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El “relato real” de Javier Cercas: la realidad de la literatura

Sofía García Nespereira

“Fiction reveals truth that reality obscures”


Ralph Waldo Emerson

La obra del escritor Javier Cercas (Cáceres, 1962) se caracteriza desde los comienzos

de su obra por la búsqueda de los bordes de la realidad y de la ficción en la escritura. En sus

novelas y relatos breves hay una constante recurrencia a la literatura para crear literatura, una

tension entre el creador en cuanto a ser humano que habita en la realidad extraliteraria, y el

protagonista, con rasgos particularmente similares al primero. Se juega a favorecer la ficcion

a partir de la realidad, pero tambien se plantea el camino inverso: a crear la realidad con

ayuda de la ficcion.

Este estudio trata de exponer las bases de lo que el propio autor denomina “relato

real”, con posibles definiciones y ejemplos en alguna de sus novelas. Asimismo, se centrará

para este cometido en la obra Soldados de Salamina (2001), pues puede considerarse la

primera novela en la que el concepto de “relato real” se muestra más explícitamente.

Javier Cercas es columnista habitual en la edición catalana del periódico El País, en el

espacio titulado “La crónica”. Cuando algunos de los artículos aquí publicados fueron

recogidos en un libro an el año 2000, el escritor modificó su título por el de Relatos Reales.

En el prólogo, él mismo explica las razones para tal oxímoron, pues así lo concibe:

Las [crónicas] mías [...] acaso puedan leerse, una a una, como relatos. Como

relatos reales [...], porque se ciñen a la realidad. [...] En rigor, un relato real es

apenas concebible, porque todo relato, lo quiera o no, comporta un grado

variable de invención; [...]. Es imposible transcribir verbalmente la realidad sin


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traicionarla. Todo relato parte de la realidad, pero establece una relación distinta

entre lo real y lo inventado: en el relato ficticio domina esto último; en el real,

lo primero. Para crear la suya propia, el relato ficticio anhela emanciparse de la

realidad; el real, permanecer cosido a ella. [...] Yo había ensayado algunas

veces la primera operación [...]. Por vez primera he ensayado ahora la segunda.

(Cercas 2000: 16, 17)

El “relato real”, según lo anteriormente señalado, abarca todo escrito conectado con la

realidad que se mantiene de alguna manera en la esfera de lo real, incluso una vez escrito,

porque procura no apartarse de ella; de ella proviene cual documento fotográfico.

Las dos obras subsiguientes a Relatos Reales son Soldados de Salamina (Barcelona:

Tusquets, 2001) y La velocidad de la luz, (Barcelona: Tusquets, 2005) y ambas serán

clasificadas con este nuevo marbete. Soldados de Salamina pone en práctica la teoría vertida

en Relatos reales y la complica: presenta a un personaje cuyos rasgos físicos y vitales

coinciden plenamente, o hasta lo que el lector conoce, con aquellas del propio autor,

comenzando por la identidad. Ambos se llaman Javier Cercas, escriben en un periódico, han

publicado previamente dos novelas que llevan por título El móvil y El inquilino, y se

entrevistan con el escritor Sánchez Ferlosio, quien les narra el célebre episodio del que nace

el argumento de la obra. Los dos escritores, viéndose interesados por tan curioso caso, no

pueden por menos que llevarlo al papel sin tener la intención e escribir una novela al uso,

sino una especie de escrito que grabe la realidad de los hechos. El personaje principal, tras

cumplirse el aniversario de la muerte de Antonio Machado en la guerra civil española, se

plantea escribir un reportaje opuesto al ala política de este escritor, de los nacionales. Así, la

curiosa anécdota de la caída y casual salvación de Sánchez Mazas, uno de los principales

ideólogos de la Falange Española, figurará en la semblanza primera que el protagonista


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publica en el periódico. Tras este artículo, el periodista prosigue sus indagaciones y crea —

paulatinamente y a partir de los hechos reales acaecidos en un lugar, época y a una persona

determinados— lo que finalmente denominará “relato real”.

Tras las primeras pesquisas, autor y personaje contactan con Miquel Aguirre,

personaje ficticio y real, quien les proporciona más información y les da el impulso definitivo

para escribir seriamente sobre el suceso. Por si fuera poco, el escritor chileno Roberto

Bolaño —que vemos en la parte tercera de la novela— es otro de los personajes tomados de

la realidad actual y verídica.

En La velocidad de la luz (2005) se recogen asimismo las características del “relato

real” señaladas en Soldados de Salamina, si bien no aparecen tan abiertamente reconocidas

como en la citada novela. El protagonista se presenta como narrador y autor de la misma obra

que el lector está leyendo. Así, a pesar de que nunca se diga su nombre, ciertos factores

inducen a pensar que se favorece su identidad con la personalidad real de Javier Cercas, en un

nuevo juego metaficticio que forma parte de la poética del escritor extremeño.

Anterior a estas dos novelas es El inquilino (1989)i tiene en germen alguno de los

rasgos que caracterizarán el “relato real” —i.e. el protagonista, Mario Rota, trabaja como

profesor ayudante en la universidad, cargo que desempeñó igualmente en su día Cercas, y la

accion se desarrolla en Illinois, lugar donde el escritor real llevo a cabo cursos de posgrado.

No obstante, aún es muy pronto para emplear tal nomenclatura.

En El móvil (2003) sucede algo similar a lo planteado en El inquilino, pues en ambos

el escritor no tiene conciencia de estar escribiendo un “relato real” como tal, a pesar de que se

hallan en ciernes muchos de sus elementos caracterizadores. El protagonista, Álvaro, es un

novelista que se propone escribir una obra perfecta en todos sus términos y que, a causa de su

necesidad de llevar a la ficción las circunstancias que lo rodean, acaba influyendo en ésta

para volcarla de lleno en aquélla. Se trata de una nueva combinación de los lindes reales y
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ficticios, inserción de los componentes de un mundo en los de otro, ya representativos de

Cercas. El periodista portugués Nei Duclós, en su artículo “Crime e castigo”, compara esta

novelita con la de Dostoievski homónima al título de su escrito y de él comenta:

No livro russo, o assassino queria ajudar a própria familia e era contra a velha

judia usuraria que explorava suas vítimas. Na novela espanhola, o motivo era

um só: escrever um romance de verdade. [...] Trata-se de um jogo de esconde-

esconde que serve para ludibriar os leitores e a crítica. Javier Cercas

especializou-se numa arte da guerra, que é a simulação. (Duclós 2005)

Por otra parte, El vientre de la ballena, que sale a la luz en 1997, narra el engaño de un

hombre a su esposa y la vida posterior del primero. Probablemente constituya ésta la novela

que menos ingredientes posee del “relato real”, ya que el único parecido encontrado puede

ser que el protagonista de la historia es un profesor de la universidad de Letras —no escritor

de novelas, con lo cual guarda relación con El inquilino, pero no con el resto de su obra. Es

cierto que el factor onírico, presente en otras obras del autor, hace su aparición en un

momento de la novela, pero no se trata con importancia; el foco primordial es el personaje

principal y su conducta. De todos modos, se aprecia el gusto por la inserción de personajes o

hechos reales en la ficción, como será después algo normal en Cercas, como la

ficcionalización de sí mismo o de un personaje —esta vez secundario— con su mismo

nombre:

Ignacio me presentó [...] a Javier Cercas [...] profesor de instituto con

veleidades literarias, que acababa de publicar un artículo sobre Baroja que por
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casualidad yo había leído y que, pese a parecerme insuficiente y torpe, no

dudé en elogiar. (Cercas 1997: 174)

Diálogos de Salamina (2003) nace de una charla entre dos creadores que parten del

mismo argumento, por ello son ahora dos los autores, como ya se ha expuesto: David Trueba,

el director de cine que lleva Soldados de Salamina a la pantalla grande, y el propio Javier

Cercas. En él se hace referencia a las implicaciones que el “relato real” puede tener en una

película y de qué modo transformarlo en algo así como un film con esa caracteristica de lo

“real”.

Cercas se propone acceder a lo real desde la literatura. Se pretende llegar a ello desde

la memoria de un país y de sus ciudadanos, la historia vivida y narrada por sus protagonistas.

La imaginación de un autor puede tomar varias posturas o actitudes ante lo real, según

explica Fernando Morán.ii En la primera de ellas es aquella en la que la realidad se trata de

evitar, se rehuye, lo que provoca una visión incorpórea de la misma desde la obra artística.

Ésta puede equivaler al gesto adoptado por algunos escritores desarraigados de la posguerra

española, que crean un mundo de ilusión y fantasía que se aleja de su presente, aunque en

ocasiones dichas obras no sean más que fábulas y metáforas de lo que ocurre igualmente en

su país.

La segunda consiste en tomar el mundo o la humanidad en general como medio para

llegar al yo, bajando desde lo universal a lo individual. La tercera actitud se corresponde con

la de los autores que emplean netamente la realidad de su entorno inmediato para acabar

abstrayéndola y haciendo filosofía sobre ello —este es el caso contrario al anterior, en que se

asciende de lo particular a lo general. La última postura es la de aquellos que se abrazan a la

realidad a pesar de observar sus restricciones, como ocurre en la novela realista y naturalista

del XIX.
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El efecto que estas cuatro posturas causan en el lector no se corresponde con la

relación guardada entre imaginación autorial y realidad. La actitud imaginativa que asume

Cercas ante la realidad no es la del realismo decimonónico, ni la de la evasión señalada en el

primer punto. Tampoco la tercera en un sentido absoluto, pues, si bien toma la realidad

cercana del personaje de Javier Cercas, escritor y periodista del siglo XXI, en su vida diaria,

no pretende llegar con ello a una filosofía, sino que es con el capítulo de la guerra civil con el

que busca alcanzar ese objetivo, no con los episodios vitales de Javier Cercas.

De resultas de esto, se llega a un plano más abstracto: al que ofrece la segunda de las

opciones descritas, aunque no la cumple exactamente, sino de una manera parcial, al igual

que ocurre con la sección tercera. La postura adoptada hacia la realidad parte del mundo, de

un acontecimiento de la humanidad —guerra civil española—, sólo que no trata de llegar al

yo, sino que se interpreta que desea alcanzar una verdad moral, una filosofía. El “relato real”

surgiría, en este caso, de la combinación de la segunda y tercera de las opciones señaladas.

Pero a su vez, lo que lo “real” de Cercas posee de novedad es que asimila modos de novelar

de este realismo entendido como imagen de la realidad, aunque cada tipo lo exprese de forma

diferente, y a la vez bebe de muchas otras fuentes.

La novela policíaca es una de ellas, pues está presente el objetivo de la búsqueda que

el protagonista debe llevar a cabo, el elemento de intriga, o las pistas que se le ofrecen al

lector para que vaya reconstruyendo su propia hipótesis. Tanto Soldados de Salamina como

La velocidad de la luz comparten este rasgo, del que carecen la mayoría de las narraciones

breves presentes en la colección del mismo nombre, pues es su incipiente “relato real” y

todavía no se ha formado una caracterización fija del término.

El periodismo, más actual, como se observa en el lenguaje empleado, se halla

igualmente detrás de este concepto. Relatos reales es el primer libro que incluye este tipo de

literatura, mitad crónica, mitad cuento, en el que la ingente variedad impide una clasificación
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más exhaustiva. Y es precisamente el cuento uno de los ingredientes de este tipo de escritura,

como se vislumbra en el gusto por digresiones a raíz de la principal línea argumental, como

interpolaciones en las dos novelas citadas Soldados de Salamina y La velocidad de la luz:

Ahora me acuerdo de otra historia. Ocurrió en Madrid hace tiempo, yo la leí

en la prensa. Un muchacho andaba por una calle del centro y de pronto vio una

casa envuelta en llamas. Sin encomendarse a nadie entró en la casa y sacó en

brazos a una mujer. Volvió a entrar y esta vez sacó a un hombre. Luego entró

otra vez y sacó a otra mujer. [...] El muchacho [...] entró de nuevo. Y, claro, no

volvió a salir. (Soldados de Salamina:149)

Otra de las disciplinas presentes de modo evidente en el “relato real” es la historia,

(Cantabella 2006) en especial la del tiempo de guerra, como ocurre nuevamente en Soldados

de Salamina y La velocidad de la luz:

El acto de Zaragoza, [...] fue sólo una más de las numerosas intervenciones

públicas de Sánchez Mazas durante esos meses. Fusilados al principio de la

guerra Ledesma Ramos, José Antonio y Ruiz de Alda, Sánchez Mazas era el

más antiguo falangista vivo. (131)

Por último, la metaficción se integra también en esta nueva forma narrativa, que se

halla tanto en Soldados de Salamina como en La velocidad de la luz. Así, la inserción del

propio autor en su obra, la mención de otras obras publicadas por Cercas anteriormente —que

coinciden con las que el protagonista ha escrito— son también habituales en sus novelas:
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Ocurrió hace tres años, pero no ocurrió por azar. Unos meses atrás yo había

publicado una novela que giraba en torno a un episodio minúsculo ocurrido en

la guerra civil española; salvo por su temática, no era una novela muy distinta

de mis novelas anteriores [...], pero, para sorpresa de todos y salvo escasas

excepciones, la crítica la acogió con cierto entusiasmo. (La velocidad de la

luz: 153)

El narrador, a pesar de que trata de transcribir la realidad, es consciente de la ficción que crea.

Toda novela se escribe como ficción, pues “escribir es rescribir”, como expresa el propio

autor en Diálogos de Salamina, y la recogida de unos hechos en palabras ya supone su

adulteración o tergiversación. Como interpreta el filósofo y escritor González Sáinz

refiriéndose concretamente a Soldados de Salamina:

Soldados de Salamina [...] es una vuelta de tuerca “real” a la narrativa [...] Esta

vuelta de tuerca es [...] no sólo la constatación de que la crisis de la novela

goza de espléndida salud [...] sino un intento, al coser la ficcionalidad tan

apretada a la vericidad, mucho más que en el realismo clásico, de indicar una

salida a ese atolladero. (González Sáinz 2002: 70)

Javier Cercas había estudiado la obra de Gonzalo Suárez —novelista y director de

cine de los años 60— en su tesis doctoraliii, con lo que no parece extraño que existan

coincidencias entre los dos autores. Lo que este escritor propone para su novelística y parte

de su obra cinematográfica es el término “acción-ficción” (p. 77) consistente en introducir en

literatura elementos reales sin ocultar su calidad de reales y sin disfrazarlos, simplemente tal

como acontecen.
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La influencia del periodismo es otro de los lazos que une a ambos escritores —y por

tanto determina— su “relato real” y “acción-ficción” respectivamente. En el caso de Suárez,

él afirma que tras su experiencia como escritor de crónicas se decidió por lo que vívidamente

sucede, sin más: “Me cansé de levantar tristes actas notariales de lo ya conocido o de lo

reconocible por reiterado y preferí escribir cosas que pasan en el momento en que pasan”

(Ibídem, p. 78). De hecho, cabría relacionar muy estrechamente el “relato real” con la

“acción-ficción”, porque, además de querer transcribir la realidad, comparten el recurso

metaficticio de presentar la novela a sí misma y al lector como artificio. Suárez advierte de

que su etiqueta, a su vez, no es nueva, sino que incluye un “género de géneros” (p. 156), que

transforma y reedita bajo un nuevo cariz.

Antonio Muñoz Molina es otro de los autores actuales que aseguran que lo que se

narra en novelas tales como Sefarad (Madrid: Alfaguara, 2001) es cierto. Igual que Cercas, lo

que Muñoz Molina busca alcanzar en su obra es el sentido de verdad que actúa por encima de

la realidad concreta, aunque para ello recurra a la ficción. A este respecto, la idea que se

puede observar en la obra de ambos escritores es el concepto de lo “real”:

Lo real, es por ejemplo, estar hablando con una persona y que me cuente una

historia que le pasó a su padre o real es llegar a una ciudad. La diferencia entre

la ficción y la realidad es la que hay entre leer sobre Venecia e ir a Venecia.

(Beilin 1997: 110)

En efecto, lo que Cercas plantea para la definición de su término tiene mucho que ver con la

verdad intrahistórica, los sucesos reales transmitidos oralmente acerca de proezas o extraños

acontecimientos que por algún motivo quedaron guardados en la memoria de una persona o

comunidad. Pero, ¿es posible relatar algo sin ser desleal al suceso mismo? El lenguaje es un
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sistema de signos que interpreta lo real, pero nunca en el modo en que ello aparece en nuestro

contexto y circunstancias: desde este punto de vista el “relato real” no existe ni cabe existir,

porque lo que se dice procede de una interpretación personal y siempre habrá por tanto algún

grado de invención. Robert Alter expresa a este respecto dos formas de deshacer la conexión

entre literatura y el mundo o referente real del que parte:

One [...] is to exorcise the other-than-literary presence of the real world by

reducing everything to text. The other is to emphasize the nature of the literary

text as a collocation of arbitrary linguistic signs that can be joined together

only on the basis of internal coherence even as they pretend to be determined

by objects outside themselves to which they supposedly refer. In this view,

reality, whatever it may be, is inaccessible to the literary text because of the

text’s very constitution. (Alter 1978: 234)

A pesar de ser una postura un tanto extrema para lo que nos ocupa, es teóricamente imposible

verter un hecho real en narrativa. El contexto en que el “relato real” se inscribe consta de una

multiplicidad y pluralidad de elementos que la hacen singular, a pesar de contar con

similitudes y características parecidas encontradas en otros escritores que comparten el

mismo estado que Cercas. Su sello poético está ya impreso en sus obras con el “relato real”,

pues autentifican su autoría. Y, podemos decir por extensión que, como dice Bolaño en una

ocasión (p. 166) acerca del relato de Javier: “Todos los buenos relatos son relatos reales, por

lo menos para quien los lee, que es el único que cuenta”.

Aparte de que Javier escriba un “relato real” acerca de lo que ocurrió durante la

guerra civil y después descubramos que nosotros somos sus lectores, hay un hecho que

complica más si cabe el juego ficcional: la metaficción. Y el ejemplo que parece mas
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adecuado para este analisis es Soldados de Salamina, por ser la obra que podemos considerar

“patron” del “relato “real”. La novela que Javier, el protagonista, escribe es la que Sánchez

Mazas quería escribir, quizá orientada desde otro ángulo, pues se trataría de sus memorias,

pero acerca del mismo y curioso caso. Es, por tanto, una novela dentro de otra que aspira a

reemplazar una tercera —inexistente pero pretendida—, la del propio Sánchez Mazas. Así se

da noticia a ella en la obra:

—Ahora que lo recuerdo —dijo [Angelats] [...]—. Antes de marcharse,

Sánchez Mazas nos dijo que iba a escribir un libro sobre todo aquello, un libro

en el que aparecíamos nosotros. Iba a llamarse Soldados de Salamina; un título

raro, ¿no? (73)

Hay, entonces, tres Soldados de Salamina: el de Cercas, el de Javier y el de uno de los

personajes de la novela de Javier: Sánchez Mazas. Estamos, pues, ante un mecanismo de

cajas chinas o muñecas rusas. En primer lugar, Cercas nos advierte de que lo que está escrito

en la obra pertenece indiscutiblemente a la realidad, y señala sus referentes. Sin embargo, el

sorprendente final descoloca la posición en la que ya se había situado el receptor, pues de un

simple recibidor pasivo de información sin otra labor que la de absorber cuanto el narrador le

relataba, pasa ahora a ser el responsable de enlazar las piezas desordenadas, conectarlas. De

este modo, surge la idea de que probablemente la composición de la obra puede obedecer a

una excusa para mostrar lo que Cercas pretendía decir desde un principio: la literatura como

salvación, como recipiente de soluciones, como contrapartida y curación de los males de la

realidad. La idea, por fin, de la ficción como válvula de escape. En este caso, señala

Browning, la finalidad de Soldados de Salamina estaría escondida tras la trama y su escenario


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no sería otro que el mundo de la escritura en el que la realidad ocupa paradójicamente el

puesto principal (Browning 2006: 2).

El recurso metaficticio consiste en introducir la ficción dentro de la ficción, de

modo que la relación de elementos se suceda hasta el infinito. Es decir, Cercas escribe la

novela Soldados de Salamina, en principio y en teoría ficción, que tiene como protagonista a

Javier, que a su vez decide escribir una novela acerca de lo que le está sucediendo en la obra

que leemos y que no puede ser otra que la de Cercas. Puesto que esto ocurre, la sucesión no

tiene fin: el protagonista de la novela de Javier es otro novelista cuya novela tiene como

protagonista a otro escritor, y los espejos se reflejan en cadena. El comienzo de la obra es el

que se indica a continuación:

Fue en el verano de 1994, hace ahora más de seis años, cuando oí hablar por

primera vez del fusilamiento de Rafael Sánchez Mazas. (17)

Y éste es el momento en el que la novela se descubre metaficticia, en la última página, el

párrafo con el que concluye la obra:

Vi mi libro entero y verdadero, mi relato real completo, y supe que ya sólo

tenía que escribirlo, pasarlo a limpio, porque estaba en mi cabeza desde el

principio (“Fue en el verano de 1994, hace ahora más de seis años, cuando oí

hablar por primera vez del fusilamiento de Rafael Sánchez Mazas”) hasta el

final, un final en el que un viejo periodista fracasado y feliz bebe whisky en un

vagón restaurante de un tren nocturno. (209)


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Soldados de Salamina es a la vez una metanovela y una novela que procura parecerse

a la realidad que se halla tras la narración de unos hechos, lo que resulta insólito a primera

vista. Y es que el juego de la realidad-ficción no acaba de manera tan simple como

primeramente aparece, sino que Cercas siembra aquí y allá la pregunta o el dato que

provoque el cuestionamiento de los límites precisos de lo real y lo ficticio.

Por una parte, Javier forma parte de una novela, es su protagonista, pero por la otra,

alerta al lector de que lo que lee es real, no inventado ni tergiversado más que en ciertos

detalles nimios, donde trata de vincular lo que acontece con lo novelesco. En eso nos

basamos para afirmar la conciencia literaria de Javier, como ocurre cuando Bolaño le refiere

la historia de Miralles, si bien el protagonista se esfuerza en recabar la exactitud de la

anécdota:

Fue allí [...] donde me contó la historia de Miralles. [...] el relato [...] no sólo

era verosímil, sino también [...] fiel a los hechos. Una vez corregidos los pocos

datos y fechas que Bolaño había alterado, la historia es ésta. (153)

Son innumerables las ocasiones en que el narrador recuerda al lector que está siendo

el espectador del proceso de redacción de una novela, aunque no se desvele hasta el mismo

final que tal novela es la que ha estado leyendo desde la primera página. En las tres partes en

que se divide la obra, (“Los amigos del bosque”, “Soldados de Salamina” y “Cita en

Stockon”), tan sólo la segunda carece de referencias al libro en proceso de escritura, ya que

este constituye la historia en sí, clave de la obra. En él no hay referencias a la composición de

la obra, pues todo el bloque aparece como interpolado, desde su comienzo

Veámoslo más claramente en una tabla:


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“Los amigos del bosque” “Cita en Stockton”


“—¿Qué piensas hacer con esto? “Terminé de escribir Soldados de Salamina mucho
Yo no pensaba hacer nada [...] antes de que concluyera el permiso que me habían
—Yo ya no escribo novelas—dije—. Además, esto no concedido en el periódico”, p. 143.
es una novela, sino una historia real”, p. 37.
“Yo creo que sin esa estancia en Cancún [...] nunca “A mediados de febrero[...] el libro estaba terminado.
me hubiera decidido a escribir un libro sobre Sánchez [...] el libro no era malo, sino insuficiente [...] Yo no
Mazas”, p. 50 sabía cuál era esa pieza”, p. 144.
“Y decidí también que el libro que iba a escribir no “Esa tarde, mientras escuchaba con creciente interés
sería una novela, sino sólo un relato real, un relato la historia exagerada de Miralles, pensaba que muy
cosido a la realidad, amasado con hechos y personajes pronto iba a leerla en uno de los libros exagerados de
reales”, p. 52 Bolaño, pero para cuando llegué a mi casa [...] yo ya
había concebido la esperanza de que Bolaño no fuera
a escribir nunca esa historia: la iba a escribir yo”, p.
164.
“¿Es verdad que va usted a escribir sobre mi padre y “—No estoy escribiendo. —Contradictoriamente
sobre Sánchez Mazas? –me espetó [...] añadí—: Y no es una novela. Es una historia con
“Un relato real”, pensé, pero no lo dije. “Eso es lo que hechos y personajes reales. Un relato real”, p. 166.
voy a escribir”, p. 53.
Esa misma noche, mientras cenaba con Conchi en un “Esa mañana, excitadísimo y muerto de sueño, le
restaurante griego, le anuncié solemnemente [...] que, conté a Conchi [...] la historia de Miralles [...] y le
después e diez años sin escribir un libro, había llegado aseguré que Miralles [...] era justamente la pieza que
el momento de intentarlo de nuevo. [...] faltaba para que el mecanismo del libro funcionara”,
—Espero que no sea una novela. p. 167.
—No —dije muy seguro—. Es un relato real”, p.68.
“Lo cierto es que tardé todavía algún tiempo en “Me importaba mucho menos terminar el libro que
terminar de reconstruir la historia que quería contar poder hablar con Miralles”, p. 169.
[...] De hecho, durante muchos meses invertí el
tiempo [...] en estudiar la vida y obra de Sánchez
Mazas”, p. 69.
“En cuanto a Angelats, la entrevista que mantuve con “Mi libro no quería ser una novela, sino un relato real,
él fue decisiva. Decisiva para mí, quiero decir; o, más [...] [e] inventarme la entrevista con Miralles
exactamente, para este libro”, p. 72 equivalía a traicionar su naturaleza”, p. 170.
“Al día siguiente, apenas llegué al periódico fui al “Fue todo uno pensar en Bolaño y pensar en mi libro,
despacho del director y negocié un permiso. en Soldados de Salamina y en Conchi y en los
—¿Qué? —preguntó, irónico—. ¿Otra novela? muchos meses que llevaba persiguiendo al hombre
—No —contesté satisfecho—. Un relato real. [...] que salvó a Sánchez Mazas y buscando el significado
—Me gusta —dijo— ¿Ya tienes título? de una mirada y un grito en el bosque”, p. 197
—Creo que sí —contesté—. Soldados de Salamina”,
p. 74
“Allí vi de golpe mi libro, el libro que desde hace
años venía persiguiendo, lo vi entero, acabado, desde
el principio hasta el final”, p. 208.
“Vi [...] mi relato real completo, y supe que ya sólo
tenía que escribirlo, pasarlo a limpio, porque estaba
en mi cabeza desde el principio”, p. 209.

El lector canónico de la novela también llamada autorrepresentacional percibe el

brusco cambio de la pasividad usual de su tarea a la actividad intelectual de reconstruir la

historia contada, pero de nuevo Cercas armoniza contrarios y exige un lector habitual de

novela realista en la primera parte que pasará a convertirse en la segunda en el demandado


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por una obra metaficticia, donde las pautas del diseño de la novela se encuentran escondidas

y él se hará cargo de descubrirlas.iv

Tradicionalmente, la novela autoconsciente no puede ser en principio compatible con

lo que se conoce como realismo —o la tradición que busca mantener una ilusión de realidad

en literatura, que busca la mimesis. Con todo, la metaficción no está tan lejos de dicha

manera de hacer literatura, pues no es sino una complicación de la mimesis, una

representación de la hiperconsciencia de que lo mostrado en literatura es pura falacia, la

prueba de la arbitrariedad de los medios literarios, tal como lo demuestra Alter (1978: 239).

El protagonista y todos los personajes, el escenario, la época en la que se encuadra, el

argumento: por medio de la metaficción aflora la evidencia de la fábula, de la invención del

escritor, desde la tipografía y la separación de los capítulos hasta el mismo título que

encabeza la pieza: la literatura es falsedad, entelequia. Exhibiendo así los entresijos de la

ficción, se destaca el mundo real, el no ficticio.

Los componentes de metaficción y realismo —en la forma en que Cercas lo

entiende— que se hallan en Soldados de Salamina, tienen en común, como todo tipo de

novela, la presentación de un trozo de vida en cualquiera de sus términos que se asemeja a la

que el lector vive, con las mismas ideas que el lector experimenta, los mismos

acontecimientos que presencia o de los que es sabedor. En contraste con esta idea se alza Ana

María Dotras, para quien toda obra de metaficción tiene como primera característica el

antirrealismo, pues se supone una reacción contra las convenciones y normas de la novela

realista —como Unamuno frente al realismo del XIX o Torrente Ballester frente al

neorrealismo de posguerra (1994: 28).

En la obra se hace constantemente hincapié en la realidad que rezuma la obra, en la

pureza de la traslación de los hechos al papel, para acabar transformándolo al final en pura

ficción, un documento que se ficcionaliza en novela, un juego engañoso hacia el receptor que
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reta todo realismo, pues en ninguno cabe adscribirla preceptivamente. La complejidad que se

halla en Soldados de Salamina es más profunda que la aparente, pues en doscientas páginas

trata de convencer al lector de la calidad de su realismo para demostrar en la última la

artificiosidad de todo lo anterior.

El “relato real”, pues, se puede entender como una pieza literaria que absorbe la

atmósfera o mundo interiorizado que procede de la realidad con el fin de mostrar la verdad

profunda, interna, que se halla también en la literatura y en el arte. Así lo afirma el propio

escritor cuando dice que le interesa más “decir cosas esenciales sobre la vida que recuperar

una faceta histórica o un personaje desconocido. [...] La literatura no sirve para crear belleza,

sino para decir la verdad” (Martín Cepeda 2006: 2). Y es esa verdad implícita la que permite

la perpetuación de la literatura.

Notas

i
Ernesto Ayala señala esta novela como una de las primeras novelas “de campus” españolas en su artículo

“Novela de sí mismo y del otro”, El País (19 de marzo, 2005) <http://www.elpais.es> [acceso el 25/05/2006]

(párrafo 4 de 5).
ii
Vid. Fernando Morán, Novela y semidesarrollo (Madrid: Taurus, 1971), p. 355; Manuel Vázquez Montalbán

(1991), “La novela española entre el posfranquismo y el posmodernismo”, en La rènovation du roman espagnol

depuis 1975 (Toulouse: Presses Universitaires du Mirail, 1991), p. 17; y Germán Gullón La novela como acto

imaginativo (Madrid: Taurus, 1983), pp. 13-28.


iii
De aquí en adelante me baso en Javier Cercas (2003). La obra de Gonzalo Suárez (Barcelona: Quaderns

Crema), p. 77 y ss.
iv
El artículo de Yvan Lissorgues “Algunos aspectos de la renovación de la novela española desde 1975”, en La

renovation du roman espagnol depuis 1975 (Toulouse: Presses Universitaires du Mirail. 1991), pp. 27-37,

resulta muy reveladora en este sentido.


García Nespereira 17

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