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UASD
SUSTENTADOS POR:
Juan H Soto de Jesús
MATRICULA:
100209627
ASIGNATURA:
Sociología Jurídica
TEMA:
Validación del Trabajo Final de Investigación de Sociología Jurídica ante la
Sociedad
PROFESOR:
Amín Pérez
Introducción
El siguiente trabajo nos trata de la historicidad del poder punitivo y cómo este es un
instrumento de virtualización social. Se propuso, por un lado, desnaturalizar este
modelo y dar cuenta de su lugar funcional o disfuncional al poder y, por el otro,
demostrar que no resuelve el conflicto, porque una de las partes está, por definición,
excluida de la decisión.
Lo importante del poder punitivo es la vigilancia que las agencias ejecutivas ejercen
sobre todos los que andamos sueltos. No nos vamos a ocupar del poder de vigilancia
acá, ya que Focault lo hizo hace unos cincuenta años. Pero lo cierto es que unos pocos
ladrones tontos y los aislados psicópatas son los que legitiman nuestro sometimiento a
crecientes medidas de control.
Para el poder es mucho más importante que criminalizar a un ladronzuelo, saber dónde
vamos, con quién hablamos, qué leemos etc. Porque todo eso es material de control
como de eventual extorsión. Y este poder se le escapa de las manos al propio Estado
cuando se privatiza. Se expanden las bases de datos personales manejadas por
corporaciones que pasan a ser verdaderos servicios de inteligencia privados. La
información no queda en manos estatales sino de corporaciones.
El sistema punitivo, propio de las sociedades verticalizadas, jerarquizadas y
militarizadas, fue, afirma el autor, lo que permitió al imperio romano extenderse por el
mundo conocido y luego del siglo XII permitió a Europa las bases para colonizar el
mundo por conocer. Sociedades de las cuales somos producto y es en este sentido que
se debe entender el título del fascículo, conservando plena vigencia los discursos
legitimantes del poder punitivo de la Edad Media.
Para la criminología mediática, si el sistema penal tiene por función real canalizar la
venganza y la violencia de la sociedad, es fundamental que las personas crean que el
poder punitivo está neutralizando al causante de todos sus males. Así todos los miedos
de una sociedad se canalizan por parte de los medios en el miedo a la inseguridad
delictiva.
La criminología mediática, por la urgencia de respuesta, recurre a la causalidad mágica.
Los medios de comunicación construyen una víctima y un victimario perfectamente
identificables.
Dentro del conjunto de penas existentes, la prisión es un tema que requiere un
tratamiento particular y específico.
La criminología debe abandonar su pretensión aséptica para entrar al campo de la crítica
de las ideologías, con el objeto de analizar las palabras y establecer cuándo estas
constituyen una técnica de preparación de masacre.
El poder punitivo y la verticalización social
Los crímenes de masa son cometidos por un poder punitivo descontrolado, o sea, que
las propias agencias del poder punitivo cometen los crímenes más graves cuando
operan sin contención.
Es verdad que muchos de estos crímenes se imputan a fuerzas militares, pero también
es cierto que, fuera de los casos en que son auténticos crímenes de guerra, estas fuerzas
los han cometido operando funciones materialmente policiales y no bélicas.
Zaffaroni: nos desplazamos hacia un terreno mucho más complejo, donde las respuestas
idealistas del penalismo tradicional no alcanzan y la criminología omite, y donde el
narcisismo - que nos ha entrenado para responder a los más variados conflictos con el
poder punitivo - debe recoger su vistoso velamen, porque de lo contrario naufraga en la
tempestad. Debemos explorar un paraje de profundidades a las que no estamos
habituados en la doctrina penal y en la criminología. El autor señala que es tal que no
necesita calificar naturalísimamente al enemigo; éste no está señalado por nada,
simplemente es quien el político elige como tal. El único Estado fuerte sería el delirante
y, por ende, absoluto. Porque -como todo delirio - no admite corrección.
Zaffaroni se interroga por qué un grupo humano procura semejante acumulación hasta
llegar al poder absoluto; y cuál es la razón de la formidable eficacia política de este
recurso que se reitera sin desgastarse a lo largo de milenios pese a verificar que siempre
acaba en un crimen masivo. El penalismo en masa le quitase el discurso, la incitación
pública a la venganza quedaría reducida a lo que es: pura publicidad mediática, con las
limitaciones que reconoce la publicidad de cualquier producto.
La criminología mediática
La criminología mediática está estructurada por los medios de comunicación, los cuales
construyen la cuestión criminal en base a estereotipos, estigmatizaciones, causalidades
mágicas; mostrando violencia y exagerando las noticias criminales, de la misma
manera, utilizan un lenguaje hiperbólico, hecho que repercute en el incremento de la
percepción de inseguridad y promulgación de nuevas leyes penales. Así mismo, se
evidencia cómo el estado ejerce control en la sociedad a través del miedo al crimen.
La criminología mediática asume el discurso de la higiene social: ellos son las heces del
cuerpo social. Continuando el razonamiento –que aquí suele interrumpirse–, resultaría
que este producto normal de descarte debe canalizarse mediante una cloaca: el sistema
penal.
La motivación básica y previa a este trabajo es, sin duda, una actitud crítica ante los
procesos de estigmatización y de violación a derechos humanos y oportunidades que
pueden presentársele a una persona cuando a través de un discurso estigmatizante, ha
tenido que permearse en el filtro de la mediatización degradadora de su “yo existencial”,
y se ha llevado casi a la cosificación y pérdida de su dignidad humana, por el simple
hecho de pertenecer a un determinado grupo social, con un acento, valores y costumbres
distintas, el inmigrante, quien para “los nosotros” son actores principales en la
“comedia” de la criminalización de las conductas desviadas.
Desde hace algún tiempo, los ilustrados, los teóricos y criminólogos han venido
estudiando el concepto de “delito”, unos le rinden tributo a una conceptualización
etiológica de delito, y esgrimen que debe considerársele como un ente ontológico per se,
y otros ritualizan una connotación más subjetiva, es decir, el delito como el producto de
una reacción social, o sea, una situación problemática producto de las fuerzas vivas
sociales, y más teóricamente analizado, otros concluyen que los delitos son
construcciones simbólicas de esas interrelaciones del individuo como actor social, en la
función que le corresponde en su interacción con “los otros”, con esa indisoluble
otredad social. Sin embargo, los más recientes planteamientos han propuesto que la
noción de delito surge a partir de las prácticas de los aparatos de control social, entonces
el delito es una ficción creada por el sistema penal.
La prisionización reproductora
La criminología mediática impulsa una solución tan absurda como la del FMI en la
economía, pues lleva a un círculo vicioso: más prisionización, más homicidios y así
hasta el estado neostalinista o, en nuestro contexto, hasta que la cárcel se convierte en
un campo de concentración y así hasta los 40.000 muertos mexicanos. La prisión en
nuestros países es una institución muy deteriorada.
La sociedad carcelaria como la llama Elías Neuman tiene su propia jerarquía interna.
Los presos asocian al recién llegado a un estereotipo conforme al delito cometido y en
razón de éste y de sus características personales se lo vincula a un estamento de esa
jerarquía. El preso debe comportarse respondiendo al rol que demanda el estereotipo,
pues de lo contrario provoca las disrupciones (reacciones agresivas) que pueden costarle
la vida. Asumiendo ese rol se adapta a la vida carcelaria. Los estereotipos se
internalizan y se reafirman con las nuevas y constantes demandas de rol, con lo que
cabe imaginar el poderoso efecto de fijación del rol desviado asumido a lo largo de una
prisionización de muchos años.
Por otra parte, el rol del preso en la prisión a veces es destacado conforme a los
“valores” carcelarios, pero a su egreso desaparece. El personaje temido, el duro o
corvinero, es en la calle una persona más de las miles en quienes nadie repara. La
prisionización puede acabar con todo proyecto de vida extra-muros como límite del
deterioro, y condicionar incluso hechos violentos como forma de suicidio inconsciente o
de regreso al mundo en que tenía un rol destacado. Realmente, es un milagro que
cuando el preso egresa no reincida, porque está sometido a un mecanismo de matricería
humana capaz de marcarle el rol en forma indeleble. Varias razones hacen que este
aparato no siempre tenga éxito y que la autopercepción de la persona cambie. En
principio, el homicida entre los conocidos no tiende a reincidir, porque su conducta no
forma parte de una profesión; por lo general es un buen preso. En otros casos, la
adquisición de un nivel de instrucción y de alguna habilidad profesional o grado
determina un cambio de auto percepción.
Los criminales violentos no son el problema que afrontan estas leyes y tampoco el que
crean las mayores penas a ellos, sino que llenan las cárceles con los que no han
cometido ningún asesinato e incluso con los que no han hecho nada, con una altísima
probabilidad de convertirlos en criminales violentos por efecto reproductor. En otro
orden de cosas, la maraña legislativa creada por las constantes reformas penales lesiona
la seguridad de todos, pues la ley penal pierde certeza, nadie sabe lo que está prohibido
penalmente, toda ilicitud tiende a volverse ilicitud penal como el creer que un bonsay
valga más que la vida o libertad de un ser humano, la vieja aspiración a las leyes claras
queda olvidada. El permanente recurso a la criminalización la banaliza en lugar de
jerarquizarla.
Conclusión
Al concluir este trabajo puedo decir que el poder punitivo, con la intención de deshacer
esa creencia en su naturalidad, para esto se aboca a la tarea de distinguir a la coerción
que se ejerce para detener una acción de aquella que se ejerce para repararla. Es en este
último caso, afirma el autor, donde surgiría el poder punitivo cuando el Estado remplaza
al verdadero lesionado, de modo que punitivo no resuelve el conflicto sino que lo
cuelga, como una prenda que se saca del lavarropas y se tiende en la soga hasta que se
seque, la coerción deja de reparar y el poder punitivo toma como fin otras metas, ya sea
reformar, castigar.
Cabe señalar que básicamente que en razón de que el poder punitivo primario o político
no recae en el aparato judicial sino más bien en el aparato policial respondiendo a la
criminología mediática, el poder judicial debe servir como contención y control sobre el
ejercicio del poder punitivo negativo. Se puede observar así como la criminología
cautelar tomada como criminología militante se contrapone a la criminología mediática.
Y creo que en definitiva es esta característica de “militante” que atribuye a la
criminología cautelar la que lo llevo a escribir estas líneas, atento a su intención de
llegar al pueblo.
Bibliografía