You are on page 1of 3

El Ojo Breve / Carlos Arias

Por

Abraham Cruzvillegas

(16-May-2001).-

Entre Estudio y Galería, 41 Poniente y 23 Sur,

Ex Hacienda de La Noria, Puebla, Pue.

Tel/Fax: (2) 243 8936, galeria@entre.com.mx

Carlos Arias Vicuña (1964) da un giro a su obra acercándose cada


vez más al terreno movedizo de las especulaciones que separan al
arte de la artesanía, al oficio de la mera manualidad, al desenfado
expresivo de la abstracción formalista.

Desde sus últimas series de bordados sobre lienzos, Arias


incursiona ahora en el uso de pompones que une con silicón,
componiendo volúmenes autónomos y relieves sobre telas.
También ha realizado piezas con hilos que semejan acumulaciones
de estopa y brocados metálicos reticulares y brillantes. Sin
abandonar un ánimo pictórico, su proyecto se permea de nuevos
aires que implican un reconocimiento de su propio discurso,
confrontado con los lenguajes bidimensionales tradicionales y la
marejada de manifestaciones "conceptuales" de los últimos años.
Tampoco es ajeno --ni ingenuo- al devenir del arte
contemporáneo ni a sus convenciones.

En tanto que sus obras anteriores implican la ardua faena de


hilvanar componiendo figuras, casi toda su producción reciente
está disociada de formas reconocibles, y las obras que son
figurativas resultan menos interesantes. Por el contrario, las piezas
abstractas acuden a vocabularios que refieren a la naturaleza de
los materiales y sus valores táctiles, a la composición (a veces
geométrica, a veces casual) o de plano a la experimentación
durante el proceso de cada una, generando distintas
aproximaciones a texturas, colores y sensaciones.

De entrada, ya las "pinturas" bordadas implicaban un


distanciamiento del mainstream, apuntando hacia la práctica de un
saber manual, vinculado -por un lado- con prácticas artesanales
decorativas (manteles, servilletas y carpetas) que significan un
desapego en relación con las prácticas actuales del arte (efímeras,
hiperteorizantes, pictoricistas-tautológicas, performativas o in
situ): un paso "hacia atrás". Por otro lado, ya había en esas labores
un encuentro relajado y grato con dichas habilidades fabriles como
actividades propias de mujeres, en una caracterización que opera
todavía en algunos contextos, más allá de las gestas feministas y
de las buenas voluntades. En esta polaridad de género, construida
culturalmente, se puede suscitar una interpretación abierta de su
obra. Sin establecer un vínculo mecanicista con la artista alemana
Eva Hesse, podríamos retomar ciertas analogías, invirtiéndolas,
retorciéndolas caprichosamente.

Hesse, pintora figurativa expresionista a principios de los años 60,


trocó su obra de manera radical, dialogando críticamente con la
producción minimalista y conceptual de la época, trayendo a
colación un aspecto sensual -táctil- frente a la frialdad intelectual
de sus colegas. Sus esculturas de materiales inestables referían a
la multiplicidad geométrica, al tiempo que llevaban a la
hedonización del objeto artístico subrayando la percepción
sensorial del mismo. Binomios comunes en Hesse y Arias son lo
técnico contra lo natural, lo suave contra lo rígido, lo orgánico
contra lo inorgánico, el círculo contra el rectángulo. Lo mítico y lo
racional juntos.

Del sensualismo perceptual en la obra de Carlos Arias se


desprende otra lectura, asociada a la perversión de la idea del
trabajo; más que en la interpretación abierta por parte del público,
en el proceso mismo de las obras se encuentran momentos de
obsesiva compulsión laboriosa; en ella el trabajo pierde la noción
del tiempo, semejante también a la obra de la sesentera Yayoi
Kusama. Pero en ese enajenante labrado se halla el placer que
libera, que expresa y que comunica. Catarsis, si se quiere, pero
voluptuosa. Herbert Marcuse, autor obligado para la generación de
Eva Hesse, afirmaba en el prefacio de 1966 para Eros y
Civilización: "Sexualidad polimorfa es el término que he usado
para indicar que la nueva dirección del progreso podría depender
completamente de la oportunidad de activar las necesidades
biológicas y orgánicas reprimidas: hacer del cuerpo humano un
instrumento de placer más que de trabajo".

Cubo penetrado (2001) es una pieza emblemática de la muestra de


Carlos Arias; abunda en la geometría esquemática de la escultura
tardo-moderna (o posmoderna), al tiempo que se regodea en la
plétora parasitaria de numerosos tumores, cachondos y repulsivos,
que se desbordan de acuerdo con la fuerza gravitatoria de su azar.
El título reitera sobre su erotismo decididamente genital.

Junto a sus símiles elaborados con pompones, la desnudez


reticular de Trama dorada (2001) acude a la descomposición (en
todos los sentidos) de la planitud cartesiana de la pintura,
emparentándose con los artistas de la antiforma (Morris, Saret, Le
Va). Un tejido de hilos dorados pende del muro en voluptuosos
vaivenes trenzados en una autocomplacencia cuasi onanista.

Todo sucede al mismo tiempo; las obras son a un tiempo pinturas,


ornamentos, fetiches, muebles, ventanas, talismanes. Imágenes.

You might also like