You are on page 1of 10

2 Corintios 4:7-18

Continuamos hoy en el capítulo 4 de esta Segunda epístola del


apóstol San Pablo a los Corintios, en esta sección que trata del
consuelo de Dios. Ante nosotros tenemos el consuelo de Dios en
el ministerio del sufrimiento que se experimenta por causa de dar
testimonio de Cristo y de Su mensaje.
Antes de comenzar nuestra consideración del pasaje asignado
para el día de hoy, resumiremos algunos de los versículos
anteriores de este capítulo 4.
En los versículos 3 y 4 destacamos las siguientes frases: "en los
cuales el dios de este siglo" es decir, Satanás; él es el dios de
este siglo, o sea, el dios de esta época. Cuando uno recorre los
paisajes más hermosos de este mundo, se resiste a considerar a
Satanás como el dios de este mundo. Podemos decir que éste es
el mundo de Dios. Aunque el pecado, la maldad humana, lo ha
contaminado, es aún el mundo de Dios.
El enemigo de Dios es el dios de esta época. El ejerce una
influencia sobre lo que está ocurriendo en nuestro tiempo.
El es quien cegó el entendimiento de los que no creen. ¿No ha
escuchado usted decir a alguna persona, "no entiendo el
evangelio, lo he escuchado toda mi vida, pero para mí no significa
nada?" Hemos oído una y otra vez a personas expresarse de
maneras parecidas. ¿Qué ha sucedido? Que el diablo les ha
cegado. La luz del evangelio está brillando pero el enemigo ha
entorpecido su visión para que no puedan verla. Es como lo que
ocurrió en cierta mina. Se produjo una gran explosión y los
mineros quedaron atrapados dentro de la mina. Finalmente,
pudieron recibir comida desde afuera, así como también luz para
que pudieran ver. Al encender esa luz, un joven minero,
dirigiendo sus ojos directamente a la luz dijo: "¿Por qué no
encienden las luces?" Y todos los demás lo miraron sorprendidos;
él había quedado enceguecido por la explosión. Así, en el mundo
espiritual, Satanás ha cegado a mucha gente que hoy también
está diciendo: "¿Por qué no encienden la luz? No veo el evangelio
para nada". Ésta es, pues, la ceguera que proviene de Satanás.
Hay otros que dicen: "Bueno, usted sabe, hay cosas en la Biblia
que no puedo comprender. Yo no sé por qué, pero simplemente
no las puedo creer". Hace un tiempo recibimos una carta
detallando, con cierto resentimiento, todo lo que esa persona
manifestaba no poder creer. Después supimos que consistía en
que había un área de su vida controlada por el pecado, un pecado
condenado por la Biblia. En realidad, esa persona no quería creer
y esa es hoy la condición de muchos. O sea, que el problema no
radica en la Biblia sino en sus vidas, que se sienten aludidas
directamente por las Sagradas Escrituras. Estimado oyente, usted
puede optar por dejarse llevar por la satisfacción momentánea
que le proporciona el dejarse llevar, casi diríamos mejor, dejarse
arrastrar por su pecado, por supuesto que usted puede continuar
haciéndolo. Pero usted será el que sufra las consecuencias. Pero
tiene usted otra opción. Puede usted recurrir a Cristo para ser
liberado. ¡Y, por favor, no me diga que no puede! Si usted quiere,
podrá hacerlo. En el mismo instante en que alguien se ve a sí
mismo como un pecador y dice "estoy dispuesto a renunciar a mi
pecado, estoy dispuesto a recibir al Señor Jesucristo como mi
Salvador", esa persona será salva. La Palabra de Dios es una luz.
En vez de decir que usted no puede ver la luz, y en vez de tratar
de culpar a la Biblia, ¿por qué no se enfrenta a sus pecados ante
la presencia de Dios? Si así lo hace, no tendrá dificultad alguna
en creer.
Y en el versículo 5 destacamos que nosotros predicamos a
Jesucristo como Señor. Créame, estimado oyente, usted y yo
estamos indefensos e impotentes cuando proclamamos la Palabra
de Dios. En el mundo espiritual hay un enemigo que se nos opone
y que ciega la mente de las personas.
En el versículo 6 subrayamos que Pablo estaba proyectándose
hacia atrás en el tiempo, a la creación del universo, cuando Dios
creo la luz. El mundo fue creado hace muchísimo tiempo por Dios
y no nos ha indicado la fecha. Nuestro Dios es un Dios eterno y
seguramente no estaba sin hacer nada, esperando que el hombre
entrara en la escena. Creemos que este universo ha estado en
existencia por un extraordinariamente largo período de tiempo, y
que algo le ocurrió. Presenta evidencias de haber experimentado
una convulsión de enormes proporciones. Algo debe haberle
ocurrido a una creación perfecta. En Génesis 1 Dios se introdujo
en esa escena. El Espíritu de Dios, literalmente, se movía sobre
la superficie de las aguas. En ese momento Dios dijo: "Sea la luz".
Y entonces hubo luz; la luz comenzó a existir. Porque Dios, dijo
aquí Pablo, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz,
es el que resplandeció en nuestros corazones. Lo que sucede es
lo siguiente, así como el Espíritu de Dios se movía sobre la
superficie del agua, se mueve sobre el alma. Él actúa para traer
convicción a nuestros corazones. Y después nos regenera. Y la luz
del glorioso evangelio de Cristo, quien es la imagen de Dios, brilla
en nuestro interior. Y de esa manera le podemos contemplar.
Como alguien ha dicho acertadamente: "La mirada salva, pero la
contemplación fija, santifica". Necesitamos pasar mucho tiempo
observando a Cristo. Pero, aun haciéndolo así, seguimos siendo
vasijas débiles, frágiles, como veremos en los versículos
siguientes.
Ahora entonces, comenzaremos nuestra lectura del pasaje Bíblico
que nos toca desarrollar en el día de hoy. Veamos lo que dijo el
apóstol Pablo en este versículo 7, de este capítulo 4, de la
Segunda epístola a los Corintios:
"Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la
excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros"
El mensaje de la salvación y los resultados que ésta produce son
gloriosos y divinos. Pero en contraste, los portadores de dicho
mensaje, son personas frágiles, débiles, mortales. En este
aspecto, podemos decir que la vida del apóstol Pablo se
caracterizó por un profundo sentido de su indignidad, de su falta
de mérito, ante la grandeza del mensaje que proclamaba. Y él
mantuvo siempre vivo ese contraste, para que nadie pudiera
cuestionar, el origen del Evangelio y su carácter, como una obra
de Dios y no de los seres humanos. Nosotros somos simplemente
vasos de barro. El cuadro que se nos presenta aquí es vivo y claro.
La palabra que se utiliza aquí para indicar barro es "ostrakinos",
y es en ese material que los arqueólogos están excavando hoy.
En realidad, muchas de sus excavaciones tienen lugar en los
antiguos basureros de la ciudad, donde se tiraban las vasijas
rotas de barro cocido. Eso es lo que ocurrió en Egipto en Oxi-
rencus. Los arqueólogos al excavar donde iba a parar la basura,
encontraron vasos de barro rotos y todas otras obras de alfarería.
En el Líbano, en la zona de Tiro, hay un lugar donde existe una
gran excavación. Es el lugar donde Alejandro Magno rellenó una
zona entre la costa y una isla formando una península. En la
actualidad se puede caminar de un lugar a otro, donde ahora se
está llevando a cabo excavaciones. Y se puede ver a su alrededor
muchos trozos de utensilios de alfarería. En ese lugar hay toda
clase de vasos de barro. Y con esos frágiles vasos de barro, una
alfarería que puede romperse fácilmente, se nos compara a
nosotros aquí.
Pero nosotros tenemos un tesoro; ahora, ¿cuál es ese tesoro? Es
el evangelio glorioso y lo llevamos en nuestros pequeños y viejos
vasos de barro. Es por tal motivo que el apóstol dijo en el
versículo 5 de este capítulo: "no nos predicamos a nosotros
mismos, sino a Jesucristo como Señor". Nosotros somos siervos
por amor a Jesucristo. A veces tenemos sueños de grandeza,
incluso en el ministerio cristiano, pero a la hora de la verdad,
incluso considerando nuestra biografía, somos sólo siervos. Y aquí
cabe destacar que no nos gusta que nos traten como siervos.
Pero, francamente, el reconocimiento de que somos siervos es lo
mejor que puede decirse de nosotros. Por lo tanto Pablo decía:
"tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia
del poder sea de Dios, y no de nosotros".
La comparación con los vasos de barro, nos lleva al incidente que
tuvo lugar en la época de Gedeón. Usted recordará que cuando
estudiamos el libro de los jueces, en el capítulo 7, leímos que
Gedeón reunió solo a 300 hombres para liberar a su tierra de los
numerosos invasores madianitas. Cada hombre tenía en sus
manos una antorcha y una vasija de barro. Llevaron sus
antorchas dentro de las vasijas para que a la distancia, la luz no
pudiera verse. Luego, cuando estuvieron frente a los madianitas,
rompieron las vasijas de barro. Y no fue hasta que aquellas
vasijas de barro se rompieron, que la luz pudo brillar en la
oscuridad.
Estimado oyente, esto es lo que necesitamos que ocurra en la
actualidad. Figurativamente hablando, desde un punto de vista
espiritual, necesitamos que se quiebre la vasija o el cántaro de
barro. El apóstol Pablo fue un hombre que supo lo que implicaba
sufrir por causa de Jesús, y que su vasija se quebrase. El
problema hoy es que no hay mucha gente dispuesta a pasar por
esa experiencia. El profesor de un seminario solía decir a sus
alumnos: que cuando alguien nace, alguna persona tiene que
sufrir. En el mundo espiritual también sucede así. Y el motivo por
el que más personas no experimentan un nuevo nacimiento
espiritual es que no hay muchos dispuestos a pasar por todas las
dificultades y dolores que un nacimiento implica. Se habla mucho
sobre testificar, de dar testimonio de la fe. Pero esa labor exige
pagar un precio, y no precisamente un precio material. En el
sentido espiritual, pues, la vasija de barro debe ser quebrada. En
nuestra vida no podemos hacer las cosas a nuestra manera y, al
mismo tiempo, a la manera de Cristo. Necesitamos entonces
tomar una decisión sobre si hemos de seguir al Señor Jesucristo
o no. Continuemos leyendo el versículo 8:
"que estamos afligidos en todo, pero no agobiados; perplejos,
pero no desesperados"
En su carta anterior, Pablo se había comparado con sus
compañeros, los demás apóstoles. Dijo que Dios los había puesto
en último lugar como condenados a muerte. Que habían llegado
a ser un espectáculo para el mundo y para los ángeles. La misma
metáfora es empleada aquí para evocar la misma imagen e
ilustrar así las exigencias del ministerio cristiano, contrastando la
impotencia humana con los recursos y el poder divino. Pablo
estaba haciendo una comparación: "estamos afligidos o
atribulados",. Y luego dijo, "mas no angustiados", eso era un
grado superlativo. El parecía estar presionado como si le faltara
espacio o tiempo para predicar, pero aún tenía lugar o tiempo
para predicar el evangelio. Había una lucha cuerpo a cuerpo, pero
aún podía recurrir a Dios. Y quedaba claro que si no hubiera sido
por la intervención de Dios, estas aflicciones habrían anulado el
servicio cristiano de Pablo y a él como persona.
Dijo que estaba "perplejo o en apuros", que no podía encontrar
una salida, una vía de escape, pero que no estaba "desesperado".
Él pudo salir, el Espíritu de Dios lo guió. Y dijo en el versículo 9,
"Perseguidos, pero no desamparados; derribados, pero no
destruidos".
Es decir que había sido perseguido por sus enemigos, pero que
no fue superado por ellos. En su carta a los Filipenses, capítulo 1,
versículo 12, dijo: "Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas
que me han sucedido, han contribuido más bien al progreso del
evangelio. De tal manera que en todo el pretorio y entre todos
los demás se ha hecho evidente que estoy preso por causa de
Cristo". Aun cuando él se encontraba en una prisión, siempre
pudo decir que el Señor estuvo a su lado.
Y luego dijo que habían sido, "derribados, pero no destruidos".
Esto es algo tremendo. El había sido derribado, el enemigo lo
había golpeado, lo había derribado pero no lo pudo destruir, no le
había dado muerte. Incluso al final de su vida Pablo pudo decir,
"he acabado mi carrera". Aquí él parecía estar luchando por una
causa perdida, y uno puede quizá pensar que este hombre era
muy débil, sin embargo, en su debilidad, él era muy fuerte. Si
usted pudiera ver a Pablo, a este judío enfermo enfrentado al
poderoso Imperio Romano, habría llegado a la conclusión de que
significaba absolutamente nada. Pero lo cierto fue que él trajo un
mensaje que debilitó al imperio romano. Incluso un historiador
romano (Gibbon) dijo que el imperio romano no pudo resistir el
avance de la predicación del evangelio de Cristo. Pablo parecía
ser tan débil entonces, ¿verdad? Sin embargo, Dios le libró una y
otra vez. Usó métodos milagrosos y también utilizó métodos
naturales. Porque Dios nunca abandona a Sus siervos.
Estimado oyente, usted y yo vivimos en una época en que
predomina la transigencia, de conveniencia, en días en que se
valora a una persona por su popularidad, o por los amigos que
tiene. El Dr. Roberto Schuller decía en Los Ángeles, en los Estados
Unidos, hace algunos años: "Yo valoro a una persona por los
enemigos que tiene". Y muchos piensan que uno debe tener los
enemigos adecuados. Jesús dijo que si le amamos y le seguimos,
el sistema que representa al mundo nos odiaría. El apóstol Pablo
tenía también los enemigos apropiados. Bueno, leamos el
versículo 10, de este capítulo 4:
"Dondequiera que vamos, llevamos siempre en el cuerpo la
muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste
en nuestros cuerpos"
Recordemos que en su Primera carta a los Corintios, capítulo 15,
versículo 31, el apóstol Pablo dijo que cada se encontraba en
peligro de muerte. Y en su carta a los Romanos, capítulo 8,
versículo 36, dijo: "Como está escrito: Por causa de ti somos
muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de
matadero". Y una vez más, en su Primera carta a los Corintios,
capítulo 4, versículo 9, escribió: "Dios nos ha puesto a nosotros
los apóstoles en el último lugar, como a sentenciados a muerte.
¡Hemos llegado a ser un espectáculo para el mundo, para los
ángeles y para los hombres!" Los cristianos no deberían tener
temor de sufrir. Jesús dijo que el sistema del mundo odiaría a los
cristianos, si éstos se comprometieran a seguirle. Y el apóstol
Pablo sufrió intensamente por causa de su testimonio de Jesús,
es decir, que llevó sobre su propio cuerpo las heridas que le
produjeron cuando fue sometido a sesiones de latigazos, o
cuando fue apedreado. Sin embargo, el Jesús viviente también se
manifestaba en Pablo, o sea, que aunque estaban a la vista las
pruebas de su sufrimiento físico y de su cercanía a la muerte en
muchas ocasiones, al mismo tiempo era evidente que él
disfrutaba de una vida espiritual intensa. Constituye un honor
ocupar nuestro lugar junto al Señor Jesucristo en estos tiempos.
Ahora, en el versículo 11, confirmando esta idea, nos dijo el
apóstol Pablo:
"Pues nosotros, que vivimos, siempre estamos siendo entregados
a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús
se manifieste en nuestro cuerpo mortal".
En realidad, podemos ser más fuertes en los momentos en que
sentimos la mayor debilidad. Y en los versículos 12 al 14, dijo:
"De manera que la muerte actúa en nosotros, y en vosotros la
vida. Pero teniendo el mismo espíritu de fe, conforme a lo que
está escrito: Creí, por lo cual hablé, nosotros también creemos,
por lo cual también hablamos. Y sabemos que el que resucitó al
Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús, y nos
presentará juntamente con vosotros".
Esto es algo muy interesante de notar. Y es muy importante que
veamos esto, que Pablo no consideraba la muerte, como el fin de
todas las cosas. Él estaba mirando más allá. Para Pablo la muerte
era simplemente una de las experiencias por las cuales tendría
que pasar. En el capítulo siguiente comenzaría a hablar del
consuelo en el ministerio del martirio por causa de Cristo. Porque
hay un consuelo en entregar la vida por causa de Jesús. En este
sentido, la vida del apóstol estaba motivada por el ejemplo de su
Señor, cuya misión resumió bien el Evangelista Marcos (10:45) al
decir que Jesús había venido para servir, y para dar su vida en
rescate por muchos. Pablo estaba diciendo aquí que estaba unido
al Cristo viviente y, en consecuencia, se consideraba como
muerto para las cosas del sistema mundano. Y su punto de vista
sobre la muerte física estaba indudablemente fijado por la
convicción que expresó aquí al decir: "Y sabemos que el que
resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con
Jesús". O sea, que ese punto de vista influenciaba su visión de
esta vida en la tierra. Por lo tanto pudo decir, en los versículos 15
y 16:
"Todas estas cosas padecemos por amor a vosotros, para que la
gracia que se va extendiendo por medio de muchos, haga que las
acciones de gracias abunden para gloria de Dios. Por tanto, no
desfallecemos; antes, aunque este nuestro hombre exterior va
decayendo, el interior no obstante se renueva de día en día"
Éste es un versículo maravilloso. Al llegar a la vejez, comenzamos
a extinguirnos, en lo que a este cuerpo que tenemos se refiere.
Sin embargo crecemos en la gracia y el conocimiento de
Jesucristo.
Cuando uno llega a ser viejo, siempre desearía ser mucho más
joven y saber lo que sabe ahora. Lo que uno quiere decir es que
este cuerpo viejo que tiene está decayendo y al tener conciencia
de ello, le gustaría cambiarlo. Es un cuerpo que comienza a
deteriorarse, pero la parte interior se va renovando día a día.
Cabe destacar que Pablo vivió la realidad del desaliento.
Recordemos que cuando no pudo encontrarse con Tito en Troas
(como vimos en 2:12 y 13), se sintió muy afligido. Pablo no era
inmune al desaliento. Pero también conocía la experiencia de
comprobar que Dios intervenía en su vida y en las circunstancias,
cuando él sentía haber llegado al mismo límite de su resistencia
física y anímica. Luego Pablo dijo aquí en el versículo 17, del
capítulo 4, de esta Segunda epístola a los Corintios:
"pues esta leve aflicción momentánea produce en nosotros un
cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando
nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven, pues las
cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son
eternas".
Aquí, nuevamente hizo un contraste. Estaba hablando de todos
los problemas que tenemos y en esas circunstancias este período
parece muy largo, ¿no es verdad? Y parece bastante difícil de
soportar. Pero cuando lo comenzamos a comparar con el peso de
la gloria eterna mucho mayor y más abundante que llegará algún
día, la aflicción actual parece leve comparada con aquella gloria.
En estos pasajes se ha destacado la lección de que Dios utiliza el
sufrimiento en la vida de los cristianos como parte de un proceso
de transformación y renovación espiritual.
Alguien ha dicho, "Al atardecer, el día se hará más claro". Y eso
es algo que está de acuerdo con las Sagradas Escrituras. Dice el
Salmo 90:9, "Ciertamente todos nuestros días declinan a causa
de tu ira; acabamos nuestros años como un suspiro". Y el
versículo 4 de dicho Salmo dice que nuestros años son como una
vigilia de la noche. Por ello este pasaje de Segunda de Corintios
afirma que lo que sufrimos en esta vida es algo ligero, leve, que
pronto pasa, pero nos trae como resultado una gloria eterna
mucho mayor y más abundante, que vale muchísimo más que
todo sufrimiento. En consecuencia, no fijamos nuestra vista en lo
que se ve, ya que las cosas visibles son pasajeras, mientras que
las que no se ven, son eternas. O sea que, paradójicamente,
Pablo exhortó a los creyentes de Corinto a fijar su vista en el
mundo invisible, el que no se ve exteriormente, con los ojos
físicos. Lo que la persona interior ve en su percepción espiritual,
sobrepasa lo que los ojos de nuestro cuerpo pueden ver.
Nosotros compartimos la esperanza del patriarca Abraham, cuyo
nombre aparece incluido en la lista de los que se destacaron por
su fe, en Hebreos 11. Dice allí que Abraham esperaba la ciudad
que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. Por
ello, estimado oyente, le invitamos a dar el paso de fe de aceptar
al Señor Jesucristo como Salvador, a permitir la acción del
Espíritu Santo en su vida, para comenzar a recibir las bendiciones
de la vida eterna, el anticipo, en esta vida, de lo que Dios tiene
preparado para aquellos que le aman.

You might also like