Miguel Ventura. El dilema P. M. S. Museo de Arte Carrillo Gil.
Revolución 1608, San Angel. Ma a Do 10:00 a 18:00 hrs. Hasta el 8 de junio.
En el trabajo de Miguel Ventura uno encuentra al mismo tiempo la
escenificación de un síntoma y la invitación a adentrarnos en una pesadilla política, componentes que están imbricados mucho más allá de lo que cualquier binarismo de "lo público" y "lo privado" pudiera abarcar.
Desde mediados de los 90, Ventura ha formulado su trabajo como
la construcción de una ficción crítico social. Como una buena parte de los artistas contemporáneos, en lugar de plantearse la obra como una producción subjetiva de cuadros u objetos o la expresión de un supuesto lenguaje privado, este creador se convirtió en el catalizador de un simulacro organizativo que bautizó como El Nuevo Consejo Interritorial de Lenguas (NILC).
Tal como Ventura lo ha formulado, el NILC es un movimiento
post-político hipotético, decididamente globalista y postétnico, que se expresa como una mezcla de religión de autoayuda y de partido neoderechista. El cambio propuesto por el NILC ya no opera al nivel de la transformación de los modos productivos o la búsqueda de hegemonía estatal, sino que, de acuerdo con el "giro lingüístico" de la postmodernidad, se propone la absoluta "recreación" de la cultura y la civilización mediante la sustitución de las antiguas lenguas históricas por un nuevo código basado en ideogramas derivados de gestos faciales y formas de peinados.
Códigos que, con una laboriosidad extraordinaria, Ventura ha
compuesto con la precisión que demandaría la escritura de la piedra Roseta de futuro: desde su formulación inicial a partir de fotografías del propio artista maquillado y ataviado con pelucas que plantean una escritura inicial, su transliteración en forma de música y ejercicios didácticos, hasta su formalización en ideogramas abstractos que integran una matriz adecuada para una nueva cultura.
Lo radical y original de la aventura estriba en que Ventura no lanza
el NILC al supermercado cultural como una propuesta a ser retomada, sino todo lo contrario. El NILC es una anti-utopía: la proyección imaginaria de varias de las tendencias neofascistas que el artista ha querido detectar en el contexto a la vez comercial, metafísico y político de las ideologías contemporáneas.
En El dilema P.M.S., Ventura ofrece una retrospectiva sobre el
proyecto: recuento de la manera en que el artista derivó desde las preocupaciones sobre el habla colonial y autoritaria de sus cuadros de principios de los 90, hasta las instalaciones y videos que ha venido creando en los últimos años como supuestos medios adoctrinamiento, mercantilización y propaganda del "Nuevo Consejo".
La exposición intenta negociar entre la preocupación del Museo
por hacer un repaso de la historia reciente y la presentación de proyectos artísticos nuevos. Quizá no es aún tiempo para generar retrospectivas sobre el arte de los 90: la sección contemporánea resulta en términos museográficos mucho más asombrosa que el recuento histórico.
En esa segunda sección, Ventura transformó el tercer nivel del
Museo en una sucesión de cuartos que tienen la intensidad y violencia de las casas de espanto de una feria popular. En particular, la instalación ¿Cómo he de amarte mi pequeñín? (2002) y su Antesala logran la mezcla exacta de falsa inocencia e inmisericordia simbólica que caracteriza la fantasía del NILC.
La obra comienza con una inquietante disco-kindergarten
presidida por un fotomural donde Adolfo Hitler (sus ojos sustituidos por dulces de colores) lleva de la mano a cuatro pequeños representantes de la raza aria. Frente a ese retrato, y una foto de Ventura con niños vestidos como militantes del NILC, se localiza un cohete de juguete de unos dos metros de largo que se ilumina rítmicamente de colores. Si bien no podemos escuchar la música, las luces de ese ambiente siguen el ritmo del tema de La novicia rebelde. La instalación plantea así la complicidad que existe entre socialización, diversión y control: nos ilumina acerca del modo en que toda autoridad nos interpela, antes que nada, mediante el dulce veneno de la identidad étnica y sexual tal como se induce en la educación y el juego.
Esa obertura conduce, transponiendo una cortina, a una
disquisición político-excrementicia, donde los signos creados por NILC han sido moldeados y horneados en galletas color café que simulan ser materia fecal. En una serie de videos, inteligentemente desplegados en un diálogo virtual entre diversas escenas en varios monitores, Ventura despliega el relato de una especie de psicoterapia, donde el supuesto paciente (Ventura mismo) es cuestionado por un gurú militante el NILC (un niño actor) acerca de los motivos de su obsesión por crear lenguas.
Como si se sometiera a una forma de tratamiento holístico,
Ventura sufre una metamorfosis sexual: se convierte, una vez alimentado con las letras-excremento del NILC, en una mujer embarazada que ha de cruzar un cilindro sospechosamente parecido al interior de un intestino. La obra es al mismo tiempo una barroca fantasía homosexual y una parodia de la temática entera de la cultura querer: una reducción al absurdo de las obsesiones anales y transexuales que construyen la cultura gay, y la escenificación primaria de un cierto cambio de sexo derivado de una revolución oral.
Se trata de especular lo que sería el surgimiento de una
(sub)cultura extremista de la política del lenguaje: del mismo modo que la Dianética distorsionó el psicoanálisis, un movimiento tal correría el peligro de popularizar las teorías postmodernas en pseudociencia de masas.