Muy diferente es lo que viene sucediendo en fechas más
recientes. La decisión del Gobierno de López Obrador de cancelar el programa de Estancias Infantiles, la indefinición sobre el futuro de los refugios para mujeres (e hijos) que viven en violencia extrema, la negativa a pronunciarse sobre el aborto y la afirmación de que “estos temas se resolverán mediante consulta”, la nebulosa en que se encuentran organismos dedicados, por ejemplo, a la inclusión y el desarrollo de personas con discapacidad, todo esto y más se metió también a la conversación de calle. En un contexto creciente de feminicidios y en un país con brutales brechas de género; pero también en un país con riesgos de involución por la irrupción de grupos conservadores (a favor, por ejemplo, de la criminalización de mujeres que abortan); en un país que al celebrar a Yalitza Aparicio por su actuación en Roma evidencia las muy precarias condiciones laborales de las trabajadoras del hogar; pero también en un país en el que las niñas se preguntan por qué les irá peor que a sus compañeritos; en ese México, las mujeres salieron a las calles, tomaron los micrófonos, se treparon a los monumentos y resignificaron lo que parecía imposible: porque sí, hay una conversación pública más diversa y contestataria de lo que se creía.
¿Qué importan las vacunas de otros?
El sarampión, una enfermedad que la medicina moderna ya había eliminado en América y en gran parte de Europa, está apareciendo de nuevo en brotes letales. Y el motivo es que hay grupos de gente sin vacunar. A veces es porque no tienen acceso a la vacuna, pero más a menudo es porque están desinformados y voluntariamente la rechazan. Aunque las vacunas son eficaces y seguras, hay quien se cree que no lo son. Vacunarse es una decisión personal, pero una que tiene consecuencias para toda la población. Cada inmunización afecta a todas las personas de la comunidad, y por tanto el que pueda vacunarse tiene una responsabilidad moral hacia los demás ciudadanos de hacerlo. La explicación está en el concepto epidemiológico de la inmunidad en grupo.
Medidas urgentes para la sanidad pública
Nuestro sistema sanitario se encuentra en una situación crítica y por ello habría que abordar, con la mayor brevedad posible, las siguientes cuestiones: Financiación. La sanidad pública necesita una financiación suficiente para recuperarse de la etapa de recortes, que debería de situarse en torno al 7% del PIB. Además, debe acabarse con la gran variabilidad de los presupuestos autonómicos. La financiación sanitaria debería ser finalista e ir ligada a los objetivos del Plan Integrado de Salud, también como un instrumento de cohesión y coordinación interautonómico. Exclusión. El real decreto ley 16/2012 estableció importantes exclusiones en el acceso al sistema sanitario. El real decreto ley de sanidad universal palió en parte esta situación, pero todavía se producen problemas por una interpretación cicatera de algunas comunidades autónomas. Por ello es importante aprobar un reglamento que garantice la atención sanitaria a todas las personas que se encuentren en el país. Por supuesto existen muchos más problemas que deben de abordarse para garantizar una sanidad pública de calidad para toda la población, pero para poder hacerlo con garantías de éxito, lo primero es pararle los pies al tripartito neoliberal y de ultraderecha que amenaza con desmontarla definitivamente.