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El Ojo Breve / Sin más por el momento

Por

James Oles

(04-Jul-2001).-

Los marineros de antaño le tenían miedo a muchas cosas, en


particular a la zona de calmas ecuatoriales, y los críticos tienen
miedos parecidos en estos días de calma plástica. Que no pase
gran cosa en los museos se debe en parte a un sistema que sufre
grandes rupturas administrativas (para bien o para mal) después
de cada cambio de Gobierno, y esto repercute en proyectos
cancelados o aplazados y presupuestos congelados todavía un año
después de las elecciones. Sin viento en popa, los observadores
del mundo cultural limpian una y otra vez sus escritorios (reales o
virtuales), revisan los periódicos y los archivos y, más que nada,
prestan atención a rumores y alimentan supuestas controversias.

En mayo explotó el escándalo alrededor de la obra de Remedios


Varo, cuando su sobrina Beatriz avanzó sustancialmente en su
pleito legal para ser reconocida como heredera única. Los 38
cuadros de Varo que se encuentran en litigio, actualmente
prestados en comodato al Museo de Arte Moderno (MAM), fueron
declarados por algunos periodistas "patrimonio artístico de la
nación", término que legalmente no significa nada, y menos en el
caso de Varo, pintora española muy poco influida por la cultura
nacional, pero muy cotizada en el mercado. Sin emitir opiniones
legales ni preferencias partidarias, parece que la pobre Beatriz
perdiera por el simple hecho de que la familia ya había vendido
alguna vez una obra de la tía. Todos lamentaron que los preciosos
cuadros de Varo, temporalmente bajo la custodia del Instituto
Nacional de Bellas Artes, estuvieran a punto de exportarse. Si la
ley, al final, favorece a la sobrina en vez de al Gobierno mexicano,
estaría generoso que ella donara uno que otro cuadro al INBA,
pero tendrá todo el derecho de venderlos todos.

Rumores y temores sobre exportaciones ilícitas reaparecieron


recientemente cuando los periódicos empezaron a especular sobre
el caso de la colección de arte mexicano de Banamex, en vísperas
de la probable aprobación de su fusión con Citigroup. Entre los
preocupados, la que lo estuvo más fue Angeles González Gamio,
secretaria general del Consejo de la Crónica de la Ciudad de
México, quien develó la posibilidad de que los palacios virreinales
de Banamex fueran exportados y reconstruidos en Estados Unidos
("La Jornada", 28 de junio del 2001).

Es cierto que los monumentos arquitectónicos también se venden:


González Gamio citó el caso de los Cloisters en Nueva York, pero
existen otros: hace 30 años, el antiguo London Bridge fue vendido
y reinstalado en el desierto de Arizona; en México también
contamos con por lo menos un palacio español saqueado y
reconstruido -el Centro Cultural Helénico, en San Angel. Ahora
bien, es cierto que hacen falta estacionamientos por Avenida
Madero y poderosos símbolos del colonialismo europeo en
ciudades como Chicago o Washington, pero los costos de traslado
de tales palacios serían probablemente algo elevados... En cuanto
a la importante colección de obras plásticas, hay que recordar que
además de que muchas son de épocas o de artistas declarados
patrimonio nacional, y queda prohibida su exportación, ni
Citigroup ni Banamex arriesgarían sus ganancias o su buena
reputación vendiendo una colección que apenas vale unos cuantos
millones de dólares (mucho dinero, pero un porcentaje mínimo de
lo que vale Banamex) cuando sirve mejor para aparentar valores
"nacionales" en un mundo financiero cada vez más globalizado.

Ahora bien, si los estadounidenses son tan deseosos de saquear el


patrimonio arquitectónico de México, tienen opciones menos
apreciadas aquí. El Palacio de Correos, símbolo de la
modernización porfiriana de principios del Siglo 20, pero más
tarde -con su fachada falsa de hechizo gótico veneciano- ejemplo
ridículo del eclecticismo y burlado por los arquitectos modernos,
es ahora un elefante blanco, y parece que el Servicio Postal
Mexicano no sabe qué hacer con el. Recién restaurado por dentro
y por fuera, limpio y pulido como cuando fue retratado por
Guillermo Kahlo, parece una viuda bien arregladita esperando un
nuevo novio (y celosa, seguramente, de su blanca vecina, al otro
lado del Eje Central). El tercer nivel de edificio ha sido convertido a
medias en espacio museístico, y se inaugura con una muestra del
futurista italiano Giacomo Balla (1871-1958) que ha estado
viajando por Sudamérica. En las antiguas oficinas con sus pisos de
parquet protegidos por tiras de alfombras de uso rudo, se
presenta una triste selección de su obra, dibujos y cuadros
menores, aparentemente provenientes de los herederos (no
esperen obras maestras, como el Vuelo de golondrinas de 1913,
pero sí los retratos realistas de mujeres elegantes de los 30, muy
al gusto fascista).
Esta muestra fue rechazada en otros museos capitalinos, y dada la
poca flexibilidad del espacio, la congestión del tráfico y de museos
en esa esquina del Centro Histórico, sin contar con problemas de
presupuestos, dudamos que prospere esa nueva iniciativa
museística...

Hablando de nuestra versión de la Ca' d'Oro veneciana (solamente


nos hacen falta los canales perdidos), nadie ha comentado en los
medios una exposición con el revolucionario título de "Frida Kahlo,
Diego Rivera e le opere dei maestri dell'arte messicana". Sobre esa
muestra, curada para la Fondazione Bevilacqua La Masa en Venecia
por Luis-Martín Lozano, actual director del MAM, y Achille Bonito
Oliva, conocido crítico de arte italiano, esperamos escuchar más.
Por el momento sólo corren rumores, algunos innobles, para llenar
esos días, tan ausentes de vientos estéticos que es mejor quedarse
en casa para leer.

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