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Resumen
Las teorías modulares y de dominio específico se convirtieron desde los años 1980 en adelante en una alter-
nativa a las teorías clásicas de dominio general, tanto de tradición piagetiana como de la psicología del procesa-
miento de la información, y su influencia en la psicología evolutiva ha sido enorme. Una de las razones por las
que muchos psicólogos evolutivos adoptaron con entusiasmo los supuestos de una mente modular fue la cantidad
de estudios que mostraban habilidades muy tempranas en bebés o niños pequeños que, hasta entonces, sólo se
atribuían a edades posteriores o incluso a adultos. El objetivo de este artículo es discutir algunas de esas ideas y
reflexionar sobre los datos evolutivos en que se apoyan las tesis innatistas modularistas. Dado que es imposible
abarcar de modo comprensivo todos los problemas relevantes para esta discusión, hemos elegido sólo algunos
aspectos de la investigación actual para ilustrar nuestro argumento de la debilidad de las hipótesis innatistas:
además de los datos evolutivos, presentamos algunos estudios comparativos y datos acerca de la “especialización”
de la mente (en el funcionamiento normal como también en ciertas patologías). Aceptando que el problema de
cómo se desarrolla la mente sigue abierto, insistimos en la necesidad de explicaciones del desarrollo que sean
plausibles psicológica y biológicamente, un requisito que, desde nuestro punto de vista, cumplen mejor los modelos
actuales constructivistas que los innatistas.
Palabras clave: Modularidad, innatismo, dominio específico, dominio general, constructivismo.
Correspondencia con los autores: *Universidad Complutense de Madrid, Facultad de Psicología, Campus de Somo-
saguas, 28223 Madrid. E-mail: ienesco@psi.ucm.es
**Universidad Autónoma de Madrid, Facultad de Psicología, 28049 Madrid. E-mail: juan.delval@uam.es.
© 2006 by Fundación Infancia y Aprendizaje, ISSN: 0210-3702 Infancia y Aprendizaje, 2006, 29 (3), 249-267
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Introducción
¿Nacemos con un conocimiento acerca del mundo en el que nos va a tocar
vivir? ¿Estamos al menos provistos de instrumentos especializados para conocer-
lo en sus diferentes aspectos o, por el contrario, tenemos que adquirir la mayor
parte de nuestro conocimiento a través de la experiencia?
Estos son viejos problemas del pensamiento filosófico occidental que cobra-
ron especial relieve en el siglo XVII en las polémicas entre racionalistas y empi-
ristas, y que fueron replanteados de una forma muy productiva por Kant, un
siglo más tarde. Pero no se trata de problemas históricos ni obsoletos pues el
asunto reaparece constantemente bajo nuevas formas. Desde hace más de veinte
años se discute apasionadamente si disponemos de procesos cognitivos de carác-
ter general que se aplicarían a todos los ámbitos de la realidad, o si nuestra mente
es un conjunto de procesos de dominio específico, especializados en el tratamien-
to de la información de distintos ámbitos de la realidad. Parece que el Zeitgeist de
los últimos años se ha inclinado claramente por esta segunda posición, frente a la
perspectiva de Piaget (1936; 1975), defensor de la existencia de procesos genera-
les y firmemente opuesto a la idea de que los ladrillos con los que construimos
nuestro conocimiento estén hechos de conocimiento (Smith, 1999a, p. 133).
¿Cómo han llegado a tener tanta influencia en la psicología actual las tesis a
favor de una mente pre-especializada o con conocimientos previos a la experien-
cia? Un rápido recorrido de la historia reciente puede ayudar a responder a esta
pregunta.
A finales de los años cincuenta del pasado siglo, varias investigaciones con
bebés pusieron de manifiesto que, pese a su desvalimiento motor, sus capacida-
des perceptivas eran mucho más sofisticadas de lo que se había supuesto (por ej.,
los trabajos de Fantz, 1958; 1961, sobre la visión), lo que condujo a la idea del
“bebé competente” (Stone, Smith y Murphy, 1973), provocando un auge de las
explicaciones innatistas.
Estas posiciones recibieron un fuerte apoyo indirecto de la teoría del lingüista
Noam Chomsky (1965, 1980, 1995), sobre todo a raíz de su crítica a la explica-
ción de Skinner (1957) del proceso de adquisición del lenguaje. Según Chomsky
(1959), la rapidez con que los niños adquieren su lengua materna y llegan a
dominar su gramática, a pesar de la pobreza de los estímulos lingüísticos1, sólo
puede explicarse asumiendo un dispositivo innato para su adquisición, siendo el
aprendizaje y el entorno factores desencadenantes que pueden adelantar o retra-
sar el desarrollo, pero no alterar su curso ni su forma final.
Las ideas de Chomsky penetraron tanto en el terreno del estudio del lenguaje
que, durante mucho tiempo, pocos pusieron en tela de juicio el origen innato de
esta facultad. Desde el principio, su obra propició una intensa y fecunda investi-
gación en el campo de la lingüística y en pocos años su influencia se extendió a
otros muchos ámbitos científicos, entre ellos la psicología, donde numerosos
investigadores adoptaron una perspectiva innatista del origen de distintas capa-
cidades humanas. De este modo, la visión tradicional de un neonato cognitiva-
mente inmaduro fue sustituida en pocos años por la concepción opuesta de un
bebé que nace “humano”, sabiendo del mundo y capaz, por tanto, de darle senti-
do (Mehler y Dupoux, 1990; Mehler y Fox, 1985)2.
Por otra parte, el filósofo Jerry Fodor (1983), tomando como punto de partida
varios aspectos de la obra de Chomsky, los extendió más allá del lenguaje presen-
tando la tesis de que parte de nuestra mente está formada por módulos innatos e
independientes. Su posición tuvo mucha influencia en autores posteriores que
asumieron con entusiasmo, y en nuestra opinión con escasos fundamentos, la
tesis de que la mente del bebé está pre-especializada y que, en consecuencia, su
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Como vemos, los autores aceptan que la capacidad recursiva no esté limitada
al lenguaje pues aparece también en las matemáticas y quizá en otros terrenos
del pensamiento humano, lo que abre el interrogante de si se trata de una capaci-
dad específica del lenguaje o, al contrario, de dominio general. Esta considera-
ción es muy importante pues aunque Chomsky sigue defendiendo la existencia
de un módulo específicamente humano para la recursión no descarta que haya
podido producirse un cambio que lo ha convertido en penetrable y de dominio
general (p. 1578). Estas precisiones que Chomsky ha introducido en trabajos
recientes pueden considerarse una matización importante de sus ideas anteriores
y, en todo caso, propician una revisión crítica del modularismo radical de autores
contemporáneos.
Un aspecto a destacar del trabajo de Hauser y colegas es su énfasis en la nece-
sidad de estudios comparativos para abordar los problemas de la evolución del
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Estudios comparativos
Desde que la ciencia abandonó la perspectiva creacionista de los seres vivos y,
con ello, la visión del humano como especie única y diferente a las restantes, la
búsqueda de pruebas sobre la continuidad entre especies ha guiado la mayor
parte de la investigación evolucionista4. En la actualidad, innumerables estudios
basados en la comparación entre especies buscan encontrar lo que los humanos
compartimos con otros animales así como lo que es específico a nuestra especie
(Premack, 2004).
El lenguaje ha ocupado un lugar predominante en la investigación compara-
tiva y su estudio ha proporcionado resultados muy interesantes y, a menudo,
inesperados. Por ejemplo, se ha comprobado que adaptaciones anatómicas rela-
cionadas con el lenguaje, como el descenso de la laringe en el homo sapiens asocia-
do a la capacidad fonadora, son filogenéticamente muy anteriores pues otros
mamíferos no humanos también presentan este cambio morfológico sin que,
obviamente, esté asociado a una función fonética. Este y otros hallazgos similares
obligan a no perder de vista que las adaptaciones anatómicas pueden haber evo-
lucionado para funciones muy distintas de las que hoy cumplen en nuestra espe-
cie (lo que se denomina una preadaptación darwiniana, Hauser et al., 2002, p.
1574).
En el campo de la detección auditiva, el fenómeno de la percepción categórica
de los sonidos de habla constituye otro ejemplo interesante. Como se sabe, los
humanos percibimos los sonidos que componen las distintas lenguas de forma
discontinua a pesar de que, acústicamente, se sitúan en un continuo. Descubrir
que también los bebés lo hacen, mucho antes de empezar a hablar, llevó a
muchos autores a suponer que tal capacidad sólo podría explicarse gracias a una
adaptación humana específica relacionada directamente con el habla. Sin embar-
go, posteriormente se descubrió el mismo fenómeno en otras especies, como
chinchillas, macacos5 y pájaros, (Kuhl y Miller, 1975; Kuhl y Padden, 1982) lo
que condujo a replantearse el origen de esta capacidad y a descartar que se tratara
de un fenómeno de dominio específico (es decir, seleccionado para la función del len-
guaje). Además, los hallazgos en otros campos de la audición (por ejemplo, la
percepción de la musicalidad), y de otros sentidos sensoriales muestran que la
naturaleza categórica de la percepción es la regla y no la excepción (Aslin,
Jusczyk y Pisoni, 1998).
Respecto al proceso de adquisición de los sistemas de comunicación en distin-
tas especies, existen igualmente datos comparativos de gran interés. Los estudios
del canto de las aves revelan algunas semejanzas notables con la adquisición del
lenguaje en humanos pues durante el proceso de aprendizaje los pájaros jóvenes
pasan por una primera etapa que se ha comparado con el balbuceo del bebé. Ade-
más, se observa un período crítico pasado el cual ya no se adquiere el canto de
forma correcta. Es decir, los pájaros que no han estado expuestos al canto de otros
congéneres adultos terminan produciendo unos sonidos mucho más pobres e
incorrectos. Hauser et al. (2002) llaman la atención sobre estos ejemplos y conclu-
yen que "los datos disponibles sugieren una continuidad mucho mayor entre
animales y humanos en relación con el lenguaje de lo que se había creído previa-
mente" (p. 1574).
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Conclusiones
Hemos avanzado mucho en nuestra comprensión de las capacidades huma-
nas, pero nos queda todavía mucho camino que recorrer para entender su natura-
leza y responder a lo que Dobzhansky planteaba con sentido del humor: todas las
especies son únicas, pero la especie humana es la más única.
¿Qué es lo que hace a la especie humana más única? Toda una línea de pensa-
miento, al menos desde el siglo XIX, ha venido sosteniendo que el hecho de que
nacemos inmaduros, como sin terminar, aumenta las posibilidades de desarrollar
nuestra inteligencia en múltiples direcciones. En esta misma línea, Premack
(2004; Premack y Premack, 2003) afirma que si hay algo que caracteriza a la
inteligencia humana es la flexibilidad frente a la de los restantes animales que
son, sobre todo, especialistas: algunos son capaces de comunicar dónde se
encuentra la comida, otros de romper huesos, otros de construir diques, pero los
seres humanos son capaces de hacer todo eso y mucho más.
Durante mucho tiempo se ha defendido que lo más específico de los seres
humanos es el lenguaje pero la investigación comparativa está mostrando que
hay muchos aspectos constitutivos de lo que Chomsky llama la facultad de len-
guaje que compartimos con otras especies, y lo que finalmente parece específico
es la recursión, una capacidad de la que no hay indicios en las actividades de
otros animales, al menos por el momento. Sin embargo, el propio planteamiento
de Chomsky acepta que la recursión no es específica del lenguaje humano sino
que está presente en otras actividades (Hauser et al., 2002), e innegablemente en
las matemáticas de donde proviene el propio concepto de recursión.
Hay otros rasgos que nos hacen diferentes, como la inigualable capacidad de
imitación humana o la de enseñar o tutelar el aprendizaje de otros congéneres
(Premack, 2004), aunque por ahora no podamos asegurar si esas diferencias son
de grado o absolutas. Sin embargo, podemos aventurar que una de las peculiari-
dades más notables del ser humano se encuentra en el tipo de representaciones
que podemos generar, no sólo respecto a los estados mentales de otros, lo que se
ha denominado la teoría de la mente, sino también respecto al funcionamiento
de cualquier parcela de la realidad, desde el mundo físico al mundo social. Esas
representaciones nos permiten explicar el mundo, y a nosotros mismos dentro de
él, pero también cambiarlo de acuerdo con nuestras necesidades, o inventar nue-
vos mundos, como las matemáticas.
La investigación sobre este aspecto resulta especialmente complicada ya que
las representaciones son mucho más inaprensibles que el lenguaje, que constitu-
ye su mejor medio de expresión y de organización, pero que no es su causa. Y las
representaciones son también claramente recursivas. Esta capacidad de represen-
tar el mundo en sus diversas facetas y de construir teorías complejas sobre él,
incluyendo nuestra propia mente (y nuestras propias teorías, lo que muestra su
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Notas
1
La asunción de que los estímulos que reciben los sujetos son muy pobres ha sido criticada y considerada falta de fundamento desde
diversas posiciones. Puede verse una crítica desde la lingüística en Pullum y Scholz (2002).
2
Lo interesante de esta concepción es el énfasis que pone en lo que describen como proceso de 'desaprendizaje' durante los meses
siguientes al nacimiento, consistente en una progresiva selección de las capacidades que son útiles para el bebé en su entorno par-
ticular y eliminación de las que son inútiles.
3
Los autores señalan que existen limitaciones que provienen de “fuera” del FLN o FLB, como la memoria de trabajo, que impone
límites en la complejidad de las oraciones que podemos producir-entender. Pero estas limitaciones no son relevantes para la discu-
sión de la facultad de lenguaje, aunque hayan podido desempeñar un papel en la evolución de éste.
4
En su libro La expresión de las emociones Darwin (1872) combatía precisamente la tesis según la cual el creador habría dotado al ser
humano con una cara capaz de expresar sus emociones y sentimientos. Puede entenderse que al mostrar la continuidad de las
expresiones emocionales entre el hombre y otros animales, Darwin se enfrentaba a las iras de una comunidad mayoritariamente
creacionista.
5
Estudios con primates no humanos han mostrado, por ejemplo, su capacidad para discriminar distintas lenguas a partir de sus
diferencias rítmicas (Ramus, Hauser, Miller, Morris y Mehler, 2000)
6
La pobre capacidad imitativa de los primates también se pone de manifiesto en su escasa imitación espontánea visuo-manual aun-
que con un entrenamiento intensivo pueden llegar a manejar varios cientos de signos manuales del lenguaje de signos.
7
Hauser et al. (2002) ponen como ejemplo la notable similitud (no homóloga) de las estructuras del ojo humano y del pulpo que
revelan las restricciones impuestas por las leyes ópticas y las contingencias de la evolución de un órgano para adaptarse a su entorno.
8
La abducción es el razonamiento por el que se restringe desde el principio el número de hipótesis que pueden explicar un fenóme-
no. Mientras que la deducción es lógicamente correcta, la abducción no lo es sin conocimientos suplementarios.
9
Respecto al MDT, Fodor añade que sólo un empirista radical sostendría que las representaciones de los intercambios sociales pue-
den identificarse inmediatamente de manera que fuera plausible postular la existencia de transductores de intercambios sociales.
10
También afirma Fodor que los aspectos no modulares son imposibles de estudiar científicamente. Pero esta idea no es nueva y
hay varios ejemplos, en la historia de la ciencia, que muestran lo errado de estos pronósticos. Así, recordemos que Wundt soste-
nía que los fenómenos culturales o del desarrollo no se podrían estudiar mediante métodos experimentales, y prácticamente sólo
se podrían analizar de forma narrativa, un pronóstico que no parece haberse cumplido.
11
Por razones de espacio, en este artículo nos ocupamos sólo de las capacidades perceptivas y cognitivas relacionadas con la com-
prensión del mundo físico o numérico, y no con el mundo psicológico.
12
Muchos autores innatistas se defienden de la acusación de ser “preformistas” y definen su innatismo en términos de “conductas
no aprendidas” (Spelke, 1999, en respuesta a Smith). Pero lo cierto es que en sus planteamientos se encuentran elementos mucho
más próximos al preformismo conceptual de lo que reconocen y, en todo caso, sigue persistiendo el problema de cómo explicar el
origen de conceptos complejos sobre el mundo si éstos no han sido aprendidos de algún modo.
13
Véanse las revisiones de Enesco y Callejas (2003), y Rodríguez et al. (2003)
14
En las teorías conexionistas actuales (de las que no podemos ocuparnos ahora) se asume que el sistema (cognitivo) es autoorgani-
zativo para explicar las transformaciones que sufren las asociaciones en redes neurales.
15
No podemos extendernos en describir estos y otros experimentos, suficientemente conocidos para el lector experto. Recordamos,
sin embargo, las dificultades de otros autores para replicar los hallazgos de Wynn (por ej., Cohen y Marks, 2002; Wakeley et al.,
2000a y b, entre otros).
16
En un trabajo previo (Delval y Enesco, 2003), en el que hemos desarrollado más algunas ideas que aparecen en este artículo, ilus-
tramos la propuesta constructivista conexionista de Cohen et al. (2002) en relación con la percepción visual.
17
La propia Karmiloff-Smith, en escritos anteriores (1992), usó ejemplos de desórdenes mentales en la infancia para apoyar la idea
de que existen módulos que se desarrollan independientemente, aunque aceptando la plasticidad del cerebro y la posibilidad de
reorganizarse para adaptarse al daño inicial. Sin embargo, a diferencia de la posición de Fodor, Karmiloff-Smith postulaba que los
módulos no son estáticos y que, durante el desarrollo, pueden surgir nuevos módulos (modularización gradual).
Referencias
AHMED, A. & RUFFMAN, T. (1998). Why do infants make A not B error in a search task, yet show memory for the location of hid-
den objects in a non search task? Developmental Psychology, 34, 441-453.
ASLIN, R. N., JUSCZYK, P. W. & PISONI, D. B. (1998). Speech and auditory processing during infancy: Constraints on and precur-
sors to language. En W. Damon (Ed.) y D. Kuhn & R. Siegler (Eds. del vol. 2), Handbook of child psychology: Vol. 2. Cognition,
perception, and language (5th ed.) (pp. 147-198). Nueva York: Wiley
BAILLARGEON, R. (1994). How do infants learn about the physical world? Current Directions in Psychological Science, 3, 133-140.
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