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Hijos de Dios En el silencio de la meditacion hemos de reconocernos siempre, tal cual somos: hijos de Dios. Esta conviccién debe hacernos sentir orgullosos, a pesar de que somos hijos de Dios con muchos defectos. Cuando tenemos el rostro manchado, tomamos un poco de jabén y agua y nos lavamos; en seguida, el rostro recobra su esplendor. De igual manera cuando tengamos cualquier mancha en el rostro de nuestra alma, podemos quitarnos con “el agua y el jabon” de la vuelta a Dios que se llama penitencia o arrepentimiento. Para esa vuelta no necesitamos dar grandes pasos, sino solamente enfocar nuestro corazén a El, para recibir el perd6n. Oh Padre de infinita bondad, de eterno amor y misericordia, te pedimos tus hijos que nos hemos reunido en este momento en tu nombre, que tus bendiciones de paz, de gozo, de salud y de bienaventuranza, nos acompaiien en todo momento y que los problemas que nos ofrece esta vida presente, ~ sepamos afrontarlos como Tu quieres.

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