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José Mendoza1, Carlina Fernández2
1,2
Universidad de Carabobo, Valencia. Venezuela
Internet Society ISOC, Capítulo Venezuela
1,2
1
Universidad Simón Bolívar, Baruta. Venezuela
Autor de Correspondencia
1,2
Resumen
¿Quién soy? Es una pregunta que desde los albores de los registros históricos ha
perseguido al hombre sin considerarse del todo resuelta aun en nuestros días. En la
actualidad, no solo se debe definir la identidad del individuo como sus antepasados,
sino además su “ciberidentidad”. Se utilizó el método de la revisión y análisis
documental para comprender cómo en una realidad construida por imágenes, el
tráfico de estas imágenes darán forma a la identidad individual, la cual debe
escindirse además, como consecuencia de la aparición de “internet”, en la realidad
que podría llamarse física, y la realidad digital o ciberrealidad. Surgiendo así un
nuevo aspecto de la “identidad frente a los demás” o la llamada ciberidentidad, ésta es
aquella realidad que se constituye al reunir toda “huella digital”. La principal
herramienta para definir a voluntad esta ciberidentidad serán las llamadas redes
sociales. En la sociedad de internet, la identidad digital es la mejor tarjeta de
presentación, y mientras más involucrados se esté en internet (cibertrabajo, relaciones
interpersonales, etcétera) mayor será la importancia de mantener una adecuada
ciberidentidad.
Palabras claves: Identidad, ciberidentidad, redes sociales, huella digital, internet.
1. Introducción
Se vive en una era hiperconectada, donde la sociedad occidental se encuentra
sumergida ante la expectativa del poder de las redes informáticas y la tecnologías. El
poder de cómputo ha alcanzado cotas no imaginadas si quiera en antaño, por lo que,
parecieran que los nuevos horizontes se fijan sobre el soporte de las redes, que se
basan en comunicaciones entre equipos computacionales. Si esto ocurre en la
actualidad, la pregunta es, ¿Con qué herramientas cuenta el individuo frente a tal
realidad?; en especial, para ver reflejada su identidad dentro de este contexto, y una
vez dentro, influenciar dicha identidad de tal forma de poder sacar provecho de estas
herramientas que como tales, dependerán del uso sabio o no que se les dé.
La investigación estuvo fundamentada en diversos autores que trabajan la
identidad y sobre la condición humana misma, así como aquellos que han ido
suministrando herramientas conceptuales para abordar los problemas de esta nueva
era de internet. Se pretende obtener un conocimiento que sea manejable por legos, útil
para todos y no solo para los más instruidos, por lo que, al abordar la condición
humana, y sin perder rigor científico, se realiza desde una concepción integradora.
El objetivo del presente estudio fue definir de qué manera las así llamadas redes
sociales pueden ser útiles para dar forma intencional a la ciberidentidad, y cómo un
uso no consciente de estas herramientas, pueden ocasionar daño donde pudieron dar
provecho.
2. Metodología
La metodología utilizada fue dentro del área temática de las TIC e Innovación
Tecnológica, teniendo como tema las TIC y generación de saberes. Se desarrolló un
trabajo de revisión y análisis documental partiendo de los autores y trabajos
publicados con anterioridad y que se pasa a exponer a continuación.
3. Disertación
Se vive en una realidad construida por “imágenes”, en el entendido de la
paradoja de las sombras y la cueva elaborada por Platón (1992), estas imágenes son
constructos que permiten edificar ideas más complejas. Es importante aquí volver a
Platón (ob. cit.) y su idea del hombre en la caverna, pues permite claramente
visualizar cómo la realidad se bifurca en dos, por un lado se tiene la realidad que
ocurre en los entes, ajena por completo al ser humano y su capacidad de aprehender
los hechos, esa realidad pasa a través del tamiz del conocimiento humano, con lo
limitado de su capacidad, y produce entonces una realidad ideal, reconstruye un
mundo interpretado, donde además, el ser humano es parte, siendo a la vez, intérprete
e interpretado.
La comunicación pues, es a través de un lenguaje, lenguaje que es el único
vehículo que permite construir comunidad, unir la realidad propia con la ajena y entre
las dos, edificar una nueva realidad, común, y por tanto, mayor. Más allá de las
diversas formas que puede optar este lenguaje (visual, auditivo, olfativo, etc.) será
siempre sensorial y estará constituido por representaciones de la realidad,
representaciones que no son la realidad misma, sino una aproximación humana al
concepto de dicha realidad. En este contexto de ideas, señala Shotter (1996), que al
decir: “gato”, el concepto “gato” no es el animal en sí mismo, es solo una idea
abstracta, un acercamiento al conocimiento acumulado que durante generaciones los
humanos, han formulado sobre estos animales.
Cabe interrogarse, en consecuencia, ¿Es igual un “gato” a otro? lo será mientras
no sea individualizado. Ahora bien, ¿Cómo se individualiza un concepto abstracto?.
Dotándolo de identidad, conjunto de características que lo hacen diferente no solo de
otros conceptos y entidades, sino incluso de otros análogos a sí mismo como los otros
gatos.
En este sentido, Heidegger (1990), explana que la diferenciación entre elementos
es la otra cara de la identidad, “soy yo porque no soy el otro”, necesitando en
consecuencia, de quien diferenciarse. Sostiene incluso que la identificación no es más
que un proceso de diferenciación, es decir, “a” es “a” porque no es “b”, ni “c”, ni “d”,
ni “e”, etc. Se es esto porque no se es aquello, ampliando así el proceso de
constatación a una pluralidad de objetos reales e ideales.
Esta identidad en el ser humano no es obra casual, sino producto de una serie de
decisiones conscientes, se tiene el privilegio de poder cambiar la identidad personal a
voluntad, influenciarla, modificarla. Pero como consecuencia de este privilegio el ser
humano también es el único con dos identidades, la que existe frente a todos los
demás, de la misma forma que existe la identidad del gato frente a todos menos al
gato, que es extraño por completo al proceso, y la identidad que existe solo frente a sí
mismo; una identidad privada, imposible de compartir. Una identidad conformada
desde el mismo momento en que se dota de sentido a esa “voz” del inconsciente que
va narrando el mundo, la vida y la realidad.
Esa interpretación de sí mismo, esa aprehensión de su propia identidad, viene
dada a través de la percepción de sí mismo, de la autopercepción; es a través de ese
contacto consigo mismo que le permite percibirse, estudiarse, determinarse que el
hombre puede formar una idea abstracta sobre su propia identidad. Es imprescindible
entonces, la percepción del mundo para interpretarlo; darle identidad a los entes que
lo conforman. Asimismo, resulta ineludible la autopercepción para definirse a sí
mismo, como sujeto o parte de un todo, interpretándose a sí mismo como parte de la
realidad.
Por ende, somos antes los demás y somos ante nosotros mismos, sin que sea
menester coincidencia parcial o total entre dichas identidades. Y a diferencia de la
identidad frente a los demás, la privada no puede ser modificada a voluntad,
carecemos de tal poder y sin embargo, sí puede ser influenciada por el entorno.
La identidad no es una propiedad intrínseca del sujeto, tiene un carácter
intersubjetivo y relacional. Significa el resultado de un proceso, en el sentido de que
surge y se desarrolla en la interacción cotidiana con los otros. Tal y como señala
Sciolla (1983), “El individuo se reconoce a sí mismo sólo reconociéndose en el otro”.
Ante este planteamiento, Blasco (2015) expone que, este desfase entre las
identidades puede originar situaciones como el síndrome del impostor, aquella
situación en la cual el ser humano se siente impostor, pues se percibe a sí mismo con
menor valor e importancia con los cuales lo perciben los demás; y en consecuencia,
existe el temor a ser descubiertos en la falsedad. También existe la creación de
identidades frente a los demás incongruentes, inconsistente o a todas luces falsas.
Sen (2006), explica que las personas tienen muchas identidades, pero optan por
presentar o manejar una situación a través de una o varias identidades. Esto significa
que la persona tiene una identidad familiar (o varios), la identidad política, la
identidad religiosa, identidad espiritual, y diversas identidades sociales que se
relacionan con amigos y trabajo.
No solo ello, sino que además, por ser el hombre un complejo objeto de estudio
que radica, entre otras características, en la perpetua mutación de su identidad. Un
hombre es idéntico a sí mismo, pero este hombre está en constante cambio; entonces,
¿es realmente idéntico a sí mismo de acuerdo a qué parámetros?. Agrega Brodsky
(2011), si se realizan cortes temporales, se obtendrán dos sujetos que mientras más
tiempo los separe, más diferentes serán. ¿Acaso a esto se refería Lacan cuando decía
que solo el nombre permanece, y que por ende, es el único que otorga identidad?.
En la actualidad, la realidad debe escindirse además, como consecuencia de la
aparición de internet, en la realidad que podría llamarse física, y la realidad digital o
ciberrealidad. Surgiendo así un nuevo aspecto de la identidad frente a los demás o la
llamada ciberidentidad, esta es aquella realidad que se constituye al reunir toda
“huella digital” y en especial cuando se renuncia al anonimato.
El ciberespacio o el ciberinfinito, según la Enciclopedia Wikipedia: “Es una
realidad simulada que se encuentra implementada dentro de los ordenadores y de las
redes digitales de todo el mundo”; de aquí provienen todos los prefijos “ciber”,
aplicables al mundo de internet, el cual, se define como: “Un conjunto
descentralizado de redes de comunicación interconectadas que utilizan la familia de
protocolos TCP/IP, lo cual garantiza que las redes físicas heterogéneas que la
componen como una red lógica única de alcance mundial”.
En este contexto, existe la llamada “huella digital”, la cual, según la Internet
Society (2014):
Está formada por los rastros que dejamos al utilizar Internet. Comentarios
en redes sociales, llamadas de Skype, el uso de aplicaciones, registros de
correo electrónico – todo esto forma parte de nuestro historial en línea y,
potencialmente, puede ser visto por otras personas o almacenado en una
base de datos.
En consecuencia, la huella digital “te pinta como persona”. Si se presta
atención, las huellas explícitas que se dejan cada vez que se participa en
una conversación en internet, saltan a la vista. Por ejemplo, si se tuitea
que se acaba de llegar a Sídney y que la puesta de sol es espectacular,
ambas afirmaciones revelan de forma bastante explícita dónde se está y
qué hora es (suponiendo que los tuits digan la verdad).
Pero, ¿Qué pasa con las huellas implícitas? Cada vez que se visita un sitio web,
se revela información personal al dueño del sitio: la dirección IP, que puede incluir
información geográfica; el tipo de navegador y el sistema operativo que se utiliza; y
muchas veces, el último sitio que se ha visitado. Estos datos parecen relativamente
inocuos, incluso bastante anónimos. Cada una por separado, estas huellas, son
bastante superficiales.
Según Freud (citado en Turpo, 2010), la identidad se origina a partir de un
proceso de identificación inconsciente, que dista mucho de ser voluntaria. En efecto,
Turkle (citado en Turpo, ob. cit.), algunos rasgos que el usuario proyecta en su
imagen virtual pueden ser igualmente inconscientes; pero, en todo caso, la identidad
virtual, por la naturaleza de su construcción, tiene algún elemento volitivo que no está
presente en el “yo” de la vida “offline”. El ciberespacio libera a los participantes en la
comunicación interpersonal de las restricciones de la coopresencia y facilita el
contacto con personas que se encuentran espacialmente en diferentes lugares
comunicándose e interactuando virtualmente.
La principal herramienta para definir a voluntad esta ciberidentidad serán las
llamadas redes sociales. En ellas se puede hacer uso consciente y exponer solo
aquello que se desea, para así, mostrar una realidad parcial y por ende, narrada, es
decir, que obedece a una intención de un narrador, un sesgo.
Ya existen diversos estudios que demuestran que en las redes sociales lo más
común es exponer una imagen idealizada de sí mismo, siendo que solo se expone los
buenos momentos (fotografías de viajes, celebraciones, etcétera) omitiendo
intencionalmente lo que no se quiere mostrar (problemas de pareja, económicos, entre
otros) por lo que, aquellos que reciben el mensaje como real, pueden sentir que son
los únicos que no son felices, al comparar sus propias vidas con las que percibe como
ideales.
Volviendo al tema que ocupa, esta capacidad de editar lo que se muestra en las
redes sociales de internet, otorga un enorme poder sobre la ciberidentidad, sin llegar a
ser un poder total, pues el resto de la huella digital, también surtirá efecto, y si se
quiere proyectar una identidad consistente y creíble, debe ser congruente tanto en
redes sociales como en el resto de las actividades en internet.
De nada vale mostrar todos los grados académicos obtenidos, si el contenido que
se suele consumir en mayoritariamente sobre viajes y fiestas. Internet tiene su propia
lógica y es un mundo donde cada vez más es visualizado toda actividad,
especialmente si el ser humano no se da a la tarea de corregir, configurar y vigilar qué
se expone y qué no.
De esta manera, la identidad mediada por la red permite el mantenimiento del yo
social en un continuo rehacer identitario; donde, como indica Ortigosa e Ibáñez
(2006), “La respuesta social de otros participantes juega un papel primordial sobre
el desarrollo de la identidad y sobre su satisfactoria representación”.
Cada página web visitada, cada compra realizada en internet, cada aplicación que
es utilizada en dispositivos móviles, e incluso, cuáles son estos dispositivos, cuándo y
desde dónde son utilizados, son información que circulan libremente por internet y
que a menos que se tomen medidas especiales para ello, pueden ser visualizados por
cualquiera y comparar lo que esos datos dicen de la persona con lo que sí mismo dice.
Covey y otros (2011), afirman que “Tus actos siempre hablan más alto y más
claro que tus palabras” Esto en internet podría traducirse como “Tu huella digital
habla más alto y claro que el contenido que intencionalmente comparte en redes
sociales”.
De esta manera, Da Silva (citado en Turpo, op. cit.), explana que:
En las relaciones instituidas en Internet, las personas buscan visibilizar
los aspectos de su yo (self), dar a conocer: los aspectos
extraordinariamente reales e importantes del yo, que no suelen decir o
expresarse con facilidad a los demás (true self) (Turkle, 1997); a través
de “sentimientos de identificación y de pertenencia como de anomía y
exclusión”.
4. Reflexiones finales
La clave no está en la cantidad de contenido o información que se haga pública,
pues, en las redes sociales como en muchos ecosistemas de internet, la confianza es
una moneda de uso común, que sirve para la construcción de relaciones más sólidas y
duraderas así como de insumos de trabajos (publicidad, ventas, mayor número de
seguidores). Ahora bien, si la pretensión es querer sentirse cercano a quienes le
interactúan, o que ellos se sientan cercanos, debe compartirse gran cantidad de
contenido o información y así generar sensación de familiaridad y en consecuencia,
confianza. No obstante, ello no impide que se escoja cuál contenido o información se
va a compartir, pues el que se deba compartir grandes cantidades de información, no
implica que deba compartirse toda.
La privacidad es contextual, en consecuencia, utilizar diferentes identidades para
diferentes aspectos de la vida en línea –ya sea utilizar una dirección de correo para el
trabajo y otra para los asuntos personales, o utilizar una tarjeta de crédito para realizar
compras en línea y otra para todo lo demás– ayuda a mantener separadas las
diferentes partes de la llamada huella digital.
Por lo que al comprender que cada acción/contenido consumido en internet
tendrá una repercusión directa en la identidad digital frente a los demás que determina
la forma en que se será percibido, y en consecuencia influirá en cómo se será tratado.
En la sociedad de internet, la identidad digital es la mejor tarjeta de presentación, y
mientras más involucrados se esté en internet (cibertrabajo, relaciones
interpersonales, etcétera) mayor será la importancia de mantener una adecuada
ciberidentidad.
Referencias
Blasco, L. (2015). ¿Qué es el “síndrome del impostor” y por qué lo sufre tanta
gente?. [Artículo en Línea]. Recuperado en 10 de mayo de 2016, de
http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/11/151125_salud_psicologia_sindrome_i
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Brodsky, G. (2011). La diferencia sexual en la experiencia analítica. La liebre y el
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Recuperado en 10 de mayo de 2016, de
http://virtualia.eol.org.ar/022/template.asp?Ladiferenciasexualenla
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Covey, S., Sanz, J, Luna, C. y Cotera, F. (2011). Aspectos claves de la comunicación
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Enciclopedia Wikipedia. (2016). Internet. Recuperado en 10 de mayo de 2016, de
https://es.wikipedia.org/wiki/Internet?oldformat=true.
Heidegger, M. (1990). La constitución ontoteológica de la metafísica. Identidad y
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Internet Society. (2014). Manual Huellas digitales. Un marco de referencia de la
Internet Society. Recuperado en 10 de mayo de 2016, de
http://www.internetsociety.org/es/tuhuelladigital.
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Sciolla, L. (1983). Identitá. Turín: Rosenberg and Sellier.
Sen, A. (2006). Identity and Violence: The Indian economist and philosopher: The
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Shotter, J. (1996). El lenguaje y la construcción del sí mismo. Construcciones de la
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Turpo, O. (2010). Sociodinámica de las Identidades en la Red. Revista Electrónica
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