Professional Documents
Culture Documents
Una de las cosas en las que más pensé fue en por qué tenemos esa dichosa
costumbre de concebir el libro como algo sagrado, erudito, lejano. Si los libros nos
hacen emocionarnos y nos tocan fibras tan internas e impenetrables, ¿por qué
ponemos esa barrera de mantenerlos intactos como si nadie los hubiera vivido?
Si echo la vista atrás y pienso en la de veces que he leído algunos de los libros de
Harry Potter, me arrepiento de no haberlos “disfrutado a fondo”. Si pudiera viajar al
pasado, le diría a mi yo adolescente que escribiera. Que anote todo lo que le hacen
sentir los pasajes. Que subraye con ganas esas frases que le marcaron. Que le
hicieron sentir algo. Ahora daría lo que fuera por poder volver a encontrarme con esos
pensamientos, con cómo me hizo sentir el leerlos por primera vez y lo que se cruzaba
por mi cabeza entonces.
Y volví a sentirlo. Aunque a siemple vista no sea tan estético, este simple hecho me
hizo darme cuenta que al hacerlo, reflexionaba de verdad sobre el fragmento en sí y
esto me daba una perspectiva más rica sobre la lectura.
Contra la lectura: Adiós al culto al libro
Desde que tengo este pequeño espacio siempre he utilizado “pegatinas”/stickers/post
it para señalar aquellas páginas que me parecían interesantes o relevantes para
hacer la reseña del libro. Incluso frases que me parecían bonitas para destacar. Pero
ahora, además de esto, he decido dejar el miedo atrás. A partir de ahora subrayaré,
escribiré y me permitiré doblar páginas si así lo considero. He decidido decirle adiós al
culto al libro y dedicarme a disfrutar más de él. A hacer la lectura más rica y a
permitirme hablar con mi yo del futuro, por si en algún momento se siente
perdida y necesita volver a esas páginas. Siempre y cuando no estropee o
entorpezca la lectura, claro.
Sé que no todos los libros se prestan a este ejercicio de introspección. Que algunos
solo están para entretenerte y ya. Tampoco creo que “valga” subrayar cualquier libro
(menos si es prestado o una primera edición). Pero, por lo demás, creo que
deberíamos pensar en cuantas veces releemos un libro de nuestra estantería. ¿De
qué sirve tenerlo intacto si no lo vas a volver a leer? Y, si no es el caso y de
verdad volverás a sus páginas, ¿crees que esa nueva relectura será igual que la
anterior? ¿No te gustaría encontrarte con los pensamientos de tu yo pasado?
Tal vez el miedo a los libros que expresaban las generaciones anteriores
no fuera menos supersticioso que la fe que actualmente depositamos en
ellos.
Las palabras no pueden funcionar sin los referentes del «mundo real».