Professional Documents
Culture Documents
Buenos días a todos y todas, y en primer lugar agradecer por esta oportunidad de
compartir con Ustedes en este coloquio. Me insistieron muchísimo en que en esta
oportunidad comparta con ustedes la experiencia, para desde la experiencia poder
entender cómo educar en derechos humanos en la realidad concreta y en la práctica
concreta. Con niños y con adultos, con personas alfabetizadas pero también con
aquellas personas cuyo lenguaje es básicamente el oral y no tienen ni han tenido la
oportunidad al acceso a un lenguaje escrito. Entonces elegí «una experiencia», una
experiencia que todavía está en curso, que es una experiencia que lo que buscó fue
retener a las niñas rurales en la escuela, estamos hablando de una realidad dura, de
una realidad Quechua-hablante, eso es una escuela, a 4000mts d altura, de una red
de escuelas, todas situadas en estos paisajes, a los pies de un Apu de un nevado
maravilloso que se llama el Aunsangate, y todas esas escuelas quedan entre los
3500mts y 4500mts de altura.
Las condiciones que encontramos a la llegada fue de una enorme pobreza, y las
niñas tenían un promedio de escolaridad de 3 años, es decir en 3er grado de
primaria las niñas abandonaban la escuela. Una cultura que consiste en pensar que
las niñas o las mujeres están para hacer las tareas domésticas, que son los varones
los que tienen que ir a la escuela y que por lo tanto la escuela no está construida
para las niñas, es una escuela que invisibiliza las características diferenciadas de
las niñas y eso lo podía ver, por ejemplo, uno claramente en los servicios
higiénicos, que no reunían las mínimas condiciones de privacidad y que hacía que
las niñas a la primera menarquia abandone la escuela.
No somos nosotros con una historia y con una educación y una cultura distintas los
que vamos a determinar qué produce dolor y qué no. Es la propia gente del lugar la
que tiene que determinar qué es aquello que quiere cambiar porque no le
gusta, porque la hace sufrir. Y qué es aquello que tiene que permanecer, porque le
produce profunda satisfacción, alegría, felicidad y da sentido a la vida. O sea el
trabajo en educación en derechos humanos, no es un discurso moralista, ni hay
nadie que tenga la verdad, la verdad se construye en ese diálogo a partir de esa
realidad, de ese sentimiento, en este caso de esas madres y padres que vivían una
experiencia determinada, y hacía que las mujeres se sientan
sobrecargadas, aplanadas.
También en la segunda pinza, digamos... que teníamos que trabajar y que fue la
primera en la práctica fueron los maestros y las maestras. El desafío era entonces
transformar esa escuela, para que esa escuela fuera espacio de acogida para las
niñas especialmente, y también para los niños, por supuesto. Si no lográbamos
transformar esa escuela, de nada valía la intervención. Por supuesto que la maestra
o el maestro no se daba el trabajo de llamar a una niña al frente, porque presuponía
que no sabían ni tenían nada que decir.
Entones había que transformar a ese maestro y a ese aula. Entonces el segundo
gran desafío fue el trabajo con «los maestros». Esta fue nuestra hipótesis, con que
comenzamos esta intervención, en la medida que los maestros comprendan y se
solidaricen con la situación de inequidad de las niñas, hagan de la escuela un
espacio de acogida para ellas y cuenten con la propuesta curricular, los materiales
pedagógicos y la metodología que los ayude a incorporar la perspectiva de género
en la escuela. Y en la medida que los padres de familia, en especial «las
madres», reconozcan a los niños y a la niñas como sujeto de derecho, y valoren la
educación de sus hijas como medio para su desarrollo personal y social, se logrará
que las niñas asistan a la escuela, permanezcan en ella, y terminen, cuanto
menos, la escuela primaria.
Y a veces nos olvidamos que esa realidad existe mientras estamos peleando
por los doctorados y por los «post-doctorados» cuando tenemos la realidad
que ni siquiera hemos logrado cumplir el derecho a la educación de la
primaria!
Era la manera de romper el miedo a equivocarse. En cambio cuando uno cree que
todo está clarito y perfecto, es el perfecto terreno para equivocarse porque uno no
sabe al final cómo un mensaje, o como un trabajo llegó al aquí, al participante, al
que está escuchando, o al que está construyendo un proceso distinto. Sino que
«equivocarse es una manera de seguir aprendiendo», liberó a los maestros en sus
posibilidades de intervención, de preguntar, de repreguntar y de cambiar. La razón
de las normas es hacernos sentir bien, en la escuela, en el aula o en taller de
capacitación.
El impacto evidente en madres y padres de familia, los varones reconocen que sus
mujeres cargan con mucho, muchas veces los varones nos han pedido que
trabajemos con sus esposas, porque son las mujeres las que se oponen a que las
niñas vayan a la escuela, no son los padres, miren qué interesante. Porque si no se
les cae toda la carga del trabajo doméstico. Y otro aprendizaje es preocuparse por
las condiciones de vida del maestro, no solamente por sus cabezas, sino por lo que
sienten por lo que viven, por cómo viven, por cómo transformar esa vida, eso los
compromete. Hay que pelear por la dignificación del maestro también en el mundo
de la política.