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ÓUNIVERSIDAD AUTONAMA DE SANTO DOMINGO

UASD

SUSTENTADOS POR:
Juan H Soto de Jesús
MATRICULA:
100209627
ASIGNATURA:
Sociología Jurídica
TEMA:
Validación del Trabajo Final de Investigación de Sociología Jurídica ante la
Sociedad
PROFESOR:
Amín Pérez
Introducción
El siguiente trabajo nos trata de la historicidad del poder punitivo y cómo este es un
instrumento de virtualización social. Se propuso, por un lado, desnaturalizar este
modelo y dar cuenta de su lugar funcional o disfuncional al poder y, por el otro,
demostrar que no resuelve el conflicto, porque una de las partes está, por definición,
excluida de la decisión.
Lo importante del poder punitivo es la vigilancia que las agencias ejecutivas ejercen
sobre todos los que andamos sueltos. No nos vamos a ocupar del poder de vigilancia
acá, ya que Focault lo hizo hace unos cincuenta años. Pero lo cierto es que unos pocos
ladrones tontos y los aislados psicópatas son los que legitiman nuestro sometimiento a
crecientes medidas de control.
Para el poder es mucho más importante que criminalizar a un ladronzuelo, saber dónde
vamos, con quién hablamos, qué leemos etc. Porque todo eso es material de control
como de eventual extorsión. Y este poder se le escapa de las manos al propio Estado
cuando se privatiza. Se expanden las bases de datos personales manejadas por
corporaciones que pasan a ser verdaderos servicios de inteligencia privados. La
información no queda en manos estatales sino de corporaciones.
El sistema punitivo, propio de las sociedades verticalizadas, jerarquizadas y
militarizadas, fue, afirma el autor, lo que permitió al imperio romano extenderse por el
mundo conocido y luego del siglo XII permitió a Europa las bases para colonizar el
mundo por conocer. Sociedades de las cuales somos producto y es en este sentido que
se debe entender el título del fascículo, conservando plena vigencia los discursos
legitimantes del poder punitivo de la Edad Media.
Para la criminología mediática, si el sistema penal tiene por función real canalizar la
venganza y la violencia de la sociedad, es fundamental que las personas crean que el
poder punitivo está neutralizando al causante de todos sus males. Así todos los miedos
de una sociedad se canalizan por parte de los medios en el miedo a la inseguridad
delictiva.
La criminología mediática, por la urgencia de respuesta, recurre a la causalidad mágica.
Los medios de comunicación construyen una víctima y un victimario perfectamente
identificables.
Dentro del conjunto de penas existentes, la prisión es un tema que requiere un
tratamiento particular y específico.
La criminología debe abandonar su pretensión aséptica para entrar al campo de la crítica
de las ideologías, con el objeto de analizar las palabras y establecer cuándo estas
constituyen una técnica de preparación de masacre.
El poder punitivo y la verticalización social

¿Qué entendemos por Poder Punitivo?


El poder punitivo es una construcción humana, cuyo origen parece ser tan difuso que
parece casi natural su presencia. Sin embargo existe porque fue creado, funciona, y
sigue tan vigente en sus formas desde las más toscas, precarias y visibles hasta las más
sutiles y engañadoras que ni se llegan a percibir. “Una de las tantas características que
tiene el poder punitivo es que hace centrar la mirada sobre la cuestión grave, la
emergencia, del mal que éste pretende combatir y contra el que libra su guerra.”
Cuando hablamos de inseguridad, inmediatamente pensamos en el delito y somos
altamente sensibles ante hechos delictivos con altos componentes de violencia.
Reclamamos a nuestras autoridades competentes - con legitimidad - la contención e
inhibición de aquellos procesos que devienen en el delito. El desafío está en cómo se
ejerce el cumplimiento de dicha demanda ciudadana. En efecto, si la respuesta se
vincula solamente al poder punitivo, éste tiene características esenciales que excluye
otras formas y además su propuesta no resuelve el conflicto social subyacente. La
acción verticalizada del poder punitivo aparenta firmeza, ya que ofrece un estilo
represivo, se alimenta la también aparente dureza penal y presenta en el horizonte a la
cárcel como único camino. Sin embargo, tal acción refuerza la verticalidad de la
autoridad, a la vez que aumenta significativamente el riesgo de tomar un modelo de
seguridad con formato de guerra policial/militar, que sale en conquista de espacios y
territorios aparentemente entregados a "la delincuencia".
Se sabe que las posibles soluciones no pasan por el aumento de las cargas punitivas,
¿porque se insiste en transitar este camino? Esto nos interpela, nos urge como sociedad
a intentar otros caminos más integrales, con participación activa de distintos actores
involucrados, evitando razonamientos y discursos simplistas y lineales.
Zaffaroni explicó la historicidad del poder punitivo y cómo este es un instrumento de
virtualización social. Se propuso, por un lado, desnaturalizar este modelo y dar cuenta
de su lugar funcional o disfuncional al poder y, por el otro, demostrar que no resuelve el
conflicto, porque una de las partes está, por definición, excluida de la decisión. A través
del análisis del caso de Marina Schiffrin, se indagó en la criminalización de la protesta,
la composición social de los procesados por protestar y el poder punitivo como
herramienta para romper lazos sociales horizontales.
El aparato canalizador de venganza
El sistema penal es el aparato que regula el poder punitivo operando el sistema de
canalización de la venganza.
De su funcionamiento depende que esta se contenga con cautela, condicionando la
prevención de masacres y, eventualmente, el propio destino de nuestra especie. Pese a la
experiencia milenaria del poder punitivo y de las reiteradas masacres como una sucesión
de pulsiones entre la venganza y el poder de contención jurídica, cuesta esfuerzo tomar
conciencia de que la sustancia del poder masacrado es la misma que contenemos
jurídicamente en el sistema penal, porque nos han colonizado mentalmente en especial
en las facultades de derecho- mostrándonos el sistema penal como un instrumento de la
justicia, cuando en verdad a la pobre justicia el sistema penal le rompe la balanza y
aprovechando que es ciega, le hace dar sablazos hacia donde quiere. Subrayando esto
vamos a ver cómo opera el conjunto de agencias que deciden el ejercicio del poder
punitivo, o sea, el sistema penal.
Las agencias del sistema penal son especificas o inespecíficas.
Según se ocupen sólo predominantemente del ejercicio de este poder, o bien incidan en
el marco de una incumbencia más amplia.
Especificas:Son las ejecutoras y policiales (incluyendo a la policía y a todos los
servicios de los Estados), las judiciales penales (incluye jueces, fiscales, defensores,
abogados y funcionarios administrativos), las penitenciarías, las de reproducción
ideológica (universidades, institutos de investigación especializados), las ONG´s
(dedicadas al tema), las internacionales (especializadas en los niveles mundial o
regional) y las transnacionales ( que influyen específicamente sobre los gobiernos desde
otros gobiernos).
Inespecíficas: Son los poderes legislativos y ejecutivos, los partidos políticos, y sobre
todo los medios masivos de comunicación (o aparato de publicidad del sistema penal).
Reconocemos de todos modos que los sistemas penales de los distintos países son
diferentes, y que hay diferencias aun dentro de un país federal. Vamos a avocarnos a la
experiencia latinoamericana, que si bien no difiere en cuanto a sus características
estructurales de los sistemas penales de otras latitudes, sus aristas suelen ser más
violentas que las centrales, pues corresponden a sociedades más estratificadas.
Entonces el estudio de nuestros sistemas arroja luz sobre los centrales, en los que es más
difícil encontrar la semilla de la masacre. Todo sistema penal tiene dos características
estructurales: sus agencias son compatimentalizadas y cada una de ellas tiene doble
discurso.
Compatimentalización: hace que carezcan de una dirección común, incluso cada una
depende de una autoridad diferente. El conjunto es algo así como una orquesta sin
director (o con muchos directores). Nadie es responsable del producto final, y suelen
imputárselo las unas a las otras.
El poder punitivo lo ejercen las agencias ejecutivas.
Todas las agencias del sistema penal inciden sobre el poder punitivo, pero no todas lo
ejercen.
Las que realmente ejercen el poder punitivo son las policiales, en el amplio sentido de la
expresión (servicios de inteligencia, aduanera, bancaria, de fronteras, tributaria). Las
otras agencias influyen sobre estas, las limitan o las impulsan pero no hacen ejercicio
directo al menos. Los jueces y los fiscales no salen a la calle a buscar delincuentes, sino
que las policías seleccionan para ellos a los candidatos a condenados. Hay otra razón
más fuerte para señalar a las agencias policiales, como las que ejercen ese poder en el
aspecto punitivo que tiene verdadera importancia, los jueces no tienen injerencia alguna.
Contra lo que se piensa el poder punitivo de criminalización secundaria no tiene mucha
importancia, porque recae sobre un número reducido, compuesto por algunos psicópatas
y los ladrones bobos. Puede objetarse que hay algún preso VIP, pero si analizamos los
casos es porque peleo o entro en pugna con algún otro poderoso. Y se despierta la
cuestión del embuste punitivo, que es cuando el poder punitivo se salpica a sí mismo y
debe entregar a alguno de sus miembros para apaciguar a los vulnerables organizados
que reclaman. Además se le da un trato especial en el encierro, como que la vida
carcelaria no está preparada para él ni él para la misma.
La estructura inquisitorial.
El proceso inquisitorial es el proceso judicial característico del Derecho inquisitorial,
cuyo principal rasgo consistía en la aplicación del principio inquisitivo(o de
oficiosidad), en contraposición al principio contradictorio.
Así, el sistema procesal penal de la Inquisición seguiría un modelo de justicia punitiva
en el que una parte o todo el tribunal que dictará sentencia, es también parte interesada
en el proceso penal, en lugar de una instancia imparcial entre dos partes enfrentadas.
Zaffaroni afirma que la estructura inquisitorial y por ende demonologa se mantiene
hasta nuestros días, y grafica esta estructura de la siguiente manera: “se alega una
emergencia, como una amenaza extraordinaria que pone en riesgo a la humanidad, a
casi toda la humanidad, a la nación, al mundo occidental y el miedo a la emergencia se
usa para eliminar cualquier obstáculo al poder punitivo que se presenta como la única
solución para neutralizarlo. Todo el que quiera oponerse u objetar ese poder es también
un enemigo, un cómplice o un idiota útil” es lo que se conoce como Derecho Penal del
Enemigo sobre lo cual escribe el autor en su obra titulada “El enemigo en el Derecho
Penal”. Siendo así la “emergencia” el elemento legitimante del poder punitivo, un
instrumento discursivo que sirve para crear un estado de paranoia colectiva.

Es interesante como basándose en el Malleus Maleficarum describe 20 núcleos


estructurales de este discurso inquisitivo que permanecen hasta la actualidad, que
entiendo podrían resumirse compilándose de la siguiente manera: El crimen más grave
provoca la emergencia generando una situación alarmante que solo se combate
mediante una guerra, de modo tal que quienes dudan de dicha emergencia son los
criminales debiendo neutralizárselos. Ante estos enemigos todo vale, se los puede
engañar e incluso se deben buscar métodos para extraerles la verdad y el señalamiento
de otros cómplices. Todo esto genera la necesidad de valorar los hechos de modo tal que
la duda recaiga ante quien está bajo sospecha, y esto facilita la comisión de hechos
delictivos por quienes acusan no recayendo sobre ellos duda alguna, puesto que además
quienes lideran son portadores de una imagen inmaculada ante enemigos inferiores. Se
genera un discurso moralizante, en donde quienes manejan el poder punitivo detentan
una calidad exenta de errores e inmunes al mal.

Los homicidios estatales o crímenes de masa.

Los crímenes de masa son cometidos por un poder punitivo descontrolado, o sea, que
las propias agencias del poder punitivo cometen los crímenes más graves cuando
operan sin contención.
Es verdad que muchos de estos crímenes se imputan a fuerzas militares, pero también
es cierto que, fuera de los casos en que son auténticos crímenes de guerra, estas fuerzas
los han cometido operando funciones materialmente policiales y no bélicas.

Zaffaroni: nos desplazamos hacia un terreno mucho más complejo, donde las respuestas
idealistas del penalismo tradicional no alcanzan y la criminología omite, y donde el
narcisismo - que nos ha entrenado para responder a los más variados conflictos con el
poder punitivo - debe recoger su vistoso velamen, porque de lo contrario naufraga en la
tempestad. Debemos explorar un paraje de profundidades a las que no estamos
habituados en la doctrina penal y en la criminología. El autor señala que es tal que no
necesita calificar naturalísimamente al enemigo; éste no está señalado por nada,
simplemente es quien el político elige como tal. El único Estado fuerte sería el delirante
y, por ende, absoluto. Porque -como todo delirio - no admite corrección.

Zaffaroni se interroga por qué un grupo humano procura semejante acumulación hasta
llegar al poder absoluto; y cuál es la razón de la formidable eficacia política de este
recurso que se reitera sin desgastarse a lo largo de milenios pese a verificar que siempre
acaba en un crimen masivo. El penalismo en masa le quitase el discurso, la incitación
pública a la venganza quedaría reducida a lo que es: pura publicidad mediática, con las
limitaciones que reconoce la publicidad de cualquier producto.

La criminología mediática

La criminología mediática está estructurada por los medios de comunicación, los cuales
construyen la cuestión criminal en base a estereotipos, estigmatizaciones, causalidades
mágicas; mostrando violencia y exagerando las noticias criminales, de la misma
manera, utilizan un lenguaje hiperbólico, hecho que repercute en el incremento de la
percepción de inseguridad y promulgación de nuevas leyes penales. Así mismo, se
evidencia cómo el estado ejerce control en la sociedad a través del miedo al crimen.

La criminología mediática (o televisiva) ejerce un rol indirecto pero que, esencialmente,


repercute en el día a día de las personas, aunque sean de cualquier sociedad. La
criminología mediática siempre apela a una creación de la realidad a través de
información, su información y desinformación en convergencia con prejuicios y
creencias, y basada en una etiología criminal simplista asentada en la “causalidad
mágica”. Aclaremos que lo mágico no es la venganza, sino la idea de una causalidad
canalizada contra determinados grupos humanos, que en términos de la tesis de René
Girard se convierten en chivos expiatorios.

El aspecto central de la versión actual de la criminología mediática proviene del medio


empleado: la televisión. Por eso, cuando decimos “discurso” es mejor entender
“mensaje”, en consonancia con la imposición de imágenes.

Esta característica es inalterable. En cambio, varían mucho la tecnología


comunicacional (desde el púlpito y la plaza hasta la televisión y la comunicación
electrónica) y la personificación de los chivos expiatorios.

La criminología mediática crea la realidad de un mundo de personas decentes frente a


una masa de criminales identificada a través de estereotipos. Así configura un ellos
separado del resto de la sociedad, por ser un conjunto de diferentes y malos. Este ellos
perturbador se construyen por semejanzas, para lo cual la TV es el medio ideal pues
juega con imágenes. Este ellos se construye sobre bases simplistas, internalizadas a
fuerza de reiteración y bombardeo de mensajes emocionales mediante imágenes:
indignación frente a algunos hechos aberrantes (no a todos, sino sólo a los de los
estereotipados); impulso vindicativo por identificación con la víctima (no con todas las
víctimas, sino sólo con las de los estereotipados y si es posible ajenas a ese grupo, pues
en tal caso se considera una violencia intergrupal propia de su condición inferior: se
matan porque son brutos).

La criminología mediática no la emprende contra asesinos, violadores y psicópatas,


pues éstos siempre fueron y serán condenados a penas largas en todo el mundo. La
criminología expresa su necrofilia en su vocabulario bélico, instigando a la aniquilación,
que en ocasiones se concreta con fusilamientos policiales. Cuando se pretende
encubrirlos, se esgrime en forma automática los supuestos datos del estereotipo:
frondoso prontuario, cuantiosos antecedentes, drogado.

La criminología mediática asume el discurso de la higiene social: ellos son las heces del
cuerpo social. Continuando el razonamiento –que aquí suele interrumpirse–, resultaría
que este producto normal de descarte debe canalizarse mediante una cloaca: el sistema
penal.

En cualquier cultura la causalidad mágica es producto de una urgencia de respuesta.


Esto no obedece a desinterés por la causalidad, sino justamente a la urgencia por
hallarla. En la criminología mediática sucede lo mismo: debe responderse ya; lo opuesto
es prueba de inseguridad.

La mediatización del crimen.

La mediatización se produce en el lenguaje mismo, en cualquier tipo de texto e


inclusive en nuestro estado primigenio mental, el cual es meramente discurso
lingüístico, nuestra mente. Después, eso que denominamos estructura cognoscitiva no es
más que esa“virtualidad relativa” de lo que habita en el ser humano, por su condición
cultural, pero que no es más que imágenes de lo que apenas se conoce, por eso en este
trabajo se identificarán los procesos mediáticos desde el lenguaje como medio hasta los
medios como lenguaje.

Sin el afán de incurrir en deslegitimaciones semánticas absurdas, ni tampoco tratando de


mitificar, lo que, por supuesto, sí pretendo seriamente reflexionar, empezaré
esgrimiendo que por pasiones personales irrenunciables, el acercarme al análisis de la
laberíntica semiótica de la cultura acerca de la comunicación me interesa más que
cualquier reflejo cuantitativo de datos“duros”, que, a su vez, es una forma más de
legitimar discurso, sobre todo porque he de referirme a una de sus específicas
herramientas, los medios de comunicación.

La motivación básica y previa a este trabajo es, sin duda, una actitud crítica ante los
procesos de estigmatización y de violación a derechos humanos y oportunidades que
pueden presentársele a una persona cuando a través de un discurso estigmatizante, ha
tenido que permearse en el filtro de la mediatización degradadora de su “yo existencial”,
y se ha llevado casi a la cosificación y pérdida de su dignidad humana, por el simple
hecho de pertenecer a un determinado grupo social, con un acento, valores y costumbres
distintas, el inmigrante, quien para “los nosotros” son actores principales en la
“comedia” de la criminalización de las conductas desviadas.

Desde hace algún tiempo, los ilustrados, los teóricos y criminólogos han venido
estudiando el concepto de “delito”, unos le rinden tributo a una conceptualización
etiológica de delito, y esgrimen que debe considerársele como un ente ontológico per se,
y otros ritualizan una connotación más subjetiva, es decir, el delito como el producto de
una reacción social, o sea, una situación problemática producto de las fuerzas vivas
sociales, y más teóricamente analizado, otros concluyen que los delitos son
construcciones simbólicas de esas interrelaciones del individuo como actor social, en la
función que le corresponde en su interacción con “los otros”, con esa indisoluble
otredad social. Sin embargo, los más recientes planteamientos han propuesto que la
noción de delito surge a partir de las prácticas de los aparatos de control social, entonces
el delito es una ficción creada por el sistema penal.

De acuerdo con una conferencia titulada “Sobre la comunicación en los medios de


comunicación”, ofrecida por Germán Rey (2007), “la comunicación es aquel proceso
que funciona desde contextos locales, no desde contextos universales por lo que trabaja
con conceptos que son transformables”, además asevera que el proceso de la
comunicación debe circunscribirse a otros dos procesos en donde estos contextos
locales se interpretan como entornos culturales, a saber:

1. Procesos de producción y transmisión de información, desde este punto de vista es


necesario visibilizar todo aquello que a simple vista parece invisible.

2. Procesos de percepción y representación. Lo percibido es lo que se produce a través


de medios de comunicación, y desde la perspectiva de este proceso la comunicación
sirve para establecer representaciones y pueden hacerse más para identificar a través de
símbolos. Otro de los conceptos que deben tenerse claros cuando se pretenden analizar
los procesos de significación de la comunicación producida en el contexto de los “más
media”, es el concepto de agenda y por lo tanto sus diversas manifestaciones.

La prisionización reproductora

El resultado más espectacular del Sistema penal es la prisionización, la privación de


libertad es en todo el mundo la columna vertebral del sistema de penas. La patología
política de los USA y su criminología mediática revivieron la deportación, aplicando a
los molestos penas de veinticinco años por delitos ínfimos: apoderamiento de un guante,
posesión de un grabador robado, tratar de cobrar un cheque de 100 dólares, usar una
licencia de conducir falsa, etc. Se trata de la vieja mala vida positivista, pero como no
pueden deportarlos ni tampoco matarlos, se los encarcela.

La prisionización innecesaria fabrica delincuentes, al igual que la estigmatización de


minorías en una clara profecía autor realizada (jóvenes con dificultades de identidad
asumen los roles desviados imputados mediáticamente, reafirmando los prejuicios
propios del estereotipo).

En todo el mundo civilizado salvo U SA la prisión prolongada reemplazó a la pena de


muerte. En el otro extremo, en ningún país con gobiernos racionales se penan
infracciones muy menores con prisión. Desde hace más de un siglo y medio se conocen
los efectos deteriorantes de la prisión y por eso se inventaron la probación y la
condenación condicional (en esto nadie ha inventado recientemente la pólvora ni el agua
tibia).

La criminología mediática impulsa una solución tan absurda como la del FMI en la
economía, pues lleva a un círculo vicioso: más prisionización, más homicidios y así
hasta el estado neostalinista o, en nuestro contexto, hasta que la cárcel se convierte en
un campo de concentración y así hasta los 40.000 muertos mexicanos. La prisión en
nuestros países es una institución muy deteriorada.

La sociedad carcelaria como la llama Elías Neuman tiene su propia jerarquía interna.
Los presos asocian al recién llegado a un estereotipo conforme al delito cometido y en
razón de éste y de sus características personales se lo vincula a un estamento de esa
jerarquía. El preso debe comportarse respondiendo al rol que demanda el estereotipo,
pues de lo contrario provoca las disrupciones (reacciones agresivas) que pueden costarle
la vida. Asumiendo ese rol se adapta a la vida carcelaria. Los estereotipos se
internalizan y se reafirman con las nuevas y constantes demandas de rol, con lo que
cabe imaginar el poderoso efecto de fijación del rol desviado asumido a lo largo de una
prisionización de muchos años.

Por otra parte, el rol del preso en la prisión a veces es destacado conforme a los
“valores” carcelarios, pero a su egreso desaparece. El personaje temido, el duro o
corvinero, es en la calle una persona más de las miles en quienes nadie repara. La
prisionización puede acabar con todo proyecto de vida extra-muros como límite del
deterioro, y condicionar incluso hechos violentos como forma de suicidio inconsciente o
de regreso al mundo en que tenía un rol destacado. Realmente, es un milagro que
cuando el preso egresa no reincida, porque está sometido a un mecanismo de matricería
humana capaz de marcarle el rol en forma indeleble. Varias razones hacen que este
aparato no siempre tenga éxito y que la autopercepción de la persona cambie. En
principio, el homicida entre los conocidos no tiende a reincidir, porque su conducta no
forma parte de una profesión; por lo general es un buen preso. En otros casos, la
adquisición de un nivel de instrucción y de alguna habilidad profesional o grado
determina un cambio de auto percepción.

Los criminales violentos no son el problema que afrontan estas leyes y tampoco el que
crean las mayores penas a ellos, sino que llenan las cárceles con los que no han
cometido ningún asesinato e incluso con los que no han hecho nada, con una altísima
probabilidad de convertirlos en criminales violentos por efecto reproductor. En otro
orden de cosas, la maraña legislativa creada por las constantes reformas penales lesiona
la seguridad de todos, pues la ley penal pierde certeza, nadie sabe lo que está prohibido
penalmente, toda ilicitud tiende a volverse ilicitud penal como el creer que un bonsay
valga más que la vida o libertad de un ser humano, la vieja aspiración a las leyes claras
queda olvidada. El permanente recurso a la criminalización la banaliza en lugar de
jerarquizarla.
Conclusión

Al concluir este trabajo puedo decir que el poder punitivo, con la intención de deshacer
esa creencia en su naturalidad, para esto se aboca a la tarea de distinguir a la coerción
que se ejerce para detener una acción de aquella que se ejerce para repararla. Es en este
último caso, afirma el autor, donde surgiría el poder punitivo cuando el Estado remplaza
al verdadero lesionado, de modo que punitivo no resuelve el conflicto sino que lo
cuelga, como una prenda que se saca del lavarropas y se tiende en la soga hasta que se
seque, la coerción deja de reparar y el poder punitivo toma como fin otras metas, ya sea
reformar, castigar.

La estructura inquisitorial y por ende demonologa se mantiene hasta nuestros días, y


grafica esta estructura de la siguiente manera: se alega una emergencia, como una
amenaza extraordinaria que pone en riesgo a la humanidad, a casi toda la humanidad, a
la nación, al mundo occidental, y el miedo a la emergencia se usa para eliminar
cualquier obstáculo al poder punitivo que se presenta como la única solución para
neutralizarlo.

La responsabilidad de la criminología mediática, es tal que hasta los expertos


reproducen su discurso, no es un discurso pensado por expertos que tratan el tema sino
solo una reproducción automática involuntaria de ellos y es así como esta criminología
en el pensamiento del autor adquiere autoridad científica.

Cabe señalar que básicamente que en razón de que el poder punitivo primario o político
no recae en el aparato judicial sino más bien en el aparato policial respondiendo a la
criminología mediática, el poder judicial debe servir como contención y control sobre el
ejercicio del poder punitivo negativo. Se puede observar así como la criminología
cautelar tomada como criminología militante se contrapone a la criminología mediática.
Y creo que en definitiva es esta característica de “militante” que atribuye a la
criminología cautelar la que lo llevo a escribir estas líneas, atento a su intención de
llegar al pueblo.
Bibliografía

Video de Miguel Ángel Argañaraz

Eugenio Raúl Zaffaroni - “La cuestión Criminal”.

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