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CLASE 1

INTERVENIR DIDÁCTICAMENTE EN EDUCACIÓN SOCIAL


Artur Parcerisa Aran, Núria Giné Freixes y Anna Forés Miravalles

En este primer capítulo se ubica la intervención didáctica en el marco de la


educación social, profundizando en primer lugar en lo que hoy puede entenderse
por este tipo de educación, lo cual no resulta sencillo porque las realidades social y
educativa cambian muy rápidamente y uno de los rasgos que caracterizan a la
educación social es su dinamismo para dar respuesta a nuevas necesidades
sociales.
A continuación, el texto trata de la confluencia entre la didáctica y la
educación social. Aunque históricamente la didáctica se construyó
fundamentalmente con relación a la institución escolar, hoy en día puede hablarse
con toda propiedad de una concepción de la didáctica que incluye la educación
social y que contempla las características que son propias del análisis y de la toma
de decisiones sobre procesos educativos en este tipo de educación.
De lo que se trata es de que las educadoras y los educadores sociales sean
competentes en sus tareas profesionales y, para lograrlo, necesariamente deben
tener en su haber competencias didácticas, puesto que son imprescindibles pata
analizar y diseñar los procesos socioeducativos. Estas competencias, que
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proporcionan un bagaje formativo propio del educador y la educadora social, tienen


que contextualizarse en una realidad interdisciplinar e interprofesional, lo cual
supone apostar por el trabajo en equipo, por la investigación sobre la propia práctica
y por encontrar el rol de los educadores sociales en conjunción con el de otros y
otras profesionales.

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Tecnicatura Superior en Pedagogía y Educación Social 1
El análisis y la toma de decisiones sobre la práctica socioeducativa necesitan
de unos referentes (finalidades, análisis de la práctica, concepción sobre los
procesos de aprendizaje y atención a las enseñanzas ocultas) que proporcionen
elementos para la reflexión y ayuden a justificar las decisiones. En estas decisiones
también hay que considerar los dilemas y conflictos de valores con los que se
encuentran los educadores a menudo.
La educación social hoy
Cuando en el año 1999 se publicó la primera edición de Didáctica en la
educación social, se hablaba de una realidad emergente. Hoy en día, la educación
social es una realidad profesional y social plenamente consolidada. Aun así, es tal
su dinamismo -paralelo al de la sociedad en su conjunto que aún perviven
incertidumbres respecto de hasta donde abarca su campo de acción y opiniones
dispares sobre lo que debe entenderse por educación social.
De las concepciones que, fruto de su observación, recogía Trilla en 1990 (p.
41 y ss.) sobre el concepto de educación social, perviven actualmente dos: la que
la entiende como aquella educación que pretende desarrollar la socialización de la
persona y la que la concibe como la educación que tiene como destinatarias a
personas en situación cie conflicto social. Probablemente, en la actualidad las dos
concepciones van muy unidas y, por otra parte, se hace más incidencia en la
intervención sobre contextos de cara a su dinamización y a disminuir los riesgos de
que se generen situaciones de conflicto social.
La tercera concepción que apuntaba Trilla se refería a la educación social
como educación no formal, equiparable a la educación en contextos educativos no
escolares. En el mismo sentido, Petrus (1996, p. 29) indicaba que a menudo se
definía la educación social por medio de la negación: comprendía cualquier
intervención educativa estructurada no escolar. En el libro citado de 1999 se definía
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(p. 18) la educación social como «el conjunto de procesos formativos no formales
que tienen como sujetos prioritariamente a personas y colectivos en situación de
conflicto social y a colectivos con riesgo de encontrarse en esta situación».
En un artículo del año 2008 (Parcerisa, p.17), se considera que la definición,
en líneas generales, sigue siendo válida, pero que habría que «matizar el concepto

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de procesos formativos no formales y, quizás, incluso fuera preferible obviar este
término que, si bien en un momento determinado sirvió para ayudar a caracterizar
un espacio profesional nuevo, en la realidad actual puede crear más confusionismo
que claridad». En el mismo artículo se señala que Ortega (2005, p.168) expone que
hablar de educación no formal o informal es semánticamente contradictorio: «si algo
es educación, es formal, si es no formal o es informal, no es educación».
En el momento actual parece más adecuado obviar el concepto de no formal
referido a la educación social y optar por definiciones que reflejen mejor el
dinamismo y la capacidad que tiene la educación social para dar respuesta a las
nuevas necesidades sociales. Una definición, provisional como todas, que responde
bien a esta premisa es la de Giné (2007, p. 68), para la cual la educación social
puede entenderse como:
Un proceso de desarrollo integral y promocionador de las personas por la
función pedagógica intencional y posibilitadora, desarrollado por profesionales, y
presente en diversos ámbitos con el fin de procurar, favorecer y potenciar la
adquisición de bienes culturales, que amplíen favorecer las perspectivas
educativas, Iaborales, de ocio y participación social y posibiliten la incorporación
activa y transformadora de estas personas a un contexto social y cultural concreto.
La educación social, quizás como fruto de su juventud y también de su interés
–no exclusivo- por aquellos que tienen problemas, se caracteriza por una gran
preocupación por responder a las nuevas demandas sociales, lo cual convierte en
previsional y cuestionable cualquiera de sus definiciones. No vamos a repetir lo que
ya se dijo en el libro de 1999, puesto que, salvadas las cuestiones de la
consolidación de la profesión y del dinamismo que han llevado a ampliar su campo
de acción, algo que ya se preveía entonces, se sigue
subscribiendo lo que entonces se decía. Nos limitaremos, pues, a un breve
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comentario de los comentarios de los componentes que aparecen en la anterior


definición de Giné sobre educación social.
Desmenuzar una definición de educación social
La educación social puede entenderse como:

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Un proceso de desarrollo integral y promocionador de las
personas
Más allá de concepciones limitantes, fruto en gran parte de dimensiones
históricas y sociológicas concretas, la educación social se orienta al desarrollo
integral (no sólo a la sociabilidad) o promoción de la persona, teniendo en cuenta
los aspectos que van a facilitarle la inclusión en una sociedad determinada.
Siguiendo a Benedito (1987, pp. 127-129), se puede considerar que una educación
de este tipo se desarrolla entre los intereses de la sociedad por incorporar a cada
una de estas personas en un contexto ideológico y político determinado, tanto en
los aspectos culturales (conocimientos artísticos, históricos, filosóficos y científicos)
como formales (intelectual, social, afectivo y actitudinal) de cada comunidad en un
momento histórico concreto. La educación se concibe como un proceso de
desarrollo individual que se ubica, está influido y toma como referente un marco
social. La educación social se entiende como una intervención dirigida al conjunto
de las capacidades de la persona, para ayudarle a ser competente social, emotiva,
cognitivamente.
Un proceso medido por la función pedagógica intencional y
posibilitadora
Los estudios, planes e intervenciones pedagógicas de la educación social
atienden potencialmente a toda la población, puesto que se trabaja con niños,
adolescentes o adultos y con todas aquellas personas que debido su situación, y
por circunstancias del medio o de ambas, tienen dificultad o necesidad de medidas
socioeducativas particulares››. En este sentido, es de destacar que las
dificultades o necesidades educativas de cualquier individuo o colectivo pueden ser
tanto de tipo preventivo como de tratamiento y emanan de las potenciales
posibilidades de acceso a los diversos beneficios sociales.
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La intervención de la educación social se dirigirá, pues, a posibilitar el


desarrollo v el avance de las personas y los colectivos, tanto para cubrir
necesidades formativas generales como -y prioritariamente para disminuir las
barreras de acceso al bienestar y a la participación, si las hubiera.
Un proceso desarrollado por profesionales

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La profesionalización de los educadores sociales, aunque aún está en
proceso de perfilarse, es un hecho. En el Código deontológico del educador y la
educadora social, elaborado el año 2004 por la Asociación Estatal de Educación
Social, se señala que la educación social es «una profesión de carácter pedagógico,
generadora de contextos educativos y acciones mediadoras y formativas›› que tiene
que posibilitar:
 La incorporación del sujeto de la educación a la diversidad de las redes
sociales, entendida como el desarrollo de la socialización, la
sociabilidad y la circulación social.
 La promoción cultural y social, entendida como apertura a nuevas
posibilidades de adquisición de bienes culturales que amplíen las
perspectivas educativas, laborales, de ocio y participación social.
(Capítulo 1)
La práctica diaria de los educadores y de las educadoras sociales se articula
alrededor de tres tipos de actuaciones:
 Actuaciones de contexto, es decir aquellas acciones y tareas que se
dirigen a posibilitar un contexto educativo, a mejorarlo o a dotarlo de
recursos. [...]
 Actuaciones de mediación, entendidas como «estar entre». Como el
trabajo que el educador realiza para que el sujeto pueda encontrarse
con lugares, personas v contenidos en su dimensión social, cultural y
relacional.
 Actuaciones formativas e instructivas con personas o grupos. Aquellas
que posibiliten la apropiación de elementos culturales por parte del
sujeto. Actos de enseñanza de herramientas conceptuales,
habilidades técnicas o formas de trato social. (Capítulo 1)
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Un proceso presente en múltiples ámbitos


Una de las mayores dificultades para la delimitación del campo de acción de
los profesionales de la educación social reside en la gran diversidad de ámbitos
donde puede realizarse su intervención. El reto y la virtud de la educación social
está en su carácter abierto a las necesidades y dificultades educativas sociales, de

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manera que una delimitación de ámbitos sólo puede ser concebida en clave de
actualidad y como definición perecedera, pues, como afirma Merino (2005, p.250),
es imprescindible «que la pedagogía social mantenga siempre abierto el proceso de
seguir construyendo su identidad en esa interacción constante con la realidad
personal y comunitaria que adquiere características propias y diferenciales en cada
momento histórico y en cada ubicación geográfica››. Teniendo en cuenta este
dinamismo, intrínseco de la educación social, quizás lo consecuente sería no
formalizar ámbitos y dejar absolutamente abierto el campo de actuación.
Sin embargo, esta categorización es necesaria para acotar los grandes tipos
o subperfiles profesionales, por lo que vale la pena intentar realizarla, a pesar de
que resulta harto dificultosa, tanto por la multiplicidad de características distintas
que en ocasiones se dan en un mismo tipo de institución (por ejemplo. en las
dedicadas a la formación de personas adultas) conto por la compartimentación de
rasgos o características entre algunas instituciones de distinto tipo (los límites de
los rasgos instintivos son a veces muy difusos), o por el surgimiento de nuevas
propuestas y nuevas instituciones que intentan dar respuestas novedosas a las
problemáticas sociales.

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A título orientativo, en el cuadro a continuación, se recogen los ámbitos y
perfiles profesionales actuales y se indica a que tramo de edad se refieren:

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Un proceso con la finalidad de procurar, favorecer y potenciar la
adquisición de bienes culturales, que amplíen las perspectivas
educativas, laborales, de ocio y participación social
La cultura, entendida como escala de valores compartida, contempla algunos
elementos esenciales (como pueden ser el respeto a la diversidad, la primacía de
los valores democráticos o la justicia y la equidad social) que orientan la educación
social. Sin embargo, la cultura es dinámica: se adopta, se adapta, se recrea;
evoluciona.
Cabe aceptar que no se puede menospreciar el aspecto cultural ni soslayarlo
a simple contexto externo, sino que hay que aceptarlo como trama íntima e
indisociable en el proceso educativo. El reto para la educación social se halla en la
doble condición estabilidad-cambio que presenta el contexto cultural; con este
escenario conviene, por un lado, explicitar los elementos esenciales en forma de
principios éticos y, por otro lado, dado que la evolución y la subculturación son
fenómenos constitutivos de la cultura, abordar reflexivamente los valores que
conviene actualizar, los compromisos y las negociaciones que deben emprenderse
y los logros a los que no se puede renunciar.
Un proceso que posibilita la incorporación activa y
transformadora de estas personas a un contexto social y cultural
concreto.
En el momento actual, con el estado de bienestar en crisis y con la
dualización de la población, la intervención educativa social se muestra
imprescindible, siempre que sea usada con el fin de transformar las coordenadas
socioculturales y de disminuir y, a ser posible, colaborar en hacer desaparecer las
desigualdades e injusticias sociales.
Por la gran importancia que reviste el papel de la educación social, cabe
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señalar, asimismo, que las dificultades máximas, de este camino se presentan,


además de en las políticas y las inercias institucionales, en el propio desarrollo de
la intervención educativa, que puede sesgarse hacia el mantenimiento de las
diferencias y el control social.

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La confluencia entre la didáctica y la educación social

Cada vez hay mayor consenso en considerar la didáctica una disciplina


imprescindible para la formación de educadores y educadoras sociales y en ver que
la didáctica proporciona conocimientos que resultan necesarios para una adecuada
intervención social.
Los conocimientos didácticos pueden ayudar mucho a los educadores
sociales en su tarea, pero persisten algunas reticencias sobre su papel debido a
que la didáctica, durante mucho tiempo, se desarrolló muy ligada al contexto escolar
y, en muchos casos, relacionándose prioritariamente con la enseñanza y el
aprendizaje de conocimientos (hechos y conceptos). Esta historia ha llevado
también a asociar la terminología que usa la didáctica con la educación escolar
(sucede así, por ejemplo, con el término enseñanza).
Aunque la didáctica de una tradición donde estaba muy ligada a la educación
escolar, ello no óbice para que no pueda ayudar a mejorar la acción socioeducativa.
En los últimos años se ha emprendido una reconceptualización del concepto
didáctica, en el sentido de considerarla “una disciplina que estudia los procesos de
enseñanza-aprendizaje que se producen en ambientes organizados de relación y
comunicación intencional (tanto escolares como extraescolares) con la finalidad de
orientar sobre cómo mejorar la calidad de esos procesos. Ésta es una definición que
también abarca la educación social. Se mantiene el término “enseñanza” porque en
la educación social se producen procesos de acción educativa que ayudan a
desencadenar aprendizajes de todo tipo (de valores, de actitudes, de habilidades,
etc.).
Por lo tanto. Se producen procesos de enseñanza-aprendizaje, entendiendo
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este binomio en un sentido amplio, ni restringido a un solo tipo de aprendizaje ni a


una institución determinada. Como se decía en un texto anterior (Parcerisa y Forés,
2003, p. 71), se tiene que buscar qué hay de substancia] en la didáctica, qué es lo
esencial y qué anecdótico. Lo esencial es que puede hacer aportaciones para
ayudar a mejorar los procesos de enseñanza-aprendizaje; lo anecdótico es que la

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didáctica haya estado históricamente ligada al contexto escolar. Es anecdótico si
somos capaces de seguir construyendo y reconstruyendo una didáctica pensada
para la especificidad de la educación social.

¿Cuál es la aportación substancial de la didáctica a la educación social?

En la educación social se desarrollan procesos educativos. En un documento


del Ayuntamiento de Barcelona (2001) sobre los educadores sociales de atención
primaria se trata de ello:
La función de enseñanza-aprendizaje se tiene que entender como un
proceso constituido por dos componentes: la enseñanza o la acción facilitadora de
aprendizajes y el aprendizaje. Estos dos componentes se encuentran íntimamente
interrelacionados y pueden tener características muy diversas. (p. 6) El proceso
educativo sólo puede considerarse como tal si comporta una transformación o
cambio en las capacidades de las personas que se educa. Si no se ha producido
cambio, no se ha producido aprendizaje [...]. El proceso socioeducativo es un
proceso de construcción personal, aunque también se puede hablar de procesos de
construcción grupales y comunitarios. (p. 7)
En esta concepción de los procesos socioeducativos, la didáctica se
convierte en una disciplina muy útil, al proporcionar conocimiento que orienta sobre
el modo de analizar los procesos de enseñanza-aprendizaje y el de diseñar
procesos de enseñanza (o de intervención educativa) que ayuden a desarrollar
aprendizajes.
La didáctica se preocupa de cuestiones como las siguientes:
[ ...I qué relación hay entre los procesos socioeducativos (lo que pretendemos) y lo
que haremos o tenemos que
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hacer para intentar conseguir las intenciones; cuáles son las estrategias más
adecuadas para ayudar al aprendizaje de actitudes, de habilidades o de conceptos
o para ayudar a desarrollar la autonomía y la capacidad de tomar decisiones y de
hacerse protagonista del propio proceso de aprendizaje y del propio proceso vital
por parte de las y de los educandos; cómo, cuándo y qué evaluar para obtener

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información que, una vez analizada y juzgada, nos permita tomar decisiones sobre
la manera de enfocar el proceso educativo; cuales son los elementos que nos
pueden ayudar a analizar la dinámica de un grupo o a tomar decisiones para
mejorarla, etc. (Par-cerisa y For-és, 2003, p. 72).
Este tipo de cuestiones es el que estudia la didáctica y, sobre ellas, puede
proporcionar orientaciones para diseñar y para mejorar los procesos
socioeducativos.
Una didáctica pensada para la educación social tiene que enmarcarse en una
realidad en la que:
 Se da una gran diversidad de ámbitos de acción y en la que resulta
difícil delimitar el campo que puede abarcar la intervención.
 Los procesos educativos hay que verlos con una mirada global y
sistémica, donde se dan interacciones y solapamientos.
 Se da una gran diversidad de necesidades y, en muchas ocasiones,
relacionadas con situaciones problemáticas o potencialmente problemáticas.
 A menudo, hay que preocuparse más de los aprendizajes actitudinales
y de habilidades que no de los estrictamente conceptuales.
 Se dan muchas interrelaciones entre diversos tipos de profesionales
y, muchas veces, con personas voluntarias.
Hoy ya sabemos que esta didáctica que se contextualiza en el ámbito social,
teniendo en cuenta características como las anteriores, es posible. No suele ser
recomendable traspasar mecánicamente a la educación social estrategias y
técnicas que fueron pensadas para la realidad escolar, pero sería un error rechazar
estos conocimientos porque provienen del ámbito escolar. Una concepción crítica y
madura es aquella que analiza qué hay de interesante en las aportaciones de la
didáctica, vengan de donde vengan, y se plantea el modo en que estas aportaciones
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pueden contextualizarse en el ámbito de la acción social.


En esta didáctica pensada para la educación social, otra cuestión que en
ocasiones crea cierta controversia es la de la terminología. Es cierto que cada
término tiene su historia y que hay que tenerlo en cuenta, puesto que no existen
términos neutros, desnudos de ideología. Siendo esto así, también creemos que las

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palabras se pueden reconceptualizar (especialmente ampliando su significado)
como vemos que sucede en cada nueva edición del diccionario de la lengua.
Esta reconceptualización y ampliación de significados nos parece una opción
mejor que la de buscar o intentar imponer términos nuevos que pueden crear más
confusión de la que ya se suele tener con la terminología educativa.
La didáctica estudia procesos de enseñanza-aprendizaje para orientar sobre cómo
mejorarlos. El reto que tenemos los didactas, y quienes quieran colaborar en esta
tarea, es estudiar procesos de enseñanza-aprendizaje en el ámbito de la educación
social. Sólo con este estudio se podrán proponer orientaciones enfocadas a la
mejora de la intervención educativa y, por consiguiente, de los procesos de
aprendizaje.
El campo de confluencia de la didáctica y la educación social es amplio. Para
explotarlo y sacarle buen partido, se requiere que en la formación inicial de los
futuros educadores y educadoras sociales se requiera una buena formación en
didáctica, en una didáctica pensada para la educación social.
Asimismo, se debe proseguir en la línea de investigar en educación social, de
acercar el mundo universitario al profesional, de incrementar los intercambios entre
educadores, pedagogos y otros profesionales del ámbito educativo y social y de
visualizar las aportaciones de la didáctica en las actividades de formación
permanente.
La tarea de los educadores es social y educativa. La didáctica puede
proporcionarles conocimientos que les ayuden a analizar su propia práctica, a
planificarla, a revisarla, a compartirla, a cuestionarla, en lo que se refiere al análisis
de necesidades, a la determinación de los objetivos de aprendizaje, de los principios
de acción, de las estrategias metodológicas y organizativas, al uso de recursos, etc.
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Extraído de:
LA EDUCACIÓN SOCIAL.
Una mirada didáctica
Relación, Comunicación y Secuencias educativas
Artur Parcerisa Aran, Núria Giné Freixes y Anna Forés Miravalles
Colección Críticas y Fundamentos. Editorial Graó - Barcelona
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