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Reflexiones sobre la ética y las finanzas (II)

BY ANTONIO ARGANDOÑA
Posted on enero 18, 2019
En una entrada anterior con este mismo título me preguntaba de quién era la culpa de que
hubiesen tantos casos no éticos en el mundo de las finanzas. Es una vieja cuestión: ¿es una
manzana, que corrompe el cesto, o es el cesto el que corrompe las manzanas? La respuesta
es importante: la culpa, ¿es de los agentes financieros? ¿O de las entidades financieras? ¿O
quizás del sistema? ¿O todos tienen su parte de culpa?

“¡Un momento!”, protesta el lector: “la ética es siempre de la persona, porque es la que
actúa”. Sin duda. Pero la persona no actúa en el vacío, sino en un entorno, y aunque la
responsabilidad final sea personal, hemos de considerar también el entorno, sobre todo el
que forman otras personas. Por eso, la ética económica o financiera puede ser vista desde
tres niveles: la persona que decide, la organización en la que está, y la sociedad en que se
mueve.

Empecemos por la persona: ¿por qué un vendedor de productos financieros engaña al


cliente, diciéndole, por ejemplo, que el nivel de riesgo del producto es muy bajo, cuando no
es verdad, sino que, con una probabilidad no pequeña, el cliente puede arruinarse? Bueno,
pensemos cómo toma decisiones una persona. Tiene unas motivaciones: quiere ganar un
sueldo, quizás una promoción, quiere pasarlo bien, no tener problemas, divertirse en su
trabajo, hacer amigos, sacar adelante su familia, que la empresa no se hunda, quizás
también que el cliente se lleve un buen producto… Habitualmente decimos que la
moralidad de su acción depende de tres cosas: el objeto, el fin y las circunstancias.
El objeto, suponemos, es vender un producto que puede ser útil para el cliente. El fin o
intención puede ser, realmente, satisfacer la necesidad del cliente, o engañarle para que
compre, o quitarnos de encima un producto que nadie quiere, o ver qué tal nos manejamos a
la hora de colocar un producto difícil… en fin, las motivaciones mencionadas antes. Y
las circunstancias: el cliente es un excelente conocedor del mundo financiero o es una
persona sin cultura económica, está en pleno uso de sus facultades o está hundido en la
miseria por un problema familiar, tiene un gran patrimonio o es más pobre que una rata…
Y el vendedor tiene ya una larga experiencia y reputación, o está recién llegado y con un
contrato basura que puede acabar en despido muy pronto, y tiene que sacar una familia
numerosa adelante o es un joven sin especiales deberes próximos…

Hasta aquí, un caso típico de decisión personal. Pero esa persona es un empleado de
una institución financiera, en un año no muy bueno para los beneficios de los bancos, en
un mercado muy competido, en un entorno financiero y ético determinado. Debemos
ampliar nuestro punto de vista. El próximo día.

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