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EmmanuelSwedenborg

Despertar
tras la
muerte
El viaje del ahna
hacia los reinos espintuale
trasla muerte del cuerpo

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DESPERTAR
TRAS LA MUERTE
EMMANUELSWEDENBORG

DESPERTAR
TRAS LA MUERTE

El viaje del alma


hacia los reinosespirituales
tras la muerte del cuerpo

l
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Colección Nueva Consciencia


DESPERTAR TRAS LA MUERTE
Emmanuel Swedenborg

l.ª edición: mayo de 2006

Título original: Awakenfrom Death


Traducción: Amalia Peradejordi

Maquetación: Marta Rovira

© 2006, Ediciones Obelisco, S.L.


(Reservados los derechos para la presente edición)

Edita: Ediciones Obelisco S.L.


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08005 Barcelona-España
Tel. 93 309 85 25 - Fax 93 309 85 23
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ISBN: 84-9777-286-5
Depósiro Legal: B-22.725-2006

Printed in Spain

Impreso en España en los talleres gráficos de Romanyá/Valls S.A.


Verdaguer, 1 - 08076 Capellades (Barcelona)

Ninguna parte de esta publicación, incluso el diseño de la cubierta,


puede ser reproducida, almacenada, transmitida o utilizada en manera alguna
por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, de grabación
o electrográfico, sin el previo consentimiento por escrito del ediror.
11 Despertar tras la muerte
y entrar en la vida eterna

Cuando el cuerpo ya no puede seguir desempeñando sus


funciones en el mundo físico, es decir, todas aquellas ac-
tividades relacionadas con los pensamientos e inclinacio-
nes de su espíritu (que la persona recibe del mundo espi-
ritual), entonces, decimos que ha muerto. Esto sucede
cuando el movimiento respiratorio de los pulmones, así
como el movimiento sistólico del corazón se detienen.
No obstante, la persona no muere, sino que simplemen-
te es separada de su componente físico, el cual le resultaba
de gran utilidad en el mundo. La persona real sigue viva.
Decimos que sigue viva porque la persona no es una
persona a causa de su cuerpo, sino a causa de su espíritu. El
espíritu es el que crea los pensamientos, y éstos, junto con
el afecto, son los que constituyen la persona.
De ello podemos deducir que, cuando alguien fallece,
simplemente pasa de un mundo a otro. Éste es el motivo por
el cual, en las Escrituras, el significado más profundo de la
palabra «muerte» hace referencia a la resurrección y a la con-
tinuidad de la vida.
Con lo que más íntimamente se comunica el espíritu es
con la respiración y con los movimientos del corazón. Los

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pensamientos del espíritu se comunican con la respiración,
y el afecto, característica del amor, con el corazón. Así pues,
cuando estos dos movimientos cesan en el cuerpo, inme-
diatamente tiene lugar una separación. Estos dos movi-
mientos (el movimiento respiratorio de los pulmones y el
sistólico del corazón) son los verdaderos vínculos entre el
cuerpo y el espíritu, cuya ruptura hace que lo único que
permanezca sea el espíritu. El cuerpo, al carecer de la fuer-
za de su espíritu, empieza a enfriarse y a descomponerse.
La razón por la cual el espíritu de una persona se co-
munica mucho más profundamente con la respiración y
con los movimientos del corazón se debe a que todas las
funciones vitales del cuerpo dependen de estos dos movi-
mientos, no sólo en general, sino también en todas y cada
una de sus partes.
Después de esta separación, el espíritu de la persona
sigue permaneciendo en el cuerpo durante un tiempo,
pero nunca después de que el corazón se haya detenido
completamente. Esto depende de la causa que haya pro-
vocado la muerte de la persona porque, en algunos casos,
el corazón sigue funcionando durante bastantes minutos
y, en otros, durante muy pocos.
En el momento en el que esta función se detiene, la
persona es despertada, esto es algo que únicamente puede
hacer el Señor. «Despertar» significa sacar el espíritu de
una persona fuera de su cuerpo para conducirlo hacia el
mundo espiritual, es lo que normalmente se denomina
«resurrección».
El hecho de que el espíritu de las personas no sea se-
parado de su cuerpo antes de que el corazón haya dejado
de funcionar se debe a que el corazón es el órgano que se
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corresponde con el afecto procedente del amor, determi-
nante en la vida real de la persona, ya que todos consegui-
mos el calor vital a través del amor. En consecuencia, esta
correspondencia existe hasta que dura el vínculo, y como
resultado la presencia de la vida del espíritu dentro del
cuerpo.
De este modo se produce el despertar. No sólo lo sé
porque así me lo han contado, sino porque las experien-
cias de la vida también me lo han demostrado, por ello
poseo un profundo conocimiento de cómo sucede.
Fui conducido a un estado de inconciencia en cuanto a
lo que concernía a mis sentidos físicos, es decir, práctica-
mente a la condición de las personas que se están murien-
do. De todas formas, mi vida más interior, incluidos mis
pensamientos, permanecieron intactos, de manera que
podía seguir percibiendo y recordando las cosas que habían
ocurrido, lo cual es algo que siempre suele sucederles a las
personas que son despertadas de la muerte.
Me di cuenta de que mi respiración física se iba debi-
litando por momentos, mientras que mi aliento espiritual
seguía manteniéndose unido a la ligera, pero todavía per-
maneciente respiración de mi cuerpo.
Después, se estableció una especie de comunicación
entre los latidos de mi corazón y el reino celestial ( dado
que este reino se corresponde con el corazón de la perso-
na). Incluso llegué a ver unos cuantos ángeles, algunos a
cierta distancia y dos de ellos sentados en mi cabecera.
Ello provocó la desaparición de todos mis afectos perso-
nales, aunque los pensamientos y las percepciones siguie-
ron estando ahí. Permanecí en ese estado durante varias
horas.

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Entonces, los espíritus que me rodeaban se alejaron
de mí, declarando que ya estaba muerto. Se podía perci-
bir un olor aromático, parecido al que desprenden los
cuerpos embalsamados. Cuando los ángeles celestiales se
hallan presentes, cualquier cosa que tenga que ver con un
cadáver es percibida como algo aromático, es lo que im-
pide a los espíritus el acercarse a él cuando lo huelen. Ésta
es la forma en la que los espíritus malignos son manteni-
dos alejados del espíritu de una persona en el preciso mo-
mento en el que ésta es conducida hacia la vida eterna.
Los ángeles que estaban sentados junto a mi cabecera
permanecían silenciosos, sólo sus pensamientos se comu-
nicaban con los míos. Cuando estos pensamientos son
aceptados, los ángeles saben que el espíritu de la persona
ya está preparado para ser separado de su cuerpo. La co-
municación de sus pensamientos tenía lugar a través de su
mirada ya que, de hecho, ésta es la forma en que la comu-
nicación de pensamientos se lleva a cabo en el cielo.
Mientras permanecía inmerso en mis pensamientos y
percepciones con el fin de conocer y de recordar cómo
tiene lugar el despertar, me di cuenta de que lo primero
que intentaban descubrir los ángeles era cuáles eran mis
pensamientos y si eran los mismos que los de las personas
que mueren, normalmente sobre la vida eterna. Al mismo
tiempo, también pude darme cuenta de que éstos querían
mantener mi mente ocupada en tales pensamientos.
Más tarde me explicaron que, cuando muere el cuer-
po, el espíritu de una persona es mantenido en su último
pensamiento hasta que vuelve a los pensamientos deriva-
dos del afecto y relacionados con el amor que sintiera en
este mundo, tanto de forma general como particular.
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Sobre todo, se me permitió poder llegar a percibir y a
sentir como una especie de visión, es decir, toda una serie
de dibujos relacionados con los elementos más interiori-
zados de mi mente y, por lo tanto, de mi espíritu, fuera de
mi cuerpo. Me explicaron que esto era algo que hacía el
Señor y que era el origen de toda resurrección.
Cuando los ángeles celestiales están con personas que
han sido despertadas, no las abandonan, porque aman a
todas y a cada una de ellas. Pero, cuando se trata de espí-
ritus que no pueden mantener una amistad con los ánge-
les celestiales por más tiempo, entonces, éstos desean
apartarse de ellos.
Cuando esto sucede, los ángeles del reino espiritual
del Señor acuden directamente hacia aquellos espíritus a
quienes les está otorgado el beneficio de la luz. Porque,
llegados a este punto, ya no ven nada, tan sólo piensan.
También me enseñaron el procedimiento. En cierta
forma, estos ángeles parecían abrir el párpado del ojo iz-
quierdo, moviéndolo hacia el puente de la nariz, de
forma que el ojo quedaba abierto y capacitado para ver.
Aunque la percepción total de un espíritu es que las cosas
suceden de este modo, tan sólo se trata de una apariencia.
En cuanto los párpados han sido abiertos, algo bri-
llante, pero borroso, se va haciendo cada vez más visible,
al igual que cuando una persona se despierta y mira a su
alrededor con los ojos medio abiertos. Llegado a este
punto, esa brillante nebulosidad me pareció de un color
celestial, pero entonces me explicaron que esto era algo
que podía variar.
Después, sentí como si alguna cosa resbalara suave-
mente por mi cara, provocándome un pensamiento espi-

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ritual. El sentir algo que roza la cara también es una apa-
riencia que sirve para describir que la persona ya ha pasa-
do del pensamiento físico al pensamiento espiritual. Los
ángeles siempre tienen mucho cuidado a la hora de pre-
venir la aparición de cualquier concepto por parte de la
persona que ha despertado, a no ser que éste proceda del
amor. Entonces, le explican que es un espíritu.
Una vez les ha sido otorgado el beneficio de la luz, los
ángeles espirituales ofrecen a los nuevos espíritus toda la
ayuda que puedan necesitar en tales condiciones y les im-
parten enseñanzas sobre las cosas que existen en la otra
vida, pero sólo de forma comprensible para ellos.
Pero si no desean ser enseñados, entonces, aquellos que
han sido despertados ansían liberarse de la compañía de
estos ángeles. Sin embargo, no son los ángeles quienes se
alejan de ellos, sino que son ellos mismos quienes se apar-
tan de su lado. Y es que, realmente, los ángeles aman a todos
los individuos y lo que más desean es poder resultarles de
alguna utilidad, enseñarles lo que saben y conducirlos hacia
el cielo. Los ángeles siempre disfrutan haciendo esto.
Cuando el espíritu de las personas se ha alejado de su
cuerpo de esta forma es conducido por los buenos espíri-
tus, quienes le ayudan y acompañan en todo momento.
Pero si su vida en el mundo ya hizo que el llegar a man-
tener una buena relación con los buenos espíritus resulta-
se prácticamente imposible, entonces, también desean
alejarse ahora de ellos. Esto sucede tan a menudo y tantas
veces como sea necesario, hasta el momento en el que por
fin encuentran el tipo de espíritus que se adaptan total-
mente a su vida en el mundo y entre los que pueden se-
guir manteniendo su misma clase de vida. Y, entonces,
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aunque resulte extraordinario, llevan el mismo tipo de
vida que llevaban en el mundo real.
Sin embargo, esta fase preliminar de la vida después
de la muerte, apenas dura unos pocos días. En las páginas
siguientes, primero describiremos la forma en que son
guiados de un estado a otro y, después, cómo son condu-
cidos al Cielo o al infierno. Esto, también es algo que he
llegado a saber a través de múltiples experiencias.
Hablé con algunas personas al tercer día después de su
partida, momento en el que los acontecimientos anterior-
mente descritos ya habían sido completados. Incluso
hablé con tres personas que había conocido en la vida y
les expliqué que, en estos momentos, se estaban prepa-
rando los ritos de su funeral para proceder al entierro de
sus cuerpos. Cuando les hablé de su «entierro», se queda-
ron sumamente sorprendidos y asombrados, asegurando
que estaban vivos: la gente sólo estaba enterrando aque-
llo que les había servido en el mundo físico.
Después, se sintieron muy extrañados al observar que,
mientras vivieron dentro de su cuerpo, jamás habían cre-
ído en esta clase de vida después de la muerte, así como
que casi todo el mundo que acudía a la iglesia, también
compartiese su misma incredulidad.
Todas aquellas personas que, mientras están vivas,
jamás llegan a creer en la vida del alma tras la muerte del
cuerpo, no salen de su asombro cuando se dan cuenta de
que realmente aún viven. Sin embargo, este tipo de perso-
nas hacen amistad con otras de su misma especie, es decir,
con personas que piensan igual que ellas y que son sepa-
radas de aquellas que siempre han tenido fe en la vida
eterna. La mayoría de estas gentes entran a formar parte

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de una de las comunidades del infierno por haber negado
lo divino y despreciado los verdaderos valores de la Igle-
sia. De hecho, mientras las personas sigan convenciéndo-
se a sí mismas en contra de la vida eterna de su alma, tam-
bién se estarán convenciendo en contra de todo cuanto
pertenece al Cielo y a la Iglesia.

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21 Una persona no deja nada tras ella,
excepto un cuerpo terrenal

Numerosas experiencias en el mundo espiritual me han


demostrado que cuando las personas pasan del mundo fí-
sico al mundo espiritual, cuando mueren, se llevan con
ellas todo cuanto les pertenece o, mejor dicho, todo cuan-
to pertenece a su personalidad, a excepción de su cuerpo
terrenal. Porque cuando las personas entran en el reino
espiritual, es decir, en la vida después de la muerte, siguen
estando en un cuerpo muy parecido al que tuvieron en el
mundo físico. No parece existir diferencia alguna, puesto
que ellas mismas no sienten ni ven ningún cambio. Pero
su cuerpo es espiritual y por ello es purificado y separado
de los elementos terrenales. Además, cuando algo espiri-
tual percibe o entra en contacto con algo espiritual, se
comporta igual que cuando algo físico percibe o entra en
contacto con algo físico.
En consecuencia, cuando las personas se convierten
en espíritus, no se dan cuenta de que ya no están en el
mismo cuerpo que habitaban cuando estaban vivas y, por
ello, todavía no saben que están muertas.
Además, en el mundo espiritual, las personas conti-
núan disfrutando de cualquier sensación interna o exter-

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na, tal y como hicieran en el mundo físico. Al igual que
antes, todavía son capaces de ver, de oír, de hablar, de oler
y de saborear, así como de sentir una especie de presión a
través del tacto. Todavía siguen pensando, reflexionando,
deseando y anhelando y se sienten tan motivadas, ama-
das o conmovidas como antes. Por ejemplo, una persona
que haya disfrutado de la lectura o de la escritura podrá
seguir leyendo y escribiendo igual que antes. En una pala-
bra, cuando una persona pasa de una vida a otra, o de un
mundo a otro, es como si se hubiese trasladado de lugar
y se hubiese llevado con ella todas sus pertenencias. Esto
nos lleva a la conclusión de que no podemos afirmar que
las personas pierden todo cuanto poseen después de la
muerte, ya que sólo es el cuerpo el que muere.
Incluso se llevan con ellas su memoria física, ya que si-
guen conservando en su recuerdo todas las cosas que han
visto, oído, pensado, leído o aprendido en este mundo,
desde su más tierna infancia hasta el último momento de
sus vidas. De todas formas, y puesto que todas las cosas
que albergan en su memoria pertenecen al mundo físico,
éstas no pueden ser reproducidas en un mundo espiritual
y se vuelven inactivas, tal y como sucedería con una per-
sona que dejase de pensar en ellas. Sin embargo, éstas
pueden ser duplicadas si ello complace al Señor.
De todas formas, más adelante, seguiremos hablando
de esta memoria y de su estado después de la muerte.
Aquellas personas que no se dejan guiar más que por
la razón, son incapaces de creer en una vida después de la
muerte, ya que esto es algo que no alcanzan a compren-
der. Y es que, aun en el caso de algo tan espiritual como
esto, estas personas tan sólo pueden pensar en términos
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físicos. Por ello, cuando no pueden demostrar algo, es
decir, verlo con sus propios ojos y tocarlo con sus propias
manos, dicen que no existe, al igual que hiciese el apóstol
Tomás (Juan 20:25, 27, 29).
Sin embargo, la diferencia entre la vida de las personas
en el mundo espiritual y su vida en el mundo físico es
substancial, tanto con respecto a sus sentidos externos,
como con respecto a sus afectos. Las personas que están en
el cielo poseen unos sentidos mucho más refinados (es
decir, pueden oír y ver con mucha más precisión) y razo-
nan con más inteligencia que cuando estaban en el mundo
físico. Ello se debe a que estas personas pueden ver las
cosas a través de la luz del Cielo, superior a la de la Tierra
en muchos grados, y también pueden oír a través de una
atmósfera espiritual, distinción también muy superior.
Podríamos comparar esta diferencia entre el mundo es-
piritual y el mundo físico con la distinción entre lo claro y
lo oscuro, entre la luz del día y la sombra de la noche. La
luz del Cielo, al ser la luz de la divina verdad, proporciona
a la vista de los ángeles una gran habilidad para poder dis-
tinguir y darse cuenta de las cosas más pequeñas. Además,
su sentido externo de la vista se corresponde a una especie
de visión interior o discernimiento. En los ángeles, esta vi-
sión exterior se halla relacionada de tal forma con la inte-
rior que ambas pueden actuar al unísono y llegar por ello a
poseer tanta intensidad. De esta misma forma, su oído tam-
bién se corresponde a su percepción interna, lo cual favore-
ce su discernimiento e intencionalidad. Así, y tanto a través
del tono como de las palabras de aquel que está hablando,
pueden darse perfecta cuenta de los más pequeños detalles
concernientes a sus afectos y a sus pensamientos: las cues-

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tiones relacionadas con el afecto a través de su tono, y las
relacionadas con los pensamientos a través de sus palabras.
Sin embargo, en los ángeles, los demás sentidos no se
hallan tan desarrollados ni tan refinados como el de la
vista y el del oído, porque éstos, más que ningún otro,
son los que sirven a su inteligencia y a su sabiduría.
Si los demás sentidos actuasen a este mismo nivel de
refinamiento, restarían gran parte de luz y de intensidad a
su sabiduría y los inducirían hacia el deleite de los distin-
tos placeres y anhelos del cuerpo. Estos anhelos encubren
y paralizan el discernimiento de tal forma que pueden lle-
gar incluso a asumir un papel principal, tal como sucede
con las personas de este mundo, quienes suelen mostrar
un total desinterés y muy poca preocupación por las ver-
dades espirituales mientras puedan seguir saciando sus
gustos y continuar entregándose a los placeres del sentido
físico del tacto.
A través de los frecuentes encuentros con la sabiduría
de los ángeles del Cielo, podemos llegar a la conclusión
de que los sentidos más interiorizados de estos ángeles, es
decir, aquellos pertenecientes a sus pensamientos y a sus
afectos, son superiores y se hallan mucho más perfeccio-
nados que cuando estaban en el mundo físico. La diferen-
cia entre el estado de las personas en el infierno y en el
mundo también es substancial. La perfección y la calidad
de los sentidos externos e internos de los ángeles que
están en el Cielo es tan grande como la imperfección de
aquellas personas que están en el infierno.
En cuanto al poder de retención de la memoria global
de las personas procedentes de este mundo, éste me fue
ampliamente demostrado en más de una ocasión. Tuve la
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oportunidad de poder ver y escuchar algunas cosas dignas
de mención, por lo que me gustaría explicar alguna de
ellas. Había personas que negaron muchos de los críme-
nes y maldades que habían cometido durante su vida en
el mundo físico, y para que la gente no pudiese seguir
considerándolas inocentes de todas sus atrocidades, éstas
fueron desveladas y revisadas desde su más tierna infan-
cia hasta el final de sus días. La mayoría de estos casos es-
taban relacionados con el adulterio y la prostitución.
Algunas personas habían engañado a otras a través de
diabólicas maquinaciones e incluso también habían llega-
do a robar. Sus artimañas y sus robos fueron repasados
uno a uno. Muchas de estas cosas no eran conocidas por
nadie excepto por ellas mismas. Sin embargo, no tuvieron
más remedio que admitirlas (ya que éstas se les hicieron
tan claras como la luz del día), junto con cada pensamien-
to, intención, placer o temor que, en esos momentos, se
habían combinado para agitar sus espíritus.
Hubo gente que había aceptado sobornos y que supo
cómo aprovecharse de las decisiones judiciales. La memo-
ria de estas personas fue examinada de forma similar y, a
partir de ahí, todo cuanto habían realizado durante el ejer-
cicio de sus profesiones fue revisado de principio a fin. Los
detalles relacionados con el cómo y el porqué, el número
de veces que se habían aprovechado de las circunstancias,
así como sus intenciones y el estado de su mente fue reu-
nido en sus recuerdos y expuesto ante su vista.
Esto también fue llevado a cabo con otras personas y,
sorprendentemente, sus propios diarios, aquellos en los
que habían escrito cosas tan íntimas como éstas, fueron
abiertos y leídos ante ellas, página por página.

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Las personas que habían deshonrado la virginidad de
otras y violado su castidad también tuvieron que responder
ante un juicio similar en el que fueron apareciendo todos los
detalles concernientes a sus fechorías. Las caras de las vírge-
nes, así como de otras mujeres, fueron reproducidas como si
estuviesen allí, con los mismos escenarios, las mismas situa-
ciones y las mismas voces. Era tan real como cuando se nos
muestra algo ante la vista. En algunas ocasiones, estas de-
mostraciones llegaban a durar incluso hasta varias horas.
Había una persona que, durante toda su vida, no
había hecho más que menospreciar a los demás. Pude es-
cuchar perfectamente sus despreciativas observaciones,
así como sus malsanas difamaciones. Todo ello fue ex-
puesto y presentado ante ella de forma clara y concisa, co-
mo si se tratase de la vida real, aun a pesar de que todos
estos detalles habían sido escrupulosamente ocultados
por ella misma mientras vivió.
Había otra persona que había despojado de su herencia
a un pariente por medio de astutas estratagemas. Sus actos
también fueron examinados y juzgados de forma similar.
Por extraño que parezca, las pruebas de este engaño,
es decir, todas las cartas y documentos que habían sido
utilizados, fueron leídos ante mi presencia, sin omitir ni
una sola palabra. Poco antes de su muerte y, aunque
jamás se llegó a descubrir, esta misma persona, envenenó
a uno de sus vecinos. Ello fue revelado de la siguiente
forma: ante la persona había una especie de fosa cavada a
sus pies desde donde apareció el vecino gritándole: «¿Qué
es lo que me hiciste?». Entonces, todo fue descubierto: lo
que este hombre había estado planeando hacer con su ve-
cino, la forma en la que había estado hablando amistosa-
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mente con él y ofreciéndole una copa, así como todo lo
que había sucedido después.
Una vez descubiertas todas las atrocidades que había
cometido a lo largo de su vida, quedó suficientemente
claro que, en lo más profundo de su ser, esta persona se
sentía fuertemente atraída por todo lo diabólico e infernal.
En resumen, todos los espíritus que han abrazado la
maldad, reflejan claramente en ellos sus diabólicas accio-
nes, sus crímenes, sus robos y sus engaños y artimañas.
Todo ello es rescatado de su propia memoria y pasa a ser
demostrado de forma evidente; no existe lugar alguno
para la negación, puesto que todas las circunstancias con-
comitantes resultan visibles al momento.
Incluso pude llegar a escuchar las cosas que había
pensado una persona durante todo un mes, pues éstas
fueron revisadas una a una por los ángeles y rescatadas de
su memoria sin error; todos estos pensamientos volvieron
a ser repetidos en la persona exactamente igual que el día
en el que sucedieron.
A través de estos ejemplos, podemos llegar a la con-
clusión de que, tras la muerte, las personas conservan con
ellas toda su memoria y que no existe nada en el mundo,
por oculto que esté, que no pueda ser desvelado en públi-
co ya que, y de acuerdo con las palabras del Señor:

Pues nada hay oculto que no se descubra, y nada se-


creto que no se conozca. Por lo cual, todo lo que di-
jisteis en la oscuridad será oído a plena luz; y todo
lo que hablasteis al oído, será proclamado a los cua-
tro vientos.
(Lucas 2:2-3)

21
Cuando las acciones de las personas son descubiertas
después de su muerte, los ángeles encargados de examinar-
las, las miran atentamente a la cara. Después, este examen
se extiende a través de todo el cuerpo, empezando por los
dedos de una mano, luego por los de la otra y, a continua-
ción, por todo el resto del cuerpo.
Puesto que no pude evitar sentirme realmente perple-
jo ante este hecho, éste me fue revelado tal y como sigue.
De la misma forma en la que tanto las intenciones de la
mente como sus más recónditos pensamientos son graba-
dos en el cerebro, ya que allí es donde se encuentran sus
orígenes, éstos también son grabados en todo el cuerpo,
porque cualquier elemento que tenga que ver con los pen-
samientos o intenciones de una persona es trasladado
desde sus orígenes hacia el resto del cuerpo, donde pasa a
adoptar su forma definitiva. Por ello, las cosas que se ha-
llan grabadas en la memoria de una persona y que se deri-
van de sus pensamientos e intenciones, no sólo se hallan
grabadas en su cerebro, sino también en todo su ser, si-
guiendo las pautas que marcan todas y cada una de las
partes de su cuerpo.
Ello me permitió darme cuenta de que la cualidad glo-
bal de las personas es exactamente la misma que la cuali-
dad de sus intenciones y, por lo tanto, también de sus
pensamientos, incluso hasta el punto de que las personas
malas llevan implícita en ellas su propia «maldad» y las
personas buenas, su propia «bondad».
A través de toda esta serie de consideraciones, también
podemos llegar a una conclusión sobre el significado del
«Libro de la Vida», tantas veces mencionado en las Escri-
turas. Realmente es como si todo, tanto las acciones como
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los pensamientos, estuviese escrito en la persona, como si
estos pensamientos estuvieran siendo leídos en un libro
recuperado de la memoria y visionados al igual que cuan-
do el espíritu es examinado bajo la luz del Cielo.
Me gustaría añadir un suceso digno de mención rela-
cionado con la forma en cómo permanece la memoria
humana después de la muerte; un suceso que me conven-
ció de que no son sólo las líneas generales las que persis-
ten en la memoria, sino también los detalles más peque-
ños, los cuales jamás son borrados de la mente.
Vi algunos libros escritos, iguales que los libros que
había en el mundo físico y me informaron de que éstos
eran fruto de la memoria de las personas que los habían
escrito, sin omitir ni una sola palabra. De esta misma
forma, los más mínimos detalles de todo también pueden
ser extraídos de la memoria de las personas, incluidas
aquellas cosas que ellas mismas habían olvidado durante
su estancia en el mundo.
Entonces, me fue revelado el siguiente hecho: las per-
sonas humanas poseen una memoria interior y otra exte-
rior; la exterior pertenece a la persona física, mientras que
la interior pertenece a la persona espiritual. Todo cuanto
haya podido pensar, intentar, decir o hacer una persona,
incluido aquello que haya podido ver y oír, pasa a grabar-
se con todo detalle en su memoria interior o espiritual.
No hay forma de destruir nada de cuanto queda grabado
allí, puesto que todo es escrito en el espíritu y en los
miembros del cuerpo, tal como ya había mencionado an-
teriormente. Así pues, el espíritu es formado de acuerdo
con los pensamientos y los actos procedentes de la inten-
cionalidad.

23
Séque estascosaspuedenparecermuy extrañasy que
en este estado resultan casi imposibles de creer pero, sin
embargo, son totalmente ciertas.
Así pues, no creáis que nada de cuanto hayáis podido
pensar o hacer en secreto vaya a permanecer oculto des-
pués de la muerte. Pensad más bien que todas las cosas se
harán visibles a la luz del día.
Sin embargo, aunque la gente siga conservando su me-
moria exterior (o física) en realidad, después de la muerte,
los elementos físicos que contiene ésta no aparecen de
nuevo en la otra vida sino que, en su lugar, los que apare-
cen son los elementos espirituales conectados a los natura-
les por sus correspondencias. No obstante, cuando éstos
son presentados a la vista, parecen conservar la misma
forma que tuvieron en el mundo físico. Porque todas las
cosas que son visibles en el Cielo se parecen mucho a las
de la Tierra, incluso aunque no sean esencialmente físicas,
sino más bien espirituales. De todas formas, como la me-
moria exterior o natural concierne a algunos de estos as-
pectos, dado que se deriva de lo que es material, es decir,
del tiempo y del espacio, así como de otras cosas propias
de la naturaleza, no le sirve al espíritu de la misma forma
que le servía en el mundo físico. Porque, en este mundo,
cuando las personas piensan de acuerdo con su nivel sen-
sorial exterior y, al mismo tiempo, no lo hacen de acuerdo
con su nivel sensorial interior o «intelectual», es porque
han pensado de una forma física y no espiritual. Sin em-
bargo, en la otra vida, cuando se convierten en espíritus, ya
no piensan de forma natural física, sino espiritual. Pensar
espiritualmente es pensar con «discernimiento» o «racio-
nalidad». Éste es el motivo por el cual la memoria exterior
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o natural permanece inactiva por lo que concierne a los
elementos materiales, y tan sólo entran en juego aquellos
elementos que las personas han rescatado de los elemen-
tos materiales, convirtiéndolos en racionales mientras esta-
ban en el mundo.
El motivo del cese de toda actividad por parte de la me-
moria exterior con respecto a sus elementos materiales se
debe a que éstos no pueden salir de nuevo a la luz. De
hecho, los espíritus y los ángeles hablan de acuerdo con los
afectos y pensamientos que pertenecen a sus mentes. Así
pues, las cosas que no se ajustan a éstas no pueden ser arti-
culadas, tal como podemos deducir por las declaraciones
concernientes a las conversaciones de los ángeles en el Cielo
y a sus conversaciones con los humanos en el mundo físico.
De ahí se desprende el por qué las personas siguen
siendo racionales aun después de su muerte, porque se
han vuelto racionales debido al lenguaje y a los datos de
este mundo, no por su habilidad con respecto a éstos.
Hablé con muchas personas que estaban convencidas
de haber sido cultas mientras vivieron en el mundo debi-
do a sus conocimientos sobre las lenguas muertas, tales
como el hebreo, el griego y el latín, pero que no llegaron
a desarrollar su habilidad racional por medio de lo que
estaba escrito en estas lenguas. Algunas de ellas parecían
tan simples como aquellas personas que no poseen nin-
gún conocimiento sobre estas lenguas, mientras que otras
parecían realmente estúpidas, aunque acompañadas por
una cierta arrogancia, ya que se consideraban mucho más
inteligentes que la mayoría de la gente.
Hablé con algunas personas que, mientra vivieron,
siempre pensaron que la sabiduría dependía de aquello

25
que tenían almacenado en la memoria. Estas personas lle-
naban sus memorias con una gran cantidad de datos y de
conocimientos y no hablaban más que de ello. En conse-
cuencia, llegó un momento en el que ya no sabían hablar
por sí mismas, sino que se limitaban a imitar a otros;
como consecuencia no consiguieron perfeccionar ninguna
habilidad racional por medio de la memoria:.
Algunos de estos individuos eran bastante estúpidos,
otros necios e insensatos, incapaces de captar ninguna ver-
dad, ni de distinguir en absoluto lo que era verdad de lo
que no lo era, encerrándose en toda clase de falsedades,
cuya supuesta erudición consideraban como cierta. De he-
cho, no sabían ver si algo era verdadero o no por ellos mis-
mos, lo cual significaba que no podían ver nada racional-
mente cuando escuchaban a otras personas.
También hablé con gente que, mientras vivió en el
mundo, había escrito mucho sobre diferentes temas y, en
consecuencia, eran considerados grandes eruditos en la
mayor parte del planeta. Algunas de ellas podían pensar
realmente con una cierta lógica sobre los temas relaciona-
dos con la verdad, o sea sobre las cosas que eran verdade-
ras y sobre las que no lo eran. Algunas comprendían la ver-
dad mientras estaban hablando con personas envueltas en
la luz de la verdad pero, después, seguían sin querer com-
prender. Así pues, normalmente, estas personas solían
negar las verdades cuando estaban entremezcladas en sus
propias falsedades y, en consecuencia, en sí mismas. Algu-
nas no eran mucho más inteligentes que la masa analfabe-
ta. Es decir, cada una de estas personas había desarrollado
su propia habilidad racional a su manera a través, por así
decirlo, de los estudios que había compuesto y copiado.
26
Pero, en cuanto a las personas que se opusieron a los
verdaderos elementos de la Iglesia, que formaron sus pen-
samientos dejándose guiar por datos e informaciones y
que, a través de estos mismos medios, se convencieron a
sí mismas de toda una serie de falsas perspectivas, no de-
sarrollaron su habilidad racional. Tan sólo desarrollaron
la habilidad para utilizar la lógica; una habilidad que la
gente de este mundo considera como racionalidad. No
obstante, se trata de una habilidad diferente a la de la ra-
cionalidad. Se trata de la facultad de «demostrar» lo que
uno desea, haciendo pasar las cosas falsas por verdaderas
por medio de los preconceptos y de las falacias.
No hay forma de que personas así puedan ser «enca-
minadas» hacia un reconocimiento de las cosas verdade-
ras, puesto que las cosas verdaderas no pueden ser distin-
guidas de las falsas, aunque las cosas falsas sí pueden
serlo de las verdaderas.
Podemos comparar la habilidad racional de las perso-
nas a un jardín o a un terreno fértil en el que todo crece.
Su memoria es la tierra y sus datos e informaciones son
las semillas. La luz y el calor del Cielo las hacen florecer;
sin éstas, ninguna planta podría brotar. Esto último es lo
que sucedería si la luz del Cielo (que es la divina verdad)
y el calor del Cielo ( que es el divino amor) no penetrasen
en ellas. Son las únicas fuentes de la habilidad racional.
Los ángeles se sienten profundamente apenados al com-
probar que la mayoría de las personas instruidas proporcio-
nan un crédito natural a todo y, en consecuencia, bloquean
las facultades más interiores de sus mentes, de forma que no
pueden llegar a captar ningún elemento de la verdad a tra-
vés de la luz de la verdad, que es la luz del Cielo. Como re-

27
sultado, en la otra vida, pierden la facultad del pensamien-
to lógico, lo cual les impide poder utilizar los conceptos de
la lógica para difundir falsas comprensiones entre la gente
más buena y más sencilla y llevarlos por el mal camino. Por
ello, todas estas personas son desterradas a áreas desiertas.
Un espíritu en particular se hallaba muy resentido
porque no recordaba la mayoría de las cosas que había
conocido mientras estaba en el mundo y se lamentaba
por los placeres que se estaba perdiendo, los cuales tantos
deleites le habían proporcionado durante su vida ante-
rior. De todas formas, se le explicó que no se estaba per-
diendo absolutamente nada y que seguía conociéndolo
todo incluso los más mínimos detalles. Además, en el
mundo en el que se encontraba ahora, el sacar fuera de su
conciencia cosas como éstas era algo que no estaba permi-
tido. Bastaba con que ahora poseyese la habilidad de
poder pensar y hablar mucho mejor y con más perfección
que antes, sin tener que someter su habilidad racional, tal
como hiciera anteriormente, a graves confusiones y a las
cosas físicas y materiales, las cuales no resultaban de nin-
guna utilidad en el reino en el que se encontraba ahora.
También se le explicó que contaba con todo lo necesario
para adaptarse a las costumbres de la vida eterna; no
había otra forma a través de la cual pudiera alcanzar la fe-
licidad. Así pues, era una ignorancia creer que en este
reino la inteligencia moría tras la desaparición y el letar-
go de las cosas materiales de la memoria. En lugar de ello,
la situación era la siguiente: a partir del momento en el
que la mente puede ser apartada de las cuestiones senso-
riales en la persona exterior (o cuerpo), ésta es elevada a
cuestiones espirituales y celestiales.
28
Algunas veces, en la otra vida, la naturaleza de la me-
moria se nos presenta de una forma visible únicamente
allí. Y, también allí, hay muchas otras cosas que se nos
presentan de tal forma ante la vista que, aquí, únicamente
podrían ser entendidas como conceptos. Allí, la memoria
más exterior adopta la forma de una especie de callo,
mientras que la interior adopta una forma parecida a la de
la sustancia medular que se encuentra en el cerebro huma-
no, lo cual nos permite poder distinguir una de otra.
Las personas cuya mayor preocupación durante toda
su vida física ha sido la de la memoria y que por ello no
han llegado a desarrollar su habilidad racional, poseen
algo parecido a una callosidad, con una especie de tendo-
nes fibrosos que salen de su interior. Las personas que han
llenado su memoria con falsedades, tienen algo parecido a
una cosa peluda y tupida, debido a la gran cantidad de
material desorganizado. Las personas que siempre han es-
tado preocupadas por la memoria debido al amor hacia sí
mismas y hacia las cosas mundanas, tienen algo que pare-
ce estar como pegado y calcificado. Aquellos que han de-
seado sondear los secretos divinos por medio de informa-
ciones externas, sobre todo filosóficas, y que no han que-
rido creerse nada hasta no haber quedado convencidos a
través de estos medios, poseen una memoria que aparece
oscurecida por unos rayos que absorben la luz y la convier-
ten en sombra. En cuanto a la gente falsa e hipócrita, su
memoria se asemeja a algo duro, de apariencia ósea, muy
similar al mármol, y refleja rayos luminosos.
Pero en las personas que siempre han estado involu-
cradas en la bondad del amor y en la verdad de la fe, este
tipo de callosidades no es visible en ellas, puesto que su

29
memoria más interior envía unos rayos luminosos hacia
su memoria exterior, donde éstos encuentran su punto
final en lo que se refiere a los conceptos de esta memoria
exterior o, por decirlo de otra forma, su base o fundamen-
to. Porque la memoria exterior es el último miembro de
una secuencia en la que los elementos celestiales y espiri-
tuales encuentran su punto final y llegan hasta allí para
descansar, siempre y cuando haya buenos y verdaderos
elementos en ellos.
Mientras viven en este mundo, las personas que aman
al Señor y se preocupan por sus semejantes, poseen una
inteligencia angelical, pero ésta se halla oculta en lo más
profundo de su memoria interior.
No hay forma de que esta inteligencia y esta sabiduría
se manifiesten ante ellas sin antes haber sido despojadas
de lo físico. Entonces, la memoria natural se adormece y
las personas despiertan a una memoria mucho más inte-
riorizada y, después, poco a poco, a una memoria real-
mente angelical.
Ahora expondremos brevemente cómo se desarrolla
una habilidad racional. Una verdadera habilidad racional
está constituida de verdaderos, y no de falsos, elementos:
todo cuanto esté constituido de falsos elementos, no
puede ser racional. Existen tres clases de elementos verda-
deros: los elementos cívicos, los morales y los espirituales.
Los verdaderos elementos cívicos están relacionados
con todo lo que tiene que ver con las decisiones lega-
les, con los tipos de gobierno de las naciones y, en general,
con todo cuanto sea justo y honrado dentro de este ámbi-
to. Los verdaderos elementos morales se hallan relaciona-
dos con la vida personal de cada individuo respecto de su
30
vinculación con los grupos y asociaciones, generalmente
relacionadas con aquello que es honesto y recto y, en par-
ticular, con aquello que refleja toda clase de virtudes. Sin
embargo, los verdaderos elementos espirituales están rela-
cionados con todo aquello que concierne al Cielo y a la
Iglesia, así como con la bondad que pertenece al amor y
con la verdad que pertenece a la fe.
En todo individuo existen tres niveles de vida: el pri-
mer nivel, en el que se pone de manifiesto la capacidad
racional a través de los verdaderos elementos cívicos; el
segundo nivel, en el que se pone de manifiesto la capaci-
dad racional a través de los verdaderos elementos morales
y, el tercero, en el que ésta se pone de manifiesto a través
de los verdaderos elementos espirituales. Pero una habili-
dad racional no se forma ni se manifiesta porque los in-
dividuos conozcan estos elementos, sino porque viven de
acuerdo con ellos. «Vivir de acuerdo con ellos» significa
amarlos con un afecto espiritual, y «amarlos con un afec-
to espiritual» significa amar aquello que es justo y since-
ro, simplemente porque es justo y sincero; amar aquello
que es honesto y recto, porque es honesto y recto y amar
aquello que es bueno y verdadero, porque es bueno y ver-
dadero. Por otra parte, vivir en ellos y amarlos con un
afecto físico, es amarlos por el prestigio, por la reputación
y por los beneficios que éstos puedan reportar. Así pues,
las personas son irracionales hasta el punto de amar estos
verdaderos elementos con un afecto físico. No los aman
realmente, sino que aman la forma en que éstos pueden
llegar a servirles, de la misma manera que un esclavo sirve
a su amo. Y cuando las cosas verdaderas pasan a conver-
tirse en un grupo de esclavos, no facilitan la apertura de

31
ninguno de los tres niveles de esta habilidad racional, ni
siquiera del primero. Simplemente, se limitan a permane-
cer en la memoria de las personas, al igual que otros datos
materiales y las vinculan al amor hacia sí mismas, el cual
es un amor físico.
De acuerdo con estas bases, podemos establecer la
forma en que se vuelve racional una persona, en el tercer
nivel, a través de un amor espiritual hacia la bondad y la
verdad, pertenecientes al Cielo y a la Iglesia, en el segun-
do nivel, a través de un amor hacia lo que es honesto y
recto y, en el primer nivel, a través de un amor hacia lo
que es justo y correcto. Además, estos últimos dos amores
se convierten en espirituales debido a un amor espiritual
hacia lo que es bueno y verdadero, porque éste penetra en
ellos, vinculándose a ellos y, por así decirlo, también pasa
a formar parte de ellos.
Los espíritus y los ángeles poseen tanta memoria como
las personas que viven en la Tierra. Las cosas que han visto,
oído, pensado, hecho o intentado hacer, permanecen junto
a ellos y sus facultades racionales siguen desarrollándose
constantemente a través de su memoria, hasta la eternidad.
Éste es el motivo por el cual los espíritus y los ángeles
son perfeccionados en inteligencia y en sabiduría por medio
de sus ideas sobre lo que es bueno y verdadero, al igual que
sucede con las personas que viven en la Tierra.
U na gran cantidad de evidencias me han permitido lle-
gar a conocer que los espíritus y los ángeles poseen memo-
ria. De hecho, pude ver que todo cuanto habían pensado y
hecho, tanto secreta como abiertamente, salía de sus me-
morias cuando se hallaban en compañía de otros espíritus.
Entonces, también pude darme cuenta de que las personas
32
que habían estado involucradas en alguna cuestión relacio-
nada con la verdad, eran iniciadas en las ideas y, por lo tanto,
en la inteligencia y, después, conducidas hacia el Cielo.
Pero debéis saber que nadie puede ser iniciado en las
ideas y, por lo tanto, en la inteligencia, más allá del nivel
de afecto y de bondad que poseyera en el mundo físico.
Cada espíritu y ángel conserva la misma cantidad y cuali-
dad de afecto que tuviera en el mundo. Después, éste va
siendo llenado y, por lo tanto, perfeccionado hasta la eter-
nidad. Porque no hay nada que no pueda seguir siendo
llenado hasta la eternidad; de hecho, todo puede ser di-
versificado en un infinito número de formas y, por ello,
enriquecido a través de distintos elementos, siendo así
multiplicado y convertido en algo fructífero. No existe
final para las cosas buenas, porque éstas proceden del In-
finito.

33
31 La calidad de la persona
después de su muerte

Gracias a las Escrituras, todo cristiano sabe que la vida de


cada individuo permanece con él después de su muerte.
Porque en muchas partes de éstas se afirma que las perso-
nas serán juzgadas y recompensadas de acuerdo con sus
actos y con sus obras.
Además, todo aquel cuyos pensamientos estén basa-
dos en la bondad y en lo que es realmente verdadero, no
puede evitar ver que una persona que vive inmersa en la
bondad, irá al Cielo, mientras que una persona que vive
inmersa en la maldad, irá al infierno.
De todos modos, las personas involucradas en la maldad,
no están dispuestas a creer que su estado después de la muer-
te dependerá de la vida que hayan podido llevar en este
mundo. Más bien suelen pensar (sobretodo cuando caen en-
fermas) que el Cielo está garantizado por pura misericordia,
sin tener en cuenta cómo se ha vivido, y que éste depende de
una fe que, según ellas, nada tiene que ver con la vida.
Tal como he mencionado anteriormente, en las Escri-
turas existen muchos pasajes en los que se afirma que las
personas serán juzgadas y recompensadas de acuerdo con
sus acciones y con sus obras.

35
A continuación, me gustaría citar algunos de ellos a
este respecto:

El Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre


con sus ángeles y, entonces, recompensará a cada
cual de acuerdo con su conducta. (Mateo 16:27)

Bienaventurados los muertos que mueren en el


Señor. Sí, dice el Espíritu, que descansen de sus fati-
gas, pues sus obras los siguen. (Apocalipsis 14:13)

Y os daré a cada uno según vuestras obras. (Apoca-


lipsis 2:23)

Vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie, ante


el trono, y los libros fueron abiertos. Y fue abierto
otro libro, que es el de la vida; y los muertos fueron
juzgados por lo que estaba escrito en los libros, de
acuerdo con sus obras.
[...] El mar dio los muertos que en él estaban; y
la muerte y el Hades dieron los muertos que en
ellos estaban; y todos fueron juzgados según sus
obras. (Apocalipsis 20:12-13)

Mirad, vengo enseguida. Y traigo conmigo el salario


para dar a cada uno según sus obras. (Apocalipsis
22:12)

En fin, todo aquel que escuche mis palabras y


las ponga en práctica, se parecerá al hombre sensa-
to que construye su casa sobre una roca. Y todo
36
aquel que escuche mis palabras, pero no las pon-
ga en práctica, se parecerá al hombre insensato
que construye su casa sobre la arena. (Mateo
7:24,26)

No todo el que me dice: ¡Señor, Señor!, entrará en


el Reino de los Cielos, sino el que cumpla la volun-
tad de mi Padre que está en los Cielos. Muchos me
dirán ese día: «¡Señor, Señor!, ¿acaso no profetiza-
mos en tu nombre, en tu nombre arrojamos demo-
nios y en tu nombre hicimos muchos prodigios?».
Pero, entonces, yo les diré abiertamente: «Jamás os
conocí; apartaos de mi, ejecutores de maldad».
(Mateo 7: 21-23)

Entonces, empezaréis a decir: «Hemos comido y


bebido en tu presencia, y has enseñado en nues-
tras plazas». Pero, él os dirá: «No sé de dónde sois;
alejaos de mi, ejecutores de injusticia». (Lucas
13:25-27)

Y así les pagaré, de acuerdo con sus acciones y según


las obras de sus manos. (Jeremías 25:14)

(Yahveh), cuyos ojos están abiertos sobre todos los


caminos de los hijos de Adán, para retribuir a cada
uno de ellos según su conducta y según el fruto de
sus obras. (Jeremías 32:19)

Los castigaré por su conducta y los recompensaré


según sus obras. (Oseas 4:9)

37
Yahveh obró con nosotros según nuestros caminos
y nuestras acciones, tal como había determinado
hacer. (Zacarías 1:6)

Cuando el Señor predice el Juicio Final, tan sólo examina


las obras, y en Mateo 25:32-46 afirma que todas aquellas
personas que hayan obrado bien, entrarán en la vida eter-
na; mientras que todas aquellas que hayan obrado mal,
serán condenadas. Este mismo punto de vista se nos pre-
senta en otros muchos pasajes relacionados con la salva-
ción y con la condena de los hombres.
Podemos observar que tanto las acciones como las
obras forman parte de la vida exterior de los hombres y
que la calidad de su vida interior adopta una forma visi-
ble a través de éstas.
No obstante, cuando nos referimos a las «acciones y a
las obras», no sólo nos referimos a aquellas que aparecen
en su forma exterior, sino también a las interiores. De
hecho, todos podemos damos cuenta de que tanto las ac-
ciones como las obras proceden de los pensamientos e in-
tenciones de una persona. Y si no proceden de esta fuente,
tan sólo serán un movimiento; un tipo de movimiento
muy parecido al producido por las máquinas o por los mo-
delos. Así pues, en sí misma, una acción o una obra no es
más que un resultado que adopta su alma y su vida de las
intenciones y del pensamiento. En consecuencia, se trata
del aspecto exterior de las intenciones y del pensamiento.
De ello se deriva que la calidad de las intenciones y
del pensamiento que provoca la realización de una acción
o de una obra sea la que determine la calidad de dicha
obra o acción. Por ello, si la intención o el pensamiento
38
son buenos, las acciones y las obras serán buenas, mien-
tras que si la intención y el pensamiento son malos, las
acciones y las obras también lo serán, aunque exterior-
mente ambos tipos de acciones puedan resultar parecidas.
Miles de personas pueden comportarse de forma simi-
lar ante nosotros, es decir, realizando toda una serie de
acciones parecidas, tan parecidas que apenas podríamos
reconocerlas por su forma exterior. Pero, en sí misma,
cada una de estas acciones es distinta, puesto que cada
una procede de una intención diferente.
Tomemos como ejemplo el comportarnos de una for-
ma honesta y bondadosa con nuestros semejantes. Una
persona puede adoptar este tipo de comportamiento con el
único propósito de parecer honesto y bondadoso en bene-
ficio propio y de cara a su prestigio personal. Otra puede
hacer lo mismo para conseguir aquello que desea en este
mundo y en su propio provecho; una tercera persona
puede actuar así buscando un reconocimiento y una re-
compensa; una cuarta para conservar una amistad; una
quinta por miedo a desobedecer las leyes y a perder su re-
putación y posición social; una sexta para convencer a al-
guien de sus propias intenciones, que muy bien pudieran
ser diabólicas; una séptima para poder engañar a los demás
y, otras, por toda una serie de razones de semejante índole.
Sin embargo, y a pesar del hecho de que las acciones de
todas estas personas puedan parecer buenas (porque el
comportarse de forma honesta y bondadosa con un seme-
jante es algo que realmente está muy bien) siguen carecien-
do de bondad y se convierten en malvadas, ya que no han
sido realizadas por amor a la honestidad y a la bondad,
sino por amor hacia uno mismo o hacia el mundo. Las per-

39
sonas que utilizan así la honestidad y la bondad son como
esclavos que trabajan para su amo, quien los desprecia y los
despide cuando no hacen bien su trabajo.
Las personas que, interiormente, sienten un verdadero
amor hacia todo cuanto es honesto y bondadoso, también
se comportan honesta y bondadosamente con sus seme-
jantes. Algunas de ellas actúan así guiadas por sus creencias
o por su obediencia, porque así lo mandan las Escrituras.
Otras actúan de acuerdo con su fe, o conciencia porque,
para ellas, el comportarse así es algo que forma parte de su
religión. Otras actúan movidas por su deseo de amar a los
demás, porque hacer el bien a una persona es algo que hay
que tener muy en cuenta. Y otras actúan guiadas por el
amor que sienten hacia el Señor y se muestran bondadosas
sin esperar nada a cambio. Aquellos que son honestos y
justos aman lo que es honesto y justo, porque proviene del
Señor, y porque el elemento divino que proviene del Señor
se halla en su interior y también los convertirte en divinos
cuando son observados en su verdadera esencia.
Puesto que las acciones y las obras de estas personas
son buenas interiormente, también lo son exteriormente.
Porque, tal y como ya hemos mencionado con anteriori-
dad, toda la calidad de las acciones y de las obras depende
de la de los pensamientos e intenciones de donde proce-
den. Sin ello, no serían acciones ni obras, sino simples mo-
vimientos mecánicos. A través de todas estas consideracio-
nes, podemos llegar a saber lo que significan las «acciones»
y las «obras» de acuerdo con las Escrituras. Las acciones
y las obras, al proceder de las intenciones y de los pensa-
mientos, también proceden del amor y de la fe. Por lo
tanto, su calidad siempre dependerá de la calidad de este
40
amor y de esta fe, porque no existe diferencia alguna entre
el «amor» o la «intención» de una persona, ni tampoco
entre su «fe»o su «pensamiento». Si una persona ama algo,
pondrá toda su intención en ello y, si cree en algo, lo hará.
Si las personas aman aquello en lo que creen, entonces in-
tentarán llevarlo a cabo y lo realizarán en la medida de sus
posibilidades.
Todo el mundo es capaz de reconocer que el amor y la
fe forman parte de las intenciones y del pensamiento hu-
mano y que no se trata de algo exterior a ellos, puesto que
las intenciones son las que encienden el amor, y los pen-
samientos son los que iluminan la fe. En consecuencia, las
únicas personas iluminadas son aquellas que son capaces
de pensar sabiamente. Y es precisamente en proporción
a esta iluminación como piensan en lo que es verdadero e
intentan lo que es verdadero, o creen en lo que es verdad
y aman lo que es verdad, lo cual, en definitiva, viene a ser
lo mismo.
No obstante, debemos saber que las intenciones son las
que hacen a la persona. Los pensamientos influyen en
las personas en la medida en que provienen de las inten-
ciones, y las acciones y obras proceden de ambos. También
podría decirse que el amor es el que hace a la persona y que
la fe influye en las personas en la medida en que proviene
del amor, y que las acciones y obras proceden de ambos.
Por consiguiente, podemos deducir que la intención o el
amor son los que constituyen a la verdadera persona. Por-
que las cosas que proceden de éstos, pertenecen a la fuente
de la que provienen; «proceder» significa ser conducido y
presentado de una forma adecuada a la percepción y a la
visibilidad.

41
A travésde estas consideraciones,podemos llegara
conocer lo que significa la fe sin amor. No se trata de
una verdadera fe, sino tan sólo de una mera información
sin ninguna vida espiritual en su interior. De este mismo
modo, también podemos llegar a la conclusión de lo
que representa una obra o una acción sin amor. Nunca
será una obra o una acción a favor de la vida, sino de la
muerte. Puede contener algo que se parezca a la vida, de-
bido a lo malvado de su amor y a la falsedad de su fe.
Este «algo que se parece a la vida» es lo que llamamos
«muerte espiritual». Además, también debemos saber
que la totalidad de la persona se halla presente en sus
obras o acciones, y que sus intenciones y pensamientos
( o su amor y fe), que son los elementos más interiores,
no son completados hasta que no se ven reflejados a tra-
vés de sus acciones o de sus obras, que son los elemen-
tos más exteriores. El aspecto interior de la personalidad
encuentra su forma de manifestación a través de su as-
pecto más exterior. Si no pudiese ser manifestado a tra-
vés de éste, entonces, todos estos elementos más interio-
res serían como entidades indefinidas que todavía no
han cobrado vida y que, por lo tanto, todavía no se ha-
llan presentes en la persona.
Pensar en algo y tener la intención de hacerlo, pero no
mover un dedo por ello cuando es posible, es lo mismo
que un fuego encerrado en un contenedor, que se va apa-
gando por sí mismo, o una semilla plantada en tierra es-
téril que no florece y muere junto con su poder para re-
producirse. Pero el pensar en algo, tener la intención de
hacerlo y actuar en consecuencia es como un fuego que
proporciona calor y lo ilumina todo. Es como una semi-
42
lla plantada en tierra fértil que crece y se convierte en
árbol o en flor y se halla realmente presente.
Todos somos capaces de reconocer que tener inten-
ción de hacer algo pero no hacerlo, no es intentarlo real-
mente, y que amar pero no actuar con bondad, tampoco
es amar en realidad. Simplemente es pensar que con la in-
tención será suficiente; es decir, un mero pensamiento
que se desvanece y termina por desaparecer.
El amor y las intenciones son la verdadera alma de una
acción o de una obra. Esta alma toma cuerpo a través de las
cosas honestas y bondadosas que realiza la persona. De
aquí es de donde procede el cuerpo espiritual de la persona,
es decir, el cuerpo de su espíritu. Éste se halla formado en su
totalidad por las cosas que realiza la persona por medio de
su amor o de sus intenciones. En resumen, todos y cada uno
de los elementos, tanto de las personas como de sus espíri-
tus, se ven reflejados a través de sus acciones y de sus obras.
Esto nos permite llegar a la conclusión de lo que sig-
nifica la vida que conservan las personas después de su
muerte. Se trata de su amor y, por consiguiente de su fe y
no sólo en potencia, sino también en actos. Así pues, se
trata de sus acciones y de sus obras, dado que éstas con-
servan en su interior todos los elementos del amor y de la
fe de los hombres.
Existe un «amor dominante» que la persona conserva
después de su muerte y que no cambia jamás durante toda
la eternidad. Todas las personas poseen un considerable
número de amores, pero todos vuelven al amor dominan-
te y se funden en él.
Todos los elementos de intención que están en armo-
nía con el amor dominante se consideran «amores» por-

43
que son amados.Algunosde estosamoresson más inte-
riores y otros más exteriores; algunos se hallan vinculados
directamente entre sí y, otros, indirectamente; algunos
están muy cerca, otros más lejos, y existen muchos tipos
de subordinaciones.
Tomados en su conjunto, forman una especie de
reino. De hecho, así es como están organizados en el inte-
rior de una persona, incluso aunque ésta se muestre total-
mente inconsciente de su organización. De todas formas,
esto es algo que, hasta cierto punto, se les da a conocer a
las personas en la otra vida, ya que allí los pensamientos y
los afectos que dependen de esta organización disponen
de un mayor alcance. Si el amor dominante está compues-
to por amores del Cielo, es un gran paso hacia las comu-
nidades celestiales, pero un gran paso hacia las comunida-
des infernales si el amor dominante está compuesto por
amores del infierno.
A través del párrafo anterior, el lector puede llegar a la
conclusión de que los pensamientos y los afectos de los
espíritus y ángeles poseen un gran alcance dentro de las
comunidades.
Pero todo cuanto hemos mencionado hasta ahora
concierne tan sólo al pensamiento de una persona racional.
Con el fin de presentar todas estas cuestiones bajo el punto
de vista de la percepción, me gustaría añadir algunas expe-
riencias para poder ilustrar y reforzar los siguientes puntos:

l. 0 Después de la muerte, lo que permanece de las


personas son su amor y sus intenciones.
2. Durante la eternidad, las personas siguen sien-
0

do igual que lo que eran antes en cuanto a lo


44
que concierne a sus intenciones y a su amor
dominante.
3. 0 Las personas que poseen un amor celestial y es-
piritual van al Cielo, mientras que las que pose-
en un amor físico y mundano, sin ningún asomo
de amor celestial o espiritual, van al infierno.
4. 0 Las personas no conservan su fe si ésta no pro-
cede de un amor celestial.
5. 0 Lo que permanece es el amor convertido en
acto; por lo tanto se trata de la propia vida de
la persona.
6. 0 Después de su muerte, la persona se convierte
en su amor y en sus intenciones.

Yo pude llegar a esta conclusión a través de toda una serie


de experiencias observadas una y otra vez. Todo el Cielo
se halla dividido en comunidades regidas por la bondad
procedente del amor. Cualquier espíritu que llega hasta el
Cielo y se convierte en ángel, es conducido a la comuni-
dad en la que se encuentra su amor y, una vez allí, ambos
están en el lugar al que pertenecen y, por así decirlo, es
como si pensasen que están en casa, allí donde nacieron.
Todos los ángeles experimentan estas sensaciones y enta-
blan amistad con aquellos que se parecen a ellos.
Cuando abandonan este lugar y se van a otro, experi-
mentan una constante y verdadera resistencia. Éste es el efec-
to de su deseo por volver con aquellos que son como ellos,
es decir, con el amor dominante. Así es como se forman las
buenas amistades en el Cielo. Lo mismo sucede en el infier-
no, donde las personas también entablan amistades, pero
regidas por un amor totalmente opuesto al celestial.

45
Asípues,podemosestablecerque,despuésde su muer-
te, las personas se convierten en su amor por el hecho de
que, tras la muerte del cuerpo, también existe un cambio,
es decir, una especie de traslado de aquellos elementos que
no se hallan en consonancia con el amor predominante. Si
una persona es buena, entonces, todo elemento disonante
o desagradable será alejado de ella o eliminado y, de esta
forma, terminará instalándose en su propio amor. Lo
mismo ocurre con las personas que son malas (la única di-
ferencia estriba en que, en este caso, las cosas buenas son
alejadas de ellas, mientras que las falsas permanecen) has-
ta que, al final, lo único que queda en ellas es su propio
amor. Esto tiene lugar cuando el espíritu de la persona es
conducido al tercer estado, anteriormente descrito. Una
vez tiene lugar este hecho, las personas vuelven constante-
mente sus rostros hacia su amor interior, manteniéndolo
siempre ante su vista, vayan donde vayan.
Mientras siguen conservando su amor dominante, todos
los espíritus sin excepción pueden ser conducidos a cual-
quier lugar. Son incapaces de resistirse a ello, incluso aunque
sepan lo que está sucediendo y piensen que lograrán hacer-
lo. Con frecuencia se han hecho intentos para ver si pueden
actuar contrariamente a este amor, pero todo ha sido en
vano. Por decirlo de algún modo, su amor es como una es-
pecie de cadena atada a su alrededor, mediante la que van
siendo arrastrados y de la cual no pueden escapar.
Con las personas de este mundo sucede exactamente
lo mismo: su amor es el que las dirige y también son
arrastradas por los demás a través de este amor. Pero, este
hecho todavía se acusa más cuando se convierten en espí-
ritus ya que, entonces, no se les permite reflejar la aparien-
46
cia de ningún otro amor, ni llegar a pretender un amor
que realmente no sea el suyo.
Cualquier asociación personal que tenga lugar en la otra
vida evidencia el hecho de que los espíritus de las personas
son su amor dominante porque, de hecho, siempre que al-
guien actúa y habla de acuerdo con el amor de otro, esta
persona parece sentirse perfectamente realizada y muestra
un rostro animado y lleno de vida y alegría. Pero, cuando al-
guien habla y actúa en contra del amor de otro, el rostro de
esta persona empieza a cambiar, a volverse confuso y a desa-
parecer ante la vista. Y, finalmente, la persona entera puede
llegar a desaparecer, como si ésta jamás hubiese estado allí.
Con frecuencia me he sentido muy extrañado ante este
hecho, puesto que no existe nada igual aquí, en la Tierra.
Sin embargo, me han asegurado que algo parecido a esto es
lo que le sucede al espíritu de una persona, el cual ya no
vuelve a encontrarse nunca más ante la vista de otra cuando
es rechazado por ésta.
También he podido comprobar que el espíritu es el
amor dominante de la persona a través del hecho de que,
en el mundo espiritual, las personas se aferran y exigen
como suyo todo cuanto se adapte a su amor, mientras que
se desprenden y reniegan de todo cuanto no congenie con
éste. El amor de cada cual es como una especie de tronco de
árbol poroso y esponjoso que absorbe los fluidos que favo-
recen el crecimiento de sus propias hojas y repele los
demás. Es igual a cualquier tipo de animal que reconoce sus
alimentos y busca los apropiados a su naturaleza, evitando
aquellos que no lo son. Todo amor desea ser alimentado
con aquello que le resulta apropiado; un amor maléfico por
las cosas falsas, y un amor benéfico, por las verdaderas.

47
Con frecuencia,he podido comprobarcómola gente
buena y sencilla quería educar a la gente malvada en la
verdad y en la bondad y cómo estos últimos rehuían estas
enseñanzas, prefiriendo reunirse con los de su calaña y
aferrarse a los falsos elementos, típicos de esta clase de
amor, con intenso placer. También pude ver a espíritus be-
névolos hablando unos con otros sobre las cosas verdade-
ras, que las personas bondadosas escuchaban con gran
atención, mientras que las malvadas, que también se ha-
llaban presentes, parecían no escuchar en absoluto, como
si no oyesen nada.
En el mundo espiritual, los caminos siempre son visi-
bles: algunos conducen hasta el Cielo, otros hasta el in-
fierno; algunos hasta una comunidad en especial, otros
hasta otra, etcétera. Los buenos espíritus tan sólo viajan a
través de los caminos que conducen hasta el Cielo y hacia
las comunidades benéficas, características de su amor. No
ven ningún otro camino que conduzca hacia otras direc-
ciones. Sin embargo, los espíritus malignos tan sólo si-
guen los caminos que conducen hasta el infierno y hacia
las comunidades maléficas, características de su propio
amor y, aun en el caso de que pudieran ver otros caminos,
tampoco desearían seguirlos.
En el mundo espiritual, este tipo de caminos son «apari-
ciones reales»y se corresponden a las cosas falsas o verdade-
ras y, por ello, en las Escrituras, los caminos también poseen
este mismo significado. Estos ejemplos refuerzan las expe-
riencias ya obseIVadasen el ámbito de la razón, es decir, des-
pués de la muerte, las personas se convierten en su propio
amor y en sus propias intenciones. Decimos «intenciones»
porque la verdadera intención de la persona es su amor.
48
Durante la eternidad, las personas siguen siendo tal y
como eran antes, al menos en lo que concierne a sus in-
tenciones o a su forma de amar, lo cual también puedo
confirmar a través de un gran número de experiencias.
Pude hablar con algunas personas que habían vivido hacía
más de dos mil años, personas cuyas vidas aparecían des-
critas en los libros de historia y que, por lo tanto, eran
muy conocidas. Estas personas seguían siendo iguales que
mientras vivieron, tal y como aparecían descritas en los li-
bros, incluido el aspecto de su amor, el cual había sido el
origen y el principio determinante de sus vidas. También
había personas que habían vivido hacía diecisiete siglos,
muy conocidas a través de la historia, algunas que habían
vivido hacía cuatro siglos, otras hacía tres siglos, etcétera,
con quienes se me permitió hablar. Descubrí que en su in-
terior seguía reinando el mismo afecto y que la única di-
ferencia estribaba en que los placeres que habían amado
en vida habían sido transformados en otro tipo de cosas
que se correspondía a ellos.
Los ángeles afirmaban que el amor que rige la vida de
una persona no cambia en toda la eternidad, porque cada
uno es su propio amor. Así pues, cambiar éste por un es-
píritu sería lo mismo que arrebatarle o acabar con su vida.
Además, también me explicaron por qué, después de la
muerte, las personas ya no pueden ser reformadas ni ser
enseñadas de la misma forma en que lo fueron en el
mundo, debido a que su nivel más bajo, que está forma-
do por percepciones y por afectos de tipo físico, es silen-
ciado y no puede ser manifestado al no ser espiritual. Los
elementos más interiorizados, los cuales se hallan relacio-
nados con la mente de la persona o con su espíritu (ani-

49
mus)conservanestenivel,al igualque una casaconserva
sus cimientos y por eso, durante toda la eternidad, las
personas conservan el mismo amor que las regía en el
mundo.
Los ángeles están bastante asombrados ante la igno-
rancia terrenal de los hombres en cuanto al hecho de que
la cualidad de cada ser es la misma que la de la cualidad del
amor que los rige, así como ante la extendida creencia de
una posibilidad de salvación tan sólo por la gracia divina y
por la fe, sin tener en cuenta la cualidad de la vida de la per-
sona. También están muy asombrados ante la ignorancia
del hecho de que el perdón divino es indirecto y de que
éste conlleva el ser guiados por el Señor en esta vida y, des-
pués, también durante toda la eternidad, ya que las perso-
nas cuyas vidas no se hallan involucradas en la maldad son
las que pueden disfrutar de esta gracia. Las personas ni si-
quiera saben que la fe es un afecto hacia lo que es bueno y
verdadero, algo que surge de un amor celestial, el cual pro-
cede del Señor.
Las personas que poseen un amor celestial y espiritual
van al Cielo, mientras que las personas que poseen un
amor físico y mundano, sin nada celestial ni espiritual
que las sostenga, van al infierno. Todas las personas que
vi, que habían sido elevadas hasta el Cielo o arrojadas al
infierno, me ayudaron a convencerme de ello. Las perso-
nas que habían sido conducidas hasta el Cielo habían ba-
sado sus vidas en un amor celestial y espiritual, mientras
que las que habían sido arrojadas al infierno, habían ba-
sado sus vidas en un amor físico y mundano.
El amor celestial es amar aquello que es bueno, hones-
to y justo, por el simple hecho de serlo, y llevarlo a cabo
50
en nombre de este amor. Así pues, las personas que se
comportan de este modo llevan una vida llena de bondad,
de honestidad y de justicia, es decir, una vida celestial. Las
personas que aman todas estas cosas por sí mismas y que
las realizan o viven por ellas, también aman al Señor, dado
que todas estas cosas proceden de Él. También aman a sus
semejantes, pues ven el reflejo de todas estas cosas en
aquellos que aman.
Por el contrario, el amor físico es amar aquello que es
bueno, honesto y justo, no por ser bueno, honesto o justo,
sino en beneficio propio, es decir, por tratarse de un medio
a través del cual poder ganar fama, prestigio o riquezas.
Estas personas no utilizan aquello que es bueno, honesto
y justo en nombre del Señor ni a favor de sus semejantes,
sino para sí mismas y en su propio beneficio. Experimen-
tan un gran placer engañando a los demás y cualquier cosa
buena, honesta o justa que pueda proceder de sus enga-
ños es en realidad algo malvado, deshonesto e injusto, lo
cual es precisamente lo que les gusta de estos actos. Pues-
to que, en este aspecto, el amor es lo que define la vida de
cualquier persona, a todas se les examina la cualidad de
este amor en cuanto llegan al mundo de los espíritus, des-
pués de la muerte, y se las pone en contacto con personas
con un amor parecido al suyo. Las personas que están in-
volucradas en un amor celestial se relacionan con las per-
sonas que están en el Cielo, mientras que las personas que
están involucradas en un amor físico y mundano, se rela-
cionan con las del infierno.
Entonces, y después de que el primer y el segundo es-
tado hayan sido completados, estas dos clases de personas
son separadas de manera que ya no pueden seguir vién-

51
dose,ni tampocoreconocerseunas a otras.Todoslos in-
dividuos se convierten en su propio amor, no sólo en
cuanto a los elementos más interiorizados de sus mentes
se refiere, sino también en cuanto a los aspectos más ex-
ternos, como su cara, su cuerpo o su forma de hablar.
Las personas involucradas en un amor físico y munda-
no poseen una apariencia tosca, sombría y malhumorada,
mientras que las que están involucradas en un amor celes-
tial, poseen una apariencia alegre, animada y llena de
vida. Estas dos clases de personas son totalmente distintas
entre sí, tanto en espíritu como en pensamiento. Las per-
sonas guiadas por un amor celestial son muy sabias e in-
teligentes, mientras que las personas guiadas por un amor
físico son bastante insensatas e impasibles.
Cuando uno está lo suficientemente capacitado co-
mo para poder examinar los elementos más interiores y
los más exteriores de las personas que se hallan involu-
cradas en un amor celestial, puede llegar a percibir sus
elementos más interiores como una luz, y sus elementos
más exteriores como una variedad de hermosos colores,
muy parecidos a los del arco iris. Pero los elementos más
interiores de las personas que se hallan involucradas en
un amor físico y mundano son muy parecidos a algo
negro porque están muy encerrados y, en algunos casos,
también se asemejan a un oscuro fuego. Estas personas
son las que están relacionadas con maliciosos engaños.
Sus elementos más exteriores adoptan un color sucio y
deprimente ante la vista. En el mundo espiritual, los ele-
mentos más interiores y los más exteriores de la mente y
del espíritu (animus) son presentados ante la vista siem-
pre que ello complace al Señor.
52
Las personas que se hallan involucradas en un amor fí-
sico apenas pueden ver la luz celestial. Perciben la luz del
Cielo como una penumbra, mientras que la luz del infier-
no (que es muy parecida a la luz de unas ascuas ardiendo),
la ven como algo brillante. Ante la luz celestial, se les
nubla la vista de tal forma que acaban por volverse locas.
En consecuencia, huyen de esta luz y se ocultan en cuevas
o en cavernas, más o menos profundas, de acuerdo con las
falsedades, derivadas de sus maldades, que albergan en su
interior. Pero, con las personas involucradas en un amor
celestial sucede todo lo contrario. Cuanto más profunda-
mente se elevan o penetran en la luz del Cielo, con más
claridad pueden ver las cosas y más hermoso les parece
todo. De esta misma forma, también perciben las cosas
verdaderas con mucha más inteligencia y sabiduría.
Las personas que están involucradas en un amor físi-
co son totalmente incapaces de vivir en el calor del Cielo,
puesto que ese calor es el amor celestial. Sin embargo,
son capaces de vivir en el calor del infierno, el cual es un
amor de crueldad hacia otras personas que no pueden
soportarlo. Estos seres experimentan un intenso placer
despreciando a los demás y están llenos de odio y de de-
seos de venganza. Cuando se hallan involucrados en este
tipo de placeres, se hallan involucrados en su propia vida
e ignoran totalmente lo que significa hacer algo bueno
por los demás, simplemente por el mero hecho de hacer
el bien; tan sólo hacen el bien si con ello pueden llegar a
beneficiarse a sí mismos o a sus propias maldades.
Las personas que están involucradas en un amor físi-
co tampoco pueden respirar en el Cielo. Cuando un espí-
ritu maligno es conducido hasta allí, respira con dificul-

53
tad, comosi estuviesesofocadoy tuvieseque realizarun
tremendo esfuerzo para respirar. Pero las personas que se
hallan involucradas en un amor celestial, respiran con
mucha más libertad y viven mucho más plenamente
cuanto están más dentro del Cielo.
A través de estas consideraciones, podemos llegar a la
conclusión de que una persona que posee un amor celes-
tial y espiritual entra en el Cielo, mientras que una perso-
na que posee un amor físico y mundano, sin uno espiri-
tual y celestial que la sostenga, entra en el infierno.
Las personas no conservan su fe si ésta no procede de
un amor celestial. Esto es algo que me resultó tan claro a
través de todas mis experiencias, que si tuviese que citar
todo cuanto vi y escuché sobre este tema, podría llegar in-
cluso a llenar un libro. Puedo afirmar que no hay ni pue-
de haber ninguna fe en aquellas personas que están invo-
lucradas en un amor físico y mundano, sin uno celestial y
espiritual que las sostenga; tan sólo existe un conocimien-
to, un impulso de considerar algo como verdadero, sim-
plemente porque les resulta útil a su amor.
Muchas de las personas que afirmaban tener fe fueron
conducidas hasta personas que, realmente, sí la habían te-
nido. Una vez concedida una comunicación real entre
ambas, se daban cuenta de que no habían tenido fe en ab-
soluto. Después, incluso también llegaron a admitir que
el hecho de creer en lo que es verdad, así como en las Es-
crituras, no es fe: fe es amar lo que es verdadero a través
de un amor celestial y desear hacerlo simplemente por un
impulso interior.
También me fue demostrado que su necesidad de creer
en algo tan sólo era como la tenue luz del invierno. Al no
54
haber calor alguno en esta luz, toda la Tierra se halla ador-
mecida, dominada por el frío y enterrada bajo la nieve. Así
pues, en el momento en el que los brillantes rayos de la luz
del Cielo empiezan a traspasar la luz de esta fe oportunis-
ta, ésta no es simplemente extinguida sino que, realmente,
es transformada en una especie de profunda penumbra a
través de la cual los espíritus no pueden verse a sí mismos.
Al mismo tiempo, los elementos más interiores de las per-
sonas están tan oscurecidos que éstas no entienden nada
en absoluto y, como resultado de sus falsedades, terminan
por volverse locas. Por ello, todo cuanto es verdadero es
alejado de este tipo de personas, es decir, todas aquellas
cosas que han conocido a través de las Escrituras y de las
enseñanzas de la Iglesia, asegurando que formaban parte
de su propia fe. En lugar de eso, absorben todas y cada una
de las mentiras que están en armonía con la naturaleza
maligna de sus vidas. Todas ellas se hallan involucradas en
sus propios amores y, a través de éstos, en las mentiras que
rigen sus vidas. Y puesto que las cosas verdaderas entran en
conflicto con las mentiras de su malvada naturaleza, expe-
rimentan un tremendo rencor hacia éstas verdades, las des-
precian y se apartan de su lado. Los actos de amor son los
únicos que permanecen, puesto que éstos son los que
constituyen la vida de una persona. Ésta es una conclusión
lógica, tanto por las cosas ya demostradas a través de la ex-
periencia, como por las declaraciones anteriormente reali-
zadas en cuanto a las obras y a las acciones. Los actos de
amor son estas obras y estas acciones.

55
41 El cambio de los placeres
después de la muerte

En el capítulo anterior, mostrábamos cómo el afecto o el


amor que motiva a una persona permanece junto a ella
durante toda la eternidad. Ahora, debemos mostrar cómo
cambian los placeres procedentes de este afecto o amor y
cómo son transformados en cosas que se corresponden a
ellos. Al decir que son transformados «en cosas que se co-
rresponden a ellos», queremos decir «en las cosas espiri-
tuales que se corresponden a las físicas».
Podemos llegar a la conclusión de que los placeres
son transformados en cosas espirituales por el hecho de
que las personas se hallan involucradas en un mundo ma-
terial mientras están en sus cuerpos terrenales, y que una
vez han abandonado su cuerpo físico, entran en un mun-
do espiritual y, por consiguiente, adoptan un cuerpo espi-
ritual.
Todos los placeres de los que han disfrutado las perso-
nas pertenecen al amor que las rige, puesto que éstas tan
sólo experimentan como placenteras las cosas que aman
y, sobre todo, aquellas que aman por encima de todas las
demás. No existe diferencia alguna entre decir «el amor
que las rige» o decir «lo que aman por encima de todo».

57
Estos placeres pueden ser de varias clases, tantas clases
como personas, espíritus o ángeles existan, porque el
amor que rige a una persona siempre es diferente al de
otra. Éste es el motivo por el cual la cara de una persona
nunca será igual que la de otra, dado que la cara es la ima-
gen del espíritu de la persona (animus)y, en el mundo es-
piritual, es la imagen del amor que rige a la persona.
Los placeres de las personas, tomados de forma indivi-
dual, también disponen de una infinita variedad. Ninguno
de los placeres de una persona será igual a los de otra, aun-
que tengan lugar de forma consecutiva o, incluso, al mismo
tiempo. No existe ninguna posibilidad de que estos pue~
dan ser iguales entre sí.
Sin embargo, tomados en las personas de forma indi-
vidual, estos placeres siempre terminan por dirigirse hacia
su único amor, es decir, hacia el amor dominante. De
hecho, luchan por recuperarlo y por llegar a formar uno
solo con él. De forma parecida, todos los placeres termi-
nan por desembocar en el amor que los domina univer-
salmente: en el Cielo, un amor hacia el Señor y, en el in-
fierno, un amor hacia uno mismo.
El conocimiento de las correspondencias es la única
fuente de conocimientos en cuanto a la naturaleza y a la
cualidad de los placeres espirituales en los que son trans-
formados los placeres físicos de un individuo después de
la muerte. Por lo general, esto nos demuestra que no exis-
te ninguna entidad física sin algo espiritual que se corres-
ponda a ella. Y, en particular, también nos enseña la natu-
raleza y la cualidad de ese «algo» que se corresponde a ella.
En consecuencia, las personas involucradas en este
conocimiento son capaces de reconocer y de saber cual
58
será su estado después de la muerte, simplemente cono-
ciendo su amor, así corno su cualidad con respecto a la
del amor universal que las rige y al que regresan todos
los amores, tal corno se ha demostrado anteriormente.
Pero, conocer el amor que las rige, resulta totalmente im-
posible para las personas que se hallan involucradas en
un amor hacia sí mismas, puesto que tan sólo aman
aquello que les pertenece; llaman buenas a las cosas
malas y consideran verdaderas las más terribles falseda-
des, las cuales utilizan para reforzar sus malévolas cuali-
dades. Pero, incluso así, si lo deseasen realmente, podrí-
an llegar a conocerlo a través de otras personas más sa-
bias, porque éstas son capaces de ver lo que ellas mismas
no pueden. Pero esto no suele suceder con este tipo de
personas, ya que están tan cegadas por el egoísmo y tan
extasiadas por el amor hacia sí mismas que siempre en-
cuentran muy desagradables las enseñanzas de los
demás. Sin embargo, las personas que están involucra-
das en un amor celestial, sí aceptan ser enseñadas. Son
capaces de ver las cualidades malévolas con las que na-
cieron, incluso cuando se sienten atrapadas en ellas.
Estas personas siempre se dejan guiar por la verdad y, de
hecho, son estas verdades las que las ayudan a desvelar
sus cualidades malévolas. Basándose en aquello que es
bueno y verdadero, una persona puede llegar a ver y a
comprender realmente la maldad, así corno las falseda-
des implícitas en ésta. Pero nadie puede darse cuenta de
lo que es realmente bueno y verdadero tornando corno
base la maldad. Esto se debe a que las falsedades, carac-
terísticas de la maldad, son y se corresponden a la oscu-
ridad. Así pues, las personas que viven rodeadas de false-

59
dades y se hallan inmersas en la maldad, son como per-
sonas ciegas que no pueden ver la luz y que, incluso,
huyen de ésta al igual que las lechuzas.
Pero, las cosas buenas y verdaderas se corresponden
a la luz. Así pues, todas las personas que viven rodeadas
por la verdad y se hallan inmersas en la bondad, poseen
una mente muy abierta, así como una excelente vista:
pueden ver aquello que está a la luz y también aquello
que está en la sombra.
Todas estas cosas me fueron confirmadas a través de
la experiencia. Los ángeles que están en el Cielo ven y
perciben todas las maldades y las falsedades que, de vez
en cuando, también brotan de su interior y, de este
mismo modo, pueden ver las falsedades y las maldades
que, de forma permanente, rodean a los espíritus que se
hallan involucrados en los infiernos mientras están en el
mundo de los espíritus. Sin embargo, estos espíritus no
son capaces de ver su propia maldad ni su falsedad. No
comprenden la bondad procedente de un amor celestial,
ni tampoco lo que es la conciencia ni nada que sea ho-
nesto y justo, si no es en su propio beneficio, pues ni si-
quiera saben lo que es sentirse guiados por el Señor. Afir-
man que estas cosas no existen, que no tienen ninguna
importancia.
Hemos mencionado todo esto con el fin de que las
personas puedan examinarse a sí mismas y que, al recono-
cer su amor por los placeres, posean la suficiente informa-
ción sobre las correspondencias como para poder conocer
el estado de su vida después de la muerte.
De acuerdo con estas correspondencias, podemos lle-
gar a saber la forma en cómo son transformados los place-
60
res de la vida de un individuo después de su muerte. De
todos modos y puesto que estos conocimientos todavía no
resultan lo suficientemente conocidos, me gustaría aclarar-
los un poco por medio de algunos ejemplos procedentes
de la experiencia.
Todas las personas inmersas en la maldad y que se han
fortalecido a sí mismas a través de los falsos principios, en
contraposición a los verdaderos elementos de la religión
cristiana, sobre todo aquellas que se han apartado de las
Escrituras, se alejan de la luz del Cielo. Se ocultan en ca-
vernas oscuras y tenebrosas y en el interior de las rocas.
Esto les ocurre porque han amado todo lo que es falso y
han rechazado lo verdadero. Experimentan un tremendo
deleite viviendo en estos lugares pero, sin embargo, en-
cuentran muy desagradable vivir al aire libre y a plena luz
del día.
Aquellas personas que experimentan un gran placer
en conspirar secretamente y en elaborar ocultas estratage-
mas, se comportan de forma muy parecida. También vi-
ven en estas cavernas, se susurran al oído y se ocultan en
unos rincones tan oscuros que no pueden llegar a verse
unas a otras. Esto es en lo que se convierte todo el encan-
to de su amor.
Las personas que han demostrado un gran interés por
el estudio con el único propósito de parecer instruidas,
que no han llegado a desarrollar ninguna capacidad racio-
nal a través de estos medios y que han albergado el placer
del orgullo en cuestiones de memoria, prefieren los terre-
nos arenosos a los campos y a las tierras abonadas y culti-
vadas. Esto se debe a que las zonas arenosas se correspon-
den a este tipo de objetivos.

61
Las personas que se han interesado por los conoci-
mientos de las formas doctrinales, tanto de su propia Igle-
sia como de otras, y no los han aplicado en su vida, prefie-
ren los lugares rocosos. Evitan las tierras cultivadas porque
éstas les desagradan.
También hay personas que, por naturaleza, se creen
con derecho a todo y que utilizan toda una serie de estra-
tagemas para aumentar su prestigio y su riqueza. En la
otra vida, lo único que pretenden es utilizar la magia para
abusar del orden divino, experimentando en ello el ma-
yor de los placeres. Las personas que han venerado las ver-
dades divinas en su propio beneficio y que, al hacerlo así,
las han transformado en falsas, aman todo cuanto tenga
que ver con la orina, pues ésta se corresponde a los place-
res de este tipo de amor.
Las personas que han sido terriblemente avariciosas,
viven en casuchas y aman la suciedad, igual que los cer-
dos, así como los malos olores y los gases provocados por
las comidas indigestas.
En cuanto a las personas que han malgastado sus
vidas en los placeres y que han vivido en la opulencia,
preocupándose tan sólo de su estómago y de las cosas
buenas de la vida, en la otra vida aman los excrementos y
los retretes. Después de su muerte se deleitan con este tipo
de cosas, porque sus placeres no son más que una sucie-
dad espiritual. Evitan los lugares en los que reina la lim-
pieza y en los que no hay suciedad, porque los encuen-
tran sumamente desagradables.
Las personas que han gozado cometiendo actos de
adulterio pasan su tiempo en los burdeles, donde todo es
suciedad y locura. Aman este tipo de lugares y evitan las
62
casas en las que reina la castidad. En el momento en el
que entran en estas casas, pierden todas sus fuerzas. Nada
les resulta tan agradable como destrozar matrimonios.
Las personas que, durante toda su vida, siempre se
han mostrado sedientas de venganza y que por ello han
poseído una naturaleza cruel y depravada, aman los luga-
res llenos de cadáveres y pueden ser encontradas en infier-
nos como éstos. Otras personas se encuentran en otras cir-
cunstancias.
Como contraste, los placeres de la vida de las personas
que en el mundo físico siempre han vivido involucradas
en un amor celestial, se transforman en aquellas cosas que
existen en el Cielo y que se corresponden a este amor. Estas
cosas toman forma a través del Sol que hay en el Cielo y
de la luz que procede de él, la cual ilumina todos los ele-
mentos divinos que estas personas poseían ocultos en su
interior. Todo cuanto es visto bajo esta luz transforma las
facultades más interiorizadas de los ángeles, pertenecien-
tes a sus mentes, junto con los elementos más exterioriza-
dos, pertenecientes a sus cuerpos. Y puesto que una luz di-
vina (la de la divina verdad que procede del Señor) pene-
tra en sus mentes, previamente abiertas a través de un
amor celestial, los placeres correspondientes a su amor
también pueden llegar a adoptar una forma exterior.
Las cosas que en el Cielo resultan visibles al ojo huma-
no, se corresponden a los elementos más interiorizados de
los ángeles, es decir, a todo aquello cuanto se halla relacio-
nado con su fe y con su amor y, por lo tanto, también con
su inteligencia y sabiduría. Puesto que ya habíamos empe-
zado a corroborar este hecho a través de los ejemplos sur-
gidos de la experiencia, con el fin de arrojar algo más de

63
luz sobre todo aquello cuanto ha sido mencionado ante-
riormente a este respecto, me gustaría que tomáramos en
consideración los placeres celestiales en los que se convier-
ten los placeres físicos o naturales para todos aquellos
seres que, durante su estancia en el mundo, siempre han
vivido involucrados en un amor celestial.
Las personas que a partir de un afecto más interioriza-
do, es decir, de un afecto por la verdad en sí misma, han
amado las cosas divinas y verdaderas, así como la palabra
de Dios, viven en lugares elevados, muy parecidos a mon-
tañas, y en los que siempre brilla la luz del Cielo. Desco-
nocen lo que significa la oscuridad de la noche y siempre
viven en un dima primaveral. Están rodeadas de campos,
de viñedos y de tierras de cultivo. Sus casas están llenas de
pequeños objetos que brillan como si estuviesen hechos
de cristal. Mirar por las ventanas de sus casas es como
mirar a través del más puro cristal. Éstos son sus placeres
visuales. Pero, a un nivel más elevado, estos placeres se co-
rresponden con las cosas celestiales y divinas. Porque las
verdaderas cosas que amaron a través de las Escrituras co-
rresponden a las tierras fértiles, a los viñedos, a las gemas,
a las ventanas y a los cristales.
Las personas que han aplicado en sus propias vidas los
modelos doctrinales de la Iglesia, extraídos de las Escritu-
ras, están en el más profundo de todos los cielos y se ha-
llan mucho más involucradas que otras en los placeres de
la sabiduría. Ven los elementos divinos en los objetos que
las rodean. Lo que ven realmente son los objetos, ya que
los elementos divinos correspondientes fluyen en sus
mentes instantáneamente y las llenan de una felicidad
que aviva todos sus sentidos. Como resultado, ante ellas,
64
todas las cosas parecen sonreír, divertirse y estar llenas de
vida. En cuanto a las personas que han amado los conoci-
mientos y, gracias a ellos, han podido desarrollar una gran
capacidad racional, sin llegar a despreciar por ello lo divi-
no, en la otra vida, sus placeres racionales se transforman
en placeres espirituales con respecto a lo que es bueno y
verdadero. Viven en jardines llenos de flores y de césped,
rodeados de árboles, de grandes verjas y de paseos. Los ár-
boles y las flores varían de un día para otro y esta aparien-
cia de conjunto proporciona un gran placer a sus mentes,
mientras que las continuas variaciones los renuevan cons-
tantemente. Puesto que todas estas cosas se corresponden
a los elementos divinos y estas personas son conscientes
de esta correspondencia, siempre están siendo renovadas
con nuevas ideas, a través de las cuales su habilidad racio-
nal y espiritual es conducida hacia la perfección. Estas
cosas son las que constituyen sus placeres, puesto que los
jardines, las flores, el césped y los árboles corresponden a
los conocimientos y a las ideas y, en consecuencia, tam-
bién a la inteligencia. En cuanto a las personas que han
creído firmemente en lo divino y que han considerado el
aspecto físico y material del ser humano como algo relati-
vamente muerto, decantándose por ello hacia las cuestio-
nes espirituales y convenciéndose a sí mismas de este
punto de vista, se hallan inmersas en una luz celestial.
Todo cuanto las rodea refleja esa luz, y todo su ser parece
alimentarse directamente de ella. Este proceso hace que
experimenten un intenso placer interior. Los muebles con
los que decoran sus hogares parecen diamantes y poseen
innumerables matices de luz. Me explicaron que las pare-
des de sus casas parecían estar hechas de algo cristalino y,

65
por lo tanto transparente, por lo que se podía ver a través
de ellas una especie de formas fluidas que representaban
temas celestiales y que cambiaban constantemente. Esto
es debido a que este tipo de transparencia corresponde a
un entendimiento que ha sido iluminado por el Señor y
en el que toda sombra originada por una fe y un amor
hacia las cosas físicas desaparece. Así son estos fenómenos
aunque existen muchos más. Las personas que han estado
en el Cielo suelen decir que han visto cosas que el ojo hu-
mano sería incapaz de ver.
También afirman que, a través de una percepción de
los elementos divinos comunicados a través de estas vi-
siones, han oído cosas que ningún oído humano podría
llegar a oír. También hay personas que jamás se compor-
taron secretamente y que, en lugar de ello, prefirieron
que todo cuanto habían pensado fuese aireado hasta
donde la vida cívica lo permitiese. Puesto que tan sólo
habían pensado en aquello que era honesto y justo, ba-
sado en lo divino, en el Cielo, sus rostros aparecen suma-
mente iluminados. Como consecuencia de este resplan-
dor, los detalles de sus afectos y pensamientos pueden
verse reflejados en sus caras, como si sus pensamientos
hubiesen adquirido forma; incluso sus mismos actos y
palabras son como reflejos de sus afectos. Debido a ello,
son mucho más amadas que otras personas. Cuando
hablan, sus caras palidecen un poco, pero una vez han
terminado de hablar, todo cuanto han dicho aparece re-
flejado en su rostro y se hace visible ante los ojos.
Puesto que las cosas que ocurren a su alrededor co-
rresponden a lo más profundo de su naturaleza, éstas
adoptan una forma visible con el fin de que las demás
66
personas puedan llegar a percibir claramente lo que repre-
sentan y significan. Los espíritus que disfrutan compor-
tándose secretamente, evitan acercarse hasta los lugares
en los que se encuentran estas personas y huyen de ellas
deslizándose como serpientes.
Aquellas personas que han juzgado los actos de adulte-
rio como algo incalificable y han vivido de acuerdo con el
casto amor del matrimonio, se encuentran mucho más
cerca de los principios y de las formalidades del Cielo que
otras y, en consecuencia, conservan toda su belleza y la flor
de su juventud. Los placeres que les proporciona este amor
son indescriptibles y llegan hasta la eternidad, porque todos
los placeres y alegrías del Cielo desembocan en este amor.
Esto se debe a que este amor procede de los vínculos del
Señor con el Cielo y la Iglesia o, dicho de otra forma, de los
vínculos entre lo que es bueno y lo que es verdadero, sien-
do este vínculo el mismo Cielo, tanto en general como para
cada ángel en particular. Sus placeres son de tal naturaleza
que no pueden ser descritos con una terminología humana.
Pero todas las cosas que hemos mencionado sobre las
correspondencias de los placeres de las personas involu-
cradas en un amor celestial tan sólo son unas pocas.
A través de estas consideraciones, podemos llegar a
saber que, después de la muerte, los placeres de cada per-
sona son transformados en algo que se corresponde con
ellos, así como que su amor perdura durante toda la eter-
nidad. Esto puede aplicarse, por ejemplo, a un matrimo-
nio por amor; a un amor por la justicia, por la bondad y
la honradez; a un amor por los conocimientos y por las
ideas; a un amor por la inteligencia y por la sabiduría,
etcétera. Todo cuanto procede de estas fuentes, al igual

67
que los arroyos que nacen de una cascada,son placeres
que también permanecen, pero son elevados a un nivel
más alto en el momento en el que tiene lugar la transi-
ción, es decir, cuando las cuestiones físicas o naturales
son convertidas en cuestiones espirituales.

68
51 El primer estado
después de la muerte

Después de la muerte, existen tres estados por los que tienen


que pasar las personas antes de alcanzar el Cielo o el infier-
no. El primer estado concierne a sus aspectos más externos,
el segundo a los más internos y, el tercero, es un estado de
preparación. Las personas pasan a través de estos estados al
mundo de los espíritus.
El primer estado, es decir, el estado concerniente a los
aspectos más exteriores de las personas, es alcanzado inme-
diatamente después de la muerte. Todas las personas pose-
en más aspectos exteriores y más aspectos interiores en sus
espíritus. Los aspectos más exteriores son los medios a tra-
vés de los cuales el cuerpo de la persona se adapta al mun-
do (sobre todo en lo concerniente a sus facciones, a su
modo de hablar y a su forma de ser) para asociarse con
otras personas. Pero los aspectos más interiores del espíritu
son aquellos que pertenecen a las intenciones y a los pen-
samientos, los cuales rara vez se manifiestan a través del
rostro o de la forma de hablar y de comportarse.
Desde su más tierna infancia, las personas acostumbran
a manifestar simpatía y a mostrarse amables y sinceras ex-
teriormente, ocultando sus verdaderas intenciones tras sus
69
pensamientos. Así pues, para ellas, el adoptar una vida
moral y cívica de cara al exterior se convierte en un hábito
y no tiene nada que ver a cómo se sienten interiormente.
Estas costumbres son el origen de la ignorancia virtual
de las personas en cuanto a lo que existe en lo más pro-
fundo de su ser, así como de su falta de atención hacia
estos temas.
El primer estado de las personas después de la muerte
es bastante similar al de su estado en el mundo ya que, en
este estado, se sienten igualmente involucradas en los asun-
tos externos. Conservan básicamente las mismas facciones,
la misma forma de hablar y el mismo espíritu y, en conse-
cuencia, poseen también una misma vida cívica y moral.
Por este motivo no suelen ser conscientes de que ya no
están en este mundo, a no ser que presten mucha aten-
ción a todo cuanto les sucede, lo cual ya les ha sido expli-
cado por los ángeles en el momento de su despertar,
como por ejemplo, que ahora son espíritus. Así pues, una
vida continúa en la otra y la muerte no es más que un
paso entre ambas.
Porque así es cómo son los espíritus de las personas
justo después de su vida en el mundo, y así es como son
reconocidos por sus amigos de este mundo. De hecho,
cuando los espíritus se acercan a ellos, no sólo los perci-
ben a través de sus rostros y de su forma de hablar, sino
también a través de la esfera de su vida.
Cada vez que, en la otra vida, algún individuo piensa
en alguien, en sus pensamientos, se le aparece el rostro de
la persona junto con muchas de las cosas pertenecientes
a la vida de esta persona. Cuando lo hacen, la persona
convocada aparece ante ellos en forma de pensamiento.
70
Este tipo de cosas suceden en el mundo espiritual por-
que, allí, los pensamientos pueden ser comunicados y las
distancias no poseen las mismas características que poseían
en el mundo físico. Éste es el motivo por el cual, a su llega-
da a la otra vida, todo el mundo es reconocido por sus ami-
gos, por sus conocidos y por sus relaciones de uno u otro
tipo, y también por eso siguen hablando unos con otros de
acuerdo con las mismas pautas que habían establecido du-
rante su amistad en el mundo físico.
Con frecuencia pude escuchar que las personas que
llegaban del mundo físico estaban realmente contentas
de poder volver a ver a sus amigos y, a su vez, sus amigos
también se mostraban encantados ante su llegada. Uno
de los acontecimientos más frecuentes era el de las pare-
jas casadas que, al volverse a encontrar, se saludaban con
gran alegría. Permanecían juntas durante un corto o largo
período de tiempo, dependiendo siempre del grado de fe-
licidad que habían disfrutado mientras vivieron en el
mundo. Pero a menos que un verdadero vínculo las hu-
biese unido (siendo este amor una unión de sus mentes a
través de un amor celestial), se separaban tras haber esta-
do juntas durante un rato.
Pero si la mente de las parejas había estado en conflic-
to habían vivido alejadas unas de otras, caían en una ene-
mistad declarada y, a veces, llegaban incluso a pelearse
entre ellas. Sin embargo, no eran separadas hasta haber
llegado al siguiente estado, el cual será descrito en breve.
Así pues, queda claro que la vida de los nuevos espíri-
tus es muy parecida a la vida que han llevado en el
mundo físico y que no conocen nada sobre las condicio-
nes de la vida después de su muerte, ni sobre el Cielo y el

71
infierno, aquello que han aprendido de forma literal a
través de la Palabra de Dios o de los sermones basados en
ésta. Por este motivo, una vez repuestos de su primera sor-
presa al encontrarse en un cuerpo y seguir disponiendo de
los mismos sentidos de los que habían disfrutado en el
mundo y viendo el mismo tipo de cosas que habían visto
allí, sienten una enorme curiosidad por conocer cómo
son el Cielo y el infierno, así como por saber dónde están.
Entonces, son aleccionados por sus amigos sobre el es-
tado de la vida eterna y conducidos por diferente lugares y
en distintas compañías. Algunos son conducidos hasta ciu-
dades, jardines y parques; otros son conducidos hasta luga-
res realmente maravillosos, puesto que este tipo de lugares
deleita la naturaleza exterior por la que se hallan envueltos.
Entonces son llevados de forma intermitente hacia los pen-
samientos que tuvieron durante su vida fisica sobre el esta-
do del alma después de la muerte, sobre el Cielo, el infier-
no, etcétera. hasta que terminan por darse cuenta de su an-
terior y absoluta ignorancia sobre cosas como éstas, así
como de la total ignorancia por parte de la Iglesia.
Casi todos se muestran ansiosos por saber si van a ir
al Cielo. La mayoría de ellos así lo creen, pues están con-
vencidos de haber llevado una vida moral y cívica en el
mundo, sin tener en cuenta que, exteriormente, tanto las
personas buenas como las malas llevan un tipo de vida
muy parecido, ya que estas últimas también hacen favores
a los demás, van a la iglesia, escuchan los sermones y
rezan. Son prácticamente inconscientes de que tanto su
comportamiento como su forma de actuar de cara al exte-
rior no sirve para nada, sino que lo que importa son los
elementos interiores de los cuales proceden los exteriores.
72
Apenas uno entre varios miles conoce lo que son los
elementos interiores o sabe que están en el mismo lugar que
ocupan el Cielo y la Iglesia en el interior de una persona. Y
aún son menos conscientes de que la cualidad de los actos
exteriores es la cualidad de las intenciones y de los pensa-
mientos. Incluso, aunque esto les sea explicado, no entien-
den que los pensamientos y las intenciones sean efectivos
pues, para ellos, tan sólo lo son las palabras y los actos.
Actualmente, muchas de las personas que pasan a la
otra vida desde la cristiandad todavía siguen pensando así.
No obstante, la cualidad de estas personas es examina-
da por los buenos espíritus, que utilizan varios medios ya
que, en este primer estado, la gente mala dice las mismas
verdades y realiza las mismas buenas obras que la gente
buena. Esto se debe (tal y como ya hemos mencionado
antes) a que, exteriormente, las personas malas han podi-
do vivir con la misma moral que las buenas, seguir las
mismas leyes, involucrarse en asuntos cívicos, ganarse
una excelente reputación por su bondad y honestidad,
despertar la admiración de los demás y llegar a alcanzar
incluso el prestigio y la riqueza.
Una de las primeras señales reveladoras que distingue
a los espíritus malignos de los benignos es que los espíri-
tus malignos escuchan con avidez todo cuanto haga refe-
rencia a los aspectos externos y prestan muy poca aten-
ción a todo cuanto se refiere a los internos, los cuales son
los verdaderos elementos de la Iglesia y del Cielo. Escu-
chan estas cosas, pero sin alegría y sin prestar demasiada
atención. Otra de las señales características es que siempre
se dirigen a unas áreas en particular y cuando son dejados
a su libre albedrío, viajan por caminos que conducen a

73
estas áreas. La cualidad del amor que los domina puede
ser percibida a través de las áreas hacia las que se dirigen
y de los caminos que recorren.
Todos los espíritus procedentes del mundo son pues-
tos en contacto con una comunidad celestial o infernal en
particular; pero esto se aplica únicamente a sus elementos
más internos. Sin embargo, mientras los espíritus se hallan
involucrados en cosas externas, estos elementos más inte-
riorizados no resultan visibles a nadie, ya que las cosas ex-
ternas cubren y ocultan las internas, sobre todo aquellas
personas que se hallan involucradas en algo maléfico a un
nivel mucho más interiorizado. Después, y una vez alcan-
zado el segundo estado, estos elementos más interioriza-
dos se hacen mucho más obvios ya que, llegados a este
punto, las facultades más interiores aumentan, mientras
que las más exteriores disminuyen.
Para unas personas, este primer estado después de la
muerte suele durar unos pocos días, para algunas, unos po-
cos meses y, para otras, incluso un año. En realidad, en
pocas ocasiones suele durar más de un año para nadie. Para
algunas de estas personas en particular, esta diferencia de-
penderá de la armonía o de la discordia entre sus faculta-
des más interiorizadas y las más exteriorizadas.
Realmente, los elementos más internos y los más
externos actuarán como uno solo de acuerdo con la pro-
pia individualidad del ser. En el mundo espiritual, no
está permitido pensar y albergar unas intenciones deter-
minadas, mientras se habla y se actúa de otra forma.
Todas las almas se convierten en una imagen de su afec-
to y de su amor. Así pues, poseen la misma cualidad
tanto en las cosas más externas como en las más internas.
74
Por ello, los elementos más exteriorizados de un espíritu
son los primeros en ser descubiertos y revelados, de
forma que puedan servir como guía con respecto a los
más interiorizados.

75
61 El segundo estado
después de la muerte

El segundo estado de las personas después de la muerte es


«el estado de los elementos más interiores» porque, una
vez han llegado hasta este punto, las personas se hallan in-
volucradas en los elementos más interiores, pertenecientes
a sus mentes o a sus intenciones y pensamientos, mientras
que las cosas más exteriores en las que se hallaban involu-
cradas durante su primera fase se adormecen.
Si alguien presta atención a la vida de las personas y a
todo lo que dicen o a lo que hacen, podrá reconocer que
existen aspectos tanto interiores como exteriores, así como
toda una serie de pensamientos y de intenciones. Este re-
conocimiento se halla basado en los siguientes hechos. Si
las personas están involucradas en una vida cívica piensan
en los demás en base a su reputación o a las conversacio-
nes que hayan podido mantener con ellas, pero siguen sin
hablarles de acuerdo con lo que piensan e, incluso aunque
se trate de personas malvadas, siguen tratándolas con civis-
mo. Esto sucede sobre todo en el caso de los aduladores y
de los impostores, cuyas intenciones y pensamientos difie-
ren bastante de su forma de hablar o de actuar. También es
el caso de las personas hipócritas, las cuales hablan sobre

77
Dios,sobreel Cielo,sobrela salvaciónde las almas,sobre
las verdades de la Iglesia, sobre la bondad de su país y
sobre la de sus semejantes como si estuviesen hablando
con fe y con amor, mientras que, en lo más profundo de
su corazón, lo que creen es totalmente distinto de lo que
dicen y tan sólo se aman a sí mismas.
De acuerdo con estas consideraciones, podemos esta-
blecer la existencia de dos «pensamientos», uno más exte-
rior y otro más interior, y llegar a la conclusión de que las
personas hablan y actúan de acuerdo con estos pensamien-
tos más externos, mientras que lo que sienten realmente se
halla estrictamente vinculado a sus pensamientos más in-
ternos. También podemos establecer que estos dos tipos de
pensamientos se hallan muy distanciados entre sí, ya que
las personas toman precauciones para evitar que suspensa-
mientos más ocultos puedan llegar a exteriorizarse y, en
cierto modo, acaben haciéndose visibles. La naturaleza hu-
mana ha sido creada de tal forma que, por medio de la co-
rrespondencia, los pensamientos más interiores actúan
junto a los más exteriores como si fuesen uno solo. Ade-
más, éstos siempre actúan al unísono en aquellas personas
que se hallan involucradas en la bondad, puesto que tan
sólo piensan y dicen cosas buenas. Pero ello no sucede así
con las personas que se están involucrando en la maldad
pues, aunque digan cosas buenas, en el fondo, tan sólo
piensan en las malas. En estas últimas, el orden se halla in-
vertido, es decir que, exteriormente, aparentan una cierta
bondad mientras que, interiormente, son sumamente mal-
vadas. Por este motivo, en ellas, la maldad domina por en-
cima de la bondad y las convierte en sus esclavas, de forma
que utilizan estos medios para conseguir sus objetivos.
78
Dado que este tipo de objetivos son inherentes a cual-
quiera de las cosas buenas que digan o que hagan, podemos
ver que no hay nada «bueno» en ellas, sino que todo está
manchado por la maldad, aunque exteriormente pueda lle-
gar a parecer algo bueno a aquellas personas que no poseen
conocimientos sobre las cosas más interiores.
Ello es distinto para aquellas personas que están invo-
lucradas en la bondad. En éstas, el orden no se halla inver-
tido, sino que la bondad fluye desde sus pensamientos
más interiores hacia sus pensamientos más exteriores y, de
esta forma, influyen en sus palabras y en su conducta.
Hemos mencionado estas cuestiones con el fin de que
la gente sepa que todas las personas poseen unos pensa-
mientos más interiores y otros más exteriores y que ambos
son distintos entre sí. Cuando decimos «pensamiento»,
también queremos decir intención, porque los pensa-
mientos proceden de la intención. De hecho, nadie puede
pensar sin intención. A través de estas consideraciones, po-
demos llegar a comprender lo que significa el «estado de
las cosas más exteriores», así como el significado del «esta-
do de las cosas más interiores».
Cuando decimos «intención y pensamiento», «inten-
ción» significa afecto, amor y también todos y cada uno de
los deleites y placeres pertenecientes al afecto y al amor.
Porque cuando las personas intentan conseguir alguna
cosa es porque la aman y la sienten como algo agradable y
placentero. Lo mismo sucede a la inversa; cuando las per-
sonas aman algo y lo encuentran agradable y placentero,
también intentan conseguirlo.
Además el «pensamiento» concierne a todo aquello
cuanto sirva para reforzar el «afecto» o el amor de las per-

79
sonas,ya que es la formaadoptadapor sus intenciones,es
decir, un medio para hacer que aquello que desean pueda
llegar a ver la luz. Esta forma es establecida a través de va-
rios procesos analíticos y racionales que tienen su origen en
el mundo espiritual y que, estrictamente hablando, forman
parte del espíritu de las personas. Hay que saber que la cua-
lidad completa de la persona es la cualidad de sus elemen-
tos más interiores y no la de los más exteriores. Esto se debe
a que sus elementos más interiores pertenecen a su espíri-
tu, y la vida de las personas es la vida de su espíritu. De
hecho, éste es el origen de la vida de sus cuerpos. Y, por
ello, durante la eternidad, lo que permanece de las perso-
nas es la cualidad de sus elementos más interiores.
No obstante, y dado que sus elementos más externos
se hallan relacionados con el cuerpo y que éste desaparece
tras la muerte, todos estos elementos, al tener que perma-
necer aferrados en el espíritu, terminan por adormecerse.
A través de estas conclusiones, podernos llegar a ver cuáles
son las cosas que verdaderamente forman parte de una
persona y cuáles no. En el caso de las personas malvadas,
los elementos que pertenecen a sus pensamientos más ex-
ternos, los cuales dan pie a sus palabras, así como a sus in-
tenciones más externas, que a su vez dan pie a sus accio-
nes, no forman realmente parte de ellas. Lo que realmente
forma parte de ellas es aquello que pertenece a los elemen-
tos más interiores de sus pensamientos e intenciones.
Una vez superado el primer estado (el estado concer-
niente a las cuestiones relativamente externas, ya tratado
en el capítulo anterior), las personas son dirigidas hacia un
estado mucho más interiorizado, al estado de sus intencio-
nes y pensamientos más interiores, es decir, al estado en el
80
que se encontraban en el mundo cuando estaban a solas
consigo mismas y daban rienda suelta a sus pensamientos.
Se introducen inconscientemente en este estado cuando
(al igual que hicieran en el mundo) hacen que sus pensa-
mientos se reflejen a través de sus palabras o que los pen-
samientos que dan pie a sus palabras surjan de lo más pro-
fundo de sí mismas, permaneciendo involucradas en ellos.
En consecuencia, cuando las personas se encuentran en
este estado, se hallan involucradas en sí mismas y en su
propia vida, porque los pensamientos más profundos son
los que constituyen la verdadera vida de una persona y,
por lo tanto, a la verdadera persona. En este estado, las
personas piensan de acuerdo con sus intenciones, lo que
significa que piensan guiadas por su propio afecto o amor.
Llegadas a este punto, sus pensamientos forman una uni-
dad junto con sus intenciones, una unidad tal que, de
hecho, apenas parecen estar pensando, sino simplemente
intentando. Lo mismo sucede cuando hablan pero, en este
caso, existe un cierto miedo a que las cosas que piensan
aparezcan tal como son. Esto se debe a que el miedo pro-
vocado por las exigencias de la vida cívica, pasa a formar
parte de sus intenciones.
Absolutamente todo el mundo es dirigido hacia ese es-
tado después de la muerte, porque éste es el verdadero
estado del espíritu. El estado anterior es la forma en la que
las personas habitaban en sus espíritus cuando estaban
acompañadas, el cual no es su verdadero estado.
Un sinfín de consideraciones nos permiten llegar a la
conclusión de que el estado de las cuestiones relativamen-
te exteriores, es decir, el primer estado de las personas des-
pués de su muerte no es su verdadero estado.

81
Por ejemplo,los espíritusno sólo piensan,sino que
también hablan de sus afectos, porque éstos son la base
de su lenguaje, como podemos deducir a través de las
cuestiones anteriormente presentadas. También entonces,
las personas pensaban de forma parecida cuando estaban
en el mundo y se encontraban a solas «consigo mismas».
Porque, en esos momentos, no pensaban de acuerdo a su
lenguaje físico, simplemente consideraban estas cuestio-
nes y eran capaces de ver tantas cosas en un solo momen-
to que, después, necesitarían más de media hora para
poder explicarlas.
También otro fenómeno nos permite llegar a la con-
clusión de que el estado de las cosas relativamente exte-
riores no es el estado apropiado de las personas ni de sus
espíritus. Cuando vivían en el mundo, estaban en compa-
ñía de otras personas y, por ello, sus conversaciones se
adaptaban a las leyes morales y a la vida cívica. En esos
momentos, sus pensamientos más interiores controlaban
los más exteriores, de la misma manera que una persona
controla a otra, impidiéndole traspasar las fronteras del
decoro y de la respetabilidad.
Esto también se refleja en el hecho de que cuando las
personas están consigo mismas y piensan interiormente,
lo que hacen es pensar en cómo hablar y cómo compor-
tarse para agradar a los demás y, así, poder conseguir más
amigos, más gratitud y más favores.
Estas consideraciones nos permiten comprobar que el
estado de las cuestiones relativamente interiores hacia las
cuales son dirigidos los espíritus son su verdadero y pro-
pio estado. Así pues, también era su propio estado cuan-
do vivían en el mundo.
82
Una vez que las personas se encuentran en el estado
más adecuado a sus preocupaciones más interiores, re-
sultará obvio llegar a saber qué tipo de personas habían
sido en el mundo. Al llegar a este punto, no hacen más
que actuar de acuerdo con lo que realmente les pertene-
ce. Si, interiormente, en el mundo estaban guiadas por la
bondad, entonces, aquí, se comportan de una forma
sabia y racional, incluso mucho más sabiamente de lo
que se habían comportado en el mundo, porque se sien-
ten liberadas de las ataduras del cuerpo y, por lo tanto, de
todo aquello que oscurece y, por decirlo de algún modo,
enturbia las cosas.
Por otra parte, si en el mundo físico eran guiadas por
la maldad, entonces, aquí, se comportan de forma in-
consciente e insensata, de hecho, mucho más incons-
cientemente de lo que se habían comportado en el
mundo, porque aquí se sienten en libertad y no sufren
ningún tipo de represión. Cuando vivían en el mundo,
exteriormente, eran mucho más sensatas, pues utilizaban
este aspecto exterior para parecer más racionales. Pero
una vez despojados de este aspecto, sus locuras quedan
al descubierto.
Una persona malvada que presente el mismo aspecto
que una buena persona, puede ser comparada a un jarrón,
pulido y brillante por fuera, pero con toda clase de porque-
rías y de inmundicias ocultas en su interior, como se des-
prende de las palabras del Señor.

Sois como sepulcros blanqueados que por fuera pare-


cen vistosos, pero que por dentro están llenos de hue-
sos de muertos y de todo lo impuro. (Mateo 23:27)
83
Todaslas personasque en este mundo han vividoin-
volucradas en la bondad y han actuado de acuerdo con su
conciencia, es decir, aquellas que han sabido reconocer
algo divino y que han amado las verdades divinas, y en es-
pecial las que las han aplicado a sus vidas, cuando son
conducidas hacia el estado concerniente a sus aspectos
más íntimos, piensan que han sido despertadas de un
sueño; dicho de otra forma, que han salido de la oscuri-
dad para llegar a la luz.
Piensan de acuerdo con la luz del Cielo y, por lo tanto,
con una sabiduría mucho más profunda; actúan en base a
aquello que es bueno y, por lo tanto, con un afecto mucho
más profundo. El Cielo impregna todos sus pensamientos
y afectos y experimentan una sensación de beatitud jamás
sentida anteriormente, porque poseen una comunicación
real con los ángeles del Cielo. También en ese momento,
reconocen al Señor y lo veneran durante toda su vida por-
que, como ya hemos comentado anteriormente, cuando
estas personas son conducidas hacia sus aspectos más ínti-
mos, se hallan involucradas en su propia vida. Además, se
muestran muy agradecidas con el Señor y lo veneran desde
su libertad, porque su libertad forma parte de su afecto
más profundo.
Además, de esta forma, se alejan de lo que es sagrado
exteriormente para poder participar en lo que es sagrado in-
teriormente, que es donde tiene lugar el verdadero culto. Así
actúan todas aquellas personas que han llevado una vida
cristiana de acuerdo con lo que ordenan las Escrituras.
Sin embargo, el estado de las personas que han vivido
en el mundo involucradas en la maldad, sin ningún tipo
de conciencia y, en consecuencia, negando todo lo divino,
84
es completamente opuesto. Las personas que viven en la
maldad, niegan en lo más profundo de su ser todo cuan-
to es divino aunque, exteriormente, aparenten reconocer-
lo, porque reconocer lo divino y vivir en la maldad son
dos cosas totalmente incompatibles.
En la otra vida, cuando las personas como éstas son
conducidas al estado de sus aspectos más íntimos, en el
momento en el que las otras personas las oyen hablar y
se dan cuenta de su forma de comportarse, las conside-
ran unas auténticas estúpidas. Debido a sus malvados an-
helos, cometen crímenes, alimentan deseos de venganza
y desprecian a los demás, odiándolos, blasfemándolos y
burlándose de ellos; planean conspiraciones, algunas tan
astutas y depravadas que casi resulta imposible de creer
que algo como esto pueda existir en el interior de una
persona. Llegadas a este punto, gozan de toda libertad
como para poder actuar de acuerdo con los pensamien-
tos propios de su intencionalidad, puesto que se hallan
totalmente alejadas de los factores relativamente exterio-
res que, durante su estancia en el mundo, las había repri-
mido, manteniéndolas a raya. Al poco tiempo de estar
allí, empiezan a perder la racionalidad porque, en el
mundo, su habilidad racional jamás había llegado a for-
mar parte de sus facultades más íntimas, sino de las más
externas. Sin embargo, estas personas siguen estando to-
talmente convencidas de que son mucho más sabias que
las demás.
De esta forma, y mientras permanecen en este segun-
do estado, de vez en cuando, son enviadas brevemente al
estado de sus aspectos más externos, al mismo tiempo
que también se les recuerda todo cuanto hicieron mien-
85
tras estuvieroninvolucradasen sus aspectosmás íntimos.
En esos momentos, muchas de estas personas pueden lle-
gar a sentirse algo molestas y a reconocer que se habían
comportado de una forma insensata.
Algunas de ellas no se sienten molestas en absoluto y
otras lamentan el hecho de que no se les permita perma-
necer constantemente en el estado concerniente a sus as-
pectos más externos. Pero a estas últimas se les muestra
cómo serían si estuviesen constantemente en ese estado, es
decir, no harían más que dirigir secretamente su empeño
hacia estas mismas finalidades, engañando a todas las per-
sonas con fe y de corazón sencillo a través de una falsa
apariencia de lo que es bueno, justo y honesto; ellas mis-
mas terminarían también por encontrarse totalmente per-
didas porque, finalmente, sus elementos más externos se
asemejarían a los más interiores, y devorarían toda su vida.
Cuando los espíritus se encuentran en este segundo
estado, es como si todavía estuviesen en el mundo; todas
las cosas que hicieron o que dijeron en privado, son ex-
puestas. Puesto que al llegar a este punto, no son contro-
lados por los factores externos, hablan y actúan con total
libertad sin estar asustados por su reputación, como les
sucedía en el mundo.
Entonces, también son conducidos hacia muchas for-
mas de maldad, de manera que puedan aparecer ante los
ángeles y los buenos espíritus tal como son en realidad.
De esta forma, las cosas privadas son reveladas, de acuer-
do con las palabras del Señor:

Pues nada hay oculto que no se descubra, y nada se-


creto que no se conozca. Por lo cual, todo lo que di-
86
jisteis en la oscuridad será oído a plena luz; y todo
lo que hablasteis al oído, será proclamado a los cua-
tro vientos. (Lucas 12:2,3)

Pero, yo os aseguro que de toda palabra, sin hechos,


que hayan proferido los hombres, tendrán que dar
cuenta en el día del juicio final. (Mateo 12:36)

No podemos ofreceros ninguna breve descripción sobre


cómo son las personas malvadas en este estado, puesto que
cada individuo se halla constituido de acuerdo con sus pro-
pios anhelos y éstos son todos distintos. Por ello, me gus-
taría citar algunos ejemplos, que permitirán al lector trazar
sus propias conclusiones a este respecto.
Hay personas que se han amado a sí mismas más que
a nada en el mundo, centrándose en su propio prestigio,
en sus deberes y funciones, realizando y disfrutando de las
tareas útiles, no por ellas en sí mismas, sino por su propia
reputación, utilizándolas para que los demás piensen que
son más importantes que ellos y estando encantadas siem-
pre que se habla de su propio prestigio. Cuando estas per-
sonas entran en el segundo estado, son más estúpidas que
las demás, porque cuando las personas tan sólo se aman a
sí mismas, son alejadas del Cielo y, con ello, alejadas tam-
bién de la sabiduría.
En cuanto a las personas involucradas en un amor
hacia sí mismas y poseedoras de un gran ingenio, éstas no
hacen más que intentar alcanzar situaciones de prestigio a
través de sus estratagemas y entablar amistad con los peo-
res individuos. Aprenden técnicas mágicas, con las cuales
abusan de los designos divinos, utilizándolas para hostigar
87
y molestara todos aquellosque no les demuestranrespe-
to. Planean estratagemas, alimentan el odio y la venganza
y se sumergen en todas estas maldades hasta el punto en
el que la muchedumbre viciosa las apoya. Finalmente, re-
flexionan sobre las distintas formas de llegar al Cielo, bien
destruyéndolo, bien siendo venerados en él como dioses.
Su locura puede llegar incluso hasta estos límites.
También existen otros tipos con diferentes característi-
cas. Pero, de acuerdo con estos cuantos ejemplos, pode-
mos trazar nuestras propias conclusiones sobre la cuali-
dad de las personas cuyas facultades más interiores de sus
mentes dan la espalda al Cielo, como es el caso de aque-
llos que no han aceptado ningún influjo del Cielo al no
reconocer lo que es divino y no haber llevado una vida
llena de fe. Nadie entra en el infierno si no se halla invo-
lucrado en la maldad y en sus falsedades. Esto se debe a
que, allí, no está permitido tener una mente dividida, es
decir, pensar y decir una cosa cuando, en realidad, se in-
tenta otra. En el infierno, todas las personas malvadas
piensan en aquello que es falso y hablan a través de sus
malvadas falsedades. Tanto sus pensamientos como su
forma de hablar proceden de sus intenciones y, por lo
tanto, de su propio amor y de sus deleites y placeres. Así
era cómo pensaban cuando estaban en el mundo a solas
con sus espíritus, es decir, cuando pensaban interiormen-
te, cuando pensaban a través de sus afectos más interiores.
Esto se debe a que la intención es la persona real y no
el pensamiento, a no ser que éste se derive de la inten-
ción. La intención es la verdadera naturaleza o caracterís-
tica de la persona. Así pues, dirigirse hacia las propias
intenciones es dirigirse hacia la propia naturaleza o carac-
88
terística y, por lo tanto, hacia la propia vida, puesto que
las personas adoptan una naturaleza a través de la propia
vida. Después de la muerte, las personas conservan el
mismo tipo de naturaleza que se han construido durante
su permanencia en el mundo y, en el caso de las personas
malvadas, ésta ya no puede ser corregida ni transformada
por medio de la forma de pensar o de comprender aque-
llo que es verdad.
Mientras los espíritus malvados permanecen en este se-
gundo estado, es normal que sean castigados con frecuen-
cia y con gran severidad, puesto que se sumergen en toda
clase de maldades. Existen muchas clases de castigos en el
mundo de los espíritus y no existe ningún tipo de favoritis-
mo, tanto si se trata del más poderoso de los reyes como
del más miserable de los esclavos.
Cualquier maldad lleva implícito su propio castigo.
Ambas cosas se hallan unidas. Así pues, las personas que se
hallan involucradas en la maldad, también se hallan invo-
lucradas en su propio castigo. Sin embargo, nadie sufre un
castigo por las cosas malas que pudiera haber hecho ante-
riormente, sino por las cosas malas que hace actualmente.
Pero, en el fondo, es lo mismo decir que sufren un cas-
tigo por las cosas malas que hicieron en el mundo que
decir que sufren penalidades por las cosas malas que están
haciendo en la otra vida, ya que después de la muerte,
todo el mundo regresa a su propia vida y, por lo tanto a
unas maldades similares; las personas siguen siendo lo
que fueron durante su vida física.
El motivo para estos castigos es que el miedo al castigo
es la única manera de poder controlar las maldades en estas
condiciones. Los estímulos ya no funcionan; tampoco lo

89
hacenlas enseñanzas,
ni el miedoa la leyo a la propiare-
putación porque, ahora, el comportamiento de las personas
se deriva de su naturaleza, la cual no puede ser controlada o
transformada, a no ser a través de los castigos.
Sin embargo, los buenos espíritus no son castigados en
absoluto, incluso aunque hayan cometido alguna maldad
durante su estancia en el mundo, porque sus maldades no
vuelven a aparecer. También debemos saber que, en el
mundo, sus maldades eran de otra naturaleza. De hecho,
se derivaban de una postura adoptada en oposición a la
verdad y no por poseer un corazón lleno de maldad,
excepto la recibida a través de sus padres como herencia.
Eran conducidos hacia este estado por equivocación, cuan-
do se hallaban involucrados en cuestiones externas y no en
sus más íntimos pensamientos.
Todas las almas llegan hasta la comunidad a la que
pertenecían sus espíritus cuando estaban en el mundo.
De hecho, toda persona se halla vinculada a una comu-
nidad celestial o infernal en particular. Una persona mal-
vada, a una comunidad infernal y, una persona bondado-
sa, a una celestial. El espíritu es guiado hasta allí, paso a
paso, hasta que, finalmente, consigue su entrada.
Cuando los espíritus malvados se hallan involucrados
en sus aspectos más interiorizados, son devueltos por eta-
pas hacia su propia comunidad. A veces, son devueltos
hasta allí incluso antes de que este estado haya sido com-
pletado. Pero, una vez completado, estos espíritus malig-
nos se lanzan al infierno en el que están las personas de
su misma condición. Visualmente, esta forma de «abalan-
zarse» es algo parecido a caer de cabeza, con la cabeza
hacia abajo y los pies hacia arriba. El motivo de esta apa-
90
rienda se debe a que el orden de la persona está inverti-
do, es decir, ha amado las cosas diabólicas y ha desprecia-
do las celestiales.
Durante el transcurso de este segundo estado, de vez
en cuando, algunos malvados individuos entran y salen
del infierno, pero no parecen caer de cabeza tal como
ocurre cuando han sido totalmente devastados.
Mientras están en el estado concerniente a sus elemen-
tos más externos, se les muestra la comunidad en la que
estaban en espíritu mientras se encontraban en el mundo.
Esto se hace para que puedan tomar conciencia de que ya
estaban en el infierno, incluso durante su vida física. Sin
embargo, no estaban en el mismo estado en que están las
personas que se encuentran en el infierno, sino en un es-
tado parecido al de las personas que están en el mundo
de los espíritus.
Una separación entre los malos y los buenos espíritus
tiene lugar durante el transcurso de este segundo estado,
puesto que durante el primer estado ambos estaban jun-
tos. Esto se debe a que mientras los espíritus siguen ha-
llándose involucrados en sus aspectos más externos, se
encuentran igual que cuando estaban en el mundo, es
decir, que las personas malas y las buenas comparten el
mismo espacio. Pero cambia cuando son conducidas
hacia sus aspectos más íntimos y son abandonadas a su
propia naturaleza o intención. La separación entre las per-
sonas bondadosas y las malvadas tiene lugar de varias for-
mas. Por regla general, se lleva a las malvadas hacia aque-
llas comunidades con las que estuvieron en contacto a
través de sus buenos pensamientos y afectos durante su
primer estado. De esta forma, son conducidas hasta las

91
comunidadesque se dejaronpersuadirpor su apariencia
exterior y pensaron que ellos [estos espíritus] no eran
malvados. Normalmente, suelen ser guiados por un ex-
tenso circuito y van siendo expuestos por todas partes
para que los buenos espíritus puedan verlos tal como son
realmente. Al verlos, los buenos espíritus se alejan de ellos
y, conforme éstos se van alejando, los espíritus malignos
también desvían sus rostros del de los buenos espíritus y
lo dirigen hacia la región en la que se encuentra la comu-
nidad infernal a la que realmente pertenecen, su destino.

92
71 El tercer estado
después de la muerte

El tercer estado del alma de una persona después de la


muerte es un estado de instrucción. Este estado es sólo
para aquellas personas que van al Cielo y se convierten
en ángeles y no para aquellas que van al infierno, puesto
que éstas no pueden ser instruidas. En consecuencia, su
segundo estado es también el tercero, concluyendo así
su ciclo y el regreso a su propio amor y, por ello, a la co-
munidad infernal con la que se corresponde un amor así.
Cuando esto ha sido llevado a cabo, todas sus inten-
ciones y sus pensamientos se derivan de este amor y,
dado que se trata de un amor infernal, no intentan nada
que no sea perverso y no piensan en nada que no sea
falso. Éstos son sus máximos placeres, pues se correspon-
den a su amor. De este modo, desdeñan cualquiera de las
cosas buenas y verdaderas que pudieran haber adoptado
con anterioridad por haber sido un instrumento útil para
su amor.
Sin embargo, las personas buenas son conducidas
del segundo estado al tercero; es decir, al estado de pre-
paración para el Cielo mediante la instrucción. Nadie
puede ser preparado, a no ser a través de una visión
93
sobrelo que es buenoy verdadero,es decir,a travésde
la instrucción.
Esto se debe a que las personas no pueden conocer lo
que es bueno y verdadero a nivel espiritual, o lo que es
perverso y falso, a no ser que se les enseñe. En el mundo
es posible llegar a conocer lo que es bueno y verdadero, a
un nivel cívico y moral, lo cual es considerado como justi-
cia y honradez, gracias a que existen leyes civiles que nos
muestran lo que es falso.
También existen contextos sociales en los que una
persona aprende a vivir siguiendo las leyes morales, las
cuales conciernen a aquello que es honesto y justo. Pero
aquello que es bueno y justo a nivel espiritual, no puede
ser aprendido a través del mundo, sino a través del Cielo.
Se pueden aprender algunas cosas gracias a las Escri-
turas y a las doctrinas de la Iglesia, basadas en las Es-
crituras. Pero, incluso estos conocimientos no pueden
desembocar en la vida de las personas a no ser que, en lo
más profundo de sus mentes, estén en el Cielo. Las per-
sonas están en el Cielo cuando reconocen lo que es divi-
no y, al mismo tiempo, actúan de forma justa y honrada,
simplemente porque así lo mandan las Escrituras.
Esto equivale a comportarse de una forma justa y
honrada, considerando lo divino como único objetivo
y no el mundo o uno mismo. Pero nadie puede compor-
tarse así, a no ser que antes se le haya enseñado, por ejem-
plo, que Dios existe, que el Cielo y el infierno existen, que
hay una vida después de la muerte, que Dios debe ser
amado por encima de todas las cosas, que hay que amar
al prójimo como a uno mismo y que el contenido de las
Escrituras debe ser obedecido, porque éstas son divinas.
94
A no ser que las personas se den cuenta y reconozcan
estos hechos, no podrán pensar de forma espiritual. Y, si
no piensan sobre estas cuestiones, no podrán intentarlas;
porque si uno no conoce algo, difícilmente podrá pensar
sobre ello.
Cuando una persona intenta actuar de esta forma, en-
tonces el Cielo penetra en su interior, es decir, que la vida
del Señor entra en la vida de la persona a través del Cielo.
Porque la divina esencia penetra en las intenciones y, a
través de éstas, en los pensamientos y, a través de éstos, en
la vida, ya que ambas cosas constituyen la fuente de la
vida de una persona.
Por medio de estas consideraciones, podemos llegar
a la conclusión de que no se puede llegar a aprender lo
que es bueno y verdadero a nivel espiritual a través del
mundo, sino sólo a través del Cielo y que nadie está pre-
parado para entrar en el Cielo a no ser que sea enseña-
do para ello.
El Señor enseña a las personas hasta el punto en que
su propia naturaleza entra en sus vidas. Porque él reviste
sus intenciones con el amor por conocer aquello que es
bueno e ilumina sus pensamientos para que conozcan lo
que es verdadero. Mientras esto sucede, las facultades más
interiores de la persona son abiertas y el Cielo accede a
ellas. Además, todo cuanto es divino y celestial pasa a for-
mar parte de los elementos de honradez de la vida moral
de las personas y de los elementos de justicia de su vida
civil y los convierte en espirituales, porque al actuar en
nombre de lo divino, también actúan a través de lo divi-
no. De hecho, las cosas honestas y justas, propias de una
vida cívica y moral, realizadas a través de esta fuente, pue-
95
denserconsideradas
comoresultadodesuvidaespiritual,
y de este resultado se deriva su actuación, puesto que
la naturaleza de esta última determina la naturaleza de la
primera.
Toda esta instrucción está realizada por ángeles de dis-
tintas comunidades, sobre todo por los ángeles de las regio-
nes del norte y del sur, ya que estas angélicas comunidades
se hallan relacionadas con la inteligencia y la sabiduría y se
derivan de las percepciones de todo cuanto es bueno y ver-
dadero.
Los lugares donde tiene lugar esta instrucción están si-
tuados en el norte y son muy variados entre sí; se hallan
dispuestos de acuerdo con el tipo y con la especie de sus
buenas cualidades celestiales, de forma que todos los in-
dividuos puedan ser enseñados de acuerdo con su propio
e intrínseco carácter y de su habilidad para recibir estas
enseñanzas. Estos lugares se hallan diseminados por
todas partes y a bastante distancia entre ellos.
Hasta aquí es donde conduce el Señor a los buenos
espíritus para que sean instruidos después de que su se-
gundo estado en el mundo de los espíritus haya sido
completado.
De todas formas, esto no se aplica a todos los indivi-
duos por igual, ya que las personas que han sido enseña-
das en el mundo y han sido preparadas allí para su
ingreso en el Cielo, son conducidas a éste por otro cami-
no. Algunas son guiadas hasta el Cielo inmediatamente
después de su muerte. Otras son llevadas hasta allí tras
una breve estancia con los buenos espíritus, durante la
cual resultan purificadas a través de la supresión de los
elementos más ordinarios de sus pensamientos y de sus
96
afectos relacionados con los aspectos de prestigio y de ri-
queza característicos de nuestro mundo. Al principio, al-
gunas de estas personas se sienten desoladas y ello tiene
lugar en la parte que está situada en la planta de los pies,
denominada «parte inferior de la Tierra». Otras, pasan
por duras experiencias. Éstas son las típicas personas
que, a pesar de haber crecido en falsas nociones, han
continuado llevando vidas ejemplares. Porque las falsas
nociones establecidas se aferran con tal tenacidad que
las cuestiones verdaderas no pueden ser vistas y, en con-
secuencia, no pueden ser aceptadas hasta que las falsas
nociones han sido destruidas.
Enseñar en el Cielo se diferencia de enseñar en la Tie-
rra en que las ideas no se hallan vinculadas a la memoria,
sino a la vida. Las memorias de los espíritus están en sus
vidas; de hecho, aceptan y absorben todos los elementos
que armonizan con sus vidas, y rechazan y dejan de ab-
sorber todos aquellos elementos con los que no armoni-
zan. Los espíritus son afectos y, en consecuencia, adoptan
una forma humana que se parece a sus afectos.
Puesto que ésta es su naturaleza, en ellos se respira
continuamente un gran afecto hacia lo que es verdadero
en cuanto a las actividades útiles de la vida.
El Señor proporciona al amor de estos individuos las
actividades útiles que se adaptan a su naturaleza esencial,
y este amor es intensificado mediante las esperanzas que
alberga el individuo por convertirse en un ángel.
Ahora, todas las actividades útiles del Cielo son enfo-
cadas hacia un mismo punto, es decir, hacia el reino del
Señor que, ahora, también es su patria; todas estas activi-
dades útiles se hacen mucho más efectivas cuanto más se

97
adaptana esteuso común.Porestemotivo,estasactivi-
dades útiles del individuo, que van más allá de lo palpa-
ble, son buenas y celestiales. Así pues, el afecto hacia
lo que es bueno se halla vinculado al afecto por una ac-
tividad útil de forma en que las cosas verdaderas que
aprenden son cosas verdaderas que forman parte de las
actividades útiles.
Así son instruidos y preparados para su ingreso en el
Cielo los espíritus angelicales.
Existen muchas formas diferentes en las que una ver-
dad adaptada a una utilidad puede ser inculcada, algunas
de ellas incluso desconocidas en este mundo. Con fre-
cuencia, estos medios conciernen a descripciones de acti-
vidades útiles que son presentadas de mil formas distin-
tas en el mundo espiritual, con tanta gracia y encanto, que
penetran el espíritu desde los elementos más interiores,
pertenecientes a la mente, hasta los elementos más exte-
riores, pertenecientes al cuerpo, afectando así a todo el ser
de la persona.
En consecuencia, los espíritus se convierten práctica-
mente en su propia actividad útil, de forma que cuando
entran en la comunidad a la que pertenecen, tras haber
sido introducidos allí después de su aprendizaje, se ha-
llan involucrados en su propia vida al mismo tiempo que
también se hallan involucrados en sus propias activida-
des útiles.
A través de estas consideraciones, podemos concluir
que las ideas, que son verdades externas, no influyen
para nada en la entrada en el Cielo. Más bien es la vida
misma quien lo hace, la cual es una vida de actividades
útiles, impartidas por medio de las ideas.
98
Había algunos espíritus que, en el mundo, se habían
convencido a sí mismos a través del pensamiento de que
iban a entrar en el Cielo y de que iban a ser aceptados
antes que otros porque eran cultos y conocían muy bien
las Escrituras y la doctrina de varias Iglesias. Así pues, es-
taban plenamente convencidos de su sabiduría y estaban
seguros de ser aquellos que la gente describía como «los
sabios brillarán como el resplandor del firmamento y
como las estrellas» (Daniel 12:3). Pero fueron examina-
dos para ver si sus ideas pertenecían a sus memorias o a
sus vidas.
Otros sentían un verdadero afecto por la verdad, es
decir, por las actividades útiles que, al ser distintas de los
asuntos físicos y mundanos, son esencialmente espiri-
tuales. Tras haber sido enseñados, eran aceptados en el
Cielo.
Entonces, se les permitía conocer el resplandor
celestial, la divina verdad que es la de la luz del Cielo, a
través de las actividades útiles, las cuales reciben los ra-
yos de luz y los transforman en diferentes tipos de res-
plandor.
Pero también había personas cuyas ideas permanecían
únicamente en sus memorias, dirigidas hacia la adquisición
de una habilidad para poder aplicar la lógica a cuestiones re-
lacionadas con la verdad, así como hacia la «experimenta-
ción» de todas aquellas propuestas que habían aceptado
como principios. Incluso, aunque estos principios fuesen
falsos, una vez los habían «experimentado», los veían como
verdaderos.
Ahora, estas personas no se hallaban en absoluto in-
mersas en la luz celestial, sino totalmente cegadas por

99
una fe procedentedel orgullo(con frecuenciarelacio-
nada con este tipo de inteligencia) y convencidas de
que eran mucho más cultas que los demás y que, por
ello, serían conducidas hasta el Cielo y los ángeles serí-
an sus servidores.
Así pues, y con el fin de apartarlas de sus insensatas
creencias, fueron conducidas hasta el primero o más ex-
terior de los cielos para ser introducidas en una comuni-
dad angélica en particular. Pero, mientras estaban en el
proceso de entrada, sus ojos resultaron cegados por el in-
tenso resplandor de la luz celestial; su discernimiento se
hizo confuso y, finalmente, empezaron a hacer los mis-
mos esfuerzos para respirar que hace una persona cuan-
do está a punto de morir. Y cuando sintieron el calor del
Cielo, que es el del amor celestial, empezaron a sentirse
torturados por dentro. Y, en consecuencia, tuvieron que
ser bajadas de nuevo. Después de esto, se les enseñó que
las ideas no son las que convierten a alguien en ángel,
sino que es la verdadera vida adquirida a través de las
ideas puesto que, en sí mismas, las ideas están fuera del
Cielo, mientras que la vida, adquirida a través de la ideas,
está dentro del Cielo.
Una vez que los espíritus eran preparados para el
Cielo a través de las enseñanzas impartidas en los luga-
res anteriormente mencionados ( esto no duraba mucho,
puesto que los espíritus se hallaban involucrados en un
sinfín de conceptos espirituales a la vez, los cuales abar-
caban varios elementos a un mismo tiempo), eran vesti-
dos con ropas angelicales, la mayoría de ellas blancas, al
igual que pensamientos convertidos en lino. Así vesti-
dos, los espíritus eran conducidos hasta un camino que
100
se dirigía hacia el Cielo y, una vez allí, eran entregados a
los ángeles guardianes. Entonces, pasaban a ser acepta-
dos por otros ángeles e introducidos en las comunida-
des y, desde allí, a otras muchas formas de felicidad.

101
81 La vida en el Cielo no es tan dura
como se cree la gente

Algunas personas piensan que la vida en el Cielo, deno-


minada también vida espiritual, debe de ser muy dura
porque han oído decir que, para acceder a ella, hay que re-
nunciar al mundo, abandonar los apetitos asociados con
el cuerpo y con la carne y vivir como seres espirituales.
Creen que esto equivale a desechar todo cuanto pertene-
ce a este mundo, en particular la riqueza y el prestigio, a
permanecer sumidos en una meditación continua sobre
Dios, sobre la salvación y sobre la vida eterna y a pasarse
todas sus vidas rezando, leyendo las Escrituras y otros
tipos de literatura religiosa. Están convencidas de que esto
es renunciar al mundo y vivir con el espíritu en lugar de
con la carne.
Pero un sinfín de experiencias, así como numerosas
conversaciones con los ángeles, me han permitido llegar a
descubrir que la situación es completamente distinta. De
hecho, las personas que renuncian al mundo y viven con
el espíritu de esta forma, no hacen más que crearse una
aburrida vida a sí mismas, una vida en absoluto receptiva
a las alegrías del Cielo, ya que la vida de cada uno está en
su propio interior. Por el contrario, si las personas acep-

103
tan la vida celestial,deben intentarviviren el mundo tal
como es involucrarse plenamente en él. Entonces, y a tra-
vés de una vida moral y cívica, reciben también una vida
espiritual. Ésta és la única forma en que se puede llegar a
crear una vida espiritual en las personas, es decir, la única
forma en que sus espíritus pueden ser preparados para el
Cielo.
Porque vivir una vida interior sin vivir una exterior al
mismo tiempo, equivale a vivir en una casa sin cimientos
en la que, gradualmente, van apareciendo grietas y huecos
y todo se tambalea hasta que termina por derrumbarse.
Si nos fijamos en la vida de una persona y la examina-
mos de forma racional, descubriremos que es triple; veremos
que existe una vida espiritual, una vida moral y una vida cí-
vica, y encontraremos estas vidas muy distintas entre sí. Por-
que hay personas que viven una vida cívica,pero no una vida
moral o una espiritual. También hay personas que viven una
vida cívica y una vida moral, al mismo tiempo que viven
una espiritual. Estas últimas son las que, realmente, están vi-
viendo una vida celestial, pues las demás no hacen más que
vivir una vida mundana; una vida que no tiene nada que ver
con la vida en el Cielo.
La primera conclusión a la que podemos llegar es que la
vida espiritual no está reñida con la vida normal y cotidia-
na, es decir, con nuestra vida en el mundo, sino que ambas
se hallan tan unidas como el alma con el cuerpo; cuando
éstas son separadas es como vivir en una casa sin cimientos.
Una vida cívica y moral es un claro reflejo de una vida
espiritual, ya que las buenas intenciones están muy rela-
cionadas con la vida espiritual, así como las buenas accio-
nes también lo están con la vida cívica y moral. Si la vida
104
cívica y moral se halla separada de la vida espiritual, ésta
no estará formada más que por pensamientos y por pala-
bras y, entonces, las intenciones, que son la verdadera
parte espiritual de la persona, desaparecerán porque care-
cerán de cimientos donde apoyarse. Las consideraciones
que a continuación vamos a presentar a este respecto, nos
permitirán poder ver que la vida en el Cielo no es tan dura
como se cree la gente.
¿Quién no puede vivir una vida cívica y moral al
mismo tiempo? A todos se nos enseña a ello desde nues-
tro nacimiento y se nos reconoce por ello a través de nues-
tra vida en el mundo. Todos, buenos o malos, la viven por
igual, porque ¿quién no desea ser considerado como al-
guien honesto y amable?
Exteriormente, casi todas las personas practican la ho-
nestidad y la justicia, incluso hasta el punto de llegar a pare-
cer honestas y bondadosas. Las personas espirituales tam-
bién necesitan vivir de esta misma forma, lo cual pueden
hacer con tanta facilidad como el resto de la gente, la única
diferencia estriba en que éstas creen firmemente en lo que
es divino y se comportan de forma honesta y bondadosa,
no sólo porque siguen las leyes morales y civiles, sino tam-
bién porque siguen las leyes divinas. Las personas que pien-
san en lo divino mientras actúan están en contacto con los
ángeles del Cielo. Mientras hacen esto, permanecen unidos
a ellos y, de esta forma, su personalidad interior se abre, la
cual, en sí misma, es la persona espiritual.
Cuando las personas obran de este modo, son adopta-
das y dirigidas por el Señor sin que se den cuenta de ello.
Entonces, cualquier cosa buena u honesta que hagan du-
rante su vida moral y cívica, es realizada a través de una
105
fuenteespiritual.Haceralgobuenoy honestoa travésde
una fuente espiritual es hacerlo a través de aquello que es
genuinamente honesto y bondadoso, es decir, desde el co-
razón.
Las leyes de la vida espiritual, las leyes de la vida cívi-
ca y las leyes de la vida moral nos son transmitidas a tra-
vés de los Diez Mandamientos. Primero están las leyes de
la vida espiritual, después, las de la vida cívica y, por últi-
mo, las de la vida moral.
Exteriormente, las personas menos espirituales viven
estos preceptos de forma parecida a la que lo hacen las
personas más espirituales. Al igual que éstas, van a la
iglesia, escuchan los sermones, adoptan un aspecto pia-
doso, no matan, no cometen adulterio, no roban, no le-
vantan falsos testimonios, ni tampoco despojan a sus se-
mejantes de sus posesiones, etcétera. Pero lo hacen por
su propio egoísmo, es decir, para poder conservar las
apariencias.
Pero las cosas son distintas para las personas que sien-
ten en su corazón aquello que es divino, que han dejado
que las leyes divinas guíen las acciones de su vida y que
han vivido de acuerdo con los preceptos de los Diez
Mandamientos. Cuando éstas se concentran en sus aspec-
tos interiores es como si pasasen de la oscuridad a la luz,
de la ignorancia a la sabiduría y de una vida triste y llena
de amargura a una vida llena de felicidad. Esto se debe a
que se hallan rodeadas por lo divino y, por lo tanto, en el
Cielo.
Ahora podemos ver que vivir en el Cielo no es algo tan
duro como se cree la gente. Cuando hay algo que no es
honesto ni justo, las personas lo saben porque su espíritu
106
se conmueve ante ello y, simplemente, piensan que no
deben hacerlo porque va en contra de los preceptos divi-
nos. Cuando las personas tienden a actuar así, conforme
se acostumbran a ello, cada vez les cuesta menos hacerlo
y, entonces, poco a poco, van consiguiendo entrar en el
Cielo. Simultáneamente, también se van abriendo las fa-
cultades más elevadas de su mente y, al abrirse, se dan
cuenta de las cosas que son deshonestas e injustas y, al ser
capaces de verlas, también son capaces de desprenderse
de ellas. Na die es capaz de desprenderse del mal hasta
después de haberlo visto.
Éste es un estado que las personas pueden llegar a al-
canzar gracias a su libertad. ¿Acaso hay alguien que no
tenga la libertad de poder pensar de esta forma? En cuan-
to empiezan a actuar así, el Señor les proporciona todas
las cosas buenas, y no sólo las ayuda para que puedan ver
los elementos malignos, sino también para que los des-
precien y, en consecuencia, puedan evitarlos. Éste es el sig-
nificado de las palabras del Señor.

«Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»


(Mateo 11:30)

Una vida en el Cielo no es una vida aislada del mundo,


sino involucrada en él. Una vida de piedad sin una vida
de caridad (lo que tan sólo ocurre en este mundo) no
conduce al Cielo. Lo único que puede conducir al Cielo es
una vida de caridad, de honradez y de justicia que im-
pregne todos nuestros actos y nuestras obras, procedente
de una fuente más interior, es decir, de una fuente celes-
tial. Estafuente se halla presenteen esta vida cuando una
107
personase comportade una formajustay honrada,sim-
plemente porque desea seguir las leyes divinas. Este tipo
de vida no es duro en absoluto.

108
*1 Índice

1. Despertar tras la muerte y entrar


en la vida eterna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
2. Una persona no deja nada tras ella,
excepto un cuerpo terrenal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
3. La calidad de la persona después de su muerte ... 35
4. El cambio de los placeres después de la muerte ... 57
5. El primer estado después de la muerte .......... 69
6. El segundo estado después de la muerte ......... 77
7. El tercer estado después de la muerte ........... 93
8. La vida en el Cielo no es tan dura
como se cree la gente ........................ 103

109

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