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F-16s : Entendiendo el por qué Chile potencia su Disuasión

El anuncio de compra de una flotilla de aviones F-16 a Holanda, luego


desmentida por el gobierno holandés, y más tarde reafirmada por el chileno pone,
nuevamente en el tapete, el cuestionamiento sobre si estamos enfrascados
en una carrera armamentista en América del Sur, y en particular, si se está
inaugurando una entre Chile y Perú.

No sólo Chile ha inaugurado un programa integral de modernización de sus


capacidades bélicas, sino que Brasil, Colombia y Venezuela también, en menor
escala Ecuador…y ahora, posiblemente, Perú. En Argentina, presiones se hacen
sentir hace bastante tiempo sobre Nilda Garré, su Ministra de Defensa, a fin que
ésta inyecte recursos en sus FF.AA. Hasta ahora nada. Este puede ser el caso.

Desde Perú se ha señalado que Chile estaría rompiendo el equilibrio


estratégico en Sudamérica, pero sobre todo entre ambos.
Creo que en este debate se ha está obviando un ingrediente fundamental que
es identificar los estímulos que llevan a un país a embarcarse en un
proceso de repotenciación de sus capacidades bélicas, en este caso
Chile, en contra de quien la clase política peruana punta todos sus dardos.

Ya hemos señalado en artículos anteriores parte relevante de estos “ingredientes”,


sin embargo existe uno que tiene un carácter altamente simbólico, que está inserto
en el ADN nacional a través de la historia pasada. Estamos hablando de las
percepciones que alimentan, artificialmente o no, posturas de seguridad
públicas, como son doctrinas de defensa, políticas de defensa y procesos
de adquisición de sistemas de armas. ¿Por qué razón Chile ha potenciado su
capacidad disuasiva durante estos últimos veinte años?

El programa de modernización bélico chileno, inaugurado a fines de los 80,


cristalizado en los 90 y plenamente absorbido durante este siglo que recién
comienza, surge, en lo más profundo de sus motivaciones políticas, en dos hechos
claves: la crisis del 78 con Argentina y antes, aquella con el Perú de Velasco
Alvarado a finales del 70. Una percepción de inferioridad en cuanto a
capacidades, una postura defensiva y una percepción de aislamiento real
bajo la forma de un Estado-Fortaleza, imprimieron la idea de un “nunca
más”. Nunca más estar a la merced de voluntades políticas de los Estados
vecinales, nunca más debilidad militar. Desde ahora, la disuasión no puede ser
“defensiva” sino que debe ser una de naturaleza ofensiva: El precio de una
aventura bélica en contra de Chile debe ser altísimo. No solo se debe estar
preparado para “neutralizar”, sino que “proyectar la fuerza”. Una apuesta por una
disuasión doctrinalmente ofensiva, pero políticamente defensiva.

Lo anterior queda aún más claro cuando Chile nos señala que no tiene
pretensiones territoriales. Percepciones de "revanchismo" asociadas
a pretensiones territoriales pueden y claramente incentivan la
inauguración de programas que buscan repotenciar las capacidades
militares. Chile entendió bien esto último.

Desde el Perú se acusa a Chile de embarcarse en adquisiciones masivas de material


bélico, pero ellos obvian un punto central: Chile está en una posición defensiva
en el plano de sus fronteras, no así sus tres vecinos estatales. Chile no ha
ido a La Haya, lo llevaron. Bolivia pretende sistemáticamente obtener una salida
al Océano Pacifico que implicaría pérdida de soberanía, Perú, por su
parte, pretende rectificar los límites fronterizos y con nuestro nuevo socio
estratégico argentino aún no está zanjado Campos de Hielo Sur.

Desde el Perú se señala que existe un desequilibrio militar, una


“asimetría”, a favor de Chile.Esta asimetría puede ser real, en términos
militares, puede que efectivamente se estén rompiendo los “equilibrios militares” en
las relaciones chileno-peruanas, pero, tengámoslo claro, que está nueva relación
puede ser explicada por la postura del Perú: desconocer tratados de limites
vigentes, mantener una postura política y económica de competencia con
Chile en forma permanente y alimentar una rivalidad desde la clase política
a través de sus medios escritos, denota una postura revanchista. No puede
ser sino lógico que Chile desee reforzar sus capacidades disuasivas, por cuanto el
país, efectivamente, moderniza cualitativamente sus arsenales para fines disuasivos
y no desde una óptica cuantitativa: no es Chile quien pretende desconocer límites
fronterizos ni tiene intereses de absorber territorios vecinales. Todo lo contrario.

Los desequilibrios no implican una estricta paridad. Las asimetrías militares, a lo


largo de la historia humana, han permitido que la paz sea preservada. Este puede
ser el caso. La postura "disuasiva" implica que existe un actor que pretende
cambiar las reglas del juego. Existe un actor con ánimo revanchista, de
rompimiento del statu quo territorial, en este caso, el "otro" actor no hace
sino que apelar a mostrar la fuerza para nunca tener que servirse de ella.
Ahora solamente nos queda identificar quién es quién.

Chile, Perú y Bolivia: Arco de la Integración versus Polo del Conflicto

Desde el fin del orden sudamericano que se redibujó luego del término de la Guerra
del Pacífico, pero que más tarde se cristalizó en otro, dictado y moldeado, esta
vez, en Moscú y Washington, y que, finalmente, se transformó en un orden
marcado por la difusión de la potencia y la fragmentación de las amenazas a
comienzos de los 90 del siglo recién pasado, hoy Chile se enfrenta a una nueva
distribución del poder en su propio espacio geopolítico. Un nuevo “orden
geopolítico” ha tomado forma y se cristaliza.

Observamos el surgimiento de dos entidades geopolíticas distintas en su interacción


con Chile. La primera de ellas es un espacio de plena cooperación, coordinación y
complementarizacion política, social, económica y militar. Es lo que podemos
denominar el “Arco de Integración” conformado por Ecuador y Colombia al
norte, Brasil al noreste y Paraguay, Uruguay y Argentina al Este. Chile mantiene no
solo excelentes relaciones con todos y cada uno de ellos, sino que existen canales
de comunicación diplomáticos, políticos y militares expeditos y transparentes en
donde la cooperación en temas de seguridad y defensa responde a amenazas
claramente comunes. Con este “Arco”, no existen hipótesis de crisis vigentes que
pudieren transformarse, en el corto y mediano plazo, en “hipótesis de conflicto”. Un
caso particularmente relevante es el núcleo Ecuador-Colombia, países con los que
Chile posee una unificidad de intereses estratégicos y que deberían incrementarse.
Este “Arco de Integración” debería constituirse en la prioridad para la tanto para la
Cancillería chilena como para la diplomacia militar. La necesidad de impulsar, desde
Santiago, propositivamente proyectos de cooperación bilaterales con países del
Arco debería ser una prioridad, aislando, de esta manera, lo que denominaremos a
la otra “entidad geopolítica” con la cual Chile debe lidiar, el“Polo de conflicto
andino”.
El “polo conflictivo” compuesto por Perú y Bolivia debe ser comprendido como una
“entidad” que posee una naturaleza geopolítica propia, única, que será
permanente en el tiempo y con la cual deberemos lidiar por años a venir: el
conflicto permanente con Chile es un asunto de Estado, una política de Estado en
estos dos países andinos. A diferencia de Argentina, país con el cual manteníamos
problemáticas de seguridad y percepciones de amenaza negativas y divergentes, la
naturaleza de la falta de confianza mutua radicaba en las relaciones especiales que
Chile mantenía con Brasil (potencia antagónica a la trasandina) y las intenciones
hegemónicas de Buenos Aires, hoy, ambas posturas han cambiado de manera
estructural. Con Perú, Chile no solo mantiene hipótesis de conflicto potenciales, sino
que no poseemos con Lima amenazas comunes. Las pretensiones territoriales
peruanas no son más que el reflejo de un problema mayor con dicha capital, la
existencia de un trauma psicopolitico de parte de su clase dirigente y de parte
importante de su población, sin dejar de lado la alimentación política que esta
misma clase hace de la “imagen Chile”. Un nacionalismo negativo asociado a un
trauma irresuelto de pérdidas territoriales y de una competencia geopolítica por
dominación del Pacífico Sur. El Perú, forma parte de este “Polo geopolítico de
conflicto” por cuanto las únicas medidas de confianza mutua vigentes son las que
otorgan las señales emitidas por posturas y capacidades disuasivas. Ambas FF.AA
se temen mutuamente. Bolivia, también forma parte de este “Polo” por cuanto, al
igual que su vecino peruano, están sometidos a un trauma psicopolitico que les
impide ahondar en posturas de cooperación transparente y de integración de
principios políticos generales con Chile.

Bolivia, al igual que Perú, mantienen una postura revisionista y revanchista de un


conflicto terminado hace más de cien años, pero cuyos réditos políticos se hacen
sentir hasta hoy día mismo. Ambos actores conforman un polo o núcleo geopolítico
de conflicto que debe ser administrado de manera diferente -y que de hecho lo es.

Este nuevo mapa geopolítico que se le presenta a Chile clarifica los espacios de
integración y los de conflicto, estableciendo que el país necesita una Cancillería
constructiva, propositiva y capaz de no solo proyectar escenarios sino que de
crearlos. La asociación de países del UNASUR al modelo de metodología común del
gasto en Defensa implementado por Chile y Argentina constituye un acierto para
Chile y su política exterior y su diplomacia militar.

Chile-Perú: Diplomacia de las Elites

Los presidentes de las bolsas de Valores de Colombia (BVC), de Comercio de


Santiago (BCS) y la de Lima (BVL) suscribieron este martes un Acuerdo de
Integración con el objetivo de convertirse en el primer mercado de América Latina
en cuanto a número de empresas listadas.

De esta manera, la unificación de los tres mercados bursátiles dará lugar al


surgimiento del segundo mercado por capitalización de la región, después de Brasil.
Es así como la suma de fuerzas de las tres plazas bursátiles creará un mercado de
564 compañías, el mayor de la región, y una capitalización combinada de 442,914
millones de dólares.

Chile y Perú reunidos y unidos en torno a un interés común, el bursátil, la


capitalización, así como la generación y acumulación de riquezas. Ya lo habíamos
señalado anteriormente, un fenómeno embrionario de fusión de las elites
económicas y comerciales peruanas con las chilenas está en proceso.
Evidentemente este fenómeno no es generalizado, pero sí se está materializando en
ciertas áreas de común beneficio.
Las elites chilenas y peruanas están emergiendo, lenta pero progresivamente, como
un actor y un factor relevante en las relaciones chileno-
peruanas. Las interacciones no son solo económicas y comerciales entre aquellas
elites que acogen y reciben las inversiones “chilenas” en Lima, Moquegua o Trujillo,
y aquella elite nacional que exporta sus capitales al país del norte, sino que
también, pero sobretodo de naturaleza socioculturales y sociopolíticas.

La integración de las bolsas de Perú, Colombia y Chile materializa la lógica de “las


cuerdas separadas”, no por los gobiernos de los respectivos países, sino que por
agentes para quienes las fronteras económicas no existen, y las políticas
constituyen solo barreras que están allí para mostrar sus pasaportes en el vaivén
de viajes hacia uno u otro lado del desierto nortino.

Esta iniciativa autónoma, de agentes económicos semiprivados, me recuerda la


semilla que vio nacer a la Unión Europea, la CECA. La Comunidad Europea del
Carbón y el Acero, creada al alero del Gobierno francés, pero que luego engloba al
alemán y otros cuatro países europeos, constituye la base no solo comercial que dio
paso a un mercado común del carbón y el acero, sino que sentó los pilares
sociopolíticos que permitieron avanzar a pasos agigantados en la creación de
confianza mutua entre entidades que tan solo cinco años antes se desangraban en
las calles de casi todas las ciudades europeas.

No podemos estar seguros que MILA, es decir la creación y el surgimiento de la


iniciativa de Mercados Integrados Latinoamericanos constituye o no el comienzo del
fin de las relaciones de hostilidad peruano-chilenas. De la misma forma, no
podemos dejar de pensar que este proceso de integración puede dar aliento, en
Perú, y en su sistema político actual -aquel que se alimenta de las relaciones de
animosidad con Chile- a cambios paulatinos que permitan a esta nueva elite
económica limeña neutralizar a la tradicional.

Una suerte de “Diplomacia de las elites”, en este caso las económicas, financieras y
comerciales puede estar comenzando a tomar forma. De toda evidencia su campo
de acción será el económico, pero también y de manera especial el político. Su
estrategia y medios de acción íntimamente vinculados al poder factico, aquel que
no se ve, pero cuyos márgenes de acción son lejos, mucho más poderosos que los
reales.

Pero atención, si de algo debemos estar seguros es que las variables políticas
nunca debe estar supeditas a las económicas. El capital no tiene etnia, color, ni
nacionalidad.

Juan Pablo Córdoba el presidente de la plaza de Colombia fue claro en señalar que
esta iniciativa puede dar paso a la "transformación de tres mercados en un
importante actor regional". Hemos de esperar que, lo que la política incesante de
“gestos” desde La Moneda no ha podido apaciguar, sí lo hagan los intereses
comerciales y financieros, no del Gobierno peruano, sino que de las elites
emergentes que a partir de mañana ya no verán con muy buenos ojos retoricas
antichilenas veladas o directas desde el Palacio Pizarro.

Con Bolivia, "Diplomacia de los Pueblos", con Perú "Diplomacia de las Élites", entre
las FFAA "Diplomacia Militar"...¿y la Diplomacia del Edificio Carrera?
Santiago y Lima, Business as usual
Posted on May 27, 2010 by Cristian Leyton Salas

Hoy los ministros de Defensa de Perú y de Chile, reanudarán las reuniones


bilaterales suspendidas desde 2008, momento en que Lima presentó, ante la Corte
Internacional de Justicia de La Haya, una demanda contra Chile. En aquel
momento, la anterior Administración, en señal de protesta, suspendió
unilateralmente todas las reuniones institucionales con el vecino país, en particular
las “2+2”. Gesto que, sin embargo, dura solo hasta este viernes.

Si alguien pensaba que un “continuismo” marcaría el tenor de las relaciones que el


Gobierno chileno mantendría con Perú, de toda evidencia se ha equivocado
rotundamente. Claramente un cambio se está experimentando en la forma y
fondo. El factor económico parece estar imponiéndose sobre el “político” e
incluso el llamado “político-estratégico”. Regularizar y “descongelar” las
relaciones parece ser el horizonte siguiendo el tenor de las pautas creadas por
Torre Tagle.

Resulta incomprensible, para algunos, enviar señales de "normalidad" no


solo al país del Rímac, sino que al conjunto del sistema internacional, justo
cuando los procedimientos de defensa de nuestra postura ante La Haya
están en pleno desarrollo. El cuestionamiento de fronteras es grave
y representa actos inamistosos que alteran la convivencia pacífica entre países.

Señales de "normalidad", después que Lima borra con el codo acuerdos suscritos
con el puño, pero sobre todo casi una década después que un Presidente del
mismo país señaló aquí mismo en Chile que "esta firma que acabamos de
presenciar (Acta de Ejecución del Tratado de 1929) pone fin a asuntos pendientes
de un Tratado de 70 años de antigüedad". Claramente, con la reanudación de los
contactos oficiales no hacen sino que emitir una señal preocupante, al resto de
países vecinales, por cuanto se les indica que no importa cuán revisionistas
sean sus políticas territoriales hacia Chile, nuestro país terminará en el
corto/mediano plazo por darles curso. Para algunos, la persuasión no tiene
cabida en la Política Exterior chilena.

Esta reanudación de relaciones, si la observamos bien, implica claramente


un acierto táctico para el Palacio Pizarro. Nuevamente han creado, bajo una
lógica bismarckaiana, paso a paso, las condiciones para llevar a Chile a
“descongelar” sus contactos oficiales. Primero, se establece de manera indirecta
que el debilitamiento de las relaciones chileno-peruanas, las fricciones diplomáticas
y los desencuentros, son atribuibles a la Administración de la Concertación, los
Gobiernos de Lagos y Bachelet, impulsando al actual Gobierno a “demostrar” que
ellos no se alinean con este modelo de “Política peruana”. Se señala, entonces, que
la animadversión y conflictos entre ambos países fueron generados por Chile y su
Estado, no por políticas y estrategias nacionalistas peruanas. Nada mas alejado de
la realidad.

Luego, impulsan estrategias de menoscabo sistemático de la imagen de Chile al


exterior, señalándonos con el dedo una supuesta “carrera armamentista”
estimulada por Santiago. Se organiza toda una política de daño de imagen, en
donde Chile aparece como un país agresor, belicoso y revanchista. Frente a esta
campaña la reacción chilena es débil y poco clara. Hoy, sin embargo, y no obstante
lo anterior, el Gobierno decide hacer una suerte de “borrón y cuenta nueva”. Se
impone la lógica de las "cuerdas separadas". La idea que el comercio (y
que más y más comercio) genera condiciones de estabilidad política en
forma casi automática parece primar por sobre un manejo de sus
relaciones mediante una visión más arraigada en la realpolitik. Hoy Lima
señala aceptar negociar un acuerdo de homologación de gastos de
defensa según estándares de la CEPAL: excelente manejo diplomático limeño.

La Política Exterior chilena necesita volver a los principios que articularon y


cristalizaron el estado actual de sus fronteras. Necesitamos abordar nuestro
entorno regional con los prismas de finales del siglo XIX, pero siempre mirando
hacia el futuro. Con Perú, sin embargo todo parece que hoy solo se aplica un
principio: el Business as usual.

Perú y Chile: Transmisión generacional de traumas

¿Cómo solucionar la cuestión peruana?, Entendiendo el concepto de “Cuestión


peruana” como aquella predisposición permanente del conjunto del sistema político
peruano en orden a instrumentalizar y utilizar de manera sistemática la imagen de
Chile a fin de generar una cohesión social, política y cultural interna.

Se trata de una “cuestión” por cuanto, con el tiempo y a través de la historia


reciente, dicha predisposición se ha erigido en una Política de Estado, con
estrategias de corto, mediano y largo plazo, asociadas a un desborde hacia el
conjunto de la población. Una característica es que dicha postura es cíclica. En otras
palabras, si bien es permanente, el hostigamiento conoce fases de mayor o de
menor presión, no obstante que ésta nunca decae, solo cambia de naturaleza.

Hoy apreciamos y observamos los frenéticos movimientos diplomáticos de la


Cancillería peruana. Con una retórica inflamada con aires victoriosos, se nos quiere
descolocar ante los resultados de las gestiones peruanas con Quito. En el trasfondo
de dicho “entendimiento” queda clara la postura defendida por La Moneda en
cuanto al valor fronterizo del paralelo, pero sobre todo en función de la naturaleza
jurídica de los Tratados de 1952 y 1954. En cuanto a la aplicación de dichos
instrumentos delimitantes en relación de las “islas adyacentes”, queda claro que el
principio se aplica el paralelo para "cortar" el mar territorial proyectado por esos
territorios. La soberanía del país, representada por esas islas próximas a la frontera
marítima, no puede extenderse ni proyectarse más allá del paralelo que establece e
indica la “frontera marítima” entre dos países.

No obstante lo anterior, lo más relevante está en el fenómeno de hostilización


permanente que observamos desde Lima hacia Santiago. Tanto así que me
recuerda un concepto utilizado en los estudios psicopoliticos como es el de
“transmisión transgeneracional de traumas”. Este término nos describe el proceso
que viven algunas sociedades expuestas a traumas sociales e históricos severos en
el transcurso de su vida en comunidad. La idea es identificar de qué manera ciertos
liderazgos instrumentalizan dichos “Traumas elegidos”, y porqu razón eligen solo
algunos y no todos. La “transmisión transgeneracional” implica que ciertos eventos
generan efectos emocionales de impresión negativa y duradera. Según este mismo
enfoque, dichos eventos traumáticos poseen características que les son únicas: Un
sentimiento conjunto de humillación, indefensa, vergüenza y deshumanización. El
Perú, su sociedad y clase política, evidenciaron tales sentimientos en la fase
posterior al conflicto del Pacífico.

Otra característica de este fenómeno, absorbido plenamente por la sociedad


peruana y su sistema político en respuesta a la Guerra de 1879 y sus
consecuencias, consientes o inconscientes, es la transmisión de una generación a
otra la representación del “enemigo chileno”.

Una generación deposita en la otra los traumas no evidenciados por la última a fin
que sea ésta la que a su vez transmita imágenes deshumanizadas del “otro”. La
próxima generación tiene la tarea inconclusa de “limpiar” el “honor vapuleado”,
revalorizar el orgullo lesionado o reintegrar el espacio físico perdido.

El caso peruano es uno de naturaleza y alcance psicopolítico. Los efectos


traumáticos en la sociedad peruana aún están frescos en su memoria histórica,
pero lo más complejo de todo es que el sistema político limeño se alimenta de éste.

Chile pudiere ante La Haya ver modificado el status quo territorial. El


desprendimiento de un espacio territorial a favor de Perú no debilitará ni terminará
con el trauma psicopolítico peruano, la entrega de una fracción diminuta de
territorio –que antes les pertenecía a ellos mismos- no modificará un ápice el
proceso de transmisión transgeneracional del trauma que Perú vivió a manos de
Chile.

El Perú necesita una victoria moral sobre Chile. Lo ha intentado en el plano


económico estos últimos años, sin un verdadero éxito, en especial a partir del
momento en que la clase política peruana sigue el “modelo de expansión económica
chilena” y son, justamente, capitales nacionales los que son los más visibles en
dicho país. Si la disuasión basta para mantener la paz, no nos entregará nunca la
amistad del Perú. La pregunta que subyace es si debemos buscarla o simplemente
aprender las lecciones pasadas y utilizar la astucia o la fuerza -como diría Nicolas
de Maquiavelo- para contener su animosidad hacia nuestro país.

Perú-La Haya: Decepciones y Percepciones.

Se pensaba que con la firma del "Acta de Ejecución" relativo a las cláusulas no
cumplidas por Chile del Tratado de 1929, se cerraba toda problemática limítrofe
con el Perú.

Recordemos que por medio de este documento, firmado el 13 de noviembre de


1999 entre el ex gobernante Alberto Fujimori y el ex mandatario Eduardo Frei, Chile
acataba y materializaba las obligaciones contenidas en el Artículo Quinto del
Tratado Paz y de su Protocolo Complementario. Esta omisión había generado
desavenencias y permanentes roces diplomáticos entre ambos países, Chile
al firmar el acta demostraba una voluntad política en orden a resolver
definitivamente la última fuente de conflictos con el vecino páis.

Se pensaba que podríamos, por fin, adoptar una agenda de futuro. Tanto así que el
entonces Ministro de Relaciones Exteriores del Perú, Fernando de Trazegnies, fue
claro en señalar que, “la firma del Acta de Ejecución de los asuntos pendientes del
Tratado de 1929, que hemos presenciado hace unos minutos, pone fin a la
últimas secuelas de un conflicto entre Perú y Chile que tuvo lugar hace 120
años y que, felizmente se encuentra hoy totalmente superado…”.

Hoy, casi diez años después, aún no podemos dar vuelta la página, lo que es peor,
con la La Haya se abre otro libro, lleno de incertidumbres.

Chile, a través de su Libro Blanco de la Defensa estatua clara y


tajantemente que no tiene pretensiones territoriales con ningún país de la
región. Actualmente existe un amplio consenso tanto en los círculos políticos,
académicos y militares chilenos, según el cual, el país está conforme con los
espacios territoriales sobre los cuales ejerce soberanía. No existe una percepción
de pérdida territorial, al menos no una que esté gatillando la adopción de
alguna política de defensa ofensiva. Todo lo contrario, el modelo y la
doctrina de las FF.AA es defensiva y disuasiva. Quedó ampliamente
demostrada en la crisis del 78 con Argentina y reafirmada declaratoriamente por
todos los estamentos que conforman la institucionalidad de defensa chilena. El
Estado chileno, y sus estamentos armados promueven la seguridad desde un
prisma cooperativo.

Lo que anima al Estado chileno es seguir controlando los espacios


marítimos y territoriales acordados por los diversos tratados y acuerdos
establecidos con sus entes vecinales, incluida la frontera marítima y
terrestre ya delimitada con Perú. Chile busca implementar una agenda de
futuro, vinculada a dar pasos concretos hacia la integración económica y hacia una
cooperación y coordinación en temas de seguridad y defensa. Chile busca,
finalmente, alcanzar una coordinación política de alcance regional.

La Corte de La Haya podría, en un afán por ejercer un exceso de ecuanimidad,


aunque sea sin fundamentos reales, establecer una línea equidistante. Este es
uno de los escenarios. Ante éste, la percepción en Chile de pérdida
territorial podría despertarse, inaugurando una nueva fase en la forma
cómo sus diferentes estamentos ven, administran y materializan sus
relaciones con sus vecinos, en especial con el nortino. Una percepción de
despojo injustificado e ilegitimo, en los diferentes estamentos, incluida en
su sociedad, podría generar en Chile una transformación en su postura de
seguridad y defensa. No es descartable.

De mantenerse el statuo quo, avalado por La Haya, y en favor de Chile, las fuerzas
nacionalistas peruanas conocerán un incremento en su apoyo electoral, toda vez
que el crecimiento económico en dicho país no llega hacia los sectores más pobres
de su población. Un apoyo que de toda evidencia irá in crescendo.

El Edificio Carrera administrará desde ahora esta nueva fase en las relaciones con
Perú. La politización del tema recién debuta en el vecino país, y claramente seguirá
desbordando hacia su frontera sur. Que la campaña electoral allí comience, a la
sombra de La Haya.

El Rearme Peruano

Ya habíamos señalado en una nota anterior, la cual fue ampliamente discutida y


debatida, la idea que alimentaba la adquisición de sistemas de armas por parte de
algunos Estados sudamericanos, en particular nos habíamos referido a Chile y la
“problemática política” detrás de su proceso de modernización militar. En ese
momento señalamos las tres condiciones que habrían estimulado este proceso
chileno de modernización de su aparato bélico.
1. Sistemas de armas obsoletos (en algún momento definiremos cuando un
Sistema de Arma está obsoleto).
2. Capacidad económica para solventar el “gasto” sin que ello implique
generar el dilema del “cañón o la mantequilla”.
3. La existencia de una voluntad política.

Habíamos establecido, además, que estas tres condiciones estaban también


presentes en Perú.

Pero ¿cuál es la problemática política peruana?, es decir, ¿que impulsa a Perú a


modernizar su capacidad militar, más allá de ser una decisión soberana? ¿Obedece
este proceso a razones internas, externas o ambas? ¿Por qué razón ahora?
Tratar de responder a estas preguntas o al menos esbozar un cuestionamiento
básico, nos acerca a las motivaciones, el momento elegido y el tipo de capacidades
que buscan adquirir, ofensivas o defensivas, por ejemplo? O establecer, en su
defecto, cuál es el “sujeto” sobre el cual quieren ejercer disuasión, coerción o
persuasión. ¿Chile o Ecuador, ambos? ¿Algún tipo de nueva "estatura militar" que
venga de la par con la "nueva" estatura económica?

Según diversas fuentes, se trataría de un proceso destinado


fundamentalmente a “actualizar” sus sistemas de armas, no a la
adquisición de nuevos y modernos instrumentos bélicos. La "inversión" de
650 millones de dólares, en el marco del llamado "Núcleo Básico" se estaría
materializando.
Dada la información fragmentaria que poseemos, solamente podemos contentarnos
con avanzar hipótesis que den cuenta de esta “problemática política” del rearme
peruano. Señalemos algunas.

a. Es un gesto vinculado, eminentemente, a la proximidad del depósito en La Haya


de la memoria que contiene los argumentos de su pretensión limítrofe. Se trataría
de una “señal” de compromiso desde lo político a lo militar a fin de dejar en claro
que el resultado final de la demanda contará con el apoyo de toda la
institucionalidad peruana, incluidas sus FF.AA.

b. Es una señal hacia el nuevo Comandante en Jefe, General Otto Guibovich. Una
señal de apoyo a su gestión que recién comienza, en particular frente a los
procesos de corrupción de azotan periódicamente a este estamento armado y otros
relacionados con violaciones a los DD.HH. El Estado peruano le señala con su gesto
la idea según la cual debe una vez más comenzar a confiar en esta institución
armada.

c. Establecer claramente que la principal fuente de amenaza político-militar para


Perú es Chile, y no Ecuador, ni menos Brasil. La dotación de sistemas de defensa
antitanques, de confirmarse el tipo y numero a adquirir, apunta directamente a
neutralizar (o buscar hacerlo material o psicológicamente) los sistemas Leopard II
chilenos, en especial sus unidades acorazadas emplazadas en el espacio nortino
chileno.

De manera general, este “rearme” peruano se veía venir, desconocemos cuánto


hay de desinformación en este proceso, pero será internamente altamente
complejo. El sistema político peruano es per se inestable, una lógica
caudillista lo gobierna. Las condicionantes para una fragmentación política están
presentes, sobre todo cuando se percibe que ya se está sino corriendo, trotando
hacia la campaña electoral que viene para el 2011 y que se prevé altamente
polarizada. No nos extrañemos que se esté incubando un uso político de todo de la
demanda en la Haya, lo peligroso sería que en esta lógica caiga justamente la
problemática política que alimenta y estimula este insípido rearme peruano,
eligiendo para ello un sujeto único: Chile.

El estilo "soviético" o "ruso" del sistema militar peruano se confirma. La lógica de


"mostrar" la fuerza también. La razón es simple: los sistemas que presentan
fracturas nacionales, étnicas y sociales necesitan configurar útiles de cohesión
internas altamente visibles y simbólicas. este fue el caso de la URSS. Hemos de
esperar que el sistema político peruano administre las decisiones en la misma
forma racional de la extinta Unión Soviética, en especial cuando se trata de armar a
un actor sobre el cual nunca han ejercido una real autoridad política.
Chile y el Nacionalismo Negativo Peruano.

Chile y Perú han mantenido y mantienen una relación de rivalidad. Una


emulación que incluye los ámbitos políticos, comerciales y económicos, los militares
e incluso los culturales. Es una realidad que no puede ni debe ser obviada. Se trata
de una rivalidad duradera con la cual debemos lidiar, que debemos
comprender y que debemos aprender a “administrar”.

Chile y Perú son, desde la perspectiva peruana, lo que fueron Francia y Alemania en
Europa: “Enemigos hereditarios”. Pero, ¿Cómo podemos explicar esta relación de
rivalidad?

Perú surge como un país étnicamente heterogéneo, lo que constituye uno de los
legados más trascendentales del período colonial, pero simultáneamente en uno de
las variables generadoras de su pasada, futura y actual inestabilidad política.

El espacio peruano nace a la vida independiente a comienzos del siglo XIX fundando
una república que debía suceder al orden virreinal, sin embargo lo hace sobre un
vacío “nacional”, es decir en ausencia de las condiciones necesarias para construir
una comunidad política. A diferencia de otros procesos emancipadores, el peruano
es "impuesto desde afuera" y uno de los principales actores es Chile. Se constata,
además, la ausencia de una variable, de un factor o de un actor, que sea capaz de
generar una conciencia nacional única. En este sentido, Nelson Manríquez, un
eminente intelectual peruano, calificará al Perú colonial y a la naciente
extensión histórica republicana peruana como un “Estado sin
nación”: Negros, "Cholos", Mestizos, Criollos, Chinos, Peninsulares, etc., una
fragmentación de grupos nacionales unidos en torno a una relación de
subordinación total con la casta dirigente colonial. En ausencia de legitimidad, el
orden político que se estaba generando era estructuralmente inestable. Esta
problemática se mantiene hasta hoy, según lo señalado por el académico peruano,
Julio Cottler.

En la búsqueda por edificar esta “nación peruana” se buscó crear una identidad
indígena, lo que John Rowe denominó como “nacionalismo Inca”. Este no pudo
desarrollarse por que ponía en peligro el orden oligárquico. Este Perú necesitaba
un factor cohesionador de su heterogeneidad nacional. Y lo necesitaba
urgente.

Existe un consenso en los medios académicos del Rímac en orden a considerar que
“las bases para la creación de tal nacionalismo eran inexistentes en el Perú de
inicios del siglo XIX”. Frente a la ausencia de elementos cohesión nacional y ante el
imperativo de neutralizar fuerzas centrípetas en proceso de desarrollo, apareció
otro tipo de nacionalismo en Perú, aquel que ha sido descrito como negativo, por
cuanto crea y estimulada el surgimiento de una nación en función de la
diferencia con el "otro" y no precisamente en base a un fenómeno natural
de afinidad y ligazón espontáneo interno.

Este nacionalismo negativo “nace de la oposición frente a quienes son


considerados los extranjeros, los enemigos de la nación”, como lo señala
Manríquez, advirtiendo que “…este papel lo cumplieron las naciones vecinas,
contra las cuales se enfrentó el Estado peruano para delimitar sus limites
territoriales”, entre ellas la principal: Chile.

Lo que denomino el “factor Chile” aparece, en el proceso inacabado de


edificación de la idea de “nación peruana”, como una variable de alta
cohesión nacional. La derrota militar y política peruana, luego de la Guerra del
Pacífico, permitió a una parte de la clase dirigente peruana, particularmente a
aquella que había logrado establecer grados diversos de dominio hegemónico sobre
las otras, alimentar un sentimiento de animosidad histórica sobre Chile,
hecho que fue facilitado por la ocupación de la capital limeña, la perdida
transitoria y definitiva de territorio, así como por la administración política
de vastos territorios del espacio peruano.

Se constata, finalmente, que no obstante que la clase política peruana, a cuya


cabeza se encuentra el mandatario Alan García, decidió estratégicamente
cambiar la retórica “antichilena” toledista hacia otra de una “competencia”
comercial y económica con Chile, el fondo permanece inmutable en cuanto
a la utilización a fines de política interna del “factor Chile”.

Perú necesita cristalizar la idea de un respeto al orden jurídico interno. El ingreso


masivo de recursos e inversiones chilena lo justifica, pero sobre todo, la necesidad
de no adoptar políticas discriminatorias hacia capitales foráneos. Lo contrario
implicaría dañar la imagen que el Perú de García se está construyendo, aquella de
un país que busca constituirse en el segundo milagro económico de la región. El
segundo, el primero fue Chile.

La pregunta es ¿cuándo dejará Chile de constituir la válvula de ajuste en la política


doméstica peruana?

¿Permitirá esta instrumentalización de los conflictos históricos entre Chile y Perú


crear las bases para una integración real y efectiva?

Inversiones peruanas en Chile

La inversión peruana en Chile ascendió durante el 2008 a unos US$1.000 millones y


el 50% de ella correspondería a pequeñas y medianas empresas. Se prevé, en este
mismo sentido, que una vez el TLC entre ambos países comience a operar, las
inversiones desde el Perú conocerán un incremento acelerado. Es así como el
ministro peruano de Comercio Exterior y Turismo, Martín Pérez Monteverde, señala
que, “el Perú tiene ya una inversión de US$ 2.500 millones en Chile y Chile tiene un
poco más de US$ 6.000. Creo que todavía hay espacio para que los peruanos sigan
invirtiendo".

Otro dato: entre 1998-2008, las exportaciones peruanas a Chile se multiplicaron


por 13, alcanzando la suma de US$1.800 millones, mientras que las chilenas se
cuadruplicaron, hasta lograr la suma de más de US1.100 millones. Se ha
establecido que los mayores inversionistas peruanos en Chile son el grupo Brescia,
Dionisio Romero, el grupo Wong así como empresarios gastronómicos.

Podemos observar que no obstante el aumento sostenido de las fricciones


diplomáticas desde la clase política tradicional peruana hacia Chile, la
“nueva” clase comercial y económica limeña, aquella que “recibe y
administra” las inversiones que llegan a Perú desde el exterior y desde
Chile, parece no sentirse a gusto con dicha lógica de rivalidad.

La relevancia de este nuevo fenómeno es el potencial de integración entre ambos


países. Una integración que puede estar debutando en las sombras de los
intercambios comerciales, pero en especial entre las “familias” asociadas a
los Holdings chilenos que invierten en Perú, aquellos grupos económicos
peruanos que las reciben, y aquellas familias que sostienen grandes cuotas
de poder económico en Perú y que están comenzando a invertir en
Chile. Así como la Unión Europea debutó desde lo comercial (creación de la CECA),
desbordando hacia otras aéreas (políticas y militar), de la misma forma podemos
observar que un proceso similar podría estar generándose entre Lima y Santiago.

Es claro, que la tradicional clase política peruana, aquella que se alimenta


de los conflictos con Chile y usufructo política y electoralmente de los
mismos, está siendo llamada a modificar esta conducta. El ascenso de esta
nueva clase económica peruana vendrá de la mano de un incremento de su
capacidad de influencia en el sistema político limeño. Al menos, hemos de esperar
que ello suceda. Adquiriendo un poder factico favorable a limitar y evitar utilizar el
“factor Chile” como válvula de ajuste de una clase política tradicional peruana que
conoce altos y permanentes grados de deslegitimidad política.

Del éxito interno del actual desarrollo económico peruano depende el incremento o
no de los grados de influencia de dicha nueva clase en la política interna peruana.
Chile debe, mientras tanto, continuar apoyando las nuevas multinacionales chilenas
asentadas en el espacio regional sudamericano. Siempre resguardando no ser
arrastrada en conflictos de naturaleza estatales, promoviendo para ello la firma de
Acuerdos de Protección de Inversiones (API) y con estrategias de “deschilenizar” de
los capitales nacionales.

Una oportunidad histórica se está abriendo entre Chile y Perú con la llegada de
capitales peruanos a nuestro país. Un afianzamiento de las relaciones
especiales entre agentes privados, pero que poseen el potencial de generar
intereses comunes, identificar amenazas y riesgos comunes, a fin de
establecer estrategias de complementación y de unificación de medidas de
protección y expansión hacia otros mercados mundiales.

Siempre habrán fuerzas que buscaran debilitar el proceso de conciliación de


intereses chileno-peruanos desde lo privado a lo estatal, como es el actual caso, en
que el Congreso limeño aprobó la modificación de la Ley General de Aeronáutica
Civil, dando el primer paso para restituir la norma que prohíbe la presencia de
pilotos extranjeros en vuelos domésticos en ese país. Modificación que
apunta claramente, a los pilotos chilenos. Se habla de resguardar la seguridad
nacional peruana ante intentos de espionaje "desde el aire".

Chile debe generar una “nueva Política Peruana”. Esta “política” debe
buscar reforzar y apoyar la interacción e integración de esta nueva clase
económica peruana con Chile, particularmente con aquellos sectores económicos
y comerciales nacionales que ven en el Perú un mercado en expansión, pero que la
Cancillería debería observar como el debut de un lento pero progresivo proceso de
confianza mutua, ya no solo con el Estado peruano, sino que sobre todo con un
sector que adquirirá una cada vez mayor capacidad de influenciar el sistema político
peruano, base de sustentación de las difíciles relaciones con el vecino país del
norte.
Empresas Transnacionales Chilenas y Política Exterior.

Recuerdo, hace un año y medio haber visitado la hermosa ciudad peruana de Trujillo. Mi
primera impresión fue una gigantografía (la única) emplazada justo detrás de la Torre de
Control, su color rojo y letras blancas atraían claramente la atención de todos los pasajeros que
arribaban al terminal aéreo: Ripley se dejaba ver. Y este signo comercial no sería el único, lejos
de ello. Incrustado en el centro mismo de una gran barriada de casas color ladrillo emergía un
imponente Mall cuyas letras de color verde claro eran observables desde más allá de la
carretera. Sumaba y seguía. En el centro mismo de Trujillo, en su agraciada plaza principal, un
edificio colonial era, nada más ni menos que la casa matriz de LAN. algunas calles más abajo,
un discreto Banco Ripley, frente a éste, su filial de ventas al retail. Trujillo parecía vestirse de
banco, azul y rojo. La presencia de intereses económicos chilenos era evidente, pero sobre
todo visualmente avasalladora. Días más tarde fue el turno de Lima: era fácilmente constatable
que su aeropuerto había sido “tomado” por aviones tricolores y con una estrella blanca en sus
colas. Un fenómeno nunca antes visto, hoy es una realidad.

La experiencia anterior es tan solo la punta del iceberg en cuanto a la presencia de capitales
“chilenos” en el espacio vecinal sudamericano. Argentina, Brasil y Colombia están entre los
lugares de aterrizaje de estas inversiones tricolores. Ya profundamente asentados en dichos
espacios, hoy las inversiones chilenas están debutando una nueva fase de desarrollo, una
diversificación cualitativa en cuanto a los ámbitos de capitalización, explorando nuevos
espacios comerciales de desarrollo, pero sobre todo, afianzando la presencia e influencia de
las elites comerciales chilenas con aquellas de los países de asentamiento.
El fenómeno de las Empresas Transnacionales Chilenas es relativamente nuevo. Aparecen de
la mano de la llamada “Revolución del Retail” que marca el inicio de un proceso de
capitalización acelerado y expansionista, pero al interior de las fronteras nacionales. Los
Paulmann, Solari, Ibañez y Calderon, todos tienen un punto en común: visualizan que frente a
una saturación del mercado interno, una fase de expansión transnacional debía imponerse. El
proceso en cuestión comienza a generarse hacia finales de los 90, y cristalizarse a comienzos
del siglo XXI. Hoy, las Empresas Transnacionales Chilenas son una realidad. Y son un actor,
se quiéralo o no, en la Política Exterior Chilena.

Estas empresas, si bien inyectan sus capitales en diversos sectores como Servicios, Energía,
Industria, Minería y el Agropecuario, dos de ellos representan desafíos distintos. El sector
Servicios, por ejemplo, que en Perú absorbe el 51% de las inversiones allí realizadas y el
Energía, con un 30,9%. El primer sector, el Servicios, posee una relevancia mayor al estar en
directa comunicación y contacto con la población-electoral, pero también porque generan la
mayor cantidad de empleos directos en el país de asentamiento (aproximadamente 60 mil). El
segundo es relevante por cuanto la Energía constituye un “sector estratégico” para el país del
Rímac, lo que implica que su gestión y control está sujeto a la autoridad del Poder Legislativo,
pero sobre todo a la contingencia política interna de dicho país.

Las Transnacionales Chilenas son hoy un actor pasivo de nuestra Política Exterior. Su sola
presencia y aquella de los personeros y directivos están constituyéndose en “embajadores” de
intereses nacionales en tierras otras que la nuestra, pero además de eso, en vínculos reales y
prácticos entre esta elite nacional exportadora de capitales, con la nueva elite económica y
comercial en formación en Perú y en otras latitudes que están recibiendo en forma permanente
capitales tanto desde Chile como del resto del mundo.
Las condiciones para la transformación desde un estado de actividad “pasivo” a otro “activo”
por parte de estas Transnacionales criollas dependerán del poder de influencia que adquirirán
en el tiempo y espacio. Por el momento es importante que éstas desarrollen e innoven medidas
de asimilación en los países de acogida a fin que no se constituyan en fuente de inseguridad
nacional, arrastrando al aparato diplomático y político estatal a conflictos no deseados, ni
menos aún para los cuales podrían no estar preparados.

La Haya y Diplomacia "Comercial" hacia Perú


Posted on March 09, 2010 by Cristian Leyton Salas

El equipo jurídico chileno entregó hoy en La Haya la contramemoria que responde a


la pretensión marítima y territorial peruana. Se materializa un paso más en el
proceso de defensa de la postura chilena en cuanto a que no existen argumentos
válidos que sostengan la demanda peruana. Debemos, ahora, esperar la réplica de
Lima.
Hemos podido apreciar los tintes del gabinete del mandatario electo Sebastián
Piñera. A simple vista podríamos decir que “lo político” ha quedado disminuido a su
más mínima expresión ante “lo comercial”. Ya se ha señalado, las prioridades de la
próxima Cancillería chilena serán reinsertarse en el espacio regional sudamericano
utilizando para ello los instrumentos que entrega el comercio: intercambio fluido de
capitales, fronteras comerciales abiertas y promoción de la seguridad jurídica de las
inversiones. Perú concentra, no lo olvidemos, un 15,8% de las inversiones de
capitales chilenos con un monto aproximado que bordea los $8.170 millones a
diciembre del 2009. Perú es el tercer receptor de inversiones chilenas. Señalar que
“lo político” no influencia “lo comercial”, pero sobre todo los flujos de inversiones es
imposible, por no decir completamente alejado de la realidad.

A título de ejemplo: los dos peaks en cuanto a inversiones chilenas en territorio


peruano fueron durante gobiernos limeños que no optaron por una lógica política ni
retórica de abierto antichilenismo. El primero, bajo el régimen de A.lberto Fujimori
(1996 con un peak de $1.748 millones). El segundo con el actual mandatario Alán
García (2009 con peak de $1.645 millones). Durante la mayor parte del régimen de
Alejandro Toledo las inversiones chilenas disminuyeron en forma acelerada
alcanzando, entre los años 2001 y 2004, la suma de $290 millones. Luego
deltérmino del Gobierno de Toledo, mandatario abiertamente antichileno, las
inversiones nacionales en Perú solo han conocido un incremento sostenido en el
tiempo así como en cuanto a la calidad de las inversiones allí
realizadas.
¿Coincidencia?

Hoy apreciamos que tanto la Cancillería chilena como La Moneda son dirigidas por
(ex) empresarios, muchos de ellos conocen de cerca el proceso de exportaciones de
inversiones chilenas a este país. Identifican claramente los eslabones comerciales,
fuertes y débiles, a los cuales debemos acercarnos a fin de bypassear aquellos
sectores que se lucran políticamente con posturas antichilenas. En función de lo
anterior, la lógica de las “agendas separadas” podría efectivamente materializarse
con la llegada del nuevo equipo a la Cancillería: "Lo comercial" domina a "lo
político".
Preguntas surgen y se instalan:
¿La política exterior vecinal y peruana, del gobierno de Piñera modificará
sustancialmente los intereses chilenos y el comportamiento “vecinal” de Chile?
¿Cuál será el peso real y efectivo de las variables “comerciales y económicas” en el
manejo de esta nueva Política Exterior?

De potenciarse y materializarse esta “Diplomacia Comercial” con Perú,


cristalizándose la lógica de las “agendas separadas”, ¿logrará soportar el peso de
las elites políticas tradicionales de uno y otro lugar que perciben en gestos
conciliatorios chileno-peruanos gestos de debilidad de sus respectivas posturas?
No cabe la menor duda que un cambio mayor de estrategia se está operando en la
“política peruana” chilena. Tendremos que esperar a fin de conocer sus resultados,
mientras tanto, preguntémonos si está nueva tendencia viene de la mano y
cohabita “pacíficamente” con las autoridades del “nuevo” Ministerio de Defensa
chileno. Cajas de pandora se estan abriendo...

Procesos de Conciliación y Traumas Históricos

El tribunal Internacional de La Haya, cuando interviene en cualquier punto del


globo, lo hace en función de generar las condiciones básicas, pero a su vez
fundamentales, en orden a establecer las bases para una relación de conciliación y
paz futura y sólida entre las partes interesadas. Si bien es cierto lo hace desde el
ámbito jurídico, sus efectos tiende a ser eminentemente políticos.

En el marco de las ideas anteriores, la principal barrera a la cual se enfrenta dicha


instancia dice relación con la existencia o no de condiciones mínimas de naturaleza
conciliatorias entre aquellos actores que solicitan zanjar sus diferendos por dicha
vía. En otras palabras, la existencia o no de liderazgos locales capaces y dispuestos
a asumir el desafío de no adoptar o seguir adoptando posturas de
corte negacionistas, asumiendo conciliatoriamente la nueva realidad.

La preexistencia de lo que ya hemos señalado como “traumas psicopolíticos


históricos” es clave en momentos de asumir una nueva realidad jurídica
internacional.

Vamik Volkian avanzó en su obra, Blind Trust: Large Groups and Their Leaders in
Times of Crisis and Terror, la existencia de dos tipos de liderazgos, uno de ellos
“reparativo”, cuyo accionar busca solidificar la identidad del grupo sin que ello
implique devaluar o criminalizar al otro grupo considerado como “victimario”. Vamik
identifica, así mismo, a otro tipo de liderazgo, el “destructivo”, el cual se da como
objetivo solidificar el sentimiento de amenaza de su propio grupo, de
animadversión hacia el victimario, incluso de venganza. Un efecto claro de esta
inyección de un nacionalismo negativo en un grupo humano no sólo posee la
capacidad de generar intencionalidades catalogadas como “revanchistas”, sino que
tiende a generar el efecto opuesto en el grupo-objetivo. La Elección del Trauma a
instrumentalizar y los mecanismos sociopolíticos y socioculturales a transmitir
transgeneracionalmente, serán asumidos por un liderazgo, que éste sea
individualizado o en su defecto, asumido por agrupamientos políticos de la elite.

Desde la perspectiva, el Trauma Elegido, tratándose de una lesión en el


inconsciente colectivo de toda una sociedad, ésta tiene la característica de haber
sido producida como resultado de eventos generados por “otro grupo nacional”. Los
efectos de dicho trauma se cristalizaron en el surgimiento
de diversos sentimientos, reales o no, de indefensión y de humillación producto de
eventos pasados.

Todo trauma se materializará, mentalmente, por medio de una “elección


consciente” de un evento traumático específico por un liderazgo particular. En este
sentido, será un liderazgo político –cualquiera- el que le aislará y potenciará, esta
vez de manera “consciente”. Pensada. Desde este enfoque, dicho evento traumático
será “depositado” en la auto-representación individual de las nuevas generaciones,
transmitiéndose de manera permanente y sistemática de un grupo humano hacia
otro. De una generación a otra. En forma permanente. La relación greco-turca
ejemplifica esta relación asumiéndose rivalidades centenarias como fue la
Espartano/Ateniense versus la Persa, por ejemplo.

Señalemos que el liderazgo, bajo este enfoque, desempeñará un rol central en la


movilización mental del evento traumático y su materialización en acciones
concretas, como puede ser el caso de políticas públicas. El liderazgo desempeñará,
en el caso anterior, la tarea de “reactivarlo” sobre la base de lo que podríamos
calificar como “hitos históricos trasformadores”, en otras palabras, eventos propios
a la evolución social de los grupos humanos, organizados en torno a entidades
estatales o políticas, los que despertarán sentimientos de revanchismo, de
venganza o de revictimización social. El liderazgo asumirá, de manera directa o no,
el rol de magnificar y de estructurar los “hitos” en torno a ideas políticas e
ideologías que se erigirán en cuerpos de ideas de naturaleza irrendentistas. En este
caso, por ejemplo, Grecia asumió, durante todo el siglo XX para sí, una proyección
geopolítica en todo el Mar Jónico, asumiendo y absorbiendo la presencia histórica
de Atenas en toda la zona. Turquía se opone, hoy, y se ha opuesto históricamente a
esta postura.

Raya de la suma: Si el objetivo final de toda resolución de organismo internacional


de justicia es sentar las bases jurídicas para una conciliación entre las partes,
zanjando jurídicamente el diferendo, serán los actores políticos aquellos que
deberán, finalmente, observar y materializar una transformación de las
percepciones sociales históricas que determinaron la identificación “del otro” como
un adversario permanente. La Haya es solo el primer paso para una conciliación
estructural de relaciones futuras entre entidades que han mantenido
permanentemente posturas inamistosas.

La Haya y la Hipótesis del Tiwinza Peruano

Tras la llamada Guerra del Cenepa entre Ecuador y Perú, en 1995, y luego de la firma del
Acuerdo de Brasilia en 1998 los países garantes (Argentina, Brasil, Chile y Estados Unidos de
América) resolvieron que las altas cumbres de la cordillera del Cóndor y que la región de
Tiwinza, de 20 Km², pertenecían al Perú. Este acuerdo concedía, sin embargo Ecuador 1 km² en
la zona del Tiwinza como propiedad privada, con la excepción de que esta propiedad nunca
podrá ser expropiada del Ecuador y solo será usada para realizar actos conmemorativos y no
militares. Hoy algo de ello ocurrió. El Triángulo Exterior concedido a Perú desempeña el rol de
un “tiwinza peruano”, uno maritrimo.
Tiwinza constituyó, sin lugar a dudas, un hito en las relaciones entre Lima y Quito. Ecuador
logró una victoria moral, y el Perú se la concedió. Desde el nacimiento mismo de ambos
Estados, una relación de profunda enemistad avivó sus relaciones, con un Perú que, según
visiones ecuatorianas, siempre ha buscado impedir el carácter amazónico ecuatoriano. Luego
de casi un siglo de desencuentros, invasiones, fricciones y conflagraciones, el factor Tiwinza
vino a introducir un quiebre en dicha relación de enemistad duradera.

Algo sucedió luego de 1998. La “victoria moral” ecuatoriana y la percepción de “derrota


militar peruana” en el conflicto del Cenepa introdujo un efecto de “empate” psicopolitico en
ambas elites. Una suerte de tabula rasa en el marco de las percepciones históricas de derrotas
y victorias. Hoy, a cerca de quince años de la firma del Acuerdo de Brasilia, las relaciones entre
Quito y Lima conocen una trasformación absoluta. Desde “gabinetes binacionales” hasta
reuniones periódicas presidenciales, pasando por una avanzada integración fronteriza, algo
transformó las percepciones de inseguridad y de desconfianza tradicionales entre ambos
países. Las elites peruanas parecen haber tomado la decisión de dar vuelta la página.
Adoptaron una “política de Estado” en función de Ecuador. ¿Adoptarán, hoy, luego de conocer
el fallo, la misma actitud con Chile?

Aquí el factor psicopolitico es esencial. Pero también lo son las condiciones externas.
Sudamérica ha cambiado desde la década pasada. Torre Tagle tomó nota de ello y se adaptó
oportunamente a ellos, focalizando toda su atención hacia un sólo “frente “político-
diplomático, su frontera sur. El objetivo estratégico peruano es hoy afirmar su crecimiento
económico y su estabilidad interna, todo ello a fin de incrementar su estatura política regional
e internacional.

Las lecciones que podemos obtener de lo que podemos denominar la “hipótesis Tiwinza” es
que con la débil percepción de victoria peruana hoy ante La Haya, pueda reeditarse. Esta vez el
Perú, sin embargo, adopta y absorbe la forma ecuatoriana. Luego de una permanente
percepción de derrota ante Chile, como fue la Guerra del Pacífico, pero además, la visión de un
Chile líder económico, político y social, esta victoria moral limeña puede permitir abrir un
espacio de reconsideración de una rivalidad duradera hacia y con Chile. Los réditos
sociopolíticos en mantener una permanente fricción diplomática con Santiago pueden ya no
generar efectos deseados.

Para el Perú, su clase política y su población, el fallo marca un hito histórico: por primera
vez, luego de 1879, el Perú habría logrado redimir la percepción histórica de capitulación. Una
victoria que si bien se traduce en la adquisición de un espacio marítimo, no logra “recuperar”
espacios soberanos en poder de Chile. Podemos estar, sin lugar a dudas, frente al “tiwinza
peruano”.

Lima ha logrado, más que adquirir algunos kilómetros de espacios marítimos, podría estar
redimiéndose ante su propia población. La unidad peruana en torno a una causa común, el
alineamiento de su elite tradicional tras los sucesivos mandatarios y la planificación político-
diplomática contrastan con lo que fueron las acusaciones tras la guerra con Chile. Hoy, su clase
política ya no necesita buscar un responsable de la debacle de la guerra, sino que buscan los
artífices de una relativa victoria.
De materializarse la hipótesis Tiwinza en Lima, hemos de esperar que esta sea la última
pretensión fronteriza peruana, de no ser así nada nos garantiza que sea la última pretensión
territorial. Diversas fuerzas irredentistas allende Chacalluta no parecen comulgar con la
hipótesis Tiwinza. A diferencia del Ecuador, Chile sigue siendo percibido como un rival
geopolítico. Un actor de emulación natural y estructural con Perú, tanto en el ámbito
económico-comercial como político-vecinal.

Desde una óptica del realismo político, la única forma en que la rivalidad limeña pierda
primacía en su planificación política vecinal es ya sea por medio de la identificación bilateral de
una fuente externa de riesgo, o en su defecto, el surgimiento, de una relación de dependencia
comercial hacia los diversos agentes económicos chilenos que interactúan en y con el espacio
peruano. El caso de Tacna y su relación especial con los ariqueños es prueba de ello. La
presencia de capitales chilenos en el territorio del Rímac es otro.

Finalmente y más allá de lo anterior, ¿Será suficiente esta “victoria moral” para desatar e
instalar un efecto Tiwinza en la clase política peruana? De no ser así, hemos de esperar que la
rivalidad sólo conozca un desplazamiento y una ligera transformación de su forma. Hemos de
esperar, finalmente, en caso que la “victoria moral” sea asimilada como tal y de lugar a una
nueva fase en las relaciones chileno-peruanas.

Carrera armamentista silenciosa del Perú

Desde hace más de una década que los sucesivos gobiernos chilenos vienen
haciendo un llamado a su par peruano a fin que estructuren y den forma a un
sistema que permita transparentar las adquisiciones militares entre ambos países.
Chile ya lo hizo con Argentina mediante la “Metodología Estandarizada Común para
la Medición de los Gastos de Defensa”. El Perú, ha desestimado insistentemente
este llamado a transparentar el gasto en Defensa, prefiriendo adoptar una
estrategia mediática internacional marcada por una hostilización permanente en
contra de la imagen de Chile. De manera silenciosa, sin embargo,adquiere y
planifica la compra de más armamento.

Hace poco tiempo se señaló la adquisición de un número indeterminado de tanques


de fabricación china MBT2000 (¿80?). Se plantea según fuentes extraoficiales
peruanas la compra de 12 sistemas BM-Smersh para el Ejército peruano. Han
adquirido cerca de 500 misiles Spike y Kornet. Encargaron la repotenciación de 18
aviones de guerra Sukhoi-25, reparación de 12 MIrages-2000 y la repotenciación
de otros 19 MiG-29.Se ha señalado la pronta compra de 16 misiles Exocet Block 3
franceses, así como la incorporación al arsenal peruano de 18 sistemas de misiles
Atlas Electronik para su marina. Hoy se anuncia la adquisición de 8 helicópteros
rusos de ataque y transporte de tropas. Suma y sigue.

En forma paralela y casi simultánea, Torre Tagle ha denunciado, por medio de su


canciller García Belaunde, que Chile constituiría un riesgo para la región al estar
alimentando una carrera armamentista. El mundo al revés.

Podemos observar en la conducta exterior peruana el manejo estratégico de dos


ministerios, el de Defensa y el de Relaciones Exteriores. Ambos trabajando en
forma coordinada. Por un lado, la Cancillería limeña genera un manto de buenas
intenciones, pacifismo y apego peruano al sistema regional de seguridad y
estabilidad, mientras que por el otro lado se arma. Entre albos ministerios y ambas
estrategias está Chile. Nuevamente la clase política peruana y su gobierno
instrumentalizan a Chile, esta vez ya no en el marco de una política
electoral interna, sino que como un medio más al servicio de su política
exterior regional.

El Perú está embarcado en una carrera armamentista. Una que decidió correr
solo en contra de Chile. Ya se ha señalado en innumerables ocasiones, por quien
escribe y autoridades públicas nacionales: Chile no posee reivindicaciones
territoriales, ni ha desarrollado una política de potencia regional. Chile no busca
acrecentar su territorio ni ejercer influencias malignas sobre ningún país de
Sudamérica. Chile no se prepara para una guerra de agresión, solo disuadir
defensivamente a quien posea políticas revanchistas o revisionistas que afecten su
seguridad política e integridad territorial. La transparencia en el plano de
adquisiciones chilenas ha sido reconocida por todos, incluso por SIPRI.

Por el contrario. Perú sigue repotenciando sigilosa y silenciosamente su


arsenal. Simultáneamente hace llamados para “frenar la carrera armamentista”
que a juicio de Palacio Pizarro Chile estaría incitando, dejando de lado a Brasil
(primer comprador de armas a nivel regional) o Colombia (segundo en la lista,
aliado directo de los EE.UU.). El Perú está alimentando hoy mismo
percepciones de amenaza que legitiman mantener procesos de
adquisiciones y de modernizaciones bélicos por parte de Chile y Ecuador.
No existe transparencia en los procesos de compra de armas peruanas, pero peor
aún, levantan imágenes de un apego a los pilares que sostienen la estabilidad
regional cuando están empecinados en correr solos una carrera que saben
terminará por afectar la estabilidad interna de su propio país y de allí, su propia
imagen internacional.

Irrendentismo peruano, La Haya y conflictos territoriales.

Wishful Thinking, dice relación con el pensamiento ilusorio, es decir, aquel proceso
de pensamiento, deductivo y de toma de decisiones basadas, fundamentalmente,
en aquello sería más satisfactorio y deseable de imaginar en vez de basarse en
evidencias comprobadas, fundamentadas en racionalidad, en la experiencia y en
hechos anteriores. De esta manera, el pensamiento ilusorio se apoya directamente
en las emociones.

De manera sistemática, podemos observar, leer y escuchar, que una tendencia


conciliatoria se está diseñando e imponiendo en este lado de la frontera. Una
tendencia que señala que diversos gestos de conciliación deben generarse desde
Chile hacia Perú y viceversa. Claramente parece responder a una estrategia de
posicionamiento mediático que buscaría “poner paños fríos” al proceso oral que
debuta en unos meses más en La Haya, producto de la pretensión marítima y
territorial peruana. Una estrategia que tiene muchas caras, y que parece
intensificarse a medida que las semanas pasan. Hoy, hay voces que señalan que
con la resolución final del tribunal de La Haya se acerca el “fin de los conflictos
territoriales con Perú”.

Ya lo habíamos recordado, pero nunca es malo insistir en ello: el ex mandatario


Alberto Fujimori, en su momento, ya había señalado lo mismo, en momentos en
que se firmaba del Acta de Ejecución Final del Tratado de 1929, “todos los
conflictos entre Chile y Perú habían sido resueltos”. Casi una década después, el
mismo Estado peruano nos llevó ante La Haya, desconociendo límites marítimos
que han respetado por más de medio siglo.
Claramente, una “victoria” chilena ante La Haya implicará el mantenimiento del
statu quo territorial, sin embargo la duda queda pendiente en Perú. A todas luces,
el Estado peruano acatará la resolución del Tribunal, pero de ninguna manera se
extinguirá la lógica irredentista peruana sobre sus ex territorios. En otras palabras,
la reivindicación política sobre Arica se mantendrá vigente, incluso después de La
Haya. Aquello no puede ser de otra forma a partir del momento en que existe en
Perú, a diferencia de Chile, una corriente ideológica nacionalista que se alimenta del
conflicto con Chile, no solo del territorial, sino que del político, del económico y del
cultural. Un nacionalismo plenamente vigente que incluso se hizo gobierno bajo el
liderazgo de Ollanta Humala.

De la misma manera, bajo dicho escenario, ese irredentismo se mantendrá vigente


por la compleja razón que esta corriente ideológica, transversal a toda la sociedad
peruana, sabe muy bien que el valor de uso del territorio, del perdido como del
pretendido, constituye una plataforma política de acercamiento hacia Bolivia.
Constituye un factor geopolítico central que le permite seguir manteniendo a La Paz
rivalizando constantemente con Santiago. Renunciar a este elemento es prohibitivo
para Torre Tagle. Implica, “liberar” a Chile de una presión geopolítica importante en
su frontera norte.

Otro aspecto a iluminar dice relación con los objetivos sociopolíticos y psicopoliticos
de la demanda peruana. Torre Tagle y el Palacio Pizarro claramente no buscan
obtener todo lo pretendido ante el Tribunal, sino que buscan una victoria moral.
Lograr el reconocimiento de un porcentaje de los kms pretendidos implica despojar
a Chile de espacios territoriales mantenidos bajo su plena soberanía desde la última
conflagración con Lima, hace más de un siglo. Ante ello, una victoria en el campo
jurídico busca limpiar la victoria de Chile en el campo militar.

La pregunta que subyace es si, ante cualquier escenario, incluso de una victoria
moral limeña, el nacionalismo peruano se declarará satisfecho o si por el contrario,
la lectura que harán será aquella del nacionalismo militarista europeo en donde una
victoria política táctica ante un enemigo o adversario constituía la nueva plataforma
para exigir y demandar la “restitución” de todo lo reivindicado originalmente.

La resolución de La Haya ¿terminará, “definitivamente, con todos los conflictos


territoriales de Perú con Chile”? La respuesta a esa pregunta no está en Chile, sino
que en la clase política peruana, en su Estado y en los intereses políticos
coyunturales que afectan a Lima de manera cíclica y casi permanente.

En Chile, a no caer ante falsas expectativas, menos aquellas que parecen estar
estimuladas más allá de nuestras propias fronteras.

Perú y Chile: Transmisión generacional de traumas. Parte II

Al observar la postura de medios académicos, políticos e intelectuales peruanos, en


el tiempo, podemos identificar y establecer tendencias en cuanto a su conducta
hacia Chile. En este sentido, no podemos sino que establecer un hecho: la sociedad
peruana, en su conjunto, vivió y evidenció, lo que en psicología constituye un
cuadro de Síndrome Post Traumático como resultado de los efectos de la Guerra del
Pacífico.
Establezcamos que todo Síndrome Post Traumático (SPT) se genera por dos
condiciones basales, entre las que encontramos, por un lado, la experimentación de
una amenaza a la integridad física de la entidad (muerte o amenazas). Por el otro
lado, se evidencian reacciones de aprensión intensos frente a hechos sobre los
cuales no tiene la capacidad de influir en su inicio o termino. En este mismo
sentido, el SPT tiene la característica a reeditarse, a revivirse de manera
permanente. Todo recuerdo o símbolo que materialice la remembranza del proceso
traumático no hace sino que reeditar un proceso de ansiedad.

El Perú, su sociedad y su clase política parecen haber sido expuestos a través de la


historia a hechos que han generado un síndrome de esta naturaleza. Traumas
psicopoliticos que, como ya lo habíamos señalado anteriormente, han
desencadenado un proceso de transmisión transgeneracional de traumas, los que
han sido instrumentalizados por su elite.

Lo interesante aquí es que dicho “trauma psicopolítico” se evidenció en función dos


supuestos axiomas, todos ellos erróneamente planteados: Primero, la idea según la
cual el conflicto y Chile frenaron una fase de reorganización política y económica
peruana. Falso: La decadencia post-independentista peruana fue consistente en el
“tiempo político” del país del norte, no se detuvo. El caudillismo limeño gobernó la
fase que va desde 1826 –nacimiento mismo del protoestado peruano- hasta el
comienzo mismo de la Guerra con Chile. Un trauma interno, es decir la incapacidad
de las clases dirigentes en orden a frenar el fenómeno caudillista, impidió la
estabilización del proceso de afirmación de la institucionalidad peruana, fenómeno
que incluso lo vemos hoy en día.

Segundo, y en función de la idea precedente, la guerra impuesta por Chile obstruyó


el “normal” desarrollo político peruano e impuso una fase de “reconstrucción
nacional” peruana. Falso: Académicos peruanos del renombre de Julio Cotler se han
cuestionado la existencia misma de una “nación peruana” en la fase anterior a la
Guerra del Pacífico. No pudo haber “reconstrucción nacional” cuando no se había
hecho visible ni materializado una “Nación peruana”, en la excepción moderna del
término. Luego del fin del conflicto trinacional, no hubo una “reconstrucción” del
espacio peruano si no que debuta, por fin, el proceso de “construcción” de una
embrionaria entidad estatal peruana. Chile no frena el normal desarrollo político
peruano, sino que todo lo contrario, lo acelera.

Los axiomas antes señalados no hacen sino que desnudar los síndromes post
traumáticos que evidencia la sociedad peruana en función de la imagen de Chile. No
cabe la menor duda que las dos condiciones necesarias para el surgimiento del SPT
en la sociedad peruana están presentes. La amenaza a la integridad física, bajo la
forma de un conflicto que se saldó por una larga ocupación de su capital por una
potencia externa, por la pérdida de territorios y la amenaza de desmembramiento.
Desde un plano interno, la amenaza a la integridad física del espacio peruano en
manos de sus propios habitantes, como es el caso de la amenaza indigenista y el
estallido étnico y social producto del sistema económico esclavista que se mantenía
vigente hasta antes de la guerra con Chile, sin olvidar las guerra civiles
secesionistas internas.

Finalmente, queda claro que el temor a una reedición de las mismas condiciones
que gatillaron la conflagración trinacional aún están presentes, tal es el caso de la
asimilación de los capitales “chilenos” en Perú a las condiciones antecedentes al
mismo conflicto. Si todo recuerdo o símbolo reactiva el síndrome en cuestión, Arica
es un recuerdo permanente en la conciencia psicopolítica peruana.
Por las razones precedentes, la lógica de naturaleza “revanchista” sigue presente
en importantes segmentos de la intelectualidad peruana, así como fuertemente
incrustada en sectores castrenses y políticos tradicionales.

Nuevamente la pregunta medular queda planteada ¿Cómo solucionamos,


definitivamente, las relaciones de animosidad histórica con Perú? ¿Existe una
solución conciliatoria o solo la disuasiva y coercitiva? ¿Existe una "tercera vía"?

Lima, jugando con geopolítica

Durante más de un siglo, hubo un cierto “orden geopolítico” en el Cono Sur. En


otras palabras, conocimos una determinada y específica distribución del poder
político entre los Estados de esta zona.

Dos poderes con tintes hegemónicos, Brasil y Argentina, se disputaban el control de


Sudamérica, evidentemente siempre sometido al peso y la sombre del gigante
norteamericano. Otro círculo de Estados orbitaba en torno a ellos y permitían el
mantenimiento de un cierto “equilibrio”. Países como Chile y Ecuador se erigieron
como “aliados de facto” de Brasil, mientras que Bolivia y Perú hacían lo suyo con
Argentina. Colombia y Venezuela siempre miraron más hacia el Centro y
Norteamérica, lo que ocurría al sur de sus fronteras no les quitaba el sueño.
México, mientras tanto, observaba y emergía como una potencia extraregional que
competía, de lejos con el gigante brasileño. Y así pasó el tiempo.

Más al sur, en específico en el espacio geopolítico del Pacífico meridional, esto es


aquel que forma parte de los intereses permanentes chilenos, como son su
proyección y dominio de la zona del Pacífico sudoeste y el continental, en su
proyección norte y noreste, se mantuvieron en disputa permanente con Perú. Si
para Chile, el Ecuador era un aliado natural, no estaba clara la “amistad” boliviana
hacia Perú. Recordemos que Bolivia siempre buscó su salida por Arica, yendo
incluso hasta organizar dos empresas bélicas para lograrlo. Sin resultados positivos,
por cierto. En otras palabras, Bolivia, en términos geopolíticos siempre ha sido
disputada por uno u otro país, Chile y Perú.

En esta lógica, un suborden geopolítico se erigió en torno a las relaciones


especiales de coincidencia de intereses que se mantenían con Ecuador y Brasil. En
contra partida, estaba el “otro” espacio geopolítico conformado por Argentina,
Bolivia y Perú. Un equilibrio político y militar perfecto en el Cono Sur permitió
contener un conflicto de alcance regional. En el escenario precedente, el rol de
Chile es de una alianza natural con el Estado paulista: no comparte frontera con
ellos –un problema menos-, pero además, comparte una rivalidad con Buenos
Aires. Este “orden” se mantuvo hasta prácticamente el fin de la URSS. Años, luego
de su caída, este orden centenario comenzó a erosionarse: Argentina debuta un
lento pero progresivo proceso de decadencia política y económica. Se contrae hacia
agudos problemas internos. Se resigna a buscar ejercer hegemonía sobre
Sudamérica en favor de Brasil. El “orden geopolítico” sudamericano se agota y
termina por eclipsar.

Hace ya un tiempo que el Palacio Pizarro peruano busca readaptarse a este


“desorden” aparente. Hace años ya, pero sobre todo a partir de los gobiernos de
Toledo y de García. Estos han comenzado lenta pero progresivamente a acercarse
geopolíticamente hablando a Brasil. Un cambio mayor en su postura de "relaciones
frías" con el gigante carioca. Al no poder contar con el apoyo esperado por
Argentina -y habiendo conocido actitudes poco amistosas de dichos gobiernos
hacia el “aliado peruano”-, Brasil debería llenar dicho vacío. Si Perú antes pretendía
disputar con Chile y a Chile el Pacífico Sur –bajo la forma del “Estado plataforma”
para la proyección de Sudamérica a Asia-, además de Bolivia, hoy ha decidido
atraer a Brasil y por qué no a Ecuador. Los hechos, la retórica y la estrategia
peruana van en ese sentido.

Los intereses brasileños regionales no son de naturaleza “cooperativos”, sino que


marcadamente hegemónicos. Para algunos, Brasil ha dejado caer su alianza natural
con Chile y apuesta a una nueva, la peruana. El escenario con Ecuador debe ser
observado con atención.

La cancillería chilena debería comenzar a re-evaluar seriamente los cambios y las


transformaciones geopolíticas que han ocurrido en la regional y que hoy, en estos
mismos momentos, están transformando los equilibrios de poder y de influencia en
la región. Hace tiempo que los EE.UU nos alientan a adoptar otras posturas, la de
asumir un rol protagónico, contamos con su venía. Parece el momento de
aceptarla. Parece ser el momento de dejar de solo observar los cambios, ser parte
de ellos e incluso intervenir en sus resultados y consecuencias. Lima, está creando
un escenario geopolítico a su medida. Chile, solo sigue reaccionando. Preocupante.

Perú y Chile: Transmisión generacional de traumas

¿Cómo solucionar la cuestión peruana?, Entendiendo el concepto de “Cuestión


peruana” como aquella predisposición permanente del conjunto del sistema político
peruano en orden a instrumentalizar y utilizar de manera sistemática la imagen de
Chile a fin de generar una cohesión social, política y cultural interna.

Se trata de una “cuestión” por cuanto, con el tiempo y a través de la historia


reciente, dicha predisposición se ha erigido en una Política de Estado, con
estrategias de corto, mediano y largo plazo, asociadas a un desborde hacia el
conjunto de la población. Una característica es que dicha postura es cíclica. En otras
palabras, si bien es permanente, el hostigamiento conoce fases de mayor o de
menor presión, no obstante que ésta nunca decae, solo cambia de naturaleza.

Hoy apreciamos y observamos los frenéticos movimientos diplomáticos de la


Cancillería peruana. Con una retórica inflamada con aires victoriosos, se nos quiere
descolocar ante los resultados de las gestiones peruanas con Quito. En el trasfondo
de dicho “entendimiento” queda clara la postura defendida por La Moneda en
cuanto al valor fronterizo del paralelo, pero sobre todo en función de la naturaleza
jurídica de los Tratados de 1952 y 1954. En cuanto a la aplicación de dichos
instrumentos delimitantes en relación de las “islas adyacentes”, queda claro que el
principio se aplica el paralelo para "cortar" el mar territorial proyectado por esos
territorios. La soberanía del país, representada por esas islas próximas a la frontera
marítima, no puede extenderse ni proyectarse más allá del paralelo que establece e
indica la “frontera marítima” entre dos países.

No obstante lo anterior, lo más relevante está en el fenómeno de hostilización


permanente que observamos desde Lima hacia Santiago. Tanto así que me
recuerda un concepto utilizado en los estudios psicopoliticos como es el de
“transmisión transgeneracional de traumas”. Este término nos describe el proceso
que viven algunas sociedades expuestas a traumas sociales e históricos severos en
el transcurso de su vida en comunidad. La idea es identificar de qué manera ciertos
liderazgos instrumentalizan dichos “Traumas elegidos”, y porque razón eligen solo
algunos y no todos. La “transmisión transgeneracional” implica que ciertos eventos
generan efectos emocionales de impresión negativa y duradera. Según este mismo
enfoque, dichos eventos traumáticos poseen características que les son únicas: Un
sentimiento conjunto de humillación, indefensa, vergüenza y deshumanización. El
Perú, su sociedad y clase política, evidenciaron tales sentimientos en la fase
posterior al conflicto del Pacífico.

Otra característica de este fenómeno, absorbido plenamente por la sociedad


peruana y su sistema político en respuesta a la Guerra de 1879 y sus
consecuencias, consientes o inconscientes, es la transmisión de una generación a
otra la representación del “enemigo chileno”.

Una generación deposita en la otra los traumas no evidenciados por la última a fin
que sea ésta la que a su vez transmita imágenes deshumanizadas del “otro”. La
próxima generación tiene la tarea inconclusa de “limpiar” el “honor vapuleado”,
revalorizar el orgullo lesionado o reintegrar el espacio físico perdido.

El caso peruano es uno de naturaleza y alcance psicopolítico. Los efectos


traumáticos en la sociedad peruana aún están frescos en su memoria histórica,
pero lo más complejo de todo es que el sistema político limeño se alimenta de éste.

Chile pudiere ante La Haya ver modificado el estatus quo territorial. El


desprendimiento de un espacio territorial a favor de Perú no debilitará ni terminará
con el trauma psicopolítico peruano, la entrega de una fracción diminuta de
territorio –que antes les pertenecía a ellos mismos- no modificará un ápice el
proceso de transmisión transgeneracional del trauma que Perú vivió a manos de
Chile.

El Perú necesita una victoria moral sobre Chile. Lo ha intentado en el plano


económico estos últimos años, sin un verdadero éxito, en especial a partir del
momento en que la clase política peruana sigue el “modelo de expansión económica
chilena” y son, justamente, capitales nacionales los que son los más visibles en
dicho país. Si la disuasión basta para mantener la paz, no nos entregará nunca la
amistad del Perú. La pregunta que subyace es si debemos buscarla o simplemente
aprender las lecciones pasadas y utilizar la astucia o la fuerza -como diría Nicolas
de Maquiavelo- para contener su animosidad hacia nuestro país.

La Seguridad de las Fronteras Interiores

Un estudio del MOP del año 2004 “Estudio análisis de accesibilidad territorial.
Fronteras Interiores. Definición de un Plan de Accesibilidad a las zonas aisladas del
territorio nacional en el período 2004 – 2010” se abocó al estudios de las zonas
aisladas, estableciéndose que el territorio chileno es uno “fragmentado”, constituido
por lo que podríamos denominar “islas territoriales”. Estas islas se encontrarían
separadas de las “zonas continentales productivas” por amplios espacios vacíos. La
accesibilidad o no entre dichas “islas” y las “zonas continentales” dependerá de la
existencia o no de redes de interconexiones viales, núcleos económico-comerciales
y centros de asistencia públicos o estatales. Una característica central es que las
“islas territoriales” se emplazan entre las fronteras políticas internacionales y las
“zonas continentales productivas”.

Dicho estudio identificó, asimismo, dos zonas de gran aislamiento: la primera y


segunda región, por un lado, la segunda en la décimo y undécima regiones.

De toda evidencia, la colindancia de Zonas Aisladas o islas territoriales a lo que se


denominan “Espacios Sin Ley” fronterizos, genera las condiciones para que
problemáticas de orden nacionales se transformen en transnacionales.
A grosso modo, podemos identificar tres caminos a seguir a fin de revertir una
situación de amenazas no convencionales transfronterizas:

La primera de ellas dice relación con una postura de contención de la fuente del
riesgo por la militarización de la frontera. Lo anterior implica el despliegue de
fuerzas de manera a hacer visible la presencia del aparato bélico. Este escenario
responde a una incapacidad de las fuerzas de seguridad policiales en orden lidiar
con los agentes criminales transnacionales. Cabe incluir, en este escenario, el
despliegue de medios disuasivos en el terreno de carácter pasivo.

Un segundo escenario dice relación con la creación de una fuerza autónoma tanto
de las fuerzas policiales y orden público como de las FF.AA. Una capacidad
Parapolicial, con plena autonomía funcional, capacitada para desempeñar un
rol dual en la zona fronteriza: presencia/despliegue. Una fuerza cuya tarea será
abocarse única y exclusivamente a la lucha en contra del crimen trasnacional,
sellando el límite con ayuda de capacidades de vigilancia no-intrusivas.

La última está asociada fundamental, pero no exclusivamente, a mantener la


naturaleza de las fuerzas fronterizas desplegadas, modificando y mejorando
tecnológicamente sus capacidades de vigilancia y de despliegue rápido. Un aspecto
central dice relación con el establecimiento de protocolos de comunicación
expeditos con las fuerzas análogas de los países fronterizos. De la misma forma, se
hace imprescindible el establecimiento de acuerdos de lucha binacionales en contra
del crimen transnacional, específicamente en cuanto al intercambio de inteligencia
entre los actores estatales de ambos lados de los límites a custodiar.

Las condiciones políticas no deberían ser un impedimento para la lucha en contra


de un flagelo que no conoce de ideologías.

Crimen Transnacional y fronteras indefendibles

El Crimen Trasnacional debemos comprenderlo como aquellas actividades ilícitas


que se organizan y desarrollan en un país pero cuyos efectos y actividades
desbordan de manera intencional o no hacia otro Estado o grupos de Estados. La
llamada Triple Frontera en Brasil constituye un ejemplo claro, también lo es la
frontera entre los EE.UU. y México. El crimen organizado genera productos o
actividades ilícitas e intenta, naturalmente, hacerlos llegar a sus clientes utilizando
el “país-fronterizo” como una plataforma de proyección del ilícito o como un
mercado final.

Este tipo de crímenes tiende a surgir, crecer y expandirse al amparo de dos


condiciones inherentes a la los espacios en los que se instala y proyecta su
actividad delictiva. Estas condiciones son, por un lado, la existencia de Zonas o
Espacios “Sin Ley”, es decir zonas en los que la ley de la entidad política estatal
que los “acoge” no ejerce soberanía real, eficiente y efectiva; ya sea en Estados
considerados como institucionalmente Débiles o simplemente Fallidos,
particularmente por la existencia de altos niveles de corrupción en el aparato de
gobierno o burocrático. Existe crimen organizado y este puede manifestarse en su
versión “transnacional” por el solo hecho que existe una entidad estatal que así lo
permite.

La actividad criminal organizada será atraída de manera natural hacia zonas


colindantes a espacios fronterizos. El problema mayor resulta cuando dichas
actividades ilícitas son controladas o toleradas, previa acción corruptiva, por
agentes institucionales.
Las fronteras políticas, constituyen el símbolo más claro y caricaturesco de la
soberanía estatal, pero además, el más ilustrativo del poder efectivo del Estado
sobre su territorio. En este sentido, el carácter de “defendible” o no de las fronteras
dejó, hace mucho tiempo, de estar asociado única y eminentemente al ámbito
militar. Las fronteras defendibles no son aquellas en donde se establece si existe o
no una capacidad de repliegue táctico, sino que también aquellas en donde se es
capaz de generar y establecer una capacidad de observación estratégica del espacio
colindante. El desarrollo de capacidades tácticas no intrusivas debe permitir crear
“límites fronterizos electrónicos” visibles al ojo y percepción de las organizaciones
delictivas o paradelictivas fronterizas. La más efectiva disuasión antidelincuencial
en zonas “sin ley” fronterizas se da por la asociación entre capacidades de
detección y actividades quirúrgicas de fuerzas de seguridad pública.

La respuesta ante hechos repetitivos de actividades de crimen transnacional en las


zonas fronterizas no está en un laissez faire ni tampoco en el levantamiento de
murallas a lo largo de los límites internacionales sino que en la comunicación, al
criminal transnacional, que sabemos quiénes son, donde están y cuáles son sus
vías de ingreso ilícito al país. Se trata, evidentemente, de una mera estrategia de
contención del ilícito, que no busca, en el inmediato terminar con dichas
actividades, sino que hacerlas, en el mediano y largo
plazo, económicamente inviables. El problema real es cuando dichas actividades
tienen una intencionalidad política y no mera o únicamente criminal.

Seguridad Ampliada y Estrategia Nacional de Seguridad y Defensa

Un amplio debate se está generando en torno a la Estrategia Nacional de Seguridad


Y Defensa. Un aspecto central, del mismo, dice relación con la posibilidad que la
ENSyD tendería a “militarizar la seguridad pública”, buscando integrar a las FF.AA
a tareas que no solo constitucionalmente hablando no están reconocidas al interior
de su ámbito de acción tradicional sino que además se plantean temores que de
ser integradas a esta “seguridad ampliada”, podrían verse involucradas en política
contingente. Estas son las aprensiones desde algunos sectores políticos y sociales.

Se ha planteado, además, que la ENSyD es “militarista”, por cuanto el rol de las


FF.AA es justamente “ampliado”, se expande hacia fuentes y focos de inseguridad
distintos a los tradicionales como es la defensa de la integralidad territorial del país
y a su soberanía. Las FF.AA ya no solo se prepararían para proyectar disuasión
estatal hacia otra entidad de la misma naturaleza, sino que de acuerdo a la ENSyD,
ellas son llamadas, también, a ejercer disuasión y persuasión hacia actores
criminalizados subnacionales. Para algunos, incluso, se abre la puerta a que las
FF.AA terminen en las calles reprimiendo a los movimientos estudiantiles, nada más
alejado del espíritu del documento y a la intencionalidad del actor desde el cual
emana dicha política nacional de seguridad.

La ENSyD constituye un gran avance en la búsqueda por identificar horizontes de


seguridad prospectivos proyectados en el tiempo. La correcta planificación en
materias de seguridad y defensa requiere, hoy en día, establecer la naturaleza de
los actores desde los cuales emanaran las nuevas fuentes de inseguridad, sus
posibles capacidades, sus probables estrategias y los medios de los cuales estarán
dotados para alcanzar sus objetivos. En este sentido, el espíritu de la ENSyD
representa un gran paso hacia una planificación sería, concreta y directa de las
políticas públicas destinadas a garantizar mayores márgenes de seguridad para el
desarrollo del país.
La nueva planificación en Seguridad y Defensa debe logra identificar y aislar esas
nuevas fuentes de inseguridad, aquellas que por sus propios medios, estrategias y
espacios de acción tienden a sobrepasar las capacidades operacionales de las
fuerzas de seguridad pública. Hoy los riesgos y amenazas poseen el potencial de
ser bicéfalas, afectan no solo la seguridad social del país, sino que también los
ámbitos de su seguridad política, económica y militar. Si para el Brasil, la zona de
la triple frontera constituye una fuente de inseguridad que afecta su capacidad de
defensa y que justificó, recién hace unas horas, la organización de una mega
operación militar que llevó a 9.000 mil militares a las fronteras de Argentina,
Paraguay y Uruguay, para Chile un espacio estratégico es su frontera norte. Dicho
espacio geopolítico asociado al narcotráfico, la trata de personas y el crimen
transnacional coincide con otro espacio, uno geoestratégico, en donde la Defensa
desempeña un rol mayor. La NESyD posee el mérito de iluminar esta problemática
actual pero sobretodo de futuro.

De toda evidencia, las aprensiones anteriores responden a barreras psicológicas ya


sobrepasadas, comprensibles, pero no se ajustan a la realidad, ni menos pareciera,
al espíritu de la NESyD propuesta y sometida al necesario debate nacional.

No se puede hacer abstracción, ni menos aún ignorar que las fuentes de


inseguridad han mutado, se han diversificado y transformado sus formas y medios
de acción. De la misma manera que el Brasil en su Estrategia de Defensa Nacional
señala la necesidad que sus FF.AA se “preparen” para asumir roles subsidiarios a
las fuerzas del orden público, de la misma manera Chile debe asumir que, el
menos, en su frontera norte, terrestre y aérea, necesita del apoyo de otras
instancias y estamentos de la Defensa.

Hoy, un claro desafío dice relación con integrar las acciones de lucha en contra de
las amenazas no convencionales a la estructura disuasiva del país. Chile necesita
no solo mantener su capacidad disuasiva “básica”, sino que también expandirla
hacia otras y nuevas fuentes de inseguridad, incluyendo aquellos actores
emergentes que poseen el potencial de debilitarla. Hoy la “credibilidad de la
amenaza” disuasiva no solo debe ser dirigida hacia las fuentes de riesgos regulares,
sino que también incluir aquellas de naturaleza no-convencionales.

En este sentido, la Estrategia Nacional de Seguridad y Defensa es un claro paso


hacia adelante, perfectible y claramente necesaria si el país desea avanzar hacia el
pleno desarrollo.

Estrategia Nacional de Seguridad y Defensa: Desafíos de la Frontera Norte.

La Estrategia Nacional de Seguridad y Defensa hecha pública, ayer, por el


Presidente de la República y el Ministro de Defensa, Andrés Allamand, constituye
ciertamente un paso más en la transparentación internacional de los “asuntos” de
la defensa y de la seguridad chilena. También se inscribe en la lógica de modernizar
la estructura de defensa nacional, buscando interpretar, a través de políticas
públicas, los profundos cambios que han azotado, y que afectan, aún hoy en día, el
sistema internacional, el regional y sobre todo, nuestro espacio vecinal.

Claramente, las “amenazas” y los “riesgos” dejaron de ser “regulares”, dejaron de


estar “concentrados” en una sola fuente y tampoco emanan de un solo actor cuya
estructura es estatal. Son riesgos cuya naturaleza dejaron de ser únicamente
“nacionales”. Nos afectan directamente, pero emanan de actores transnacionales
cuyas plataformas de organización, planificación y proyección de sus actividades
ilícitas se generan al otro lado de las fronteras. No poseemos la capacidad de luchar
en contra de ellas, más allá de nuestros límites soberanos, siendo las estrategias de
cooperación y de contención las que deben, por ahora priorizarse. Tal es el caso del
narcotráfico proveniente de Perú, pero sobre todo de Bolivia. Un aspecto central es
que Fuerzas transcriminales, usando de plataforma a Estados vecinales
débiles, proyectan, de manera sistemática, sus actividades ilícitas hacia Chile.
hacia dicho escenario, la Estrategia Nacional de Seguridad y Defensa es un aporte
de vital importancia al poner, bajo la lupa de la sociedad en su conjunto, diversas
problemáticas, políticas y estrategias que tienen como objetivo final hacer frente a
amenazas de tipo subnacionales, fragmentadas.

Un aspecto que ha suscitado la atención de los medios y de actores políticos dice


relación con la idea de una posible participación de las FF.AA en la lucha en contra
del Narcotráfico, por ejemplo. La llamada “militarización de la seguridad publica”, a
todas luces, no es bienvenida por diversos sectores sociales y políticos, no obstante
que en el proyecto no apunta hacia un desempeño de las FF.AA, en particular del
Ejército, en actividades de lucha directa operacional en contra de narcotraficantes y
del crimen transnacional en general.

Una tarea esencial y permanente de las FF.AA en el ámbito del crimen


transnacional dice relación con el papel que desempeñan en la facilitación de
vigilancia, monitoreo y control de las fronteras. Es en este ámbito que las FF.AA
deben ampliar el rol que ya desempeñan, en particular la Armada de Chile –que
siempre ha realizado tareas “policiales” en contra de actividades ilícitas en las
aguas territoriales nacionales-, y el Ejército. En este sentido, estos estamentos de
las FF.AA chilenas, están siendo llamados a prestar una colaboración mayor, más
coordinada y combinada en la protección de los límites fronterizos, haciéndolos
menos porosos en contra de las actividades criminales transfronterizas vecinales.
La Estrategia Nacional de Seguridad y Defensa posee el valor de “transparentar”
dichas nuevas fuentes de riesgos, como un factor real de amenaza para la
seguridad de Chile y de nuestra frontera norte. Son actores criminales que poseen
la capacidad de generar escenarios de conflicto o fricción “regulares”, sobre todo si
están asociados a problemáticas políticas tradicionales.

No obstante lo anterior, no debemos bajar el perfil a un tema que es de suyo


problemático: la mayor interacción entre los temas de Seguridad y de Defensa, su
fusión en problemáticas únicas. Es claro que las FF.AA no están preparadas para
hacer frente a dichas amenazas y riesgos no regulares, no convencionales, pero
dada la rápida evolución de estos nuevos actores criminales, los órganos de
seguridad pública –PDI y Carabineros-, podrían verse, a su vez, desbordados, no
siendo capaces de contener la fuerza de propagación de estas nuevas fuentes de
amenazas.

Una solución posible, ante la necesidad de “contener” la creciente porosidad de la


frontera, y el dilema que se presenta en cuanto a necesitar más capacidades
desplegadas en dichos espacios limítrofes puede estar dada por la creación, tal y
como ya lo había señalado anteriormente, de un cuerpo especial, autónomo de
vigilancia, monitoreo, control y de acción táctica en los casi mil kilómetros que nos
unen con los países del norte. La conformación de una entidad de patrullaje de la
frontera en cuestión, cuya única tarea será resguardar el espacio fronterizo
constituye un mensaje disuasivo de peso hacia agrupamientos criminales, pero
además ponen un punto final a la problemática de “involucrar” a las FF.AA en
tareas para las cuales no están formadas ni preparadas.
Dos modelos están a nuestra disposición, la llamada Patrulla Fronteriza de los
EE.UU (U.S Border Patrol), cuya misión es principalmente, detectar, detener y
disuadir el ingreso ilegal de extranjeros al país, así como detener cualquier
actividad ilícita asociada al narcotráfico. Otro modelo es el brasileño, el cual asocia
a todas sus fuerzas militares a la lucha en contra del narcotráfico y actividades
ilícitas que le están asociados. La estrategia brasileña implica un despliegue masivo
de sus fuerzas militares a la frontera. No solo monitoreo y vigilancia, sino que
además, una presencia de las FF.AA y una lucha directa en contra de dichas
actividades.

Dos modelos que si bien no entregan una solución total a la problemática chilena, sí
permiten demostrar que, ante las nuevas fuentes de amenazas no convencionales
vecinales el país debe hacer algo. La Estrategia Nacional de Seguridad y Defensa es
un gran paso en la buena dirección.

Estrategias Preventivas en la Frontera Norte I

Los datos suministrados por el Global Peace Index del Institute for Economics and
Peace, son reveladores de una realidad vecinal que cristaliza la irrupción de nuevas
y diversificadas fuentes de riesgo para la región. El caso peruano es interesante,
por cuanto la sociedad peruana es objeto y sujeto de cambios socioeconómicos que
podrían modificar sustancialmente su posicionamiento político en el escenario
sudamericano.

Uno de ellos dice relación con el reposicionamiento de Perú como un nuevo polo de
atracción comercial en este lado del hemisferio, pero también con su
transformación en el principal “exportador” de cocaína en el mundo, habiendo
desplazado recientemente a Colombia.

Las áreas de cultivo de hoja de coca ilegal conoció, en el caso peruano, un


incremento del 6,77% en el período 2008-2009 y de un 2,17% en la fase 2009-
2010. Conoce, además, una baja sustancial en la incautación –apenas 13 TM el
2009, por ejemplo- y una lentitud en la erradicación de las plantaciones de dicha
hoja -10.000 Has, en comparación con Colombia con 96 mil Has. Todos los índices
asociados al narcotráfico, en este lado de la frontera son negativos, generándose
dudas respecto a los niveles de gobernabilidad futuros, al incremento de la
corrupción estatal y la degeneración del tejido social, hechos que en su conjunto, y
bajo ciertas condiciones podrían generar el surgimiento de factores y actores que
afecten la seguridad de este otro lado de la frontera,

El Perú, según estimaciones de la DEA, produce hoy cerca de 325 toneladas


métricas de cocaína de alta pureza. El incremento de la demanda en Europa, la
baja coyuntural experimentada en la producción en Colombia, como resultado de
las efectivas políticas antinarcóticos de los Gobiernos de Uribe y Santos, asociado a
otros dos factores como son la Guerra de los Carteles en México y la baja en el
consumo de esta droga en los EE.UU, han generado las condiciones para un auge
del narcotráfico en esta zona del planeta.

Según el Corruption Perceptions Index del 2011, el Perú conoce un índice de


corrupción interna que le ubica en la zona de los países “altamente corruptos”, con
un índice de 3,4, establecido en una escalad de 0 (Muy corrupto) a 10 (Muy
Transparente); ranqueado 80, entre un universo de 181 países. El Perú conoce un
incremento de los niveles de corrupción, según esta misma fuente, de un 79% en
relación a los tres años anteriores. La alta penetración del narcotráfico en Perú solo
es posible si los niveles de abuso del poder mediante el uso del aparato público a
beneficio personal adquieren la forma institucional, es decir son transversales a
toda la estructura social, política y económica del país.

Siguiendo con este mismo razonamiento, y en función de los datos iluminados


por Global Peace Index, el Perú se ubica en el lugar 79, entre los 158 evaluados en
cuanto a los niveles de paz interna. Es revelador que dentro de conjunto de índices
que denotan tendencias de estabilidad o inestabilidad pudiendo generar escenarios
de crisis de Gobernabilidad, de Estado o de Régimen, en el caso peruano, en
particular, los índices que resaltan están asociados a una debilidad institucional
interna estructural.

La corrupción genera efectos de desestabilización política claros, no solo al lesionar


la legitimidad política, sino que además generar espacios vacíos de
gobernabilidad aprovechados por otros agentes, como es el caso del
repotenciamiento del Sendero Luminoso en la zona del VRAE, en Perú, la irrupción
de miembros de los Carteles mexicanos en las zonas portuarias o incluso, el
repotenciamiento de movimientos sociales campesinos que perciben en la
producción de hoja de coca mayores y más rápidos réditos que la producción de
una agricultura licita. De la misma forma, la corrupción se deja sentir en los
organismos encargados de su lucha directa, o en aquellos organismos encargados
de planificarla y operacionalizarla. Todo este escenario lógicamente tiene el
potencial de desbordar hacia las entidades vecinales del país que las genera. Este
es el caso del Perú, pero también el de Bolivia.

Frente a esta nueva realidad, en la frontera norte, el Estado chileno ha reaccionado


generando algunas políticas públicas destinadas a contenerle. Riesgos o amenazas
no convencionales cohabitan, hoy, con las regulares. Una cohabitación que
demanda una readecuación natural de las tareas habituales que algunos
organismos de Estado realizaban en el marco de sus misiones institucionales. No
obstante ello, se hace imprescindible identificar alternativas de fondo frente a
problemáticas que tienen el mismo carácter. La creación de una nueva capacidad
de securitización física de la frontera parece ser necesaria.

Una estructura operativa encargada únicamente del resguardo preventivo de la


frontera peruano-boliviana, en condiciones de absorber la tarea de contener in sitiu
una permeabilización creciente de un espacio fronterizo esencial para la seguridad
no convencional de la parte norte de Chile. La creación de una fuerza autónoma de
resguardo de esta franja fronteriza permitiría liberar a las otras fuerzas de
seguridad pública de obligaciones sociales crecientes, y dejar, por ejemplo a las
FF.AA seguir encargándose de materias que le son propias e irremplazables como
es la seguridad y el resguardo de la soberanía, la disuasión y la integridad
territorial.

Vigilancia "No Intrusiva" de fronteras

El Ministro Andrés Allamand visitó recientemente Israel. Su objetivo era conocer in


sitiu la experiencia israelí en cuanto a la vigilancia de sus zonas fronterizas
mediante el uso de drones, plataformas aéreas no tripuladas, capaces de observar
de manera remota zonas alejadas, de difícil acceso, que pueden ser utilizadas por
bandas criminales internacionales.

Por otro lado, la DEA (Drug Enforcement Administration), realizará un seminario


práctico para el personal de los puertos a fin de capacitar nuevas técnicas para
detectar cargamentos con sustancias ilícitas.

Ya lo habíamos señalado, los países fronterizos vecinales del norte, son fuente de
una amenaza de naturaleza distinta, no convencional. Perú y Bolivia, segundo y
tercer productor de cocaína del mundo, constituyen per se un riesgo mayor para
Chile: Los puertos chilenos gozan de renombre internacional al estar dentro de los
más seguros, pero además, cuentan entre entre aquellos mejores capacitados para
filtrar cargas ilícitas. La razón anterior, si bien, disuade a una parte de la actividad
asociada al narcotráfico, por ejemplo, le estimula de igual forma al poder
“blanquear” sus cargamentos, si éstos no logran ser detectados.
Según cifras aparecidas hoy y de acuerdo a cifras oficiales del Ministerio del Interior
y Seguridad Publica, entre enero del 2009 y hasta el 28 de julio recién pasado
fueron incautados 6.950 kilos de cocaína en puertos extranjeros, pero cargas
provenientes de Chile. Cabe notar que según estas mismas cifras, la mayor parte
de dichos contenedores provenían de Bolivia. Chile no solo sigue siendo un país de
tránsito sino que además un polo de atracción para el blanqueo de actividades
ilícitas provenientes de países limítrofes.

La vigilancia preventiva de las fronteras, pero sobre todo de manera “no intrusiva”,
aparece hoy, también como vital a fin de anticipar acciones de agrupaciones
delictivas que, al resguardo de la extensión de la frontera, pero sobre todo de su
compleja configuración geográfica, estimulan acciones del crimen transnacional.

La adquisición de sistemas de vigilancia aérea remota permitirá desplazar las


fronteras de seguridad de Chile profundamente al interior de los límites políticos
vecinales. Es necesario dotarse de este tipo de tecnologías por cuanto permite
administrar de mejor manera recursos humanos que, frente al ratio de la extensión
a vigilar, son alta y dramáticamente escasos. Israel posee no solo la tecnología,
sino que además el Know How operacional.

Frente a percepciones de amenazas no convencionales, se hace hoy


necesario adoptar sistemáticamente medios de acción preventivos excepcionales.
La vigilancia de las fronteras, asociadas a espacios territoriales “vacios”, posee el
valor de incrementar no solo la lucha en contra de la criminalidad transnacional
originada en el espacio nortino, sino que también refuerza las capacidades de
disuasión tradicionales.

El desplazamiento de las capacidades de observación de toda clase de actividades


en la zona fronteriza y más allá de ella, incrementa la credibilidad sobre el
disuadido, generando más seguridad y mayores certezas en el proceso de toma de
decisión.

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