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La alquimia del deseo: los principios

cósmicos y metafísicos del erotismo


Por: Alejandro Martínez Gallardo - 02/15/2017

El erotismo puede entenderse como una fuerza cósmica y puede usarse para restablecer, en el
matrimonio sagrado de lo masculino y lo femenino, un estado de unidad primordial inmortal

Este artículo está basado en el ensayo de Aaron Cheak "The Alchemy of Desire", una
exploración de la obra Adam, L'Homme Rouge de René Schwaller de Lubicz, uno de los
últimos grandes alquimistas de Occidente.

Schwaller aplica una ley de correspondencia entre los procesos alquímicos como los que
pueden ocurrir en el laboratorio de un alquimista con los procesos eróticos del cosmos, desde
la manifestación del universo hasta la sexualidad humana. En todos los casos opera un mismo
principio de polaridad, una especie de "ruptura en el equilibrio de la Unidad", una "inarmonía
en la ecuanimidad original" que es a la vez "un llamado al ensamble a través de la unidad".
El deseo, que brota de esta ruptura, que es el origen mismo del universo manifiesto y su
dinámica sujeto-objeto, contiene en sí mismo también el mecanismo de la restauración de la
unidad y todo acto erótico es una especie de representación o imagen microcósmica de este
proceso de unidad en la diversidad; una especie de juego de seducción que Aaron Cheak
compara con el erotismo tántrico de Shiva y Shakti: el universo se revela como un jardín o
un lecho inmenso donde ocurre este juego amoroso que a fin de cuentas no es más que el
restablecimiento de la conciencia absoluta de la divinidad.

Escribe Schwaller en Adán, el hombre rojo:

Desacreditada como la "ciencia de hacer oro" en una época en la que la brujería


hechizaba al mundo entero como reacción a la religión dogmática, en realidad la
alquimia es la ciencia de la vida. El hecho de que la vida también produzca oro
en la naturaleza es evidente; pero esto es secundario a una ciencia que es
esencialmente mística, y la cual cultiva una gnosis que revela los secretos de la
atracción de igual manera en la gravedad que en el amor de un hombre por una
mujer.

Schwaller más tarde desarrollaría esta idea con mayor profundidad, claramente señalando
que el fin de la alquimia no es la producción de oro sino la contemplación del instante
creativo, que es una forma de gnosis transformadora. Para Schwaller, la creación cósmica
ocurre cada instante, como presencia, y la alquimia es reconocer esta creatividad que en sí
misma permite una especie de retorno hacia la Unidad. Así en todas las fuerzas del cosmos,
desde la electricidad a la gravedad o el erotismo mismo, hay una misma tensión:

El deseo es una cuerda estirada entre dos complementos, y el sonido de esta


cuerda es la vida. Para producir un sonido, necesitas un shock que lo haga vibrar,
y este shock es el erotismo. Los complementos son siempre dos aspectos extremos
de una misma cosa, sensación o emoción. El shock resulta de un desequilibrio en
este estado de tensión, el cual se expresa sobre todo por una tensión emocional,
nerviosa o física, o por un suspenso mental. El desequilibrio literalmente produce
una oscilación entre dos complementos, un movimiento que resulta en la
exaltación de la vida, y el efecto de esto es originalmente expresado en la
excitación sexual.

A esto comenta Aaron Cheak: "De la actividad y la repulsión de los elementos químicos, a
través de un proceso de selección natural en las especies biológicas (la evolución), estas
afinidades son múltiples formas de deseo divino re-solviéndose en sí mismo en su naturaleza
primordial". Dice Schwaller:

Este deseo es la fuerza de gravitación de las estrellas, la génesis de los metales y


los minerales de la tierra, el viento y la tormenta en el aire, la fecundación de las
plantas, la fornicación de los animales y, para la humanidad, amor. Hay muchas
formas y muchas visiones de este deseo, pero el deseo en sí mismo es siempre
idéntico. Es el Arcángel de la vida, y por lo tanto, también el Arcángel de la
muerte.

Una metafísica del deseo se deriva de esto, en la que el deseo no sólo produce la cadena de
seres en la evolución sino que es, según Aaron Cheak:
La urgencia a regresar a la ecuanimidad primordial, una afinidad que permite que
la conciencia trascienda el mundo encarnado en su totalidad, es decir, más allá de
la dualidad. Puesto que, si bien el deseo está fundado en la separación, de
cualquier manera se aleja de esto y es reabsorbido en la unidad absoluta que
trasciende toda dualidad.

Tenemos aquí una visión alquímica de la idea platónica del amor como el deseo de restablecer
el estado hermafrodítico primordial, en el caso de Schwaller simbolizado por Adán y Eva, en
su androginia primordial. "Cuando Eva estaba en Adán la muerte no existía. Cuando ella fue
separada de él, la muerte tuvo su principio. Si él entra de nuevo y logra su ser anterior, la
muerte dejará de ser". Esta es la conjunción de los opuestos, el matrimonio alquímico de lo
masculino y femenino, del azufre y el mercurio en la que disuelve la dualidad. Si el amor
físico, biológico, es entendido como una forma de perpetuar la especie, de reproducir los
genes, el amor espiritual debe ser entendido como una forma de regresar a un estado
primordial inmortal. Schwaller llama a trascender la visión materialista de la sexualidad hacia
un erotismo espiritual:

Originalmente lo que hay es la androginia, seguida de la separación de los sexos


a través de la función. Esta separación es la causa espiritual de la especificación
del género, y eventualmente crea la necesidad del matrimonio. Debido a la
desviación de la conciencia de su propósito original y verdadero, el matrimonio
ha tomado un significado físico ilusorio. Aquí yace el error monumental que ha
creado tanta miseria. El matrimonio no tiene un propósito físico, sino uno vital y
espiritual; en realidad la palabra matrimonio significa y debe ser --Unión-- esto
es, la Unión absoluta y final de aquello que ha sido dividido por la separación de
los sexos y que al final debe hacer surgir una Unidad humana completa.

Schwaller habla del hombre "antropocósmico", el hombre primordial, el anthropos del


Corpus Hermeticum, el Adán de los cabalistas, el arquetipo que contiene a toda la
humanidad: "El ser humano, u hombre cósmico, es hombre y mujer en unidad, pero todos los
seres humanos que existen actualmente son hombre y mujer en dualidad".

En una hermosa imagen, Schwaller compara la expresión de la unidad absoluta que se divide
en los diferentes polos de la existencia con la forma en la que un haz de luz blanca se
descompone en los diferentes colores de un prisma. Finalmente no somos ni hombre ni mujer,
sino sólo luz, luz que contiene todas las cosas en la eternidad de su conciencia:

Una cosa siempre es triple en su naturaleza: existe en y por sí misma en virtud de


su apariencia, pero es causada también por el complemento de dos estado de la
misma naturaleza. Tú mismo, al ser en principio un hombre, humano, eres
resultado del complemento de dos estados de la misma naturaleza: aquello que
afirma y aquello que niega, aquello que da y aquello que recibe, aquello que
expresa y aquello que es impreso, esto es, aquello que recibe la impresión; este
doble estado es tu androginia espiritual primordial --y te das cuenta de esta
dualidad en la unidad. ¿Podrías decir que la luz está compuesta de luz roja y luz
verde? No, y sin embargo, cuando es descompuesta a través de un prisma hace
que surjan dos colores complementarios, y la luz blanca deja de existir. Los
colores son una transformación de la luz blanca, una transformación que imparte
diferentes vibraciones a la misma sustancia. La diferencia en vibración no altera
a la luz, pero las impresiones aparecen de manera diversa al ojo, dando lugar a
diferentes colores que son siempre complementarios, dos y dos. Ahora bien,
recuerda: tú eres luz, luz blanca y encontrarás tu vagamente recordada androginia.
Eres luz, pero luz descompuesta a través del prisma de la vida, es decir, a través
de las experiencias y las necesidades.

Twitter del autor: @alepholo

http://pijamasurf.com/2017/02/la_alquimia_del_deseo_los_principios_cosmicos_y_metafisicos_d
el_erotismo/

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