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PATERNIDAD IRRESPONSABLE,

IRRESPONSABILIDAD REPRODUCTIVA Y POBREZA1

Lic. Gaudencio Rodríguez Juárez

Introducción

El presente trabajo es un ejercicio de análisis y reflexión acerca de una

problemática en la que he venido trabajando cerca de diez años: el

maltrato infantil; el cual es el resultado de la falta de competencias

parentales y marentales, así como de la combinación de factores del exo y

macrosistema. La pobreza es un factor que contribuye sobremanera a la

problemática porque deja en situación de vulnerabilidad a los niños, a las

niñas y a sus cuidadoras.

Pongo énfasis en el papel del progenitor, desde su presencia o desde su

ausencia. Las preguntas que detonan la reflexión son acerca de su

construcción genérica, sus motivaciones, actitudes y aptitudes alrededor de

la reproducción y paternidad. Mi intención es visibilizar la irresponsabilidad

en estas áreas de vida, así como denunciar el “permiso” social que les

concedemos para ser irresponsables. Cuando a una mamá cede,

abandona o maltrata a un niño o una niña, el señalamiento y persecución

es importante, cuando el padre hace lo mismo no pasa gran cosa, sino que

hasta se llega a ver como parte de su naturaleza.

Pongo el dedo en la irresponsabilidad reproductiva y en la paternidad

irresponsable para dimensionar su importancia y estimular la

responsabilidad en ambas esferas.

1
Trabajo final del Diplomado Género, cultura y sociedad, organizado por la Universidad
Iberoamericana León y el Instituto de la Mujer Guanajuatense. Marzo 2006.

1
Planteo algunas preguntas, propongo algunas respuestas y finalizo con

reflexiones, conclusiones y propuestas finales.

Algunos datos y hechos

- 85% de los/as niños/as que han ingresado ingresan a Amigo Daniel, A. C. 2 no

tienen o no reportan papá.

- 89% de las mujeres que han cedido en adopción a su hijo/a –a través de

Amigo Daniel, A. C.—, no contaban con el respaldo del progenitor.

- En el 51% del maltrato infantil la responsable es la madre 3.

- En el 2005 los periódicos reportaban que los suicidios infantiles dejaban

recados póstumos con reclamos predominantemente dirigidos a la mamá

por lo que hizo o dejó de hacer.

Una lectura simplista, totalitaria y machista (valga la redundancia) de estos

datos sugeriría que las mujeres son violentas, generadoras de maltrato

infantil, abandonadoras, irresponsables por embarazarse y concebir

hijos/as no esperados o deseados; así como causantes del suicidio de sus

hijos (explicaciones muy socorridas en nuestro medio).

Una lectura desde la perspectiva de género, nos podría ayudar a entender

el origen de dichas explicaciones: la mujer es la que gesta y amamanta,

este hecho biológico se ha desplazado a las actividades de educación,

crianza y cuidado de los/as hijos/as, responsabilizándola también del

resultado de estas.
2
Casa cuna fue fundada en julio de 1987; tiene como misión atender a niños y niñas en
situación o riesgo de maltrato, a los/as cuales se les proporciona una atención integral. Son
canalizados por DIF, Seguridad Pública, Ministerio Público, Juzgados y por las propias familias
que están en situación de vulnerabilidad.
3
Según los casos reportados ante las Procuradurías de la Defensa del Menor y la Familia del
DIF en 1997. Nota en el periódico REFORMA / AM DE LEÓN. 8 de julio de 1998.

2
El análisis desde la perspectiva de género logra visibilizar mitos que

revictimizan, culpabilizan e impiden salir de situaciones de vulnerabilidad a

muchas mujeres. Mirando desde esta perspectiva es que ante los hechos

arriba mencionados, logran emerger en paralelo las preguntas: ¿y dónde

están los hombres, dónde están los padres? Si la mamá arremete, reprime,

abandona o cede en adopción, debemos preguntarnos: “¿dónde está el

progenitor?”. Al hacernos esta pregunta podremos darnos cuenta que la

mujer –respecto a los/as hijos/as maltratados/as—, solamente es el último

eslabón en la cadena de violencia, víctima a su vez de un sistema o

entorno que no proporciona las condiciones necesarias para su desarrollo

armónico ni el de la prole (lo cual no le quita responsabilidad en el daño

generado).

Fue a partir de que me acerqué a los estudios de género que empecé a

preguntarme por los progenitores de los niños y las niñas que ingresaban

al albergue donde laboro. La madre suele ser la figura visible y señalada

como la maltratante. Aun en los casos donde las autoridades encontraron

abandonado al bebé, la pregunta automática que aparece suele ser:

“¿dónde está la madre?”, y el Ministerio Público suele iniciar la búsqueda

de la madre, no del padre. Este suele quedar invisibilizado, innombrado,

des-responsabilizado de la situación.

¿El hecho de que las madres sean las que mayormente maltratan a

los/as hijos/as –según las estadísticas—, significa que son más violentas que

los hombres? La respuesta es NO. Simplemente están más presentes (y

solitarias) en la crianza.

3
Cuando al género se le suma la clase, el resultado es desolador. Si ser

mujer en una cultura patriarcal es factor de riesgo, ser mujer y pobre,

potencia dicho riesgo. Y este es el perfil de la mayoría de las mujeres

cuyos hijos/as son traídos al albergue mencionado. El 85% de ellas no

tiene pareja. ¿Qué pasa con estos hombres?, ¿dónde están?, ¿por qué no

asumen su paternidad?, ¿por qué no continuaron con su compañera? Los

pocos hombres –en proporción a las mujeres— que he podido entrevistar

más la literatura e investigaciones me arrojan algunas respuestas que

comentaré enseguida.

Santiago Ramírez (1978) hace décadas caracterizó al mexicano con la

fórmula: “poco padre, mucha madre y demasiados hermanos”. He

observado que en los sectores pobres dicha fórmula va a la baja y se

convierte en: “cero padre, media madre y demasiados medios hermanos”.

Ahí la muerte es la preocupación diaria y la sobre vivencia la ocupación

cotidiana. Ahí la educación formal es algo lejano. Se vive en la explotación:

pepenadora, obrera o empleada doméstica sin seguridad social que trabaja

hasta doce horas, prostituta, mesera, desempleada, violada, expropiada de

su cuerpo generalmente por varones. Con tal nivel de vida no se puede ser

más que media persona, por lo tanto, media madre.

¿Cómo se convierten los hombres en “cero padres”? A través de un

ejercicio irresponsable de su sexualidad. En una cultura donde la

educación y crianza de los/as hijos/as, así como el trabajo doméstico está

poco reconocido, es difícil encontrar la satisfacción y la trascendencia en el

ejercicio de la paternidad. En una cultura machista donde la masculinidad

se mide por el número de mujeres que se posee (¡!), el número de

4
“hijos/as” se vuelve el certificado de virilidad: a mayor número de hijos, más

hombre se es. La dificultad para comprometerse (porque para hacerlo hay

que intimar y abrirse), lleva a estos hombres a buscar una y otra pareja,

procreando hijos/as por donde pasa, completando la fórmula de “muchos

medios hermanos”.

Pero ¿cómo se construyen estos hombres? A través de un fino, constante e

histórico proceso de socialización mediante el cual se transmiten ideas,

valores, creencias, expectativas y órdenes específicos, tales como ser o

“parecer seguro, duro, agresivo, autosuficiente, poco emocional e

insensible” (Ayala y Sánchez, 2003).

Jesús Alveano H. (1998) explica que cuando el hombre no cumple sus

responsabilidades la mujer las suple, produciendo un nuevo efecto: ante el

doble rol, la madre abandona afectivamente a su hijo. El hijo registra la

irresponsabilidad de ambos para con él e introyecta la irresponsabilidad

porque eso aprendió de todos lados. Cero padre y media madre, trae como

consecuencia, falta de autoestima en el hijo, la cual se convierte en caldo

de cultivo para la megalomanía, base del machismo y en parentesco con

este, el donjuanismo: “al estar el niño inseguro por la carencia de un padre

responsable y cercano, tiene que empezar a demostrar a todo mundo que

él si es un hombre conquistador, que puede dominar y seducir a cualquier

mujer que se le pone enfrente; suple de nuevo con exceso lo que sintió por

defecto: la falta de una figura paterna sólida, firme, segura de sí misma”

(Alveano, J. 1998).

El hombre que no tuvo padre ni suplente se recargará excesivamente en

la madre y si la inseguridad llega a extremos tan graves, la consecuencia será

5
un hombre débil, inseguro, con poca iniciativa y coraje para empezar y terminar

lo que se propone, características estas de la personalidad alcohólica (Alveano,

J. 1998).

En el modelo ecológico de Bronfenbrenner (1979), esta explicación

corresponde al microsistema. A ello habrá que agregar los factores del

exosistema, tales como la exigencia del mundo del trabajo (cuando lo hay)

que impide que el padre (y la madre) estén más tiempo con sus hijos/as;

los medios de comunicación que generan permanentemente “héroes” cada

vez más poderosos, mecánicos y desafectivizados. Y los del macrosistema

referidos al contexto cultural, a los valores que delimitan el estereotipo de

género masculino; cultura que consagra la primacía masculina, donde la

búsqueda del dominio se vuelve esencial en la identidad masculina (Corsi,

J. 2002).

Ejercicio de la sexualidad y pobreza

Una investigación realizada con población colombiana en situación de pobreza

(González, 1998), muestra una serie de creencias, costumbres y valores

relacionados con la sexualidad, que perfectamente describe a la población

pobre de nuestra localidad, a la cual estoy haciendo referencia.

En dicha investigación se encontró que las personas pobres encuentran

dificultades para expresar el cariño, el amor o la ternura (sobre todo en los

hombres). También aparecieron creencias erróneas con respecto al amor:

mitos del amor incondicional; que la persona amada "sea" como uno desea;

creen que el dolor, el sufrimiento y los celos son una parte importante e

6
imprescindibles de la vida amorosa; que la mujer sostenga la relación desde el

punto de vista afectivo; las "pruebas de amor"; tener relaciones sexuales o un/a

hijo/a para evitar que el hombre se vaya (o que regrese si ya se fue); que el

hombre es infiel por naturaleza o “biología” y la mujer no.

Presentan una profunda carencia de información acerca de la

reproductividad (es común la creencia de que hay que tener todos los hijos que

Dios les envíe), una gran desinformación acerca del placer sexual, así como de

la masculinidad, la feminidad y la relación entre los géneros. La visión del

hombre se relaciona con el dinero, el poder, la valentía, la libertad y la mujer se

asocia a la ternura, la sumisión, la capacidad de sufrir y soportar, la necesidad

de satisfacer sexualmente a su compañero y la ausencia de su propio placer

erótico. Estas creencias machistas son explicadas por causas biológicas sin

tener en cuenta los demás factores psico-socio-culturales y educativos.

La creencia de que la madre es la única que tiene la responsabilidad de

los hijos lleva, entre otras cosas, a que en muchos casos el papá esté

completamente ausente de la educación integral de sus hijos e hijas.

Con respecto a los valores, es evidente la falta de responsabilidad,

ternura, dialogo, placer sexual, fidelidad, solidaridad, respeto, autonomía,

lealtad, equidad y justicia entre los géneros.

Y cómo no ha de ser de esta manera si cuando se vive en la pobreza se

vive para armar estrategias de sobre vivencia, preocupándose acerca de qué

comer, qué vestir (no cómo vestir), dónde vivir, etc., actuando de acuerdo a la

lógica del instante4. Es claro que cuando las acciones se organizan desde una

“lógica del instante”, las prácticas que requieren una “lógica de anticipación” se

4
Concepto utilizado por Ana María Fernández en el libro La Invención de la Niña, UNICEF.

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vuelven imposibles, y la paternidad y reproductividad responsable requieren de

éste tipo de lógica.

Por otro lado, Benno de Keijzer (1995) menciona que “la mayor parte de

los hombres hemos sido socializados en una concepción en la que se cosifica a

la mujer y en donde la sexualidad se convierte en un campo no de encuentro

con la mujer, sino en el ejercicio del poder y de afirmación de una masculinidad

basada en la potencia y en el volumen de los genitales […] Esto, a parte de

llevar a relaciones poco placenteras en muchas parejas, nos abre la

problemática del abuso, del hostigamiento sexual y la violación […] El

embarazo impuesto y la falta de participación masculina en la anticoncepción

constituyen otra arista de esta problemática”.

Cuando el placer de la sexualidad masculina se basa en el ejercicio del

poder, el control, el dominio y la posesión (que por cierto son adjetivos que

definen a la violencia), así como con el relato que le genere prestigio ante los

pares –jactancia en términos de Meler (2004)—, se convierte en un acto de

machismo, donjuanismo, megalomanía, de narcisismo que tiene que ver con la

propia imagen y no con la compañera ni con el erotismo. Entonces, si solo se

está pensando en el momento, en descargar la propia tensión o excitación, en

reafirmar la virilidad, y no en la persona que tiene enfrente, difícilmente se

pensará en la probabilidad de la fecundación, del embarazo, menos en la

paternidad.

Reflexiones finales y conclusiones (parciales)

8
Cuando el ejercicio irresponsable de la sexualidad masculina encuentra

complemento en el ejercicio de la sexualidad femenina, se genera el

malestar en todos sus miembros, padeciendo las mayores consecuencias

los más vulnerables en este triángulo familiar que suelen ser las mujeres,

los niños y las niñas.

La pobreza dificulta la ruptura de la dinámica de violencia debido a que la

mujer encuentra pocos recursos materiales y humanos de donde agarrarse

para salir. Las causas que provocan el maltrato son múltiples. Los varones

en casi todos estos casos son un factor de riesgo para las mujeres y

niños/as por su presencia (que en muchos casos suele ser violenta,

negligente, irresponsable o asociada a alcohol o drogas) o por su ausencia

–al no asumir su responsabilidad.

Para los/as niños/as la existencia de los albergues suele ser un alivio

temporal que en situaciones de crisis familiar, sirven de red social que protege,

y cuando un equipo multidisciplinario logra actuar de manera estratégica,

contribuye para que la madre tome fuerzas para reorganizarse y reiniciar un

nuevo proyecto.

El hecho de que me haya referido a la irresponsabilidad y sus

manifestaciones de los hombres en pobreza, no significa que no se de en otros

sectores socio-económicos y culturales. Por supuesto que se da, solo cambian

las manifestaciones. Lo que he observado es que la pobreza no deja recursos

para ocultar o encubrir la irresponsabilidad, razón por la cual se presenta de

maneras grotescas. Entonces la pobreza aparece como un emergente social

que deja ver con claridad las dinámicas y las relaciones de género desiguales o

irresponsables, que suelen ocultarse o “refinarse” en otros sectores o niveles

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socio-económicos. Ejemplos: en la clase media las dobles o triples jornadas

para la mujer son una constante debido a que se mantiene la idea de que las

actividades domésticas y de crianza son de la mujer; es así como al trabajo

reproductivo de ella se le suma el productivo, en lugar de dividirlo entre la

pareja. En la clase alta, los papás que brillan por su ausencia en la crianza de

los/as hijo/as son devorados por el trabajo productivo; hemos llegado a tal

grado que en algunas escuelas condicionan la matricula o hasta las

calificaciones con tal de que el padre haga presencia. La expropiación del

cuerpo, del tiempo y de los espacios de la mujer de clase media alta o alta es

un asunto que se presta a mayor invisibilización; ahí las mujeres existen en

función de otros y no en función de sí y esto suele circular por un canal

invisible. En una colaboración periodística 5 aparecen comentarios que señalan

que el problema de delincuencia, consumo de drogas y alcohol, así como “el

desorbitado aumento en el número de abortos” están asociado a la ausencia

mujer en los hogares debido a su integración al trabajo productivo, vuelvo a

preguntar ¿y los hombres dónde están?

¿Qué hacer?

Veo muy positiva la propuesta de Ayala y Sánchez (2003) sobre trabajar

problematizando la salud de los hombres y la construcción del género;

construir nuevos imaginarios sociales, nuevas propuestas de relación con

las mujeres.

5
REFLEXIONES EN TORNO A LA MUJER. Susana A. de Ramírez. Periódico a.m. León, Gto.
12 de marzo de 2006

10
Se requiere trabajo educativo preventivo, así como promover acciones y

leyes que fomenten la paternidad responsable y consoliden las estrategias de

combate a la pobreza. Por ejemplo, en Nicaragua existe la ”Iniciativa de

Paternidad” que busca poner en marcha una serie de acciones que logren

crear conciencia efectiva en toda la sociedad, y en particular en los hombres,

sobre su responsabilidad en la procreación y en la atención integral a sus hijos

e hijas, al tiempo que promuevan cambios culturales que influyan en las

relaciones padres-hijos, ampliando los roles hasta ahora restringidos de los

padres y fomentando la equidad y el respeto de los hombres hacia los niños,

niñas, jóvenes y mujeres. También pretende promover cambios institucionales y

legislativos que mejoren las respuestas del Estado y las ONG´s ante el

problema de la paternidad irresponsable y la necesidad de una educación

integral para hombres y mujeres.

Cabría también difundir los efectos positivos que la paternidad tiene en

quien la practica de manera comprometida: apertura, competencia, equilibrio,

compromiso, responsabilidad, empatía, ternura, solidaridad. Los/as hijos/as re-

educan. El ejercicio de la paternidad favorece la estimulación y exploración de

nuevas áreas de la personalidad que probablemente el proceso de

socialización sexista coartó.

Douglas Heath (citado por Pruett, 2001) descubrió que la paternidad

comprometida promueve la capacidad del hombre para comprenderse a sí

mismo, para comprender empáticamente a los demás y para integrar sus

sentimientos de una manera que continúe funcionando. Y eso también debería

de difundirse.

11
Pruett (2001) dice que convertirse en un padre exitoso, amado y amante

puede ser el logro más alto de la masculinidad reproductora. Suena atractivo.

Urge pues, flexibilizar los roles para que hombres y mujeres nos

beneficiemos de lo masculino y lo femenino, con ello disminuiremos la brecha

entre unos y otras y podremos ser más empáticos, no iguales porque eso sería

poco interesante y empobrecedor, pero sí menos ajenos.

Necesitamos construir nuevas relaciones basadas en la tolerancia, la

equidad, la solidaridad, el respeto y el diálogo para que pueda florecer la

creatividad y el erotismo, y con ello la vida, el crecimiento humano. De esta

manera los/as hijos/as tendrán modelos de identificación temprana que

contribuirán a construir personalidades sanas que logren pensar en sí mismas

y en los demás.

Ana María Fernández (2001) nos recuerda que tenemos dos tareas

diferenciales por delante: en el caso de los hombres se trata de de-construir las

naturalizaciones de sus ejercicios cotidianos del poder patriarcal. En las

mujeres se trata de avanzar en la constitución de su autonomía político-

subjetiva. Eso contribuiría a la realización de una sociedad más equitativa y

armónica.

Se acabó el diplomado, pero la tarea continúa, re-comienza. Gracias a

todas y a todos por compartir un espacio respetuoso de reflexión y re-

educación.

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Bibliografía

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13
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Grijalbo.

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