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Una de las cuestiones que hoy parecen ser un punto critico dentro de los sistemas
educacionales son los objetivos de esta en tanto formación de los humanos y su rol en la
sociedad. En medio de época donde el orden tecnocrático ha alcanzado su apogeo, se ha
comenzado a desdibujar la pregunta de para que se esta aprendiendo lo que se esta
aprendiendo y se ha reemplazado con una respuesta fija: Formar capital humano. Detrás de
esta premisa subyace el paradigma moderno con los procesos históricos que le atañen como
lo son las diversas revoluciones industriales, el capitalismo como modo general de
producción económica y la homogenización de los procesos pedagógicos para una educación
ampliamente democratizada en su ingreso y, por ende, de carácter masivo. El propósito de
este ensayo es recalcar algunas de las falencias básicas que pueden desprenderse de este
proceso y poner como contrapunto una propuesta conceptual pensada desde la mayéutica y
algunas de sus implicancias cognitivas para dar una base que avizore un paradigma diferente
en la teoría pedagógica con apoyo de algunos de los postulados que autores de la pedagogía
crítica y pos-critica realizan.
Tal y como señalara Henry Giroux en “la escuela y la lucha por la ciudadanía” , el
advenimiento de movimientos como el posmodernismo, el posestructuralismo y el
neopragmatismo trajeron consigo la consolidación de una critica a las bases de la concepción
filosófica de la modernidad para establecer su condición de crisis. En palabras del autor, el
cuestionamiento se realizaba hacia:
A partir de esta crítica es que el autor realiza un análisis de las problemáticas que subyacen
en las propuestas de pensadores de dichos movimientos para dar una salida a esta situación
crítica, adelantando que estos no han sabido desarrollar ningún proyecto moral, ético o
político firme. Si hablamos de esto, en términos educacionales y pedagógicos, hallaremos
que la pretensión universal que se encuentra presente en los procesos formativos parte de la
premisa de los objetivos a lograr y no de los potenciales a sacar, es decir, el estudiantado es
considerado como una masa moldeable.
Uno de los conceptos que permite socavar dicha concepción es el de alteridad, a saber, la
diferencia que constituye al otro y que, a su vez, en esa divergencia constituye al ser como
tal. La pedagogía, desde su condición política, pensada en esa dimensión obliga a poner de
relevancia otro concepto de importancia capital para el desarrollo de una sociedad: La
convivencia. Solo si entendemos que cada uno de los seres humanos son únicos, originales y
por ende diversos, es que podemos hablar de lo pedagógico como una practica que no apunta
a la reproducción y fortalecimiento del actual modelo social, junto a sus desigualdades, sino
como un arte que permite abrir la critica y construcción del mismo a partir de las
potencialidades de los educandos en el dialogo permanente del vivir con base en el
conocimiento históricamente construido.
Para el lector, la definición de ética probablemente deba asociarse a una serie de valores
construidos a lo largo de la historia personal de determinado sujeto, los cuales orientan y dan
sentido al quehacer humano en situaciones concretas para poder tomar decisiones coherentes
con sus propios códigos como individuo en sociedad. En ese sentido, cada vez que se aprende
se lo hace con una acción que le es parte (de orden material o inmaterial) que se expresa en
la realidad y la modifica dándole un nuevo sentido al sujeto. A su vez, cada vez que se actúa,
se lo hace en consideración (de manera positiva o negativa) con otro, construyéndose sus
valores en antagonismo o en acuerdo con los mismos. A diferencia de autores como Barcena
y Melich (2001), proponemos acá que lo ético no es algo que se induce dentro del
conocimiento si no que justamente es algo que le es propio porque forma parte del proceso
cognitivo de cada ser que aprende.
Para profundizar esto es necesario abrir la pregunta sobre como son las formas cognitivas del
humano y como se relacionan con el dialogo que busca generar conocimiento. Cassasus en
su libro “La educación emocional del ser” (2007), aclara que existen tres medios
interrelacionados con los cuales el sujeto aprende: La razón, la emoción y el cuerpo.
En este esquema, lo corporal se muestra como el mecanismo biológico que otorga intuiciones
sobre lo aprendido para desarrollarlo. El sentimiento visceral que surge con un determinado
conocimiento para profundizarlo lleva el nombre de marcador somático, propuesta por
Antonio Damasio (1994) y es aquello que orienta todo aprendizaje. La implicancia de esto
es que no solo arrastra la racionalización de lo conocido, sino que además es teñido por la
emoción que con la que es aprehendido. De esta manera, toda enseñanza emociona, pero no
toda emoción impulsa su reflexión de manera coherente ya que si echamos un vistazo al
espectro emocional podemos encontrar una diversidad rica en intenciones de aprendizaje,
desde la apatía hasta la alegría, desde el odio hasta el amor. En este sentido, el campo de las
emociones se muestra como un mecanismo doblemente vincular: Entre la intuición y el
desarrollo racional como forma de profundización (o alejamiento) por un lado y por otro,
entre el sujeto y los demás estudiantes como forma de inducir una reflexión colectiva.
Resulta interesante entonces que, si la condición ética del aprendizaje en tiempos actuales
tiene como resultado el fenómeno de la competencia (cuestión evidente al analizar las formas
que adquiere la escuela contemporánea), entonces estaremos frente a un modelo económico
de la educación. En la medida que se adquiere de manera más perfecta el conocimiento que
se pretende entregar entonces se es un mejor componente para una sociedad, envuelta en un
sistema capitalista, que otorga mayor importancia a quien cumpla con los objetivos que ella
misma se ha propuesto. Sin embargo, el peligro que subyace en la crítica de este proceso es
pensar que un contenido alternativo podría bastar para generar aquel proceso critico que se
esta buscando. En este sentido, comprender que lo pedagógico es un acto permanente de
recreación de ideas resulta fundamental para no caer en una lógica mecánica de enseñanza
que puede ser aun mas autoritaria que su propio adversario pues también se pretende como
universal. Paulo Freire (1992), señala justamente lo siguiente:
Es decir, uno de los aspectos importantes radica en que la epistemología pedagógica puede
abrirse desde quien la enseña para ser rearmada en conjunto con el educando. Su
establecimiento entonces ya no se centra en el conocimiento en sí, si no al fenómeno que
pueda tener asociado. Así, si lo que se desea es la convivencia entonces la ética del
aprendizaje deberá forzosamente pensarse en otro sentido: uno que interpele al estudiante
desde su biografía, desde sus pares y desde su contexto para pensar la incidencia entre
quien enseña y quien aprende, para ser significante en la biografía entre ambos.
El lector podrá argumentar que dicha tarea resulta imposible en términos del sistema actual,
sus altas tasas de evaluación y establecimiento curricular no permiten que esta tarea de una
educación que se precie a si misma de amorosa sea posible, el legado de la modernidad pesa
terriblemente sobre las estructuras escolares en las que nos desenvolvemos. Sin embargo,
permítasenos hacer un contrapunto: Existen diversos elementos legislativos que hoy no solo
permiten, sino que exigen que el educando tenga un aprendizaje relacionado con la
convivencia en sus comunidades. Tal es el caso de los planes que deben integrarse al Plan de
Mejoramiento Escolar (PME) que cada establecimiento detenta donde estos últimos tienen
autonomía para implementarlo de la mejor manera dentro de su contexto. Uno de los
ejemplos más lúcidos parece ser la ley 20.911 de formación ciudadana que, dentro de su
escrito, propone la inclusión de la educación cívica en los contenidos de cada asignatura. Los
nueve objetivos que se estipulan allí efectivamente parecen no estar estructurados como los
viejos contenidos que se buscaba la formación cívica anteriormente, sino que, dejan abierta
la orientación para que los equipos docentes puedan recontextualizarlos pedagógicamente de
acuerdo a la realidad en la están educando.
Bibliografía