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Esa polaridad antagónica amigo/enemigo como eje de la pugna por la apropiación del poder
decisorio del Estado, se puede rastrear como herencia propia de la colonización española y
como la caricatura misma de la conformación de nación en el nacimiento de la República,
baste recordar la lucha intestina que dio al traste con la independencia en el periodo conocido
como la “patria boba”. Y, por supuesto, en el proceso se ha erosionado tanto la conformación
de la nación como la constitución del poder decisorio del Estado.
Así, a partir de estas premisas, María Victoria Uribe explica el proceso de deshumanización
del enemigo que conduce a la atrocidad en el conflicto armado interno. La bestialización y la
mutilación del frater enemigo constituyen las formas rituales de conjurar en un orden propio
el caos que se le asigna al otro, que es mi opuesto y mi complemento. Este ejercicio extremo
de poder instaura un nuevo orden de la oposición, expulsando radicalmente al otro de
cualquier orden común: para poder ser para dar muerte, el perpetrador necesita desvincular
a otro de su condición común, de su condición de humano.
Este proceso de degradación está en la base de la configuración de la oposición
amigo/enemigo, la cual ha alimentado la atrocidad de la victimización en el conflicto armado
interno en Colombia desde mediados del siglo XX. Pero, la definición de esa oposición ha
estado a cargo de unas élites que luego no se han hecho cargo de las consecuencias, por el
contrario, han dado un nievo giro de tuerca a esa definición cada vez que les ha resultado
conveniente, convirtiéndola más bien en un mecanismo de indistinción.
Bibliografía
URIBE, M.V. (1990). Matar, rematar y contramatar. En: Controversia. No. 159-160.
CINEP. Bogotá.