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ACTIVIDAD 12

PRESENTADO POR

SUSAN YANEIDY OVIEDO MARTINEZ ID: 674913

PRESENTADO
Al Docente
FERNANDO ROMERO AMBITO

NEIVA – HUILA
2019
Enseñanza y aprendizaje de la historia en la educación

La enseñanza de la historia es importante por ser la memoria de la humanidad que nos


introduce en la evolución de la civilización y los logros del género humano. Este saber ha
acompañado a los hombres desde el despegue de su vida, y la memoria de sus experiencias
y descubrimientos permite la acumulación del conocimiento y su avance continuo.
A medida que la vida y la cultura de los seres humanos se hicieron más complejas, el
registro del pasado también se transformó. Es natural que los primeros registros fueran
sencillos, ya de manera oral, ya a través de pinturas, como las rupestres, o mediante grandes
piedras recordatorias de hechos especiales. Al aparecer la escritura, se hizo un recuento de
mitos y acontecimientos en estelas y rollos o códices. La necesidad de guardar noticia de
las obras humanas respondía sin duda a la conciencia de la limitación inexorable de la
muerte, que empujaba a los hombres a dejar noticia de su paso por la Tierra.
Como es aparentemente el único ser que no sólo tiene conciencia de sí, sino que reflexiona
sobre sí mismo, el ser humano desde muy antiguo empezó a preguntarse por el sentido de la
vida e interpretó de Introducción 9 diversas formas su pasado. En las primeras
explicaciones del pasado y del cambio continuo de las cosas se mezclaron relaciones reales
y míticas, que lentamente se transformaron en intentos por explicar las causas profundas de
los hechos humanos y hasta deducir “leyes” de su comportamiento.
También ha habido momentos del pasado y del presente en que se le niega valor a la
historia y hasta se le ha considerado dañina. No obstante, su necesidad hace que siga
presente, puesto que lo que somos, nuestras actitudes vitales, valores y creencias están
determinadas por lo que hemos sido, es decir, por nuestra historia. De ahí la afirmación de
José Ortega y Gasset: “El hombre no tiene naturaleza…
Tiene historia”. Desde la antigüedad clásica, a la instrucción histórica se le dieron
atribuciones prácticas. Como los recuerdos del pasado les daban a los individuos un sentido
de pertenencia a un grupo determinado, pronto a la historia se le adjudicó una estrecha
relación con el ejercicio del poder. Así, se le consideró “maestra de la vida”, por tanto
indispensable para la formación de los gobernantes.
Los gobernantes mexicas, por ejemplo, se percataron de la importancia de las relaciones
históricas: decidieron quemar los códices que explicaban sus viejos mitos fundadores para
cambiarlos por otros que pudieran inyectar unas metas ambiciosas a sus miembros para
impulsarlos a la conquista de otros pueblos.
La transmisión de una versión simplificada de la historia, en forma de mitos o crónicas, y
después de historias, siempre formó parte de la socialización de los individuos, a través de
una trasmisión oral y rituales conmemorativos que contribuían a fortalecer los lazos de
unión entre los miembros de un grupo. Éstos han sido sumamente fuertes en algunos
pueblos; como el judío, que a pesar de haber sido dispersado desde los tiempos tempranos
del Imperio Romano, sus miembros pudieron mantener su sentido de pertenencia a través
de los siglos. La utilidad de la historia adquirió nuevos objetivos con las revoluciones
atlánticas de los siglos xviii y xix, puesto que abrían el camino al poder y a la elección de
gobernantes para la mayoría de los pobladores. La historia entonces debía responder a una
meta: contribuir a la transformación de súbditos en ciudadanos y, en razón diversas formas
su pasado. En las primeras explicaciones del pasado y del cambio continuo de las cosas se
mezclaron relaciones reales y míticas, que lentamente se transformaron en intentos por
explicar las causas profundas de los hechos humanos y hasta deducir “leyes” de su
comportamiento.
También ha habido momentos del pasado y del presente en que se le niega valor a la
historia y hasta se le ha considerado dañina. No obstante, su necesidad hace que siga
presente, puesto que lo que somos, nuestras actitudes vitales, valores y creencias están
determinadas por lo que hemos sido, es decir, por nuestra historia. De ahí la afirmación de
José Ortega y Gasset: “El hombre no tiene naturaleza… tiene historia”.
La tarea de educar se ha hecho cada día más exigente. Las transformaciones sociales, la
expansión del conocimiento y de los medios de comunicación, así como la competencia
económica dentro del mundo globalizado, ejercen gran presión sobre la escuela, ya que
preparar a los mexicanos del presente y del futuro se ha convertido en una prioridad. Todos
sabemos que la explicación del milagro de los “tigres asiáticos” y de India es la excelente
educación que el Estado proporciona a su población. La educación en China y Japón
siempre ha sido buena, aunque quizá demasiado dura en cuanto a tiempo de clases, de
estudio y de exigencias, pero el resultado está a la vista.
Los países que han logrado el progreso de toda su población privilegian las matemáticas y
las ciencias, sin descuidar las otras materias. Incluso Vietnam, que sufrió una devastación
de décadas de lucha por la independencia y consolidación en un Estado, se ha recuperado y
gracias a los logros educativos ya entró al mercado internacional.
El valor formativo de la historia La historia,
Entendida como materia escolar, no debe concebirse como un cuerpo de conocimientos
acabados, sino como una aproximación al conocimiento en construcción. Dicho
acercamiento deberá realizarse a través de caminos que incorporen la indagación, la
aproximación al método histórico y la concepción de la historia como una ciencia social y
no simplemente como un saber erudito o simplemente curioso. Por ello, es importante
definir la historia para ser enseñada como un cuerpo de saberes que no solamente incorpora
lo que ya conocemos gracias a los historiadores, sino que además nos indica cómo se
construye el conocimiento y cuáles son los procesos y las preguntas que debemos
formularnos para llegar a tener una idea explicativa del pasado. En el presente capítulo se
intentará definir el valor formativo y educativo de esta disciplina y determinar a través de
qué elementos se pueden alcanzar los fines didácticos que incorpora.

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