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CLASE 3

DERECHOS
HUMANOS
CUADERNILLO DE CAPACITACIÓN POLÍTICA
CLASE 3
conceptualizaciones, recorrido históri-
co, obligaciones de los Estados, carac-
terísticas principales, las generaciones
de derechos humanos. El Estado como
garante de derechos y el rol de la co-
munidad internacional. Mecanismos de
protección de los derechos humanos.
DERECHOS HUMANOS | Clase Virtual de Capacitación Política

CLASE 3
conceptualizaciones, recorrido histórico, obliga-
ciones de los Estados, características principales,
las generaciones de derechos humanos. El Estado
como garante de derechos y el rol de la comunidad
internacional. Mecanismos de protección de los de-
rechos humanos.
Contenidos de la clase
En la tercera clase prestaremos atención a diferentes conceptualizaciones de los
derechos humanos, sus principales características y las generaciones de derechos
humanos a lo largo de los años. Enfatizaremos en el rol del Estado como garante
de derechos y el rol de la comunidad internacional.

3.- ¿Qué son los Derechos Humanos?


Abordar los derechos humanos nos vincula inexorablemente con el régimen po-
lítico adoptado por un Estado. Sin caer en afirmaciones dogmáticas podemos
inferir que la verdadera salud que gozan los ciudadanos en el ejercicio de sus
derechos y libertades fundamentales en un estado tiene directa correlación con
su régimen político1.
El reconocimiento y pleno ejercicio de los derechos y libertades fundamentales
dependen de su relación con el poder. Los derechos humanos y las instituciones de
un Estado tienen correspondencia con la democracia, la república, con el Estado de
derecho. La lucha del ser humano fue la lucha por su libertad y en ese camino uno
de los principales frenos, estorbos o escollos fue el poder. Esa lucha por la libertad,
por el reconocimiento de sus derechos básicos y elementales fue un largo proceso
que atravesó por distintos estadios con un avance paulatino con, además, instan-
cias de retrocesos como por ejemplo la implantación de los regímenes totalitarios
(la Alemania Nazi, la Italia fascista, la URSS, los regímenes de facto en América
Latina, entre otros).
En este devenir es posible reconocer de manera diferenciada al menos cinco mo-
mentos de lucha del ser humano contra el poder. El primero de ellos podríamos
denominarlo de negación, es decir, donde sus derechos y libertades eran prácti-
camente escasos o inexistentes. En un segundo momento, cuando comienzan a
aparecer las primeras manifestaciones de reconocimiento de derechos y libertades
básicas y elementales que emergieron en forma de declaraciones (Carta Magna,
de 1215; Intrument o goverman; Habeas Corpus Act) o en algunos casos otorga-
das bajo presión popular. Un tercer momento, de carácter legislativo, es decir, su
reconocimiento a través de leyes, en donde los Parlamentos comienzan a plasmar
esos derechos y libertades en normas escritas (leyes). Un cuarto momento, que
podríamos denominar de Constitucionalización de los Derechos y Libertades, se
da cuando los Estados plasman esos derechos y garantías en la Constitución del
Estado. Un quinto momento, superador, se da cuando ese reconocimiento supera

1
Entendemos por régimen político al conjunto de instituciones que regulan la lucha por el poder y
el ejercicio del poder y de los valores que impulsan el desarrollo de tales instituciones (Levi, 2008).

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las barreras de las fronteras de los Estados, y conlleva el reconocimiento en sede


internacional. En otras palabras, cuando la comunidad internacional comienza a
receptar en declaraciones, convenciones, tratados internacionales, pactos.
Aquellas primeras manifestaciones, antecedentes en su evolución como La carta
magna del Reino Unido (1215), la Declaración de la Independencia de EE.UU (1776),
la Constitución de Virginia (1776), la Revolución norteamericana (1787), la Revo-
lución francesa (1789) constituyen verdaderas manifestaciones en la lucha contra
la atomización del poder y en el reconocimiento de las libertades fundamentales.
Basta con recordar la cláusula 16 de la Declaración de los Derechos del Hombre y
del ciudadano de 1789 que afirmaba: “Una Sociedad en la que no esté establecida
la garantía de los Derechos, ni determinada la separación de los Poderes, carece de
Constitución”. Claramente afirmaba que no basta la existencia de una constitución
para que un estado pueda denominarse constitucional, como Estado de derecho,
sino que es necesario que esa constitución cumpla una función limitadora del po-
der y garantizadora de los derechos y libertades fundamentales.
Pero el término y alcance de “Derechos humanos”, o “derecho internacional de los
Derechos humanos”, se produce recién posteriormente a la Primera Guerra Mun-
dial y el fracaso de la sociedad de las naciones. Las primeras manifestaciones en la
búsqueda de un sistema jurídico general de protección se da con el Derecho Inter-
nacional Humanitario, a través de normas que regulen los conflictos armados, para
preservar la vida y la salud de las víctimas de guerra (Nikken, 1994).
El proceso verdadero de internacionalización de los derechos humanos se da re-
cién con el fin de la Segunda Guerra Mundial y la creación de Naciones Unidas. El
objeto principal fue asegurar el derecho a la paz y la protección internacional de
los derechos humanos. Morandini nos recuerda con acierto que “Antes de la Se-
gunda Guerra Mundial, solo los Estados eran reconocidos por el derecho interna-
cional. Por primera vez, sin importar raza, religión, edad ni género, se garantizaron
a las personas derechos jurídicamente reconocidos internacionalmente, al punto
de que se pueden oponer a la prepotencia de los Estados. De modo que los Dere-
chos Humanos son una protección y una salvaguarda frente al abuso y la opresión”
(Morandini, 2018). La máxima expresión de ese objetivo se asienta en la Carta de
Naciones Unidas de 1945, que constituye la antesala de las futuras declaraciones,
cuando afirma la necesidad de “preservar a las generaciones venideras del flagelo
de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufri-
mientos indecibles, a reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en
la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres
y mujeres”.
Ya en 1948, con la Declaración Americana Derechos y Deberes del Hombre y la De-
claración Universal de los Derechos Humanos, se abre el proceso real de internacio-
nalización de los Derechos Humanos. Es importante mencionar que, en el ámbito
legal de ese año, la Declaración Universal de los Derechos Humanos no tuvo ca-
rácter vinculante2. Se trató de una expresión de voluntad colectiva, un documento
político y ético, con el objetivo común por parte de los Estados de reconocer, velar
y garantizar por esos derechos enumerados en el texto.
Más allá de la difícil y pretendida búsqueda de un único concepto de Derechos Hu-

2
Es decir, no obligó a los Estados que la firmaron a cumplir con ella.

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manos, a esta altura sí podemos afirmar que el término Derechos Humanos nos vin-
cula con valores, principios, con la libertad, igualdad, tolerancia, respeto, dignidad.
Coincidimos con Aguilar, Astudillo, y Calzón Fernández en que “Los derechos hu-
manos son aquellos relacionados con la dignidad de todas las personas, sin los
cuales no podemos desarrollar plenamente nuestras capacidades, ni satisfacer
nuestras necesidades. Por su carácter universal e interdependiente, la violación a
los derechos humanos de una persona, constituye una afrenta a toda la sociedad”
(Aguilar, Astudillo, y Calzón Fernández, 2012: 17).
Valverde Gómez sostiene que “Mientras los autores se enfrascan en definiciones
de orientación normativista, iusnaturalista, positivista o marxista, tanto a nivel uni-
versal como regional, se consolidan los sistemas que protegen y promueven la vi-
gencia de estos derechos; en suma, aunque no contamos con un punto de partida
o un criterio unitario para decir a ciencia cierta qué son los Derechos Humanos, la
conciencia colectiva de los individuos y de los pueblos, que los han concebido -tal
vez muy intuitivamente- como aquellos que son indispensables para lograr la reali-
zación plena e integral de la dignidad humana o, su sentido más amplio, para lograr
el ideal común de la Humanidad” (Valverde Gómez, 1992: 5).
En tanto, Naciones Unidas afirma que “Los derechos humanos son derechos inhe-
rentes a todos los seres humanos, sin distinción alguna de raza, sexo, nacionali-
dad, origen étnico, lengua, religión o cualquier otra condición. Entre los derechos
humanos se incluyen el derecho a la vida y a la libertad; a no estar sometido ni a
esclavitud ni a torturas; a la libertad de opinión y de expresión; a la educación y
al trabajo, entre otros muchos. Estos derechos corresponden a todas las perso-
nas, sin discriminación alguna”3.
Consideramos que una de las más claras expresiones al respecto del concepto en
cuestión surge de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en cuyo ar-
tículo 1 establece “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y
derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse frater-
nalmente los unos con los otros”. Al mismo tiempo, el artículo 2 refuerza lo anterior
detallando que “Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados
en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opi-
nión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económi-
ca, nacimiento o cualquier otra condición”.
De forma complementaria, Nikken (1994) aporta que los derechos humanos son
atributos de toda persona e inherentes a su dignidad, que el Estado está en el de-
ber de respetar, garantizar o satisfacer. Es decir, destaca que son inherentes a la
persona humana y que son derechos que se afirman frente al poder público.
En consonancia con Nikken (1994), Aguilar, Astudillo, y Calzón Fernández (2012) des-
tacan que en cuanto a los niveles de obligaciones de los Estados es posible diferenciar:
• La obligación de respetar: exige que los Estados se abstengan de inter-
ferir directa o indirectamente en el disfrute de los derechos.
• La obligación de proteger: requiere que los Estados adopten medidas
para impedir que terceros interfieran en la aplicación de las garantías que
se encuentran en los pactos y tratados de derechos humanos.

3
www.un.org/es/sections/issues-depth/human-rights/index.html. Se accedió el 6 de diciembre de 2018.

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• La obligación de cumplir o garantizar: requiere que los Estados adop-


ten medidas apropiadas con todos los medios a su alcance, tanto a nivel
legislativo, administrativo, presupuestario y judicial, para dar plena efec-
tividad a los derechos.
• La obligación de promover: requiere de los Estados la implementación
de medidas a largo plazo y la previsión de la garantía de los derechos en
un futuro.
En líneas generales, Aguilar, Astudillo, y Calzón Fernández (2012) postulan que los
derechos humanos tienen las siguientes características:
• Integrales e indivisibles: si se vulnera un derecho, por efecto dominó,
los otros se ven afectados. Por ello, se los llama interdependientes o com-
plementarios –ya que dependen unos de los otros y se complementan
entre todos–. La integralidad de todos los derechos implica que no son
jerarquizables y que están interrelacionados.
• Inalienables y universales: todos y todas somos sujetos de derecho por
el solo hecho de haber nacido. La universalidad se basa en el principio de
no discriminación. Nadie puede tener más o menos derechos, si así fuera
se convertirían en privilegios y no podríamos hablar de derechos humanos.
• Históricos y progresivos: son el resultado de las luchas de diferentes
sectores sociales a lo largo de toda la historia. Es por esto que también se
caracteriza a los derechos como acumulativos/progresivos e irreversibles,
ya que los nuevos derechos que se van conquistando se suman a aquellos
ya reconocidos, se resignifican y amplían a través de la historia.
• Trasnacionales: no dependen de la nacionalidad o del territorio donde
esta persona se encuentre, los derechos humanos están por encima del
Estado y su soberanía.
• Exigibles: el respeto de los derechos humanos representa para el Estado
una obligación de resultado. De no ser así, la sociedad puede reclamarlos
ante el mismo Estado y, en caso de no ser oída, ante instancias suprana-
cionales, como las Naciones Unidas, y otros organismos de protección
que veremos más adelante. En este sentido, los derechos son justiciables.

3.1.- Las generaciones de Derechos Humanos


Si bien en la doctrina jurídica se suele clasificar a los Derechos Humanos en gene-
raciones ello no importa, ni menos aún habilita, asociarlos con jerarquías o prefe-
rencias, pero si a reconocer a cada uno de ellos como superadores.
Todos, por su objeto y naturaleza, revisten entidad y son fundamentales más allá
del tiempo y notoriedad de cada uno en contexto determinado. Las clasificaciones
en generaciones responden más a la secuencia temporal de su aparición y reco-
nocimiento que a otros aspectos. Algunos autores hablan de tres, cuatro, cinco
generaciones de derechos. Afirma Bidart Campos que “[...] en cada generación de
derechos ha sido un paso hacia adelante, y si el advenimiento de las posteriores
alargó el camino con un itinerario de sumas y no de restas es prueba fehaciente de
que en cada momento histórico hubo sociedades que quisieron superar lo que de
su pasado valoraron como escaso o, peor aún, como negativo o como pernicioso.
No olvidemos que el constitucionalismo moderno surgió como reacción contra el

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absolutismo monárquico, y que en el diseño del nuevo Estado democrático plasmó


lo que entonces resultaba viable y apetecible. Así aparecen los derechos civiles y
políticos [...] pero los seres humanos no somos inertes, sino que poseemos capaci-
dad para progresar hacia el bien, sin que ello implique arrojar por la borda lo que
hasta entonces dábamos por bien adquirido. La segunda generación de derechos
quiso convertir -por eso- al Estado gendarme en un Estado al que Zippelius ha apo-
dado Estado “de la procura existencial”. ¿No será que el bienestar general o bien
común público va reajustando contenidos, e incorporando nuevos ‘bienes’ sociales
y personales para satisfacer la buena convivencia? Claro que sí: ‘estar-bien’ en el
siglo XX requirió más derechos que se anexaron a los anteriores. Y ‘estar-bien’ en el
siglo XXI ya nos demanda nuevos ‘plus’ para aumentar, con demasía histórica, todo
lo que nos transmitió el siglo XX. El empalme de una generación de derechos con
la otra nos proporciona un rico pluralismo democrático”. (Bidart Campos, 2003)
Según Matteucci (2008) en una primera clasificación de los derechos humanos es
posible distinguir entre derechos civiles, políticos y sociales.
• Los derechos que refieren a la personalidad del individuo requieren una
esfera de arbitrio o licitud -siempre que su comportamiento no viole el
derecho de los otros-: libertad personal, de pensamiento, de religión, de
reunión, libertad económica.
• Los derechos civiles obligan al Estado a una actitud de abstención (de
no hacer), a una actitud de no impedimento. Son una libertad por…
• Los derechos políticos son los más vinculados a la formación del Estado
democrático-representativo e implican una participación de los ciudada-
nos en la dirección política del Estado (libertad de asociación en los par-
tidos, derechos electorales). Son una libertad de…
• Los derechos sociales implican un comportamiento activo por parte del
Estado al garantizar a los ciudadanos una situación de certidumbre (de-
recho al trabajo, a la asistencia, al estudio, protección de la salud, entre
otros). Son libertades por…
Los derechos de primera generación tratan esencialmente de la libertad y la parti-
cipación en la vida política; son fundamentalmente civiles y políticos, y sirven para
proteger al individuo de los excesos del Estado. Entre los derechos de segunda ge-
neración suelen agruparse aquellos relacionados con la equidad. Además de los so-
ciales, se incluyen a los económicos y culturales. Entre los de tercera generación se
encuentran los vinculados con la solidaridad, es decir, aquellos que se caracterizan
por su incidencia en la vida de todos, a escala universal, por lo que precisan para
su realización de una serie de esfuerzos y cooperaciones en un nivel planetario.
Entre la literatura especializada algunos autores han comenzado, sin consenso aún,
a dar cuenta de los derechos humanos de cuarta generación haciendo referencia
al medio ambiente, aspectos relacionados con la bioética y las nuevas tecnologías,
Ha habido un giro de la concepción primigenia que se expresaba en la desconfian-
za del ciudadano contra el Estado y contra cualquier forma de poder organizado
en tanto se requería la necesidad de un Estado ausentista, garante sólo de las li-
bertades por, al estado asistencial, garante, pero activamente de nuevas libertades
por...(Matteucci, 2008).
Reiterando la salvedad ya expuesta en cuanto a sus categorías, jerarquías, y ratifi-

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cando el carácter vital de cada uno de ellos, en el campo de la doctrina jurídica se


suele expresar que los derechos humanos de primera generación son aquellos que
se corresponden con el constitucionalismo clásico, denominados como derechos
civiles y políticos; libertad, igualdad, propiedad, reunión, opinión, expresión; los de
segunda generación que emergen con el constitucionalismo social como derechos
económicos, sociales, culturales, como los derechos del trabajador, sindicatos, se-
guridad social, vivienda digna, etc. y los de tercera generación, de incidencia colec-
tiva, usuarios, consumidores, medio ambiente, desarrollo, a la paz, a la solidaridad,
entre otros.

DERECHOS HUMANOS • Surgen del constitucionalismo clásico


Primera Generación • Son derechos civiles y políticos;
• Por ejemplo: libertad, igualdad, propiedad, reunión,
opinión, expresión

DERECHOS HUMANOS • Surgen del constitucionalismo social


Segunda Generación • Son derechos económicos, sociales, culturales
• Por ejemplo: derechos del trabajador, sindicatos,
seguridad social, vivienda digna, etc.

DERECHOS HUMANOS • Son derechos de incidencia colectiva


Tercera Generación • Por ejemplo: usuarios, consumidores, medio ambi-
ente, desarrollo, a la paz, a la solidaridad, entre otros.

Fuente: Elaboración propia.

3.2.- El Estado como garante de derechos y el rol de la comunidad internacional


Aguilar, Astudillo, y Calzón Fernández destacan que “Los Estados son los únicos
capaces de garantizar los derechos humanos a toda la población. El titular de los
derechos es la persona y el que los debe garantizar es el Estado. De la misma for-
ma, es el Estado el único capaz de violar los derechos. Puede hacerlo por acción o
por omisión. Los viola por acción cuando genera actividades que van en contra de
los derechos de sus habitantes [...] Y los viola por omisión cuando, por su no accio-
nar, los ciudadanos ven afectados sus derechos (por ejemplo cuando el Estado no
establece políticas educativas tendientes a eliminar las desigualdades en el acceso,
permanencia y egreso de los sectores populares al sistema educativo, dejando “li-
brada” la responsabilidad de educarse a las condiciones sociales de cada sector de
la población” (Aguilar, Astudillo, y Calzón Fernández, 2012: 19-20).
Hasta el momento en que los Estados miembro de las Naciones Unidas adoptan
como principio rector y estructurador de su marco normativo a la Declaración Uni-
versal de Derechos Humanos había existido la Declaración de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano nacida al calor de los hechos que dieron origen al período
revolucionario en Francia a partir de 1789. Dicha Declaración confería la soberanía
a la nación -y no al rey, como había sido hasta ese momento- echando por tierra el
fundamento y la perpetuación de la Monarquía como forma de gobierno de la so-
ciedad. La publicación de la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano

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impulsó a la opinión mundial a posicionarse a favor o en contra de los derechos


allí contenidos y tuvo mucha más repercusión que las dos declaraciones anteriores
surgidas en Inglaterra (1689) y en los Estados Unidos de América apenas unos años
antes, en 17764. Simbolizó la promesa de unos derechos humanos universales, aun-
que en la letra distaba bastante de ello si los interpretamos en el contexto actual.
En toda la declaración (de 17 artículos) no hay una sola referencia a las mujeres. To-
das las referencias están hechas en base a los hombres y a los ciudadanos, dando
origen así a la ficción que comentábamos más arriba: la ciudadanía -que fundaba
una igualdad abstracta- como atributo de pertenencia a la comunidad política,
convirtiéndola en la máxima expresión de la negación de la dominación en la so-
ciedad. Esa pequeña declaración en extensión pero potente en términos políticos y
morales de Derechos del Hombre y del Ciudadano sirvió de modelo para limitar el
ejercicio del poder político por más de un siglo y medio. No obstante, no logró im-
pedir la instauración del horror, la emergencia de regímenes políticos autoritarios y
totalitarios, y las dos grandes guerras mundiales (1914-1918 y 1939-1945).
Con la adopción de la Declaración Universal de Derechos Humanos, paulatinamen-
te, todas las Constituciones de los países miembro de las Naciones Unidas fueron
reformadas incorporando contenidos de esta, aunque -recordamos- legalmente di-
cha declaración no tuvo carácter vinculante. Se trató de una expresión de voluntad
colectiva, de un documento político y ético, con un objetivo común por parte de los
Estados que era reconocer, velar y garantizar por esos derechos enumerados en el
texto. Los países que suscribieron la Declaración Universal la consideraron como el
instrumento común que establecería ciertos derechos mínimos comunes a todos
los países. Estos derechos mínimos se redactaron de forma amplia de forma que
variara la manera en que cada Estado los satisficiera, según la cultura y las tradicio-
nes de sus sociedades. Por ejemplo, la educación básica o primaria de niños y niñas
es obligatoria para todos los Estados, pero las características de esa educación –
entre ellas los contenidos y su duración– las decide cada Estado (Aguilar, Astudillo,
y Calzón Fernández, 2012).
A más de 70 años de la adopción de aquellos principios y derechos humanos esen-
ciales, es posible afirmar que la estrategia inicial logró su cometido; esto es, la
adopción de la Declaración Universal de Derechos Humanos se ha convertido en
una obligación debido a su reiterada aplicación a lo largo de los años. Algunos Es-
tados accedieron a respetarla gracias a la presión ejercida por otros Estados, por la
sociedad, las organizaciones no gubernamentales y por la opinión pública. No obs-
tante, el hilo conductor que encontramos en la historia de los derechos humanos
es una lucha contra las violaciones y los abusos de poder del Estado y cualquier
forma de poder organizado hacia las personas. Una de las experiencias aprendidas
de las anteriores declaraciones de derechos citadas por parte de la humanidad fue
la necesidad de contar con la promoción, cooperación y protección internacional
de los derechos humanos.

4
Los dos grandes precedentes a la declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano fueron los
“Bills of rights” de 1776 de muchas colonias norteamericanas rebeladas contra el dominio de Inglaterra
(que fijaba la Independencia de Estados Unidos de América); y el “Bill of rights” inglés con consagraba
la Revolución Gloriosa de 1689 -hecho que dió origen a la democracia parlamentaria moderna inglesa-,
justo 100 años antes de la declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano.

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MINISTERIO DEL INTERIOR, OBRAS PÚBLICAS Y VIVIENDA

AUTORIDADES

Luis Alfredo Juez


Titular del Instituto Nacional de Capacitación Política

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