cargos de conciencia, no puede ser presidente de un país grande como el Uruguay.
Ernesto Talvi AV MiA
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U :1 3:1 I • LUIS LACALLE
UN REBELDE CAMINO A LA PRESIDENCIA
Esteban Leonís
e Planeta 42 1 Esteban Leonís
estudios; Luis no hacía ni lo uno ni lo otro. Por el
contrario, continuaba siendo el dolor de cabeza de sus padres.
—Que te quede claro algo: yo no voy a ser ni abo-
gado ni político, porque es una vida de porquería. —No te preocupes, Luis, yo de ti no espero mu- cho como estudiante, así que veremos en su momento cómo te podemos ayudar. Tendrás que elegir algo más simple para hacer en tu vida.
Aquel duro diálogo entre madre e hijo, produ-
cido en uno de los tantos conflictos ocurridos durante su estancia en la residencia de Suárez, hoy es inter- pretado por Luis como parte de aquella rebeldía mal encauzada que siente que tenía. No tengo duda de que la forma de ser que te- nía en aquella etapa de mi vida me amputó momentos lindos con mi familia y seguramente con mis amigos y la gente de mi entorno. Cuando vos te rebelás y no tenés una causa, terminás molestando y lastimando mucho, especialmente a los que tenés mas cerca. Sin embargo el doctor Lacalle cree que, a pesar de todo, los arios de su presidencia puede haber sembrado algo en su hijo, aunque en ese momento lejos esta- ba de comenzar a germinar: El es fruto de un entor- no. Yo me dediqué a la política en parte por haber acompañado a mi abuelo en su campaña de 1958 y Luis Lacalle Pou. Un rebelde camino a la presidencia 1 43
estuve en muchas de sus asambleas, aun cuando al
mismo tiempo estaba rindiendo los exámenes prepa- ratorios. No por un tema de parenteszo sino porque en mi casa siempre se hablaba de las cosas del país, y Luis también creció así. Estuvo siempre en medio de la cosa. En casa comentábamos lo difícil que sería que a nuestros hijos les gustara la política (no que no les interesara, algo bien diferente) porque especialmente en los años de la presidencia era raro que yo llegara a casa con una satisfacción total, sino que por lo ge- neral eran ciertas frustraciones porque no se aproba- ba tal ley o había ocurrido esto o lo otro. Él tuvo esa posición privilegiada de estar en la cocina y ver cómo se reacciona frente a la gestión de gobierno. Pareciera que eso, lejos de generarle distancia, le dejó una semi- lla. Aun cuando se mantenía alejado, la velita estaba prendida.
Pero Luis estaba lejos de la política y el diá-
logo con su padre era el mínimo necesario. En bue- na medida producto de su carácter combativo, siem- pre dispuesto a enfrentarse con todo y con todos con quienes no estuviera de acuerdo. Una noche no tuvo más opción que buscarlo. "Es mejor que se en- tere por mí", pensó. Un rato antes, en medio de una de las tantas trifulcas con Pilar, recibió como úl- timas y enojadas palabras algo relacionado con su afición a las drogas. Un rumor corría por toda 44 1 Esteban Leonís
la residencia presidencial pero un tema del que na-
die se animaba a hablar. Lo agarré en la cocina y le dije "papá, te tengo que contar algo" y se lo dije. Me acuerdo que le agregué que se quedara tranquilo que no iba a pasar nada". Nunca fui adicto, tuve la suerte que nunca quedé adentro. Fumé marihuana por primera vez a los 17 años. Inicialmente lo hacía los fines de semana. Después tuve un tiempo en que lo hice casi todos los días, durante el verano. Des- pués volví a hacerlo esporádicamente. Y así anda- ba. Cuando probé la cocaína fue en el verano del 94 y me pasó lo mismo, la consumía esporádicamente, pero no cambió mis hábitos, como por ejemplo seguir haciendo deportes. Yo creo que tuve suerte, siempre digo que tengo un ángel de la guarda que, entre otras cosas, nunca permitió que me atrapara la adicción. Desde que probé supe que esa no era mi vida, pero como siempre fue un rompedor de límites lo hice también en ese tema. Un viernes de Semana Santa había pasado toda la noche despierto, nos estábamos yendo para el campo con un amigo y me sentí muy mal, y ahí dije "hasta aquí llegué". Habían pasado dos años desde la primera vez. Desde ese día nunca más volví a consumir.
Si bien hoy reconoce que no le sacó provecho
a la vida en la residencia presidencial, buscó las maneras de pasarla bien, siempre de la mano de Luis Lacalle Pou. Un rebelde camino a la presidencia 1 45
sus amigos más que de su familia. Fue así que se
sintió un galán cuando se convenció de que la más linda de las "paquitas" de la célebre artista bra- sileña Xuxa lo había mirado con ojos sensuales al visitar Suárez, tras haber sido invitada a partici- par de una de las actividades de Acción Solidaria. O cuando le hicieron creer a otro de sus amigos, durante una estadía en la estancia Anchorena, que estaba el conocido jugado tricolor Santiago Vasco Ostolaza, aunque no era más que uno de los custo- dios de la familia. O cuando planearon una broma, que nunca llegó a concretarse, para el hijo del pre- sidente de Costa Rica.
"No quise matarla, fue por la droga"
Lacalle Pou ha decidido hacer una segunda cam-
paña por la presidencia este 2019 quitándose los ape- llidos. Ahora, sus publicistas lo promueven sólo como "Luis" y dejan de lado el apellido que tanto le pesa so- bre sus hombros y que él mismo considera una parte incómoda de su herencia familiar, algo que no le deja ser todo lo libre, como político y como ser humano, que quisiera ser. El Lacalle y el Pou ya no los va a llevar más, se despojó de ellos, los abandonó, los hizo a un lado para hacer campaña, para hacer realidad un sueño largamente acariciado: su propio espacio y ahora sí, su despegue político sin la influencia de dos 46 1 Esteban Leonís
personas a los que él no duda en calificar como los
peores sinodales de toda su vida: sus padres.
Pero hay algo que no puede quitarse de encima
este hombre que busca de nuevo la presidencia. Algo que no ha podido abandonar así de fácil. Es un episo- dio del que poco se habla en casa, que ha cuidado que Loli no conozca, y que en aquellos aciagos días de su juventud, pudo terminar abruptamente con la presi- dencia de Lacalle Herrera. Horacio Tane lo recuerda muy bien. Fue en esos días de lejanía con sus padres, de problemas en la escuela y en la residencia presiden- cial. Luis tomaba mucho alcohol y cuando ya no po- dés más, en esa época, y más ahora, ya era común que un amigo se acercaba y te ofrecía cocaína, para poder levantarse, para volver a la realidad, para seguir la fiesta. Era el amanecer de un jueves, el chofer estaba dormido en una banca y había dejado la llave de la camioneta a un lado, cerca de su mano. Luis tomó las llaves y subió al vehículo dispuesto a hacer otra de las suyas. El chofer al escuchar el motor, se despertó y sólo pudo subirse de copiloto en una carrera vertigi- nosa por calles y avenidas. Pasamos Avenida de las Leyes, Yaguarón, Vázquez, Miguelete, Ejido, Rambla Sur. Todos teníamos miedo, yo llegué a pensar en que moriríamos. La tragedia ocurrió sin darnos cuenta una hora después en Uruguay y Fernández Crespo, fue un golpe duro, seco. La mujer salió lanzada por Luis Lacalle Pou. Un rebelde camino a la presidencia 1 47
los aires y cayó frente a nosotros, muerta. Todos gri-
tamos. El chofer bajó, vio a la muerta y esperó que llegara la policía.
La avenida Uruguay comienza al costadito de la
Plaza Seregni. Luis Lacalle Pon confiesa que pasó por ahí a 120 kilómetros por hora y su destino se marcó para siempre cinco minutos después, en la esquina con Daniel Fernández Crespo. Una señora cruzaba la calle distraída quizá por la hora de la mañana fría de ese otoño de 1994. El entonces joven de 19 arios miró con terror al chofer, quien trataba inútilmente de tran- quilizarlo. Yo estaba despedazado, pero por dentro me sentía eufórico por la droga. Quise salir corriendo, pero esperé. Al poco tiempo unos amigos pasaron y se ofre- cieron llevarme a la casa para que el chofer se hicie- ra cargo del accidente. Por las noches me arrepiento de haber escapado del lugar, pero tengo que decir que en estos años he encontrado paz interior porque pude platicar con padres de la Iglesia y hasta con monse- ñor Gottardi, quien en 1998 me absolvió de ese pecado. Cuidé siempre que el chofer que me salvó de ir a pri- sión 7W tuviera problemas económicos para pagar un buen abogado durante el proceso, y le he pedido, por su confianza y por su lealtad, lance su propia lista de diputados. Gente así es que quiero de compañeros de este viaje. A los deudos de la señora que falleció en ese accidente, todavía hoy les pido perdón y que me acep- 48 1 Esteban Leonís
ten un donativo que desde entonces tengo depositado
en el Nuevo Banco Comercial, ahora Scotiabank. No quise matarla, fue por la droga. Ese dinero es un di- nero limpio, ahorros personales, que ha ganado altos rendimientos, y que yo quisiera entregar a los deudos de la víctima. Una de las cosas que no dejaba de hacer era ir al estadio a ver a Nacional, aunque había cambiado de tribuna y ahora se ubicaba en la América. En medio de un partido clásico es que se produce una trifulca que termina con la intervención de la Policía y varios parciales son retirados a palazos por la guardia. "Hay sesenta mil personas y vos te llevás al hijo del pre- sidente", le gritaron en dos oportunidades a quien lo arrastraba. Ni bien salen de la mirada de los demás espectadores, el coracero le da un fuerte golpe en la espalda y Luis rueda varios escalones. Ya en el piso vuelve a recibir más golpes, esta vez en la cabeza, lo cual hace que se trague dos dientes y su boca comience a chorrear sangre. En esas condiciones es conducido a la seccional novena, donde poco después de llegar le preguntan su nombre. Al oír Luis Lacalle Pou, aun- que no llevaba documentos encima, el responsable de la dependencia entendió que lo mejor era que el pro- pio presidente se enterara de lo sucedido: "¿Está solo?" preguntó Lacalle. "No, señor, está con otros amigos". "¿Y los demás están incomunicados?" "Sí, señor". "Per- fecto, que quede incomunicado entonces".
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