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Lo anterior queda aún más claro cuando Chile nos señala que no tiene
pretensiones territoriales. Percepciones de "revanchismo" asociadas
a pretensiones territoriales pueden y claramente incentivan la
inauguración de programas que buscan repotenciar las capacidades
militares. Chile entendió bien esto último.
Desde el fin del orden sudamericano que se redibujó luego del término de la Guerra
del Pacífico, pero que más tarde se cristalizó en otro, dictado y moldeado, esta
vez, en Moscú y Washington, y que, finalmente, se transformó en un orden
marcado por la difusión de la potencia y la fragmentación de las amenazas a
comienzos de los 90 del siglo recién pasado, hoy Chile se enfrenta a una nueva
distribución del poder en su propio espacio geopolítico. Un nuevo “orden
geopolítico” ha tomado forma y se cristaliza.
Este nuevo mapa geopolítico que se le presenta a Chile clarifica los espacios de
integración y los de conflicto, estableciendo que el país necesita una Cancillería
constructiva, propositiva y capaz de no solo proyectar escenarios sino que de
crearlos. La asociación de países del UNASUR al modelo de metodología común del
gasto en Defensa implementado por Chile y Argentina constituye un acierto para
Chile y su política exterior y su diplomacia militar.
Una suerte de “Diplomacia de las elites”, en este caso las económicas, financieras y
comerciales puede estar comenzando a tomar forma. De toda evidencia su campo
de acción será el económico, pero también y de manera especial el político. Su
estrategia y medios de acción íntimamente vinculados al poder factico, aquel que
no se ve, pero cuyos márgenes de acción son lejos, mucho más poderosos que los
reales.
Pero atención, si de algo debemos estar seguros es que las variables políticas
nunca debe estar supeditas a las económicas. El capital no tiene etnia, color, ni
nacionalidad.
Juan Pablo Córdoba el presidente de la plaza de Colombia fue claro en señalar que
esta iniciativa puede dar paso a la "transformación de tres mercados en un
importante actor regional". Hemos de esperar que, lo que la política incesante de
“gestos” desde La Moneda no ha podido apaciguar, sí lo hagan los intereses
comerciales y financieros, no del Gobierno peruano, sino que de las elites
emergentes que a partir de mañana ya no verán con muy buenos ojos retoricas
antichilenas veladas o directas desde el Palacio Pizarro.
Con Bolivia, "Diplomacia de los Pueblos", con Perú "Diplomacia de las Élites", entre
las FFAA "Diplomacia Militar"...¿y la Diplomacia del Edificio Carrera?
Santiago y Lima, Business as usual
Posted on May 27, 2010 by Cristian Leyton Salas
Señales de "normalidad", después que Lima borra con el codo acuerdos suscritos
con el puño, pero sobre todo casi una década después que un Presidente del
mismo país señaló aquí mismo en Chile que "esta firma que acabamos de
presenciar (Acta de Ejecución del Tratado de 1929) pone fin a asuntos pendientes
de un Tratado de 70 años de antigüedad". Claramente, con la reanudación de los
contactos oficiales no hacen sino que emitir una señal preocupante, al resto de
países vecinales, por cuanto se les indica que no importa cuán revisionistas
sean sus políticas territoriales hacia Chile, nuestro país terminará en el
corto/mediano plazo por darles curso. Para algunos, la persuasión no tiene
cabida en la Política Exterior chilena.
Una generación deposita en la otra los traumas no evidenciados por la última a fin
que sea ésta la que a su vez transmita imágenes deshumanizadas del “otro”. La
próxima generación tiene la tarea inconclusa de “limpiar” el “honor vapuleado”,
revalorizar el orgullo lesionado o reintegrar el espacio físico perdido.
Se pensaba que con la firma del "Acta de Ejecución" relativo a las cláusulas no
cumplidas por Chile del Tratado de 1929, se cerraba toda problemática limítrofe
con el Perú.
Se pensaba que podríamos, por fin, adoptar una agenda de futuro. Tanto así que el
entonces Ministro de Relaciones Exteriores del Perú, Fernando de Trazegnies, fue
claro en señalar que, “la firma del Acta de Ejecución de los asuntos pendientes del
Tratado de 1929, que hemos presenciado hace unos minutos, pone fin a la
últimas secuelas de un conflicto entre Perú y Chile que tuvo lugar hace 120
años y que, felizmente se encuentra hoy totalmente superado…”.
Hoy, casi diez años después, aún no podemos dar vuelta la página, lo que es peor,
con la La Haya se abre otro libro, lleno de incertidumbres.
De mantenerse el statuo quo, avalado por La Haya, y en favor de Chile, las fuerzas
nacionalistas peruanas conocerán un incremento en su apoyo electoral, toda vez
que el crecimiento económico en dicho país no llega hacia los sectores más pobres
de su población. Un apoyo que de toda evidencia irá in crescendo.
El Edificio Carrera administrará desde ahora esta nueva fase en las relaciones con
Perú. La politización del tema recién debuta en el vecino país, y claramente seguirá
desbordando hacia su frontera sur. Que la campaña electoral allí comience, a la
sombra de La Haya.
El Rearme Peruano
b. Es una señal hacia el nuevo Comandante en Jefe, General Otto Guibovich. Una
señal de apoyo a su gestión que recién comienza, en particular frente a los
procesos de corrupción de azotan periódicamente a este estamento armado y otros
relacionados con violaciones a los DD.HH. El Estado peruano le señala con su gesto
la idea según la cual debe una vez más comenzar a confiar en esta institución
armada.
Chile y Perú son, desde la perspectiva peruana, lo que fueron Francia y Alemania en
Europa: “Enemigos hereditarios”. Pero, ¿Cómo podemos explicar esta relación de
rivalidad?
Perú surge como un país étnicamente heterogéneo, lo que constituye uno de los
legados más trascendentales del período colonial, pero simultáneamente en uno de
las variables generadoras de su pasada, futura y actual inestabilidad política.
El espacio peruano nace a la vida independiente a comienzos del siglo XIX fundando
una república que debía suceder al orden virreinal, sin embargo lo hace sobre un
vacío “nacional”, es decir en ausencia de las condiciones necesarias para construir
una comunidad política. A diferencia de otros procesos emancipadores, el peruano
es "impuesto desde afuera" y uno de los principales actores es Chile. Se constata,
además, la ausencia de una variable, de un factor o de un actor, que sea capaz de
generar una conciencia nacional única. En este sentido, Nelson Manríquez, un
eminente intelectual peruano, calificará al Perú colonial y a la naciente
extensión histórica republicana peruana como un “Estado sin
nación”: Negros, "Cholos", Mestizos, Criollos, Chinos, Peninsulares, etc., una
fragmentación de grupos nacionales unidos en torno a una relación de
subordinación total con la casta dirigente colonial. En ausencia de legitimidad, el
orden político que se estaba generando era estructuralmente inestable. Esta
problemática se mantiene hasta hoy, según lo señalado por el académico peruano,
Julio Cottler.
En la búsqueda por edificar esta “nación peruana” se buscó crear una identidad
indígena, lo que John Rowe denominó como “nacionalismo Inca”. Este no pudo
desarrollarse por que ponía en peligro el orden oligárquico. Este Perú necesitaba
un factor cohesionador de su heterogeneidad nacional. Y lo necesitaba
urgente.
Existe un consenso en los medios académicos del Rímac en orden a considerar que
“las bases para la creación de tal nacionalismo eran inexistentes en el Perú de
inicios del siglo XIX”. Frente a la ausencia de elementos cohesión nacional y ante el
imperativo de neutralizar fuerzas centrípetas en proceso de desarrollo, apareció
otro tipo de nacionalismo en Perú, aquel que ha sido descrito como negativo, por
cuanto crea y estimulada el surgimiento de una nación en función de la
diferencia con el "otro" y no precisamente en base a un fenómeno natural
de afinidad y ligazón espontáneo interno.
Del éxito interno del actual desarrollo económico peruano depende el incremento o
no de los grados de influencia de dicha nueva clase en la política interna peruana.
Chile debe, mientras tanto, continuar apoyando las nuevas multinacionales chilenas
asentadas en el espacio regional sudamericano. Siempre resguardando no ser
arrastrada en conflictos de naturaleza estatales, promoviendo para ello la firma de
Acuerdos de Protección de Inversiones (API) y con estrategias de “deschilenizar” de
los capitales nacionales.
Una oportunidad histórica se está abriendo entre Chile y Perú con la llegada de
capitales peruanos a nuestro país. Un afianzamiento de las relaciones
especiales entre agentes privados, pero que poseen el potencial de generar
intereses comunes, identificar amenazas y riesgos comunes, a fin de
establecer estrategias de complementación y de unificación de medidas de
protección y expansión hacia otros mercados mundiales.
Chile debe generar una “nueva Política Peruana”. Esta “política” debe
buscar reforzar y apoyar la interacción e integración de esta nueva clase
económica peruana con Chile, particularmente con aquellos sectores económicos
y comerciales nacionales que ven en el Perú un mercado en expansión, pero que la
Cancillería debería observar como el debut de un lento pero progresivo proceso de
confianza mutua, ya no solo con el Estado peruano, sino que sobre todo con un
sector que adquirirá una cada vez mayor capacidad de influenciar el sistema político
peruano, base de sustentación de las difíciles relaciones con el vecino país del
norte.
Empresas Transnacionales Chilenas y Política Exterior.
Recuerdo, hace un año y medio haber visitado la hermosa ciudad peruana de Trujillo. Mi
primera impresión fue una gigantografía (la única) emplazada justo detrás de la Torre de
Control, su color rojo y letras blancas atraían claramente la atención de todos los pasajeros que
arribaban al terminal aéreo: Ripley se dejaba ver. Y este signo comercial no sería el único, lejos
de ello. Incrustado en el centro mismo de una gran barriada de casas color ladrillo emergía un
imponente Mall cuyas letras de color verde claro eran observables desde más allá de la
carretera. Sumaba y seguía. En el centro mismo de Trujillo, en su agraciada plaza principal, un
edificio colonial era, nada más ni menos que la casa matriz de LAN. algunas calles más abajo,
un discreto Banco Ripley, frente a éste, su filial de ventas al retail. Trujillo parecía vestirse de
banco, azul y rojo. La presencia de intereses económicos chilenos era evidente, pero sobre
todo visualmente avasalladora. Días más tarde fue el turno de Lima: era fácilmente constatable
que su aeropuerto había sido “tomado” por aviones tricolores y con una estrella blanca en sus
colas. Un fenómeno nunca antes visto, hoy es una realidad.
La experiencia anterior es tan solo la punta del iceberg en cuanto a la presencia de capitales
“chilenos” en el espacio vecinal sudamericano. Argentina, Brasil y Colombia están entre los
lugares de aterrizaje de estas inversiones tricolores. Ya profundamente asentados en dichos
espacios, hoy las inversiones chilenas están debutando una nueva fase de desarrollo, una
diversificación cualitativa en cuanto a los ámbitos de capitalización, explorando nuevos
espacios comerciales de desarrollo, pero sobre todo, afianzando la presencia e influencia de
las elites comerciales chilenas con aquellas de los países de asentamiento.
El fenómeno de las Empresas Transnacionales Chilenas es relativamente nuevo. Aparecen de
la mano de la llamada “Revolución del Retail” que marca el inicio de un proceso de
capitalización acelerado y expansionista, pero al interior de las fronteras nacionales. Los
Paulmann, Solari, Ibañez y Calderon, todos tienen un punto en común: visualizan que frente a
una saturación del mercado interno, una fase de expansión transnacional debía imponerse. El
proceso en cuestión comienza a generarse hacia finales de los 90, y cristalizarse a comienzos
del siglo XXI. Hoy, las Empresas Transnacionales Chilenas son una realidad. Y son un actor,
se quiéralo o no, en la Política Exterior Chilena.
Estas empresas, si bien inyectan sus capitales en diversos sectores como Servicios, Energía,
Industria, Minería y el Agropecuario, dos de ellos representan desafíos distintos. El sector
Servicios, por ejemplo, que en Perú absorbe el 51% de las inversiones allí realizadas y el
Energía, con un 30,9%. El primer sector, el Servicios, posee una relevancia mayor al estar en
directa comunicación y contacto con la población-electoral, pero también porque generan la
mayor cantidad de empleos directos en el país de asentamiento (aproximadamente 60 mil). El
segundo es relevante por cuanto la Energía constituye un “sector estratégico” para el país del
Rímac, lo que implica que su gestión y control está sujeto a la autoridad del Poder Legislativo,
pero sobre todo a la contingencia política interna de dicho país.
Las Transnacionales Chilenas son hoy un actor pasivo de nuestra Política Exterior. Su sola
presencia y aquella de los personeros y directivos están constituyéndose en “embajadores” de
intereses nacionales en tierras otras que la nuestra, pero además de eso, en vínculos reales y
prácticos entre esta elite nacional exportadora de capitales, con la nueva elite económica y
comercial en formación en Perú y en otras latitudes que están recibiendo en forma permanente
capitales tanto desde Chile como del resto del mundo.
Las condiciones para la transformación desde un estado de actividad “pasivo” a otro “activo”
por parte de estas Transnacionales criollas dependerán del poder de influencia que adquirirán
en el tiempo y espacio. Por el momento es importante que éstas desarrollen e innoven medidas
de asimilación en los países de acogida a fin que no se constituyan en fuente de inseguridad
nacional, arrastrando al aparato diplomático y político estatal a conflictos no deseados, ni
menos aún para los cuales podrían no estar preparados.
Hoy apreciamos que tanto la Cancillería chilena como La Moneda son dirigidas por
(ex) empresarios, muchos de ellos conocen de cerca el proceso de exportaciones de
inversiones chilenas a este país. Identifican claramente los eslabones comerciales,
fuertes y débiles, a los cuales debemos acercarnos a fin de bypassear aquellos
sectores que se lucran políticamente con posturas antichilenas. En función de lo
anterior, la lógica de las “agendas separadas” podría efectivamente materializarse
con la llegada del nuevo equipo a la Cancillería: "Lo comercial" domina a "lo
político".
Preguntas surgen y se instalan:
¿La política exterior vecinal y peruana, del gobierno de Piñera modificará
sustancialmente los intereses chilenos y el comportamiento “vecinal” de Chile?
¿Cuál será el peso real y efectivo de las variables “comerciales y económicas” en el
manejo de esta nueva Política Exterior?
Vamik Volkian avanzó en su obra, Blind Trust: Large Groups and Their Leaders in
Times of Crisis and Terror, la existencia de dos tipos de liderazgos, uno de ellos
“reparativo”, cuyo accionar busca solidificar la identidad del grupo sin que ello
implique devaluar o criminalizar al otro grupo considerado como “victimario”. Vamik
identifica, así mismo, a otro tipo de liderazgo, el “destructivo”, el cual se da como
objetivo solidificar el sentimiento de amenaza de su propio grupo, de
animadversión hacia el victimario, incluso de venganza. Un efecto claro de esta
inyección de un nacionalismo negativo en un grupo humano no sólo posee la
capacidad de generar intencionalidades catalogadas como “revanchistas”, sino que
tiende a generar el efecto opuesto en el grupo-objetivo. La Elección del Trauma a
instrumentalizar y los mecanismos sociopolíticos y socioculturales a transmitir
transgeneracionalmente, serán asumidos por un liderazgo, que éste sea
individualizado o en su defecto, asumido por agrupamientos políticos de la elite.
Tras la llamada Guerra del Cenepa entre Ecuador y Perú, en 1995, y luego de la firma del
Acuerdo de Brasilia en 1998 los países garantes (Argentina, Brasil, Chile y Estados Unidos de
América) resolvieron que las altas cumbres de la cordillera del Cóndor y que la región de
Tiwinza, de 20 Km², pertenecían al Perú. Este acuerdo concedía, sin embargo Ecuador 1 km² en
la zona del Tiwinza como propiedad privada, con la excepción de que esta propiedad nunca
podrá ser expropiada del Ecuador y solo será usada para realizar actos conmemorativos y no
militares. Hoy algo de ello ocurrió. El Triángulo Exterior concedido a Perú desempeña el rol de
un “tiwinza peruano”, uno maritrimo.
Tiwinza constituyó, sin lugar a dudas, un hito en las relaciones entre Lima y Quito. Ecuador
logró una victoria moral, y el Perú se la concedió. Desde el nacimiento mismo de ambos
Estados, una relación de profunda enemistad avivó sus relaciones, con un Perú que, según
visiones ecuatorianas, siempre ha buscado impedir el carácter amazónico ecuatoriano. Luego
de casi un siglo de desencuentros, invasiones, fricciones y conflagraciones, el factor Tiwinza
vino a introducir un quiebre en dicha relación de enemistad duradera.
Aquí el factor psicopolitico es esencial. Pero también lo son las condiciones externas.
Sudamérica ha cambiado desde la década pasada. Torre Tagle tomó nota de ello y se adaptó
oportunamente a ellos, focalizando toda su atención hacia un sólo “frente “político-
diplomático, su frontera sur. El objetivo estratégico peruano es hoy afirmar su crecimiento
económico y su estabilidad interna, todo ello a fin de incrementar su estatura política regional
e internacional.
Las lecciones que podemos obtener de lo que podemos denominar la “hipótesis Tiwinza” es
que con la débil percepción de victoria peruana hoy ante La Haya, pueda reeditarse. Esta vez el
Perú, sin embargo, adopta y absorbe la forma ecuatoriana. Luego de una permanente
percepción de derrota ante Chile, como fue la Guerra del Pacífico, pero además, la visión de un
Chile líder económico, político y social, esta victoria moral limeña puede permitir abrir un
espacio de reconsideración de una rivalidad duradera hacia y con Chile. Los réditos
sociopolíticos en mantener una permanente fricción diplomática con Santiago pueden ya no
generar efectos deseados.
Para el Perú, su clase política y su población, el fallo marca un hito histórico: por primera
vez, luego de 1879, el Perú habría logrado redimir la percepción histórica de capitulación. Una
victoria que si bien se traduce en la adquisición de un espacio marítimo, no logra “recuperar”
espacios soberanos en poder de Chile. Podemos estar, sin lugar a dudas, frente al “tiwinza
peruano”.
Lima ha logrado, más que adquirir algunos kilómetros de espacios marítimos, podría estar
redimiéndose ante su propia población. La unidad peruana en torno a una causa común, el
alineamiento de su elite tradicional tras los sucesivos mandatarios y la planificación político-
diplomática contrastan con lo que fueron las acusaciones tras la guerra con Chile. Hoy, su clase
política ya no necesita buscar un responsable de la debacle de la guerra, sino que buscan los
artífices de una relativa victoria.
De materializarse la hipótesis Tiwinza en Lima, hemos de esperar que esta sea la última
pretensión fronteriza peruana, de no ser así nada nos garantiza que sea la última pretensión
territorial. Diversas fuerzas irredentistas allende Chacalluta no parecen comulgar con la
hipótesis Tiwinza. A diferencia del Ecuador, Chile sigue siendo percibido como un rival
geopolítico. Un actor de emulación natural y estructural con Perú, tanto en el ámbito
económico-comercial como político-vecinal.
Desde una óptica del realismo político, la única forma en que la rivalidad limeña pierda
primacía en su planificación política vecinal es ya sea por medio de la identificación bilateral de
una fuente externa de riesgo, o en su defecto, el surgimiento, de una relación de dependencia
comercial hacia los diversos agentes económicos chilenos que interactúan en y con el espacio
peruano. El caso de Tacna y su relación especial con los ariqueños es prueba de ello. La
presencia de capitales chilenos en el territorio del Rímac es otro.
Finalmente y más allá de lo anterior, ¿Será suficiente esta “victoria moral” para desatar e
instalar un efecto Tiwinza en la clase política peruana? De no ser así, hemos de esperar que la
rivalidad sólo conozca un desplazamiento y una ligera transformación de su forma. Hemos de
esperar, finalmente, en caso que la “victoria moral” sea asimilada como tal y de lugar a una
nueva fase en las relaciones chileno-peruanas.
Desde hace más de una década que los sucesivos gobiernos chilenos vienen
haciendo un llamado a su par peruano a fin que estructuren y den forma a un
sistema que permita transparentar las adquisiciones militares entre ambos países.
Chile ya lo hizo con Argentina mediante la “Metodología Estandarizada Común para
la Medición de los Gastos de Defensa”. El Perú, ha desestimado insistentemente
este llamado a transparentar el gasto en Defensa, prefiriendo adoptar una
estrategia mediática internacional marcada por una hostilización permanente en
contra de la imagen de Chile. De manera silenciosa, sin embargo,adquiere y
planifica la compra de más armamento.
El Perú está embarcado en una carrera armamentista. Una que decidió correr
solo en contra de Chile. Ya se ha señalado en innumerables ocasiones, por quien
escribe y autoridades públicas nacionales: Chile no posee reivindicaciones
territoriales, ni ha desarrollado una política de potencia regional. Chile no busca
acrecentar su territorio ni ejercer influencias malignas sobre ningún país de
Sudamérica. Chile no se prepara para una guerra de agresión, solo disuadir
defensivamente a quien posea políticas revanchistas o revisionistas que afecten su
seguridad política e integridad territorial. La transparencia en el plano de
adquisiciones chilenas ha sido reconocida por todos, incluso por SIPRI.
Wishful Thinking, dice relación con el pensamiento ilusorio, es decir, aquel proceso
de pensamiento, deductivo y de toma de decisiones basadas, fundamentalmente,
en aquello sería más satisfactorio y deseable de imaginar en vez de basarse en
evidencias comprobadas, fundamentadas en racionalidad, en la experiencia y en
hechos anteriores. De esta manera, el pensamiento ilusorio se apoya directamente
en las emociones.
Otro aspecto a iluminar dice relación con los objetivos sociopolíticos y psicopoliticos
de la demanda peruana. Torre Tagle y el Palacio Pizarro claramente no buscan
obtener todo lo pretendido ante el Tribunal, sino que buscan una victoria moral.
Lograr el reconocimiento de un porcentaje de los kms pretendidos implica despojar
a Chile de espacios territoriales mantenidos bajo su plena soberanía desde la última
conflagración con Lima, hace más de un siglo. Ante ello, una victoria en el campo
jurídico busca limpiar la victoria de Chile en el campo militar.
La pregunta que subyace es si, ante cualquier escenario, incluso de una victoria
moral limeña, el nacionalismo peruano se declarará satisfecho o si por el contrario,
la lectura que harán será aquella del nacionalismo militarista europeo en donde una
victoria política táctica ante un enemigo o adversario constituía la nueva plataforma
para exigir y demandar la “restitución” de todo lo reivindicado originalmente.
En Chile, a no caer ante falsas expectativas, menos aquellas que parecen estar
estimuladas más allá de nuestras propias fronteras.
Los axiomas antes señalados no hacen sino que desnudar los síndromes post
traumáticos que evidencia la sociedad peruana en función de la imagen de Chile. No
cabe la menor duda que las dos condiciones necesarias para el surgimiento del SPT
en la sociedad peruana están presentes. La amenaza a la integridad física, bajo la
forma de un conflicto que se saldó por una larga ocupación de su capital por una
potencia externa, por la pérdida de territorios y la amenaza de desmembramiento.
Desde un plano interno, la amenaza a la integridad física del espacio peruano en
manos de sus propios habitantes, como es el caso de la amenaza indigenista y el
estallido étnico y social producto del sistema económico esclavista que se mantenía
vigente hasta antes de la guerra con Chile, sin olvidar las guerra civiles
secesionistas internas.
Finalmente, queda claro que el temor a una reedición de las mismas condiciones
que gatillaron la conflagración trinacional aún están presentes, tal es el caso de la
asimilación de los capitales “chilenos” en Perú a las condiciones antecedentes al
mismo conflicto. Si todo recuerdo o símbolo reactiva el síndrome en cuestión, Arica
es un recuerdo permanente en la conciencia psicopolítica peruana.
Por las razones precedentes, la lógica de naturaleza “revanchista” sigue presente
en importantes segmentos de la intelectualidad peruana, así como fuertemente
incrustada en sectores castrenses y políticos tradicionales.
Una generación deposita en la otra los traumas no evidenciados por la última a fin
que sea ésta la que a su vez transmita imágenes deshumanizadas del “otro”. La
próxima generación tiene la tarea inconclusa de “limpiar” el “honor vapuleado”,
revalorizar el orgullo lesionado o reintegrar el espacio físico perdido.
Un estudio del MOP del año 2004 “Estudio análisis de accesibilidad territorial.
Fronteras Interiores. Definición de un Plan de Accesibilidad a las zonas aisladas del
territorio nacional en el período 2004 – 2010” se abocó al estudios de las zonas
aisladas, estableciéndose que el territorio chileno es uno “fragmentado”, constituido
por lo que podríamos denominar “islas territoriales”. Estas islas se encontrarían
separadas de las “zonas continentales productivas” por amplios espacios vacíos. La
accesibilidad o no entre dichas “islas” y las “zonas continentales” dependerá de la
existencia o no de redes de interconexiones viales, núcleos económico-comerciales
y centros de asistencia públicos o estatales. Una característica central es que las
“islas territoriales” se emplazan entre las fronteras políticas internacionales y las
“zonas continentales productivas”.
La primera de ellas dice relación con una postura de contención de la fuente del
riesgo por la militarización de la frontera. Lo anterior implica el despliegue de
fuerzas de manera a hacer visible la presencia del aparato bélico. Este escenario
responde a una incapacidad de las fuerzas de seguridad policiales en orden lidiar
con los agentes criminales transnacionales. Cabe incluir, en este escenario, el
despliegue de medios disuasivos en el terreno de carácter pasivo.
Un segundo escenario dice relación con la creación de una fuerza autónoma tanto
de las fuerzas policiales y orden público como de las FF.AA. Una capacidad
Parapolicial, con plena autonomía funcional, capacitada para desempeñar un
rol dual en la zona fronteriza: presencia/despliegue. Una fuerza cuya tarea será
abocarse única y exclusivamente a la lucha en contra del crimen trasnacional,
sellando el límite con ayuda de capacidades de vigilancia no-intrusivas.
Hoy, un claro desafío dice relación con integrar las acciones de lucha en contra de
las amenazas no convencionales a la estructura disuasiva del país. Chile necesita
no solo mantener su capacidad disuasiva “básica”, sino que también expandirla
hacia otras y nuevas fuentes de inseguridad, incluyendo aquellos actores
emergentes que poseen el potencial de debilitarla. Hoy la “credibilidad de la
amenaza” disuasiva no solo debe ser dirigida hacia las fuentes de riesgos regulares,
sino que también incluir aquellas de naturaleza no-convencionales.
Dos modelos que si bien no entregan una solución total a la problemática chilena, sí
permiten demostrar que, ante las nuevas fuentes de amenazas no convencionales
vecinales el país debe hacer algo. La Estrategia Nacional de Seguridad y Defensa es
un gran paso en la buena dirección.
Los datos suministrados por el Global Peace Index del Institute for Economics and
Peace, son reveladores de una realidad vecinal que cristaliza la irrupción de nuevas
y diversificadas fuentes de riesgo para la región. El caso peruano es interesante,
por cuanto la sociedad peruana es objeto y sujeto de cambios socioeconómicos que
podrían modificar sustancialmente su posicionamiento político en el escenario
sudamericano.
Uno de ellos dice relación con el reposicionamiento de Perú como un nuevo polo de
atracción comercial en este lado del hemisferio, pero también con su
transformación en el principal “exportador” de cocaína en el mundo, habiendo
desplazado recientemente a Colombia.
Ya lo habíamos señalado, los países fronterizos vecinales del norte, son fuente de
una amenaza de naturaleza distinta, no convencional. Perú y Bolivia, segundo y
tercer productor de cocaína del mundo, constituyen per se un riesgo mayor para
Chile: Los puertos chilenos gozan de renombre internacional al estar dentro de los
más seguros, pero además, cuentan entre entre aquellos mejores capacitados para
filtrar cargas ilícitas. La razón anterior, si bien, disuade a una parte de la actividad
asociada al narcotráfico, por ejemplo, le estimula de igual forma al poder
“blanquear” sus cargamentos, si éstos no logran ser detectados.
Según cifras aparecidas hoy y de acuerdo a cifras oficiales del Ministerio del Interior
y Seguridad Publica, entre enero del 2009 y hasta el 28 de julio recién pasado
fueron incautados 6.950 kilos de cocaína en puertos extranjeros, pero cargas
provenientes de Chile. Cabe notar que según estas mismas cifras, la mayor parte
de dichos contenedores provenían de Bolivia. Chile no solo sigue siendo un país de
tránsito sino que además un polo de atracción para el blanqueo de actividades
ilícitas provenientes de países limítrofes.
La vigilancia preventiva de las fronteras, pero sobre todo de manera “no intrusiva”,
aparece hoy, también como vital a fin de anticipar acciones de agrupaciones
delictivas que, al resguardo de la extensión de la frontera, pero sobre todo de su
compleja configuración geográfica, estimulan acciones del crimen transnacional.