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Existió una parte de América que a partir del siglo XVII venia concentrando
el cúmulo mayor de contradicciones y tensiones que la expansión colonial
proyecto sobre el continente. Esta región era el Caribe. Históricamente se
denomina Caribe a las Antillas mayores y menores, la costa norte de América
del sur y la costa atlántica del Istmo centroamericano hasta llegar a Yucatán.
En el Caribe estuvieron presentes a partir de la segunda centuria del periodo
colonial las distintas potencias coloniales europeas, de primera, segunda o
tercera categoría. Esto fue posible porque durante el siglo XVI los españoles
habían ocupado de manera incompleta los territorios que habían descubierto.
La colonización hispana se concentro en las Antillas mayores (Cuba, La
Española, Puerto Rico y Jamaica). Los pequeños archipiélagos eran las ”Islas
inútiles” en los que ni la tierra, ni la mano de obra indígena presentaban
atractivos. Lo mismo sucedió con la costa atlántica del Istmo al norte de
Panamá, donde la presencia española fue insignificante. Estos vacíos geo
políticos de los territorios españoles tuvieron una serie de consecuencias que
podemos resumir en: a) el asentamiento de otros imperios coloniales; b) la
formación de comunidades de esclavos fugitivos (cimarrones) y c) la formación
de comunidades de marginales europeos establecidos al margen de los
distintos imperios (bucaneros, filibusteros, leñadores, etc)
Entre 1624 y 1635 una serie de desembarcos en distintos archipiélagos
concluyo con los tiempos en que el Caribe era un lago español. Comienzan los
ingleses ocupando la pequeña isla de San Cristóbal y luego extendiéndose por
las islas de Sotavento, Barlovento y las Barbados. En 1625 llegan los
holandeses a Curazao y otras islas del Caribe sur. Los franceses ocupan
primero una parte de la isla de San Kitts compartida con los holandeses. En
1635 una expedición francesa conquista Guadalupe y Martinica. En los años
siguientes los ingleses comenzarían a asediar la costa del istmo al norte de
Panamá afirmando su presencia en la costa de Nicaragua y Honduras. En 1653
Cronwel ordeno la invasión de Jamaica, que fue la primera de las islas mayores
en ser arrebatada al dominio español. Incluso potencias de segundo y tercer
rango como Suecia y Dinamarca también establecerían en esos tiempos
colonias azucareras en las pequeñas Antillas. En las últimas décadas del siglo
XVII comienza a hacerse permanente la presencia británica, holandesa y
francesa del territorio inhabitado entre Brasil y Venezuela que se conocía por el
nombre de Guayanas.
Este caribe multi-imperial, multi-étnico, azucarero y esclavista será un
escenario privilegiado de las guerras entre las distintas potencias imperiales.
En las Antillas se peleo la guerra de los Treinta Años, las guerras entre Francia
contra Inglaterra y Holanda y la Guerra de la Sucesión española que inauguro
el siglo XVIII. En esta nueva centuria la piratería seria diezmada por las flotas
reales, a la vez que la presencia naval y miitar de los imperios se dejo sentir
con más fuerza en las islas y el istmo. La llamada guerra de la Oreja de Jenkins
(1739-1743), la guerra de los Siete años (1756-1763) y la guerra de la
independencia de las trece colonias (1776-1783) afectaron a amplias zonas de
esta región que cambiaron de mano en varias ocasiones. A medida que la puja
inter colonial sé hacia cada vez más aguda el sensible espacio de la Antillas se
veía cada vez mas afectado por los procesos que se desarrollaban en el macro
espacio internacional. En él ultimo decenio del siglo XVIII la división del mundo
en dos bloques luego de la revolución francesa se prolongaría con fuerza en el
Caribe alterando su equilibrio social y acelerando la crisis del orden colonial.
b) las colonias inglesas de América del norte dentro del espacio económico
del Imperio británico.
El comercio de las islas británicas con sus colonias sé regio por el sistema
de monopolio como en el resto de los imperios. En principio el único comercio
legal permitido era el que se realizaba entre los distintos dominios de la corona.
No obstante distintas circunstancias hicieron que durante la mayor parte del
periodo colonial el sistema monopólico ingles no fuera una carga demasiado
asfixiante para las trece colonias de América del norte. Estas estaban lejos de
representar los dominios coloniales económicamente más importantes para
Inglaterra. Ese rol lo jugaban las islas azucareras del caribe en las cuales los
dueños de las plantaciones eran grandes asentistas metropolitanos que se
sentaban en el parlamento británico. Las trece colonias constituyeron una
periferia comercial de las antillas inglesas exportando hacia el caribe jabón,
pescado, aceite de ballenas, harina, velas y productos artesanales. A la vez
importaban desde las Antillas azúcar, melaza, ron y otros productos locales. No
solo de las islas inglesas sino también de las islas francesas y holandesas.
También era importante el intercambio de pieles, tabaco y otros productos con
destino a Inglaterra. Las grandes casas comerciales de Londres, Liverpool y
Glasgow tenían sucursales en Newport, Boston, Nueva York o Charlestón. Los
puertos del sur jugaban un rol importante en él trafico triangular negrero. Como
se ve las colonias inglesas de América del norte no estaban atrapadas en un
complejo sistema de puerto único como el que existió en la América española
hasta 1778. Pero pese a esta relativa soltura un paulatino aumento de la
presión tributaria y otras medidas tomadas por el parlamento británico
alentaron el surgimiento del contrabando. Desde fines del siglo XVII los
gobiernos de las colonias mas ligadas al trafico con las Antillas (Rhode Island,
Nueva York, Carolina del Sur) empezaron a extender patentes de corso a
piratas y corsarios. Esto eran agentes del comercio ilegal con las colonias
españolas, francesas y holandesas y luego se refugiaban en los puertos del
norte cuando los perseguían los barcos del rey.
Hacia la tercera década del siglo XVIII algunos intereses británicos con
presencia en las Antillas comenzaron a presionar para sacar mayor beneficio
de su intercambio con las trece colonias. La melaza y el azúcar francés
comenzaban a hacer feroz competencia a los plantadores de las islas inglesas.
En las colonias del norte la importación de ambos productos era vital para su
uso en las destilerías de licores, producción que a la vez era clave para el
intercambio por esclavos en la costa de África. El parlamento británico dicto en
1733 la Ley de la Melaza que grababa fuertemente las exportaciones de azúcar
y melaza provenientes de las Antillas francesas y con destino a las trece
colonias. Esta medida provoco protestas en las colonias porque implicaba un
fuerte aumento en los costos de producción. En la practica los fuertes
gravámenes previstos por la ley no se aplicaron pero de haberlo hecho
hubieran perjudicado fuertemente a los colonos.
En la segunda mitad del siglo XVIII la ingerencia metropolitana en la
economía de las colonias de la costa atlántica aumento debido a distintos
factores. El punto de partida del cambio de actitud de la corona fue el paso del
Canadá francés a manos de Inglaterra luego de la paz de Paris en 1763. Esto
afecto a las trece colonias de dos maneras distintas. Primeramente las
reparaciones de guerra que debían pagársele a la corona francesa se sufragan
con una mayor presión tributaria a las colonias al sur del Canadá. Por otro lado
los ingleses tomaron una serie medidas destinadas a convertir a los colonos
franceses en fieles súbditos del rey ingles. Entre ellas concedieron a los
habitantes de Québec el derecho de colonizar las tierras hasta el valle de Ohio
a las que las colonias del nordeste consideraban como territorio propio. Estas
medidas serian el disparador de un conflicto que concluiría en la rebelión de las
trece colonias contra la corona de Inglaterra. Todo este contexto explica porque
la guerra de la Independencia norteamericana (1776-1783) se convirtió a su
vez en una guerra Inter colonial cuando Francia, España y Holanda le dieran su
apoyo a los colonos rebeldes para debilitar a su odioso rival el imperio
británico.