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Mayo

18
Lección

20

▪ A Call to Medical Evangelism and Health Education, pág. 11


“El pueblo de Dios debe recibir la advertencia y trabajar por las
almas justo donde están, porque las personas no se dan cuenta de
su gran necesidad y peligro. Cristo buscó a la gente donde estaba, y
les presentó las grandes verdades con respecto a su reino. Mientras
iba de un lugar a otro, bendijo y consoló el sufrimiento y sanó a los
enfermos. Este es nuestro trabajo. Dios quiere que aliviemos las
necesidades de los indigentes. La razón por la que el Señor no
manifiesta su poder de manera más decidida es porque hay muy
poca espiritualidad entre aquellos que afirman creer en la verdad”
(A Call to Medical Evangelism and Health Education, pág. 11).
1
Entonces se acercó un escriba, y le dijo:
1 Maestro, te seguiré adondequiera que vayas.
Yendo ellos por el camino, uno le dijo: Señor, te
seguiré dondequiera que vayas. (58) Jesús le
respondió: Las zorras tienen cuevas, y las aves
del cielo nidos; pero el Hijo del Hombre no
tiene dónde reclinar la cabeza.
Mientras Jesús estaba preparando a los
discípulos para su ordenación, un hombre que
no había sido llamado se presentó con
DISCIPULADO CON METAS CELESTIALES

insistencia entre ellos. Era Judas Iscariote,


hombre que profesaba seguir a Cristo y que se
adelantó ahora para solicitar un lugar en el
círculo íntimo de los discípulos. Con gran fervor
y aparente sinceridad, declaró: ‘Maestro, te
seguiré a donde quiera que fueres.’ Jesús no le
rechazó ni le dió la bienvenida, sino que
pronunció tan sólo estas palabras tristes: ‘Las
zorras tienen cavernas, y las aves del cielo
nidos; mas el Hijo del hombre no tiene donde
recueste su cabeza.’ Judas creía que Jesús era el
Mesías; y uniéndose a los apóstoles esperaba
conseguir un alto puesto en el nuevo reino, así
que Jesús se proponía desvanecer esta
esperanza declarando su pobreza.

Mateo 8:19, Lucas 9:57, 58; El Deseado de Todas las Gentes, pág. 260
2
Otro de sus discípulos le dijo: Señor, permíteme ir
2 primero a enterrar a mi padre.
A otro, Jesús le dijo: Sígueme. Y éste respondió: Señor,
deja que primero vaya y entierre a mi padre.
“Ningún vínculo terreno, ninguna consideración terrena,
debiera pesar ni por un momento en la balanza contra
el deber hacia la causa y la obra de Dios. Jesús cortó su
conexión con todo para salvar a un mundo perdido, y
requiere de nosotros una consagración completa.
Hay sacrificios que deben realizarse a favor de la causa
de Dios. El sacrificio de los sentimientos es el más
DISCIPULADO CON METAS CELESTIALES

intenso de los que se requieren de nosotros; sin


embargo, después de todo, es un sacrificio pequeño.
Usted tiene muchos amigos, y si los sentimientos están
santificados, usted no sentirá que está haciendo un
sacrificio muy grande. No deja a su esposa entre
paganos. No ha sido llamado a recorrer las ardientes
arenas del desierto africano, a correr el riesgo de ser
encarcelado ni a enfrentar pruebas a cada paso. Tenga
cuidado con la forma como actúa con los que
simpatizan con usted, y cómo permite que los
sentimientos humanos y consideraciones personales se
mezclen con sus esfuerzos y trabajos por la causa de
Dios. El exige un servicio abnegado y voluntario. Usted
puede prestarlo y al mismo tiempo cumplir con todos
sus deberes familiares; pero considere esto último como
un asunto secundario.

Mateo 8:21, Lucas 9:59; Ministerio de las Publicaciones, pág. 100


3
Jesús respondió: ¡Sígueme! Y deja que los
3 muertos3 entierren a sus muertos.
Jesús replicó: Deja que los muertos entierren
a sus muertos. Y tú ve, y anuncia el reino de
Dios.
Cuando las almas se están decidiendo en
favor o en contra de la verdad os ruego que
no permitáis que se os aleje de vuestro
campo de labor. No lo abandonéis al enemigo
aunque, podríamos decir, haya un muerto en
vuestra casa. Cristo dijo: ‘Sígueme; deja que
los muertos entierren a sus muertos’ Mateo
8:22. Si tan sólo pudieseis ver la importancia
de la obra tal como se me ha presentado,
URGENCIA DEL REINO DE DIOS

sacudiríais la parálisis que afecta a muchos, y


habría una resurrección de los muertos y un
surgimiento a la vida a través de Jesucristo.
Si ocupamos decididamente nuestra posición
como obreros de Dios y si decimos: ‘El Señor
nos ha dado un mensaje y no podemos ser
centinelas fieles a menos que permanezcamos
en nuestros puestos del deber; llevaremos a
cabo la obra a toda costa’, entonces
descubriremos que los ángeles de Dios
ministrarán a nuestras familias en el hogar.

Mateo 8:22, Lucas 9:60; Evangelismo, pág. 475


4
Que prediques la Palabra, que instes a
4 tiempo y a destiempo. Convence, reprende
y anima, con toda paciencia y doctrina... (5)
Pero tú sé sereno en todo, soporta las
aflicciones, haz la obra del evangelio,
cumple tu ministerio.
Soporta conmigo las fatigas, como buen
soldado de Jesucristo.
El apóstol estaba cerca del fin de su carrera
y deseaba que Timoteo ocupara su lugar,
guardando a la iglesia de fábulas y herejías
por medio de las cuales el enemigo, de
varias maneras, se esforzaría por seducirlos
URGENCIA DEL REINO DE DIOS

y apartarlos de la sencillez del Evangelio. Le


amonestó que evitara toda ocupación y
complicación temporal que le podría
impedir una entrega completa a la obra de
Dios, que soportara con alegría la
oposición, el vituperio y la persecución a
que pudiera exponerse en virtud de su
fidelidad, y a hacer completa demostración
de su ministerio, empleando cada recurso a
su alcance para beneficiar a aquellos por
quienes Cristo murió.

2 Timoteo 4:2, 5, 2 Timoteo 2:3; Los Hechos de los Apóstoles, pág. 403
5
Entonces otro dijo: Señor, te seguiré, pero déjame que me
5 despida primero de los que están en mi casa.
Sin embargo, al anunciar el evangelio, no tengo de qué
gloriarme, porque me es impuesta necesidad. ¡Ay de mí,
si no anunciara el evangelio.
Buscad primero el reino de Dios y su justicia.
No hay circunstancias suficientemente importantes para
apartar a un ministro de su obra cuando la presentación
de la verdad ha suscitado interés. Aun la enfermedad y la
muerte son de menor importancia que la salvación de las
almas por las que Cristo hizo tan inmenso sacrificio. Los
que sienten la importancia de la verdad y el valor de las
almas por las que Cristo murió, no abandonarán por
ninguna razón el interés despertado en la gente. Dirán:
Dejad que los muertos entierren a sus muertos. Los
intereses del hogar, las tierras y propiedades, no debieran
ejercer el más mínimo poder para apartarlos del campo
de trabajo. Si los ministros permiten que estas cosas
temporales los distraigan de la obra, el único camino que
les queda es dejar todo, no poseer tierras o intereses
EL PRIMER LUGAR

temporales que puedan influir para apartarlos de la


solemne obra de estos últimos días. Un alma es de mayor
valor que el mundo. ¿Cómo pueden los hombres que
profesan haberse entregado a la sagrada obra de salvar
almas, permitir que sus pequeñas pasiones temporales
absorban su mente y su corazón, y los aparten de la
elevada vocación que profesan haber recibido de Dios?

Lucas 9:61, 1 Corintios 9:16, Mateo 6:33, primera parte; Testimonios para la Iglesia, tomo 2, pág. 479
6
6 Jesús contestó: Ninguno que
pone su mano al arado y mira
hacia atrás, es apto para el reino
de Dios.
Ninguno que milita se enreda en
los negocios de la vida, a fin de
agradar al que lo tomó por
soldado.
A cada uno de los que lleguen a
participar de su gracia, el Señor
indica una obra que ha de hacer
en favor de los demás.
Individualmente debemos
levantarnos y decir: ‘Heme aquí;
envíame a mí.’ Sea que uno sirva
como ministro de la Palabra o
como médico, o como
negociante o agricultor,
EL PRIMER LUGAR

profesional o mecánico, la
responsabilidad descansa sobre
él. Su obra es revelar a otros el
Evangelio de su salvación. Cada
empresa a la cual se dedique
debe ser un medio hacia este fin.

Lucas 9:62, 2 Timoteo 2:4; Profetas y Reyes, pág. 166


7
Cuando terminaron de comer, Jesús preguntó a Simón Pedro:
7 Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? Él respondió: Sí,
Señor. Tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis
corderos. (16) Volvió Jesús a preguntarle: Simón, hijo de Juan,
¿me amas? Pedro respondió: Sí, Señor. Tú sabes que te amo. Le
dijo: Apacienta mis ovejas. (17) Por tercera vez le preguntó:
Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le
preguntara por tercera vez, ¿Me amas?, y respondió: Señor, tú
sabes todas las cosas. Tú sabes que te amo. Jesús le dijo:
EL REINO DE DIOS Y LA MISIÓN DE SU PUEBLO

Apacienta mis ovejas.


Pero ninguna de estas cosas temo, ni estimo mi vida preciosa
para mí mismo; con tal que acabe con gozo mi carrera, y el
ministerio que recibí del Señor Jesús, de dar testimonio del
evangelio de la gracia de Dios. (25) Ahora sé que ninguno de
vosotros, a quienes prediqué el reino de Dios, verá más mi
rostro.
Esta era una obra en la que Pedro tenía poca experiencia; pero
no podía tener una vida cristiana plena a menos que aprendiese
a alimentar a los corderos, a aquellos que son jóvenes en la fe.
Esto requeriría mucho cuidado y mucha paciencia y
perseverancia, a fin de dar a los que las ignoran las verdades
adecuadas, a fin de abrir ante ellos las Escrituras y de educarlos
para que lleguen a ser útiles en el cumplimiento de sus deberes.
Esta es la obra que hoy debe efectuarse en la iglesia, porque en
caso contrario tendrán una experiencia inferior y estarán
expuestos a la tentación y el engaño. La comisión dada a Pedro
debería ser tomada a pecho por cada pastor. Una vez tras otra
la voz de Cristo se oye repitiendo la comisión dada a los
subpastores: ‘Apacienta mis corderos’ y ‘Apacienta mis ovejas’.

Juan 21:15-17, Hechos 20:24, última parte, 25; Evangelismo, pág. 254
“Sois los siervos empleados por Dios, comisionados para edificar su reino
en la tierra, y habéis de hacer vuestra parte para salvar a las almas por las
que Cristo pagó el precio de su propia sangre. ¿Es entonces acaso cosa leve
enseñar en la escuela sabática, sin tener una preparación del corazón para
esta obra de tanta consecuencia? Muchos de los que emprenden la
enseñanza de una clase sienten poco interés en ella, y por sus esfuerzos no
consagrados malogran la sagrada obra” (Consejos para la Obra de la
ESTUDIO ADICIONAL

Escuela Sabática, pág. 134).

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