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Pontificia Universidad Javeriana

Seminario de Autor Antiguo: Fedro.


Profesor: P. Fabio Ramírez, S.J.
Estudiante: Miguel Ángel Vencé Duran
26 de septiembre de 2018

PROTOCOLO DE LA SESIÓN DEL 19 DE SEPTIEMBRE DE 2018

En la sesión del 19 de septiembre se abordaron los temas comprendidos desde la página


246d hasta la página 249d del Fedro, teniendo como eje temático el cortejo de los dioses. Se
abordo el tema siguiendo la división proporcionada por los expositores, a saber: el mito del
carro alado, la caída y encarnación de las almas, y la reminiscencia y entusiasmo. Además,
se realizaron algunas acotaciones consideradas de importancia para la correcta comprensión
de este pasaje y, por consiguiente, de la totalidad del diálogo.

Antes de entrar en materia al texto es importante aclarar dos cosas respecto al alma (pues
es el sujeto fundamental del pasaje): cual es el significado de la palabra ‘alma’ para los
griegos, y cual es la estructura del alma en Platón. La palabra alma debe ser concebida de
cierta manera para entender correctamente lo que se dice en el Fedro. Sin embargo, para
poder tener en mente la concepción correcta se deben conocer las tres concepciones griegas
del alma, con el propósito de escoger la adecuada para la comprensión del pasaje. Estas tres
concepciones o tipos de psyche son: la homérica, la pindárica y la aristotélica. Se hablará de
ellas siguiendo dicho orden.

El alma homérica es la más antigua de las concepciones, y ha logrado sobrevivir el paso


de los años, siendo aún hoy en día comúnmente aceptada en la cultura occidental. De acuerdo
con Homero el alma es aquello que queda del ser humano después de morir. Dejando ver con
esta postura que el alma es separable del cuerpo, e inmortal. Pues esta ultima luego de

1
separarse del cuerpo pasara a la morada de las almas, el Hades. La concepción pindárica (que
será acogida por platón) concibe al alma como una entidad superior que habita en los
hombres. Dándole así a la psyche un carácter, además de inmortal, divino. Esta concepción
logro sobrevivir al neoplatonismo y al cristianismo, permaneciendo aun hoy en día como una
de las posturas más aceptadas y extendidas dentro del común occidental. Sin embargo, a
diferencia del alma homérica, esta no se entiende completamente separada del cuerpo, pues
habita en el hombre, es una unión entre alma y cuerpo; una unión sustancial como lo plantea
Descartes. Por último, está la concepción aristotélica. El alma aristotélica es forma o idea del
cuerpo. Es la esencia o estructura de los seres vivos1 (no solo de los hombres) y por lo mismo
esta es inseparable del cuerpo.2 A diferencia de las primeras dos posturas, esta no es tan
conocida por el común y se mantiene más como una concepción académica que como una
acogida por la cultura popular occidental.

Ya habiendo hablado acerca de los tres tipos de psyche para los griegos, es necesario ahora
hablar sobre la concepción del alma que tiene Platón. Son cuatro los diálogos en los que se
habla acerca de la inmortalidad y la estructura del alma: Fedón, República, Fedro y Timeo.
Empero, en el Fedón se dice que el alma es simple e intelectual, es afín a las ideas3y conoce
a estas, es separable del cuerpo (muerte), no participa del deseo y es una, superior e inmortal.
Mientras que, en la República, el Fedro y el Timeo se da una división tripartita del alma.
División que da lugar al alma racional, el alma irascible y el alma concupiscible, las cuales
se ven representadas en el Fedro por los dos caballos y su auriga como se verá más adelante.

Teniendo en mente todo lo anterior, se puede entrar en materia al tema principal de la


sesión: el cortejo de los dioses. En el comienzo del mito aparece la analogía del alma: “se
parece a una fuerza que, como si hubieran nacido juntos lleva a una yunta alada y a su auriga”

1
Cabe aclarar que esta estructura es diferente a la de los seres inertes. Pues la estructura
de los seres inertes es creada por el hombre, mientras que la de los seres vivos, a saber, el
alma, se adquiere por herencia.
2
Eventualmente el alma puede separarse del cuerpo cuando actividades no corpóreas son
realizadas, por ejemplo, cuando se tiene conciencia de sí mismo. Sin embargo, como lo dice
Tomas de Aquino, para llegar a ser consciente de si mismo se necesitan conocimientos
sensibles previos, luego no son separables alma y cuerpo. La discusión queda abierta.
3
Es inferior a las ideas, pero está en el mundo de las ideas.
2
(Fedro, 246b) y se distingue el alma de los dioses que es buena en sus tres partes, perfecta y
alada, del alma humana que es imperfecta y ha perdido sus alas. La causa de la perdida de las
alas es el caballo malo, pues al este arrastrar el carro hacia el mundo sensible aleja a el alma
del alimento que le hace crecer las plumas: los pastos de lo divino, lo bueno, lo verdadero, lo
bello y lo sabio. Abandonando así el cortejo de los dioses, donde surcan el cielo doce
dioses,4estando Zeus a la cabeza, mientras once filas de demones y dioses los siguen. Luego
del giro del cortejo, las almas divinas que contemplan la verdad ascenderán hacia encima del
cielo, al mundo de las Ideas donde se encuentra la llanura de la Verdad misma, mientras que
las humanas, que no contemplaron la Verdad, caerán del cielo donde surcan los dioses,
uniéndose a un cuerpo para convertirse en un mortal y alimentarse de la opinión.

Posterior a esto se da una división de las almas de acuerdo con que tanto hayan
contemplado la Verdad y de esto depende la vida que tendrán cuando se unan a un cuerpo.
Aquellas que no vieron nada en absoluto serán animales forzosamente. Las que han visto algo
de la Verdad no caerán. Y las que no alcanzaron a ver la Verdad, pero se acercaron se
dividirán en nueve en primera instancia (pues luego puede escogerse una vida animal), en
orden descendente de acuerdo con que tanto contemplaron: filósofo; rey; político o
administrador; gimnasta o médico; adivino; poeta; artesano o campesino; sofista; tirano.
Terminadas estas vidas, el destino de las almas es determinado de acuerdo con que tan justa
o injustamente han vivido. Pueden pasar así diez mil años para que estas almas puedan volver
al cortejo de los dioses, sin embargo, si un alma vive como filósofo (entusiasmada) tres veces
seguidas, podrá regresar antes.

Aquí aparece la cuarta forma de locura, el amor. Esta surge cuando alguien contempla la
belleza del mundo y por medio de la reminiscencia recuerda a la belleza en sí. Al recordar la
belleza divina se siente entusiasmado5 y le salen alas, “le entran deseos de alzar vuelo, y no
lográndolo, mira hacia arriba como si fuera un pájaro, olvidado de las de aquí abajo y dando

4
En realidad, son trece dioses, pero Hestia se queda en la morada de los dioses.
5
Entusiasmo que permite ver al amor como un regalo divino.
3
ocasión a que se le tenga por loco” (Fedro, 249d-e). Esta forma de entusiasmo, esta manía,
es la mejor de todas y al que la padece se le conoce como enamorado.

Al final de la sesión, terminada la exposición del pasaje correspondiente, se habló sobre


la importancia de la imagen mental que se tiene del mito del carro a la hora de su
interpretación. Para visualizarlo de una forma correcta, se debe tener en cuenta la concepción
antigua de la tierra y del firmamento. Se entendían a estas como dos esferas, siendo la tierra
una esfera central, y el cielo una esfera de mayor tamaño que contenía a la tierra en su interior,
el cielo es entendido como firme y sólido, de ahí la palabra firmamento. Con esto se puede
entender al lugar supraceleste donde están las ideas como el territorio más allá de la superficie
del cielo. Teniendo lo anterior en cuenta, visualizar mentalmente donde se da el cortejo, como
son los movimientos de los carros, la caída de las almas, y el resto de los momentos del mito,
es una tarea mucho más sencilla.

Por último, se hablará en cuanto a la próxima sesión. Esta tendrá como objetivo tratar el
tema del amor a profundidad, tema que junto con la retorica constituye la esencia del Fedro
y es de gran importancia para la comprensión tanto del dialogo mismo como del corpus
platónico en general.

Referencias

Platón. (1988). Fedro. En Dialogos III (E, Lledó Íñigo. Trad.). Madrid: Gredos.

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