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IUARCADORES

SOCKES
ENELLEI{GI]M

ESTUDIOS SOBRE EL ESPAÑOL


HABLADO EI\ MONTEVIDEO

GRACIELA BARRIOS
VIRGII{IA ORLANDO

(coMPTLADORAS)
ñucE

Prólogo .......7
Graciela Barrios: Introducción ..........9

I. MARCADOnTS TONOT,OqCOS
Graciela Barrios: Uso de -s final de palabra ..................... 2l
Graciela Barrios: El ensordecimiento del fonema palatal / L | .................................29
Ana l-ernández: Comportamiento de grupos consonánticos................. ........-........-. 43
Rita Rivero: Usos vocálicos y silábicos................. ............ 55
Graciela Barrios: Formas estándares - no estándares: la infbrmación social del
nivel fbnológico............ ......... 73

tr. MARCAIX)RES MORFOFONOI,OGICOS Y MORTOSINTÁCTICOS


Laur¿ Matteo: Uso de -s en sintagmas nominales plurales .--...--........--. 93
Laura Matteo, Laura Musto, Rosanna Peveroni: Uso de ltabermás sintagma
nominal plural ......... ............ l0l

TTI. MARCADORES SINTÁCTICO-DISCURSWOS


Pilar Asencio; La subordinación adjetiva....... .................. I l3
Virginia Orlando: Estructuras tópico-comentario ......... ..................... 169

205
PROIJO(X)

La sociolin-9üística es un campo de investigación que, a lo largo de cuatro décadas de


existencia, se ha dedicado a estudiar la estrecha relación existente entre lenguaje y sociedad,
a través de distintas conientes teóricas y metodológicas. De ellas, es la sociolingüística
variacionista la que se identifica más claramente con la investigación que presentamos en
este libro. Fiel a los presupuestos de su fundador William Labov. la sociolingüística varia-
cionista o conelacional ha contribuido notablemente a un mejor cclnocimiento de la estruc-
tura del lenguaje, explicando córno opera el componente sociolingiiístico vadable de una
lengua: cómo influyen los f'actores sociales en las elecciones lingüísticas de los hablantes, y
cómo funciona la rclación entre variación y cambio lingiiístico. Los estudios sociolingüísti-
cos permiten conocer y cotejar la len-elua hablada en distintas comunidades, a paftir de una
metodología claramente establecida, tanto para la recolección de datos, como pam su proce-
samiento e interpretación.
Hasta el momento no cclntábamos con ninguna descripción orgánica de este tipo para el
español hablado en Montevideo. Tanrpoco se contaba con un estudio que pennitiera evaluar,
en forma comparativa y para una misrna comunidad, el compoftamiento de kls distintos
niveles del análisis lingüístico en cu¿rnto a fuerza y tipo de marcación social. Son éstos. pr.res.
dos espacios que esperamos cubrir con este liblo.
La presente investi-eación es el rcsultado de un trabajo de equipo llevado a cabo en el
Departamento de Psico- y Sociolin-eüística de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la
Educación de la Universidad de la República, bajo la dirección de Graciela Ban'ios.
Los estudios de Laura Matteo sobre uso de -s en sintagmas nominales plurales, y de
Ana Fernández sobre -qrupos consonánticos, son adaptaciones de trabajos de aprobación
de cursos de la Licenciatura en Lingüística. El estudio sobre el verüo "haber" recoge
aportes de un trabajo de pasaje de curso realizado por Laura Musto y Rosanna Peveroni,
con una posterior revisión y reconsideración de los datos a cargo de Laura Matteo. Los
trabajos sobrc uso de -s y sobre consonantes palatales reproclucen parcialmente los capítu-
Ios 4 y 6 (Pate II) de la tesis de doctorado de Graciela Barrios.
La investigación pudo concretarse gracias a la financiación otorgada por la Comisión
Sectorial de lnvestigación Científica de la Universidad de la República al proyecto "Marca-
dores sociolingüísticos de identidad en Montevideo", durante el período 1995-1997.
Vryl tlnrbii'rr nucstfl) agradecimiento a Ricardo Otheguy por la dedicación y el interés
('()n (frf(: ¡xutici¡xi cn varias sesiones de Fabajo de nuestro equipo, a Eduardo Pi:¿zza por su
¡r¡x)yo l)ilra concrctar la (tantas veces poster-qada) publicación de este libro, a los alumnos de
l¡r l.iccnci¿rtura cn Lingüística que colaboraron en la etapa de recolección del corpus, y sobre
ttxlo ¿r nucstros informantes montevideanos, sin los cuales la investigación no habr'ía tenido
scntido.

G.B. y V.O.
MCCION

Gracicln Barrios

1. LENGUAJB E IDENTIDAI)
La concepción del lenguaje como marcador de identidad está estrechamente vinculada al
enfoque sociolingüístico que preconiza la necesidad de estudiar el lenguaje en su contexto
social, a frn de lograr una comprcnsión global de la estructura de la lengua, del modo como
las características sociales de los hablantes influyen en las elecciones lingüísticas, y de la
incidencia que estas elecciones tienen en los procesos de cambio lingüístico.
El tema propuesto se ubica en relación con un presupuesto teórico básico en sociolingüís-
tica: el concepto de varioción (Labov 1972a). La elección entre formas diferentes para ex-
presar significados referencialmente equivalentes puede estar supeditada tanto a variables
lingüísticas como sociales y situacionales. El comportamiento sociolingüístico de los ha-
blantes prcsenta un alto grado de sisternaticidad, ya que se pueden establecer probabilidades
de apzrición de determinados msgos lin-eüísticos, en función de las características sociales
de los hablantes, y de la situación comunicativa en que se encuentran involucrados.

Al conelacionar rasgos lingüísticos con extralingüísticos, resulta claro que se puede


asignar un determinado estatus social a un hablante en base a evidencias lingüísticas; que,
consecuentemente, el lenguaje nos puede informar soble laestructura social de unacomuni-
dad; que aunque haya variación intema (es decir, un uso probabilístico, no categórico, de
determinados r¿rsgos del habla), el comportamiento lingüístico de los hablantes es predeci-
ble en varios aspectos; que aunque puedan reconocerse distintos dialectos sociales, éstos no
conforman unidades discretas, sino continuos; y que cuanto más heterogénea sea una socie-
dad, más diferencias habrá en el compofamiento lingüístico de sus integrantes.
Del uso en sociedad surgen las convenciones que hacen a la interpretación de ciertos
f'enómenos lingüísticos como nrurcadores de identidad. Junto con su competencia estricta-
mente lin_eüística, el hablante adquiere en sociedad una competencia comunicativa (Hymes
1974) que le indica qué rasgos son los más apropiados para actualizar encada circunsúancia.

El rol destacable del lenguaje en el establecimiento y fortalecimiento de subgrupos dentro


de una comunidad, surge de su carácter de marcador ineludible (por ser el medio de comu-
nicación primario del hombre) y al mismo üempo rclativamente nunipulable (dado que,
hasta cierto punto, es posible controlar la aparición de determinados rasgos, de acuerdo no
s(llo lrl tr¡xr tlt'sitrrirci<in comunicativa planteada, sino también respondiendo a las actitudes
¡lrrtrt'rrllrrt's -¿rrllrcsiones o rechazos- que despierte el grupo con el cual se identifica una
r lt'lt'r'r rri rliulu varicdad lingüística).

lin rrn aclo c<lmunicativo, el oyente no sólo se ocupa de entender qué es lo que dice su
intcrltrutor, sino que simultáneamente está adscribiéndolo a alguna categoría socialmente
significativa. La respuesta lingüística (y social en general) del oyente estará condicionada
¡'xrr krs datos lingüísticos de que disponga, dado que en la interacción hay una dinámica de
ut't¡ttu¡dackfu¡ (Giles 1979), que depende en gran medida de la interpretación social que se
ha-sa del habla del interlocutor.

1.1. Tipos de marcadones sociolingiiísticos.

Un nnrcador sociolingüísfico es una forma lingüística que se correlaciona con alguna


categoúa social Qnrtrcador de identidad) o con uua situación comunicativaparlictrlar (nur-
cadt¡r de sittnciórt). Robinson (1979:214) define este concepto de la siguiente manera:
"tuty.fbatttre that coukl be or is usecl b¡'people to identfu its enútter as u mentber
of some sociully sigúficctrtt categoty".
Dentro de los marcadores de identidad se pueden diferenciar los marcadores grupales
(pertenencia a un determinado grupo o clase),/sr'cos (caracteústicas físicas del individuo) y
psicológicos (estados afectivos cambiantes y personalidad del hablante). En nuestra investi-
gación nos centramos en tres tipos de marcadores de identidad grupales: edad, sexo y nivel
de instrucción.
Laver y Trudgill (1979:3) entienden que los marcadores sociolingüísticos pueden ser
divididos en:
"(a) tlrcse tlnt nrurk sr.¡ciul characteñstics, suclt as regional cffiliution, socktl
status, educational stútus, occupatiort and sociul n¡le; (b) those fhut ntark physi-
c'al characteristics, such as age, sex, physicpte d¿nd state of health: (c) tlnse that
nnrkpsycological cltaracteristics of personality cud afr'ective state. We sltall call
these types of nturke rs social markers, pltl,sicul nrurkers ard ps¡,cological nnr-
kers respectively"

El estudio de los marcadores de nivel social en el lenguaje permite establecer cuáles son
aquellos rasgos lingüísticos considerados más prestigiosos, no solamente porque son usados
por los individuos de mayor estatus social y porque coinciden con los rasgos que se enseñan
en la escuela, sino porque en las situaciones comr¡nicativas más formales los hablantes que
no se ajustan a los modelos lin-güísticos de prestigio, pueden tender a un mayor uso de esos
rasgos prcstigiosos, Eatando de reprimir las variantes más estigmatizadas (Labov 1972a).
Asimismo, si un individuo desea identificarse con un grupo diferente al suyo de origen,
puede modificar su habla en la dirección del grupo en cuestión (Giles 1977).

l0
Los marcadores sociolingüísticos pueden ser categorizados teniendo en cuenta diferentes
criterios.
Se-eún su frecuencia de aparición, la relación entre la forma lingüística y el contexto social
puede ser invariunte (dadas las categorías sociales A y B, los miembros de A usan siernpre y
únicamente el rusgo a, y los miembros de B el rasgo á) o probabilística (los miembros de A
y de B usan tanto el rasgo c como ó, pero con fi'ecuencias de aparición dif'ercntes) (Scherer
y Giles 1979). Cuando un marcador sociolingüístico es üwariante existe una perfecta come-
lación entre éste y aquello que marca; por el contrario. en los m¿rcadores probabilístit:os no
puede observarse una correlación absolutamente categódca entre clase y m¿uca lingüística.
En español, por ejemplo, la pronunciación palatal fricativa del sonido representado por el
-erafema "ll" en la
palabra czlle c'¿racfeiza invadantemente al hablante doplatense, por opo-
sición al peninsular. La caída de -s es, por el contrario, un marcador probabilístico en Mon-
tevideo, porque aparece tanto en el habla de los individuos de nivel socíal alt<l como bajo,
aunque con frecuencias distirrtas (Barrios 1996 a y b).
Según el tipo de intbnnación que transmite, un marcador sociolingüístico puede set c'ote-
górico (transmite un solo tipo de información social) o antbiguo (transmite más de un tipo
de intblmación social). En este últirno caso, la coocunencia con oüos marcadorcs (preferen-
temente categóricos) puede desambiguar la intbrmación social del rasgo. Este hecho se
relaciona con el concepto de vadedad lingüística entendida como coniunto de rasgos que
comparten una misma información sociolingüística, rasgos que por otra pafte son coocu-
rrentes y parcialmente compaftidos con otras v¿u'iedades lingüísticas (Hudson 1980).
Un ejemplo de marcador sociolingüístico categórico es la realización oclusiva del fbnema
lXl del español en el h¿rbla de los inmigrantes italianos residentes en Montevideo, ya que la
única inforrnación social que connota dicha pronunciación es la de "origen italiano"; un
ejemplo de marcador sociolingüístico ambi-euo es la caída de -s final de palabra en el habla
de estos mismos inmigrantes, pues dicho msgo aparece también, con mayor o menor fre-
cuencia. en el habla de los montevicleanos nativos (Barrios 1996a).
Los rnarcadores sociolin-etiísticos pueden encontrarse en distintos niveles del análisis lin-
güístico:li.zrol(tgico, rnorfokigit'o, sinÍáctic'o, cliscursivo y léxico. No todos los niveles. sin
embargo. se comportan de la ¡lism¿r mauera en cuanto a su marcacirin social; por ejemplo,
en relación con los aspectos señalados más arriba, o bien en las posibilidades rnismas de que
prioricen el cumplimiento de dicha función.
Surge de los traba.jos prcsentados en este libr o, que los fenómenos fbnológicos funcionan
de un modo rnucho más cla¡o como marcaclores sociales que los fenírmenos sintáctico-
discursivos. En ese sentido, encontramos en fonología patrones sociolingüísticos recumen-
tes:

a) una clara aceptación en los informantes más cultos de la^s variantes lingüísticas que el
sistema educativo les ha inculcado como prestigiosas;

lt
b) utta ¡ltcli'tcrtciir nl¿ry(n'cntre las Inlúeres por el uso de las formas estándares;
t') un:r nr('n()r dil'crc:nciacirin por sexo entre los infbrmantes de nivel educativo alto, en lo
r¡ut: lllric al compoftamiento lingüístico variable;
rl) urta rcl¿rción bastante evidente entre grado de marcación social y situación de mayor o
rnclx)r cstabilidad, en el sentido de que las variables en proceso de cambio atenúan sus
¡rsibilidades de marcación social estrática;
c) cn rclación con lo anterior, la eveutualidad de cambios de normas de prestigio en el
seno de la comunidad;

f) la constatación de que no siempre los jóvenes (como suele creerse popularmente) ad-
hieren a las variantes de menor prestigio, sino que a veces ocurre exactamente lo con-
trario;
g) la conoboración de que los hablantes que han pasado mayor tiempo en contacto con el
sistema educativo desarrollan comporlamientos menos variables, y más homogéneos
entre sí, que los hablantes menos instruidos.
En sintaxis, la elección de las distintas formas (en principio) equivalentes esüí condicio-
nada prioritariamente por factores de orden funcional y pragmático. En este nivel, cualquier
diagnóstico social debe estar precedido por un pormenorizado análisis lingüístico, que agote
el estudio de los factores semánticos, pragmáticos y funcionales como posibles determinan-
tes de la elección. Obviamente, cabe la posibilidad de que no todos los rasgos seleccionados
conlleven información social relevante. y éste es también uno de los aspectos que hemos
tratado de explicar en las investigaciones incluidas en este libro. Sin embargo, también es
cierto que a veces la incidencia de las variables sociales surge luego de análisis lingüísticos
exhaustivos, que descubren el empleo de alguna estrategia comunicativa particular por parte
cle un grupo social (un ejemplo claro de ello, surge del estudio de Pilar Asencio sobre las
rclativas).
La discusión acerca de los alcances y límites de los estudios vadacionistas, se relacionó
con la justificación de la metodología básicamente cuantitativa que se utilizó para el análisis
tlt:l corpus. En ese sentido, también fr¡e necesal'io fundamentar las posibilidades y limitacio-
¡tcs tlc la aplicación del concepto de variable sociolingüística, en niveles superiores al fbno-
kigico.

1.2 . Marcación social y variedad estándar.


| ,rr v¡rri¿rcirirr cstrútica en el lenguaje está estrechamente relacionada con el graclo de expo-
srt irirr r h' k rs intlivirluos a la variedad estándar. En ese sentido, es conveniente tener presentes
;rllurros corrt't'¡rtos y ¡rrcsupuestos básicos de los procesos de estandarización lingliística.
c:l csp¿rñol está compuesta por diferentes tipos de variedades: distintcls
tlistintos sociolectos que retlejan las peculiaridades sociales de lcls ha-
blantes, distintos registros para adecuarse a las necesidades que irnponen las diversas situa-
ciones comunicativas en que nos vemos diariamente involucrados. Un tipo de variedad que
amerita especial atención, por las actitudes que genera y por las in,plicancias sociales que
tiene, es la lengua estándar. definida c<lmo la fornla codificada de un idioma que es aceptada
y que sirve de modelo a una comunidad relativamente grande (Garvin y Mathiot 1968).
La lengua estándar es el resultado de una acción deliberada por paÍe de la sociedad: el
proceso de estandarización. Este acto de planificación lingüística implica distintas instan-
cias: la selección de una variedad para asignarle una función y un estatus determinados, la
codificación de dicha variedad con la finalidad de hacerla apta para los requerimientos fun-
cionales que se le imponen, y la aceptación de esa vadedad por pafte de la comunidad
(Garvin y Mathiot 1968)
Como todo acto de planificación y política lingüística, la estetndaización está motivada
por razones políticas, ideológicas, económicas y sociales. Estas razones se retle.jan no sólo
en las circunstancias que crean la necesidad de instrumentar la estandarización, sino tam-
bién en los criterios mismos de.selección de variedades.
Las acciones en materia de política lingi.iística se facilitan en los contextos urbanos. Gar-
vin y Mathiot ( 1968) asocian los procesos de urbanización con los procesos de estandariza-
ción lingüística, y tienen en cuenta corno equivalente lin_eüístico de la distinción entrc cultu-
ras.fblk y urbanas. la diferenciación entre habla popular y variedad estándar. Esta última
sería el conelato lingüístico mayor de una cultura urbana, y en ese sentido estos autores
proponer considerar el grado de nivelación (unifbrmización, estandarización) de una len-9ua
como un parámetro útil para n-redir el grado de urbanización de una cultura. Por el contrario,
un -elado bajo de nivelación lingiiística estaría evidenciando la prcsencia de una cultura
predominamentente folk.
La len-eua estándar aclquiere prestigio y se impone sobre las demás v¿riedades como
len-etua de la enseñanza, del gobierno y de las situaciones fonnales en
-9eneral. El
prestigio
asociado a las clases sociales más altas (basado en símbolos tales como el estilo de vida, la
ocupación, las actividades sociales, la etnia y la ascendencia familiar), se transfiere a los
usos lingüísticos.

Entre los parámetros usados para definit objetivamente la clase social de un hablante, el
nivel de educación ha demostrado ser el factor que mejor predice el comportamiento lin-
gliístico de una rnuestra, por lo menos para el caso de nuestra sociedad. El sistema eclucacio-
nal crea conciencia lingüística entre niños y adolescentes. nediante la enseñanza de re-qlas
prescriptivzrs y la corrección explícita de rasgos lin-sliísticos de escaso prestigio. Además, la
exposicirin extensa a la lengua escrita facilita la autoconección y la supresión de recionalis-
ntos.

Bastardas ( 1996) ha señalado que la superposición cle la variedad estándar sobre las ha-
blas vemaculares -eenera una situación cle contacto, con la consiguiente coexistencia de va-

l.j
li¡urlt's v('r'nacularcs y cstándarcs. Algunas fbrmas lingüísticas pasan a ser legitimadas, y
olrirs cslisnlatizaclas. La conciencia de las diferencias lingüísticas se fomenta básica, aunque
rlo e xclusivamente, en la escuela, donde se difunde una determinada ideología favorccedora
tlcl cstándar y deni-eradora de los vernaculares. Los hablantes son paulatinamente convenci-
dos cle que su variedad materna es "vulgar e irrconecta", y que debe ser prontamente sustitui-
da por la v¿riedad "elegante y correcta" que se les ofrece como alternativa.
Como conelato de lo anterior, muchos t-enómenos estudiados aparecen catalogados como
"caídas", "pérdidas" o "simplificaciones". Esta terminología implica una visién de los fenó-
menos lingüísticos descle Ia lengua estándar, en tanto supone que es esta variedad la que
experimenta, en boca de algunos hablantes. "caídas", "pérdidas" o "simplificaciones" de
algunos de sus segmentos o estructuras.
Sin embargo, la realidad es exactamente la opuesta. De hecho, la lengua estándar es una
v¿niedad superpuesta, una variedad qtre se agrcga al repertorio Iingüístico nativo del hablan-
te. Este Ia interpreta de acuerdo a su sustrato lingüístico y la maneja más o menos adecuada-
Inente, dependiendo del tiempo de exposición que tenga a la misma, del uso que efectiva-
mente le dé, y del interés y necesidad que tenga de utilizarla. El hablante, de todos modos,
aun cuando haya sido expuesto largamente a la lengua estándar, puede conservar rasgos de
su variedad matema, actualizándolos toda vez que le intercse hacerlo. según sus deseos de
identiflcación social y sus necesidades de adecuación situacional.
En nuestra investigación, aunque ocasionalmente empleemos algunos términos tradiciona-
les que refieren a "caídas", "pérdidas", etc. (por ejemplo, la definición misma de sínco¡ta,
oféresis, etc. implica la visión que cuestiono) privile_eiarelnos una terminología más neutra,
del tipo uso/no uso, presenci¿L/ausencia, etc.

2. ESTRATEGIA DE LA INVESTIGACIÓN.
2.1. Selección de los fenómenos lingüísticos.
Dadas las consideraciones anteriores, y teniendo en cuenta que la investigación apunta ¿t
la cleteccirin y clracterización de marcadores sociales en el len-euaje, se seleccionaron fenó-
menos cn los cuales pudielan reflejarse más claramente las consecuencias del proceso de
estandarizacir'rn. Much¿rs clc las variables estudiadas se caracterizan por el hecho de que
algunas cle las varianlcs sc idcntillcan con formas que una postura nomativa (prescriptiva)
hacia la lengua c¿rlif iclr c()l)l() "correctas", lnientras que otras conllevan en nuestra comuni-
dad u¡ra idcntil'icacitirr soci¿rl ncsativa. en tanto son prescriptivamente calificadas como "in-
correctas" tl no cst¿incllu'cs. ljslo es ¡lalticular¡nente claro en varios de los fenómenos fonoló-
,eicos analiz.arlos: cn sinlaxis. ¡ror cl c<lutririo, la prescripción actúa fiecuentemente de una
manera rnen()s cx¡rlícita.
Teniendo en cue¡rta los morlclos linsi.iísticos que -uuían los procesos de estandarización, y

t4
el rol fundamental que éstos juegan en la educación, era de esperarse que la presente inves-
tigación confirmara una mayor adhesión de los hablantes de nivel socio-académico alto a los
rasgos estándares. Teniendcl en cuenta, también, el carácter socialmente permeable de nues-
tra sociedad, también era previsible que el comportamiento de los distintos niveles sociales
se presentara como probabilístico, y no como categórico; es decir, que los distintos tipos de
hablantes compartieran la mayor parte de las formas lingüísticas, aunque con diferencias en
las frecuencias de uso.

Para cumplir con los objetivos propuestos en la investigación, abordamos el estudio de


varios fenómenos, que se ubican en distintos niveles del análisis lingüístico.
a) Marcadores fonológicos. Se analizaron ocho variables fonológicas, relacionadas con
f'enómenos vocálicos, silábicos y consonánticos del español hablado en Montevideo. Las
variables en cuestión son las siguientes:
. Formas con hiato - diptongo (ej.: peleó - pelió).
. Formas sin síncopa - con síncopa ( ej.: voy a - yiá).
. Formas sin aféresis- con aféresis (ej.: estít - tá).
. Formas sin apócope - con apócope (ej.: para - pa).
. Uso - no uso de grupos consonánticos de tipo | (ej.: irtstituto - istituto/intituto).
. Uso - no uso de consonánticos de tipo Il (ej.: actor - ator).
-erupos
. Prcsencia - ausencia de -s final de palabra (€1.: nús - má).
. Uso de consonantes palatales sordas - sonoras (sonido inicial de palabras como llueve).
En el artículo"Fonnas estándarcs - no estándares: la infomrucióu soc'ial del nivel.fono-
lógico", se analizan todos estos fenómenos en forma conjunta y comparativa.
b) Marcadores morfofonológicos y morfosintrácticos. En este nivel se estudiaron los
siguientes fenómenos:
. Condicionamiento funcional de la caída de -s final de palabra en sinta-emas nominales
plurales (ej.: los niitos - lo niño).
. Uso del llamado Imberimpe'rsonal en construcciones con sintagmas nominales plurales
(ej-: Iubo perso,tas - Irubieron personus).

c) Marcadones sintáctico-discursivos. Se estudiaron dos fenómenos lingüísticos ubica-


dos en este nivel:
. Subordinación adjetiv4 a partir del análisis de dos aspectos: uso de preposiciones y uso
de clíticos (ej: la nruchacha con la que hablé - la nutchaclu que lmblé - Ia muclncha
que hablé con ella).
. Estructuras tópico-comentario, en relación con tres tipos de órdenes de palabras, y con

r5
lir ¡rrrrscrrc:ia - ausencia de marcas morfosintácticas de caso (ej.: Ayer Juan vio a María
- A Muríu, .luutt lu vio ayer - María, Juan Ia vio ater).
l.a clcscripción de los distintos fenómenos se realizó siguiendo un patrón uniforme para la
¡rrcscrrtación de los datos. que incluyó los siguientes aspectos: presentación del tema (ante-
ccrlcntes, objetivos, aspectos teóricos y metodológicos), contextos lingüísticos y (eventual-
rncnte) pragrnáticos, correlatos sociales (nivel de instrucción, sexo. edad) y comportamien-
tos individuales.

2.2. Camcterústicas de la muestra y procesamienúo de los datm.


Todos los fenómenos lingüísticos fueron estudiados en un corpus de entrevistas orales
grabadas con48 infbrmantesr montevideanos equilibradamentedistribuidos según las varia-
bles sexo, edad y nivel de instrucción (CUADROS I y 2).

NA NA NB NB
hombres mujeres hornbres mujeres

edad 3 4 4 4 4
edad 2 4 4 4 4
edad I 4 4 4 4

CUADRO l. Características de la ntuestra.

1 hornbre Qt) A Estudiante


2 hornbre (23) A Estudiante
3 hornbre (24) A Docente de secundaria
4 hombre (2s) A Estudiante
)
5 hombre 2 (37) A In-geniero
6 honrbre 2 (38) A Veterinario
7 hombre 2 (43) A Técnico en medicina nuclear
8 hombre 2 (4e) A Cantante de ópera y prof'esor de canto
9 hornbre 3 (5 r) A Empresario rural
l0 hombre 3 (s5) A lngeniero
1l hombre 3 162) A Empresario
t2 hombre 3 (67) A Periodista
t3 mujer (22) A Estudiante y empleada
l4 rnujer (23) A Estudi¿rnte
t5 mujer (26) A Estudiante y practrcante
ló mujer (27) A Profesora
t7 mujer 2 (36) A Pr ofesora

'li'rrit'¡rrh r c¡r cut:¡rtl cl ¡nodo conro fue


elaburada la muestra, este número es suficiente para detectar compor-
r;f r¡rir'nr¡ rs srx iolirrgiiíslicos sistenláticos. tal cual ha sido señalado y comprobado en Labov (1972a).
l8 rnuJer 2 (40) A Docente
t9 tnrÚer 2 (11) A Archivista nlédico
20 Inu iet' 2 (47) A Corredora de sesuros
2l tnrÚer 3 (53) A Maestra
22 rnujer 3 (60) A Traductora pública
23 rnujer 3 (60) A Fisioterapeuta
24 rnujer 3 (6:1) A Química fannacéutic¿r
7< hornbrc ( ttt) B Peluquer o
26 hornbre ( l8) B Cadete
27 hombre (20) B Peón jornalero
28 h<lmbre (34) B Guardia de se_9urridad
29 homtrre 2 (36) B Obrero de fábrica
30 hombre 2(31 ) B Portero
3l holnbre 2 (40) B Zapatero
32 hombre 2 (43) B Carpintero
33 hombre 3 (60) B Empleado de mantenimiento
34 hombre 3 (64) B Carpintero
35 hombre 3 (77) B Peluquero
36 hornbre 3 (7e) B Jubilado (chot'er)
37 nrujer ( le) B Empleada doméstica
38 rnujer (28) B Ama de casa
39 mujer (2e) B Ernpleada doméstica
40 rnujer (32) B Empleada doméstica
4l mu jer 2 (38) B Ernpleada pública
42 mujer 2 (4t) B Feriante
43 rnujer 2 (42) B Ernpleada doméstica
u mujer 2 (.18) B Empleada doméstica
45 mujer 3 (61) B Ernpleada dornéstica
46 rnujer 3 (65) B Jubilada
47 rnu.ier' 3 (78) B Modista
48 mu jer 3 (82) B Ama de casa

CUADRO 2. Características de los informantes.

Pana la variable edad trabajamos con tres franjas: edad I (18 a 35 años), edad 2 (36 a5O)
y edad 3 (51 años en adelante).
En relación con el estatus social, se decidió contbrmar la muesffa en base al nivel de
instrucción de los informantes. Estudios de sondeo nos permitieron comprobzr que el nivel
de instrucción es un factor social verdadelamente relevante en el comportamiento sociolin-
gi.iístico de los hablantes nativos de la comunidad montevideana (Barrios e.a. 1989):. Dentro
del nivel de instrucción alto (NA) ubicamos a aquellos informantes que recibieron educa-
ción formal terciaria (Universidad, Magisterio, Profesorado), aun cuando no hubieran com-
pletado sus estudios. Los informantes de nivel de instrucción bajo (NB) son aquéllos que

2 No ocun'e necesariamertte lo misrno con otros grupos residentes en Montevideo: entre los inmigrantes
italianos, por ejemplo, la variable social deternlinante es el nivel socio-ocupacional (Barrios 1996a).

l7
recibieron solamente educación formal primaria (completa o incompleta) o secundaria in-
completa (no más de dos años). Cuidamos además que la ocupación de los informantes
guardara cierta relación con su nivel de instrucción.
Otro aspecto que fue tomado en consideración en varios de los estudios fue el comporta-
miento de los informantes en forma individual. Esto permite determinar el grado de unifor-
midad interna dentro de cada subgrupo.
En cuanto a la característica de las grabaciones. se trata de entrevistas semiformales de
aproximadamente 30 minutos de duración, con temáticas generalmente recurrentes: el tra-
bajo, el barrio,los hobbies, etc. Cada enffevista fue transcripta ortográficamente y corregida
por más de dos investigadores. Además, cada investigador volvió a corregir por su cuenta las
ocurrencias del fenómeno lingüístico que tuvo a su cargo, de modo de tener una transcrip-
ción lo mrás fidedigna y uniforme posible para cada rasgo, sin que se desviara la atención en
la corrección de más de un fenómeno por vez.En esta instancia de corrección, además, se
controlaron la entonación y las pausas todavez que fue pertinente hacerlo.
Todos los datos tberon procesados en forma cuantitativa, teniendo en cuenta las variables
lingüísticas y sociales seleccionadas. La elección de una metodología cuantitativa, así como
la utilización misma del marco teórico de la sociolingüística variacionista, llevó a una discu-
sión acerca de las limitaciones y condicionantes de la utilización de este modelo de análisis
en los niveles lingüísticos superiores a la fonología. Esta discusión se plantea detalladamen-
te en los trabajos sobre marcadores sintáctico-discursivos.
a
A
v
U
H

v
.o
F]
-v
z
o
Fr
a
F]
ú
o
a
U
4
:
e
USODE-SFII\{ALDEPW

Gracieln Barrios

r. PRBSENTAcTón
El fonema /V es el segmento consonántico más frecuente del español, y seguramente el
más estudiado, dada la variación que presenta en los distintos dialectos y sociolectos de esta
lengua. Se trata de un segmento que experimenta "unfuerte 'desgaste', variación y evolu-
ción" (Elizuncín y Behares 1984: 30), sobre todo por su inestabilidad en posición final de
sílaba, en que el fonema sibilante puede pronunciarse en forma aspirada, o decididamente
elidirse.
El fenómeno de aspiración y ausencia de /s/ implosiva está muy extendido en el español
americano, tal como lo demuestran los numerosos estudios que se han llevado a cabo sobre
el temat. Fontanella de Weinberg (I992a) señala que no es éste un fenómeno reciente, y que
existen testimonios de ello ya en el siglo XVI. En lo que tiene que ver con el español riopla-
tense, la autora indica:
" üt Uruguny y en la Argentina -cott la excepción de la provincia de Santiago del
Estero, la puna jttjeña y el oeste de Salta, donde se pronuncia la /s/ tensa y sibi-
Iante- existe aspiración v pérdicla de /-s/ firml de sílaba o palabra. En la región
bonaerense existe pérdida en posiciónfinal de palabra y aspiración en posición
preconsonántica, cuya húensidad varta según el nivel socioeducacional de los
Itablantes y el sexo"(p. 137).
Para el estudio del fonema /s/ en posición final de sflaba y de palabra, tcmé en cuenta las
100 primeras ocurrencias de este fonema en dichas posiciones, para cada uno de los 48
informantes montevideanos indicados en la Introducción. En todos los casos descarté los
contextos en que lsl aparecía delante de lsl, lfl y lXl (ej.: más situaciones, asfalto,los jóve-
rrr,.r), por las dificultades de discernir auditivamente las características del segmento.

Tenell (1975; 1977; l978ay b: 1980, citado por Samper Padilla l99O:74) distingue cuatro normas dialec-
tales diferentes para este segmento en el español de América: Río de la Plata, Caribe culto, Caribe popular
y República Dominicana popular. los porcentajes nrás bajos de ausencia de /3/ se registran en la variedad
rioplatense, y los mayores en Santo Domingo. La aspiración presenta porcentajes interesantes en todas las
variedades estudiadas, excepto República Dominicana, alcanzando un máximo en Chile y La Habana.

2l
2. I )A'IT )S (;I'NI.]RALES.
l)r' I:rs 4.li(X) ocunencias consignadas, 3.825 conespondieron a casos de uso del fonema
(71).6(ft,). y 975 a casos de ausencia (2O.3Vo)2. El análisis por contextos fónicos demostró que
lu lruscncia de -s aumenta a final de palabra. y es mucho menor en posición interna; dentro
rlcl ¡rrirncr contexto, alcanza un máximo en posición prepausal, y un mínimo delante de
vocaF: cj.: [bíhte] - [bíte] ("viste"), [máhké] - [rná ké] ("más que"), [séisáños] - [seiáño]
("scis años") (CUADRO l).

_v _#
-C
inter. de pal. fin-C
palabra fin palabra fin palabra TOfAL
lsl 1.0 1.8 7 6,1 60.8 25.3
thI 94.3 68.4 1.5 6.0 54.4
t@l 4.6 29.7 16.3 33. r 20.3

N- t492 I 589 808 9r r 4800

CUADRO 1. Realizaciones del fonenm /s/, por contextos fónicos.

Cuando el fonema se mantiene, puede realizarse a través de dos variantes, que eslán en
clara distribución complementaria: antes de consonante se usa [h], y antes de vocal o pausa
se usa [s]; ej.: [éhte.l, fiohkamínos], [osamígos]4. En términos absolutos, entre los montevi-
deanos la variante más fiecuente en posición implosiva es, por lejos, la aspiración.
Las únicas ocunencias de [s] plenas en contexto preconsonántico conespondieron a se-
cuencias muy enfáticas, o bien palabras con glupos consonánticos como abstrctcciones o
instntclit¡o (siempre y cuando couserven la consonante precedente a [s])s. Por otra pafte, así
corno no se emplea habitualmente la variante plena en contexto prcconsonántico, tampoco
cs común en Montevideo la aspiración en contexto prevocálico linal de palabra, característi-
ca ést¿r del español rural uruguayo (ej.: [ohamígos]). El uso esporádico de dicho rasgo en
algunos informantes montevideanos se explica en varios casos por el contacto que tienen
con el habla del interior del oaís.

l)onni de Mirande ( l99lb) resristra en el español de Rosario, para una muestla tlrnbién estratificada social-
rnente. porccntajes sirnilares de ausencia de /s/ irnplosiva; 21,7%.', trente al 2O.3%, de Montevideo.
llste condicionamiento tanrbién es consignado en otros estudios sobre el español rinplatense, como Fonta-
nclla de Weinber-e (1974). Telrell (1978a) y Donni de Mirande (1991b).
l',stos rlatos conoboran las observaciones de Elizaincín y Behares (198a) y (parcialrnente) las de Vázquez
{ 1953) ¡rala el español del Uruguay. La pret'ercncia de [hl en el contexto preconsonántico (sin llegar nece-
sarianrcntc a situaciones de distribución conrplernentaria con [s]) es constatada también en otras variedades
rlcl cspuñol rioplatense (Fontanella 1974, Tenell 1978a. Donni de Mirande l99lb). Tenell 1978a:47)
t'nticrxfe qrrc ert el español de Buenos Aires "/¿ ,to,'rtta peru lcts ptssit:iones pre,toctilica ¡' prcprntsal cs la
siltiltuttc".
l'¡rnr cl ctso dcl t:spañol de Bahía Blanca, Fontanella de Weinberg ( 1974) distingue una subvariable de (s)
r'n ¡xrsit'irirr intcri(n'de palabla y delante de /t/. con dos tipos de variantes aspiradas y una sibilante.

r)
Por uso de -s enúendo la conservación del segmento a través de cualquiera de sus realiza-
ciones ([s] o [h]), y por no uso la ausencia total de rasgo consonántico ([@]).
Consideré para esta vadable el uso del fonema /s/6 solamente en posición final de palabra,
porque en posicir'rrr interna los montevideanos presentan porcentajes de ausencia muy bajos.
En el español de Montevideo, pues, casi una de cada tres realizaciones del fonema /V en
posición final de palabra conesponde a casos de ausencia de -s final de palabra (CUADRO 2).

uso de -s no uso de -s N=

72.6 27.3 3308

CAADRO 2. Uso - no uso de -s ftnal de palabm.

3. CORRELATOS SOCIALES.

3.1. Nivel de instrucción y sexo.


El nivel de instrucción es la variable social que más incide en el uso de -s final (CUADRO
3). Así como los montevideanos de NA manifiestan una clara tendencia hacia el uso de -s,
los de NB tienen porcentajes de ausencia que, aunque no superan los de uso, son lo suficien-
temente altos como para determinar una alta variabilidadT. Las diferencias por nivel confir-
man la información socialmente más prestigiosa que implica el mantenimiento del fonema,
v su identificación con la variedad estándar.

uso de -s no uso de -s N-

NA 85.7 14.2 166l


NB 59.3 40.6 t647

CUADRO 3. Uso - no uso de -s final de palabry por nivel de instrucción.

Las mujeres tienen porcentajes de uso más altos que los hombres, coincidiendo con otras
investigaciones que han demostrado que el sexo femenino suele ser miás sensible a las va-
riantes de prestigios (CUADRO 4).

(r Además de ser menos frecuente que en posición tinal, en Montevideo la ausencia de /V implosiva en
posición intema ocurre sókr en algunas palabras, tales como r/espués, este, ntistno, ¿sf¿í (en esta última, con
eventual ausencia de toda la sílaba inicial).
7 l-as acentuadas diferencias por nivel social, y los porcentajes muy altos de uso de /-s/ entre los hablantes de
nivel más alto, son un¿l constante en los otros esnrdit¡s citados sobre el español rioplatense. Los porcentajes
de Terrell ( 1978a). por ejemplo, son prácticamente idénticos a los que registnr en Montevideo: 86% de l-sl
en krs hablantes bonaerenses cultos.
u Cfr., por ejemplo. el precr.rrsor estudio de Fontanella de Weinberg ( 1973) sobre el uso de /-V en Bahía
Blanca.

23
uso de -s no uso de -s N-

hombres 68.9 3 r.0 r652


mujeres 76.4 23.7 r 656

CUADRO 4. Uso - tto uso de -s final de palabra" por sexo.

Este comportamiento de las mujeres se manifiesta en los dos niveles sociales, pero las
diferencias por sexo son más notorias en el NB que en el NA (CUADRO 5). Como correlato
de lo anterior, las diferencias por nivel son miís evidentes entre los hombres que entre las
mujeres. Nótese también que la mayor variabilidad ocurre precisamente en los hombres de
NB, que son los que tienen los porcentajes m¿ís altos de ausencia de -s final de palabra.

uso de -s no uso de --s N.'.

NA hombres 84.1 r 5.8 816


NA mujeres 87.2 12.7 845

I{B hombres 54.0 45.9 836


IrlB mujeres 64.8 35. l 8l I
CUADRO 5. aso - no uso de -s Jfual de palabro" por nivel de instrucción y sexo.

3.2. Edad.
Los datos globales indican que la edad incide mínimamente en las elecciones lingüísticas
de los montevideanos para esta variable, lo cual implica que estaríamos frente a una situa-
ción relativamente estable desde el punto de vista diacrónico (CUADRO 6). De todos mo-
dos, aunque bajas, las diferencias porcentuales pautan un comportamiento más alejado de la
norrna estándar a medida que los informantes son más jóvenese.

uso de -s no uso de -s N-

edad 3 76.6 23.3 r090


edad 2 73.4 26.5 t r04
edad 1 67.8 32.1 l,l 14

CUADRO 6. Uso - no uso de -s final de palabra, por edad.

Al cruzar las variables nivel socio-académico y edad, se observa que las dif-erencias por
ctlud son prácticamente nulas en el NB, pero que en el NA se acentúa la tendencia que en los

lrslos tlutos rxr coinciden exactanlentc con los de Fontanella de Weinber-e (1974) para el es¡rañol de Bahía
lll:r¡rtrr. r'los <lt: l)onni tle Millnclc (1991) parael español de Rosario. quienesencuentran un mayorusode
/s/ | ilr;rl ('nlr(' l()s iín'crtcs.
datos generales indicaba un aumento de la variante no estándar a medida que los hablantes
son más jóvenes (CUADRO 7). Si las diferencias porcentuales entrc las tres edades en este
último nivel fueran mayor€s, podría argumentarse la existencia de un proceso de cambio que
supondía una paulatina imposición de la variante no estándar, en el grupo social de mayor
estatus. En ese sentido, podúa suponerse que la variante no estándar estaría perdiendo parte
de su estigmatización, al ser adoptada por los hablantes más jóvenes del grupo socio-econó-
mico más alto incluso en una situación que, como la de entrevista, se plantea como relativa-
mente formal.

uso de -s no uso de -s N-
NA edad 3 9 r.8 8.1 543
NA edad 2 86.7 13.2 564
NA edad I 78.7 2t.2 554

NB edad 3 6r.4 38.5 547


IrlB edad 2 s9.6 40.3 540
NB edad 1 57.1 42.8 560

CAADRO 7. Uso - no uso de -s final de palohra, por nivel de instruccün y edod-

El análisis conjunto de las variables edad y sexo no evidencia diferencias etarias entre los
hombres, pero sí entre las mujeres, aumentando en este caso los porcentajes de ausencia de
-s final en las informantes más jóvenes (CUADRO 8). Incluso, en la edad I se neutraliza la
incidencia de la variable sexo: en esa franja, contrariamente a lo que ocune en las otras dos,
los hombres no pueden super¿Ir a las mujeres en los porcentajes de ausencia de -s final.

uso de -s no uso de -s N-
hombres edad 3 70.9 29.0 541
hombres edad 2 67.5 32.4 557
hombres; edad I 68.4 3 r.5 554

mujeres edad 3 82. t 17.8 549


mujeres edad 2 79.5 20.4 547
mujeres edad I 67.3 32.6 560

CAADRO 8. Uso - no uso de -s fuul de palabra, por sexo y edad.

Cada uno de los grupos sociales que surgen al considerar en forma conjunta las variables
nivel de instrucción, sexo y edad, tiene porcentajes de uso de -s final que supeftrn a los de no
uso (GRÁHCO 1). Sin embargo. en algunos subgrupos (sobre todo. en los hombres de NB,
edad 2) la variabilidad es altísima, como resultado de que los usos - no usos de -s tienen
f'lecuencias similares. Cabe también observar que cada uno de los subgrupos de NA supera
al subgrupo correspondiente de NB en el uso de la variante de prestigio, y que el sub-erupo
que más obser.va la norma estándar es el de las rnujeres de NA, edad 3.

25
l)cnlnr rlcl NA, la tendencia general es hacia un menor uso de -s final a medida que los
inlirnnantes son más jóvenes, llegándose a un mínimo de diferencia por sexo en los infor-
¡rrlntcs más jóvenes. En el NB hombres y mujeres mantienen diferencias importantes y
cc¡uiparables en las edades 3 y 2, en que las mujeres adhieren mucho más a la variante
cstíndar que los hombres; al llegar a la edad 1, las diferencias por sexo también se neutrali-
zan: las mujeres disminuyen y los hombres aumentan el uso de -s final.

100
90
80
70*
60
50
40
30
20
10
0
edad 3 edad 2 edad 1

cnÁrtco I. Uso de -s final de palabra, por nivel de ütstrucción, sexo y edad.

La neutralización de la variable sexo entre los informantes más jóvenes, sea cual sea el

menor diferenciación de roles por sexo, en la sociedad moderna; las mujeres adoptan mu-
chos de los trabajos, costumbres y modas de los hombres, y los hombres no se sienten tan
presionados por la necesidad de adherir a cada uno de los estereotipos "machistas", entre los
que se incluye una eventual displicencia en el uso de la lengua estándar.

4. COMPORTAMIENTOS INDIVIDUALES.
Ningún infbrrnante montevideano, sea cual sea su nivel, presenta un I00Vo de uso de -s en
posición final de palabra (CUADRO 9). También es cierto que ningún hablante, sea del nivel
que sea, tiene un comportamiento invariante en el sentido opuesto, es decir, de ausencia total
de -s. De toclos modos, es interesante constatar que sí hay informantes cuyos porcentajes de
ausencia de -s superan los de presencia, llegando aquélla incluso aun70.3Va de las ocurren-
cias consignadas.
El comportamiento de los ¡nontevideanos de NA es más homogéneo entre sí que el de
aquéllos de NB (en el prirncr caso la dif'erencia de rangoro es de 35.7o/o y en el segundo de
54.7Vo). Probablemente la nrayor exposición al sistema educaüvo hace que los informantes

l0 Diferencia porcentual entre el infrrr¡nante con ¡nayor uso. y aquél con menor uso de la variante estándar.

26
de NA tengan clara la necesidad de adherir a Ia variante estándar, logrando una uniformiza-
ción de las opciones lingüísticas (promoción de la vadante estándar y represión de la no
estiíndar), propia de los procesos de estandarización. Entre los hablantes de NB. el sistema
educativo ha ejercido presión durante un tiempo menor, y no parece haber logrado imponer
suficientemente la forma "correcta".
Nótese sin embargo que, más allá de los porcentajes generales, hay montevideanos de NA
que tienen porcentajes de uso de -s inferiores a algunos montevideanos de NB, lo cual indica
que el nivel educativo no explica por sí solo las elecciones lingtiísticas. Los montevideanos
de NA que tienen porcentajes más ba.ios de uso de -s son dos hombres y dos mujeres, tres de
los cuales son estudiantes universitarios, y el oh'o un docente. Por sus ocupaciones, y no sólo
por sus estudios, podemos suponer que estos individuos reconocen perf'ectamente la norma
estándar. Por este motivo, la ausencia frecuente de -s final sólo podría explicarse como el
resultado de una voluntad expresa de introducir un mayor grado de informalidad en la entre-
vista (de hecho, vadas de las entrevistas con informantes jóvenes de NA tienen esta caracte-
r'ística), o bien porque no existe un paticular interés por compaftir la norma que otros mon-
tcvideanos de rnayor edad siguen con atención.
En cuanto a los montevideanos de NB. Ios que registran porcentajes más altos de
rrso de -s final tienen, curiosamente, edades extremas (18 y 77 años), pero comparten una
rnisnla prof'esión: son peluqueros, una profesión que requiere de un cierto cuidado de la
irn¿rqen, y que expone a quienes la practican a un estrecho contacto con el público.

Vo NA NB
:f :j: :j:
96-100
.;\ .i- ,:.
91-95 -;.

.i .í. .¡
86-90 -i.

-:. -:. ->


81-85
.1. .!. .1. -!.
7(t-BA
-:, .:' .r. .:.
7t-75
.!, -!. -!,
66-70
,:,
.!,

6r -65 >?

:F
56-60
-l .1.
5l-55
))
-a

:i: ;l
46-50
:i< :l :i: i:
1l-45
36-40 *: :i< {<

3l -35
26-30 ?i!

2r-25
16-20
10-r5
5-10
0-5
(;UADRO 9. Uso de -s final de palabra, por informante y nivel de instn¿ccíón.

27
5. CONCI,USIONES.
f:lanálisis realizado ha demostrado que este fenómeno constituye en Montevideo un
lnarcador muy fuerte de nivel socio-académico. La norrna estánd¿r de esta comunidad (y de
otras partes del mundo hispánico) prescribe el uso de /s/, al tiempo que su ausencia es con-
siderada como un típico rausgo subestándar; Ios montevideanos así lo reconocen cuando
comentan "lo mal que habla" alguien que "se come las eses".
El hecho de que los montevideanos de NA hayan estado más tiempo expuestos a la edu-
cación formal, ha incidido para crcar conciencia en ellos de la necesidad de mantener este
rasgo como un claro marcador de prestigio. De todos modos, también hay informantes de
NA, sobre todo jóvenes, que no se sienten demasiado motivados o exigidos por seguir el
modelo normativo, y podúan estar considerando que la asunción de un rasgo estigmatizado
determinaía una mayor informalidad en la situación comunicativa, o bien sería un modo de
acentuar las diferencias con hablantes montevideanos miís viejos.
La estigmatización que conlleva la ausencia de -s final hace que si un hablante de NB
desea identificarse con los grupos más cultos, a pesar de no haber accedido a una prolongada
educación formal, trate de controlar las "caídas de eses" como un modo de atenuar la infor-
mación social que implica una frecuencia alta de este ras-qo. Así podemos explicar que haya
informantes de NB que tienen porcentajes de uso de -s final más altos incluso que los mis-
mos informantes de NA, en una situación parangonable a la hipercorrección t¿rl como ha
sido descrita por Labov (I972a).

ztl
EL ENSORDECIMMNTO DEL FONEMA PAT-AJTAL IZ I

Graciela Barcios

r. PRESENT¡,cIóN.
El yeísmo (fusión de las palatales N y lyl en una realización no lateral) es un rasgo de
vasta extensión en América. En el área del Río de la Plata, el fonema resultante se realiza
como rehilador, de modo que li:l puede describirse como prepalatal, fricativo, sonoro y
rclrilado (Wolf y Jiménez 1979).
Fontanella de Weinberg (I992a:57) señala testimonios históricos tempranos de la exis-
lcncia del yeísmo en el español de América:
"El yeíuno es un fenónteno atestiguado desde los primeros tientpos de Ia con-
qista. Silt entbargo, su avance, segin lo muestran los docunrcntos posteriores,
no firc rítpido y anplio conxo en el caso del seseo, shn que en nutcltas regiones
rtr:tualntente yeístas sólo se generalizó siglos ntás tatde, núetúras que otras zonas
t'rtrno Paraguay v el nordeste argentino pennanecieron al ntargen" 2.
l.a cvolución del segmento no se ha detenido aún ya que aunque en nuestro siglo la
¡rronunciación general es [Z] (fricativa palatal sonora), desde 1930 hay testimonios de que
t'stri cx¡rerimentando un paulatino proceso de ensordecimiento3. Este proceso se ha extendi-
r h r t'rr rrrayor o menor grado a toda la región de yeísmo rehilado.

f rrr cl Uruguay, Elizaincín e.a. (1997:29) señalan que, teniendo en cuenta los testimonios

r",t rrlos tlc individuos de diversos niveles culturales, "ert el siglo XVIII en la Batda Orietteil
\t t(,ns(t't'ul)aludistittciónentrclosfonenrus/)/),/y/'.Comparandolosdatosdeestaregión

| | rr'lril:rnric¡rto implica la existencia de una estride¡rcia, es decir. una especie de zurnbido originado en el
iyl (Quilis l98l).
, '.trr't'l¡rr¡uicnto de la fi'icación de
\ I'r, 'lx 'sito rlc Ia extensión tenitorial del yeísmo en la Ar -9entina, Donni de Mirande ( 199 I a: 7) señala: "1-rr
tt,tlt tilii,tttlel2l st'lncottvertirk¡enreeiliz¿trióntnnnal,al sustituiru/¡y',enpa,'tedelten'itu'iourgenti-
ttt'. t'\t.t t'.\. (sp¿(i(il,ne,Íe cn cetúrcs urbanos- Ius ptovintias de Bucnos Aitzs, kt Pcuttptt, lu Puta,qrnúa
t, \tr'l'lt, .()tt(t.\ (oftlillcrutas), Etúre Ríos, centrc ),stu'de lu ¡trovittciu de Santu Fc, sutle"'de de fu de
I ttttltltt,rt,\t('t)nu)cnislotestlelcentrodelasprot'ittt:irtsdeTitcuntún,Sulta1'surtle.lujut"'.
I r,,¡r¡il rlt' Minrnclc ( l99la: 7) interpreta que "e.sfr¡ tendencia u ¡tcrder sonoritlad no del¡e e-ttr¿tñru't¡a que,
,tl lt,tt t't tr' 'n'ltiltuki /i/ tuuttettta la enetgía nutscular tle k¿ aniculctt'iótt pero se debilitan pntpon:ionul-
ttt, ttIt l,tt yiItntt itntt'.t Iurúu¿ctts".

29
('()n l()s rlc lirntrrnclla cle Weinberg (1982) parael español bonaerense, Elizaincíne.a. conclu-

-y('n
(lu(' cl sigkr XVIII en la Banda Oriental conesponde a una prolongación del siglo XVII
¡rr
rrlcrio, y LlLre "epenas ett el siglo XIX entpiezan a percibirse clarcunetúe las c'ortfitsiones en
()tno cdvayo y llo" . Al ser más tardío el fenómeno del yeísmo, t¿rnbién el proceso de
.qrttf'fut.s
rcllilamiento y ensordecimiento de la palatal se retrasará un poco más que en el español
llonacrense.
Las investigaciones sobre yeísmo y ensordecimiento de la palatal en el Río de la Plata,
desde una visión sincrónica, son numerosas. Sin embaLrgo, la complejidad del fenómeno ha
llevado a que los primeros estudios (de carácter no empírico, o con metodolo-eías y muestras
poccl confiables) lle_easen en algunos casos a observaciones e interpretaciones muy diferen-
Wolf y Jirnénez (1979) han
tes entre sí, e incluso contradictorias*, en relación con lo que
señalado como los principales aspectos a elucidar en relación con el proceso de ensordeci-
miento de la palatal:
. el grado de difusión de los alófonos ensordecidos y sordos,
.los grupos de hablantes que impulsan el cambio (clase social, sexo, edad),
. las causas probables del cambio (énfasis, habla descuidada), y
. la conciencia lingüística que tienen los hablantes del proceso de ensordecimiento.

2. DATOS GENERALFS
El fonema palatal /21 del espafol rioplatense tiene varias realizaciones fonéticas, entre las
que me interesa señalar la palatal fiicativa sonora ([Z]), la palatal tricaúva sorda ([5]) y la
palatal africada sonora ([i])5. Dentro de la variante [Z] incluí las realizaciones claramente
sonoras y un número poco relevante de rcalizaciones en que distinguí al-qún rasgo de ensor-
decimiento. Consideré como variante sorda [5] solamente aquellas realizaciones en que no
detecté auditivamente ningún rastro de sonoridad.
P¿na el estudio del fbnema liJ consideré las 30 primeras ocuffencias de cada informante.
Los 48 informantes montevideanos mencionados en la Introducción, totaliz¿ron L433 ocu-
nencias del fonema /iJ, através de las tres realizaciones señaladas. La más frecuente fue la
li'icativa sonora [¿] (CUADRO t), mientras que []l presentó un porcentaje muy bajo de
ocunencias.
Las dos realizaciones fricativas del tbnema pueden aparecer en cualquier contexto. En el

Algunas investigaciones y obsewaciones precursof¿rs sobrc el ensordecimiento de Ia palatal aparecen en


Zalnora Viccnte ( 1949). Alonso (1953) y Guitarte (1983, tmbajo originalmente publicado en 1955).
W<rll'y Jirnónez- ( 1979) señalan pam el español bonaerense la existencia de los siguientes alófonos: prepa-
latal fl'icativo sonoro rehilado, prepalatal fricativo ensordecido, prepalatal fricativo sordo. prepalatal africa-
do sonrxo, ¡rrcpalatal africado ensordecido. prepalatal africado sordo. En el caso de los hablantes montevi-
deanos. cnco¡rtrri algunas pocas rcalizaciones ali'icadas ensordecidas (siempre en la palabra yo), que por su
escaso núrncnr l ucnrn rlescartadas.

30
caso de [5] es claro que no privilegia ninguno en particular, aunque los porcentajes mayores
ocun€n después de pausar': [Z]. por su parte, presenta una fiecuencia mayor entre vocales, y
escasa después de consonante. La realización africada [Í] tiene muy pocas ocurencias, que
aparecen exclusivamente después de pausaT. A los efectos de presentación de los datos, las
consideraré en fonna conjunta con la variante [i], ya que comparten el rasgo de sonoridad.

#_ v_v C TOTAL

tíl 18. I 78.8 3.0 63.2


t5I 39.6 30.7 3r.7 33.0
riI t4.9 0.0 0.0 3.7

N- 36r 103 I 4l,, 1433

CUADRO l. Realizociones delfonenn /fl, por contextos fónicos.

Bn Montevideo la variante más frecuente es la sonora, aunque [5] aparece en urla de cada
lrcs ocuffencias de la variables (CUADRO 2).

Íil tsl N=

66.1) 33.0 r 433

CUADRO 2. Uso de [¿] - til.

.}. (]ORRELATOS SOCIALES.

-1. l. Nivel de instrucción y sexo.


,,\r¡ncpre en ambos niveles socio-académicos la vadante sonora supera a la sorda, los in-
I,r nuurtes de NB tienen porcentajes más altos de [il que los de NAe (CUADRO 3). Por su

| )o¡uli de Mirande (l99la: I0). pala el español de Rosalio, señala tanrbién que la posición inicial t'avorece
,'l t'nsolclecimiento tual de /Z/.
\\i rl l y Jirnénez ( 1979) encuentran para el español de Buenos Aires, un 6al¿ de africación (tanto sorda como
)rllccida o sonor a). ocurriendo en el contexto intervocálico solamente un 27o de estos casos. Las autuas
''n\r
' rr t r('n(lcn c¡ue la africación después de pausa e intervocálica se pr oduce purarnente por énfasis, y que en su
i i,r l)u\ \r'dio especialmene en la palabla.vo; una observación similar a esta últinla hace Donni de Mirande
l'.r¡ :r r'l csP¿rñol de Rosario. y es cormborada en mi corpus de Montevideo.
| .u rrlritin krs datos para Buenos Aires (Wolf y Jiménez 1979), Bahía Blanca (Rrntanella de Weinbetg 1979)

\ l('rs:ui()(l)onni deMil'andel99la)indicanquelasvariantessonomssuperanengeneral alassordas.


| . ¡rivel social es la que ha suscitado mayor es discrepancias ya desde los primeros estudios de este
r r : r¡ irrhlc
l' cn Ia Argentina. Por ejernplo, Zarnora Vicente ( 1949) entendía que la variante sonora caracteliza-
n, !n r('n()
l'.r ;r h rs hirbllntes cultos. y que las pronunciaciones solda o parcialmente ensordecida eran muy frecuentes
' n h)\ lrirl)lantes de nivel cultural medio de la ciudad y de la zona suburbana. En ese sentido, este autor
',rr.,r(l('r'll)il que era la clase rnedia baja quien impulsaba el cambio, por lo que el mismo conllevaba cierto
,'r.r,l, ) (l(' estignratización social. Guitane ( 1983). en cambio, opinaba que el origen del fenómeno no tenía
¡,'l.rr io¡r t'on la clase baja en particular. sino miís bien con Ia clase media. L¡s estudios actuales sobre el

3t
us() nllis fi'cctrcntc, y por la preterencia más acentuada qlre tienen por esta variante los infor-
nr¿urle:s tlc NA. la variante sonora puede considerarse como la forma estándar y de mayor
¡rrcstigior('.
fíl t5l N-
NA 7 t.3 28.6 713
NB 62.6 37.3 t20
CUADRO 3. Uso de [2] - [í], por nivel de instrucción.

La variable sexo indica claramente que las mujeres usan más la variante sorda que los
hombres (CUADRO 4). Este comportamiento ha sido enfatizado en todas las investigacio-
nes sobre ensordecimiento de la palatal en el área rioplatense. Asi tanto las observaciones y
estudios precursores, como las investigaciones más recientes sobre el habla de Buenos Ai-
res, Rosario y Bahía Blanca, coinciden en que las mujeres tienen sistemáticamente porcen-
tajes más altos de [ñ] que los hombres.

ftl t5J N=

hombres I4.1 25.8 lt3


mujeres 59.8 40.1 120

CIIADRO 4. Uso de [¿] - [íJ, por sexo.

Los hombres de NA y NB tienen un comportamiento más homogéneo entre sí que las


mujeres de los niveles señalados (CUADRO 5). Asimismo, las diferencias por sexo son más
notorias entre los montevideanos de NB, que entre los de NA.

vl tsI N-
NA hombres 17.6 22.3 353
NA mujeres 65.2 34.7 360

NB hombres 70.8 29.r 360


NB mujeres s3.8 46.1 360

CAADRO 5. Uso de [2] - [í], por nivel de instrucción y sexo.

3.2. Edad.
De las variables sociales tomadas en consideración, es la edad la que más claramente
pauta dif'erencias en el uso de ambas variantes (CUADRO 6). El empleo de [5] aumenta

cspairol de la Argentina indican que, en general. la variable nivel social no tie¡re una incidencia tan clara-
rncntc rclevante (posiblemente porque se presenta de un modo complejo) como las variables sexo y edad.
l0 lirntlnclla dc Weinberg 1979) señala que el prestigio de la variante sonora en el habla de Bahía Blanca se
rlcrh¡ce dc su r.rs() pol'parte de los grupos sociales más altos y en los estilos más controlados.

r.t
rlotoria y legularmente a meclida que los infonnantes son más jóvenes, hecho que está de-
trrostrando que los montevideanos pafticipan del proceso de cambio más general de ensor-
tlccimiento de Ia palatal que está ocuniendo en el español rioplatense, y que ha sido consta-
trrclo en las investigaciones ya rnencionadas.

ÍLl tsl N-
edad 3 90.0 9.9 473
edad 2 72.7 27.2 480
edad I 38.5 6r.4 480

CUADRO 6. Uso de [2] - [í], por edad.

l,as diferencias más notodas para los grupos etarios considerados ocunen entre las eda-
tlt's 2 y 3. lo que indica que el avance de la variante sorda se acelera en esa franja etaria, en la
, rrrtl los porcentajes de [5] llegan incluso a superar a los de [Z]. Corno ya observó Fontanella
,ft' Weinbetg (1979) para el caso de Bahía Blanca, los hablantes mayores de 30 años ofrecen
rrrr ¿tvilnce lento del cambio. que se precipita en los menores de esa edad. A similares
conclu-
'r,rttcs lle-ean Wolf y Jiménez (1979) para el español Buenos Aires y Donni de Mirande
t l()() la) para el habla de Ros¿rio. Esta última autora entiende que en esa localidad,
" si biett la prinrcru clttpa del
¡txtceso clatoría de mns cittcuenta a sesenla años,
lu últinru etnpu es ntis lz:ciente, pues kts nwyorcs de 35 ctíios la ün¡tulsan mtpho
ntutos cltte los jó,',en e.r " (p. l8).
,'\ tt ttque la vadante sol da se ha impuesto en los dos niveles socio-académicos. en el NA
su
rr¡ln xluccitin se ha letrasado hasta el etario intermedio (de hecho, los infr-¡rmantes más
-erupo
r t,'¡trs cllsi no la ptesentan) (CUADRO 7). Esta constatación conobora que la v¿uiante inno-
r .rr k rlir cornenzó a inrp<;nerse desde los estratos sociales más bajos.

l.:rs tlilercncias por nivel social en el uso de [Z] y [5] son más notorias en la eclad 2, y
Itr,'ll()l'c\ cn las otras dos edades. En la edad 1, incluso, Ia tendencia al ensorclecirniento se
r, \ r('tlc lcvetnente: y¿r no es rnás a l'avor de los infbrmantes de NB. sino de aquéllos de NA.
| .lr' I r¡x I tle cambio en los grupos que liileran el proceso, ya lue observado en otras comuni-
,l.r,l, r. lrlt cl caso qrle llos ocupa es el social rnás alttl quien adopta la propuesta dcl
-9mpo
''r r t¡rr r ¡,1tgi¿l rnás bajo. y no. como han constatado Labov (lt)72¿) y Fontanella cle Weinbel
, l' | ()
) ¡rlrra otras comuniclacles. Ia situación inversall.
-e

I l'r1¡f;¡¡¡q'll¡¡llgWcinhcrs(1971): 8lt)señalac¡ueenUahíalllanca"¿tktlurgodcl prutt,sttltlcensotilccinticnkt


', I't ¡ ltt ltubidtt tttt t'tunl¡io ut lu cottducÍa ¿le los disfitttos gttr¡tos :;otiult,.s, dc ta! tnrulo t¡ttt, tl
¡t¡1,¡¡,,¡
' t:,,t1't.ttttti(ttlo tlcl ¡>nx'<'so ¡ttt.uí tla urt sultgrupo u ott:,. EsÍe ti¡to lt ctunbio,.fi(ft(,nÍc cu t¡lnts h¿,cht¡s
,'|t,t||'\t|l(,¿(l.\'.qtt's|tl.ttltu.,;i<ltleS,e!(.,P0relqut'unrusgtl.|í¡li<:rltlri¡4inurianan|(,¿clil
'ttl'ttttl¡tt.ttttittl, e.¡ udopkttkt v a-ttetulido por oÍro !:rupo, sc lw registrutlo ttnt unterioritltttl en otr4s
','tttttttttlttth'.tIirt.qiiísti<rt.s".I-abov(1972a)encuentraunasituaciónsinrilalcnsucstucliosobrelaevolucitin
' l' ',¡1
r,'', Ntlr'r'it \it¡'k: el catntrio estaba ori,einalnrente encabezado pol los grupos nrús
altos y pasti luego a
' r l,' ¡,r '¡ l¡ rr !t t¡l)r)s Iniis baj()S.

33
tzl tsl N-
NA edad 3 93.9 6.0 233
NA edad 2 84.5 t5.4 240
NA edad 1 36.2 63.7 240

NB edad 3 86.1 13.7 240


NB edad 2 60.8 3e. I 240
NB edad I 40.8 59. r 240

CAADRO 7. Uso de [fl - [i], por nivel de instrucción y edai.

Las mujeres adhieren a la variante sorda más que los hombres, sea cual sea la edad de los
informantes (CUADRO 8). Nótese que mientras que en la edad 3 los hombres prácticamente
no usan [5], ya hay mujeres de esa edad que la presentan en buena medida. Actualmente, las
mujeres más jóvenes lideran el uso de [5], seguidas por los hombres de su misma edad, y
luego por las mujeres de edad 2.
[.os datos están indicando que, como señala Fontanella de Weinberg (1992a: 136) en su
estudio sobre el español de América,
"este proceso ha sido intpulsado en una primera etapa por las hablante.sfenteni-
nas y aún en Ia actualidad las nrujeres poseen realizaciones más ensordecidas
que los hombres".
Thnto Wolf y Jiménez (1979) para Buenos Aires, como Fontanella de Weinberg (L979)
para Bahía Blanca, observan que las mujeres se han colocado a una distancia de una genera-
ción en la vanguardia de este proceso. También en Montevideo parece ocurrir el cambio de
este modo, ya que los hombres de edad 2 están presentando los mismos porcentajes de [5]
que las mujeres de edad 3. El hecho no es nuevo, y fue observado originalmente por Labov
(1972:301) en su estudio sobre (eh) en Nueva York;"womenare almost awlnle generation
further along in the raising of (eh) tlunt men".
Írl tsl N-
hombres edad 3 99.5 0.4 233
hombres edad 2 80.4 r9.5 240
hombres edad I 43.3 56.6 240
mujeres edad 3 80.8 19.1 240
mujeres edad 2 65.0 35.0 240
mujeres edad I 33.8 66.2 240

CAADRO 8. Uso de [fl - [í], por sexo y edad.


Labov (1991: 205-206) indica que el comportamiento de hombres y mujeres en situacio-
nes de cambio puede resumirse en dos principios:
"(l) In stable sociolinguistic stratification, men use a higherfrequency of
34
non-standurd fonns than u,onten. (II) In the nru.joritl, of Iinguistic changes,
wonten use a higher frequenc¡, of the inc'otning,.fornts than men"-
El comportamiento de las mujeres montevideanas frente al cambio comobora la hipótesis
de Labov (1972a) de que las mujeres avanzan con mayor rapidez en la mayoúa de los
procesos de cambio, y que ello no se debe exclusivamente a la mayor propensión que tienen
las mujeres por la adopción de formas prestigiosas, ya que en este caso el prcstigio de [5] es
cuestionable. Aunque en situaciones estables las mujeres favorecen generalmente las v¿nian-
tes de prestigio, también es ciefto que en situaciones de cambio pueden liderar dichos proce-
sos aun cuando se trate de imponer fbrmas (originalmente) no prestigiosas.

EstecomportamientohallamadolaatencióndeLabov (1972a,1991)tr,quiennoencuen-
tra para esta conducta una explicación totalmente satisfactoria, aunque sí especula con la
¡xrsible incidencia de una serie de f-actorcs; por ejemplo, el mayor involucramiento de las
nradres en el desarrollo del lenguaje de sus hijos, podría llev¿rlas a desarrollar una mayor
"se'nsibilidad" en relación con el funcionamiento del lenguaje. Fontanella de Weinberg
(1979:97), por su pafte. haciéndose eco de algunos de los principios del cambio lingüístico
clulxrrados por el misrno Labov, r¿LZOna del siguiente modo:
" Es induclable c¡ue en totlo t'oniltio se da wt proceso dialéctico por el c'ual prinrc-
ro se produca Lon ctepe tle dife rcnciaciórt lirryiiística dentn¡ de la conrunitlad en
lu c¡ue un deternitrutlo subgntpo de la ntisnta utiliza wt resgo c¡rc kt carac'terizu

), rltfercttc'ia, por lo tanto, del resto. En urta segwtda expa el ferúnrcno se va


S4erteralizrurclo ¡, el rasg,o deja dc ser catat'teriiudor de wt detennüudo gntpo en
purficular paru hac'erse prcpio clc la conuutidacl en su conjurtto. El hecho de epte
lus mujercs etrcubecett el ¡trcc'eso en nruc'lu¡s casos, lruce penser que la volmúeul
rle caracterizar ru lrubla conrc típicatnetÍe fentertitn, favorcce el surgitnietúo de
rusgos que en mt cletcntúttrulo ntonrctúo la destacan c'onrct tul".
l(ctornando el análisis de los datos de este apartado, me interesa ref'erirme a la reacción
,lt' krs lrombres f'rente a la propuesta de cambio originada entre las mujeres. Si observamos
l;rs tlili'rencias porcentuales existentes entrc hombres y mujeres en las distintas franjas eta-
r rrrs ( li.7 en la edad 3, 15.5 en la edad 2 y t).6 en la edad l), encontramos que a medida que
I

l, rs inlormantes son más jóvenes, las dif'erencias entre los sexos disminuyen. Como esto es
.r,,r :r l)csar de que las mujercs, lejos de estancarse en el uso de [5], siguen avanzando notoria-
n r('nt('. rcsulta verdaderamente notable el aceleramiento que han tenido los hombres en este

¡,r I r( ('s() rle una a otra generación. Esto significa que, no obstante las mujeres tengan consis-
rr'ilrr'1il('nte porcentajes más altos de [5] que los hombres, la información de "sexo femenino"
',r' r :r ¡rcutralizando a medida que los informantes son más jóvenes.

| .os rlutos también indican claramente que, dentro de las nrujeres, el proceso de cambio

| ;rl¡ rr' ( 199 I : 206) reconoce que "The two distict pattenrs of behat'ior are dfficult to reconcile with each
t,tlt.'t. tttul (ils(t ttntxulict a nurnber of well- estublished principles oJ linguistic clnnge".

35
fue iniciado por las de NB, quienes actualmente si_quen a la vanguardia en el uso de la palatal
sorda en todas los subgrupos sociales considerados't (GRÁFICO I ).
Sin embar-eo, los otros subgrupos parecen haber reaccionado pr ontamente hacia una acep-
tación de la propuesta innovadora, ya que todos los más jrivenes (hombres y mujeres.
-rlrupos
de ambos niveles) tienen porcenta.ies muy similares de lSl entre sí. Por otra parte, todos los
sub-srupos de edad I que surgen al considerar en lbrma conjunta la ed.rd con el sexo y el
nivel, tienen porcentajes de [5] similares o superiorcs a la vadante sonora.
Dentro de los más jóvenes, el único -qrupo que presenta un comportamiento algo más
conservador es el de los hombrcs de NB, reflejando así en cierto nrodo el rechazo ori_uinal de
los hombres más viejos de NB por el uso de una variante que, para esa fianja etaria y ese
nivel, era típicamente femenina. Por el contrario, los hombres jóvenes de NA han aceptado
el cambio aparentemente sin mayores cuestionamientos; obsérvese el brusco descenso de
variantes sonoras que ocurre en la edad 1 de los hombres de NA.

100
90 .!,

80
70
60
50
40
30
20
10
0
edad 3 edad 2 edad 1

enlftCO 1. Ilso de [i], por nivel de ilttnrccúín, sexo y edad.

4. COMFORTAMMNTOS INDIVIDUALES.
La situación de cambio en que se encuentra involucrada esta variable supone un compor-
tamiento lin-eiiístico individual muy heterogéneo entle los montevideanos de distintas eda-
des, dentro de cada nivel socio-académico, y por lo tanto una diferencia de mngo muy acen-
tuada:96.7Vo en el NA y90.OVo en el NB (CUADRO 9).

13 En el caso de Bahía Blanca, Fontanella de Weinberg (1979) también encontró los mayores úrdices de
ensordecimiento entre las rnujeres lncnores de 30 años con educación prirnaria: sin embargo. enf.re las
rnujercs mayorcs de esa edad. registró más vadantes stldas en las universitalias. lo que estaría indicando
(lue en esa localidad el proceso de cambio habría sido iniciado por estas últirnas, pasando luego a ser
liderado por las primeras.

36
7o NA NB
96- 100
91-95
.t, .1.
86-90
-:-
81-85
76-80 1.

7t-75
66-70 {: :i:

61-65 ¿.

.:.
56-60
:l
5r-55
-a --

46-50
4t-45
.!.
36-40
.!.
3l-3s
26-30 ,i! ,it .¡

.!.
2t-25 -l

t6-20
:i: :l
t0-r5
.]-
5-10
:l ::: ::: :l ::.
0-5

CAADRO 9. Uso de [2], por infonnanle y nivel de instrucciott.

I-a mayor heter<l.eeneidad ocune básicamente enÍ€ los informantes de edad lra y, dentnc
rlc éstos, entl€ los hombres jóvenes de NB. En dos de los infbnnantes masculinos de NB se
r ('produce una couducta ya observada por Wolf y Jiménez (1979) en los jór,enes de Buenos

Aircs, del "todo o nada" (al-gur"ros individuos tienden a ensordecer siemprc, y otlos nunca).
l.r¡s autoras opinan que este compofiamiento podría llev¿r a sospechar, siguiendo a Labov
I lt)72a),la existencia de una postura exprcs¡va que es soci¿rlmente rnás aplclpiirda para un
\('\o que pal'a el otro; esto quiere decir que si al-eunos jóvenes consideran que la variante
.,ollir cs "f-entenina", tratalán de evitarla sistemáticamente, mientras que si otl'os no son
r'trnscientes de esa eventual connot¿rción, la adoptarán sin mayores conflictos, siguiendo la
tcruk'ncia genelal del cambio.

5. ('ONCLUSIONES.
l'¡rr':r clltencler la información social que connota el uso de la variante [5] en Montevideo,
, ', il('( ('s¿rrio tenef presentes varios de los aspectos señalados a lo lar-eo de los últilnos apart¿r-
,ll'.

lrl rrso de [5J por [Zl implica que estamos ti'ente a Lrn proceso de cambio en lnarrha, y

lt l.unl)i('n Iirltanella de Weinberg ( 1979) ha observado que cn Bahía Blanca la hetelogene idad en los conl-
r¡ '¡ t;rrrit'¡rlos inclivirluales atrmenta sradualmente. a medida oue los hablantes son más irilenes.

37
(lir('(li('lx) l)roccso está ya muy ¿rvanzado en el grupo etario más joven. Mientras que el
us() cscur\io o nulo de [i] en los montevideanos más viejos indica que hace algunas
¡lcneracitlnes la variante sorda estaba circunscrita a determinado tipo de hablante, su
¡lrrulatina adopción por pafie de otros grxpos sociales estaría indicando que, de no
nlccliar algún hecho que detenga el cambio, la v¿rriante sorda terminará sustituyendo
totalrnente a la sonora.
. El proceso de cambio fue iniciado por las mujeres de NB: las de NA han acompañado
a las antedores desde el inicio. aunque desde una posición más rezagada. Las muiercs
tienen consistentemente porcentajes más altos de [5] que los hombles. Este comporta-
miento connota a la variante sorda, en principio, como eminentemente f'emenina.
. La variante inuovadora aparcce cadavez más en todos los grupos sociales, a medida
que decrcce la edad de los hablantes. Aunque entre los jóvenes son las mujeres quienes
siguen teniendo los porcentajes más altos de [5], los hombres de esa edad se les acercan
mucho: se mantiene, no obstante, una renuencia relativamente mayor al uso de [5]
entre los hombres de NB.
. Aunque la variable nivel social no arrojó rcsultados tan contundentes como las otras
dos variables sociales consideradas, puede admitirse que el uso relativamente mayor
de la variante sonora por parte de los hablantes de NA hace que en términos generales
ésta deba ser considerada como la de mayor presti-qio. No obstante, la constatación de
que los hablantes más jóvenes de NA están superando (aún levemente) en el uso de [5]
a los de NB, pronostica un eventual cambio en la norma lingüística de prestigiors.

El hecho de que la variable estudiada esté experimentando un proceso de cambio


tan rápido. repercute en una mayor complejidad16 en cuanto a su marcación social,
además de la señalada eventualidad de un cambio en la nonna lingüística de presti-
-eio.
La m¿ucación social de [5] depende del subgrupo considerado. Aunque en términos gene-

l5 Los datos sobre el español rioplatense en la Argentina coinciden parcialmente con los de Montevideo. Los
lesultados para Buenos Aires (Wtrlf y Jirnénez 1979). pol cjemplo. arroj¿uon que: a. el cambio /2/>/5/ es casi
completo para el grupo más joven (al igual que en Montevideo)l b. son las mujeres, a gran distancia dc los
hombres. las que lideran el carnbio (cn Montevideo esto es también así. aunque las diferencias porcentuales
no son lan acentuadas. neutralizándose parcialnrente en ln edad joven); c. los grupos medio y bajo se
()ponen en trloque a la clase alta. que es la que impulsa el cambio (en Montevideo el NA presenta cn general
¡'rorccntajes más bajos de la variante sorda). Wolf y Jirnénez concluyen adernás que en Buenos Aires: d. hay
concicncia lingüística sobre el canrbio cn un pequeño gru¡ro de clase alta; e. la var-iable estilo sería inelevan-
tc. Sohrc cl punto d. volveré ¡nás adelante.
llr ( \rrxr i¡rdica Fontanella de Weinberg ( 1979: 98). el ensordecinriento presenta una distribución compleja en
t'l ctrnjtrnttr de la comunidad bahiense, que no puede ser reducida a un único factor social: "Esto pone de
n'litt'a t¡u' lu intetpetrción del a'urce de tm caniltio lütgiiístit'o en unu cotttuttidn¿l dete nnitrctda no puede
rttili:'ttr.u' ut lxtsc a la consideración de rasgos aisludos, sino que es necesario tomar en cuetúa foda la
r'ttrtr¡lt'fut tntntt rlc.fiu'trtres que húeractúon ett el ntisnto".
rales es más usada por las mujeres que por los hombres, más por los montevideanos de NB
que por los de NA, y más por los jóvenes que por los viejos, no funciona necesariamente
como un marcador de sexo. nivel o edad en forma absoluta. para la comunidad en general,
sino que actualiza una u otra información según el sub-erupo social que la emplea y/o inter-
prcta.
Efectivamente, las marcaciones de sexo y nivel socio-académico se atenúan según las
otras vadables sociales con las que coocunan. En un trabajo sobre actitudes lingüísticas
hacia [Z] y [5], basado en un test de reacciones subjetivas (Lamberl 1967), Gabbiani y Ma-
rll'es ( 1984) no pudieron constatar una actitud homogénea hacia el uso de [5] entre los infbr-
rrlantes montevideanos sometidos a la pmeba. Por el contrario, observan las autoras que,
:icgún el nivel sociocultural al que peftenecían los informantes encuestados, se evidenciaban
actitudes distintas.
Compzuando estas afinnaciones con los datos de mi investigación, creo encontraralgunos
rrr-qumentos que explican las observaciones de Gabbiani y Madfes. Efectiv¿rmente, si como
virnos es cierlo que las diferencias por sexo se neutralizan parcialmente entr€ los informan-
lcs de NA, y se acentúan entre los de NB, podemos entender el hecho de que los hombres de
NB sean más reacios al uso de [5] que las mujeres de su mismo nivel. Podría interpretarse
t¡ue el compoftamiento de los hombres de este nivel responde a la convicción que tienen de
t¡ue el uso de [5] es erninentemente femenino, y que su empleo por parte de un hombre
¡xxlría interpretarse como habla af'eminada. En principio, pues, puede afirmarse que en el
NB la variante solda es un claro marcador de sexo f'emenino.
Ahora bien, los datos también han demostrado que si nos ubicamos dentro del grupo
t'tario más joven, las dit-erenci¿rs por sexo y por nivel social tienden a neutralizarse. En base
r esto. podemos inferir dos hechos:
a) para un hablante montevicleano joven el uso de [5] no tiene ningún tipo de información
específica (exceptuando la observación hecha para algunos hablantes jóvenes de NB);
b) para un hablante mayor, [5] es un marcador etario.
Actualmente, es posible que para el grueso de la comunidad montevideana la edad joven
st'u cl factor social más asociado al uso de [5], no sólo por los valores absolutos que permiten
rlili'renciar las distintas franjas etarias (téngase en cuenta que los informantes de edad I
Irt'ncn consistentemente valores más altos de ensordecimiento que los informantes de edad
.'. y, éstos que los de edad 3, sea cual sea su nivel social o su sexo), sino por la conciencia
',, x'iul c¡ue se ha generado en la comunidad en tomo a este avance de [5].

lrl ¡rroblema de la existencia o no de una conciencia social en tomo al uso de [5] ha


¡rrt'ocupado inicialmente a los estudiosos del tema, y sigue consideriándose un aspecto que
rlt'lx' clucidarse para una mejor comprensión del fenómeno. Guitarte (1983), por ejemplo,
t'r¡tcnclía que el proceso de ensordecimiento no era percibido conscientemente por los ha-
lrlurtcs bonaerenses, quienes no se percataban de estar produciendo ensordecimiento. Wolf

39
\ lrrrr,'rrr'z I ltl ltl¡ t orrrt rrlt'n ('()n llrs ()l)scr\/¿tciotles de Guitafte, y concluyen que el ensorde-
( ililt('nlrr il(! s('lorilil ('n l¡r corrrtrnidad lronaerense como un estereotipo o marcador, en el
',t'rllrrfo rk' Lrrlxrv (l()72a¡. 'l'¿unbién Fontanella de Weinberg (1979:98) considera que para
('l ('\l)illf()l rlc Illrhía lJlartca, el ensoldecimiento de /i:/
" tttt t tttt,rlilttv( wt eslereotipo del que los fuúleutcr^ tengut uue L'oncietrcia clara
.'(,nt() (tt el u$o clc Ia pérdiclu cle -s".

l'.¡lticnclo que en el seno de la sociedad rnontevideana existe plena conciencia del uso de [5|
cn kls -rlcnelaciones mayorcs. y una conciencia prírcticaurente nula entr€ los más jóvenes. Asi-
nrisnr(). considero que el tipo de connotacirin social que p¿ua los montevideanos rnayorcs tiene
cl uso de [5]. ha ido cambiando a través del tiernpo, pasando de una identificación de este
sonido con "habla femenina". a una connotación de tipo "habla descuidada de losjóvenes".
Mi afirmación se fundamenta en un par de hechos, que he venido observando desde hace
un cierto tiempo: las caracterizaciones de personajes femeninos y adolescentes en la televi-
sión, y las caracterizaciones y opiniones acerca del habla de los jóvenes que aparecen en la
televisión y en la prensa escrita. En cuanto al prinrer aspecto, es interesante observar el uso
sistemático y hasta exagerado de [5] a que apelan los actores varones cuando se trata de
interpretar personajes f'emeninos y, sobre todo, personajes masculinos af-eminados; más rc-
cientemente, este comportamiento ha comenz¿rdo a darse también en la caractedzación de
personajes adolescentes (y, sobre todo, n'rujeres adolescentes). Inclr"rso en la prensa escrita
apareceu reproducciones humorísticas del habla de los jóvenes. adoptando sistemáticamen-
tc la grafía "sh" para rcproducir el sonido [3], en palabras como slw, ntislutrtrio. uruguaslrct,
etc.r7 Estas observaciones me pernriten afirmar que, ef'ectivamente, estanros frente a un este-
reotipo lingüístico, necesar-i¿rnrente complejo en la medida en que ha ido cambianclo (o
irrnpliando) su infbrnraciíln social.
En relación con la conciencia lin-süística que se trasluce a tmvés de los aftículos de opi-
ni(ln, he podido constatar que son verdaderamente abundantes las rcf'ercucias y los lamen-
tosrs en torno a la delbrnlación que está "sufi'iendo" el españcll de Montevideo a causa del
uso cle "sh" por parte de los jóvenes. Casi sin excepci(rn. estos ¿rrtículos. erninentemente
¡rrescriptivos, atribuyen la cue'stionada "detormación" a la inflr.rencia de los pro-ell:¿lr]ras ar-
gc'ntinos que se transmiten en la televisi(rn unrguaya. Con lo cual f.eneurcls no sólo evidencia
cle que hay conciencia lingtiística dc que se tr¿lta dc un fl'nónleno asociado al habla.juvenil,
sino tarnbiéli al habla ar-gcntina (rnírs concret¿lnrente, porteñiL si nos atenemos al ori-9en cle
clichos proeramas). Por último. vale observar que el hecho rnismo clc- que en la prensa escrita
sc csté empleanclo la "sh" para designar el soniclcl. implica que se l-ecorloce perltcta-
-erafía
rucnlc su pccLrliaridad.

tl 'li'rlI:rr
Prt-scntc solrrc todo Ia scric cle divertickrs añícukls rlel pcriodistl Elhirr l{odrígucz l}arilari. qLre
rllirt('('('n cn cl suplL:nrento "Sibados Shorv" del diario "[il País". dirigirlos b¿isicanrcnte a un públictt joven.
IS ( rrnr¡rfit'rrtltrconlucorrTr/rriuttruditiut (Milnr¡,¡,Nfillo¡'1985).tDicaclelasactitLrdc:s¡ru:sct'iptivas.
Ahora bien, el hecho de que estemos frente a un cambio que avanza rnuy rápidamente
contribuye a desamollar una mayor concientización del fenómeno, pel o también augura que,
en la medida en que la imposición de [5] complete su ciclo, terminará desplazando las reali-
zaciones sonoras, de modo que las connotaciones negativas hacia la variante sorda cornen-
zarán a ser sustituidas por una actitud más condescendiente. De hecho, es necesario insistir
también a propósito de esto que la conciencia lingüística que he ilustr¿rdo con los ejemplos
anteriorcs parece desaparecer totalmente en las generaciones más jóvenes, es decir, entrc los
usuados casi masivos de [5]t').
Como observé más atrás, la situación de cambio lingüístico implica, en el español de
Montevideo, también un cambio de norma estándar. Por ser la que aparece en casi todos los
tipos de hablantes, y por ser la más usada por los hablantes de NA, argumenté que [Z] puede
aún considerarse como la variante estándal'en el español de Montevideo2o. Pero el hecho de
que entre los montevideanos más jóvenes sean los de NA quienes (aún con diferencias casi
insignificantes) estén usando más la variante sorda, puede determinar un c¿rmbio en el pa-
trón sociolingüístico que indicaba (acorde al comportamiento de los grupos etarios más
viejos) que la variante sorda era más frecuente en los hablantes de NB y, por ende, menos
prcstigiosa. También el hecho de que aumente su uso entre los hombres, al punto de que se
neutralice la marcación de sexo en la edad 1, indica que podría dejar de ser una variante
marcada también en relación con la infbrmación de sexo.
Por otra parte, la constatación de que son las mujeres, que suelen adherir a las formas de
prestigio más que los hombres, Quienes presentan los porcentajes más altos de [5], también
au-qura que esta vadante terminará perdiendo su eventual connotación negativa en cuanto a
i nformación estrática.

Los fenómenos lingüísticos cambian, y las actitudes lingüísticas también lo hacen. Sea
como sea, lo cieno es que las acciones prescriptivas no parccen estar deteniendo el avance de
la palatal sorda, sino todo lo contrario. En un par de generaciones, es posible que la variante
sonora haya desaparecido por completo del habla de Montevideo.

Al rcspecto. y sin ánirno de que esto sea tomado como una evidencia empírica sistemática, he ncltado la
tlilicultad que tienen muchos adolescentes y niños rnontevideanos que emplean Ia variante sorda, en discri-
rninar auditivamente la diferencia entre [S] y [21.
'o l:s l2l. y no [5]. por ejemplo, la variante que sc les exige a los locutores profesionales en los medios de
cornunicación.

4l
COMFORTffiO DE GRUPOS CONSONAT..{TICOS

Ana Fernández

r. PRESENTACION.
En este trabajo se aborda el estudio del mantenimiento o simplificación de grupos conso-
nánticos en el español de Montevideo, en palabras como éxito, ittstitución, opcióu, ónutibus,
etc.

En español los fonemas consonánticos están considerablemente más condicionados, des-


de el punto de vista contextual, que los fonemas vociílicos. Aunque todas las consonantes
(excepto /r/) pueden aparecer a inicio de palabra, en posición final sólo puede ocurrir un
número muy limitado de ellas.
En posición inicial de palabra el español admite varios grupos consonánticos: /pr/,ldrl,
/kr/ , lgrl , lpll , lbU , lfll , lku , /gll (Alarcos Llorach 197 l). Aunque en posición interna, por el
contrario, las posibilidades de combinar varios fonemas consonánticos son significativa-
mente mayores, Alarcos Llorach señala que
"lu lengua corrietúe elinúna en la distensión silábica uno de los clos fonenms;
estraño. ostrugción, trasplante" (p. 1oD.
Los grupos consonánticos suelen aparecer en cultismos, tecnicismos, extranjerismos, etc.
Al respecto. el mencionado autor indica que
"es dificil delünitar con exactitud los gneos verdaderantente españoles, pues la
nnyoría de los de este tipo aparecen en cultisrnos, rcchtcidos algunos a círculos
restrilryidos de hablattes" (p. 190).
Desde una visión diacrónica del fenómeno, Alarcos sostiene que
"el sisfema castellano general, cuaiado en el siglo XVII, es hoy afutvigente (...)
En la lengua correcta, sólo hay que señalar tm cantbio irttportante desde uc¡uel
siglo a la acmalidad. Se trata no de la modificación en el sistenta, sino de la
distribución de ciertosfonenus en el deutrso. Bt efecto, de mt lado los numerc-
sos cultisttzos, 1l de otro la preskin nornutiva y etimologiznnte ejercida por la
Ac'adentia desde el siglo XVIII han ilnpuesto aI español la aceptación de grupos
defonenus cottsonánticos no atJnútidos anteriormente: son grupos todos consti-

43
Iuttltt\ l,t', uittt t't,n.\'(,t¡trtrl(.1¡tutl da sílAba Seguida de Otra u otras que inician la
\t.t.utt'nlr', ,,,tt t'lltt, g,rupos latinr¡s Erc habían siclo elünütc¿dos lwtt vueho ct ser tl,
¡t1
t.1¡ltl1'.t ('tt l(,.\' (.\(!u(tnas distñbutit,os del español: pacto, apto, obnubilar', digno,

ctt."(¡r.)7fl).
| .;¡ t'txlu ctlnt¡ruesta de sílaba intema es generulmente una coda de dos consonantes, sien-
r kr A ésta le precede una de las consonantes de la serie /b, d, k, r,
lrr scsurrtla casi siempre /s/.
rr/, cr¡nsonante que suele ser la última de un morfema inicial de composición de palabra. Por
cjcrnplo, nhstancia, adscribin cousttutcia, instinto, perspicaz, éxtasis, intersticio, etc. Por
olrrr lado, podúa también ser Ia penúltima del morfema, como en abstraetr transfontw4
(v)Otrcr.
"Casi todas las palabras en clue aparecen estos grupos son cultistttos o senú-
cultisnns (...). Muy frecuerúenxente Iny reducción de Ia conso,r&nte no conti-
nua (en Ia coda contpuesta de final de palabra). Esta nüsnru reducción se pro-
duce tanúié,xfrecuentemente,.firera de las pronutrciación esnterada, en el gru-
po /ks/ v /p.s " (Real Academia Española 1973: 4l).
Los grupos consonánticos que no ofrecen dificultades de pronunciación para los hablan-
tes de español son aquéllos en que aparecen consonantes nasales, vibrantes, laterales o sibi-
lantes (por ejemplo, altennn hfancia, otden, hasta).
Sflabas del tipo CY (casa),CYC (eust:),Y (gErí),CCY @lato) son más fiecuentes en
español que otras combinaciones como YC @ptar)YCC (abstrctcto), CVCC (constcuúe) y
CCVCC (trunsfonnar).
En el presente informe se estudia el compoftamiento variable de grupos consonánticos
ielacionados con las últimas cuatlo estructuras silábicas mencionadas. La variación consiste
en pronunciar los grupos consonánticos tal cual lo prescribe la norm¿r estándar, o bien no
pronunciar alguna de las consonantes que los componen.
Para este estudio se contabilizaron los primeros 20 grupos consonánticos que aparecieron
en cada una de las 48 entrevistas de la muestra de hablantes nrontevideanos señalada en la
lntroducción (algunos informantes, empero, no llegaron al número de ocurrencias previsto).
El corpus total fue de 888 ocurrencias.
Los datos analizados an'ojaron porcentajes relativamente equiparables entre el uso y el no
uso de grupos consonárticos (GC) (CUADRO l), con un predominio de la segunda posihi-
lidad. La diferencia porcentual entrc las clos posibilidades es de un l0.l7o, lo que indica un
srado de variabilidad muv acentuado.

uso de GC no uso de GC N-
44.9 55.0 tttJS

CUADRO l. Uso - no uso de gnryos cottsonántict¡s.

44
Sin embargo, los datos anteriores deben ser acotados teniendo en cuenta la composición
de los GC. De acuerdo a esto último, se distinguieron dos situaciones:
. GC con -a implosiva (C'CI)
. GC sin -s implosiva (GCtr).
Dado que ambos tipos de GC presentan comportamientos bastante peculiares, serán trata-
dos en forma separada.

2. GRT]POS CONSONÁNTICOS CON /Y IMPLOSIVA (GC¡.


Se trata de grupos con -s final de sílaba, como en las palabras e-\portar o ütspección. En
caso de mantenerse el fbnema /s/, éste no se aspira (contradiciendo la pronunciación habi-
tual en Montevideo de la /s/ delante de consonante).
Alarcos Llorach (1995: 39-40) señala que, para el español peninsular,
"enlos casos de coniltinaciones üúentas de trcs consonante.s (...) la lengua
contún hablada, cott utctror o nrcnorfrecuetrcia, los sinrylifica: sotl ttonnales
/es.periencia/ y /tes.to/ no rcuos /tras.porte/, /as.tinenaict/, /kos.ta/ (...).Cuando
¡-
se articulan los dos fonernas, suele ser por afet:taciótt o por túrnia reproduc'ción
de Ia grafia. ltt núsnn ¡tuede decirse de las poctts combümciones de cuatrc¡ con-
sonatúe* Solo se clan cuatulo el segwdoJbnema seu /s/ v los dos últintos puedan
fornrur grupo prenuclear: abs.truso, cons.treñin ins.trucción, ex.prinú4
ads.cripciórt, etc.".
En caso de que el grupo consonántico no se mantenga, la simplificación se realiza de dos
maneras diferentes:
. Opción GCIa. Se mantiene el fonema /s/ (con una pronunciación aspirada) y se pierde
la consonante precedente. Por ejemplo, lehportátrl, /ihpeksión/.
. Opción GCIb. Se elide totalmente el fonema /s/. Por ejemplo, /inpeksión/,
/contitucionál/, /inkribír/.

2.1. Datos generales.

l-os datos generales indican un porcentaje elevadísimo de simplificación de este tipo de


( ;C (CUADRO 2). De las dos opciones de simplificación que presentan los GCl, aquélla que
¡rrcfierc conservar la -s implosiva (GCIa) resulta ser la preferida (CUADRO 3).

rno de GCI no uso de GCI N= GCIa GCIb }\.|=

20.5 79.4 185 88.4 il.5 t47

CLIADRO 2. Uso - no uso de GCI. CUADRO 3. Tipo de opción elegida


para el no uso de GCI.

45
lrl ( 't lAl)lt( ) -l rnucstra las diferentes combinaciones de fonemas en los GCI. Las combi-
¡rirr:ioncs nrás llecuentes son /ksp/, /ksl y /nsl (ej.: exporta4 tranunisión, extraño). Ofras, C¡

corlro /bst/, /nsm/, /ksk/, etc. (ej.: abstracción, fransntisión, excusar, etc.) ap¿recen muy n
esporádicamente. Obsérvese que la mayor parte de las combinaciones ni siquiera admite la
opción GClb. lt
no uso de no uso de GCI I
uso de GCI opción GCIa opción GCIb N=
ksp t2.3 87.6 0.0 6s
kst 21.3 78.6 0.0 6l
ksk 0.0 r 00.0 0.0 I
nst 29.1 32.4 37.8 37
nsp 33.3 66.6 0.0 9
nsk 16.6 66.6 16.6 6
bst 100.0 0.0 0.0 I
nsf 25.4 25.0 50.0 4
nsm 0.0 100.0 0.0 I
Total 20.5 70.2 9 I 185

CUADRO 4: Uso - uo uso de GCI, por tipo de combiltaciótt de consonantes.


Se especi;fican las dos opciottes de no uso.

2.2. Correlatos sociales.

2.2.1. Nivel de instrucci.ón y sexo.


El nivel de instrucción de los informantes incide de un modo impoúante en el uso que los
montevideanos realizan de los GC. La conservación de éstos se identifica esüechamente con
la norma estándar, y es un rasgo prcscdto a través de la educación formal.
En el caso específico de los GCI, lo primero que llama la atención al observar el CUA-
DRO 5 es que los dos niveles de instrucción considerados presentan porcentajes de simplifi-
cación muy elevados. Ahora bien, mientras que los montevideanos de NB muestran un com-
portamiento casi categórico en el sentido de desechar prácticamente la pronunciación de
estos se,qmentos, dentro de los informantes de NA existe una mayor variabilidad. Efectiva-
rnente, estos últimos se muestran más sensibles a la prescripción idiomática tratando, por lo
menos en unas cuantas ocasiones, de seguir la norrna lingüística que impone la lengua están-
dar. Cabe observar que en los informantes de NB aparece, además, un número menor de
palabras con GCI que en los informantes de NA, corroborándose en parte el carácter "culto"
cle muchas de las palabras que contienen estos GC.

uso de GCI no uso de GCI N=


NA 30.2 69.7 r09
NB 6.5 93.4 76

CUADRO 5. Uso - tro t¿so de GCI, por nivel de ütstn¿cción.


,l(r
La marcación social de nivel se vehiculiza, pues, gr?ss o ntodo,a través de la mera presen-
cia - ausencia de GCI: aunque la ausencia del GC no brinda de por sí ningún tipo de infor-
mación social de nivel, su presencia indica básicamente información social de NA.
La v¿riable sexo no incide demasiado en la conservación o simplificación de los GCI. De
todos modos, las mujeres tienen un porcentaje levemente mayor de conselvación (CUA-
DRO6).
uso de GCI no uso de GCI N=

hombres t9.7 80.2 86


mujeres 21.2 78.7 99

CUADRO 6. Aso - no uso de GCI, por sexo.

El nivel social incide tanto en el comportamiento de hombres como de mujeres, aunque


mucho más en estas últimas: mientras que las mujercs de NA constituyen el grupo más
propenso al mantenimiento, las de NB son el grupo más proclive a la simplificación (CUA-
DRO 7). Por otra parte, el desempeño de hombres y mujeres de NA es apenas un poco más
homogéneo entre sí que el de hombres y mujeres de NB.

r¡so de GCI no uso de GCI N=


NA hombres 26.5 73.5 49
NA mujeres 33.3 66.7 60

h[B hombres r0.8 89.2 37


NB mujeres 2.5 97.5 39

CUADRO 7. Uso - no uso de GCI, por nivel de instrucción y sexo.

2.2.2. Edad.
El grado de conservación de los segmentos est^á directamente relacionado con la edad de los
montevideanos: cuanto más jóvenes, más conservan los GCI (CUADRO 8). [¿s diferencias
¡rorcentuales enae las franjas etarias oscilan alrededor de un 107o, y ocuren en forma escalo-
nada. En este caso, pareceúa estar avanzando lentamente el uso de la va¡iante de prestigio.

r¡so de GCI no uso de GCI N=

edad 3 10.0 90.0 ó0


edlad 2 20.0 80.0 65
edad I 3t.6 68.3 60

CUADRO 8. Uso - no uso de GCI, por edad.

El CUADRO 9 permite observar que la tendencia hacia una mayor conservación en los
GCI, a medida que la edad es menor, ocuffe básicamente entre los informantes de NA, no
re-sistrándose un comportamiento igualmente sistemático en el NB.

47
uso de GCI no uso de GCI N-
NA edad 3 15. I 84.9 33
NA edad 2 3t.2 88.8 32 o
NA edad I 40.9 59.1 4 b
o
NB edad 3 3.t 96.3 27 o
(-
NB edad 2 9.0 9l .0 33
c
NB edad I 6.2 93.8 l6
CUADRO 9. Uso - no uso de GCI, por nivel de instrucciótt y edad

Teniendo en cuenta cada franja etaria por separado, las diferencias por sexo son poco
significativas, sobre todo en la edad 1 (CUADRO 10).

uso de GCI no uso de GCI N-


hombres edad 3 15.3 84.7 26
hombres edad 2 15.6 84.4 32
hombres edad I 28.5 7 t.5 28

mujeres edad 3 5.8 94.2 34


a-t
mujeres edad 2 24.2 75.8 JJ
mujeres edad f 34.3 65.7 32

CUADRO 10. Uso - tto uso de GCI, por edad y sexo.

Las mujeres de NA y edad I son las que ofrecen porcentajes más altos de conservación
(CnÁftCO l). Dentro del NB, los grupos más conservadores son los hombres de edad I y
los de edad 3. De hecho, las mujeres de edad I y de edad 3 de NB no presentan ninguna
ocurrencia de conservación de GCI.
Todos los subgrupos de NA se ubican por encima de sus correspondientes del NB. En el
NA las mujeres conservan más que los hombres (excepto en la edad 3). Por el contrario, en
el NB los hombres üenen siempre mayor conservación.

100
90
80
70
60
50
40
30
20
10
0
edad 3 edad 2 edad 1

GRÁFICO I. Uso de GCI, por nivel de instrucción, sexo y etlad.

4ti
23. Comportamienúos indiüduales.
El comportamiento individual de los informantes en cada nivel social permite observar el
grado de homogeneidad que existe entre ellos. Al contrario de lo que se ha observado en
otros fenómenos lingüísticos, en el caso particular de los GCI se registra una mayor hetero-
geneidad entre los informantes de NA que en los de NB; la diferencia de rango en el primer
caso es de M.OVo, mientras que en el segundo es de I I . l7o (CUADRO I I ).

Esta diversidad de compoftamientos en el NA se explica en la medida en que en este nivel


hay informantes que intentan realmente mantener los GCI, frente aotros que los simplifican
sistemáticamente; por el contrario, en el NB la opción es, casi consensualmente, la simplifi-
cación.

Vo NA NB
96-r00
9l-95
86-90
81-8s
76-80
7t-75
66-70
61-65
56-60
5l-55
46-50
4t-45 *i

36-40
31-35 * :F *:!:

26-30
2t-25 *:F*X<:t<

16-20
10-15 :F :i< ¿k :F :F * :i< :i: :F {: :!: *
s-10
0-5 ¡k*:3*:i¡¿t:F ***¿.r:st***:3t¡
{<**:lfJ¡$:t

CUADRO 11. Uso de GCI, por informanfe y nivel de instntcciótt.

]. GRTJPOS CONSONÁNTICOS SIN /S/ IMPLOSTVA (GCtr).

-s implosiva (aunque eventualmente pueden


Se tratan a continuación los casos de GC sin
ectltar o¡tciórt. ónuúltus,
l)f'csentar este fonema en otra posición -no implosiva- del GC); ej.:
.t('(ión. La simplificación del GCII produce variantes del tipo latuárl, /osión/, /ónibus/,
/lsi<inl.

49
J. I. I)A'IUS GBNERALES.
Los datos analizados indican que en el habla de Montevideo hay una tendencia mucho
mayor a simplificar los GCI que los GCII (CUADRO l2).

uso de GCII no uso de GCII N=


51.3 48.6 t03

CUADRO 12. Uso - no uso de GCII.


El CUADRO l3 muestra las diferentes posibilidades de combinación de fonemas conso-
nánticos sin -s implosiva (GCll), entre los que puede observarse una mayor utilización de las
combinaciones /kl, lksl,lmnl (ej.: actuar accidente, ónuúbus).

uso de GCII no r¡so de GCII N-


kd 20.0 80.0 15
kr 54.7 45.2 325
ks 45.6 54.3 195
kn 73.6 26.3 l9
pt 54.5 45.4 22
ps 80.0 20.0 5
tb r 8.5 8 r.4 27
tm 100.0 0.0 2
mn 41.0 58.9 56
nm 62.5 37.5 8
nn 100.0 0.0 I
dm 9r.6 8.3 t2
bs 75.0 25.0 8
bd 100.0 0.0 I
br 100.0 0.0 I
gn r00.0 0.0 6

Total 5l 3 48.6 703

CUADRO 13. Uso - no uso de GCII, por tipo de combinación de consonantes.

32. CORRELATOS SOCIALES.

3.2.1. Nivel de instrucción y sexo.


En los GCII, la incidencia del nivel social es mucho más clara que en el caso anterior
(CUADRO l4). El NA favorece ampliamente la conservación del GC, mientras que el NB
tiene porcentajes mucho más bajos. De este modo, el mantenimiento de los GCII se erige
corno un marcador social muy claro de "habla culta". Aparentemente, la prescripción idio-
nrátic¿r est¿ría operando en forma mucho más estricta sobre los GCII que sobre los GCI.

50
uso de GCII no uso de GCII N-
NA 85.3 14.6 36tt
NB r4.0 85.9 33s

CUADRO 14. Uso - ,ro uso de GCII, por nivel de instrucción.

Iin cuanto a la variable sexo, a diferencia de lo que ocuría en los GCI, aquí el compofta-
nricnto entre ambos sexos es prácticamente idéntico (CUADRO l-5).

USO de GCII no uso de (iCII N=

hombres 5 r.2 18.7 373


mujeres 5 r.5 48.-+ 330

CUADRO 15. Uso - t o uso de GCII, por sexo.

l.a variable sexo opera aquí en fornla similar en anrbos niveles sociales, con un leve
¡x rrccntaje de mantenimiento a favor de los hombrcs (CUADRO l6).

uso de GCIII no uso de (}CII N-


NA hombres E6.2 l -1.8 r rJ9
NA mujerss 84.3 15.1 179

NB hombres 15.2 8.+.rr I ti'+


NB mujeres r2.5 ti7.5 l5l
CUADRO 16. Uso - uo uso de GCII, por nivel de htstrucción y sexo.

t.)J. Iidad.
\ tlili'r'cnci¿r de lo que ocurre con los GCI, la variable edad es irelevante en el comporta-
nnt'nlo rlc los GCII (CUADRO l7).

uso de (;CU n0 uso de GCII N=

edad 3 5 2.8 17.1 246


edad 2 49. I 50. u 244
ed¿rd I 52. r .17.8 2t3

CUADRO 17. Uso - no ¿rs., de GCII, por edtd.

No cristc tampoco ningún comportamiento graduirl de la edad c'n relación con el nivel
',r¡ r:rl. rlt' nranera que pueda inferirse algún tipo de avance o rctroceso clel f'enómeno estudia-
,1, r {('l l,\l)llo lti).

5l
uso de GCII no uso de GCII N=
NA edad 3 84.9 15. I t26
NA edad 2 85.9 t4.l r28
NA edad I 85.0 15.0 rt4
NB edad 3 19. r 80.9 t20
NB edad 2 8.6 9t.4 l l6
NB edad 1 t4.l 85.9 99

CUADRO 18. Uso - no uso de GCII, por nivel de instrucción y edad.

En los GCII las diferenci¿s por sexo son prácticamente nulas en la edad l, y un poco más
acentuadas en los otros dos casos (sobre todo, en la edad 3) (CUADRO 19).

uso de GCII no uso de GCII N=

hombres edad 3 46.2 53.n 134


hombres edad 2 54.3 45.7 t27
hombres edad I 53.5 46.5 rt2
mujeres edad 3 60.7 39.3 tL2
mujeres edad 2 43.5 5ó.5 tL7
mujeres edad I 50.5 4L).5 t0l
CUADRO 19. Uso - no uso de GCII, por edad y sexo.

El estudio de los distintos subgrupos sociales refleja en cada caso la gran incidencia que
tiene la v¿uiable nivel, mientras que las diferencias entre sexo y edad son poco signif,rcativas
(GRÁFICO 2). El grupo más conservaclor es el de los hombres de NA de edad 2, y el menos
conservador el de l¿s rnuieres de NB de esa misma edad.

100 1
e0t
80
70
50
50
40
30
20
10
0
edad 3 edad 2 edad 1

GRAFICO 2. Uso de GCII, por nivel de instrucción, sexo y edad.

52
3.3. Comporfamientos individuales.

elevada dif'erencia de ran-eo existente en ambos niveles sociales (60.0%' en el NA y


L¿r
55.5% en el NB) rcvela la lieterogeneidad existente entre los informantes que los componen
(('UADRO 20).

Vo NA NB
96-100 :i::l: {::l f
:l::l::i::i<:i:$
9t-95
:l: {::l: $ {:
86-90
.¡- -¡-
81-85
-].
76-80
;!: {:
7t-7 5
66-70
.!.
61-65
56-60 *
5l-55 ¿.

46-50 *
4t-45 :F

:F
36-40 1.

3r-35
:3
26-30
2t-25
t6-20 *
l0-15 * *:i< *:i:

5- t0 :k *,i<

0-s :l: {::l:t * :i: l¡:i< *

CAADRO 20. aso de GCII, por informante y nivel de instrucciótt.

.I. ('ONCLUSIOI\ES.
l'lr lrirsc a lo antepuesto, podemos consider:r a ¿rmbos grupos consonánticos como marca-
,l, rr r'r linoliísticos de identidad que evidencian, principalmente, información acerca del nivel

'l' In\ttucci(in de los hablantes.


l''ni('n(lo cn cuenta el modc¡ corno se correlacionan los datos sociales con los lingiiísticos
l,rr,', lt't'rtr'¿rpolarse que, en senticlo estricto. la marcación social se rcalizade un modo proba-
| lr',trt o. cs rlccir que ambos grupos presentan ocuffencias de una y otra varianLes, aunque
'r
, , 'n Ir('( u('¡lc:iis de aparición dif'erentes. De todos modos, se detecta una terldencia hacia un

' 'n ¡lx )r t¡rrrricnto categórico en lo que tiene que ver con: a) la marcación de nivel en los GCI.
¡

, .r lr(' ut)rr tlc las variantes casi no aparece en el NB, y b) la marcaciíxr de nivel en los GCII,
'
, r | ¡rr' l:rs rlili:rcncias de uso en ambos niveles son muy acentuadas.

53
usos vocÁucos v su,Ásrcos

Rita Rivero

l-as fluctuaciones vocálicas y silábicas han sido re-gistradas en el español de varias re_sio-
ut's cle América, soble todo en las variedades suhestándares. Desde la perspectiva de la
It'rtgua estándar, son catalogadas como casos de cen'alnientos vocálicos, y de caídas vocáli-
,rrs y silihbicas. Lapesa (1965) observa que, aunque quizás algunas de estas fbrmas han
¡r:rsrrclo a la literatura, generalmente son rcf-renadas por las capas más cultas de la sociedad.

I:studios dialectológicos del español de América han demostrado que las fluctua-
,'ioncs vocálicas tienen vigor aún en nuestros días, tanto en las hablas rurales corno
crr lus subestándares urbanas, y que algunas veces se registran también en el habla
rlt' Iirs person¿ls cultas'.
l:n cste artículo se describe la variación entre fbnnas con hiato - diptongo, y formas con
,' sirt síncopa, como casos de fluctuaciones vocálicas; asimismo, presento la variación de
lor'nlilt con o sin aféresis, y de fbrmas con o sin apócope, como casos de fluctuaciones
',rltrbicas.

I. IIORMAS CON HIATO - DIPTONGO.

l.l. Presentación.
l:l sistema vocálico dcl cspañol sc confbrma con trcs grados de apelturu (vocalcs cerra-
,l;rs. lrrctlias y abierla) y tres localizaciones (anterior. central y posterior), constituyendo un
(",(
Irrctntr triangular:
anteriores posteriores
('r'r'r'lrd¿Is i u
rrrt'rlias e 0
;rlrit'rla a

l:rr llsunos contextos de hiato (encuenfio de una vocal media con otra vocal también
rrrt'tlirr o abierla), el gado de apeftura de las voc¿rles inacentuadas lel y /t/ puede disminuir,
¡r:rsrrntlo óstas a /i,/ y a lul respectivamente, lo que da lu-ear a la folmación de diptongos. Así,

\,'t't. ¡rt)l' cierrlplo. Véliz c.a. (lL)77 ) para el caso del español del noñe cle Chile, Donni de Mirande ( 1978)
p;u rr r'l cs¡lrñol de Rclsario, y Fltirez (1918) para el esparlol de Colonlbia.

55
('s lxrsil)lc (¡lc en cl habla altemen formas estándales (con hiato) con formas no estándares
(corr tli¡rlonro); ej.: Ieatft) - tiatru, peor - pior, paseur - pasiar, poeta - pueto, ahnrxrcla-
ulnurudu-
Firntanella de Weinberg (1992a) indica que en el español bonaerense del peúodo l-500-
1680, la tendencia a la diptongación de grupos vocálicos por el cierre de lel y de /o/ ante otras
vocales se pone de manit'iesto tanto por las grafías i y u en lu-qar de ¿ y o, como por las
ultracorrecciones. El proceso va acompañado algunas veces por desplizamientos de acen-
tuación, como en ,naestro > ntti.stro. Este fenómeno se prolonga con total vitalidad hasta
fines del siglo XVIII en el habla culta, comenzando a reüoceder en el siglo XIX bajo la
presión normativa que acompaña el prcceso de estandarización del español bonaerense. Sin
embargo, coincide en que aún hoy estos usos vocálicos persisten en el habla rural y en el
habla urbana subestiíndar.
En un estudio sobre el español de Bogotá, Flórez (1978) registra cerramientos vocálicos
con formación de diptongos en el habla de individuos de distintos niveles socioculturales. El
gupo ¿a se pronuncia frecuentemente como ia (ej. tiatro. plartiar) J ¿o como io (ej., ¡tión,
cantpión, tioría, prioctpación). También la pronunciación de oa tiende a confbrmar el dip-
fongo ua (ej.: alnaada, tualla, cualición) y la de oe el diptongo ue (ej.; cuesiórt, pueta). A
pesar de que los cerramientos vocálicos ocunen fiecuentemente también en el habla culta
(sobre todo en los estilos más coloquiales), Flórez señala que todavía existe en Colombia la
idea de que la pronunciación correcta se identifica con la conservación del hiato.
A continuación analizo la variación que ocurre en el habla de Montevideo entre las com-
binaciones vocálicas que se presentan como hiatos y aquéllas que, debido al cerramiento de
la vocal inacentuada, producen diptongos. El fenómeno aquí estudiado comprende las si-
guientes oscilaciones vocálicas:
eo - io (ej. peleó - pelió)
oa - ua (ej. toalla - tualla)
ea - ia (ej.paseaba - pasiaba)
ae - ai (ej. true - trui)
oe - ue (ej.poeta- pueta)
La investigación se basó en la muestra de 48 informantes montevideanos descrita en la
Introducción. En total, se contabilizaron 755 ocunencias ocurencias de hiatos y diptongos
para las combinaciones mencionadas.

1.2. Datos generales.


I-as fbrmas estándares (con hiato) superan ampliamente a las formas no estándares (con
cliptongo) (CUADRO I ). Sin embargo, el porcentaje de estas últimas es lo suficientemente
si-rnificativo colno para ameritar un estudio de la variación entre ambos tipos de
pnlnunciación.

56
lúato diptongo N=

75. tt 24.1 755

CUADRO I. Fonnas con hioto - diptortgo.


'lbdas las cornbinaciones vocálicas presentan
altemancia de hiato - diptongo, excepto en
('l c¿rso de oe (CUADRO 2).El grupo vocálico más propenso a la dipton.-sación es ea.

tipo cle hiato hiato diptongo N-


eo 72.4 27.6 t54
ea 67.1 32.9 513
oe r00.0 0.0 20
ae 79.8 20.2 46
oa t9.L 20.9 22

CUADRO 2. Fonnas con liato - diptongo, por tipo de grupo vocáüco.

1.3. Comelatos sociales.

l.-1.1. Nivel de instrucción y sexo.

| .os datos generales para las variables nivel de instrucción y sexo indican una clara inci-
{ l('nci¿r de las mismas en el comportamiento de los hablantes montevideanos para este fenó-

rrrt'rxr lin-9üístico (CUADROS 3 y 4). El nivel de instrucción, sobre todo, es determinante


l):u'l (lue los montevideanos se decidan por el uso de las formas con hiato o diptongo: los
rr¡rlivirluos de nivel social más alto prcsentan porcentajes mucho más elevados de l¿s formas
cstrirrtlares que los individuos de menor nivel. En cuanto al sexo, las mujeres supelan am-
¡rlr:rrucntc a los hombres en el uso de la forma estándar.

hiato diptongo N= hiato diptongo N-


N,\ 84.9 I 5.0 512 honlbres 69.4 30.5 3n3
Nlf 46.0 5 3.9 243 mujeres 82.5 17 .4 372

('litll)RO3. Fonnas cott hísto - diptongo, CIIADRO 4. Formas con lriato - diptortgo,
pur nível de ilxtt'ucción. por sexo.

hiato diptongo N-
NA honrbres 80.5 t 9.5 247
NA rnujercls 89.0 l r.0 265

IYB hombres 49.2 50. rJ r36


.| ..| -,
NB mujeres 66.3 _1_'). / 107

L'L|ADR0 5. Fonnas con hi{tto - cliptottgo, por túvel de instt'ttcción y sexo.

5l
La mayor adhesión hacia la forma estánd¿Ir por p¿rte de las mujeres. en comparación con
los hombres, se manifiesta en ambos niveles de instrucción. aunque en el NA las diferencias
entre ambos sexos son menores qlle en el NB (CUADRO 5). Asimismo, las diferencias por
nivel son menos notorias entre las mujercs que entre los hombres.

1.3.2. Edad.
Los infbrmantes de las tres franjas etarias presentan un comportamiento prácticamente
idéntico en cuanto al uso de hiato o dipton-eo (CUADRO O.

hiato cliptongo N-
edad 3 75.3 24.6 201
edad 2 16.2 23.7 270
edad I 75.8 24.1 ?78

Sinembargo,,.Jí#::J#::ff
jfi ;',;',::::;:;::*uncompo,,amien,o
peculiar en la edad 2: mienfas que en el NA los individuos de esta ed¿rd adhielen más a la forma
estándar que los de las ota.s dos edades, en el NB ocurre exactamente lo opuesto ú/ además, con un
porcende de formas no estiíndares llam¿rtivamente bajo) (CUADRO 7).
hiato diptongo N=
NA edad 3 n3.4 16.6 127
NA edad 2 u8.0 t2.0 201
NA edad 1 82.6 17 .4 184

NB edad 3 62.0 38.0 80


NB edad 2 42.0 5tt.0 69
NB edad I 62.7 37.3 94

CUADRO 7. Forntas con ltiato - diptottgo, por nivel de instrucción y edad.

Por el contrario, al discriminar a los informantes por sexo en las distintas franjas etarias, se
observa un comportamiento muy similar en todos los subgrupos resultantes (CUADRO 8).

hiat<t di¡rtongo N-
hombres edad 3 71 .3 28.1 r 15
hombres edlad 2 6¡r.4 3 l.ó l t8
hombres edad 1 68.6 3 1..1 r50
múeres edad 3 80.4 r9.6 92
mujeres edad 2 82.2 17. tt r52
mujeres edad I u4.3 t5.7 r28
CUADRO 8. Fonnas a¡n hiaÍo - diptottgo, por sexo y edad.

Si tenemos en cuenta las tres variables sociales en forma conjunta (GRÁHCO l), las
mujeres de NA y edad 2 se presentan como las más respetuosas de las formas estándares;
quienes menos las utilizan son, en cambio, los jóvenes del sexo masculino. A pesar de que en

58
Ios datos ..qenerales las rnujeres eviderlcian Lln uso más fiecuente de ftlrmas coll hiato, es
cntre éstas que se encuentr¿r el subgrupo rnás alejado de la norma estándar: las muieres de
NB edad 2.
100
90
80
70
60
50
40
30
20
10
0
edad 3 edad 2 edad 1

Cn íf rcO 1. Uso dc .ftnutas con hiato, por nivel de iuslrttcciótt, sexo y edad'
I."I. COMPORTAMIENTOS INDIVIDUALES.
til compoftarniento indiviclual de los infbrnrantes dentro de cada nivel social permite
visLralizar el cle homogeneidad dentro de cada subgupcl (CUADRO 9). Como se
-erado
irrtlicti en la Introduccitin, puecle esperarse, en pdncipio, una n'layor homogeneidad entre los
Irulivicluos cle mayor nivel soci¿rl, en vifiud de haber estaclo más tienrpo expuestos a la lengua
t'strinclar.
Vc NA NB
.1.
96- 100
9l -95
.1. -i. .!-
86-90
.t. .:. .t'
til -85
.:.4..;'
7ó-80
7t-75 ;r .i-

-;¡
66-70
:i.
6 t-65
5ó-60
5t-5f,
,a
--

.1. ..- -i. .t.


.4.
46-5(l
-:- .;.
4r-45
4.';'.:.
36--10
:i: :i:
31-35
.:r

2(t-30
2t-25
:l
L6-2(l
10-15
.!, {:
5- 10
.:.
0-5

CIIADR} 9. Fonnas con hiato, por inJbrnrunte y nivel de ütstrucciórt.

59
I
| .¡r rl¡lt'r't'¡¡t'i¡r tlc rango cnllc los infbmantes de los niveles de instrucción considerados es,
t'rr t'slt'('as(). lr'u.ry rrlta: 9l.OVo en el NA y 100.0o/o en el NB. Sin embar-eo. si en el NA
t'xt:lrrinxls urt inlirnnante que presenta un comportamiento bastante diferente al de los de-
¡ruis.crlr un9%' defbrmasconhiato, ladiferenciaderan-godisminuye a50o/c.

2. I,ORMAS SIN SÑCOp¿, - CON SÑCOp¡"

2.1. Presentación.
Síncopa es el nombre técnico con que se conoce en lingiiística a la supresión de uno o más
sonidos vocálicos dentro de una palabra, produciéndose muchas veces simplificaciones de
diptongos. Es común encontrar en el español hablado alternancias del tipo diec:ituteve -
tliciruteve, cualquie r - cualque r En los ejemplos anteriorcs se omite la vocal que constituye
margen silábico. En otros casos. como en custión (que altema con cuestiórt) se omite la vocal
nuclear y, como consecuencia de ello, la semiconsonante pasa a funcionar como vocal nu-
clear de la sílaba.
La simplificación de -qrupos vocálicos puede ocurrir también cuando hay tres vocales
contiguas, en cuyo caso la desaparición de una de ellas permite mantener igualmente una
combinación vocálica del tipo diptongo. Ej.: voy a - viít.
Por razones de frecuencia de aparición, el estudio de este fenómeno se centrará aquí
justamente en la expresión perifrásticavoy a. Se contabilizaron todas las fomas con o sin
síncopa aparecidas en cada uno de los 48 informantes de la muestra, totalizándose 177
ocurrencias.

2.2.Datos generales.
Las formas sin síncopa superan en frccuencia de uso a las formas sincopadas, aunque
puede comprobarse una variabilidad muy acentuada (Elizaincín e.a. 1987), dado que ambas
varia¡rtes tienen porcentajes de realización apreciables (CUADRO l0).

srn srncopa con srncopa N=


62.1 37.2 t77

CUADRO 10. Formas sin síncopa - con síncopa,

2.3. Correlatos sociales.

2.3.1. Nivel de instrucción y sexo.


[,os hirhlantes de NA superan claramente a los de NB en el uso de la forrna estánd¿r
(('tJADRO I l). De hecho, estos últimos tienen casi el mismo porcentaje de ocurrencias de
rula y otra v:riantes, lo que indica una altísima variabilidad.

(r( )
T-
sln slncopa con slncopa N-
NA 12.6 27 .3 95
NB 5t.2 48.7 82

CAADRO 11. Í'onnas süt síttcopa - cott sírtcopa, por nivel de üxtrucción.

Por su pafte, las mujercs usan más la fbrrna estírndar que los hombres (CUADRO l2). Los
lrombres presentan una variabilidad extrema, ya que prácticamente realizan la mitad de sus
ocurrencias sin síncopa y la otra mitad con síncopa.

srn srncopa con surcopa N-


hombres 5 1.9 48.0 52
mujeres 66.4 33.6 125

C:IIADRO 12. Fonnas sht síncopa - cotr síncopa, por sexo.

Las mujeres de c¿rda nivel social usan rnás la fbnna estándar que los hombres de sus
niveles respectivos (CUADRO 13). En el NB las cliferencias por sexo son más acentuadas
que en el NA. Por otra parte, el compoftamiento de los hombres se ve más afectado por la
variable nivel que el de las mujeres.

sin síncopa con síncopa N=


NA hombres 68. l 3 r.9 22
NA mujeres 73.9 26.1 73

NB hombres 40.0 60.0 30


NB nrujeres 55.t ¿14.3 52

CUADRO 13. I'orntas süt síncopa - con síncopa, por nivel de instrucción y sexo.

2.3.2. Edad.
Los dos grupos etarios más viejos tienen prírctic¿lmente el mismo comportamiento en
n'lación con este fenómeno lingüístico, mientras c¡ue los montevideant'rs de edad I usan un
¡xrt:<¡ ¡¡¿i5 la variante estándar (CUADRO 14).

snl smcopa con srncol)a N=


.l
edad 3 51 .6 42 l 52
edad 2 58.5 4T 4 .11

edad I 66.6
-) -)
J:1
-') 84

CUADRO 14. Iionnus sin síncopo - co,r síncopa, pot'edad.

lrn eI NA el uso de la variante estándar es siempre rnás frecuente que en el NB, se¿r

6l
(CUADRO 15). Las distintas franjas etarias mues-
cu¿rl scil la eclad de los informantes
tran un comportamiento más homogéneo en el NA que en el NB. Nótese, por ejemplo,
el clesernpeño particularmente alejado de la norma estándar que tienen los hablantes de
NB de edadZ.
En el NA hay una muy leve tendencia a disminuir el uso de la variante estándar a
medida que decrece la edad de los informantes. Por el contrario. en el NB son los jóve-
nes quienes más usan la forma estándar. De este modo, en la edad I el comportamiento
de los hablantes de ambos niveles se asemeja más entre sí que en las otras franjas eta-
rias.

srn srncopa con smcopa N-


NA edad 3 76.4 23.6 17
NA edad 2 72.0 28.0 25
NA edad L 7 r.6 28.4 53

NB edad 3 48.5 5 r.5 35


NB edad 2 37.5 62.5 l6
NB edad 1 s8.0 42.0 3t

CUADRO 15. Formas sin síncopa - cott síncopa, por nivel de btstrucción y edad.

Si tenemos en cuenta la relación entre edad y sexo, encontramos que en la edad 2 hombres
y mujeres tienen menos diferencias en sus comportamientos lingüísticos, que en las otras
dos tianjas etarias (CUADRO 16). Además, las mujeres tienen un comportamiento sistemá-
ticamente más estándar que los hombres, sea cual sea su edad.

sin síncopa con síncopa N=

hombres edad 3 47.0 s3.0 T7


hombres edtad 2 53.3 46.7 t5
hombres edad I 55.0 45.0 20

mujeres edad 3 62.8 37.2 35


mujeres edad 2 61.5 38.5 26
mujeres edad I 70.3 29.7 64

CUADRO 16. Fornus sítt síncopa - cott síttcopa" por sexo y edad.

Al cruzar las hes variables sociales (GRÁFICO 2). se observa que, dentro del NA, los
hombres de edad Itienen un comportamiento llamativamente más alejado de la norma
estándar que el resto de los subgrupos considerados dentro de ese nivel. Por el contrario, son
justamente los hombres de esa edad quienes tienen una actuación más cercana a la norma. en
el NB. En general, puede concluirse que el compoftamiento de las mujeres es mucho más
homógéneo entre sí que el de los hombres.

62
100
90
80
79 :i,::

60
50
40
30
20
t0
0
e dad 3 edad 2 edad 1

CnÁf tCO Z. Uso tle.fonnas sin síncopu, por nivel tle instruccirín, sexo ¡ etlatl,

2.4. Comportamientos indiüduales.


Dentro de los informantes que prcsentan ocumencias para este f'enómeno, se contabiliza
tuna dil'erencia de rango extrema ( 100.07o). ya que hay montevideanos que sólo registran la
lirma estándar. y otrcs que sólo registran la no estándar (CUADRO l7). De todos modos, si
rcnemos en cuenta la dif'erencia de rango existente entrc los hablantes que tienen rnis de 3
ocrrn€ncias para este fenómeno, en el NA disrninuye la diferencia de rango ¿unJ5.0o/o,
nlicntras que en el NB permanece incambiada en un 100.07p.

Va NA NB
:i< :i: :j: :i: {: :i: :l: :i: :i: :!: :i: :i:
96-100
9r -95
86-90
81-85 .i.

76-80 ';r

:l
7r-75 :i:

66-70
61-65
.,
56-60
5r-55
:l :i:
46-50
4l-45
36-40
3l-35
:l
26-30
:i:
2t-25 :l<

r6-20
l0-15
5-10
0-5 {: :!: :i: :i: :l

CUADRO 17. Fonnas sin síncopo, por infurnmnte y nivel de instntcción.


No se incluyen 7 ínforrrrantes que no presentan ocut'rencías para esta variable.

(r3
3. I.'OI{MAS SIN AFERBSIS - CON AFERESIS.

3.1. Presentación.
Por aféresis se entiende la supresión de sílabas iniciales de palabra, lo que produce una
altentancia de pronunciación en la lengua oral del tipo entonces - turces (eventualmente
con caída de -s), esfo_v - to7,, estaba - tctltct. Las formas con aféresis son consideradas propias
del habla informal o descuidada, mientras que la norma estándar exige, siguiendo la pauta de
la len-eua escrita, la conservación de la sílaba.
El verbo estartiene una gran predisposición a este tipo de altemancia. Por este motivo, el
estudio de la aféresis se centró en este verbo. Para cada informante se consignaron las si-
guientes formas del verbo estar: estoy, estús, está, est(rnns, están, estaba, estábmnos, esta-
ban, estan e y estar. Se descaftaron los casos de estar antecedido por otra palabra terminada
en -¿, así como los usos de f¿ como marcador conversacional (como en "Vantos el lunes,
¿,ta?"). El número total de ocurrencias tomadas a partir de las producciones grabadas de los
48 informantes de la muestra descrita en la lntroducción. fue de I 341 .

3.2. Datos generales.


Las formas sin aféresis superan a las formas con afércsis (CUADRO l8). Estas últimas
tienen un porcentaje de ocurrencias similar al de la altemancia entre hiato y dipton-eo.

sin aféresis con aféresis N-


7 5.7 24.2 134 r

CUADRO 18. Fonnas sfu aféresis - con aféresis.

Como podemos observar en el CUADRO 19, las formas gramaticales que conservarl
menos la sílaba inicial son estíts y está, míentras que aquélla que posee un porcentaje mayor
de consen¡ación es estcu'.

sin aféresis con afórcsis N-


,-)1 ")
estírs 66.1 -)-1.-1 45
estír (rf{.5 .j|5 172
est0.y 7l.() lri. I r50
est¿irt 71.0 l ri.0 I -+6

cstul'e 75 .l t-f .7 70
estáll¿r rnos 7S..1 ?t1 3l
estarlros r{( ).0 I0.0 60
estalla i.io. rs 19.2 277
estab¿tn l{li..l ll.7 39
estar ()(r.() 3I ll
CUADRO 19. Fonnus sirt u.fér'c,Tf,T -- (on ('óre sis, pot' tipo de Jonrm verbol.

64
3.3. Correlatos sociales.

3.3.1. Nivel de instntcción y sexo.


Las diferencias por nivel son muy acentuadas: mientras que los intbmrantes de NA tiene¡l
escasísimas ocunenci¿rs de afér'esis, en los de NB Ia variabilidad es muy acentu¿da (CUA-
DRO 20). Esto transtirrma a este t-enómeno en un claro marcador social, ya quc difícihnente
un hablante culto emplee la vadante no estándar en situaciones relativarrrente formales.

sin aféresis con aféresis N=

Nr\ 92.9 7.0 597


NB 61.9 38.0 144

CUADRO 20. F-ormas sfu aféresis - con aféresis, por nivel de fustrucciótt.

Al igual que en los casos anteriores, las mujeres tienen un uso bastante más frecuente de
la forma estándar que los hombres (CUADRO 2l).

sin aféresis con aféresis N=


hombres 67.9 32.0 690
mujeres 84.0 r 5.9 ó51

CUADRO 21. Fonnas sin aféresis - cort aféresk, por sexo.

Asimis¡no, las mujeres conservan más la fbrma estándar que los hombres, sea cual sea el
nivel social al que pertenezcan (CUADRO 22), perc mientras que la diferencia entre ambos
scxos es insignificante en el NA, en el NB alcanza un porcentaje estimable. Una vez más se
t'omprueba que el comportamiento de las mujeres de ambos niveles no es tan divergente
t'ntre sí como ocun€ entrc los hombres.

sin aféresis con aféresis N=

NA hornbres 90.-t 9.6 261


NA mu.ieres 94.9 5.1 336

NB hombres 54.3 15.7 429


NB ntu.ieres 12.3 21 .1 3r5

CUADRO 22. Fornrus sin aféresis - con aféresis, por nivel de instnrcción y sexo.

t..1.2. Edarl.

lrl r.rso de la fonna estándar decrcce a medida que disrrinuye la edad de lcls infonnantes
tt'tJADRO 23). Aunque poco importantes, las dit'erencias porcentuales entre las edades
()( rrr(jn en forma sradual.

65
sin aféresis con aféresis N-
edad 3 80.3 le.6 428
edad 2 7 6.4 23.s 429
edad t 7 1.0 28.9 484

CUADRO 23. Fonnas sin aJéresis - con aféresis, por edad.

La edad no parece incidir en el comportamiento de los montevideanos de NA, pero sí en


el NB. ya que aquí las formas estándares aumentan a medida que los infbnnantes son más
jóvenes (CUADRO24).
Eri todas las fianjas etarias se mantiene un comportamiento claramente más estándar del
NA. La conservación silábica en ambos niveles es más divergente entrc sí a medida que los
hablantes son más jóvenes. El porcentaje más alto de conservación ocurre en la edad 2 del
NA, y el más bajo en la edad I del NB.

sin aféresis con aféresis N=

NA edad -3 92.5 7.5 187


IrlA edad 2 95.3 4.7 r92
NA edad I 9t.2 8.8 218
NB edad 3 70.9 29.1 241
NB edad 2 61. r 38.9 237
NB edad I 54.5 45.5 266

CUADRO 24. Formas sin aféresrs - con ort1resis, por nivel de ütstt'ucción y edad.

En la edad 3, hombrcs y mujeres tienen un comportamiento prácticamente idéntico, acen-


tuándose la incidencia de la variable sexo sobre todo en la edad 2 (CUADRO 25).

sin aféresis con aféresis N-


hombres edad 3 78.6 21.4 206
hombres edacl 2 62.1 37 .L) l3rt
hombres edad I 61.6 35.4 246
nrujeres edad 3 8 r.9 t8.r 222
mrÚeres edad 2 94.2 5.8 r9t
nrujeres edad I 71 .7 22.3 238

CUADRO 25. Fonnas sin aftíre.ri.s - co,t aféresís, por sexo y edad.

Cada subgrupo del NA sLrpel'a en porcentaje de conservación a cada sub-erupo del NB


conespoudiente (GRAFICO 3). La correlación conjunta de las variables edad, sexo y nivel
no pal'ece incidir demasiado en el comportamiento de los informantes de NA. Dentro del
Nll. la discrepancia mayor ocuffe entre hombres y mujeres de edad 2. Entre las mujeres, el
gru¡lr nrás apegado a la norma pala este rasgo es el de las mujeres de edad 2.

66
100
90
80
70
60
50
40
30
20
10
0
edad 3 edad 2 edad 1

GRAFICO 3. Uso de formas sin aféresis, por nivel de instntcción, sexo y edad.

3.4. Comportamienúos individuales.


Las diferencias de rango en ambos niveles son aquí claramente indicadoras de una mayor
homogeneidad entre los hablantes de NA, que entre los de NB (las diferencias de rango son
tle33.3%o y 8l.7%o, respectivamente) (CUADRO 26). Téngase en cuenta, además, que en el
NB no hay ningún informante que presente un uso categórico de la variante estándar.

Vo NA NB
96-100 * :F :k * l¡ :F *: :F * * :!¡ :*
**1.<g:l:i: ;F*:*
91-95
86-90 :i< * :!: *:i:*

81-8s * :i:

:i: :k :!:
76-80
7t-75 :i<

:F
66-70
61-65
:i:**:F
5ó-60
sl-55 t:
:i: f.:
46-50
:3*
4t-45
:i< :i: *
3ó-40
31-35
26-30
2l-25
L6-20
10-15 :!c

s-10
0-5

CUADRO 26. Fonnas sin aféresis, por infornnnte ! nivel de ínstrucción.

6l
4. FonMAS srN ApócopE - coN.tpócopn.
A¡xicupe es el ténnino con que se desi-qna la caída de sílabas finales de palabra. Concre-
tanrcrrte. se tratará aquí el mantenirniento o no de la sílaba inicial de la preposición ¡7ara.
Para elkr, se contabiliz¿rron todas los casos de paru y ¡ta aparecidos en cada uno de los 48
infbnnantes de la muestra, obteniéndose un total de 1380 ocurrencias.

4.1. Datos generales.


Las formas no apocopadas son mucho más frecuentes que las formas apocopadas (CUA-
DRO 27). De todos los casos de f'luctuaciones vocálicas y silábicas estudiados, es éste el que
sigue más la norma estándar; es, también, el que presenta menor variabilidad.

srn apocope con apocope N-


88. r il.8 l 380

CAADRO 27. Formas sfu apócope - con apócope.

4.2. CORRELATOS SOCIALES.


4.2.1. Nivel de instrucción y sexo.
Más que por las diferencias en los porcentajes, las diferencias entre ambos niveles socia-
les se manifiestan a través de la cuasi ausencia de variantes apocopadas en los hablantes de
NA, y en la presencia de éstas (aunque en porcentajes no demasiado altos) en los de NB
(cuADRO28).

sm apocope con apocope frJ=

NA 97.5 2.4 649


NB 79.7 20.2 731

CUADRO 28- Formas sin apócope - con apócope, por nivel de instnrcciótt.

Una situación similar ocure en cuanto al sexo: las mujeres casi no tienen ocurrencias de
¡ra. mientras que krs hombres sí presentan un número estimable de estas ocurenci¿ts (CUA-
DRO29).
sin a¡rócope con apócope N-
hombres 79. ti 20 I (r[)6
nru.ieres 9.4.5 5.r+ lt1
CUADRO 29. Fonnas sin apócope - con apóutpe, por sc-to.

I-as mtrjercs siemprc tienen liecuencias rnás altas de la tbnna estándar ¡snru, sea cual sea su
nivel social (CUADRO 30); los hombres de NB son clararnente el subgrupo menos adherente
ir lir nornla estándar'. Nuevamente, la incidencia de la variable sexo es menos notol'ia en el NA
(luc cn cl Nl], ¡z sc olrserva una incidencia ntayor del nivel en los hombrcs qlre en las tnujercs.

(r li
ll
sm apocope con apocope N-
NA hombres 94.8 5.2 2s0
NA mujeres 99.2 0.8 399

NB hombres 69.3 30.7 356


NB mujeres 89.6 r0.4 315

CUADRO 30. Formas sin apócope - con apócope, por nivel de instrucción y sexo.

4.2.2. Edad.
I
La vadable edad, tomada en conjunto para los distintos subgrupos sociales, no incide en
la elección de las formas para y pa (CU ADRO 3l ).

sm apocope con apocope N-


edad 3 8t .1 12.2 156
edad 2 89.9 r0.0 431
edad I 86.8 r3.I 481

CUADRO 31. Fonnas sitt apócope - con apócope, por edatl.

Los montevideanos de todas las fianjas etarias del NA prcsentan un uso supedor de paru
r¡tre los de NB (CUADRO 32).De hecho, todos los grupos etarios de NB tienen porcentajes
irrf'eriores al807o. Tampoco se observan va.riaciones por edad al considerar en fbrma separa-
tlir los infbrmantes de cada nivel social. De todos modos, vale la pena observar que, dentro
tlcl NA. la fbrma apocopada casi no aparece en los hablantes más viejos, y sí lo hace (aunque
sicnrpre con frecuencias muy bajas) en lcls rnás jóvenes.

con apocop( N-
t .t
sin apocope sln apocope con apócop€ N=
NA erlad 3 9ti.5 1..5 2t1 hombres edad 3 18.2 2 r.tt I tt4
N,,\ edad 2 t00.0 0.0 206 honrbres edad 2 n4. tt r 5.2 l9n
Nr\ cdad I 94.3 5.7 229 honrbrqs edad I 7 6.7 23.3 224

¡,llf cclad 3 78.0 22.0 242 mu.ieres edad 3 L)4. I 5.9 272
\ If edad 2 ri0.9 r9. I 231 mu.ieres edad 2 9.1. I 5.9 23c)
\ lB cdad I 80.2 te.ti 25 rl mu.ieres eclad t 95.-r .r.6 263
('l'll)RO 32. I,-ormas sirr opócope - cott apócope CüADRO 33. F-onnas sitt ctpócope - con apócope,
pur nivel de instrucción y edad. por sex? y edad.

Lrrs mujeres no manifiestan nin-9una variación segúrn la edad. factor que incide al-so más
, r t l r:ompoftamiento de los hombres, aunque no de un modo gradual (CUADRO 33).
l)('ntr'o del NA, todos los subgrupos plesentan un porcentaje cercano o igual al 1007a,
, \( ('l)ro los hombrcs más jóvenes (GRÁFICO 4). Salvcl poreste caso, elcomportamiento de
t, r h rs ltls subgrupos de este nivel es llamativamente homogéneo. No ocune lo mismo dentro
,1,'l Nli. Aquí. cada uno de los subgrupos de mujeres supera bastante en el uso de la forma
, ,|;rrrtl¡u'al grupo masculino respectivo.

69
100
90
80
70
60
50
40
30
20
10
0
edad 3 edad 2 edad 1

enÁftCO l. ()so de formas sin apócope, por nivel de insfruccüry sexo y edad-

4.3. Comportamientos inüüduales


El comportamiento de los montevideanos de NA es, una vez más, mucho miás homogé-
neo entre sí que el de los montevideanos de NB (CUADRO 34). Efectivamente, la diferencia
de rango es en el primer caso de32.5Vo y en el segundo de 90.57o. Dentro del NA, solamente
dos informantes no tienen un uso caüeg ónco de para, y de estos dos, uno presenta un porcen-
taje superior al90Vo. Por el contrario, dentro del NB, sólo dos informantes tienen un uso
categórico de para; el resto presenta un comportamiento variable.

7o NA NB
96-100 * {< {< * {< * {< * {< * * * {< :3 * ¿k {< * {< * {< rf ****:l:k

91-95 *:i< * *:F

86-90 At tS :F

81-8s :F

76-80 >F

7t-75
:F
66-70 4<

61-6s
s6-60 {:*
51-s5 * :i<

:¡.
46-s0
4t-45
36-40
31-35
26-30
2t-25
16-20
10-1s
5-L0 {<

0-5

CUADRO 34. Fornns sin apócop€, por informante y nivel de instrucción.

70
r -t
5. CONCLUSIONES.
A partir de los datos analizados, pueden adelantar las siguientes observaciones genera-
se
les en relación con los comporternientos vocálicos y silábicos:

En todos los casos se comprueba la existencia de una más o menos acentuada variabi-
lidad; máxima en los casos de síncopa, y mínima en los de apócope. Thmbién se com-
prueba que siempre predomina ampliamente el uso de las variantes estándares.

t La marcación estráica se expresa en todos los fenómenos analizados, no sólo porque


¡
los informantes de NA tienen porcentajes sistemática y claramente superiores a los del
NB en el uso de las formas estándares, sino porque (exceptuando los casos de síncopa),
los hablantes de NA tienen comportamientos cuasi categdicos. Esto los dif'erencia de
los hablantes de NB, en los que la variabilidad es más acentuada, admitiéndose incluso
la posibilidad de que las formas no estiíndares sean usadas con una frecuencia parango-
nable, y hasta superior, a las formas estándares.
En relación con la variable sexo, las mujeres tienen siempre comportamientos más
cercanos a la norma estándar que los hombres.
La distribución porcentual pareja y/o no escalonada en las tres franjas eta¡ias conside-
radas, no permiten inferirprocesos de cambio en marcha. Sin embargo, en los casos de
aféresis se observa un escalonamiento por edades, consistente en una leve pero clara
disminución de la variante estándar a medida que los informantes son más jóvenes.

7l
FORMAS ESTÁNDARES - NO ESTÁNDARES:
LA INFORMACIÓN SOCIAL DEL MVEL FONOLÓGICO

Gracieln Barrios

l-os datos analizados en los trabajos anteriores penniten extruer algunas conclusiones
¡lcnerales sobre el comportamiento sociolingüístico de los hablantes montevideanos. En
t'sta instancia me rcferiré a las tendencias generales que, en materia de infbrmación social,
\r¡rsen al analizar el nivel fonológico del lenguaje. En primer lugar estudiaré el uso general
tlt' firrmas estándarcs y no estándares, y luego la incidencia de las variables sociales nivel de
rrrslrucción, sexo y edad. Consideralé asimismo, en forma conjunta, la infbrmación de nivel
r'on ld de edad, tratando de detectar si existe alguna relación entrc la imporlancia de la
rrrlirrmación social estrática de cada variable, y su grado de estabilidad (en cuanto a eventua-
l('s pl'ocesos de cambio). Finalmente, me ref-eriré a dos aspectos relacionados con la mayor
( ) nrcnor variabilidad que pueda detectarse al comparar a los montevideanos de NA y NB: el

t orrrporlorriento individual de los hablantes, y Ia variabilidad de cada fenómenos lingüístico


, orrsiclerado.

I. ITORMAS ESTÁNDARES Y NO ESTÁNDARFS.


l:rr la Intloducción indiqué que los trabajos que conforman este volumen se proponen
.rnrrlizar el comportamientcl variable de ciertos fenómenos lingüísticos. Dicho comporta-
nu('n[() r,ariable se manifiesta (más clarumente en el nivel fbnológico. de un modo más
, r ,rr ¡¡rl¡' j1¡ a nivel sintáctico) a través del uso de dos variantes: una considerada estándzr y otra
, (CUADRO
'rrsitlcrada no estándar
, I ).

variante estándar variante no qs&indar e.iernplos


I Ir iuto cliptongo peluí - ¡rclió
: sIn st t'tco a con slncoll¿l I'lr\ u I'I(I
I sin ¿rfér'csis ccln alér'csis e.\tu - ltt
I \il1 alx)co con apócope PQfu - l)(l
u\() (lc gt'Ltpos cons()n¿illtictls I no r.rso clc gru¡los consonítnticos I i tt.st ift tl tt- i st iÍ tl ol i ttl it t tf t ¡
(r lt\() (lc grupos cons()n¿i¡ltcos ll no uso dc gru¡r()s cc)nsonántcos II uclot'- ut()t
ir\() (lc' -s flnal dc palabra no uso cle -s llnal cle palatrra lll(1.\ - lll(l
l

¡i lxrllrtirl son()l'¿r IZ] palatal sorda lSl lkúZel - lkúíel


C:UADRO I. Vsriantes estít,¿dares y ,to estúndares.

\',rrr;urlt's cstírnclares st'lr iquéllas convalidadas por las -eramáticas normativas y por el

7.1
sistema educativo; se emplean comúnmente en la escdtura y en los registros formales, y su
uso se identifica con el habla de los individuos más cultos de la sociedad. Las variantes
subestándares, por el contrario, son más o menos explícitamente reprimidas por los educa-
dores, y suelen figurar en las -eramáticas n<lrmativas sólo a través de alt¡siones a su eventual
"incorrección"; generalnrente funcionan corno esteretltipos cle habla descuidada, rural e in-
culta: si aparecen en la literatura, lo hacen sólo como un modo de caracterizÍu'a un personaje
o género que trate de reproducir ex proleso este tipo de habla.
Una pdmera visión en conjunto de las vadables estudiadas en los aftículos prccedentes
pemite conrcborar que todos kls fenómemls fclnoló_eiccls seleccionados se encuentran efecti-
vamente en situación de vadación, y que en todas las variables predomina el uso de Ia fbrnla
estándar, excepto en el caso cle los gmpos consonánticos I (CUADRO 2 y GRÁFICO l).

Variantes estírndar no estándar diferertcia Vo


l. formas con hiato-diptongo 75.8 24.1 51.7
2. formas sin síncopa-con síncopa 62.1 31 .2 /t\ \

3. firrmas sin aféresis-con aféresis 7 5.1 24.2 51.5


.1. formas sin apocope-con apocope tiS.l il.8 76.3
5. uso-no uso de grupos consonánticos I 20.5 19.4 58.9 (-)
6. uso-no uso de grupos consonántcos II 5r.3 .113.6 2.7
7. uso-no uso de -s final de ¡lalabra 7?.6 27.3 45.3
8. palatal sonora-sorda (tZl-t5l) 6(r.9 3 3.3 33.6

100
90
80
70
60
50
40
30
20
10
0
2345678
CUADRO 2 y CnÁf lCO l. Uso cle varknúes esthtdares - no estónclares.

Si, como preconiza la sociolingtiística, el lenguaje es reflejo e indicio del funcionamiento


social. podemos inferir que estamos frente a una sociedad que se muestra en -gran medida
receptiva a los modelos lin-eüísticos propuestos por el aparato educativo. Una sociedad que,
en general, privilegia las fonnas lin-eüístices "correctas", aquéllas que f'acilitan el ascenso
social y laboral, y la identihcación con los -erupos de poder. Una sociedad que, sin embargo,
no descarta otras fomas lingüísticas que, aunque menos "cuhas", cumplen también una

74
lrrrrcit'ln importante: la de permitir la conformación de situaciones infbrmales y la de acen-
Ir¡:u la identificación endogrupal.

Lrr sociedad montevideana demuestra a tmvés de su comportamiento lingüístico un grado


rlt't'standarización interesante, y esto es congruente con las consideraciones de Garvin y
l\ l;rthiot ( 1968) acerca de la esüecha relación existente entre estandarización y urbanización.
\ | nrismo tiempo, tarnbién es ciefto que la misma complejidad que implica la urbanización,
l¡rt'ilita la diferenciación de roles y la creación de subgmpos; la variación en el lenguaje no
lr;rt't' sir.ro rtflejar a través del uso de distintas fbrmas de "decir lo mismo". la identidad de los
,lrlt'r'sos grupos sociales que componen una sociedad.

l)cntro de las variables estudiadas, los grupos consonánticos I presentan un comporta-


r n('nl() atípico, en el sentido de que la variante catalogada como estándar, tiene una f't'ecuen-
r r;t l¡lucho menor que la variante no estándar. Dado que los montevideanos ignoran a tal

¡rrrrrto la "conveniencia" de emplear esta vadante, podríamos dud¿u'acerca de su carácter


\ ('lil:r(lel'amente estándar. En efecto, en este caso no parecería estar curnpliéndoselaacepta-
, /' r¿ (lue Garvin y Mathiot considemn como condiciótt sine qua non para la existencia de
rrrr;r lellglra estándar (en este caso, de una variante de la lengua). Otro cascl intercsante es el
,l,' lrr variable 6 (grupos consonárticos II), en que la variante no esuindar prcsenta una fie-
{ u('nr'ia casi tan alta como la no estándar. Para ahondar en Ia discusión de estos conrporta-
r ut'ntos. sin embargo, selá neces¿u'io tener en cuenta las diferencias por nivel social.

l'('r1) Antes de pasar al análisis de los conelatos sociales, quisiera ¿tn¿rlizar las v¿uiables
.r rtt'r'iorcs c'n relación con el graclo cle v¿u'iabilidad que presentan. En sus estudios sobre DPU
rrlr¡rlt'ctos portugueses del Uruguay), Elizairtcín (1987 y 1992:¿; Elizaincín e.a. l9tl7a) pro-
ll( ll(' us¿u-el ténnino t,uriabilidud pam ref-erirse al tipo de variación propio de las sinraciones
f

()ntlcto, en que a la heterogeneidad normal de una lengua (Labov lL)72a), se agrega el


'l('(
,1,",,'r¡trilihrio y la inestabilidad prnpios del contacto. Aunque no se trate de una situación de
{
' 'lf
til( 1()i nla¡rtendré aquí el término variebilifutd para ser cohe-rcnte con la metodología de
. r r. rl is is y presentación de los datos propuesta por este autor.

l';rlrr rnedir la variabilidad, Elizaincín considera las diferenci¿ls porcentuales existentes


, rrtr('lirsvadantesdeunavariablebinaria.Cuantomenoresladif'erenciaporcentualentrelas
r .rr r:urtt's. nrayor es la variabilidacl, y viceversa. Así, por ejemplo, dada una variable X com-

¡'rr,,,lrr f)r)l'dos vadantes, a y b, teniendo ¿/ un porcentaje de ocurrencias de207c y ó un


l' ,rr r'nlilic de 807o. y siendo la diferencia porcentual entre ambas variantes de60oftt, se dedu-
, un rrir(lo de variabilidad muy bajo para el t-enómeno analizado. Por el contrario, dada una
'
'.rr;rlr[']'compuestapordosvariantes,c'yd,teniendocunporcentajedeocumenciasde
| , \' r/ trn porcentaje de 557o.la dif'erencia porcentual de solamente un l07o estaí¿r indi-
"
' .rr(l(l un¿l variabilidad muy acentuada. Al consideraren conjunto las diferencias porcentua-
lr". rlt' un lrucn número de valiables. se puedcn distinguir distintas zonas de mayor a menor
r .r r;rlrilitlatl, y determinar el grado de var-iabilidad de una lengua.

75
Aplicando estos criterios, y teniendo en cuenta las diferencias porcentuales expuestas en
el CUADRO 2. sur_ee una determinada ubicación paa cada uno de los t'enómenos estudiados
(GRÁFICO 2). Dado que casi todos estos l'enómenos se ubican en la zona de máxima varia-
bilidad (0 a 50o/a), podemos deducir que el español de Montevideo pr esenta. para los f'enó-
menos considerados. un grado de variabilidad muy alto.

+estándar -estándar
l00q( 50qi 0(/t s]q, 100'4
t3 7 82
L z(xr¡ cle máxi rna vuriabilidad

CnÁflCO 2. Escala tle variabilidad. futs fen(nrcnos tingiiísticos cottsiderados


se indican con nítmetos del I al 8.

2. CORRELATOS SOCIALES.

2.1. Nivel de instrucción.

2.1.1. Dderencias entre niveles.

Un acercamiento ingenuo al tema del uso de formas estándares - no estándares, podría


hacer penszu que los inclividuos rnás educados usan lirs primeras tbrmas, y que los indivi-
duos menos cultos optan por las se-9undas. Sin embargo, los estudios sociolingüísticos han
demostrado que en comunidades urbanas socialmente permeables, los distintos gt'upos com-
paften muchos rasgos lingiiísticos, incluso aquéllos esti_ematizados, y que las diferencias
entre fos comportamientos ocun€n más bien en relación conlafrccuencia con que se usan
unas u otras tbnnas lingüísticas. Son las dif-erencias de frecuencia, pues, las que caracterizan
y definen sociolingüísticamente los distintos subgrupos dentro de una comunidad, y no ne-
cesariamente los usos invariantes.
Los datos indican la existencia de un patrón de comportamiento sociolingüístico resular,
en el sentido de que los montevideanos de NA usan consistentelnente las variantes estánda-
res con mayor fiecuencia que los montevideanos de NB (CUADROS 3 y 4, GRÁFICO 3).

NA estándar no esfándar
l. fbrmas con hiato-diptongo 84.9 15. r

2. fbrm¿rs sin síncopa-con sínco¡ra 72.6 27.4


3. fornr¿rs sin aféresis-con aféresis 92.9 1.1
4. lbrnras sin apócope-con apócope 97.5 2.5
5. uso-no dc gru¡)os consonánticos I
r,rso 30.2 69.8
6. uso-no Lrso de grupos conson¿intcos II 85.3 t4.7
7. u.so-no uso dc -s fin¿rl de ¡ralabra 85.7 t 4.3

8. palatal sonora-sordil ([¿l-15]) 7 t.3 28.7

C:UADRO .1. Uso de vuriunÍes eslándares - no estóndares en el NA.

76
NB estándar no estándar
l. formas con hiato-di¡ltongo 46.6 53.4
2. fbrmas sin síncopa-con síncopa 5t.2 48.n
3. formas sin aféresis-con aféresis 6t.9 313. I
4. formas sin apócop€-con apóco¡le 79.7 20.3
5. uso-no uso de grupos consonánticos I 6.s 93.5
6. uso-no uso de gnlpos consonántcos II r4.0 86.0
7. uso-no uso de -s final de palabra s9.3 40.7
8. palatal sonora-sorda (t¿l-t5l) 62.6 37.4

CUADRO 4. Uso de vañantes estfudares - no estándares en el NB.

r00
90
BO

70
60
fi0
40
:10

?o
f0
o

GRAFICO 3. Uso de va¡iantes estuíndares, por nivel de instrucción.

.'.1.). "F'uetza" de ln marcacün estráfica.


| .rr rruryor o menor "fi)etza" con que ocurre la marcación social de nivel puede medirse
t' nr('n(lo cn cuenta las diferencias porcentuales entre los hablantes de NA y NB, en el uso de
l,r . r rr¡i¡ultes estándares (CUADRO 5). Pueden determinarce así variables extrcmadamente
, .tr.rtrl it'¿rclas, muy estratificadas, medianamente estratificadas, y poco estratificadas. La in-
l, rr¡¡¡,¡. i,i', social de estas últimas es prácticamente nula, mientras que en las pdmeras esta-
rr rr , , l¡1'¡¡1¡ a marcadores sociales fácilmente reconocibles dentro de la comunidad.

variante esfándar diferencia 7o entre NA v NB


(r. uso de grupos consonánticos II I t.3
l. fflrmas con hiato 42.8
J. firrmas sin aféresis 3 r.0
7. uso de -s final de palabra 26.4
5. uso de grupos consonánticos I 23.7
2. firrnlas sin síncopa 2t.4
-1. lirrnras sin apócope t] .8
ll. ¡ralat¿rl sonora ÍLl 8.1

( l .ll)lto 5. I)iferencia porcentual en el uso de variantes estándares, por nivelde instrucción.

7l
l)c ircucrdo a los datos del CUADRO 5, nos encontramos con lo siguiente:
. Vrriable 6: extremadamente estratificada.
. Variable l: muy estlatificada.
. Variables 2,3,4.7 y 5: medianamente estratificadas.
. Variable 8: poco estratificada.
Los datos anteriores nos conducen una vez lnás a la consideración de que, si bien estamos
tiente a una sociedad urbana claramente estratificada socialmente. la estratilicación no ope-
ra en fbrma de compartirnientos estancos. Se trata, en ténninos -cenerales. dc un tipo de
marcación social moderada.
Por otra pafte, krs casos que aquí han sido catalogados como de estratilicación extrema, lo
son dentro del espectro mismo de variación que prcsentan; en sentido estricto, una estratifi-
cación social verdaderamente extrema debería conesponder a comportamientos invariantes
(categóricos, no variables), y a situaciones de distribución complementaria (un grupo usa
siempre una variante, otro -qrupo usa siemprc otra vadante). En los fenómenos analizados,
no se registró este tipo de clistribución.
Situaciones pzucialmente análogas. sin embiugo, ocurren con algunas de las variables
estudiadas, en que una de las variantes presenta un comportamiento variable en uno de los
niveles sociales, pero cuasi categórico en el otro. Es el caso de los fenómenos 3. -l y (en
menor rnedida) 7, cuyas respectivas variantes estándares oculren casi categóricamente en el
NA, y del fenómeno 5 y (en menor medida) 6, cuyas variantes no estándares actúan de un
modo similar en el NB.
Así, por ejemplo, una pronunciación de la palabra institttto como [ihtitúto], no puede
ofrecer ninguna información social convincente, porque esta pronunciación coincide con la
de la mayor parte de los montevideanos, sean del nivel que sean. Sin embargo si un monte-
videano pronuncia esta palabra corno [institúto], el mantenimiento del grupo consonántico
con -s implosiva acarrea información de NA, ya que prácticamente sólo un individuo con
importante formación académica incluiría esta posibilidad de pronunciación. Del mismo
modo, si un montevideano dice [ónibus] en lugar de [ómnibus], lo más probable es que se
inteqprete esta información como de NB, porque difícilmente un hablante de NA emplea
esta varianter.

2. I. 3. Variabilidad y e standarizpción.
Otro aspecto que resulta interesante observar en relación con el comportamiento de los

De trxlos modos. estas afirmaciones deben relativizalse. porque en nuestra investigación nos bas¿unos en las
pr oducciones t'rrales obtenidas en enhcvistas semi-forn¡ales. El estilo ernpleado aquí por krs informantes es,
pues. bastante rnás controlado que el que emplearían en situaciones más coloquiales. Y si tenemos en cuenta
qr,re buena pafte de las interacciones en que participarnos a lo largo de nnestra existencia son de este último
ti¡lr. con más razón debemos prever que las probabilidades de que un hablante de NA emplee las formas
sulx:st¿índarcs. pueden ser en muchos c¿¡sos mayores que las que surgen de la presente investigación.

7¡f
nrontevideano. L
*O y NB, tiene que ver con el grado de va¡iabilidad de sus hablas. Se ha
st'rialado que las lenguas estándares son menos variables que las no estándares. Esto es así
t orno resultado del estricto proceso de codificación y selección por el que pasan las prime-
r;rs, proceso a través del cual algunas formas son consolidadas y promovidas, y otras ignora-
,lrrs y reprimidas2.
l-e Page y Thbouret-Keller ( 1985). por ejemplo, se refieren a dos tipos de procesos dentro
,lt' las variedades lingüísticas:lafocalizctción implica una disminución de la variabilidad, y
,'s lípica de las lenguas estándares y del habla de los individuos más educados; la difusión
rrrr¡rlica una mayor variabilidad, caractenza el habla de los individuos menos educados, y
l;rc'ilita la aparición de los sustratos regionales.
lln una comunidad urbana y socialmente permeable como la montevideana, y con un
,'lcvldo nivel de escol¿rización. la mayor variabilidad que presenta el habla de los indivi-
,hros rnenos educados es el resultado de una coexistencia no resuelta entre las formas no
,'strinclares que se traen del hog¿r, y las formas estándares que se incorporan en la escuela.
I os hablantes de NB han pasado el tiempo suficiente en el sistema educativo como para
rr('()rporar muchas variantes estándares, pero no para reprimir eficazmente muchas de las
r':rli¡ultes subestándares. En los individuos de NA, la sustitución de unas por otras se encuen-
ttit ('r) un estadio más avanzado3.
| .os clatos de los GRÁFICOS 4 y 5 permiten corroborar las observaciones anteriores. Se
r('llrlxlucen los criterios que indiqué para la elaboración del GRÁFICO 2; tomo en este caso
r .r¡¡1¡ ¡¡fslpncia las diferencias porcentuales indicadas en el CUADRO 6.

Variantes diferencia 7a NA diferencia 7o Nts


1. formas con hiato-diptongo 69.8 -ó.tJ
2. formas sin síncopa-con síncopa 15.2 2.4
3. formas sin aféresis-con aféresis 85.8 23.8
4. formas sin apócope-con apócope 9s.0 59.4
5. uso-no uso de grupos consonánticos I -39.6 -tr7.0
6. uso-no uso de grupos consonántcos II 70.6 -16.0
7. uso-no uso de -s final de palabra 73.2 18.6
8. palatal sonora-sorda (tZl-t5l) 42.6 25.2

('UADRO 6. Diferencia porcentual en el uso de varíantes estándares - no estáttdares,


por nivel de ütstntcción.

l'.rr:r t'l cstudioso de la lengua, las variedades estándarcs son nlenos intelesantes que las variedades no
, ,t.rr(llrrs. por ser las primeras el producto de un deliberado pfliceso de planificación lingtiística (Hudson
| ')x( l) S()n los gramáticos, los lcxícógralbs, los educadores, los académicos. quienes determinan las bonda-
¡ 1, , r I no (lc una detcrminada fbrma lingüística, basántlose e¡r criterios que gene¡almente van de la mano del

l'¡, ',triiio t¡uc Ia rnisrna acaffea en virtud de su uso literario o pol parte de los grupos de poder'.
I )1,\ r:un('ntc. además de la educación formal tanlbién influyen en las elecciones lingüísticas oüos factores
¡ n, I lir ( )cr.tl)ación. las redes sociales, las expectativas de identificación social, etc. lnsisto. de todos modos,
' 'r
, r ('l l:r('t()r'cducativo. por ser e[ paránretro tomado para la estratificación social de la muestra, y porque de
.rlr'rur nr(xl() turnbién los otnrs factores se relacionan con Ia educación.

79
+cst¿inrlar NA -estándar
loo(,( 50Vt 0r'o 509i,
l6 28
7

zona cle nlítxinla variabiliclacl I

GRÁFICO 1. Escala cle variabiliclad en el NA.

+estírndar NB -estándar
t(\0% 50q( o(:( 50(/t

37
tf

zont de ma-\rnla val'rtDrlrdad

CnÁnCO S. Escala de varfubilidad en eI NB.

Los informantes de NA presentan solamente tres variables en la zona de rníxima v¿u'iabi-


lidad. mientras que los de NB present¿rn ciuco, con una ubicación mucho más cercana al
indicador de variabilidad extremo (Oc/o de dif-erencia porcentual). Puede observarse gráfica-
rnente la distribución mayoritariamente didgida hacia el polcr estándar en los hablantes de
NA; los montevideanos de NB presentan un compoftamienLo mucho más autónomo de la
norma prescriptiva, privile-eiando el uso de muchos de los rasgos más típicos de las hablas
coloquiales y no estándares.

2.2. Sexo
Lo que más llama la atención al clbservar el comportamiento de la variable sexo p:ra la
generalidad de los f'enómenos estudiados es que, aunque las dif-erencias porcentuales sean
muy pequeñas. las mujeres en conjunto siempe usan más la tbrma estándar que los hom-
brcs. La única excepción es justamente la variable 8, aquélla en que las mismas mujeres se
han erigido como propulsoras del cambio lin-eüístico de ensoldecimiento de las consonantes
palatales (CUADROS 7 y 8, GRÁFICO 6).

honrbres estándar no esfándar


l. formas con hiato-di¡ltongo 69.4 30.6
2. formas sin síncopa-con síncopa 5 r.9 4tt. r

3. forrnas sin aféresis-con aféresis 67.9 32.1


4. fornras sin apócope-con apócope 79.8 20.2
5. uso-no u.so de grupos consonánticos I 19.7 80.3
6. uso-no uso de grupos consonánticos II 51.2 4n.8
7. uso-no uso de -s final de palabra 68.9 31. I
8. palatal sonora-sorcla (tZl-t5l) 7 4.1 25.9

CUADRO 7. Uso de vañuntes estfutdares - ,rc estándares en los hombres.

tr( )
mu.feres estándar no estándar

1. fnrnl¿ls con hiato-di¡ltongo ri2.5 t7.5


2. fornras sin síncopa-coil sínco¡ra 66.1 33.6
3. form¿rs sin aféresis-c:on aféresis tt4.0 I (r.0
4. fornras sin apócope-con a¡rócope 94.5 5.5
5. uso-no uso de grupos consonánticos I 2t.2 78.8
6. uso-no rlso de grupos consonántcos II 51.5 48.5
7. uso-no uso de -s final de ¡ralabra 7 6.4 23.6
8. palatal sonora-sord¿r (tí]-t5l) 59. tJ 40.2

CLIADR0 8. IJso de variantes estándares - no estándares en las mujeres.

100
90
80
70
60
s0
40
30
20
10
0
34567
GRÁFICO 6. (Iso de variantes estóndares, po,'sexo.

l:n tres casos (variables 5,6 y 7) las diferencias porcentuales entrc ambos sexos son
rrunin.r¿rs,peroenotloscinco(variables 1,2,3y 4)lasmujeressecomportandeunmodo
Ir;rstlrnte más acorde con la norma estándar que los hombres.

l'.slc compoftamiento resulta congruente con otros estudios que han demostrado que, en
,"'n('r'¿rl. las mujeres tienen pref'el'encia por las variantes de prestigio, soble todo si los f'enó-
nr('n()s lingüísticos en cuestión se encuentran relativamente estables. Asimismo, también es
' |,rr,'nrente el comportamiento de las mujeres con lo que ocuffe en situaciones de cambio
lrl'iiístic:o, en el sentido de que las mujercs pasan a lider¿u'el cambio, adoptando la variante
il il tr )\'tt(l()l'a.

.1..t. llclación entre sexo y nivel de instrucción.


| ;rs rlifl'¡encias entre hombres y rnujeres son
-eeneralmente
más acentuadas en ei NB que
, rr,.l NA TCUADROS 9 y 10. CnÁflCOS 7 y 8).

8l
vari&rfes cstándarqs i N'\ hom[:r,-'s i Nn mrücrcs
l. firnnas c{rn hiato | 1t0.5 I t19.0
2. ftrrnras sin sínco¡ru | 6t{.1 | 2.i..¡
3. lbrmas sin aféresis i 9t).4 | t)+.9
4. fr¡rmas sin a¡róco¡re I q+.ll | 9q.2
5. uso de grupos consonánticos I I 26.5 | :-,.3
6. rrso de grupos c(rnsonánticus II i 86.2 i S+.:
7. uso de -s final de palabra | 84.1 | Sl .Z
S. ¡rafatal sr¡nora [¿l | 71 .6 | A¡.2

100
90
80
70
60
50
40
30
20
10
0
12345678
CIIADRO 9 y Cn4,f lC) 7. Uso de varicuúes cstándares en el NA, pors€xo.

t'ariantcs NB mujeres
1. tbrmas con hiato 19.2 6ó.3
2. fbrmas sin síncopa 40.0 55.1
3. formas sirr aféresis 54.3 72.3
4. fomres sin apóco¡;e 69.3 ll9.ír
5. uso de grupos consonánticos I r0.tt 2.5
ó. uso de grupos consonánticos II I5.2 t2.5
7. uso de -s final de palabra 54.0 64.8
8. palatal sonora [2] 70.8 53.0

íc0
90
80
70
60
5C
40
30
20
í0
0
12345679
CIIADRO I0 y GRÁFICO 8. lJso de variantes estándares en el NB, por scxo.

,1,2
l''ontanella de Weinberg (1979:76),ensu estudio de las palatales en el español bonaeren-
sc. tlbsen¡a Io siguiente:
" E s t o s u s o s l i t ry iií s t i c o s p are c' e n c o r rc l ac i onar s e c on fe nrh ne no s e xt ral in g iiís ti -

cos c¡ue seítctlan wt cont¡tortantietúo menos diferenciado de hornbres .v ntujeres de


los grtrpos educatitos núts altos que entre los peftenecientes a los g,rupos nús
bajos. Así, ¡tor ejentplo, ftqv por wn parte una nta),or libenacl ett la nujer de
educ'ación utúversitaria \t wt uso nús.frecuente de g,e.stos, -v de wt vocabulario
que pod ríutt os c'ons ide rrtr típ iccrntente " ntasc ulino " ( " ntal as palabras ", etc. ).
üt cantbio, ett |os gttt¡tos socialntetúe níts bujos existe una actittd nuts cot$er-
v,adora etr cuento e tltt¿nlctrcr iltás c:laranrcnte las pautas de un contpottcuniento
tí¡tictunente ntasculhto, que se nuuúfiesta en una ntú-yor cot$e¡yuciótt de lct eruto-
rkkrcl del hontbre en cl ltog,ur; tm rcclwzo nrusculiln a cont¡tartir las tareas do-
nústicas, wm nruyor diferencia atrc el vocabulario y los tenns de conversación
considerados propios de los hontbres y de las nutjeres, efc."

l.{. Edad.
r\ continuación discuto el conportamiento de la variable edad, en los fenómenos lingüís-
trt r rs considerados. En la mayoría de las variables analizadas (1,2,4,6 y 7) prácticamente no
tlil'elencias entre las tres franjas etarias, o bien la diferencia ocune (en forma muy leve)
lr:r-v
('n un solo grupo en relación con el resto (CUADRO l I y GRÁFICO 9).

variantes estándares edad 3 edad 2 edad I


l. formas con hiato 7 5.3 7 6.2 75. tt
2. formas sin sínco¡ra 57 .6 58.5 66.6
3. formas sin aféresis 80.3 7 6.1 7 r.0
-1.fornras sin apcro¡le 87 .7 ti9.9 86.n
5. uso de grupos consonánticos I I0.0 2r).0 3 r.0
ó. uso de grupos consonánticos II 52. rt 4L).1 52.1
7. uso de -s final de palabra 7 6.6 7 3..+ 67.8
8. pala&rl sonora [2] 90.0 72.1 38.0

100
90
80
70
60
50
40
30
20
10
0
2345678
CLIADRO lI y GRÁFICO 9. Uso de varinntes esftintlares, por edad.

83
Y

Ptx'el contrario. en otros casos se constata un cieÍo ordenamiento (creciente o decrecien-


te) cle l¿rs eclades. Si consideramos qLle la existencia cie u¡l c¿rml'lio lin-eüístico en marcha
puecle medirse en tiempo apalente a través del comporta¡niento cle los gmpos ctarios (Labov
lL)72t), nos encontrarnos con c¡ue la variable 8 entlenta un claxl proceso de cambio, ya que
las diferenci¿rs pt'x'centuales entre l¿rs tres edades son signilicativas y aclemás están escaloua-
das.

Cierto indicios de cambio aparecen también en la variable 5 (con un avance de Ia variante


estándar) y en la 3 (con un leve avance de la v¿u'iante no estándar).
La edad I no parece asulnir un comportamiento de clara aceptación o rechazo de l¿rs
fbrmas estándares. En dos casos (v¿riables 2 y 5) los informantes más jóvenes tienen un
comportamiento más estándar que los hablantes rnírs viejos. En oh os tres c¿lsos (variables 3.
7 y 8), ocun'e lo contado.

3. RELACIÓN MVTNN GRADOS DE ESTABILIDAD Y ESTRATIFICACIÓN


Un aspecto que puede result¿u' intercsante para entender cómo funciclna la marcación
social en cl len_euaje, tiene que ver con la consicleración conjunta del grado de estabiliclad cle
una variable (en cuanto a eventuales procesos cle cambio), y la mayor o mcnor "firerza" de l¿r
infbrmaciórr social estrática que acallee.
La variación sociolin-eiiística entiende que la coexistencia de distintas f,olrnas de "decir lo
mismo" está motivada por la función cle iclentiticación social c¡ue cumple el len-euaje. Si
todos tmnsrnitiéramos los mensa.ies cle la misma manera, cueceríamos de recursos lingliís-
ticos para expresar nuestra identiclacl ¿r tr¿vés dc un constructo cultrual tan primordial conro
es el lenguaje. Por el contr¿rrio, lcios de presentarse corno homo_eéneo. éste oli'ece la ¡rosibi-
lidad de rnanil'estar las distintas identidades -erupales. y de caracterizar las dif'erentes situa-
ciones comunicatir,as, a través de la elección de nnas u otr¿rs fonnas de ex¡rresar un nlisnlo
signiticaclo.
Esta posibiliclad. que lirnciona de rnanera muy clara en el nivel fbnoló-uico. y de un rnodo
más conrple.io y cliscutible en otros niveles del análisis lingüístico. se relaciona también con
otrc factor que v¿r de la rnano con los estuclios sclbre variación: la relaciíln entre variacirin y
carnbio lingtiístico. En cf'ect<1. las variables pueclen penr¿urecer como talcs clurante largos
¡reríoclos clc tiernpo. consolidanclo su inforrnación sclcial, o bien estar invcllucradas t:u proce-
sos de cambio. Dicho dc otro modo: las variantes cle una valiable pueden estar indicanclo.
ademírs de la inÍbrrnación social pcrtinente, quc Lura cle ellas estír tratando de sustituir a la
()tr¿r, de modo ciue poclría ple\¡cl'se que en el lirturo la situación se pudiera l'esolver en Lul
cor.nportamiento cate-uórico de la cornunidad ¡rara el lenómeno lingüístico en cuestión.
Cuando una variable se erncuentra en ploceso cle cambio (y. sobre tc'ldo, si este proceso se
cla en fil'rna rnuy rápida, de moclo que se pueden observar dit'erencias notorias de conrporta-
rnicnto enlre las distintas geueraciones que confbrman una cclmurtidad), la información

ti4
social que transmiten las variantes rcsulta más difícilrnente decoclificable, porque las normas
tlc uso en las distintas generaciones no son las misrnas. Es lo que ocurre, por ejemplo. con el
crrsoldecimiento de las palatales, f-enólneno lingtiístico estL¡diado no sólo para el español de
Montevicleo (r,er el trabajo corespondiente en este mismo libro) sino par¿r otras vadedades
tlt'l español rioplatense, con lesultados similares.
Veamos los datos del CUADRO 12, cn que figurau las ocl'u-l variables consideraclas, ubi-
,'rulas según su grado de estratificación social, y se-eún sLl lnayor o lnenol in'i,olucrarnient() en
l)r1)cesos de carnbio lingtiístico. I-a úrnica v¿riable qLle se preseuta c:olro extl€madamentc
t'str'¿rtificada (la 6) es una variable estable; ptu el contrario, la única variable en proceso de
, runbio (la 8) es también la única con infirrnración estrírtica débil; luego, las tres vadables
, on indicios de cambio (3, 5 y 7) presentan una estratificación social moder¿rda. La estabili-
tLrrl ¡rarcce contribuir, pues. a la consolidación de la infbrrnación social: el involucralniento
('u clalos plocesos de cambio reduce las posibilidades de una fuerte estlatif icación sclcial.
('omo señalo cn el trabajo sobre [a palatal incluiclo eu este volumen. la débil estratif ica-
, rtirr social de la variable 8 repercute en la determi¡raci(ur de cuál es la variante de presti-eio:
¡rrr c:l momento podemos argurnent¿rr que sigue siendo la palatal sonora (considerando su
lrt'e rrc:ncia de aparición. su mayor uso entre los hablantes de NA, y Ias actitudes que genera):
',rrr cnrbargo, si la variante sol'cla sigue avanzando. temrinará siendo la de mayor prestigio.

Variables \iariables con Variables en


estables inclicios de cambio proceso cle cambio
\ :r ri¿rllles extrerlradanrente estratificad¿rs 6
\ ir ri:rlllcs llluv estratificadas I
\ irri:rlllcs rnedianamente estratificacl¿rs 21 357
\ : ¡ r'i:¡ llles poco estratitica(las ri

('l t,ll)R0 12. Características de las variubles estutlkukts, en cuatrto ( nmlor o menor estttbilidad at
¡,'lurititt con los procesos de cambio, ! nrcrlor o nrcnor sensibilitlrtd a Ia estruti.ficaciótt socioucadénica.
+. \/,\IIIACIONBS INDIVIDUALBS.
lr)\ cstudios del nivel fbnoló-sicr¡ constatan cierta tendencia hacia un comport¿lmiento
,rr,r'' lrortt{l-eéneo entre los montevide¿rnos de NA, que entre aquéllos cle NB. L¿rs clif'ercncias
r lr' riurl()r entrc los infbnnantes de cada nivel. inclican que en tres de los f'enórnenos lincliís-

rr' r r" ¡¡¡¡¡¡li7¿6{os. los hablantes cle NA se cor-npoftan notoriamente de un mtldo rnás lronrogé-
r,',, ('nlrc sí. c¡ue los cle NB (u'n el CUADRO l-3 se indic¿rn en negrita ltrs casos en que
il"l',r r'ilnL'nte uno de los nivcles ticne rrna dif'erencia cle rango tnenor que cl otrt'l). Estos
rltrntr:,. ¿r slr vez, tienen un conr¡roftarniento notorianlenle nrírs homo-qéneo c¡ue los de NA
, rr rn:r :;ola cle las variables estuciiadas.

li( { ur'r(lcs('clr.rc la difercncia clc r¿tngo se obticne tcstanckr los lxlcentajes cle mayor l nrcnt¡r uso obtcnidos
r 'r l, ir¡firrnrarrtes de cada nivcl.
I '.,

rJ5
dif. de sln sin sin uso de uso de
rango hiato smcopa aféresis apocope GCI GCII -S Í21
NA 91.0 r 00.0 33.3 32.5 44.0 60.0 35.7 96.7
NI} 100.0 r 00.0 tt 1.7 90.s 11.1 55.5 54.7 90.0

CUADRO 13. Diferencias tle rango en el uso de vañantes estóndares, por nivel de iltstrucción.

lncluso, en el uso de hiato, si exceptuamos a un informante que prcsenta un comporta-


miento muy diferencial. se repite la mayor uniformidad de los hablantes de NA. Este com-
portarniento puede observarse en los CUADROS 14 y 15. que reproducen en conjunto los
datos de cada informante, en cada uno de los niveles sociales considerados. También en el
caso de la síncopa, si se tienen en cuenta solamente los informantes que re-gistraron más de
3 ocunencias para este fenómeno. la diferencia de rango en el NA disminuye aun75Vo,
mientras que en el NB se mantiene en un 100 7o.
La mayor unifbrmidad lingüística de los hablantes montevideanos de NA puede intelpre-
tarse como el resultado de la presión de la normativa impartida por el sistema educativo.
Pero también porque la misma valiedad lingtiística que el sistema educativo propone es, de
por sí, más hornogénea que las variedades no estandarizadas. El sistema educativo, pues.
ejerce una doble acción prescriptora y homogeneizadora: hacia la variedad lingüística que
imparte (tratando de rnantenerla "no contaminada" de "barbarisn-Ios", "vulearismos", "ex-
tranjerismos", etc.), y hacia los usuarios de la lengua (aconsejándoles que no empleen tbr-
mas lingüísticas "vul-9ares". "coloquiales", etc.).
Nótese que el único caso en que los hablantes de NB presentan claramente una Inayor
homogeneidad, es en los gnrpos consonánticos de tipo I. El uso casi masivo de pronunciacio-
nes sin mantenimiento de -s in-rplosiva en palabras como iltstitttto o tmnspot'tur, hace que esta
pronunciación no sea abieftamente considerada corno "inconecta". Por esta razón, los infor-
mantes de NB ni siquiera se plantean la necesidad de incorporar una forma que, además, es de
difícil pronunciación. Sólo al-qunos informantes de NA intentan esa posibilidad, provocando
así un cornpofiamiento menos homogéneo entl'e los moutevicleanos de ese grupo.

Cabe también observar que, a dif-erencia de lo que ocune al considerar el compoftamiento


social en conjunto. aparecen comportamientos individuales prácticamentc invariantes, para
muchos de los f'enómenos considerados. El caso nrás llarnativo es el de apócope, en los
informantes de NA: casi todos estos hablantes Llsan solamente la fbrma estándar. En los
casos de compoftamiento categórico, los montevideanos de NA optan casi sistemáticamente
por la forma estándar; una vez más la excepción ocuffe con los gl-upos consonírnticos [. en
que aparecen unos cuantos informantes de este nivel empleando ú¡ricamente la fbnna no
estándar.
En el NB los comportamientos invariantes también ocuffen, aunque en este caso no siem-
pre la opción es la forma estándzr; efectivamente, encontramos un buen número de infor-
tnantes que opta por usos categóricos de formas no estáudares.

ll6
I
NA hiato sin síncopa sin aféresis ;tn apocopl C'CI GCtr uso de -s uso de [Z]

96- 1 00 {::l:t*X::k :i< * ,j :|< *


:i: Y*:i:i:{::lfl *****. $ :i: >i: f:*:**zi:>?
:i::i< + i' >i: *: $ :i: :i: * :i: * :l: :j. :i: :3 :i: $ *l *:F:k
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16-40 |
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3l-3s I
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26-30 |
2r-2s I
.1, .:. .!, .:. rt,

t6-20 |
to-ts I
:l :l :l + :l':i: * :f

5-10 I * '¡r

0-s I
:f d: :l >3 * d: >i< ¿.

CUADRO 14. Uso de variantes estfutdares, por informante en el NA.

NB hiato sin síncop: sin aféresis iln apocop( GCI GCII uso de -s uso de [ZJ

e(r- 100 ::: ::: :1. :!:tf{:d: {: ;l :l :l :l: $ :i: :f :l $ :l:

el-95 :l :l l.: >N :f f :l: :i: :l {r

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CUADRO 15. Uso de variantes estóndares, por infurmante en eI NB.

81
f iinalmcntc. dcbe tenerse en cueuta que los datos generales manejados al considerar los
inlilrnrantcs corno pertenecientes a unos u otros -qrupos sociales. implican tendencias de
c:onr¡r<lrtamientos, y no una previsión intalible de desernpeños indivicluales. Ef-ectivanlente.
hay inlbrmantes de NA que presentall porcentajes de fbrmas estándares inf'eriorcs a algunos
iltfbrrlrantes de NB. Esto si-enifica que a pesar de la impofiancia que la educación tiene en la
contbrm¿ción de patrones sociolin-ei.iísticos dentro de una comunidad. hay otros f'actoles,
sociales y psico-sociales, que están influyendo en las elecciones lin-eüísticas de los hablan-
tes.

5. CONCLUSIONES.
A lo largo de este trabajo he tratado de analizar en conjunto los comportamientos lingüís-
ticos de los montevideanos en relación con los fenómenos fonológicos considerados en los
artículos precedentes. Los datos han pennitido comprobar que la sociedad montevideana
evidencia patrones de compoftamiento sociolingüístico recurrentes, que podemos resumir
de la siguiente manera:
. La sociedad montevideana, vista en conjunto, presenta un empleo llamativamente alto
de las variantes estándales. De esto se deduce una incidencia notoria de la educación (y
de la variedad lingüística que la misma se plopone transmitir) sobrc el comportamien-
to de los hablantes. De todos modos, también se comprueba un mantenimiento intere-
sante de las fonnas consideradas como no estándares, lo que estaría pautando un con-
flicto entre fbrmas que ¿rcarrean un ¡trcstig,io abiefto o e-uplícito (convalidado básica-
mente por las políticas lingüísticas llevadas adelante por los -srupos de poder), y un
¡trcstigio ettc'ubierto (identificado con valores y atributos culturales del endogtttpo,
menos accesibles a la influencia del aparato educativo y planificador) (Labov 1972a).
. La variable social que incide más claramente en elcomportamiento lingi.iístico de los
montevideanos es el nivel de instrucción. De un rnodo absolutamente sistemático, los
montevideanos de NA adoptan las variantes estándares en porcentajes superiorcs a los
montevideanos de NB. La "fuerza" de la estratificación social, sin embargo. tiende a
ser moderada (comportamientos probabilísticos. en Iugar de categóricos; diferencias
porcentuales poco acentuadas). Este compoftamiento lin-etiístico sería el corelato de
una conrunidad socialmente estratiticacla. pero rclativamente pernreable. con accesos
luncionales tluidos y posibilidades de interacciótr intergrupal.
. Hay un¿rtendencia hacia un uso mírs acentuado de las v¿rriautes estárrdares por parte de
lns rnujeres. excepto para la variable en rápido proceso de cambio. Este compoflamien-
to comrbora la observacirin de otros estudios sociolingüísticos que indican que las
mujeres suelen ¿rdherir más que los hombres a las h;nnas de pr-esti-eio. pero que. en
situac:iones de cambio, lo Iideran aunque la vriante innovadora sea originalntente poco
prcstigit-lszr.

NX
La incidencia de la variable sexo es menor entre los montevideanos de NA que entre
los de NB, comportamiento que también coincide con el de otros estudios sociolin-
güísticos, y que ha sido explicado como el resultado de una menor diferenciación fun-
cional y laboral entre los hombres y mujeres de NA, que entre aquéllos de NB.
[.os datos no han indicado que en este nivel de análisis los montevideanos más jóvenes
manejen sistemáticamente variantes menos estándares que los hablantes mrás viejos
(de todos modos, téngase presente que se trata en todos los casos de informantes adul-
tos, mayores de l8 años).
Se detectó una variable fonológica en claro y rapido proceso de cambio, dos con indi-
cios de cambio, y cinco en situación estable. La variable en proceso de cambio nápido
(ensordecimiento del fonema palatal li:/) implica la situación sociolingüísticamente
más compleja del habla montevideana en la actualidad. Este hecho provoca no sólo una
fuerte concientización del fenómeno entre los montevideanos, sino también un posible
cambio de la norma de prestigio.
Existe cierta relación entre grados de estratificación y grado de estabilidad en los fenó-
menos lingüísticos estudiados: las variables en proceso o con indicios de cambio, no se
presentan como fuertemente estratificadas.
El habla de los montevideanos de NA es claramente menos variable que el habla de los
montevideanos de NB. El estudio de las v¿riaciones individuales también indicó una
tendencia hacia un comportamiento más homogéneo entre los hablantes de NA, que
entre los de NB. Ambas situaciones pueden interyretarse básicamente como el resulta-
do de una mayor presión que el sistema educativo ha ejercido sobre las decisiones
lingüísticas de los montevideanos que tuvieron más años de educación formal.

89
n

IUARCADORES
MoRFoFof{ol,óclcos
Y MoRrosnrrÁcTrcos
USO DE.S EN SNTAGMASNOMNALES PLM

I-aurct Mntteo

r. PRESENTIcTóN.
En este trabajo se aborda el condicionamiento f'uncional de -s final de palabra en sintag-
rrras nominales plurales (SNpl), en el español hablado en Montevideo.

Numerosas investigaciones han constatado que la caída de -s final de palabra es un fenó-


lucno muy extendido en el español y en el portu-eués (Terrell 1975, 1918a y 1978b, De
(iranda 1988 y 1994, Cepeda 1995, Elizaincín e.a. 1987. Banios 1996a y 1999, Pereira
Schene 1988, l996ay I996b,DeSouzaCamposyRodrígues 1992).Enlashablasvernacu-
lirrcs de contacto entre español y portu-eués este l-enólneno se acentúa. Por ejemplo. Elizain-
('nl e.a. (1987) encontraron que en los dialectos poftugueses hablados en el Uruguay, son
rrrrry flecuentes los SNpl con ausencia de concorclancia de número. Esto ocune no solamen-
l('cn los SN que tienen como única marca de plural la -s (como en las cuscts), sino talnbién
('n rquéllos en que l¿r marca cle plural se rcaliza a través del morfema -es (como en 1r.,s
t t'tit ) l'( S ).

lju vados estudios se ha constatado que la conservación de -s en mod'enras de plural


,x'un'e más ftecuentelnente en el determinante que en el nombre. En sus trabajos sobre el
('\l)uñol del P:uzrguay, por ejemplo, De Granda ( 1988 y 1994) menciona entre los principales
l:rt'loles que favorccen la elisión de -s, justamente el contexto sintáctico con indicación
r,'t lundante de plurialidadr.

l)c Souza Campos y Rodrígues (1992), al i-eual que otros estudiosos del fenómeno,
lr,rrr rlemostrado que existe una no aleatoriedad de presencia-ausencia de marcas de
t'lruul en los elementos del SN. Esto quiere decir que hay factores lingüísticos que
ur( r(lcn en la decisión del hablante por mantener o no las marcas de plural en
-eeneral,
,, ,'l scgrnento -s en particular.

l'l corpus ernpleado para el presente estudio fue elaborado a paftir de las 48 -erabaciones
, ,,n inlillmantes montevideanos, mencionadas en la Introducción de este libro.

| ,rs lirctores sociales que influyeu en ese sentido son: el bilingüisnro, la localización rul'al. los sociolectos
rrlt'riolcs urbanos. las situaciones informales y el sexo masculino.

93
El estudio se restringió a las siguientes esffucturas de Determinante + Nombre:
.Artículo + Nombre
.Numeral + Nombrc
.Demosffativo + Nombre
.Posesivo + Nombre
.lndefinido + Nombre
Dado el alto número de ocurrencias existente en algunos casos, se fijó un límite de 30 para
la estructura Artículo + Nombre, y 20 para Numeral + Nombre, para cada uno de los infbr-
mantes relevados. El total de ocunencias manejadas fue de 2796,luego de haberse descafta-
do los siguientes casos:
a. SN que contenían alguna palabra extranjera. del tipo nis hobbies,los purtk.
b. SN que, por el contexto fonológico de la -s final (delante de otra /s/, lXl o /fD, ofrecían
dificultades de discriminación auditiva; ej.: las esperurcos (se...),los jerarcas,lasfra-
zadas.
c. SN constituidos por las formas ottos y clerttts; ej.: /os ottos, los dentás.
d. SN con determinantes o sustantivos mortbló_eicamente invariables para la categoría de
número; ej.: los miércoles, las crisis.
En este artículo sólo se estudiará el compoftamiento de la -s del morfema plural, sin
tomar en consideración si quedan rastros de marcación moúblógica de plural (como en
señore). Es decir, no se considerará en conjunto la presencia o ausencia del morfema de
plural, sino solamente el condicionamiento funcional de -s como parte de dicho morfema.

2. DATOS GENERALES.
Dentro de los SNpl contabilizados, las posibilidades de mantenimiento - caída de -s
fueron las siguientes:
a. uso de -s en los dos miembros del SN:
tus anúgos
uno.t esquetnas
b. uso de -s sólo en el determinante:
los ti¡to
esas persona
c. uso de -s sólo en el nombrc:
lct costts
poc'o docwtrctúos
d. ausencia de -s en ambos miembros del SN; en estos casos se infiere la condición de
pluralidad a truvés de otra m¿urca modosintáctica:
lo dirigente
la piedra (caían)

94
Las estructuras Numeral+Nombre, a su vez, pueden realizarse a través de la presencia o
ausencia de -s sólo en el sustantivo, ya que el determinante es invariable:
cuatro años
dos nteses

Los datos del CUADRO I muestran que la opción r¿ es la más frecuente, seguida por la
opción á; los casos c y d son muy infiecuentes.

a. l). c. d.
(Det+s)+(N+s) (Det+s)+(N+O) (Det+$)+(N+s) (Det+s)+(N+s) N=

¿rrtículos + N 17.8 50. l 0.6 t.l 1270


rlemostrativos + N 53.9 33.5 3.9 8.5 r52
lx)sesivos + N 63.6 35.9 0 0.4 220
inclefinidos + N 54.8 38.8 2.3 3.9 427
'lf rtal 5l.l 4s.0 1.1 2.5 21e6

CUADRO I. aso de -s en SNp\ por tipo de determinantes del SNpl.

[)clr su pat1e, la estructura Numeral+Nombre presenta un porcentaje muy elevado de au-


st'ncia de -s en el nombre (CUADRO 2).

Num+(N+s) Num+(N+O) N-
53. I 47.8 727

CAADRO 2. Uso de -s en SNpl en estruclwas Numeral+Nombre.

Los datos anteriores coinciden con las investigaciones de Barrios e. a. (1989) para el
,'s¡xrñol de Montevideo, y De Souza Carnpos y Rodrígues (1992) para el portugués del
llrlsil. En ambos trabajos se constató que la primera posición (a la izquierda del núcleo)
l:rvrlrece la presencia de marcas, y que los determinantes favorecen la conservación de -s,
rricntras que los sustantivos y los adjetivos favorecen su elisión.
l)csde un punto de vista funcional, este comportamiento podría inte¡pretarse teniendo en
r u('nt¿l que la primera posición cumple la función de anunciar la pluralidad: de este modo,
,'sl¡r rn¿ucación se vuelve rcdundante en las posiciones siguientes y, por lo tanto, prescindi-
I tlt'.

l'.rr la presente muestra del habla de Montevideo, algunos de los pocos casos hallados del
rr¡rr (Dst-s)a(N+s) o (Det-s)+(N-s) fueron los siguientes:
tt ti t e.sponsabilidade
('.tl(, tnonrcnto
Itt ()SQS
L¡r concentración de ocurencias en las opciones I y 2 sugiere que, en los SNpl,la ausencia

95
t'
t
i

cle -s es un l'enómeno que af-ecta


sustancialniente al nombre. Por este motivo, de aquí en rnás el
informe se centrará en estas dos opciones, que totalizan en conjunto 27 19 ocunenci¿n.
El CUADRO 3 indica la existencia de una situación altamente variable, ya que la presen-
cia de -s en el nombre ocun€ aproximad¿rn¡ente en la ¡nitad de los casos.

(Det+s)+(N+s) (Det+s)+(N+O) N=

52.8 4t .l ?7 t9
CUADRO 3. Uso - no ttso de -s en los nombres de los SNpl.

Ahora bien, existe una tendencia a una mayor conservación de -s en el nombre cuando
éste está precedido por demostrativos y posesivos (CUADRO 4). Por el contrario, numemles
y artículos son los detemrinantes que más favorecen la ausencia de -s en el nomble.

(Det+s)+(N+s) (Det+s)+(N+O) N=

posesivos 63.9 36.0 219


demostrativos 6r.6 39.3 133
indefinidos 5 8.5 4l .5 400
numerales 52. r 41 .8 727
artículos 48.6 5 1.3 t240
CUADRO 4. Uso - no ttso de -s en los nontbres de los SNpl,
segím categoría gramatical del detenninante.

3. CORRELATOS SOCIALES.

3.1. Nivel de instrucción y sexo.


Desde el nromento en que el rnodelo lingüístico que se imparte a través de la educación
fbrmal se identifica con el uso de -s, puede esperarse que los individuos de NA ten-gan
porccntajes de rctención mayores que los de NB. Llama la atención, de todos modcls. la
claridad con que se manifiesta la marcación social; en efecto. los porcentajes de retención en
el NA y de no retención en el NB son prácticamente i,9uales, cle modo que los hablantes de
NA se muestran prcdominantemente acordes con Ia norma estándar, y los de NB predomi-
nantemente transgresores de la urislna.
De todos modos, también en el NA la ausencia dc -s en los nornbrcs de los SNpl es
relativamente fi'ecuente. Io que indica que ni siquiera en los hablantc-s urírs instruidos la
inciclencia normativa induce comoortarnientos de carácter catesóric:o.

(Dct+s)+(N+s) (Det+s)+(lt{+O) N=

NA I t.l 2ti.8 I -l-ló


NT} 32. r (r7.8 t213

CUADRO 5. (Jso - no uso de -s en los nombres de los Slr{pl, por nivel de instrucción.

() (r
I
I

La tendencia mucho más acentuada por parte de los informantes de NA hacia la retención
(CUADRO 6). En los
clel segmento sibilante, se mantiene sea cual sea la estructura del SNpl
sintagmas con demostrativos y posesivos, la diferencia porcentual entre niveles es sin em-
bargo algo menor que en los demás casos.
articulo+N nuneral+N dernostrativo+N posesivo+N indefinido+N
NA 66.9 76.0 72.5 78.7 72.r
N=672 N=300 N=80 N=132 N-262
NB 26.9 35.3 45.2 41.3 32.6
N=568 N=427 N=53 N=87 N= 138

CUADRO 6. aso de -s en los nombres de los SNpl, según categoría gmmatical del determinante,
por nivel de instuccün.

Los datos obtenidos no permiten apreciar diferencias entre el comportamiento de hom-


bres y mujercs (CUADRO 7).

(Det+s)+(N+s) (Det+s)+(N+O) N=
hombres 52.3 47.6 1348
mujeres 53.3 46.6 t37l
CUADRO 7. Uso - no uso de -s en los nombres dc los SNp\ por sexo.

Sin embar-eo, el comportamiento de hombres y mujeres varía se-eún el nivel social al que
ttrtenecen (CUADRO 8). Mientras que en el NA los hombres tienen porcentajes algo supe-
r()rcs a las mujeres, en el NB se da el caso contrario. Ademiís, en el NA la diferencia entre
lronlbres y mujeres es menos acentuada que en el NB.

(Det+s)+(N+s) (Det+s)+(N+O) N-
NA hombres 73.1 26.9 717
NA mujeres 69.3 30.7 729

NB hombres 28.8 7 r.2 631


NB mujeres 35.4 64.6 642

CUADRO 8. Uso - no uso de -s en los ttontbres de los SNpl, por nivel de instrucción y sexo.

t.l lidad.
| .rrs edades I y 3 tienen un compoftamiento lingüístico muy similar, mientras que la edad
' lr('scnta un uso de -s bastante inf'erior al de las otras edades (CUADRO 9).

(Det+s)+(N+s) (Det+s)+(N+O) N-
edad 3 57 ..1 42.5 907
edacl 2 4t.2 58.7 875
edad I 59.3 40.6 937

CUADRO 9. Uso - t o uso de -s en los nontbres de los SNpI, por edad.

97
La ausencia de -s en el nombre de los SNpl ocure más frecuentemente en la edad 2, en
los dos niveles sociales considerados. De todos modos, son justamente los informantes de
NB de esa edad los que alcunzan porcentajes de caída más elevados (CUADRO l0).

(Det+s)+(N+s) (Det+s)+(N+O) N-
NA edad 3 75.5 24.5 4ett
NA cdad 2 60.9 39. r 456
NA edad 1 76.2 23.8 492

NB edad 3 35.4 61.6 409


NB edad 2 19.8 80.2 1t9
NB edad I 40.6 59.4 445

CAADRO 10. Uso - ,ro ttso de -s en los nontbres de las SNpl, por nivel de instntcción y edad.

Al analizar el cruzamiento de las variables edad y sexo, se observa una relativa homoge-
neidad entre los distintos subgrupos, excepto en los hombres de edad 2, que tienen una
peferencia mayor por la variante no estándar (CUADRO 11). Las mujeres de edad 2 son
también las que presentan los porcentajes más bajos dentro del sexo f'emenino.

(Det+s)+(N+s) (Det+s)+(N+O) N-
hombres edad 3 59.9 40. r 432
hombres edad 2 36.0 63.4 458
hombres edad I 6 r.5 38.5 458

mujeres edad 3 55. I 44.9 415


mujeres edad 2 41 .0 53.0 4t7
mujeres edad I 57.2 42.8 479

CUADRO Il. Uso - no uso de -s en los nombres de los SNpl, por sexo y edad.

100
90
80
70\
60
50
40
30
20
10
0
edad 3 edad 2 edad 1

CnÁf lCO I. IJso de (Det+s)+(N*s), por nivel de htstrucción, sexo y edad.

98
rl 1

'lirdos los subgrupos de NA se ubican muy por


encima de los de NB (GRAFICO l). Por
, )llit p¿tfte. dentro del NA los subgrupos de edad 2 se mantienen por debajo del resto de las

,'t lrules. sea cual sea el sexo de los infbrmantes.

l.a tendencia hacia un menor uso de -s en la edad 2 se repite en cada uno de los subgrupos
,lt'l NB, sólo que entrc los hombres la diferencia es mucho mayor que entre las mujeres. Los
lr()nlbl'es de NB de edad 2 se erigen como el subgrupo social rniás alejado del modelo nolma-
tr\'(), con un porcentaje de retención extrcmadamente bajo.

I. COMFORTAMIENTOS II\DTVIDUALES.
lrl comporlamiento de los montevideanos es más homogéneo en el NA que en el NB. En
, ' | ¡rritner caso la diferencia de rango es de 4lvo, mientras que en el segundo es de 7 | .2o/o
rt'l I¡\DRO 12).

Va NA NB
96-100
91-95
:l :i :i: ;l
86-90
:! f :i< :i:
81-85
76-80 :i: .'l: 2< :i:

7t-75 t: -i.

.:.
66-70
:i.
6l-65 :j. -;!

:r l: * :l {<
s6-60 :i:

.¡-
5r-55
F' FP
-¡! .¡.

46-50 :F 'i-

4l-45 .i. .:. .!. .!.

36-40 .i' .i-

31-3s -;'

26-30 x<

2r-25 -l-

16-20 l: :f :f :i:

10-15 :i: :l

s- r0 .i- -i.

0-5 ,ñ

CUADRO 12. Uso de -s en los nontbres de los SNpl, por inforntante.

\. ('ONCLUSIONES.
| | uso rlc -s como marca de plural en los SNpl ha demostrado tener un cl¿ro condiciona-
il il,'nt( ) lirrgtiístico tuncional, básicamente en relación con:
' l:r r rhicación de -s (la retención ocurre prácticamente siemprc en el determinante, mien-
turs (plc puede no darse en el nombre).

()()
' la categoría g;aticA del determinante del SNpl (la ausencia de -s es menos acentua-
da.cuando el nombre está precedido por un artículo o por un numeral).
Asimismo, este fenómeno ha demostrado ser sensible a la correlación social, sobre todo
de cr.ácter estráüco: cuanto miás bajo es el nivel de instrucción de los hablantes, más proba-
bilidades tienen de elidir la -s en el nombre de los SNpl. I-a importancia de este factor social
en relación con la eventual incidencia de los otros dos factores sociales (edad y sexo) permite
inferir que la caída de -s en los SNpl funciona como un claro marcador de nivel social.
Finalmente, dado que las dos variantes apare,cen en todos los subgrupos sociales estudia-
dos, podemos establecer que se trata de un marcador probabilístico; esta caracterización se
atenúa en los informantes hombres de edad 2 y NB, en que la ausencia de -+ en el nombre se
presenta como casi obügatoria

100
USO DE HAB ERvTÁS SINTAGMA NoMINAL PLURAL

I-aura Matteo
I-aura Musto
Rosanna Peveroni

r. I,RESENTA,cIóN.
l'.¡l este informe abordamos el estudio de un fenómeno morfosintáctico variable en el
I r, rlrll de Montevideo: el uso de ftab¿ren construcciones con sintagma nominal plural (SNpl)'.

lrl tipo de variación que aquí se discute es la que ocuffe en secuencias como Habíufiestcts
,, llttbíanfiesf¿s. Mientras que la estructura no concordante es considerada como la "con€c-
t.r" tlcsde el punto de vista normativo, la concordante suele ser rcchazada por los puristas del
r,lronl¿rr. De todos modos, y más allá de las recomendaciones prescriptivas, el uso de la
l, nra concordante está verdaderamente extendido en el habla de Montevideo.
'r
Nos cncontramos frente a un caso de variación morfosintáctica, en cuyo tratamiento inte-
r, ',;r tlcterminar si el uso de una u otra variante implica cambios en el significado rcferencial.
I rr rt'lación con esto, Lavandera (1984: 45) propone
"dabilitar la cottdición de c1ue el .significado deba ser eI misnto para todas las.for-
nrus altentanfes, \ reenq)lazarla ¡tor una cutdición de contparubilicladfurrcional".
l',slu autora indica dos condiciones para el análisis de variantes sintácticas:
" l) pueda probarse que son portacloras cle significación social v estilística
cpte
(...) 2) que pueda prubarse clue sotx tut tipo de instrunrcnto del l.ertguaie sente-
t,
.¡(ttúe a las variables.fonológicas, es decií elententos cuya propiedad definitoria
('.\ unu covariación cttattificuble ), cort respecto a los cuales las rclacione,s de
litt'uerrcias ntisntas son las qtte señalcut tliÍercncias" @.a5-a6)
{ 'orr resp€cto a la primera condición, la normativa impartida en la escuela señala que Ia
l, 'r n rir no concordante es la estándarr, y que la concordante es "incorecta". A paftir de esto,

| ,r¡rrlriú¡r relevarnos las construccit.rnes con /r¡¡¡ ¿,r'más SNpl, espcrando encontlar una variación sinrilar a l¿r
,l'' ltt¡ln'r. Sin enrba-eo. sobrc un trxal de 120 construcciones con lncer. hubo sólo dos ocunencias con la
l,fr lll;r (ofrcoldante ("r'zrlr u hucer <asi dos utits:;'' y "ltacúut ttts rncses").
l', \ t t )tu'or¿urt'ir¿ la Real Acadentia Española ( 1973: -186) entic'nde "l¿¡ igualdatl de gén(, o v tuimero cntre
,r,l¡, tnrt o arlículo 1' slsf¿¡¡¡¡ir.,¿r, t lu i.t4uuldud de núnrcnt r per:;otrct ettre el t,erbo t,su sujcto".
\ r r ur rr rn t 987: 325) entiende por e.rtrírrrlra'aquello que "lrf) is untsidered k¡ be correct untl speukers usirtg
1

,'tlt, t tttridi¿.t tuz c¿n'tected in Í|rc lirection ol the statulatrl vuricn:'.

I0I
nuestra idea inicial es que el uso de la fbrma concordante en el español de Montevideo puede
estar en relación con la v¿riable nivel de instrucción, de manera tal que el porcentaje de
aparición de la forma concordante sería mayor en hablantes de NB que en hablantes de NA.
En cuanto a la segunda condición, se trata de un rasgo cuantificable: son prccisamente las
relaciones de frecuencia las que van a señalar diferencias entre un grupo social y otro.
Fontanella de Weinberg (1992) ha estudiado la v¿u'iación de lruber a lo largo de la historia
del español bonaet'ense. encontrando que desde el siglo XVIII coexisten las fbmas "imper-
sonal-existencial" (no concordante) e "intransitivo-existencial" (concordante):
"Podentos afinnar que lu variución cpe ho¡t existe etúre huber intparsonul-exis-
tettciol ¡, lrcber itúrcnsititt¡-e.ristettciul es el rcsultctdct de un cunplio ¡troceso cle
canúio que ¡todentos obseruar en los t:ittco sigbs de espuñol mnericuno, peru
que etr realiclad uturca dos nül años utrá.s ¡, qbarcct diversos ttsos cle lutber conn
tuicleo verbul ), c't¡nto auriliar desarru¡lladr¡s u parf ir tle su original valor poscsi-
vo" (1992: M).
Esta variación obedece, según Fontanella de Weinberg, a la acción de dos fuezas opues-
t¿ts: por un lado, una tendencia conservadora del lenguaje apoyada por la normativa. eviden-
ciada a su vez por la insistencia de los gramáticos en preservar la forma impersonal-existen-
cial; por otro lado, una presión del sistema de la lengua por ubicar al verbo haber en una
subclase más amplia de verbos intransitivos existenciales.
Desde su posición notmativa, la Real Académica Española (1973) señala que en estas
construcciones el verbo haber tiene un uso impersonal: el sujeto queda indeterminado, y el
SN que le sigue cumple la función de objeto dirccto. Sin embargo. reconoce que en algunas
provincias españolas y en algunos países latinoamericanosr, los verbos haber y lrtcer, en
construcciones donde indican existencia o presencia. son interpretados como verbos perso-
nales. Casos de concordancia se encuentran también, en fbnna esporádica, en ciertos autores
clásicos como Cervantes.

2. DATOS GEI\ERALES.
Trabajamos con la muestra de 48 hablantes montevideanos adultos indicada en la Intro-
ducción de este libro. Se contabilizaron I I I ocumencias de haber más SNpl, exceptuando
las form¿s del Presente Indicativo, ya que en ellas no existe variación.

Se descartaron además los siguientes casos5:

a. SN compuestos por un elemento singular y otro plural:


"lnbía uno o dos edificios altos"
"había un peral, ciruelos"

4 Ver, por ejemplo, Quilis (l9tl3) y Bentivoglio y Sedano ( 1985).


5 En todos estos casos descartados. el verbo haber siempre se prcsentó en singular'.

t02
b. estructuras en que el SN aparece en el turno del interlocutor:
"Qy hay robos por acá por el barrio?f'
Si, ln habido"

A partir de los datos analizados, pudimos comprobar que aunque el uso más fiecuente es
r'l que atiende a la propuesta normativa, una de cada tres ocurrencias se presenta con la
l,.tnnafuiber en plural (CUADRO l).

haber singular haber plural


64.8 35. I

CUADRO 1. Uso dehafur singalar - plural.

.I. CONTEXTOS LINGÜÍSTTCOS.

.1.1. Forma verbal.


lrn el CUADRO 2 se indican las ocurrencias de cada una de las formas verbales que
;r¡urrccieron en el cotpus. Como vemos, la gran mayoría corresponde a construcciones con
I n tI ú t -Inbían v hubo-hubierc¡n.

haber singular haber plural N=

l- había / habían 66.2 33.7 ri3


2- hubo / hubieron 50.0 50.0 l4
3- ha habido/tra habido 66.6 33.3 3
4- hal¡ía habido/habían habido 0.0 100.0 I
5- haya/hayan r 00.0 0.0 3
6- hubiera/hubieran 100.0 0.0 2
7- perífrasis 60.0 40.0 5

CUADRO 2. Uso de lnber singulnr - plural, segím fomtas verbales.

.1.2. l,irrmas verbales simples y perifnísticas


Si sc trbsclr¡t el uso de lmber en las formas verbales simples y perifrásticas, es posible
{ ur\llf ilr que les fbrmas singulares son más frecuentes en los tiempos verbales simples que
|

,'n los ¡rerifiásticos (CUADRO 3). Una explicación de este comportamiento podría ser que,
n l su nriryor complejidad, en las estructuras perifrásticas el uso no estándar de lruber apare-
f
l
r t' rf riis "rlisirnulado" (Naro y Lemle 1977').

haber singular haber plural f{=


formas simples 6s.6 3.1.3 r02
formas perifnisticas 55.5 44.4 9

('(|AI)RO 3. Uso dehaber singular - plural, segúnformas verbales simples o perifrósticas.

r03
33. hetérito indefinido y pretérido imperfecto.
El grado de "saliencia" también influye se-eún las car¿cteísticas morfológicas de los tiempos
verbales. Si nos atenemos al razonamiento anterior, las formas plurales deberían ser más
frecuentes en las construcciones con pretéritcl imperf-ecto que en las construcciones con
pretérito indefinido, cosa que ef'ectivanrente ocurre (CUADRO 4). La fbrma no estánd¿u de
lnber pasa más desapercibida en el imperfecto que en el pretérito indefinido, porque la
diferencia entre lrubía y lrubían se reduce a un solo fbnema, mientras que en el pretérito
indefinido las variantes tienen una morfología más diver-eente (hubo - Irubieron).

haber singular haber plural N=


pretérito indefinido 66.2 33.7 83
pretérito imperfecto 50.0 s0.0 t4

CUADRO 4. Uso de hafur sütgttlar - plural, segútt tiempo verbal.

3.4. Oración principal o subordinada.


Otro aspecto lingüístico interesante en relación con las observaciones anteriores, tiene
que ver con la ubicación de lmber dentro de una oración principal o subordinada:
oración principal: "habícmntaterias de un setnestre"
oración subordinada: "etúonces tú bajabas dos, tres escalones c¡ue lrubían"
En la oración subordinada hay un uso relativamente más frecuente de las formas con
Inber plural que en las oraciones simples (CUADRO 5). De hecho, cuando lruber está en
una oración simple es más probable que no concuerde con el SNpl que Ie sigue, mientras que
si se encuentra en una oración subordinada, es más probable que sí lo haga.

haber singular haber plural N=

oración simple 69.6 30.3 89


oración subordinada 15.4 54.5 22

CAADRO 5. Uso de llalbr:r sütgular - plural segím omciones sünples o subordinada*

Siguiendo con el razonamiento de Naro y Lemle, podría considerarse que si el vel'bo


lruber está en una oración subordinada pasa más desapercibido en relación con su antece-
dente, que si está en una oración principal.

3.5. Rasgos semánticos del SN.


Bentivoglio y Sedano (1985) han estudiado el verbo lruber impersonal en el habla de
Caracas, tomando como vadables lingüísticas los rasgos semánticos del SN: [+/- humano] y
[+/- plural]. El rasgo [+ humano] indica que el SN posee un referente que es humano, mien-
tras que el ra.sgo [+ plural] refierc a la reiteración de la idea de pluralidad por medio de:

104
"un modifrcador ildefinido o numeral, Ete explícitarnente iltdique pluruIidad;
presertcia de dos o nús FFNN coorditndas,lo que sugierc idea de pluralidad:
pctsición preverbal de la FN plural, sea por extraposición sea por constituir la
FN el antecedente de wta cláusula relativa cu¡,o verbo es haber" (pág. 8).
Aplicando estos criterios para identificar los r¿rsgos del SN que aparecen en las constmc-
r'ron€S con haber de nuestro corpus, encontramos que los msgos [+ plural] y [- humano]
l:rvorecen más la aparición de la forma concordante que los rasgos [- plural] y [+ humano],
r t's¡rectivamente (CUADROS 6 y 7).

haber singular haber plunal N-


[+ pluratJ 56.5 43.4 69
[- pturall 78.5 2t.4 42

CUADRO 6. Uso de habrlr singular - plur{ segírn rasgo [+/- pbmQ del SN.

haber singular haber plural N-


[+ humano] 73.5 26.4 34
[- humanol 6l,0 38.9 77

CUADRO 7. Uso de lntu singular - pluml scgúnrusgo [+l- hwwto] del SN.

.t. ( ]ORRET-ATOS SOCIALES.

.1.1. Nivel de ins'trucrcitón y sexo.


| ;rs fiormas estiándares (luber singular) son mucho m¡ís frecuentes en el NA que en el NB
rt 'l | ,\ I)RO 8). Mientras que los informantes de NA tienen un porcentaje muy bajo de for-
rr,r'' ('()n concordanci4 los de NB presentan porcentajes muy importantes de las dos varian-
t, , kr c¡ue implica una variabilidad muy acentuada-

haber singular haber plural N-


NA 18.9 2 1.0 57
NB 50.0 50.0 54

CUADRO 8- Uso debafur singular - plural,por nivel de instrucción-

I r r srr trabajo sobre el habla de Ca¡acas, Bentivoglio y Sedano enconfiaron porcentajes de


r,
'r n r:r\ r'oncordantes superiores a los nuestros: 80% de formas concordantes en el nivel bajo,
, " , t'n cl nivel medio, y 45Vc en el nivel alto.
I rr Montevideo, lasmujeresusanmislasformassinconcordanciaqueloshombres(CUA-
I rl'( ) ()). Iiste comportamiento coincide con los resultados de otros esn¡dios sociolingüísti-
' ,, , (lu(' lurn constatado un comportamiento miís respetuoso de la norrna entre las mujeres
,¡r, ( llt('los lrombfes.

r05
haber singular haber plural N=
hombres 57.6 42.3 52
mujeres 7 L.l 28.8 59

CUADRO 9. Uso de haber singular - plural, por sexo.

Los hombres y mujeres del NA tienen porcentajes muy similares de formas estándares,
mientras que, siguiendo un patrón de comportamiento sociolin-eüístico recurrente, las dife-
rencias de sexo en el NB son más acentuadas (CUADRO l0).

haber singular haber plural N-


NA hombres tr 1.8 t8.2 22
NA mujeres 77 .r 22.9 35

NB hombres 40.0 60.0 30


I\B mujeres 62.s 31 .5 24

CaADRO 10. Uso de Inbrl singular - plural, por nivel de instrucción ! sexo.

4.2.Ed¡ad.
El estudio de la variable edad tomada en conjunto no evidencia ningún tipo de avance de
la forma no estándar (CUADRO ll). Por el contrario, los hablantes de edad I usan mucho
más la forma estándar que los hablantes de las otras dos edades. Por otra perte, son los
informantes de edad 2 los que tienen un comportamiento menos acorde con la normativa.

haber singular haber plural N-


Edad 3 63.3 36.6 60
Edad 2 48.0 52.0 25
Edad I 84.6 l 5.3 26

CAADRO lI. Uso dehaber singular - plural, por edad.

Los hablantes de NA presentan porcenta.ies mayorcs de la forma estándar que los de NB,
sea cual sea su edad (CUADRO I 2 ). Las dif'erencias de compoftamiento por nivel son mayo-
res en las edades I y 3.

Dentro de cada nivel de instrucciírn, las fbr¡nas estándares son siempre más frecuentes,
siendo los jóvenes de NA el grupo más acorde con la norma. En los dos niveles la edad 2 es.
por el contrario, la que menos usa la fbnna estándar. Es interesante observar que en ese
grupo etario hubo un avance en el uso de la fbnna no estándar en relación con la edad 3, pero
(lue ese avauce no siguió en los informantes de edad l. Estos no sólo utilizan la forma sin
concordancia más que los infbrmantes de edad 2, sino también más que los de edad 3 de sus
respectivos niveles sociales.

106
r
haber singular haber plural N=

NA edad 3 80.0 20.0 25


NA edad 2 57 .r 42.9 t4
NA edad I 94.4 5.6 18

NB edad 3 5r.4 48.6 35


NB edad 2 36.3 63.7 It
NB edad I 62.5 31 .5 8

CUADRO 12. Uso de luñrr singular - plural" por nivel de instrucción y edad.

Estos datos niegan ciena intuición existente en muchos montevideanos preocupados por
l)rL:servar la corrección en el lenguaje, de que la forma plural es un fenómeno que estií
¡rvrrnzando citdavez más. Podría buscarse una explicación a esta intuición en el hecho de que
Ios hablantes de edad 2 y de NA presentan porcentajes inusitadamente elevados de la forma
('()ncordante. De este grupo forman pafte muchos individuos que, por su profesión, están
ln'cuentemente expuestos al público en los medios de comunicación. Como se espera que
t¡rricnes actúan en esos medios deben manejar un español "correcto", el uso de la forma no
t'st¿indar de haber llama inmediatamente la atención a los puristas del idioma, que interpre-
trrrr (emóneamente) que Ia forma plural de haber está avanzando.

l'or fin, podria entenderse el uso menos frecuente de la forma no estiándar en la edad I
r'oillo üoár reocción de la comunidad lingüística contra ese uso, reacción instrumentada sobre
tr x k r ¿r través del sistema educativo.
l.a intemelación entre edad y sexo nos indica que las mujeres tienen porcentajes muy
l, en que son supera-
',rr¡rcriorcs de la forma estándar en todas las edades, excepto en la edad
,l:rs ¡ror los hombres (CUADRO l3).

haber singular haber plural N-


hombres edad 3 57 .l 42.9 35
hombres edad 2 0.0 100.0 7
hombres edad I 100.0 0.0 r0
mujeres edad 3 72.0 28.0 25
mujeres edad 2 66.6 33.3 t8
mujeres edad I 7 5.0 25 T6

CAADRO 13. Uso de haber singular - plural, por sexo y edad.

,,\l considerar conjuntamente las tres variables sociales (GRÁFICO 1), podemos apreciar
('s cn la edad 2 donde se presentan siempre los porcentajes más bajos de la forma estián-
' lu('
, l, u . t'on cxcepción de las mujeres de NB, donde Ia edad I es la más transgresora de la norma.
I rrs rnujeres presentan porcentajes mayores de la forma estándiu para las edades 2 y 3 en
l,
'',
rk rs niveles; en la edad I se da lo opuesto: son los hombres los que presentan porcentajes
I r r. \'( )r'cs. También es interesante resaltar el comportamiento idéntico que presentan los hom-
r

l'rr's tlt'txlad I y de edad 2para ambos niveles.

t07
100
fto
80
70
60
50
40
30
20
10
o
edad 3 edad 2 edad 1

enÁfrcO I Uso de haber singular, por nivel dc iwtracción, sexo y edad.

5. COMFORTAMIEI\NOS il\DIVIDUALES.
El análisis de cada uno de los 48 informantes montevideanos, deja en evidencia la gran
discrepancia que existe en los comportamientos individuales (CUADRO 14). Una constata-
ción particularmente interesante es que en ambos niveles sociales predominan los hablantes
con comportamientos categóricos: algunos usan siempre la forma concordante, y otros usan
siempre la forma no concordante. A nivel individual, pues, no siempre ocrnre la variación
que sí se constata como una característica de la comunidad.

Vo NA NB
96-100 t***{c{<*<:F *at*:i<:k***

91-95
8G90 *
8t-85 *
7Gffi
7t:75 **
&70 t€

6r{5
strO
51-55
4ó-50 *{<

4t45
M *
31-35
2G30
2r-25
t620
l0-15
5-r0
0-5 +>!.**l.ct<*** **tr***:1.:F*ls*4:

CUN)RO 14. Uso de llnrbrr singulnr, por informante.

r08
l
6. CONCLUSIONFS.
El comportamiento de los hablantes montevideanos en las construcciones de ltaber más
SNpl, evidencia la incidencia de una serie de factores lingüísticos, y también sociales. El
nivel de instrucción, sobre todo, influye en la elección de la construcción nonnativamente
"c{)n€cta", aunque no de un modo que permita afirmarque estamos frente a un claro marca-
rkrr de estatus social.
El empleo de formas como lmbían o hubieron no puede catalogarse como un rasgo parti-
r'rrlarmente estigmatizante en el habla de Montevideo, porque muchos montevideanos de
NA usan estas formas no sólo en forma variable, sino incluso categórica.

r09
0
A
v
-N
C


&U
aa
A-
l-t A
f=
Y,5
r{
Fr
zf-
0

f--
LA SUBORDNACION ADJETWA

Pilnr Asencio

¡. T,RESENTAcTóN.

l.l. Los estudios sobre subordinación adjetiva.

I .1.1. El punto de vista de ln gramáfica tradicianal.

l.a Real Academia Española (1973:524) propone que:


" Un sustantivo, cualcluiera que sea la furtciút sitúáctica qtte tlesentpeña, puede
llevar wt contplenrcnto oracional intrcducido por wr ptotlontbrc relativo", '
Agrega luego que
" Itts ptottoutbres relativos desentpeñan, pues, la futble.fiurción de referirse curctfo-

ric'tunente aI sustcuttivo cltte les prccede (y que por esto se llanru antecedente), y la
dc servir de trcxo conjtuttivo etúre el antecedente y su contplem.ento otucional".

Si bien la RAE ubica esta estructura denffo del campo de los adjetivos, le asigna una
| ¡ ¡ r rt'ion bien determinada:
" Pert co¡no no sienqtrc hay adjetivo o participio cpte coirrcida ex(tctcmxente c'ott
Itt significación cle Ia oración adjetiva o de relativo, el entpleo de estas oraciotrcs
,':; tt tnenudo indispensable, sobretodo para Ia expresión de conceptos conplejos
t¡ttt' ttittgtitt adjetivo léxico puede abarcar".
l'¡ r t'f'ecto, parece claro que se podría sustituir: Ia ntujer que sonreía por la mujer sonrien-
/, lx'11)yanoseríatanclaroquésustitucióncorrespondeenelcasode: elladrónquehuíay
'
r rr ¡t llr r rncnos en el ladrón que desde anoche huía de la cárcel.
f ft'llo ( l94I: 122) coincide en términos generales con estas definiciones:
" Llúntentse relativos los dentostrativos que reproducen un concepto anterio6 y
tit'r't'tt especialmente para enlazar una proposición con otra".
| ',1(' ¡nrl()r'agrega una observación que este trabajo no hace más que confirmar:
" l'.,1 (¡trunntbrc rclativo) de núsfrecttente uso es /que/, adjetivo de todo género,
tt t tt t tt nt ¡, persona".

r 13
f

Bello y la RAE sostienen también que que puede ser sujeto, término o complemento en la
oración subordinada; por ejemplo, sujeto en: el hombte que vilto ayer; complemento en: /a
casa que Inbitanns; térniino en: las plantas de que cstá adonrtda la riberct.
Tanto la RAE como Bello distinguen dos tipos de oración de relativo: según Bello (op.cit:
r23)
" kt propctsición de cpe el rclativo adietivo fonna pafte especifica unas veces y
otras e-rplica"
A partir de allí se definen entonces las oraciones de relativo llamadas "especificativas"
(ej.: /os ntuebles que conqrcunos sotl rrut¡t c'ónntlo.$ y l¿s llamadas explicativas (ej.: las
señoras, que deseaban descattsar, se rctiruuut).

1.1.2. El pttnto de vista transformacianalista


De acuerdo a Rivero (1991), en términos transfbrmacionalistas, las consÍucciones de
relativo son el resultado de una transformación, "el Movimiento QU". por la cual se produce
un cambio en el orden de los constituyentes de la oración que se subordina. de modo que el
pronombre relativo ("QU") pasa a encabezarla.
A título de ejernplo, Comrie (1981) propone:
Tlrc ntan wlunt I saw yesterday left today y plantea que desde un punto de vista transfor-
macionalista se podría analizar como:
EP - (I scnu the ntan yesterday) y (The nnn left today)
En cuanto al orden de los constituyentes: I sav,the nwn yesterday pasaría a:
t2 3 4
whom I saw yesterday
3l 24
Esta misma alteración ocurre en español: El hontbre Erc vi aver se .fue Iny se podría
analizar como:
pp = (Vi a el hombre ayer) y (El hornbre se fue hoy). con el cambio de orden:
"V a (el hontbrc) ayer" que p¿Isa a: que vi cNer
? 3 4 3 24
Comrie agrega que este movimiento se da, en el inglés,
"without ttrty ot'ert trace being lefi behiutl in tlrc ¡tositiott tttoved out of' (op. cit.:140)

con la excepción de algunas ocurrencias en inglés no estándar, y esto también es aplicable


al español, incluso con las excepciones que en español también ocurren en variedades no
estándar.

11.1
I. 1.3. El punto de vista tipológico.
Analizando el f'enómeno de la oración de relativo desde un punto de vista tipológico, mírs
, rI lri de las caracteísticas particularcs que este fenómeno puede presentar en español, encon-
llunos que, para Comrie (op.cit.: 142), por ejernplo:
"Given tlmt tlrc consÍructiotts u,hiclt u'e lmt,e, so.fur infurmallv, beert callitry
rclutive cletuses cltÍfer quite considerubly in tlrcir stntctctic structilres ucross
lur4quag,es, it is essentictl that we sltould have sonte reliable wav, independent
r¿f lrmguag,e specific svutax, of identifuirtg, relative cluttses (or at least,
p I of otv p i c al re lat iv e c I aus e s ) c ro s s I fu g ui stic all¡, ".

i\ partir de este razonamiento inicial, Comrie llega a la conclusión de que:


"u'e trcecl functiorrul (semantic cogrtitive) definitiott of relative clause, on
a
the basis of u'hich v,e can then ¡troceed to contpare relative clauses across
lutguages" (op. cit: 143).
Y rnás adelante agrega:
"We will esstmte thut restrictiye relative clauses are ttnre c'entral to the notion oJ'
rclative clause th¿ut arc non rcstric'tives, cutcl constntct the definition accordingly"
(op.cit: 143).
l)c allí surge. finalmente, su definición de oración de relativo:
"A rclative clause tlrcn consists necessarily of a head and a restricting clause"
(Op.cit.: I43)
l .sta fbcalización de Comrie sobre las relativas "restrictivas" (que se corresponden a las
, rccilicativas" de Bello), está relacionada con el plano fundament¿ümente semántico en el
'.,
¡

,
¡rrt' rrbica su definición de relativa. En este sentido tiene Comrie puntos en común con Bello,
, rrl:ulloéstetambiénseapoyaenconsideracionessemánticasparadistinguirentreoraciones
, h' r('krtivo explicativas y especificativas.

l'.'nr, en el caso de Comrie, el enfoque tipológico hace que lo semántico tenga una gravi-
r,r, r, )il nlayor'. y esto trae como consecuencias, por un lado, que queden prácticamente fuera
,l, tlcfinición de oración de relativo "prototípica" las llamadas oraciones de relativo "no
l:r
rr",l¡¡1'llv¿¡si'(que se corresponden a las "explicativas" de Bello), en tanto no existe en ellas
r rr r,r "r cs(r'icting clause".
\', ¡xrr ofio lado, es también una consecuencia de esta definición que se considere la
t',, ,rlrilirl¿rd de incluir en el concepto de relativa casos como los estudiuntes estudiosos, que
,, r r,r ct¡rrivalente, desde un punto de vista semánúco, a /os estudiantes que estudian. Es decir
(h' irlgún modo, se desdibujan las particularidades formales, sintácticas, de la oración
'lr,'.
.r rl ¡,r t li rrada adjetiva.

\rrr crrrbargo, Comrie define algunas características formales de la oración de relativo en

I 15
inglés que son cómunes a otras lenguas, en geneml dentro del campo de las indoeuropeas,
aunque no sean generalizables a la totalidad de las lenguas existentes conocidas. Por e.iem-
plo:
"tlrc getrcral prürc'ipla of ürylislt ¡elntive clause.fonnatiott is tlnt tlrc rclative
pronomt nust occur clause itütiall.v, or af leasf as paft oJ'the clause ititiul noun
or prc¡tositiortal pltrase " (op.cit.: 140).
Este principio es válido también para otras len-9uas, entrc ellas el español.

1.1.4. El punto de vistafunci.onalista.


Tesniére (1959) propone que la subordinación adjetiva es un hecho de "traslación de
segundo grado", donde una proposición se subordina a oüa trasladándose a la categoría de
adjetivo. El conectivo que efectúa esta traslación es el pronombre relaúvo que, para Tesniére,
tiene una doble naturaleza, desdoblándose en un elemento traslativo inv¿riable (que cumple
la función propiamente sintáctica de la traslación, o suboldinación) y un elemento valiable
en género y número, que cumple la función semántica, anafórica. Si bien Tesniére define
esto para el francés, es aplicable también al español.
Tesniére plantea que esa función anafórica es la que transforma al pronombre relativo en
"actante" (sujeto, objeto) o circunstante (cuando está precedido por una prcposición) del
verbo de la proposición suboldinada.
En este sentido se deflnen generalmente varios tipos de oraciones de relativo posibles
según la función sintáctica que el pronombre relativo cumpla en la proposición subordinada:

l. sujeto (ler. actante):


el hotttbrc clue contpró el libro para la niña
2. complemento directo (2o. actante):
el libro que el lrcsnúrc contpró ¡tura la tiñct
3. cornplemento indirecto (3er. act¿rnte):
lct rtiña para c¡úett el ltombrc t'ont¡tró el libxt
4. complemento circunstancial posesivo:
el muchacho cuyo libro el hombre compró para la niña
5. complernento circunstancial totro):
el lugur en al c¡uc lu túlut lcyó el libro
Desde cltra vertiente del funcionalismo, Givón (1979:.l) comparte la defrnición semántica
de relativa restrictiva de Comrie ( 1975):
"Any srnÍacÍic'object Ii.t] a rehttit,e c:kuts<: iJ'it spet'ifies u set ofobiec:ts (¡tossiblt,
rt t¡tt<t-ntutil)er set) üt Íttt¡ sle¡ts: A larger set is s¡tecifietl, c:allecl tlrc tkntoirt of

I I(r
relativizcttion, and then rcstricted to sonre ytbset of w,lticlt ct cerfain setúetu'c, llte
rcstrictittg sentetrce, is true. Tlrc domuin of rclativization is expressed itt sufiace
by tlrc head NE and Íhe rcstrictirtg, sentenc'e b¡t tlrc restrictirtg, clause, whiclt nruy
ktr¡k nrcrc or less like a surface setúetrce depaulüry on the languerye".
Por otra paúe, tanto Givón (1979) como Comrie destacan la existencia de distintas estra-
Ir'sias de relativización, o de construcción de oraciones de rclativo, ya sea dentro de una
rrrisma lengua o desde el punto de vista de una tipología de lenguas.
(iivón postula como estrategias:
' No-reducción: dos rasgos caracterizan esta estrategia: no se altera el patrón neutro de la
oración que se subordina por lo que no aparece el problema de tener que recuperar algo
y, además, la subordinada aparece en la posición de tópico; se usa principalmente en
hindi y bambara.
' Espacio vacío (cero): el nombre correferente dentro de la subordinada se borra sin
dejar huella pero cambia el orden de las palabras; se usa esta estrategia en lenguas con
un orden de paüabras relativamente rígido, como el japonés.
Orden de palabras: estas estrategias se usan en algunos dialectos del inglés actual; se
cmplean para relativizar sujeto y objeto directo,son de "gap" (cero) en una lengua en la
c¡ue el orden de palabras da la clave para la interpretación; la oración de relativo se
diferencia de la principal por la entonación: "the man saw John yesterday is a crook"
(sujeto) o "the man John saw yesterday is a crook" (objeto directo).

Nominalización: en algunas lenguas, como el turco, las relativas aparecen como nomi-
rralizaciones, en las que al menos uno de los argumentos tiene marca de caso genitivo
y cl verbo aparece en una forma no-finita, nominalizado.
I'ronombre anafórico: dentro de los casos en los que la incrustación se da con alguna
lirrrna de reducción de la subordinada, este es el caso que menos desorganiza o que-
lrrirnta la forma neutra: se rctoma el nombre correferente dentro de la relativa con el
¡rnrrxlmbre anafórico marcado para el caso apropiado y a menudo en la misma posi-
t rrin sintáctica de la FN bonada. El hebreo y el arabe emplearían esta estrategia como
r h rrninante, pero muchas lenguas la usan parcialmente, en ciertas condiciones gramati-

r ;rlt's o con pafticulares funciones de caso.

| 'r onornbre relativo: estrategia bien conocida en las lenguas indoeuropeas; implica pro-
rronrlucs c<¡n marcade caso que normalmente se ubican entre el antecedente y lasubor-
,lr r;rrllr. lil pronombre relativo, por tanto, cumple una doble función: albergar la marca
'
l(' ( ¡r\() tlc la FN antecedente y separar a ésta de la subclrdinada.

modifica'el sujeto de la oración


l,,rrrrk l¡rrl <lc c¿rso: con esta estlategia sólo sería posible
r r/ ('on una relativa sujeto, el objeto de la mariz con una relativa objeto, etc., con lo
r,rlr

' u,rl, iurn(luc cl corref'ercnte esté borrado se recuperaría fácilmente el caso. Pero esto

u7
significar'ía también una enorme limitación en el poder expresivo de la lengua por lo
que no es de extrañar que ninguna lengua emplee esta estrategia en forma exclusiva.
' Codificación verbal: usada en la lengua filipina y otras polinesias; una variante de esta
estrategia irnplica la aparición de un morfema de marca de caso de la FN antecedente
como afijo en el verbo denfic de la relativa, como en inglés:
I worked with the boy/ the boy I worked witlt
I woú to ¡he village/ tlrc village I went to

1.1.5. La oracün de rel"ativo como marcador social


Gumperz (1986: 13) señala que
"all speech conmuutities are linguisticall¡, diverse and it can be slnv,n that
tltis cliversity ,serves important contmunicative functiorts irt sig,naling
üúerspeaker attitudes attd üt providilry infurmation about speakers' social
identities".
Se podria acá plantear la pregunta de cómo se da el proceso de desarrollo de esta diversi-
dad de variedades dentro de una comunidad. La noción de códigos de Bernstein (1987)
representa un intento de responder a esa pregunta. Bernstein postula que la adquisición y
mantenimiento de estos diferentes patrones comunicativos (los códigos) se produce a través
del proceso de socialización de los individuos. Si bien de acuerdo a los postulados chomsk-
yanos la competencia linguística de un individuo puede considerarse innata, el modo en que
usa la Iengua se construirá a parlir de la red de relaciones sociales dentro de la que el indivi-
duo interactúa. y de las tareas comunicativas que esa red determine.
Según Brown y Levinson (1979:292)
"Itt interaction, inforntution about ¡tttrticiparús' socictl identities ancl
rckftiortslúps, ancl about tlrc nature oJ'tlrc social cotúe.xt, are clearly c'otn eved
b7,cts¡tects of the speeclt exchang,ed".
De acuerdo a Givón (1979) el uso de diferentes estructums linguísticas, con diferente
nivel de complejidad, se relaciona con la existencia de "modos comunicativos" distintos.
Givón (op.cit. : 222) plantea que:
"lu'ould Iike to ¡tosit ttvo e-titreme poles ofcomnuuticative ntode: the pragnntic
tnode cutd tlte s.wúactic unde"
Y agre-ea que todos los lenguajes humanos contienen estos clos extremos, además de una
de fases intermedias.
-qama
Propone a su vez una caracterización de estos polos:
"Tlrc extrcme pol.es ccm be chctracterized as such in tern$ of their stntctural
" (op.cit.: 223)
p rut ¡t e rt ie s

il8
tl

y define una serib de propiedades de ambos modos.


Ill modo pragmático se caracterizaúa por f'avorecer las relaciones de coordinación, las
('stnrcturas tópico-comentado, la simplificación de la morfblogía $amatical (sistemas tiem-
lx) aspecto más reducidos, menos pronombrcs anafóricos). la repetición, una relación de
;r¡rloximadamente un nombre por cada verbo en el discurs<l (FV más cortas) y verbos se-
rruinticantente más simples, más tiernpo de trasmisión del mensaje.
El rnodo sintáctico, mientras tanto, se caractedzaría por favorccer las relaciones de subor-
,lrnación, las estructuas sujeto predicado. el uso de mortblogía ¡¡ramatical elaborada, la no
¡('l)etición, n'lenos tiempo de trasmisión del mensaje y uua rclación de varios nombres por
{ r(la verbo en el discurso (FV más lar-eas) y verbos semánticamente más complejos.

(iivón postula que esta dicotomía modo prirgmático/ modo sintáctico subyace a la comu-
¡rrc¿rción humana en cuatro distintos niveles:

l. nivel diacrónico ( parataxis/ sintaxis)


l. ni ve I ontogenético (len-euaj e infantiV len-euaj e adul to)
i. pid_eins / criollos (no gramática/ gramática)
l. nivel de registro (lenguaje informaU lenguaje formal)
l.rr oración de relativo es una expresión de las relaciones de subordinación, que general-
nr('nlt: se consideran de un alto grado de cornplejidad sintáctica y que Givón, como vimos,
.,'¡rirla como una de las características distintivas del modo sintáctico de comunicación.

l:l registro escrito formal es considerado. de acuerdo a estos parámetros, como un caso
r r t lcmo de "modo sintáctico", pero esto no significa que el registro oral esté necesariamente
, rr r'l otro extrcmo. Se podría hipotetizar. por ejemplo, que dentro del regisn'o oral se da una
, .r irrcirin de acuerdo a los niveles socioculturales: en la medida en que varía el grado en el
cada nivel sociocultural está expuesto a un ploceso de estandarización variaría el grado
' ¡r('
, rr r'l rlue los rasgos que se manifiestan en su discurso oral se aproximan a los que caracteri-
.rrr ll registro escdto fbmal (estándar). En un estuclio de la variación de esta estructura
,, lr'ílrnros esperar, a partir de lo planteado, que se verificaran algunas relaciones: por ejem-
¡u

l'1, '. tlue hubiera variación en el número de oraciones de relativ<l (siendo mayor en el nivel

'{ t(}cultural alto).


,

l.l. l,ll problema de la variación en sintaxis.


| ;r sociolin-etiística variacionista ha logrado importantes avances en el campo de los estu-
,lr,'., tk' v¿u'i¿rción fonológica. Como consecuencia de esto desde hace ya más de dos décadas
, .r,r rlisciplina ha intentado extender el uso de métodos cuantitativos al estudio de la varia-
, r¡rr slilt/tct'Ca.

l\'ro e:sto ha generado una serie de problemas tanto metodológicos como teóricos. La
,lrlrlrrltrul principal está en la forma de constituir las variables sintácticas a estudiar, en tánto

r l9
lr
I
i

no queda claro si éstas últimas admiten la misma definición de variable empleada por Labov I

(1972) en el plano fonológico.


De acuerdo con este autor. para establecer una variable lingüística (i.e. fonológica) se
debe establecer el conjunto total de contextos lin-eüísticos en los que ocurre, definir tantas
variantes fonéticas como sea posible distinguir', y establecer una escala cuantitativa para
medir los valores de las vadables.
Labov (1982:30) define un principio de "contabilidad" ("accountability"), según el cual
todas las ocurrencias de una vadante dada deberán ser registradas en los casos en que haya
sido posible definir la variable como un conjunto cen'ado de variantes.
Por otra pafie, es medular en esta definición de variable linguística de Labov (1972:27l),
la noción de que la variación social y estilística presupone la opción de decir "lo mismo" de
varias maneras diferentes; es decir que las variantes serán idénticas en valor refercncial pero
opuestas en su significación social y/o estilística.
Sin embargo se ha planteado reiteradamente la pregunta de hasta qué punto la variación
sintáctica es de naturaleza comparable a la vadación fonológica, y, por tanto, en qué medida
la variable sintáctica se puede definir partiendo de los requisitos con que Labov define la
variable fonológica. Existen distintos aspectos involucrados en este tema, y distintas con-
cepciones acelca de la naturalezade la variación en este nivel.

1.2. 1. ¿Variación sintáctica similar a variaci,ón fonológica?


Sankoff (L973) prcpone que no es conceptualmente difícil extender la noción de v¿u'ia-
ción al campo de la sintaxis, y, a modo de ejemplo, realizaÍes estudios concretos: la ubica-
r;ión variable del marcador de f'uturo bal en Tok Pisin, la elisión variable del c¡ue en el francés
de Montreal y la variación en el uso del indefinido fruncés on.
Pero Lavanderu(1977:4) cuestiona esta extensión que realiza Sankoft:
"tlrc tlree exanqtles prcsetúed b¡' 6¡¡r,rm Sar*off to support her call fitr tlte
stud-v- oJ svrttac:Iic varieúiott u,ere not c'üses in v"'lüch tlrc variuliott seented to
be tlrc carrier of social utrcl sft,listit' meanirtg.s. Tlrc consf raints re¡torted were
cif lter svttctt'fic or as iu tlte lltird e¡an4tle, re¡tresetúed evi¿etrce for rut ottgoirtg
<'lteutge irt rrsctllt: tt'itlitt tlte cc¡nuntutitt,".
Esta dil'crencia de foco en cuanto al tipo de factolcs que condicionan la variación represen-
taría un carnbio radical en el concepto laboviano de variable lin-9uística. que implica, como
señaláramcls auteriornrente, la existencia de variantes ret-erencialmente equivalentes, perc que
tarnbién irnplica Ia condicirin cle que esas v¿u'ianfcs tengau una distlibución social y/o estilísti-
ca dit'erenciada, aportando, por consiguiente. intbrmación sociolingüístic¿t lc'levante.

En cste sentido cabría observar. sin elnbargo, que el hecho de que un ras-eo lingtiístico
cualcluicrir r1o se comporl"e en lbrrla soci¿rl o estilísticamente diferenciada no signitica nece-

120
,,u nurlente que no aporte información sociolingüística. En realidad estaría aporrando la in-
t.r ¡¡¡¡lsi¡i¡ de que ese rasgo es usado en igual medida por todos los sectores sociales y/o en
r, x h rs lt)s estilos; en otras palabras, nos permitiúa afirm¿r que no es un marcador sociolin-

',
r r rst ico, y eso constituye información sociolingüística relevante.

t . J. 2. El principio ile "accountabil@".


| ,rr variación en sintaxis plantea, como señala l,abov (1982),el problema de la posibilidad
,l,' rr¡rlicación del principio de contabilidad, ya que, p¿¡ra un número importante de variables
.rrrt:icticas, no es posible definir un conjunto cerrado de variantes. Y esto representa una
.rtr,'¡rción del concepto original de variable, que Labov tratade resolver agregando, al prin-
, t,r. r (lc contabilidad, una cláusula restrictiva:
r

"'l-he rcquirenxe,ú as stated is too strict. There are anuntber of variables tlut can
bc studied now by notittg only each occurrence, but not each non-occurrertce,
.sinc.e it lns not yet been possible to close the possible set of variantts. Studies of
tlte aspect ntarl<trs of the Black EnglishVernncular lil<c ínvariant'be' are still at
tltis stage. The sante is truefor the distribution of relative clantses, where we cant
t.ct clefine the set of possible clnices that the relative k selected from- Here,
tly1¡titotive work is confined to traciltg the relative frequency of occurrence in
.t,trttc globally defuted section of speech, controlledfor length by an hdependcnt
ttr((t.tute like number of sentences, pages, or hours of speech" (op.cit.: 87).

I r n'lación a esto, Labov considera varios ejemplos en la literatura sobre el problema. Un


r

r r, r'\ cl del participio "done" en el habla apalache, estudiada por Wolfram y Christian
, l',ii(1. :rpud Milroy 1987). Son ejemplos de ese uso:

lli' tluruglzt lrc was done gone.


I ltt' tlr¡ctor done g,ive him up.
Lhutc.forgot wlrcrc it oPened.
| , ,,, irut()r'es presentan número de ocurrencias de la forma "done" en lugar de dar la infor-
,,, r¡ r, ,n t.n tórminos de porcentajes que den una proporción de ocurrencias posibles.

r lr.r¡rrlrcrs y Trudgill (1994:90) planteanque:

tt,,t,,t por'ble prcsentar "dtnte" cottto vurictble linguística da tipo alg,urto. ett
t,ilttt) n(, ttsfri irnplic'ada en niltgttna altennncict cott otras Íbnnos que pudiercut
',, t ,'ttn,\¡(l(rutcks c'ottto 'modos et\uit,aluúe.s de lrctcer r¡ decir lt¡ ntisttto".

, ,r.r \,'t't.s. sin embargo. Ia dillcultad a que alude Labov para definir un conjunto
, , r, t, , ,lt. .'lccciones posibles es de otro tipo, involucrando condicionantes linguísticas
,r¡r,.. lr:rlr.Ssoltrelasposiblesvariantes.Aesterespectocaberecordarquepatadefinir
, , | \.r¡,rl,lt. lirrlrtlítgica hay que descartar los contextos linguísticos que no admiten
, , r, rr,n l:slo lltl
llrcsenta habitualmente problemas en el campo fonológico pero sí en

r2l
el sintáctico, donde no es posible muchas veces establecer con tanta claridad las restric-
ciones.
Definir los contextos relevantes de una variable fue visto por Lavandera (1978), Sankoff
y Thibault ( 1980) y por Weiner y Labov ( 1983), como un obstiículo especialmente serio para
un análisis satisfactorio de variación sintáctica: y esto no se ha resuelto aún en forma satis-
factoria.

1.2.3. El problema de In equivalencia semántica.


Lavandera (1978) sugiere que el concepto de variable linguística no podría apliciuse a la
variación sintáctica polque las variantes de las así llamadas "variables sintácticas" no son
semánticamente equivalentes como lo son las fonológicas.
" fi,aughirtgl antl flaughin'l (...) can more cont,irtcingly be slnwn to be used
to say referetúialll, tlte sante thing than anv pair of postulated syuonyutous
syntactic constntctiotts suclt as Ithe lieptor store u,as broken irúo] versus Itlrcy
broke into the liquor storel. Such a syntuctic dffirence, es we can see in
Labov and Weiner's study of tlús as a variuble, requires c¡uite tm ingenious
disntissal of possible dffirence.s h refererúictl nrcanirry" (op.cit.: 175).
Milroy (1987) plantea que Weiner y Labov (1983), aun en la versión revisada de su traba-
jo (i.e. que toma en cuenta los comentarios de Lavandera) se ven obligados a argumentar
tortuosamente, y no siempre en foma convincente, que sus alternantes son sernánticamente
equivalentes. Ellos concluyen:
"We tlrcrefore ctpprouch the passive v'itlt ut eye Ío ct bold sintplificcüion r¡f the
¡tnblens of'nrcanirry,. We willtrcatctctive cuul pussitte as tnúbcottcliticnwllt'ecluivaletú
atrl uscd on the wlrclc to refer to tlrc sante state of'affaüs" (op.cit.: 32).

1.2.3.1. Futtción semiótica de las unidades sintácticas y fonológicas.


Romaine ( 198 I ) plantea que en este problema de la equivalencia semántica interviene la
cuestión de l¿rs funciones semióticas dif-erentes que tienen las unidades fbnológicas y sintác-
ticas.
El éxito de los métodos labovianos en el tratamiento de la variación ftrrroló_eica sc podría
atribuir. según ella. a la artitrariedad del si-eno linguístico: un ítem léxico es un par ¿rbitra-
rio de sonido y significado. Podríamos alterar la estructura tbnológica de cada palabra derr-
tro de una lengua sin af'ectar para nada la distribución de las palabras resultantes en las
oraciones. o los significados de la lengua.
La relación entre l¿ts reslas de la sintaxis y el signiticado de una oración sería, por el
contrario, icónica. No es posible cambi¿u la distribución de todas las palabras en una oración
manteniendo constante el significado de los lexernas. ni cambiar el si.gnificado de los lexe-
mas sin alterar la distribución de las palabras.

l)')
T

Itrrmaine plantea que la conclusión teórica que se extrae de esto es, como propone Lyons
t lt)'|J:375), que hay una conexión intrínseca entre el significado de las palabras y su distri-
I'rrcion. Esa sería una de las razones de la dificultad para trazar un límite entre sintaxis y
',,'rruintica.

I J..1.2. Modos de deftnir la equivalencin semánfica


I lrry otro aspecto teórico involucrado en este tema de la equivalencia semántica: el modo
, l,' t lcf inirla, para variantes fonológicas y sintácticas.

l'.n cste sentido, Romaine (op. cit.) cuestiona los conceptos de equivalencia "referencial"
r 'r'rrkrr de verdad" empleados por Labov, como los más adecuados para definir "lo mismo".
| ,rl¡rv acepta un tipo de sinonimia lógica y va más allá" en opinión de Romaine en forma
' | |
r | | \'( )cada, concluyendo que un valor de verdad constante garantiza la constancia del signi-
lr,,rrkr cognitivo o descriptivo. Esto no seúa verdad porque, según Romaine, la relación
rrrr¡rlit'lcional entre significado descriptivo y valor de verdad no es bilateral. La constancia
,1, ,'rtllificado descriptivo implica la constancia de valor de verdad pero la inversa no se
, rrrrrplc.

( )tr1) aspecto
que señala Romaine en cuanto a cómo se define la igualdad de significados
, , ,'l t'lucionado al nivel linguístico en que se da esa igualdad; en la variable fonológica la
r,,rr,rklrxly diferencia de significado se observaen el nivel superficial de un enunciado mien-
tr ,r', ( luc cn la variable sintáctica la equivalencia estaría en las estructuras sintácticas subya-
, r ntr'\. No se trataría, tampoco en este aspecto entonces, del mismo concepto de "variable".

l\
otnl lado, esto tiene, como plantea Romaine, otras implicancias teóricas: la extensión
rr

'
l'
| )n('('pto de variable al plano sintáctico que hace Labov no sería posible f'uera del marco
''
,1, un;r tcoría gramatical específica: Ia generativa chomskiana, versión 1965, que permite
.lr' lx)t c'jemplo,activaypasivasepuedanconsiderarcomovariantesdeunavariable"pro-
lr rrr,1,r". "subyacente". Sin embargo esto sería mucho más difícil con otro tipo de gtamática,
, rtr'¡','¡¡,¡. por ejemplo.

L'..1. ( )trus dimensinnes de Ia varinción shttáctica: lns confextos


v, n t á ntíc o y dis cursiv o.
1,",nuunc ( 1984) plantea que es difícil trabaj¿Ir con la noción de equivalencia semántica
t,, 'r ' lrrr' l:r sintaxis se "incrusta" en el discurso. Propone como ejemplo de variación sintácti-

lit', tutsC if tvtts c'olcl, I closecl tlrc cloor


L 1,,\('(l tlrc cloon becuuse it was col.cl.
lt n'tt,\ ('()ld, tlrcrefore I c'losed the door
'l ,'1t,.\('(l tlte rJr¡or, therefbre it was cold.

t23
T

(l) y (2) varían sólo en el orden de los lexemas, por lo que sería más fácil considerarlas
como variantes de una misma variable. Pero es más problemático tratar de incluir (3) como
variante; ¿dicen "lo mismo" (l) V (3), o (2) y (3)?
En este caso Romaine considera que los t'actores que determinan la variación no serían los
clásicos labovianos -edad, sexo. etc.- sino que lo relevante sería un factor pragmático-discur-
sivo: "primer plano" versus "fondo", que no es el tipo de factor que considera Labov.
O sea que hay otro problema a resolver: ¿,tenemos en cuenta las relaciones de la sintaxis con
la semántica, la pragmática y el discurso, incorporando estos niveles al análisis de la v¿uiación
sint^áctica, o nos limitamos a trat¿r, denho del marco laboviano, aquellos casos que parccen
responder más adecuadamente a esa metodología. donde no hay dificultad en definir la igual-
dad de significado (i.e. variables morfológic¿rs o morfosintácticas, como en el estudio de Che-
shire (1982) sobre el uso de la partícula negaüva /ne/ en el francés de Montreal)?
Milroy (1987) plantea que frente a esta situación parece haber dos estrategias distintas en
los invesúgadores: una es minimizar Ia importancia de posibles diferencias semánticas entre
variantes, y otra es admitir y usar como base para el análisis las interrelaciones entre sintaxis
semántica y discurso.
Dentro de aquellos que optan por la primera estrategia algunos, como en el caso de Che-
shire ya citado, tratan de seleccionar variables sintácticas en las que las diferencias de signi-
ficado no sean importantes. Otros, como en el caso de Weiner y Labov (1983), intentan
argumentar que, aunque hay efectivamente distintos significados estilísticos y discursivos
asociados con las alternantes "forma pasiva sin agente" y "forma activa", y, en algunos
contextos, distinta condición de verdad, estas diferencias son cuantitativamente menores
que las originadas en diferencias de contexto estrictamente linguístico, sintáctico.
Entre quienes optan por la segunda estrategia está el caso de Han'is (1984), por ejemplo,
al estudiar el sistema tempo-aspectual del inglés irlandés, y también Lavandera ( 1984), con
el estudio de la variación en cocoliche, su discusión teórica acerca del modo de estudiar la
variación sintáctica y su reanálisis de la alternancia entre tiempos del Subjuntivo, el Condi-
cional y el lndicativo. Un ejemplo de esta altemancia es:
l- Si ttu,iera tientpo, iría. (lmpef. Subj.)
2. Si tendría tiempo, üía. (Condiciotwl)
3- Si tengo tiempo, irta. (Presente hdicat.)
4. Si tenín tienryo, iría. (lmperf. Indicat.)
En este caso, Lavandera remarca que, aunque las alternantes se pueden definir como
variantes de una variable subyacente en el sentido de que son semánticamente equivalentes
(entendiendo la equivalencia como condición de verdad), difieren en su significado modal.

Estas alternantes fueron originalmente estudiadas en el español de Buenos Aires como

t24
T--
, nr:rrlicamente equivalentes en "oraciones con /si/', uno de sus conte;{tos posibles de apa-
r r, rr rn (l.avandera 1984). Un estudio cuantitativo. a partir de 30 entrevistas de I hora, mos-
rr.rlr,r un¿l preferencia por las formas del Indicativo y Condicional en grupos de nivel bajo, y
, n t.,r k rs los hablantes en los estilos menos cuidados. Por tanto Ia frecuencia total de formas
,l, | \rrlr juntivo era relativamente baja.

| ',to lire interpretado por Lavandera como una manifestación de la preferencia de ciertos
''rr¡, rs strciales por determinados estilos comunicativos. Estos esúlos implicarían distintos
'r.r,l, rs tlc asertiüdad, que se reflejarían en difercncias de significación modal.

t'ntbargo, cuando Lavandera examinó un corpus de cocoliche (50 horas grabadas con
rr r

,r I "r rl( )r'nr¿rntes),


encontró que la fiecuencia de formas del Subjuntivo en todos los contextos
, | | r rrr rrrírs baja que la observada en el habla de Buenos Aires. Había, por otro lado. eviden-
. ,

, r.r r lt' tluc eso no se debía a un mal manejo del español. Un nuevo examen del corpus llevó
, | ,rr ;rntlcra a concluir que no se trataba de que hubiera una frecuencia alta de las variantes
rr,r'.¡¡lrj1¡¡1¡ivas",sinomásbiendeque,aniveldedisculso,noaparecíancontextosapropia-
'1,,. ¡r;¡¡¡¡ cl Subjuntivo.

l,rr¡urtk'rapostula,entonces, latendenciadelcocolicheaevitareldiscursoindirecto(que
' ' ¡ lr'tt'r r)in¿rdo tipo de oración es un contexto obligatorio para el Subjuntivo):

\', tt ¡ti.j¡¡ que tns cluetlentos / quedárantos quietos hasta que él vuelva / volviera"
I r' ir( ucrdo a Lavandera, los hablantes de español usan discurso indirecto y alteman en el
,, , ' , l,' l'r't'scnte e lnrperfecto del Subjuntivo en estos casos; los hablantes de cocoliche, en
'url,r,,. lrslu'ían predominantemente discurso directo. Esto es interpretado como una prefe-
' rrr r.¡ 1l¡11'¡¡¡'siva y estilística específica en el grupo; la función que cumple el Subjuntivo

¡' ,' r , l ('\l)llñol se cumpliría en cocoliche por otros medios.

' t ,'l lucía uno teorín más oltarcativa de La variacün?


l', ,n r:unc ( l98l) fbrmula una pregunta que podría ser central: ¿qué tipo de teoúa sociolin-
, rr r \(' r'cqr-riere para hablar de variación sintáctica? Plantea la autora que no es mucho lo
r .

, , ¡rrrt'rle ldelantar en la comprensión de la función y uso de enunciados si se parte de


,¡ r, r (
lu(' ll lirnción referencial es básica, y si se n-rira la v¿riación contra el telón de fondo
I | , {liltVitl('t'tcia ref-erenCial.

I rl 'r
'r . rrl scntar las bases de los estudios variacionistas en fonología,
jeran¡uiza la infor-
,' ,n ,or'irrl v estilística, colocándola en un nivel de igualdad con la infomlación referen-
'i r .r,'rr¡lir.'acirin social o estilística es tan relevante como la significación referencial de
I
r r.urt('\ tlc un¿r variable. Y esto es lo que Hymes reconoce c'n el trabajo de Labov; y que
, ,¡ lr",,llrollir cn su teoía de componentes gramaticales y estilísticos (Hymes 1974: 149).

| , ,r r. rr r(' ¡rlirnLe'a c¡ue luego, al intentar extender los estudios de variación al plano sintác-
' | .¡l',\ , rurbia la pcrspectiva y jer¿uquiza el componente refercncial, desestimando la

12.5
importancia de los factores sociales o estilísticos. Labov considera que las alternativas so-
ciolinguísticas dependen del reconocimiento de equivalencia referencial y realiza estudios,
como el de la pasiva sin agente, en el que encuenüa que nada indica que los factores externos
tengan algún tipo de influencia significativa en la elección de la activa versus la pasiva en las
oraciones sin agente. Concluye que la pasiva no parece comportarse como una variable
sociolingüística interesante.
Según Lavandera (1977:9) el objetivo del estudio de esta alternancia sintáctica no es una
comunidad linguística dada, tal como se proponían los estudios anteriores de Labov, sobre
variación fonológica (e.g. sus estudios de Martha's Vineyard).
Tanto en la visión de Romaine como en la de Lavandera, la principal crítica a Labov es la
de haber relegado su objetivo inicial de estudiar los factores sociales y estilísticos en la
variación y el cambio linguístico. El hecho de que Labov no considere estos f-actores en el
estudio de la sintaxis se debería, según Romaine, a que él los define de una manera muy
acotada, restringida; ella, a diferencia de Labov, incluye los factores pragmáticos dentro de
lo social y estilístico.
En este sentido, Milroy (1987:168) plantea:
"It is evident tlzat Lavanderut's arguntents etúail a very clffircnt conceptionfront
Ittbovb of the theoretical assurnptiorts tutderlyüry tlrc study oJ'variation. Like
GumperT, she exantines hütially tlrc use nude by speukers of linguistic variation,
rather tlnnfollowing Labov in exanúning, ilt tenns of speaker clruracteristics, tlrc
pattenúng of variable elentents itt tlrc systent".

1.2.6. ¿Equivalencin semántica o equivalencin funci.onal?


Como conclusión a su reflexión acerca de la variación en sintaxis, Lavandera ( 1984: 45)
señala:
"Mi ptopuesta es debilitar la condiciút de c1ue el significatlo cleba ser el nüsmo
¡tara todus las.fonnas altenrcuúes, ¡- reempluictrla ¡xtr ruta c'otrcliciórt de c'orttpu-
rubilidad fitncirnal".
Un anírlisis firncional presupone quc es posible definir la isofuncionaliclad_(equivalencia
tuncional) de enunciados. Romaine (1981: 19) sosticne c¡r-re'hay un aspecto central de la
semántica de los actos de habla cllre es rclevante para el problema de la variación sintírctica:
"v'e use lutg,uerye to fut thing,.s turcl clescrilittg, is tntlv ouc of tlrc tlúrtg,s v'e tk¡ v'iÍlt
Itutg,uu,qe".

O sea que la misma intención comunicativa, o función, se pr.rede reltlizar por medios
lingrrísticos (i.e. formas sintácticas superficiales) tan dif'erentes que las v¿riantes pueden no
tener ninguna similirud fonológica, léxica ni semántica. Se podrían ver como funcionalmen-
te equivalentes, por ejemplo, los siguientes enunciados:

t26
l. It's cold in here
.'.. I'tn cold
\. Are you cold?
'1. Would you close tlrc wiltdow?
\. ('lose tltewindow
lrstos serían modos de decir lo mismo ("loosely speaking") que no tienen igual significa-
,l, rt'l'crencial ni valor de verdad constante. Adoptar esta concepción de variación represen-
'
r.rrrir rul cambio radical en la noción según la cual la semántica de una lengua natural debe
lrrrrtl:rrnentarse exclusiva o casi exclusivamente en la condición de verdad. Es decir, la ver-
, l.rr I y¿r no se podría definir como una relación enh'e una proposición abstracta y un estado de

' ,,,,:rs particular, sino solamente en relación al hablante, el oyente y el contexto.


Sc trataría, en resumen, de buscar una teoría que relacione la semántica con la pragmática,
,
¡r(' ('ontemple tanto la referencialidad como la función comunicativa de los enunciados y
l.r', t'luciones entre ellos.

| :rs relaciones entre sintaxis, semántica y pragmática son, de hecho, muy estrechas, ya
' lrf generalización sobre la estructura sintáctica de una lengua tiene "explicaciones" en
(' ('ir(l¿l
t' rn¡nos del significado de esa estructura; eso implica que esas generalizaciones son, en
r, ,rlrrl¡rtl, semánticas. Y lo mismo se aplica para la distinción entre variación semántica y
¡'r,rlluitica.
I'r'rrr csta extensión del concepto de variación y variable al terreno discursivo implica
,.urrlriosimportantes,yaseaenladefinicióndevariablelinguística,comoplanteaLavande-
t.r, , | ('¡r la visión que se tenga de la naturaleza y los objetivos de una teoría sociolinguística,

'||t(r l)t'opone Romaine.


,
'
li( )nriline sugiere una perspectiva funcionalista que tenga en cuenta la relación entre la
, r,,rrriz:rción conversacional y la interacción por un lado, y la estructura sintáctica por el
'r
, ,rr, r, y t¡ue también defina la gramática en términos de la imbricación de los componentes

r,l,'.¡r 11¡¡¡1¡1, textual e interpersonal del sistema linguístico propuesto por Halliday y Hassan
r l'l /lr)

L' /. lirittción sintáctícay subordinací,ón adjetiva.


|
| :rnrilisis de las or¿rciones suboldinadas adjetivas planteó la necesidad de ubic¿r el pro-
l
'1, rr.r rlt' llr vrriación sintáctica con lespecto a esta estructura sintáctico-discursiva, para lo
ncccsaria una prcvia identificación de los aspectos a investigar en relación a la
,,,,,,:1,:1,,.'

',, (".1u(lilrron dos tipos de oraciones de relativo, definidos según la función sintáctica de
I r lr.r'.r' n, rnlinul antecedente dentro de la oración subordinada:

l2l
(I) las oraciones de relativo con función de complernento directo (e.g. "el libro que com-
pró Maúa"), y
(II) las oraciones de relativo con función de complemento circunstancial (e._{. "el comer-
cio en que Maúa compró el libro").
Porotro lado, identificarcn dos diferentes estrategias empleadas por los hablantes mon-
se
tevideanos para construir cada unc¡ de estos dos tipos de subordinadas adjetivas. En el caso
del tipo (l), fue posible registrar dos modos (¿,variantes?) de construir las frases subordina-
das:
. sin pronombre clítico dentro de la frase subordinada
o con pronombre clítico dentro de la frase subordinada
Las relativas del tipo (II), por su pafte, se construyeron según lo que se podría postular
también como dos "variantes":
. con preposición antes del nexo subordinante
. sin preposición antes del nexo subordinante

Como era de preveer, tratándose de una estructura sintáctica, las distintas estrategias em-
pleadas por los hablantes, tanto en las relativas de tipo (l) como en las de tipo (II), divergen
en sus funciones semántico-discursivas.

En el caso de las relativas de tipo (t), por ejemplo, la estrategia que consiste en emplear
pronombres clíticos dentro de la frase subordinada se caracteriza, en primer lugar, por apor-
tar fundamentalmente información nueva sobre la FN antecedente que complementa. En
segundo lugar, también se distingue por complementar, pref'elentemente, ref-erentes que se
introducen por primera vez en el discurso.
En consecuencia, esta supuesta "variante" (estructuras con pronombre clítico) no tiene
iguales funciones semántico-discursivas que la otra "v¿riante" (estructuras sin pronombre
clítico), dado que no es posible asignar a las relativas sin clíticos una función tan claramente
definida: parecen relacion¿use tanto con infbrmación nueva como con infbrmación ya cono-
cida por el oyente y, del mismo modo, se vinculan tanto a refercntes introducidos por prime-
Íavez en el discurso como a referentes que ya han sido presentados con antedoridad.
No se cumpliría, entonces, el requisito de "decir lo mismo"r que exigen los conceptos de

I Se adopta aquí el concepto de "equivalc:ncia senrántico-discursiva" y no cl dc "equivalencia en el valor de


verdad" por compafir la opiniírrr clc Romaine ( 198 I ) en el sentido de que la rclación implicacional entrc
significado descriptivo y valor dc verdad no se cunrple en ambas dirccciones: si se mantiene constante el
significado descriptivo (o sernántico-discursivo) el valor de verdad también se mautiene coustante. pero no
se cumple la relac.ión invem¿r. Las dos estrategias esfudiadas en este caso (con y sin clítico) tienen. sin duda.
igual valor de verdad. aunque no tienen iguales valores semántico-discursivos. conro se viera más atrás.
Compartimos asimismo el planteo de Romaine ( 1984) de que es difícil trabajar con la noción de equivalen-
cia senrántica "pura" en tanto la sintaxis se "incLusta" en el discurso.

t28
I

\ ,u irl)le y variantes de una variable. No sería válido, por consiguiente. hablar de "variación"
rr ('xlraer conclusiones de igual naturaleza en este tipo de situaciones que en otras que
il'iquen el requisito de "decir lo mismo", como sucede con los fenómenos fonológicos.
','r
Sin embargo, eso no determina necesariamente la imposibilidad de estudiar la eventual
,lrl('rcncia en el uso que hacen los hablantes montevideanos de las dos estrategias involucra-
,l,r', (sin clítico y con clítico), de acuerdo a distintos factores sociales. Ese estudio es posible,
,r¡n(lue la interpretación de los datos deba ser diferente.

hecho, en este caso no existe una diferencia muy apreciable en el uso de ambas estra-
I )e
t, r'rirssegúnnivelsociocultural,sexooedad,pero,deexistiresadiferenci4nosconduciríaa
urt('r.l)lc0ar, por ejemplo, que un determinado grupo social emplea la subordinación con clí-
tr' ( ) nrírs que otros para introducir información nueva en el discuno.

No parece válido, en cambio, inferir de esto que ese grupo social maneje mayor cantidad
, l'
| | | li )rmación nueva que los oEos, aunque algunos autores, como Lavandera ( 1984), con-

rrL'rcrr vi&ble este tipo de razonamiento. En efecto, en su estudio sobre las oraciones condi-
' r' 'rr:rlcs del español de Buenos Aires, Lavandera (1984: 34) plantea la hipotesis de que
"tli:;Íintos grupos sociales prefieran emplear distintos significados; o dicln mas
t'ltttunrcnte, que distirttos grupos soc'iales ilúercantbien distinto tipo de mensa-
¡r'.s ".

| ',to sc plantea a pafir de la constatación de que algunos grupos sociales emplean con
,r lrt'r:ucncia el Presente del Indicativo (con valor modal "real") en las oraciones condicio-
¡,r',
r¡,rl¡",. r'l) tanto otros recurren en mayor grado al Condicional (con valor modal "posible").

| ',tc rirzonamiento resulta cuestionable porque no existe una relación de implicación ne-
, r ..u r,r cntre el uso de una determinada estructura o tiempo verbal y Ia trasmisión de deter-
lo I i¡xr de mensajes; el grupo que emplea en menor medida la estrate-gia de subordina-
| | | | r r. rr

,
'r clíticos podría disponerdc otros recursos lingüísticos para la introducción de infor-
r, rn r (

I u r' ron nucva acerca de un referente. del mismo modo que el grupo que emplea en menor

,,r,,1¡,1,r t'l (ilndicional podría disponer de otros recursos para expresar "posibilidad". Se
, , , r' r rr rr rrn cstudio etnográfico exhaustivo del comportamiento lingüístico de cada hablan-
¡
" ' t, ,, |;rs las situaciones comunicativas posibles para poder afirmar algo en este sentido.

| .r rrrrcr¡rrcrtación viable sería aquella que circunscribe las afirmaciones acerca de los
,,,r' nr( los scrnántico-discursivos involucrados en el fenómeno que se estudia, a la estructu-

'rt.r( tr(ir lur¿rlizada. En otms palabras: sería válido afirmarque un determinado grupo
,
' t¡;rrrnitc un tipo particular de mensaje o infbrrnación en el discurso en mayor, menor
rI
, 'rr.rl rrrt'rlirllr quc otros grupos sociales a través de cierto recurso sintáctico específico. No
, r r r rlrt k r. cn calnbio. lracer alirmaciones acerca de ese tipo de mensaje o infbrmación en
,

. r,rl rrrtlt'pcrrclicntenrente del recurso sintáctico a tmvés del cual se trasmite dicho men-
'r,
rr' | | rrl( tr n¡ltciíltl.

129
r
No obstante, estas restricciones planteadas para la interpretación de los fenómenos sintác-
ticos no disminuyen el alcance de las conclusiones sociolingüísticas a las que se puede
anibar; la información sociolingüística que se obtiene de este tipo de an¿ílisis propuesto es
indudablemente relevante, en tanto permite caracteriz¿r el comportamiento lingüístico de
los grupos sociales que se estudien.

2. OBJETIVOS Y METODOLOGÍA.
El presente trabajo se plopone estudi¿u'el compoftamiento de las oraciones subordinadas
adjetivas en la muestra de 48 informantes montevideanos indicados en la Introducción.
Se estudiaron dos tipos de oraciones de relativo, definidos según la función sintáctica de
la frase nominal antecedente dentro de la oración subordinada:
I.- las oraciones de relativo con función de complemento directo e indirecto (e.g."el libro
que cornpró María"), y
Il.- las oraciones de relativo con función de complemento circunstancial (e.g."el cotner-
cio en que María compró el libro").
Por diversas razones no se estudiaron. en cambio. las oraciones de relativo con tlnción de
sujeto o genitivo.
Porotro lado, se identificaron dos diferentes estrategias empleadas por los hablantes mon-
tevideanos p¿ra construir cada uno de los dos tipos de subclrdinadas adjetivas estudiadas. En
el caso del tipo I fue posible re-eistrar dos modos de construir las frases subordinadas:
I.a. sin pronombre clítico denÍo de la frase subordinada (estrategia S/Clit.), como en la
siguiente secuencia de nuestro corpus:
"....fircru cle lc¿s vacaciones terús películas ¡tontogt'tificu.t, coso que no podés ir a ver
porque al final te asquean" (inf. 25)
I.b. con pronombre clítico dentro de la fiase subordinada (estrategia C/Clit.) como en el
siguiente segmento del corpus:
"a veces Iruy ciertas amistades que las conservo, elt.." (inf . 15)
Las relativas del tipo lI, por su parte, se construyeron según 2 tipos de estructuras:

Il.a. con preposición antes del nexo subordinante (estrategia C/Prcp.). como en el siguien-
te caso de nuestro corpus:
"...hurv espacios en los cuales...seguimos encontróndonos no?" (inf. 3)
ll.b. sin preposición antes del nexo subordinante (estrategia S/Prep.), como en el caso:
"...a veces lzay donúngo que se llena de chiquilines ahí." (inf .40)
En relación a esta clasificación importa puntualizar que la selección de determinadas
funciones sintácticas para definir las estrategias S/Prep. y C/Clit. no significa que no se
hayan registrado ejemplos en el corpus de las otras funciones sintiícticas posibles en cada

130
,''.trulegia considerada. Es decir que se ha encontrado relativas sin preposición con función
'
l('('()rrplemento indirecto, asícomo relativas con pronombre anafórico con función de com-
|,l('r I rcnto circunstancial.
Sin embargo se ha considerado que, por distintos factores, las relativas con función de
r.¡¡¡¡llsrns¡¡e circunstancial son el objeto que ofrece mayor posibilidad de estudio de la
, ',trrtegia S/Prep., del mismo modo que las relativas con f'unción de complemento directo e
r¡rr lrrccto ofrecen las mejores posibilidades de estudio de la estrategia C/Clit.

.1.l. l)roblemas planteados en la recolección del corpus.


| .rr rccolección y selección del corpus planteó algunos problemas metodológicos:
l. /.1. No parece haber una caracterización clara de construcciones como: el que, la que,
los r¡uc, las que, lo que. Por un lado la RAE plantea:
"[,os artíatlos y los dentostratittos sustantivan toda la oración de relativo a Ia
ürcil preceden, del ntisttto modo que a cualquíer palabra o frase" (1973: 527).
llt'llo, por su parte, plantea:
" Ins expresiones el que, Ia que, Los que, las que, lo que, se deben considerar
ttttes veces cotlto cornpuestas de dos palabrcs diferentes, y otras conto ec¡uivalen-
t.'.\ a una sola palabra" (1941 : 127).
Y rr ¡raftir de esto define que "¿rr el prinrcr caso el artículo está sustantivado ¡t sine de
,ttttt't't'tletúe aI relatito". Es decir, no sería toda la oración de relativo la sustantivada sino
'l,rr¡tt'nte el artículo.
.,

| '\lirs cxpresiones intervienen, por otro lado, en consffucciones más complejas que tam-
l,r.n lurn merecido trabajos específicos: las llamadas "hendidas" y "seudohendidas" que
, ,ru,lur. ¡ror ejemplo, Sedano (1990) y que incluyen. no solamente cláusulas del tipo: "Lo
tltt,' t t )tttpt'ó Jucmfue wt libnt", sino, además, otras del tipo: "Yo era el único que estaba en

rrlrindose, entonces, de un punto en discusión, y siendo ésta una discusión que no se


l
,1,' liu ii cn el presente trabajo, descartamos aquí todos los ejemplos que contengan este tipo
,r (

, l, , r
¡r¡ 1'5i1'¡¡1es, como por ejemplo: lo printeto e¡ue lic'e.firc grittu", Ia única c¡ue vitto Jue nú
',,, t,lt, . ,'l nu'.jor de lodos era el azul.

' /. J. ( )lra situación pafticul¿u' es la planteada por el llamado "adverbio relativo" /dondg/,
t,,, l,u('(l('. cn algunos casos, cumplir una tirnciíln más típicamente adverbial (e.g. "Estaba
l,,rr, l,' l:r tlc'jaste") y. en otros casos, funcionar como adverbio rclativo, encabezando una
', r, r,,n adjetiva (e.g. "Esta es la c¿rsa donde vivo"). IJello plantea al respecto:
'rrhrrdinada
".\ /rr,r tulverbicts dentostrutivos correspon(len udverl>ios rclativos cle la nisntct
'r"rri.licrtt'itirt,
perc destinetdos exclusivatttente cil etiac'a de las pxtpttsit'iottes:
t,tlt .\ .\ott: donde (...) adverbio relatito de lugur; cuanac, de tientpo" (1918: 105)

r3l
V

Romaine (t9'8¿: 45) también considera como oraciones de relativo -para el inglés- las
locativas y temporales (encabezadas por adverbios relativos), aunque aclara que no existe
acuerdo entre los gramáticos en cuanto al st¿rtus de estos adverbios cuando cumplen función
"relativizadora".
En este trabajo se comp¿ute el punto de vist¿r de estos ¿rutor€s citados, por lo que serán
contabilizadas como oraciones de relativo trilas aquellas eucabezadas por /donde/. No se ha
encontrado, en el corpus con el que se realiza cste estudio, nin-{irn cas<l de oración de relativo
encabezada por /cuando/ o algún otlo aclverbio rclativo.

2.1.3. Ocunen en las entrevistas algunas secuencias muy difíciles de analiz¿r de acuerdo
a los criterios sintácticos convencionales. Estos criterios, al ser elaborados f'undamentalmen-
te a partir de la lengua escrita, no contemplan las estructuras propias de la lengua oral, con la
que se ha conformado el corpus de este trabajo. Se trata de algunos casos en los que se hace
muy borrosa la distinción entre subordinación y coordinación por el manejo que el hablante
hace del orden de los distintos constituyentes oracionales.

A los efectos del presente estudio esos casos serán descartados, aunque result¿rían un
material muy interesante para algún estudio posterior sobre estrategias de oralidad. Un caso
extraído de las entrcvistas estudiadas:
"..-Fabián tiene diez, que me saca Ins canas, ¡, Fentemdo tiene doce..."
De considerarse que ésta es una frase subordinada adjetiva habría que reconocer que
existe una alteración importante del orden canónico de las palabras en este tipo de estructu-
ras: se presenta un orden del tipo:

[FN - verbo de oración principal - complemento directo de oración principal - subord. adj.
de la FN inicial.l,

en lugar del orden canónico:

[FN - subord. adj. de esa FN - verbo de oración principal - complemento directo de


oración principall.
En este tipo de casos se consideró que el en que está alterado el orden de palabras
-erado
(suponiendo que fuera válido analizar el fenómeno de ese modo), da a las frases encabeza-
das por "que" un grado de independencia muy alto, por lo que no serán contabilizados como
manifestaciones de subordinación adjetiva.
2.1.4. Existen algunos casos de fiases que en principio podrían ser consideradas como
oraciones de relativo que tienen una función semántica y sintáctica dudosas. Se tmta de
c¿lsos como:
el año que viene
las elecciones que üene
aquella mujer que te conté

t32
ese que yo ie aigo
hacía un frío que no sabés
hacía un calor que ni te cuento

l)ar€ce tratarse de expresiomes lexicalizadas, fijas, que no funcionan como verdaderas


'r;rciones subordinadas, en tanto, entre otras cosas, no parecen tener flexión verbal o concor-
,

, Lrrrci¿r S-V y su contenido semántico es muy dudoso. sobre todo en los úrltimcls dos casos.

l'( )r'cstas r¿Lzones estos casos no han sido contabilizados como subordinadas adjetivas.

J.1.5. Se incluyen dentro del corpus todos los casos de oraciones de rclativo, aun cuando
.r' tlute de construcciones de "sintaxis vertical o dialógica", vale decir, casos en Ios que la
,
'r
r('i(')n matriz en relación con la oración subordinada se construya a lo largo de vadas tomas
;

,l,' lr¡rno (se considerarán a estos efectos los tumos del informante y no los del entrevistador).

t. ORACIONES DE RELATIVO CON Y SIN PREPOSICIÓN.

t.l. Presentación.
l.slc trabajo se propone analizar el uso que los hablantes montevideanos hacen de dos
, .trrrtcgias de subordinación, que llamaremos C/PREP (con preposición) y S/PREP (sin
t,r,'lxrsición) y los factores lingüísticos y sociales que condicionan dicho uso.
St'e:studiará la coexistencia de estas dos estrategias en la construcción de las relativas
,'lrlrt'r¡¿rS", en las que el pronombre relativo o la FN antecedente cumplen, dentro de la
'r ,r, ron de relativo, una f'unción sintáctica de complemento circunstancial. Las oraciones de
,

r, l.rtr\'o S/PREP se caracterizan por el no uso de preposición en el encabezamiento de estas


r,l.rtrvusclue,enelregistroescritoformal(yenlavariedadestándar),sísonintroducidaspor
|'r , ¡( )siciones. Los casos registrados son similares al que se transcribe en (1). En la estrategia
t /l 'l{ liP" (i.e. con preposición) mientras tanto, el hablante utiliza la preposición antes del
t'r' 'nonrl)re relativo. como en el ejemplo (2).
t| ) "...cste, para el barrio que vivimos. que es malo, ella no tiene malas amista-
r lcs... " (itf.29)

r ') "...cs un tipo joven, eh...con el cual tengo bastante buena relación,... " (inf. l5)
| ', ¡rn'cisrl aquí considerar que estamos ante un fenómeno de variación sintáctica. Las
'rr .trrrt ciones sintácticas plantean, para un estudio de variación sociolinguística, algunas
,

l,tr, rrll;rrk:s que son propias de este nivel de estructuración y lo diferencian de los niveles
r, r, ,, r r lirnológico. La oración de relativo es un ejemplo claro de estas di{icultades.
I rr l,rs li'n(lmenos sintácticos ya no es tan evidente como en los fonológicos que dos o
,I t I rirntcs" estén diciendo lo mismo, en tanto la sintaxis está inscripta en el discurso y,
r ;rr

r,.'r [, t,rrrto. rnuy estrechamente vinculada a los planos semánüco y pragmático. En el caso
l, l,r
')r;r('i(Ír de relativo en particular tampoco es posible definir un conjunto cerrado de

133
eventuales "variantes" (Labov 1982) por lo que no se estudiaráaquí una "variable" en el
sentido laboviano estricto sino que se empleará un criterio de comparabilidad funcional2
entre las formas C/PREP y S/PREP de estas oraciones de relativo.

3.2. Los contextos lingtiísticos.


A los efectos de evaluar Ia posible incidencia de factores lingüísticos en el empleo de la
estrategia S/PREP se realizari un estudio comparativo con las relativas de igual función
sintáctica que son encabezadas por una preposición (C/PREP). El CUADRO I presenta el
número total de ocurrencias en cada una de estas dos estrategias.

C/PREP S/PREP N=

t7.2 82.8 268

CUADRO 1. Relafivas con - sin preposición.

Estos resultados indican que dentro de las relativas con función sintáctica de complemento
circunstancial, la estrategia S/PREP es claramente preferida por los hablantes montevideanos,
ya que la emplean en el82.8Vo de los casos en que producen este tipo de subordinadas.

Uno de los problemas que se plantea a partir de esto es el de la equivalencia semántica:


¿en qué medida las frases "con preposición" (C/PREP) dicen lo mismo que las frases S/
PREP, ya sea desde una concepción amplia o bien estrictamente referencial de lo semántico?

3.2.1. ¿Equivalencia semántica o ambigüedad?


En este caso en particular, lo que dif-erencia a la estrategia (S/PREP) de Ia que prescribe la
norma o las gramáticas de la lengua estándar (que describen básicamente la lengua escrita
formal), es la ausencia de un ítem gramatical que en la otra está presente (i.e. la preposición).
En esa medida el problema de la equivalencia semántica se transforma aquí en el problema
de la ambigüedad. Es decir, la ausencia de preposición podría determinar una pérdida de
información y con ello una ambigüedad referencial.
Si asífuem, indudablemente no podríamos hablar de equivalencia semántica entre ambas
estrategias y los datos estarían indicando que, en tanto la estrategia S/PREP es la dominante,
se estaría dando un grado imporlante de ambigüedad referencial en el habla de Montevideo.

Presentaremos brevemente algunas situaciones que se observan en nuestros datos respec-


to a este problema.
i) En primer lugar, hay casos en los que es posible afirmar que la frase sin preposición
presenta ambigüedad ref'erencial a nivel oracional. Transcribimos un ejemplo de nues-
tro corpus:

2 cf. Ronraine 1981. Milroy 1987 v Lavandera 1984 sobre este punto.

t34
( t) "..porque en la época que yo estudié, existía lo que se |lanmbu ru¡ntrulistu:;"
(inf.2l)
lrrr este caso no es posible saber, sin considerar un contexto discursivo más amplio, si esta
Ir , equivale a: "la época que yo esfudié" (suponiendo que el hablante se esté refiriendo a
rst'
rl,'rrn estudio histórico realizado), o a "la época en que yo estudié" (en la hipótesis de que
, I lrrrhlante se refiera al momento en que él desanolló sus estudios).

ii) Se registra otras ocurrencias en las que la frase S/PREP parece tener un grado menor de
arnbigüedad referencial que el caso estudiado anteriormente en l.l.i). En estos casos
tal vez sería m¿ís adecuado hablar de una definición poco precisa de la relación entre la
liN antecedente y el verbo de la subordinada. Por ejemplo, también de nuestro corpus:
r lt "lruy algo que yo no estoy de acuerdo, ¿ttiste?" (ilf. 25)
t¡l "Ah, lo otro que me río, en el cinco es la...con Padilla..." (inf.46)
, t.)rrci preposición se usaría en el ejemplo (4) en caso de emplear la estrategia relativizado-
, ( /l'l{EPt Surgen como posibles varias alternativas:
'
rlr) llxy algo con (lo) que yo no estoy de acuerdo
r/r lury al-eo en (lo) que yo no estoy de acuerdo
r:-i ) lny al_go por lo que yo no estoy de acuerdo
' , r rr r lrrclu no podemos plantear que exista una diferencia semántica clara entre las altema-
rr .r'.((r) y(7),yaqueenestoscasosintervieneelvalorsemánticodelaspropiaspreposicio-
,'¡ , (lu('. c()mo ya adelantara Bello (1918: 18) en ocasiones es bastante vago, aplicándose
rl'rr r:rs vcces la misma preposición a gran número de relaciones diversas. Probablemente la
rlt, r¡r:rtiv¡.r (8) sería el ejemplo cuyo significado referencial se diferenci¿u'ía en un grado
,,,r\ r,r (lc krs demás. Este caso, al igual que el presentado en l.l.i), plantea el problema de
'1, lrnrr si la eventual ambigüedad de estas relativas deberá analizarse a nivel oracional o
,lr ,r rr\rV(). Esto se discutirá en el punto 1.6.

I rr rt'krciíln al ejemplo (5) en principio podemos decir que, en algunos casos, "reírse de
,l.urr'n cs sustancialmente distinto de "reírse con alguien"; no está claro que éste sea uno
.l, , ..', ('rsos en los que la diferencia es sustancial.
',, tr:rtr, ¡lor tanto, de una situación heterogénea y compleja, cuya resolución requerirá un
r¡r ,lr ,r', tletallado del corpus de relativas S/PREP y C/PREP a estudiar. En este sentido nos
r¡ uis
¡
t', 'ttr 'n('l investigar si se verificala hipótesis funcionalistaque propone una relación forma-
r()s
rr¡¡¡r ¡r r¡¡ (r.('. l¿r cxistencia de dos formas diferentes, en este caso C/PREP y SiPREB se corres-

t,, ,n' lt ( , 'rr liurciones también diferentes), o, por el contrario, es posible hablar de ambigüedad

'1, l,''r(lr(Lr rle información en el uso que de la esnategia S/PREP hacen los hablantes de
\ l rrrtr'\ rrlt'o. Scrrá necesario determinar, ademiís, si existen contextos lingüísticos o funciones
' r r,u rlr( irs tlc rrstas oraciones de relativo que favorezcan esa eventual ambigüedad.

135
_l

Para ello se realizará un estudio, en algunos aspectos similar al desarrollado por Tarallo
(1983) en el que se analizarán las preposiciones ef'ectivamente involucradas en ambas estru-
tegias y la posible incidencia del régimen verbal sobre el empleo de estas preposiciones.
Además podría haber diferencias en cu¿rnto al grado en que los hablantes creen necesaria la
preposición según el valor semántico de la trase relativa (temporales, locativas, etc.); la
ausencia de preposición podría contribuir cn dit'erentes grados a que la pérdida de infoma-
ción sea significativa3. Con este objetivo se llevó a cabo el análisis del que se da cuenta en el
siguiente punto.

3.2.2. Futtción sernántica de Ins relntivas S/PREP y C/PREP.


Las frases relativas S/PREP y C/PREP pueden tener distintos valores semánticos:
a) temporales
(9) "...yo te explico pctra tm día que tengas que hacer esto,... " (inf. 14),
b) locativas
(lO) "...este, paro el bc¿rrio que vivimos, qne es nnlo, ella no tiene ntalas amistades..."
(inf. 29),
d) de movimiento o direccionales
(ll) "Vu a los bailes que va l-eila..." (inf. 43) y
e) otras
(12) "..-con Ia clase que no tengo experiencia es con tercer año..." (inf .21).
El CUADRO 2 muestra, en primer lugar, que la mayoúa de las relativas que se registran
eit el corpus son temporales. Por oho lado, se observa una preferencia muy marcada de los
hablantes por la estrategia SiPREP para los mensajes de movimiento (1007c), temporales
(92.9Eo) y locativos (8l.5Vo). En cambio, las relativas con valores semánticos de "otr?s"
p¿u€cen ser portadoras de rnensa-ies que delnandan en mayor medida que los otros una pre-
posición que los aclare. Es decir que los hablantes parecen seleccionar una estrategia u otra
se-9ún los contenidos semánticos que deseen transmitir. Podría interpretarse, asimismo, que
las preposiciones involucradas en las relaf.ivas con valoles "otras" tienen valores semánticos
más precisos que las preposiciones ernpleadas en temporales, locativas o de movirniento
(generalmentc "a" y "en"). Esto sc estudiiu'á en el punto 1.3.

C/PREP S/PRE[' N-
tem¡rorales 7.1 92.9 126
locativas I ri.5 8 t .5 -54
nrovinrie nto ().0 100.0 27
otras 44. i 5-5.7 6r

()UADRU 2. Relatiy(s con - sitt preposicíón, sesún vslor semdntíco.

3 Agr'¿tdr:z-cr.r lus sr.rscrenci¿rs dcl Pl'ol'. Il,ie ¿u'do Othcglrv c¡l rcllrcirin a cstc aspect().

136
l:s interesante observar que en muchos casos la relación de temporalidad tampoco requie-
rr' ¡rreposición en la oración simple. Volviendo al ejemplo (9) ("-..yo te explico pttr¿t rut día
.ltt( lerrgas que hacer esto..."), en una oración simple más o menos equivalente a esa subor-
,lrnlula se diría, por ejemplo: "un día tendrás que hacer eso" y no: "en un día tendrás que
I r, rr't'r' eSo", ya que en este último caso cambiaría el significado, pasando a ser el de duración

r L' uua acción que se deberá realizar. Y también en el caso de:

tl3) "...decidió inscribirse este año que jttstamente tu) lwy exántenes cle adnisión
att la Faculkt4... " (inf. 15)
lrr este caso una oración simple aproximadamente equivalente a la subordinada podría
, l, 'r'ir: "este año no hay exámenes de admisión en la Facultad" y no necesariamente: " en este
.rro r'ro hay exámenes de admisión en la Facultad".

| ¡r mismo sucedería si se construyeran oraciones simples equivalentes a otras frases su-


l.rlinadaS del corpus. Se transcriben a continuación algunos ejemplos del colpus, agregan-
,l, t le:bajo una oración simple aproximadamente equivalente.
'
t l4) "...a veces hay donúngo que se llena de chiquilines ahí." (inf . 40)
t l-l') Algunos domingos se llena de chiquilines ahí.

t | 5) " ...un día que estábamos ahí." (inf .27)


t l5') Un día estábamos ahí.

I 16\ "...n1¿ llamaron por teléJbno el día que llegué, viste... " (inf. l3)
tI (r') (en) Ese día llegué.

l'.sto no sucede, sin embar-{o, en todas las relativas con valor temporal consignadas. Vea-
rrr, r" ¡¡lg¡¡¡s5 ejemplos del corpus y Ia posible oración simple correspondiente:
tl /l "...para que ellos pudiercut acceder en el nrc¡ntento que estaban haciendo el
trubajo" (inf. l8)
r| /') Iln ese momento estaban haciendo el trabajo.
r Ili) "¿,n enent,.febret'o que tuve tiempo de pensar nte decidí a no ir nms" (inf. 18)
r lli') Iin etlero, febrcro tuve tiempo de pensar.
'ic nr¡ueriría, por tanto, un estudio más detallado de estos casos, para extraer conclusio-
,r, , ,r( ('r'c¿r de los f-actores que determinan esta presencia variable de la preposición en las
. ¡r,r tones de relativo tempomles.

Nr ¡ sc tla el mismo fenómeno con las relativas de movimiento. En estos casos, si bien la
lrll.r rlt'¡rrcposición en el encabezamiento de la relativa es categórica en este corpus, no
u, ,'rk' isrr¿rl en las eventuales oraciones simples correspondientes, que sí llevarían preposi-
, r, rn ('n lrxlos los casos. Veamos algunas ocurrencias:

t3l
(19) "hay orro, qu, me gustaría volver también" (inf. 9)
(19') A otras me gustaría volver./ Me gustaría volver a otras.
(20) "...los niños de la escueln que yo iba en Conrcrcio, mi escuela... " (inf. 2l)
(20) A esa escuela yo iba / Yo iba a esa escuela.
Llama la atención que en las relativas de movimiento SiPREP el porcentaje de casos en
los que se registra la preposición que se llamará "contextual" es bastante más importante que
en temporales y locativas y esto podría estar relacionado con lo que se plantea en este punto.
Volveré sobre esto en 1.4.

3.2.3 Preposici,ones involucradas en Ins estrategias SlPREP y C/PREP,


Las preguntas que se plantean en este apartado son: 1) ¿cuáles son las preposiciones
empleadas en la estrategia C/PREP?, y 2) ¿cuáles son las preposiciones que no aparecen en
Ia estrategia S/PREP y que sí aparccerían si los hablantes resolvieran las secuencias a través
de la otra estrategia de subordinación?
En relación a esta segunda pregunta importa destacar que ha sido posible, en todos los
casos, determinar qué preposición aparecería en una fiase sin preposición, si el hablante
escogiera la estrategia CiPREP en lugar de la S/PREP. Esto nos está indicando que no se
presentan dificultades para reconstruir el significado de la frase, por lo cual la preposición
parece, efectivamente, innecesaria.
Presentamos en el CUADRO 3 las preposiciones implicadas en las ocurrencias de relati-
vas C/PREP y S/PREP de nuestro corpus y su frecuencia de uso en cada estrategia.

C/PR.EP SIPREP N-
en l3. r 86.9 198
con 42.1 57.9 t9
por 55.6 44.4 9
de 38.5 6r.5 l3
para r00.0 0.0 2
a 0.0 r00.0 27

CUADRO 3. Relativas con - sin preposiciótt, por tipo de preposiciórt.

En prin'rer término. este CUADRO indica que "en" es mucho nrás usada que el resto de las
preposiciones en este tipo derelativas (198 ocurrencias) y aparece asociada. en la mayor
parte de los casos (86.90/o). a la estrategia S/PREP. Es interesante observar que la preposición
"a", corno ya viéramos en 1.2, no es empleada en ninguna de las relativas de movimiento del
corpus, por lo que aparece asociada solamente a la estrategia S/PREP. Por lo tanto. "en" y
"a" son las preposiciones que se asocian, en franca mayoría. a la estrategia S/PREP, estando
en el otro extremo "para". que solo se relaciona con la estrate-eia C/PREP.

138
l:l resto de las preposiciones se distribuye en proporciones menos dif'erenciaclas entre
,rrrrbas estrategias, y esto se corresponde a contenidos semánticos más precisos, particular-
rlr('nte en "prd', "con" y "por", que son las que se presentan en porcentajes mayores en C/
| 'l( ljP. La omisión de estas preposiciones implicaría un riesgo mayor de pérdida de informa-

' rr )n. En resumen, de acuerdo a los datos, las preposiciones se distribuyen en ambas estmte-
"r;rs de una forma no arbitraria, sino condicionada por su contenido semántico. Esto se
rrt'lve a constatar en los puntos siguientes.

t.).1 l-as preposiciones en el conterto.


l',n algunos de los casos en los que se emplea la estrategia S/PREP no se puede decir, sin
, rrrlru¡96, que la preposición esté totalmente ausente. Veamos algunos ejemplos:
r .l I ) "...¿ la lnra que van todos los floristas a buscar todo,... " (inf. 17)
t .t 2) "..porqt e en Ia época que yo estudié, existía lo que se llannba nonnalistas,..."
(int'.21)
| .' \) "...qué tnuchacho va a cot¡'ivir con una muchacha que no parse nada..." (inf .
17)

t .'.ll "...una cosa es verlo en una película, otro es estar ahí en el tnontento que vos
l.'trgas eso hirviendo en las manos,..." (inf. 30)
\ r rr crnbargo, esto no sucede en todos los casos. En los ejemplos que siguen la preposición
n() aparece en absoluto.

r r\ ) "...cs cierto que era. Ltna excursión que fuimos en avión y volvimos en ómN-
/frrs. " (inf-.20)
| '(tt "...por ejemplo lny clías que vos vas a una clase y Ia clnse no quiere nada..."
t rrrl'. I )
\ ,rl,' tlecir que en los ejemplos como (21), (22), (23) y (24), si bien Ia preposición que se
,, rr.r ('n caso de optar por la estrategia C/PREP, no está en la relativa, sí está presente en
I
'rr l,.r tr' tlc la oración que antecede a la frase relativa. Es cierlo que esa preposición está
, r,rl'l¡r'ntk)otraf'unciónenesoscasos,encabezandodistintotipodefrasespreposicionales,
, r, ' ILrrrur llr utención queestáamuy escasadistanciadel comienzode larelativ¿r, mecliando
',' , ' l;r l:N iurtecedente entre ambas.
'1,

I rl'r r,r \ul)oncr entonces que, de alguna manera no-granraticalizadat, esa preposición,
,1, ,¡.r. rlt'srr lunción sintactizada en la frase preposicional de la que fbnna parte, está
,,,,rl,lr, rrrh' r¡nu f uncióncatafórica, es decir, seestítextencliendoparaocuparel lugarque
| , ¡r | , ,1)( )n(lcr'íl cn la estrategia C/PREP, en el encabezamiento de la relativa. Podríamos
1,, il , ilt,ril('cs, (lue la preposición se encuentra en el contexto discursivo de la frase

139
relativa, y no en la fiase relativa misma. Es probable que, en estos casos, los hablantes
consideren excesivamente redundante emplearla nuevamente en el encabezamiento de la
relativa.
Este f-enómeno se da en 48 de las222 ocunencias de la estrategia S/PREP y sc distribu-
yen, de acuerdo a su valor semántico, de la manera indicada en el CUADRO 4.

con preposición $n preposlclon


contextual contextual N-
tem¡rorales 16.2 83.8 n7
locativas 15.9 84. I 44
movimiento 25.9 7 4.1 27
otras 44.1 5 5.e 34

CUADRO 4. Relativas sin preposición, según presencia o ausencia de preposicün contextual.

Como adelantáramos. este fenómeno se da solamente en 48 de las 222 ocunencias de


relativas S/PREB por lo que no sería un r€curso de uso muy generalizado. Este CUADRO
señala, además, una diferencia muy nítida en el grado en que las rclativas apelan al recurso
de la "preposición contextual". Nuevamente encont[amos que esta dif'ercncia está condicio-
nada por las características semánticas de las relativas, ya que en las clasificadas como
"otras" esta preposición contextual aparece en un porcentaje que es más del doble del que
caracteriza a temporales y locativas. Se tbftalece, por tanto. la interpretación de que en las
"otras" la preposición se requiere en mayor medida para precisar el significado ya que, aun
cuando no esté prcsente en la relativa misma. aparece en el contexto de la f-rase en un porcen-
tije importante.
La situación de las relativas de movimiento es intermedia, como vemos: la preposición
contextual aparece nrás que en temporales y locativas pero menos que en "otras". Esto c<ln-
verge con lo señalado en el ¡runto 1.2 sobre estus relativas: recordemr)s que en estos casos la
preposición siemprc es neces¿rria erl una oración simple. cosa que no ocune, como se viera.
con las temporales. Los hablantes. entonces, si bien no utilizan nunca la "¿1" en el encabeza-
nriento de las relativas de este col?us. recunen con rnayor fiecuencia a est¿r tbrma contex-
tual. catafririca. cle ocurrenci¿r de la pl'cposición.
Otra fbrma cn la que se presL-nta una "prcposicrión contextu¿rl" en rluestro corpus es:
(27) "Adettíts tettgo cuttigos que, que cstov rr:-(:urÍcttfe con ellos." (inl'. 37)
(28) "Y sitt entburgt¡ unr,¡ sttl¡ieutlo rpte ltubía c'it'rk¡s ot'iciule:; que...tlo se poelíu
lnblar cott ellos... " (ini. 2u)
En estos casos la preposición aparcce en el interior de la relativa. en posición final y
seguida por una cluplicación prcnominal dcl anteccdente. No es urr fenómeno cuantitativ¿r-
lurente ilrllonante: hay sólo 2 ocunencias de este tipo.

l.+0
I
t.).5. Otros modos de ilúicar "lugar".
St' trata de casos como:

t.l()) "...-v luego sefue para... se.fire para Seul que allá hercín.fr'ío,... " (inf. 25)
1 \0) ".../o rttás especfctc'ulares el...parque de Kenkettof que allí están los...¡tlarúíos
litrttosos de tulipartes." (inf .24)
t \ | | " ...sinó después escucho la Universal casi sientpre, que es variado el proglann
uhí-." (inf.45)
lrrr estos ejemplos se emplea un lecurso que involucra dos fenómenos distintos: en primer
lrr,';rr se omite la preposición que más a menudo indica lugar ("en") por lo que son ejemplos
,l, l;r cstrategia S/PREP; en segundo lugar, se agre-qa un adverbio o elemento anafól'ico de
I'r,',rr (allá. allí. ahí, etc.) por lo que podrían considerarse, en ciefto modo. como similarcs a
l' , t ¡rsos
' clasificados como C/PA.
. \ los efectos
del estudio cuantitativo, sin embargo, est¿rs relativas deberán ser consideradas,
,
' l,rt'rr corno S/PREP o bien como C/PA. con el lin de ¡ro contar más de una vez las mismas
, u r¡rr e ncias. Considerando, enffe otras cosas, que comparten con las otras ocunencias pertene-

' r, nl('salaestrategiaSIPREPlafunciónsintácticadelaFNantecedenteenlarelativa(comple-
rr''nl() circunstancial) son contabilizados dentro de esta estrategia. La presencia de los adver-
l,r, r,, tlt' lugar es, además, un factor contextual equiparable al an¿rlizado en 1.4.

t .1.h. Nivel de análisis: oracional o discursivo.


f 'l rliscurso, como plantea Givón (1979:66), tiende a ser multiproposicional, por lo que
ll' I l)lr'('cc adecuado extraer conclusiones acerca de estas frases relativas S/PREP, y su even-
rrr.rl :rrrrbi_qüedad, analizándolas solamente a nivel oracional.
llr otlo lado, esta cuestión surge, entre otms cosas, a partir de la observación de las
, rtr('\'islas que confotman el corpus, en las que no es muy frecuente encontrar "oraciones"
. ,
'r
r rplt'tas. Tampoco los fenómenos examinados en 1.4. y
explicables sin traspo-
I .5 ser'ían
,,, r ,'l rtivel oracional de análisis.
Se observará nuevamente, entonces, los casos de ambigüe-
, L r, I ollcional presentados en 1 . 1, a la luz de
estas consideraciones.
l¡r e I c'iemplo l.l.i): "en la época que yo estudié existía lo tpte se llanruba nonnalistcrs,"
lllltl\ r¡uc. haciendo el análisis a nivel oracional, había dos interpretaciones posibles de la
It .l ,r' lrr un contexto discursivo más amplio, sin embzrgo, no hay más de una interpretación
,,1, , u¡¡rLr. como vemos en la siguiente transcripción:

r{ .') "N¡r, \,o tto hice el liceo, yo ya etúré, desde la escuela entré en el Institttto,
l,(,,rluc ctt la época que yo estudié, existía lo que se llantaba nctrntalistcts,
t ntt)n(es ya entrabcts desde la esc'ue-la, ltacías el liceo en el Instituto... Nor-
ttt,tl" (int.27)

t4l
la que
De aquí surge claramente que el entrevistado está hablando de la época en
él
ad
estudió, Ls decir, la segunda alternativa que se presentara como posible. Queda
descarlada, -lt
por lo tanto, la ambigüedad.
no resultaba
En el caso del ejemplo 1.l.ii) (4): "hay algo Erc vo no estoy de acuetdo",
se viera anteriormente, si se habría querido decir "¡nr lo que no
estoy de acuer-
claro, cotno
do" o "con lo que no estoy de acuerdo". Apelando al contexto:
(33) lttego terús el club de bochus Belt eclerc, que tiene handbol, tiene voleibol,
.,-v
c
tierie fiit:bot de scilótt, tie,e lx¡clrcts... buero, .iuegos de salút,
pirtg pottg, casirt,
l'
po\l, tenés, ya núsnn tenés dig,o, dotule sa .iutttct nntcha gente, ntucltos muchtt- )
yo no estoy
clws ahí en las nruquirtitcts en el cinc Belvedenz... pero, lruv algo que I

de acuerdo viste?, ¡'a qIrc esto)t acá te t'oy u decit" ac¡ú tendría
que lruber ntás
(

actividacles... " (inf. 25) i

posible acá
Tomando la fiase en un marco más amplio queda claro que la preposición
equivalente en este
sería "con" (o la otra preposición que se viera como aproximadamente
.,en'). No se presenta, por lo tanto, una verdadera ambigi.iedad o indeterminación,
contexto:
"con" o "en"'
salvo, tal vez,laestilísiica, que condiciOnaría la preferencia por usar
que ubique Ias
Se deberá concluir entonces. que un examen más detenido del corpus,
que la aparente ambigüedad
ocurrencias dentro de unidades discursivas más extensas, revela
de estas frases no es tal.

3.2.7. El réghnen verbal.


"PP-chopping"'
Tarallo (1983), en su estudio de las oraciones de relativo denonrinadas
de estas oraciones de
coincidentes con las que aquí se denominan S/PREP, analiza los verbos
que admiten' A este respecto Tarallo
relativo. sus complementoi posibles y las preposiciones
(1983: 228) plantea:
,,TlrcgrcttpoJ'verbswithotil¡,onePP-cotttplenlentornoneatalldotnt),ieldcul\'
antbigttity on the sutface, i.e,' the prepositiotl is easily rccoverable.',
prede-
A partir de esto Tarallo afirma que una versión fuerte de la hipótesis funcionalista
todos de ese gtupo
ciúa que los verbos de las relativas de este tipo (S/PREP) deberían ser
él observa que eso no se da en
citado, de modo de no generar arnbigüedad. Sin ernbaugo,
casos, por lo que propone una versión más débil de la mencionada
hipótesis'
todos Ios
Prcsenta como ejemplos de relativas con verbos que admiten dos
o más "PP comple-
ments", entre otlos, los siguientes:
(34) " Eu nfuo me lentbro bent, mas é a escrat'tt que ele ntorol. nutito tentpo; de¡tois
ele abandottou por causa cla cnttru, náo é?"
(35) "Eu só innghn unm ciclatle no nuuulo &e.eu ntorcu'iafortt sao Paulo: ntitúrt,
rlucts; unru eu iaficar urlr pouco sufocado: Pañs'"

I4?
lin los dos casos, (34) y(35)s, el verbo involucraclo es el misnro: "vivir"'. ljstc vcrlro
.rr hnite complementos introducidos por más de una preposición, al menos clos: "colr" y "cn".

l:rrallo (1983: 231) afirma respecto a estos casos:


"Tlrc examples presented in #3, however, constitute tlte semantic "danger"
the PP-cltoppilry rule is causirtg to tlte relativizatio,x systenx in Brazilian
Portuguese."
l'.1 "riesgo semántico" al que se alude en esta cita existiría si la ausencia de preposición en
,",los dos casos generara algún grado de ambigüedad. Sin embargo. para dilucidar si ese
r rt'sso realmente está presente parecería ineludible considerar algo más que el verbo aislado

', srrs posibilidades de combinación con preposiciones en abstracto. Es preciso analizar los
rlt'nrcs léxicos que efectivamente entran en relación a través de la eventual preposición; es
, h't'i r que es necesario tener en cuenta cuál es la FN con la que se relaciona ese verbo en cada

I r :rsc concleta considerada.

lrn el ejemplo (34) los ítemes léxicos que entran en relación son: "esclava" y "vivió", y en
, I t'icrnplo (35) serán: "ciudad" y "viviría". A partir de esto resulta muy claro que no es
¡', rsible vivir "en" una esclava sino "con" una esclava, del mismo modo que solo seúa posi-
l'lt' l'ivir "en" ualiudad y no "con" una ciudad, salvo en sentido metafórico. No correspon-
,l,'r írr. entonces, hablar de ambigüedad en estos casos.

lln nuestro coryus no se han observado, por otra pafte, casos similares a éstos presentados
'lirrallo, salvo la ocurrencia (4), ya analizada en 1.6, donde se viera que la consideración
¡,, 'r
,l'' un contexto discursivo más amplio permite resolver la aparente ambigiiedad planteada.
liirralmente sería posible coincidir con la conclusión a Ia que ariba Tarallo (1983: 233)
' il:It(lo dice:
"...f lrc PP-cltoppírtg rule is nol adt cutt'ing, at tlrc expense of tha inÍbnn¿ttion being
(' ( )t trt e\t e cl. " (subrayado mío).

. n ur(lue del presente estudio no se desprende, como se vcrá más adelante, que la estrategia
.'/l'lt l:P esté avanzando en el español montevideano.

¡ ). 3. I ns factores lingiiísticos : consideraciones finales.


I rr ¡rritrter lugar, los porcentajes en que kls montevideanos recullen a las clos estrategias
,l,',rrlrortlin¿tcitincomparadasaquísonmuyclistintos,demostrandounaclaraprcf'erenciade
l, ,
' lr;rlrlrurtcs por la estrate,eia S/PREP y un uso ca.si miuginal de la estrategia C/PREP.

I rr sr'.srrndo Iucar, el uso de estas dos estrategias se prcsenta condicionado por la función
' nr,rnli('ir clc las oraciones de relativo registradas. Las rclativas temporales, de movimientcr
, l, rr ;rtir,lrs sc rcalizan en una neta mayoría con la estrategia S/PREB en tanto las relativas

l¡'.''l('nrIlos(-l-l)y(35)sonalgunosdelospresentadosbajoel #3enel estudioquesecomenta.

I ¿13
r
que llamamos "otrhs" se realizan con la estrategia S/PREP en una mayoría muy débil. En
otras palabras, los hablantes parecen seleccionar una eshategia de subordinación u otra se-
gún los contenidos semánticos que desean transmitir.
Además, el uso que se realiza de la llamada "preposición contextual" aumenta el grado en
que incide el factor semántico ya observado. Vale decir que las "otras" no solamente se
realizan como S/PREP en porcentajes mucho menores que las demás sino que, cuando Io
hacen, requieren en un grado mucho más impoftante que las demás la presencia de la prepo-
sición contextual.
Se analizará a continuación si la marcada preferencia de los hablantes por la estrategia S/
PREP, y el condicionamiento semántico del uso de ambas estrategias (C/PREP y S/PREP)
se dan en igual medida para todos los subgrupos sociales, es decir, si afectan las opciones de
todos los montevideanos por igual.

3.3. Comelatos sociales.

3.3.1. Nivel d,e instrucci.ón.


La magnitud de la diferencia porcentual existente a favor de la estrategia S/PREP y la
sistematicidad con que las rclativas de distintas funciones semánticas se adscriben, en distin-
tos grados, a una misma tendencia (cf. CUADRO 2), sugieren que esta preferencia se dará,
tal vez con matices, en todos los niveles sociales considerados.
En primer lugar, en el CUADRO 5 se observa que ambos NI producen un número similar'
de relativas con función de complemento circunstancial, registrándose en ambos niveles una
ciara preferencia por la estrategia S/PREP. Sin embargo, es diferente el grado en que se opta
por esta estrategia ya que el nivel alto tiene un comportamiento más variable, que se rnani-
fiesta en que sus hablantes recurren en mayor rnedida a la estrategia C/PREP.

C/PREP S/PREP N=

NA 3r.9 6tt. t t4I


NB 0.tt 99.2 t2l

CAADRO 5. R¿úatitas cott - sin preposiciótt, por nivel de ütslnrccün,

La dif'erencia de comportamiento de los dos niveles podría asociarse a grados cliferentes


en los que el factor "valor semántico de las relativas" sea operativo como condicionante del
uso de una u otra estrate-qia. Podríamos interpretar, por ejemplo. que los hablantes de NB ncl
discriminan entre los distintos valores sernánticos de las construcciones de relativo. en la
rnedida en que producen la casi totalidad de las rclativas con la estrate_sia S/PREP. Será
preciso saber si los datos que prcsentan los CUADROS 6 y 7 habilitan a llegar ¿¡ esa conclu-
sión.

144
| | ('t IADRO 6 muestra que los hablantes de NA usan una u otra cle las dos estrategias
, ,,r u r e I vakrr semántico de la relativa: la estrategia S/PREP es utilizada en porcentajes altos

l'.r:r t('rnporales, locativas y de movimiento. Para las que se caracterizan como "otras", en
NA acuden en la mayoría de los casos (61.47o), a la estrategia C/
, .rlrf f )io. krs hablantes de
l'li | '11 l1l CUADRO 7 revela que no sucede lo mismo con los hablantes de NB, que pnáctica-
nr,'nt(' no recurren a la estrategia C/PREP.

C/PREP SIPREP N-
temporales 15.5 84.5 58
locativas 33.3 66.7 27
movimiento 0.0 100 12
otras 6r.4 38.6 44

('IIADRO 6. Porcentqjes de relativas con y sin preposicü4 según valor semíntico, en el NA.

C/PRBP S/PRBP N-
temporales 0.0 100.0 68
locativas 3.7 96.3 27
movimiento 0.0 100.0 l5
otras 0.0 100.0 L7

CAADRO 7. Rela¡ivas con - sin preposbión, según valor semáüico, en el NB.

l',,to sc podría interpretar de dos maneras: o bien, como se planteara anteriormente, los
\ .rl, rr ('ri scmánticos de las relativas no condicionan el uso que los hablantes de NB hacen de
I r ,",tr;rlt:sia S/PREP y este condicionamiento solo acnia en el NA, o bien el NB tiene en

' ulnt;r lrr clit'erencia de valores semánticos de otra manera. Observemos cómo se distribuye
, I t, rl¡rl tlc relativas (incluyendo las dos estrategias: C/PREP y S/PREP) que produce cada
rrrr,'l rlt'ircuerdo a su valorsemántico.
Ilr' rrcrrcrdo al CUADRO 8, las relativas no se distribuyen de igual manera dentro de los
' , rrvt'lcs. Ambos producen un porcentaje similar de subordinadas locativas y de movi-
,l,
I nr,'nl( |
lxrn) en las subordinadas temporales y en las "otras" se presentan diferencias signifi-
' ,r\. | .lr clif-erencia más importante se observa en la producción de "otras", ya que éstas se
rrr\
r, "r'.1¡lrf crrcl NAenunporcentajequeesmayorenun44.2Vorespectoalporcentajeenque
, I'r, x h¡r't'll cn el NB. También hay diferencia, aunque no tan marcada, en el porcentaje de
ll l ll l( l( nr rlc te mporales: en el NB se producen en un porcentale 8o/c mayor que en el NA.

NA NB [\=
temporales 46.0 54.0 r26
locativas 50.0 50.0 54
movimiento 44.4 5s.6 27
otras 72.1 21 .9 6l
('IJtll)RO 8. Relativas según valores semánticos, por nivel de instrucción.

14.5
C/PREP S/PREP N=

hombres 21.7 78.3 r t5


mujeres 13.7 86.3 153

CUADRO 9. Relativas con - sin preposición, por sexo.

| ,,. ( 'll,\l)l{OS l0 y 11 muestran un comportamiento muy similar de los dos sexos en


r, I r, r, rr .r h rs rlistintos mensajes que transmiten las relativas oblicuas. Solamente se observa
,lr r r r.r I ll l('r ('rrcia porcentual en relación a los mensajes "otros", en los que las mujeres optan
¡",r l r r' ,lr,rlt'sil S/PREP en un porcentaje algo mayor (9.2Vo) que los hombres. Este puede
, | rt, ,r, ('\. uno de los factores que contribuya a explicar la diferencia porcentual obserya-
'
lr, ,r, l( tl/\l)llo9. Porotrolado, seráprecisoinvestigarsiambossexosutilizaneniguales
t.,,'l ,',r , r',r('\ ('stc tipo de subordinadas para todos los valores semánticos. Esos datos se
',t,rr' r, n ,'rr t'l ('tIADRO 12.

C/PREP S/PREP N=

Temporales 7.r 92.9 42


Locativas 20 80.0 30
Movimiento 0.0 100.0 l0
Otras 48.5 51.5 33

|f 'I lrRO 10. Relativas con - sinpreposición, segúnvalor semántico, en hombres.

C/PREP S/PREP N=

Temporales 7.1 92.9 84


I-,ocativas 16.7 83.3 24
Movimiento 0.0 r 00.0 t7
Otras 39.3 60.7 28

r ,' I lrRO II. R¿,latívas cotr - sin preposíción, según valor semántico, en nutieres.

hombres mujeres N-
lcrn¡rorales 33.3 66.7 r26
Irx'¿rtivas 55.6 44.4 54
ntol,ilniento 37.0 63.0 2l
of t'¿ts 54. l 45.9 6l
('l¡,ll)ll0 12. Rclatiyas según valorcs semcinticos, por sexo.
I r' 'lrt,',rr'\r'l;rnrrnt'ortt¡xlrlarttientomuytlivergentecntre hcrnrhresynrujeres.yaque
, l, '. r rrirtr{r lr¡lrs rlc valotes semánticos considc¡i¡dos. La:s mujercs producen una
l' , 1'llrlru' lr.nlrvot'tlcstrlxrtdinadastemporalcsydemo.,'imiento(rnayorcnun33.4o/t,
,,' r, r' ,lr,', lt\irtil('rrlr') ¡' urta pruporción menor de locatir'¡s y "otras" (menor en un
I rril ii ", tr.sPr't.liVtrtttctrte).
I r, | ¡11,, Lr'. ,lrlcrt'nt r;r\ l)()r'ccntr.lales mayores se dan c:t el com¡rortamiento frente a su-

t1l
bordinadas temporales y de movimiento, serían estos factores los principales responsables
de las diferencias observadas en el CUADRO 9. En efecto, las relativas temporales y de
movimiento son, como muestra el CUADRO 2, las que se producen en mayor proporción
con la estrategia SiPREP y, por otro laclo, las mujeres producen una proporción francamente
mayor de estos tipos de relativas. De esto se deducc que deberian producir un porcentaje
mayor de relativas S/PREP, lo que et'ectivamentc sucede.
En relación a la posible incidencia de los distint<ls niveles socioculturales respecto a estos
usos de ambas estrategias según el sexo, el CUADRO l3 muestra la información obtenida.
C/PREP SIPREP N=

NA hornbres 48.0 52.0 -50


NA rnujeres 23.1 76.9 9l
NB hombres 1.5 98.5 6s
NB mujeres 0.0 100.0 62

CUADRO 13. Relativas cott - sin preposición, por nivel de instnrcción y sexo.

La situación en el nivel sociocultural bajo se corresponde al análisis realizado en el punto


2.1: laestrategia C/PREP es prácticamente inexistente en este nivel, por lo cual las diferen-
cias originadas en el sexo como variable son mínimas.
Esto si-enifica que todo el peso de la diferenciación de comportamiento por sexo se en-
cuentra en el nivel sociocultural alto. En este nivel los hombres usan ambas esüategias en
proporciones prácticamente iguales, mientras que las mujeres prefieren más claramente la
estrate-eia S/PREP, puesto que la usan en e\76.97a de los casos.

3.3.3. Edad.
Estudiar la incidencia clel factor edad en el uso de las estrate-qias C/PREP y S/PREP
permite una evaluación en tienrpo aparente (Labov, L972) de los procesos de cambio c¡ue
¡ruedan cstarse clesarrollando en rclacit'rn a este fenómeno.
No se registra, como vernos en el CUADRO 14, nin-9,una diferencia apreciable en el com-
port¿uniento de las tres franjas ctarias consideradas, lo que indica que no estamos en presen-
cia dc nin-sútn proceso dt: cambio en lclación al uso cle las clos estrategias comparadas.

C/PREP S/PItEP N=
ed¿ul l 17.6 82.-1 14
ecl¿rd 2 t 6.tl s3.2 r0l
cd¿rd I L'/.2 ,32.8 93

CU¿IDRO 14. Rehtivas cott - süt preposicitin, por edad.

El comportamiento de los tres girLrpos etarios presenta diferencias visibles con respecto a
los difl'rentes tipos de relativas, pero esas diferencias no palecen seguir un patrón muy defi-
nid<r (CUADROS 15, 16y l7).

l4tJ
C/PREP S/PREP N=
temporales 2.2 97.8 46
locativas 30.0 70.0 20
movimiento 0.0 100.0 6
otras 42.9 s7.l 2T

CUADRO 15. Relativas con - sin preposición, en edod I.


C/PRBP S/PREP N-
temporales 7.4 92.6 54
locativas 6.7 93.3 l5
movimiento 0.0 r 00.0 9
otras 52.2 47.8 23

CAADRO 16. Relativas con - sin preposicün, en edad 2.

C/PREP S/PREP N=
temporales 15.4 84.6 26
locativas 15.8 84.2 l9
movimiento 0.0 100 t2
otras 35. u.7 t7
CAADRO 17. Relativas con - sin preposbütt, en edad 3.

l,rrrr¡xrcrl resultan muy claramente definidas las diferenciÍrs que se observan en el CUA-
I tlir ¡ | /. salvo en el caso de las relativas de movimiento, que muestran una diferenciación
r, r'ul,rt t'nlre los 3 subgrupos etarios (CUADRO l8). Esta regularidad indicaría que se está

'
r r rr l( | rncllos este tipo de subordinación para estos valores semiánticos.
,

edad I edad 2 edad 3 N=


temporales 36.5 42.9 20.6 126
locativas 37.0 27.8 35.2 54
movimiento 22.2 33.3 44.5 27
otras 34.4 37.7 27.9 6r
CUADRO 18. Relativas según valores senuínticos, por edod.

CIPR.BP S/PREP N-
NA edad 3 26.1 73.3 45
NA edad 2 3 r.5 68.5 54
NA edad I 38. l 6 r.9 42
NB edad 3 3.4 96.6 29
NB edad 2 0.0 100.0 41
NB edad I 0.0 100.0 5l
('l IAI)RO 19. Relativas con - sin preposición" por nivel de instrucción y edad-

| .r r:u rtt'irin se concentra, una vez más, en los individuos de los tres grupos etarios perte-
r' nl(", irl lrivt'l srri<nrltural alto. Se registra una leve tendencia a emplear más a menudo

149
la estrategia C/PREP a medida que la edad de los individuos es menor; sin embargo, lo
reducido de las diferencias porcentuales no permite considerar que existe un franco proceso
de cambio en este aspecto (CUADRO l9).

3.3.4. Consideraciones globales sobre los conelatos sociales.


En relación a los tres factores sociales estudiados, podemos afirmar que el nivel sociocul-
tural ha resultado la variable de incidenci¿r más fuerte en el comportamiento de los hablantes
montevideanos. Otra regularidad encontrada se relaciona con los valores semánticos de es-
tas relativas: éstos condicionan la selección de estrate-{ia de subordinación (con o sin prepo-
sición) en general y en relación con los tres factores sociales analizados en particular.
Por último hay un punto que inporta resaltar: a pesar del condicionamiento a los factorcs
nivel socioeconómico y sexo encontrado en algunos aspectos del uso de ambas estrategias,
hay una regularidad importante que se mantiene: en todos los casos la estrategia S/PREP
re-qistra más ocurencias que la estrategia C/PREP. El uso de la estrategia S/PREP es domi-
nante, en distintos grados, en todos los niveles socioeconómicos, en los dos sexos y en todas
las franjas etarias estudiadas, además de serlo para todos los valores semánticos de las rela-
oblicuas producidas. Estos datos sugieren que la explicación más probable de esta
tiv¿r^s
regularidad estaría en la situación que caracteizó ala totalidad de las entrevistas rcalizadas,
esto es, la oralidad.

Todo perece indic¿r que estamos ante una estrategia de subordinación propia del regis-
tro oral de los hablantes montevideanos o fuertemente favorecida por la situación de ora-
lidad, en la medida en que estas estructuras no se admiten en la lengua escrita estándar. No
se realizará acáIa comparación del corpus de lengua oral manejado con un corpus de
lengua escrita cuantitativamente equivalente, por lo que no es posible extraer conclusio-
nes definitivas al respecto. Sin ernbargo, existe un estudio anterior (Asencio, 1991) en el
que se comp¿lra los registros oral y escrito de hablantes montevideanos, y en ese estudio se
observa un comportamiento claramente diferenciado entre la lengua escrita y la oral en
relación al uso de estrategias de subordinación que discrepen con aquellas consideradas
estándar: en el registro oral tienen una alta frecuencia, mientras que en la lengua escrita
son prácticamente inexistentes. Los antecedentes sobre el tema apoyan, por tanto, la inter-
pretación esbozada en cuanto a la relación entre la estrategia de subordinación S/PREP y
la lengua oral.

4. ORACIOI\ES DE RELATIVO CON PRONOMBRE CLÍTICO.

4.1.. Presentación.

La estrategia de construcción de oraciones de relativo que analiza este estudio se actualiza


cuando los hablantes emplean, dentro de la relativa, algún elemento con función deíctica
anafórica hacia la FN antecedente (i.e. además del llamado "pronombre relativo").

150
T

(lrslin-que,denfodeestaestrategia,trestiposdecasos,deacuerdoalafunciónsintác-
rr'
",
.¡ r l1' l¡¡ l;N dentro de la oración relativa, ya sea como complemento directo, como comple-
lr, ¡¡ro ¡¡¡1li¡pcto o como sujeto. Veamos algunos ejemplos:

.rt . orrr¡llcmento directo

| | | "...tcngo una cualidad que pata otras cosas no Ia tengo " (inf. 15)
| ') "...¿r veces hay ciertas amistades que las conservo, eh... " (inf. 15)
|
')
t'( )nu)lemento indirecto

t tt "....simpletnente unos pequeños síntontas que por snerteles di pelota, este..."


t tttl. ll)
r lt "...litc este anúgo mío, elt...pitttor, que clespués le perdí ln pista lruce mucho
tt!',,tpo, pero sé Ete está en Españn... " (inf. 8)
r | ..ltlr.Ir)
t ,) "... t' después estó el otro, que ese es el peligroso..." (inf. 30)

rr )" )' /r¿ lice ver a nti madre, que mi madre no quería, que era un desastre..." (inf. 40)
'

'irr ('nrl)argo, a partir de un primer análisis del corpus, se observan ciertas características
,¡r' ',r'l):u'iul al tercer tipo de las restantes: por un lado un factor cuantitativo, en tanto las
,, L rtrr , rs t'on elemento correferencial y t'unción sujeto son muy escasas en relación a las que
rr, il' il lUnci(in complemento directo o indirecto.
l', '¡ 1¡1¡1¡ lado, un factor cualitativo: en las relaüvas con valor sintáctico de sujeto la frase
,, I rlr\ .r ('n cuestión parece tener un grado mayor de autonomía sintáctica con respecto a la
''r.r, r, rn ¡rr irtcipal, en tanto ese elemento corref'erencial no es un pronombre clítico, sino que
, r r lr¡1'¡¡ tttt pronombre nominativo, o bien directamente un sustantivo, con lo que se desdi-
|,rr¡.r r'rr rr¡r grado mayor su carácter de "subordinada" a otra oración y crece su carácter de
' ,r r, r( )n t'rxrrclinada a offa oración.

l', 'r r orrsiguiente se consideró que esta estrategia, definida por la presencia de un elemen-
r , , , '¡ ¡1'lq'¡'1'¡¡cial dentro de la relativa, queda más claramente definida para los casos que se
¡ rrr¡rlrl¡1'¡¡¡¡ cn a) y b), es decir, relativas con f-unción sintáctica de complemento directo y
'rrr¡'lr'¡¡¡,'¡¡¡,, indirecto, donde el elemento anafórico es un pronombre clítico. El tercercaso,
', , ¡ 'il .('( lt('ncia. no será estudiado en este trabajo.
I I ' n rlll('o rlt: ¡rronombres clíticos, en este y otros tipos de construcciones, es considerado
', l r', r'r;unrilicas como redundante. La Real Ac:ademia Española. por ejemplo, establece:
' t \ t'.'u.'n!(, la
lt rcduttduncia con los pronombres lo, la, los, la,s, orq conlo rcpeti-
, t,,n (lt'tttt ntntiltt? <t ptott)ntbrc precedente, ore, enuso nt(ilos cuidudo, conn
, t' nt,tt it, (l(l (ltrc viene después.' Nuestras vidas, las arriesgaremos si hace falta; Lo

' rlr'.llriu'()il lr .f uan" (1973:424)

r5r
Es decir, qu" fr"nt" a secuencias como:
(7)"...y eso es un trabajo que ln creó un cuadripléjico..." (inf .23)
la normativa declara que la forma correcta es: "...y eso es un trabajo que creó un cuadri-
pléjico.".
Del mismo modo, frente a secuencias como:
(8)"...algurtos vuelven, es decir algunos que les gustó el Prado y bueno,..." (inf. 9)
de acuerdo a las gramáticas tradicionales se debeúa decir: "algunos vuelven, es clecir
algunos a lns que gustó el Prado y bueno,"
Sin embargo, esa redundancia puede estar desempeñando funciones particulares, funda-
mentalmente en el plano discursivo, que se estudiarán en este trabajo.

42. Oraciones de relativo con pronombres clíticos acusativos.

4.2.1. Pronombres clíticos acusafivos y In organizaci.ón de Ia informacün en el


discurso.
El CUADRO 20 muestra el número total de ocurrencias de relativas con flnción sintácti-
ca de complemento directo e indirecto, con clítico (C/Clit.) y sin clítico (S/Clit.). La cuanti-
f-lcación se realiza sobre la totalidad de los informantes considerados en este trabaio.

s/clit. c/clit. N=
compl. directo 87 .9 t2.l 642
compl. indirecto 0.0 r 00.0 28

CAADRO 20- Relativas con - sin clíticos, por tipo de contplemento.

El CUADRO 20 nc¡s indica que el uso de clíticos dentro de una oración de relativo presen-
ta una variacitin cuantitativa muy importante de acuerdo a la función sintáctica de la FN
¿lntecedente dentro de la relativa. Cuando la FN tiene funciírn de complemento indirecto
observa¡nos que el uso cle clíticos es categórico. Para las FN con f'unción de complemento
directo, en cambio. es muy bajo el porcentaje de ocurrenci¿ls con clítico en la relativa: sola-
mente un l2.lc/c: es decir que, en los casos con firnción de complemento directo, la estrate-
gia C/Clit. es poco f'recuente en el habla de Montevideo.

Se estudiu'á en prirner te<rmino las construcciones cie relativo en las que el sinta_qma nomi-
n¿rlantecedente tiene ti¡nción sintáctica de complemento directo dentro de la relativa (i.e.
donde el Dronombre clítico es acusativo: lo, loV la, las), y en se-eundo término (ver punto
-1.2.5.) las construcciones donde el antecedente es complemento indirecto dentro de la rela-
tiva (i.e. donde el pronombre clítico es dativo: le/les).
Como se observa en el CUADRO 20, las oraciones de relativo con función de comple-
mento directo, que a veces se construyen con pronombres clíticos acusativos, son empleadas

t52
In fr los hablantes montevideanos con frecuencia mucho mayor que las que tienen función de
r rrrrrplemento indirecto (642 ocunencias de complemento directo y 28 de complemento
rrrrlirccto). Esto confirma la.s escalas de frecuencia y accesibilidad de la posición del objeto
r lrrt'cto estudiadas por Comrie (1981).6

.l.2.2. La equivalencia semántica

.s de relativo sin clítico acusativo y con clítico acusativo


La altemancia entre construccione
¡rl:urtcr un fenómeno de variación sintáctica. Las construcciones sintácticas conllevan algu-
rr:rs rlificultades para un estudio de variación sociolinguística. Son dificultades propias de
,"'tt' nivel de estructuración y lo diferencian de los niveles léxico o fonológico. La oración de
rr'l:rlivo es un ejemplo claro de estas dificultades.
lin los fenómenos sint'ácticos ya no es tan evidente como en los fonológicos que dos o m"'ás
"vrrriantes" qstén diciendo lo mismo, en tanto la sintaxis está inscripaen el discurso y, porlo tanto,
rr u ry csbechamente vinculada a los planos sem.ántico y pragmático. En esamedid4 no se conside-
r,rr:i iquí una "variable" en el sentido laboviano esticto y se explorariá la eventual comparabilidad
I r u rt'itxr¿rl entre las formas S/CIir y C/Clit de estas oraciones de relativo.

l:s necesario tener en cuenta en primer lugar, la posibilidad de que ambas formas, con y
'.rrr t'lítico, cumplan funciones semánticas y discursivas equivalentes. Esto podría suceder si
l,r ¡rlcscncia del pronombre clítico no se debiera a una diferencia funcional sino, por ejem-
¡rkr, u la incidenciade factores sintácticos, como lacomplejidad sintácticade lasecuenciaen
r ¡rrr' t'riti inserta la oración de relativo.

' Q. -1. El factor distancia.

I ln f actor Que se suele considerar relevante para explicar fenómenos como la presencia de
rrrr ¡rnrnombre clítico denüo de la relativa, es la distancia que media (el número de palabras
{¡r(' sc interponen) entre el núcleo semiántico de la FN antecedente y el comienzo de la
rcl;rtiva; es decir, la complejidad sintáctica de la estructura dentro de la que está la FN ante-
r r'rlt'llt().

Yrr llello (1941: 242), quien consideraba este uso de los pronombres clíticos como pleo-
rr,r..lit'o y redundante sugería:

I'recediendo un relativo en acusativo debe evitarse el pleonasmo, a no ser que


"

cl rclativo se halle algo distante del caso complementario que lo reprodtrce: 'Esta
ticrra es Nontega; pero ¿quién eres tú que lo preguntas, y en lengua que por estas
liltrtes hav muy pocos que la entiendant?'..."
( i rrrrlit: plantea la hipótesis de que el grado de accesibilidad a la formación de oraciones de relativo se puede
r
'
r k'l irril crt funcirin de lajerarquía: sujeto> objeto directo> objeto indirecto> posesivo, de tal modo que será

¡rr;rs liicil <¡ue la frase nominal antecedente cumpla la función de sujeto que la de objeto directo en una
¡r'l;rtivir, rnás fácil objeto directo que indirecto. etc.

1.5 I
También Lavandem (1984: 94) busca la explicación de la presencia de clíticos en las
oraciones de relativo en la "distancia" cuando propone que:
"...e1 recurso de redttplicación por el pronontbre clítico aparece en lengua oral y
escrita cuando por alg,unct n&(n lct prctposición inc'luida no está inntediata al
antecedente."
Existen diversas maneras de medir esta "distancia". discriminando o no entre los diferen-
tes tipos de elementos que pueden interponerse entre la FN antecedente de la relativa y el
comienzo de la misma. En este c¿rso se optará por un criterio cuantitativo, que contemple
toda la diversidad cualitativa posible en cuanto al tipo de palabras o estructuras interpuestas.
Se fijará un límite de 2 palabras, de modo tal que, si en la secuencia a analizar hay más de 2
palabras interpuestas entre el núcleo semiíntico de la FN y el encabezamiento de la relativa,
se considerará que hay "distancia" (c/distancia), es decir, que existe una dificultad sensible
para el procesamiento de la información por pafie del oyente. De lo contrario, se asumirá
que no hay distancia suficiente (Vdistancia) para obstaculizarlacomprensión del oyente de
la relación que se pretende establecer entre la frase nominal antecedente y la subordinada
adjetiva en cuestión.
Es decir, que se contabilizarán como presentando una mayor dificultad, o "con distancia"
(c/distancia) entre la FN antecedente y el "que", casos como:
(9) "...o seu, que lrubieron buetns grupos en mi infuncia cpte yo no los cottocí..."
(inf.29)
(10) "...wn posibiliclad de serGerente General de Ia Coorporación Nacional para
el Desarrollo, que si bien no es wt puesto político yo lo tomo como utt puesto
técnico,... " (inf.9)
Se analizariin, en cambio, como secuencias que no presentan mayores dificultades, o "sin
distancia" (s/distancia), casos como:
(ll) "...se ha perdido todo eso, esas cosas tan lindas que...que yo las viví cuando
joven,..." (inf. 30)
(12) "...hay muy buenas comunicaciones que antes no los había,..." (ilf. 9)
El CUADRO 2lpondera la incidencia del factor dist¿mcia en la elección de las estrategias
S/Clit. y C/Clit., en tanto muestra la proporción en que se rccune a est¿Ls estrategias en las
relativas consideradas "con distancia", y en las consideradas "sin distancia". de acuerdo al
cdtedo anteriormente detinido.

s/clit. c/clit. N=

s/distancia 89.5 r0.5 580


c/distancia 12.6 27.4 62

CUADRO 21. Relativas cot, - sitt clítico, según factor dtstancin.

t54
F-
I

lrn primer lugar


observa una diferencia de comportamiento entre los dos tipos de rela-
se
I r vrrsconsiderados: efectivamente en las relativas "con distancia" la proporción de relativas
'r on clítico"
es mayor que en las relativas "sin distancia", por lo que se puede inferir que esta
,lr.'t¡urcia es uno de los factorcs que puede favorecer la presencia del pronombre clítico.

l rn segundo lugar, los datos sugieren que esta "distancia" considerada, aunque tenga cier-
t,r rrrcidencia, no es un factor determinante en la selección de las estrategias con y sin clítico
, ¡r efecto, no surgen en forma clara las razones por las que el 10.57o
rc lracen los hablantes. En
, h' k¡s relativas "sin distancia" se construye con pronombres clíticos, a pesar de no existir el

, rstriculo para el procesamiento de la información que crearía la distancia entre el núclm de


'l
l.r l;N antecedente y el encabezamiento de la subo¡dinada. Por otro lado, la mayor parte de
l.r.' srrbordinadas con clítico son "sin distancia". En resumen, el factor "distancia" deberá ser
r r rrrsiderado un factor secundario para la elección entre las dos estrategias estudiadas, dado
rll¡(':

;r) deja sin explicar el empleo de clíticos que se observa enel l0.5%o de las subordinadas
"sin distancia", las que, de acuerdo a esta hipótesis, no necesitarían recurrir a ese pro-
nombre clítico para aclarar su referente, y
h) dentro del total de relativas C/Clit. (78 ocunencias) la gran mayoría (61) son "sin
distancia"; se trata de 6l casos en que la presencia del pronombre clítico no es explica-
da por este factor analizado.

lin consecuencia, será preciso buscar en otros planos los factores más significativos para
l,r t'xplicación de este fenómeno.

.Q.1. El nivel discurcivo.


Las oraciones de relativo no siempre identifican o especifican un referente, como sucede
, r )n las relativas que Comrie (1981) considera "prototípicas". En ocasiones agregan infor-
rr urt'itin nueva sobre ese referente, como en los casos de nuestro corpus que aquí se ffanscri-
Irrr. dentro de su contexto:
(13) "...irtclusive, a ntí, uo nrc fustidia nütguna músicq me gusta toda la música,
tiltora, viste, en ese setúidr¡, o sea, que ltubiercn buenos gnqos en tni itt urcia
que yo no los conocí, que alnrct decís, cónto, te gusta Gmn and Roses y ponele,
(uúes tn Íe gttstabut lr¡s Beatle-;, por r¡ú?, viste, enfonces,..." (inf .29)

t 1.1) "E: ...¿;¡, " De spedidct de Solterc¡" ele c\ué eru?

l: Se trutrtbu cle wt grupo rle anigps que los uilpuban, cprc lubícut ltecho tuta
,lcs¡tedidu cle solteru y...lnbícut ttttütulo ¿t tuta nwtltacha quc e.slttl'¡ct cut elkts,..."
rinl'. -17)

t l5) "...1' (se es uno tle las c'ostts clrc v) no contporl(t t'tnt lu lu¡licía... lu iniusticia
,'.vtrulatl?, estc, y \t es mt trahujo que... (t rttí ttrc gu5f ulvt ltuc'eflo, nrc gustaba y me

|55
gusta, pero... debklo a que... este, me pasaron cosas y sttpe muchas cosas, y fui
viendo que lu policía y(r rto era lo c¡rc vo soñaba, lo que a ntí me gustaba, este...
entorrces tuve qrrc dejar porque vi que... " (inf-. 30)

Especificar (o identificar) un referente y agrcgar información nueva acerca del mismo son
dos diferentes funciones semántico-discu¡sivas de las construcciones de relativo, y la exis-
tencia de estas dos f'unciones ha sido reconocida y definida de distintas maneras por las
gramáticas.

Bello (1941: 83), por ejemplo, afirma qr"re la proposición de relativo "especifica" unas
veces y otras "explica". Pone este ejemplo:
"En 'Ins señoras, c1ue deseaban desccutsa1 se retb.;, tüt' el sentklo es puramente
explicativo; se lmbla de todas las señoras. Qttitando la conta en Ia escritura, y
suprinüento la ¡tctusa ett la rccitación, haríantos especificatit o el sentido, porqlte
se entendería qt4e no todas sitto alg,uuus de las señoras, deseaban clesc'ansan y
que sólo éstas se retiraron."

Pero no solamente reconoce Bello una diferencia de "sentido" sino que postula también
una diferencia sintáctica, en tanto considera que la proposición especificativa se podría lla-
mar suborditncla, mientras que la proposición explicativa debería llamarse inc'idente, en
tanto las proposiciones incidentes tendrían un grado mayor de independencia de la oración
principal que las subordinadas.
También Alonso y Henríquez Ureña (1939. v.ll: 24) se refieren al tema. Plantean que
tanto las especificativas como las explicativas son complementos del sustantivo anteceden-
te, a pesar de lo cual son diferentes, porque las especificativas son un complemento "necesa-
rio", sin el cual el antecedente no logra designar a su objeto, mientras que las explicativas
son un complemento "adicional", pero no indispensable para la designación del objeto.
Desde una perspectiva tipológica, por su lado, Comrie (1981: 139) destaca:
" Despite tlrc sinúlar syntactic constructions for restrictive and non-rcstrictive
relative clauses, they are radicalll, di.fferent in sentantic or pragntatic tenns,
ht partictilur in tlmt tlrc restrictive relative clause Lrses presttpposed infonrrution
to identifi Í|rc referent of a nourt pltrase, while tlrc non-restrictive relative is a
t4,ay of'presetúirtg new infornntion on tlrc busis of the assuntption tlmt the
rcfererú can alrcacl,,- be identiJietl."
Como vemos, las rclativas "restrictivas" cle Comrie coinciden con las oraciones de relati-
vo que Bello llama "especificativas", y las "no-restrictivas" coinciden con aquellas que para
Bello son "explicativas". Por otra parte, como ya se adelantara, Comrie sugierc que sola-
mente las restrictivas podrían considerarse como oraciones de relativo prototípicas, aten-
diendo probablemente a que no podría asignarse idéntico status sintáctico a dos esfucturas
con funciones semántico-discr¡rsivas tan diferentes. Sin pretender entrar en esa discusión en

r56
JJ-

' .r(' nromento, es indudable que los ejemplos presentados requieren una interpretación "no
I 't '
tloIíl)ica".
l;rl vcz sea Sankoff (1980: 211), en su estudio de las relativas en el llamado Tok Pisin de
ilrrr'vrr (iuinea, quien ubica más acertadamente el nivel en el que se plantea el problema,
, r.ur(lo arriba a Ia siguiente conclusión:

" wa.find tlrut tlrc lzasic processes üwolved h relativization lrun,e ntuch broader
rlist:ottrse functions, and that relativization is onl¡, a special instance of tlrc
rt¡t¡tlicatiort of general "brctcketing" devices used itt the orgcutizcttion of
itt.lrtrntation. Syntactic structure, in this case, can be understood as a
(' tt p on e nt of, and de riv ativ e .from, di s c ou r s e st ruc ture. "
()t

l(t'srrlta un antecedente relevante, asimismo, el trabajo de Silva-Corvalán (1981), sobre la


tr rrrr rrin pragmática de la duplicación de pronombres clíticos, aunque ella no estudia oracio-

lt. r'clatiVo sino oraciones simples. Silva-Corvalán (op.cit.: 564) sostiene:


', . r

" ltt ¡tresencia de estr¡s clíticos no es unfenótneno redunclante e irreguktr sino un


Itrúnteno de concordancia si¡ttáctica entre elverbo y el complemento directo que
ti':;¡tontle ct factores sentánticos y sintácticos que se rclacionan ccm Ic¿ noción de
ttt¡ti:'¿¡l¡¡¡o¿. lnfurrción pragntática de estos clíticos es la de señalar que el refe-
tt'utc de un sintagnta nontinal. dado tiene un valor alto de topicalidad-"
Irrrrlrrrcnte,otroantecedenteimportante,yenunadirecciónconfluyentedeanálisis,esel
, trrrlro rlc Echeverría (1981: 7l), en el que se observa que:
" ltts .subordinadas adjetivas con valor restrictivo no detectan elfenómeno de la
, I t pl i t' i dad del obj eto directo ".
t

rr t'l ¡rresente trabajo se definirá la diferencia entre las relativas llamadas "restrictivas" y
I
Ir, 'rro rcstrictivas" en base a lo que el hablante presupone, en cada caso, respecto al estado
'¡rl, 'r
ruiu'ional, cognitivo, del oyente. Es decir que, como plantea Comrie, se llamará "res-
rr rr rrVirs" a aquellas relativas que emplean información que el hablante presupone conocida
,, ,r ,'l r rycnte. En esos c¿rsos, el oyente será capaz de usar esa información para identificar el
|

r, lr'rcnlt'tlc la relativa.
|
:rrircterística opuesta definirá a las relativas "no restrictivas": en estos casos se consi-
,r t
,l' |,rrr (lu(' las relativas aportan información que no se presupone conocida sino nueva para
, | , r1,r.nlt..

t .'.\. Ililtótesis de trabajo.


| ,r ¡rrcst'ncia de pronombres clíticos acusativos en las relativas de nuestro co{pus parece
,. roriu s(:, cf'ectivamente, con recursos empleados pot los hablantes para organizar la in-
l.rr
t,,n¡r.rr'rrin cn cl discurso, por lo que se formula las siguientes hipótesis como punto de
t, l lrr l;r lt' t'slc trabajO.
r

t57
i) I-os clíticos acusativos (i.e. con función sintáctica de complemento directo)emplea-se
rían en las construcciones de relativo cuando éstas introducen información nueva en el dis-
curso, es decir, cuando son no-restrictivas.
Esta información no presupuesta cumple la función de realizar un comentario secundario,
o comentario "enü€ paréntesis", sobre el tópico que está representado por la frase nominal
antecedente de la relativa. Por otra parte, esta estrategia de subordinación permite que el
hablante realice más de un comentario sobre un mismo tópico (i.e. un comentario principal
y un comentario "entre paréntesis").
ii) Los pronombres clíticos acusativos tendrían la función de señalar el valor de tópico de
la FN antecedente de la relativa, al igual que en las oraciones simples con clítico estudiadas
por Silva-Corvalán. O sea que estas relativas con clítico serían empleadas por el hablante
como una estrategia para alertar al oyente sobre el carácter de tópico del referente de la
subordinada, nuevo en el discurso, señalando que se va a agreg¿r información sobre ese
referente (i.e. se va a hacer un comentario sobre el tópico que ese refercnte representa).

Se tratará, entonces, de estudiar distintos aspectos que pueden operar como indicadores
de la eventual validez de las hipótesis propuestas. En el punto 3.2.2.6. se estudiará un factor
sintáctico que va a contribuir a determinar si la información que aportan las oraciones de
relaúvo con clítico es nueva o no, y en el punto 3.2.2.7 . se analizará otro factor que aportará
información sobre las FN antecedente de este tipo de relativas, contribuyendo a verificar si
representan un tópico introducido por primera vez en el discurso o, por el contrario, un
tópico ya introducido, que se retoma. De verificarse esta última condición, la función del
clítico no sería la de señalar o colocar en foco un tópico porque éste ya estaría claramente
identificado por el oyente.

4.2.6. Naturaleza de In información que aporta In relafiva.


Las oraciones de relativo pueden producirse en diferentes posiciones sintácticas en rela-
ción a la oración principal a la que están subordinadas, y estas posiciones son fiecuentemen-
te poftadoras de información lingüística rclevante.

En trabajos anteriorcs sobre el tema (Asencio l99l y 1995) se ha observado que la posi-
ción de la oración de relativo con respecto a la oración principal tiene una muy definida
relación con la oralidad y los estilos más infbrmales de comunicación, de tal modo que, en el
registro oral, la mayor parte de las rel¿rtivas se produce en posición final. En ef'ecto, son muy
fi'ecuentes secuencias del tipo:
(16) "Te cort:;igo t'ttalr¡tücr nthrrero ¡, los pare:; que Eüeras..." (inf. 27)

I' rnucho mcl.los fl'ecucntes sccuencias del tipo:


(17) "...1a prir-nera ple-sLurta que le hizo la Universidad. fire si...si él era.tritdua-
do... " (inf. 7)

I-58
-l

l rr cste caso, en la medida en que el co¡pus con que se realiza este estudio fue elaborado
.r ¡r;rrlir de entrevistas (i.e. situación de oralidad), es posible anticipar que la mayoría de las
rr'lrrlivas, sea cual sea la estrategia de subordinación elegida por los hablantes, estará en
¡', 'sición final.
Sin embargo, la posición final o, más genéricamente, la ubicación de una oración subor-
,lr¡rul¿r respecto a la oración principal, puede tener otras funciones discursivas. En efecto,
¡
rr rt't lc estar relacionada con el status de Ia información que esa oración subordinada transmi-
tr' Scgún Givón:
"Tlrc accusative or dircct object position ís (...) the nmjor avenuefor introútctirtg
new rcferential ntguntents ittto disc'ourse, at least in English." (1979:52) (desta-
cado del autor).
Asumiendo que algo similar ocune para el español, cabía esperar que las relativas subor-
,lrrurclas a una FN con función de objeto directo (en la oración principal) introdujeran predo-
rrrinitntdlnente información nueva en el discurso. Además, en el marco de un discurso basa-
r lo clt estructuras tópico-comentado, la información nueva no solamente se introduce en la
¡xrsición del objeto directo, sino, más genéricamente, en la posición del "comentario" , vale
, k'cir, en posición final.

A partir de estos presupuestos, entonces, se efectuó un análisis de la posición de las oracio-


nt's cle relativo que confbrman nuestro corpus con respecto a la oración principal (i.e. lo que en
l(ornaine, 1984, se denomina "embeddedness"), distinguiendo entre una posición efectiva-
rrrcnte "incrustada" o "intermedia" (pos. intermedia) y una posición
final (pos. final).
l'.ste estudio se realizó con el objetivo de identificar diferencias de comportamiento en
nucstro corpus, es decir, grados diferentes en que cada una de las posiciones consideradas
t linal e intermedia), favoreciem el empleo de la estrategia "con clítico". El CUADRO 22
r r rucstra los resultados obtenidos.

s/clit. C/Cüt. N-
intermedia 99.3 0.7 146
final 83.0 t7 .0 453
otros r 00.0 0.0 43

CUADRO 22. Relalivas con - sitt clílico, según posicün de la relativa en la oración principal

llste CUADRO22requiere, en primer lugar, una aclaración sobre el agregado de la posi-


, ion denominada "otros". Ocurren con frecuencia en el corpus estudiado secuencias sintác-
lr('tnlente "incompletas", es decir, donde no es posible identificar una estructura Sujeto-
Vcrbo-Objeto, ni tampoco una estructura tópico-comentario. Veamos algunas ocurrencias
(l(' nUeStrO COrpuSl

( l8) "No todos, pero, generalnrcnte... el mismo espíritu que tícnen las inglese, por-
que los ilryleses, o sect, para mi, esa es la diferencia, los ingleses tenían Ia diferen-

t59
I

ciu cott los alentanes de clue los iltgleses se creen, o sea, los alemanes se crcíant
superiores a las dentás ra7as, los ingleses están seguros de que son superiores,..."
(inf.2)
(19) "...pero conto él es ntás clüc1uito, él huc'e, es p(tra toclo los núrnos, para todo é1,
toda la, todas las ntañas que hace é1... peru ,-o pienso que, no é1, lmsta ahora él no
repitió ningútt etño, tiene diez año.s, está cttrsamlo cuafto,... " (inf. 29)
(20) "... y el tenn de dedicarse a la Mutenúttica yo pienso que es utr trabajofull time
no?, la gente que veo que está en eso, este, digo pura... pcu'a lnblar con seriedad
de dedicarse a utta cosu, es wru cosu... lnstanÍe fiierte en cr¿a,tto a lwras de
dedicación,... " (inf. 5)
En la comunicación oml es fiecuente que se anuncie un tópico de una determinada mane-
ra y luego, o bien se intemrmpa esa secuencia, optando por otro tipo de estrategia más
efectiva para transmitir un mensaje dado, o bien el hablante considere que el comentario
sobre algún tópico presentado es demasiado obvio o redundante, por estar ya sugerido por
todo el contexto discursivo.
En esos cÍrsos no es posible identificar una estructura oracional "principal" a la cual se
subordinen las relativas presentes; no existe, por lo tanto, el marco de referencia necesario
para poder definir la posición de la relativa. Por esa razón las ocurrencias de este tipo (en
nuestro corpus se registra 43 en total) fueron contabilizadas en forma separada, como "otros".
Con respecto al resto de las relativas del corpus, que sí se encuentran dentro de estructuras
oracionales convencionales, el CUADRO 22 pone en evidencia un comportamiento clara-
mente diferenciado en relación a las dos estrategias an¿üizadas.
En primer lugar y tal como se anticipara, la mayor parte de las relativas (453 ocunencias)
se produce en posición final. Este es un fenómeno que, como viéramos, está asociado a la
situación de oralidad que caracteriza al corpus empleado en este trabajo.
En segundo lugar, la estrategia C/Clit. no resulta favorecida en igual medida por las dos
posiciones estudiadas. En efecto, las relativas que estián en posición intermedia se constru-
yen, prácticamente en su totalidad (en e199.37o de los casos), sin pronombre clítico, por lo
que se debe concluir que la única posición que favorece la construcción de relativas con
pronombre clítico, como confirman los datos de este CUADRO, es la posición final; en esta
posición se ubican 77 de las 78 relativas con clítico que conforman el corpus.
Consecuentemente, y en relación a la hipótesis propuesta (i.e. la posición de un elemento
está vinculada a su status informacional), es posible concluir:

a) no se observa (salvo excepciones) el empleo de clíticos en las relativas que, por estar en
posición intermedia, se pueden relacionar con información conocida acerca de un refe-
rente;
b) los pronombres clíticos aparecen, de manera casi categórica, en la-s relativas que, por

r60
_T-_

cstar en po.ición final o posición del "comentario", se pueden relacionar con la iucor-
prlración de información nueva al discurso, como en el siguiente caso:
t.ll\ "Y lrw utt molino que lo dejan para visífar porque es precioso." (inf .24);
t ) las relativas sin pronombre clítico no tienen un status informacional claramente defini-
clo, dado que están presentes tanto en posición intermedia como en posición final.

:n os términos de Sankoff ( 1980a: 229), diríamos que las subordinadas con pronombre.
| f

, lrtico "caracienzan" una frase nominal. Las relativas S/Clit.. en cambio, se relacionan tanto
,r l;r infbrmación nueva como a la ya introducida en el discurso, es decir que actúan tanto
, ;rlircterizando" como "identificando" (Sankoff 1980a: 224) tópicos.

f trr ejemplo, en algunos casos, como en la ocurrencia (22),la relativa S/Clit. ocupa la
¡', (y cumple la función dentro de la oración principal) de complemento directo, y, tal
'siciírn
' )rno se prevé para estos casos, introduce información nueva en el discurso. En otros casos,
|

r r rlf ro er la secuencia (23),larelativa S/Clit. ocupa la posición (y cumple la función dentro


,1,' Lr oración principal) de sujeto, y, también de acuerdo a lo previsto, maneja información
r.r plcsentada, conocida por el oyente, quien a partir de ella estará en condiciones de identi-
lrr':rr cl rcferente.

t 12) "...había que tener una cantidad de plata que no tenía ese complejo,..." (inf. 3)
tJ.l) "...e1 conductor era una figura realmente eh...interesante. porque tenía un cor-
netín, que cada vez que iba lle-eando a las esquinas, los hacía sonar, como los
claxon de los modernos automóviles, una característica sumamente especial.(...)
'lbdo el ruido que hacía, el cornetín ese...era necesario..." (inf. l2)

1.J.7. Naturalezs. del antecedente cle la relativa.

| .l FN antecedente de la relativa puede definirse como un tópico acerca del que se dice
ri,,o. y la oración de relativo que lo si-9ue se puede relacionar de dos maneras con él: o bien
l.r .r'rrciór de relativo agrega infbnnaci(rn presupuesta sobre el tópico para que el oyente
;,rrt'tlrr identificarlo (cf. punto 3.2.2.1.), o bien apofta infbrmación nueva, con función de
,,lncntario enÍe paréntesis" sobre ese tópico, como se viera en el punto 3.2.2.6.
l'.sc ttipico, a su vez, puede ser nuevo o ya conocido para el oyente y el _erado cle detlni-
' r,rrr rlcl sintagma nominal antececlente puede aportar infbrmación relevante sobre este
||)('('to.
l'r¡rliendo cle lus conceptos propuestos por Givón ( 1984), si la FN antecedente es indefini-
'l.r ¡rodcmos interpretar que se trata de urt tópico que se introduce por primera vez en el
, lr ,r'urso. como en la secuencia (24). Por el contr¿rrio, si Ia FN es defrnida se podrá interpretar

, r(' r'st¿u.uos ante un tópico que el oyente puede identificar. ya sea porque fue introducido en
¡
r rrr r rronlento anterior del discurso y se retoma. como en la ocunencia (25), o porque, aunque

rr, r lurya sido introducido antes en el discr.rrso, es identificable por parte del oyente gracias a

l(rl
--l

su conocimiento del mundo o por estar disponible en el contexto deíctico inmediato, como
en el segmento (26).
(24) "...hay un crindero muy grande que tú tn lo t¡iste porque está hncin kts FIo-
res..." (inf.43)
(25) "E: ¿quépostgrodo pensáshacer? I: (...)...sébienloquenovoyahacerperoel
postgrado que voy a ele-gif púrcce ntetúira... tal vezlo tenga clue elegir dentro de
poco tientpo, pero no lo tengo biert definiclo... " (inf. l5)
(26) "..ltrcno voy de la casa de utut urniga u nti c'asu ¡, de la casa de otrus chicpili-
trcs, a veces alquilantos mt vitleo, núrantos los sábados 1t eso, lodos lc¡s sábaclos
en casas distitúas... es Ia única diversión que tenenrcs, después nütguna ntós..."
(inf. 37)
El estudio del grado de definición de la FN antecedente, por lo tanto, agregaráelementos
para aclarar la función del pronombre clítico en la rclativa. La hipótesis que se propone en
este caso, como se adelantara en el punto 3.2.2.5., es que el pronombre clítico marca el
carácter de tópico de una FN indefinida, desconocida para el oyente, indicando de este modo
que se trata de una FN sobre la que se va a introducir más información.

Se adoptará aquí una visión de lo "definido" e "indefinido" que permita el análisis del
lenguaje natural, en uso en los procesos de comunicación. Con este fin se recoge las siguien-
tes definiciones de Givón:

"Indefinite: 'Speakers code a referential nonúnal as indefinite tf they think that tlrcy ctre
tnt entitledto ctssunrc tltat the lrcrtrer can -by whatever nteans- assign it unic¡ue referential
idertity'.
Definite: 'Speakers code a referential nonútrul as definite if tlrcy think tlrut the.v- ure
entitled to asslmrc that the ltearer can -by whatever nrcans- assigrt it tuúque referertce'."
(1984:399)
7,{ los efectos de la clasificación de las ocunencias del corpus se consideraron con carác-
ter de [+definido]: nombres propios, entidades físicas o culturales únicas (el sol, la tiema, la
bandera, el P¿ulamento). pronombrcs personales, estructuras del tipo: {ar1ículo definido +
N ) y estructuras del tipo: {adjetivo deíctico + N }. Las fiases nominales que no cumplen con
estas condiciones fueron contabilizadas como l-deflnidol (CUADRO 23).

FN antecedente s/clit c/clir N=

[+definido] 94.8 5.2 439


[-definido] 12.9 27 .l 203

CUADRO 23. Relativas con - sitt clítico, según caraclerísticas de la FN antecedente.

EI carácter de [+definido] o [-definido] de la FN antecedente tiene una marcada inciden-


cia en la opción que hacen los hablantes montevideanos entre las dos estrategias de subordi-

r62
,.r( r()n consideradas. Efectivamente, dentro de las oraciones subordinadas a una F'N l+clcfi-
rrr,lrrf t'l ¡rorcentaje de ocurrencias con pronombre clítico es mínimo (5.2Vo). En cambio,
, l' ntr( ) tlc las oraciones subordinadas a una FN
l-definida], el porcentaje de ocurrencias con
t",'rrourl'le clítico es francamente mayor (27.l%o). Se puede afirmar, por lo tanto, que el
,r', r l+clefinido] en la FN antecedente no favorece el empleo de la estrategia C/Clit., mien-
'.,
rr .r', (
luc cl rasgo l-definido] sí lo hace.
l\ r' otro lado, es interesante observar que, si bien las subordinadas S/Clit. son conside-
r.rl,lt'nr€rt€ más abundantes que las C/Clit., en general en nuestro colpus (cf. CUADRO
'ttr. soll muchas más las relativas S/Clit. que aparecen asociadas a antecedentes [+defini-
,1,,1 (-116 ocurrencias) que las que aparecen vinculadas a antecedentes [-definido] (148

'( ilt't'cnCiaS).
,

l'.n resumen, y en relación a la hipótesis planteada, se puede concluir que:

¡r) Ias rclativas cuyo antecedente es [+definido], vale decir, aquellas que aportan informa-
r rrn irc€rca de referentes ya conocidos, identificables, se construyen en su gran mayoría
r'r l.fi%) sin pronombres clíticos.
lr) los pronombres clíticos ocuren con una frecuencia importante (el27 .l%o del total de
'.'rrrrencias) en las relativas que introducen infbrmación acerca de referentes nuevos en el
,

,lrsc:urso, vale decir, en aquellas cuyo antecedente es [-definido], mientras que el porcentaje
,lt' rclativas con clíticos es mínimo en las relativas que introducen información acerca de
r cll'rentes ya conocidos.

Sin embargo, esta diferencia funcional no es categórica, dado que no siempre el rasgo
I r<lefinido] se corresponde a la eshategia S/Clit. Dentro de las excepciones se encuenffa la
''ccuencia (27) qae se transcribe a continuación.
(27) "Yo prefieto ver esas estas...que las argentilrus. Estas que las argentinas que
Ias dan tlos veces por senxano." (inf .46)
A la inversa, tampoco el rasgo [-definido] se conelaciona siempre con la estrategia C/Clit,
t'omo muesffa el segmento (28).
(28) "...este...pasó en el liceo treinta y ocho ahí abajo una, se hizo una
cotecanninata...este...y ya te digo, lmbía ntil, dos núl oclncientas personas que
se apwúoron no?,...todo para contprar un telescopio qte precisaban todos los
licects de acá del barrio... " (inf. 25)

No existe, entonces, una correlación categórica, pese a lo cual podemos afirmar que existe
rrna tendencia bien definida en la dirección de la hipótesis propuesta: los antecedentes [-
tle:tinidol, si bien no determinan el empleo de la estrategia de subordinación C/Clit., favore-
ccn esta estrategia en una medida claramente mayor que los antecedentes [+definido]. Los
¡rronombres clíticos tienden a cumplir, entonces, la función de marcadores del valor de tópi-
co de una FN indefinida.

I (r-l
Esta diferencia funcional queda especialmente evidente al comparar las siguientes ocu-
rrencias de nuestro corpus, en las que el referente es el mismo, aunque con distintos grados
de definición.

tóoico: üabaio
(29) "Ese eraeltmbajo que hacían esos dos tranvías." (S/ChíL.), (inf. 12)
(30) "...adentás es un trabajo que lo tengo seguro, que no tengo...problenm." (C/
Clir.), (inf .37)
' tópico: cosas
(31) "...y en definitiva las cosas que puedo consultar son las, son las mismas que
consultaba antes... " (SlCliL ), (inf. I 5)
(32) "...entonces, soncosas que no...tto, no podés hnblaflas tampoco así, divulgar-
las... " (C/Clif.), (inf. 30)

tópico: edad
(33) "...1o que pasa es que conla edad que tiene, ya la escuela tiene que termirmr.." (S/
Clif.), (inf.40)
(34) "Porque están enurut edad que la tiene que disfrutar..." (C/Clif.), (W 43)

4.2. 8. C onelatos s ociale s.


Las diferencias porcentuales enffe los distintos subgrupos (por nivel de instrucción, sexo
y edad) comparados son mínimas, como muestran los CUADROS 24 a 28). Se deberá con-
cluir, entonces, que no se trata de un rasgo socialmente estigmatizado sino de una estrategia
ie subordinación empleadade modo muy similaren todos los sectores sociales montevidea-
nos, con las funciones discursivas y comunicativas analizadas.

s/clit. c/clit. \[=


NA 88.4 l 1.6 405
NB 86.9 13. I 237

CUADRO 24. Relafivas con - sitr clílico, por nivel de instrucción.

s/clit. c/ctir N=
mujeres 88.0 t2.0 324
hombres 87.7 12.3 318

CUADRO 25. Relativas cott - sitt clítico, por sexo.

S/Cüt. C/Cnt. N-
edad I 86.8 t3.2 212
edad 2 89.9 r0. r 207
edad 3 87.0 r 3.0 223

CUADRO 26. Porcentajes de relativas con y sin clífico, por edad.

| (r-l
s/clit. c/clit. N-
NA hombres 85.9 14.l 185
NA mujeres 90.4 9.6 220
NB hombres 88.9 ll.1 r35
NB mujeres 84.3 15.7 t02
CUADRO 27. Relativas corr - sín clítíco, por nivel de instrucción y sexo.

s/clit. c/clit. N=

NA edad 1 86.4 13.6 r55


NA edad 2 92.7 7.3 t24
NA edad 3 86.5 r 3.5 126
NB edad 1 87.7 12.3 57
NB edad 2 85.5 14.5 83
NB edad 3 87.6 t2.4 97

CUADRO 28. Relativas con - sin clítico, por nivel de instrucción y edad.

-l-2.9. Consideracinnes ftnalcs sobre las oracinnes de relafivo con pronombre


clítico acusativo.
l,os dos factores lingüísticos estudiados (naturaleza de la información que aporta la rela-
lrvir y naturalezade la frase nominal antecedente de la relativa) han resultado relevantes para
r rrracterizar las funciones discursivas de las estrategias de subordinación comparadas (i.e. S/
('lit. y C/Clit.).
lrl factor de mayor incidencia para el empleo de pronombre clítico en las oraciones subor-
, lr r uulas adjetivas resultó ser el status informacional de la relativa; las relativas C/Clit. carac-
t('r'inrn a un tópico en tanto aportan, de maneraprácticamente categórica, información nueva
'.,rlrrc el mismo. Las relativas S/Clit., por su lado, no cumpliúan una función claramente
,lt'li¡rida a este respecto, relacionándose tanto con la información nueva como con la ya
, ,,¡¡ocida por el oyente.

l(espccto al segundo factor estudiado, se constata que, en la mayor parte de los casos, los
lr,rlrlrrrrtes emplean relativas con pronombres clíticos para marcar el valor de tópico de una
I N rurtccedente indefinida, es decir, para alertar al oyente sobre la introducción de un nuevo
r' ,l r('( ). rrcerca del cual se aportará más información. En cambio. cuando el tópico es conoci-
, l, r r¡¡¡ ¡¡ cl oyente y, por tanto, la FN antecedente es definida, los hablantes prefieren emplear.
¡

' l;r lnrn mayoría de los casos, la estrategia S/Clit.


rr

\rntt'liz¿rndo en una frase las funciones de estas construcciones con pronombre clíti-
,'
' l'o(lr'ílrllos decir que las relativas con clítico acusativo, en la amplia mayoría de los
' ,r',r r\,. ¡rlx)rl¿rn información nueva sobre tópicos que se introducen por primera vez en
, l rlt',t ttlso.

'r rrltirrro, cl uso que los hablantes hacen de estaesffategia no aparece condicionado por
I I

165
factores sociales, lo que equivale a decir que no se trata de una estrategia socialmente estig-
matizada.

43. Oraciones de relativo con pronombre clítico daüvo.


De acuerdo a las gramáticas tradicionales del español, este tipo de oraciones subordina-
das adjetivas se debe construir con las preposiciones "a" o "pard'delante del pronombre
relativo. La presencia de un pronombre clítico al interior de la oración subordinada se suele
considerar, en estos casos, redundante o pleonástica (cf. Bello, I9I8: 242).
Los pronombres clíticos ocurren, sin embargo, en las estrategias de relativización que
emplean los hablantes de Montevideo. El CUADRO 29 muestra la frecuencia con que apa-
recen los clíticos dativos en este tipo de construcciones.

s/clit. c/clit.
con prep. 0 2
sin prep. 0 26

CUADRO 29. Ocunencias de relativas con y sin clítito (daivo).

En las relativas con función sintáctica de complemento indirecto, el pronombre clítico se


emplea en forma categórica en el corpus analizado. En consecuencia, no nos encontramos,
en este caso, ante un fenómeno de variación: todos los hablantes montevideanos que confor-
man la muestra emplean el pronombre clítico dativo, en todas las oportunidades en que
producen subordinadas adjetivas con función de complemento indirecto. Se trata de cons-
trucciones como las que aquí se transcriben:
(33) "...hay Benteque nole importa,ybueno,..." (inf. l7)
(34) "...es urt botija que le gusta mucln los, viste, Ios animales, todo, la caza, la
pesca, todo eso,..." (inf .29)
(35) "...sé que hay clientes que no, que que les ilúeresa seguir con el Banco,..." (inf .
20)
Es también muy marcada la preferencia de los hablantes por no emplear preposiciones
("a" o "para"), en este tipo de relativas: solo 2 casos en 28 ocurrencias (o sea, un 7.l%c), se
producen con la preposición "a" en el encabezamiento de la relativa y no se registró ningún
caso en que se utilizara la preposición "para".
En resumen, son dos los rasgos claramente dominantes en el corpus de construcciones de
relativo analizado: Ia ausencia de preposición delante del pronombre relativo (92.9Vo delos
casos) y la presencia del pronombre clítico (I007a de los casos).
El pronombre clítico podría rcsultar una marca redundante del caso dativo si se empleara
junto con la preposición "a" o "para", dentro de la misma fiase suboldinada. Pero esa redun-
dancia no ocuffe, como demuestran los datos del Cuadro 8: solo en 2 de los 28
-generalrnente

r66
t
-
¡ ,r\{)s enconffados se emplean los dos elementos: preposición y pronombre clítico dentro de
l.r ¡rrisma oración subordinada

l:sto está sugiriendo una eventual conexión enfe los dos fenómenos registados: la pre-
',''n('ia del pronombre clítico parece complementarse con la ausencia de la preposición, de
t.rl ntrdo que el clítico podría estar sustituyendo a la preposición en su función de marcar el
r ,t\( ) (lativo.

No es posible en este caso, por tratarse de un estudio sincrónico, exffaer conclusiones


un posible proceso de cambio en curso en la dirección señalada. Sin embargo, sí es
,r( ('r'c¿r de

¡r,
rsible afirmar que el caso dativo de estas relativas se marca en el habla actual de los mon-
rcr itlcanos, en la casi totalidad de los casos, a ftavés del pronombre clítico y no a través de
rrrrrr ¡rrcposición.
l:s probable que este fenómeno no sea exclusivo de la oralidad sino que se pueda observar
t,rrrrbién en el discurso escrito de Montevideo (por lo menos en lo que se refiere a la presen-
, rrr tlcl pronombre clítico), perc esa posibilidad solamente podría comprobarse con un estu-
,f rtr ctrmparado del corpus con el que se realizó este trabajo y un corpus de lengua escrita.

t67
ESTRUcTURAS róncocoMEw
Wrginin Orlando

t. T,RESENT¡.cIóN
presente trabajo aborda el estudio de las estructuras tópico-comentario en el español
l:l
lr,rlrl¿rclo en Montevideo. Si bien existen numerosos estudios sobre estas estructuras, que han
,,r, k r observadas en distintas lenguas (incluyendo el español), hasta el momento las descrip-

{ rr)ncs para el español montevideano son escasas (por ejemplo, Elizaincín y Laca 1985,
r '¡rviglia et al.l993), y no se ubican dentro del abordaje teórico y metodológico de la socio-
lr¡l'iiística. Al trabajar con muestras orales grabadas, y procesar los datos cuantitativamente,
nut.stro estudio se identifica más bien con las líneas de investigación de autores como Braga
r l')fi9) o Callou et al.(1990) sobre el portugués hablado en Brasil.

l.l. ,',Qué es el kópico ?


lrl tí'rmino tópico ha sido usado pam desi-9nar toda una gama de conceptos funcionales
,t,.,,rlt'tlif-erentes perspectivas teóricas. Según Schlobinski y Schütze-Coburn (1992: 89)
" Fav ternts fu linguistics (...) are so widel.y useclwitlnut properiustiJicatiottt."
I'n'cisamente estos autores, que emplean el término tópico para referirse al "tema" o
.rr¡t.lrr psicológico", realizan una revisión de las diferencias que subyacen a las múltiples
,l, lrrriciones de tópico. que consideramos relevante a los ef'ectos de delimit¿u nuestro propio
, (le estudio.
'lrlt'to
l:r¡rrir.neracontribuciónimpoftantealtemafirehechaafinesdelsi-elopasadoporvtlnder
y 1880 respectivamente, apud Schlobinski y Schütze-Cobum L992)2
r ,, rl,r'lt.ntz y Paul ( 1869
,
trrr.n('s introdujeron la distinción entre sujeto y predicado "gramaticales" por uua parte, y
rr¡r.to¡rrcdicado "psicológicos" por otra. Mientras que el sujeto gramatical de una oración
1,
, mofosintácticos, el sujeto psicológico de la oración -i.e. su
r.r th.tcr¡trinado por criterios
r¡ rr:r () "tri¡tico"- es "el objeto del habla": aquello hacia lo cual se dirige la atención del
,,, nt('. () a(luello acerca de lo cual el hablante desea que el oyente piense.
'
| .,t,rs tcntl)ranas elaboraciones del concepto de tópico fueron profundizadas por distintos

| ( |I f f rrfi Il99l:35): "ovcu'iedade tcrntinológictt(...)ctzsce nupropotgAoenxque crescc t¡núnrcrcdeteflos


, lttt' \t' t\,11.\itl(rilltl'.
' \ r'.r,.r' t;utrhictrt Ilari ( 1992).

169
representantes de la escuela de Praga3. Desde una perspectiva funcional
de la oración. se
puntualizaba que:
l. hay un punto de partida especial para la emisión lingüística,
2. ese punro de partida es dependiente del contexto,
3. el orden "normal" de los constituyentes oracionales se basa en factores psicológicos.
Estas afirmaciones, que constituyen las tres facetas de la definición de
tópico (la sintácti-
c4 la contexruzrl y la co-enitiva), han sido objeto rle continuas rnodificaciones y reinterpreta-
ciones- A los efectos de organizar una prcsentación de la v¿rieclad de definiciones
existentes,
Schlobinski y Schütze-Coburn (1992) agrupan las mismas en cuatnf, categoñas
elaboradas
precisamente en base a la forma en que el tópico es definido, a saber:
a) como información dada o nueva
b) como punto de partida de la oración
c) como el constituyentc que expresa aquéllo de que tlata la oración
d) como la base del "dii rismo comunicativo".
Es conveniente indicar que si bien estas categoría.s constituyen un punto
de partida opera-
tivo a los efectos de organizar una presentación del temi¡ lirs mismas no s¡ponen una delimi-
tación estricta entre los autores que han tratado el tema. Dc hecho un nlismo autor puede
ser
incluido en más de una categoúa, tal como se posteriormente.
'erá
l.I.l. El topico como información dada o cottocids-
Diversas definiciones de tópico incorporan el "estatus informativo" de l¿us unid¿rdes
léxicas
(b¡ásicamente frases nominalesa), el cual es indicado ya como informaci<in ..dada', ..vieja,'
o
(old)' ya como información "conocida"s. Este conjunto de definiciones tiene en
comú¡r la
consideración de que existe información expresada por ciertas partes de la oración
la cual es
conocida para el oyente (al menos, información que el hablante puede esperar que
el oyente
conozca) o que puede ser deducida del contexto. El tópico es equivalente a el o los elementos
oracionales que refieren a un hecho o hechos ya conocidos a partir del contexto precedente,
o
que refieren a hechos que pueden ser dados por supuestos. (Véase por ejemplo
Ga¡dner 19g7)6.
.'
J Ver schlobinski y Schi.irze-coburn (1992) pam referencias generales. y también
Ilari (1992).
4 n)e aquíen nrÍs, FN.
5 Schlobinski r Schütze-Cobum (1992) indican que en la bibliografía especializada ciertos autores
estable-
cen una distinción enbe "conocirlo" y -tado', que no es peftinente introducir en
esta p¡€sentaci(i¡.
Keenan y Schieffelin ( 1976) y Duranti y Ochs (1979) (apud Rrley y Van Vatin 1985)
consideran en cambio
que entrc las funciones primarias del tópico se inclu-ven la intrrducción de
nuevos referentes en el discurso,
o la reintroducción de un referente previamente intrcducido pero no mencionado en el discurso
inmedia-
tamente anterior. además de una eventual marcación de contrastividad. Gundel (
l9g5) indica que desde un
punto de vista pragmáüco una entidad es definida como tópico oracional si la
misma incrementa el conci-
miento del receptor acerca de algo. le requiere información o lo mueve a actuar de
alguna forma.

170
I

',r l,r('n krs firclores psicológicos fueron considerados reiteradamente al hacer referencia
rl r, ,¡ ,¡, ¡ ¡, r'l ir¡xrrlc de Chafe (1976) proveyó a Ia definición sobre lo dado de una base cogni-
tr' | ilillxrtliilllc.
r' .r, u('rllo corl csLe autor, es posible referirse a diferentes estatus del sustantivo (de tipo
I
.,¡ .'rtr\()) r,r¡rc:ulados a los juicitls del hablante acerca de cómo su interlocutor es capaz de
¡rr, rr r
'..u l. r t¡rrc aquél está diciendo en un contexto comunicativo particular.

| .r'. ¡rt'rsonas ahnacenan una gran cantidad de conocimiento, y a su vez en un momento


, I r, l,
' ¡
,¡ t ".1'¡¡1¡rn un estado temporal determinado con respecto a ese conocimiento. El lengua-
¡, lrrr, r,rur t'fi'ctivarnente sólo cuando el hablante ajusta lo que dice a lo que asume que el
t, , ' l,r, t'slli llcnsando. De esa frlrma su mensaje serií rápidamente asimilado por el receptor.
'r
r lr.rlr' (l()7(r) trata precisamente
las fbrmas en que el hablante acomoda su habla a los
, l¡¡,tt'rrr¡rolulcsdelamentedesuinterlocutor.Paraelloconsideralosfenómenosrelacio-
r r,

t'envase" -
¡¡ ¡,1,, . r
'¡l lrr lonna en que se envía el mensaje (fenómenos de presentación o
¡, ¡, | .¡,'¡¡¡,' ). [Jn ítcm léxico (e.g. un sustantivo) dentro de una oración - o mejor, la idea
, l,r, lx)r'('sc sustantivo - adcrnás de tener algún estatus de caso (sintáctico) puede tener
..¡, l,r
,lr l, r r ¡rtr", ('slir(us cle envase o presentación seleccionados por el hablante en ba.se a los jui-
, r¡ , .r, r'rr :r tlt' kr c¡ue la mente del receptor es capzv de hacer en cada momento:

lt,' t tt'nt irt t¡ucstirnt will be eitltcr given or new, dependiug on tlrc speaker's
I
,/\\.'\.\,,,¿'lr/ t¿f'v'ltetlter it is or is not itt tlrc adtlressee's cottsciuusness at tl.e
ttrtrt tltt' s(,tt(,rí'e is s¡.tokert. It nru1,on lhe ofher hand be ufocus of contrast:
,, 1, , tt'tl l¡.\,t|rc speaker.fiont a lintited set of possible ceutdidutes us tlrc correcÍ
, lt,'t, r' litt'tlte x¡le iu questiott. It ttruy, bc definite, de¡tcrdirtg on w'hetlte r tlrc
'.¡', ,rl''r 1/.r.rr/rr¡cJ Íltctl tlte c¿rldrcssee is able to iclentiJt, tlte refererú. It ntaV be
rltt' rttbicct, if'tlrc speak(r trcats iÍ as the itcm altout u,hic'h hrcwledg,e is
t,, trul tttltlrrl. It nt¿tt,be tlrc topic, but just wlrut nrcans s(ents to differ.ftont
l,ur.ritttt,qc ttt lcmguug,e. In Errylislt topic stcttus ltus lo do witlt tlte sentenc'e-
ttttttttl ltt¡.tiliottofcertuinconstrastit,eitents.lnClzitrcseitnmyltavetodovv'itlt
tlt,' ,'.ttttltli.sltttrctú r{'a s¡tcüial, tent¡toral, or personal Jrante or domain Jbr att
, t\\t't tt(,n llltich.t'ollov,s. Atrcl in ()addo it utcn, bc u nuilter of uttering n subject

t,t, nttttttttl\'. I;inully, the rcfcrcnl rf'u uouu ttte¿v betheindividualwithwhom


tlt( \1,.'uki",'is enpathízirtg." (Clru.fe 1976: 54-55. El dcstacado es mío/.
I I ' l:l ttt¡tit'o corrto pt¿rrto de partida de la oración.
| "punto
'r,,, "rrr¡',r tlt' tlcflliciones desc¡'ibe al tópico como cl de parlida dc Ia oración".
l" rr.rl'.rlr''.tlt'llescucl¿tdePra-gaenmarcadosenunateoríalüncionalistadecortepsicoló-
,' , ' I r lr( r('n t ¡rrt' llr cstructura informativa de una oración consta bítsicamente de dos pa-rtes:
rn l,urlorlt'¡r:rrlitlil"()"tema"y"elasuntocentral"o'1ema".EI úemaesdefinidocornocl
, L r¡rr rt,ror:rr'ronlrl (lucscrelacionadirectamenteconelobjctodepensamiento,procededc

t7 l
F-
él y por tanto inicia la oración (Firbas 1964. apud Schlobinski y Schütze-Coburn 1992). Una
posición similar es adoptada por Halliday (1985), quien indica que
"The thente is afimctiort in the CIA,USE AS A MESSAGE. h is w'haÍ tlte message
is concented with: tlrc point of depañure for v,lnt flrc speaker is goittg to súy."
(Hallidayl985: 36)
El hablante selecciona el tema de entrc los elementos dados disponibles, y localiza el
foco o clímax de lo nuevo dentro del rema. Por tanto, si bien existe una estrecha relación
semántica entre estructura temática (tópica) y estructura intbrmativa, las dicotomías tema-
rema y dado-nuevo no se confunden:
"The Thente is what I, the speake4 cltoose to take ¿,, nx7, poiut of departure. TIrc
giten is what yon, the listener alrcady htow about or hate accessible to you.
Thenrc + Rhenrc is spealcer-oriented, while Git'en + New is listener-orienterl."
(Halliday 1985:278).
Más allá de la orientación hacia el hablante o hacia el oyente, en cualquier caso es el
hablante quien asigna ¿rmbas estructuras, proyectando una en otra de forma tal de proporcio-
n¿u una "texfura" al discurso.

Junto con estas definiciones básicamente psicológicas, es posible enconffar otns basadas
exclusivamente en la estructura sintáctica, donde el "punto de paftida" es equiparado al
constituyente que se encuentra más a la izquierda. (Aunque Gundel 1985, en la misma línea
de razonamiento indica que el constituyente en cuestión puede encontrarse tanto a la izquier-
da como a la derecha).

Así Foley y Van Valin (1985), si bien incluyen al tópico entre los mecanismos de presen-
tación o "envase" (packaging) de información en una forma relativamente cercana a Chafe
(1976), definen Ia topicalización en tanto que mecanismo sintáctico:
"Generally, it is the subject wlúch occupies sentence-üütial positiott, fu botlt
ctctite and passive constructions, but there are otlter constructiotts, which
place an NP other than a subject in sentence-initinl position. These are
known as topic al izations o r leJi-disl ocat iott.s.
a. Teheran, I don't care for much
á. Trevor, I haven't seen today
c. As for Alan's car. he tried to drive it todav
d.Thatpaper, it was a total loss
¿. As for the wombat, it eats roots, shoots and leaves
(...) a,b arc topicaliaations and c,d,e cu'e left-dislocations. Tlrc dffircnc'e is that in
left-dislocations but not irt topicctlizations tlrcrc is a protrcwt in tlrc clause v,lticlt
refers to tlrc clause-hútial NP. Thk non-subject clnuse-initinl NP we wíll tertn
the erternaltopir." (Foley y Van Valin 1985:299-300. El destacado es mío).

172
| ., ,
'n\
('ni('nlc dctcneme en esta última afirmación acerca de la FN en posición inicial
, r,r .r,l,'r,rr l;r ki¡rico externo. Según los autores es posible diferenciar a este último del sujeto

1,"r,Ir, ,¡ilrlxrs ¡ltrcden estar prcsentes en una misma oración, tal como se observa en estos

' l' lllIlr l',


,r \\'rtlr ¡r su,ord, the prisoner was quickly despatched
/
' I o h rlr n, thc book was given by the king
r,,r'ru l('\ iurtorcs. quienes indican que el estatus intbrmativo de ambos constituyentes es
rr'u,rl l,r rlrlt't'¡rcia e'ntre su.jeto y tópico extemo se explica en términos de estatus sintáctico
\ , rr.urtr( o lrl suictoesunaFNbírsicaquefrlrmapartedelaoración,mientrasqueeltópico
l,r | .. ul ( (lnsli(tryLrnte oracional):
'' lttlttt'.t ttr( ttoÍ constituents of the clause, but rather extental to it,
in
tu\tttltt,.\ili()u lo tlte clause as a whole (...) They do not necessarily beur any
\, ,utt,ttit' n'lutkntslúp to tlte predicate or its argunrcnts:
,r ,\,, lor lixxl. let's drive into town to MacDonald's
/' \,, lor clcphants, their noses arc lon-e and their skin is thick
Itt l,,,tlt ,tl'lltt'sc cxant¡tles tlrc exterruil topics are not ctryu,nents of the ¡tredicates,
tuttl tut't'lattrlt,irt appositiott to tlrc clause as awltole. Of course extennl topics
ttt,t| 1,,' ttt'rlutttcttls, but still tlrcy arc onl¡, iu apposition to tlrc c'lause:
,r \., lor'.lolrn, he is such a fbol
/, I r 'r l\4rrry, John bou-eht a dozen roses
, I r rk vo. I can't visit

\¡¡lt¡r'r'l,t in ull
húental cottstituents offlrc clause, and ntust be an
c'ases are
,n,utn.'n! ttl'tlrc ¡trcdicafa " (Foley y Van Valin 1985: 300).

I I l. l"l nípictt cotno el constüuyente que expresa aquéllo de que trafa In oración.
| ,tr,,lr,rurt'ntc rclacionado con la visión de tópico como "punto de paftida", un tercer
, n l' lrt,' r o¡ ¡1¡111'¡1¡ al tópico oracional como la expresión que dice aquello acerca de lo cual
',
rr rr r Lr |,t,r( roll. list¿r cs una de las caracteústicas más importantes del tópico.

| t'il cl corrjunto de definiciones discutidas antedomrente, el tópico en tanto que


,rl r , ril ril
r,¡rr, ll, r .r( ('r('lr
tlc lo cual trata la oración" puede verse desde diferentes perspectivas. una
t', r,'rr.rlr(.r \' ()lri.r si¡ltírctica. Entre los lingiiistas de la escuel¿r de Praga, seguidores de la
I',rrrrr.r l):rnt'i(lt)7-l,apr"rdSchlobinskiySchiitze-Coburn 1992)indicaque laestructru'¿r
t',1 ,r'
',,,rrrrt'nlluio organiz-¿t a cada oración en la forma de un mensaje ¿lcerca uno de sus
' "il ltlil\r'il1('.,
ll,rt, . r l\l;rt Whinncy (1982) definen al tópico como aquello acerca de lo que se habla
Ir |. 1, r "t Lrt lo" t's r.tn motivo central en lo que respecta a la elección de tópico) mientras
l¡ rrrr

'lr' r'l | .rrr'nt;u io t's¡rccilicaría lo dicho sobre el tópico.


t73
Dik (1978) sitúra al tópico dentro de las funciones pragmáticas (aquéllas que especifican
el estatus informativo de los constituyentes oracionales involucrado en el contexto comuni-
cativo más amplio en que ocurren) :

"A constitttent tvitlt fiutctitnt presenfs llte entit,v 'about' whiclt tlte
Topic'
Prcdicatiott ¡tredic'ates somethirtg in the givett settittg" (Dik 1978: 130).
Asimismo, un constituyente oracional con función Foco presenta la información pragmá-
tica relativamente más importante o saliente para ernisor y receptor 7.
Según Dik (1978) las funciones Tópico y Foco no incluyen a las dislocaciones alaiz-
quierda o a la derecha, puesto que estas constmcciones no serían constituyentes oracionales
propiarnente dichos. Es por eso que la dislocación a la izquierda es presentada como equiva-
lente a la función pragmática Tema (se presenta un dorninio o universo discursivo respecto
del cual resulta rclevante la Predicación que le sigue) y la dislocación a la derecha es equipa-
rada a la función Coda -Tail- (inforrnación que clarifica o ¡nodifica a algúrn constituyente
oracional de la Predicación)s.
Por otra parte, desde un punto de vista sintáctico algunos autores relacionan el tópico con
Ia categoría "sujeto". Es el caso de Keenan (1976), quien establece que los sujetos de oracio-
nes básicas de una lengua (i.e. declarativa afirmativa):
"...ate nonnallv tlrc topic of the b(asic)-setúetrce, i.e. tlrc¡, identifi,wlnt the speaker
is tctlkittg about. Tlrc object thq' refer tu is rtonnally knotttn to botlt speaker urcl
arldrassee (...) If a L has speciul topic or old infonnatiott tntu'kers (Japarrcse,
Korceut) they will mosr ttctturally be usecl on subjects. " (Keenan 1976: 318-319)e.

7. Sólo para dar una idea de la multiplicidad de definiciones existentes, véase como Fillrnore (1968) define a
los procesos de topicalización de forma sinrilar'(salvando las distancias en lo que a marco teórico se refiere)
a la lunciírn fbco de Dik ( 1978):
"...rlevices Jirr isoluting one constitttetú o.f a sentertce as 'topi.", o.f bringing one ¡tarti<'ulur
ct¡ttstituenf oJ'a setúettce,ittto stnne kirulo.l''.focus'. Where topit'ttli:.ation is distiuctfntnl processes
.fttr ntplrusizing a c'onstiÍu¿'nt, v,(, lrcn'e nutt:lt tlrc :stmte thing as y'hat I lruye beetr talling,
'.subjec'tivali-;utit¡tt', but,¡rhic'h I sltall tu¡t+'begjn cullirtg'prinrur7'Íopiculizotiott'. Priman,
tt¡piculizatiut.for En¡4lislt invilves positionatrcl nuntbercouu¡rd: .rtvlistit: clrun¡¡c.r i¡r'olr,lng sf¡z.s,r
rt:ssigttnrcnt, lute v¡orul-otzlcr changes, cud po.s.siblv tlrc 'r'le.li-sentcnce c'on:¡trucilon'.fitll itttt¡ v,hut
"'
ntight be cullc¿l 'secotvlar-,- topiculi:.trti¡r¡r (Fillmore l96ll: -57. El destacado es mío.)
Según Givón ( 1992: I I - l2) la pre sentaci(rn del tópico en esta obra de Dik es i¡rsuficiente en la rnedida que
se sitúa exclusivamcnte en el nivel olacional:
"This is uu unfortmtute t'ot1fitsion betv'een the .ftu'fs o.l' the code uul tlte fac'ts of wlwt is beitry
coded. At the lct,el of a.single cveilt/stufe. "fopic"-"v,lutt is t¿tlkcd ubout"or "v'ltfi is inrytortanÍ"
- is nrccutingless".
Keenan (1976) indica además que los sujetos dc oraciones básicas son nolmalmente las FNs que ocuflen
nrás a la izc¡uierda. lo que vincularía su visión de tópico con lo expuesto en el punto l. L2. Recuérdese que
lls cltegu'ías que agrupan distintas definiciones de tópico no son estrictas. lo cual inrplica que las propues-
tas tlc dit'erentes autores puedan incluirse en más de una categoría sin resultar esto necesariamente en una
c<¡ntlarliccirin teórica.

174
T
l,rrrrlri('n clesde una perspectiva sintáctica, Li y Thompson (1976) definen al tópico como
"tltr "cetúer of attentiort"; it announces the thente of tlrc discourse" (Li y
l'l rrrrrrpson 197 6: 464).
| ',los urtor€s consideran además que el tópico, a diferencia del sujeto: 1. es siempre
,1, lrn¡tkr, 2. no establece rclaciones seleccionales con el verbo de la oración (i.e. no está
'l' trnninir(lo por el verbo) ni concuerda morfológicamente con el mismo, 3. aparece (en
, r,'r:rl ) cn posición inicial de la oración (cfr. con punto 1.1.2.) y 4. no interuiene en procesos
"
',r,rnurl¡eirlcs tales como reflexivización o pasivización entre otros.
I ln lrt'cho interesante a destacar es la caracterización del tópico como función discursiva,
.r ,lrlr'n.ltciil del sujeto:
"tltc ropic ltut not necessarily- the subject is discourse-clepenclent, serrnes as
lltr cettter of attentiort of the sentence (...) tlte topic is a discourse notion,
t lttrcus tlte subject is to a greater exterú a sentence-itúernal notion..." (Liy
'
l'l rt rnrpsonl 97 6: 466).

I LJ. Iil tópico como ln base del "dinamísmo comunicativo".


I I r'ottccpto de "dinamismo comunicativo" (de ahora en más, DC) fue introducido por
I l,,rs rr ( | t)64, apud
Schlobinski y Schütze-Cobum 1992) en base a la constatación de que los
,
"n ,lrluycntes otacionales difieren en el grado en que permiten "hacer avanz¿u la comunica-
' r"r'' l lrt c:onstil.uyente bajo en DC es menos importante de un punto de vista comunicativo
' lu' un ( onstitt¡yente alto en DC. Esta idea se vincula con la distinción dado/nuevo, puesto
,
¡ r, .{' ('( )nsi(lera que los elementos que vehiculizan información nueva. desconocida. mues-
rr .u rliulo más alto de DC que aquéllos que vehiculizan informacirín conocida. En este
r un
, rli\lu('.t'l tópicoesel constituyenteconvalorcomunic¿rtivomásbajo,puestoqueel"tema"
, ,l.r t onstituíclo precisarnente por el o los elemcntos oracionales que cuentan con el menor
I x '
l('ltro de la oración.
| | | | ir\l)ccto interesante del aporte de Firbas en relación con la definición de tópico es una
,lrtr rl'r¡t itin de los elementos oracionales en relación con su DC que tiene en cuenta no sólo
l r ¡,'1,'r:utr:ia comunicativa y contextual. sino también su estructura senrántica. De acuerdo
,' ,r , ",1(' t'r'ilcrio, los constitnyentes or¿lcionales son distribuídos en una escala según su gTa-
,l' ' ,l,' I x ' v sr-r relativa importancia (establecic{a en forma intuitiva) del punto de vista semán-
rr, , I ,r t onclación entre las tunciones senránticas de los constituyentes de la oración y su
..r rr |. , r lt' I )Cl
. se presenta de la sisuiente fomra:

( liunciones semánticas)
Agente

+
(r)c)

t75
La relación entre la definición de tópico y las funcio¡res semánticas es presentada en
forma similar en las jerarquías de tópico elaboradas en gTamáticas funcionalistas posterio-
rcs. Tal es el caso de Givón (1984), quien al referirse al sistema de mantenimiento de
tópico (o continuidad de tópico) indica que
"While ltuntan discourse nru\' lnve loftier, nnrc abstract themes, te would
cr¡nsider it as beirtg prototipicully about the fate, affairs, doings, trials,
tribulations of ütdividuul - ntost utnrntorily nontinal - topics. Potentiall¡,, all
nonúnal urgunrcnts in ¡trutpositiotts orc fopic:s üt tltis sense. Howet,eü tlrc), rauk
on a scale accotdirry to tlrcir im¡to,fatK'e. (..-) the ntafubelwvioral ntcuúfestcttiott
of hnportartt to¡tics in discourse is contínuity, es ?Íprcssed b¡,frcquency of
occurrence. An ilrtpotltutt ktltic is like a leitntotij ,¡t tlrcnntic paragraplx, it
tentls to occur in clrcúns ofetlui-topic clauses. " (Givón 1984:137-I38).
La probabilidad de que un r ol semántico sea el tópico más continuo en el discurso (i.e. que
ocupen el rol pragmático de sujeto en oraciones simples) varía en un orden jerárquico que
según el autor es el siguiente:
Agente>Dativoy'Benefactivo > Paciente(Patient)r0>Locativo>lnstrumentaVAsociativo >Modorr

Esta escala no significa necesariamente que el autor llegue a conclusiones contradas a las de
Firbas antes mencionadas. En este caso, la importancia del caso a-gente, primero en la jerar-
quía, no está determinada por el grado de DC que dicho caso posee, sino por un critedo de
frecuencia de aparición en el discurso. En lo que rcspecta al DC de los elementos oracionales,
es decir la capacidad de éstos para transmitir infonnación conocida o información uueva,
Givón ( 1984) se sitúa en el nivel discursivo y considera contextualmente a la oración.

r0 En otros trabajos (Givón 1976). así corno en otr¿ls secciones dc la obra antes aludida (Givrjn 1984) se alude
al rol senrántic:o "¡raciente" corno "acusativo".
lt Con respccto a la relaci(rn entle su.icto y ob.ieto dilecto pol'r.urfl palte. y la continuidad de tópico por otra. se
indica que
,'q|.itenmnvgrttnunotil'uldevit'c'sL,olluborufing'ilttheovcraIl¡4rrutttnttro|,|tlp
spaciJi callv lo I lt( L'use -iltu*ürg .rrs/enr.'
(u) Tlrc Subjart
(l¡) TItc Dircct Ob.iect
l'ltcsc urc (Nr tÁ'o :;o-ailled prug,ttuttit' t'use-nilcs. Of tlte h*l thc .tul¿iecf cttst tentls k¡ cod¿ Í|rc nu¡st
inportuil, tucurrcnt. <tttttitutous lopic. We nav uill it tlrc ¡.trirrrcu.l'r'lausul topit. Tlu dittt'-objcct cuse
cttIcstlteto¡lit,nc.r|inim¡xlrfu,L.e'reu|r,?n(eorcrnÍinui^'.Wenuty<'allitthesecondun,c
ln tlis scn.tt,. tlrcn, ull lrugutr¡4t's hat'e tlrc prugnmtic c'usc-n¡le of "stúiect", tlnugh thev mat wtrv in
Íht exttt't ttpe o.l dcrirc <¡r contbiuafion of let'ices-.fitr codiug lhe.subject/topit. On tlrc oilu,r lttuttl.
perlrqts .f'cv'er km¡4uug,es displrn, the ¡tra,Enutit: t:u.se-r¡¡lc of tlirect-ob.jecl, us u s\ntedic¿ilh,<zxled
¿let'icc tlislin<t.fitnn the s¿nuuúit'ttue-n¡la of¡xuient." (Gitl¡n I9ti4: l-)tt).
Obsérvesc que en este caso la ¡rropuesta del autor acerca del sujeto corno tópico primario se vincula con
allrnraciones de autores como Keenan ( 1976) incluidas en el punto l.l .3. (Acerca de las definiciones inclui-
das cn las cuatro cate-slorías aquí presentadas. véase nota 7). El tema de los casos pragnráticos "sujeto" y
"pacientc" será retonrado más adelante.

t76
r
'' l'rtt¡to.silitnts in real discourse conte)ú (...) are the mttst
conuttottly
utlr,t.t,tutionnl lrybrids, so Íh(tt sonrc prtrfions of them are old, presupposed,
',t lruckground infurnrution, presuntabl.v serving to anchor them within tlrc
I t'ltt'tvncc stnrcture of cli.scourse (...) u'hile otherportions are mulertlte scope
t'l tt.\.\(t'l(d new infonnatiott. Most cotntnortly, tlte subject ('ntttitt cltusal
ttt¡ti1" ) tutcls lo be part of tlte old infbnnqticlt üt cluuses, while tlrc rest of tlte
t ltnt.\( lrus a lúglter l.ikelihoocl of beüry new irtfornntiort." (Givón 1984: 256).

l',t.rsirfirrnacionesserclacionanconelprincipiodeprocesamientode"unfragmentoala
r ¡ ., (( llrc-('hunk-Per-Clause):
" l lt.' nrc1jorit of sentertce/clauses üt contrccted discourse will ltrne onl:¡ one
thunk - l¡e it anontinal, ¡tredicate (verb, adjectit,e) or adverbial word/phrase
ntt(l(r the sc'o¡te of asse¡led new infornrutiott. All otlrcr elenrcnts fu the clause
n'tll tctrcl to be topical, backg,rcurtd or prcsupposed old it{ornuúion " (Givón
l()li.l: 258)
I h' ¡u r¡t'nlo con este principio, las oraciones intransitivas (con sujeto y verbo) tenderían a
1,r,,,'rt;u lrrinlbrmaciónnuevaenelverb<l.enlamedidaqueelsujetoeselleitmotiftópico
,l,,,rrrt'ririn(aniveldiscursivo)yportanto,informaciónconocida.Enel casodeoraciones
tr,rr',rlrlirs (o cle dos argumentos) ya sea el verbo como el objeto tenderán a presentar la
rrrlrrr r¡¡¡¡1 i1i¡¡ tri¡rica (i.e. conocida). Por último, en caso de est¿r presentes tanto un objeto
,lrrr', to (onl() un objeto indirecto en una oración, uno de ellos tenderá a ser información
r',1 ,r',r{'t'on<rcida(másfrecuentementeelobjetodirecto)r2.Ensuma,delpuntodevistadela

rrrlr ¡r rrr:rt irin transmitidaloscandidatoscon mayoresposibilidadesdesertópicosondeacuerdo


(
' ,,n ,rvr ur ( l9tl4) aquellos elementos oracionales de más bajo DC.
Ii 'r rrll¡rrro, consideramos rclevante reton-lar la propuesta de Dik, quien ya fuera aludido en
,| . ¡l ,, rrt;rt lo | . | .3.. par a contiontar su postura ccxr l¿rs prcsentadas en es[a sección.

I rr ¡'¡ ¡¡¡¡1'¡' lugiu', mencionarernos el tratamiento dado por este autor a la relación enffe fun-
,
'r' . ,('nu'rrrticas y tópico. Dik (1978) tarnbién propone una jererquía de funciones semánti-
r,

r I ll s (Agcnte >Meta(Goal)> Recipiente> Benefici¿rio> l¡cativo >Temporal), la cual no


, \ r r, n l:r( lir irl coucepto de t<ipico (es decir no se establece una relación dirccta enffe timciones
,rn.rrtr(¡rs),1)Cl). EnDik(1989)lanocióndejeriuquíaseextiendeyespresentadacomouna
lr, r r rrrr¡r'rrllr tcoric¿r c¡ue permite interyetal un conjunto variado de f-enómenos lir-rgtiísticos:
.

\ ltit'ntn'ln, is tluts e sequence of' propertias, clainrccl to be of'ultsolute or


'
tt,ttistit'ttl wli¿litv, such Í|ruÍ a ¡trecccliug ¡trc¡tert\ cert occur y,ilhout the
l,,lltt\'¡tt,\ ¡tnt¡tcrtie.s, but nol tlrc ollter way utowtrL (...) Ftom a v'ida vuriel)'
\ l r, ir l'irnrlciones de Firbas solrlr' el grado de DCI clc los distintos elenrentos crracionales son tle
n t r . r" r
¡r rt' lus
' r , itivo l r'irlc su¡rlir). las c<¡nstatac it'l¡res dc G ivtln ( l9ti4 ) se basan en cuantillcuciones dc fic'cuen-
, r( t, r n rt rr

,r.rrL.r|iur(¡r)r'r('nlc\{()sdcl in-slés.(Acercadecríticasal nabajodeGivón.r'ideSchlobinski ySclriitze-


t ,,1'¡l¡ l,r,).t: lO7 I I I ).

t77
oJ'phenomena in c¡üte dffirent languag,es it enrcrg,es tlmt quite a fev'
gramntatical processes are monitored or co-deterntined by priority
hiernrchies... " Dik 1989:28).
Las jerarquías de prioridad presentadas (adernás de la de función semántica) son las
siguientes:
I. jerarquía pemonal (lu, 2u) > 3" o Parlicipante (en la comunicación) > No Participante
(en la comunicación)
2. jer arquía de animación (Humano > Otro Ser Animado > Fueza Inanimada > Inanirnado)
3. jerarquía de género (Masculino > Femenino > Otro)
4. jerarquía de definibilidad (definido > otro especít'ico > no-específico)
5. jerarquía de función sintáctica (Sujeto > Obieto > Otro)
6. jerarquías de función pragmática ( Tópico > No Tópico , y Foco > No Foco )
A dil'erencia de lo expuesto en Dik (1978), el autor comenta que
"these difrbrent hieratchies are not completely independent of one another..."
(Dik 1989: 35. El destacado es mío).
Por lo tanto. si bien no hay una referencia explícita a la vinculación entre funciones se-
mírnticas y tópico, dicha posibilidad cabe en este nuevo planteo.
En segundo lugag rcvisaremos la definición de tópico propuesta en Dik (1989). A dife-
rencia de Dik (1978), en este caso las funciones pragmáticas tratadas son el Tópico y el
Foco, siempre en la consideración de que las mismas se presentan en los constituyentes
oracionales. mientras que apenas se alude a la función Tema (veáse apartado 1.1.3.). Por
otra parte. las funciones Tópico y Foco son enmarc¿rdas ahora en los parámetros de "topica-
lidad" .y "tbcalidad", desde una perspectiva tnás discursiva:
"Tlrc nruin parameters alortg uúich (clau.se-irúemal) prug1rtcttic functiorts ctut
ba rlistitrgrtislted ure " topic'alih," (=clruraclct'izittg, "the things v:e lalk about" )
untl "Jbctilif)"' (=cltaracteriz.iug, tlte nnst intporÍarÍ or sulietú purts of v'luú
npical tltings). Wlrctt n luug,uag,e r!it,es specictl tlistütc'tíve
)r'(, .r(/-y ubout tlte
treuünenf lo .tonte topit:ttl orJocal elenrcttt, we ussigu it tlrc pragttcrti<:.fuuctiort
o.f'Topic ttr Focus, rc,s¡tecÍivelt," (Dik 1989: 264).
La topicalidacl caracteriz¿r a las entidades acerca de las cuales se otiece o se pide inlorma-
cirin en el cliscurso. mientras c¡ue la focalidad se vincula a los fra-elmentos de información que
son rnás irnportantes o s¿rlicntes para las moclificaciones que el hablante desea ef'ectuar en la
infilnnación pra-r¡rnática cle su interlocutor. Ambas dimernsiones dc'la or-eaniz¿tcíón discursi-
va se superponen en cierto grado, datlo que ciertos elementos tópicos pueden ser al mismo
lier.n¡lcl lircales.

En raztin de la topicaliclacl. que catrctcriza a las cosas acerca cle las cu¿rles hablamos. Dik

r78
I lu('c la noción del Tópico-Discursivo (D-Tópico), que consiste en l¿r.s entidades sobne
nr r{,(
l,r'. ( nrl('s se ofrece información en un discurso dado (y que permite hablar de una organiza-
r.n .¡('('ucrcial, aunque no jerárquicade diferentes D-Tópicos en una situación comunicati-
, .¡ |

"ln un abstract sense we may tlxiltk of the discourse as cotúaining a "tttpic


\ttr¡1," whiclt is entptv at the beginning of tlrc discourse (unless tlrc topic lttts
lu'ttt .Íi-r.ed in advance, as.for a meeting or lectttrc), and which is graduall-v
1,,'inU.filled with D-Tbpics as these are húroduced into tlrc disc:ourse. Sutte
l) Iitpics will be short-lived, and dissapear quickly, otlrcrs u,ill be ntc¡re.
l,('n'(tsive and kept alive ctll flu'ough the discourse.
ll tt discourse is to be about a certain D-Topit', that D-Topic will, at sonrc
¡ttti¡¡¡, lrctv¿ to be infiotluc'edfor tlrc first tinrc. Such ufirst presentation oJ'a D-
li4tir: will. be called a Nen' Topic (NewTop); once the entity in question lms
ltt't'tt inlroduced, it ccm be untsidered as a Given Topic (GivTop). Sontetintes,
.tlivt'rr rt c'eftain GitTolt, we nmy go on to talk about ctnotherTopic rclated to it
" tt,r il"' it Imtl beett ittttoduced bcfore. For exantple, once we have introduced
tt ( t'rluin p(trtv as a D-To¡tic, we nxay go ott to talk about" the ntusic" as if it
l'.'t'( (t GivTo¡t, as in John gave a party last week, but the music was awful"
rI rik 1989: 267).
| .r t'orrsideracióll de la función pragmática Tópico desde una perspectiva eminentemente
,1r., rrrsivavinculaestrcchamenteelplanteodeDik(1989)alasafirmacionesdeCivón(1984),
i , ,¡¡ll¡'1'¿1 implícitamente una relación con el DC. Esto se observa con cl¿ridad en sugestión
, l, I rrl' t l9lt9) de que todo hablante organiza sus expresiones lingüísticas de acuerdo con la
rrrl,,r ¡¡¡¡¡1'i1i¡1 pragmática (i.e. los conocimientos, creencias, sentimientos y preconceptos)
,, ¡ r onsitlcrra en posesión de su interlocutor en el momento de hablar .

I n 1i('ner'ilI ei hablante se propone provoc¿u'algún cambio en la información pra-emática


' lr' lr,)sL'c ¡rresumiblemente su interlocutor:
"... itt orrlcr to aclúava tlis, S(peaker)u,ill tipically stuftfrom sonrc ¡tiee'e of
trrlttnrurirnt thm A(drc:ssee) ¡tresunmblt, ulready possesses, atul tlrcn go otl to
l,ttiltl .some ir$bnurtfiort onfo tltis, v'ltich he tlúnks is trcv' to A(drcssce) (...) A
litt,q,ui:;tic' expressiou will thus usually contain some given irtfornmtion anrl
\ttut( new infonrnÍiott " (Dik 1989:265\.
I n t'stl visión. además, es claro que el tópico vehiculizará infbrmación conocida o dada.

I 1..i. Xlurco teórico de este trabajo

|){' ir('ucl'(lo con lo expuesto hasta el momento, rcsulta claro que el térnrino "tópico"
r ,r nltt' rrrra anrplil giuna de definicioues erunarcadas en las teorías lingi.iísticas más diver-
..r'. Sr lrien cs cierto que desde una perspectiva oracional ia noción de "tópico" puede ser

179
empleada para describit y explicar fenómenos gramaticales específicos, desde una perspec-
tiva más amplia dicha noción trasciende la oración ¿rl vincularse con el discurso y con la
forma en la cual la información se organiza dentro de un marco semántico. Sin embargo.
una definición de tópico lo suficienternente abarcaclora para dar cuenta de arnbos niveles se
presenta casi corno una utclpía. Los problemas o insuficiencias de alcance explicittivo que
surgen al adoptar una detenninada definición par¿r el estudio del tópico en la int"el'acción
verbal son múltiples, tal co¡no evidencian Sclilobinski y Schtitze-Coburn (1992)rr. Anle un
panorama como este. concordamos parcialmcnte con estos autolrs sobre los pasos a seguir
cuando se intenta el estudio de este tema:
"One rese¿trclt strateg,v would be.for us to car^' on a' before, defining "topic"
in s¡tecifíc lcutg,uag,e tenn.s. (...) Yet defirúug "Ío¡tic" a priori cloes noÍ :;en,e fo
fitrther ottr untlerstattdirtg of' tlrc contplex linguistic' ntateriul lhat v,e ctrc
seeking to clescribe ud explain. Attother option for us, then, is to abandon
the term "topic" altogether, at leastfor the montent. Instead, we suggest, its
contponents, wlrcter one or several, could be ldd out explicitly in each case
and handled directly. That is, we advocate tlte ütdependent tt'eatntent of all
lingaistically relevant categories (al oU levels) tltat are usually factored
futto the topic equation in one place or anotlrcr" (Schkrbinski y Schütze-Coburn
1992:114. El destacado es mío).
Frente a esta propuesta. adoptarcmos unaposición moderada. Consideramos que Ia fuerte
tradición existente en relación con el ténnino "tópico" dificulta pensar en ¿rbandonar su uso,
y además desde un punto de vister operativo rcsulta conveniente su empleo. Conscientes de
las limitaciones que puede significar adoptar una definición a priori, estaremos teniendo en
cuenta fundamentalmente las propuestas presentadas por Givón ( l9tt4) y Dik ( 1989). Opta-
mos por el tratamiento dado al tema dentro clel marco funcionalista, en el entendido que
1. el lenguaje es un instn¡mento de interacción social, empleado con el objetivo primario
de establecer relaciones comunicativas entrc hablantes y oye¡-Ites, y por tanto debe ser
descrito en la nedida de lo posible en ténninos de los requerimientos pra-emáticos de la
interacción verbal,
2. una explicación de las propiedades formales de la sintaxis debe estar ref'erida al uso del
lenguaje en la comunicación humana (la explicación de las re-elas debe ser hecha to-
¡nando en cuenta su uso comunicativo natural, i.e. la explicación del sistema subyacen-
te a las expresiones lin-eüísticas debe ser estudiado dentro del marco de rc-9las, princi-
pios y estrategias que -eobicman su uso natural) (Dik 1978 y 1989. Civón l979ay b,
1984 y 1992).
Concordamos con Schlobinski y Schütze-Coburn (1992) en que la consicleración y el

13 Las críticas en cuestiírn no serin presentadas aquí por exceder los ob.jetivos del presente trabajo.

r80
tr,rtiuni('nt() lx)nt.rcnorizlrclo cle las catcgorías lin-fitiísticas pertinentes para el f'cnrirneno esl.n-
,lr:rrhr rrrnrjurán Iuz sobre las insuflciencias o inadecuaciones de las cleljniciones elegidas. en

' .r\{ ) (lc lr¿rbcrrlas. Las categorías en cuestión (sobre las que abundaremos en secciones pcls-
r,'r rr )r('s tlc cstc lrabajo) serírn las siguientes:
l. Sint¿rxis: olde¡r de los constitnyentes, rol _eramatic:al
.1.Sclllírntica: rol temático
i Sc n rírnt ic¿¡./Praguráticar: refercncialidad (defi ni bi lidad )
l. l'r'¿rsmática disct¡rsiva: estatus inlbrnlativo.

:. 0II.IIITIVOS Y METODOLOGÍA.
l'.strr irrvestigación tiene por objetivos: a) consiguar cuáles son las cate_e<trías lingüísticas

' lu(' ('on(licionan el uso de l¡rs estructuras de tópic<l en el español montevideano, b) cletermi-
n.r ('n (lué rnedida el empleo de las estructuras de tópico constituye un marcador sociolin-
',rrrstico de sexo. edad o nivel de instrucción para dicl'ra variedad del español.
| ';u'ir ulcanz¿r dichos objetivos se aclopta la rnetodología cuantitativa propia de la sociolin-

,'rrrsticu. El f-enómeno lin-eüístico tratado aquí (las estructur¿rs cle tópico) se ubica en el nivel
'.rrrl:u'tico-cliscursivo, y apareja una serie de consideraciones teóricas, las cuales han sido
I'r t'scnlaclas en extenso en el trabajo sobrc subordinación incluido en este volumen. Aún así
r r'¡rl i¿iu'emos aquí algunas consideraciones al rcspecto.

A tlif'cre¡rcia de los estudios variacionistas a nivel fonológico, el tr¿rtarniento de la varia-


I r( rn en sintaxis ha sido objeto de clebate. A nivel tbnológico el concepto de variable lingtiís-
trt rr inrplica la opción de decir lo nrismo de fbrmas difercntes: las variantes son idénticas en
, u;urlo a referencia o valor de verdad, pero se oponen en cuanto a su signiticación social y/o
,',lilística(Labov1972). Anivelsintáctico.encambio,rcsultamírsadecuadoconsiderarque
rrrr lirrnra altemante con otra(s) a la(s.¡ que se opone puede eventtnlmente terler un si-gnifi-
,,rtlo ref'erencial dif-erente del de las demás fbrmas (Lavanclera 1978). Algunos autorcs
t,r()lx)nen debilitar la condición de i-eualdad de si-cniflcado propia del nivel fonológica, y
r('('nrl)l¿zalla por una condición de cornparabilidad funcional (Lavandera 1978 y 1984, Ro-
ri rrc I 98 I ) . Esto signilica que ante formas (aparentemente) i-uuales desde el punto de vista
r r r:

r('l('r'cnci¿ll, es necesario comprobar si dichas fbrm¿us cumplen funciones clil-erentes.

l:n cste trabajo sobre estructuras de tópico se adoptaní el criterio de conrparabilidacl fun-
, r,rn¿rl. es decirque el fenómeno sintáctico en cuestión no será tratado como una variablc-
',, rt iolingüística laboviana. Se procederír a establecer si el sentido y la función de las estnrc-

trrlirs cle tópico se difelencian de aquellas estructur¿rs que no prcsentan ttipico; es decir. si
trt'¡re:n ¿ll-qunos usos o contextos en los que signficarr cclsas dif'erentes o funcionan de nranera
r lrstint¿t (Sankoff 1988).

l)as¿remr¡s ahora a la prcsentación de las esffucturas estudiadas. rcgisuadas en el habla clcr


krs 48 infbrmantes montevideanos oue constituven la muestra antes mencionada. Inici¿rl-

Iril
mente se consideró la posibilidad de investigar aquellas estructuras descritas en la bibliogra-
fía especializada donde la relación sintáctica entre el tópico y el resto de la oración no puede
ser establecida claramente (Li y Thompson 1976, Pontes 1986, Ilari 1992, entre oüos),
T
como en los siguientes ejemplos:
Los cursos, se cursa enJbnnu sitt control. (Inf. 5)
Mís hiios, el nrctnr está en quirtto grado. (Inf. 7)
Sin embargo, la fiecuencia de aparición de estas ocurrencias resultó ser muy escasa. Sí
f-ue pclsible constatar un mayor número de conshucciones con objeto (directo e indirecto)
antepuesto al verbo (OD (S) V o OI (S)V). Se constató asimismo que en caso de presentarse
una anteposición de objeto, dicho objeto es acompañado de un pronombre coneferencial (O
Cl(ítico) (S) V), Io cual constituye un fenórneno característico del español montevideano, así
como de otras variedades del español (Silva Corvalán 1981 y 1984, Morales 1992)) y del
portugués (Pontes 1986, Braga 1989, Ilari 1992). Precisamente estas construcciones con
objeto antepuesto y pronombre conef-erencial serán tratadas como estructuras de tópico a lo
Iargo de este trabajora.
Dichas construcciones serán comparadas funcionalmente a las construcciomes con obieto
pospuesto al verbo y pronombre coneferencial (del tipo (S) Cl V O) que pudieron consignar-
se en el habla de los informantes montevideanosr-t. De esta tbrma se constituye nuestro
universo de ocurencias. Cabe indicar que no fueron considerados los casos con objeto pos-
puesto y sin pronombre corref-erencial, cuyo tratamiento permitiría realizar otro tipo de afir-
macioncs respecto al uso de las estructuras estudiadas.
Las diferentes conshucciones de objeto indirecto (dativo) nominal y pronominal por una
pafte, y de objeto directo (acusativo) nominal y pronominal por otra, fueron agrupadas res-
pectivamente en tres tipos dif-erentes, tal como se muestra a continuación.

Cottstt'ttcciones
Tipo I: Objeto pospuesto con pronombre correferencial.
kt le dije u tni nrodre. (lnf. 29)'o
Subía que cl hernrutn nte vetíe ct hctbler a nú. (lnf. 48)
Tipo II: Objeto antepuesto con pronombre correferencial
A ese viejo machete le pasutto:; Iu trcticict (lnf. 35)
A nosotros nos rJu nutclta petn. (lnt. 46)

t4 Elizaincín y I-aca ( 198-5) indican que una explicación corr mayor validez acerca de la duplicación de clíticos
a nivel <xacional serd aquella que tome en cuenta cienos fenónrenos operantes a nivel discursivo. a saber. la
oposici(rn tcnra/reura y e| conce¡rto de tír¡lico.
t5 l-os hablantes en cuestión constituyen la totalidad de la rnuestla indicada en los trabajos anteriores.
t6 En cada c¿lso. se indica número de infbrmante. nivel de instrucción, sexo y edad.

i ri2
I i¡xr I II: Objeto antepuesto con ausencia de marca de caso y pronombre correferencial
( )rcste le gustaba nutcln e.so. (lnt. 48)

lo me parece que tengo. (Inf .24)

l'tut:;tnrcciones con objeto rc


li¡xr I: Objeto pospuesto con pronombre comeferencial
lit lcl 6rrr¡",n mucho a In señora. (Inf. 45)
lit nnclrc ya lo conocía a é1. (Inf. 39)
li¡xr II: Objeto antepuesto con pronombre correfenencial
Sus palabras aún las oigo. (lnf . l0)
.l él Io conocía hacía cotno c:inco uños. (Inf.47)
'l i¡xr III: Objeto antepuesto con ausencia de marca de caso y pronombre correferencial
I ns nenes las ponen en la nurseryr (lnf. 23)
lilh tto Ia dejó subü- el chofer de Ia cantitrcra. (Inf .42)
st' tr abajó con el número total de construcciones con objeto dativo y con objeto acusativo.
l'.rr;r t ottsignar las ocurrencias cada una de las entrcvistas de la muestra fue utilizada en
su
l, rt,rlrrlir(1.

| )t'lx'mos indicar asimismo que se descartal-on:

I lls cstructuras donde el clítico coneferenci¿rl está pospuesto a un infinitivo o a una


lirlma del modo Imperativo,
Irue corriendo a la casa, a cont¿ule al padrc y a la madl,e. (lnf. 35)
llso me parece difícil conseguirlo. (lnf. 5)
Diganle a los chicos que se laven ellos. (InJ. 13)
' ('slructul'as con objeto y pronombre comeferencial inserlas en oraciones
cle relativo
(cstudiadas en el trabajo sobre subordinación incluido en este volumen),
i lornt¿rs ambiguas para su clasificación, como:

Yo a mí no me interesa. (Inf. 7)
Yo, a ntí nte ettcanfaba el uniJbmte. (lnt. 37)
r h rtttlt: ct)eXiSten ambas formas de objeto (una con marca y otra sin marca preposicion¿l)
('()il cl pl'onombre corref'ercncial, o casos como el siguiente,

Ii-[l(i señora tunbién nubaja en la OSE, este


I -,,,'liuiltié n e s üryeni e ra ?

I l{.1
E- No, ella,... le.fithart alg,mrus ntaterias para rccibirs¿ (Inf. 5)
donde resulta difícil detenninal'si la estructura señalada en negrita es una estructura de
objeto dativo sin marca preposicional o es el producto de la propia dinámica de elaboración
discursiva, en que el hablante cambia la forma de presentar la información pasando de un
"envase" del ref'erente (esposa) como Asente (sujeto) a otro de Dativo (complemento indi-
recto), determinado también por las propias características sernánticas del verbo (faltar).

3. ANÁLISIS DE LOS DATOS


Tal como fuera indicado en la pdmera pal'te de este trabajo, un estudio de las estructuras
de tópico del español montevideano debe partir de la consideración de las categorías lingüís-
ticas peftinentes pam el f'enómeno en cuestióu. Las categorías consideradas serán l¿r"s si-
guientes:
l. Nivel sintáctico: anteposición del objeto dativo o del objeto acusativo.
2. Nivel semántico: rol temático del objeto dativo y del objeto acusativo.
3. Nivel semántico/pragmático: definibilid¿rd del objeto dativo y del objeto acusativo
4. Nivel pragrnático discursivo: estatus informativo del objeto dativo y del objeto acusa-
tivo.
Una vez analizadas dichas categorías para las estructuras de tópico, pasaremos a ver en
qué medida dichas estructuras pueden funcionar como lnarcadores sociolingüísticos de ni-
vel de instlucción. sexo o edad.

3.1. Los contextos lingüísticos.

3.1.1. Nivel sinháctico: la anteposición del objeto acusativo y del objeto dntivo y
su rel.ación con la prcsencia de un clítico coneferencial.
Las construcciones consideradas aquímuestr?rl una "inversión" del orden SVO, conside-
rado muchas veces como el más fiecuente p¿u'a el español. Es el caso de la tipob-tía del
oden básico de las len-ruas humanas elaborada por Greenbery (1966), donde el orden
dominante cle los constituyentes puede calacterizarse en los tipos SVO, SOV VSO. o de la
propia nonnativa clel español (RAE 1973). que de todrus tbrmas indica que el hablante tiende
a anLeponer el eletnento que por cualquier motivo estinla interesanterT. Sin embargo esta
visión no es compzutida por todos. Wolf-e (198-l), Groos y Bolk-Bennema (1986), Vincent
(1988) y Dik 11989) plantean críticas sugestivas al tratamiento del español corno lengua

l7 Conttclas(l9T6lesunodehrsplinrcrosirrvcstigadoresenindicarquelacstructuraoracional del español


está estrechamcnte relacionada con lackrrcs prugmírticos. i.e. la noción de tema y relna. que dctcnllinaría no
stilo la intcrpretacirin senrírntica sino tarnbién la actuación tle ciertas tlansfbmlaciones sintácticas. Giviln
(1984) indica que en rcalirlacl la llexibilidatl en el olden de palabras rrn muchas lenguas es enrpleatla en
cierta medida ¡rara coditicar distinciones pragmáticas. kr cual oli'ecería unir explicaci<in más adccuada del
porqué de lbrmas altelnantcs en dicho olclen.

l tt.l
S\¡O. las cuales no serán tratadas aquí por exceder los objetivos de la presente inr,estigacitin.
l'r rr r¿zones operativas considerarcmos al orden SVO como el olden neutr¿¡l de los consLitu-
\'('nlcs del español, aún cuando esta afirmación sea altamente discutible.
lndicamos antes que conjuntamente con la anteposición del ob.ieto se constató la prcsen-
r rir (le un
clítico coref'erencial en todas las ocunencias de la muesh'a. Este tema ha sido
tlrtatlo abundantemente desde las más diversas perspectivas.
l.a grarnática normativa del español presenta a los clíticos corref'erenciales de objeto da-
I r\'( ) y acusativo, asigttándoles tunclamentalmente una ftrnción expresiva. T¿rnto Bello ( I 980)
, , nxr la RAE ( 1973), Seco ( l9tt9) y Alarcos ( 1994). al dar cuenta de la existencia de estruc-
trlrs con objeto dativo y acusativo + Cl o viceversa, aluden a la necesidad del hablante de
.lrlg¡19¡ un ef'ecto comunicativo (o "necesidad expresiva") determinado. Por oÍ'a pafie, no
t, x lirs las estl'uctLlras qlle presentan duplicación de clítico son aceptadas de la mism¿r fbrma

¡',rr'la normativa. Bello (1980) censura aquellos casos en que el Cl precede alobjeto acus¿r-
trro rronlinal, mientras que la RAE (1971) y Alalcos (1994) no establecen una valoración
,lrle'r'cnciada entrc las estmcturas clqrlicadas pron<lminales o nominales.

l.as consideraciones acerca de la coocunencia de clíticos dativos y acusativos con com-


lrl('nrcrltos directos e indirectos vaúa de un autor a otro. Givón (1976\ que trata las estructu-
rrrs tlc obieto dativo o acusativo + pronombrc conef-erenci¿rl del español como casos de
' r'oncotdancia", indica que

:r) Il concordancia con el objeto dativo precede a la concordancia con acusativo


lr) h concordancia con el obieto cs sensible a la relativa topicalidad del dativo y el acusa-
tivo.
l)c ¿rcuerdo con este autor. cuando un verbo admite tanto objeto dutivo corno acusativo
"tfur") Ia concorclancia con el clativo es obligatori¿r y con acus¿rtivo no lo es : (ejs. "/e r/i
rt'¡.
, l liltn¡ tt Juutt " pero no "'i'di cl liltx¡ u.lucut " , ni "':'/¿.r ¿li el libm ¿t Jtttut "). En caso de que el
,rr'rrsirlivo esté topicalizadors (es decir antepuesto) la concordanc:ia con el obieto acusativo se
. ri'gil antes de la concoldancia con el dativo para algunos hablantes (e.i. "¿1 libro, se k¡ tli a
l:'
Itt, tn " ) y en ciertas oc¿rsiones clesaparece con el dativo ( ej. " el libn¡ Io tli u Jutut" ). Por otra

l,,rrtt'. cr.r tal caso no puede.haber concordancia sólo con el clativo (ej. "u'u¿ libx¡ le di u
Ittt ttt" ). Si ¡ror el contr¿rrio el obje'to clativo está topicalizado. sírlo la concordancia con éste se
1,,'¡ rrritc i'es obligatori¿t("Juat\ lc tli cl líbo". pero no "*"Jtuut, lo di cl liho" o"*Jutut, se lo
,lt,'llilryi'\,delarnismaformac¡ueesobligatoriaenelesquem¿rnentrirl (ej."ctJtuutlediel
t )lrseirvcsc clue en este cnso Givtin llude a la tt¡ricalizaciíln clcl olr.icto cuando no present¿r marra prcposicitl-
rrrrl v ltlcrnás hay una pausa previa al restu clel enunciaclo. De llecho el firctol prosócficcl es impoÍunte para
r'l t'studio cle las estluctul'as de tópico, pern de acuerdo con la definición dc tópico dada posteriorrnente por'
r'l ¡rr1r1¡i1¡ Givrin (l9tl-t) . su consideraci<'rn no rcsulta irnprescindible. L¿r rclación entle dicho firctor y el
t.¡rico ¡ruede verse en los tlaba.jos de Contreras (1976) para el esprñol en gencral. Silva Corvalán (l9fl.1)
¡rrr rr cl rrs¡rañol dc Chile. Ilari 1992 y Cirllou et al. ( 1993) para cl portugués de Brasil entre otros. Aquí ntr
rt'li tt'rritla cn cuenta.

Iri5
libo" y no "'ka Jucm lo di el librct" o"*ct Jucut di eI libro").
c
Según Luján (1978), en español los clíticos pueden aparccer cuando la FN tiene función
c
de complemento directo (ej. Un tábuu,t lo picó al caballo), y a su vez la topicalización
(colocación de la FN en cuestión a inicios de la oración) puede aplicarse a este tipo de
estructuras. Bickford (1985), quien no diferencia los c¿rsos de objeto pospuesto y antepuesto,
señala que en todas las variedades del español el clítico coref-ercncial dativo aparece casi
siempre junto a una FN con función de complemento indirecto, mientms que en las v¿rieda-
des estándares, los clíticos con'eferenciales acusativos sólo apalecen en situaciones muy
restringidas. Sin embargo de acuerdo con Woll'e (1984), dada la anteposición de una FN con
función sintáctica objeto, la aparición de un clítico coref'erencial se vuelve categórica para
las FNs que funcionan como objeto indirecto o directo (en este último caso, si las FNs
cuentan con el rasgo [+defl). Ejs.
A mn clúrintoya, y no *A Silvia darentos una chirintoya
Silttict le darcmos

A lct nmestrut la vhnos en el ntercado, y no *A la nnesf ru vinns en el ntercatlo


De hecho, Ia pretendida escasez de uso de estructuras de FNs antepuestas con tlnción
objeto + clítico correferencial merece ser cuestionada. Morales (1992) compara su uso en
tres variedades del español, y muestra como en la vadedad bonaerense la pref'erencia por la
aparición de un clítico junto con el objeto antepuesto es casi categórica (92.597o). En cam-
bio, Silva Corvalán (1980-1981) da cuenta de la baia preferencia por la aparición de un
clítico corref'ercncial cuando el objeto directo es pospuesto en el español de Chile.
Con respecto a la duplicidad pronominal de ot{etos en el español montevideano. Elizain-
cín ( 1979) cla cuenta de lzr obligatoriedad del clítico para objetos clircctos en oracitlnes cottto:
"kr ¡taliTtt se la rlirt crtt la za¡xÍilla" o"Al úrlnl ibrm a corÍarlo", que no admitirían *"L¿r
paliza se tlio cut la zupatillci' o ¿"'El úrbol. ibmt e cortAr",lo cual es profunclizado en
Banios (1981).
Behales ( l98l ) analiz¿r las oraciones simples con clítico, objeto y verbo en 3a. persona en
el sociolecto de la clase media baja de la costa uruguaya. De acuerdo con las observaciones
hechas a parlir del corpus el autor concluye que el clítico es mucho menos aceptable con
objeto acusativo que con objeto dativo, lo cual había sido intuido por el normativismo tracli-
cional. Se observa una elevada aceptabilidad de los casos de Cl+ objeto dativo (enfie 30 y
907o se-eún sus c¿u'acterísticas), la cual contrasta con la bajísirna aceptabilidacl de los casos
de Cl+ ob.jeto acusativo (siempre rnenos de20%;). La dilerencia demostraría que el hablante
capta la relación del clítico "lo/¿r(s)" con el objeto acusal.ivo y sc rcsiste a aceptar una repeti-
cióu que al ser evidente se torna innecesaria, y al misrno tiempo acept¿r la coaparición del
clítico con objeto dativo por considerar que introduce alguna información dif-elente. Asimis-
mo la aceptabilidad se increlnenta con los verbos de experimentación de estado, donde el
hablante intuye una dif'erente infonnación en "le(s)".

I tr6
lur lo que resi"cta a nu"stra muestra, la preferencia por la coocurrencia del clítico cuando
,'l olr.jcto (indirecto o directo) está antepuesto, es decir cuando es estructura de tópico, es
, l:rlu aunque no categórica, tal como se evidencia en los CUADROS I y 2.

llpo I Tipo lI + Tipo III N-


27.6 72.4 t8l
('IIADRO I. Estruchtas cott OI (pospuesto ! antepuesto) + prononúre correJbrencial, por tipo de
esfnrcfita.

Tipo I.I lipo I.II Tipo II +Tipo III N=


(OD con (OD sin
re
marca preposicional) tnarca preposicional)

16.0 5.6 88.2 r06


('I|ADRO 2. Estntcturas con OD (pospuesto y antepuesto) + pronontbre correferencial, por tipo de
estn.cüta.

|'or otra parte, denho de las estructuras de tópico con objeto dativo y acusativo antepues-
t, r. ll ¡rreferencia por la presencia o ausencia de la marca preposicional "a" no se distribuye
, [' l:r misma forma, como puede observarse en los CUADROS 3 y 4:

Tipo I Tipo II Tipo III N-


21 .6 58.0 t4.4 l8r
t'l'..11)RO 3. Estnrcturas con OI (pospuesto y antepuesto) y cou o sitt marca preposicional + pronombre
coneferencial.

'I-rpo I.I (OD con rnarca Tlpo I.II (OD sin Tipo II Tipo III N-
preposicional) marca preposicional)
16.0 5.6 r6.0 62.2 r06

t l'.ll)RO4.Estn¿cturascottOD(pospuestoyantepuesto)yconosinmarcapreposicional+ pronotnbre
correferencial.

Micntras que un 58Vo de los objetos indirectos antepuestos cuenta con la marca preposi-
r lr rurl. el62.2Vo de los objetos directos antepuestos no cuenta con dicha marca. La forma
rrr:rst:rnpleada dentro de las construcciones con objeto indirecto y clítico correferencial es
¡'or trrnto la estructura de tópico que se prcsenta en los siguientes ejemplos:
A Ins botijas no les gustuba (Inf'. 29)
A mí nte abrió c'abeza (Inf. 3)

l)isclirninamos aquí las constlucciones del tipo I que presentan malca preposicional de aquellas que rn la
l)r('scnt¿ln. a diferencia de las construcciones de tipo I para clb.jeto indirecto que en todos los cas<ls presen-
t¡rlon dicha marca. Esto se vincula con la rna¡cación de rol de caso dativo y acusativo propia del cspañol, tal
( ()lll() sc verá más adelante.

IrtT
I
A su vez, la forma preferida dentro de las estructurus con objeto dilecto y clítico correfe-
rencial es la estructura de tópico que muestran estos ejemplos:
I-as películas lns ntirc (lnf .32)
Eso lo vit,í nuty de cerca (lnf .22).

Esta distribución de formas se vincula con las características propias de la marcaciíln de


caso para el objeto directo y para el objeto indirecto en español. Mientras que la preposición
"a" es marca de objeto indirecto (véase RAE 1973, Alarcos 1994), el empleo de la misma
pam marcar objeto directo es variable?O. De acuerdo con la RAE (1973) los objetos directos
que cuentan con marca preposicional son aquellos cuyo rcferente es una persona o un ani-
mal, y en general las fbmras pronominales que también aluden a ref'erentes con el rasg<l
[+anitn]. Esto se comprueba si se atiende a las camcterísticas semánticas de los objetos, t

tanto pospuestos como antepuestos, que serán examinadas posteriormente. Pero además,
cuando el objeto ocupa la primera posición la marca pre¡rosicional es uno de los elementos
que ofrece información acerca del estatus sintáctico y semánticcl del constituyente oracional
en cuestión, y permite distinguir si el mismo cumple función objeto o sujeto (véase Alar-
cos1994) 2'.
Por otra parte, es importante discriminar denfio de los usos preferidos por los hablantes
para las estructuras de objetos antepuestos más pronombre corref-erencial si las formas
preferidas son nominales o plonominales (CUADROS 5 y 6).

OI nonúnal OI pronominal N-
Ti¡roI 72.0 2rJ.0 50
lipo II r 5.2 84.7 r05
Tipo III 16.2 53.8 26

CUADRO 5. Esltttcluras con OI nominal y prononúnal (pospuesto y antepuesto) + prononbre


correjbrenciaL

OD norninal OD pronominal N-
Tipo I:I 52.9 47 .L l7
Tipo I.II r00 0.0 6
Iipo II 82.3 17 .6 t1
Tipo III 92.1 1.5 66

CAADRO 6, Estnrchras con OD noninal y prononúru( (pospuesto ! antepuesto) + pt'onontbre


correJercncial.
20 Acercr del uso cle la prcposici(rrr "a" en construccione's de objeto con clíticc¡ conel'ercncial para el es¡rañol
montevideano. r,éase lJarrios ( 198 I ).
2l Aunque al nrismo ticrnpo no pennita una diférenciacirin clara entre el objeto directo con preposicirirr y el
olrjeto indirccto. Quizás esto suceda polque los olrjetos directos que requieren el uso de la nr¿u'ca preposi-
cional están plototípicanrente nrás cercanos al rol de caso dativo que al rol de caso acusativo. esto es.
presentan una participación rnás consciente en el evento que los objetos directos que nornralnrente no
prcsentan lnalcacirin preposicional.

tNs
l\tcdc observilrsc (luc clctttro de las estructuras de tópico más empleaclas para el dativo,
lury una anrplia prcl'erencia pol las tbrmas pronominales (i.e. para el Tipo ll un 84.77o de
l or'¡n¿rs pr onominales) como

A ntí me preoc'Ltpo particulannente. (lnf .7)


A él le etrcatúa el interior (Inf. 43),
nrientms que por el contrario para las estructuras de tópico de acusativo la preferencia
rruryrrritaria es por las fbrmas nominales (i.e para el Tipo III un 92. 4Va) como
El andador lo tietrc otra enfemru. (lnf. 23)
Los retratos los de.ié en lo de Totct. (Inf .48).
A su vez, de acuerdo con la distribución de formas prcnominales para las estructuras de
tr r¡rico de dativo, la preferencia por el Tipo II es de un 89.9Vo para formas pronominales de
l'' ¡rcrsona, tal como se observa en el CUADRO 7.

OI ¡rronominales 0I pronominales
de l'!. rl de 3'|r. N-
Tipo I 57.1 42.8 t4
Tipo II 89.9 10.1 89
Tipo III 50 50 t4

CUADRO 7. OI (pospuestos ! arrtepuestos) pronouúnales + pronombre coneferencial.

I rste hecho es vinculable a la cuarta cate-soría de la jerarquía implicacional planteada por


t iivrirr (1976) 23
(la cual estír a su vez gobemada por lajerarquía universal de topicalidad. i.e.
lrr ¡rrrlbabilidad de que varios sintagmas nominales puedan ser tópicos oracionales), a saber:
a. HUMANO ) NO HUMANO
b. DEFTNIDO ) NO DEFINTDO
C. PAR]ICIPANTE UÁS INVOLUCRADO ) PARTICIPANTE MENOS INVOLUCRADO
d. la. PERSONA) 2a. PERSONA ) 3a. PERSONA

La cuarta categoría expresa el carácter egocéntrico del discurso, donde el hablante tiende
.r screl punto de vista universal de rcfercncia y el argumento más altamente presupuesto.
\r'sún el autor dicha categoría debe tener algún tipo de conelato en la "concordancia" antes
nrt'ncionada. De hecho, esto parcce cumplirse para las ocunencias de nuestra muestra.

'' Sc (lescartaron ocl¡nencias de 2" persona por su escasa aparición, en concrcto una ocunencia para el tipo ll
A vos tatnbiétt te ugarreon de esni¡tido. (Irtf. 3-5)
v tlos ocunencias para el tipo III
Vts te .fitltu un nvs pu'ct tener fiunilict. (tnt. 27)
Vos nmx'ate pn.sa... (Inf. 3l).
' | \' l l¡rs.ierarquías propuestas por el mismo autor posteriormente así corno Dik ( l9tt9). Aludirnos a esto en la
¡rrirncra parte de este trabajo.

189
Debemos indicar asimismo, que en lo que respecta a las fbrmas pronominales empleadas
en las estructuras de tópico acusativo se constató el uso exclusivo de la 3" persona.
Las tres pdmeras categorías planteadas en dichaierarquía permiten introducir la conside-
ración de aspectos semánticos y pragmáticos involucrados en las estructuras de tópico estu-
diadas. A continuación trataremos dichos aspectos.

3.1.2. Nivel senúntico/pragmático: roltenútico del objeto dafivo y del objeto


acusaüvo y referencialidad de las misntos.
Veamos ahora esas tres categorías de la jereuquía de Givón (1976) vinculadas a las ocu-
rrencias de nuesüo corpus. Debemos tener en cuenta que de acuerdo con el autor la primera
categoría refleja la naturaleza e-9o/antropocéntrica del disculso(tendencia de los humanos a
hablar más de humanos que de no-humanos). La segunda es Ia consideración de la infbrma-
ción conocida como tópico y la infbrmación nueva como aserción, y la tercera puede prede-
cir la siguiente jerarquía de casos respecto a la topicalidad:
AGENTE) DATIVO ) ACUSATIVO

Esta nueva correlación se apoya en los siguientes hechos:


a) el par correlacionado -consistente y altamente universal- función discursiva "tópico" y
función semántica "agente" incluido en una función "agregada" altamente universal
que es la tunción "sujeto";
b) la composición [humano] de agentes y dativos en el discurso;
c) la conelación entre mayor y menor involucramiento en la acción del par dativo vs.
acusativo
d) la alta fiecuencia del rasgo [definidol de los ar-eumentos normalme¡rte humanos "agen-
te" y "dativo" en comparación con el "acusativo".
Esto no si-enifica que el caso acusativo no pueda ser tópico. De hecho, si bien el dativo es
el candidato más alto para ser tópico por ser comúnmente [+hum], el acusativo "supera" al
dativo erl cuanto a la posibilidad de ascender al caso agente por ser el argumento más afec-
tado por el evento (esto es, está más estrechamente relacionado con el verbo) y por ser el
argumento con mayor trecuencia de aparición en el discurso (véase Givón 1984)2{.
Si se observan los CUADROS 8 y 9, podrá apreciarse que las estructuras de tópico con
marca preposicional (Tipo ll) para dativo y acusativo presentan categóricamente el rasgo
[+huml, así como el rasgo [+detl. La presencia del primer rasgo rcsulta par-ticularmente
interesante, puesto que indicaúa la existencia de un vínculo más esÍecho en lo que a función
semántica se refiere entre estos acusativos y el rol de caso dativo. Por el contrario, en el tipo

24 Y esto justitrca la aparente incon-qnrencria e¡rtre la jerarquía cle rol serníurtico y la categorización del caso
sintáctico CD conlo tópico oracional secundario. presentadas en el apartado 1.1.4 (Cfi. nota il.)

190
lll lt' ohit'krs tlitcctos nominales la primacía de rcferentes [-hum, -det] es claramente
r
obser-
' .rl'h' l .. cual t¡.rrnbién resulta interesante, puesto que se-eún Givón (1984)
"...tltc lutnrun object iu Sptutish -<lc¿tive or dircct- rcquircs ag,eenrctú onl¡, iJ'it is
tt ('()nscious participatt, i.e. a protofi,pictil dúiven (...) Beyoncl the DAT(ive)
t tltiul, obligatory agreentent of PAT(ietú) objecf (...) is harcl to.find " (Givón r984:

l(r(r )rr'.

| ,rs I'csttltados obtenidos en nuestra muestra para el tipo III de objetos dircctos parecen
,, l,¡ltt iziu'clicha aflrmación. en la medida en que también los objetos [-hum, +det] cuando
, r,rr lrntepuestos presenta¡r "concordarlcia" con un clítico corref'erencial.
+hum, +det -hunr, +det N=

Tipo I 8tt.8 il.1 36


Tipo II 100.0 0.0 t6
Tipo III [00.0 27
0.0 T2

CUADRO 8. OI nominales, por rasgos fhum] y [det].


+hunl, +det -hum, +det N-
Tipo I.I t00 0.0 9
Tipo I.II 0.0 r00.0 6
Tipo II 100.0 0.0 t4
Tipo III 16.3 rs
n3.6 6r

CUADRO 9. OD nonúnales, por rasgos fhumJ y [det].


l 'rr lo concerniente a la aparición categórica del rasgo [+detl es preciso indicar que la
llu"nr¿t ll¿t sido collsi-qn¿Ida por diversos autores. Contreras (1976) indica que el signific¿rdo
"('n('r'ict) o indeterminado de un objeto anl.epuesto

' ' L's c'ientpkrs de participante consciente vs. parlicipante no consciente (para objeto acusativo) de la acción
,.on ltls siguientes:
.luatt le vió u Maríu en Ia calle. vs. Jutut tió ct M¿trftt en lct talle.
t )lrscryese además que el clítico empleado aquí cor:r'espondelía al caso dativo por mírs que María sea el

'lricto directo del verbo ver. Esto se vincula con el fenórneno denominado "leísmo" que no es propitl del
,

('\l)itñol montevideano.
't'.'\lrt'spectoGarcía(l975,apudOtheguyl98l¡organizaenunSistemadeParricipaciónalosclíticosle/les
I
x r¡ trrt lado. y lo/la, los/las por oho. de acuerdo con el grado de compromiso o panicipación en el eventcl

r lt'scrilo por el verbo. De hecho las formas le/les aludirían a un mayor gmdo de participación que las otras
Ir )illl¿ls.
' ',r' t'¡rcofltló una única esiluctula de tópico ccln ref'erente [+hum. -det],
IIn parapléjico se le enseña a vcstir.sc. (Inf. 23)
rtu(' no ft¡e considerada.
'ri l'rrt' c.rrsignada una única ocunencia de rcf'erente [+anim, -hum]. descartada aquí :
Iil perrüo lo ponfu en la <:ocittt¿. (lnf. 43).
| \' la nrisrna forma, se descartó una única ocurrencia de referente [+hum. -det] . a saber
I ln cuadro en el burrio vos lo fonnabus ... (Inf. 33).

l()l
It I
"... seen$to be tlteJbature tlxal allows tlrc optional deletionoJ'tlrc pronontinal
ill
copv. Tlte sunrc preposed objects, witlt a specffic ntearúng, require the
prortonúnal copy. " (Contrelas 1976: 86).
('\
Silva Corvalán (1980-81) establece también la presencia del rasgo [+det] como un factor
tk
condicionante para la aparición de un clítico correferencial en el español de Chile.
l)r
Aquí el msgo se define de acuerdo con Givón (1984), donde un nominal referencial es tl
codificado por los hablantes como definido ([+det]) si ellos consideran que pueden a.sumir la
asignación de una única referencia a aquél por parte del oyente.
Por último, es necesario indicar en relación a los objetos pronominales que todos los
indirectos aluden a referentes [+hum +det], así como los directos del tipo LI y del tipo II 2e,
a diferencia de los del tipo IIl, donde el pronombrc alude exclusivamente a ref'erentes [-hum
+detl30.

3.1.i. Nivel pragmático discursivo: estüus infurmafivo de lns estrucfiffas de


tópiro.
El examen del estatus informativo de las estructuras de tópico presentaba el problema de
cómo medir la información conocida en las estructuras de tópico consignadas en nuestra
muestra. Se siguió la propuesta de Givón (1992), donde se examina la relación entre infor-
mación nueva e información conocida en el discurso. Ya se vió antes que las proposiciones
(u "oraciones") presentes en el discurso son híbridos infbrmativos, es decir transmiten al
mismo tiempo fiagmentos de infbrmación nueva y fragmentos de información co¡rocida.
D,: hecho,
"Tlrc cltunks of old, rcdunduú ('topical') it{onnuion in tlrc clause sen e to gntund
the new ütJitnnatiou to the alruul\'-sturcd old irdttntntiott. Cognitively, the¡t.fimúsh tlte adress
or label Jbr tlrc storage locus ('file') üt tlte episodic nrcnnt1" (Givón 1992:9).
De acuerdo con este autor, habría dos aspectos pragmático-discursivos de la topicalidad
que pueden ser medidos. a saber la accesibilidad referencial (en ténninos del contexto dis-
cursivo precedente o anafórico), y la importancia temática (en términos del contexto discur-
sivo siguiente o catafórico). Si bien ambos son igualmente impoftantes respecto del dinamis-
mo comunicativo prcsente en el discurso, consideramos exclusivamente el primer aspec-

29 Las dos únicas formas prononrinales ref'elidas a [+aninr, -hum] encontradas en la muestra para el tipo I. I
In fuiltíu etr:erfttdo u tuta de elfus. (ardillas) (lnf. 20)
y para el tipo II
A él (cl perro Benji) lo tru.iinos, tres años t,u a ltacer (Inf. 20)
respectivanrente no se i ncluyeron.
30 Sób f'uernn encontladas dos ocr-rnencias del tipo III con referentes [+hum, +det]. descartadas iguahnente:
EIIa (la nntlrc) rut la tlc.jri subir el clnÍbr de Iu Crntútrcru. (Int.42)
Las otros (primos Oktgiie) tunu'a lr¡s ví. (Inf .47)

192
7

to en el entendido de que cuando se trata con estructurrs de tópico estamos mancjando


información conocida, i.e. información previamente introducida en el discurso.
Antes de ver la accesibilidad referencial para las estructuras de tópico de nuestra muestr¿t,
cs necesario indicar ademiás que la accesibilidad referencial implica "contextos comparti-
dos", es decir que existen fuentes desde las cuales la información negociada en el discurso
puede negociarse, volviendo dicha información predecible, cohercnte o accesible en alguna
rnedida.
Los contextos compartidos pueden ser de tres tipos:
l) contexto deíctico (es decir la interpretación de formas pronominales, demosrativas o
adverbiales, que depende de la situación comunicativa en cuestión, ejs.: a mí, é1, noso-
tros, etc.)
2) contexto léxico-cultural (visión del mundo compartida por miembros de una misma
cultura, ejs. : la dictadura, la Coca Cola, las decisiones del ámbito universitario)
3) contexto textual (contexto textualmente compartido a partir del discurso precedente)3l.
Prcsentamos a continuación la distribución por contexto de las ocunencias de objeto y
t'lítico correferencial consignadas en la muestra (CUADROS 10 y I l).

Contexto Contexto
léxico-cultural textual N=

fipo I (OI +hum, +det) 28.r 7 r.0 32


Ttpo I (OI -hum, -det) 75.0 25.0 4
Tipo II t2.5 87.5 t6
Tipo III 16.6 83.4 t2

CAADRO 10. Tipo en las estructuras con OI nominal + pronombre coneterencial" por contextos
corrrpartidos.

Contexto Contexto
léxico-cultural textual N-
Tlpo I.I 0.0 r00.0 9
Tipo I.II 66.6 33.3 6
Ttpo II 14.2 85.7 L4
Tipolll(+hum, +det) 0.0 100.0 r0
li¡ro III (-hum, +det) 25.4 14.5 -5 I

('( I;IDRO ll. Tipo en las estructums con OD nominal + pronombre correferencial, por coiltextos
contpartidos.

( Dik (1989), quien establece que la infbrmaciírn pragmática puede caracterizarse cotrlo l) irllbrrna-
tr. t'orr
r r¡ rr('ncrtl {oncerniente al rnundo. sus rasgos natumles y culturales. así como ottos Illttndos posibles o
rn
rrrr;r'inurios-. 2) inforntación situacional -<lerivada de lo que los palticipantes en una intcmcción sicntcn o
,.\r\.rinrcntiulcnrclacióncondichainteracción-.3)infbrmacióncontextual-intilrnracitinderivadadelas
,\l,r('\ioncslingüísticasintercambiadasantesodespuésdeunpuntodadoenlaintelitccitjnverbal-.

193
Obsérvese que tanto para los objetos dativo como acusativo, las estructuras de tipo It y III
presentan un porcentaje importante de referentes nominales vinculados al contexto textual,
es decir a lo dicho anteriormente en el discurso. No sucede lo mismo con las estructuras del
tipo I, donde la situación varía de acuerdo con la prcsencia o ausencia del ra-sgo [+hum], y
con la presencia o ausencia de marca preposicional.
Los objetos dativos y acusativos pronominales, por sus camcterísticas propias presentan
obviamente un contexto de información compartida exclusivamente deíctico.
Veamos ahora la forma de medir la accesibilidad referencial para los objetos nominales,
tanto dativos como acusativos (CUADROS 12 y l3). En primer lugar es posible medir la
distancia referencial (DR), en términos de número de oraciones o tiempo transcurrido desde
la última ocurrencia de ese referente en el discursorz. Givón (L992) propone un índice arbi-
trario de 20 oraciones como máximo de lejanía, y un rnínimo de 1. Constatamos sin embar-
go en la muestra referentes que sobrepasaban el índice 20. los cuales fueron igualmente
contabilizados33.
Por otra parte, en ciertas ocasiones el referente tue introducido por primera vez en la
conversación, por lo cual discriminamos entre objetos nominales con presencia o ausencia
de DR (en este último caso, si eran introducidos por primera vez en el discurso). Este
hecho merece una consideración, puesto que si bien inicialmente asumimos que una de las
características definidoras del tópico es que la información es conocida por el hablante y
su interlocutor, parecería que en este caso nos enconh'aríamos ante datos que contrarían
dicha postura.
Ante esto debemos hacer dos observaciones. En primer lugar, véase que el porcentaje de
referentes nominales introducidos "por primera vez" es bajo, tanto en lo que respecta a
estructuras de objeto indirecto (l2.5ok y 16.6%o para tipos II y III respectivamente) como a
estructuras de objeto directo (07o y 25Vo también para tipos II y III respectivamente). En
segundo lu-9ar, estas estructuras sin distancia referencial no son completamente "nuevas"
para los participantes en la interacción, puesto que las mismas pertenecen al contexto com-
partido léxico-cultural, y en tal sentido cumplirían con el principio de familiaridad de tópico
definido por Gundel (1985):
"Att enfitli E, catt srrccessfirllv serve as topic iff both speaker aud acldresse have
prcviotts know,ledge of or.fanúliarit.v with E" (Gundel 1985: 87)34.
Asimismo, Ia existencia o no de distancia referencial debe ser vista en una perspectiva

32 Este se-rundo procedimiento no fue empleado aquí porque las características individuales de krs intbrman-
tes en k) que respecta a fluidez (flujo del habla) varían nrucho de uno a o¡ro.
11
-)JDonde contamos también krs enunciados producidos en las tomas de turno del entrevistador como parte de
la rnedición de distancia ref'erencial.
34 Acerca de esto, véase Silva Corvalán ( 1984). Recuérdese adernás que antes se indicó (nota 6) cómo ciertos
autol€s consideran que el tópico puede introducir información nueva.

191
t
rrrr.rrrrPlrir,('sl()('ri,vinctrlaclaalasformasenqueeltópicosedesarrollaenlacomunicación
I t rr I lrrr't l()li /). Miclltras que los
' casos de ausencia de distancia referencial se vincularían a
I t I t'
" ¡' 'rl r L' t'lt¡¡tbio de ttipico (topic change), que ocurre cuando aparece un nuevo tópico en
lr' 'rrr\('t:,:r('lotl(ll.lcnoserelacionaconintercambiosanterioresenunahistoriadiscursivaen
l' ¡r lr' tl,tt, L rs t'ltst)s cle presencia de distancia referencial estaúan relacionados con la conti-
¡

ur.r, rr,n, rr.r ir'ltrjc tl reinhOducCión de tópiCO35.

OI nominales OI nominales
sin DR CON DR N=
ll¡ro | (Ot +hum, +det) 28.r 7 r.8 32
ll¡xr | (OI -hum, +det) 7 5.0 25.0 4
ll¡xr ll t2.5 87.5 t6
ll¡xr I Il 16.6 83.4 T2

('l t,ll)RO 12- Preserrcit o ausencia de distancia refererrcinl (DR) de OI norninales.

OD nominales OD nominales
sin DR CON DR N-
'll¡xr I.I
0.0 r00.0 9
'll¡xr | .II
66.6 33.3 6
'll¡xr Il
t4.2 85.7 t4
'll¡xr III (+hurn, +det) 0.0 r00.0 r0
'll¡xr III (-hum, +det) 25.4 7 4.5 5l
CUADRO 13. presencia o ausencia de DR pam OD nominales.

I tt r tr'¡trlo a las diferencias en índice de distancia referencial entre las estructuras


de
r"l'r'| '|r rlt'olr.ie:ttl indirecto y las de objeto directo, puede
observarse un índice mayor
I'rr't l.t', t'sltt¡cturas de dativo que para las estructuras de acusativo (CUADROS li y
| ' r | .'lrr ¡xrtlría deberse quizás a la capacidad del acusativo de ser el tópico oracional
' ' rrrrtl'rr¡o. t's decir de presentar por definición una frecuencia de aparición en el dis-
, ilr ., | ilt;r.y()t'r¡tte el datiVO.

It'' lrxl:ts lirl'nras,la distancia referencial no parece ser una medida significativa para
'l¡l' t'sll'ttctul?sdetópicodeacusativoydedativodelasconstruccionesquenoloson.
r¡ rrt r;tr
I rtrr 'r"rrrrlt:tbitiopostedorconlaconsideracióndeunmayornúmerodeocurrénciaspodría
rl" 'r t.r nlt('\/lr illfbrmación sobrc este asunto.

| ' rt'lrrr't 1 lt)li7) tlcfirre la continuaci(¡n de tópico


como la relación directa cntle Ia presuposición prinraria
I rrrl'lr' ,r(lir t'rr tt¡l itltelcanlbio y
la presuposiciírn prirnaria irnplicada en las emisiones del intercambio inme-
lr'rl'rrrrt'rrl(' ¡rrct'ctlctlte: cl reciclaje de tópico consiste en retomar
' la presuposición primaria de un intercam-
lrr"rrr.r:rlist:t¡ttt:dondeanteshubouncambiodetópicoadiferenciade
larcintncduccióndetópico.donde
r¡,, lrul¡ r lrt (.lnrbi() de tópico precedente.

19.5
Tipo I (OI +hum, +det) 10.0 Tipo I.I 5.3
tl
Ti¡ro I (OI -hunr, +det) r0.0 Tlpo I .II 5.0 ll
'Iipo II I t.2 Tipo III (+hum, +det) 7.9
ll
Ti¡ro III t3.4 Tipo III (-hum, +det) 3.0
il
CIIADRO 14. indice cle DR paro CUADRO 15. Indice de DR para
OI nomütales. OD nomürules.

La segunda medida que puede realizarse para determinar la accesibilidad ret'erencial de


un ref-erente nominal tiene que ver con el cambio de referencia, es decir si en la oración
precedente ese referente fue tema o no lo fue. El valor de la medición se realiza en forma
binaria, en términos de si hubo o no cambio de refercncii¡ li .UADROS 16 y l7).

OI nominales OI nominales
sin CR CON CR N-
Tipo I (OI +hum, +det) r 5.6 84.4 32
Tipo I (OI -hum, +det) 25.0 75.0 ;1

Tipo II I n.tl 81.2 l6


Tipo III t6.l 83.3 t2

CUADRO 16. Canúio de referencia de OI notnütales.

OI nominales OI nominales
sin CR CON CR N-
Tipo I .I 44.4 s5.5 9
Tipo I .II 0.0 100.0 6
Tipo II 2t.4 78.5 l1
Tipo III (+hum, +det) 40.0 60.5 l0
Tipo III (-hum, +det) 37.2 62.7 5l

CUADRO 17. Canúio de referencia de OD nominales.

Si se comparan los tipos II y III (estructuras de tópico) con el tipo I para objeto indirccto,
puede notarse qr,re el porcentaje de cambio de referencia no pl€senta cambios significativos
entre los tres tipos. Por otra parte, tampoco se constatan diferencias entre el tipo ll y el tipo
I para objeto directo, aunque sí habúa un porcentaje menor de cambio de referencia en el
tipo lll (donde se consi-enaron la mayor cantidad de ocurrencias). Nuevamente podría ser la
capacidad del objeto acusativo de ser un argumento recurrente en el discurso lo que causaría
dicha diferencia porcentual.
En cuanto al cambio de referencia como una medida significativa para dif-erenciar estruc-
tur¿rs de tópico de acusativo y de dativo, éste no parece ser el caso. Al igual que con la
distancia ref'ercncial, un trabajo posterior con la consideración de un mayor número de ocu-
rencias podúa aportar nueva infbrmación al respecto.

196
I
l'.,r rrlrrur,, l;r tt'rt t'r'r nrctlitla a rcalizar es la inferencia potencial (lP), que permite deter-
,r rlr,r\ rr'l('r('nl('ssr:nríur(icilrnentecornpatiblesenunaodosoracionespre,cedentes.La
li lf' .l ¡,rt{'n( lrl ¡lrrc<lc alcanzarentonces un valormáximo de2,y tendráunvalormíni-
f

r,,,',1, u | ,r ull('ti'ncilr ¡xltencial para las ocurrencias de Ia muestra no aLnojó diferencias


,"r"r r r ' ntrr' los tlili'rcntcs tipos para un mismo rol de caso, ni entre los difercntes roles de
' | ,,' rrr, '.r l)t'trxllrsnrancrasesimpottantedestacarqueenningúncasolacompatibilidad
' | | | r rtr, r'ntr(' h rs cnturciados inmediatamente anteriores al de la estructura en cuestión es
. I
,rrrl r r r 1,.¡¡.¡ t( 'l l¡\l llft)S Itt y l9).

ll¡lr I I Tipo I (Ot +hum, +det) 0.96

f l¡rn I ll Tipo I (OI -hurq +det) I


ll¡rn ll Tipo II 1.06
fl¡n lll r l¡u¡n, +(lct)I fipo III r. 16
fl¡rrr fll Irrurr, +rlet) I

CUADRO 19. Indice de IP en


II l r,rr'r , ,,t ltttlit'r dc IP en OD ,ron irroles. OI nomilrulcs para Ia muestra
'.r l'r, n l,r |lr()l)ucsta
cle Givón (1992) alude exclusivamente a los referentes nominales,
,,,¡¡ ¡¡l¡ 1,rnr,rs ¡x'rlincnterealizarlamismamediciónparalosreferentespronominales. Dado
rl', r,, ,r' r orrsllrliu'on ocunencias sin distancia ref'erencial, plesentamos directamente el
lrr,lr,, ¡l, l)li(('llADROS2OyZl).Enloquerespectaalosobjetosdirectospronominales,
' , ' 'r ,rr'n,ur)rr ocuncncias de 3up. exclusivamente. Tampoco se consignaron ocurrencias
,r,lr r,urrr,r rt'li'rc¡lc:ial.porlotantosepresentasóloelíndicedeDRparalosobjetosdirec-
r', l,r' 'r, 'rrl¡r;tlr's tlc 3"p.
l 'lr'.r,ilr( r:r |cll'rcncial pamlasestructurusdetópicodeobjetodirectoeindirectoprono-
r
r.rr ¡l r,,¡,rr't'r'scsuir un patron demasiado regular que permita realizar inferenci¿n de
,l, rrrr rr¡rr' l)r'lotl¿rs lilrmas, consideramos que el te¡na debería seguir profundizándose en
lr', .tt',,tr t( )n('s lx)stcriofgs.

f l¡r,, I tl"¡l)
ll¡rn ¡ q l"¡ll Tipo I.I | 10.8
ll¡rn ll (1"¡l) Tipo II | 5.5
fl¡rn l¡ ¡ 1"¡l) Tipo III | 2.2
ll¡r,, lll tl''¡l)
ll¡rn fll t.l'¡r) CIIADRO 21. Indice de DR en
OD pronorninales.
t I ll¡li() )0. Indice de DR en
I )l ln¡tttnninoles

l,'nr¡',nr(,\ur'c(lccclrrelporcentajedecambioderef'etenciaparaobjetosdativosyacus-
,1, ,, ,l, l:r urrrt'str'¿r que prcsentamos a continuación (CUADROS 22y 23), es decir. n<l

t, r', , , lr,rl,t'r rrrr ¡lrlrt'rn regularde cornpoftamiento apeu'tirdel cual inferir-generalizacioncs.


I rl" rr{lr( :rr :rrlt'nrás que sería preferible contar con un mayor número de rrcurrencias pil'a
¡,, ', l, r r',,t,rl'k't t'r' tlichus seneralizaciclnes.

I t)-l
0I pronominales OI pronominales
sin CR con CR N-
Tipo I (1'!) 25.0 7 5.0 8
Tlpo I (3b) 50.0 50.0 6
Tlpo II (1?) 38.7 6t.2 80
Tipo II (3T) 66.6 33.3 9
Tipo III (1"p) t4.2 85.7 7
Tlpo III (3b) 28.5 7 1.4 7

CUADRO 22. Cambio de referencía para OI pronominales.

OD pronominales OD pronominales
sin CR con CR N-
Tipo I.I 0.0 100.0 8
Tipo II 33.3 66.6 3
Tlpo III 20.0 80.0 5

CUADRO 23. Cambio de referencia para OD pronominales.

Por último presentamos el índice de inferencia potencial para los objetos pronominales
dativo y acusativo de la muesffa (CUADROS 2ay 25). Nuevamente se dificultó encontrar un
patrón de comportamiento regular, aunque es importante destacar que tampoco aquí la com-
patibilidad semántica enffe los enunciados inmediatamente anteriores al de la estructura en
cuestión es nula o baja.

TipoI(lT) | t.2s
Trpol(3'p) | t.0
Tipo II (1'p) | 1.22
Tipo II (3T) | 1.3 Tlpo I.I | 0.8
Tipo III (l'!) | 1.0 Tipo II | 0.6
Tipo III (3T) I I.t4 Tipo III | 2

CUADRO 24. Indice de h{erencia potencial CUADRO 25. Indice de ínJbrencía potencial
(IP) para OI prononúnales (rc) para OD pronomhtales

3.1.4. Funcionalidad de los contextos lingüísticos.


De acuerdo con lo expuesto en el punto 2., uno de los objetivos de este trabajo es determi-
nar cuáles aspectos lingüísticos incidirían en el uso de las estructuras de tópico del español
montevideano aquí estudiadas.
Consideramos que el conjunto de factores lingüísticos vinculados con dich¿u estructuras
puede enumerarse (al menos tentativamente) de la siguiente forma:
l) la anteposición de las funciones sintácticas complemento directo y complemento indi
recto está dircctamente relacionada con la aparición de clíticos correferenciales;

198
'r rr) llrs cslnrcturas de tópico que presentan marca de caso preposicional son en su mayo-
rrr llrs r¡uc luncionan como rol de caso semiíntico dativo (tipo II para objetos indirec-
tos ). ¡nicntras que b) las que no presentan marca de caso preposicional son en su mayo-
rr:r rrcus¿rtivtl (tipo III para objetos directos);
I r l.rs t'strurcturas mencionadas en 2 a) presentan casi exclusivamente los rasgos [+hum,
rrlct l. rnientras que las estructuras indicadas en 2b) presentan mayoritariamente los
r:rsrl()s l-hurn, +det], de donde puede concluirse que los hablantes se valen de la mar-
( :r('i()¡r
¡rre¡rosicional para indicar el estatus semántico del objeto (directo o indirecto);
lr ,l;rrl,r e I uso rnayoritario aunque no categórico de las fbn¡as en cuestión, sería posible
rntcrl)r'c(¿u' a Ia coexistencia del clítico con el objeto antepuesto como una forma de
¡rr;u't'ucitin de caso semántico-sintáctico (objeto indirecto/dativo vs. objeto directo/acu-
',:rlivo),.iunto con marcación de topicalidad (cfi. Silva-Corvalán 1980-1981)36;
', | ('n srncral, desde un punto de vista informativo las estructuras de tópico para objeto
tlrrt't'(o y objeto indirecto prcsentan mayoritariamente un contexto referencial comp¿Ir-
trtlo rle tipo textual, esto es, de información manejada por los participantes en la con-
r t'rslrcitin anterior al momento en que se produce dicha estructura;

trl ,,r lrit'n lu gran mayoría de las veces las estructuras de tópico nominales (dativo y acu-
',,rtrvo) prcsentan un índice de distancia ref'erencial (i.e., aluden a rcf'erentes que ya han
'.rrhr ¡ro¡ubrados anteriormente), existe un bajo porcentaje de casos donde los referen-
l('\ s()n intrulducidos "por prinrera vez" en la conversación;
'l r'l rrrirncro de estructuras de tópico nominales que presentan un cambio de rcferencia
I I rn r'('sl)ccto a lo dicho inmediatamente antes es más alto de las que no lo hacen, y al
rnr\rn() licntpo. esas estructuras son en buena medida compatibles semánticamente con
l,r tlrt'lto antes;

| .rl i | cst¿rl)lece Wolf'e ( 1984), el español se cal'acteriza por Ia ause¡rcia de sujeto nontinal o pronominal,
' 'nr(
l','r l,r(lu('lospronontbresátonosasumenunacargafuncional nrayor.Pontes(1986)constataparael portu-
t¡uclapresenciacleftrnnasprononrinalescorreferencialesenestl'uctumsdetópicoesmucho
"rr,,rk'||r'¡.rsil
f..f\"r (uirn(l() cl trípico r's idéntico al sujeto de la oraci(ln cornentario (ej. Essa contpeftncía ela é de
n,ttiltt tt rrrt'rthil.). Los casos de pronombrcs correferenciales no sujeto son según ese autor mucho más
rrr,'. llrrsul)artcllraga(1989)realizaunestudiocuantitativoparadichavariedaddondeconstataquelas
, , 'rr',trr¡t r'ior)cs tlc tópic-o de objeto dilecto se distinguen de las de orden neuhal por una elevada tasa de
','n., r\ r('i()n tlcl sujeto. cuando el objeto nonrinal es [+hum] y por'tanto al ser Ia primera FN podr'ía
' , 'r l r n( lu s(' con cl sujeto. En nuestra lnuestra se c(lnstató un 0To de sujetos en las estructuras de tópico de
',1,t' t,,rl:rtivono¡rtirtal (tantoparael tipollcornoparael tipo lll), asícornounT. l%depresenciadel sujeto
,ill,r',,'),1ril('lr.r'asdcotr.jetoacusativonorilinal dcl tipo ll .un0%'paralasdetipolll([+hum.+det]yun
'l l'i ¡r;¡¡¡¡cltipolll[-hum.+det]. EstebajoporcentajedepresenciadelsujetoessignificativoencuAnto
.r l.r rrr't t'sirlrrtl tlc nrarcar lcls casos dativo o acusativo nrediante un clítico con et'erencial. De ser dichos casos
I rr . .rrrtt'Irrr'sl:rs c¡ue dc'otra tbrnla podrían ser interpretadas conro el sujeto, dado que la rnarcación prcpo-
.rr r',n,rl rlr ('irso n() sicmple está presente. parecería que los clíticos en cuestión oficiarían como los verda-
r l, r r
''. ¡¡¡;¡¡ 1'¡¡111¡rcs de objeto dativo (lelles) o acusativo (lo/la, los/las).

l9e
8) las estructrras ¿e tópico pronominales no presentan un comportamiento tal que clel
mismo se desprendan regularidades o afirmaciones sistemáticas.
Esbozamos aquí algunas de las constataciones más fácilmente identificables a partir de
l¡ts ocurrencias de la muestla. Consideramos que las lnismas deben ser profundizadas, a
partir de un trabajo que tome en cuenta las formas pospuestas de objeto (y la aparición o no
de clítico correferencial) y com¡rare la funcionalidad de dichas fbrmas con las construccio-
nes de objeto pospuesto y clítico corref-erencial. Sólo de esa fbrma se tendrá un p¿rnorama
completo que permitirá d¿u cuenta de la funcionalidacl de estas últimas. cosa que no resulta
fácil de Ilacer con el universo de ocunencias considerado en esta oportunidad.
Porotraparte,enloquerespectaalaimportanciatemática,:lohoaspectoyamencionado
de la topicalidad medible introducido por Givón (1992), consideramos que sería de inter:és la
realización de un estudio que considerc las estructuras aquí presentadas tanto en función de
la persistencia de tópico (número de veces que el rcf'erente persiste en las l0 oraciolles
siguientes) como en función de la frecuencia general (númercl cle veces que el mismo refe-
rcnte aparece como argumento oracional en cl discurso).
Por último debemos indicar que concordamos con las af-irmaciones de Braga ( 1989) acer-
ca de los l-actores lin-eüísticos en rclación con las estructluas de tópico. Antes que consideral
que los mismos son condicionantes en sentido estricto, podemos deflnirlos como tirctores
"caracterizantes" de las estructuras en cuestión. Esto es, de haber t-actorcs que favorezcan la
emer-gencia de construcciones de tópico. los mismos serán los enumerados anteri<lrmente
(presencia del ras-eo [+det] para los casos dativo y acusativo, [+hum] para el dativo y [-hum]
paru el acusativo y contexto referencial compaftido, mayoritariamente textual, con la consi-
existencia de una distancia referencial, entre otros).
-guiente
3.2. Correlatos sociales.
Pasaremos ahora a examinar la posibilidad de que las estructuras de tópico sean malcado-
res sociolin_eüísticos para el español montevideano. Dijimos antes que el fenómeno estudia-
do, porpertenecer al nivel sintáctico discursivo, no puede ser considerado como una variable
en sentido estricto. Butragueño (1994) indica que es posible agrupar una serie de t'actorcs
que regularían la distribución de las variantes de una variable sintáctica en dos matrices: una
gramatical y otra variacional. En la primera se incluyen los siguientes factorcs: fónico (fh).
morfológico (mf), sintáctico (st), semántico (sm) y pragmático (pg). En la segunda, estos
otros factores: histórico (hs), geogriífico (gf), social (sc) y estilístico (es).
Este autor indica que para establecer una variable sociolingüística es necesario que se
cumplan determinadas condiciones:
Condición l)
Una variable sociolingüística debe tener al menos una marca positiva ("+")
en cada una de las dos matrices.

Condición 2.1) (versión esricra) Una variable es sociolingüística si tiene (-sm) y Gpg) en

2ü)
cs clcc:ir se curnple la innrut¿rbilicl¿rcl rlcl sigrrif ic¿ult) scnuirtlit'o y,

I rrrr, lrr ¡.n .l.J) (vcrsir'rn rclajada) Una variable es sociolingüística si tiene (-snl) en Ia
rr r.rl I r z l,r'lultitlical.
| ¡¡ l,r ro¡rt't'¡'nicntc a las estructuras de tópico y la condición 1, obviamente podernos
rr.,r.u nr;rr(lrs¡rositivas("+")enlamatrizgramatical,peronorcsultaclalosiestoesigual-
,r,nr' |',,',¡lrlt'Plu'¿rlamatrizv¿u'iacional.Dehechoestese-eundoaspectoseráexaminadoen
l'r, \
' r'n r'',1('ltl)¿rrta(lo del trabajo.

I rr r rr,rrrlo rncncionadas estructuras y la condición 2. l. dado que toda construcción


lr l¿rs
,1, ¡, ,¡r¡runl)lic¿r la incidencia del factor pragmático, se descarta desde ya la posibilidad de
,
'
,
¡'r, l,r'. nu\¡nirs ¡rucdan cumplir con esta versión estricta propuesta por Butragueño (1994).
I t, ,r, r¡r'rrftr con kl indicado en la parte anterior del trabajo, las estructuras con objeto ante-
t'r, ,t,,r,lrtit'rlcorref-ercncialcuentanconunvalorpragmáticoquenoestiríapresenteenlas
,
'n tn r, I r( )n('s clc objeto pospuesto y clítico coreferencial, donde dicho clítico funcionaría
,

l¡ | r' .rn{'nl('('onlo [lalca de caso sintáctico-semántico, y no como marca de topicalidad.


l'rrrL rrrr'',:rsililrirpuesquedesatisfacerlacondición2, lasestructurasdetópicoentraríanen
I r , r r .1,rr rt'lrr jrula de la condición en cuestión, es decir laforma2-2.
' t.)tti.ti d
lrcclto ntús catacterístico de las variables posiciutales, dejrutdo a mt
ltt tli.st'usión del ¡troblema tle asignar + o -sttt (...) sea lu escasez de nrux:as
l, t'1, t

l\,\tt¡t'tt.\ ctt lct nntrizvariacional. Si adoptúratnos un c'riterio estricto de variu-


l,l'¡,¡tioliuí:iiística,nosveríuntosobligudosacortfesareldudosoitúerés(apos-
lc¿ sociolhryíiística. Etttc¡do caso, podríamosfor-
tt t tttt i) tla csÍc¿s t'uriubles parct
uutlttt ,q(tt(t'uli1ctciones de este ternr: (...) de wut tctriablc ¡trtsic'ional {por ej.
t, ¡lttt t tl t ttlrc es¡terur que seo -sc. Nttturctlntente, .se ríct nuqt, üúercscuúe etrcotúrar
r t tst t.\ tl( vtriubles posit'ionules +sc y explicctr porc1ué se ¡trteluc'en. " (Butra-eueño
l,),) l: (r(r-67).
\ , r r¡¡l¡¡¡1¡¡¡si1'ln pasaremos precisarlente a consider¿r si es posible asi-unar la milrca posi-
t r r , rl l. rt tor' (sc) para las estructuras cle tópico; lnás concretarrente, de acuetdo con el segun-
,1,,,'1,t,'tr\'() tlc cste n'abajo. si las mismas tüncion¿ur como marcadores sociolingüísticos de
rr , | , L rrrslltrcci(ll, sexo o edad. Presentallos lcls datos gerterales piu'a las estructuras estu-
, 1, r, l.r'. 1('nr('n(lo e n cueuta el nivel de instrucción, la eclad y el sexo. Se examinarán en prinrer

1,r",' l,r', ('\tl'ucturas de tópico de objeto indirecto, y en segundo lu-9ar las estructuras dc'
r,,¡'r, ,r rh.olrjt'(o clirecto.

t ' l. I tt.r ulntcturu$ cle tópico de objeto inclirecto con o eventuales ntarcudores
¡' tt tt t I i t t !:ii íslicos.
\, .ilil(|\ t'n ¡rrinrer lu-gar el uso de construcciones de objeto inclirccto ¿ultrpucslo y plo-
¡¡, ,¡¡¡lr¡1' t on't'f L't'cncial por nivel de inshucción (CUADRO 26).

20I
Tipo I Tipo II Ii¡ro III N=

NA 18.8 69.8 11.3 53


NB 3r.2 53. r r 5.6 128

CUADRO 26. Estruchras con OI + clítieo corre.ferencial, por nivel de instnrcciótt.

El empleo de las estructuras de objeto indirccto del tipo lI y del tipo III presenta diferen-
cias por nivel de instrucción, en particular para el tipo II. Sin embargo, dado el número
relativamente bajo de ocurrencias por infbrmante consignadas en el corpus resulta difícil
hacer afirmaciones al respecto. Podemos decir que en un principio el uso de las estructuras
de tópico de objeto indirecto no sería un marcador sociolingüístico de nivel de instmcción.
Esto se vuelve más evidente con relación al factor edad (CUADRO 27). donde las dif'eren-
cias porcentuales son mínimas o casi inexistentes. La edad tampoco es un marcador socio-
lingüístico de esÍucturas de tópico de objeto indirecto.

Tipo I Tipo II Tipo III N=

edad 3 27.6 58.4 13.8 65


edad 2 2tt.9 5 7.8 r 3.l l6
edad I 25.0 51 .5 t7 .5 40

CUADRO 27. Est'rrcÍtozrs con OI + clítico correferencial, por edad.

En cuanto al sexo, podemos decir que aquí tampoco se observan dif-erencias porcentuales
relevantes en el uso de las estructuras de tipo lI y III. En principio, de acuerdo con las
ocunencias consignadas para nuestra muestra, el empleo de las estructuras de tópico no
sería marcador sociolingüístico de sexo (CUADRO 28).

Tipo I Tipo II Iipo III N-


hombres 32.3 57.3 10.2 68
mujeres 24.1 58.4 I (r.8 l 13

CAADRO 28. Estrucütas cott OI + clítico correferencial, por sexo.

3.2.2. Las estructuras de tópico de objeto directo como eventuales marcadores


sociolittgiiísticos.
De acuerdo con los datos clbtenidos para las estructuras de tópico con objeto directo.
puede constatarse que tampoco aquí los f'actores sociales parecen tener algún tipo de inci-
dencia en el uso de dichas estructuras (CUADROS 29, 30 y 3l).

Tipo I.I l-rpo I.II lipn II Tipo III NI-

NA 13.8 8.3 I l.t 66.6 36


NB n.l 4.2 18.5 60.0 10

CUADRO 29. Estructuras con OD + clítico correferenciol, por nivel de instrucción.

202
l.r',rlrlt'¡t'ltr:ilsp(ntentualesenelusoporniveldeinstruccióndela.sestructurasdcol'r.icto
rlrrr r lo ¡urrr lit n)ucsLra son mínimas. En el caso de la edad, dichas diferencias son rlris
r r rrlr'¡rrr",t'nlrc lacdad I porunaparteylaedad2y3por otro,tantopamlasconstrucciones
,l, | |rl' I| t'ollo para las del tipo III. Sin embargo, tal como fuem indicado antes pua las
, |||r¡ ||r;rs rlc tt'lpico con objeto indirecto, el número relativamente bajo de ocurrencias por
rrl' 'r rr,ult(' tilflculta el establecimiento de generalizaciones al respecto.

Tlpo I.I Tipo I.II Tipo II fipo m N-


edad 3 12.5 4.1 12.5 70.8 48
edacl 2 23.5 2.9 8.8 64.7 34
cdad I r 3.0 t7 .3 34.7 34.7 23

CIIADRO 30. Estructuras con OD + clítico coneferencinl, por edad.

| ',| I ¡lt i lt l(). cll uso de las estructuras de tópico con objeto directo por sexo no presenta
, lr | , I r't tt't:ts, C( )lllo puede apreciarse en el CUADRO 31.

Tipo I.I Tipo I.II Tipo II Tipo III N=

hornbres l 1.6 9.3 t6.2 62.7 43


rnujeres 19.0 3. r r 5.8 6r.9 63

('l ttlDRO 31. Bstn¿cturas con OD + clítico correferencial por sexo para Ia muestra.

I ( '0N(:I,USIONES.

| ), , rt r rt'r'tlo con lo expuesto hasta el momento, el fenómeno lingüístico aquí estudiado no


|,,u, , r' lr¡ncirlnar como ¡narcador sociolingüístico del español montevideano.
| )r".t';rrnos retom¿u'ahora la afirmación de Butragueio (1994) acerca del dudoso interés
¡ l¡ r rr'rl, ti¡xr tle vadables (enhe ellas
las posicionales) pzua la sociolingüística variacionista,
, rr ¡r,¡rl¡1 ¡¡l'1¡'cuando est¿l busca tl'abajar con variables que cumplan la condición 2 en su
' ' r'.t,,n t'slricta. Consideramos que la elección de una metodología sociolingüística v¿ria-

' r, 'ru ,l;r ¡xrnt investigar fenómenos lingüísticos como la estructura de tópico puede ocasio-
,.r¡ ¡r ,lrlcnurs al investigador que decida emprcnder esta empresa, además de ofrecer "re-
rr lt. r, l, r., i n liuctuosos", como podría pensarse al llegar a comprobaciones como las de esta
rrr', .1r';rr'itin. Sin embiugo, cleemos igualrnente que los estudios sociolingüísticos que
t', rrrl;rn vcrillcarel-ectivamentelabajaprobabilidaddec¿uacterizarestetipodefenómenos
, , ,rrr. r';rt ill)lcs sociales o estilísticas son tan válidos como aquellos estudios sobre otro tipo
, l, lr'r rr l l r('r'los que sí funcionan cotno variables sociolingüísticas.
I nl('n(hnros además que este es un pdmer acercamiento al iema. sobre el cual puede:n
| 'r
, I r u rt
'
I rzllt'se ulla sede de aspectos.

It l'.rr ¡rrinrcr lugaq debe determinarse la relación entre las estructuras aquí estudiadas

20 I
---7---- _'|!"il

(pospuestas y antepuestas con clítico coneferencial) y las formas pospuestas sin clíti-
cos. Esto permitirfa contar con una idea más acabada acerca de la funcionalidad de las
estructuras denominadas por nosoftos como tipo I.
U) En segundo lugar, sería de interés ahondar en la funcionalidad de las formas ya anali-
zadas, discriminando aquellos casos en que las estructuras de tópico son empleadas
como mecanismo para hacer avanzar la comunicación en una interacción lingüística,
de los casos en que las estructuras de tópico son empleadas sobre todo como un recurso
para establecer un confraste (foco).

III) Igualmente debería investigarse la relación entre los aspectos aquí examinados y los
factores prosódicos.
IV) Por último, resultaría conveniente investigar acerca de la evolución en el uso de estas
esftucturas a través del tiempo, y en diferentes ámbitos geográficos.

204
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Se terminó de imprimir en agosto de 2002 en
grdticos def srtr
A. MartínezTrueba 1138, Montevideo, Uruguay.
Tel. 4121799 - Fax 4137370
Amparado al Decreto 218/96
Comisión del Papel

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