente del auto, corriendo
hacia la casa. Cooper se rio entre dientes mientras ayudaba a Michelle a
salir del auto. La seguí. Cooper acostó a la desmayada Michelle en los
brazos de Eric. Continuó riendo mientras me alejaba de él para
deshacerme de la idea de cuánto me estaba enamorando de su risa. Eric
se volvió hacia él.
—¿Qué?
—Ese fue un buen discurso.
Eric se rio y se encogió de hombros cuando abrió la puerta.
—Me especialicé en inglés.
32
Cooper
Traducido por ∞PurpleGirl∞
Corregido por Cherrykeane

Cerré la puerta del auto, viendo a Eric llevar a Michelle hacia la casa.
Qué jodida noche. Andrea me miró y le di una media sonrisa. Todavía
parecía bastante borracha y con frío.
—Vamos a entrar.
—Espera —dijo mientras caminaba más cerca de mí. Tomé sus
manos frías y las froté entre mis manos para calentarlas.
—¿Qué pasa?
—Lo siento —susurró—. Sé desde el primer día que mis señales hacia
ti han sido confusas y un lío. Y yo hago reglas. Y las cambio. Lloro y digo
panda. Pero después, estoy pidiendo refrescos. Entonces quiero que te
vayas. Y cambio las reglas nuevamente. Y ahora somos amigos, sin
beneficios, y no sé cómo me equivoqué tanto.
—Está bien, Andie.
Ella se rio entre dientes.
—No lo está. Solo desearía... —Se alejó con su oración, moviendo los
pies en el suelo. Besé la parte superior de su cabeza y le froté los brazos.
—Estás borracha.
—No. —Negó con la cabeza—. Estoy bien despierta. Y sé en el fondo
de mi corazón que si hoy fuera el día de los opuesto y me hubieras dicho
que me odiabas... quiero que sepas que también diría que te odio.
Sus ojos brillaban como la blanca nieve mientras me habría su
corazón. Ella me ama. Fui a abrir la boca para hablar, pero antes de que
pudiera, ella se inclinó, vomitando violentamente sobre mis zapatos.
Qué jodidamente romántico.
—Esto apesta. —Andrea gimió en el inodoro mientras me sentaba en
el borde de la bañera.
—Al menos con tu nuevo corte de cabello no tienes que
preocuparte por mantenerte el cabello hacia atrás. —Me reí entre dientes
hacia la belleza sufriendo por el tequila. El tequila nunca era una buena
opción. Tenía una manera de hacerte sentir como tu mejor amigo y de
repente, sin previo aviso, te apuñala por la espalda y se burla de ti.
—Nunca volveré a beber… —susurró. Me reí, secretamente
esperando que ella recordara su confesión para mí. Mi sonrisa se
desvaneció un poco cuando pensé en la otra confesión que había
escuchado hoy de Steve. Me estaba castigando por conocer las mentiras
que Derrick le había ocultado. Pero Derrick se había ido, así que, ¿de qué
le serviría hablarle sobre Rachel y él? Me preguntaba si todavía estaría de
luto por un tramposo...
Debería decírselo. Si salía a la luz, yo lo supiera y no se lo hubiera
dicho, ella me mataría. Peor aún, ella me odiaría. Y no me refería al tipo de
odio del día de los opuestos. Y estaban todas las cosas que ya no le estaba
contando, toda la información sobre Iris, mi pasado y los paparazzi que ella
merecía saber.
Le diría cuándo fuera el momento adecuado y cuándo no tuviera la
cabeza en el retrete.
33
Andrea
Traducido por Leidy Vasco
Corregido por Cherrykeane

Me desperté con la necesidad de un cubo de basura junto a mi


cama. Me sentía horrible. Maldito José. No más tequila. Nunca.
Empujándome sobre mis codos, me complació ver a Cooper entrar con
una bandeja con todo tipo de líquidos y alimentos.
—Estás despierta.
—Estoy despierta. —Y recordé todo lo que había dicho la noche
anterior. Y aún lo decía en serio.
Colocó la bandeja en mi cama e hizo un gesto hacia ella.
—Un botiquín para la resaca. Dejé dos para Michelle y Ladasha, que
se ven peor que tú, puedo agregar. —Señaló hacia la bandeja y explicó lo
que estaba incluido en este botiquín mágico para la resaca.
—Tenemos agua. Café. Bloody Mary. —Arrugué mi nariz cuando dijo
Bloody Mary y lo sacó de la bandeja—. Está bien, no Bloody Mary. Tenemos
pan tostado, galletas saladas, un extraño pan horneado de mierda que
hizo el chef y dos Tylenol.
Eso podría hacerlo. Abrí la boca para el Tylenol, y él los dejó caer
dentro y me dio un sorbo de agua.
—¿Tienes algún defecto? —pregunté en voz alta.
Me estudió con una mirada seria.
—Tengo muchos defectos, Andie.
Saqué la bandeja de entre los dos y la coloqué en el suelo. Lo jalé
más cerca de mí. Acariciando un lado de su rostro, me incliné y le di un
suave beso en los labios. Apoyamos nuestras frentes la una contra la otra y
nos sentamos en silencio. Mi cabeza todavía estaba dando vueltas y no
quería nada más que volver a dormir en sus brazos.
—Hablando de defectos… —Sus cejas bajaron mientras hablaba.
—No. —No quería hablar de defectos. Yo quería que se acostara a
mi lado. El sol asomaba a través de las persianas de las ventanas mientras
me acostaba y palmeaba el lugar a mi lado. Escuchó mi pedido sin
palabras y se unió a mí. Mi cuerpo se deslizó en las curvas de su cuerpo y
me sostuvo como si fuera la última cosa que deseaba hacer en este
planeta. Nunca me había sentido tan segura y protegida en mi vida, y eso
es mucho decir.
—Los diseñadores de vestuario llegarán mañana para la fiesta.
Tenemos que probarnos cosas… pero hasta entonces, ¿podemos
quedarnos aquí? —Me besó el lóbulo de la oreja. Supuse que eso era él
estando de acuerdo, y los dos nos quedamos dormidos. Un sábado
perezoso era muy necesario después de los acontecimientos locos de
anoche. Además, mi cabeza no había parado de latir y estaba casi segura
de que si me levantaba de la cama me desmayaría.

—Está un poco apretado. —Ladasha succionó su estómago mientras


la Sra. Jacobson apretaba su corsé.
—¡Contén la respiración! —gritó la Sra. Jacobson—. Lo juro, Rose,
estos vestidos no fueron hechos para gente como esta —le susurró la Sra.
Jacobson a la Sra. Rivers, que estaba trabajando en el disfraz de Cooper.
Ladasha rápidamente puso su mano sobre su cadera y miró a la Sra.
Jacobson.
—¿Qué se supone que significa eso? ¿Gente cómo cuál?
—Nada. Nada. No metas tus bragas en el montón. Eres una chica
muy curvilínea —siseó la Sra. Jacobson. La Sra. Rivers, su chismosa y grosera
acompañante se le unió.
—Es cierto, cariño. Y en el período de Orgullo y Prejuicio, estoy segura
de que no había personas de color involucradas en los bailes. Deberías
estar agradecida de poder usar estas prendas de vestir. Por no hablar de
participar en el baile.
Vi como los puños de Eric se apretaban por la forma en que las dos
mujeres mayores estaban siendo tan irrespetuosas con Ladasha. Los ojos
de Ladasha se encontraron con los míos y murmuré una disculpa. Michelle
se acercó a Ladasha con su disfraz y sonrió alegremente.
—No sé de qué están hablando. ¡Estás estupenda! —Puso sus manos
en la cintura de Ladasha y sonrió—. Mataría por tus curvas. —Le guiñó un
ojo a mi mejor amiga y se alejó para ayudar a Cooper a localizar algunas
de sus prendar del vestuario.
—¡Ay! —gimoteé mientras mi madre se paraba detrás de mí y me
pinchaba con un alfiler.
—¡Quédate quieta!
Miré hacia Ladasha y pude ver que los comentarios de las mujeres
realmente la estaban molestando.
—Mamá, ¿por qué pasas el rato con esas señoras? No son buenas
personas.
Mi madre miró a las dos mujeres y negó con la cabeza.
—He sido amiga de esas dos durante años. Además, no estaban
exactamente equivocadas —murmuró.
Me quedé impactada. Había escuchado a mi madre decirme cosas
terribles, pero decirlas sobre Ladasha me molestó. Me avergonzaba lo
cerrados de mente que podían ser en esta ciudad a veces. Estaba segura
de que Dasha ya se sentía un poco fuera de lugar siendo una de las únicas
personas negras en la ciudad, pero que hablaran con ella de alguna
manera para llamar la atención era demasiado.

—Está bien —me dijo después de que terminamos de probarnos los


disfraces. Caminamos por el patio trasero, Pecas maullando en los brazos
de Ladasha, y nos sentamos en un banco después de barrer la nieve que
lo cubría.
—No lo está —insistí.
—Me encontré con Eric anoche. —Cuando dijo eso, levanté una
ceja. No estaba segura de si habían hablado desde que el conductor ebrio
se fue a casa el viernes. Cada vez que se lo mencioné a cualquiera de
ellos, se encogieron de hombros como si nunca hubiera sucedido.
—¿Qué pasó?
—Es embarazoso —dijo. Le pregunté una vez más. Parecía que
Ladasha había estado parada en el baño, con la puerta cerrada, dándose
una de sus charlas de ánimo—. Me di cuenta de que no me había sentido
cómoda o tenía confianza en mí misma en mucho tiempo… y después de
que Eric lo mencionó en el auto esa noche, supe que tenía que
encontrarla. Así que me paré frente al espejo y lo dije una y otra vez. “Soy
lo suficientemente buena”.
»Y lo seguí diciendo hasta que sentí algo. Y cuando abrí la puerta del
baño, allí estaba él. Y tomó mis manos y me lo dijo de regreso. Una y otra
vez. —Su voz cantó mientras recordaba su momento con Eric. Comenzó a
fruncir el ceño—. Y luego su prometida tuvo que ir y ser una de las personas
más agradables de la historia. Nunca he conocido a una persona que
abrace tanto y sea tan sensible. Y me estoy enamorando de su futuro
esposo. Soy una persona terrible. —Suspiró, sacando su labio inferior.
—Podría ser peor. —Sonreí.
—¿Cómo es eso?
Abrí la boca para hablar y la cerré. Me encogí de hombros.
—No. Tienes razón. Eres una persona terrible.
—¿Qué vamos a hacer con nuestras vidas?
Me había estado preguntando lo mismo. Había una cosa que sabía:
ya no quería quedarme en esta pequeña ciudad. La había dejado atrás.
Y no quería estar lejos de Ladasha. Nos necesitábamos la una a la otra.
—Volvamos a Nueva York.
Sus ojos se iluminaron y sonrió de oreja a oreja.
—Estoy tan contenta de que hayas dicho eso porque de algún modo
apliqué a un programa de verano en La Escuela de Cine de Nueva York.
—¡Estaba extasiada por ella! El cine era el camino correcto para que
tomara. Era su todo y sabía que lo haría brillar—. Eric me empujó a hacerlo
anoche.
—Dasha, ¡eso es increíble!
—Eso no es todo. De alguna manera solicité un trabajo en un estudio
de baile en Nueva York. Bajo tu nombre. —Cerró los ojos para evitar ver mi
reacción—. Necesitaba una compañera de cuarto y no podía pensar en
nadie más con quien me gustaría vivir. Por favor no me mates.
No la maté. La abracé.
La semana voló, y estábamos a dos días de la gran fiesta de
Navidad. Estaba realmente muy emocionada por todo,
sorprendentemente; parecía estarse perfilando para ser un buen
momento. Me senté en la cochera con Cooper mientras él miraba su
computadora portátil y repasaba los correos electrónicos.
—¿Has visto mi teléfono celular? —preguntó—. Juro que odio esas
malditas cosas. Si no está unido físicamente a mi cuerpo, lo pierdo.
—No lo he visto.
Sus manos recorrieron su rostro. Lo vi murmurar algo por lo bajo antes
de que hablara lo suficientemente fuerte como para que lo oyera.
—Mierda. Mi mánager dijo que me ha estado llamando toda la
semana. Dijo que es urgente. Necesito volver a Nueva York por un día para
reunirme con él.
—¿Por qué? —pregunté. Parecía que se estaba conteniendo de
decirme algo, luchando contra el impulso de dejarme entrar en su cabeza
por completo.
—Tengo que encargarme de un trabajo. Resolver algunos
problemas.
El sonido de su voz estaba lleno de preocupación, lo que a su vez me
hizo sentir extremadamente preocupada.
—Coop, ¿está todo bien?
Se mordió la punta del pulgar y sonrió.
—Sí. Estoy seguro de que todo está bien. No dijo cuál era el
problema. Kyle reacciona de forma exagerada. Estoy seguro de que no es
nada. —Cerró su computadora portátil, se inclinó y me besó en la nariz.
Sentí una vibración debajo de mí y saqué su teléfono celular del cojín
del sofá antes de dárselo. Mi corazón se aceleró cuando lo miré con ojos
esperanzados.
—Déjame ir contigo.
34
Cooper
Traducido por Leidy Velasco
Corregido por Cherrykeane

Nos sentamos en el avión y me estaba volviendo loco cuando pensé


en aterrizar en la ciudad de Nueva York. No le dije a Andrea lo preocupado
que estaba Kyle en sus textos. Algo definitivamente no estaba bien, y
necesitaba averiguar lo que estaba sucediendo lo antes posible.
—¿Trajiste gafas de sol?
—No, ¿por qué? —preguntó.
Maldita sea. Sabía que los paparazzi estarían esperando en el
aeropuerto para las fotos. Kyle ya lo había preparado para que pudieran
obtener sus fotos de mi regreso a la ciudad. Dijo que podría ser necesario
en el futuro.
Cuando bajamos del avión, me puse mis gafas de sol. Andrea me
miró con ojos inquisitivos. Agarré su mano y salí corriendo del aeropuerto.
Había un montón de personas que nos disparaban con sus cámaras en el
rostro. La expresión de horror en el rostro de Andrea me hizo encogerme.
Me sentí horrible. Rápidamente la metí en un taxi y cerré la puerta detrás
de nosotros.
—¡¿Qué diablos fue eso?! —gritó, mirándome, sorprendida. Tenía la
cabeza baja por la vergüenza. Me sentía terrible.
—Bienvenida a mi vida.
Llegamos al hotel, para ser abordados allí por más paparazzi, la llevé
al interior antes de que pudieran hacer preguntas. Cuando finalmente
llegamos a la habitación, suspiré pesadamente y caí sobre la cama.
Andrea se puso de pie con las manos en las caderas y levantó una ceja.
—Cooper. ¿Qué está pasando? ¿Por qué te están siguiendo?
—Iris y yo estamos solicitando el divorcio. Ya sabes, les encanta su
drama.
Su mano voló a su boca.
—Oh, Dios mío. ¡Van a pensar que soy la otra mujer! —Hizo una pausa
antes de continuar—. ¿Cómo te acostumbras a eso?
Me quité los zapatos cuando ella se unió a mí en la cama.
—No lo haces. —Necesitaba advertirle por si se encontraba con los
paparazzi cuando yo no estuviera cerca—. Andie… esa gente. Ellos tienen
una forma de saber cosas sobre nosotros. Cosas que no sabemos sobre
nosotros mismos. Y mienten. Su maldito trabajo es mentir. Solo… no
alimentes nada de eso si te cruzas con ellos. —Asintió con comprensión,
pero sabía que no era algo que pudiera entender sin experimentarlo de
primera mano.
—¿Cuándo te encuentras con tu mánager?
—Mañana por la mañana.
Se quitó los zapatos, se subió detrás de mí y comenzó a darme un
masaje de espalda. Mis ojos se cerraron con satisfacción mientras sus dedos
me frotaban.
—Deberíamos ir a un mundo donde no haya drama. No haya
muerte. No haya engaños. No haya divorcios. Nadie más que nosotros. De
vuelta a donde comenzamos —dijo mientras besaba suavemente el lóbulo
de mi oreja. Un ligero gemido escapó de mi boca.
—De vuelta a nuestro espacio intermedio —coincidí.
—De vuelta a nosotros.
Me volví hacia ella y giré su cuerpo sobre el mío. Acerqué su rostro al
mío y estudié su belleza. No era la misma chica que conocí ese viernes por
la noche. Esa chica apenas estaba allí. Pero hoy, Andrea estaba
mirándome, sus ojos brillantes. Su luz había sido encontrada. Mis labios se
cruzaron con los de ella y separó ligeramente su boca, antes de echarse
atrás. Levantando una ceja, le pregunté qué pasaba.
Sus ojos azules parpadearon y los vi reaparecer.
—Sé que la gente me ha dicho que necesito tiempo. Tiempo para
sanar. Que necesito espacio para encontrar mi camino. Pero lo que ellos
no saben es que he encontrado mi camino. Fui guiada hacia ti durante mi
peor momento de caos. Encontré mi orden. Te encontré. Cooper, te amo.
Nuestro siguiente beso fue el mejor que habíamos compartido. Era
como si nuestros labios estuvieran destinados a estar juntos por siempre y
para siempre. Me aparté y le sonreí.
—Yo también te amo.
La acosté en la cama y me puse de pie sobre ella. Estaba usando
una camisa azul claro con botones y jeans ajustados, jodidamente
impresionantes. Empecé con el botón superior y me abrí camino hacia
abajo. Ella estaba pacientemente esperando con los brazos a los costados,
y me tomé mi tiempo. No teníamos prisa. Íbamos a disfrutar este momento
juntos, haciendo el amor por primera vez el uno con el otro.
Antes, cuando teníamos relaciones sexuales, era una manera de
olvidar. De perderme, de dejar ir la realidad, y encontrar un solo momento
en el que pudiéramos desconectarnos del pensamiento excesivo. Pero
ahora… ahora lo hacíamos para nosotros. Solo nosotros dos. Nadie más.
Me incliné y besé su estómago con suaves picos. Ella levantó mis
brazos y tiró de mi camisa sobre mi cabeza. Sus dedos recorrieron mi pecho
mientras me acercaba más. Comencé a besar su cuello, pasando mi
lengua por el mismo lugar, masajeando su piel con mi boca, chupando
ligeramente, bajando hasta su clavícula. Continué explorando su cuerpo.
Gimió mi nombre, rogando por mí, pero yo era el adicto.
—Cooper… —suspiró mientras curvaba mi lengua para delinear su
sujetador. Deslizando mi mano detrás de su espalda, desabroché el
sujetador y lo resbalé de su cuerpo. Sus pechos eran tan perfectos, y estaba
feliz de deslizar mi boca sobre sus endurecidos pezones. Sus gemidos
suplicando por más de mí me excitaron tanto. Abrió la cremallera de mi
pantalón de mezclilla y me lo quitó, permitiendo que sus manos se metieran
en mi bóxer antes de deslizarlos al suelo. Por un momento simplemente me
quedé allí.
—Mmm… Andie… —susurré mientras mis labios exploraban sus
pechos un momento más antes de cubrir su boca con la mía. La besé con
fuerza, y ella besó más fuerte.
Más profundo. Separó mis labios y permitió que nuestras lenguas se
conocieran en un nivel más profundo. Me encantaban sus besos. La
amaba muchísimo.
No salimos de la habitación del hotel. Nos quedamos envueltos en
los brazos del otro. Nunca podría haber soñado con el hermoso momento
que compartimos el uno con el otro. Esa noche, nos quedamos despiertos,
aprendiendo más sobre nosotros. Encontrando más detalles sobre lo que
nos impulsa en la vida. Nuestras pasiones. Le pregunté todo lo que podría
querer saber sobre su vida. Y ella me preguntó lo mismo. Su mente traía los
mejores recuerdos, y comenzaba a reírse mientras los compartía conmigo.
Quería saber todo sobre Andrea Mae Evans, y estaba tan agradecido de
que me llevara allí.
No se volvió a poner la ropa. En cambio, usó una de mis camisetas
blancas que se tragaba su pequeño cuerpo, pero de alguna maldita
manera parecía encajar perfectamente en mi mente. Tomó mi cámara y
comenzó a tomarme fotos. Me sentí incómodo porque era detrás de la
cámara donde pertenecía.
—Dime lo que te gusta de mí. —Sonrió, sosteniendo la cámara y
alejándose. Dudé, rodando los ojos, sabiendo cómo este juego terminó la
última vez—. No te preocupes. No me estoy volviendo loca esta vez. —Su
sonrisa me atrajo, se veía tan sexy en mi camiseta.
Mis manos se envolvieron alrededor de su cintura y la bajé a la cama.
A horcajadas sobre ella, sonreí, permitiéndole seguir tomando fotos mías.
Luego tomé la cámara, colocándola junto a nosotros y la miré.
—Está bien… pero te lo advierto, si te entra el pánico, te retendré
para siempre —advertí. Sonrió ampliamente, moviendo su nariz.
—¿Y se supone que es un castigo? Vamos, no tenemos toda la
noche.
Pasé mis dedos arriba y abajo de su cuello, mirándola relajarse en la
cama.
—No puedo decir lo que me gusta de ti, pero te diré algunas cosas.
Cuando tenías siete años, Eric rompió una lámpara, pero tú te echaste la
culpa, temerosa de que él no pudiera ir a su partido de béisbol, donde
vitoreaste más fuerte. Cuando tenías ocho años, perdiste un diente y lo
enterraste en el patio trasero para que un extraño animal no te tocara por
la noche.
»Cuando tenías trece años, lloraste porque creías que alguien había
secuestrado a Oscar el gato… Lo siento por eso. —Sus labios se curvaron
aún más, y sentí que todo dentro de mí caía aún más profundo por ella—.
Y hoy tienes veintidós años, vistes mi camiseta, tu cuerpo debajo del mío,
mirándome. Y tus ojos se cruzan con los míos de una manera tan sexy que
me da ganas de quitarte la camisa y simplemente acostarme desnudo
contigo. Ni siquiera es que quiera tener sexo contigo. Solo quiero
jodidamente tumbarme contigo.
Sus ojos se empañaron y negué con la cabeza.
—Entonces lo siento, no puedo decir lo que me gusta de ti. Porque
dejó de ser “gustar” hace mucho tiempo para mí. Dejaste de gustarme a
los nueve años y me enamoré de ti a los nueve años y medio.
Vi como un pequeño grito de asombro salió de sus labios. Envolvió
sus manos alrededor de mi torso, tirando de mí hacia abajo para descansar
mi boca contra la suya.
—Gracias —murmuró.
Levantando la cámara, comencé a tomarle fotos. La luz en sus ojos
justo allí y en ese momento tenía que ser capturada. Fue la cosa más
hermosa que alguna vez presencié. Era la mejor sensación, tomarle una
foto; al menos eso pensé hasta que ella comenzó a tomar fotos de los dos
juntos.
La mejor jodida noche de mi vida.
35
Andrea
Traducido por Leidy Velasco
Corregido por Cherrykeane

Abrí mis ojos a la luz del sol brillando. Fue la primera buena noche de
sueño que había tenido en bastante tiempo. Girándome hacia la
izquierda, noté que faltaba un cuerpo y que había sido reemplazado con
una nota:

ANDREA MAE
Tenía que encontrarme con Kyle. Dejé dinero por si quieres ir a
comprar el desayuno, o puedes pedir servicio a la habitación.
¡Volveré pronto! Llámame si me necesitas.
Coop.

Miré el dinero que dejó en la cama, un billete de cien dólares. Sí,


porque todos gastan ese dinero en el desayuno, Cooper. Al lado del dinero
había un par de gafas de sol, ¿por si tenía que ir de incógnito? Cuando salí
de la cama, me detuve. Una oleada de malestar me envolvió. Corrí al
baño, a vomitar.
Algo andaba mal. Nunca tuve una resaca que durara tanto tiempo.
Salpicando mi rostro, miré al espejo del baño y creció el nivel de
preocupación. Mentalmente comencé a revisar el calendario invisible en
mi cabeza. Mierda. No…
Me salpiqué le rostro otra vez. Todo el color se drenó de mi cuerpo.
No podía ser.
Agarrando el dinero de la cama, me puse las gafas de sol y salí del
hotel. Necesitaba encontrar la tienda de la esquina más cercana. Cuando
entré en una, mi mente estaba trabajando más rápido de lo que mis pies
podían viajar. ¿Dónde estaban? Eché un vistazo alrededor del espacio y
encontré las pruebas de embarazo. Tomé tres, no haría daño.
¿Y si estuviera embarazada? Mierda… Bebí tanto la otra noche.
Esperaba… Para. Tuve que desacelerar mi mente. Demasiado sucedía y ni
siquiera estaba segura de sí lo estaba…
Pagué las pruebas, y cuando salí, me sorprendió ver a los paparazzi
de pie a mi alrededor. ¿Cómo me rastrearon?
—¿A dónde se dirige? ¿Dónde está Cooper? —gritaron. Recordé lo
que Cooper me había dicho y seguí caminando con la cabeza gacha—.
Se rumorea que Cooper está con Iris justo mientras hablamos. ¿Cómo te
hace sentir eso? —gritó uno de los chicos de los paparazzi. Me detuve
cuando lo escuché y negué con la cabeza. Se estaba reuniendo con su
mánager.
La pregunta de la siguiente persona me asustó un poco más.
—¿Te llamas Andrea Evans? —Probablemente podrían ver lo
aturdida que estaba a través de mis gafas de sol. Me giré para ir por el otro
lado, ya que comenzaron a alimentarse de mi repentino nerviosismo—.
¿Qué se siente ser una rompe hogares? Todavía están casados, sabe.
—¿Es verdad que eres una prostituta?
¿Qué? Eso es ridíc... Me quité las gafas de sol cuando vi la foto que
el paparazzi gordo llevaba en la mano. Era una foto de mí casi tomando el
dinero de Cooper la primera noche en su hotel, pero por alguna razón, esa
foto hizo que el intercambio pareciera mucho más sombrío de lo que era.
Mi corazón comenzó a correr. No podía volver al hotel. En cambio,
eché a correr. Tan rápido como pude. Mis ojos se llenaron de lágrimas
cuando encontré el camino de regreso a mi edificio de departamentos.
Al abrir la puerta de mi apartamento, entré corriendo, cerré la puerta
y me acerqué al sofá. Al lado estaba la colonia de Derrick, y lloré mientras
la rociaba en el aire. El olor de Derrick llenó mi cuerpo, y me deslicé unos
centímetros más cerca del caos. ¿Cómo puede estar pasando esto? ¿De
dónde vinieron esas imágenes? ¿Por qué estaba Cooper con Iris?
Mi mente estaba destellando recuerdos recientes de Cooper y de
mí. En un instante, aparecieron destellos de Derrick y yo. Mi pasado una vez
más estaba controlando mi presente, con sus manos envueltas
brutalmente alrededor de mi corazón. Exprimiéndolo con tantas dudas.
Llenándolo de tanta tristeza que estaba casi segura de que estaba muerto.
No había forma de que mi corazón fuera lo suficientemente fuerte como
para lidiar con los recuerdos y las preguntas que mi cerebro estaba
repartiendo.
Mis dientes mordieron mi lengua mientras tiraba el contenido de mi
bolso al suelo. Moviéndome a través de él, permití que las lágrimas
cayeran, sin tomar tiempo para respirar, sin tomarme el tiempo para sentir.
Lo vi resplandecer bajo un bolígrafo y lo levanté. Mi anillo de compromiso
me estaba mirando y lloré en mis manos, sabiendo que no merecía el
derecho de volver a usarlo nunca más.
Todo dolía, nada tenía sentido. Anoche todo pareció tan perfecto.
Anoche todo estuvo bien. Y esta mañana… esta mañana no podía respirar.
36
Cooper
Traducido por mariana90
Corregido por Cherrykeane

No sabía por qué, pero Kyle me había dejado completamente claro


que tenía que reunirme con Iris. Dijo que necesitaba aclarar algunas cosas
antes de que él y yo pudiéramos comenzar a manejar los grandes
problemas.
Me senté en la silla frente a ella en el departamento. Lo más lejos
posible. La última vez que la vi, me estaba chantajeando para que
permaneciera casado con ella, así que tenía motivos suficientes para
dudar de que esta fuera una visita agradable.
—¿Qué está pasando? —dije con un tono oscuro. No tuve necesidad
de ser cortés con ella.
—Te necesito... —dijo, bajando la mirada, hacia sus manos apoyadas
en su vientre cada vez mayor.
—Iris, en serio.
—Nunca me preguntaste —susurró mientras me miraba—. Nunca me
preguntaste cómo fue después de los abortos.
No lo hice. Pero no había podido hablar de eso. Dolía jodidamente
mucho. Nos sumergimos en el trabajo, envolvimos nuestros mundos con
cosas materiales y olvidamos juntos. Iris nunca mostró signos de romperse.
Ella siguió yendo fuerte. Haciendo su trabajo levantando su apariencia.
—¿Como se supone que iba a saberlo? Nunca lloraste, nunca
hablaste, nunca dijiste...
—¡Soy tu esposa! —gritó—. ¿Realmente era necesario decir que
estaba rota? ¿Que sabía que lo que más querías en este mundo, no podía
dártelo?
Pensé en lo que Walter me había dicho durante la gran cena la otra
noche, lo que se necesitaba para que un matrimonio funcionara. El secreto
es escuchar lo que ella no dice. Iris había estado gritando para ser
escuchada. Había estado gritando, y no me había dado cuenta. Ella se
enterró en el reality show sin hablar de nuestra pérdida.
Mira lo que ella no hace. No lo había visto. Había estado tan inmerso
en mi dolor que no pensé que podría haberla visto. ¿Cómo no veí que no
se estaba desmoronando? Esa debería haber sido la primera señal de
advertencia. Nadie que haya tenido dos hijos en el cuerpo y que se los
hayan arrancado podría estar bien.
Y abrázala cuando ella no llore. Ni siquiera podía pensar en la última
vez que nos tomamos de la mano, a menos que estuviese siendo filmada y
los productores nos lo hubieran dicho o los paparazzi estuvieran cerca y
tuviéramos una imagen que mantener. De lo contrario, nos habíamos
pasado el uno al otro.
—Lo siento —dije. Lo dije en serio.
—No iba a contarle a la prensa sensacionalista acerca de tu papá
—susurró—. Nunca lo haría... Cooper. Lo siento mucho. Temía que nunca
volvieras a mí después... —Ella miró su estómago.
No pensé que fuera tan malvada. Me informó que le había dicho a
Kyle eso solo para hacer que me reuniera con ella. Sabía que era bajo,
pero estaba en un lugar bajo. ¿Qué tan lejos iría para mantener a la mujer
que amo?
Andie...
Demonios, había volado a un estado diferente para mantener a
Andrea. Me sentí mal por Iris, pero sabía que nuestra relación había
terminado. Había terminado hace años; simplemente nunca hablamos de
eso. La mirada reconfortante que me dio me informó que ella también
sabía que todo había terminado. Metió la mano en el bolsillo de su abrigo
y sacó un sobre.
—No te preocupes. No te he estado siguiendo. —Sonrió mientras me
acercaba al sofá y se lo quitaba. Papeles de divorcio—. No tiene sentido
arrastrarlo. —Una breve risa escapó de sus labios.
Tomé sus manos y la estreché en un fuerte abrazo. Había pasado
tanto tiempo desde que la había abrazado.
—Gracias, Iris —le dije mientras se alejaba y se secaba los ojos. Le
hice prometerme que cuidaría de ella y de su bebé. Y si alguna vez
necesitaba algo, dinero incluido, debería contactarme. Ella lo rechazó. Dijo
que no se lo merecía.
—¿Realmente te gusta esta chica?
Un fuerte suspiro escapó de mis labios cuando asentí.
—Realmente lo hace. —Iris estalló en más lágrimas, sollozando
incontrolablemente—. Iris. Mierda, por favor no llores. Ojalá las cosas fueran
diferentes... pero... —Intenté unir mis palabras. Maldita sea. Ojalá el profesor
de inglés Eric estuviera aquí para hablar en mi nombre.
—No, no es eso. Es solo... Hice algo mal. Y me vas a odiar —dijo. Sus
ojos cayeron al suelo y ella maldijo en voz baja. Cuando me miró, vi la
manera en que sus labios se volvieron hacia abajo. Hubo un pequeño
movimiento en la esquina inferior de su boca y dijo—: Lo siento mucho. —
Sabía exactamente lo que había hecho por el sonido de su voz.
Y yo estaba jodido.
—¿Cuándo sale? —le pregunté. Si salía más tarde, de alguna
manera podría hacer algo de control de daños. Podría hablar con las
personas adecuadas y mover las cosas un poco. No para salvar mi trasero,
sino para salvar...
Se movió en el sofá, incómoda, pero sabía que tenía que responder.
—Salieron esta mañana.
¿Ellos?
—Us Weekly. Star Magazine. Y People ¡No sabía qué hacer! La noche
que hablamos y tuviste un ataque de ira, yo todavía estaba tan enojada
contigo y no estaba pensando en serio —dijo, avergonzada.
Mi mente estaba en la vía rápida. No necesitaba que Andrea
descubriera algo así. Necesitaba decirle lo que estaba sucediendo antes
que alguien más lo hiciera. Necesitaba que supiera la verdad detrás de los
artículos de la revista, no solo destellos de la verdad que ella podría leer en
esos tabloides de mierda.
Sabía que en esas revistas se hablarían cosas terribles sobre mí, y
estaba preparado para eso. Demonios, estaba acostumbrado a eso. Si
miraba mal a una persona, las revistas me etiquetaban como el próximo
Hitler. Pero Andrea ...
El nombre de Andrea estaba a punto de ser arrastrado por el lodo
por algo que hice.
Ella estaba a punto de ser expuesta.
Ella se había ido cuando volví a la habitación del hotel. No estaba
sorprendido. Estaba seguro de que ella ya se había enterado. Fui a su
departamento y golpeé la puerta, rezando para que la abriera, pero no lo
hizo. Pude oírla sollozar del otro lado. ¡Joder! Mi frente cayó hacia la puerta
y cerré los ojos. Orando para que me deje entrar.
—Andrea... por favor... —susurré en el pliegue de la puerta. Cuando
se abrió, mis ojos la cubrieron. Primero vi sus ojos hinchados e inyectados en
sangre. Mi corazón estaba destrozado... le hice eso. Luego olfatee su
colonia. No se pudieron formar palabras en mi boca. Esta sensación cada
vez mayor de que estaba perdiendo la maldita cosa que tenía sentido en
mi mundo se apoderó de mí. Mis palmas se volvieron húmedas cuando vi
lo último: la vi usando su sudadera y sus pantalones otra vez—. Andie... no...
Ella se estaba cerrando a sí misma. Estaba retrocediendo a la tierra
del caos, todo por mis jodidos asuntos. No dijo una palabra, pero sus labios
se separaron. Vi como su labio inferior comenzó a temblar y sus rodillas
comenzaron a temblar. Movió los labios otra vez pero se atragantó en el
aire cuando una ola de lágrimas nuevas comenzó a derramarse. Mi brazo
la buscó, pero ella sacudió su cabeza de un lado a otro.
No podría ser el muro que necesitaba para sostenerla esa noche.
Porque fui yo quien la empujó fuera de la cornisa, ella se estaba cayendo
por mi culpa.
Miró al suelo y se abrazó con fuerza. Su voz era suave, empapada en
tristeza.
—Vete, Cooper.
Regresé al hotel y seguí intentando llamarla y enviarle un mensaje de
texto. Cuando levanté mi teléfono y marqué de nuevo, suspiré,
escuchando que iba directo al buzón de voz. Escuché la voz de Derrick en
su buzón de voz y sentí una punzada de celos, pero al instante me sentí
como un idiota y dejé mi patético mensaje.
—Oye… soy yo otra vez. Necesitamos hablar... ¿de acuerdo? Bueno,
de lo contrario, el avión sale mañana a las 10:15 a.m. —Mi cabeza cayó al
suelo mientras continuaba mi mensaje—. Andie... por favor llama. Solo
quiero saber que estás bien.
37
Andrea
Traducido por Stefffya
Corregido por Cherrykeane

Lo encontré en el aeropuerto. Se me acercó rápidamente para


asegurarse de que estaba bien. No lo estaba. Me sentía usada y tonta.
Pero no lo dejaría saber eso. Después de verme arruinada anoche, me
prometí no dejarlo verme en esa luz, nunca más. Sería fuerte. Después de
un vuelo retrasado, finalmente abordamos el avión, sin demasiado tiempo
de espera. Lo ignoré todo el viaje de vuelta a Wisconsin. Incluso no podía
ser lo bastante tonto como para tratar de hablar conmigo. Vi sus cejas
frunciéndose, y sus mejillas hundidas, pero no me importo ni un poco.
Cuando volvimos a la mansión de la familia de Michelle, la casa ya
estaba siendo preparada para la fiesta. Decoraciones rojas y verdes
estaban colocadas en toda la casa. Los meseros preparaban la comida y
los planeadores de fiestas corrían alrededor como locos, terminando los
últimos detalles. Solamente tenía quince minutos para prepararme antes
de nuestro baile principal, y era un completo desastre.
Caminando en la sala, vi a la Sra. Jacobson, a la Sra. Rivers, y Eric
tranquilizando a mi madre, quien estaba histérica. Papá estaba sentando
en el sofá y miraba conmocionado.
—Mamá, ¿cuál es el problema? —Cuando ella levantó la vista hacia
mí, sabia de que se había enterado. Mis ojos se dispararon hacia Eric—. Le
dijiste.
—No —me aseguró—. Lo acabas de hacer.
Mamá estaba sosteniendo revistas en sus manos y las tiro a mis pies.
Me agaché y vi las otras revistas. Mi corazón se estaba rompiendo una vez
más.
—¡Espero que sepas realmente quién es Cooper Davidson!
Huyó llorando, papá y Eric corriendo tras ella, las dos reinas del
chisme los siguieron, pero estaba bastante segura de que era para reunir
más detalles para compartir en su club de lectura.

Permanecí alisando mi vestido victoriano en el espejo cuando


escuché su voz sureña detrás de mí.
—Tenemos que hablar —dijo.
—Estoy ocupada.
—Puedo explicarlo.
Girando hacia él, examiné sus ojos verdes, sería severa con las
siguientes palabras porque la respuesta a ellas determinaría cada acción
que haría después.
—¿Lo sabes? ¿Sobre las fotografías? ¿Sobre las revistas?
Silencio.
Mi corazón se hundió.
Lo sabía.
Me aparte de él, incapaz de mirar a la persona a la que le había
dado mucho de mi durante las últimas semanas. Le di todo.
—Andie… —susurró. Podía escucharlo muy cerca así que giré
bruscamente.
—No me llames así, ¿qué demonios quieres, Cooper? ¿Me quieres
para actuar como si fuéramos alguna pareja profundamente enamorada?
—grité. No podía creer que incluso tuviera la valentía de caminar dentro
de mi habitación justo ahora. Mis manos formaron puños, con mis uñas
clavadas profundamente en mi piel.
Bajó sus cejas.
—¿De qué estás hablando?
Rodé mis ojos, levantando mis manos en señal de frustración.
—Dejemos de actuar como si fuéramos normales. Como si esto fuera
normal. La primera noche que nos conocimos, follamos. Las primeras
semanas todo lo que hicimos fue tener sexo el uno con el otro.
Sacudiendo su cabeza, se acercó. Retrocedí.
—Da marcha atrás.
—Te estoy diciendo los hechos. —Me agaché para empezar a
ponerme los zapatos y me dieron escalofríos cuando lo escuché usar mi
apodo de nuevo.
—Andie, por favor.
—¡No me llames así —grité. Cada pizca de mi estaba hirviendo.
Podía sentir mi interior retorciéndose, mi estomago se sentía enfermo.
Me miraba como si fuera una extraña y aceptémoslo,
principalmente lo era. Su tono de voz fue bajo.
—Necesitas conseguir una prueba. Pensar en algo porque estás
actuando como loca.
No podía creerlo. Realmente estaba intentando empujarme al
borde. Mi madre estaba sentada en otra habitación llorando a lágrima
viva por él, pensando que era una puta desde pequeña. Papá
probablemente teniendo un mini infarto pensando en su nena y lo que hizo
en Nueva York. ¿Y luego él tiene el coraje de llamarme loca? Recogí mi
zapato y se lo lancé tan fuerte como pude. Me encogí, viéndolo esquivarlo.
Así que desde luego le lancé mi otro zapato, más fuerte.
—¿Crees que soy una lunática? ¡Tú fuiste el único en el maldito
manicomio, no yo! —Me alejé de él antes de saber su reacción. Sabía que
probablemente lo lastimó. Porque después de salir de mi boca, me dolió.
—¿Quién te lo dijo?
Caminando hacia mi escritorio, lancé las revistas que mi mamá me
tiró al suelo frente a Cooper. A medida que se agachó y las agarró, sacudió
su cabeza de atrás hacia adelante.
El título que se leía en una de ellas era “Iris Davidson habla: Cooper
abandonó a su familia y tomó un viaje al hospital psiquiátrico”.
Otro titular marcaba “Cooper Davidson adicto a las prostitutas: Tres
mujeres diferentes cuentan su lado de la historia”.
Y otro: “Cooper Davidson enfurece violentamente mientras Iris
cuenta su lado de la historia”.
Tiró las revistas sobre la cama y se giró hacia mí. Una mirada firme se
apodero de sus ojos, una mirada que nunca había visto en él.
—Sí. Estoy seguro de que aprendiste mucho sobre mí de esa prensa
amarillista. Apuesto a que sientes que sabes quién soy ahora.
—No. No lo hice. No sé nada de ti. Seamos sinceros. Tú no sabes nada
sobre ti tampoco. No hablas de Iris porque lo hace real. Enfréntate a la
realidad Cooper, esto es real. Y el niño que abandonaste también es real.
No puedo creer que te creyera cuando me dijiste que no era tu hijo.
Enfrenta tus jodidos problemas.
—¿Quieres que enfrente mis problemas? Dios no permita que algo te
recuerde a tu prometido muerto.
Estaba más que enojada ahora. Como se atreve a meter a Derrick
en esto.
—Jódete —grité.
—Ya lo hiciste.
No podía creer que hubiera dicho eso. Y por la expresión en sus ojos
él tampoco podía creerlo.
—Te odio —susurré mientras empujaba fuerte su hombro, lo empujé
una y otra vez—. ¡Te odio! ¡Te odio! —Sentí sus manos envolver mis muñecas
mientras lo empujaba—. Déjame ir, ¡déjame ir! —grité, luchando con las
lágrimas que estaban empezando a caer. No las dejaría, no podía dejarlas.
Sus ojos se movieron a sus manos alrededor de mis muñecas, e
instantáneamente las dejo caer y se alejó de mí, pasando las manos sobre
su rostro
—Maldita seas, Iris. ¿Te escuchaste por un jodido segundo?
Me detuve mientras el regresaba a mí y miraba fijamente mis ojos.
—Mi nombre es Andrea.
Su cuerpo se movió mientras su ceño se fruncía, reconociendo su
error.
—Sé eso.
Mi cuerpo empezó a temblar, apenas podía contenerme, pero hice
todo lo posible para no mostrarlo.
—Tú acabas de llamarme Iris, ¿ves? Esto no es real. Tú y yo. Somos
dos personas jodidas tratando de superar a aquellos que nos hicieron
perder la cabeza.
—Para —pidió. No debería. No podría.
—Tu mamá trató de arreglar a tu papá y mira cómo le salió. Deja de
seguir sus pasos. Deja de intentar reparar a las personas…
—¿De qué estás hablando?
—Tu plan, Cooper. Intentar reparar personas quienes están
terriblemente rotas. Iris arruino tu primer plan. Ella estaba demasiado
dañada para que la arreglaras. Así que soy tu segunda elección.
—No es así.
—¿Entonces qué es Cooper? ¿Qué pasará cuando estropee tus
planes? ¿Saldrás corriendo a conseguir una tercera? —No respondió al
instante. Su rostro cayó al suelo y se froto la boca con las manos, molesto
con mis preguntas.
—Andrea.
—Pero la verdad, es que tú eres mi segunda elección. Si Derrick
estuviera aquí…
—No lo está. Esta muerto Andrea, Derrick se fue. —Me miró de la
manera más sincera, pero sus palabras me dolieron. Sus palabras me
abofetearon. Sus palabras casi me jodidamente masacraron.
—Detente —hablé suavemente. Pero los temblores estaban
empeorando. Mierda.
—Estás viviendo en un lugar solitario. Y es oscuro y escalofriante. Y
cada vez que te alejas te entra el pánico y vuelves a tu cascaron. Y la
verdad es que ni siquiera sabes quién era realmente Derrick.
—¡No te atrevas a hablar de él! —¿Cómo pudo decir eso? ¿Cómo
podía hablar de la única persona que me amaba?
—Te engañó Andrea —dijo tranquilamente. Tan tranquilo que casi
me pierdo las palabras.
Qué hijo de puta enfermo. No podía creer que caería tan bajo.
—¡Lárgate!
Su rostro cayó y se percató de lo que dijo.
—Lo siento…
—Eres repugnante. Estabas tan desesperado que pagaste a alguien
para que pasara quince minutos contigo en un sucio club. —Quería
hacerle daño de la manera en la que me atacó con sus palabras.
—No hagas esto —suplicó, sus ojos centrados brillantes con agua.
Tuve qué.
—Eres tan patético que encontraste la necesidad de dormir con
alguien del club de desnudistas. Eres un maldito asqueroso.
Tiró sus manos arriba en signo de derrota.
—¿Qué quieres de mí? ¿Quieres que te grite? ¿Eso es lo que quieres?
—Levantó la voz a un nivel que era algo atemorizante—. ¿Quieres que
pegue un jodido grito? ¿Quieres que te diga, que eras, en realidad, la puta
a la que le pagué para que pasara quince minutos conmigo?
—Deberías irte. Realmente. Lo que sea que fue esto fue divertido.
Pero se acabó.
—¿Así que es eso? —Permanecí en silencio cuando preguntó—:
¿Qué está pasando en tu cabeza, Andrea?
—Hice un test de embarazo en Nueva York. —Sus ojos se abrieron y
un shock puro lo cubrió. Mi interior se tensó más. Sabía que lo que le iba a
decir lo haría irse para siempre—. Fue negativo ¿y sabes cómo me siento?
Feliz. Porque nunca querría que alguien tuviera a un imbécil como padre.
Serías un padre terrible. Y nos abandonarías justo como lo hiciste con Iris y
tu hija.
Todo el color se fue de él. Estuvo en silencio por un momento antes
de que asintiera en comprensión. Deslizó sus manos dentro de los bolsillos,
se movía de atrás hacia delante. De la misma manera que se movió la
primera noche que lo conocí en el club…
—Tal vez estés en lo correcto. Tal vez somos dos personas tratando
de hacer funcionar algo cuando, con toda honestidad, no existe.
Giró para salir y miró hacia la cubierta de las revistas una última vez.
—Y para que quede claro, nunca abandonaría a mis hijos. Es difícil
abandonar algo que nunca fue tuyo. Dile a tu prensa que aclaren sus
hechos de mierda.
Y con eso se fue. Mi cuerpo continuó con temblores, pero giré mi
rostro al espejo, pasé mis manos por la parte posterior de mi cuello y volví a
alisar mi vestido
Tenía una fiesta por pasar.

En el momento en el que caminé dentro del salón de baile, sabía


que iba a ser una noche larga. Pero primero, tenía que bailar. Gracias a
Dios por el baile. El grupo se alineó. Evité el contacto visual con Cooper y
seguí los pasos. Cuando pasé por Ladasha, y susurró:
—¿Estás bien? —Agité la cabeza y continúe moviéndome. Cambié
a Cooper como mi pareja y aparté la mirada de él, nuestros dedos apenas
se tocaron.
Escuché a Bobby, el mejor amigo de Eric, diciéndole a Michelle que
esta noche era la noche. No tenía idea de lo que estaban hablando, pero
no me importó. No tenía espacio para más drama. Continúe moviéndome.
Eric me miró con ojos preocupados mientras le hacia una reverencia y me
movía hacia Steve.
—¿Estas bien Andrea? —murmuró.
Mis ojos empezaron a llenarse de lágrimas cuando lo escuché
preguntarme. Estaba rompiéndome. Cambiamos de pareja. Me deslicé
junto a Rachel y me miró con preocupación. Se volvió hacia mí.
—¿Lo descubriste?
Vaya, las reinas del chisme se pusieron alrededor rápido. Asentí
mientras seguíamos moviéndonos alrededor del grupo de nuevo. Una vez
más, yo era la charla principal de la ciudad. Mientras bailaba, Rachel pasó
de nuevo, y dijo:
—Solo sucedió algunas veces después de que fuiste a la universidad.
Mis ojos se congelaron en ella mientras fluía alrededor de nuevo. Hice
una reverencia a Bobby, y continúe moviéndome con mis ojos en Rachel.
Cuando ella volvió alrededor tenía un nudo en el estómago y la escuché
decir:
—Y después de que ustedes dos se comprometieron, solo sucedió
una vez más después de eso. Sentimos que estaba mal.
No. No podía bailar ahora. No podía moverme por más tiempo. La
expresión de asombro en mi rostro hizo que Rachel se diera cuenta de que
no tenía ni idea de ella y Derrick. Le dije a Cooper que estaba mintiendo,
siendo rencoroso en nuestra discusión. De ninguna manera…
Miré a Steve para confirmarlo. Sus ojos me dijeron que Rachel no
estaba mintiendo. Necesitaba aire. Mi Derrick no. Derrick nunca podía
haber hecho algo como eso. Estábamos comprometidos el uno con el otro.
Teníamos las promesas que nos habíamos hecho el uno al otro. Hasta que
la muerte nos separe…
No podía bailar más. Paré de moverme y todo el salón empezó a
girar. Mis ojos miraron a los de Cooper. Dio un paso hacia mí y levanté mi
mano para detenerlo. No podía hacer esto. Me estaba rompiendo. Estaba
devastada. Los recuerdos empezaron a llenar mi mente mientras la
espantosa verdad se instaló.
Mis ojos se abrieron con emoción. Amaba cuando escribía
canciones sobre mí, mordí mi labio inferior y miré a mi bebé.
—El me ama, ¿verdad?
Steve aclaró su garganta y asintió, bebiendo su trago
—De la mejor forma que sabe.
¿La mejor forma que él sabe? Detente… voy a vomitar.
Todo estaba golpeándome a toda velocidad y no podía detenerlo.
Mi corazón estaba tratando de salir de mi pecho, golpeando para
escapar, rogando por una ruta de escape para detener el dolor. Podía
escuchar la voz de Derrick haciendo eco en mi cabeza.
—¿Qué pasa si no soy suficiente para ti? ¿Qué pasa si termino
jodiendo todo esto? ¿Jodiéndonos?
El sudor estaba pintando mi rostro. Podía sentir todas las miradas.
Podía escuchar sus pensamientos. Pobre y solitaria Andrea. Su prometido
muerto la engañaba, ¿cómo podría estar tan ciega? ¿Qué significaba?
¿Cómo se supone que debo procesar esto? Tenía que irme. Forzando
mis pies a moverse. Salí corriendo del salón, tratando de escapar. Ladasha
empezó a seguirme y le grité que me dejara sola. Quería que todos me
dejaran sola.
38
Cooper
Traducido por Mave
Corregido por Cherrykeane

La observé salir rápido. Cuando Ladasha regresó de perseguirla, mi


corazón se encogió cuando escuché a la Sra. Rivers murmurar que si no
fuera por esa chica negra, Andrea no sería un desastre. La Sra. Jacobson
se unió.
—Apuesto a que ella es una stripper y prostituta, también. Estoy
segura de que ella arrastró a Andrea hacia eso.
—¿Qué dijo? —Los ojos de Eric se abrieron como platos mientras
caminaba hacia las mujeres. Ladasha parecía preocupada.
—Eric, no —dijo en voz baja, no queriendo comenzar un problema.
—No, ¿qué dijeron ustedes dos? —Estaba enojado. Con buena
razón. Lo que esas dos estaban diciendo era algo fuera de lugar.
—Entonces ella es una stripper, ¿verdad? —le preguntó Betty a su
hijo. Ella se veía tan decepcionada. Aplastada.
—Sí, ¿está bien, mamá? Ella es una stripper. ¿Y qué? Vaya cosa.
También es una brillante bailarina clásica. Tiene un conocimiento insano de
las películas y también tiene sentimientos. ¿Está bien? ¿Todos están felices?
—Nadie dijo una palabra. Michelle miró a Eric con confusión en sus ojos,
pero él no se dio cuenta. Él siguió hablando—. ¿Y qué pasa si Ladasha hace
algo un poco diferente para su trabajo nocturno? Quiero decir, nunca
hemos cometido errores en nuestras vidas? ¿No se han rasgado nuestras
cometas antes?
»La verdad es que Ladasha puede hacer cualquier cosa que se
proponga. Es una hermosa mujer de la que me estoy enamorando. —
Mientras esas palabras salían, toda la habitación se quedó sin aliento.
Incluso Eric jadeó después de decirlo, como si fuera la primera vez que se
había dado cuenta de sus sentimientos. Se volvió hacia Michelle, que tenía
lágrimas en los ojos cuando Bobby la rodeó con un brazo.
—Michelle, lo siento mucho. Es solo...
Tenía la sensación de que Michelle iba a estar de acuerdo con lo
que pasó. Estaba casi seguro de que si alguna vez iba a anunciar la
relación secreta que estaba bastante seguro de que estaba manteniendo
con Bobby, ahora mismo sería el mejor momento. Demonios, todos los
demás estaban contando sus secretos esta noche. Ella también podría
unirse.
—Soy lesbiana.
Oh. No lo había visto venir.
—Lo siento, ¿qué? —Sorprendido, Eric tragó saliva mientras miraba a
la no tan buena novia.
—Bobby ha estado tratando de que hable contigo y te cuente... y lo
iba a hacer antes del Día de Acción de Gracias, pero tú me pediste
matrimonio y... —Miró a sus padres y a los padres de Eric—. Todos estaban
allí y felices, y después de lo que sucedió con Derrick... parecía que todos
necesitaban unas buenas noticias.
Eric se rio.
—¿Eres lesbiana?
Ladasha se rio en voz alta.
—¡Oh Dios mío! ¡Eso explica todos los abrazos tiernos! —Sus manos
cubrieron su boca—. Oh espera. Entonces, cuando dijiste que matarías por
mis curvas... ¿realmente querías decir que querías mis curvas...?
Michelle se sonrojó.
—Lo siento. Es solo que... Eres tan sexy y divertida y...
—Fuera del mercado. —Eric se rio a la defensiva.
Estaba claro que la noche había terminado. Caminé hacia la parte
posterior de la casa para dirigirme a la cochera y empacar mis cosas. No
me quedaba nada en el viejo Wisconsin y era hora de que volviera a mi
mundo.
—¿Te vas, Cooper? —Seguí el sonido de la voz mientras pasaba
frente a un estudio. Al mirar dentro, vi a Walter sentado allí, trabajando en
construir un barco en una botella. Hice una pausa, me volví hacia él y me
quedé en la puerta.
—Sr. Evans. Sí, estoy a punto de irme.
—Toma asiento, hijo.
Obedecí.
—Como padre, te preocupas. Empiezas a preguntarte qué sucede
cuando llamas a los restaurantes en los que tu hija dice que trabaja en
Nueva York y dicen que nunca oyeron hablar de ella. Pero esperas
pacientemente, con la esperanza de que ella vaya a ti cuando lo crea
conveniente. Y luego... —Se inclinó hacia adelante contra el escritorio, y
juntó sus manos—. Y luego apareces, Sr. Davidson. Y veo una luz en ella que
no había visto en mucho tiempo. Tú le haces bien .
Negué con la cabeza.
—Ella no me deja entrar.
—Anders nunca lo dirá... pero ella es como su madre de muchas
maneras. No es tan dramática como Betty, pero es tan apasionada. Terca
como ninguna otra. Y estoy seguro de que te dijo cosas terribles.
—Me lo merecía —le prometí. No podía imaginarme lo que estaba
pasando por la cabeza de Andrea con no solo un susto de embarazo, sino
también lidiar con los paparazzi, los tabloides, Derrick. Me sorprendió que
aún no estuviera completamente loca.
—Si ella es tan parecida a su madre como yo creo, no lo hacías.
Mordiendo la punta de mi pulgar, me senté en la silla,
preguntándome qué hacer a continuación.
—Nunca he tratado con algo como esto. Alguien como ella.
Walter asintió en comprensión y se sentó en su silla. Recogiendo su
barco en la botella, me lo tendió. Lo tomé, estudiándolo mientras me
hablaba.
—El tiempo y el compromiso que tomé para hacer esto fue
insoportable. Casi había completado el barco. Luego, un error, un
movimiento rápido, la vela se cayó. Pero no me rendí, lo intenté de nuevo.
Y ahora tenemos un barco completo que está listo para navegar. Estoy tan
contento de haberme tomado el tiempo para arreglarlo.
—¿Cómo puedo arreglar algo que no quiere estar cerca de mí? —le
pregunté.
Su sonrisa torcida y ojos amables combinaban bien con su tono
suave.
—No digo que sea fácil, y no estoy diciendo que sucederá de la
noche a la mañana. Cualesquiera que sean los demonios que la alimentan
ella tienen que ser tratada. Pero si la cuidas tanto como yo creo... harás
cualquier cosa. Incluso si eso significa amarla desde la distancia.
Otro secreto de Walter Evans. No es un secreto para un matrimonio
exitoso, pero es más un secreto para aferrarse a una mujer Evans.

—¿Por qué no te detienes? ¿No puedes decir que se acabó? —siseó


cuando se volvió para verme de pie en la puerta de su casa. Estaba
empacando su bolsa para escapar de nuevo. Entré en la habitación y me
acerqué a ella.
»Cooper, hablo en serio —advirtió, dejando caer algunas camisetas
en su equipaje.
No dije una palabra. Cuanto más cerca caminaba, más se tensaba.
Extendí la mano hacia ella y me empujó. Difícil. Me acerqué.
—¡Panda! —gritó, empujándome de nuevo. Su rostro estaba
enojado, pero sus ojos estaban secos. No se tenía lágrimas. Comenzó a
golpearme, a patearme, a gritar para que me fuera. Ella gritó panda una
y otra vez. No me fui.
La estreché en un fuerte abrazo y la sostuve cerca de mí. Podía sentir
su cuerpo tratando de rebelarse. Tratando de alejarse de mí y sus manos
golpeándome fuerte contra mi pecho, pero no me importó. Los golpes
disminuyeron poco a poco, y los gritos bajaron. Ella comenzó a sollozar. Su
cuerpo tembló en mis brazos cuando sus piernas se rindieron y se deslizó al
suelo. La deslicé hacia abajo, sin dejarla ir.
—Panda... —susurró, lágrimas incapaces de evitar caer. Me agarró
con más fuerza mientras envolvía sus brazos y piernas a mi alrededor.
—Lo sé... Panda, lo sé... —hablé suavemente contra su oreja mientras
sentía cómo se aferraba a mi camisa, acercándome aún más mientras
lloraba.
No pasó mucho tiempo antes de que notara a Ladasha y Eric de pie
en la puerta, viendo a su ser querido desmoronarse. Les indiqué con la
cabeza y ellos entraron lentamente. Solté mi agarre de Andrea y la
reemplacé con los brazos de su mejor amiga y hermano. La cubrieron con
su amor mientras me ponía de pie y caminaba hacia el marco de la puerta.
Los ojos de Andrea miraron hacia arriba, azules como siempre, y se
bloquearon con los míos. Los dos sabíamos que pasaría mucho tiempo
antes de volver a vernos.
Entendí lo que Walter me estaba diciendo. Saber cuándo alejarse, y
saber cómo despedirse. Tenía que confiar en mis entrañas. Y en este
momento, mi instinto me decía que Andrea no me necesitaba a su
alrededor para traer más confusión a su vida. Mi corazón se estaba
rompiendo cuando mis ojos hicieron contacto visual con ella y me alejé del
sonido de sus lágrimas. Pero no me importa mi corazón. Me importaba que
ella tuviera tiempo para sanar.
Y a decir verdad, no me había dado el tiempo para dejar que mi
corazón sanase: de mis padres, los abortos involuntarios, de las trampas, el
matrimonio fallido.
Ambos podríamos tomarnos el tiempo para sanar nuestros cuerpos,
mentes y espíritus.
Juntos.
Desde la distancia.
39
Andrea
Traducido por Gerald
Corregido por Cherrykeane

Se había ido. Despertar a la mañana siguiente y saber que no estaría


allí me dolió. Despertar a la semana siguiente y que Cooper todavía no
estuviera allí fue casi insoportable. Vino la Navidad. Se fue el Año Nuevo. Y
me mantuve ocupada. Eric mantuvo su palabra de ayudarme con el pago
de nuestro apartamento en Nueva York mientras me reponía en Wisconsin.
Le dije que no tenía que hacerlo, pero me informó que Michelle
había insistido. Ella hizo todo lo posible para permitir que Eric, Ladasha y yo
nos quedáramos en la mansión mientras me recomponía. Secretamente
pensaba que era porque todavía estaba medio enamorada de Ladasha.
¿Quién podría culparla? Mi mejor amiga era hermosa. Inteligente.
Graciosa.
Después de regañar a mi mamá por la forma en que trató a Ladasha,
se dio cuenta de lo decepcionante que había sido.
—Andrea Mae... yo... —Bajó su cabeza mientras me sentaba en el
sofá de la sala de mis padres, Ladasha estaba junto a mí. Mi mamá se volvió
hacia mi amiga—. Ladasha Marie. Siento mucho la forma en que te he
tratado.
Ladasha sonrió, revelando sus hoyuelos y se encogió de hombros.
—Está bien, Sra. Evans. He aprendido que las personas te tratan de
la misma manera en que te permites ser tratado. Debería haberme
defendido.
Mamá colocó su mano en la rodilla de Dasha y sacudió su cabeza.
—Nunca deberías haber tenido que hacerlo. Y Anders me ha dicho
lo buena que has sido con ella. Cuidando de ella. Quiero que sepas, que
si alguna vez necesitas algo... sabes que mi familia te da la bienvenida con
los brazos abiertos.
Eso era cierto. Ladasha era mi hermana. Si algo lo demostraba, era
cuán dura era mamá con ella, de la misma manera que mamá era dura
conmigo. Después de que mamá la recibiera como parte de nuestra
familia, comenzó a regañarla sobre cuán peligroso era ser desnudista y dijo
que Ladasha debería haber pensado más en sí misma antes de rebajarse
a ese nivel. Se volvió hacia mí, apuntadme con su dedo y me sermoneó
sobre el mismo tema. Le informó a Ladasha que debería, de hecho,
trabajar para obtener su título universitario. Acompañó todo el regaño con
abrazos.
Era el tipo de cosas que hacía mi madre: se preocupaba, juzgaba,
se preocupaba un poco más y luego te abrazaba. Le dije a Dasha que se
acostumbraría. Sonrió y me dijo que era la mayor demostración de
maternidad que había recibido en toda su vida.
Papi entró a la habitación sonriéndome con lo que parecía ser un
robot de juguete en sus manos. Estaba hecho de metal y medía alrededor
de metro y medio de altura con una cola de aspecto extraño.
—Mira esto. —Sus ojos brillaban a través de sus espesas gafas que se
encontraban sobre sus patillas grises. Todos levantamos una ceja hacia la
creación más nueva de papi.
—¿Qué es eso? —preguntó Ladasha.
—¡Es mi soplador de nieve automático! ¡Lo arreglé! —chilló con
emoción. Las cejas de mamá bajaron.
—Eso es bueno querido. Tal vez deberíamos esperar hasta después
de la comida para probarlo... —Me reí para mis adentros cuando escuché
el sonido vacilante en la voz de mi mamá.
Papi hizo un mohín cuando ella dijo eso.
—Pero la nieve acaba de caer hasta los niveles perfectos. —Parecía
un quejumbroso niño de cinco años que quería que su mamá le permitiera
jugar en la nieve. Mientras se acercaba a mamá, papi hizo sobresalir su
labio inferior y le mostró los ojos de cachorro más grandes que alguna vez
hubiera visto en mi vida. Comenzó a darle besos, sus besos de cachorro por
todo el rostro hasta que ella aceptó de mala gana.
—¡Por el amor de Dios, Walter! Está bien. ¡Terminemos con esto!
Papi saltó de emoción y nos dijo a todos que fuéramos a buscar
nuestros abrigos de invierno. Estaba muy emocionado. No había visto una
de las creaciones de papi en bastante tiempo y estaba listo para ser
impresionada. Mientras lo colocaba en el camino de entrada, mamá hizo
que Ladasha y yo nos quedáramos detrás del porche, en caso de que algo
saliera mal. Papi se aseguró de callar a mi mamá cuando encendió el
quitanieves, pero también se colocó detrás del porche con su control
remoto para controlar al robot.
—Esto va a ser increíble —prometió mientras apretaba el botón.
Nada sucedió al principio—. Solo dale tiempo. Tiene que calentarse. —
Esperamos. El extraño robot comenzó a temblar. Papi insistió en que era
normal. El robot comenzó a caminar por el camino de entrada, papi
guiándolo con su control remoto. ¡Estaba funcionando! Era un mini TinMan
de noventa centímetros, empujando nuestra nieve. Todos lo vitoreamos
cuando el robot terminó de limpiar la mayor parte de la nieve. Se
acercaba al final del camino de la entrada. Papi apagó el robot y levantó
sus manos en señal de celebración.
—¡Lo hiciste! —gritó mamá mientras besaba la mejilla de papi. Estaba
tan orgullosa de él en ese momento.
—Em... papi... —tartamudeé. Asentí en dirección al robot, ahora
dirigiéndose hacia la calle.
—Oh, no —murmuró mamá.
Comenzó a salir humo del robot. Papi volvió a encender su control
remoto y comenzó a tratar de controlar al robot para que volviera a
nosotros. Su control remoto comenzó a chisporrotear.
—iSanta mierda! —gritamos Ladasha y yo cuando papi arrojó el
control remoto hacia la nieve. Mamá pellizcó nuestros brazos por nuestro
lenguaje grosero mientras murmurábamos una disculpa.
El robot todavía estaba en movimiento.
—¡Ve a buscarlo, Walter! ¡Antes de que los vecinos lo vean! —le
advirtió mi mamá. Él fue hacia el robot, pero se detuvo justo cuando lo vio
explotar al otro lado de la calle.
La Sra. Kathy salió gritando mientras veía cómo su buzón recién
reemplazado en forma de perro se incendiaba con la explosión del robot.
Vi la cola del perrito aterrizando sobre su techo. Ella comenzó a gritar y
agitar su puño hacia nosotros, diciendo palabras que hubieran hecho que
mamá me pellizcara hasta el punto de sacar sangre. Los ojos de mamá se
agrandaron cuando nos miró a nosotras y a papi.
—¡Corran! ¡Vamos! ¡Adentro, vamos!
Cuando entramos en la casa, los cuatro nos echamos a reír,
reproduciendo la mirada horrorizada en el rostro de la Sra. Kathy. Se sentía
bien estar de vuelta con mis padres y poder reír. Se sentía mejor de lo que
podría haber imaginado.
40
Cooper
Traducido por mariana90
Corregido por Cherrykeane

Después de dejar Wisconsin, volví a Nueva York. Era hora de volver a


unirme a Kyle y poner en marcha mi carrera nuevamente. Parecía que
había vivido toda una vida desde la última vez que me senté frente a él en
su escritorio. Estaba revisando sus correos electrónicos mientras revisaba los
mensajes en su teléfono celular, y por primera vez en un momento, se sintió
que las cosas volvían lentamente a la normalidad.
—¿Qué tenemos? —le pregunté, preguntándome qué ofertas se
estaban haciendo para limpiar el desastre que había hecho para Ky.
Empezó a revisar los papeles apilados en su escritorio.
—Lo normal para las revistas. Us Weekly, People, Star. Las ofertas de
televisión comenzaron a volar después de que salieron esas revistas.
Quieren que organices programas: “Desastres en la boda”, “Terapia de
pareja”, “Rehabilitación del Dr. Drew”. —Su voz comenzó emocionada y
me miró. Debe haber visto lo desinteresado que estaba en todo eso, pero
sabía que tenía que hacerse.
—Sabes qué, que se jodan. —Kyle recogió todos los papeles y los
partió por la mitad.
—¿Qué demonios estás haciendo?
Se aflojó la corbata, apagó su computadora y apagó su teléfono.
—Que se jodan, Coop. No merecen escuchar tu historia. ¿Sabes lo
que necesitas hacer?
Lo miré, sabiendo que estaba hablando con mi mejor amigo y no
con mi mánager.
—Lo que tienes que hacer es ir a Carolina del Sur y estar con tu
mamá. Al carajo toda esta otra mierda. Eres un fotógrafo increíble, no una
estrella de reality barata. Ve con tu mamá, decide exactamente qué es lo
que quieres y vuelve aquí. Y lo haré funcionar.
—¿Estás seguro? —le pregunté. Sería un sueño hecho realidad ir a
Carolina del Sur y cuidar de mi mamá por un tiempo.
—Lárgate de mi oficina antes de que cambie de jodida opinión. —
Kyle me arrojó los papeles. Me levanté, lo abracé y le di las gracias.

Visité a mi mamá todos los días y todas las noches cuando volví a
Carolina del Sur. Algunos días ella pensó que yo era su hermano. Otros días,
un completo extraño. En los peores días, me vio como mi padre. Y en los
mejores días, me llamó Cooper.
Hoy era Cooper, y ella realmente sabía dónde estaba. Las
enfermeras me dijeron que había sucedido antes, pero al día siguiente, ella
se desvanecería a finales de los noventa. Pero me aferré a eso. Hablamos
sobre la vida. Cómo Iris y yo nos habíamos separado. Pensé que sería mejor
poner algunos recuerdos nuevos en su mente para tratar de ayudarla a
recordar. Para descifrar la niebla. Le conté sobre Iris y el divorcio. Le conté
sobre los paparazzi. Le conté sobre Andrea.
Lloró cuando se dio cuenta de lo que le había sucedido, y yo
permanecí allí sentado hasta que se durmió. Regresé a casa, descansé y
volví al día siguiente.
—Cooper, ella está preguntando por ti —me informó la Sra. Wells. Su
sonrisa suave me dio la esperanza de que mamá estaba teniendo un buen
día.
Cuando entré en la habitación, escuché sorbidos suaves. Mamá
estaba mirando hacia la ventana, mirando hacia afuera. Me acerqué a
ella y coloqué mis manos sobre sus hombros.
—Mamá, ¿qué sucede? —le pregunté. Cuando se dio vuelta, limpié
las lágrimas que caían de sus ojos. En sus manos, ella estaba sosteniendo
un álbum de fotos, uno de los muchos que le quedaban con la esperanza
de que despertara algo de memoria.
Sus pequeñas manos acariciaron mi mejilla y me dio una breve
sonrisa.
—Me he perdido tanto.
—Todo está bien.
Ella apartó la mirada, casi avergonzada de haberse perdido tanto.
¿Cómo podría estar avergonzada? No fue su culpa. Seguí diciéndole que
todo estaba bien. Pero no estaba seguro de que ella me creyera.
Caminando hacia su cama, sacó un libro viejo, roto. Debe haber
estado en la caja de álbumes de fotos que dejé. Vi la cinta colgando y
supe exactamente qué era. Era el libro que hice para Andrea años atrás
cuando tenía once años. Me senté en su cama, hojeándolo. Mirando
cómo de felices éramos Andrea y yo juntos. Mamá se sentó a mi lado,
apoyando la cabeza en mi hombro y dijo:
—No cometas el error que cometí, Cooper. No desperdicies tu vida.
41
Andrea
Traducido por Alysse Volkov
Corregido por Cherrykeane

La primavera había llegado, y todavía lo echaba de menos.


Ladasha vino y se sentó en el porche conmigo.
—¿Por qué no lo llamas?
—No es tan fácil, Ladasha. —Pensé en algunas de las cosas horribles
que le había dicho a Cooper. Se repetían en mi cabeza una y otra vez. No
sabía cómo enfrentarlo. No quería nada más que llamarle y decirle lo que
estaba pasando en mi mente, que la idea de pasar otro día sin él era
insoportable. Pero no podía. No merecía el derecho de hablar con él.
—¿Por qué no? —preguntó ella.
—No entiendes, Ladasha. Dije algunas cosas terribles.
—Sí, lo sé. Le dijiste que sería un mal padre. Creíste las mentiras que
inventaron esas revistas. Te volviste contra él en un segundo porque su loca
exmujer lo hizo seguir. —Recordarme todas las cosas terribles que hice me
hizo sentir aún peor.
Su voz se suavizó.
—Pasaste los últimos meses llorando a alguien que te engañó y te
mintió. Escuchaste sus canciones y su correo de voz una y otra vez. Rociaste
su colonia solo para aguantar.
—¿Tratas de hacerme sentir peor? Porque está funcionando.
—La verdad es que tienes miedo de perder a alguien otra vez, así
que lo alejaste antes de que pudiera lastimarte. Tienes miedo de que él
también te mienta y te lastime. Nunca te juzgó por tu pasado, y el hecho
de que le arrojaste a la cara mierda que ni siquiera era verdad, está mal.
Como yo lo veo, ustedes dos están jodidos. Bien podrían estar jodidos
juntos.
—¿Por qué te importa? Tienes tu final feliz. Tienes tu futuro, así que
mantente fuera de mis problemas.
Ladasha se acercó más y me agarró por el mentón.
—Estás actuando como una perra.
—No me hables así.
—Soy tu mejor amiga. Puedo hablar contigo como se me dé la gana.
Despierta, Andrea. Y no trates de alejarme porque soy como las
cucarachas en el gueto. Seguiré apareciendo, sin ser bienvenida.
Solté una risita mientras me envolvía con sus brazos.
—Recibí una llamada de unos pocos estudios de baile… lo cual es
extraño porque no recuerdo haber solicitado ninguno, y tú solo me
contaste sobre uno. —La sonrisa de Ladasha me informó que había estado
detrás de mí fingiendo ser yo—. Quieren que entre y haga una audición,
bailar para ellos.
Su rostro se iluminó de alegría cuando escuchó las noticias.
—¿Eso significa que podemos irnos a casa ahora?

—No puedo creer que esto está pasando de nuevo. ¡Walter, di algo!
—Ladasha y yo nos sentamos en mi habitación mientras escuchamos a mi
papá, una vez más, tratar de convencer a mi mamá para que me
permitiera, una vez más, regresar a la ciudad de Nueva York. Me puse de
pie, caminé hacia las paredes de mi habitación y comencé a sacar del
lugar las fotos de Derrick y yo. Estaba lista para seguir adelante. Estaba lista
para dejarlo ir. Y estaba lista para regresar a la ciudad de Nueva York.
Sin embargo, esta vez era diferente. Esta vez no estaba buscando ir
y perderme. No, yo iba a encontrarme a mí misma. Iba a hacer algo de mí.
Bueno, al menos estaba pensando en eso, si mi mamá dejara de llorar.
—Mamá… —La miré cuando entré a la sala de estar.
Sus manos volaron a sus caderas y sacudió su cabeza hacia mí.
—¡Ni siquiera lo digas, Andrea! ¡Mira lo que sucedió la última vez que
fuiste allí! ¡Y esta vez ustedes chicas ni siquiera tienen trabajo! ¡¿Que
planean hacer?!
—Michelle nos está otorgando un préstamo hasta que podamos
devolverle el dinero. Además, tengo audiciones para trabajos de danza.
Mamá resopló y gimió.
—Si tuviera un dólar por cada vez que oí eso el año pasado. —No
pude evitar sonreír ante su comentario.
Ladasha entró en la habitación sonriendo de oreja a oreja. Los ojos
de mamá se estrecharon en ella.
—¿Y tú, señorita? ¿Cuáles son tus planes?
—Bueno, siempre puedo volver al club de striptease. —Sonrió. Ella
esquivó la almohada que voló hacia su cabeza—. Bien, bien. Un amigo me
ofreció un trabajo en una galería de arte como recepcionista. Voy a
trabajar allí durante el verano y estoy inscrita en un programa de cine de
verano.
Mamá nos hizo señas a Ladasha en el sofá y ella también la abrazó.
—Permítanos que papá y yo les enviemos dinero cada mes, chicas.
—Mamá, no —dije.
—Está bien —respondió Ladasha. La golpeé en el brazo—. ¿¡Qué!?
Ella se ofreció. Y tenemos que comer.
Los ojos preocupados de mamá miraron mi cuerpo. Había ganado
al menos diez kilos desde que llegué a casa, pero ya conoces a mamá, la
verruga preocupante.
—Ni siquiera comiences, mamá.
Ella sonrió.
—Bueno. Pero si ustedes necesitan algo, regresarán. ¿De acuerdo?
Sonreí y miré a papá que nos estaba sonriendo a las tres. Sr.
Silencioso, pero siempre feliz.
Él asintió en señal de aprobación. Me volví hacia mamá y le di la
mano.
Trato hecho.
En la noche volvimos a Nueva York, esperamos en el aeropuerto para
tratar de llegar a nuestro apartamento. Cada vez que conseguíamos un
taxi, otra persona ya se había subido.
—Oye, un segundo… —Busqué en mi bolso y saqué la tarjeta que
había recibido del viejo taxista que me dio algunos viajes gratis antes. Lo
llamé y él estuvo allí en menos de quince minutos.
—¿Cómo estuvo tu viaje? —preguntó Joe mientras nos llevaba a
nuestro apartamento. Me di cuenta de que no tenía encendido el reloj de
pago, y no pude evitar sonreír.
—Ya sabes, lo mismo de siempre. Estresante. Dramático. Triste.
Asintió, manteniendo su mirada en el camino.
—Sí. A veces los viajes pueden ser más estresantes que cualquier otra
cosa. Sin embargo, otras veces, pueden ser exactamente lo que necesitas
para darte cuenta de lo que te estás perdiendo.
Ladasha levantó una ceja ante la interacción entre Joe y yo, y noté
que se sentía fuera del lugar. Acercándose a mí, comenzó a susurrar:
—¿Qué es esto? ¿Tienes tu Yoda personal o algo así?
¿Un Yoda personal? Ojalá. Pero a como resultó, solo tenía un Joe,
que era lo suficientemente bueno para mí.

Conseguí un trabajo en un pequeño, pero impresionante estudio de


baile. No estaba pagando por completo las cuentas, pero estaba feliz de
que Michelle nos ayudara por un tiempo. Poco a poco me fui adentrando
en la rutina de la ciudad. Y enseñar el baile a individuos que eran nuevos
en la forma de arte era lo mejor que podía haber hecho.
Por supuesto, buscaba cualquier oportunidad de baile que surgiera.
Parte de ser un neoyorquino era comprender el ajetreo de todo. Nada iba
a ser entregado en bandeja de plata; tenías que hacerte un nombre. Y
estaba decidida a hacerlo. Me lo debía a mí misma. Todo estaba cayendo
en su lugar. Estaba haciendo lo que me gustaba, viviendo con mi mejor
amiga y aprendiendo a mantenerme por mi cuenta. Pero aun así lo
extrañaba.
Todavía lo deseaba.
Estaba a solo una llamada en mi teléfono celular, pero sabía que
probablemente ya había encontrado su orden. Y no me iba a poner en su
camino. Ladasha siguió rogándome que al menos lo llamara para ver
cómo estaba, pero me negué.
Un sábado por la mañana, a principios de junio, hubo terribles
tormentas eléctricas. No tenía planes de salir a corto plazo, excepto para
ir a la subasta de arte de la que Ladasha no había dejado de hablar desde
que comenzó su trabajo. Llamaron a nuestra puerta y levanté la vista del
sofá hacia mi mejor amiga.
—¿Esperas a alguien? —Ella negó con la cabeza, preguntándose
quién podría ser. Arrastrándome lejos del sofá, me acerqué, abrí la puerta
y me sorprendió ver a mamá, a papá y a Eric de pie allí.
—¡¿Qué están haciendo ustedes aquí?! —pregunté cuando entraron
al apartamento. Mamá miró a su alrededor y sonrió, asintiendo en
aprobación de nuestro pequeño espacio.
—Estábamos en el vecindario y pensamos que podríamos pasarnos
por aquí.
—No, en serio…
Todos me ignoraron y se pusieron cómodos. Los ojos de Eric se
iluminaron cuando vio a Ladasha, y yo sabía que ella tenía algo que ver
con ellos viniendo aquí.
—Andrea Mae, ¿debes ser tan dramática? ¡Solo sé feliz de que
hayamos venido! —Me reí al escuchar esto de mi mamá, también
conocida como la persona más dramática en este planeta.
Mi corazón dio un vuelco al ver a Eric y Ladasha abrazados. Sentí una
ola de celos mezclada con felicidad por ellos.
—¡Esto es genial! ¡Todos ustedes pueden venir a la galería de arte
esta noche! ¡Vamos a tener una gran fiesta de subastas! —exclamó
Ladasha mientras se aferraba a Eric como si pudiera desaparecer si lo
dejaba ir. Estaba bastante segura de que Eric no tenía planes de dejar su
lado pronto. Eso fue hasta que se dio cuenta.
—¡Oh mierda! ¡Andrea, lo olvidé! —Eric saltó de su silla y corrió hacia
su equipaje, descomprimiéndolo. Sacó un paquete y me lo entregó.
—¿Qué es eso? —cuestioné.
Se encogió de hombros.
—Cooper se lo envió a Michelle y me dijo que te lo diera.
Cooper…
Solo oír su nombre hizo que mi corazón saltara mientras abría el
paquete.
Mis ojos se llenaron de lágrimas cuando abrí el paquete para ver un
libro roto, con fotos de nosotros cuando éramos niños. Los dos parecíamos
tan felices…
—¿Qué…? —No podía hablar. Me volví hacia mi hermano,
buscando más de una explicación.
—Él dijo que te dijera que nunca fuiste su segunda opción. Algo
como que tú fuiste su única opción. Michelle dijo que él está en la ciudad.
Una reunión con su agente en el edificio Williams Management.
El aire se hizo denso. No estaba segura de lo que se suponía que
debía hacer con la información que se me presentó. Miré alrededor de la
habitación para que alguien me dijera qué hacer. ¡Dime qué hacer! Me
sentí decaída. Sí, estaba a punto de desmayarme, y mis piernas estaban a
punto de darse por vencidas. Eso fue hasta que volteé para ver la mano
de papi sobre mi hombro. Sentí su amor y apoyo corriendo entre sus dedos.
—Ve, Andie.
No podía. ¿Qué iba a decir? ¿Qué debería hacer?
—Un Lugar Llamado Notting Hill. —Me giré para ver a mi mejor amiga
sonriendo hacia mí. Una charla de ánimo de Ladasha definitivamente era
necesaria. Ella siempre lo sabía—. No tienes que demostrarle nada. Haz lo
que hizo la chica de Un Lugar Llamado Notting Hill.
Eric besó su mejilla y envolvió sus brazos alrededor de su cintura.
—Te refieres a la película cuando ella dijo: “Soy solo una chica de pie
frente a un chico, pidiéndole que me ame”. —Fueron las rodillas de
Ladasha las que casi se rindieron ahora. Conoció a la única persona que
entendía su desvarío y la veía y la amaba por ser quien era exactamente.
Me volví hacia mi mamá, quien puso los ojos en blanco.
—Oh, por el amor de Dios, Anders. ¡Ve! —Me entregó mi bolso, me
arrojó un par de zapatos y me empujó por la puerta antes de golpearme
en el rostro. La puerta volvió a abrirse y mi mamá me tendió un paraguas y
una chaqueta—. Asegúrate de usar estos. Está mojado y no quiero que te
resfríes. Me conoces, me preocupo. —Me guiñó un ojo cuando me incliné
y le di un beso en la mejilla.
Y me fui corriendo.
42
Cooper
Traducido por ∞PurpleGirl∞
Corregido por Cherrykeane

Me senté frente a Kyle preguntándome qué estaría pensando. Le


acababa de presentar mi idea y él no había dicho una palabra.
—¿Estás seguro de que esto es lo que quieres?
Asentí.
—¿Y quieres realmente llamar a esta gente? Escucha, como dije
antes, que se jodan, no merecen escuchar tu historia.
—Sí, lo hacen —dije.
—Está bien. —Sacudió la cabeza mientras se dirigía a su
computadora y comenzaba a escribir—. Sin embargo, debo decir que
estoy sorprendido. Realmente arreglaste tu mierda, mi amigo.
Vi como la lluvia bailaba contra la ventana, y me mordí el pulgar.
Me sentía un poco agotado después de pasar los últimos meses con mi
mamá, pero ella estaba mucho mejor y me dijo que volviera a mi vida. Así
que lo hice. De vuelta en el ojo público. De regreso a mi llamada “vida”.
Me puse de pie y me estiré un poco.
—Voy a tomar un poco de aire, tal vez tomar algo para almuerzo.
¿Quieres algo?
—No, estoy bien. Pero Cooper, estas cosas aquí. —Ky tocó los
paquetes en frente de él—. Esto es bueno. Si hubiera algo que pudiera
pintarte de una buena luz, esto lo sería amigo.
Cuando salí del edificio, dejé que el agua golpeara mi rostro. Mis
manos se deslizaron en mis bolsillos, y cuando mi pie salió de la acera,
escuché los neumáticos de un taxi detenerse antes de que me golpearan.
Enojado, di un golpe al capó del vehículo amarillo y le grité al estúpido
conductor.
—¡Jesucristo! ¡¡Mira hacia dónde vas!!
El conductor bajó la ventanilla y se disculpó. No me importaba;
empecé a seguir caminando hasta que oí que el conductor me gritaba.
—¿Coop? Cooper, ¿eres tú?
Dando la vuelta para mirarlo, no podía creer lo que veía.
—¡Jesús!
Se echó a reír y me saludó con la mano desde el taxi.
—Sí, bueno, me llaman Joe en las calles. Entra. —Me senté en la parte
trasera del taxi, sorprendido de que acababa de encontrarme con el único
hombre que prácticamente me había salvado la vida en el hospital
psiquiátrico.
»Entonces, ¿cómo has estado? No pensé que volvería a verte
después de que dejáramos la clínica —dijo. Sorprendentemente, no
parecía sorprendido de verme.
—He estado bien. ¿Qué pasa contigo? ¿Todavía estás salvando
vidas?
—Nah, me pusieron estos medicamentos que realmente me hacen
pensar que soy humano. El hombre siempre está tratando de retenernos. O
debería decir mujer: mi esposa me pone las píldoras en mi avena.
—Sí. Bueno, estoy seguro de que eres un gran humano. —Sonreí.
—¿Alguna vez encontraste a esa chica? —preguntó. Él fue quien me
dijo que conocería a alguien que no fuera Iris, y estaba lejos de
equivocarse.
—Lo hice.
—¿Sí? ¿Y cómo funcionó eso?
Mi cabeza cayó al suelo. Se dio cuenta de mi mirada por el espejo
retrovisor y cambió de tema.
—¿A dónde tienes que ir? —preguntó mientras doblaba la esquina.
Me mordí el labio.
—No lo sé. ¿Tienes un minuto tal vez? Podríamos comer algo.
43
Andrea
Traducido por Myr62
Corregido por Cherrykeane

Avancé por las calles de Manhattan, salpicada de charcos,


esquivando autos e intentando lidiar con un paraguas que no quería
cooperar conmigo. Frustrándome, arrojé el paraguas a un lado y me mojé
bajo la lluvia.
En el momento en que llegué al edificio Williams Management hice
una pausa y respiré profundamente. Era ahora o nunca, y yo estaba lista.
Cuando entré en la oficina de Kyle, mi corazón cayó.
—¿Cómo puedo ayudar… —Kyle me miró con ojos confundidos.
—¿Cooper Davidson está aquí?
—Se acaba de ir... Espera un minuto. Tú eres la chica. Santa Mierda
—susurró.
—Lenguaje —murmuré, siguiendo los pasos de mi mamá.
—¡No! ¡Eres la chica! ¡Eres la de las revistas! ¡El club de striptease! —
Mis mejillas se sonrojaron cuando recordé las revistas. No fue lo mejor de mi
vida, y estaba tratando de olvidarlo.
—Sí —dije con voz suave—. ¿A dónde fue? —pregunté, cambiando
de tema.
—Almuerzo. ¿Quieres que lo llame?
Por favor. Asentí y me senté en la silla frente a él. Mientras él marcaba,
me sentí enferma. Sabía que llamar no serviría de nada porque sentí la
vibración del teléfono celular de Cooper debajo de mi trasero.
Cuando Kyle lo vio, me dio una mirada triste. Antes de que pudiera
disculparse y consolarme por las lágrimas que caían de mis ojos, negué con
la cabeza.
—Está bien. —Cuando me volví para alejarme, limpiándome el rostro,
volví a mirar a Kyle una vez más—. ¿Te mataría llevar a Jasmine a una cita?
Pareció sorprendido.
—¿Qué? ¿Jasmine? —Miró hacia abajo, y cuando sus ojos
reaparecieron, tenía una sonrisa astuta en los labios—. ¿Crees que ella
estaría interesada en mí? Quiero decir. Aparte de cuando lo hicimos...
bueno... ya sabes. —Levantó las cejas y tartamudeó como un niño
pequeño que tenía su primer enamoramiento.
Una pequeña sonrisa se escapó de mi boca cuando le dije que la
llamara.

Después de regresar a casa, mojada y deprimida, dejé que mi familia


me consolara.
—¿No intentaste llamarlo? —preguntó papi. Asentí y les dije que
había dejado su teléfono en el edificio.
—Bueno, tal vez... —Mamá trató de dar un poco de esperanza, pero
no estaba interesada. Tal vez era una señal de que no estábamos
destinados a ser. Quizás era demasiado tarde para los dos.
Quizás era hora de seguir adelante.
Supliqué a todos que dejaran de hablar sobre eso y lo dejaran ir.
Finalmente estuvieron de acuerdo.
Todos nos preparamos para ir a la galería de arte, y nuevamente
Ladasha me dijo lo emocionada que estaba por todo. Cuando llegamos
allí, me sorprendió ver a la multitud alrededor del edificio, incluidos los
paparazzi destellando afuera. Ladasha me dijo que era una gran cosa,
pero yo no pensé que los paparazzi estuvieran involucrados, y realmente
esperaba no volver a ver a esa gente nunca más.
Cuando entramos para ver un montón de gente en elegantes trajes
de fantasía, un fuerte grito escapó de mis labios cuando miré a mi
alrededor y vi grandes fotos mías en toda la habitación. Había fotos de mí
bailando en la cancha de tenis, en Carolina del Sur. Fotos sosteniendo a
Pecas. Fotos mías llorando.
Algunas eran en blanco y negro, otros con pálidos colores.
Estaba abrumada cuando sentí un golpecito en mi hombro y me
volví para ver a Cooper parado frente a mí. No me vinieron a la mente las
palabras, así que permanecí allí como una idiota.
—¿Alguien te ha mostrado los alrededores? —preguntó. Negué con
la cabeza—. ¿Puedo? —Tomó mi mano y me acompañó. Sentirlo tocarme
despertó mi alma; su toque solo le dio a mi corazón el impulso que había
estado buscando. Su cabello era más largo, y se había dejado crecer un
poco la barba; se veía perfecto. Mis ojos comenzaron a llenarse de agua
mientras lo miraba. Dios mío, tan perfecto. Me dijo que estaba más atraído
por la modelo en sus fotos porque tenía defectos. Tenía pasión por todo lo
que hacía. Ella bailaba cuando caminaba y cantaba cuando hablaba.
Me llevó a la foto de Carolina del Sur. Se inclinó más cerca de mí, sus
labios tocando el borde de mi oreja. Su aliento dulce y caliente me golpeó
mientras hablaba.
—Esta es mi favorita. Mira, durante el fin de semana de esta sesión,
como nunca, apareció la bailarina. No solo físicamente, sino
emocionalmente ella estaba allí. Invirtió en este proyecto. Se rio, me acogió
en su mente. Me permitió verla. Por supuesto, después de eso ella se cerró
un poco más e intentó huir, pero esa es otra foto. —Se rio disimuladamente.
Me volví hacia él y me di cuenta de cuánto había extrañado su
sonrisa. Sus hoyuelos. Su risa.
Encontré la fuerza para hablar.
—Lo siento mucho. Yo solo. Todavía estoy destrozada por Derrick y
realmente estoy haciendo mi mejor esfuerzo para recuperarme. Sé que te
dije algunas cosas terribles y comencé a pensar... ¿Qué pasa si algo te
sucediera? ¿Qué pasa si me engañaras? ¿Qué pasaría si murieras? ¿Cómo
podría manejar eso? Pero eso fue solo yo...
—Cállate.
Me sorprendió un poco diciéndome que me callara, pero tenía que
hacerle entender de dónde venía.
—Sé que probablemente todavía estés molesto...
—Dije que te callaras. —Su acento sureño era denso, y sabía que era
hora de cerrar mi boca—. Estoy loco por ti, Andie. He estado loco por ti
desde que tenía nueve años. Estaré loco por ti cuando tenga noventa
años. Estoy loco por todo lo que sé de ti. Estoy loco por todo lo que planeo
saber.
—Coop... —susurré.
Meneó la cabeza y levantó uno de sus dedos índice.
—Aquí está el caos. —Levantó su otro dedo índice muy lejos del otro.
—Y aquí está el orden. No te estoy pidiendo que saltes de uno a otro por
mí. Solo estoy pidiendo que nos encontremos en algún lugar alrededor del
espacio entre los dos. Nunca tendremos que casarnos. Nunca tendremos
que decir “Acepto” o bailar lento una estúpida primera canción. Pero
quiero que sepas que Acepto. —Tomó mis manos y me acercó más a él
mientras continuaba.
»Prometo darte todo de mí todos los días. No puedo prometerte que
no será difícil, y no puedo prometerte que las cosas malas no sucederán,
pero sí prometo que valdrá la pena. Te daré todo de mí, lo bueno, lo malo
y las partes rotas porque sé que me haces mejorar. Me completas.
Sonreí mientras él limpiaba las lágrimas que caían de mis ojos y mordí
mi labio inferior.
—Estoy asustada.
Asintió en comprensión.
—Sí. Yo también.
—Pero prefiero tener miedo contigo que aterrorizado sola.
—Iremos despacio. Tal vez una cita al café.
Sonreí ante su oferta y agregué.
—Quizás el desayuno.
—Tal vez un refresco o dos —intervino. Puse cara larga y puse mis ojos
en blanco, rápidamente se retractó de su declaración—. Fue un chiste. Uno
malo, mal momento, inoportuno. Bien, borra eso de tu mente. —Pasó su
mano por mi mejilla—. Eres tan hermosa.
Me reí.
—No voy a acostarme contigo, así que puedes dejar de intentarlo
tanto.
Cambió a una actitud seria.
—No estoy buscando sexo.
—¿Sí? ¿Y qué es lo que buscas?
Sonrió y me guiñó un ojo.
Miré cerca de la ventana de la galería de arte y noté que todas las
cámaras de los paparazzi detallaban en nosotros dos. Le dije:
—Realmente quiero besarte, pero parece que tenemos audiencia.
Sonrió, puso su mano sobre mi espalda baja, y me acercó más a él.
Pude sentir su aliento contra mi piel mientras susurraba:
—Démosles su maldita foto y nos dejarán en paz.
—¿Promesa?
—Nop. —Sonrió mientras me tomaba en un profundo y apasionado
beso. Todos desaparecieron al instante en que sus labios se encontraron
con los míos. Solo éramos él y yo en ese momento, y nadie, ni siquiera los
paparazzi, nos podían quitar eso.

FIN

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