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10.

Semana (…Teología II Profesor: Abel Velasco)


Soteriología, la salvación

10.1. Salvación1

Salvación (heb. >aûsµey, gr. µisµûsµoy)

10.1.1. En el Antiguo Testamento


El principal término heb. traducido ―salvación‖ es >aûsµey y los
derivados correspondientes. Su significado básico es ―introducir en un
ambiente espacioso‖ (vea. Sal. 18.36; 66.12), pero tiene desde el
comienzo el sentido metafórico de ―liberación de toda limitación‖ y los
medios para llegar a ella; es decir: liberación de los factores que
constriñen y limitan. Puede referirse a liberación de una enfermedad (Is.
38:20), de los problemas (Jer. 30:7), o de los enemigos (2 S. 3:18; Sal.
44:7). En la gran mayoría de las referencias Dios es el autor de la
salvación. Así, Dios salva a su rebaño (Ez. 34:22); rescata a su pueblo
(Os. 1:7) y sólo ´él puede salvarlos (Os. 13:10–14); no hay otro
salvador aparte de él (Is. 43:11). Salvó a los padres de Egipto (Sal.
106:7–10), y a sus hijos de Babilonia (Jer. 30:10). Él es el refugio y el
salvador de su pueblo (2 S. 22:3). Salva al pobre y al necesitado cuando
no tienen otro que los ayude (Sal. 34:6; Job 5:15). En las palabras de
Moisés, ―estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy‖ (Ex.
14:13), tenemos la esencia misma del concepto veterotestamentario de
la salvación. Así, conocer a Dios en alguna medida es conocerlo como
Dios salvador (Os. 13:4), de modo que las palabras ―Dios‖ y ―Salvador‖
son virtualmente idénticas en el AT. El gran ejemplo normativo de la
liberación salvífica divina es el éxodo (Ex. 12:40–14:31). La redención
de la esclavitud mediante la intervención de Dios en el mar Rojo fue
determinante de toda la subsiguiente reflexión de Israel acerca de la
naturaleza y la actividad de Dios. El éxodo fue el molde al cual se
incorporó toda la subsiguiente interpretación del drama de la historia de
Israel. Se lo expresaba con el canto en el culto (Sal. 66:1–7), se lo
relataba (Dt. 6:20–24), se lo representaba en el ritual (Ex. 13:3–16).
De manera que la noción de la salvación surgió del éxodo, estampada
indeleblemente con la dimensión de los poderosos actos de liberación
divina en la historia.

1
Douglas, J. D., Nuevo Diccionario Biblico Certeza, (Barcelona, Buenos Aires, La Paz,
Quito: Ediciones Certeza) 2000, c1982.

10.1
Este elemento profundamente significativo sirvió de base, a su
vez, para una contribución veterotestamentaria aun mayor a la idea de
la salvación cual es la escatología. La experiencia que tuvo Israel en
cuanto a Dios como salvador en el pasado le permitió proyectar su fe
hacia adelante, hacia la expectativa de su salvación plena y definitiva en
el futuro. Precisamente porque Yahvéh se ha hecho conocer como Señor
de todos, creador y sustentador de toda la tierra, y porque es un Dios
justo y fiel, un día hará efectiva su total victoria sobre sus enemigos y
salvará a su pueblo de todos sus males (Is. 43:11–21; Dt. 9:4–6; Ez.
36:22–23). En el período primitivo esta esperanza de salvación se
centra más en la intervención histórica inmediata para la reivindicación
de Israel (Gn. 49; Dt. 33; Nm. 23s). En el período profético encuentra
expresión en función de un ―día de Yahvéh‖ en el cual el juicio habrá de
combinarse con la liberación (Is. 24:19s; 25:6–8; Jl. 2:1s, 28–32; Am.
5:18s; 9:11s). La experiencia del exilio proporcionó tanto una imagen
concreta como un marco concreto para la expresión de esta esperanza
como un nuevo éxodo (Is. 43:14–16; 48:20s; 51:9s; compárese. Jer.
31:31–34; Ez. 37:21–28; Zac. 8:7–13); pero los desalentadores y
limitados resultados de la restauración proyectaron la esperanza hacia
adelante nuevamente, y la transmutaron en lo que se ha denominado la
escatológica-trascendental (Is. 64:1s; 65:17s; 66:22), la esperanza del
<abysh mylly>, el nuevo mundo al final de la era presente, en el que el
gobierno soberano y el carácter justo de Dios se manifestarán en todas
las naciones.
Correspondería hacer referencia también a otros términos
relacionados que la LXX vierte como µasµûsµny; en particular la raíz l>b,
‗redimir‘, recuperar propiedad que ha ido a parar a manos ajenas,
―volver a adquirir‖, a menudo mediante compra. La persona que
efectuaba dicha redención, o salvación, es el las>ûsb, el ‗pariente-
redentor‘ (Lv. 25:26, 32; Rt. 4:4, 6). Dios es el gran las>ûsb de Israel
(Ex. 6:6; Sal. 77:14s). Este uso es sinónimo de >aûsµey en la última
parte de Isaías (Is. 41:14; 44:6; 47:4). Aparecen como términos
paralelos en Is. 43:1–2; 60:16; 63:9.
Finalmente notamos que la actividad salvífica de Dios en el AT se
amplía y se profundiza en función de un instrumento particular de esa
salvación, el Mesías-Siervo. La salvación envuelve un agente, o
salvador, aunque no necesariamente distinto de Yahvéh mismo. En
general aunque Yahvéh puede emplear agentes humanos particulares, o
salvadores, en momentos históricos determinados (Gn. 45:7; Jue. 3:9,
15; 2 R. 13:5; Neh. 9:27), sólo él es el salvador de su pueblo (Is.
43:11; 45:21; Os. 13:4). Esta afirmación general requiere aclaración en
el contexto del desarrollo de la esperanza de la salvación en el AT,
donde en los cánticos del Siervo encontramos una encarnación personal

10.2
de la salvación moral de Yahvéh, aun cuando nunca se hace referencia
al Siervo como salvador en forma directa. La configuración corporativa
está claramente presente aquí, pero la personificación del ministerio del
Siervo está clara en el texto, y a la luz del cumplimiento
neotestamentario no requiere defensas adicionales. En el cántico, Is.
49:1–6, aparece como instrumento de la salvación universal preparada
por Dios (v. 6; tamb. vv. 8). El cántico final, 52:13–53:12, no contiene
el término, pero el concepto de la salvación está presente en todas
partes en función de una liberación del pecado y sus consecuencias. Así,
el AT nos ayuda a comprender, finalmente, que Dios salva a su pueblo
mediante su Mesías-Salvador.

10.1.2. En el Nuevo Testamento


En el NT comenzamos con la observación general de que, en
buena medida, el uso ―religioso‖ de una liberación moral/espiritual se
vuelve totalmente dominante en lo que respecta al concepto de la
salvación. En el uso no religioso se limita virtualmente a salvar ante
graves peligros de muerte (Hch. 27:20, 31; Mr. 15:30; He. 5:7).
a. Los evangelios sinópticos
Jesús menciona la palabra salvación una sola vez (Lc. 19:9),
donde puede referirse ya sea a sí mismo como personificación de la
salvación, impartiendo perdón a Zaqueo, o a aquello que se evidencia
por la conducta transformada del publicano. Nuestro Señor, sin
embargo, usó la palabra ―salvar‖ y otras afines para indicar primero lo
que vino a hacer (por inferencia, Mr. 3:4; y por afirmación directa, Lc.
4:18; Mt. 18:11; Lc. 9:56; Mt. 20:28), y segundo, lo que se le exige al
hombre (Mr. 8:35; Lc. 7:50; 8:12; 13:24; Mt. 10:22). Lc. 18:26, y el
contexto, muestra que la salvación exige un corazón contrito,
impotencia como del niño, dispuesta a recibir, y la renuncia a todas las
cosas por amor a Cristo, condiciones todas que el hombre no puede
cumplir por sí solo.
El testimonio de otros acerca de la actividad salvífica de nuestro
Señor es tanto indirecta (Mr. 15:31) como directa (Mt. 8:17). Está
también el testimonio de su propio nombre (Mt. 1:21, 23). Estos
variados usos sugieren en conjunto que la salvación estaba presente en
la persona y el ministerio de Cristo, y especialmente en su muerte.
b. El cuarto evangelio
Esta doble verdad la subraya el cuarto evangelio, en el que cada
capítulo sugiere diferentes aspectos de la salvación. Así, en 1.12s los
hombres se convierten en hijos de Dios al confiar en Cristo; en 2.5 la
situación se soluciona al hacer ―todo lo que os dijere‖; en 3.5 el nuevo
nacimiento por el Espíritu es esencial para entrar en el reino, pero 3.14,

10.3
17 deja en claro que esa nueva vida no es posible aparte de la fe en la
muerte de Cristo, sin la cual los hombres ya están sujetos a
condenación (3:17); en 4:22 la salvación es de los judíos—por
revelación históricamente canalizada por medio del pueblo de Dios—y es
un regalo que interiormente transforma y capacita a los hombres para la
adoración.
En 5:14 el que ha sido sanado no debe volver a pecar, no sea que
le ocurra algo peor; en 5:39 las Escrituras dan testimonio de que hay
vida (= salvación) en el Hijo, a quien le han sido encomendados la vida
y el juicio; en 5:24 los creyentes ya han pasado de muerte a vida; en
6:35 Jesús declara que él es el pan de vida, a quien únicamente deben
acudir los hombres (6:68) en busca de las vivificantes palabras de vida
eterna; en 7:39 el agua es símbolo de la vida salvífica del Espíritu que
había de venir después de que Jesús fuese glorificado.
En 8:12 el evangelista indica la seguridad que ofrece la guía de la
luz y en los vv. 32, 36 la libertad que se adquiere por medio de la
verdad que reside en el Hijo; en 9:25, 37, 39 la salvación es visión
espiritual; en 10:10 el ingreso en el disfrute de la seguridad y la vida
abundante del redil y del Padre es por medio de Cristo; en 11:25s la
vida de resurrección pertenece al creyente; en 11:50 (compárese.
18:14) el propósito salvador de su muerte se describe
inconscientemente; en 12:32 Cristo, levantado en su muerte, atrae a los
hombres hacia sí; en 13:10 el lavado inicial del Señor significa salvación
(―está todo limpio‖); en 14:6 Cristo es el camino vivo y verdadero a las
moradas del Padre; en 15:5 el permanecer en él, la Vid, es el secreto de
los recursos vitales; en 16:7–15 por amor a Cristo el Espíritu se hará
cargo de los obstáculos a la salvación y hará los preparativos para su
realización; en 17:2–3, 12 el Señor guarda y cuida a los que tienen
conocimiento del Dios verdadero y de su Hijo; en 19:30 se lleva a cabo
la salvación; en 20:21–23 las palabras de paz y perdón acompañan la
entrega del don del Espíritu; en 21:15–18 su amor reconciliador vuelve
a inyectar amor en su seguidor y lo rehabilita para el servicio.
c. Los Hechos
Hechos traza la proclamación (16:17) de la salvación en el
impacto que produce, primero en las multitudes que escuchan la
exhortación a que sean ―salvos de esta perversa generación‖ (2:40)
mediante el arrepentimiento (que es también don de Dios y parte
constitutiva de la salvación, 11:18), la remisión de pecados, y la
recepción del Espíritu Santo; luego en un individuo enfermo, ignorante
de su verdadera necesidad, que es sanado por el nombre de Jesús, el
único nombre en el que podemos ser salvos; y tercero, en la familia de
aquel que preguntó ―¿qué debo hacer para ser salvo?‖ (16:30ss).

10.4
d. Las epístolas paulinas
Pablo sostiene que las Escrituras ―pueden hacer sabio para la
salvación por la fe que es en Cristo Jesús‖ (2 Ti. 3:15ss) y que
proporcionan los ingredientes esenciales para el disfrute de una
salvación plena. Ampliando y aplicando el concepto veterotestamentario
de la justicia divina, que ya anticipaba la justicia salvífica del NT, Pablo
demuestra que no hay salvación alguna por medio de la ley, ya que ella
sólo podía indicar la presencia, y suscitar la actividad reaccionaria, del
pecado y cerrarle la boca a los hombres dada su culpabilidad ante Dios
(Ro. 3:19; Gá. 2:16). La salvación se proporciona como libre don del
justo Dios obrando en gracia para con el indigno pecador que, por el don
de la fe, confía en la justicia de Cristo, que lo ha redimido por medio de
su muerte y lo ha justificado con su resurrección. Dios, por amor a
Cristo, justifica al pecador (es decir:. le acredita la perfecta justicia de
Cristo y lo acepta como si no hubiese pecado), perdona su pecado, lo
reconcilia consigo mismo en y mediante Cristo, ―haciendo la paz
mediante la sangre de su cruz‖ (2 Co. 5:18; Ro. 5:11; Col. 1:20), lo
adopta como miembro de su familia (Gá. 4:5s; Ef. 1:13; 2 Co. 1:22),
poniendo el sello, las arras, las primicias de su Espíritu en su corazón, y
de este modo haciendo de él una nueva creación. Por el mismo Espíritu
los subsiguientes recursos de la salvación lo capacitan para andar en
novedad de vida, mortificando crecientemente los hechos de la carne
(Ro. 8:13), hasta que en última instancia es conformado a Cristo (Ro.
8:29) y su salvación es consumada en la gloria (Fil. 3:21).
e. La Epístola a los Hebreos
La ―gran‖ salvación de la Epístola a los Hebreos trasciende los
anuncios veterotestamentarios sobre la salvación. En el NT la salvación
se describe con el lenguaje de los sacrificios; las tantas veces repetidas
ofrendas del ritual veterotestamentario que se ocupaban principalmente
de los pecados no premeditados y sólo proporcionaban una salvación
superficial son remplazadas por el sacrificio único de Cristo, siendo él
mismo tanto el Sacerdote de nuestra salvación como la ofrenda salvífica
(He. 9:26; 10:12). El derramamiento de su sangre vital en la muerte
efectúa la expiación, de modo que en lo sucesivo el hombre, con la
conciencia purificada, puede entrar en la presencia de Dios en las
condiciones del nuevo pacto, ratificado por Dios mediante su Mediador
(He. 9:15; 12:24). Hebreos, que tanto recalca la forma en que Cristo
encara la cuestión del pecado mediante su sufrimiento y su muerte a fin
de proporcionar la salvación eterna, anticipa su segunda venida, no ya

10.5
para ocuparse del pecado, sino para consumar la salvación de su pueblo
y, presumiblemente, la gloria consiguiente que les corresponde (9:28).

f. La Epístola de Santiago
Santiago enseña que la salvación no es la ―fe‖ solamente sino
también produce ―obras‖ (2:24). Su intención es desilusionar a todo el
que se apoya para su salvación en el mero reconocimiento intelectual de
la existencia de Dios y de la obra de Cristo, sin un cambio de corazón
que dé por resultado obras de justicia.
No descuenta la verdadera fe, sino que pide que su presencia la
evidencie una conducta que a su vez ponga de manifiesto las energías
salvíficas de la verdadera fe (fe viva) obrando por medio de la Palabra
de Dios implantada en la persona. Le preocupa tanto como el que más
el hacer volver al pecador del error de su camino y salvar su alma de la
muerte (5:20).
g. 1 y 2 Pedro
1ª de Pedro destaca, en forma semejante a Hebreos, lo costoso de
la salvación (1:19), que fue buscada y predicha por los profetas, pero es
ahora realidad presente para los que, como ovejas extraviadas, han
vuelto al Pastor de sus almas (2:24s). Su aspecto futuro es conocido por
los que ―sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para
alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada‖ (1 P.
1:5).
En 2ª de Pedro la salvación comprende el escapar de la corrupción
que existe en el mundo por la lascivia haciéndonos partícipes de la
naturaleza divina (1:4). En el contexto del pecado el creyente ansía los
nuevos cielos y la nueva tierra en los que mora la justicia, pero
reconoce que la postergación de la ―parusía‖ se debe a la paciencia de
su Señor, paciencia que forma parte, ella misma, de la salvación (3:13,
15).
h. 1, 2 y 3 Juan
Para 1ª de Juan el lenguaje de los sacrificios en Hebreos es
adecuado. Cristo es nuestra salvación al ser él la propiciación por
nuestros pecados, como exteriorización del amor de Dios. Es Dios en su
amor, manifestado en la sangre derramada de Cristo, el que cubre
nuestros pecados y nos purifica. Como en el cuarto evangelio, la
salvación se concibe en función del hecho de nacer de Dios, de conocer
a Dios, de poseer vida eterna en Cristo, de vivir en la luz y la verdad de
Dios, de morar en Dios y saber que él mora en nosotros mediante el
amor por su Espíritu (3:9; 4:6, 13; 5:11). 3ª de Juan tiene una

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significativa oración en la que pide prosperidad y salud corporal
(bienestar natural) generales para acompañar la prosperidad del alma
(v. 2).

i. La Epístola de Judas
Judas 3, al referirse a la ―común salvación‖, está pensando en algo
semejante a la ―común fe‖ de Tit. 1:4, y la vincula con la ―fe‖ (Ef. 4:5)
por la que tienen que contender los creyentes. Esta salvación
comprende los privilegios, verdades, demandas y experiencias salvíficos
comunes a sus muy diversos lectores. En los vv. 22s insta a hacer
conocer urgentemente esta salvación a diversos grupos de personas que
tienen dudas, que se encuentran en grave peligro, y que están
sumergidas en la degradación.
j. El Apocalipsis
Apocalipsis reitera el tema (de 1 Jn.) de la salvación como
liberación o limpieza del pecado en virtud de la sangre de Cristo, y la
constitución de los creyentes en sacerdotes reales (1:5s). De un modo
que recuerda al Salmista, el vidente, en actitud de adoración, atribuye la
salvación en toda su amplitud a Dios (7:10). Los últimos capítulos del
libro pintan la salvación en función de las hojas del árbol de la vida que
son para la sanidad de las naciones, árbol al cual, como en el caso de la
ciudad de la salvación, se concede admisión únicamente a aquellos
cuyos nombres están escritos en el libro de la vida.

10.2. Consideraciones

10.2.1. Su carácter moral y espiritual


La salvación tiene carácter moral y espiritual. La salvación tiene
relación con la liberación del pecado y sus consecuencias y, por
consiguiente, de la conciencia de culpa (Ro. 5:1; He. 10:22), de la ley y
su maldición (Gá. 3:13; Col. 2:14), de la muerte (1 P. 1:3–5; 1 Co.
15:51–56), del juicio (Ro. 5:9; He. 9:28); también del temor (He. 2:15;
2 Ti. 1:7, 9s), y la esclavitud (Tit. 2:11–3:6; Gá. 5:1s). Es importante
indicar las consecuencias negativas de esto, es decir: lo que la salvación
cristiana no incluye.
La salvación no incluye necesariamente la prosperidad material ni
el éxito mundano (Hch. 3:6; 2 Co. 6:10), como tampoco promete salud
física ni bienestar. Es preciso tener cuidado de no exagerar justamente
este aspecto negativo, ya que ha habido y hay actualmente curaciones
realmente notables, y la capacidad para realizar curaciones es un don
que el Espíritu ha dado a la Iglesia (Hch. 3:9; 9:34; 20:9s; 1 Co.

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12:28). Pero no en todos los casos se producen las curaciones, y por lo
tanto no constituye en ningún sentido un ―derecho‖ de la persona que es
salva (1 Ti. 5:23; 2 Ti. 4:20; Fil. 2:25s; 2 Co. 12:7–9). Más aun, la
salvación no inmuniza contra penurias y peligros físicos (1 Co. 4:9–13;
2 Co. 11:23–28), ni tampoco, quizá, contra hechos aparentemente
trágicos (Mt. 5:45). No significa que el creyente se verá libre de
injusticias sociales y malos tratos (1 Co. 7:20–24; 1 P. 2:18–25).

10.2.2. Es escatológica
La salvación es escatológica. Aquí recordamos la admisión hecha
más arriba en cuanto a la escasez de referencias a la salvación en labios
de Jesús. La categoría central de Jesús era el reino de Dios, la
manifestación del gobierno soberano de Dios. En Ap. 12:10, sin
embargo, la salvación y el reino virtualmente se equiparan. Para el autor
de Apocalipsis, como también para Jesús, la salvación es equivalente a
la vida sujeta al reinado de Dios, o, como aparece en el testimonio del
cuarto evangelio, la vida eterna. Por lo tanto, la salvación reúne en sí
todo el contenido del evangelio. Ella incluye la liberación del pecado y
todas sus consecuencias y, en lo positivo, el otorgamiento de toda
bendición espiritual en Cristo (Ef. 1:3), el don del Espíritu Santo, y la
vida de bendición en la era futura. Esta perspectiva futura es crucial
(Ro. 8:24; 13:11; 1 Co. 3:5; Fil. 3:20; He. 1:14; 9:28; 1 P. 1:5, 9).
Todo lo que se sabe acerca de la salvación ahora no es más que
preliminar, anticipo de la plenitud de la salvación que está a la espera
de la plenitud del reino en el momento de la ―parusía‖ del Señor.

Bibliografía:

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