You are on page 1of 5

Resumen Historia de Chile para PSU.

Colonia Americana y Chilena.


Profesor Julio Carvajal Rodríguez

3. Guerra de Arauco: corresponde a la sucesión de enfrentamientos bélicos que involucraron a españoles y mapuches
durante toda la época colonial, principalmente tras el levantamiento indígena de Curalaba en 1598 que puso fin al período
de Conquista de Chile. Si bien se dieron episodios de resistencia indígena y violencia entre los conquistadores y la
población originaria antes de esa fecha –destrucción de Santiago por Michimalonco, levantamientos mapuches de Lautaro,
Caupolicán y Galvarino en tiempos de Pedro de Valdivia–, los historiadores convencionalmente catalogan de “guerra” a los
hechos posteriores a lo ocurrido en 1598, considerando también la prolongada extensión del conflicto (desde el siglo XVI
hasta el fin de la Colonia) y a la estabilización de ambos bandos en torno a la frontera natural constituida por el río Biobío.
La principal característica de la Guerra de Arauco fue su intermitencia, dado que los hechos de violencia se dieron de
manera esporádica, y con mayor o menor intensidad en diferentes momentos: ya en el siglo XVII, se transformó en una
serie de correrías y cabalgadas de un lado y otro, sin batallas propiamente tales. Debido a su duración, se ha dividido en
varias etapas que comprenden la guerra ofensiva, la guerra defensiva y un período de estabilización y vida fronteriza. La
Guerra de Arauco solo concluirá de manera efectiva tras la ocupación de la Araucanía llevada a cabo por el Estado de
Chile a fines del siglo XIX, pero sus repercusiones
se perciben hasta nuestros días.

• Guerra ofensiva: estrategia bélica practicada por los conquistadores españoles durante el siglo XVII, consistente en el
enfrentamiento armado directo con los mapuches, con el objeto de ocupar su territorio y someterlos por la vía de las armas.
Esta etapa de la guerra inicia con el establecimiento de la frontera en torno al río Biobío y la constitución de un ejército
profesional por el gobernador Alonso de Ribera en 1603. Dicho ejército reemplazará a los capitanes de conquista –
encomenderos que debían financiar con sus propios medios los esfuerzos bélicos contra los mapuches– y contará con un
financiamiento permanente a través del real situado, aporte directo de parte de la Corona española. Bajo esta estrategia,
el ejército desarrolló
incursiones conocidas como malocas. Estas incursiones muchas veces buscaban la captura de los indígenas para obtener
fácilmente mano de obra y comerciarlos como esclavos, esta última práctica fue autorizada durante un período por la
misma Corona.

• Guerra defensiva: entre 1612 y 1625, se buscó dominar a los indígenas a través de la evangelización y la defensa
militar de la zona de frontera. La estrategia fue propuesta por el jesuita Luis de Valdivia, y buscaba que los mapuches
fueran integrados pacíficamente mediante misiones evangelizadoras en territorio araucano. Este plan implicaba la
suspensión de la esclavitud de los indígenas y la interrupción de las malocas, lo que provocó una oposición de los
encomenderos. Por su parte, los mapuches se resistieron a los intentos de conversión a la fe católica, a través de la prisión
o muerte de misioneros y mediante la práctica de los
malones (cabalgadas en territorio español dirigidas por toquis mapuches). No obstante, la suma de estos factores,
desembocó en el fracaso de esta estrategia.

Parlamentos: a mediados del siglo XVII, las relaciones entre españoles e indígenas entran en una nueva fase
caracterizada por el diálogo y las relaciones de cooperación a través de los parlamentos, instancias de negociación e
intercambio comercial que se transformaron en el centro de los contactos entre ambos bandos) Particularemnte, los
parlamentos consistían en asambleas formales entre autoridades españolas y representantes mapuches, en las que se
buscaba llegar a acuerdos para terminar con la guerra. El primero de estos fue el de Quilín en 1641, el que permitió una
paz general e inició una larga tradición de parlamentos que
se mantendría incluso después de la Colonia. En estos parlamentos se desarrolló un activo comercio entre españoles y
mapuches, el que se extendería a toda la frontera del Biobío, y que permitió un intenso sincretismo cultural a través del
intercambio de personas y costumbres, lo cual dio origen a una rica vida fronteriza. Durante la etapa de los parlamentos,
los enfrentamientos disminuyeron y solo se limitaron a levantamientos indígenas esporádicos, como el del mestizo
Alejo en 1655 o el del cacique Curiñancu entre 1766 y 1770.

• Relaciones religiosas: son el conjunto de vínculos establecidos entre la Iglesia católica y los indígenas de Chile.
Específicamente, estos se basaron en los intentos de evangelización, por parte de distintas órdenes religiosas
(principalmente jesuitas y franciscanos), de la zona de la Araucanía. No obstente, estos intentos no fueron del todo
exitosos debido a la resistencia de la población indígena. Sin embargo, se deben considerar los intentos, mayormente de
parte de los jesuitas, por comprender y conocer la cultura de los mapuches. En este sentido, destaca el papel
desempeñado por algunos eclesiásticos en la defensa de los indígenas y la denuncia de los abusos cometidos contra ellos
por parte de los españoles.

• Dinámica fronteriza: durante el siglo XVI quedó demostrado que la estrategia bélica emprendida por los españoles
había fracasado. La guerra de Curalaba manifestó la necesidad de establecer una frontera que por un lado mantuvo a los
indígenas libres y, por el otro, impidió a los hispanos poder continuar avanzando al sur del río Bíobío. Esta nueva estrategia
fue emprendida por el experimentado militar Alonso de Ribera, quien llegó a Chile en 1601 con el título de Gobernador. A
partir del establecimiento de la línea fronteriza, las formas de relación entre ambos grupos étnicos se diversificaron y
aunque en un principio no se pudo terminar con la guerra, debido al afán de lucro esclavizando indígenas capturados,
posteriormente decantó el conflicto, dando paso a otras dinámicas que permitieron el florecimiento de una verdadera
sociedad fronteriza. En este escenario se establecieron relaciones hispano-indígenas de suma precariedad y fragilidad,
expuestas a toda clase de conflictos que se generaban por el contacto cotidiano. De todos modos, se consolidó un
comercio activo entre indígenas, españoles y mestizos que traficaban distintas clases de productos, entre los que
destacaban el vino y el aguardiente. Esta labor fue promovida por personas que transitaron libremente de un lado a otro de
la frontera para colocar sus productos: los denominados conchavadores. Este contacto interétnico fue clave para el
desarrollo del mestizaje y, al mismo tiempo, fue propicio para sostener la necesidad de la guerra, al punto de convertirla en
un gran mito. Los soldados se ganaban la vida con el ejercicio militar, los mestizos pobres e indígenas abastecían de
productos las improvisadas ferias y las provisiones del ejército eran de particular interés para los grandes comerciantes y
hacendados. La guerra se convirtió en una excusa y en un negocio.

4. Posición de Chile en el Imperio: tras la ocupación del territorio comprendido entre los ríos Copiapó y Biobío, los
españoles fundaron ciudades, instalaron instituciones y comenzaron la explotación de lavaderos de oro y faenas
agropecuarias. Al tratarse de una región en conflicto permanente con las comunidades indígenas, Chile tuvo la categoría
de gobernación o capitanía general. Entre 1600 y 1810, la autoridad principal recayó en la figura del gobernador,
encargado de administrar la gobernación, presidir la Real Audiencia y dirigir el Ejército profesional, recibiendo el título de
capitán general. El gobernador dependía directamente del rey, pero en situaciones graves o urgentes estaba sujeto a la
autoridad del virrey del Perú,
relación que no siempre fue armoniosa. La condición geográfica de Chile, caracterizada por su lejanía y aislamiento, hizo
siempre complejo el transporte y las comunicaciones con el resto del Imperio, y dificultó la aplicación de las disposiciones
reales en el territorio de la gobernación, por ejemplo, las referentes al trabajo indígena. Así, se hizo patente la frase “se
obedece, pero no se cumple”, principio que expresaba la dificultad para hacer cumplir las normas de los españoles en el
territorio.

• Instituciones metropolitanas: corresponde a la institucionalidad política colonial situada en la metrópoli, es decir, en


España. Dentro de estas instituciones peninsulares, se encuentran las siguientes:
a. Corona: a la cabeza de esta institución se encuentra el rey, que concentraba en sus manos todo
el poder, constituyéndose en un monarca absoluto del que dependían todas las demás instituciones del Imperio. Su misión
era velar por el bienestar de la comunidad y poseía los dominios americanos a título personal. La Corona fue ocupada por
dos dinastías sucesivas: la de los Habsburgo hasta el siglo XVIII y la de los Borbones desde el siglo XVIII.
b. Casa de Contratación: creada en 1503, sus funciones eran esencialmente económicas, tributarias,
aduaneras e incluso científicas, puesto que controlaba la política comercial del Imperio, recaudaba impuestos importantes,
regulaba el tráfico de personas y mercancías y desarrollaba estudios náuticos y oceanográficos.
c. Consejo de Indias: fue el órgano más importante en la administración indiana, puesto que asesoraba
directamente al rey en materias gubernamentales, legislativas y judiciales que afectaban la administración de las colonias
americanas. Establecido en 1524, el Consejo proponía nombramientos de virreyes, gobernadores y oidores de la Real
Audiencia, elaboraba leyes para América y actuaba como tribunal de última instancia.

Instituciones americanas: son el conjunto de órganos administrativos que tenían residencia en América. Corresponden a
los siguientes cargos e instituciones, ordenados jerárquicamente:
a. Virreinatos: eran divisiones territoriales de gran extensión a cuya cabeza se encontraba el virrey,
representante directo del rey y, por ende, el funcionario de más alta jerarquía en América. Sus atribuciones eran de tipo
gubernamental, militar y judicial, puesto que como gobernador dirigía el virreinato, como capitán general comandaba el
ejército y también residía la Real Audiencia. En América, los primeros virreinatos fueron organizados por Carlos V y fueron
los de Nueva España y del Perú, a los que en el siglo XVIII, bajo la influencia de las reformas borbónicas, se agregaron
dos más: el de Nueva Granada y el del Río de La Plata.
b. Real Audiencia: era el principal tribunal de justicia en América. Su principal función era velar por el
cumplimiento de las leyes en todos los territorios de su jurisdicción, pero con las llamadas Leyes Nuevas de 1542 sus
competencias se ampliaron hacia atribuciones gubernamentales, pudiendo incluso reemplazar a los gobernadores en caso
de vacancia. Estaban integradas por un presidente (el virrey o gobernador), oidores y un fiscal, sus fallos eran
prácticamente inapelables, y solo los de mayor importancia eran derivados aconsejo de Indias. En Chile fue creada en
1565 en Concepción y luego restablecida en Santiago en 1609.
c.Gobernaciones y Capitanías Generales: comprendían espacios territoriales menores que el virreinato, a cuya
cabeza se encontraba el gobernador o capitán general, respectivamente. Los gobernadores dependían del virrey en
ciertos aspectos, pero eran las máximas autoridades en sus jurisdicciones; tal como ocurrió en Chile, duraban tres o cinco
años en sus cargos y cuando actuaban como jefes del ejército español, recibían el título de capitán general. En Chile, a
raíz de las circunstancias propias de la guerra de Arauco, los gobernadores acumularon ambos títulos.
d. Corregimiento: eran jurisdicciones menores que una gobernación, abarcaban una ciudad y su distrito estaba a
cargo de la figura del corregidor, el que era nombrado por el gobernador durante un año. Entre sus funciones estaba
revisar causas criminales, la vigilancia y protección de los indígenas y la fiscalización de los encomenderos.
e. Cabildo: fue el órgano representativo de la ciudad. Su función era administrar la ciudad, además de la
distribución de tierras, la administración de justicia en primera instancia, el control y regulación del comercio y el aseo y
ornato. Para formar parte de un cabildo era requisito ser un “vecino” de la ciudad, condición que generalmente cumplían los
españoles encomenderos. En cuanto a la asignación de los cargos, solo los vecinos podían asumir aquellos, destacando
los de alcalde, juez y concejero.

• Reformas borbónicas: el cambio dinástico ocurrido en la Corona española a comienzos del siglo XVIII con la llegada de
los Borbones, significó el intento por sacar de la decadencia y la crisis al Imperio español. Bajo el influjo ideológico del
despotismo ilustrado, los reyes borbónicos implementaron una serie de reformas tendientes a hacer más eficiente y
moderna la administración del Estado, centralizando el poder nuevamente en la figura del monarca. En América, estas
reformas significaron la creación de virreinatos, instituciones especializadas como la Secretaría de Marina e Indias o los
tribunales comerciales y cargos como los de intendentes y regentes, figuras que restaron poder y atribuciones a los
virreyes y gobernadores. En Chile, estas reformas se vieron reflejadas en la fundación de ciudades, obras públicas y
nuevas instituciones, como la Universidad de San Felipe o la Casa de Moneda y las intendencias de Santiago y
Concepción.

5. Monopolio: corresponde al régimen comercial vigente durante gran parte de los siglos de dominación colonial española
y consistió en que las colonias americanas estaban obligadas a tener relaciones comerciales de forma exclusiva con la
metrópoli. Este sistema abarcó una serie de reglamentaciones respecto de los productos que las colonias podían exportar
y los que España podía enviar hacia ellas, las ciudades o puertos autorizados para el comercio en América (como el de
Valparaíso, en Chile) y además establecía que los españoles eran los únicos autorizados para desarrollar actividades
comerciales, excluyendo a cualquier otro grupo y transformando a los comerciantes en un conjunto privilegiado dentro de la
sociedad colonial. De este modo, según este sistema, el comercio entre colonias o entre una colonia y otro Estado era
considerado como contrabando o tráfico ilegal, el que a pesar de estar oficialmente prohibido, se extendió de manera
generalizada por las colonias. La administración del monopolio recaía en la Casa de Contratación, institución encargada
del Sistema de Flotas y Galeones, el que permitía el envío de productos desde España hacia América de manera
controlada. Con las reformas borbónicas este sistema se modificó, creándose el Sistema de Navíos de Registro, que en la
práctica dio más libertades a los comerciantes y permitió el comercio libre entre puertos americanos, dinamizando el rígido
monopolio de los siglos anteriores; esto vino a complementarse con el Reglamento de Libre Comercio de 1778, que pese a
dar ciertas libertades no significó el fin del monopolio.

• Mercantilismo: es la doctrina capitalista que promueve la acumulación de metales preciosos (oro y plata) como base de
la riqueza de una nación y el control del Estado sobre el comercio exterior, lo que se conoce con el nombre de
proteccionismo. De acuerdo con esto, el mercantilismo vino a fortalecer el monopolio comercial de Estados europeos
como Francia (lugar de origen de esta doctrina) y España durante los siglos XVII y XVIII; en la práctica el mercantilismo se
tradujo en el enriquecimiento de las metrópolis que buscaron dar protección a su industria nacional, la que producía bienes
manufacturados a partir de las materias primas obtenidas de las colonias

Ciclos económicos coloniales: dentro del contexto de la economía colonial chilena es posible establecer algunas
regularidades que permiten a los historiadores hablar de ciclos económicos, en base al predominio de una actividad
económica o de un determinado tipo de producto. De este modo, durante el siglo XVI el Reino de Chile se orientó a la
explotación de los escasos yacimientos de oro y plata que los conquistadores encontraron en el valle central, cuyo pronto
agotamiento hacia el siglo XVII condujo a que los conquistadores, a partir de las tierras que fueron concentrando en sus
manos, se orientaran hacia las actividades de tipo agrícola y ganadero. De este modo, productos ganaderos como sebo,
cueros, cordobanes o charqui fueron exportados hacia el Virreinato del Perú, pudiendo hablarse de un Ciclo del Sebo
(1580-1650) el que luego daría paso al Ciclo del Trigo (1680-1750), donde este se transformaría en el producto de
exportación principal, a causa de las necesidades que tenía el Perú. Este giro se explica por la importancia que adquirió la
hacienda como unidad productiva básica, la que a su vez se constituiría en el núcleo de la sociedad colonial al concentrar
a la mayoría de la población trabajadora (como peones o inquilinos). Hacia fines del período colonial, el desarrollo de la
minería argentífera permite hablar de un Ciclo de la Plata (1750-1810) gracias al refinamiento de este metal precioso
para transformarlo en monedas, generando importantes ganancias. En síntesis, la economía de Chile durante la Colonia
estuvo determinada por ciclos de monoexportación de un producto primario principal, junto a otros de menor importancia,
al mismo tiempo que bienes manufacturados de mayor valor eran importados desde el Perú, esquema que se mantendría
durante todos los siglos coloniales e incluso con posterioridad.

• Sociedad estamental: es el concepto que mejor describe la estructura social de las colonias hispanoamericanas, puesto
que estaba formada por estamentos o grupos diferenciados entre sí en virtud de la raza o el color de piel (también
llamada pigmentocracia) y la posición socioeconómica, con escasa o nula movilidad social entre ellos. En este sentido, las
sociedades coloniales hispanoamericanas se estructuraron de manera jerárquica y piramidal, estando en la cúspide el
grupo de los españoles, escaso en tamaño pero el más poderoso desde el punto de vista político (controlaban todos los
cargos de la administración colonial) y económico (controlaban el comercio). A continuación, le seguían los criollos, el
grupo de los hijos de los españoles nacidos en América que lentamente disputaron los espacios de poder a los españoles
ejercieron una influencia social cada vez mayor, transformándose en un grupo terrateniente al controlar la tierra y
administrar las haciendas. Tanto españoles y criollos conformaron la llamada aristocracia, ya que concentraban la riqueza
y el poder, sin embargo las diferencias de origen entre ellos resultaron determinantes hacia el fin del periodo colonial. Por
debajo del estamento criollo se encontraba el grupo mestizo; prontamente, los mestizos pasaron a ser el grupo mayoritario
de la sociedad, surgido del proceso de mestizaje y que se desempeñaba en diversas actividades económicas, destacando
las del ámbito agrícola, convirtiéndose en vagabundos o en peones e inquilinos de las haciendas de la zona central de
Chile. Después de los mestizos se encontraba la población indígena, que a pesar de su disminución inicial, mantuvo su
presencia en la sociedad colonial chilena y, naturalmente, en el territorio no conquistado de la Araucanía. Los indígenas
trabajaron primero en las encomiendas y luego en actividades agropecuarias y domésticas y, en el caso de los mapuches,
conservaron cierta autonomía y obtuvieron el reconocimiento por parte de las autoridades hispanas. El grupo de los
negros o esclavos africanos en Chile tuvo escasa presencia, pero en otras sociedades hispanoamericanas fue muy
numeroso, lo que no impidió que fueran considerados como el grupo social inferior.

Hay que destacar que el hecho de que el color de la piel determinara la posición social, favoreció la conformación de una
sociedad basada en las apariencias y que discriminaba según estas características, condición que a veces resultaba más
importante que la situación socioeconómica. Estas diferencias sociales se mantienen incluso hasta la actualidad en
muchas sociedades hispanoamericanas.
• Legado hispánico: comprende la herencia y el aporte español a la sociedad chilena, elementos fundamentales en la
construcción de nuestra identidad nacional, y abarca aspectos como:
a. Político: corresponde a la institucionalidad política colonial en su conjunto, la que se mantiene como uno de
los legados más importantes; la legislación indiana, normas que en su esencia perduraron durante el siglo XIX y buena
parte del XX en los ámbitos civiles, penales y políticos; la unión entre la Iglesia y el Estado, mediante el derecho de
patronato, vínculo que se mantendría vigente hasta 1925. Otro elemento lo conforma la concepción del poder como
fuerte, autoritario y centralizador, principio que nace de la monarquía absolutista y que se plasma en la Constitución de
1833.
b. Económico: destaca el predominio de la hacienda como pilar básico de la economía chilena, que permitió a la
aristocracia conservar su influencia económica y social durante todo el siglo XIX y gran parte del XX. La persistencia de
una masa campesina, formada mayormente por inquilinos, conservó los modos de vida y la cultura típica de la Colonia
durante el Chile republicano. La aplicación de un modelo de desarrollo de tipo mercantilista hasta mediados del siglo XIX,
la exportación de materias primas como eje de la economía y la dependencia de los mercados internacionales son
otros aspectos claves de este legado.
c. Social: la estructura social heredada de los tiempos coloniales se conservó en gran
medida gracias al predominio de la hacienda: el marcado carácter rural de la sociedad permaneció hasta fines del siglo
XIX y comienzos del XX. La conservación de privilegios por parte de la aristocracia mediante la institución del
mayorazgo, es otro elemento a considerar como parte de este legado. Las discriminaciones y prejuicios basadas en el
color de la piel siguieron vigentes, incluso hasta nuestros días, así como las estructuras familiares fundadas en un
régimen patriarcal, que determinaron las formas de sociabilidad en la elite y los sectores populares y favorecieron la
exclusión de la mujer del ámbito público hasta inicios del siglo XX.
d. Cultural: los elementos culturales heredados de los españoles comprenden el legado lingüístico con el idioma
castellano como el oficial en Chile y que a pesar de tener muchos localismos propios de nuestro país, mantiene su
estructura original desde tiempos coloniales. También, hay que considerar el aporte de la Iglesia Católica, que más allá
de lo estrictamente religioso, fue determinante desde el punto de vista sociocultural, a través de procesos de sincretismo
o gracias a la labor de las órdenes, que difundieron la doctrina católica y aportaron a la educación nacional; todos estos
aspectos conforman un legado que perdura hasta hoy. Finalmente, se debe considerar la herencia patrimonial y
arquitectónica, con la conservación de edificios públicos (de orden político, como edificios administrativos y de orden
religioso, como iglesias y catedrales) y privados (como las casonas, casas patronales en el campo o construcción de
casas de adobe y teja), presentes en gran parte de las ciudades y los sectores rural es del país.

You might also like