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Seminario Evangélico De Caracas

Materia: Teología II

Alumno: Yorbethe José Alcalá

LA SEGUNDA VENIDA CRISTO

Caracas 08 de Julio del 2015


Índice
Introducían……………………………………………………………………………3-4

Desarrollo…………………………………………………………...5-7-8-9-10-11-12-13

Conclusión………………………………………………………………………14-15-16
Introducción:

La salvación es un tema que ha sido de mucha controversia a lo largo de los siglos,


principalmente cuando comenzamos a hablar de cómo es ganada o de si es posible o no
perder nuestra salvación. Desde el inicio, tenemos que recordar es que precisamente, la
doctrina que dividió la iglesia Católica de la iglesia Protestante en su momento, fue la
doctrina de la salvación. Esto sucedió cuando Martín Lutero llegó a entender que la
salvación es algo que Dios da por gracia y no por obras Efesios 2:8-9; y que somos
justificados por la fe y no por las obras de la ley. Gálatas 2:16 dice que "el hombre no es
justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos
creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley,
por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado". Este entendimiento causó una
gran división en el momento de la Reforma. Por otro lado, dentro de la misma fe
evangélica, ha ocurrido una división en ocasiones entre las iglesias que creen que es
Dios quien hace la elección del individuo y lo salva soberanamente; y otros que piensan
que el individuo tiene la habilidad todavía de escoger a Dios. Los primeros son
llamados calvinistas y los segundos son llamados arminianos, basados en la exposición
que Arminio hizo de esta doctrina en el siglo XVII.

Para comenzar queremos decir que la palabra "salvación" viene de la raíz hebrea Yasha.
Esta raíz hebrea significa "el ser espacioso". De esa misma raíz hebrea salen las
palabras liberación, emancipación, preservación, protección y seguridad. Según la obra
"Understanding Christian Theology", del autor Earl. D. Radmacher, la palabra salvación
hace referencia a la liberación de una persona o grupo de personas de una situación de
peligro y restrictiva, donde ellos no eran capaces de ayudarse a sí mismos. Note esta
última frase de esta cita, que dice que ellos no eran capaces de ayudarse a sí mismos.
Esto es importante, porque eso es exactamente lo que ocurre con nuestra salvación: Dios
nos ha dado salvación en un momento en que nosotros no éramos capaces de liberarnos
nosotros mismos.

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¿Qué es la salvación?

La palabra salvación tiene un significado pasado, presente y futuro. En el pasado, yo fui


liberado de la pena del pecado, cuando Cristo fue a la cruz y murió por mis pecados; y
ese es el acto de justificación. El significado presente de la salvación es porque en este
momento a través del proceso de santificación yo estoy siendo liberado del poder del
pecado; y el significado en el porvenir de mi salvación es que llegará un momento en
que yo seré liberado, no solamente de la pena y del poder del pecado, sino que yo seré
liberado también de lo que es la presencia de pecado; y eso será entonces durante la
etapa de glorificación, que tiene que ver con nuestra entrada al reino de los cielos. En la
salvación, toda la Trinidad está involucrada. La salvación es un proceso complejo que
involucra la conversión de mi estado de no creyente a mi estado de creyente. Esto es
posible cuando yo llego a depositar mi confianza en Cristo como Señor y Salvador. En
la cruz, Cristo murió en sustitución nuestra, y esto hizo posible la reconciliación entre
Dios y el hombre que estaban enemistados. Y esta reconciliación fue hecha posible
porque Cristo aplacó la ira de Dios contra el pecado del hombre al morir en la cruz
(propiciación). De esta manera Cristo hizo posible y real nuestra redención, que implica
el ser comprado por precio en un mercado de esclavos, como nosotros fuimos
comprados por la sangre de Cristo en el mercado del pecado. Todo esto conlleva un
proceso de regeneración de mi espíritu, y esto pudo ser hecho posible porque mis
pecados fueron imputados (cargados a la cuenta de) Cristo en la cruz y desde la cruz
entonces, cuando yo creo en Jesús como Señor y Salvador, Él me imputa (carga a mi
cuenta) Su santidad. Cuando Cristo hace esto, entonces Dios nos adopta como hijos
suyos; nos hace parte de su familia, hasta el punto que en Efesios 1:5 nos llama hijos
adoptados. Y una vez hemos sido adoptados, Dios comienza un proceso de santificación
a través del cual vamos siendo limpiados de todos nuestros hábitos pecaminosos, y Él
nos preserva a través de ese proceso hasta que nosotros entremos en gloria, que es lo
que es conocido como glorificación.

Esa conversión se produce en nosotros a través de lo que es la predicación de la Palabra,


por eso dice el Salmo 19:7 "La ley del SEÑOR es perfecta, que convierte el alma". Y
así mismo dice Romanos 10: 9-13 "que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y
crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo; porque con el
corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación. Pues la Escritura
dice: TODO EL QUE CREE EN EL NO SERA AVERGONZADO. Porque no hay distinción
entre judío y griego, pues el mismo Señor es Señor de todos, abundando en riquezas
para todos los que le invocan; porque: TODO AQUEL QUE INVOQUE EL NOMBRE DEL
SEÑOR SERA SALVO”. Con esto entendemos que la predicación de la Palabra es
esencial para la conversión del individuo.

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¡Se pierde la salvación!

El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los


recogen, los echan en el fuego y arden”. (Juan 15:6). Al mirar la expresión “el que en mí
no permanece”, un calvinista puede decir que ese nunca fue salvo, porque no era
escogido, por eso no permaneció, ¿verdad? Pero Jesús está hablando de (un pámpano)
alguien que estaba en Él (La vid) y no permaneció, por eso será echado en el lago de
fuego. Si estaba “en Él” estaba salvo, pero si no quiere quedar “en Él” entonces será
echado fuera, se secará e será echado en el fuego. Aún en ese texto, Jesús está
reconociendo el libre albedrío, porque hay personas que no quieren permanecer en Él.
Cuando analizamos la cita bíblica de Marcos capítulo 9 de los versículos 43 al 48,
podemos llegar a la misma conclusión: la pérdida de la salvación. En ese texto Jesús
enseña que “si tu mano te es ocasión de caer, córtala, porque mejor te es entrar en la
vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que no puede ser apagado”.
Jesús habla de alguien que está de pie (salvo), pero que su mano lo puede hacer pecar,
cayendo y no entrar en la vida (cielo). Entonces dice que es mejor cortarla, que con el
cuerpo entero ser echado en el lago de fuego. Lo mismo habla del pie y del ojo. Si eso
no es perder salvación, ¿qué será? En otra oportunidad, cuando hizo el sermón
profético, Jesús advirtió a los siervos a ser fieles, como podemos ver en el texto.
45
¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que
les dé el alimento a tiempo? 46 Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor
venga, lo halle haciendo así. 47 De cierto os digo que sobre todos sus bienes lo
pondrá. 48 Pero si aquel siervo malo dice en su corazón: “Mi señor tarda en venir”, 49 y
comienza a golpear a sus consiervos, y aun a comer y a beber con los
borrachos, 50 vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que
no sabe, 51 y lo castigará duramente y pondrá su parte con los hipócritas; allí será el lloro
y el crujir de dientes (Mateo 24:45-51). Primero Jesús habla del siervo fiel y prudente,
que recibirá recompensa cuando venga su Señor. Después habla de un siervo malo, que
cree que su Señor está tardando en venir y comienza a maltratar sus consiervos y a
emborracharse. Jesús está hablando de un siervo que se puso malo, alguien que sirve a
su señor. No se refería a uno que no conocía a su dueño. En otras palabras: un creyente
que comienza a hacer lo malo. Viene su señor en el día que no espera y a la hora que no
sabe. ¿No será así en la venida de Jesús? Bueno, ese siervo será castigado y se va al
lugar donde se van hipócritas, donde hay lloro y crujir de dientes (lago de fuego). Este
último, aún que era siervo, claramente se puede notar que perdió su condición de siervo
y se fue con los hipócritas. Hay otros textos que podríamos citar pero creo que queda
clara la enseñanza de Jesús con respecto a la salvación. Nadie puede arrebatar de las
manos del Señor, pero uno puede “no permanecer”. El que no permanece de pie, o
entonces pierde la expectativa de la venida del Señor, haciendo lo malo, también pierde
la condición de siervo y de salvo. No hay vueltas que dar. Permanezca con las
enseñanzas de Jesús y no con la de ningún hombre.

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Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin,
éste será salvo. –Mateo 10:22.

Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva
mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece,
será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y
arden. – Juan 15:5-6.

Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no
andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. – Ro. 8:1.

Y a vosotros también… os ha reconciliado… para presentaros santos y sin mancha e


irreprensibles delante de él; si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin
moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído. – Colosenses 1.21-23.

Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído,
no sea que nos deslicemos. Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue
firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo escaparemos
nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? – Hebreos 2:1-3.

Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial,
y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra
de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para
arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a
vituperio. – Hebreos 6:4-6.

El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de
la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus
ángeles. Apocalipsis 3:5.

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¡No se pierde la salvación!

“Si no podemos hacer nada para ganar la salvación, tampoco podremos hacer nada para
perderla”. La seguridad de la salvación ha sido un tema muy controversial. Sin
embargo, es una de las doctrinas más importantes y uno de los fundamentos que más
claros debe tener el cristiano. La correcta interpretación de esta doctrina se ha visto
afectada por la dificultad de algunos pasajes como Hebreos 6, 2ª Pedro 2, o Juan 15.
Pero una correcta exégesis de tales pasajes, un estudio de la doctrina de la gracia e
inquirir cuidadosamente en cada uno de los libros bíblicos (especialmente Romanos)
dará como resultado la correcta explicación a esta doctrina. El cristianismo se diferencia
de las demás religiones en que es la única que te ofrece una salvación por gracia y fe a
través de Cristo, no por obras (2ª Timoteo 1:9; Tito 3:4,5; Romanos 9:11; Efesios 2:4,
5,8 y 9). Ahora bien, la gente que considera que la salvación se pierde te está diciendo:
“Si, es cierto, que yo creo que la salvación es por gracia, pero después que recibes a
Cristo dependes de tus buenas obras y de cómo te portes (Cristo más tus méritos
humanos). Este es un grande y peligroso error nada nuevo, puesto que ya se daba en
tiempos de Cristo. Muchos judíos consideraban que la salvación era por gracia más el
cumplimiento de la ley. Pero esta mentira del diablo que ya se dejaba ver por aquel
entonces debe ser destruida por la claridad de la Palabra de Dios, que afirma con
contundencia que la salvación “no es por obras”, “sino por la gracia de Dios” (Efesios
2:8-9). ¿Qué pecado, pues, te hará perder la salvación? ¿Qué pecado dice la Biblia que
nos hará perder la salvación? Ninguno. Más bien ella dice que “la sangre de Jesucristo
nos limpia de todo pecado” (1ª Juan 1:7). ¡Qué gusto saber que no hay pecado que
Cristo no pueda perdonar al cristiano! Y algunos dirán, “¿y qué de la blasfemia contra el
Espíritu Santo?”. El evangelio de Mateo (12:31) muestra que tal blasfemia no será
perdonada. Esto es cierto. Pero también es cierto que el cristiano no puede cometer este
pecado. Blasfemia es un término de origen griego, que significa vilipendio, despreciar,
maldecir. Por ello, este pecado solo lo comete una persona que jamás ha conocido a
Cristo. Este pecado es el que cometieron los fariseos, en Hechos 7:51-52. Es tener la luz
y rechazarla. Porque llega el momento en que Dios dice: ¡basta!, has rechazado el
Evangelio y la luz de Jesucristo. “Y esta es la condenación, que la luz vino al mundo y
los hombres la rechazaron, y amaron más las tinieblas que la luz” (Juan 3:19). Y es que
Dios comienza tu salvación por la fe y nos dice que el justo por la fe seguirá viviendo
(Romanos 1:17; Gálatas 3:11). Por la gracia de Dios yo me convertí y por la gracia de
Dios necesito seguir viviendo. La redención abarca mi vida pasada, mi vida presente y
mi vida futura. Cuando la Biblia dice que eres salvo implica 3 etapas: fuiste salvo
cuando te justificó Dios en tu pasado de la culpa del pecado (justificación), estamos
siendo salvados del poder del pecado (santificación) y seremos salvados de la presencia
del pecado (glorificación). Cuando Jesús murió en la cruz del calvario, no solo murió
por los pecados pasados, sino por los pasados, los presentes y los futuros. La Biblia dice
que la salvación es eterna, no temporal. Si la salvación comienza con la justificación
aquí en la tierra, y Dios asevera que es eterna. ¿Cómo se atreven los hombres a poner
esto en tela de juicio? Es menester reconocer que la salvación es eterna (Juan 3:15;
3:16; 3:36; 6:40; 6:47; Romanos 6:23; 1ª Juan 2:25; 5:11,13,…). Eternidad desde el
momento en que crees en Cristo, pues esta es una promesa de Dios. Además, la
voluntad de Dios es que ninguno salvo, se pierda (Juan 6.39). Es por ello que el
creyente es guardado por el poder de Dios para alcanzar la salvación (1ª Pedro 1:5).

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Dios conserva al santo siempre (Salmo 37:28). Dios nos libra de obras malas y nos
preserva para su reino celestial (2ª Timoteo 4.18). “Y a aquel que es poderoso para
guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría”
Judas 1: 24. 2ª Corintios 5:17 dice que el cristiano es una nueva criatura (espiritual).
¿Podrá algo des-crearlo? Juan 17:11-12 nos dice que Jesús guardó a los suyos en su vida
terrenal, y pide al Padre que ahora nos guarde a nosotros. ¿Acaso el Padre no concederá
las peticiones de su Hijo? El apóstol Pablo estaba seguro de que Dios lo guardaría hasta
el fin (2ª Timoteo 1:12). Una vez que Dios ha salvado al creyente no puede volver su
Palabra vacía (Tito 1:2). Es más, podemos decir que Dios ve a los salvados ya como
glorificados (Romanos 8:30), pues este es el propósito de Dios, que en aquel en quién
comience la obra salvífica se perfeccione hasta el día de Jesucristo (Filipenses 1:6). Si
para mantenerme salvo necesito tener buenas obras, voy a llegar al cielo con algo en lo
que enorgullecerme, pero la Biblia dice que la salvación es de tal forma que nadie podrá
gloriarse (Efesios 2:9). Por esto Dios lo planeó todo, para que Él y solamente Él fuese el
autor y consumador de nuestra salvación. El que defiende que la salvación es por gracia,
pero que se debe portar bien para mantenerla, está declarando tremenda herejía. Esto
sería ganarnos la salvación por nuestra propia justicia. Las buenas obras solo serán el
resultado de un nuevo nacimiento, de una fe genuina en un Dios de amor, al que
queremos mostrar un profundo agradecimiento por la inigualable obra de amor que hizo
por sus hijos. Aborreceremos el pecado porque amamos a Dios. Como dijo Charles
Spurgeon en una de sus predicaciones: “Si profesamos ser cristianos estamos obligados
a apegarnos al cristianismo”. El hombre, sumergido en un mundo perecedero, lleno de
vanidades perecederas, solo encontrará la paz cuando pueda poner su confianza en algo
que es eterno, que no puede perderse, que es superior a todo lo que se encuentra en este
mundo. Esto es la Salvación que Dios nos da. Por tanto, el cristiano que verdaderamente
haya creído en Cristo y le ame con sinceridad, esforzándose por andar con toda buena
conciencia delante de Él, puede estar en esta vida absolutamente seguro de que
permanece en el estado de gracia, y puede regocijarse en la esperanza de gloria de Dios,
puesto que tal esperanza nunca le hará avergonzarse (Romanos 5: 2, 5). A pesar de ello,
esta seguridad en el creyente puede ser sacudida, acortada o entorpecida por la
negligencia de no vivir como a Dios le agrada, contristando al Espíritu Santo (Salmo 51:
8, 12; Efesios 4: 30-31). Es por ello que debemos ocuparnos en nuestra salvación con
temor y temblor (Filipenses 2:12), pues solo así podremos descansar en esta eterna
seguridad. No por temor de perderla sino porque Su gracia nos impulsa a amar y servir a
Dios. Gracias Dios porque tuya es la salvación, gracias porque tu poder nos guarda,
gracias Dios porque no seremos avergonzados al confiar en la esperanza que Tú nos has
otorgado. ¡Gracias Dios!

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Mi posición:
Después de mucho estudiar y escudriñar en la palabra de Dios respecto algunas posturas
teologicas tales como la Calivinista y Arminiana, además de escuchar varias series de
predicaciones bien documentadas y con argumentos bíblicos muy sólidos de dos
Pastores serios en la enseñanza (John MacArthur Dr. Miguel Núñez) que a mi parecer
dejan muy en claro el Tema doctrinal y lleno de controversia de que la Salvación se
pierde o no se pierde. Bueno pues mi postura es que definitivamente No se pierde y no
porque lo digan los dos pastores que ya les mencione, sino porque la biblia es muy clara
respecto a este tema, los argumentos bíblicos que presentan los que dicen que si se
pierde son muy débiles, comparados con los que muestran que no se pierde. La doctrina
Calvinista mal interpretada provoca actitudes de libertinaje y pensamientos como: "Una
vez Salvo, siempre Salvo" o "Ya soy salvo y ahora tengo licencia para pecar hay
después me arrepiento", son algunos argumentos de los que se basa la doctrina
Arminiana para provocar su postura de que la salvación se pierde. Pero dejemos a
Arminio y a Calvino a un lado y analicemos lo que dice la biblia porque en realidad eso
es lo que importa. Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de
vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Efesios 2:8-9.
Estos versículos aclaran la obra de salvación: Todo es por obra de Dios, no nuestra.
Somos salvos por la gracia de Dios por medio de la fe. Todo es don de Dios. No somos
salvos por medio de nuestras buenas obras, así que no tenemos razón para ufanarnos,
como si ser cristiano fuera una proeza. La única manera de salvarse es por gracia, que es
el favor inmerecido de Dios. Si lo mereciéramos, no sería gracia. No somos salvos
porque hemos sido buenos, porque hemos hecho cosas buenas, o hemos ganado la
salvación de alguna otra manera. La Biblia es clara al decir que no podemos ganar la
salvación. Pablo escribió en Romanos 3:20: “por las obras de la ley ningún ser humano
será justificado delante de él”. Escribió en Gálatas 3:10 que quienes dependen de las
buenas obras para ser salvos están bajo maldición y ninguno de nosotros puede guardar
esa ley. Todos estamos justificadamente condenados al castigo eterno a menos que Dios
intervenga por gracia. Eso es precisamente lo que Dios ha hecho. Dios nos trae
salvación por gracia y nuestra respuesta es la fe. Pero ni siquiera nuestra fe viene de
nosotros mismos. “No es de vosotros” se refiere no solo a la gracia sino también a la fe.
Tenemos que creer para ser salvos pero como estamos muertos en pecado no podemos
creer. El hombre natural no puede entender las verdades espirituales (1 Co. 2:14), así
que no puede creer. El dios de este siglo (el diablo) les ha cegado el entendimiento a los
incrédulos para que la luz del evangelio no pueda brillar sobre ellos (2 Co. 4:4). Así que
esa era nuestra condición antes de ser salvos; en las tinieblas, muertos en nuestros
pecados, ciegos a la verdad, sin esperanza y sin Dios (Ef. 2:12). Estamos indefensos,
incapaces de generar fe a partir de nuestro seco corazón. Dios tiene que dar vida a
nuestro seco corazón. Dios tiene que dar vista a nuestros ojos ciegos. Dios tiene que dar
entendimiento a nuestras mentes entenebrecidas. Por lo tanto, toda la obra de salvación
es un milagro de Dios. Creemos el evangelio y recibimos al Señor Jesucristo por fe pero
es Dios quien nos da el deseo, la capacidad y el entendimiento para hacer eso. Ninguno
de nosotros puede gloriarse acerca de nuestra fe o de nuestra salvación, ya que es todo
debido a la gracia de Dios de principio a fin.
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Conclusión:

Como lo dije en la introducción concluyo que la salvación es un tema que ha sido de


mucha controversia a lo largo de los siglos, principalmente cuando comenzamos a
hablar de cómo es ganada o de si es posible o no perder nuestra salvación. Desde el
inicio, tenemos que recordar es que precisamente, la doctrina que dividió la iglesia
Católica de la iglesia Protestante en su momento, fue la doctrina de la salvación. Esto
sucedió cuando Martín Lutero llegó a entender que la salvación es algo que Dios da por
gracia y no por obras Efesios 2:8-9; y que somos justificados por la fe y no por las obras
de la ley. Gálatas 2:16 dice que "el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino
por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser
justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la
ley nadie será justificado". Este entendimiento causó una gran división en el momento
de la Reforma. Por otro lado, dentro de la misma fe evangélica, ha ocurrido una división
en ocasiones entre las iglesias que creen que es Dios quien hace la elección del
individuo y lo salva soberanamente; y otros que piensan que el individuo tiene la
habilidad todavía de escoger a Dios. Los primeros son llamados calvinistas y los
segundos son llamados arminianos, basados en la exposición que Arminio hizo de esta
doctrina en el siglo XVII. También podemos concluir lo que analizamos en Efesios 2:8-
9; Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es
don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Estos versículos aclaran la obra
de salvación: Todo es por obra de Dios, no nuestra. Somos salvos por la gracia de Dios
por medio de la fe. Todo es don de Dios. No somos salvos por medio de nuestras buenas
obras, así que no tenemos razón para ufanarnos, como si ser cristiano fuera una proeza.
La única manera de salvarse es por gracia, que es el favor inmerecido de Dios. Si lo
mereciéramos, no sería gracia. No somos salvos porque hemos sido buenos, porque
hemos hecho cosas buenas, o hemos ganado la salvación de alguna otra manera. La
Biblia es clara al decir que no podemos ganar la salvación. Pablo escribió en Romanos
3:20: “por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él”. Escribió
en Gálatas 3:10 que quienes dependen de las buenas obras para ser salvos están bajo
maldición y ninguno de nosotros puede guardar esa ley. Todos estamos justificadamente
condenados al castigo eterno a menos que Dios intervenga por gracia. Eso es
precisamente lo que Dios ha hecho. Dios nos trae salvación por gracia y nuestra
respuesta es la fe. Pero ni siquiera nuestra fe viene de nosotros mismos. “No es de
vosotros” se refiere no solo a la gracia sino también a la fe. Tenemos que creer para ser
salvos pero como estamos muertos en pecado no podemos creer. El hombre natural no
puede entender las verdades espirituales (1 Co. 2:14), así que no puede creer. El dios de
este siglo (el diablo) les ha cegado el entendimiento a los incrédulos para que la luz del
evangelio no pueda brillar sobre ellos (2 Co. 4:4). Así que esa era nuestra condición
antes de ser salvos; en las tinieblas, muertos en nuestros pecados, ciegos a la verdad, sin
esperanza y sin Dios (Ef. 2:12). Estamos indefensos, incapaces de generar fe a partir de
nuestro seco corazón. Dios tiene que dar vida a nuestro seco corazón. Dios tiene que dar
vista a nuestros ojos ciegos. Dios tiene que dar entendimiento a nuestras mentes
entenebrecidas. Por lo tanto, toda la obra de salvación es un milagro de Dios.
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Creemos el evangelio y recibimos al Señor Jesucristo por fe pero es Dios quien nos da
el deseo, la capacidad y el entendimiento para hacer eso. Ninguno de nosotros puede
gloriarse acerca de nuestra fe o de nuestra salvación, ya que es todo debido a la gracia
de Dios de principio a fin.

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