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PARIS: SARCÓFAGO DE DOS POETAS PERUANOS

(Lic. Jorge Puelles Hobando)

Por múltiples circunstancias que tiene la vida y por los


diferentes azahares del destino, “La ciudad luz, se ha visto
galardonada con los restos de dos poetas peruanos que yacen
eternamente en la “La Ville Lumiere, restos que corresponden
a dos vates provincianos, específicamente norteños, de los
cuales París se ha convertido en su eterna tumba o morada.
Estos aedos son César Abraham Vallejo Mendoza y José Eufemio Lora y Lora. El
primero trujillano, sepultado en el cementerio de Montparanasse, y el segundo
chiclayano, “descansando” en una fosa común.
Vallejo, considerado como “El poeta mayor”, natural de Santiago de Chuco (La
Libertad), que en plena cúspide literaria, ofrendó su vida fugaz y etérea, a pesar de la
renegación de su existencia – “Pues nací un día que Dios estuvo enfermo” –, para
finalmente aceptar la existencia de un ser supremo, previa agonía de su muerte,
cumpliéndose así lo profetizado en uno de sus versos de su poema “Agápe”:
“Perdóname, Señor: qué poco he muerto”.
José Eufemio Lora y Lora, nacido en la calurosa ciudad de Chiclayo, en 1885,
poeta joven y de gran talento, autor de artículos periodísticos en los diarios de Lima,
Chiclayo, Panamá y Buenos Aires, llevado a París por Rubén Darío, muriendo
trágicamente en esta ciudad, atropellado por un metro (tren), el 14 de Diciembre de
1907. autor de un solo poemario “Anunciación”, publicado póstumamente, en diferentes
ediciones y editoriales, con prólogos de José Santos Chocano, Gómez Carrillo, entre
otros.
Vallejo, un vanguardista a “carta cabal”, un hombre de grande y profundo
contenido humano, un poeta que siempre preconizó “el amor universal”, cumpliendo así
un apostolado bíblico; pero formalmente influenciado por Rubén Darío, sobre todo
cuando juega con las elegancias del lenguaje, notándose algunas figuras literarias en los
siguientes versos:
Aquella noche sollozarse al verme
hermético y tirano, enfermo y triste.
Yo no sé lo demás … y para eso
yo no sé por qué fui tan triste… tan triste.

En esta estrofa extraída del poema “Setiembre”, se nota la existencia de fórmula,


doble, aposiopesis, anáfora, y redundancia enfática. Sin embargo, el valor o logro más
grande de Vallejo, está en la creación de sus “estridentismos” y de haber pensado en la
“réplica” o rechazo que podrían haber tenido sus obras por parte del lector, a través de la
catarsis, o en las llamadas isotopías, que utiliza en Trilce.
José Eufemio Lora y Lora, fue un poeta modernista, también influenciado por
Rubén Darío y Chocano, con escasos aportes personales desde el punto de vista formal,
pero sí rico en cuanto a contenido, utilizando el estilo y métrica modernista, como el
siguiente soneto dedicado a Chocano:
Cuando tu nombre anuncies heráldicos azores,
en la Región Suprema que se hunde en el Allá
la unánime Asamblea de los Emperadores
y Locos y Poetas de pie te aclamará.
Grave como el de un monte será tu continente;
La firme luz de Sirio tu sien aureolará.
Solemne. Don Quijote, te besará en la frente
y humilde, Huaina Cápac: “Señor” te llamará.

Entonces, Hugo, el Inca de la Región Suprema,


dividirá contigo su cetro y su diadema
y su sitial augusto contigo partirá.

Y un águila gigante será en los horizontes;


derrumbará las cumbres de los andinos montes
y, al diapasón del trueno, tu verso orquestará.

En el presente soneto, se notan las influencias modernistas como: Heráldicos


azores, firme luz de Sirio, tu verso orquestará, etc. Lora se acerca al novumundismo de
Chocano con la figura de Huayna Cápac, cumbres de los andinos montes, águila
gigantesca y diapasón del trueno.
* Desde el Limbo o el más allá, Vallejo y Lora nos están mirando, profetizándonos algo,
y nosotros ¿Qué hacemos por ellos?. Por eso es que, nosotros como profesores de
Lengua y Literatura, siempre debemos rescatar este legado que nos han dejado este par
de “poetas olvidados”
DESPEDIDA
(Jorge Puelles Hobando)

Fuiste flor de mi vida más querida


En mis días y noches de contento,
Para hoy, sellar con un lamento
Estos versos que serán mi despedida,
Rogando a Dios vivir en tu recuerdo.

Fuiste gloria, pero también fuiste mi pena


que de la noche al día cambiaste a mi suerte,
de aquella dicha que para los dos fue plena,
hoy resignado para nunca verte,
besos y abrazos que firmaron mi condena
en los cuales hallé vida y también hallé la muerte.

¡Adiós! ¡Adiós! Te digo para siempre


llorando por que te quiero tanto,
¡Adiós! Te digo pedacito de mi vida
¡Adiós! Te digo convertido en llanto.

Que si algún día dependieras de otro hombre


trataré de conservarte en mi memoria,
y escribiré de nuestro amor la triste historia
pero siempre comenzando por tu nombre...

Conservaré hasta la muerte este romance


como derrota, triunfo o dolor,
y buscaré refugio tras tu ausencia
hasta olvidarme algún día de tu amor.

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