Los estadounidenses viajan a México soñando con "arte popular":
alebrijes, sarapes y papeles picados que han visto en innumerables restaurantes mexicanos y que encuentran en cada puesto turístico. Tan promovido después de la Revolución, el "arte popular" - tradicional o no- define lo "mexicano" para los extranjeros, y los distrae de los problemas de la globalización, inmigración y contaminación, al comprobar que "en su corazón" México es eterno, premoderno y rural. Pero cuando los mexicanos viajan a los Estados Unidos, nunca (creo) van en busca de "arte popular" (o de lo que en inglés se traduce como folk art). En vez de mercados de pueblo, caminan por Target, Banana Republic y HMV en busca de cultura "pop". Y aunque se derivan de la misma palabra, en términos generales lo "pop" (internacional, industrial, corporativo) es lo opuesto de lo "popular" (nacional, artesanal, individual).
Aunque no muy conocido de los mexicanos, sí existe una tradición
de arte popular estadounidense. En vez de una mera descripción de objetos y museografía, una exposición actual requiere una exploración de los problemas de traducciones cuando se trata de la cultura nacional. American Folk, organizada por el Museum of Fine Arts de Boston (MFA), incluye 200 pinturas y objetos decorativos y utilitarios, fabricados en los Estados Unidos entre 1700 y 1920. Desde retratos hasta muebles sólo comparten la etiqueta de folk, palabra que literalmente significa "la gente" o "popular" o "del pueblo", pero que se relaciona principalmente con Inglaterra, tierra de los Founding Fathers.
Cabe recordar que los intelectuales en cada nación definieron el
concepto de "pueblo" de manera distinta. En el México posrevolucionario, ciertos objetos ceremoniales y utilitarios fueron alabados como componentes esenciales en la construcción de una nueva identidad nacional, principalmente basada en el concepto aglutinante de "mestizaje". Las lacas y los sarapes revelaban la mezcla de diversas culturas (y razas). Pero en Estados Unidos, los que empezaron a definir y promover el folk art a finales del Siglo 19 lo hacían en parte para contrarrestar los cambios que transformaban a la sociedad estadounidense a partir de la masiva inmigración del sur y el este de Europa (en general, católica). El folk art era lo verdaderamente "americano", hecho fuera de las ciudades, lejos de las academias, antes de la llegada de italianos, rusos, polacos... Por ello, no es irónico que la mayoría de las obras en esta exposición fueron coleccionadas a partir de los años 40 por Maxim Karolik (1893-1948), cantante de ópera ruso, quien emigró a Estados Unidos a principios de los 20 y se convirtió en promotor del arte "americano" y gran benefactor del MFA. Este cambio seguramente se debe en parte a su casamiento en 1927 con una descendiente de varias prominentes familias de Nueva Inglaterra... Como Jacques Gelman en los mismos años en México, Karolik era un extranjero que quiso "americanizarse", nacionalizarse a través de su apoyo al arte local, al folk.
No obstante la nueva receptividad al concepto de "raza" en la
formación de la identidad nacional en Estados Unidos, American Folk no evita los prejuicios profundos que todavía se esconden detrás de la palabra folk. En primer lugar, no se incluyeron objetos fabricados por indígenas, porque en Estados Unidos, como en México antes de 1914, el arte indígena fue considerado antropológico o tribal, pero nunca "popular", ya que los indios no son considerados parte de la "nación". El MFA también omitió importantes ejemplos del arte proveniente de los territorios perdidos por México en 1848, los retablos, textiles y muebles pintados que pertenecen a una categoría llamada Hispanics, término con su propia carga racial. Aun las obras que, como enfatizan las cédulas, fueron realizadas por italianos (como las esculturas de tiza policromadas que imitan la porcelana de Staffordshire), no tienen nada que ver con la cultura italiana.
Esa tendencia de enfatizar lo "anglo-alemán" también se nota en la
presentación de una obra textil que es, sin duda, el más memorable e increíble ejemplo de arte "popular" en las colecciones del MFA. Esa obra es la colcha pictórica hecha a mano en los 1890 por Harriet Powers, nacida como esclava en el estado de Georgia. Conocida como la Bible Quilt porque su imaginaria principal se enfoca en escenas bíblicas (la Creación, Jonás y la ballena, el Calvario, etc.), esa obra maestra -que anticipa por mucho los cutouts de Matisse- se asocia principalmente con una larga tradición estadounidense de arte textil. Pero, increíblemente, el MFA no enfatizó que el trabajo de Powers también comparte mucho con los mosaicos de telas reales de los Ashanti de Dahomey, prueba de memorias profundas, de un verdadero mestizaje cultural que estorba las definiciones tradicionales del folk norteamericano.
Circulan rumores de que el director del MFA, Malcolm Rogers, no
apoyó por completo la idea de exponer esta colección de arte popular estadounidense. Uno tiene a pensar que como inglés (y no americano), ve el folk art como doblemente marginal: primero por ser "americano" y luego por no ser académico. Pero el MFA tiene un sabio departamento de mercadotecnia y saben lo que atrae al público. Se está promoviendo esta muestra como una gran atracción turística: hoteles y compañías de aviación ofrecen paquetes que incluyen entradas a American Folk (la espaciosa y hasta cierto punto cursi museografía espera una llegada de turistas en masa). No solamente por la fuerza visual de las obras, sino porque recrea una pintoresca imagen de un Estados Unidos todavía rural, honesto y tranquilo, protestante y blanco, American Folk seguramente encontrará apoyo popular entre el folk este verano.