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El Ojo Breve/ Nuevo código de Ventura

Por

Cuauhtémoc Medina

(24-Abr-2002).-

Miguel Ventura. El dilema P. M. S. Museo de Arte Carrillo Gil.


Revolución 1608, San Angel. Ma a Do 10:00 a 18:00 hrs. Hasta el 8
de junio.

En el trabajo de Miguel Ventura uno encuentra al mismo tiempo la


escenificación de un síntoma y la invitación a adentrarnos en una
pesadilla política, componentes que están imbricados mucho más
allá de lo que cualquier binarismo de "lo público" y "lo privado"
pudiera abarcar.

Desde mediados de los 90, Ventura ha formulado su trabajo como


la construcción de una ficción crítico social. Como una buena parte
de los artistas contemporáneos, en lugar de plantearse la obra
como una producción subjetiva de cuadros u objetos o la
expresión de un supuesto lenguaje privado, este creador se
convirtió en el catalizador de un simulacro organizativo que
bautizó como El Nuevo Consejo Interritorial de Lenguas (NILC).

Tal como Ventura lo ha formulado, el NILC es un movimiento


post-político hipotético, decididamente globalista y postétnico,
que se expresa como una mezcla de religión de autoayuda y de
partido neoderechista. El cambio propuesto por el NILC ya no
opera al nivel de la transformación de los modos productivos o la
búsqueda de hegemonía estatal, sino que, de acuerdo con el "giro
lingüístico" de la postmodernidad, se propone la absoluta
"recreación" de la cultura y la civilización mediante la sustitución
de las antiguas lenguas históricas por un nuevo código basado en
ideogramas derivados de gestos faciales y formas de peinados.

Códigos que, con una laboriosidad extraordinaria, Ventura ha


compuesto con la precisión que demandaría la escritura de la
piedra Roseta de futuro: desde su formulación inicial a partir de
fotografías del propio artista maquillado y ataviado con pelucas
que plantean una escritura inicial, su transliteración en forma de
música y ejercicios didácticos, hasta su formalización en
ideogramas abstractos que integran una matriz adecuada para una
nueva cultura.

Lo radical y original de la aventura estriba en que Ventura no lanza


el NILC al supermercado cultural como una propuesta a ser
retomada, sino todo lo contrario. El NILC es una anti-utopía: la
proyección imaginaria de varias de las tendencias neofascistas que
el artista ha querido detectar en el contexto a la vez comercial,
metafísico y político de las ideologías contemporáneas.

En El dilema P.M.S., Ventura ofrece una retrospectiva sobre el


proyecto: recuento de la manera en que el artista derivó desde las
preocupaciones sobre el habla colonial y autoritaria de sus
cuadros de principios de los 90, hasta las instalaciones y videos
que ha venido creando en los últimos años como supuestos
medios adoctrinamiento, mercantilización y propaganda del
"Nuevo Consejo".

La exposición intenta negociar entre la preocupación del Museo


por hacer un repaso de la historia reciente y la presentación de
proyectos artísticos nuevos. Quizá no es aún tiempo para generar
retrospectivas sobre el arte de los 90: la sección contemporánea
resulta en términos museográficos mucho más asombrosa que el
recuento histórico.

En esa segunda sección, Ventura transformó el tercer nivel del


Museo en una sucesión de cuartos que tienen la intensidad y
violencia de las casas de espanto de una feria popular. En
particular, la instalación ¿Cómo he de amarte mi pequeñín? (2002)
y su Antesala logran la mezcla exacta de falsa inocencia e
inmisericordia simbólica que caracteriza la fantasía del NILC.

La obra comienza con una inquietante disco-kindergarten


presidida por un fotomural donde Adolfo Hitler (sus ojos
sustituidos por dulces de colores) lleva de la mano a cuatro
pequeños representantes de la raza aria. Frente a ese retrato, y
una foto de Ventura con niños vestidos como militantes del NILC,
se localiza un cohete de juguete de unos dos metros de largo que
se ilumina rítmicamente de colores. Si bien no podemos escuchar
la música, las luces de ese ambiente siguen el ritmo del tema de
La novicia rebelde.
La instalación plantea así la complicidad que existe entre
socialización, diversión y control: nos ilumina acerca del modo en
que toda autoridad nos interpela, antes que nada, mediante el
dulce veneno de la identidad étnica y sexual tal como se induce en
la educación y el juego.

Esa obertura conduce, transponiendo una cortina, a una


disquisición político-excrementicia, donde los signos creados por
NILC han sido moldeados y horneados en galletas color café que
simulan ser materia fecal. En una serie de videos, inteligentemente
desplegados en un diálogo virtual entre diversas escenas en varios
monitores, Ventura despliega el relato de una especie de
psicoterapia, donde el supuesto paciente (Ventura mismo) es
cuestionado por un gurú militante el NILC (un niño actor) acerca
de los motivos de su obsesión por crear lenguas.

Como si se sometiera a una forma de tratamiento holístico,


Ventura sufre una metamorfosis sexual: se convierte, una vez
alimentado con las letras-excremento del NILC, en una mujer
embarazada que ha de cruzar un cilindro sospechosamente
parecido al interior de un intestino. La obra es al mismo tiempo
una barroca fantasía homosexual y una parodia de la temática
entera de la cultura querer: una reducción al absurdo de las
obsesiones anales y transexuales que construyen la cultura gay, y
la escenificación primaria de un cierto cambio de sexo derivado de
una revolución oral.

Se trata de especular lo que sería el surgimiento de una


(sub)cultura extremista de la política del lenguaje: del mismo
modo que la Dianética distorsionó el psicoanálisis, un movimiento
tal correría el peligro de popularizar las teorías postmodernas en
pseudociencia de masas.

Comentarios: cmedin@mac.com

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