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Profesor: Victor Manuel Martínez Cervantes

Alumno: José Guadalupe Jaimes


Un Gran Privilegio de la Virgen María.
Hablando acerca de uno de los privilegios de María que se señalan en el
Nuevo Testamento, concretamente del pasaje de las bodas de Canaán donde
María muestra su privilegio como intercesora y mediadora nuestra.
No hace el milagro, pero lo provoca con su influencia como madre de Jesús y su
intercesión al indicar con estas palabras; “hagan lo que Él les diga”, el camino para
alcanzar más efectivamente su mediación maternal como nuestra abogada. Por
esta razón tan importante es que su privilegio va mucho más allá de una
intercesión y que tiene que ver forzosamente con el papel de la redención,
precisamente por esta mediación que es mucho más grande que la de un santo y
que si no la hace Ella, sobre todo especialmente en el último momento, es decir,
en la hora de la muerte que un alma no podría alcanzar precisamente la gracia
más grande que solo Jesús nos concede por su dolorosa pasión que es la
salvación. De esta manera María se coloca activamente en el papel de
corredentora, con humildad ante su hijo Jesús único redentor señor y Dios
nuestro.
Fundamento más esta posición de que María es corredentora haciendo un breve
repaso de lo visto durante el curso. Primero María en el misterio de la enunciación,
dio su consentimiento y su voluntad para concebir por obra del Espíritu Santo en
su vientre virginal al hijo de Dios, animada por las virtudes evangélicas de la
obediencia, la fe, la esperanza y la caridad. De esta manera, al dar su
consentimiento empezó a pedir con afecto ardiente nuestra salvación
convirtiéndose de esta forma en la primera creyente de Jesús y siendo ella el
medio por el cual Jesús viene a nosotros para traernos la salvación por medio de
su pasión, muerte y resurrección. Pero no solo por el hecho de este “Si hágase en
mi según tu palabra” para realizarse el misterio de la encarnación es que María es
corredentora, sino que lo es como ya señale anteriormente al momento de nuestra
muerte, debido a su “mediación maternal por Jesús, con Jesús, en Jesús y
para Jesús”; para nuestras almas, es decir por el alma de nosotros pecadores
ante la Santísima Trinidad, es decir por ende ante Jesús quien es el único redentor
y mediador ante el Padre Eterno, pues nos abre los tesoros infinitos de la
misericordia divina en la hora de la muerte abogando ante Jesús, que no puede
negarle nada a la mediación maternal de su madre, pues toda mediación suya es
como una ley de misericordia que Dios le ha otorgado para que se use con todos
aquellos por quienes Ella intercede y que se diferencia y distingue de la
intercesión de los santos, precisamente por esta razón que. María exclusivamente
posee ésta gracia única por sobre todas las creaturas y sobre todos los
bienaventurados del cielo y que no pueden aplicar o lograr con una simple
intercesión en la hora de la muerte por un pecador como la que tiene María por
causa de esta mediación maternal por Jesús, con Jesús, en Jesús y para Jesús.

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Con ello María y solo ella abre por esta mediación maternal ante Dios, la salvación
ganada por la pasión, muerte y resurrección, ganada por el único redentor que es
su hijo, nuestro señor Jesucristo.

Como ejemplo de los efectos infalibles y únicos de ésta mediación maternal


corredentora, citaré parte del texto del libro: “El Secreto admirable del Santo
Rosario” de San Luís María Grignion de Montfort:

Mientras Santo Domingo predicaba el rosario cerca de


Carcasona, le presentaron un albigense poseído del demonio.
Exorcizóle el Santo en presencia de una gran muchedumbre. Se cree
que estaban presentes más de doce mil hombres. Los demonios que
poseían a este infeliz fueron obligados a responder, a pesar suyo, a las
preguntas del Santo y confesaron:
Que eran quince mil los que poseían el cuerpo de aquel
miserable, porque había atacado los quince misterios del rosario;… …
revelaron, además, muchos otros particulares. Habiendo arrojado Santo
Domingo su rosario al cuello del poseso y les preguntó que de todos los
santos del cielo, a quién temían más y a quién debían amar más los
mortales.
…los diablos gritaron entonces: “Domingo, te rogamos por la
pasión de Jesucristo y los méritos de su Santísima Madre y de todos
los santos, que nos permitas salir de este cuerpo sin decir palabra. Los
ángeles, cuando tú lo quieras, te lo revelarán. ¿Por qué darnos crédito?
No nos atormentes más: ¡ten piedad de nosotros!”
“¡Infelices sois e indignos de ser oídos!”, respondió Santo
Domingo. Y, arrodillándose, elevó esta plegaria a la Santísima Virgen:
“Madre dignísima de la Sabiduría, te ruego en favor del pueblo aquí
presente –instruido ya sobre la forma de recitar bien la salutación
angélica–. ¡Obliga a estos enemigos tuyos a confesar públicamente
aquí la plena y auténtica verdad al respecto!”
Había apenas terminado esta oración, cuando vio a su lado a la
Santísima Virgen rodeada de multitud de ángeles que con una varilla de
oro en la mano golpeaba al poseso y le decía: “¡Responde a Domingo,
mi servidor!” Nótese que nadie veía ni oía a la Santísima Virgen, fuera
de Santo Domingo.

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Entonces los demonios comenzaron a gritar:
“¡Oh enemiga nuestra! ¡Oh ruina y confusión nuestra! ¿Por qué
viniste del cielo a atormentarnos en forma tan cruel? ¿Será preciso que
por ti, ¡oh abogada de los pecadores, a quienes sacas del infierno; oh
camino seguro del cielo!, seamos obligados –a pesar nuestro– a
confesar delante de todos lo que es causa de nuestra confusión y
ruina? ¡Ay de nosotros! ¡Maldición a nuestros príncipes de las tinieblas!
¡Oíd, pues, cristianos! Esta Madre de Cristo es omnipotente, y
puede impedir que sus siervos caigan en el infierno. Ella, como un sol,
disipa las tinieblas de nuestras astutas maquinaciones. Descubre
nuestras intrigas, rompe nuestras redes y reduce a la inutilidad todas
nuestras tentaciones. Nos vemos obligados a confesar que ninguno
que persevere en su servicio se condena con nosotros. Un solo
suspiro que Ella presente a la Santísima Trinidad vale más que
todas las oraciones, votos y deseos de todos los santos.
La tememos más que a todos los bienaventurados juntos y
nada podemos contra sus fieles servidores.
Tened también en cuenta que muchos cristianos que la
invocan al morir y que deberían condenarse, según las leyes
ordinarias, se salvan gracias a su intercesión…
Que en vez de ser gracias a su intercesión, lo correcto es decir se salvan gracias a
su mediación maternal como abogada de nosotros pecadores por Jesús, con
Jesús, en Jesús y para Jesús.
María realiza esta mediación maternal por causa doble, primero por el don de la
maternidad que existe de María con Jesús, derivada de la sagrada encarnación a
raíz del primer “Si” explicito que da María en el misterio de la enunciación; y
segundo por el don de la maternidad espiritual no solo para con los discípulos,
sino universalmente con toda creatura humana, con toda la iglesia, derivado a
causa del segundo “Si”, qua da María de forma tácita, de esta manera tan
particular de nuestra madre como siempre lo hace por medio de su silencio, pues
todo “lo guarda y medita dentro de su corazón”; es precisamente justo en los
momentos finales en donde Jesús le dice a María: “mujer he aquí a tu hijo” y a su
discípulo más amado: “Juan he aquí a tu madre”, que con este encargo de Jesús,
María cumple con sus propias palabras dichas en las bodas de Canaán: “hagan lo
que Él les diga”, que María es universalmente madre espiritual del género humano
en el orden de la gracia.

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Es precisamente, por una parte que a razón de la maternidad de María con Jesús
que toda mediación hecha de María con su Hijo es como ya señale una ley de
misericordia para que sepamos que Ella es la que abre los tesoros infinitos de la
misericordia divina a quien quiere, cuando quiere y como quiere; tanto que no hay
pecador, por grande que sea, que se pueda perder si María media por él ante
Dios, quien le concede por especial honor todo cuanto le pide. Y por otra parte al
ser universalmente madre espiritual del género humano que María media por
nosotros pecadores ante Jesús tal y como lo hizo la cananea ante Jesús: “Ten
misericordia de mí; una hija mía es molestada por el demonio”. María habla como
nuestra madre que es, tal y como las madres lo hacen sintiendo como propios los
males de sus hijos, diciendo de esta manera “Señor, ésta pobre alma que está en
pecado es hija mía: ten misericordia, no tanto de ella, cuanto de mí que soy su
Madre”. Es así como María realiza su mediación maternal como abogada
nuestra por Jesús, con Jesús, en Jesús y para Jesús. La realiza por Jesús
porque obedece en todo a Jesús y realiza todo conducida por su Santísimo
esposo el Espíritu Santo; lo realiza con Jesús por que lo hace todo a semejanza y
modelo de su divino hijo; lo realiza en Jesús porque María está formada en la
gracia de Jesús fuente de toda gracia y Jesús formado en ella y finalmente lo
realiza para Jesús porque María esta toda consagrada a Jesucristo y todo su
servicio es para Él, media aboga por nuestra salvación para mayor gloria de Él y
bien y salvación nuestra. Es por estas razones que María tiene como privilegio ser
corredentora por Jesús, con Jesús, en Jesús y para Jesús.

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