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CULTURA Y CIVILIZACION EN LA SOCIEDAD INTERNACIONAL

Un aspecto que más es notable en el avance de las ciencias sociales en general, además de las
Relaciones Internacionales como la consolidación de una terminología y de una conceptualización
generalizada en la comunidad científica. Los interminables debates doctrinales generados por las
diferencias semánticas entre los especialistas, a la hora de denominar los mismos fenómenos
sociales, se suma, una no menos inagotable discrepancia en la definición de esos fenómenos. Estos
falsos debates son una consecuencia ineludible de la juventud de la mayoría de las ciencias
sociales, tiende a desaparecer con el propio desarrollo de las disciplinas, dando paso a consensos
generales sobre la denominación y significado de los principales conceptos teóricos. En la cuestión
terminológica, puede reducirse su alcance en una determinada investigación mediante el recurso
a la formulación de su significado. De este modo es posible dilucidar el valor científico del estudio
realizado atendiendo a la coherencia interna que demuestre entre los conceptos y postulados
teóricos adoptados, donde su adecuado empleo para explicar los fenómenos investigados, de otra,
dejando siempre abierta la posibilidad de que con otros conceptos, postulados y modelos teóricos,
se puedan alcanzar explicaciones distintas sobre los mismos fenómenos. En la tradición doctrinal
de las Relaciones Internacionales, el ámbito de los fenómenos culturales, al que sin duda
pertenecen los grandes movimientos religiosos y los procesos de comunicación social, ha recibido
muy escasa atención en comparación con la dominante perspectiva política. Ese vacío teórico
debe ser cubierto si realmente se pretende tener una visión completa de la evolución
experimentada por la sociedad.

Procediendo con el criterio de clarificación desde lo general a lo particular, las definitorias afectan
a los conceptos de cultura y civilización, ya que cualquier proceso de comunicación social sólo es
posible en la medida en que se desenvuelve en un contexto cultural. Un primer significado del
término cultura, es la que establece la analogía entre la dimensión síquica o espiritual de la
persona individual y la de la sociedad. Esta analogía, teórica y funcional, ha revelado muy
fructífera el marco de la Sociología tradicional, llegando incluso a constituir uno de los
fundamentos de nuevas disciplinas como la Antropología social. Braudel da el concepto de
civilización, en el siglo XVIII e inicialmente se identificó con la forma de vida y los conocimientos de
las sociedades avanzadas, contraponiéndose al término de barbarie que se atribuía a la forma de
vida y los conocimientos de los pueblos colonizados o más atrasados. Los franceses, británicos y
norteamericanos utilizarán el término civilización para referirse al conjunto de elementos
espirituales que posee una sociedad, nacional o internacional, mientras que el término cultura lo
aplicaron preferentemente a los aspectos espirituales que caracterizan la personalidad de los
individuos. Para los especialistas de estos países los conceptos de civilización y cultura hacen
referencia siempre a la dimensión inmaterial que existe y comparten los seres humanos (ideas;
valores; creencias; lenguas; religiones; etc.), mientras el primero de estos conceptos se atribuye a
los fenómenos inmateriales comunes a toda una sociedad, el segundo sólo se predica de los
fenómenos inmateriales específicos de las personas o de un reducido grupo de ellas.

Toynbee, en su extenso estudio histórico sobre la evolución de las civilizaciones, ha analizado las
diversas manifestaciones a través de las cuales se impone el orden jerárquico de unas
civilizaciones asaltantes sobre otras asaltadas, así como de las formas de resistencia civilizatoria
que oponen las segundas a las primeras. Estas manifestaciones las categoriza en tres grandes
fórmulas a las que denomina: “deshumanización”; “zelotismo y herodianismo” o “evangelismo”.
La primera de estas categorías presenta a su vez, cuatro expresiones generales: la
“infrahumanidad” atribuida al “pagano” al que se le niega su diferencia religiosa; la del “bárbaro”
del que se rechaza su diferencia cultural; la del “nativo” de quien se ignora su “humanidad” en
virtud de las diferencias políticas y económicas y, finalmente, la de las “razas inferiores” alegada
para privar de su "humanidad" (deshumanizar) a otras civilizaciones en virtud de las diferencias
étnicas o raciales.

Merle ha realizado una interesante aportación en este terreno de esta disciplina, al estudiar las
distintas formas en las que el factor cultural ha incidido en las relaciones internacionales,
partiendo de una tesis general según la tensión y conflictividad generada por las relaciones
culturales se acentúa cada vez que las sociedades con culturas diferentes e históricamente
aisladas entre sí entran en contacto generando unas relaciones interculturales. El análisis de
Toynbee y las precisiones de Merle aportan claves de interpretación para comprender el
desarrollo de la sociedad internacional, tal y como señala Truyol, desde el sistema europeo de
Estados al sistema de Estados de civilización cristiana y, más tarde, a la sociedad de Estados
civilizados, en un proceso de progresiva universalización de la sociedad internacional y,
naturalmente, del sistema jurídico que la regula. Es este un proceso interesante en la medida en
que las potencias europeas, van descubriendo su alteridad política, económica y civilizatoria en la
existencia de otras sociedades a las que ya no pueden someter completamente, lo que les suscita
la ineludible necesidad de aceptar la realidad de su creciente decadencia como epicentro del
orden mundial, posición que habían mantenido por muchos siglos precedentes, así como la
configuración de una nueva sociedad mundial en la que deberán coexistir con los nuevos Estados
independientes cuyas raíces históricas y culturales son diferentes de las europeas, cuando no
abiertamente contradictorias con ellas.

Este proceso de definición de la identidad y descubrimiento de la alteridad que van realizando las
distintas potencias europeas han dejado su huella en las diferentes acepciones que se van
atribuyendo a los conceptos de cultura y civilización, tal y como explica Braudel en su obra. De
este modo, la dimensión cultural aparece en el contexto internacional bajo dos formas diferentes:
como un factor cultural y como relaciones internacionales culturales. La primera hace referencia a
los aspectos más permanentes y estructurales de cada una de las diversas culturas que coexisten
en una misma sociedad internacional y las relaciones internacionales culturales, se constituyen a
partir de los flujos o intercambios de los principales contenidos culturales que se realizan.

La civilización universal y las culturas particulares constituyen dimensiones esenciales para la


existencia de los pueblos y las distintas colectividades sociales, su generación, desarrollo o
desaparición, está directamente vinculada con dos procesos esenciales de transmisión de
conocimientos y experiencias entre los individuos, el aprendizaje y la comunicación. Cuando la
información se transmiten a través de procesos de comunicación social, cuyos principales
vehículos de difusión son los medios de comunicación de masas afectan necesariamente el fondo
de creencias y formas de vida, y por tanto a la cultura, de los individuos y grupos que participan de
una misma sociedad, ya sea nacional o internacional, contribuyendo así a la configuración de
ciertas opiniones compartidas. Se suscita así la necesidad de abordar la definición de un nuevo
fenómeno: la opinión pública, fenómeno de difícil y discutida precisión conceptual debido a la
conjugación compleja de aspectos sociológicos, comunicativos y psicosociales.

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