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La aventura
venezolana
Alumno: Profesor:
Caracas, 2018
Un balance de lo que ha sido la República de Venezuela desde 1811 hasta hoy resulta,
además de necesario, tremendamente complicado. No es que no ha habido otros autores que
ya lo intentaran antes: es que existe una clara dificultad para llegar a unos consensos
mínimos. Sin embargo, ese balance puede ir arrancar por el deseo de dos siglos de una
nación de convertirse en otra cosa, distinta de la que había sido hasta entonces, definida por
la modernidad. A lo mejor hubo siempre un guion, al menos en la cabeza de sus élites: el de
hacer de Venezuela un país moderno.
En 150 años de vida independiente no hemos podido aprender todavía el buen juego de la
política como se puede practicar en Inglaterra o en los países escandinavos. Hay que
continuar civilizando la política como todas las actividades humanas, como el deporte, el
amor o la cortesía. Hay que enfriar a los fanáticos que aprendieron una sola consigna, se
cristalizaron en un solo “slogan” y no se afanarán en comprender y discutir lo distinto para
que no se les quebrante su único y desesperado esquema. Hay que sacar a muchas gentes de
las pobres fórmulas abstractas que mascullan con odio y sin análisis, para que por un
proceso fenomenológico (tan característico del pensamiento contemporáneo) definan el
hecho y la circunstancia concreta. Hay que acercar nuestra Cultura no sólo al siglo XX –
que ya está bastante canoso– sino al siglo próximo que emerge en la inmediata lejanía, con
sus promontorios y cordilleras de problemas. Contra la idea de una catástrofe y retaliación
universal donde la sangre del hombre sería el combustible revolucionario, brota también de
nuestra época una más humana esperanza.
Al mirar históricamente el punto en el que estamos parados, una parte afirmaría que, con
una revolución socialista sea lo que se entienda por tal en marcha, está consumándose
nuestra historia con el éxito; mientras que para la otra, por el contrario, y acaso por el
mismo hecho de la revolución, tal vez lo más intenso de la aventura esté por comenzar.
Quizás los estallidos de desorden que frente a la voluntad de orden democrático siempre
se produjeron en el país, sean también un sutil y complicado problema de cultura
colectiva.Tanto como una fuente escrita son testimonios históricos para explicar contactos o
formas peculiares de cultura, los instrumentos musicales del pueblo, el ritmo de sus
canciones, los materiales de su casa o decoración, el estilo de su cocina. Que la historia nos
sirva más; que concurra con sus datos para aclararnos problemas e interrogantes de cada
día; que no sea tan sólo el tema del discurso heroico sino la propia vida y el repertorio de
formas de la comunidad”. De este modo recomienda “completar siempre la Venezuela ya
escrita en los Archivos y papeles viejos, con la que el emocionado caminador, el auténtico
baquiano de la patria, descubre en un diálogo campesino, en una canción popular, en una de
esas casas de provincia donde parece haberse detenido el tiempo”.
El país es hermoso y promisorio, y vale la pena que los venezolanos lo atendamos más, que
asociemos a su nombre y a su esperanza nuestra inmediata utopía de concordia y felicidad.
Lo primero que hay que tener en cuenta para entender a Venezuela es la convicción de su
élite de formar parte de Occidente, y su empeño en llevar al resto del país hacia su esquema
cultural.
En los momentos más críticos de nuestra historia venezolana he visto con asombro
infinidades de acontecimientos, que son muestra de antecedentes desde la primera
república que todavía están vivos en este siglo, en el devenir del tiempo debemos catalogar
como un misterio, todo un enigma de contradicciones que interrumpen a las sociedades;
mas sin embargo este misterio nos permite visualizar con más claridad un desarrollo
pragmático a todo acontecimiento que esta por suceder en nuestro país.
Sumado a estos tiempos difíciles debemos continuar cosechando esa gotita de esperanza,
que con esfuerzos nuestros antes pasados, han sabido resarcir todo tipo de problemas para
poder identificar los movimientos independientes que con el devenir del tiempo están por
venir y definir toda situación histórica de nuestro país e implementar una serie de consultas
que darán como resultados, expectativas positivas y fomentando una serie de frutos
invocando a Bolívar como dios tutelar , Simón Rodríguez como futuro promisorio y nuevas
generaciones de hombres y mujeres emblemáticos, para el fortalecimiento de la democracia
participativa.