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Aldezafiro

Por

Miguel Ángel Patiño Fajardo




Capítulo I
Una penosa enfermedad.

Mirando a la ventana, en el cuarto 323 del hospital San Martin de Porras,


desde su silla de ruedas, Susana Lemus, contempla con nostalgia sus últimos
días.
Su mente trae imágenes de su infancia y juventud; recordándose a sí
misma cómo una persona fuerte, que había superado fiebres, dengue, gripas,
tragedias, hambre, y siempre se levantaba de cada una de ellas, sin embargo
desde hacía ya cinco años, su cuerpo venia debilitándose, sus miembros iban
perdiendo la capacidad de moverse, hasta llevarla a la postración y su
pronóstico cada vez era más sombrío; padecía de una enfermedad poco
común, no se sabía su causa y tampoco su cura; sin embargo más enfermo que
su cuerpo, se encontraba su alma, que había encontrado en su inmovilidad la
excusa perfecta para la amargura.
En el cuarto del hospital todo la irrita; los gritos del paciente del cuarto
contiguo, cada vez que le hacen curaciones en sus heridas, el cuidado del
personal de enfermería, las visitas, la comida, la luz, pero lo que más le
molesta, son las revistas médicas, en donde varios doctores hablan de su caso
y disertan haciendo conjeturas científicas; precisamente esto era lo que más le
incomodaba, porque ella, antes de su fatídica enfermedad, también lo hacía.
Sentía que todo lo que había logrado, lo había hecho por sus propios
medios y que por lo tanto no tenía deudas con nadie. Su infancia había sido
muy conflictiva, sus padres no querían tener hijos y su llegada los sorprendió
tanto, que el padre de Susana había huido de la responsabilidad, dejándole
todo el trabajo a su madre, Matilde, la cual también culpaba a Susana de todas
sus desdichas; Matilde tuvo que abandonar sus estudios para poder trabajar y
así poder cuidar a Susana, sus padres no la habían querido ayudar y con los
pocos ingresos que conseguía, se puede decir que no gozaban de ningún lujo
en su pequeño hogar, ella y su pequeña hija.
Sin embargo Susana era especial, desde pequeña entendió que tenía que
afrontar la vida sola, el destino le proveyó en inteligencia lo que no le había
dado de amor y dinero; en la escuela pública donde estudiaba, pronto se dieron
cuenta de su inteligencia excepcional, de su habilidad con los números, las
letras y las ciencias, y le otorgaron una beca en el colegio más prestigioso de
la ciudad, en donde solo los niños con padres ricos estudiaban. Pero allí
tampoco fue feliz, en ese sitio la rechazaban por ser de origen humilde y
porque aunque todos los jóvenes que estudiaban allí eran niños muy
inteligentes, Susana los superaba a todos y eso la había vuelto orgullosa y
petulante con el resto del mundo.
Se graduó de bachillerato mucho antes de lo esperado, a los 14 años;
posteriormente inició estudios de medicina, en una de las universidades más
reconocidas del país, en donde también ganó una beca y pudo graduarse con
honores a los 19 años; sin esperar mucho tiempo ingresó a estudiar una de las
especialidades médicas más exigentes académicamente, convirtiéndose en
poco tiempo en una sobresaliente profesional, en el ejercicio de su carrera y
por sus logros académicos; era un ejemplo para todos los que conocían su
origen humilde y el orgullo de su mamá, que aunque no la había apoyado lo
suficiente en su estudio, veía ahora en la carrera de su hija, la posibilidad de
salir de esa vida, en que por causas del destino se había sumergido.
Los éxitos académicos de Susana, sólo habían hecho crecer más su orgullo
y amor hacia sí misma, no mostraba compasión y aunque sus pacientes la
buscaban esperando una voz de aliento, ella encontraba en su conocimiento
una forma de distanciarse emocionalmente de ellos; nunca creyó en el amor,
había visto lo que este le había hecho a su mamá y no quería terminar como
ella, además no tenía tiempo para sentimientos ridículos. A los hombres los
veía como obstáculos en su carrera hacia el éxito y los consideraba inferiores a
ella; con sus colegas disfrutaba de una extraña fascinación por descubrir sus
errores, para luego hacerlos públicos; tampoco creía en la familia, porque ella
había surgido sola sin necesidad de una, la amistad y el amor, era un
imaginario colectivo, solo real en los libros y por supuesto tampoco creía en
Dios, lo único que existía era lo que se podía ver, tocar o probar, por eso le
gustaba tanto ser médica, porque sentía que desafiaba a la misma naturaleza
quitándole el poder de la muerte con la ciencia que conocía.
Se paseaba por las salas del hospital en donde trabajaba, en las largas
revistas médicas alardeaba de su conocimiento, humillaba a sus estudiantes, e
ignoraba al paciente que tendido en una cama, esperaba entender todo ese
infernal número de palabras que parecían sacadas de un lenguaje
extraterrestre; a la Doctora Lemus, ignorando su ansiedad, desconsuelo y su
dolor, solo le importaba el nombre y tipo de enfermedad y el manejo que
enseñaba el último artículo sacado de prestigiosas revistas científicas para el
caso en particular.
Y el destino que antes la privilegiaba, parecía volverse ahora en contra de
ella, colocándola en el otro lado de la camilla, sufriendo como paciente todo lo
que ella hacia sufrir a los suyos, pero sumado con una gran sensación de
impotencia, porque ni ella con toda su inteligencia, ni los “doctorcitos” que le
habían asignado podrían ayudarla, sabían que no había remedio para ella y que
la enfermedad que ahora sufría, la llevaría a una muerte lenta y dolorosa.
Susana no tenía la esperanza que tienen los moribundos, de llegar a un
lugar mejor, no podía creer en la vida eterna o pensar en la fábula del paraíso o
del infierno, inventada para “ engañar a las masas” , tampoco tenía amigos, los
que la alababan se había ido y su familia, mejor dicho, su mamá Matilde, tenía
prohibida la entrada a la clínica por orden de Susana, por ello se encontraba
sola en ese cuarto, inmóvil sin poder mover sus extremidades, dependiente de
las enfermeras, y con muchas heridas en su alma, que nunca habían sanado.
Los médicos de guardia sabían que su enfermedad producía fuertes
dolores, por lo que aunque Susana no estuviera muy de acuerdo, le
administraban sedantes para que pudiera tolerar el dolor y dormir algunas
horas, en las que también dejaría descansar a las enfermeras que la cuidaban y
a los pacientes que podían dejar de escuchar sus quejas.

Capítulo II
Una misión

Susana por lo regular no soñaba, no como la demás gente lo hace, siempre


estaba estudiando, y cuando dormía, si al caso repetía las lecciones de
anatomía en su cabeza, pero ahora en este estado de somnolencia inducido,
había empezado a soñar.
La primera vez que Susana soñó, se despertó sobresaltada, era algo
realmente nuevo para ella, pero trajo a su mente las clases de psiquiatría en
donde hablaban de la fisiología del sueño, recordaba que le habían hablado
sobre ensoñaciones, etapas de visiones que muchas personas experimentaban;
recordaba también algunos de sus pacientes que en su estado convaleciente,
tímidamente le habían compartido sus estados oníricos, sabía que los sueños
siempre eran irreales y sobre todo incoherentes, por lo que después de
despertar se encontró desorientada y sintió tristeza, al ver que también tenía
esas ridículas ensoñaciones producto de la imaginación una mente débil.
Sin embargo, a pesar de que la mayoría de los sueños se nos olvidan tan
pronto despertamos, Susana recordaba perfectamente cada detalle del suyo, el
cual tenía una coherencia y una lógica sorprendente, podía verse a ella misma
en el sueño, vestida con una armadura de guerrera, cabalgando velozmente;
recordaba como sentía el viento rozar en su rostro, las gotas de sudor caer por
sus mejillas, sus rubios cabellos danzaban vigorosamente con el movimiento
de su corcel y sus extremidades, tan fuertes y tan vigorosas como hacía tiempo
no las sentía y misteriosamente sintió descansar por un momento de su
amargura, aunque fuera solo por el efecto de ese medicamento, se olvidó por
completo de la enfermedad que la había obligado a estar así.
Posteriormente, los sueños se iban haciendo más frecuentes, pero contrario
a los sueños que tenemos normalmente, cada sueño de Susana se encadenaba
uno con el otro mágicamente, una vez dormida Susana se vio vestida con su
impecable armadura, escuchaba la brisa silbar una dulce melodía, mientras
cabalgaba en Lykus, un hermoso corcel castaño oscuro, que galopaba con tal
ligereza que parecía flotar en medio de la llanura.
Mientras corría, otro jinete montado sobre un caballo alazán, se acercaba
velozmente, pronto supo que se trataba de Diego Aragón, capitán de la guardia
del rey quien había sido enviado a escoltarla, porque según él , Susana era
muy valiosa para el reino. Bajo la armadura plateada que usaba, se podía
adivinar que era un hombre alto, y fornido, una larga y brillante espada
colgaba de su cinturón, había servido en la época oscura del reino, y ahora era
uno de los principales hombres del rey, a quien este encomendaba sus
principales misiones; galopaba estupendamente, mientras lo hacía le recordaba
lo maravilloso del reino de Aldezafiro, de cómo había surgido de las ruinas
desde el último ataque del rey Belium, que con sus oscuras fuerzas siempre
había querido conquistarlo; Aldezafiro era un oasis en medio de este mundo,
ya que se decía que solo en este reino cada hombre y mujer podían ser libres.

Capítulo III
El castillo de Mobark

Diego acompañaba a Susana al castillo de Mobark, residencia del rey,


durante su travesía, discutían sobre la importante misión que les había
encomendado el monarca. Según lo que decía su compañero de viaje, era vital
para el desarrollo del reino.
Después de recorrer la llanura, al fondo, encumbrado en la montaña, se
visualizaba un magnífico palacio, estaba rodeado por murallas en piedra y dos
torres adornaban la entrada principal, sobre la torre oriental, se levantaba el
estandarte del reino; el camino empedrado que terminaba en una puerta de
madera, estaba rodeado por robles que custodiaban el paso de los visitantes al
castillo. A medida que se iba acercando a este, Susana tenía la extraña
sensación que los grandes árboles le abrían paso y que sus hojas se inclinaban
con la ayuda del viento, como dándoles la bienvenida.
Susana estaba impresionada por la belleza del sitio, la puerta se abrió al
paso de ellos, a la señal del centinela que vigilaba la entrada, una vez adentro,
en la plaza de armas, se encontraron con un jardín, con un sinnúmero de flores
exóticas, que Susana no recordaba haber visto antes, en medio de este, se
levantaba la torre central, de unos 30 metros de altura, a la cual se accedía por
una escalera en forma de caracol, sus paredes eran de un tipo de material azul
oscuro y estaban adornadas con figuras de leones y seres mitológicos. Tenía
grandes ventanales donde se ondeaban orgullosas las banderas del reino.
La guardia del rey, dio la bienvenida a los viajeros, y los guiaron a una
estancia privada en donde podían cambiarse y quitarse su armadura, Susana
entre los vestidos que tenía disponibles, escogió uno verde esmeralda, que le
quedaba a la medida y resaltaba el color de sus ojos, se maravilló al verse en el
espejo, se sorprendía al verse de pie, con sus piernas firmes, y su figura
esbelta, recordaba que así lucia antes de su penosa enfermedad, sin embargo el
ambiente mágico de aquel sueño, y aquel vestido en particular la hacían verse
como una verdadera princesa.
Al salir del cuarto se encontró con Diego, el caballero que antes escondía
la armadura, salió a su encuentro vistiendo un traje café oscuro, aunque joven,
su rostro mostraba ya rasgos de madurez, y en su cabello negro rizado, se
vislumbraban algunas tímidas canas; Diego guio a Susana al salón central , en
donde los esperaba el rey de Aldezafiro.
Pasaron primeramente por la galería de los espejos, el museo de armas y
luego cruzaron por la galería central en donde se levantaban los bustos de los
monarcas anteriores, al entrar Susana se dio cuenta que en ese momento,
justamente cuando estaba impresionada por la belleza del palacio, el rey la
saludó:
-Bienvenida mi querida Susana, me alegro que nuevamente pueda tener tu
presencia en mi palacio.
Susana quedo atónita al saludo del rey y no supo que responder.
Caracterizado por su barba blanca y abundante, que contrastaba con su
mirada negra y profunda, que parecía ver los pensamientos de alguien cuando
lo miraba fijamente, el rey Augusto vestía su traje habitual, un vestido largo
que se arrastraba por el piso de palacio, hecho con lino finísimo, con un color
azul y destellos plateados con los que parecían jugar los rayos de luz que
entraban por los ventanales del palacio.
Al ver la cara de sorpresa de Susana, el rey se alertó y se acercó a ella para
saber si le pasaba algo malo,
-¿Te acontece algo querida, te duele algo, quieres que te sirvan algo de
comer? Le preguntaba el rey.
Desde el otro lado Diego le hacía señales para que le dijera algo al rey,
-Mi rey no debe preocuparse, solo estoy maravillada de la belleza de su
palacio y de lo hermoso de su vestido real, respondió Susana asombrándose de
la facilidad que tenía para expresarse de forma adecuada ante el rey.
-Oh que bueno, pensé por un momento que estabas enferma o afligida por
algún problema, pero ven, quiero que vayamos al comedor y discutamos
algunos puntos finales de su misión.
Estaban caminando hacia el comedor con el rey y de un momento a otro
Susana sintió un dolor lancinante en uno de sus pies, lo que la obligo a
detenerse y quejarse del dolor, tanto el rey como Diego acudieron a su ayuda,
en ese momento, ella vio como poco a poco desaparecían frente a sus ojos;
poco después estaba despertando en su cama de hospital con un fuerte dolor en
su pierna fruto de su enfermedad y de que se acabara el efecto de sus
medicamentos.
Al volver a la realidad, se sorprendía nuevamente de sus sueños y de lo
reales que eran, extrañaba esa sensación aunque fuera irreal de poder valerse
por sí misma. Al lado de su cama estaba uno de los médicos que la trataban, y
le contaba cómo iba su enfermedad, ella solo veía el movimiento de sus labios
pero poco le importaba lo que dijera, no podía alejar sus recuerdos del palacio
del rey y de Diego.
Cuando estuvo totalmente consciente, le preocupaba como había avanzado
su incapacidad para moverse, antes podía sentarse aunque con dificultad pero
ahora tenía que recibir la ayuda de sus cuidadores, le parecía denigrante tener
que ser ayudada en sus necesidades básicas, el maldito pato que le ponían
debajo para poder orinar era insoportable, a quien se le había ocurrido que uno
podía orinar en esa cosa. Por lo menos ahora, aunque no eran reales sus
sueños, eran algo diferente en que pensar.
Su día se convertía en algo insoportable, estar acostada continuamente en
una cama de hospital, se había vuelto su peor condena, venía a su mente todas
las ocasiones en que no le importaron las largas semanas que sus pacientes
tuvieron soportar estar en ese estado, muchas veces sin ningún pronóstico a la
espera de que ella hablara con sus familiares y les dijera que no había solución
para su enfermedad y que estarían mejor en sus casas viviendo sus últimos
días y no en una cama de hospital esperando un tratamiento que no cambiaría
su enfermedad.
A las siete de la mañana llegaba esa insoportable enfermera, siempre
cantando y saludando, Susana pensaba que si Juana tuviera tan solo el diez por
ciento de su enfermedad dejaría de estar tan alegre; parecía de unos 35 años,
no muy alta y con una talla aumentada por los partos que se notaba que había
tenido; lo que más le disgustaba era esa alegría que no se marchitaba por más
que la fumigara con su amargura,
-Doctora Susana, buenos días ¿cómo amaneció? Preguntaba la enfermera,
-¿Cómo le parece a usted Juana?, así se llamaba la enfermera.
-Pues yo la veo bien, su piel está muy bien, su cabello sigue igual de
hermoso. Espéreme un segundo y voy a preparar su baño, tibio como a usted
le gusta.
Mientras la bañaba, Juana solía cantar, no era muy afinada pero siempre
interpretaba todas las canciones completas, Susana solía burlarse de ellas y
cambiarles la letra.
Después del baño, la dejaba tomar un rato el sol sentada cerca de su
ventana, estando allí, el paciente de la cama del lado siempre buscaba
conversar con ella, pero Susana nunca respondía su conversación; le hablaba
de su familia, su esposa, sus pequeñas hijas, y de lo difícil que era para él estar
en ese hospital con una enfermedad que sabía que pronto lo mataría.
En la tarde volvían los terribles dolores de sus extremidades, que aunque
ya casi no le servían para nada, si le producían un gran dolor que cambiaba la
apariencia de su rostro, mezclando rabia y frustración, empezaba a maldecir,
en ese momento, las enfermeras del piso sabían que era hora de su sedación.
Cuando empezaban a ponerle los medicamentos tenía la extraña sensación de
que se separaba de su cuerpo, que el dolor perdía importancia y que por fin
podía pensar en dormir; poco a poco el cuarto del hospital se iba oscureciendo
y sus parpados negándose a cerrarse recorrían muchas veces sus ojos, hasta
que vencida por el sueño se dormía.
-¿Qué te pasó Susana mía? Dime la verdad, ¿estás enferma? - Le
preguntaba el rey.
Susana abría lentamente sus ojos y veía al rey y a Diego que la ayudaban a
levantar, ella estaba arrodillada en el pasillo del palacio, rumbo al comedor
donde los había invitado el rey, pero no entendía aun lo que había pasado.
-¿Te duele algo Susana? Le pregunto Diego.
Sonrojada un poco por tantas atenciones del rey y Diego, no le quedó más
que responder,
-Creo que tuve un desgarro muscular, decía Susana que todavía aturdida no
se acordaba del sitio en que se encontraba.
-¿Un qué? Preguntaba asombrado el rey.
-Eh... un tirón en mi pierna, corrigió Susana olvidando el lenguaje técnico.
-Querida me preocupas, si quieres te mando a preparar un baño caliente
con especias aromáticas, le dijo el rey.
-Mi rey es muy amable conmigo, pierda cuidado, este dolor es pasajero, y
diciendo esto se levantó y siguió el camino hacia el comedor.
Estando en el comedor, el rey hizo salir a todos sus súbditos y solo
quedaron Susana, Diego y él.
-Esto que les voy a decir mis amados colaboradores, se los digo porque no
dudo ni por un segundo de su lealtad y amor por este reino y por su rey. En el
vecino reino de Torreón, su rey que siempre ha sido nuestro enemigo
declarado, prepara un plan siniestro que quiere desestabilizar y posteriormente
conquistar nuestro reino, esta información la hemos recibido de primera mano
de uno de mis más fieles hombres, Lord Aurelius, él por medio de otros
hombres fieles a nuestro reino que viven en Torreón, se ha informado de esta
conspiración. Tu misión bella Susana, es infiltrarte en el reino de Torreón y si
es posible llegar a conquistar el corazón de uno de los caballeros del rey
Belium y traernos información exacta de su plan para perturbar nuestro reino.
Susana estaba sorprendida de las palabras del rey, pero a la vez se sentía
desafiada por la misión, Diego la miraba esperando impaciente su respuesta.
-Mi rey, mi vida es para servirle y cualquier misión que me sea
encomendada por su excelencia será un honor cumplirla.
-Siempre tan correcta y fiel, por eso eres una mujer de mi entera confianza,
le dijo el rey. Para cumplir tu misión estarás acompañada de Diego que como
tú sabes, es mi mano derecha en el reino. Mañana partirán con destino a
Torreón, acuérdate que tu misión es secreta y debe ser lo más rápido posible
ya que también nos hemos enterado que los planes del rey Belium han de
cumplirse pronto. Después de hablar con el rey se dirigió a sus aposentos.
Su cuarto en el palacio era amplio, un gran ventanal, cortinas de color azul
oscuro y velos blancos resplandecientes, su cama parecía un estadio, pensaba
que podía perderse allí, con barandas altas, hechas en madera y con imágenes
de caballos talladas a mano; al estar preparándose para dormir alguien toco su
puerta, era la servidumbre del rey preguntándole si le podía servir en algo, ella
muy cortésmente le agradeció y le dijo que estaba bien y que por el momento
no necesitaba nada, en ese momento se acercó Diego a su cuarto, y le preguntó
si le podía decir algo, ella accedió y lo invitó a entrar al cuarto,
-Susana, quiero reiterarte que para mí es un honor servir a tu lado y todo lo
que necesites sin duda házmelo saber.
Su mirada tenía algo en particular, era un hombre de facciones muy bien
definidas, una barba abundante, Susana lo consideraba atractivo, además era
muy cortés y esto le encantaba de él, aunque en el pasado había sido muy
competitiva con el otro género, Diego le inspiraba algo diferente.
-Quiero agradecerte tu amabilidad, en verdad me haces sentir como en
casa, le dijo Susana.
Sonriendo y besando la mano de Susana, Diego se despidió de ella, Susana
no pudo evitar sonrojarse un poco. Después de quedar sola en su cuarto, se
acostó en su cama que era realmente cómoda, con tendidos muy blancos y
almohadas grandes de plumas, no le costó ningún trabajo dormir.
Al despertar al otro día, seguía en el sueño y ya estaba preparada para
partir a su misión, despidiéndose del rey, ella y Diego partieron hacia el reino
de Torreón, cabalgaron varias horas, Susana disfrutaba mucho la conversación
con Diego, la divertía con historias de sus hazañas de caballero; pasado el
mediodía, ambos tenían hambre, pero Diego le dijo que estaban a punto de
llegar a Barcas, la capital del reino de Torreón y que allí tomarían algo. Al
aproximarse a la entrada de la ciudad vieron que Barcas estaba rodeada por
una gran muralla de ladrillo de un color café oscuro, en algunos sitios roído
por el tiempo, en la puerta varios soldados con armaduras de un color gris
oscuro controlaban la entrada los visitantes, uno de los soldados se dirigió a
Diego preguntándole a donde se dirigían mirándolos con desconfianza, Diego
entonces le contestó,
-Mi señor, queremos entrar a la ciudad a aprovisionarnos y a descansar un
momento de nuestro viaje,
El hombre dudaba si dejar entrar a la pareja a la ciudad, en ese momento
Susana intervino, viendo la indecisión del hombre,
-Si mi señor nos deja entrar, le garantizamos que no nos tardaremos en
nuestra diligencia.
El soldado al ver el bello rostro de Susana cedió por la forma encantadora
en que se lo había dicho,
-Pueden seguir, dijo el soldado y ordenó que les abrieran la puerta.
Al entrar a la ciudad, parecía ser muy comercial, por todo el camino
encontraban puestos de vendedores ofreciendo todo tipo de artículos, desde el
que vendía frutas frescas, hasta el que ofrecía baratijas haciéndolas pasar por
cosas de gran valor, por ejemplo un cuchillo oxidado lo vendía como el
cuchillo con que habían dado muerte al último dragón del reino de Torreón. Al
seguir su camino y adentrarse más en la ciudad encontraron un sitio donde un
hombre alquilaba cuartos para los viajeros y también vendía comida, dejaron
los caballos afuera amarrados y entraron al sitio en busca de algo de comer,
-Buen hombre, tiene algo de comer para unos viajeros hambrientos,
pregunto Diego.
-Si esos viajeros tienen monedas de oro, claro que sí, y reía mostrando los
escasos dientes que le quedaban.
-Claro que tenemos monedas de oro, respondió Diego
-Esperen un momento, ¡Rosinda! necesito dos platos de comida rápido
aquí, salió gritando el hombre hasta la parte de atrás de la casa. Al volver los
miro y les dijo, --No es muy bonita, pero es una gran cocinera y sonreía
nuevamente mostrando su mueca sonrisa.
Al otro lado del salón estaba un hombre, dormido sobre una mesa, se
notaba que había estado toda la noche tomando, el grito del dueño de la casa lo
había despertado, levantaba su cabeza y su saliva salía de su boca
involuntariamente, se limpiaba sin ningún recato con la manga de su camisa.
Se levantó de su sitio y tambaleando llego al mostrador.
-Saludos señorita, le dijo el hombre a Susana, esto incomodo a Diego que
se levantó inmediatamente de su puesto,
-Oye Baltazar, deja de molestar a la señorita, lo reprendió un hombre que
vestía elegantemente y estaba parado en la puerta del sitio. Discúlpelo
señorita, es que mi hermano por desgracia desconoce los límites de la bebida.
-Tranquilo señor, no me ha molestado. Le contestó.
Cuando Susana miró al hombre, él no pudo resistir la tentación de mirarla
fijamente, su cabello rubio, sus ojos verdes y el bonito color de su piel la
hacían muy atractiva.
-Déjeme presentarme señorita, soy el Señor Carlos de Alfaro a su servicio,
y beso la mano de Susana.
Susana un poco incomoda por el saludo, retrajo rápidamente la mano, y
volteó a ver a Diego, inmediatamente se lo presentó al Señor Carlos,
-Señor Carlos, le presento a mi hermano Diego, inventando su parentesco
con Diego.
-Y a que debemos la visita tan distinguidas personas en nuestra ciudad,
preguntó el Señor Carlos.
-Bueno, Señor Carlos, yo vengo cada año a pagar un voto que hice en el
templo de su ciudad, respondió Susana, y mi hermano Diego, me acompaña
muy amablemente.
-Ya que nos encontramos casualmente en este sitio, quiero invitarlos a mi
humilde morada a cenar, si no los desvió mucho de su viaje, dijo el Señor
Carlos.
-Para nosotros en un honor aceptar su invitación Señor Carlos, le respondió
Diego.
Al pararse del sitio, Diego pagó la comida que nunca probaron y se
disculpó con el dueño del lugar por tener que salir de esa forma. Al caminar
hacia su caballo Susana sintió como la fuerza de sus piernas la abandonaba y
caía al suelo, al momento el Señor Carlos dejó la tarea de intentar subir a su
hermano a un carruaje y el hombre cayó sentado en el suelo, el Señor Carlos
acudió a la ayuda de Susana, que se encontraba en el suelo algo atontada,
Diego y el Señor Carlos la llamaban intentando hacer que reaccionara, sus
ojos se cerraban irremediablemente, era imposible luchar contra ese impulso
que la hacía dormir, al instante cuando abrió sus ojos estaba de nuevo en la
cama de hospital, era de nuevo la mañana y ya estaba a su lado Juana lista para
darle su baño.

Capítulo IV
El Castillo de los de Alfaro

Ese día sentía su cuerpo más cansado de lo usual, aunque Juana le hablaba,
ella lo único que quería era estar sola, y recordar el sueño que había tenido. Al
terminar de bañarla seguía su acostumbrada terapia, masajes y cremita por
todo el cuerpo para evitar que se ulcerara en sus miembros; Susana no podía
entender la entrega de Juana, que a pesar de saber que su enfermedad la
llevaba a empeorar en vez de mejorar, insistía en entablar conversaciones que
ella casi nunca contestaba, o cantarle largas canciones desentonadas que para
lo único que le servían era para burlarse de ella. ¿Cuál era su motivación? ¿Por
qué lo seguía haciendo?
En su vida de médica le enseñaron a preocuparse por las enfermedades y
no por enfermos, la mejor forma de servir a los pacientes era que se entregara
a la lectura y a la adquisición infatigable de conocimiento, eso sería la forma
más segura de ayudar a los pacientes, de la parte sentimental o emocional se
encargaban otros profesionales expertos en eso. Ese conocimiento y el status
que le daba poseerlo, le dio la motivación de seguir en una carrera sacrificada
y en muchas ocasiones desagradecida como la medicina. Pero ¿qué motivaba a
Juana?, era una mujer que estaba condenada a continuar con sus labores
indeseables de limpiar pacientes en las condiciones más desagradables que ella
hubiera visto, aún tenía que bañarla a ella sin importar como la encontrara,
para ella seguiría siendo un enigma la respuesta a esta pregunta, la respuesta la
tendría solo cuando su enfermedad la tuviera totalmente sometida.
El día no cambiaba en nada, excepto por el nuevo residente que llegaba a
la revista, un joven inexperto que en muchas ocasiones era bombardeado por
las preguntas de sus profesores durante la revista médica, pero el que llegó ese
día era diferente, aunque en muchas ocasiones no sabía la respuesta a las
preguntas, la forma en que soportaba el irritante orgullo de los demás médicos
que por el momento sabían más, lo hacía especial. Los profesores le asignaron
el caso de Susana para que la expusiera en la revista, eso quería decir que
debía devorar unos cuantos artículos y por lo menos todo el tema de dos o más
libros, en la siguiente revista iba a ser atacado como un ave que se posa en un
río infestado de pirañas.
El joven médico se acercó a la cama de Susana y la saludo con una inusual
cortesía que no estaba acostumbrada ver en su trabajo,
-Buen día, Doctora Lemus, mi nombre es Iván Olarte y soy médico
residente de neurología, para mí es un placer conocerla, sé que usted es una
eminencia en el área de la neurología, y quiero agradecerle de antemano toda
la información que usted pueda darme acerca de su enfermedad.
-Ella se sintió ofendida porque le asignaran un residente para atenderla y
no a un especialista ya titulado, al interrogatorio respondió con un parco, aja.
-Me podría decir ¿hace cuánto está usted enferma?
-Hace mucho tiempo, más de lo necesario, contestó indiferente Susana.
-Recuerda más o menos cuantos años hace que empezó a sentirse enferma.
-¡Joven, hace muchos años!, respondía irritada Susana.
Desgraciadamente para el doctor Olarte, la conversación no iba a durar
mucho porque la tarde se acercaba y los dolores de Susana ya iniciaban y ella
empezaba a quejarse y a maldecir, Iván la miró un poco asombrado por que
parecía otra persona, el dolor era insoportable para Susana, desgraciadamente
necesitaba una dosis cada vez más alta de opioides para obtener el mismo
efecto de analgesia y poder dormir; cuando la vio en ese estado, Iván entendió
que este caso sería uno de los más difíciles de su vida y no se equivocaba.
Al abrir los ojos Susana, solo habían transcurrido unos segundos desde el
momento en que sintió que la fuerza de sus piernas la abandonaba, los dos
caballeros la auxiliaron y la ayudaron a poner en pie. Cuando pudo hablarles
les agradecía lo atentos que habían sido con ella y que ahora se sentía mejor.
-Insisto en mi invitación a mi hogar, estimados caballero y señorita, si no
hay oposición. Preguntó el Señor Carlos
-Nos complace mucho su invitación Señor Carlos, su amabilidad es la
mejor bienvenida que nos han hecho en la ciudad de Barcas.
La casa del Señor Carlos estaba ubicada en una zona campestre, al llegar
Susana pudo ver la entrada un gran portal hecho en piedra de color natural con
una linda reja labrada con dos leones puestos uno frente a otro, dos siervos
abrían la puerta inmediatamente al ver al Señor Carlos; un camino largo y
escoltado a lado y lado por arboles con tronco alto que de sus ramas se
desprendía un aroma parecido al eucalipto, llevaba los visitantes directo a la
entrada principal de la mansión, un enorme castillo, con paredes de ladrillo y
con una torre alta donde se alcanzaba ver la garita del vigía y una campana
adentro de ella, con cinco ventanas a su alrededor.
El Señor Carlos se mostraba muy atento con Susana y se acercó a su
caballo para brindarle ayuda al bajar de su corcel, ella aceptó su ayuda y con
una sonrisa agradeció su gentileza.
-Por favor sigan, les mostrare mi hogar mientras sirven la comida. Al
momento se le acerco uno de sus sirvientes, parecía el mayordomo del palacio
y el Anfitrión le dio algunas órdenes, el mayordomo salió apresurado a
cumplirlas. El anfitrión volvió a acercarse a sus invitados y los hizo seguir, en
el recorrido les contaba que su palacio era una joya familiar y que había
albergado a los De Alfaro por muchas generaciones, él era el decimoquinto
descendiente del primer De Alfaro que habían llegado a este país como
conquistador. Susana estaba sorprendida de la amabilidad del Señor Carlos De
Alfaro, pero lo que no había detectado todavía era la fuerte atracción que
sentía por ella, lo que lo hacía comportarse de esa manera.
-En este corredor podemos encontrar varias pinturas de mis ancestros, la
que más me gusta es la del Señor Carlos I, que vendría a ser el conquistador
del que les hablaba.
En la pintura era sorprendente el realismo impreso en ella, dejaba ver a un
hombre muy parecido al Señor Carlos pero con unos años más,
-Bueno, pero sigamos interrumpió nuevamente el anfitrión, por aquí se
encuentran la alcoba principal y veinte cuartos más para los invitados de
honor,
La entrada a la alcoba principal tenía un gran arco hecho en yeso con
figuras de escudos de la familia De Alfaro que antecedía a una puerta de
madera tallada a mano en donde se veía nuevamente el escudo de la familia en
el centro.
- Si se acercan al balcón podrán ver nuestros jardines, el lago y una
planicie que disfrutamos practicando equitación, disparo con arco o
simplemente para mejorar nuestra destreza en batalla, peleando con lanzas o
con espada, decía entusiasmado.
El balcón era amplio, dispuesto para que pudieran estar cómodamente la
mayor cantidad de invitados posibles.
-Mi Señor estoy sorprendida de su gran palacio y de las posesiones de su
familia, todo este recorrido ha sido magnífico, le dijo Susana
-Agradezco mucho tu amabilidad, para mí es un honor tenerlos en mi
hogar.
Al estar en el balcón, nuevamente se aproximó el mayordomo y haciendo
una reverencia le informó que la cena estaba lista. El Señor Carlos invitó a sus
amigos a pasar al comedor. El comedor era otra muestra de suntuosidad, una
gran puerta de madera tallada a mano con lindos pavos reales frutas y flores
alrededor los conducía a la gran mesa, dispuesta para más de 20 personas, con
un mantel blanquísimo bordado a mano, las sillas eran altas con espaldares
terminados en puntas redondeadas totalmente simétricas como soldados en
perfecta formación, al llegar a la mesa el propio Señor de Alfaro corrió la silla
de Susana para que se sentara al lado derecho de él, Diego quedó sentado a su
mano izquierda. La comida era esplendida, pavo estofado acompañado de un
puré de un tubérculo que Susana no podía identificar con precisión pero
delicioso, al final de la comida, el Señor de la casa hizo abrir una botella de
vino para celebrar la visita de sus invitados, después de probar el vino, hizo la
pregunta que Diego estaba temiendo que hiciera desde hace rato.
-Sin querer ser imprudente, Susana y Diego, quisiera saber un poco más de
su familia, noto que ustedes tienen nobleza en su sangre, su comportamiento y
forma de hablar no lo tiene la gente del común.
Susana miró un poco preocupada a Diego que disimuló mirando su copa,
jugando un poco con el vino,
-Mi Señor, yo se lo importante que es para un hombre de la nobleza, que
las personas con que se relaciona posean su misma clase social, su pregunta no
nos importuna en ninguna manera y es más que justificada. ¿No sé si mi Señor
ha escuchado hablar del reino de Thalasá?
-Claro que sí, gran reino y muy poderoso.
-Pues mi hermana Susana y yo pertenecemos a una reconocida familia de
este reino, los De Barlovento, nuestro padre es el Señor Vicario De
Barlovento.
-Desafortunadamente no conozco al Señor Vicario, pero ustedes me dan
estupendas referencias de él, si ustedes lo permiten lo más pronto posible
mandare mensajeros con presentes para el Señor Vicario para que nos
conozcamos.
Susana intentó ayudar a la historia que había inventado Diego e intervino,
-Mi Señor Carlos, su amabilidad no tiene medida, pero pienso que mi
padre se complacería mucho primero con una carta de mi parte para contarle el
nuevo amigo que hemos podido conocer mi hermano y yo.
El Señor Carlos no se podía negar a nada que Susana le sugiriera y accedió
complacido la propuesta de Susana.
-¿Y entonces vienes a pagar un voto a la ciudad de Barcas, Susana?
-Nuestra visita es meramente religiosa, mi Señor, contestó Susana, como le
había dicho cuando nos conocimos, tengo un voto desde hace tiempo que
tengo que pagar en su templo, y por eso vengo año tras año a su ciudad.
-Si les parece bien, mañana mismo, los acompañaré para que puedas
cumplir tu voto, le dijo.
-Gracias por su cortesía. –Mi Señor, nos agradaría mucho su compañía,
respondió Susana.
El Señor Carlos siempre la estaba mirando sin quitarle la mirada de
encima, en un momento logró que Susana se sonrojara.
El anfitrión insistió en que se quedaran en su palacio a pasar la noche,
preparó para ellos, dos cuartos de los invitados principales, al despedirse, besó
nuevamente la mano de Susana y le deseo buenas noches. Diego aprovechó
por fin un minuto a solas con Susana y entró a su cuarto al cerrar la puerta le
contó varias cosas,
-Somos muy afortunados y nuestra misión es guiada por Dios, este hombre
que nos aloja en su casa, es uno de los más importantes personajes de Barcas y
pertenece a la corte del rey Belium y no solamente eso, sino que se ha fijado
en tu belleza y eso nos da una gran ventaja, el hecho que quiera conocer a
nuestro supuesto padre lo único que muestra es que tiene pretensiones
matrimoniales contigo.
Al escuchar esto Susana, se sintió un poco incomoda, pero Diego la
tranquilizó,
-No te preocupes, eso no sucederá y tomó su mano.
Susana inmediatamente se sonrojo y sintió como su corazón empezó a latir
rápidamente, muy despacio retiro su mano que estaba dejado de la de Diego.
Susana intentando cambiar un poco la conversación le preguntó sobre la
historia que había inventado de Lord Vicario.
-Lord Vicario es real y tengo el placer de conocerlo, de ser necesario estoy
seguro que él nos ayudara para concretar nuestra misión, su rey apoya el
nuestro. Por ahora el ser amigos del Señor Carlos y que tenga esas
pretensiones contigo nos puede llevar a concretar nuestra misión.

Capítulo V
El frio de la madrugada

Al quedar sola en su alcoba pensó en su misión y que tendría que engañar


necesariamente al Señor Carlos, una persona que se había mostrado tan
amable con ellos. Además se sentía confundida por lo que le producía el mero
contacto de las manos con Diego, ningún hombre le había hecho sentir esto
antes. Estaba ya lista para dormir, sentada sobre su cama cuando sintió
nuevamente ese dolor lancinante de sus piernas, no podía soportarlo cayó
sobre su cama y llegó ese peso sobre sus parpados, insoportable, incontrolable,
el cual solo podía aliviar aceptándolo. Y de inmediato como en otras
oportunidades, despertaba sobre la cama del hospital, en esta ocasión despertó
más temprano, una terrible sensación de nauseas la había despertado, intentó
tranquilizarse, respirando despacio, pero las náuseas aumentaban, necesitaba
la ayuda de la enfermera, era aún oscuro, suponía que era la madrugada,
intentaba buscar sobre la cama el botón para llamar a la enfermera, pero las
náuseas eran intolerables y no le quedó más que vomitar sobre la cama,
cuando llegó la enfermera la encontró con su propio vómito en el pecho y la
espalda, la enfermera de turno, Margarita, empezó a regañarla porque no la
había llamado a tiempo, y le dijo que ahora tendría que bañarla; era una mujer
que aparentaba unos 45 años, se notaba en su cara el cansancio que producían
más de 25 años de trabajo arduo, pero Susana no era la culpable de su historia,
sin embargo esa madrugada tuvo que pagar las consecuencias del cansancio de
la enfermera, al bañarla le dijo que no había agua caliente y que tenía que
hacerlo con agua fría, la dejó totalmente desnuda sobre la cama con la disculpa
de tener que traer tendidos nuevos, Susana en ese momento sintió renacer en
ella la impotencia de la parálisis que producía su enfermedad, se sintió muy
sola e inútil, quiso morir en ese instante, pero ni eso podía hacer, cuando por
fin la enfermera llegó, tendió su cama y la vistió nuevamente, lo único que
hizo Susana fue mirarla fijamente, su mirada reflejaba frustración y rabia, la
enfermera se sorprendió que la mirara de esa manera, sintió su queja silenciosa
por su negligencia, pero aún más sorprendida quedó cuando Susana hablando
con dificultad le dijo sinceramente gracias.
Esa mañana no pudo dormir más, cuando llego Juana, Susana sintió una
gran alegría por primera vez al verla, en la madrugada había extrañado su
dedicación y amor al hacer su trabajo, como siempre la saludaba de forma
muy afectuosa, y por primera vez Susana le respondía su saludo aunque con
dificultad, Juana se sorprendió un poco que le contestara el saludo, sonrió de
satisfacción porque pensaba que ese logro era parte su mejoría. Al mediodía
cuando Juana vino a ayudarle a tomar su almuerzo, la encontró más decaída de
lo normal, no le recibía nada del almuerzo, y cuando la tocó para intentar
animarla, sintió que había subido su temperatura, al ponerle el termómetro este
marcaba 39 grados, Juana se alertó y llamó al doctor Olarte. Cuando llegó el
doctor la examinó con detenimiento, como ella hace mucho tiempo no
examinaba un paciente, le dijo a Juana que le iba a ordenar medicamento para
su fiebre y que necesitaba hacerle algunos análisis para determinar el origen de
ésta, pero que le parecía que Susana tenía una infección respiratoria.
Al llegar los resultados de sus exámenes, los revisó con detenimiento el
doctor Olarte, no eran buenos, Susana desarrollo una neumonía nosocomial,
una infección en los pulmones debida a un germen que habita en el hospital,
de inmediato fue a hablar con Susana que se encontraba abatida por la fiebre y
los escalofríos, además tuvieron que colocarle oxígeno para mejorar su
respiración,
-Doctora Susana, desgraciadamente encontramos una neumonía
nosocomial y como usted sabe, tenemos que iniciar un antibiótico fuerte para
poder contrarrestarla, espero que dentro de dos días usted pueda estar mucho
mejor.
Susana solo asentía con su cabeza de forma letárgica, ahora tenía otro
problema que se añadía a su dolor y parálisis y era la sensación de ahogo y
dolor en el pecho. Durante todo el día Juana se dedicó especialmente a ella, a
pesar de que tenía otros pacientes que atender, intentó hacer sus otras labores
de la forma más rápida que pudo para dedicarle más tiempo a Susana, ella se
daba cuenta de su esfuerzo y cuando tuvo la oportunidad le dio las gracias,
Juana volvió a sorprenderse de sus palabras y le respondió que era su trabajo y
que lo hacía con mucho amor.
Al estar tan abatida por su enfermedad y por la neumonía dormía largas
horas del día y la noche, cada vez pasaba más tiempo con Diego en sus
sueños.
Al despertar en Torreón se encontró acostada en su cama donde había
acabado de caer por el dolor de sus piernas, un poco desorientada se sentó en
su cama, no podía conciliar el sueño, y decidió dar un paseo por la casa para
ver si la caminata le ayudaba a dormir. Al recorrer la casa, todo estaba muy
callado, iluminaba el camino con un gran candelabro que había sacado de su
cuarto, le llamó la atención una luz que salía desde el comedor, y se acercó
para ver si había alguien allí, al estar más cerca escucho la voz del Señor
Carlos que hablaba con un hombre pero no reconocía su voz,
inconscientemente quiso escuchar la conversación.
-Mi Señor, todo está listo y le garantizo que nuestros planes contra el rey
Augusto tendrán éxito.
-Eso espero, estamos arriesgando mucho, el plan debe concretarse
rápidamente y sin fallar, contestó el Señor Carlos. Debo poner al tanto al rey
Belium de la evolución de nuestros planes, nos volveremos a ver pronto viejo
amigo.
Susana intentó dar un paso hacia atrás para regresar a su cuarto pero
tropezó y su candelabro cayó al piso, inmediatamente el Señor Carlos le dijo a
su acompañante que lo esperara en el comedor y que no saliera, preguntando
quien estaba allí corrió hacía el pasillo, cuando vio a Susana inmediatamente
quiso auxiliarla y ayudarle a levantar su candelabro,
-Querida mía, que haces tan tarde levantada, ¿que necesitas?
-.La verdad mi Señor, no podía dormir y decidí caminar un rato.
-Por favor permítame acompañarla a sus habitaciones, le dijo amablemente
extendiendo su mano para que ella pusiera la suya sobre la de él.
-Siempre tan cortes, mi Señor.
-Su belleza inspira la amabilidad de cualquier hombre inteligente, le
respondió mientras llegaban a la puerta de su habitación.
-Muchas gracias por la compañía, mi Señor.
-¿Quiere mi querida invitada que le haga preparar alguna infusión para que
le ayude a conciliar el sueño?
-Pierda cuidado mi Señor, creo que ahora si podré dormir con más
tranquilidad. Y se despidió Susana cerrando la puerta.
Al entrar en su cuarto pensaba en la conversación que escucho entre el
Señor Carlos y el otro hombre misterioso, debía hablar con Diego y contarle lo
que había escuchado, pero esperaría la mañana para no levantar sospechas. Al
acostarse podía dormir tranquilamente, al tocar la almohada con su cabeza
inmediatamente quedó dormida.
Al despertarse continuaba en el castillo de los de Alfaro y aunque intentó
vestirse rápidamente y salir a buscar a Diego, el mayordomo ya estaba
esperando a su puerta para llevarla a tomar el desayuno, ella no se pudo negar
y lo acompañó al comedor. El desayuno ya estaba servido y el Anfitrión
parado a la cabeza de la mesa esperaba a sus invitados,
-Buenos días, ¿pudo dormir después de su paseo nocturno, mi bella
Susana?
-Creo que no me enteré de nada más después de tocar mi almohada, mi
Señor.
En ese momento entraba Diego al comedor.
-Diego, bienvenido, sentémonos por favor a tomar el desayuno. Lo invitó
el Señor de Alfaro.
-Que comida tan deliciosa, le dijo Susana.
-Gracias Susana, tenemos de los mejores cocineros del reino en nuestra
casa. Respondió orgulloso el Señor Carlos.
-Mi Señor, dijo Diego, estamos muy agradecidos por su hospitalidad, pero
nos avergüenza hacerle perder su precioso tiempo al ir a la iglesia en Barcas.
-De ninguna manera, para mí es un placer acompañarlos en esta visita a la
iglesia.

Capítulo VI
El condenado a la horca
Cuando terminaron el desayuno, el Señor Calos mandó preparar su
carruaje para llevar a sus visitantes al centro de la ciudad de Barcas. Al ir en el
carruaje iba mostrándoles todos los terrenos que pertenecían a su familia, era
una familia muy poderosa.
En el camino Susana le hacía señas a Diego sin que el Señor Carlos se
diera cuenta, intentando decirle algo, pero no podían lograrlo.
Cuando llegaron a la iglesia descendieron del coche y al estar subiendo las
escaleras hacía la entrada del templo el propio obispo le dio la bienvenida al
Señor Carlos
-¡Mi Señor! A que debo su magnífica presencia en la casa de Dios.
-Señor obispo, lo saludó mientras besaba el anillo de su mano. El motivo
de mi visita es acompañar a mis amigos Diego y Susana hijos del Señor
Vicario de Thalasá, para que cumplan un voto hecho en este templo.
El obispo gustoso guio a los invitados del Señor Carlos hacia el templo, era
una construcción antigua, llena de esculturas en la fachada que representaban a
los santos más reverenciados por los feligreses en Barcas, cada uno con su
pequeña bóveda propia, la fachada estaba cubierta de mármol de tono café
claro, un arco mayor que era la entrada de la iglesia terminaba en una torre, la
más alta de tres. Al entrar Susana se sintió impresionada por lo majestuoso del
templo, hacía mucho frio adentro y era muy lúgubre, solo las imágenes
danzantes de las llamas de cientos de velas y velones de todos los tamaños y
formas iluminaban su interior, implorando la misericordia de los santos; tenía
un piso de mármol blanco y negro brillante que reflejaba tenuemente la luz de
las velas; al entrar Susana le pidió el favor al Señor Carlos que la dejaran un
minuto a solas con su hermano para hacer una oración.
El Señor Carlos accedió gustoso y es que para él, una petición de Susana
era como una orden.
Al estar a solas Susana puso al tanto a Diego de la conversación que había
escuchado la noche anterior.
-No pude ver quien estaba hablando con el Señor de Alfaro pero lo estaba
poniendo al tanto de lo mismo que estamos investigando nosotros.
-Esto me cuentas Susana me deja muy preocupado, sea como sea hay que
poner al tanto de esto al rey Augusto de estos planes contra él.
-¿Quién podría ser el hombre que hablaba con el Señor Carlos?, preguntó
Susana.
-No lo sé querida, pero eso es otra cosa que debemos averiguar, dijo Diego
Interrumpió la conversación un gran bullicio que escuchaban y venia de la
plaza central de la ciudad, inmediatamente salieron los dos para averiguar que
sucedía.
Al llegar a la entrada de la iglesia una gran multitud se había agolpado para
ver la fatídica y teatral escena, un hombre que antes había sido de los
principales de la ciudad ahora estaba condenado a la horca; en una
improvisada tarima hecha de madera y colgando de un poste clavado en una
sus esquinas, una horca esperaba inmóvil al condenado, este era llevado por
dos soldados del rey que se disponían a entregarlo al verdugo. En la plaza, el
ánimo de la gente estallaba en frenesí cuando vieron aparecer al condenado
camino a la horca, gritaban toda una variedad de insultos contra el pobre
infeliz que estaba a punto de morir; Susana miraba absorta el teatral suceso,
nunca había visto algo similar, el hombre condenado, se veía tan indefenso,
sus vestidos reflejaban que era un hombre de clase, no como el Señor Carlos,
pero tampoco como un mendigo. El Señor Carlos notó la cara de preocupación
de Susana y decidió romper su concentración,
-Querida Susana, si lo deseas, nos podemos ir de aquí.
-¿Por qué lo condenan? Interrumpió Susana sin prestar atención a su
propuesta.
-Por traición al rey, supimos que este hombre se aprovechó de su posición
de preeminencia en el reino para entregar información secreta a nuestros
enemigos, y en nuestro reino a los hombres como él solo les queda morir.
En ese momento le colocaron una capucha negra al condenado y después
de esto la soga en el cuello, sin pensarlo dos veces el verdugo empujó la
palanca que dejo caer fuertemente el cuerpo del hombre, se podía ver como se
retorcía de atrás hacia adelante intentando inútilmente liberarse de su mortal
destino, pero después de unos segundos dejo de moverse, la muchedumbre que
había satisfecho su hambre de justicia, dejaba la plaza en silencio como si la
muerte misma les hubiera robado su frenesí.
A Susana le impactó mucho la muerte del hombre, se identificó con su
impotencia y con su irremediable sufrimiento, lucia pálida y sorprendida,
cuando el Señor Carlos la vio se preocupó e intentó ayudarle a que se
recuperara del impacto.
-¿Te sientes bien Susana? ¿Quieres entrar y sentarse nuevamente mientras
te recuperas?
Pero en ese momento Susana perdió su fuerza en las piernas debido al
irremediable dolor de siempre, y perdió estabilidad, en un momento estaba
frente al Señor Carlos y al otro en su cama en la habitación 323.
-Doctora Susana, buenos días, soy el doctor Olarte,
Susana apenas respondía al saludo entreabriendo sus ojos, desde que le
habían diagnosticado la neumonía, la somnolencia se había convertido en otro
acompañante permanente.
-Quiero decirle que su evolución ha sido lenta pero creo que hacia la
mejoría, vamos a continuar otros días más con el mismo tratamiento.
Juana continuaba muy pendiente de ella, sus atenciones hacían sentir a
Susana mucho mejor, y ahora quería ponerse bien, su vida había tomado
sentido desde que empezó a soñar, y conocer a Diego le daba también una
motivación fuerte para vivir, en lo profundo sabía que eran sueños, pero por el
momento era lo más cerca a la realidad que podía tener. Al lado de su cama
había empezado la revista docente y el doctor Olarte estaba listo para ser carne
de cañón, le preguntaron muchas cosas, pero a la mayoría de ellas pudo
responder, al final de su casi fusilamiento, su profesor lo felicitó por el manejo
del caso. Muy contento por los resultados de su sacrificio quiso compartirlo
con Susana que apenas podía abrir sus ojos, emocionado el doctor Olarte le
contaba a Susana como le había ido en su revista, esforzándose un poco le
respondió al doctor con una sonrisa, él se sintió muy complacido por su
respuesta.
Susana había comenzado a recibir un poco de comida y Juana era muy
insistente con ella para ayudarla a comer, con la llegada de la tarde,
nuevamente Susana empieza a dormir, pero una vez que cerró sus ojos, se
encontraba nuevamente en el reino de Torreón.

Capítulo VII
Un talento escondido

Pensando en lo que acaba de ver, Susana tuvo temor de las consecuencias


que podría llegar a tener para Diego y para ella que el Señor Carlos se enterara
de su misión, sentado en una de las bancas de la iglesia su Anfitrión intentaba
darle ánimo a Susana.
-No debí dejarla ver semejante escena de muerte, cometí un error y por mi
culpa casi se desmayas, ¿acaso quiere que la lleve de inmediato a la casa para
que descanse?
-Mi Señor no debe preocuparse, es solo el impacto momentáneo, pero ya
me estoy poniendo mejor.
Esperaron un rato más y partieron nuevamente hacia la casa, cuando
llegaron Susana y Diego le informaron a su anfitrión sobre su intención de
partir ese mismo día a casa de su padre, pero el Señor Carlos le propuso a
Susana que ella se quedara un poco más hasta que se recuperara totalmente,
los dos accedieron para no hacer sospechar al Señor los reales motivos de su
visita; pero Diego, apresurado por poner al tanto de la situación al rey
Augusto, partió inmediatamente, no sin antes despedirse de su falsa hermana y
agradeciendo al Señor Carlos todo lo que había hecho por ellos,
recomendándole encarecidamente la salud de Susana, y prometiendo que
hablaría de él, a su padre.
Susana se quedó con el Seño Carlos, que después de dejarla descansar la
invitó a conocer los jardines de su casa, era una gran extensión de terreno, por
lo que la recorrieron en sus caballos, el jardín estaba cubierto por césped
donde los sirvientes cultivaban todo tipo pinos, los cuales podaban y les daban
diferentes formas, además plantas con múltiples colores de flores, que
brindaban al visitante un verdadero espectáculo natural,
-Este es mi lugar preferido, dijo el Señor Carlos, aquí se puede oler toda la
fragancia de las flores.
Susana podía sentir la fragancia de las flores que llegaba a ella traída por
una suave brisa, el sol calentaba las flores por lo que el aroma daba además
una sensación de calidez, el Señor Carlos la invitó a bajar del caballo, y le
ofreció su brazo para caminar entre el jardín,
-Me imagino que una mujer tan hermosa como usted, tiene muchos
pretendientes.
-En verdad no me he preocupado mucho por eso, respondía Susana
acercándose a mirar unas lindas rosas blancas, creo que mi padre se preocupa
por los dos, ¡ay! Se quejó Susana al clavarse la espina de una rosa.
El Señor Carlos como siempre acudió a su ayuda, y tomándole la mano,
intentaba ayudarle con su herida.
-Quiero que conozca mis intenciones de pedirle su mano al Señor Vicario,
mi bella Susana.
Susana se sorprendió mucho de la noticia, y se apartó un poco de él.
-No cree mi Señor que es un poco apresurado, solo llevamos dos días de
conocernos.
-Susana, su belleza y nobleza han despertado en mí un sentimiento que me
era desconocido, nunca me había sentido así con alguien, y con lo poco que he
podido ver, sé que es usted una mujer maravillosa.
Susana estaba incomoda, aunque estaba en su sueño, no estaba
acostumbrada a ser conquistada por un hombre, además no olvidaba la
verdadera razón de su estadía en Torreón, queriendo cambiar de conversación,
vio la disculpa perfecta al observar a unos metros a los arqueros practicando
tiro,
-¡Ah Señor Carlos!, porque no practicamos el tiro con arco, siempre me ha
llamado la atención.
Él la vio tan entusiasmada con la práctica que aceptó el cambio de
conversación.
-Quiero que sepa que soy uno de los mejores arqueros del reino, desde
pequeño nuestro padre nos llevaba a cazar y mis flechas en muchas ocasiones
mataron ardillas o antílopes.
-Bueno, creo que es la hora de demostrar tanta destreza, le dijo
desafiándolo Susana.
Sorprendido por el desafío, se percató de la dirección del viento, y levantó
su arco y con gran fuerza disparo la flecha, ésta impactó muy cerca de la diana
pero se apartaba un poco.
-Muy bien mi Señor, sin duda su fama es bien merecida, buen disparo, le
decía Susana.
Se sentía muy satisfecho por los elogios de Susana, pero un poco frustrado
por no haber acertado en la diana.
-Ahora es su turno, Susana, le dijo de una forma muy tranquila.
-¿Qué?, no, creo que no, respondió Susana, insegura de intentarlo.
-Vamos Susana yo sé que su padre les ha enseñado a manejar el arco.
Después de un tiempo de insistencia Susana accedió a disparar el arco, al
principio con el pensamiento de intentarlo para saber que se sentía, cuando
tomó el arco vio que era una hermosa arma, tallada con el escudo de la
familia, y aunque algo grande era liviano, tomo la flecha y sintió el viento
golpeando la parte izquierda de su cara con fuerza y aunque no lo había hecho
antes sintió como si lo hubiera practicado muchas veces, tenso el arco y se
preparó para disparar, el Señor Carlos la miraba detenidamente sorprendido de
la elegancia que tenía para tomar el arco, parecía la escultura de una amazona
en batalla, en ese momento disparó la flecha que salió zumbando en el viento
y rápidamente dio justo donde la había apuntado Susana, en la diana.
-Vaya, vaya, decía aplaudiendo el Señor Carlos, ¡creo que me han ganado!,
pero exijo la revancha.
Susana estaba también sorprendida de su destreza, pero sin dudarlo aceptó
el desafío.
Nuevamente el Señor Carlos estaba preparado para disparar, y dio ahora
aún más cerca de la diana, haciendo un gesto de frustración le cedió el turno a
Susana.
Susana estaba segura que podía volver a acertar en la diana, pensó en un
momento en fallar para no hacer sentir mal al Anfitrión pero su deseo de ganar
fue más grande, nuevamente se preparó para disparar e hizo zumbar la flecha
que una vez más se ensarto en la diana.
-Creo que estoy fuera de competencia, se nota que aprovecho sus clases
con el arco, ¡me sorprende, Susana!
-Bueno mi Señor, creo que he sido una buena alumna, dijo Susana con una
gran sonrisa de satisfacción.

Capítulo VIII
Diego en la mazmorra

No llevaba mucho recorrido Diego cuando tres hombres a caballo le


cerraron el paso, al intentar retornar por el camino otros dos lo esperaban para
no dejarlo huir, sacó su arma para luchar con los hombres que le cerraban el
pasó, era muy diestro en el manejo de la espada y superaba a los dos hombres
pero mientras luchaba montado en su caballo, sintió un fuerte golpe en su
cabeza y después no supo nada más. Despertó atado de manos con cadenas en
una celda, con un fuerte dolor en su cabeza, no sabía exactamente donde
estaba, por lo que podía ver no era una cárcel dentro del pueblo, sino más bien
la mazmorra de algún castillo, estaba oscuro y las paredes muy húmedas,
intentó llamar a alguien, pero nadie le contestaba; pensaba en ese momento en
Susana y en el peligro que corría si el Señor Carlos se enteraba de su
verdadero propósito en Torreón. No le quedó más que esperar pacientemente
hasta que alguien apareciera y le dijera las razones de tenerlo atado en ese
sitio.
El Señor Carlos y Susana caminaban de regresó a la casa, ya atardecía, y el
mayordomo se había acercado para avisarles que estaban listos para servir la
cena.
Al terminar la cena, y hablar un poco de sus familias, Susana se retiró a sus
aposentos porque se sentía muy cansada, el Señor Carlos le dio las gracias por
su compañía durante el día y le dijo que tenía pendiente la revancha con el
arco, Susana sonriente le dijo que gustosa volvería a competir con él.
Estando en su alcoba preparándose para dormir, sintió que llamaban a la
puerta, pensó que era una vez más el mayordomo para preguntar si se le
ofrecía algo, al abrir la puerta encontró una cara familiar, era una mujer, parte
de la servidumbre del Señor Carlos, que quería decirle algo,
-Discúlpeme señora, necesito contarle algo importante.
-Si claro, le contesto Susana
-Pero no aquí, por favor entremos a su cuarto.
Susana la invitó a entrar a su cuarto y después de cerrar la puerta la mujer
empezó a contarle algo importante,
-Mi nombre es Ágata, sirvo a mi rey Augusto, y he estado espiando desde
hace unos meses los movimientos del Señor Carlos en busca de algo que nos
guíe a descubrir la conspiración que hay contra el reino de Aldezafiro. Yo sé
en realidad porque están mi señor Diego y mi Señora aquí, pero la razón por la
cual quiero hablarle es porque capturaron a mi señor Diego y ahora, está en la
mazmorra del castillo, y viendo que es poco lo que yo puedo hacer para
ayudarlo recurrí a su ayuda.
Un escalofrío recorrió todo el cuerpo de Susana al recordar el triste destino
del hombre que había traicionado el reino de Torreón, no podía imaginar a
Diego sufriendo la misma condena, empezó a dar vueltas en su cuarto
pensando que podía hacer para liberar a Diego.
Intento calmarse y pensar con cabeza fría. La mente de Susana daba
vueltas, ¿Porque el Señor Carlos lo había encerrado en la mazmorra? ¿Sabía
acaso algo de la misión? Y si así era ¿Porque no la había encerrado a ella?
Eran muchas preguntas y no podía responder ninguna. Meditando en esto se le
ocurrió una forma en la que podría salvar a Diego.
En la mazmorra se había hecho presente el Señor Carlos con dos guardias
más para interrogar a Diego,
-¡Ah! Señor Carlos, gracias a Dios, pensé que no encontraría ninguna cara
conocida en este sitio.
-Mi amigo Diego, si es que ese es su verdadero nombre, le respondió el
Señor Carlos, yo fui muy amable con usted y con Susana, pero hasta mis oídos
ha llegado información de una fuente confiable, que espías del reino de
Aldezafiro iban a llegar con intenciones de encontrar un punto débil de nuestro
reino para atacarnos, pero no pensé que llegarían a mi casa.
-Mi Señor como puede creer que Susana o yo somos espías, ya le conté
que somos hijos..., no había terminado de hablar y le ordenó a uno de sus
hombres que lo golpearan.
-Estoy harto de estas mentiras, conozco personalmente al Señor Vicario y
no tiene un hijo Diego ni una hija Susana. Lo único que quiero Diego es la
verdad, ¿porque los envió el rey Augusto a nuestro reino?, o vas a tener la
misma suerte del hombre que viste morir en la plaza esta mañana.
-Mi Señor le aseguro que le he dicho la verdad.
Pero nuevamente le ordenó a sus hombres que lo golpearan, su boca había
empezado a sangrar, y su cara a hincharse por la fuerza con que lo golpeaban.
-Ágata acompáñame hasta el granero, tengo una idea para distraer al Señor
Carlos y sus hombres, le dijo esto Susana vistiéndose rápidamente.
Cuando iban a salir del cuarto Susana entreabrió con cuidado la puerta y se
dio cuenta que el Señor Carlos también desconfiaba de ella, pues mandó un
guardia frente a su cuarto. De un momento a otro el guardia escuchó un grito
que salía de la alcoba de Susana y entró rápidamente al cuarto, lo único que
vio fue a Ágata tirada en el suelo y se acercó a ella para ver que le pasaba,
Susana llena de un valor que sentía que la poseía, le quebró un florero en la
cabeza tirándolo al suelo inconsciente, entonces aprovechó para quitarle la
espada y un puñal; salieron corriendo del cuarto hacia el granero que quedaba
a un lado del castillo, cuando salían pasaron por el salón de armas del castillo
y Susana aprovechó para sacar un arco y saetas, al salir del castillo tomó una
antorcha que iluminaba la salida y corrían juntas aprovechando el descuido de
los hombres que estaban ocupados con Diego en la mazmorra.
Cuando Llegaron al granero Susana le prendió fuego, en segundos el
granero estaba ardiendo en llamas y Ágata llamó la atención de todos en la
casa gritando ¡fuego, se quema el granero!, Susana esperaba escondida, hasta
que saliera el Señor Carlos con sus hombres a apagar el incendio. Cuando los
vio salir, Susana corrió en busca de las mazmorras; en la puerta del calabozo,
el Señor Carlos había dispuesto a un hombre que cuidaba la entrada, cuando
vio a Susana corriendo hacia él, intentó reaccionar, pero ella con la destreza
que la caracterizaba, había disparado una flecha que lo atravesó en el abdomen
y lo dejo tirado en el suelo, Susana aprovechó y le quitó las llaves, abriendo la
puerta bajo hacía la celda donde tenían a Diego.
Encontró a Diego con mucha sangre en la cara y colgando de sus brazos
inconsciente, con rapidez le quitó los grilletes, intentando despertarlo lo
llamaba por su nombre, cuando estuvo despierto, lo ayudó a ponerse en pie
para emprender la huida, en ese preciso momento, Susana empezó a sentir que
perdía la fuerza en sus piernas, ¡ahora no! , se repetía, pero era inevitable, sus
parpados se ponían pesados y aunque luchara por no perder de vista a Diego,
todo empezaba a ponerse oscuro nuevamente y en un momento estuvo otra vez
inmóvil en su cuarto de hospital. Desesperada, sentía la necesidad de volver a
su sueño, sabía que Diego estaba en apuros y ella era la única persona que
ahora podía ayudarlo, era frustrante estar acostada en esa cama con todas sus
limitaciones y unos segundos en su pensamiento estaba el amor de su vida,
muy golpeado y en una peligrosa situación, infructuosamente intentaba
conciliar el sueño, pero Susana, no podía hacerlo de una forma voluntaria.
Sus vida en el reino, eran tan gratificante y placentera a diferencia de la
sórdida realidad de su enfermedad, en sus sueños era una mujer intrépida, con
una vida llena de aventuras y una capacidad sobrenatural con el arco y las
armas; su existencia allí cobraba un propósito especial, sentía la libertad de
amar y de ser amada, tenía la capacidad de arriesgar su vida por otras
personas, porque allí el egoísmo la había abandonado y el valor , la amistad y
la lealtad ocupaban ahora su lugar, no vivía en función suya sino de un
objetivo más sublime; pero ¿Se trataba solamente de una ilusión, que
terminaba cada vez que ella despierta? No, Susana ahora no aceptaba que
fueran meramente sueños, empezó a sentir que sus visiones que tenían una
perfecta continuidad, deberían ser reales o pertenecer a otro mundo, una
ventana a una vida que debía existir o que era probable en otras circunstancias,
entonces empezó a preguntarse,
-¿Será que en verdad me estoy volviendo loca? ¿O simplemente he creado
otra realidad para dejar de sufrir de una vez por todas de esta enfermedad?, ¿O
tal vez, todo solo es producto de los analgésicos que me están aplicando, que
además de quitarme el dolor liberan una parte de mi mente que antes no
conocía y me hace soñar? Sea como sea prefiero vivir permanentemente en
mis sueños que esta horrible realidad en donde valgo menos basura tirada en
esta camilla. ¿Pero si llegase a morir que pasara con mis sueños? ¿Qué pasaría
con mi vida en el reino, con Diego y con el rey Augusto que confían en mí?
Ante la incertidumbre lo único que me queda es disfrutar al máximo mi vida
en Aldezafiro, y confiar que aunque en sueños puedo ser esa persona que no
fui en mi vida real. Desde ese momento esperaba con ansiedad el momento en
que nuevamente empezaría a soñar y podría estar con Diego.
Cuando llegó a verla el su médico le traía buenas noticias,
-Doctora Susana, le traigo buenas noticias, su neumonía está respondiendo
muy bien a los antibióticos, y me ha contado Juana que está más animada
ahora, eso me alegra profundamente, quiero que sepa… iba a seguir hablando
cuando ella lo interrumpió.
-Déjese de tonterías doctor, yo sé cuál es mi estado, el haber mejorado de
una neumonía no me quita el resto de mi enfermedad, lo único que quiero es
seguir viviendo en mis sueños en donde soy una persona valiosa.
-El hecho que tenga una discapacidad no la hace una persona sin valor, su
verdadero tesoro, está en lo que lleva por dentro, le respondió el doctor Iván,
intentándole enseñarle algo de autoestima.
-Ay doctor no venga con frases de cajón, eso puede servir para un paciente
que no tenga ningún conocimiento de medicina, pero yo sé que en esta
profesión, si no eres capaz de ser productivo, de valerte por ti mismo, eres
menos que excremento.
-Doctora yo comprendo su situación… no lo dejó terminar de hablar.
-¿Comprendo? Doctor usted no comprende nada de mi situación actual,
para saber cómo se vive esta enfermedad solo queda vivirla, el resto son
narraciones de personas que han sufrido la enfermedad y usted lee sus relatos,
son experiencias ajenas y nada más.
Vencido por los fuertes argumentos de Susana el doctor prefirió dejarla
sola.
En ese momento llegó Juana a ayudarla, con sus desinteresadas atenciones
para su paciente preferida, Susana una vez más se sorprendía de su entrega al
ayudarla y le propuso algo,
-Juana, quiero decirte algo.
Juana se sorprendió de que le dijera una frase tan larga,
-Quiero que trabajes para mí, le dijo Susana.
-Pero señora Susana yo tengo este trabajo y con él consigo lo necesario
para mi familia, respondió Juana que estaba acostumbrada a trabajar en ese
hospital y llevaba muchos años allí.
-Creo que no me hecho entender, le dijo Susana, pienso contratarte como
mi enfermera personal y te voy a doblar el sueldo que te pagan aquí, además te
ofrezco un contrato estable, y cuando yo ya no esté te garantizo que te dejaré
recomendada para que sigas trabajando en un hospital si gustas.
Juana no pudo disimular que le gustaba mucho la propuesta y prometió
pensarlo y tenerle una respuesta al siguiente día.
-Me parecería bien, continuó Susana, porque después de que termine el
antibiótico que me están aplicando, voy a pedirle a mi doctor que me dé la
salida y quiero seguir mi tratamiento en casa y te necesito a mi lado.

Capítulo IX
Con rumbo a Aldezafiro

En la tarde llegaba la oleada de dolor y nuevamente Susana perdía el


control, pero ahora cambiaba un poco la historia porque Juana tenía más
confianza con ella y la tranquilizaba diciéndole que ya le estaban aplicando el
analgésico para que pudiera descansar. Al estar sometida a los efectos de los
medicamentos otra vez empezó a tener la sensación de ausencia de dolor y que
su mente podía concentrarse en otras cosas, para ese momento ya estaba
abriendo los ojos al lado de Diego y lo estaba ayudando a salir de mazmorra,
tomó un nuevo ánimo al ver que estaba nuevamente al lado de su amado.
-Vamos Diego haz un esfuerzo, tenemos que salir de aquí, Lord Carlos va a
volver,
Diego se quejaba, aún estaba atontado por los golpes, iban subiendo la
escalera y encontraron al hombre todavía tirado en la entrada, Susana le quitó
la espada y se la entregó a Diego, seguían caminando intentando salir de la
casa y llegar a la cabelleriza y recoger a Lykus; todavía se escuchaba el
alboroto de los hombres intentando apagar el incendio. Escabulléndose por la
parte trasera de la casa, que estaba descuidada en el momento, lograron llegar
hasta la caballeriza, Susana saludo a su caballo, que alegremente relinchó al
verla, ayudó a Diego a subir a su caballo.
-Susana, me has salvado la vida, estoy en deuda contigo, le dijo Diego.
-No estoy haciendo algo diferente de lo que tú harías por mí, le dijo muy
confiada Susana.
Comenzaron a cabalgar despacio mientras tenían a la vista la salida, en la
torre del vigía había un hombre que cuidaba la entrada y era imposible salir sin
llamar su atención, Diego que se encontraba mucho más alerta ahora, le
mostró a Susana el hombre que vigilaba, ella buscó un sitio desde donde le
pudiera apuntar, cuando lo encontró, tensó su arco y apuntó directamente al
pecho del hombre, que logró verla e iba a dar la alarma, pero era demasiado
tarde, la flecha de Susana ya había llegado a su objetivo. Sin obstáculos
salieron galopando y atravesaron el portal de la entrada y se dirigieron camino
a Aldezafiro. Esa noche una redonda luna llena iluminaba su camino y además
Lykus lo conocía también que los guiaba como si estuviera viendo claramente;
Susana y Diego sabían que no podían parar sino hasta estar a salvo de Lord
Carlos y de sus hombres.
Cuando Lord Carlos pudo controlar el fuego, entró en la casa para
continuar el interrogatorio de Diego pero se encontró con varios hombres
muertos, corrió a la alcoba de Susana y lo único que encontró fue a uno de sus
hombres tirado en el piso con pedazos de un jarrón quebrado al lado.
-¡Por las barbas de Lord Carlos I!, ¿dónde está el prisionero y Susana?
-Señor, los hemos buscado por toda la casa y el perímetro alrededor pero
no los hemos encontrado.
-¡Maldita sea!, necesito que los encuentren, monten en sus caballos, deben
haber partido hacia Aldezafiro, le daré 100 monedas de oro al que me traiga la
cabeza de Diego y a Susana con vida de vuelta.
Y partieron los hombres de Lord Carlos en busca de los fugitivos, que se
encontraban en ese momento muy lejos de su castillo gracias a Lykus y Fotia
el caballo de Diego, que no dejaban de galopar camino a Aldezafiro. Pudieron
descansar después de varias horas, al llegar a predios del reino del rey
Augusto, sintieron un gran descanso al saber que se encontraban en casa.
Pudieron bajar un poco el ritmo del viaje y les dieron un respiro a Lykus y a
Fotia. Entonces Susana empezó a cabalgar junto a Diego, y en un momento
paro junto a él, Diego también paro, Susana le preguntó cómo se sentía, él
respondió que le dolían todos los huesos pero el dolor era soportable, Susana
no soporto las ganas de darle un abrazo,
-Hoy sentí un gran temor de perderte, y creí que podías morir en manos de
Lord Carlos,
-Gracias a ti y a tu valentía, ahora estoy vivo, le dijo Diego.
En un momento sus caras quedaron muy cerca, podían sentir cada uno la
respiración del otro, y sin pensarlo fundieron sus bocas en un beso, que sellaba
su amor y la victoria sobre la muerte.
Continuando su camino, cabalgaron varias horas más para llegar al castillo
de Mobark, cuando se aproximaban al castillo, pudieron escuchar mucho
ruido, como si hubiera una gran fiesta en el castillo y en la ciudad, pero Diego
y Susana no comprendían cual era el motivo de la celebración. Se acercaron a
las personas que rodeaban el Castillo, y le preguntaron a que se debía tanto
festejo, un hombre embriagado por todo el vino con que había celebrado, le
contestó con dificultad a Diego.
-Pero si es Diego Aragón, ilustre caballero de la corte del antiguo rey.
-¿Del antiguo qué? Le dijo sorprendido Diego.
-¿Eres el hombre más desinformado del reino?, Señor Aurelius ha
usurpado el trono, dicen que tiene al rey Augusto encerrado en alguna parte
del castillo, en el momento de autoproclamarse rey declaró dos días de
celebración por su nuevo reinado. ¡Larga vida al rey! Salud, y en medio de su
beodez, el hombre da la vuelta con su botella y sigue su camino.
Diego se sentó en una piedra para intentar recuperarse de la noticia que
acababan de recibir, sus pensamientos le daban vueltas intentando encontrar la
lógica de la situación por la que estaba pasando el reino. Susana se acercó a él,
para ayudarlo a encontrar una respuesta.
-Diego, creo que debemos buscar a los demás hombres principales en la
corte del rey y saber quién es fiel aún al rey Augusto, además hay que evitar
que Aurelius se entere de nuestra presencia o nos matará.
-Creo que tienes razón mi bella Susana, vamos a casa del Señor Randiel, él
es un gran amigo y nos pondrá al tanto de lo que sucede en la corte del rey.
Montaron sus caballos y se dirigieron rápidamente hacia la casa del Señor
Randiel, al llegar Diego llamó la atención de Susana para que redujera la
velocidad e inspeccionaran un poco antes de entrar.
-Debemos ser cuidadosos, porque puede haber enemigos guardando las
entradas.
-Mira esos dos guardias en la puerta, no parecen gente del Señor Randiel,
parece más bien gente del nuevo rey, intentemos entrar escalando el muro
trasero y así podremos hablar con el Señor Randiel.
Rodearon el muro aprovechando la oscuridad y empezaron a escalar, en
poco tiempo estaban al otro lado del muro y entraron a la casa, deslizándose
por las paredes. Al interior de la casa encontró al mayordomo de la casa, que
conocía a Diego,
-¡Mi señor Diego!, ¡qué alegría verlo vivo!, pensé que había muerto en el
reino de Torreón.
-Gracias amigo, quisiera ver al Señor Randiel, tengo que hablar
urgentemente con él.
-Claro mi señor, ¡creo que se va a poner muy contento de verlo con vida!
Síganme por favor.
-Mi Señor, llamó a Randiel desde la puerta.
Él ya estaba despierto, y abrió su puerta para saber porque el mayordomo
lo llamaba tan temprano.
-Lo siento mi Señor, pero tenemos visitas importantes, mi señor Diego está
vivo y quiere hablar con usted.
-¿El comandante de la guardia del rey está vivo?, esta es sin duda la mejor
noticia que he escuchado los últimos días.
Salió el Señor Randiel y entró a la sala de espera, saludando a Diego y a
Susana.
-Oh mis queridos amigos, Diego que bueno verte sano y salvo, nuestros
enemigos habían difundido la historia de tu muerte en Torreón en manos del
Señor Carlos, y la bella Susana, siempre tan radiante, y le beso la mano.
-Gracias mi Señor, los rumores casi se vuelven realidad en Torreón, si no
fuera por Susana que me salvó la vida al sacarme de una mazmorra donde me
tenía encerrado el Señor Carlos. Pero cuando llegamos al reino de Aldezafíro
nos encontramos con la trágica noticia de lo que había hecho el Señor
Aurelius.
-Ay amigo, lo que ha sucedido en el reino es una tragedia para los que
amamos al rey Augusto. Por lo que ha sucedido creemos que el Señor Aurelius
estaba preparando esto desde hace tiempo. El rumor de los planes oscuros que
se fraguaban desde Torreón, simplemente fue una disculpa para sacarlos del
juego a ustedes dos y teniendo al rey sin su comandante de guardia y sin la
mujer más valiente del reino, debilitarlo y usurpar el trono.
Esto sucedió tan rápido que ni siquiera pudimos reaccionar, dos de tus
hombres, Diego, también te dieron la espalda y sirven al Señor Aurelius, es
por eso que las tropas tampoco han reaccionado como debieran y han optado
por seguir a sus líderes que sirven al usurpador; estos dos días se ha derramado
mucha sangre de hombres justos que habían servido toda la vida al reino y a su
rey Augusto; todos los nobles que quedamos con vida, fuimos amenazados y
si no jurábamos lealtad al rey usurpador nos matarían; con la esperanza de
derrocar a Aurelius, todos los que amamos a nuestro rey Augusto, debemos
permanecer sumisos a Aurelius, esperando el momento ideal para atacar, es
por eso que verlos con vida ahora me llena de alegría, con ustedes podemos
concretar un ataque contra el usurpador y devolverle el reino a nuestro
verdadero rey.
Concretando el plan para vencer a los hombres de Diego que habían
traicionado al rey Augusto, pensaron que lo mejor era buscar el momento
cuando estos estuvieran separados. Decidieron entonces aprovechar que todos
pensaban que Diego y Susana estaban muertos para llegar cerca de ellos de
imprevisto, la única forma seria entrar al castillo disfrazados como guardias
del rey, el Señor Randiel los acompañaría en su misión, pero primero tendrían
que deshacerse de los guardias de la entrada, aprovechando que estaban en la
casa del Señor Randiel se pusieron nuevamente armaduras, Susana llevaba
arco, saetas y espada, y Diego llevaba espada y escudo.
Con la luz de la madrugada salieron de la casa del Señor Randiel, Diego
llamó a los guardias que estaban frente a la casa para distraerlos, el hombre
sacó inmediatamente su espada pero Susana lo golpeó fuertemente en la nuca
y cayó inconsciente en el suelo, cuando el segundo iba a auxiliar al
compañero, el Señor Randiel lo enfrentó con su espada, luchando, el Randiel
tenía ventaja sobre el guardia, era más ágil y corpulento, y ganando una
posición de superioridad lo golpeó en la cara, el hombre cayó y Randiel con la
amenaza de cortarle el cuello le dijo que mejor se quedara quieto. Los
amarraron a ambos y los dejaron en la casa encerrados en un cuarto para que
no los escuchara nadie. Tomaron sus cascos y armaduras, Susana y Diego se
los colocaron para así lucir como hombres de Aurelius y pasar sin
inadvertidos. Partieron pues junto con el Señor Randiel rumbo al castillo de
Mobark.
Cuando llegaron a Mobark, el puente se encontraba arriba, entonces Diego,
hizo señas a los centinelas para que lo bajaran. Al entrar el guardia de la puerta
los detuvo y les dijo,
-¿Para dónde van con ese hombre?
-Este es Randiel y el rey Aurelius nos ordenó traerlo al castillo hoy.
-Sigan, les dijo el guardia, creyendo todo lo que le habían dicho.
Al entrar al castillo Diego empezó a buscar al comandante, que seguro
sería uno de sus hombres, pero lo único que encontraban eran guardias
parados frente a las puertas, a los que saludaban moviendo su cabeza. Diego
les dijo a sus compañeros de travesía,
-Debemos ir al cuarto de la guardia que es donde frecuenta descansar el
comandante, allí lo encontraremos. Cuando llegaron, encontraron un hombre
parado frente a la puerta, aquel les preguntó para donde se dirigían y Diego sin
dejarlo terminar de hablar lo golpeó fuertemente en el rostro y lo dejó
inconsciente en el piso, al entrar al cuarto, Marcus se estaba levantando de la
cama, lo había despertado el ruido que había escuchado al caer el hombre al
piso, inmediatamente Susana estaba apuntando una de sus flechas a su cara,
-No te recomiendo que te muevas, Marcus ya conoces lo hábil que es
Susana con el arco. Le dijo Diego.
-¿Diego y Susana? No puede ser, ustedes deberían estar muertos.
-Siento decepcionarte, le dijo Diego golpeándolo en la cara, ¿tantos años
sirviendo juntos a nuestro rey y salgo un par de días y aprovechas para
traicionarnos?
-Esto no es algo de unos días Diego como tú piensas, hace tiempo que
sirvo a Aurelius respondió Marcus levantándose del suelo, estoy harto de
servir al rey Augusto sin ninguna retribución justa por mi servicio, Aurelius ha
prometido hacerme Señor y darme muchas tierras y siervos.
-Pensé que eras un hombre con principios y que amabas nuestro reino, pero
ahora veo que lo único que te interesa es el poder. Ahora dime donde tienen al
rey Augusto si no quieres que atraviese tu cuello con mi espada, y lo único que
quede del “Señor Marcus” sea su cabeza separada de su cuerpo.
En ese momento, Susana se desvaneció y nuevamente estaba en la
habitación 323 del hospital San Martin de Porras.

Capitulo X
Juana conoce a Diego.

Juana estaba con ella y la acompañaba en su despertar,


-Hola doctora Susana, ¿cómo amaneció?
-Podría decir que por ahora no tengo dolor y eso es un logro,
Después que Juana le ayudó a tomar el desayuno, Susana le recordó la
propuesta que le había hecho el día anterior.
-Doctora Susana, por supuesto que he pensado en su propuesta, llevó
muchos años trabajando en este hospital y aunque ha sido duro, lo he
disfrutado porque me encanta servir a los enfermos y siento que es mi llamado
en la vida, pero lo que usted me dijo ayer me hizo pensar, en mi futuro y en el
de mi familia, estoy decidida a dar un paso hacia el cambio, y claro que si
quiero trabajar con usted.
-Me alegra mucho su decisión, Juana, yo sé que usted es una persona
idónea y que hace su trabajo con entrega y por eso es que le hice la propuesta.
Aliste todo porque hoy mismo voy a hablar con el doctor Olarte para que me
deje ir a casa, puedo lograr también tener un médico que me visite cuando lo
necesite.
Cuando llego el doctor Olarte vio a Susana sentada en una silla al lado de
su cama y de buen ánimo, la saludo y ella le respondió su saludo.
-Doctor quiero agradecerle mucho su dedicación, quiero que sepa que si
necesita una recomendación para algún trabajo yo se la daré, tengo muchos
conocidos en direcciones de hospitales. Pero ahora necesito pedirle que me
envíe a mi casa, creo que he respondido muy bien a su tratamiento y no quiero
estar en este hospital que lo único que hace es enfermarme más.
-Yo comprendo sus motivos doctora Susana, pero entienda que debemos
practicar más estudios para llegar a un diagnóstico claro de su enfermedad, y
ahora que ya está mejor podemos continuar haciéndolo.
-Agradezco su preocupación, pero mi decisión está tomada, y si es
necesario se pueden hacer los exámenes en mi casa, entienda doctor que si
continúo viviendo en este hospital me voy a morir pero de depresión.
-Bueno, con el compromiso de continuar todos los exámenes de esta
forma, le daré la salida, para que continúe el estudio desde su casa.
-Le agradezco su comprensión, muchas gracias doctor.
Algo era cierto y era que lo que había vivido durante la hospitalización y lo
que vivía en sus sueños había cambiado su forma de ser y de pensar, empezaba
a ver a los otros de una manera diferente; entendía ahora que podían existir
personas que de forma desinteresada se preocupaban sinceramente por ella y
que debía responder con gratitud a sus cuidados.
Camino a su casa en compañía de Juana se sentía muy feliz de poder
respirar un aire diferente al del hospital, se sentía como cuando se graduó de
medicina, esa sensación de triunfo, de haber alcanzado una meta, lo vivía
ahora al poder salir del cuarto 323, se hizo la promesa de nunca más volver a
estar recluida en un hospital, prefería morir en su casa, que venir a morir en la
soledad que había vivido en las últimas semanas.
Cuando llegaron al conjunto donde vivía, Juana le ayudo a subir a la silla
de ruedas, y la condujo a su casa, todo estaba como lo había dejado hace unos
meses; le pidió a Juana que la ayudara a sentarse cerca de la ventana de la sala,
tenía una hermosa vista hacia los jardines del conjunto, un cálido sol entraba y
entibiaba sus manos; Juana se daba cuenta que estar en su casa le cambiaba su
aspecto, lucía feliz y relajada, muy diferente a como se veía cuando estaba en
el hospital, Juana quiso preguntarle algo que desde hace tiempo estaba
guardando en su mente.
-Doctora Susana…
-Por favor dime Susana, porque si no voy a sentir que estoy en consulta.
-Bueno Susana, ¿puedo hacerle una pregunta?
-Creo que sí, adelante.
-Una tarde que usted se encontraba durmiendo después de que le
administraran su medicación, me quedé un rato viendo como dormía, y parecía
que estuviera despierta pero con los ojos cerrados, y su cara tenía muchas
expresiones, sufrimiento, alegría, dolor, sorpresa, pero lo que más me llamó la
atención fue su cara cuando habló dormida y pronunció un nombre,
-¿Qué nombre, Juana?, dímelo, preguntó con algo de insistencia.
-Diego, creo que fue lo único que pude entender de todo lo que dijo.
¿Quién es él? ¿Un familiar?
Susana volteó un poco su rostro hacia la ventana nuevamente y pareció
hundirse en sus pensamientos, en un momento Juana la vio viajar al otro lado
del universo y volver. Pensaba en Diego y lo que sentía por él y en donde lo
había dejado la última vez que lo vio, también pensaba en lo feliz que se sentía
a su lado y no dejaba de sentir una frustración adherida hasta sus huesos al
recordar que solo vivía esa felicidad en sus pensamientos y que no era real.
Decidió contarle a Juana sus sueños, quería compartir con ella algo
personal e íntimo, de todas formas a fuerza de servicio Juana le demostró ser
una verdadera amiga,
-Juana quiero contarte algo.
-Soy toda oídos, le respondió.
-Desde que estoy en el hospital, comencé a soñar, pero no como todas las
personas sueñan y cuentan al otro día lo que pudieron ver y recordar del
sueño, mis sueños son más reales, te podría contar con lujo de detalles todo lo
que he visto en mis últimos sueños. Cuando estoy en ellos, vivo en una época
de caballeros, yo soy una de ellos, vestida con armadura y acostumbrada a
cabalgar sobre un caballo por horas, se manejar la espada y el arco con gran
habilidad, y pertenezco al grupo de confianza del rey.
-Yo también he tenido sueños que recuerdo muy bien, decía Juana, y las
imágenes que veía parecían reales.
-Todavía no me hecho entender, Juana, mis sueños se encadenan uno con
otro perfectamente, cada vez que sueño empiezo donde terminó el anterior y
en ellos me veo tan real como te estoy viendo en este momento a ti.
-Creo que esa forma, no he soñado nunca, respondió perpleja, Juana.
-En esos sueños, continuó Susana, he visto a Diego que era el nombre que
escuchaste que repetía durante mis sueños, él se ha convertido en el amor de
mi vida, si solo lo pudieras ver, Juana, es un hombre alto con cabello largo
ondulado, con ojos grandes y negros, es todo un guerrero, es comandante de la
guardia del rey y él también está enamorado de mí.
Juana la escuchaba atentamente, estaba sorprendida de escucharla hablar
de sus sueños, parecía que estuviera hablando de algo que había vivido en
realidad, describía con lujo de detalles grandes castillos, reyes vestidos de
forma increíble, caballos hermosos en los que cabalgaba al lado de Diego, del
cual se notaba que estaba profundamente enamorada. Escuchó toda la tarde su
relato, no le cansaba oírla hablar. Cuando llegó la noche le dio sus
medicamentos para poder dormir y para su dolor, le llamaba la atención que
estar en la paz de su casa, le facilitaba conciliar el sueño.

Capitulo XI
Una guerra inevitable

Cuando abrió sus ojos Susana estaba nuevamente en el cuarto del


comandante de guardia y Diego tenía su espada fuertemente puesta sobre el
cuello de Marcus, esperando la respuesta a su pregunta.
-¡Tranquilo Diego! Ya te lo voy a decir, el rey Aurelius lo tiene encerrado
en su cuarto, en donde lo interroga acerca de las provincias que aún no se han
rendido, se encuentra atado de pies y manos a una silla, y muy bien
custodiado.
-Muchas gracias, “Lord Marcus” le dijo irónicamente Diego, dándole un
golpe en la cara que lo dejó noqueado en el piso; lo amarraron junto con el
hombre que estaba vigilando la puerta y los amordazaron.
Caminaron rápidamente hacia la alcoba principal del castillo, que estaba
custodiada por hombres de Lord Aurelius,
-Creo que va a ser muy difícil penetrar esa guardia, dijo el Señor Randiel.
-No tenemos tiempo, creo que lo único que podemos hacer es enfrentarlos
para entrar a la alcoba del rey.
-Ustedes dos los confrontan con la espada y yo los apoyo con el arco. Les
dijo Susana.
-Bueno entonces adelante dijo el Señor Randiel.
Diego y el Señor Randiel al instante saltaron a la batalla, Susana detrás de
ellos, los apoyaba con el arco, los hombres al intentar atacarlos se descuidaban
y Susana clavaba sus saetas en cualquier parte del cuerpo que estuviera
descubierta.
En un momento Diego les habló a los que quedaban, y les decía,
-Hermanos, soy Diego de Aragón, y todos han servido conmigo al rey
Augusto, no hay razón ahora porque nos enfrentemos y ustedes sirvan a un rey
usurpador del trono.
Y con estas palabras los hombres que custodiaban la entrada se calmaron y
dejaron de atacarlos, Diego bajo su espada y reorganizó a los hombres para
entrar a la alcoba del rey.
Cuando lograron entrar en el cuarto del rey encontraron a Lord Aurelius
con el rey Augusto tomado por su cuello y amenazando con clavarle un puñal
si no lo dejaban salir del cuarto inmediatamente.
Susana tenía su arco listo para clavarle una flecha en la cara al usurpador, y
Diego tenía extendida su espada, dispuesto a toda costa a liberar al verdadero
rey.
-¿Cómo es que te hiciste llamar un hombre de confianza del rey por tantos
años y al final planeas esta traición? Le preguntó Susana
-Ay querida Susana, no sabes lo que es estar a la sombra de un rey
sabiendo que tú eres el que verdaderamente deberías estar en el trono.
Solamente eres otro títere del rey, un peón que se pone y se quita en cualquier
momento, pero el rey es la pieza más importante, entorno de quien giran todas
las cosas en un reino, ese poder debe ser ejercido por una figura fuerte, que
merezca tener ese poder no por un rey como Augusto, débil y complaciente,
que no se preocupa por atacar antes de ser atacado.
-Sea como sea, Aurelius, no saldrás de este lugar con vida si no sueltas al
rey, no estás en posición de negociar, ya perdiste a los hombres que te servían,
y estos que se encuentran aquí, no te sirven a ti sino al verdadero rey de
Aldezafíro.
-Ustedes no entienden nada todavía, no saben que mis planes van más allá
de sus pensamientos y que en este momento Lord Carlos de Torreón se dirige
hacia este lugar con su ejército para ayudar a confirmar el reino en mis manos.
-¡Infeliz traidor!, ¿te atreviste a entregarnos en manos nuestros enemigos
solo por querer ser rey?
El rey Augusto, mientras discutían, golpeó con su cabeza la nariz del rey
Aurelius, Susana aprovechó para clavarle una de sus flechas en un ojo,
produciéndole la muerte instantáneamente, corrieron inmediatamente a
auxiliar a su rey.
-Mis amados Susana y Diego, gracias por venir a ayudarme, nunca pensé
que la persona que nos estaba dando la información acerca de las
conspiraciones que se fraguaban en el vecino reino de Torreón en realidad era
el gran conspirador.
-Mi rey nos alegra verlo con vida, que piensa que debemos hacer con el
ejército que se acerca a nuestro reino, le preguntó Susana.
-Creo que debemos salir a su encuentro, y debemos intentar negociar con
Lord Carlos para evitar otro derramamiento innecesario de sangre. Diego
necesito que organices nuestros hombres, partimos en este momento al
encuentro del ejército de Torreón.
Salió Diego a preparar el ejército para partir de inmediato, cuando los
hombres estaban formados para salir a la guerra, se notaba inseguridad en
medio de ellos, los hombres estaban confundidos por lo que acaba de pasar
con el rey, por esto Diego se dirigió a ellos.
-Hermanos soldados, todos somos miembros de este gran reino de
Aldezafiro, y en estos días hemos sufrido la pérdida irremediable de personas
valiosas, no solo para sus familias sino para el reino y también sufrimos la
traición de otras que creíamos fieles a nuestro rey Augusto, pero en este
momento de dificultad debemos unirnos más a nuestro rey como un solo
hombre, para luchar contra esta nueva amenaza que quiere acabar con lo que
hemos construido, si no luchamos ahora no podremos vivir nunca más en paz
como lo hacíamos antes; ¡no es momento de dudar, es en este momento que
como una corriente impetuosa de agua aplastemos a nuestros enemigos y
restauremos la paz de nuestro amado reino!
Y se escuchó la voz del ejército, que como un grito de un solo hombre, le
contestó con fuerte ¡Ah!, como un rugido que estremeció el viento.
Emprendieron su camino a enfrentar al ejército de Torreón; en el frente de
batalla cabalgaban el rey Augusto, Diego, Susana y los nobles del reino entre
ellos Lord Randiel, todos luciendo armaduras para la guerra y estandartes que
marchaban delante de todo el ejército. Los hombres iban coreando canciones,
y daban vivas al rey Augusto. En medio de la marcha el rey Augusto se
mostraba muy agradecido con Susana y Diego que de una manera u otra
habían cumplido con la misión que él les había encomendado.
Al anochecer llegaron al lado del valle que les correspondía a Aldezafiro y
en donde el próximo día, cuando amaneciera, se llevaría a cabo la batalla. Los
hombres armaron un campamento para pasar en ese sitio la noche mientras
esperaban la confrontación el siguiente día. Dos hombres a caballo que habían
sido enviados por Diego para sondear el ejército enemigo llegaron a dar el
parte al rey,
-Mi rey, al otro lado de la planicie, acampa el ejército de Torreón,
calculamos que deben ser unos dos mil jinetes, y unos diez mil hombres a pie.
Los hombres de Aldezafiro eran más o menos mil ochocientos jinetes y
siete mil a pie, y aunque los de Torreón los superaban en número, esto no
alienaba su espíritu. Hoy más que nunca se sentían unidos por su rey, además
Diego y Susana les daban una nueva inspiración de coraje y valentía que los
preparaba para la batalla.
En la noche en el campamento de Aldezafiro, Diego pudo hablar con
Susana,
-Susana, mañana es un día decisivo para nuestro reino, probablemente
enfrentemos a la muerte, y aunque nunca le he temido, tú me haces querer
aferrarme a la vida, lo que he encontrado en ti en estos días, nunca lo habría
podido encontrar en ninguna otra mujer; y quiero pedirte, si salimos con vida,
que te conviertas en la esposa de este caballero que encuentra en tus ojos la luz
de su camino; esto último se lo dijo arrodillándose y tomándole la mano
derecha, y en su dedo anular colocó un hermoso anillo de oro con una pequeño
zafiro en el centro.
Susana se encontraba muy emocionada, ella también amaba
profundamente a Diego, y aunque él no lo sabía, este amor traspasaba las
barreras de ese mundo y le había dado también un sentido a su vida real, a su
enfermedad; no pudo evitar las lágrimas, no sabía cómo responderle a Diego,
y como siempre en los momentos en que más se quería aferrar a su sueño, se
desmayó.
Cuando despertó en su casa, sentía también las lágrimas corriendo por sus
mejillas, hace un rato ya Juana estaba despierta y lista para ayudarle a
levantarse y bañarse.
-¿Estaba soñando con él, cierto? Preguntaba Juana, llena de curiosidad,
-Sí, me propuso matrimonio,
-¡Cómo! No lo puedo creer, y saltaba por el cuarto, llena de felicidad,
como si fuera a ella a quien le hubieran hecho la propuesta. Que alegría, pero
cuénteme como lo hizo, no omita detalles por favor.
Y Juana escuchaba atentamente el relato casi sin parpadear, cuando le
contó lo del anillo, se le aguaron los ojos a Juana.
-Ah, es todo un caballero, de esos ya no se consiguen en esta época.
-Lo difícil es que estamos a punto de comenzar una guerra y ni siquiera
sabemos si vamos a sobrevivir, el ejército enemigo nos aventaja por unos
cientos de hombres, y si comienza la batalla necesariamente va a haber
muchas bajas.
Juana estaba tan emocionada con el relato de Susana que se le había
olvidado el baño y el desayuno de Susana.
-Juana luego seguimos con el relato, quiero bañarme,
-¡Ay discúlpeme! Con tanta emoción de su relato, se me olvido todo.
Y ayudó a Susana en su aseo personal y a tomar el desayuno, cuando
terminaron con esto la llevó a tomar el sol cerca de la ventana como le gustaba
hacerlo en las mañanas. Estando allí hablo con Juana y le pidió el favor de
llamar a su mamá. Después de mucho tiempo de no hablar con ella la invitó
para que viniera en la tarde, ahora comprendía lo importante que eran las
personas, y quería empezar con reconciliarse con ella.
Cuando llegó Matilde le presentó a Juana, ella como solía saludar a todas
las personas la saludo afectuosamente, Matilde respondió el saludo
desprevenidamente, al sentarse miró fijamente a Susana, como queriendo
preguntarle porque la había llamado precisamente en este momento.
-Mamá, quiero decirte que sé que para ti fue un gran sacrificio criarme y
que no tenías los medios económicos para mantenerme, y te agradezco por
todo lo que te negaste tener por darme lo que yo necesitaba.
Matilde de escuchar las palabras de su hija no pudo contener las lágrimas y
abrazó a su hija, y le dijo
-Perdóname por no haber sido una mejor mamá, y por todos los momentos
amargos que tuviste que vivir al no recibir de mi parte suficiente amor.
Después de darse un abrazo por un rato muy largo, Susana le dijo algo más
a su mamá,
-Mama quiero que sepas que hace algunos años compré un seguro de vida
que está a tu nombre, cuando yo falte, el dinero que recibas será suficiente
para que vivas bien sin sufrir necesidades.
-Hija muchas gracias, pero esto no es necesario, yo sé que vas a vivir
muchos años más.
-No se mamá, con esta enfermedad no sé si viva muchos años más.
Susana se encargó de explicarle a la mamá como debía cobrar el seguro de
vida, aunque su mamá no quería hablar más del tema, ella insistió en
explicarle todo paso a paso. Tuvieron que interrumpir la conversación porque
nuevamente empezaron los dolores, Juana ya le había administrado parte de
los medicamentos y nuevamente entró a la alcoba de Susana para darle los que
le faltaban.
Nuevamente en Aldezafiro, estaba frente a Diego, ya se había recuperado
de su momentáneo desmayo, y el arrodillado frente a ella sosteniendo su mano
y su dedo con el anillo que Diego le acaba de poner, se había hecho un minuto
de silencio y él esperaba una respuesta de Susana, ella un poco impactada por
la propuesta no podía responder, pero cuando lo pudo hacer le dijo,
-Claro que quiero casarme contigo Diego, y él se levantó y la abrazo y con
mucha alegría, la hacía girar levantándola del suelo, cuando nuevamente la
bajo, otra vez sellaron su pacto con un beso.
Al amanecer todo el ejército estaba listo para la batalla, estaban formados
los hombres de a pie y toda la caballería detrás de ellos, Diego y Susana al
lado del rey. Augusto decidió enviar mensajeros al rey Belium para negociar
una solución sin confrontación, pero la respuesta del rey fue que Aldezafiro
era un enemigo, que no merecía piedad y que hoy serian aplastados por el
ejército de Torreón.
Sin una respuesta positiva no quedaba más que la confrontación, Diego
cabalgo delante de los hombres de a pie y dio la orden de avanzar, con lo cual
todo el ejército a una comenzaron a caminar, después de algunos pasos, a
trotar, y luego de cien metros estaban corriendo y gritando para encontrarse en
la mitad del campo con sus enemigos, la lucha era pareja aunque Torreón
llevaba un ventaja numérica, cada hombre de Aldezafiro valía por 2 o tres de
Torreón, porque sabían el motivo de su lucha, Susana y la caballería seguían
de cerca al ejército y también se habían encontrado con sus iguales en el
centro del campo de batalla, Susana disparaba desde su caballo saetas hacia
todas direcciones, prefiriendo matar a los jinetes enemigos; en el momento
más fuerte de la batalla, Torreón retrocedía, Diego en su caballo luchaba con
espada y escudo contra la caballería del rey Belium, estando en medio de la
pelea, no vio el caballo que pasaba rápidamente detrás de él, recibiendo un
fuerte golpe, de tal manera que perdió la estabilidad y cayó de su caballo,
cuando pudo recuperarse vio como el caballo nuevamente se dirigía hacia él,
el jinete era Lord Carlos, y tenía su espada extendida hacia él, dispuesto a
decapitarlo de un solo golpe, Diego resistió el ataque con su espada pero cayó
al suelo desestabilizado por el impacto. Al intentar levantarse vio como Lord
Carlos tenía su espada extendida y dirigida hacia su cuello, y le decía
-Le digo señor Diego, que los traidores reciben su merecido en Torreón,
Diego estaba dispuesto a morir en ese momento, cuando una flecha zumbó
en el viento, Lord Carlos escuchó el sonido de las flechas que disparaba
Susana cuando practicaban el tiro en su castillo, solo paso ese recuerdo por su
mente cuando la flecha de Susana le atravesó el cuello.
El rey Belium al ver la superioridad del ejército enemigo y la pérdida de
uno de sus hombres más importantes, ordenó la retirada de sus hombres; al ver
la reacción de sus enemigos todos los hombres de Aldezafiro dieron un grito
de victoria.
De vuelta hacia Aldezafiro, todo el mundo cantaba canciones de victoria al
rey y a sus dos fieles ayudadores, Susana y Diego, al llegar al castillo de
Mobark, se preparó todo para atender a los heridos de guerra, y para hacer el
conteo de las bajas, según lo había ordenado el propio rey Augusto.
Toda el resto de ese día se dedicaron a la labor ordena por el rey. Al día
siguiente se preparó una ceremonia en donde el rey en persona quiso hacerles
un homenaje a todos los héroes que se habían sacrificado por el reino de
Aldezafiro. Muchas personas que vivían en las ciudades del reino estaban ese
día en la ceremonia para escuchar al rey.
-Hermanos del reino de Aldezafiro, hoy gracias a la valentía de todos
nuestros soldados hemos ganado una batalla en la que no teníamos la ventaja,
pero le dejamos bien claro a Torreón que como nación somos ¡temibles y nos
tienen que respetar!
Y se escuchó un fuerte ¡bravo! que retumbo en toda la ciudad.
También quiero exaltar la valentía de Susana, Diego y el Señor Randiel
quienes, fueron los que me liberaron de las manos de Lord Aurelius, y que
confirmaron nuevamente mi reino. Ellos tres seguirán siendo las personas más
importantes en mi reino y serán siempre mi mano derecha.
Y se escuchó una fuerte ovación que duró varios minutos.

Capítulo XII
Una propuesta hecha realidad.

Llegando la noche, Diego quiso hablar nuevamente con su prometida.


- Mi bella Susana, Dios nos ha concedido la victoria en la batalla, y se ha
complacido en mantenernos con vida, no quiero desperdiciar tan bella dadiva
y quisiera compartirla desde ahora contigo; me harías el hombre más feliz de
Aldezafiro, si accedes a casarte conmigo mañana mismo,
Susana, con su voz entrecortada por la emoción, asintió la propuesta de
Diego, no podía entender que algo tan sencillo pero a la vez tan hermoso como
el amor de un hombre la hiciera tan feliz.
Continuaron hablando intentando organizar la improvisada boda hasta
pasada la media noche.
Al otro día todo el pueblo se reunió por la unión de sus dos héroes, el
templo fue organizado por la gente del rey con hermosas flores blancas en
grandes ramos que estaban pegados de las bancas a lado y lado del pasillo
central, una corte de damas de honor acompañaba a la novia, que lucía un
hermoso vestido blando ceñido a su torso y separado de su cadera como si
fueran pétalos de una rosa blanca, además con una gran cola; en el altar
esperaba ansioso Diego a su novia, la podía ver a lo lejos, al acercarse pudo
ver su hermosura, el vestido la hacía ver resplandeciente.
Al llegar el momento de aceptar los votos de cada uno Susana sintió una
presión en el pecho que era algo nuevo para ella, y que no la dejo hablar y de
nuevo perdió el conocimiento.
Al despertarse, aún era la madrugada, seguía teniendo la misma sensación
de ahogo y presión en su pecho que sentía en el sueño, llamó a Juana por
medio de un intercomunicador, y ella llego en pocos segundos a atenderla, vio
que le costaba mucho trabajo respirar, sus labios habían tomado una
coloración azul, y su piel un tono pardo; inmediatamente llamó a la
ambulancia, quienes llegaron en unos pocos minutos, la atendieron, le
colocaron oxígeno y con esto sintió un poco de mejoría de sus síntomas. El
médico que la atendió le dijo que sospechaba que un trombo había llegado a
sus pulmones fruto de la postración a la que la había conducido su enfermedad
y le dijo que tenía que trasladarla urgentemente a la clínica, pero Susana se
negó a ser trasladada a un hospital, el médico se limitó a recordarle que su
nueva enfermedad era muy grave y podía acabar con su vida en cualquier
momento, Susana aceptó la responsabilidad de quedarse en la casa.
Susana se seguía deteriorando, se veía muy mal y había mandado llamar a
su mamá porque presentía que podía llegar a suceder algo fatal; le hizo señas a
Juana para que se acercara, quería decirle algo, y susurrándole al oído le dijo
que cuando muriera su casa pasaría a ser suya, Juana no podía creer lo que
estaba escuchando, la abrazó y con lágrimas en los ojos le dio las gracias. Le
contó lo que estaba sucediendo en los sueños y Juana se alegró mucho al ver
que podía sonreír aunque tuviera tanto ahogo. Además le dijo que había un
documento en la mesa de noche al lado de su cama firmado por ella, en donde
consignaba su última voluntad, y parte de ella era que no la trasladaran a
ninguna clínica, y que tampoco la conectaran a ventiladores artificiales,
porque no quería que prolongaran su sufrimiento, si no que la dejaran morir,
dignamente.
Al llegar la noche, Susana estaba fatigada de luchar por respirar, cada vez
se ponía más azul, aunque el oxígeno ya estaba a su máxima capacidad, estaba
somnolienta y Juana le había administrado una dosis extra de medicamento
para el dolor, le dolía ver que sufriera tanto y se sentía impotente ante su
sufrimiento.
Al acercarse la media noche, la batalla de Susana llegaba a su fin, su pecho
estaba fatigado, no podía esforzarse más por respirar, Juana se acercó y le dijo
al oído,
-Dile que sí aceptas.
Y con una pequeña sonrisa, Susana Lemus dejó de respirar. Y al abrir sus
ojos, de nuevo en el altar, le dijo a su amado Diego,
-Si acepto.

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